LA FRACTURA

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
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Mensaje por Domper »

El segundo prototipo del Nova N21A Spatha (C.21A en la denominación del Ejército del Aire) había sido trasladado al aeropuerto de Santander, donde debía probarse la catapulta que se estaba diseñando para la Armada. Paradójicamente, una vez se trasladó todo el equipo a la localidad cántabra, cuyo aeropuerto había sido elegido por estar junto al mar y poderse llevar cargas pesadas, resultó que el viaje había sido innecesario: en la fase de diseño se decidió que en lugar de usarse una caldera naval de alta presión se emplearía un calderín eléctrico; aunque el método era más ineficiente respecto al consumo de energía, simplificaba en gran medida el diseño de los portaaviones; cuando a los ingenieros navales se les informó que podían saltarse el complejo sistema de alimentación, chimeneas, etcétera, suspiraron de alivio.

El prototipo de la catapulta había sido probado lanzando grandes cargas: triciclos con lastre que simulaban ser aviones. Cuando se consiguió que funcionase sin fallos se decidió probarlo con un avión real, que fue el prototipo del Spatha, hasta ahora el único avión con equipo naval. Salvo los F-18, claro está, pero se consideraban demasiado valiosos como para arriesgarlos. El despegue del Spatha, cuyos motores no tenían posquemador y eran de potencia limitada, iba a ser asistido por cohetes.

Como precaución, el aparato iba a ser lanzado con la cabina abierta, y se comprobó una y mil veces el asiento eyectable y el paracaídas. El piloto de pruebas, el comandante Salvatierra, estaba preparado para accionar el mando que lo expulsaría del avión. Pero el despegue no presentó incidentes. El empuje de los motores y el de la catapulta se sintió como una fenomenal coz, que lanzó al avión al aire. Al no haber viento relatico el Spatha había despegado aligerado, con solo media carga de combustible; pero en el mar la velocidad del portaaviones permitiría despegar con cargas mayores.

No solo había técnicos españoles; unos ingenieros norteamericanos contemplaron muy interesados la operación: significaba que aviones pesados podrían operar desde los portaaviones que estaban construyendo. Aunque iba a ser necesario modificarlos casi por completo, pues la pista de madera de los Yorktown sería incompatible con los reactores.

Al mismo tiempo, otros ingenieros trabajaban en el desarrollo de otro equipo también muy importante. Auxiliados por norteamericanos, estaban construyendo el prototipo de un sistema de frenado.

En Cádiz y el Ferrol siguió la construcción de los dos grandes portaaviones, ahora con más tranquilidad: se podría prescindir de la engorrosa rampa de despegue.



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Mensaje por urquhart »

MAR TIRRENO, A BORDO DEL SCIRE

Ante Borghese, De la Penne y Gandolfi un mapa de Córcega... si los españoles se habían establecido en la Isla, y ponían en servicio varios aérodromos, la Italia Occidental estaba al alcance de los aviones españoles.

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Estaban seguros que en cualquier momento, algún aparato español volaría sobre Roma, ante la impotencia de la Regia Aeronautica de interceptarlo, o del Esercito de derribarlo ni siquiera con sus más caapces 90 mm.

En lo que a la flota se refería, La Spezia y Livorno quedaban al alcance de la aviaicón española, al igual que los astilleros de Génova y Savona... al menos los españoles carecían de buques armados con cañones de grueso calibre, ahorrando a la Regia Marina el bochorno que le había producido el bombardeo de la costa ligur en junio de 1940 (1) y en febrero de aquel año (2).

Ahora la misión de GAndolfi y de De la penne era aproximarse a alguno de los aeródromos en manos españolas e intentar reunir toda la información posible; especialmente de las defensas , en caso que la Regia Aeronautica intentara destruirlos. Borghese dudaba de la capacidad de ésta para tal misión, incapaz como se había mostrado de impedir que los británicos continuaran usando los aeródromos de Malta.

