La Pugna Continuación de "El Visitante"
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Excepto lo de Larache, todo ha sido por aviones basados en tierra, lo que reforzaría la estrategia italiana del portaaviones terrestre.
En cuanto a Larache, es un enfrentamiento inconcluso que podría reforzar la idea imperante en los Estados Mayores de la época, en la que los portaaviones debían debilitar al enemigo dejando a los acorazados la tarea de rematarlos. Tengamos presente que al fin y al cabo se han escapado tres acorazados dañados del ataque aéreo. Toda una flota enemiga debilitada por los ataques aéreos que se escapa por la falta de acorazados para rematarlos.
En cuanto a Larache, es un enfrentamiento inconcluso que podría reforzar la idea imperante en los Estados Mayores de la época, en la que los portaaviones debían debilitar al enemigo dejando a los acorazados la tarea de rematarlos. Tengamos presente que al fin y al cabo se han escapado tres acorazados dañados del ataque aéreo. Toda una flota enemiga debilitada por los ataques aéreos que se escapa por la falta de acorazados para rematarlos.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Tengo ganas de ver como termina este combate naval, Domper nos has dejado con la miel en los labios jejeje.
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O por falta de caza embarcada que proteja de los ataques aéreos desde la costa.Gaspacher escribió:Excepto lo de Larache, todo ha sido por aviones basados en tierra, lo que reforzaría la estrategia italiana del portaaviones terrestre.
En cuanto a Larache, es un enfrentamiento inconcluso que podría reforzar la idea imperante en los Estados Mayores de la época, en la que los portaaviones debían debilitar al enemigo dejando a los acorazados la tarea de rematarlos. Tengamos presente que al fin y al cabo se han escapado tres acorazados dañados del ataque aéreo. Toda una flota enemiga debilitada por los ataques aéreos que se escapa por la falta de acorazados para rematarlos.
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No sé si el radar enemigo funcionaba o no, si le confundieron los cruceros de Regalado, o si en el Repulse pensaron que éramos otros dos cruceros. Tampoco sé si en el crucero de batalla llegaron a recibir los avisos del hidroavión que nos seguía. Lo que sí puedo imaginar es la cara que tuvo que poner el capitán Tennant, el que mandaba el crucero de batalla Repulse —el que iba a ser blanco de nuestras armas—, cuando nos vio salir de entre el humo.
El barco enemigo estaba a 16.000 metros y nos presentaba la proa. Le seguía otro buque, un crucero bastante grande. Era una ocasión inmejorable y el capitán Topp ordenó caer a babor para presentar la banda al enemigo. Lindemann con el Bismarck hizo lo contrario, caer a estribor. Tres minutos después los grandes cañones de 38 centímetros dispararon contra el barco inglés. El Repulse también estaba virando, intentando apuntar sus cañones contra nuestro barco, pero aun no había llegado a disparar cuando una bien dirigida salva del Tirpitz lo centró. Las del Bismarck cayeron más dispersas —no tenían nuestros excelentes equipos electrónicos— pero fue el primero en alcanzar al enemigo: con su quinta media salva solo contamos tres piques: otro proyectil había debido enterrarse en las entrañas enemigas.
Segundos después fue el Tirpitz el que se anotó otro impacto. El combate fue una repetición del que habíamos librado con el Revenge en aguas islandesas: el barco enemigo se vio rodeado de explosiones y empezó a echar humo. Nos tomó como objetivo, y las salvas empezaron a caernos cerca; una nos regó con metralla. Pero el Repulse debía estar sufriendo un martirio, que empeoró cuando los barcos españoles se unieron al combate. El crucero enemigo había escapado —echando humo, no sé si eran los fumígenos o si había sido dañado— y lo mismo trató de hacer el crucero de batalla. Pero el humo no cegaba a los radiotelémetros y nuestra artillería siguió disparando contra el barco británico. También se unió al concierto la batería de 15 centímetros, que empezó a conseguir blancos. El Repulse disminuyó su marcha y, como un mes antes el Revenge, empezó a describir círculos.
Entonces recibí un aviso urgente por el intercomunicador.
—Aviones enemigos a 30° a babor.
