Un billete a Tchepone. Relato participativo.
- flanker33
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
OK, en cuanto pueda me pongo a ello a ver que tal sale.
Gracias por su aporte,
saludos.
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saludos.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- Mactinez
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Aqui andamos siguiendo el tema...Humm -detalle incluir a los chicos del" Garry owen"me ha gustado.Puede que sea la unidad mas emblematica que siempre se relaciona con "Nam" Aqui para dar ambiente:
P.D.en pinterest hay una magnifica colecciones de fotos de Vietnam,que pueden a ser .
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"¡Tenemos los hombres;tenemos los pertrechos;y allá vamos:andrajosos,descompuestos o borrachos!"
- flanker33
- Teniente Coronel
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Hola Mactinez, gracias por las fotos. El "First Team" va a tener una participación más destacada en los próximos capítulos, aunque en principio los protagonistas seguirán siendo los mismo, por aquello de no inundar de personajes el relato.
En este capitulo que dejo ahora, ya aparecen de nuevo. En él también se dejan sentir las repercusiones de las imágenes de los prisioneros norteamericanos en VdN, y como evoluciona la lucha en Laos. Espero sus comentarios para ver como continuar el relato.
Saludos.
En este capitulo que dejo ahora, ya aparecen de nuevo. En él también se dejan sentir las repercusiones de las imágenes de los prisioneros norteamericanos en VdN, y como evoluciona la lucha en Laos. Espero sus comentarios para ver como continuar el relato.
Saludos.
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- flanker33
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Capítulo 17 “Paso a paso”
Hacía cinco días ya que había comenzado el ataque comunista sobre todas las tropas aliadas en Laos, y en algunas posiciones de la 4ª División de infantería, todo aquello comenzaba ya a ser rutina.
Con el poncho todavía mojado por la lluvia que había caído hacía unos minutos, y tras apagar el cigarrillo con su bota en el fondo de la húmeda trinchera que bordeaba toda la colina, el soldado Bobby Farris se disponía a aprovechar los últimos momentos de luz de aquel día, ahora que “Charlie” se había callado por un rato. Tampoco a nadie que estuviera cerca en la trinchera le quedaban demasiadas ganas de hablar, así que no le incordiarían durante un rato.
Quería leer la carta que le había escrito su hermano Patrick un par de días atrás, y pensó en lo curioso que era lo rápido que podía llegar el correo, a aquel lugar perdido en el cul* del mundo. Con mucho cuidado para que no se mojase o embarrase, sacó el sobre del bolsillo de la guerrera del uniforme y la abrió con sus ennegrecidos dedos. La cogió con todo el cariño del mundo y fijó su cansada vista en las primeras letras de la carta.
“…y recibe muchos besos y abrazos de madre y padre. Ha sido una pena que no pudieras venir por Navidad, aunque nos alegramos mucho de saber de ti por tu última carta, aunque no cuentes demasiado. Penny sigue viniendo a ver a madre y a preguntar por ti, por si sabemos más cosas que ella, aunque a lo mejor le cuentas más a ella que a nosotros…Romeo…
En fin hermano, que quieres que te diga, las cosas por aquí andan bastante revueltas. Seguimos pegados al televisor las noticias de la guerra y de cómo van las cosas por Laos sobre todo, aunque en Vietnam del Sur, dicen que también la situación es muy complicada.
No sé si os habrán llegado las últimas noticias, pero desde que se difundieron hace unos días unas películas sobre el trato que los comunistas dan a nuestros chicos que caen en sus manos en los campos de prisioneros, la indignación ha subido y mucha gente quiere más mano dura con los amarillos y que se actúe más contundentemente. El mismo Presidente ha hablado esta tarde sobre el tema y ha prometido nuevas y más duras medidas, pero sin especificar…algunos hablan de lanzarles una bomba atómica y otros de invadir el norte para rescatar a nuestros muchachos, pero me parece que sería intentar arreglar un problema para crear otro más grande, pero no sé, no tengo ni idea de estrategia militar. Supongo que tú sabrás más de eso”
Farris no pudo evitar una sonrisa…invadir el norte, que idea más absurda visto desde aquel cenagal repleto de cráteres que ahora era la “Firebase Buffalo”. Allí estaban, estancados en medio de ninguna parte y pasándolas putas, como para invadir el norte…y por supuesto, no sabían nada de todo eso en aquella jodida colina de mierda.
“Lo que pasa es que con esas propuestas, hay otra gente que opina todo lo contrario, y dicen que lo que deberíamos hacer es terminar la guerra cuanto antes y que los prisioneros regresaran a casa. La verdad es que la misma sociedad se está polarizando mucho”
´Vaya, “polarizando” pensó Bobby, este chico se está volviendo más culto o quiere impresionarme´
“Hace poco también se han visto imágenes en la televisión de Classius Clay, ya sabes el boxeador campeón del mundo que se niega a ir a Vietnam. Pues ahora ha ido con otro activista pacifista al norte, y lo han paseado por los hospitales y por los barrios que dicen que hemos bombardeado, con un montón de cadáveres, niños y ancianos incluidos. Eso también ha hecho que muchos de los que están en contra de la guerra se hayan radicalizado todavía más.
Yo ya no sé muy bien que pensar y quien tiene razón o quién no. Me parece que toda esta mierda está comenzando a írsele de las manos al gobierno, y yo que estaba tranquilo porque pensaba que íbamos a ganar la guerra dentro de no demasiado tiempo, cada vez tengo más el miedo en el cuerpo. No me queda mucho para que me inscriban en la oficina de reclutamiento, y luego, los meses pasan muy rápido, y la verdad Bobby, no quiero ir a esa mierda de guerra. Lo siento, ya sé que tú estás hasta el cuello, y que cuando te fuiste, y a pesar de lo que mi aspecto y mis palabras pudieran hacerte pensar, no quería que te fueras a la guerra. Eres mi hermano, y vivir sin saber si vas a volver o no, me está jodiendo mucho, y a los viejos también. No quiero ir…así que si la solución es tirarles una jodida bomba atómica, o marcharnos de allí de una puta vez, sea lo que sea, que lo hagan rápido”
Farris volvió a sonreír pese a lo duro de las ideas de su hermano, y es que se notaba que cuando escribía con más sentimiento, perdía las formas y le salía la jerga habitual entre la juventud, pese a su esmerada educación. Terminó de leer la carta, y luego la releyó de nuevo por si se había perdido o dejado algún detalle. Después se quedó pensando en todo lo que su hermano le decía, y en una cosa tenía razón, aquello cada vez apestaba más, y cuando estas en un estercolero, oler peor es muy difícil.
De repente la lluvia comenzó a caer de nuevo, mientras los últimos rayos de sol desaparecían por el horizonte…y otra vez los silbidos de los obuses norvietnamitas comenzaron a oírse, aproximándose. Luego las explosiones, y finalmente el traqueteo de las armas automáticas.
“Alarma, alarma”, gritó alguien a destiempo. Farris ya tenía cargado y montado su M-16, y respiró profundo tres veces antes de levantarse sobre los sacos terreros que protegían la trinchera, y comenzar a disparar sobre las sombras que ascendían por enésima vez aquella maldita colina.
… a la mañana siguiente, en otro lugar no muy lejos de allí…
“Maldito tiempo y maldita lluvia” murmuraba el General Rosson por lo bajo, de pie junto al punto de aterrizaje donde aguardaba la llegada del helicóptero que traía desde Dong Ha al General Westmoreland. Y no lo decía porque la lluvia lo estuviese calando hasta los huesos, sino porque aquello reducía de manera importante el apoyo aéreo que podía brindar la aviación a sus tropas en tierra. Y con la contraofensiva enemiga en su sexto día, necesitaba de todo lo que pudiese echar mano para contenerla, y su poder aéreo era determinante. “Giap estará encantado con este tiempo de mierda”, pensó.
Mientras despuntaba el alba y los primeros rayos de sol de la mañana intentaban abrirse paso entre la lluvia e iluminar las montañas alrededor de la base, vio llegar al helicóptero que esperaba. El comandante del MACV bajó de él poco después y rápidamente se dirigió a su anfitrión, saludándolo militarmente y extendiendo su mano después
-Bill ¿Cómo estás?
-Hasta el cuello de trabajo, pero siempre puedo encontrar un hueco para ti – respondió de forma franca, como dos hombres que llevaban tiempo trabajando juntos codo con codo y se respetaban.
-Estupendo. ¿Podemos ir a algún sitio donde no nos mojemos?
-Por supuesto, por aquí, sígueme.
Ambos hombres, seguidos por sus ayudantes, entraron en el bunker de mando, y tras dejar atrás una sala atiborrada de personal, mapas, equipos de comunicación y papeles, se encerraron los dos solos en una pequeña habitación para reuniones, donde el calor y la humedad eran sofocantes. Se quitaron las capas de agua y se sentaron en una de las mesas sobre las que había desplegado un gran mapa de la zona de operaciones de Laos y el norte de la I CTZ. Rosson ofreció agua y cigarros a su interlocutor, pero este declinó la oferta.
-Gracias, pero no me apetece ahora.
-De acuerdo. ¿Quieres que vayamos al grano?
-Como siempre. Primero las cifras de bajas, por favor.
-Bien, vamos a ello – y cogió una carpeta y saco unos papeles que entregó a Westmoreland. – Aquí puedes ver las cifras de los últimos días. Nuestras bajas han aumentado, pero dentro de un orden, todavía asumible. Las del enemigo, confirmadas y estimadas, se han disparado. Ahora sí que estamos terminando con el enemigo en cantidades industriales como previó el General Peers hace unos meses.
Westmoreland revisó las cifras un par de veces antes de hablar.
-Mira Bill, el dato de las bajas enemigas me parece muy bien, aunque con reservas, ya sabes cómo va esto del contar los cuerpos enemigos, y más en esta situación, pero todo parece indicar que sus bajas son muy importantes, y estoy conforme con ello. Pero respecto a las nuestras, en otro momento estaría de acuerdo contigo respecto a que son asumibles en este contexto, pero ahora las cosas han cambiado. Debemos hacer todo lo posible para minimizar nuestras perdidas. Las cosas en casa están muy caldeadas, y cada bolsa negra o ataúd que llega allí, es un punto menos en la popularidad del presidente y de la guerra – dijo exagerando - y eso se traduce en menos fondos y más interferencias de Washington.
-Ya hacemos todo lo posible para evitar las bajas de nuestros chicos - protestó Rosson – pero estamos en una maldita guerra, y los soldados mueren, es así de simple. Nadie sabe todavía cómo ir a una guerra y ganarla sin tener bajas, y si hay alguien, que le pongan al mando del XXIV Cuerpo ahora mismo, yo estaría encantado de que no murieran más de mis chicos – dijo herido por aquellas palabras, ya que cada número de aquel papel significaba una vida que se perdía y un dolor inmenso para sus familias, y él tenía en su conciencia todas y cada una de aquella perdidas.
-Que quieres que te diga, me consta que ahora mismo hay gente en el gobierno que está planteándose si hicimos bien en invadir Laos, y si no deberíamos regresar a Vietnam del Sur. Y nuestras bajas es uno de los principales motivos que esgrimen para respaldar sus opiniones.
-Maldita sea, ¿así que todo esto para nada? ¿Ahora que estamos cerca de conseguirlo? – Elevó el tono de voz – No puedes permitirlo. Haz que te oigan. Un poco más y esos cabrones se desangraran y habremos terminado con ellos. Luego les llevará años reconstruir una fuerza que pueda inquietarnos…vale, pueden seguir con sus jodidas guerrillas, pero no van a tumbar el gobierno de Saigón en una década al menos, y no mientras nosotros estemos aquí. Si nos ceñimos al plan y vencemos aquí y ahora al enemigo, y los políticos de Washington hacen su trabajo, podemos arreglar esto en unos meses como mucho.
-Tranquilízate Bill. A mí me gusta tan poco como a ti, y ya he hablado con el Presidente, ayer mismo. De hecho, puedo anunciarte que, tras el revuelo y la indignación provocada en los Estados Unidos por las imágenes de nuestros hombres en los campos de concentración enemigos, el Presidente ha autorizado una nueva ampliación de la campaña aérea, que comenzará esta misma noche. Se han destinado casi la mitad de los B-52 del Mando Estratégico, volvemos a tener cuatro grandes portaaviones para apoyar la campaña – el “Coral Sea” y el “Constellation” se habían retirado de la “Yankee Station” a finales de año – y se han enviado dos escuadrones adicionales de cazabombarderos de las Fuerzas Aéreas, y llegarán otros dos más en breve. Pero tan importante como el número, son las limitaciones que ya no tendremos. Ahora vamos a poder bombardear casi todo el puñetero Vietnam del Norte, desde Hanoí a la frontera china, cuya zona de exclusión se ha reducido a 10 millas, pasando por Haiphong, cuyo puerto va a ser minado, así como el de Vinh y otros puertos menores. Sin santuarios, aunque algunos objetivos especialmente sensibles requerirán la autorización de Washington. Ah, y como ahora que Vientian ha caído a manos comunistas y el gobierno laosiano a huido, tampoco vamos a reconocer limitaciones en el norte de Laos.
-Es una buena noticia, y nos ayudará, pero con eso no pueden pretender que reduzcamos nuestras bajas mientras el enemigo siga atacándonos. Necesitamos tomar la iniciativa y derrotarlo antes que seguir así, porque estos puñeteros comunistas pueden alargar esto bastante tiempo y la pérdida de vidas americanas, convertirlas en un goteo constante.
-¿Y qué propones?
-Lo que te anticipé por teléfono. Ahora mismo ellos tienen la iniciativa y tras la derrota de la 1ª Brigada de los paracaidistas survietnamitas, hemos perdido el paso de Muong Phine, y con ello, el motivo de ser de toda la operación “Nathan Halle II”, ya que por allí pueden volver a enviar suministros al sur, así que es imperativo retomar ese punto estratégico. – Bebió un poco de agua antes de continuar. – Por fortuna, el resto de su contraofensiva no ha tenido tanto éxito. En la zona de la Task Force Dean solo lanzan ataques de contención para mantener a nuestras tropas allí, y en la de la 4ª División de Infantería, se han estancado, y aunque siguen lanzando ataques furibundos, la situación está controlada. Perdimos un par de puestos, pero ya hemos recuperado uno, y el otro carece de demasiada importancia, así que aunque pensaba reconquistarlo, mejor lo olvidaré para no aumentar el número de nuestras bajas. Aquí es donde les estamos haciendo daño de verdad y sus bajas se deben contar por miles.
-¿Y el sector del General Truong?
-Como ya sabes, sus paracaidistas han sucumbido en Muong Phine y hemos perdido toda una Brigada. Como ves en los datos, más de mil setecientas bajas entre muertos, heridos y prisioneros. El resto ha conseguido evadirse, pero carecen ahora mismo de voluntad de lucha. El resto de la División está algo mejor, pero no mucho. Su moral es baja y están siendo muy acosados por los comunistas. Envié el último batallón de la cuarta Brigada de paracaidistas así como todos los reemplazos posibles sacados de la escuela de paracaidismo a medio formar, y además he estado reforzando las salidas de apoyo aéreo hacia su zona. De momento no temo por un hundimiento inminente, pero pueden que tengan serias dificultades si no hacemos nada más. Me pregunto si podríamos sacar tropas de la 1ª División survietnamita. Truong ya trajo una compañía, y ha luchado muy bien. ¿Qué te parece?
-Me temo que no es posible, las cosas en la zona del I Cuerpo tampoco está mucho mejor. Los comunistas siguen presionando contra nuestras bases y vías de suministros, y necesitamos a cada hombre que tenemos ahí para mantener abastecidas a tus tropas en Laos. Y en el resto del país, aunque el enemigo no se ha empleado tan a fondo, supongo que porque comienzan a sentir la falta de suministros tras lo de Sihanoukville y nuestra posición de bloqueo en Laos, no podemos enviar muchas tropas. El gobierno de Saigón no quiere oír nada más del tema, ya que ahora que sus unidades de la reserva general están empeñadas en el esfuerzo principal, aquí en el norte, el resto de sus fuerzas van de un lado para otro como pollo sin cabeza, y no están dando demasiado buen rendimiento, por lo que recurren a nuestras fuerzas como apagafuegos en todos lados. En definitiva, que por el momento debemos arreglarnos con lo que tenemos.
-¿Y nuestras reservas en los Estados Unidos?
-Ya lo he pensado y ayer sondeé al Presidente sobre la posibilidad de traer al menos una Brigada de la 82ª, pero lo tiene que valorar. Espero que me dé una respuesta pronto. Si es favorable, podemos tenerla aquí en pocos días.
-Eso sería estupendo. Y creo que lo mejor sería que sustituyese a la 2ª Brigada de la 1ª de Caballería, y que esta se trasladase a nuestra zona de operaciones. Están más aclimatados y sus helicópteros nos vendrán de perlas. Ya sabes que estamos teniendo muchas bajas en ese campo.
Westmoreland sintió un escalofrió en la espalda de recordar la cifra de helicópteros derribados o destruidos en tierra por el enemigo, en todo el tiempo que duraba la invasión de Laos. Era sencillamente terrible. Algo más de doscientos aparatos habían sido destruidos, y el triple habían sido dañados en mayor o menor medida, Por suerte muchos volvieron a operar, porque si no la operación se hubiera tenido que haber cancelado, a pesar de la continua llegada de aparatos desde otras unidades continentales y desde las mismas fábricas de Estados Unidos, que estaban aumentando la producción de helicópteros para mantener la operación en marcha.
-Podría emplear a esa Brigada como reserva del Cuerpo, ahora que quiero empeñar a la 1º Brigada de la Caballería Aérea en la operación que te comentaba para retomar Muong Phine.
Y diciendo esto, el General Rosson se levantó y se dirigió a un mapa de la zona montado sobre un caballete.
-Este mapa es más detallado y servirá para lo que quiero mostrarte – y escribió “Operación Dark Stallion”
-Adelante, deslúmbrame – dijo en tono un tanto jocoso Westmoreland.
-Me temo que eso ya no es posible…bien, se trata de lo siguiente – comenzó a escribir con un rotulador sobre el mapa. – Ahora el grueso de la Brigada de la Caballería Aérea que actúa como reserva del Cuerpo, está aquí, en Khe Sanh, y el resto en Camp Carroll. Está fresca y relativamente en buen estado, porque aunque ha intervenido en algunas ocasiones desde noviembre, en general ha sufrido pocas bajas. La idea es realizar un asalto aéreo por sorpresa con sus tres batallones, mañana mismo, de madrugada. Utilizando el efecto sorpresa y la agresividad de la unidad, podemos recuperar Muong Phine – y rodeo con un círculo la zona de asalto que había previsto su Estado Mayor.
-¿Y la posición no estará fuertemente defendida por los norvietamitas?
-Inteligencia estima que las fuerzas que tomaron la posición, debieron de sufrir enormes bajas, y que ahora no deben quedar demasiadas y estaran agotadas. Uno o dos regimientos, debilitados y dispersos a lo sumo. A lo mejor con algunos cientos de irregulares, pero poco más. Con el apoyo aéreo adecuado, no dudo que nuestros chicos puedan hacerse con su control.
Westmoreland no parecía muy seguro, pero se mantuvo callado.
-A la vez, enviaremos al último batallón de Ranger survietnamitas que forma parte de nuestra reserva, para, en unión con la compañía de reconocimiento “Tigre” de la 1ª División, la que trajo el General Truong, enlazar las posiciones de Muong Phine con el resto de la División de Paracaidistas. También enviaremos para reforzar toda la operación una “Task Force” con una docena de carros M-48 y una veintena de ACAV,s más una compañía de infantería, todo ello de la 4ª DI, y sacaré otra compañía de infantería de la 173ª como reserva de la ofensiva. Gracias a que el 11º Regimiento de Caballería Acorazada nos ha enviado tanques y blindados para reemplazar las bajas a tiempo, ¡y al mando del mismísimo Patton! - dijo refiriéndose en tono medio jocoso al Teniente Coronel George Patton IV.
-¿La Task Force Patton?
-Pues todavía no lo he pensado, pero es bastante posible, si se ofrece voluntario para comandar la “Task Force”. Hablaré con él esta misma mañana.
-Y ¿no debilitará todo esto otras posiciones?
-Riesgos calculados, recuerdas. Fuiste tú el que nos lo dijo al principio de todo esto. Pero contestándote, no, no creo que sacar esas fuerzas de sus sectores debilite lo suficiente nuestras posiciones para que sean vulnerables.
-Lo veo muy justo…si funciona va a ser por los pelos, y luego habrá que mantener la posición.
-De ahí la importancia de tener una reserva considerable y no solo una compañía. Esa segunda Brigada de la 1ª de Caballería sería ideal. De todas maneras, querría pedirte al menos un batallón o dos de las fuerzas MIKE, me harían un buen servicio.
Westmoreland lo valoró durante unos instantes. Las fuerzas MIKE eran tropas irregulares, entrenadas por las Fuerzas Especiales norteamericanas y financiadas por los EEUU, que no entraban dentro de la cadena de mando normal del ejército survietnamita, por lo que Saigón no podría oponerse demasiado. Pero sobretodo, como las fuerzas del Vietcong y las del NVA estaban empeñadas en Vietnam del Sur en atacar las vías de comunicación y las bases militares, habían dejado bastante en paz los campos de las fuerzas CIDG, la fuerza de defensa civil irregular que protegía poblados en el interior rural del país. Y como la razón de ser de las fuerzas MIKE era socorrer y proteger dichos campamentos en caso de ataque enemigo, ahora estaban relativamente ociosas.