De una cartera de piel, saco uno de los secretos mejor guardados; la foto de uno de los aparatos españoles que había interceptado a los hidros de la Regia Marina, justo antes de la advertencia de Vázquez al principe Amión... en realidad una amenza y que los españoles habían cumplido

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Luigi, Giulio, esta es la fotografía de uno de los aparatos españoles que interceptaban a nuestros hidros en las Baleares... fijaos bien, son sobre los que debemos informar...

No parecen armados

Cierto, pero de los otros que poseemos información de primera mano son bimotores a hélice, y que según cálculos pueden ser interceptados por nuestros mejores cazas...

Pero deben ser estos los que derribaron los hidros...

Al parecer los españoles deben disponer de algún aparato con más capacidad. Según los franceses, los españoles hicieron morder el polvo a los alemanes en la vertical de la frontera... en una batalla con decenas de aviones... Los gendarmes franceses pudieron hacer fotos de alguno de los derribados, todos alemanes... hasta que llegaron tropas alemanas...

Debereís informar asi mismo de cualquier otro avión propulsado por esos motores sin hélice


Desde cuando sabemos este extremo?

Según tengo entendido los franceses lo comunicaron a Roma poco antes de la defección de Darlan, supongo que buscando compartir información sobre las capacidades españolas... pero al parecer los alemanes lo negaron todo; como de costumbre. Giulio, cuando estuviste en Alicante, ¿se sabía algo?

Valerio, pocas noticias había sobre el conflicto. Algunas notas sobre las misiones de las fuerzas españolas para mantener la neutralidad, el rescate de algún aviador o marinero... y los anuncios ofreciendo buenos salarios en la Armada y el Ejército españoles... poco más... las revistas gráficas solo hacían mención a una tal Belén Esteban y sus problemas con el Fisco...

En fin, cumpliremos nuestra misión. Hagamos pasar a Martellotta y Marceglia (3). Os acompañaran en esta ocasión.




(1) Marine Nationale, 13 de junio de 1940 bombardeo de SAvona y Génova. Cruceros Argelie, Foch, Dupleix y Colbert
(2) Operación Grog. Bombardeo naval de Génova, HMS Malaya y aernoaval de la Spezia, HMS Ark Royal, y minado de Livorno.
(3) Vincenzo Martellotta y Antonio Marceglia, junto a Emilio Bianchi, Mario Marino, Spartaco Schergat, y Luigi Durand de la Penne; tomaron parte del ataque a Alejandría de la X MAS en diciembre de 1941, Operación G.A.3, a las ordenes de Julio Valerio Borghese.


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Mensaje por Domper »

El coronel general Halder siguió revisando las estimaciones que se tenían respecto al armamento del ejército español. Por desgracia, las fuentes eran pocas y de fiabilidad relativa: en su mayor parte, declaraciones de desertores como un tal Jaume, algunos libros adquiridos clandestinamente, y unos pocos dispositivos electrónicos, que además habían dejado de funcionar en poco tiempo.

En cualquier caso, lo que se sabía hablaba de un enemigo muy tecnificado, con armas de capacidad increíble, pero en cantidades ridículas. Al parecer solo tenían 227 tanques, de un tipo pesado llamado Leopardo. El tanque ese era, como no, impresionante: con sesenta toneladas y cañón de 120 mm, superaba de largo incluso al tanque Tiger que pronto empezaría a salir de las fábricas, y había llevado al desarrollo de un monstruo de 70 Tn y cañón de 128 mm, que no estaría disponible en al menos doce o dieciocho meses. Pero eran solo doscientos tanques, cuando la Wehrmacht podía alinear cuatro mil para la invasión de España: tras estudiar la derrota de Alemania —en la que coincidían los libros adquiridos con lo que ponía en las “tablets”— se había decidido que era crítico disponer de más armamento, lo que había llevado a exigir el máximo a la industria del Reich, y también a la conversión de gran número de tanques franceses capturados en cañones de asalto.