Una decena aviones enemigos se dirigían hacia nosotros. Seis volaban bastante altos, y tras inspeccionarlos pude ver que eran monoplanos: probablemente aparatos de caza que poco podrían molestarnos. Los peligrosos para nosotros eran los que volaban bajo, unos anticuados biplanos pero que estaban armados con letales torpedos, y en cuanto recibí autorización del puente ordené disparar a mis cañones del diez y medio. Los proyectiles crearon una barrera de humo y metralla pero los aviones la atravesaron sin inmutarse. Luego empezó a disparar la antiaérea ligera, y al fin uno de los aviones enemigos fue alcanzado: dejó caer su torpedo y cayó al mar. Los otros tres siguieron hacia nosotros mientras el capitán Topp hacía virar al Tirpitz. Los biplanos lanzaron los torpedos —otro de los aviones enemigos fue derribado inmediatamente tras el lanzamiento— y el Topp hizo maniobrar bruscamente al Tirpitz para evitar los siluros de acero. Pero uno de ellos se dirigía directamente hacia nuestra banda. Cuando pensábamos que estábamos perdidos —mejor dicho, averiados, que al Tirpitz un único impacto no iba a mandarlo al fondo— el torpedo estalló: tenía una cabeza magnética defectuosa. La explosión submarina abolló un par de planchas y causó una pequeña inundación, pero nos habíamos librado de lo peor.
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No era esa la tendencia imperante en las armadas de la época, que como bien sabes aun consideraban el acorazado como el arma decisiva, cosa que no cambiaría hasta después de las grandes batallas aeronavales del pacifico con flotas destruyéndose mutuamente mediante ataques aéreos en el Mar del Coral, Midway, etc.Domper escribió:O por falta de caza embarcada que proteja de los ataques aéreos desde la costa.Gaspacher escribió:Excepto lo de Larache, todo ha sido por aviones basados en tierra, lo que reforzaría la estrategia italiana del portaaviones terrestre.
En cuanto a Larache, es un enfrentamiento inconcluso que podría reforzar la idea imperante en los Estados Mayores de la época, en la que los portaaviones debían debilitar al enemigo dejando a los acorazados la tarea de rematarlos. Tengamos presente que al fin y al cabo se han escapado tres acorazados dañados del ataque aéreo. Toda una flota enemiga debilitada por los ataques aéreos que se escapa por la falta de acorazados para rematarlos.
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Sobre esa cuestión se podría discutir largo tiempo, pues ya tras lo de Tarento hubo quien tomó nota. Incluso cuando se decidió la construcción de los KGV hubo bastantes voces discordantes dentro de la Royal Navy, sugiriendo en su lugar construir portaaviones. En Japón lo mismo, la experiencia de China había mostrado tal utilidad para los portaaviones que empezaron a ponerle cubiertas a todo lo que flotase. En cualquier caso, en 1941 había consenso (al menos entre las marinas con portaaviones) que aunque el acorazado siguiese siendo el rey delos mares, necesitaba ser apoyado por portaaviones.
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Parece que la flota del pacto puede sacarse la espina de Laranche. Menuda sorpresa para los ingleses la aparición de esos buques.
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Incluso en los años 30, antes de la guerra, había voces especialmente entre los oficiales más jóvenes que propugnaban por la superioridad de los portaaviones, pero todos sabemos que no eran los mayoritarios ni los que ocupaban puestos más decisivos en los respectivos estados mayores.Domper escribió:Sobre esa cuestión se podría discutir largo tiempo, pues ya tras lo de Tarento hubo quien tomó nota.
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Víctor Loreto Leñanza
La llegada de los acorazados alemanes fue como la de la caballería en las películas de indios. Luego supimos que todas las maniobras del almirante Regalado no eran sino una finta destinada a atraer a los barcos ingleses y cazar algún imprudente, mientras la flota de acorazados de Iachino aplastaba los convoyes de Portugal. Pero salió todo al revés, pues fue Iachino el que casi resultó aplastado. No solo se metió en un lío por no hacernos caso —mira que le advirtieron que no fuese por la costa marroquí— sino que luego se le tiró encima media Royal Navy, y bastante fue que solo perdiese un acorazado y un crucero, aunque el resto de su escuadra no quedó para muchos trotes.