Y Rosson tenía razón, las unidades MIKE estaban formadas por minorías étnicas del país, y algunas, como los Montagnard, especialmente hostiles hacia las fuerzas comunistas. Eran resistentes, y bien moldeadas por las fuerzas especiales, un hueso muy duro de roer. También tenían sus deficiencias, como su armamento anticuado o su propensión a la deserción cuando eran reclamados por sus tribus, pero si escogían bien a la unidad, la armaban adecuadamente y sabiendo que de Laos no podrían desertar al estar rodeados de enemigos, uno o dos batallones de aquellas fuerzas, serían un refuerzo interesante para una vez tomadas las posiciones por la caballería aérea, defender algunos puestos. Además, no serían bajas norteamericanas, pensó con brutal sinceridad.
-Está bien, creo que puedo conseguirte algo de eso.
-Estupendo…
-Pero, ¿tienes confianza absoluta en que esta operación resulte? – dijo Westmoreland mirando fijamente a su interlocutor.
-Debe funcionar. Esta tarde comenzarán a despejarse los cielos y durante varios días ya no se prevén lluvias ni mal tiempo, lo que nos permite utilizar nuestro poder aéreo de manera efectiva y continua. Además, el enemigo está muy desgastado en esa zona, y nuestra principal fuerza de ataque, fresca y deseando intervenir.
-Sigo pensando que los comunistas todavía pueden tener muchos hombres en ese sector, y si el asalto no va bien, puede ser una carnicería.
-No temas. He realizado una exhaustiva labor de reconocimiento aéreo, por tierra, interrogatorios de prisioneros, interceptación de comunicaciones…y todo nos lleva a concluir, a mí y a mi Estado Mayor, que con esa Brigada y el suficiente apoyo aéreo, más los refuerzos que hemos hablado, son suficientes. No tengo ninguna gana de tener muertes innecesarias sobre mi conciencia. Si te pido permiso, es porque creo que es realizable, y tampoco hay otra alternativa que no sea retirarnos, o al menos yo no la veo.
-Pues no me gusta Bill, pero maldita sea, me parece que tienes razón. Esta jodida guerra hace que tengamos que tomar decisiones basadas en temores absurdos, que en otras guerras ni se habrían planteado…pero es la que nos ha tocado... en fin, y ¿estará todo listo para comenzar la operación esta próxima madrugada?
-Si me das luz verde antes de las diez de la noche, el asalto sobre el objetivo se producirá a las 06.30 horas de mañana. Está todo preparado.
-De acuerdo, tienes mi visto bueno. Prepáralo todo, pero espera hasta esta noche, cuando te pueda dar luz verde una vez hable con Washington, ¿de acuerdo?
-De acuerdo. Y no te preocupes, yo cumpliré mi parte. El XXIV Cuerpo retomará el paso de Muong Phine y lo retendrá contra los contraataques enemigos - … “con la ayuda de Dios y si nadie la caga” pensó para sus adentros, pero no expresó sus temores ante su superior. – Si me proporcionas los apoyos necesarios y los políticos no meten demasiado las narices, funcionará.
Westmoreland recordó unas palabras muy similares durante la preparación de “Nathan Halle II”, y la cosa estaba saliendo regular. Apretó las manos y los dientes durante unos momentos y luego se relajó. Era aquello o admitir la derrota, y eso era algo que no pensaba hacer de ningún modo, al menos no mientras tuvieran una oportunidad. Esperaba que el Presidente y su equipo lo vieran igual.
Ambos hombres hablaron durante unos minutos más, pero luego cada uno regresó a sus ocupaciones. Estaban demasiado ocupados como para quedarse a charlar sobre temas no esenciales.
Westmoreland regresó a Da Nang para conferenciar de nuevo con las autoridades allá en los Estados Unidos, mientras que Rosson debía terminar continuar con los detalles y pormenores de “Dark Stallion”, una ofensiva a lanzar en menos de 24 horas, y que a los dos hombres se les antojaba decisiva para el futuro inmediato de la invasión de Laos, y seguramente de la guerra en su conjunto.
Hacía cinco días ya que había comenzado el ataque comunista sobre todas las tropas aliadas en Laos, y en algunas posiciones de la 4ª División de infantería, todo aquello comenzaba ya a ser rutina.
Con el poncho todavía mojado por la lluvia que había caído hacía unos minutos, y tras apagar el cigarrillo con su bota en el fondo de la húmeda trinchera que bordeaba toda la colina, el soldado Bobby Farris se disponía a aprovechar los últimos momentos de luz de aquel día, ahora que “Charlie” se había callado por un rato. Tampoco a nadie que estuviera cerca en la trinchera le quedaban demasiadas ganas de hablar, así que no le incordiarían durante un rato.
Quería leer la carta que le había escrito su hermano Patrick un par de días atrás, y pensó en lo curioso que era lo rápido que podía llegar el correo, a aquel lugar perdido en el cul* del mundo. Con mucho cuidado para que no se mojase o embarrase, sacó el sobre del bolsillo de la guerrera del uniforme y la abrió con sus ennegrecidos dedos. La cogió con todo el cariño del mundo y fijó su cansada vista en las primeras letras de la carta.
“…y recibe muchos besos y abrazos de madre y padre. Ha sido una pena que no pudieras venir por Navidad, aunque nos alegramos mucho de saber de ti por tu última carta, aunque no cuentes demasiado. Penny sigue viniendo a ver a madre y a preguntar por ti, por si sabemos más cosas que ella, aunque a lo mejor le cuentas más a ella que a nosotros…Romeo…
En fin hermano, que quieres que te diga, las cosas por aquí andan bastante revueltas. Seguimos pegados al televisor las noticias de la guerra y de cómo van las cosas por Laos sobre todo, aunque en Vietnam del Sur, dicen que también la situación es muy complicada.
No sé si os habrán llegado las últimas noticias, pero desde que se difundieron hace unos días unas películas sobre el trato que los comunistas dan a nuestros chicos que caen en sus manos en los campos de prisioneros, la indignación ha subido y mucha gente quiere más mano dura con los amarillos y que se actúe más contundentemente. El mismo Presidente ha hablado esta tarde sobre el tema y ha prometido nuevas y más duras medidas, pero sin especificar…algunos hablan de lanzarles una bomba atómica y otros de invadir el norte para rescatar a nuestros muchachos, pero me parece que sería intentar arreglar un problema para crear otro más grande, pero no sé, no tengo ni idea de estrategia militar. Supongo que tú sabrás más de eso”
Farris no pudo evitar una sonrisa…invadir el norte, que idea más absurda visto desde aquel cenagal repleto de cráteres que ahora era la “Firebase Buffalo”. Allí estaban, estancados en medio de ninguna parte y pasándolas putas, como para invadir el norte…y por supuesto, no sabían nada de todo eso en aquella jodida colina de mierda.
“Lo que pasa es que con esas propuestas, hay otra gente que opina todo lo contrario, y dicen que lo que deberíamos hacer es terminar la guerra cuanto antes y que los prisioneros regresaran a casa. La verdad es que la misma sociedad se está polarizando mucho”
´Vaya, “polarizando” pensó Bobby, este chico se está volviendo más culto o quiere impresionarme´
“Hace poco también se han visto imágenes en la televisión de Classius Clay, ya sabes el boxeador campeón del mundo que se niega a ir a Vietnam. Pues ahora ha ido con otro activista pacifista al norte, y lo han paseado por los hospitales y por los barrios que dicen que hemos bombardeado, con un montón de cadáveres, niños y ancianos incluidos. Eso también ha hecho que muchos de los que están en contra de la guerra se hayan radicalizado todavía más.
Yo ya no sé muy bien que pensar y quien tiene razón o quién no. Me parece que toda esta mierda está comenzando a írsele de las manos al gobierno, y yo que estaba tranquilo porque pensaba que íbamos a ganar la guerra dentro de no demasiado tiempo, cada vez tengo más el miedo en el cuerpo. No me queda mucho para que me inscriban en la oficina de reclutamiento, y luego, los meses pasan muy rápido, y la verdad Bobby, no quiero ir a esa mierda de guerra. Lo siento, ya sé que tú estás hasta el cuello, y que cuando te fuiste, y a pesar de lo que mi aspecto y mis palabras pudieran hacerte pensar, no quería que te fueras a la guerra. Eres mi hermano, y vivir sin saber si vas a volver o no, me está jodiendo mucho, y a los viejos también. No quiero ir…así que si la solución es tirarles una jodida bomba atómica, o marcharnos de allí de una puta vez, sea lo que sea, que lo hagan rápido”
Farris volvió a sonreír pese a lo duro de las ideas de su hermano, y es que se notaba que cuando escribía con más sentimiento, perdía las formas y le salía la jerga habitual entre la juventud, pese a su esmerada educación. Terminó de leer la carta, y luego la releyó de nuevo por si se había perdido o dejado algún detalle. Después se quedó pensando en todo lo que su hermano le decía, y en una cosa tenía razón, aquello cada vez apestaba más, y cuando estas en un estercolero, oler peor es muy difícil.
De repente la lluvia comenzó a caer de nuevo, mientras los últimos rayos de sol desaparecían por el horizonte…y otra vez los silbidos de los obuses norvietnamitas comenzaron a oírse, aproximándose. Luego las explosiones, y finalmente el traqueteo de las armas automáticas.
“Alarma, alarma”, gritó alguien a destiempo. Farris ya tenía cargado y montado su M-16, y respiró profundo tres veces antes de levantarse sobre los sacos terreros que protegían la trinchera, y comenzar a disparar sobre las sombras que ascendían por enésima vez aquella maldita colina.
… a la mañana siguiente, en otro lugar no muy lejos de allí…
“Maldito tiempo y maldita lluvia” murmuraba el General Rosson por lo bajo, de pie junto al punto de aterrizaje donde aguardaba la llegada del helicóptero que traía desde Dong Ha al General Westmoreland. Y no lo decía porque la lluvia lo estuviese calando hasta los huesos, sino porque aquello reducía de manera importante el apoyo aéreo que podía brindar la aviación a sus tropas en tierra. Y con la contraofensiva enemiga en su sexto día, necesitaba de todo lo que pudiese echar mano para contenerla, y su poder aéreo era determinante. “Giap estará encantado con este tiempo de mierda”, pensó.
Mientras despuntaba el alba y los primeros rayos de sol de la mañana intentaban abrirse paso entre la lluvia e iluminar las montañas alrededor de la base, vio llegar al helicóptero que esperaba. El comandante del MACV bajó de él poco después y rápidamente se dirigió a su anfitrión, saludándolo militarmente y extendiendo su mano después
-Bill ¿Cómo estás?
-Hasta el cuello de trabajo, pero siempre puedo encontrar un hueco para ti – respondió de forma franca, como dos hombres que llevaban tiempo trabajando juntos codo con codo y se respetaban.
-Estupendo. ¿Podemos ir a algún sitio donde no nos mojemos?
-Por supuesto, por aquí, sígueme.
Ambos hombres, seguidos por sus ayudantes, entraron en el bunker de mando, y tras dejar atrás una sala atiborrada de personal, mapas, equipos de comunicación y papeles, se encerraron los dos solos en una pequeña habitación para reuniones, donde el calor y la humedad eran sofocantes. Se quitaron las capas de agua y se sentaron en una de las mesas sobre las que había desplegado un gran mapa de la zona de operaciones de Laos y el norte de la I CTZ. Rosson ofreció agua y cigarros a su interlocutor, pero este declinó la oferta.
-Gracias, pero no me apetece ahora.
-De acuerdo. ¿Quieres que vayamos al grano?
-Como siempre. Primero las cifras de bajas, por favor.
-Bien, vamos a ello – y cogió una carpeta y saco unos papeles que entregó a Westmoreland. – Aquí puedes ver las cifras de los últimos días. Nuestras bajas han aumentado, pero dentro de un orden, todavía asumible. Las del enemigo, confirmadas y estimadas, se han disparado. Ahora sí que estamos terminando con el enemigo en cantidades industriales como previó el General Peers hace unos meses.
Westmoreland revisó las cifras un par de veces antes de hablar.
-Mira Bill, el dato de las bajas enemigas me parece muy bien, aunque con reservas, ya sabes cómo va esto del contar los cuerpos enemigos, y más en esta situación, pero todo parece indicar que sus bajas son muy importantes, y estoy conforme con ello. Pero respecto a las nuestras, en otro momento estaría de acuerdo contigo respecto a que son asumibles en este contexto, pero ahora las cosas han cambiado. Debemos hacer todo lo posible para minimizar nuestras perdidas. Las cosas en casa están muy caldeadas, y cada bolsa negra o ataúd que llega allí, es un punto menos en la popularidad del presidente y de la guerra – dijo exagerando - y eso se traduce en menos fondos y más interferencias de Washington.
-Ya hacemos todo lo posible para evitar las bajas de nuestros chicos - protestó Rosson – pero estamos en una maldita guerra, y los soldados mueren, es así de simple. Nadie sabe todavía cómo ir a una guerra y ganarla sin tener bajas, y si hay alguien, que le pongan al mando del XXIV Cuerpo ahora mismo, yo estaría encantado de que no murieran más de mis chicos – dijo herido por aquellas palabras, ya que cada número de aquel papel significaba una vida que se perdía y un dolor inmenso para sus familias, y él tenía en su conciencia todas y cada una de aquella perdidas.
-Que quieres que te diga, me consta que ahora mismo hay gente en el gobierno que está planteándose si hicimos bien en invadir Laos, y si no deberíamos regresar a Vietnam del Sur. Y nuestras bajas es uno de los principales motivos que esgrimen para respaldar sus opiniones.
-Maldita sea, ¿así que todo esto para nada? ¿Ahora que estamos cerca de conseguirlo? – Elevó el tono de voz – No puedes permitirlo. Haz que te oigan. Un poco más y esos cabrones se desangraran y habremos terminado con ellos. Luego les llevará años reconstruir una fuerza que pueda inquietarnos…vale, pueden seguir con sus jodidas guerrillas, pero no van a tumbar el gobierno de Saigón en una década al menos, y no mientras nosotros estemos aquí. Si nos ceñimos al plan y vencemos aquí y ahora al enemigo, y los políticos de Washington hacen su trabajo, podemos arreglar esto en unos meses como mucho.
-Tranquilízate Bill. A mí me gusta tan poco como a ti, y ya he hablado con el Presidente, ayer mismo. De hecho, puedo anunciarte que, tras el revuelo y la indignación provocada en los Estados Unidos por las imágenes de nuestros hombres en los campos de concentración enemigos, el Presidente ha autorizado una nueva ampliación de la campaña aérea, que comenzará esta misma noche. Se han destinado casi la mitad de los B-52 del Mando Estratégico, volvemos a tener cuatro grandes portaaviones para apoyar la campaña – el “Coral Sea” y el “Constellation” se habían retirado de la “Yankee Station” a finales de año – y se han enviado dos escuadrones adicionales de cazabombarderos de las Fuerzas Aéreas, y llegarán otros dos más en breve. Pero tan importante como el número, son las limitaciones que ya no tendremos. Ahora vamos a poder bombardear casi todo el puñetero Vietnam del Norte, desde Hanoí a la frontera china, cuya zona de exclusión se ha reducido a 10 millas, pasando por Haiphong, cuyo puerto va a ser minado, así como el de Vinh y otros puertos menores. Sin santuarios, aunque algunos objetivos especialmente sensibles requerirán la autorización de Washington. Ah, y como ahora que Vientian ha caído a manos comunistas y el gobierno laosiano a huido, tampoco vamos a reconocer limitaciones en el norte de Laos.
-Es una buena noticia, y nos ayudará, pero con eso no pueden pretender que reduzcamos nuestras bajas mientras el enemigo siga atacándonos. Necesitamos tomar la iniciativa y derrotarlo antes que seguir así, porque estos puñeteros comunistas pueden alargar esto bastante tiempo y la pérdida de vidas americanas, convertirlas en un goteo constante.
-¿Y qué propones?
-Lo que te anticipé por teléfono. Ahora mismo ellos tienen la iniciativa y tras la derrota de la 1ª Brigada de los paracaidistas survietnamitas, hemos perdido el paso de Muong Phine, y con ello, el motivo de ser de toda la operación “Nathan Halle II”, ya que por allí pueden volver a enviar suministros al sur, así que es imperativo retomar ese punto estratégico. – Bebió un poco de agua antes de continuar. – Por fortuna, el resto de su contraofensiva no ha tenido tanto éxito. En la zona de la Task Force Dean solo lanzan ataques de contención para mantener a nuestras tropas allí, y en la de la 4ª División de Infantería, se han estancado, y aunque siguen lanzando ataques furibundos, la situación está controlada. Perdimos un par de puestos, pero ya hemos recuperado uno, y el otro carece de demasiada importancia, así que aunque pensaba reconquistarlo, mejor lo olvidaré para no aumentar el número de nuestras bajas. Aquí es donde les estamos haciendo daño de verdad y sus bajas se deben contar por miles.
-¿Y el sector del General Truong?
-Como ya sabes, sus paracaidistas han sucumbido en Muong Phine y hemos perdido toda una Brigada. Como ves en los datos, más de mil setecientas bajas entre muertos, heridos y prisioneros. El resto ha conseguido evadirse, pero carecen ahora mismo de voluntad de lucha. El resto de la División está algo mejor, pero no mucho. Su moral es baja y están siendo muy acosados por los comunistas. Envié el último batallón de la cuarta Brigada de paracaidistas así como todos los reemplazos posibles sacados de la escuela de paracaidismo a medio formar, y además he estado reforzando las salidas de apoyo aéreo hacia su zona. De momento no temo por un hundimiento inminente, pero pueden que tengan serias dificultades si no hacemos nada más. Me pregunto si podríamos sacar tropas de la 1ª División survietnamita. Truong ya trajo una compañía, y ha luchado muy bien. ¿Qué te parece?
-Me temo que no es posible, las cosas en la zona del I Cuerpo tampoco está mucho mejor. Los comunistas siguen presionando contra nuestras bases y vías de suministros, y necesitamos a cada hombre que tenemos ahí para mantener abastecidas a tus tropas en Laos. Y en el resto del país, aunque el enemigo no se ha empleado tan a fondo, supongo que porque comienzan a sentir la falta de suministros tras lo de Sihanoukville y nuestra posición de bloqueo en Laos, no podemos enviar muchas tropas. El gobierno de Saigón no quiere oír nada más del tema, ya que ahora que sus unidades de la reserva general están empeñadas en el esfuerzo principal, aquí en el norte, el resto de sus fuerzas van de un lado para otro como pollo sin cabeza, y no están dando demasiado buen rendimiento, por lo que recurren a nuestras fuerzas como apagafuegos en todos lados. En definitiva, que por el momento debemos arreglarnos con lo que tenemos.
-¿Y nuestras reservas en los Estados Unidos?
-Ya lo he pensado y ayer sondeé al Presidente sobre la posibilidad de traer al menos una Brigada de la 82ª, pero lo tiene que valorar. Espero que me dé una respuesta pronto. Si es favorable, podemos tenerla aquí en pocos días.
-Eso sería estupendo. Y creo que lo mejor sería que sustituyese a la 2ª Brigada de la 1ª de Caballería, y que esta se trasladase a nuestra zona de operaciones. Están más aclimatados y sus helicópteros nos vendrán de perlas. Ya sabes que estamos teniendo muchas bajas en ese campo.
Westmoreland sintió un escalofrió en la espalda de recordar la cifra de helicópteros derribados o destruidos en tierra por el enemigo, en todo el tiempo que duraba la invasión de Laos. Era sencillamente terrible. Algo más de doscientos aparatos habían sido destruidos, y el triple habían sido dañados en mayor o menor medida, Por suerte muchos volvieron a operar, porque si no la operación se hubiera tenido que haber cancelado, a pesar de la continua llegada de aparatos desde otras unidades continentales y desde las mismas fábricas de Estados Unidos, que estaban aumentando la producción de helicópteros para mantener la operación en marcha.
-Podría emplear a esa Brigada como reserva del Cuerpo, ahora que quiero empeñar a la 1º Brigada de la Caballería Aérea en la operación que te comentaba para retomar Muong Phine.
Y diciendo esto, el General Rosson se levantó y se dirigió a un mapa de la zona montado sobre un caballete.
-Este mapa es más detallado y servirá para lo que quiero mostrarte – y escribió “Operación Dark Stallion”
-Adelante, deslúmbrame – dijo en tono un tanto jocoso Westmoreland.
-Me temo que eso ya no es posible…bien, se trata de lo siguiente – comenzó a escribir con un rotulador sobre el mapa. – Ahora el grueso de la Brigada de la Caballería Aérea que actúa como reserva del Cuerpo, está aquí, en Khe Sanh, y el resto en Camp Carroll. Está fresca y relativamente en buen estado, porque aunque ha intervenido en algunas ocasiones desde noviembre, en general ha sufrido pocas bajas. La idea es realizar un asalto aéreo por sorpresa con sus tres batallones, mañana mismo, de madrugada. Utilizando el efecto sorpresa y la agresividad de la unidad, podemos recuperar Muong Phine – y rodeo con un círculo la zona de asalto que había previsto su Estado Mayor.