Eso significaba que Alemania podía lanzar contra cada tanque español veinte blindados; según los desertores, los españoles tenían menos munición perforante que tanques los alemanes.

España tenía, según los informes, un número bastante grande de blindados de otros tipos, sobre todo transportes de tropas semejantes a los semiorugas aunque con armamento más potente. En cualquier caso no eran enemigo para los tanques alemanes, salvo tal vez los ochenta “Centauro”, una especie de cazacarros con ruedas con un gran cañón.

En la aviación el desequilibrio era aun mayor. Los desertores decían que en España no se fabricaban aviones y ni siquiera repuestos, por lo que de los doscientos aviones que tenían con suerte quedarían unas decenas. Paradójicamente, las recientes acciones militares españolas parecían confirmarlo. En el enfrentamiento de los Pirineos habían usado un tipo de avión que llamaban “F-5” que era de escuela, y según los italianos, contra ellos habían empleado otro avión e escuela, el “C-101”. Los reconocimientos se hacían con aviones que, según las fotos, eran aviones de pasaje modificados. Casi con seguridad los españoles estaban detrás del asunto de Moscú, y no se sabía qué arma habían empleado; los radiotelémetros alemanes solo habían mostrado el sobrevuelo por aviones que parecían de esos aparatos de pasajeros; era posible que les hubiesen adaptado bombas. También habían usado aviones de pasaje modificados para escoltar a sus convoyes transatlánticos. Asimismo parecía muestra de desesperación que hubiesen comprado material norteamericano, y que estuviesen construyendo aviones convencionales, que podían verse en las fotos tomadas en Córcega por un agente.

Con todo, Halder no se creía las declaraciones de Goering, que decía que podría acabar con la aviación española en un día. Desde luego no conseguiría derrotar a los españoles en el aire: a pesar de las declaraciones altisonantes del Reichsmarschall, no se habían encontrado restos de ningún avión derribado. Esos cohetes dirigidos que usaban, los “misiles”, estaban mostrando ser letales, y además ahora se los habían vendido a los ingleses. Pero los cazas hispanos necesitaban pistas muy largas, pavimentadas, y en el norte de la Península solo tenían la de Zaragoza. Había aeropuertos civiles que seguramente usarían, pero su centro de operaciones estaba en la capital aragonesa. Destruyendo esa base, se podría anular a los aviones españoles. El mariscal Sperrle había confeccionado un plan que aunque resultaría costoso, prometía dar buenos resultados: durante la noche grupos de cazabombarderos Me 110 y Ju 88 cruzarían los Pirineos por los pasos de las montañas, para luego volar lo más bajo posible. Sería una operación peligrosa y seguramente muchos aviones se estrellarían por esas montañas que en España había por todas partes, pero así se esquivaría la cobertura del radar. Los alemanes atacarían los aeropuertos españoles cercanos a la frontera: no solo Zaragoza sino también Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Huesca, Lérida, Sabadell, Gerona, Barcelona y Reus. Lanzarían pequeñas bombas para dañar las pistas e inmovilizar al enemigo en tierra; luego una gran masa de aviones aplastaría las instalaciones.

Sperrle esperaba perder 300 aviones, la cuarta parte de la fuerza inicial de bombarderos. Halder, más realista, temía que las bajas se doblasen. Pero tras el primer golpe la aviación española desaparecería, y los Stuka podrían acabar con los supertanques españoles.

Respecto al resto, el balance del ejército español solo señalaba una cosa: debilidad: apenas 40.000 hombres, contra los tres millones de alemanes. Poco más de 200 cañones de campaña, cuando Alemania tenía decenas de miles. Daba lo mismo que tuviesen “misiles” antitanque: la artillería acabaría con ellos.