Sin embargo lo nuestro, que tenía que ser una maniobra de distracción, salió de rechupete. Los ingleses en cuanto vieron venir al Canarias se dijeron “a ese le vamos a poner el cul* caliente” y mandaron un crucero de batalla para demostrar quién puede y quién no. Don Francisco Regalado se jugó el tipo, porque meterse debajo de las barbas de un barco de esos viene a ser como el divertido deporte de la ruleta rusa. Pero las llamadas de socorro que Don Francisco emitió al éter no estaban destinadas a que viniesen en nuestra ayuda submarinos, torpederos o qué sé yo, sino solo eran para guiar al comodoro Ciliax a nuestra vera. También ayudó el tiempo, pues al amainar la tormenta pudimos tender una cortina de humo que aparentemente nos escondía pero que en realidad estaba destinada a ensuciar el horizonte y cubrir la aproximación de los mastodontes de acero. No vino mal que los ingleses experimentasen sus propias dificultades con las transmisiones, y que el aviso del hidro que hubiese descubierto el pastel no llegase a los ingleses, o que si llegó fue cuando ya era demasiado tarde.
Cuando los dos acorazados alemanes salieron de entre el humo y empezaron a tirarle al Repulse, Don Francisco pensó que ya estaba bien de escapar y que la vocación de sus cruceros era hundir acorazados enemigos. Así es que se unió a la caza del crucero de batalla inglés, que resultó ser el Repulse. Mal barco para salir a pelear contra acorazados, porque era uno de esos cruceros de batalla de papel de fumar que tanto habían gustado a un tal Jacky Fisher, almirante inglés de la anterior guerra famoso por su afición a diseñar barquitos que venían a ser como petardos de feria, pero más grandes y más caros.
Los cinco cruceros hicimos un giro a estribor de 270° que nos dejó a la popa de los barcos de Ciliax. El comodoro alemán había dado libertad de acción a sus dos barcos, y el almirante pensó que él también podría ir por libre, y puestos a elegir entre el crucero de batalla y el crucerillo que intentaba salir por pies, pues que ande o no ande caballo grande. Mientras el Tirpitz empezaba a darle una buena tunda al Repulse, nuestra escuadra se acercó como quien no quiere la cosa y se unió al fuego. Con tres cruceros pesados disparando a la vez el mar alrededor del Repulse se convirtió en tal bosque de surtidores que parecía hervir. Mientras el Bismarck había tomado como blanco al otro crucero inglés intentando alcanzarlo mientras estaba a tiro.
Estábamos metidos en harina cuando el Tirpitz suspendió el fuego, pues estaba siendo atacado por aviones enemigos. La distancia era excesiva para poder prestarle ayuda, y el almirante decidió no dejar al Repulse en paz. El combate de repente estaba mucho más igualado: aunque éramos cinco, bastaba un solo pepino del Repulse para dejarnos mirando hacia Cuenca. Por suerte para nosotros el crucero de batalla estaba ya a la última pregunta, y aunque disparó contra el Canarias los proyectiles cayeron muy desviados: parece que la dirección de tiro inglesa había sido destruida y tiraba con puntería local. Los cruceros italianos tampoco se lucieron mucho más, pues su salvas caían tan dispersas que no creo que hiciesen mucho daño; pero usted ya sabe el Canarias que era el mejor tirador de la flota, y sus pepinos cayeron como lluvia sobre el barco británico. También los nuestros —ya estábamos a solo once mil metros—, y el crucero de batalla enemigo empezó a echar humo cuando los proyectiles estallaron sobre su cubierta. Porque Don Pedro, a sabiendas que los cañones del quince del Galicia no harían ni cosquillas a un blindado, ordenó usar proyectiles de alto explosivo que dejaron las superestructuras hechas un desguace.
El Repulse estaba perdiendo arrancada y comenzaba a escorar, pero seguía con la bandera en alto y disparando. Aunque nos doliese rematar a un barco tripulado por valientes, no quedaba otro remedio. El Gravina y el Galiano se acercaron y le largaron siete torpedos, acertando con dos —tampoco anduvieron muy finos nuestros compañeros—. Por entonces el Tirpitz había vuelto a la faena y estaba otra vez disparando. No sé quién fue el responsable, si los cañonazos del Tirpitz, los del Canarias o los torpedos, pero de repente en la proa del barco inglés se alzó una columna de fuego y humo de color marrón, y el crucero de batalla dio la vuelta y se hundió en apenas dos minutos. El Gravina se acercó a recoger a los náufragos: unas decenas de marinos ateridos y cubiertos de petróleo, que confirmaron que la víctima había sido el Repulse.