-¿Y la posición no estará fuertemente defendida por los norvietamitas?
-Inteligencia estima que las fuerzas que tomaron la posición, debieron de sufrir enormes bajas, y que ahora no deben quedar demasiadas y estaran agotadas. Uno o dos regimientos, debilitados y dispersos a lo sumo. A lo mejor con algunos cientos de irregulares, pero poco más. Con el apoyo aéreo adecuado, no dudo que nuestros chicos puedan hacerse con su control.
Westmoreland no parecía muy seguro, pero se mantuvo callado.
-A la vez, enviaremos al último batallón de Ranger survietnamitas que forma parte de nuestra reserva, para, en unión con la compañía de reconocimiento “Tigre” de la 1ª División, la que trajo el General Truong, enlazar las posiciones de Muong Phine con el resto de la División de Paracaidistas. También enviaremos para reforzar toda la operación una “Task Force” con una docena de carros M-48 y una veintena de ACAV,s más una compañía de infantería, todo ello de la 4ª DI, y sacaré otra compañía de infantería de la 173ª como reserva de la ofensiva. Gracias a que el 11º Regimiento de Caballería Acorazada nos ha enviado tanques y blindados para reemplazar las bajas a tiempo, ¡y al mando del mismísimo Patton! - dijo refiriéndose en tono medio jocoso al Teniente Coronel George Patton IV.
-¿La Task Force Patton?
-Pues todavía no lo he pensado, pero es bastante posible, si se ofrece voluntario para comandar la “Task Force”. Hablaré con él esta misma mañana.
-Y ¿no debilitará todo esto otras posiciones?
-Riesgos calculados, recuerdas. Fuiste tú el que nos lo dijo al principio de todo esto. Pero contestándote, no, no creo que sacar esas fuerzas de sus sectores debilite lo suficiente nuestras posiciones para que sean vulnerables.
-Lo veo muy justo…si funciona va a ser por los pelos, y luego habrá que mantener la posición.
-De ahí la importancia de tener una reserva considerable y no solo una compañía. Esa segunda Brigada de la 1ª de Caballería sería ideal. De todas maneras, querría pedirte al menos un batallón o dos de las fuerzas MIKE, me harían un buen servicio.
Westmoreland lo valoró durante unos instantes. Las fuerzas MIKE eran tropas irregulares, entrenadas por las Fuerzas Especiales norteamericanas y financiadas por los EEUU, que no entraban dentro de la cadena de mando normal del ejército survietnamita, por lo que Saigón no podría oponerse demasiado. Pero sobretodo, como las fuerzas del Vietcong y las del NVA estaban empeñadas en Vietnam del Sur en atacar las vías de comunicación y las bases militares, habían dejado bastante en paz los campos de las fuerzas CIDG, la fuerza de defensa civil irregular que protegía poblados en el interior rural del país. Y como la razón de ser de las fuerzas MIKE era socorrer y proteger dichos campamentos en caso de ataque enemigo, ahora estaban relativamente ociosas.
Y Rosson tenía razón, las unidades MIKE estaban formadas por minorías étnicas del país, y algunas, como los Montagnard, especialmente hostiles hacia las fuerzas comunistas. Eran resistentes, y bien moldeadas por las fuerzas especiales, un hueso muy duro de roer. También tenían sus deficiencias, como su armamento anticuado o su propensión a la deserción cuando eran reclamados por sus tribus, pero si escogían bien a la unidad, la armaban adecuadamente y sabiendo que de Laos no podrían desertar al estar rodeados de enemigos, uno o dos batallones de aquellas fuerzas, serían un refuerzo interesante para una vez tomadas las posiciones por la caballería aérea, defender algunos puestos. Además, no serían bajas norteamericanas, pensó con brutal sinceridad.
-Está bien, creo que puedo conseguirte algo de eso.
-Estupendo…
-Pero, ¿tienes confianza absoluta en que esta operación resulte? – dijo Westmoreland mirando fijamente a su interlocutor.
-Debe funcionar. Esta tarde comenzarán a despejarse los cielos y durante varios días ya no se prevén lluvias ni mal tiempo, lo que nos permite utilizar nuestro poder aéreo de manera efectiva y continua. Además, el enemigo está muy desgastado en esa zona, y nuestra principal fuerza de ataque, fresca y deseando intervenir.
-Sigo pensando que los comunistas todavía pueden tener muchos hombres en ese sector, y si el asalto no va bien, puede ser una carnicería.
-No temas. He realizado una exhaustiva labor de reconocimiento aéreo, por tierra, interrogatorios de prisioneros, interceptación de comunicaciones…y todo nos lleva a concluir, a mí y a mi Estado Mayor, que con esa Brigada y el suficiente apoyo aéreo, más los refuerzos que hemos hablado, son suficientes. No tengo ninguna gana de tener muertes innecesarias sobre mi conciencia. Si te pido permiso, es porque creo que es realizable, y tampoco hay otra alternativa que no sea retirarnos, o al menos yo no la veo.
-Pues no me gusta Bill, pero maldita sea, me parece que tienes razón. Esta jodida guerra hace que tengamos que tomar decisiones basadas en temores absurdos, que en otras guerras ni se habrían planteado…pero es la que nos ha tocado... en fin, y ¿estará todo listo para comenzar la operación esta próxima madrugada?
-Si me das luz verde antes de las diez de la noche, el asalto sobre el objetivo se producirá a las 06.30 horas de mañana. Está todo preparado.
-De acuerdo, tienes mi visto bueno. Prepáralo todo, pero espera hasta esta noche, cuando te pueda dar luz verde una vez hable con Washington, ¿de acuerdo?
-De acuerdo. Y no te preocupes, yo cumpliré mi parte. El XXIV Cuerpo retomará el paso de Muong Phine y lo retendrá contra los contraataques enemigos - … “con la ayuda de Dios y si nadie la caga” pensó para sus adentros, pero no expresó sus temores ante su superior. – Si me proporcionas los apoyos necesarios y los políticos no meten demasiado las narices, funcionará.
Westmoreland recordó unas palabras muy similares durante la preparación de “Nathan Halle II”, y la cosa estaba saliendo regular. Apretó las manos y los dientes durante unos momentos y luego se relajó. Era aquello o admitir la derrota, y eso era algo que no pensaba hacer de ningún modo, al menos no mientras tuvieran una oportunidad. Esperaba que el Presidente y su equipo lo vieran igual.
Ambos hombres hablaron durante unos minutos más, pero luego cada uno regresó a sus ocupaciones. Estaban demasiado ocupados como para quedarse a charlar sobre temas no esenciales.
Westmoreland regresó a Da Nang para conferenciar de nuevo con las autoridades allá en los Estados Unidos, mientras que Rosson debía terminar continuar con los detalles y pormenores de “Dark Stallion”, una ofensiva a lanzar en menos de 24 horas, y que a los dos hombres se les antojaba decisiva para el futuro inmediato de la invasión de Laos, y seguramente de la guerra en su conjunto.
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Aquí un par de albumes de flick sobre la operación LAM SON 719 en Laos:Mactinez escribió: P.D.en pinterest hay una magnifica colecciones de fotos de Vietnam,que pueden a ser .
https://www.flickr.com/photos/13476480@ ... 167254621/
https://www.flickr.com/photos/13476480@ ... 249181908/
Saludos.
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Capítulo 18 – “Semental Oscuro”
Oscura como el carbón, la noche se cernía sobre los bosques laosianos, donde el Cabo Van Dao, el Sargento Snider y el soldado Minh Hai, jugaban a un juego de vida o muerte. Los tres hombres formaban de nuevo una unidad del proyecto Delta, y regresaban tras las líneas enemigas, donde ya se encontraban casi tan cómodos como en casa. A pocos kilómetros de Muong Phine, los tres soldados habían localizado lo que se les había designado como uno de los objetivos prioritarios de aquella misión, una parte del sistema antiaéreo conocido como SA-3 en occidente, y que había dado más de un disgusto a los aviones aliados desde su entrada en el conflicto hacía unos días.
Siguiendo las indicaciones de inteligencia sobre una posible localización de una batería de misiles SA-3, habían reconocido la colina designada por ellos, pero otra vez habían fallado en su información y los comandos no localizaron nada, aunque como ya era algo habitual, Van Dao y su equipo no desfallecieron, y siguieron rastreando por las inmediaciones.
Apremiados por las ordenes de localizar y neutralizar aquellas baterías de misiles antiaéreos ante las pérdidas que estaban ocasionando a los aviones propios (y por la inminencia de una gran operación helitransportada con fuerte apoyo aéreo, aunque de esto último no habían sido informados por si eran hechos prisioneros), finalmente Minh Hai detectó algo que le pareció sospechoso en el fondo de un pequeño valle cercano. Al acercarse más y observarlo con detenimiento, vieron lo que parecía un pequeño destacamento de soldados norvietnamitas acampando, con algo al lado que estaba cubierto de lonas y ramajes, con la clara intención de camuflarlo a la vista de los aviones de combate aliados.
El grupo de comandos aguardó a que se hiciera noche cerrada y la mayoría del destacamento se hubiera dormido, antes de iniciar su jugada. Al acercarse lo suficiente, pudieron distinguir con más claridad un camión con dos misiles sobre él, sin duda los SA-3 tal y como se los habían mostrado los de inteligencia en fotos y dibujos, aunque cubiertos de ramas y lonas verdes. No muy lejos de allí, pudieron ver la pista de tierra, también camuflada, por la que seguramente ascenderían por la mañana hacia la colina que tenían al oeste de su posición, y desde donde aguardarían a sus presas. Los sirvientes estaban acostados en el suelo a unos metros al sur del camión, con un par de guardias armados con PPSh-41 a cada lado del vehículo. Snider, al mando del equipo, evaluó la situación, trazó un plan y repartió rápidamente los papeles entre sus hombres.
El Sargento y Van Dao se acercaron sigilosamente, armados con pistolas equipadas con silenciador y algunos explosivos, mientras que Minh Hai los cubría desde más atrás con su M-16 con el visor nocturno Starlight, y se mantenía atento ante posibles reacciones de los demás enemigos que ahora dormitaban. Al amparo de la oscuridad y en el más absoluto de los silencios, aproximándose muy despacio desde el lado contrario a donde dormían los comunistas, el Sargento y el Cabo llegaron a un punto donde se separaron y se dirigieron cada uno hacia uno de los guardias norvietnamitas. Invisibles entre la vegetación, y a poco más de siete metros de sus objetivos, ambos sincronizaron los disparos…fliiip, fliiip…, y dos proyectiles del .45 acertaban en la cabeza de los guardias, acabando con ellos en el acto.
Mih Hai controlaba que ningún enemigo hubiera notado nada, y tras unos instantes, dio vía libre por radio a sus compañeros con dos pequeños apretones al botón de comunicaciones de su walkie. Snider y Van Dao se acercaron sigilosamente al lado desde el que los comunistas no podrían verlos aunque estuvieran despiertos, y el Sargento comenzó a colocar las cargas explosivas para mandar aquel engendro al infierno. Los dos soldados salieron de allí y regresaron junto a Mih Hai. Entonces, este observó que uno de los norvietnamitas se incorporaba y comenzaba a mirar a su alrededor. “Cargatelo”, dijo secamente Snider, y Hai le voló la cabeza con su M-16 desde 60 metros.
Con el estruendo del disparo, los demás enemigos comenzaron a incorporarse y cogiendo sus armas rodearon el camión, ya que su defensa era la principal tarea hasta que estuvieran cazando aviones enemigos. Y fue justo en ese momento cuando Snider apretó el interruptor y el camión y sus dos misiles explotaron gracias a una generosa cantidad de explosivo colocado en él por el norteamericano. La explosión, además de destrozar el vehículo y los proyectiles, proyecto esquirlas contra los soldados que lo defendían y causo varios heridos y un muerto más. Pero los tres comandos no se detuvieron a observar el resultado, y tras accionar el disparador, ya se retiraban a toda velocidad, lejos de allí.
En una acción separada de otro grupo de comandos, y apenas media hora después, fue destruido otro componente de la batería, un radar de seguimiento, con lo que la batería de SA-3 que defendía el paso de Muong Phine había quedado diezmada apenas unos minutos antes de que comenzase la gran ofensiva aérea sobre los norvietnamitas en aquella estratégica posición, y comenzase la operación “Dark Stallion”.
… en otro lugar no muy alejado de allí…
Obedeciendo las órdenes del Teniente Tan Sang, oficial político y ahora al mando de la compañía, aquella madrugada, el nuevo sargento provisional Truong Tien Minh había salido a patrullar las inmediaciones de una posición fortificada al este del aeródromo de Muong Phine donde la diezmada compañía de Tan Sang reposaba y sanaba las heridas tras los salvajes combates de los días anteriores. Esa noche se habían oído algunas explosiones y ráfagas de armas automáticas en las inmediaciones, y el Teniente, ordenó patrullar los alrededores en previsión de que grupos de saboteadores estuvieran intentando acercarse a sus posiciones.
Y en aquellas lides estaba Tien Minh con un puñado de hombres, cuando todavía no había salido el sol. De pronto comenzaron a escuchar el horrible y ya familiar silbido de las bombas cayendo desde gran altitud. Sin perder un segundo, Tien Minh dio la orden de enterrarse, pero no hacía falta, los cinco hombres de la patrulla estaban ya cavando por sus vidas. A Tien Minh aún le parecía increíble lo rápido que podía llegar a escavar con aquella pala. Y es que había aprendido rápidamente que en una guerra donde el enemigo los bombardeaba a placer, enterrarse era la mejor manera de evitar morir en un ataque aéreo. Y cuando estaban de patrulla, como aquella madrugada, y no tenían la seguridad de un refugio antiaéreo, la pala era su mejor aliada, y sus músculos ya estaban lo suficientemente acostumbrados como para hacerlo a toda velocidad. A veces, desde que oían el ruido del reactor, hasta cuando seguía el silbido de su letal carga cayendo desde las alturas, ya había logrado cavar lo suficientemente profundo como para medio enterrarse en el suelo y evitar en gran medida el efecto de las ondas de choque.
Aquella madrugada, las primeras bombas cayeron relativamente alejadas, luego otras más lejos todavía, y para cuando ya habían terminado de preparar su improvisado refugio en el fangoso y húmedo suelo al lado de un pequeño arroyo, comenzaron a detonar bombas de gran poder explosivo no muy lejos de ellos. El Sargento provisional ya se había echado boca abajo con la boca abierta para evitar el efecto de la sobrepresión de las explosiones, cuando la tierra pareció temblar. Todo su cuerpo percibía como el suelo era sacudido y el mismo zarandeado, la tierra caía encima suyo como si intentara enterrarle y sus oídos estaban a punto de sangrar. Aunque él no lo sabía, estaba soportando un cercano ataque “Arc Light” de una docena de B-52 en misión de bombardeo convencional, que aspiraba a saturar las defensas cercanas a la zona de asalto de la operación “Dark Stallion” que estaba a pocos minutos de iniciarse.
La patrulla de Tien Minh, pese a todo tuvo suerte. Las bombas no cayeron demasiado cerca, y si hubieran estado en su posición cercana al aeródromo, lo hubieran pasado peor todavía, ya que recibió de lleno el impacto de una andanada de bombas de 750 y 500 libras que dejó casi arrasado el puesto, pese a ser subterráneo en gran parte. Pero el Sargento provisional y los suyos siguieron agazapados en sus improvisados escondrijos, ya que poco después comenzaron a llegar los cazabombarderos, algunos lanzando sus letales cargas realmente cerca de su posición. Aparatos F-4 Phantom, F-105 Thunderchief, y F-100 Super Sabre de la USAF, A-4 Skyhawk y A-6 Intruder de la USN y algunos A-1 Skyraiders de las Fuerzas Aéreas survietnamitas machacaban las posiciones comunistas conocidas y presuntas, lanzando toneladas y toneladas de bombas, cohetes y proyectiles sobre los desdichados defensores que soportaban como podían aquel tremendo castigo. La reacción norvietnamita se limitó a un par de lanzamientos de misiles SA-3 sin resultados, antes de ser localizados y destruidos los lanzadores, y a la habitual y densa cobertura de la triple A, que causo algunos derribos, concretamente dos F-105, un F-100 y un A-6, además de daños a otros cinco aparatos. Pero aquello no era nada más que un arañazo en el ataque aéreo que estaba poniendo patas arriba las defensas comunistas en el sector de Muong Phine. Fue el ataque aéreo más importante y numeroso de toda la operación “Nathan Hale II”, y posiblemente de la toda la guerra. Las bajas enemigas fueron elevadas, y muchas de sus posiciones machacadas y destrozadas, todo ello sobre soldados ya muy castigados tras meses, y más recientemente días, de combates agotadores y salvajes.
Tras soportar todo aquello con estoica resistencia, Tien Minh, entre el humo que arrastraba el viento, pudo incorporarse con lentitud de su agujero, cuando consideró que ya había cesado el bombardeo. Este, en total no había durado más de cuarenta minutos, pero para el Sargento provisional fue una autentica eternidad, Sus músculos estaban agarrotados y sus oídos atronados. Apenas podía moverse y mucho menos pensar en enfrentarse al enemigo. E incluso peor estaban un par de sus hombres, los que habían llegado más recientemente, que no querían ni podían salir de sus escondrijos y temblaban como críos. Y no era una situación aislada aquel amanecer entre las tropas norvietnamitas cercanas a Muong Phine.
… minutos después, sobre los cielos de Laos…
“Guns from above”, el “Huey” artillado del Teniente “Tigre” Skinner volvía a la carga aquella mañana. Sobrevolando las verdes colinas, el joven oficial podía observar desde su privilegiada posición como los cazabombarderos que atestaban el cielo de aquella parte de Laos, comenzaban a retirarse minutos antes de la llegada del grueso de la flota de helicópteros que iba a poner en tierra a la 1ª Brigada de la 1ª División de Caballería Aérea. El número de aviones era impresionante, y las columnas de humo que casi ocultaban por completo la zona, incontables. Desde luego iba a ser difícil operar en aquellas condiciones de visibilidad, pero también sería difícil para el enemigo localizarlos entre aquella humareda. Aunque por fin, y tras varias semanas de escasez de aparatos y operar casi en solitario, el “Hog” volvía a actuar como debía ser. Tenía otro helicóptero artillado a su lado formando el “equipo rojo”, y cooperaban con un “Loach”, el “equipo blanco”, en funciones de reconocimiento y designación de blancos para ellos; todo un “equipo rosa” tal y como debía ser. Además, había allí aquella mañana cientos de aparatos de todos los batallones, regimientos y brigadas de helicópteros que operaban sobre Laos. Un espectáculo digno de ser observado, sin duda.
Skinner y sus hombres tenían como misión ayudar a “ablandar” las posiciones enemigas cercanas a una de las tres LZ designadas para la Brigada, al este del aeródromo. La segunda LZ se encontraba justo al norte del abandonado poblado de Muong Phine, y la tercera a medio camino entra las dos primeras y las posiciones de los paracaidistas survietnamitas al este, sobre la RC 9 y cerca de la aldea de Ban Nathalang. Tras unos minutos, Skinner y su compañero de fatigas aquella mañana, el WO Leonard “Salvaje” Simpson, se aproximaban a la zona de operaciones mientras los cazabombarderos habían desaparecido casi por completo. No tardaron mucho en recibir informes del “Loach” sobre una posible concentración de tropas enemigas cerca de unos arrozales al sur de la LZ. El pequeño aparato de reconocimiento lanzó cohetes fumígenos sobre la posición, y los dos “Hog” procedieron a situarse en posición de tiro. Las trazadoras de la artillería antiaérea enemiga comenzaban a buscarlos, pero los aviones y sus bombas habían hecho un buen trabajo. En general el fuego antiaéreo era débil, aunque las tripulaciones de los helicópteros no podían confiarse ni un solo segundo. Los dos “Hog” lanzaron una andanada de cohetes y fuego de ametralladoras sobre lo que parecían campesinos, o quién sabe si vietcongs o irregulares del EVN. Luego atravesaron una espesa humareda cercana a aquella posición y giraron en dirección al aeródromo, al oeste, siguiendo al “Loach”. Este volvió a detectar actividad enemiga, esta vez unas ametralladoras pesadas antiaéreas que podían perturbar a los “Slick” de transporte de tropas al salir de la LZ tras dejar a los hombres en tierra, por lo que tanto “Tigre” y “Salvaje”, como varios “Hog” más, “visitaron con toda la dulzura y el cariño del que eran capaces”, aquella posición hasta silenciarla. Uno de los atacantes salió mal parado la recibir varios impactos y tuvo que poner rumbo a su base bastante dañado, pero apenas salió de la zona de operaciones hubo de realizar un aterrizaje de emergencia en territorio hostil. Por suerte para la tripulación, unos Skyraiders y un Huey estaban en las inmediaciones para proceder a rescatarlos.