Lamentablemente, la orografía jugaba en favor de España, escudada en sus montañas. Solo los extremos de la cordillera eran aptos para una ofensiva; sería ahí donde se efectuasen los esfuerzos principales: cada paso sería asaltado por un grupo de ejércitos. El ataque inicial lo llevaría a cabo en cada lado un ejército de infantería, unas diez divisiones, apoyado por batallones independientes de cañones de asalto. Tras anular a la aviación española la Luftwaffe y la artillería aplastarían con su masa de fuego a los defensores, abriendo pasos para los tanques.

Era de esperar que los españoles tratasen de defenderse en profundidad, táctica predilecta en el siglo XXI según los libros; pero sus principales centros fabriles se hallaban a corta distancia de la frontera y los tendrían que defender: no podrían cambiar espacio por tiempo. En cuanto se detuviesen en algún punto, la increíblemente superior potencia de fuego alemana acabaría con ellos. Hasta que no les quedasen más reservas y quedase libre el acceso al interior de España.

El resto de los pasos pirenaicos no sería olvidado: otro ejército de infantería tendría la misión de asaltar y tomar los principales pasos fronterizos, que serían cruzados por unidades mecanizadas: aunque el terreno fuese imposible para los tanques (en teoría) tanto los desertores como los diplomáticos hablaban de extensísimas redes de carreteras, y los españoles no podrían defender todo.

El objetivo de la operación Alarico iba a ser destruir al ejército español en los primeros diez días de combate, en batallas en la frontera en la que el número alemán superase a la capacidad de las armas del futuro. Seguramente sería una operación horriblemente costosa; pero luego España y sus secretos tecnológicos caerían como una fruta madura. Con sus secretos, Alemania podría conseguir la preeminencia que la raza aria merecía.

Lo ideal sería iniciar el ataque cuanto antes: el verano español era ideal para las operaciones militares. Pero el asesinato de Stalin había trastocado todos los planes. El Führer siempre había visto a la Unión Soviética como el terreno que precisaba la raza aria para su pleno desarrollo, y en los enfrentamientos ocurridos tras la muerte de Stalin había visto su oportunidad. Había ordenado preparar la invasión de Rusia ese mismo verano, para lo que había sido preciso empezar el traslado de tropas.

Pero Halder había recomendado que antes de atacar a la URSS se acabase con España. El verano estaba avanzado, y no se podría conquistar Moscú antes del invierno, salvo que la Unión Soviética cayese en la guerra civil; Halder iba a recomendar mantener en el este una fuerza suficiente para intervenir en tal caso. Tampoco recomendaba atacar inmediatamente a los españoles: incluso un ataque dentro de un mes implicaría realizar movimientos de tropas que no pasarían desapercibidos, y gran parte de la Wehrmacht estaría aun en el este y no podría participar en la operación. Tras un largo debate, se aceptó la propuesta del coronel general: retrasar la ofensiva tres meses. Aunque significaba lanzar el ataque en otoño, el bonancible tiempo español no resultaría excesivo obstáculo, y las carreteras que los hispanos habían tenido la gentileza de construir les ahorrarían tener que lidiar con el lodo.



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CÓRCEGA

Antonio Marciegla estaba fotografiando todo lo inimaginable... a pesar de las advertencias de Borghesse, De la Penne y Gandolfi; en aquel aérodromo no había aviones cohete... todos eran aviones propulsados por hélice; tal vez de un diseño más avanzado que el de los propios italianos, pero aviones a hélice después de todo.

Acostumbrado a los pocos aparatos de la Regia Marina, todos acababan siendo parecidos; si se quería apreciar alguna diferencia, es que estaban pintados de gris, y que no se apoyaban sobre su cola... CLICK

Buscaba los habituales cañones de la antiárera, pero con excepción de unas armas bitubo, no las veía tan sorprendentemente diferentes a las Breda de 20 mm.

Al parecer cada dos o tres armas, estaban asociadas a un pequeño barracón; posiblemente un generador que permitiera apuntar el arma de forma motorizada en lugar de manual....