Mientras el Bismarck seguía dando caza al otro crucero. Tras unos minutos consiguió alcanzarlo con una salva, y a partir de entonces nada podía salvar al desventurado barco. El pobre buque —se trataba del Edimburgh— sufrió un castigo similar al del Repulse, aunque al menos pudo sobrevivir la mitad de su dotación, que recogieron entre el Galiano y el Díaz.
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Ricardo Chereguini, Carlos Arriaga. Crucero “Canarias” en dos guerras. Ed. Naval. Madrid, 1955.
El combate naval de San Vicente se libró en realidad a menor distancia del archipiélago portugués de Madeira, pero recibió ese nombre por motivos simbólicos, de la misma forma que la victoria del mariscal alemán Hindenburg sobre el ruso Samsonov tuvo lugar lejos de la ciudad de Tannenberg pero fue llamada así por una batalla medieval.
La división de cruceros del almirante Regalado había conseguido dos grandes éxitos en sus dos salidas, al haber hundido al acorazado Ramillies y a varios buques auxiliares en Gran Canaria, y al haber derrotado a un grupo de cruceros británicos al norte de las Canarias, aunque en esa ocasión no pudiese rematar a los buques dañados por la proximidad de un acorazado inglés. Las actividades de la división de cruceros, que se había refugiado en Port Étienne, en el África Occidental Francesa, estaban causando graves perjuicios a los británicos en las aguas cercanas, habiéndose visto obligados a abandonar las islas más occidentales del archipiélago canario, y a reforzar la escolta de los convoyes de evacuación de Portugal, los dirigidos al golfo de Guinea o al Atlántico Sur.
Por ello el mando conjunto del Pacto de Aquisgrán decidió que la división de cruceros actuase como cebo en la gran operación que estaba planeando. La marina inglesa había tenido que destinar gran parte de sus efectivos a proteger el reembarque del ejército de Portugal, atrapado en las cercanías de Lisboa, y se deseaba aprovechar la ocasión utilizando la ventaja de las marinas del Pacto de Aquisgrán en acorazados rápidos. Según lo previsto, la división de Regalado (que incluía dos cruceros, y seis destructores españoles, y tres cruceros italianos) debía efectuar una finta hacia el norte para atraer a la flota británica. En su estela se moverían dos divisiones de acorazados rápidos: la alemana del comodoro Ciliax, formada por los grandes acorazados Bismarck y Tirpitz, en la estela de Regalado, y la germanoitaliana del almirante Iachino, con cuatro acorazados rápidos (los italianos Littorio y Vittorio Veneto, y los alemanes Gneisenau y Scharnhorst) y seis cruceros pesados que se internaría en el golfo de Cádiz. Participarían también en la operación un centenar de aviones de reconocimiento (cuarenta de ellos del modelo alemán Condor) que debían explorar por delante de los buques del Pacto. Dos grupos de bombarderos y de torpederos especializados en el ataque marítimo atacarían a los barcos ingleses que fuesen detectados. La división de cruceros de Regalado debía cruzar entre las islas canarias occidentales, a sabiendas de ser aguas vigiladas por aviones y submarinos británicos, para facilitar su detección. Posteriormente debía bombardear las bases que los ingleses habían establecido en Madeira y así eliminar parte del dispositivo de reconocimiento enemigo, para luego dirigirse hacia el norte, intentando interceptar los convoyes de evacuación de Portugal. El mando consideraba que la presencia de la agrupación de cruceros atraería a los buques de la Royal Navy, que podrían ser encerrados entre los barcos de Iachino y Ciliax y derrotados en una batalla decisiva.