Por su parte, Skinner vio lo que le parecían un grupo de enemigos cerca de la LZ y autorizó a “Jefe” Drapper a machacarlo con su M-60, para acto seguido gastar los pocos cohetes que le quedaban. Otros “Hog” imitaron al “Guns from Above” y disparaban sobre posibles posiciones enemigas cercanas a la LZ. Escasos de municiones, la tripulación del Teniente Skinner seguía patrullando la zona, y observando como varios Hueys tendían una pantalla de humo en los márgenes de la LZ para dificultar todavía más la visibilidad a los artilleros comunistas, mientras que los “Slicks” de transporte comenzaban a depositar a la infantería en tierra. Eran las seis y treinta y cuatro minutos de la mañana, y la batalla por Muong Phine que podía decidir la suerte de toda la invasión de Laos, e incluso de la propia guerra, había comenzado.
Oscura como el carbón, la noche se cernía sobre los bosques laosianos, donde el Cabo Van Dao, el Sargento Snider y el soldado Minh Hai, jugaban a un juego de vida o muerte. Los tres hombres formaban de nuevo una unidad del proyecto Delta, y regresaban tras las líneas enemigas, donde ya se encontraban casi tan cómodos como en casa. A pocos kilómetros de Muong Phine, los tres soldados habían localizado lo que se les había designado como uno de los objetivos prioritarios de aquella misión, una parte del sistema antiaéreo conocido como SA-3 en occidente, y que había dado más de un disgusto a los aviones aliados desde su entrada en el conflicto hacía unos días.
Siguiendo las indicaciones de inteligencia sobre una posible localización de una batería de misiles SA-3, habían reconocido la colina designada por ellos, pero otra vez habían fallado en su información y los comandos no localizaron nada, aunque como ya era algo habitual, Van Dao y su equipo no desfallecieron, y siguieron rastreando por las inmediaciones.
Apremiados por las ordenes de localizar y neutralizar aquellas baterías de misiles antiaéreos ante las pérdidas que estaban ocasionando a los aviones propios (y por la inminencia de una gran operación helitransportada con fuerte apoyo aéreo, aunque de esto último no habían sido informados por si eran hechos prisioneros), finalmente Minh Hai detectó algo que le pareció sospechoso en el fondo de un pequeño valle cercano. Al acercarse más y observarlo con detenimiento, vieron lo que parecía un pequeño destacamento de soldados norvietnamitas acampando, con algo al lado que estaba cubierto de lonas y ramajes, con la clara intención de camuflarlo a la vista de los aviones de combate aliados.
El grupo de comandos aguardó a que se hiciera noche cerrada y la mayoría del destacamento se hubiera dormido, antes de iniciar su jugada. Al acercarse lo suficiente, pudieron distinguir con más claridad un camión con dos misiles sobre él, sin duda los SA-3 tal y como se los habían mostrado los de inteligencia en fotos y dibujos, aunque cubiertos de ramas y lonas verdes. No muy lejos de allí, pudieron ver la pista de tierra, también camuflada, por la que seguramente ascenderían por la mañana hacia la colina que tenían al oeste de su posición, y desde donde aguardarían a sus presas. Los sirvientes estaban acostados en el suelo a unos metros al sur del camión, con un par de guardias armados con PPSh-41 a cada lado del vehículo. Snider, al mando del equipo, evaluó la situación, trazó un plan y repartió rápidamente los papeles entre sus hombres.
El Sargento y Van Dao se acercaron sigilosamente, armados con pistolas equipadas con silenciador y algunos explosivos, mientras que Minh Hai los cubría desde más atrás con su M-16 con el visor nocturno Starlight, y se mantenía atento ante posibles reacciones de los demás enemigos que ahora dormitaban. Al amparo de la oscuridad y en el más absoluto de los silencios, aproximándose muy despacio desde el lado contrario a donde dormían los comunistas, el Sargento y el Cabo llegaron a un punto donde se separaron y se dirigieron cada uno hacia uno de los guardias norvietnamitas. Invisibles entre la vegetación, y a poco más de siete metros de sus objetivos, ambos sincronizaron los disparos…fliiip, fliiip…, y dos proyectiles del .45 acertaban en la cabeza de los guardias, acabando con ellos en el acto.
Mih Hai controlaba que ningún enemigo hubiera notado nada, y tras unos instantes, dio vía libre por radio a sus compañeros con dos pequeños apretones al botón de comunicaciones de su walkie. Snider y Van Dao se acercaron sigilosamente al lado desde el que los comunistas no podrían verlos aunque estuvieran despiertos, y el Sargento comenzó a colocar las cargas explosivas para mandar aquel engendro al infierno. Los dos soldados salieron de allí y regresaron junto a Mih Hai. Entonces, este observó que uno de los norvietnamitas se incorporaba y comenzaba a mirar a su alrededor. “Cargatelo”, dijo secamente Snider, y Hai le voló la cabeza con su M-16 desde 60 metros.
Con el estruendo del disparo, los demás enemigos comenzaron a incorporarse y cogiendo sus armas rodearon el camión, ya que su defensa era la principal tarea hasta que estuvieran cazando aviones enemigos. Y fue justo en ese momento cuando Snider apretó el interruptor y el camión y sus dos misiles explotaron gracias a una generosa cantidad de explosivo colocado en él por el norteamericano. La explosión, además de destrozar el vehículo y los proyectiles, proyecto esquirlas contra los soldados que lo defendían y causo varios heridos y un muerto más. Pero los tres comandos no se detuvieron a observar el resultado, y tras accionar el disparador, ya se retiraban a toda velocidad, lejos de allí.
En una acción separada de otro grupo de comandos, y apenas media hora después, fue destruido otro componente de la batería, un radar de seguimiento, con lo que la batería de SA-3 que defendía el paso de Muong Phine había quedado diezmada apenas unos minutos antes de que comenzase la gran ofensiva aérea sobre los norvietnamitas en aquella estratégica posición, y comenzase la operación “Dark Stallion”.
… en otro lugar no muy alejado de allí…
Obedeciendo las órdenes del Teniente Tan Sang, oficial político y ahora al mando de la compañía, aquella madrugada, el nuevo sargento provisional Truong Tien Minh había salido a patrullar las inmediaciones de una posición fortificada al este del aeródromo de Muong Phine donde la diezmada compañía de Tan Sang reposaba y sanaba las heridas tras los salvajes combates de los días anteriores. Esa noche se habían oído algunas explosiones y ráfagas de armas automáticas en las inmediaciones, y el Teniente, ordenó patrullar los alrededores en previsión de que grupos de saboteadores estuvieran intentando acercarse a sus posiciones.
Y en aquellas lides estaba Tien Minh con un puñado de hombres, cuando todavía no había salido el sol. De pronto comenzaron a escuchar el horrible y ya familiar silbido de las bombas cayendo desde gran altitud. Sin perder un segundo, Tien Minh dio la orden de enterrarse, pero no hacía falta, los cinco hombres de la patrulla estaban ya cavando por sus vidas. A Tien Minh aún le parecía increíble lo rápido que podía llegar a escavar con aquella pala. Y es que había aprendido rápidamente que en una guerra donde el enemigo los bombardeaba a placer, enterrarse era la mejor manera de evitar morir en un ataque aéreo. Y cuando estaban de patrulla, como aquella madrugada, y no tenían la seguridad de un refugio antiaéreo, la pala era su mejor aliada, y sus músculos ya estaban lo suficientemente acostumbrados como para hacerlo a toda velocidad. A veces, desde que oían el ruido del reactor, hasta cuando seguía el silbido de su letal carga cayendo desde las alturas, ya había logrado cavar lo suficientemente profundo como para medio enterrarse en el suelo y evitar en gran medida el efecto de las ondas de choque.
Aquella madrugada, las primeras bombas cayeron relativamente alejadas, luego otras más lejos todavía, y para cuando ya habían terminado de preparar su improvisado refugio en el fangoso y húmedo suelo al lado de un pequeño arroyo, comenzaron a detonar bombas de gran poder explosivo no muy lejos de ellos. El Sargento provisional ya se había echado boca abajo con la boca abierta para evitar el efecto de la sobrepresión de las explosiones, cuando la tierra pareció temblar. Todo su cuerpo percibía como el suelo era sacudido y el mismo zarandeado, la tierra caía encima suyo como si intentara enterrarle y sus oídos estaban a punto de sangrar. Aunque él no lo sabía, estaba soportando un cercano ataque “Arc Light” de una docena de B-52 en misión de bombardeo convencional, que aspiraba a saturar las defensas cercanas a la zona de asalto de la operación “Dark Stallion” que estaba a pocos minutos de iniciarse.
La patrulla de Tien Minh, pese a todo tuvo suerte. Las bombas no cayeron demasiado cerca, y si hubieran estado en su posición cercana al aeródromo, lo hubieran pasado peor todavía, ya que recibió de lleno el impacto de una andanada de bombas de 750 y 500 libras que dejó casi arrasado el puesto, pese a ser subterráneo en gran parte. Pero el Sargento provisional y los suyos siguieron agazapados en sus improvisados escondrijos, ya que poco después comenzaron a llegar los cazabombarderos, algunos lanzando sus letales cargas realmente cerca de su posición. Aparatos F-4 Phantom, F-105 Thunderchief, y F-100 Super Sabre de la USAF, A-4 Skyhawk y A-6 Intruder de la USN y algunos A-1 Skyraiders de las Fuerzas Aéreas survietnamitas machacaban las posiciones comunistas conocidas y presuntas, lanzando toneladas y toneladas de bombas, cohetes y proyectiles sobre los desdichados defensores que soportaban como podían aquel tremendo castigo. La reacción norvietnamita se limitó a un par de lanzamientos de misiles SA-3 sin resultados, antes de ser localizados y destruidos los lanzadores, y a la habitual y densa cobertura de la triple A, que causo algunos derribos, concretamente dos F-105, un F-100 y un A-6, además de daños a otros cinco aparatos. Pero aquello no era nada más que un arañazo en el ataque aéreo que estaba poniendo patas arriba las defensas comunistas en el sector de Muong Phine. Fue el ataque aéreo más importante y numeroso de toda la operación “Nathan Hale II”, y posiblemente de la toda la guerra. Las bajas enemigas fueron elevadas, y muchas de sus posiciones machacadas y destrozadas, todo ello sobre soldados ya muy castigados tras meses, y más recientemente días, de combates agotadores y salvajes.
Tras soportar todo aquello con estoica resistencia, Tien Minh, entre el humo que arrastraba el viento, pudo incorporarse con lentitud de su agujero, cuando consideró que ya había cesado el bombardeo. Este, en total no había durado más de cuarenta minutos, pero para el Sargento provisional fue una autentica eternidad, Sus músculos estaban agarrotados y sus oídos atronados. Apenas podía moverse y mucho menos pensar en enfrentarse al enemigo. E incluso peor estaban un par de sus hombres, los que habían llegado más recientemente, que no querían ni podían salir de sus escondrijos y temblaban como críos. Y no era una situación aislada aquel amanecer entre las tropas norvietnamitas cercanas a Muong Phine.
… minutos después, sobre los cielos de Laos…
“Guns from above”, el “Huey” artillado del Teniente “Tigre” Skinner volvía a la carga aquella mañana. Sobrevolando las verdes colinas, el joven oficial podía observar desde su privilegiada posición como los cazabombarderos que atestaban el cielo de aquella parte de Laos, comenzaban a retirarse minutos antes de la llegada del grueso de la flota de helicópteros que iba a poner en tierra a la 1ª Brigada de la 1ª División de Caballería Aérea. El número de aviones era impresionante, y las columnas de humo que casi ocultaban por completo la zona, incontables. Desde luego iba a ser difícil operar en aquellas condiciones de visibilidad, pero también sería difícil para el enemigo localizarlos entre aquella humareda. Aunque por fin, y tras varias semanas de escasez de aparatos y operar casi en solitario, el “Hog” volvía a actuar como debía ser. Tenía otro helicóptero artillado a su lado formando el “equipo rojo”, y cooperaban con un “Loach”, el “equipo blanco”, en funciones de reconocimiento y designación de blancos para ellos; todo un “equipo rosa” tal y como debía ser. Además, había allí aquella mañana cientos de aparatos de todos los batallones, regimientos y brigadas de helicópteros que operaban sobre Laos. Un espectáculo digno de ser observado, sin duda.
Skinner y sus hombres tenían como misión ayudar a “ablandar” las posiciones enemigas cercanas a una de las tres LZ designadas para la Brigada, al este del aeródromo. La segunda LZ se encontraba justo al norte del abandonado poblado de Muong Phine, y la tercera a medio camino entra las dos primeras y las posiciones de los paracaidistas survietnamitas al este, sobre la RC 9 y cerca de la aldea de Ban Nathalang. Tras unos minutos, Skinner y su compañero de fatigas aquella mañana, el WO Leonard “Salvaje” Simpson, se aproximaban a la zona de operaciones mientras los cazabombarderos habían desaparecido casi por completo. No tardaron mucho en recibir informes del “Loach” sobre una posible concentración de tropas enemigas cerca de unos arrozales al sur de la LZ. El pequeño aparato de reconocimiento lanzó cohetes fumígenos sobre la posición, y los dos “Hog” procedieron a situarse en posición de tiro. Las trazadoras de la artillería antiaérea enemiga comenzaban a buscarlos, pero los aviones y sus bombas habían hecho un buen trabajo. En general el fuego antiaéreo era débil, aunque las tripulaciones de los helicópteros no podían confiarse ni un solo segundo. Los dos “Hog” lanzaron una andanada de cohetes y fuego de ametralladoras sobre lo que parecían campesinos, o quién sabe si vietcongs o irregulares del EVN. Luego atravesaron una espesa humareda cercana a aquella posición y giraron en dirección al aeródromo, al oeste, siguiendo al “Loach”. Este volvió a detectar actividad enemiga, esta vez unas ametralladoras pesadas antiaéreas que podían perturbar a los “Slick” de transporte de tropas al salir de la LZ tras dejar a los hombres en tierra, por lo que tanto “Tigre” y “Salvaje”, como varios “Hog” más, “visitaron con toda la dulzura y el cariño del que eran capaces”, aquella posición hasta silenciarla. Uno de los atacantes salió mal parado la recibir varios impactos y tuvo que poner rumbo a su base bastante dañado, pero apenas salió de la zona de operaciones hubo de realizar un aterrizaje de emergencia en territorio hostil. Por suerte para la tripulación, unos Skyraiders y un Huey estaban en las inmediaciones para proceder a rescatarlos.
Por su parte, Skinner vio lo que le parecían un grupo de enemigos cerca de la LZ y autorizó a “Jefe” Drapper a machacarlo con su M-60, para acto seguido gastar los pocos cohetes que le quedaban. Otros “Hog” imitaron al “Guns from Above” y disparaban sobre posibles posiciones enemigas cercanas a la LZ. Escasos de municiones, la tripulación del Teniente Skinner seguía patrullando la zona, y observando como varios Hueys tendían una pantalla de humo en los márgenes de la LZ para dificultar todavía más la visibilidad a los artilleros comunistas, mientras que los “Slicks” de transporte comenzaban a depositar a la infantería en tierra. Eran las seis y treinta y cuatro minutos de la mañana, y la batalla por Muong Phine que podía decidir la suerte de toda la invasión de Laos, e incluso de la propia guerra, había comenzado.
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Capítulo 19 – Corazas y cañones
La primera jornada de “Dark Stallion” había terminado y el General Rosson, en su Cuartel General avanzado de Khe Sanh, podía respirar aliviado. Sus fuerzas habían conseguido la sorpresa y alcanzado todos sus objetivos previstos para aquel día. El enemigo había sido duramente castigado, y no había presentado una defensa coherente más allá de algunos pequeños contraataques locales, mal coordinados y ejecutados por tropas de retaguardia y soldados extenuados. Los Rangers survietnamitas habían establecido un sólido contacto con la Compañía “Tigre” de la 1ª División, y habían ocupado sus posiciones cerca de los paracaidistas. El apoyo aéreo y artillero había sido demoledor, y las operaciones de los helicópteros para llevar hombres y suministros, así como evacuar heridos y prisioneros, constante. Y todo ello a un costo asumible en bajas propias, tal y como le había pedido Westmoreland. Incluso la “Task Force Patton”, que con sus grandes vehículos blindados que pensaba que atraerían una gran parte de la respuesta enemiga, había salido bastante bien parada.
Dicha fuerza acorazada era una amalgama de vehículos, tripulaciones y soldados de varias unidades. Los carros M-48A3, los M113 ACAV provenían del batallón de tanques y del escuadrón de caballerí de la 4ª División, pero también de los refuerzos del 11º Regimiento de Caballería. Mientras, los camiones de transporte de tropas y suministros así como los “Gun Trucks” de escolta, pertenecían a unidades logísticas y de transporte de la 4ª División, y del XXIV Cuerpo de Ejército, y en algunos de ellos eran transportados los soldados de la compañía de la 4ª División que Rosson había dispuesto para la “Task Force” y donde se encontraba el pelotón de Bobby Farris. Todo el conjunto era liderado por el Teniente Coronel George Patton IV que daba nombre a la “Task Force” y que había aceptado la oferta de Rosson de liderar dicha fuerza, como no podía ser de otra manera dada su ascendencia.
A pesar de tan variopinta unidad, esta había funcionado razonablemente bien desde que salió de madrugada de sus posiciones alrededor del aeródromo de Tchepone en dirección sur, hacia Muong Phine, donde ayudaría a sus compañeros de la caballería aérea. El viaje distó de ser de placer, y pronto sus hombres se vieron envueltos en frecuentes emboscadas, a pesar del teórico control de la carretera que ejercían los paracaidistas survietnamitas. Hacia mediodía la “Task Force” se había abierto paso hasta las posiciones que ahora controlaban los Rangers y la Compañía “Tigre” survietnamita, en el extremo oriental de la AOR de “Dark Stallion”, habiendo sufrido algunas bajas, en concreto un ACAV,s y un camión con siete hombres a bordo.
Poco después y hasta la llegada de la noche, los blindados de la “Task Force” se fueron desplegando en apoyo de la caballería aérea y los Rangers, ocupando las posiciones que habían conquistado sus compañeros y abortando algunos intentos de contraataque comunista. Su llegada, junto a algunas piezas de artillería de 105 mm, reforzaron en gran medida las posiciones aliadas, haciendo imposible más contraataques enemigos hasta que no hubieran sido convenientemente reforzados…lo cual podía ocurrir al día siguiente o tras una semana, ya que nadie lo sabía a ciencia cierta, pero al menos, la noche fue relativamente tranquila, mientras los comunistas se lamían las heridas y se preparaban para más combates.
El soldado Bobby Farris y sus compañeros dormitaban en una trinchera junto a un ACAV, en una posición fortificada, mientras esperaban al alba cerca de la abandonada aldea de Muong Phine, cuando el Teniente Anderson los despertó y les ordenó prepararse para una misión. Al parecer, dos helicópteros de los que estaban helitransportando aquella noche al batallón CIDIG de montagnards, en la oscuridad, habían errado por completo la LZ y habían depositado a una veintena de hombres entre las aldeas de Ban Ta Long y Ban Alloy May, a casi 5 km al norte de las posiciones norteamericanas, y ahora se encontraban cercados por fuerzas norvietnamitas.
La escuadra del Sargento Carter volvía a ser reclamada a la acción, apoyando a un par de M-48, tres ACAV y un “Gun Truck”, que debían abrirse paso hasta los montagnards y traerlos de vuelta a las posiciones aliadas.
La pequeña fuerza se puso en marcha y salió de sus posiciones cuando todavía los primeros rayos de sol apenas se intuían por el horizonte, y durante un rato, amparados en la oscuridad, todo fue bien. En formación de columna, con un tanque en cabeza seguido de los tres ACV,s y el camión, con el otro M-48 en retaguardia, los vehículos transitaban por un estrecho camino por el que apenas cabían. Por suerte para ellos, la zona había sido muy castigada por la aviación y la artillería durante los últimos meses, y se había deforestado gran parte de los márgenes de aquella vía, quedando restos de vegetación a uno y otro lado. A lo largo de la misma, tan solo había un punto con cobertura vegetal y arbórea casi total, cerca del final del trayecto, y que se asemejaba a una isla verde entre el marrón y gris de aquel desolado paisaje destrozado por miles de explosivos.
La escuadra del Sargento Carter se había repartido entre los ACAV,s pero Bobby Farris junto a “Granjero” y su ametralladora, se habían acomodado en el “Gun Truck” llamada “Sugar Dolly”. Este, reforzado con planchas de acero en los laterales y en las ventanillas de la cabina, y armado con una calibre 50 en la caja, apuntando hacia delante, y dos M-60 en los laterales, mirando a lado y lado, parecía hundirse en la tierra por el peso que soportaba, pero a pesar de todo, seguía el paso de sus compañeros con cadenas. En aquel estrecho espacio de la caja del camión M54 de 5 Tn, con cinco hombres y atestado de cajas de munición, los dos soldados no podían evitar mirarse el uno al otro y pensar en su suerte si se topasen con una mina anticarro o recibían un RPG. Acostumbrados a luchar a pie, ya fuera en una trinchera, o entre los árboles y las rocas del bosque o la jungla, se sentían incomodos en aquel camión.
Tras un rato, y mientras la columna avanzaba con cautela, comenzaron a recibir los primeros disparos de fusilería. Nada serio. Un poco de fuego de respuesta por parte de las ametralladoras de los vehículos, y el enemigo no insistió. No fue hasta poco antes de llegar a la espesura boscosa que todavía quedaba más o menos intacta, cuando el fuego proveniente del oeste fue más pesado, con ametralladoras y algunos morteros impactando alrededor del convoy. Este respondió mientras continuaba su marcha. Farris y Johnson cubrían la parte trasera de “Sugar Dolly”, y disparaban contra todo aquello que les parecía sospechoso, mientras sus compañeros hacían lo propio desde los ACAV,s. Al adentrarse entre la vegetación, comenzaron, si no a ver al enemigo más de cerca, al menos a intuirlo entre las sombras que proyectaban las primeras luces del amanecer.
De pronto parecían estar recibiendo fuego desde todos los lados. El M-48 de cabeza comenzó a utilizar sus proyectiles “flechette”, proyectando una perdigonada de miles de dardos a una velocidad endemoniada, arrasando la vegetación, y a la infantería que allí se encontraba. A un “Charlie” con un RPG le separó la cabeza del cuerpo, justo antes de disparar su arma. Otro recogió el lanzacohetes y disparó contra el tanque, pero ante la presión del fuego de las ametralladoras, apuntó mal y el proyectil se perdió por encima de la cúpula del carro. El segundo tanque también abrió fuego con todo su arsenal contra la vegetación, y el volumen de fuego que lanzaba el convoy parecía ser suficiente para pasar a través de aquella emboscada. De pronto, un comunista en su pijama negro, y que había permanecido inadvertido agazapado en la cuneta del camino, se lanzó contra uno de los ACAV con un chaleco lleno de explosivo, que hizo detonar antes de que los artilleros del blindado pudieran reaccionar. La deflagración fue potente, pero no era un arma anticarro, y solo logró que algunas esquirlas alcanzasen al sirviente izquierdo del ACAV, y producirle pequeñas heridas a “Escaqueado”, que avanzaba cubriéndose tras el blindado. Ambos se refugiaron en el interior del vehículo, y “Cagón” que iba en ese ACAV, se hizo cargo de la M-60 que se había quedado huérfana.
Farris disparó una ráfaga contra lo que le pareció que era otro comunista con un RPG, pero no supo que efecto tuvo. El cabo Miller disparó con un M-79 un proyectil cerca de donde había disparado Farris, así que algo peligroso también debió ver él allí. Siguieron más minutos de confusión y violento tiroteo, mientras el convoy, que logró no ser detenido, atravesaba el bosque. Y mientras salía el último carro con la torreta girada hacia atrás y disparando sin cesar, el M-48 de cabeza se habría ya paso entre el enemigo que rodeaba a los montagnards.
Desde las alturas, y guiado por un suboficial de las fuerzas especiales norteamericanas que acompañaba a los montagnards, dos A-1 Skyraiders survietnamitas comenzaron a ametrallar y lanzar cohetes sobre las posiciones enemigas que acosaban a los sitiados. La artillería también hizo acto de presencia guiada por el mismo hombre y los proyectiles de 105 mm comenzaron a llover sobre los “Charlies”. La confusión era enorme y todo se llenó de humo y olor a cordita. Entonces, en coordinación con el líder del convoy, el suboficial de las FFEE ordenó a los montagnards que comenzaran su asalto sobre las posiciones enemigas que ahora atacaban desde el otro lado los blindados. Los comunistas que defendían aquella posición se vieron superados en potencia de fuego, mientras que los demás que completaban el cerco, estaban fijados por el fuego de los cazabombarderos y de la artillería. Hubo un momento peligroso al entablar contacto los liberadores y los liberados, pero por fortuna no hubo bajas por fuego propio a pesar de algunos tiros que se escaparon en dirección a los aliados. Los montagnard sufrieron un par de bajas durante su salida, pero fue poco para lo que les podía haber esperado si no hubieran acudido a rescatarlos.
En poco tiempo, los survietnamitas abordaron los ACAV y todo el convoy giró 180º como pudo en un palmo de terreno, en medio del fuego enemigo, y volviendo a adoptar la formación anterior, se preparó para regresar por donde había venido. Pero antes de adentrarse de nuevo en el bosque, aguardaron unos minutos hasta que dos Super Sabres arrasaron la zona a cada lado del camino con contenedores de napalm. Solo entonces, la columna se puso de nuevo en marcha para atravesar lo poco que quedaba de aquel bosque.
El olor a gasolina quemada por la mañana inundaba los pulmones de Bobby y sus compañeros mientras atravesaban la arboleda. Todos se mantenían vigilantes mientras que el carro que cubría la retaguardia, todavía intercambiaba fuego con los comunistas. La columna cruzó el bosque y siguió avanzando, siendo atacada ocasionalmente. En uno de aquellos tiroteos, un francotirador acabó con un montagnard montado sobre el techo de un ACAV, pero no fue hasta cuando se estaban acercando a la posición norteamericana, cuando un equipo anticarro de dos norvietnamitas armados con sendos RPG-2 realizaron el ataque más peligroso. Bien camuflados y aguardando el paso del convoy, los dos soldados se levantaron justo delante del M-48 de cabeza, a menos de 60 metros. Ambos lanzaron sus granadas HEAT antes de que fueran barridos por la ametralladora coaxial del carro, con la suerte de que los dos proyectiles acertaron en el carro. Una granada impactó contra la gruesa coraza frontal de la torre, la parte más protegida del carro, y este logró resistir el impacto, pero la segunda tuvo mayor fortuna y penetró la coraza de la barcaza, lanzando un chorro de metal fundido hacia el interior del mismo, matando en pocos segundos y entre terribles quemaduras al conductor del carro, y produciendo un incendio en el interior. El resto de la tripulación trató de auxiliar a su compañero y apagar el fuego, pero era demasiado tarde y el incendio se propagaba rápidamente. Los tres hombres restantes abandonaron el tanque por las escotillas superiores y se refugiaron en el ya abarrotado ACAV que les seguía de cerca, mientras eran perseguidos por los disparos de varios AK-47. La columna, recuperada del suceso, maniobró para rodear al incendiado M-48, y continuaron en movimiento mientras disparaban en todas direcciones contra todo lo que tenían a su alrededor, tanto contra objetivos localizados como contra otros imaginarios.
Los morteros de la posición fortificada norteamericana y sus ametralladoras pesadas se unieron al fuego contra los comunistas, y estos, aun superados en potencia de fuego y protección, siguieron disparando a pesar de las bajas que sufrían. Al final, los vehículos entraron en el perímetro de la posición norteamericana y pudieron guarecerse del fuego enemigo, que ahora ya comenzaba a remitir. Finalmente, los montagnard habían escapado con bajas aceptables y la columna de rescate había perdido a un tanquista y dos soldados habían sido heridos, además del M-48 abandonado, que poco después fue destruido totalmente por un ataque aéreo de la USAF, antes que dejarle algo aprovechable al enemigo.
Bobby Farris estaba empapado en sudor y con todos los músculos de su cuerpo en tensión, cuando entró con el resto de su escuadra en el bunker subterráneo que les habían asignado, y solo entonces, cuando se quitó la guerrera, bebió algo de agua, se lavó un poco y se tendió en el camastro, comenzó a relajarse y a pensar en lo ocurrido aquella mañana. Y como hombre religioso que era, dio de nuevo gracias a Dios por mantenerlo vivo una vez más.
En el cuartel General del Frente B-6, el General Van Tien Dung se rompía la cabeza tratando de cuadrar el círculo de los problemas en que la nueva ofensiva norteamericana del día anterior le había colocado. Ahora ya tenía una idea bastante clara de cómo estaban las cosas cerca del estratégico paso de Muong Phine, y no pintaba nada bien para su causa y sus fuerzas. En las profundidades de aquella montaña, entre la humedad y los portalámparas que apenas alumbraban lo suficiente para leer los informes, pero sobre todo debido a la tensión del mando, la presión estaba acabando con la salud del General, y en poco más de una semana, parecía haber envejecido diez años. Ya no era joven y aquello terminaría por pasarle factura, pero no tenía tiempo para pensar en ello, no en aquel momento. Debía idear una manera de responder a las acciones enemigas, Hanoi se lo exigía.
Pero lamentablemente, solo tenía malas noticias que ofrecer. El Genearl Quy Hai se había visto obligado a suspender sus acciones ofensivas en los Frentes B-4 y B-5 ante la enorme cantidad de bajas sufridas, y por ahora era imposible continuar con las acciones de acoso a las líneas de abastecimiento y las bases imperialistas en el Sur, lo que repercutiría en la cantidad de suministros y soldados que los americanos podrían destinar a Laos. Por su parte, en Laos, la ofensiva del Tet no había salido como debiera, y aunque ya contaba en un principio con que no sería un éxito completo, esperaba algo más de su ataque. En el sector más cercano a la frontera vietnamita, sus ataques de contención eran efectivos, pero no podía aspirar a nada más allí, ni sacar fuerzas de consideración so pena de que los imperialistas hicieran lo mismo. En la zona de Tchepone, la lucha había sido durísima, casi salvaje, pero el grueso de sus fuerzas no había logrado romper las defensas americanas y tan solo habían conquistado un par de puestos de avanzada sin importancia estratégica, y las bajas sufridas por sus hombres eran aterradoras. Al menos le quedaba la esperanza de que las bajas enemigas hubiesen sido especialmente altas, y que al menos tampoco pudieron ayudar a defender Muong Phine de su ataque contra los títeres de los imperialistas. Allí era donde su ofensiva habría tenido más éxito, y había logrado abrir el paso de Muong Phine para enviar suministros hacia el sur. Pero dichos suministros debían dar un rodeo hacia el oeste para evitar las fuerzas americanas para llegar al paso, y este estaba al alcance de la artillería y de un posible contraataque enemigo. De ahí la necesidad de seguir presionando a los paracaidistas enemigos hacia el norte, para alejarlos de allí e infringirles una dura derrota que llevara a replantearse la invasión a los traidores de Saigón y que arrastrase a sus amos imperialistas. Y en ello andaban sus desgastadas fuerzas, cuando el enemigo había desplegado lo que parecía una brigada de sus mejores hombres, reforzados tanques y por más survietnamitas, acabando con muchos de los defensores de Muong Phine y bloqueando aquel paso hacia el sur
La lógica y la doctrina revolucionaria, dictaba que dado el balance de fuerzas y las bajas sufridas, deberían retirarse, reagruparse y seguir durante los próximos meses y quizás años en una postura de acoso guerrillero, manteniendo un conflicto de baja intensidad, hasta recuperar las fuerzas y poder de nuevo enfrentar al enemigo de una manera más convencional. Pero esta vez, eran los imperialistas los que dictaban la agenda y el ritmo del conflicto. Aquella invasión y el bloqueo de la ruta logística hacia el sur, ponía en peligro toda la estrategia de Hanoi durante la guerra, y sus dirigentes pedían…no, exigían, un último esfuerzo para derrotar al enemigo y seguir llevando hombres y armas al sur. Así que a él no le quedaba más remedio que volver a intentarlo.
Para ello, echo mano de todo lo que pudo. Las órdenes acababan de ser cursadas, y en los próximos días vería su efecto. Ya no podía contar con las fuerzas que enfrentaban a los survietnamitas y a las nuevas fuerzas americanas en Muong Phine, simplemente estaban demasiado castigadas para algo más que no fueran acciones de hostigamiento. Pasó a una defensa más pasiva en el sector de Tchepone y extrajo de aquellas unidades todos los hombres que pudo para aumentar el potencial de la División 320A, la menos castigada de las tres que habían participado en la ofensiva contra los americanos. Reclamó más hombres y armamento de las Divisiones 312ª al norte de la DMZ, y 316ª que ahora ocupaba la capital de Laos, junto a algunos reclutas a medio formar desde Hanoi.
Dicha fuerza, centrada en la División 320A que tendría casi 10.000 efectivos y toda la artillería que pudiera recabar, junto a algún regimiento independiente, marcharían hacia el sur, hacia Muong Phine y deberían volver a intentar reabrir la ruta hacia el sur, y vencer a los norteamericanos en lo que debía ser otra batalla decisiva, quizás un nuevo Dien Bien Phu, aunque el General Tien Dung no tenía demasiadas esperanzas aquella vez, iba a ser su último cartucho.
La primera jornada de “Dark Stallion” había terminado y el General Rosson, en su Cuartel General avanzado de Khe Sanh, podía respirar aliviado. Sus fuerzas habían conseguido la sorpresa y alcanzado todos sus objetivos previstos para aquel día. El enemigo había sido duramente castigado, y no había presentado una defensa coherente más allá de algunos pequeños contraataques locales, mal coordinados y ejecutados por tropas de retaguardia y soldados extenuados. Los Rangers survietnamitas habían establecido un sólido contacto con la Compañía “Tigre” de la 1ª División, y habían ocupado sus posiciones cerca de los paracaidistas. El apoyo aéreo y artillero había sido demoledor, y las operaciones de los helicópteros para llevar hombres y suministros, así como evacuar heridos y prisioneros, constante. Y todo ello a un costo asumible en bajas propias, tal y como le había pedido Westmoreland. Incluso la “Task Force Patton”, que con sus grandes vehículos blindados que pensaba que atraerían una gran parte de la respuesta enemiga, había salido bastante bien parada.
Dicha fuerza acorazada era una amalgama de vehículos, tripulaciones y soldados de varias unidades. Los carros M-48A3, los M113 ACAV provenían del batallón de tanques y del escuadrón de caballerí de la 4ª División, pero también de los refuerzos del 11º Regimiento de Caballería. Mientras, los camiones de transporte de tropas y suministros así como los “Gun Trucks” de escolta, pertenecían a unidades logísticas y de transporte de la 4ª División, y del XXIV Cuerpo de Ejército, y en algunos de ellos eran transportados los soldados de la compañía de la 4ª División que Rosson había dispuesto para la “Task Force” y donde se encontraba el pelotón de Bobby Farris. Todo el conjunto era liderado por el Teniente Coronel George Patton IV que daba nombre a la “Task Force” y que había aceptado la oferta de Rosson de liderar dicha fuerza, como no podía ser de otra manera dada su ascendencia.
A pesar de tan variopinta unidad, esta había funcionado razonablemente bien desde que salió de madrugada de sus posiciones alrededor del aeródromo de Tchepone en dirección sur, hacia Muong Phine, donde ayudaría a sus compañeros de la caballería aérea. El viaje distó de ser de placer, y pronto sus hombres se vieron envueltos en frecuentes emboscadas, a pesar del teórico control de la carretera que ejercían los paracaidistas survietnamitas. Hacia mediodía la “Task Force” se había abierto paso hasta las posiciones que ahora controlaban los Rangers y la Compañía “Tigre” survietnamita, en el extremo oriental de la AOR de “Dark Stallion”, habiendo sufrido algunas bajas, en concreto un ACAV,s y un camión con siete hombres a bordo.
Poco después y hasta la llegada de la noche, los blindados de la “Task Force” se fueron desplegando en apoyo de la caballería aérea y los Rangers, ocupando las posiciones que habían conquistado sus compañeros y abortando algunos intentos de contraataque comunista. Su llegada, junto a algunas piezas de artillería de 105 mm, reforzaron en gran medida las posiciones aliadas, haciendo imposible más contraataques enemigos hasta que no hubieran sido convenientemente reforzados…lo cual podía ocurrir al día siguiente o tras una semana, ya que nadie lo sabía a ciencia cierta, pero al menos, la noche fue relativamente tranquila, mientras los comunistas se lamían las heridas y se preparaban para más combates.
El soldado Bobby Farris y sus compañeros dormitaban en una trinchera junto a un ACAV, en una posición fortificada, mientras esperaban al alba cerca de la abandonada aldea de Muong Phine, cuando el Teniente Anderson los despertó y les ordenó prepararse para una misión. Al parecer, dos helicópteros de los que estaban helitransportando aquella noche al batallón CIDIG de montagnards, en la oscuridad, habían errado por completo la LZ y habían depositado a una veintena de hombres entre las aldeas de Ban Ta Long y Ban Alloy May, a casi 5 km al norte de las posiciones norteamericanas, y ahora se encontraban cercados por fuerzas norvietnamitas.
La escuadra del Sargento Carter volvía a ser reclamada a la acción, apoyando a un par de M-48, tres ACAV y un “Gun Truck”, que debían abrirse paso hasta los montagnards y traerlos de vuelta a las posiciones aliadas.
La pequeña fuerza se puso en marcha y salió de sus posiciones cuando todavía los primeros rayos de sol apenas se intuían por el horizonte, y durante un rato, amparados en la oscuridad, todo fue bien. En formación de columna, con un tanque en cabeza seguido de los tres ACV,s y el camión, con el otro M-48 en retaguardia, los vehículos transitaban por un estrecho camino por el que apenas cabían. Por suerte para ellos, la zona había sido muy castigada por la aviación y la artillería durante los últimos meses, y se había deforestado gran parte de los márgenes de aquella vía, quedando restos de vegetación a uno y otro lado. A lo largo de la misma, tan solo había un punto con cobertura vegetal y arbórea casi total, cerca del final del trayecto, y que se asemejaba a una isla verde entre el marrón y gris de aquel desolado paisaje destrozado por miles de explosivos.
La escuadra del Sargento Carter se había repartido entre los ACAV,s pero Bobby Farris junto a “Granjero” y su ametralladora, se habían acomodado en el “Gun Truck” llamada “Sugar Dolly”. Este, reforzado con planchas de acero en los laterales y en las ventanillas de la cabina, y armado con una calibre 50 en la caja, apuntando hacia delante, y dos M-60 en los laterales, mirando a lado y lado, parecía hundirse en la tierra por el peso que soportaba, pero a pesar de todo, seguía el paso de sus compañeros con cadenas. En aquel estrecho espacio de la caja del camión M54 de 5 Tn, con cinco hombres y atestado de cajas de munición, los dos soldados no podían evitar mirarse el uno al otro y pensar en su suerte si se topasen con una mina anticarro o recibían un RPG. Acostumbrados a luchar a pie, ya fuera en una trinchera, o entre los árboles y las rocas del bosque o la jungla, se sentían incomodos en aquel camión.
Tras un rato, y mientras la columna avanzaba con cautela, comenzaron a recibir los primeros disparos de fusilería. Nada serio. Un poco de fuego de respuesta por parte de las ametralladoras de los vehículos, y el enemigo no insistió. No fue hasta poco antes de llegar a la espesura boscosa que todavía quedaba más o menos intacta, cuando el fuego proveniente del oeste fue más pesado, con ametralladoras y algunos morteros impactando alrededor del convoy. Este respondió mientras continuaba su marcha. Farris y Johnson cubrían la parte trasera de “Sugar Dolly”, y disparaban contra todo aquello que les parecía sospechoso, mientras sus compañeros hacían lo propio desde los ACAV,s. Al adentrarse entre la vegetación, comenzaron, si no a ver al enemigo más de cerca, al menos a intuirlo entre las sombras que proyectaban las primeras luces del amanecer.
De pronto parecían estar recibiendo fuego desde todos los lados. El M-48 de cabeza comenzó a utilizar sus proyectiles “flechette”, proyectando una perdigonada de miles de dardos a una velocidad endemoniada, arrasando la vegetación, y a la infantería que allí se encontraba. A un “Charlie” con un RPG le separó la cabeza del cuerpo, justo antes de disparar su arma. Otro recogió el lanzacohetes y disparó contra el tanque, pero ante la presión del fuego de las ametralladoras, apuntó mal y el proyectil se perdió por encima de la cúpula del carro. El segundo tanque también abrió fuego con todo su arsenal contra la vegetación, y el volumen de fuego que lanzaba el convoy parecía ser suficiente para pasar a través de aquella emboscada. De pronto, un comunista en su pijama negro, y que había permanecido inadvertido agazapado en la cuneta del camino, se lanzó contra uno de los ACAV con un chaleco lleno de explosivo, que hizo detonar antes de que los artilleros del blindado pudieran reaccionar. La deflagración fue potente, pero no era un arma anticarro, y solo logró que algunas esquirlas alcanzasen al sirviente izquierdo del ACAV, y producirle pequeñas heridas a “Escaqueado”, que avanzaba cubriéndose tras el blindado. Ambos se refugiaron en el interior del vehículo, y “Cagón” que iba en ese ACAV, se hizo cargo de la M-60 que se había quedado huérfana.
Farris disparó una ráfaga contra lo que le pareció que era otro comunista con un RPG, pero no supo que efecto tuvo. El cabo Miller disparó con un M-79 un proyectil cerca de donde había disparado Farris, así que algo peligroso también debió ver él allí. Siguieron más minutos de confusión y violento tiroteo, mientras el convoy, que logró no ser detenido, atravesaba el bosque. Y mientras salía el último carro con la torreta girada hacia atrás y disparando sin cesar, el M-48 de cabeza se habría ya paso entre el enemigo que rodeaba a los montagnards.