Se estimaba que la “Fuerza H” británica, mandada por el almirante Somerville, podía enfrentar a los seis acorazados y nueve cruceros pesados del Pacto un acorazado moderno y dos anticuados, un crucero de batalla y dos portaaviones. Aunque los portaaviones enemigos suponían una grave amenaza, se esperaba ponerlos fuera de combate mediante la aviación hispanoalemana basada en Andalucía y en el sur de Portugal. El principal riesgo estaba en que la Fuerza H fuese reforzada por la Home Fleet o la Fuerza R (destacada en Islandia), que los reconocimientos aéreos situaban en el Atlántico Norte buscando a los buques de Ciliax. Como distracción, una escuadra de cruceros pesados alemanes dirigida por el comodoro Kummetz (formada por el Lutzow, el Admiral Scheer, el Prinz Eugen y el recientemente finalizado Seydlitz) efectuaría una incursión en el Atlántico Norte. Aunque la salida de Kummetz tuvo que ser anulada al ser detectados sus cruceros por aviones de reconocimiento ingleses, la Home Fleet solo pudo reforzar a Somerville con el crucero de batalla Hood, pues los dos acorazados modernos King George V y Prince of Wales habían tenido que ser retirados a Scapa Flow tras una larga permanencia en el mar). El Almirantazgo ordenó que la Fuerza R se uniese a Somerville, pero el acorazado Rodney había sufrido daños estructurales en su proa intentando dar caza a los acorazados de Ciliax, y el portaaviones Argus, cuyas máquinas estaban en mal estado, había tenido que ser enviado al Clyde para su reconstrucción. Solo el lento acorazado Nelson pudo unirse a la Fuerza H. Somerville también fue reforzado por los acorazados destinados hasta entonces a la escolta de convoyes oceánicos (Queen Elizabeth, Malaya y Resolution) ya que los convoyes habían sido suspendidos temporalmente. Finalmente llegaron el acorazado Valiant, que acababa de finalizar sus reparaciones en el puerto de Nueva York, y el pequeño portaaviones Archer, cedido por la marina norteamericana. El portaaviones de escolta Audacity, que también había sido asignado a la escolta de los convoyes de Portugal, había sido hundido por el U-751 unos días antes.
En total Somerville disponía de tres portaaviones (Indomitable, que había sustituido al perdido Ark Royal, más el Furious y el Archer), tres buques de batalla rápidos (Duke of York, Hood y Repulse) y cinco acorazados lentos (Nelson, Queen Elizabeth, Valiant, Malaya y Resolution). Sobre el papel la Fuerza H era superior a la flota del Pacto, pero estaba lastrada por la escasa velocidad de sus buques de batalla y por tener un único acorazado moderno. Apoyando a sus acorazados y portaaviones Somerville tenía doce cruceros, pero la mayor parte eran cruceros ligeros antiaéreos. Solo cinco de sus cruceros eran capaces de enfrentarse a los barcos de Regalado: los pesados Berwick y Dorsetshire, y los ligeros Edinburgh, Belfast y Gambia; el resto de los cruceros ingleses estaba vigilando los accesos del Atlántico Norte, en el Índico, o dando caza a los corsarios camuflados españoles y alemanes.
El día 14 de enero un puesto de observación clandestino alertó sobre la probable salida de la división de Iachino de Gibraltar. Somerville consideró que intentaría atacar los convoyes de Lisboa, y se dirigió contra él con los acorazados Duke of York, Nelson y Valiant, el crucero de batalla Hood y sus dos portaaviones de flota. La Fuerza H navegó hacia la costa marroquí, intentando mantenerse alejado de las bases aéreas de la costa andaluza. Hubo que dejar atrás al Queen Elizabeth y al Resolution porque no podían superar los 19 nudos, y al Repulse ya que su limitada protección no permitía empeñarlo en un combate contra acorazados enemigos.
Horas después los hidroaviones de reconocimiento que operaban desde Madeira detectaron a la división de cruceros de Regalado. Somerville no temía por los convoyes de evacuación, pues los acorazados que había dejado atrás podrían defenderlos, pero no había dejado cruceros que pudiesen dar caza a los hispanoitalianos. Finalmente el almirante británico decidió enviar contra los cruceros avistados dos divisiones: una, destacada de la Fuerza H, compuesta por dos cruceros pesados y uno ligero, y otra con el Repulse y otro crucero ligero; entre las dos agrupaciones tenían que encerrar a los cruceros de Regalado. Esperaba que la presencia del crucero de batalla desequilibrase cualquier enfrentamiento.
Durante la noche la flota de Iachino fue atacada por el submarino inglés Taku, perdiendo un crucero pesado (Hipper) y sufriendo graves averías en un acorazado (Scharnhorst) y un crucero (Bolzano). Sin embargo el Taku también fue hundido y Somerville no fue informado del resultado del ataque, por lo que intentando interceptar a los barcos de Iachino se dirigió hacia Casablanca. Temiendo enfrentarse a los modernos buques de batalla de Iachino solo con el Duke of York y el Hood, se hizo acompañar de los más lentos Nelson y el Valiant, lo que retrasó su marcha. Tras descubrir a la flota del Pacto los aviones de los portaaviones Indomitable y Furious atacaron a las unidades de Iachino, averiando a los acorazados Littorio y Vittorio Veneto, y causando daños tan graves al Scharnhorst que tuvo que ser embarrancado y posteriormente desguazado. Sin embargo Somerville no llegó a conocer la magnitud de los daños causados por sus aviones, y se le informó que los acorazados enemigos se estaban volviendo hacia Gibraltar. Además el portaaviones Furious y dos acorazados habían sido dañados por ataques aéreos, y había perdido un crucero tras ser torpedeado por el submarino U-132. Considerando imposible dar caza a los barcos de Iachino, Somerville rompió el contacto y se dirigió hacia el oeste para apoyar al Repulse. Iachino consiguió volver a Gibraltar, pero la reparación de sus dos acorazados requirió seis y ocho meses, respectivamente.
Ese mismo día los cruceros de Regalado dejaron fuera de combate la base de hidros de Funchal y el aeródromo de Porto Novo, ambos en Madeira, siguiendo luego hacia el norte. A mediodía los cruceros fueron localizados por un avión. Regalado inició su retirada a baja velocidad; para hacer creíble la maniobra, se había hecho correr la especie que la Armada Española estaba escasa de petróleo. La agrupación del Repulse se acercó durante la noche, y al amanecer estaba a tiro de cañón. Durante hora y media los cruceros del Pacto esquivaron un ataque aéreo protagonizado por los aviones del portaaviones Archer y el fuego de larga distancia del Repulse.
Mientras, los dos acorazados de Ciliax, que navegaban por detrás de Regalado, se unieron a los cruceros hispanoitalianos. Estos tendieron una gran cortina de humo, aparentemente para protegerse del fuego del Repulse, pero en realidad para cubrir la llegada de los barcos alemanes. Una vez reunidos Ciliax y Regalado, la flota combinada sorprendió y hundió al crucero de batalla Repulse y al ligero Edinburgh. Posteriormente Ciliax pretendía atacar a los convoyes que se dirigían a las Azores pero fue alertado por un Condor de la aproximación de la Fuerza H: tras recibir las llamadas de socorro del Repulse y del Edinburgh, Somerville se dirigía a revientacalderas con el Duke of York, el Hood y el Indomitable. Ciliax, que había tomado el mando táctico de la agrupación, esquivó el enfrentamiento con los buques ingleses y volvió a las Canarias. Somerville no se atrevió a acercarse a las bases aéreas de Tenerife y renunció a la persecución. También ordenó al portaaviones de escolta Archer que se retirase: estaba a poco más de sesenta millas de los buques del Pacto, pero andaba poco más de 15 nudos, solo estaba escoltado por tres destructores, y había sido detectado por un avión de reconocimiento alemán; corría el riesgo de sufrir el mismo destino que el Glorious. Los buques de Ciliax no sufrieron nuevos ataques, y el 18 de enero entraron en Santa Cruz de Tenerife, reuniéndose con los petroleros que habían llegado procedentes de Port Étienne.
A pesar del éxito que significó el hundimiento del Repulse, la pérdida del Scharnhorst y los daños sufridos por los acorazados de Iachino hicieron que la Royal Navy conservase la superioridad en el Atlántico Central, que se acrecentó cuando la Home Fleet se reunió con la Fuerza H; sin embargo los acorazados de Ciliax habían demostrado ser enemigos muy peligrosos, y en lo sucesivo la Royal Navy decidió no enfrentarse con ellos si no contaba con superioridad numérica. La decisión comprometió la escolta de los convoyes atlánticos al tener que ser escoltados —al menos los más valiosos— con dos o más buques de batalla.