Desde las alturas, y guiado por un suboficial de las fuerzas especiales norteamericanas que acompañaba a los montagnards, dos A-1 Skyraiders survietnamitas comenzaron a ametrallar y lanzar cohetes sobre las posiciones enemigas que acosaban a los sitiados. La artillería también hizo acto de presencia guiada por el mismo hombre y los proyectiles de 105 mm comenzaron a llover sobre los “Charlies”. La confusión era enorme y todo se llenó de humo y olor a cordita. Entonces, en coordinación con el líder del convoy, el suboficial de las FFEE ordenó a los montagnards que comenzaran su asalto sobre las posiciones enemigas que ahora atacaban desde el otro lado los blindados. Los comunistas que defendían aquella posición se vieron superados en potencia de fuego, mientras que los demás que completaban el cerco, estaban fijados por el fuego de los cazabombarderos y de la artillería. Hubo un momento peligroso al entablar contacto los liberadores y los liberados, pero por fortuna no hubo bajas por fuego propio a pesar de algunos tiros que se escaparon en dirección a los aliados. Los montagnard sufrieron un par de bajas durante su salida, pero fue poco para lo que les podía haber esperado si no hubieran acudido a rescatarlos.
En poco tiempo, los survietnamitas abordaron los ACAV y todo el convoy giró 180º como pudo en un palmo de terreno, en medio del fuego enemigo, y volviendo a adoptar la formación anterior, se preparó para regresar por donde había venido. Pero antes de adentrarse de nuevo en el bosque, aguardaron unos minutos hasta que dos Super Sabres arrasaron la zona a cada lado del camino con contenedores de napalm. Solo entonces, la columna se puso de nuevo en marcha para atravesar lo poco que quedaba de aquel bosque.
El olor a gasolina quemada por la mañana inundaba los pulmones de Bobby y sus compañeros mientras atravesaban la arboleda. Todos se mantenían vigilantes mientras que el carro que cubría la retaguardia, todavía intercambiaba fuego con los comunistas. La columna cruzó el bosque y siguió avanzando, siendo atacada ocasionalmente. En uno de aquellos tiroteos, un francotirador acabó con un montagnard montado sobre el techo de un ACAV, pero no fue hasta cuando se estaban acercando a la posición norteamericana, cuando un equipo anticarro de dos norvietnamitas armados con sendos RPG-2 realizaron el ataque más peligroso. Bien camuflados y aguardando el paso del convoy, los dos soldados se levantaron justo delante del M-48 de cabeza, a menos de 60 metros. Ambos lanzaron sus granadas HEAT antes de que fueran barridos por la ametralladora coaxial del carro, con la suerte de que los dos proyectiles acertaron en el carro. Una granada impactó contra la gruesa coraza frontal de la torre, la parte más protegida del carro, y este logró resistir el impacto, pero la segunda tuvo mayor fortuna y penetró la coraza de la barcaza, lanzando un chorro de metal fundido hacia el interior del mismo, matando en pocos segundos y entre terribles quemaduras al conductor del carro, y produciendo un incendio en el interior. El resto de la tripulación trató de auxiliar a su compañero y apagar el fuego, pero era demasiado tarde y el incendio se propagaba rápidamente. Los tres hombres restantes abandonaron el tanque por las escotillas superiores y se refugiaron en el ya abarrotado ACAV que les seguía de cerca, mientras eran perseguidos por los disparos de varios AK-47. La columna, recuperada del suceso, maniobró para rodear al incendiado M-48, y continuaron en movimiento mientras disparaban en todas direcciones contra todo lo que tenían a su alrededor, tanto contra objetivos localizados como contra otros imaginarios.
Los morteros de la posición fortificada norteamericana y sus ametralladoras pesadas se unieron al fuego contra los comunistas, y estos, aun superados en potencia de fuego y protección, siguieron disparando a pesar de las bajas que sufrían. Al final, los vehículos entraron en el perímetro de la posición norteamericana y pudieron guarecerse del fuego enemigo, que ahora ya comenzaba a remitir. Finalmente, los montagnard habían escapado con bajas aceptables y la columna de rescate había perdido a un tanquista y dos soldados habían sido heridos, además del M-48 abandonado, que poco después fue destruido totalmente por un ataque aéreo de la USAF, antes que dejarle algo aprovechable al enemigo.
Bobby Farris estaba empapado en sudor y con todos los músculos de su cuerpo en tensión, cuando entró con el resto de su escuadra en el bunker subterráneo que les habían asignado, y solo entonces, cuando se quitó la guerrera, bebió algo de agua, se lavó un poco y se tendió en el camastro, comenzó a relajarse y a pensar en lo ocurrido aquella mañana. Y como hombre religioso que era, dio de nuevo gracias a Dios por mantenerlo vivo una vez más.
En el cuartel General del Frente B-6, el General Van Tien Dung se rompía la cabeza tratando de cuadrar el círculo de los problemas en que la nueva ofensiva norteamericana del día anterior le había colocado. Ahora ya tenía una idea bastante clara de cómo estaban las cosas cerca del estratégico paso de Muong Phine, y no pintaba nada bien para su causa y sus fuerzas. En las profundidades de aquella montaña, entre la humedad y los portalámparas que apenas alumbraban lo suficiente para leer los informes, pero sobre todo debido a la tensión del mando, la presión estaba acabando con la salud del General, y en poco más de una semana, parecía haber envejecido diez años. Ya no era joven y aquello terminaría por pasarle factura, pero no tenía tiempo para pensar en ello, no en aquel momento. Debía idear una manera de responder a las acciones enemigas, Hanoi se lo exigía.
Pero lamentablemente, solo tenía malas noticias que ofrecer. El Genearl Quy Hai se había visto obligado a suspender sus acciones ofensivas en los Frentes B-4 y B-5 ante la enorme cantidad de bajas sufridas, y por ahora era imposible continuar con las acciones de acoso a las líneas de abastecimiento y las bases imperialistas en el Sur, lo que repercutiría en la cantidad de suministros y soldados que los americanos podrían destinar a Laos. Por su parte, en Laos, la ofensiva del Tet no había salido como debiera, y aunque ya contaba en un principio con que no sería un éxito completo, esperaba algo más de su ataque. En el sector más cercano a la frontera vietnamita, sus ataques de contención eran efectivos, pero no podía aspirar a nada más allí, ni sacar fuerzas de consideración so pena de que los imperialistas hicieran lo mismo. En la zona de Tchepone, la lucha había sido durísima, casi salvaje, pero el grueso de sus fuerzas no había logrado romper las defensas americanas y tan solo habían conquistado un par de puestos de avanzada sin importancia estratégica, y las bajas sufridas por sus hombres eran aterradoras. Al menos le quedaba la esperanza de que las bajas enemigas hubiesen sido especialmente altas, y que al menos tampoco pudieron ayudar a defender Muong Phine de su ataque contra los títeres de los imperialistas. Allí era donde su ofensiva habría tenido más éxito, y había logrado abrir el paso de Muong Phine para enviar suministros hacia el sur. Pero dichos suministros debían dar un rodeo hacia el oeste para evitar las fuerzas americanas para llegar al paso, y este estaba al alcance de la artillería y de un posible contraataque enemigo. De ahí la necesidad de seguir presionando a los paracaidistas enemigos hacia el norte, para alejarlos de allí e infringirles una dura derrota que llevara a replantearse la invasión a los traidores de Saigón y que arrastrase a sus amos imperialistas. Y en ello andaban sus desgastadas fuerzas, cuando el enemigo había desplegado lo que parecía una brigada de sus mejores hombres, reforzados tanques y por más survietnamitas, acabando con muchos de los defensores de Muong Phine y bloqueando aquel paso hacia el sur
La lógica y la doctrina revolucionaria, dictaba que dado el balance de fuerzas y las bajas sufridas, deberían retirarse, reagruparse y seguir durante los próximos meses y quizás años en una postura de acoso guerrillero, manteniendo un conflicto de baja intensidad, hasta recuperar las fuerzas y poder de nuevo enfrentar al enemigo de una manera más convencional. Pero esta vez, eran los imperialistas los que dictaban la agenda y el ritmo del conflicto. Aquella invasión y el bloqueo de la ruta logística hacia el sur, ponía en peligro toda la estrategia de Hanoi durante la guerra, y sus dirigentes pedían…no, exigían, un último esfuerzo para derrotar al enemigo y seguir llevando hombres y armas al sur. Así que a él no le quedaba más remedio que volver a intentarlo.
Para ello, echo mano de todo lo que pudo. Las órdenes acababan de ser cursadas, y en los próximos días vería su efecto. Ya no podía contar con las fuerzas que enfrentaban a los survietnamitas y a las nuevas fuerzas americanas en Muong Phine, simplemente estaban demasiado castigadas para algo más que no fueran acciones de hostigamiento. Pasó a una defensa más pasiva en el sector de Tchepone y extrajo de aquellas unidades todos los hombres que pudo para aumentar el potencial de la División 320A, la menos castigada de las tres que habían participado en la ofensiva contra los americanos. Reclamó más hombres y armamento de las Divisiones 312ª al norte de la DMZ, y 316ª que ahora ocupaba la capital de Laos, junto a algunos reclutas a medio formar desde Hanoi.
Dicha fuerza, centrada en la División 320A que tendría casi 10.000 efectivos y toda la artillería que pudiera recabar, junto a algún regimiento independiente, marcharían hacia el sur, hacia Muong Phine y deberían volver a intentar reabrir la ruta hacia el sur, y vencer a los norteamericanos en lo que debía ser otra batalla decisiva, quizás un nuevo Dien Bien Phu, aunque el General Tien Dung no tenía demasiadas esperanzas aquella vez, iba a ser su último cartucho.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Con dos meses y medio de retraso, aquí va la siguiente entrega y una de las últimas del relato.
Espero que les guste.
Saludos.
Espero que les guste.
Saludos.
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Capítulo 20 – Álamo Laos
Tras casi dos semanas en aquel agujero infecto, Bobby Farris apenas tenía motivos para sonreír. Llevaba todos esos días soportando el hostigamiento primero, y desde hacía cinco días, una fuerte ofensiva norvietnamita para reconquistar el paso de Moung Phine. Con más de diez mil efectivos atacando aproximadamente a la mitad de defensores, la vida en aquel puesto fortificado se había tornado muy dura. El marrón del terreno, oscurecido de tantas explosiones, el gris plomizo del cielo, donde la bruma y la llovizna se alternaban, el bochornoso calor matinal, la increíble cantidad de insectos que no paraban de incordiarle y la mierda de rancho y de raciones de campaña que comía últimamente, no ayudaban en nada a su estado de ánimo. Sin embargo, aquella mañana volvió a sonreír y a alegrarse.
Del helicóptero que acababa de dejar algunos suministros y llevarse heridos, bajo una figura que le resultó vagamente familiar, y al verlo más claramente conforme se acercaba, se llevó una gran alegría. Su amigo Rick Méndez estaba allí…totalmente recuperado, según parecía.
Cuando Méndez entró en la trinchera donde estaban Farris y “Doc”, fumando “algo”, por un momento ambos no supieron que decir, pero pronto se fundieron en un abrazo.
-¡Maldito cabronazo! ¿Qué cojo*** haces aquí? ¿Estás loco o qué? – le preguntó “Doc”.
-Es verdad, ¿no tendrías que estar ya en casa? – quiso saber Bobby, mientras mantenía una mano en su hombro.
-Todavía me quedan unos días de mi segundo servicio, y creo que voy a extenderlo a un tercero…no está mal pagado, y ahora vuelvo a ser cabo.
-Estás loco de remate hijo de p…no sé si darte un puñetazo o un beso por hacer algo así.
-Ninguna de las dos maldito matasanos… ¿Qué tal vosotros?
-Aquí, comiendo mierda y matando “Charlies” para no perder la costumbre – contestó Farris.
Méndez lo miró de arriba abajo.
-Joder “novato”, tú has cambiado mucho.
-Sí, ahora es una puñetera máquina de matar – sentencio “Doc”.
-Preferiría no haberlo hecho, pero al menos ese cambio me mantiene vivo…hasta ahora.
-Lo sé, este sitio te cambia… para siempre…pero bueno, ¿no vais a invitarme a nada? Quiero ver a los demás y contarles como me enrolle con las tres enfermeras que me han cuidado en el hospital…tendríais que haberlas visto, tenían más curvas que una carretera de montaña.
La llegada de Rick Méndez a la disminuida escuadra del Sargento Carter fue muy bien recibida por los pocos integrantes originales que quedaban. Se habían producido bastantes bajas, y por ejemplo el cabo Miller había muerto varias semanas atrás, tras caer un morterazo justo sobre su posición. “Escaqueado” había perdido una mano hacía cuatro días cuando un proyectil de un AK se la voló, aunque algunos sospechaban que fue una herida auto infringida. Sea como fuere ya no estaba con ellos. Incluso el propio Sargento Carter estaba de reposo por fatiga de combate desde el día anterior, y ya no quedaba nadie en la escuadra sin una herida o un vendaje más o menos aparatoso. Así que la llegada de Rick fue un bálsamo para Farris, “Doc”, “Cagón” o “Granjero”, que inmediatamente, y sin contar para nada con los nuevos reclutas y asumiendo la autorización del Teniente Anderson, lo nombraron nuevo jefe “de facto” de la escuadra.
Pasaron el resto de la mañana poniéndose al día, fumando y bebiendo, como si de una celebración se tratase. Pero la guerra no respeta ninguna celebración, y tras aquella extraña tregua, los proyectiles de la artillería comunista volvían a caer sobre ellos. Estuvieron toda la tarde así, aunque a decir verdad, su potencia y cadencia cada vez disminuía más. Y es que la artillería enemiga había sufrido un duro castigo, ya desde su traslado al frente de Muong Phine, principalmente por la aviación aliada, pero también por el fuego de contrabatería, y ahora, la artillería de largo alcance enemiga estaba cada vez más debilitada. Pese a todo, parecía que los mandos comunistas no iban a cejar en su empeño de utilizarla, quizás hasta su último cartucho o su último cañón, lo que antes ocurriese. Estaban desesperados por una victoria y se notaba. Farris había visto como la cantidad de ataques y la fiereza de estos había subido con el paso de los días, y tras la batalla del día anterior, donde “Charlie” dejó muertos a espuertas delante de sus posiciones, pensaba que por fin gozarían de algún tiempo de paz, pero al parecer solo había durado unas horas. Todos sabían que tras aquel bombardeo, la noche traería nuevos asaltos enemigos…y nadie quería que llegase la noche.
Bobby Farris tenía razón. Los comunistas habían perdido cantidades ingentes de hombres durante el nuevo intento de reconquistar Muong Phine,…pero seguían fracasando hasta aquel momento. El General Tien Dung había decidido echar el resto aquella noche, sabedor que era su última oportunidad. Sería vencer o ser derrotado, y conocedor de ello, preparó el ataque concentrado sobre tres posiciones claves enemigas, para que si eran tomadas, pudiese ser presentado a Hanoi como una victoria. Las tres posiciones controlaban el paso del rio Tchoun, el cruce de carreteras y el aeródromo. Si lograba hacerse con ellos y retenerlos, podría clamar victoria, aunque el enemigo siguiese muy cerca del paso de Muong Phine y todavía pudiese interferir en sus operaciones de llevar hombres y suministros al sur. Tien Dung se lo jugaría todo a una carta aquella noche.
Farris y Rick se resguardaban del bombardeo en una profunda trinchera en el borde de la “firebase”, mientras la luz se desvanecía daba paso a la más oscura de las noches. Todos sabían que ya no quedaba mucho…y de pronto la noche se tornó blanca por el efecto de las bengalas disparadas por la artillería, los morteros y los pocos aviones que volaban en la oscuridad.
-Allá vamos otra vez… ¿echabas esto de menos?
-En absoluto, pero prefiero estar aquí con vosotros que entre los muslos de aquellas increíbles enfermeras… - dijo con mucha sorna el tejano, mientras ambos se incorporaban y comenzaban a disparar.
Méndez se había hecho cargo de una M-60 y cada ráfaga que disparaba abatía a algún enemigo. Mientras, Farris disparaba sin cesar un M-79, y sus granadas causaban estragos entre las tropas enemigas, que tenían orden de no retroceder bajo ningún concepto. Las filas enemigas se desintegraban una tras otras, bajo el efecto de los potentes obuses de la artillería de largo alcance aliada, de los carros M-48, morteros, cañones sin retroceso desde la “firebase”, y por el fuego de los fusileros que desde primera línea de combate disparaban como si su vida dependiera de ello…y muchos la estaban dando bajo el ímpetu del ataque norvietnamita, que no cesaba de mandar más y más oleadas de tropas de refresco y un bombardeo machacón de morteros y toda clase de armas colectivas de las que todavía disponían. La situación distaba mucho de estar decidida en favor de uno u otro.
Cuando Farris terminó su munición, solicitó a uno de los novatos que regresara al polvorín a por más granadas para su M-79, y entonces, al apuntar con su M-16 hacia el enemigo, le pareció ver algo extraño. Las fantasmagóricas sombras del campo de batalla se estaban tornando más aterradoras ante la aparición de un monstruo que pocos habían visto. Un blindado avanzaba hacia ellos, luego otro y otro más. Al menos tres vehículos que parecían enormes tanques a los ojos de Bobby, se dirigía hacia su posición mientras comenzaron a escupir llamaradas desde su cañón. Los sorprendidos infantes que los vieron, no supieron muy bien cómo reaccionar, hasta que Rick ordenó a gritos a los que manejaba un CSR M-40 que concentrasen su fuego sobre aquellos blindados, mientras el mismo se dirigía a unos de los dos M-48 que defendían la posición, pero que no estaban en aquel sector, para advertirles y que movieran su jodido cul* hasta allí y eliminasen a aquellos cabrones que amenazaban con sobrepasar las primeras trincheras y toda la psoción si no se hacía nada.
Con el apoyo de aquellos vehículos, tres PT-76 de origen soviético, los soldados comunistas lograron acercarse más de lo que lo habían hecho hasta aquel momento durante la noche, y estaban colocando a toda la “firebase” en una posición muy delicada, si lograban forzar el perímetro y adentrarse en la base, toda ella podía caer como fruta madura.
Los proyectiles de fusilería rebotaban en el blindaje de los carros, y el CSR había fallado miserablemente tres veces. Cuando Rick regreso de avisar a los carros propios, y vio que los blindados enemigos seguían avanzando, llamó a Farris y entre los dos se hicieron cargo del CSR tras expulsar de allí a aquellos jodidos novatos que no acertaban ni aunque les fuera la vida en ello, como así era de hecho. Méndez apuntó con cuidado y disparó un proyectil de puntería de 12,7 desde el cañón de telemetría, y tras observar la pequeña nube de humo al impactar contra el PT-76, supo que había apuntado bien. Acto seguido, disparó un proyectil anticarro y acertó en la parte frontal del blindado, haciéndolo saltar por los aires e iluminando todavía más la oscura noche.
Pero la alegría duró poco, ya que otro de los blindados enemigos disparó con su cañón a la posición del CSR y aunque no acertó, la onda explosiva, sacó al cañón y a los dos servidores de su posición, atontándolo un poco.
Mientras Farris y Méndez se recuperaban del estruendo y el golpe, uno de los M-48 había logrado maniobrar por el interior de la base como para acercarse y poder disparar al enemigo. Los dos PT-76 también lo vieron y comenzó un intercambio de disparos. En primera instancia ninguno logró acertar, y todos los proyectiles se perdieron. Luego uno de 76 mm impactó en el tanque americano, pero rebotó hacía arriba y solo quedó el susto entre sus tripulantes y un rasguño en su coraza. Azuzados por el impacto, los americanos respondieron y su 90 mm acertó y destrozó a un segundo blindado comunista, pero el tercero, logró acertar de nuevo en el tanque americano y conmocionó a la tripulación en el interior del mismo, lo que dejó inservible al vehículo durante un buen tiempo. Tiempo que los defensores no tenían, ya que el enemigo comenzaba a asaltar la posición, atravesando las alambradas y haciendo detonar las minas antipersonal que había justo antes de la primera línea de trincheras. “Cagón” hizo detonar varias “Claymore” y produjo una buena sangría entre los atacantes, pero no dejaban de llegar enemigos para reemplazar las perdidas, y el PT-76 superviviente también estaba adentrándose en las posiciones americanas. La lucha por la primera línea de trincheras fue encarnizada, y uno de los novatos de la escuadra de Méndez acabó en un mortal abrazo, atravesado con la bayoneta de un “Charlie” mientras el hacía lo propio con el enemigo. Al final, “Granjero” cubrió la retirada de sus compañeros y el resto de los defensores hasta la segunda y última línea de trincheras, disparando sin descanso su M-60.
“Doc” logró llegar a donde Rick Y Bobby estaba todavía aturdidos, y tras lograr que se espabilasen, siguió su carrera en pos de atender a más heridos, pero no llegó demasiado lejos cuando un proyectil de una ametralladora pesada le destrozó la cabeza, matándolo en el acto. Farris y Méndez lo observaron atónitos, sin poder salir de su estupefacción…acababan de perder a un gran amigo, soldado y persona, así, de un plumazo y sin la menor oportunidad de hacer nada al respecto, simplemente ya no estaba. Rick trató de recuperar la compostura como pudo, y observó por unos segundos la situación a su alrededor. Estaban a punto de ser desbordados y con ello, perder la base entera. Lleno de rabia, se abalanzó tan rápido como pudo hacia la trinchera en busca del operador de radio. Trató desesperadamente de contactar con los morteros y la artillería propia, y cuando lo consiguió, ordenó un ataque sobre su propia posición. Era el momento de tomar medidas desesperadas. Tras un par de minutos en los que a duras penas consiguieron mantener a raya al enemigo, los proyectiles comenzaron a caer terriblemente cerca, y todos se resguardaron como pudieron.
La decisión que tomó Rick Méndez fue muy dura, y sobre su conciencia pesarían para siempre la vida de dos soldados que cayeron por culpa del fuego amigo. Pero supo que había hecho lo correcto cuando tras terminar el bombardeo amigo, los cuerpos de los norvietnamitas se apilaban delante de la trinchera a montones. Aquello les dio un respiro y pudo organizar la resistencia con los hombres que les quedaban, pero pronto el PT-76 siguió avanzando escupiendo fuego y amenazando a sus hombres.
Rick cogió un par de granadas de mano, y se preparaba para asaltar el blindado enemigo, despreciando el peligro, justo cuando el segundo M-48 apareció y comenzó a disparar. Al segundo fogonazo, el PT-76 quedó inmovilizado y luego comenzó a arder sin control. Los tripulantes salieron al exterior envueltos en llamas, y alguien gritó “no disparéis, dejad que se quemen, que se jodan”. Tras aquello, los pocos asaltantes comunista que todavía seguían presionando, perdieron el poco animo que les quedaba y comenzaron a retirarse en desorden.
Los defensores siguieron disparando sobre ellos para causar más bajas, mientras avanzaban para recuperar la primera trinchera. Pero poco después, se detuvieron y comenzaron a respirar aliviados, acababan de salvar in extremis su posición, la “firebase”, al vida de sus compañeros, y sobre todo, la suya propia. Aquel fue el último ataque de la noche. Al amanecer, las destrozadas posiciones americanas parecían habitadas por fantasmas, y en su exterior, cientos y cientos de cuerpos yacían calcinados, mutilados o simplemente abatidos por las balas enemigas. El olor a muerte se podía sentir a través de la bruma matinal.
Los norvietnamitas habían fracasado también en sus otros dos intentos contra las posiciones aliadas, con pérdidas estremecedoras. Al veterano General Tien Dung, compungido y malhumorado en el interior de su profundo bunker, no le quedaba otra que reconocer la derrota aquella mañana. Ya no podía lanzar nada más contra los americanos. Había perdido, era hora de reconocerlo y volver a tácticas menos costosa. Posiblemente, aquella derrota y el resultado de toda la campaña en Laos en general, llevarían a un replanteamiento general de la guerra por parte de Hanoi. Desde luego no pensaba en una rendición o una negociación o reconocer al régimen del sur su supervivencia, pero sí que retrasaría en muchos meses, cuando no años, los planes de Hanoi para reunificar todo el país, desde la frontera con China hasta el delta del Mekong. Seguramente se apostaría por volver a una guerra de guerrillas y dejar el aspecto más convencional para mejores tiempos. Sin duda era una victoria imperialista, pero era solo una victoria…el pueblo socialista de Vietnam del Norte no pensaba perder la guerra, si fuera necesario se sacrificarían muchas más vidas, de ello no había duda.
Tras casi dos semanas en aquel agujero infecto, Bobby Farris apenas tenía motivos para sonreír. Llevaba todos esos días soportando el hostigamiento primero, y desde hacía cinco días, una fuerte ofensiva norvietnamita para reconquistar el paso de Moung Phine. Con más de diez mil efectivos atacando aproximadamente a la mitad de defensores, la vida en aquel puesto fortificado se había tornado muy dura. El marrón del terreno, oscurecido de tantas explosiones, el gris plomizo del cielo, donde la bruma y la llovizna se alternaban, el bochornoso calor matinal, la increíble cantidad de insectos que no paraban de incordiarle y la mierda de rancho y de raciones de campaña que comía últimamente, no ayudaban en nada a su estado de ánimo. Sin embargo, aquella mañana volvió a sonreír y a alegrarse.
Del helicóptero que acababa de dejar algunos suministros y llevarse heridos, bajo una figura que le resultó vagamente familiar, y al verlo más claramente conforme se acercaba, se llevó una gran alegría. Su amigo Rick Méndez estaba allí…totalmente recuperado, según parecía.
Cuando Méndez entró en la trinchera donde estaban Farris y “Doc”, fumando “algo”, por un momento ambos no supieron que decir, pero pronto se fundieron en un abrazo.
-¡Maldito cabronazo! ¿Qué cojo*** haces aquí? ¿Estás loco o qué? – le preguntó “Doc”.
-Es verdad, ¿no tendrías que estar ya en casa? – quiso saber Bobby, mientras mantenía una mano en su hombro.
-Todavía me quedan unos días de mi segundo servicio, y creo que voy a extenderlo a un tercero…no está mal pagado, y ahora vuelvo a ser cabo.
-Estás loco de remate hijo de p…no sé si darte un puñetazo o un beso por hacer algo así.
-Ninguna de las dos maldito matasanos… ¿Qué tal vosotros?
-Aquí, comiendo mierda y matando “Charlies” para no perder la costumbre – contestó Farris.
Méndez lo miró de arriba abajo.
-Joder “novato”, tú has cambiado mucho.
-Sí, ahora es una puñetera máquina de matar – sentencio “Doc”.
-Preferiría no haberlo hecho, pero al menos ese cambio me mantiene vivo…hasta ahora.
-Lo sé, este sitio te cambia… para siempre…pero bueno, ¿no vais a invitarme a nada? Quiero ver a los demás y contarles como me enrolle con las tres enfermeras que me han cuidado en el hospital…tendríais que haberlas visto, tenían más curvas que una carretera de montaña.
La llegada de Rick Méndez a la disminuida escuadra del Sargento Carter fue muy bien recibida por los pocos integrantes originales que quedaban. Se habían producido bastantes bajas, y por ejemplo el cabo Miller había muerto varias semanas atrás, tras caer un morterazo justo sobre su posición. “Escaqueado” había perdido una mano hacía cuatro días cuando un proyectil de un AK se la voló, aunque algunos sospechaban que fue una herida auto infringida. Sea como fuere ya no estaba con ellos. Incluso el propio Sargento Carter estaba de reposo por fatiga de combate desde el día anterior, y ya no quedaba nadie en la escuadra sin una herida o un vendaje más o menos aparatoso. Así que la llegada de Rick fue un bálsamo para Farris, “Doc”, “Cagón” o “Granjero”, que inmediatamente, y sin contar para nada con los nuevos reclutas y asumiendo la autorización del Teniente Anderson, lo nombraron nuevo jefe “de facto” de la escuadra.
Pasaron el resto de la mañana poniéndose al día, fumando y bebiendo, como si de una celebración se tratase. Pero la guerra no respeta ninguna celebración, y tras aquella extraña tregua, los proyectiles de la artillería comunista volvían a caer sobre ellos. Estuvieron toda la tarde así, aunque a decir verdad, su potencia y cadencia cada vez disminuía más. Y es que la artillería enemiga había sufrido un duro castigo, ya desde su traslado al frente de Muong Phine, principalmente por la aviación aliada, pero también por el fuego de contrabatería, y ahora, la artillería de largo alcance enemiga estaba cada vez más debilitada. Pese a todo, parecía que los mandos comunistas no iban a cejar en su empeño de utilizarla, quizás hasta su último cartucho o su último cañón, lo que antes ocurriese. Estaban desesperados por una victoria y se notaba. Farris había visto como la cantidad de ataques y la fiereza de estos había subido con el paso de los días, y tras la batalla del día anterior, donde “Charlie” dejó muertos a espuertas delante de sus posiciones, pensaba que por fin gozarían de algún tiempo de paz, pero al parecer solo había durado unas horas. Todos sabían que tras aquel bombardeo, la noche traería nuevos asaltos enemigos…y nadie quería que llegase la noche.
Bobby Farris tenía razón. Los comunistas habían perdido cantidades ingentes de hombres durante el nuevo intento de reconquistar Muong Phine,…pero seguían fracasando hasta aquel momento. El General Tien Dung había decidido echar el resto aquella noche, sabedor que era su última oportunidad. Sería vencer o ser derrotado, y conocedor de ello, preparó el ataque concentrado sobre tres posiciones claves enemigas, para que si eran tomadas, pudiese ser presentado a Hanoi como una victoria. Las tres posiciones controlaban el paso del rio Tchoun, el cruce de carreteras y el aeródromo. Si lograba hacerse con ellos y retenerlos, podría clamar victoria, aunque el enemigo siguiese muy cerca del paso de Muong Phine y todavía pudiese interferir en sus operaciones de llevar hombres y suministros al sur. Tien Dung se lo jugaría todo a una carta aquella noche.
Farris y Rick se resguardaban del bombardeo en una profunda trinchera en el borde de la “firebase”, mientras la luz se desvanecía daba paso a la más oscura de las noches. Todos sabían que ya no quedaba mucho…y de pronto la noche se tornó blanca por el efecto de las bengalas disparadas por la artillería, los morteros y los pocos aviones que volaban en la oscuridad.
-Allá vamos otra vez… ¿echabas esto de menos?
-En absoluto, pero prefiero estar aquí con vosotros que entre los muslos de aquellas increíbles enfermeras… - dijo con mucha sorna el tejano, mientras ambos se incorporaban y comenzaban a disparar.
Méndez se había hecho cargo de una M-60 y cada ráfaga que disparaba abatía a algún enemigo. Mientras, Farris disparaba sin cesar un M-79, y sus granadas causaban estragos entre las tropas enemigas, que tenían orden de no retroceder bajo ningún concepto. Las filas enemigas se desintegraban una tras otras, bajo el efecto de los potentes obuses de la artillería de largo alcance aliada, de los carros M-48, morteros, cañones sin retroceso desde la “firebase”, y por el fuego de los fusileros que desde primera línea de combate disparaban como si su vida dependiera de ello…y muchos la estaban dando bajo el ímpetu del ataque norvietnamita, que no cesaba de mandar más y más oleadas de tropas de refresco y un bombardeo machacón de morteros y toda clase de armas colectivas de las que todavía disponían. La situación distaba mucho de estar decidida en favor de uno u otro.
Cuando Farris terminó su munición, solicitó a uno de los novatos que regresara al polvorín a por más granadas para su M-79, y entonces, al apuntar con su M-16 hacia el enemigo, le pareció ver algo extraño. Las fantasmagóricas sombras del campo de batalla se estaban tornando más aterradoras ante la aparición de un monstruo que pocos habían visto. Un blindado avanzaba hacia ellos, luego otro y otro más. Al menos tres vehículos que parecían enormes tanques a los ojos de Bobby, se dirigía hacia su posición mientras comenzaron a escupir llamaradas desde su cañón. Los sorprendidos infantes que los vieron, no supieron muy bien cómo reaccionar, hasta que Rick ordenó a gritos a los que manejaba un CSR M-40 que concentrasen su fuego sobre aquellos blindados, mientras el mismo se dirigía a unos de los dos M-48 que defendían la posición, pero que no estaban en aquel sector, para advertirles y que movieran su jodido cul* hasta allí y eliminasen a aquellos cabrones que amenazaban con sobrepasar las primeras trincheras y toda la psoción si no se hacía nada.
Con el apoyo de aquellos vehículos, tres PT-76 de origen soviético, los soldados comunistas lograron acercarse más de lo que lo habían hecho hasta aquel momento durante la noche, y estaban colocando a toda la “firebase” en una posición muy delicada, si lograban forzar el perímetro y adentrarse en la base, toda ella podía caer como fruta madura.
Los proyectiles de fusilería rebotaban en el blindaje de los carros, y el CSR había fallado miserablemente tres veces. Cuando Rick regreso de avisar a los carros propios, y vio que los blindados enemigos seguían avanzando, llamó a Farris y entre los dos se hicieron cargo del CSR tras expulsar de allí a aquellos jodidos novatos que no acertaban ni aunque les fuera la vida en ello, como así era de hecho. Méndez apuntó con cuidado y disparó un proyectil de puntería de 12,7 desde el cañón de telemetría, y tras observar la pequeña nube de humo al impactar contra el PT-76, supo que había apuntado bien. Acto seguido, disparó un proyectil anticarro y acertó en la parte frontal del blindado, haciéndolo saltar por los aires e iluminando todavía más la oscura noche.
Pero la alegría duró poco, ya que otro de los blindados enemigos disparó con su cañón a la posición del CSR y aunque no acertó, la onda explosiva, sacó al cañón y a los dos servidores de su posición, atontándolo un poco.
Mientras Farris y Méndez se recuperaban del estruendo y el golpe, uno de los M-48 había logrado maniobrar por el interior de la base como para acercarse y poder disparar al enemigo. Los dos PT-76 también lo vieron y comenzó un intercambio de disparos. En primera instancia ninguno logró acertar, y todos los proyectiles se perdieron. Luego uno de 76 mm impactó en el tanque americano, pero rebotó hacía arriba y solo quedó el susto entre sus tripulantes y un rasguño en su coraza. Azuzados por el impacto, los americanos respondieron y su 90 mm acertó y destrozó a un segundo blindado comunista, pero el tercero, logró acertar de nuevo en el tanque americano y conmocionó a la tripulación en el interior del mismo, lo que dejó inservible al vehículo durante un buen tiempo. Tiempo que los defensores no tenían, ya que el enemigo comenzaba a asaltar la posición, atravesando las alambradas y haciendo detonar las minas antipersonal que había justo antes de la primera línea de trincheras. “Cagón” hizo detonar varias “Claymore” y produjo una buena sangría entre los atacantes, pero no dejaban de llegar enemigos para reemplazar las perdidas, y el PT-76 superviviente también estaba adentrándose en las posiciones americanas. La lucha por la primera línea de trincheras fue encarnizada, y uno de los novatos de la escuadra de Méndez acabó en un mortal abrazo, atravesado con la bayoneta de un “Charlie” mientras el hacía lo propio con el enemigo. Al final, “Granjero” cubrió la retirada de sus compañeros y el resto de los defensores hasta la segunda y última línea de trincheras, disparando sin descanso su M-60.
“Doc” logró llegar a donde Rick Y Bobby estaba todavía aturdidos, y tras lograr que se espabilasen, siguió su carrera en pos de atender a más heridos, pero no llegó demasiado lejos cuando un proyectil de una ametralladora pesada le destrozó la cabeza, matándolo en el acto. Farris y Méndez lo observaron atónitos, sin poder salir de su estupefacción…acababan de perder a un gran amigo, soldado y persona, así, de un plumazo y sin la menor oportunidad de hacer nada al respecto, simplemente ya no estaba. Rick trató de recuperar la compostura como pudo, y observó por unos segundos la situación a su alrededor. Estaban a punto de ser desbordados y con ello, perder la base entera. Lleno de rabia, se abalanzó tan rápido como pudo hacia la trinchera en busca del operador de radio. Trató desesperadamente de contactar con los morteros y la artillería propia, y cuando lo consiguió, ordenó un ataque sobre su propia posición. Era el momento de tomar medidas desesperadas. Tras un par de minutos en los que a duras penas consiguieron mantener a raya al enemigo, los proyectiles comenzaron a caer terriblemente cerca, y todos se resguardaron como pudieron.
La decisión que tomó Rick Méndez fue muy dura, y sobre su conciencia pesarían para siempre la vida de dos soldados que cayeron por culpa del fuego amigo. Pero supo que había hecho lo correcto cuando tras terminar el bombardeo amigo, los cuerpos de los norvietnamitas se apilaban delante de la trinchera a montones. Aquello les dio un respiro y pudo organizar la resistencia con los hombres que les quedaban, pero pronto el PT-76 siguió avanzando escupiendo fuego y amenazando a sus hombres.
Rick cogió un par de granadas de mano, y se preparaba para asaltar el blindado enemigo, despreciando el peligro, justo cuando el segundo M-48 apareció y comenzó a disparar. Al segundo fogonazo, el PT-76 quedó inmovilizado y luego comenzó a arder sin control. Los tripulantes salieron al exterior envueltos en llamas, y alguien gritó “no disparéis, dejad que se quemen, que se jodan”. Tras aquello, los pocos asaltantes comunista que todavía seguían presionando, perdieron el poco animo que les quedaba y comenzaron a retirarse en desorden.
Los defensores siguieron disparando sobre ellos para causar más bajas, mientras avanzaban para recuperar la primera trinchera. Pero poco después, se detuvieron y comenzaron a respirar aliviados, acababan de salvar in extremis su posición, la “firebase”, al vida de sus compañeros, y sobre todo, la suya propia. Aquel fue el último ataque de la noche. Al amanecer, las destrozadas posiciones americanas parecían habitadas por fantasmas, y en su exterior, cientos y cientos de cuerpos yacían calcinados, mutilados o simplemente abatidos por las balas enemigas. El olor a muerte se podía sentir a través de la bruma matinal.
Los norvietnamitas habían fracasado también en sus otros dos intentos contra las posiciones aliadas, con pérdidas estremecedoras. Al veterano General Tien Dung, compungido y malhumorado en el interior de su profundo bunker, no le quedaba otra que reconocer la derrota aquella mañana. Ya no podía lanzar nada más contra los americanos. Había perdido, era hora de reconocerlo y volver a tácticas menos costosa. Posiblemente, aquella derrota y el resultado de toda la campaña en Laos en general, llevarían a un replanteamiento general de la guerra por parte de Hanoi. Desde luego no pensaba en una rendición o una negociación o reconocer al régimen del sur su supervivencia, pero sí que retrasaría en muchos meses, cuando no años, los planes de Hanoi para reunificar todo el país, desde la frontera con China hasta el delta del Mekong. Seguramente se apostaría por volver a una guerra de guerrillas y dejar el aspecto más convencional para mejores tiempos. Sin duda era una victoria imperialista, pero era solo una victoria…el pueblo socialista de Vietnam del Norte no pensaba perder la guerra, si fuera necesario se sacrificarían muchas más vidas, de ello no había duda.
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Gran trabajo
Cuando termine podemos discutir un poco sobre cual hubiera sido la influencia en el discurrir de la guerra de semejante operación... aunque los pensamientos del general Tien Dung seguramente sean una buena aproximación
Cuando termine podemos discutir un poco sobre cual hubiera sido la influencia en el discurrir de la guerra de semejante operación... aunque los pensamientos del general Tien Dung seguramente sean una buena aproximación
- flanker33
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Gracias Sergiopl,
mis ideas al respecto las plasmaré en el relato, pero por supuesto sería un interesante debate el como habría afectado una operación así al conjunto de la guerra en Vietnam. En cuanto pueda lo termino y si quiere usted (y quien quiera apuntarse) debatimos ese y otros temas.
Saludos.
mis ideas al respecto las plasmaré en el relato, pero por supuesto sería un interesante debate el como habría afectado una operación así al conjunto de la guerra en Vietnam. En cuanto pueda lo termino y si quiere usted (y quien quiera apuntarse) debatimos ese y otros temas.
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Capítulo 21 – Hello Monsoon, Goodbye Laos.
Mientras controlaba los mandos de su helicóptero y mantenía la formación con los demás helicópteros, el Teniente Al Skinner observaba a los soldados que aquel amanecer abarrotaban los Hueys de transporte que escoltaba, no muy lejos de su “Hog”. Durante los meses de la campaña en Laos no había tenido que transportar ni ver muy de cerca a los soldados de la sufrida infantería que luchaban en los bosques y montañas de allí abajo, y tan solo la visión de algunos heridos o evacuados por fatiga de combate le había permitido apreciar como quedaban los soldados que lucharon en tierra. Pero ahora, pese a la distancia, podía ver como aquellos hombres eran apenas un rastro de lo que debieron ser hacía unos meses o incluso semanas. Ellos mismos, en su unidad habían sufrido pérdidas y la operación había sido tremendamente difícil y exigente, pero aun así, dio gracias a no tener que haber combatido en el fango contra “Charlie”.
Su mirada se clavó en dos hombres sentados al borde del Huey que los transportaba. Iban con el brazo uno por encima del hombro del otro y en sus rostros oscurecidos por la pólvora, la suciedad y la tristeza, se reflejaba un atisbo de esperanza, como el de las personas que se han librado de ser ejecutados en el último momento y todavía no terminan de creérselo. Incluso le pareció ver, aunque era imposible por la distancia, como tenían los ojos humedecidos y estaban a punto de llorar, supuso que de felicidad.
Rick Méndez había puesto una cinta en el magnetofón de “Cagón” y mientras se oía sonar en el interior del Huey “Saigon Bridge” de Joan Baez, Bobby Farris y Milton Murphy veían colgar sus piernas fuera del helicóptero que los devolvía a Vietnam del Sur, mientras el suelo pasaba a toda velocidad bajo ellos. Pero sus miradas estaban perdidas, y se limitaban a agarrarse el uno al otro como muestra de respeto y de amistad del uno al otro, como dos hombres que han sido compañeros en lo bueno y en lo malo, que han estado a punto de morir varias veces, que han visto a amigos comunes fallecer sin posibilidad de hacer nada, que han dado lo mejor de sí mismos para cumplir su misión, y que por fin regresaban a un lugar seguro, o lo más parecido a ello que había en aquel maldito rincón del mundo, habiendo sobrevivido a una pesadilla que había durado demasiados meses.