Sorprendentemente el almirante Somerville no fue relevado a pesar del fracaso en la persecución de Iachino y la pérdida del Repulse y el Edinburgh. Aunque testigos presenciales relataron el acceso de furor que sufrió el primer ministro británico Winston Churchill, las recientes destituciones de los generales Auchinleck y Alan Brooke en julio, y las de Wilson y Alexander en diciembre, junto con la grave crisis irlandesa, habían enfrentado al premier con el Estado Mayor Imperial, y Churchill prefirió seguir contando con la lealtad de la marina.
Tres días después de la llegada a aguas canarias de los acorazados de Ciliax y los cruceros de Regalado la flota combinada se presentó ante Fuerteventura. Bajo su protección varios convoyes desembarcaron una brigada española y otra italiana en las playas de Corralejo, al nordeste. Bombardeados por los cañones de la flota y por los aviones del Sáhara y de Tenerife, superados numéricamente y sin esperanzas de socorro, la guarnición británica capituló cuatro días después. Inmediatamente después comenzaron las reparaciones del aeródromo de Tefía; tras solo doce días empezaron a operar desde la base bombarderos españoles, que hicieron desesperada la situación de la guarnición canadiense de Gran Canaria.
Una lluvia de condecoraciones recayó en los protagonistas del combate. El almirante Marschall y el comodoro Ciliax fueron premiados con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, y los capitanes Topp y Lindemann (comandantes de los acorazados Tirpitz y Bismarck), con la Cruz de Hierro de primera clase. Ciliax también fue ascendido a contralmirante. Los comandantes de los cruceros italianos que acompañaban a Regalado fueron condecorados con la Medaglia d'argento al valor militare. Los comandantes alemanes e italianos también recibieron la Orden Imperial del Yugo y las Flechas. España creó para los participantes en la acción la medalla “Batalla de San Vicente”, y todos los buques participantes en la acción fueron galardonados con la Medalla Militar Colectiva. El contraalmirante Regalado recibió la Medalla Militar Individual, fue ascendido a vicealmirante por méritos de guerra (aunque el ascenso tardó varios meses en ser efectivo para no crear conflictos de mando con las otras marinas), y en lo sucesivo ostentó el título de Conde de San Vicente.
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No entiendo tantas campanas al vuelo a no ser que traten de ocultar lo que es una derrota sin paliativos.Domper escribió:Una lluvia de condecoraciones recayó en los protagonistas del combate. El almirante Marschall y el comodoro Ciliax fueron premiados con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, y los capitanes Topp y Lindemann (comandantes de los acorazados Tirpitz y Bismarck), con la Cruz de Hierro de primera clase. Ciliax también fue ascendido a contralmirante. Los comandantes de los cruceros italianos que acompañaban a Regalado fueron condecorados con la Medaglia d'argento al valor militare. Los comandantes alemanes e italianos también recibieron la Orden Imperial del Yugo y las Flechas. España creó para los participantes en la acción la medalla “Batalla de San Vicente”, y todos los buques participantes en la acción fueron galardonados con la Medalla Militar Colectiva. El contraalmirante Regalado recibió la Medalla Militar Individual, fue ascendido a vicealmirante por méritos de guerra (aunque el ascenso tardó varios meses en ser efectivo para no crear conflictos de mando con las otras marinas), y en lo sucesivo ostentó el título de Conde de San Vicente.
El computo global es:
Acorazados — cruceros pesados — cruceros ligeros (hundidos+dañados)
UPE
1+2 — 1+1 — 1+1
U.K.
1 — 0 — 2
Con el agravante que a excepción del Cervera, todas las bajas de la UPE han sido buques modernos de menos de diez años; el Scharnhorts hundido, y el Littorio y el Vittorio Veneto gravemente dañados, en cruceros pesados el Hipper hundido y el Bolzano gravemente dañado, y en cruceros ligeros el Cardona al fondo, y el mencionado Cervera gravemente dañado.
Y frente a ellos los británicos han perdido un viejo crucero de batalla de la ww1 sin modernizar, un crucero ligero y uno antiaéreo, y caricias en algunos otros buques que no precisarían ni dique seco...