Por fin había llegado marzo, y con él, el monzón y sus lluvias torrenciales. Todos sabían que aquello marcaba el fin de las operaciones en Laos, ya que se les había informado por parte de los mandos de que así sería y de que su trabajo estaba hecho. La lluvia se encargaría de entorpecer el tránsito de refuerzos y suministros comunistas hacia el sur, quizás no tan eficientemente como un Cuerpo de Ejército de las fuerzas libres, pero lo suficiente como para permitir a este retirarse a lamerse las heridas y recomponerse, ya que mantenerse varios meses más allí no era factible sin un nuevo esfuerzo en el incremento de soldados norteamericanos en el sudeste asiático y sin aceptar las bajas derivadas de ello, y ambas cosas eran algo que el presidente LBJ ya no estaba dispuesto a tolerar por más tiempo. Así que en aquella última jornada de la operación “Nathan Hale II”, concluían cuatro días de retirada escalonada de las tropas americanas, survietnamitas y surcoreanas, dejando atrás sus posiciones y habiendo hecho todo el trabajo posible para sabotear y destrozar las vías de comunicación de la ruta “Ho Chi Minh”. El sacrificio de aquellos hombres había supuesto que, durante cinco meses los comunistas del Vietcong y del NVA que luchaban en el sur apenas les llegasen con cuentagotas las armas, municiones, medicinas y hombres necesarios para continuar la lucha contra el gobierno del sur y sus aliados del mundo libre, y aunque no había supuesto la paralización de sus operaciones, sí que se había visto un paulatino al principio, y rápido descenso después, de las acciones comunistas en el Sur, dando lugar una bienvenida tregua a las presionadas fuerzas aliadas, así como a los civiles y al gobierno survietnamita.
Muchos de aquellos soldados norteamericanos que regresaban a Khe Sanh, a Dong Ha o incluso a Hue, volverían en breve a los Estados Unidos, y a otros les aguardaba unos días o semanas de descanso antes de regresar a las operaciones de combate. A Farris le quedaban algunos meses para cumplir su turno, y se resignaba a ello, aun estando contento por haber dejado atrás la pesadilla de Laos. Rick Méndez había vuelto a renovar para quedarse otro año más allí, pero “Cagón” y “Granjero” estaban a punto de licenciarse, y ya podían “oler” el aroma a la libertad y al avión que los enviaría de nuevo a casa, aunque esta hubiera cambiado bastante desde que llegaron a aquel extraño país hacía un año, como le informaban regularmente a Bobby desde su hogar.
Lejos de allí, en su Cuartel General cerca de Saigón, el General Westmoreland y su estado mayor ya planificaban los próximos movimientos y operaciones de sus fuerzas, para aprovechar el momento e infligir todavía perdidas mayores al enemigo, tratando de alcanzar una victoria militar que tan solo era real en las mentes de algunos altos mandos militares y del gobierno. Mientras, en Hanoi, el secretario general Le Duan, y el General Giap también planificaban como mantener a sus tropas en combate, adaptándose a la nueva realidad de las pérdidas sufridas y los retrasos causados por la operación imperialista en Laos. Todo el politburó norvietnamita coincidía en que había sido un revés, pero que la guerra no estaba perdida. Costaría más tiempo, esfuerzo y vidas, pero aquella era una lucha de voluntades y de ser necesario sacrificarían uno o dos millones más de hombres para conseguir su objetivo, nadie iba a lograr imponerse sobre la firme determinación del gobierno y el pueblo norvietnamita en su objetivo por reunificar su patria y expulsar a los extranjeros y a los corruptos gobernantes del sur. Casi todos confiaban en que la victoria era todavía posible, y tan solo unos pocos observaban con gran preocupación las enormes pérdidas en hombres que había costado aquella batalla, así como la disminución de suministros y los enormes daños causados en el país con el minado de los puertos y la eliminación de muchas restricciones en los bombardeos norteamericanos en sus ciudades, aldeas, carreteras e infraestructuras.
Al final nadie, en ninguno de los dos bandos, tenía la respuesta sobre quién, cómo y cuándo se ganaría o se perdería la guerra, y si aquella había sido una batalla decisiva y un punto de inflexión en la contienda, o solo otra más de las carnicerías como las que ya se habían visto antes en aquel devastado rincón del mundo.
Y mientras los helicópteros norteamericanos sobrevolaban Laos de regreso a sus posiciones en Vietnam del Sur, desde el suelo, lo que quedaba del destrozado y maltrecho cuerpo del soldado Truong Tien Minh que todavía no había sido devorado por las alimañas o los gusanos, yacía inerte boca arriba, mientras sus oscuros y mortecinos ojos los observaban pasar.
Mientras controlaba los mandos de su helicóptero y mantenía la formación con los demás helicópteros, el Teniente Al Skinner observaba a los soldados que aquel amanecer abarrotaban los Hueys de transporte que escoltaba, no muy lejos de su “Hog”. Durante los meses de la campaña en Laos no había tenido que transportar ni ver muy de cerca a los soldados de la sufrida infantería que luchaban en los bosques y montañas de allí abajo, y tan solo la visión de algunos heridos o evacuados por fatiga de combate le había permitido apreciar como quedaban los soldados que lucharon en tierra. Pero ahora, pese a la distancia, podía ver como aquellos hombres eran apenas un rastro de lo que debieron ser hacía unos meses o incluso semanas. Ellos mismos, en su unidad habían sufrido pérdidas y la operación había sido tremendamente difícil y exigente, pero aun así, dio gracias a no tener que haber combatido en el fango contra “Charlie”.
Su mirada se clavó en dos hombres sentados al borde del Huey que los transportaba. Iban con el brazo uno por encima del hombro del otro y en sus rostros oscurecidos por la pólvora, la suciedad y la tristeza, se reflejaba un atisbo de esperanza, como el de las personas que se han librado de ser ejecutados en el último momento y todavía no terminan de creérselo. Incluso le pareció ver, aunque era imposible por la distancia, como tenían los ojos humedecidos y estaban a punto de llorar, supuso que de felicidad.
Rick Méndez había puesto una cinta en el magnetofón de “Cagón” y mientras se oía sonar en el interior del Huey “Saigon Bridge” de Joan Baez, Bobby Farris y Milton Murphy veían colgar sus piernas fuera del helicóptero que los devolvía a Vietnam del Sur, mientras el suelo pasaba a toda velocidad bajo ellos. Pero sus miradas estaban perdidas, y se limitaban a agarrarse el uno al otro como muestra de respeto y de amistad del uno al otro, como dos hombres que han sido compañeros en lo bueno y en lo malo, que han estado a punto de morir varias veces, que han visto a amigos comunes fallecer sin posibilidad de hacer nada, que han dado lo mejor de sí mismos para cumplir su misión, y que por fin regresaban a un lugar seguro, o lo más parecido a ello que había en aquel maldito rincón del mundo, habiendo sobrevivido a una pesadilla que había durado demasiados meses.
Por fin había llegado marzo, y con él, el monzón y sus lluvias torrenciales. Todos sabían que aquello marcaba el fin de las operaciones en Laos, ya que se les había informado por parte de los mandos de que así sería y de que su trabajo estaba hecho. La lluvia se encargaría de entorpecer el tránsito de refuerzos y suministros comunistas hacia el sur, quizás no tan eficientemente como un Cuerpo de Ejército de las fuerzas libres, pero lo suficiente como para permitir a este retirarse a lamerse las heridas y recomponerse, ya que mantenerse varios meses más allí no era factible sin un nuevo esfuerzo en el incremento de soldados norteamericanos en el sudeste asiático y sin aceptar las bajas derivadas de ello, y ambas cosas eran algo que el presidente LBJ ya no estaba dispuesto a tolerar por más tiempo. Así que en aquella última jornada de la operación “Nathan Hale II”, concluían cuatro días de retirada escalonada de las tropas americanas, survietnamitas y surcoreanas, dejando atrás sus posiciones y habiendo hecho todo el trabajo posible para sabotear y destrozar las vías de comunicación de la ruta “Ho Chi Minh”. El sacrificio de aquellos hombres había supuesto que, durante cinco meses los comunistas del Vietcong y del NVA que luchaban en el sur apenas les llegasen con cuentagotas las armas, municiones, medicinas y hombres necesarios para continuar la lucha contra el gobierno del sur y sus aliados del mundo libre, y aunque no había supuesto la paralización de sus operaciones, sí que se había visto un paulatino al principio, y rápido descenso después, de las acciones comunistas en el Sur, dando lugar una bienvenida tregua a las presionadas fuerzas aliadas, así como a los civiles y al gobierno survietnamita.
Muchos de aquellos soldados norteamericanos que regresaban a Khe Sanh, a Dong Ha o incluso a Hue, volverían en breve a los Estados Unidos, y a otros les aguardaba unos días o semanas de descanso antes de regresar a las operaciones de combate. A Farris le quedaban algunos meses para cumplir su turno, y se resignaba a ello, aun estando contento por haber dejado atrás la pesadilla de Laos. Rick Méndez había vuelto a renovar para quedarse otro año más allí, pero “Cagón” y “Granjero” estaban a punto de licenciarse, y ya podían “oler” el aroma a la libertad y al avión que los enviaría de nuevo a casa, aunque esta hubiera cambiado bastante desde que llegaron a aquel extraño país hacía un año, como le informaban regularmente a Bobby desde su hogar.
Lejos de allí, en su Cuartel General cerca de Saigón, el General Westmoreland y su estado mayor ya planificaban los próximos movimientos y operaciones de sus fuerzas, para aprovechar el momento e infligir todavía perdidas mayores al enemigo, tratando de alcanzar una victoria militar que tan solo era real en las mentes de algunos altos mandos militares y del gobierno. Mientras, en Hanoi, el secretario general Le Duan, y el General Giap también planificaban como mantener a sus tropas en combate, adaptándose a la nueva realidad de las pérdidas sufridas y los retrasos causados por la operación imperialista en Laos. Todo el politburó norvietnamita coincidía en que había sido un revés, pero que la guerra no estaba perdida. Costaría más tiempo, esfuerzo y vidas, pero aquella era una lucha de voluntades y de ser necesario sacrificarían uno o dos millones más de hombres para conseguir su objetivo, nadie iba a lograr imponerse sobre la firme determinación del gobierno y el pueblo norvietnamita en su objetivo por reunificar su patria y expulsar a los extranjeros y a los corruptos gobernantes del sur. Casi todos confiaban en que la victoria era todavía posible, y tan solo unos pocos observaban con gran preocupación las enormes pérdidas en hombres que había costado aquella batalla, así como la disminución de suministros y los enormes daños causados en el país con el minado de los puertos y la eliminación de muchas restricciones en los bombardeos norteamericanos en sus ciudades, aldeas, carreteras e infraestructuras.
Al final nadie, en ninguno de los dos bandos, tenía la respuesta sobre quién, cómo y cuándo se ganaría o se perdería la guerra, y si aquella había sido una batalla decisiva y un punto de inflexión en la contienda, o solo otra más de las carnicerías como las que ya se habían visto antes en aquel devastado rincón del mundo.
Y mientras los helicópteros norteamericanos sobrevolaban Laos de regreso a sus posiciones en Vietnam del Sur, desde el suelo, lo que quedaba del destrozado y maltrecho cuerpo del soldado Truong Tien Minh que todavía no había sido devorado por las alimañas o los gusanos, yacía inerte boca arriba, mientras sus oscuros y mortecinos ojos los observaban pasar.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- flanker33
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Un billete a Tchepone. Relato participativo.
Bueno, pues hasta aquí el relato. Si queréis podemos debatir si una operación así hubiese dado resultado en la realidad.
Westmoreland estaba convencido de ello, pero es difícil de asegurar nada en un conflicto como aquel.
Lo que parece más o menos seguro es que de producirse un bloqueo de la ruta Ho Chi Minh durante el invierno de 1967-68, complementado con un minado ofensivo de los puertos norvietnamitas, un bombardeo del norte con bastantes menos restricciones y entorpeciendo la vía camboyana de suministros a través de Sihanoukville, pondría en serios aprietos a los comunistas. Sus suministros llegados a través de los puertos del norte se verían seriamente reducidos, y los llegados por ferrocarril desde China, con la ampliación de los bombardeos sobre la capital y zonas de almacenamiento y vías férreas cerca de la frontera china, tampoco mejoraría sustancialmente ese suministro.
Las opciones norvietnamitas creo que pasarían por ocupar, fortificar y reforzar con un buen número de hombres y armas la zona de Laos ocupada por EEUU y sus aliados en este relato durante el verano-otoño del 68, de manera parecida a como lo hicieron antes de Lam Son 719 en el 71 cuando supieron que iban a ser atacados. Mientras que se reorganizaban y reequipaban en el norte, en el sur deberían pasar a una actitud bastante menos combativa, limitándose a tácticas de guerrilla “hit and run” y actos de sabotaje, para no exponerse a perder un número importante de hombres, armas y suministros, que ya andarían escasos, tanto por la falta de ellos llegados desde el norte, como por los combates que habían llevado a cabo para entorpecer “Nathan Hale II”.
Durante el invierno del 68-69, se debería producir un aumento de suministros al sur, pero asumiendo que los EEUU siguieran con su campaña de bombardeos y minado, además de seguir recomponiendo sus tropas, los pertrechos y refuerzos en hombres creo que tampoco serían posiblemente suficientes como para reanudar las operaciones a una escala importante en el sur durante el verano-otoño del 69. Además, habría que ver como hubiese evolucionado la política camboyana tras la intervención aliada en su territorio, y si hubiese seguido prestando apoyo a los comunistas.
Creo que hasta el verano del 70, el vietcong y los norvietnamitas no hubiesen podido reanudar sus operaciones a un ritmo importante. Si pensamos que LBJ hubiese actuado igual tras la invasión de Laos aquí narrada que como tras el Tet, por las presiones internas, y la vietnamización fuera una realidad, cabría pensar que esta estaría algo mejor preparada que en la realidad por la ausencia de una amenaza mayor durante casi dos años, y como en el 70-71 era cuando las FAS survietnamitas históricamente estuvieron a una mejor altura, es posible que esta situación estuvieran incluso mejor, y más preparada para hacer frente a una escalada norvietnamita.
Posiblemente para que los comunistas volvieran a pensar en una ofensiva al estilo del Tet, deberían esperar seguramente hasta el 72 o 73, y habría que ver como hubiese evolucionado la vietnamización, si se hubiese producido la invasión de Camboya, si se hubieran detenido los bombardeos sobre el norte, etc…
En general es difícil aventurar nada. Yo creo que los comunistas hubiesen pasado un par de años o tres bastante difíciles, pero teniendo en cuenta la tenacidad del gobierno y el pueblo norvietnamita, parece factible predecir que hubiesen aguantado y hubiesen seguido con su objetivo de reunificar el país bajo su mando. Quizás una invasión de Laos en el 67-68 hubiera retrasado su consecución unos años solamente, o quizás ese retraso hubiera hecho que la escena internacional cambiase (llegada del Pol Pot al poder en Camboya, enfriamiento en las relaciones con China,…) y unas fuerzas y un régimen survietnamita más fuerte, haría que las circunstancias para lograr esa victoria cambiasen dramáticamente hasta el punto que no la consiguiesen nunca.
Otra opción es que se hubiese llegado a un empate por agotamiento y se hubiera firmado un armisticio estilo a la guerra de Corea, o un proceso de paz como en los 50 con Francia y el sur, pero que al tiempo hubiese ido degradándose y cuando se hubieran dado las circunstancias adecuadas, hubiese vuelto a estallar.
En fin, que se puede especular bastante y nunca estaremos seguros de lo que podría haber pasado, como suele suceder con estos temas donde se altera la realidad histórica, pero no deja de ser entretenido hacerlo.
Un saludo.
Westmoreland estaba convencido de ello, pero es difícil de asegurar nada en un conflicto como aquel.
Lo que parece más o menos seguro es que de producirse un bloqueo de la ruta Ho Chi Minh durante el invierno de 1967-68, complementado con un minado ofensivo de los puertos norvietnamitas, un bombardeo del norte con bastantes menos restricciones y entorpeciendo la vía camboyana de suministros a través de Sihanoukville, pondría en serios aprietos a los comunistas. Sus suministros llegados a través de los puertos del norte se verían seriamente reducidos, y los llegados por ferrocarril desde China, con la ampliación de los bombardeos sobre la capital y zonas de almacenamiento y vías férreas cerca de la frontera china, tampoco mejoraría sustancialmente ese suministro.
Las opciones norvietnamitas creo que pasarían por ocupar, fortificar y reforzar con un buen número de hombres y armas la zona de Laos ocupada por EEUU y sus aliados en este relato durante el verano-otoño del 68, de manera parecida a como lo hicieron antes de Lam Son 719 en el 71 cuando supieron que iban a ser atacados. Mientras que se reorganizaban y reequipaban en el norte, en el sur deberían pasar a una actitud bastante menos combativa, limitándose a tácticas de guerrilla “hit and run” y actos de sabotaje, para no exponerse a perder un número importante de hombres, armas y suministros, que ya andarían escasos, tanto por la falta de ellos llegados desde el norte, como por los combates que habían llevado a cabo para entorpecer “Nathan Hale II”.
Durante el invierno del 68-69, se debería producir un aumento de suministros al sur, pero asumiendo que los EEUU siguieran con su campaña de bombardeos y minado, además de seguir recomponiendo sus tropas, los pertrechos y refuerzos en hombres creo que tampoco serían posiblemente suficientes como para reanudar las operaciones a una escala importante en el sur durante el verano-otoño del 69. Además, habría que ver como hubiese evolucionado la política camboyana tras la intervención aliada en su territorio, y si hubiese seguido prestando apoyo a los comunistas.
Creo que hasta el verano del 70, el vietcong y los norvietnamitas no hubiesen podido reanudar sus operaciones a un ritmo importante. Si pensamos que LBJ hubiese actuado igual tras la invasión de Laos aquí narrada que como tras el Tet, por las presiones internas, y la vietnamización fuera una realidad, cabría pensar que esta estaría algo mejor preparada que en la realidad por la ausencia de una amenaza mayor durante casi dos años, y como en el 70-71 era cuando las FAS survietnamitas históricamente estuvieron a una mejor altura, es posible que esta situación estuvieran incluso mejor, y más preparada para hacer frente a una escalada norvietnamita.
Posiblemente para que los comunistas volvieran a pensar en una ofensiva al estilo del Tet, deberían esperar seguramente hasta el 72 o 73, y habría que ver como hubiese evolucionado la vietnamización, si se hubiese producido la invasión de Camboya, si se hubieran detenido los bombardeos sobre el norte, etc…
En general es difícil aventurar nada. Yo creo que los comunistas hubiesen pasado un par de años o tres bastante difíciles, pero teniendo en cuenta la tenacidad del gobierno y el pueblo norvietnamita, parece factible predecir que hubiesen aguantado y hubiesen seguido con su objetivo de reunificar el país bajo su mando. Quizás una invasión de Laos en el 67-68 hubiera retrasado su consecución unos años solamente, o quizás ese retraso hubiera hecho que la escena internacional cambiase (llegada del Pol Pot al poder en Camboya, enfriamiento en las relaciones con China,…) y unas fuerzas y un régimen survietnamita más fuerte, haría que las circunstancias para lograr esa victoria cambiasen dramáticamente hasta el punto que no la consiguiesen nunca.
Otra opción es que se hubiese llegado a un empate por agotamiento y se hubiera firmado un armisticio estilo a la guerra de Corea, o un proceso de paz como en los 50 con Francia y el sur, pero que al tiempo hubiese ido degradándose y cuando se hubieran dado las circunstancias adecuadas, hubiese vuelto a estallar.
En fin, que se puede especular bastante y nunca estaremos seguros de lo que podría haber pasado, como suele suceder con estos temas donde se altera la realidad histórica, pero no deja de ser entretenido hacerlo.
Un saludo.
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Gran trabajoflanker33 escribió:Bueno, pues hasta aquí el relato. Si queréis podemos debatir si una operación así hubiese dado resultado en la realidad.
Sobre la factibilidad de una operación del estilo de NATHAN HALE II, yo creo que los principales condicionantes serían de política interna estadounidense. De lanzarse, el éxito hubiera estado no asegurado... pero hubiera sido muy probable, viendo los resultados sobre el campo de batalla durante la guerra.
Otra cosa es como habría evolucionado la situación tras la operación... y ahí estoy en la línea que comenta flanker33: seguiría tratándose de una guerra de desgaste, y es bastante probable que los americanos terminasen por retirarse igualmente. ¿Pondría NATHAN HALE II las condiciones necesarias para que el régimen de Saigón no colapsase en 1975? Tal vez si... pero es muy discutible.
También habría que ver como evolucionaría la situación interna en los EEUU cambiando una "derrota" en el Tet (que no lo fue militarmente, pero así se vendió, que es lo que cuenta a efectos de opinión pública) por una "victoria" en Laos. Tal vez fuera mas factible que los EEUU apoyaran otra vez a los survietnamitas cuando los norvietnamitas relanzaran la guerra (si es que lo hacían), algo que Ford no hizo en 1975 (aunque ahí entran otros factores internos ajenos a Vietnam).
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