De sorprendente nada, Churchill debería estar aplaudiendo con las orejas y repartiendo condecoraciones como quien reparte caramelos la ocasión lo merece, han dado un repaso de ordago a los continentales y ha logrado la victoria que necesitaba para salvar la poltrona.Domper escribió:Sorprendentemente el almirante Somerville no fue relevado a pesar del fracaso en la persecución de Iachino y la pérdida del Repulse y el Edinburgh. Aunque testigos presenciales relataron el acceso de furor que sufrió el primer ministro británico Winston Churchill, las recientes destituciones de los generales Auchinleck y Alan Brooke en julio, y las de Wilson y Alexander en diciembre, junto con la grave crisis irlandesa, habían enfrentado al premier con el Estado Mayor Imperial, y Churchill prefirió seguir contando con la lealtad de la marina.
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Por cierto, cuando relatas el ataque a la escuadra de Iachino, los acorazados precisan cinco meses y un año de reparaciones respectivamente, y en el resumen son seis y ocho meses.
Domper escribió:Iachino consiguió volver a Gibraltar, pero la reparación de sus dos acorazados requirió seis y ocho meses, respectivamente.
El Bolzano entró en la bahía horas después. En Gibraltar los tres barcos recibieron reparaciones de emergencia que les permitieron dirigirse a Livorno y Génova. Pero las reparaciones del Véneto costarían cinco meses, y un año las del Littorio.
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- Registrado: 13 Ago 2014, 16:15
La Pugna Continuación de "El Visitante"
Sí, pero el fracaso ha sido sobre todo italiano. La parte española ha salido de perlas, y se ha conseguido volver a Canarias. Además, aunque en conjunto hayan sido unas tablas costosas para ambos bandos (un acorazado moderno pero pequeño y un crucero pesado contra un crucero de batalla viejo pero bastante útil y dos cruceros) los ingleses no han podido impedir que los barcos españoles y alemanes queden basados en Canarias.
Respecto a daños, hay dos acorazados modernos y un crucero pesado dañados, contra un portaaviones. Si incluimos el combate anterior, se añade un crucero ligero dañado y otro (pequeño hundido) contra tres seriamente dañados. Y con el anterior, se suma un acorazado y un portaaviones inglés hundidos, más un crucero de batalla dañado. Más lo del Revenge.
En resumen:
Pacto (pérdidas definitivas): un acorazado pequeño moderno, un crucero pesado y uno ligero. Y algunos buques de apoyo.
Royal Navy: un crucero de batalla, dos acorazados viejos y un portaaviones, un crucero pesado y uno ligero, más dos convoyes y unos cuantos cruceros auxiliares.
De todos los encuentros, solo el de Larache ha sido ventajoso para los ingleses, y ha sido por obra y gracia de un submarino. Somerville ha dejado escapar a la flota enemiga perdiendo una ocasión como la de Jutlandia... mientras le hundían un crucero de batalla.
Vamos, que salvo el fiasco de Larache, en conjunto el Pacto ha salido ganando. Cierto que ha perdido la ventaja en acorazados (ventaja nominal porque los Littorio para lo que servían y nada...) pero tiene ahora tres acorazados rápidos en aguas canarias, y dispone de bases en las islas.
Saludos
P.D.: ahora cambio el resumen; gracias.
Respecto a daños, hay dos acorazados modernos y un crucero pesado dañados, contra un portaaviones. Si incluimos el combate anterior, se añade un crucero ligero dañado y otro (pequeño hundido) contra tres seriamente dañados. Y con el anterior, se suma un acorazado y un portaaviones inglés hundidos, más un crucero de batalla dañado. Más lo del Revenge.
En resumen:
Pacto (pérdidas definitivas): un acorazado pequeño moderno, un crucero pesado y uno ligero. Y algunos buques de apoyo.
Royal Navy: un crucero de batalla, dos acorazados viejos y un portaaviones, un crucero pesado y uno ligero, más dos convoyes y unos cuantos cruceros auxiliares.
De todos los encuentros, solo el de Larache ha sido ventajoso para los ingleses, y ha sido por obra y gracia de un submarino. Somerville ha dejado escapar a la flota enemiga perdiendo una ocasión como la de Jutlandia... mientras le hundían un crucero de batalla.
Vamos, que salvo el fiasco de Larache, en conjunto el Pacto ha salido ganando. Cierto que ha perdido la ventaja en acorazados (ventaja nominal porque los Littorio para lo que servían y nada...) pero tiene ahora tres acorazados rápidos en aguas canarias, y dispone de bases en las islas.
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Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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