De los aparatos que se mantenían estacionarios, no apreció ninguno; seguramente Borghesse y los otros fueran presas del pánico en Alicante...

Todo parecían fantasías, sobre todo cuando pudo fotografiar un bimotor... CLICK

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No había para tanto... sí, posiblemente los españoles dispusieran de alguna capacidad superior como la de los aparatos que habían interceptado los hidros, pero poco más... ni un triste cañón antiaéreo, y en cuanto a las patrullas, escasas ... aquella misión le parecía una pérdida de tiempo...

De repente un ruido ensordecedor le sacó de su ensimismamiento... la sorpresa fue tan grande que fue incapaz de reaccionar, aunque de forma instintiva pudo fotografiar aquel monstruo volante... el sol cegó a Antonio

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C14B

Torre, aquí Bodrio 38... creo que tenemos visita... reflejo en cabecera de pista... continuo hacia misión...

Bodrio 38, aquí torre, enviamos patrulla. Le pasamos a Misión, buena caza...


PATRULLA MÓVIL 3

Torre a Patrulla Móvil 3... posible intruso en cabecera pista.

Patrulla a Torre, entendido... chicos, recordad; ver, oír y callar... si el tipo no es un saboteador, dejemosle hacer...


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LIVORNO

Aimón de Aosta-Saboya había fracasado en su misión de establecer puentes entre el rey Victor Manuel y los Españoles, sobretodo desde el giro de 180º que había transformado a Umberto (1) en un belicista convencido.

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Aimón de Saboya-Aosta/Aimone di Savoia-Aoste

A pesar de sus reticencias al actual estado de cosas, Aimón no podía abstenerse de sus deberes militares; debía ser digno hijo de su padre, Emanuel Filiberto (2), el General que mantuvo con su III Armata las líneas italianas tras Caporetto; o de su hermano Amedeo, héroe de Abisinia.

Como Almirante, solicitó destino en las flottiglie MAS, siendo asignado al Mando del Inspettorato MAS(2). Paradojas de la vida, de buscar la entente con España, a estar involucrado en una de las unidades que actuaban contra aquélla.

(1) Aimón de Saboya-Aosta sería lugarteniente del Reino con Umberto

(2) Emanuel Filiberto fue conocido como el Duca Invitto; y tras el desastre de Caporetto, y al lograr recomponer la línea italiana gracias a que su III Armata no se diluyó, fue considerado para ocupar la Jefatura del Esercito.Al parecer, Victor Manuel, celoso de la fama de su primo, decidió proponer a Armando Díaz. En Vittorio, los relatos hablan de un Emanuel Filiberto a la cabeza de sus tropas, que le adoraban. Concretamente, en el Bolletino de la Victoria se lee: El Duca d' Aosta está avanzando a la cabeza de su invencible III Ejército , con la esperanza de volver a las posiciones que ya habían conquistado victoriosamente, que nunca habían perdido (en referencia a la toma de Gorizia en 1916)

(3) en la realidad, ocupó tal cargo, GeneralMAS, en 1942. SU relación con la fuerza MAS venía desde mucho antes, llegando a diseñar en 1936 el MTM, o Motoscafo Turismo Modificato; como los que significarían la pérdida del HMS York


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Mensaje por Domper »

El JEMAD estaba reunido con el Presidente del Gobierno, sus vicepresidentes, el de Asuntos Exteriores, el de Industria y el de Defensa.
—No tenemos dudas. Los alemanes se han decidido a atacarnos.
Aunque esperada, la noticia cayó como una bomba. Todos quedaron en silencio, pensando en las consecuencias que podría tener para España.
—¿Es seguro? —preguntó el presidente.
—Sí, Excelencia. Los mensajes que hemos interceptado no dejan lugar a las dudas.

—¿No habían modificado el sistema? —preguntó el ministro de Industria, que tenía algunos conocimientos técnicos.

—Sí, excelencia, pero no ha sido obstáculo para nuestro servicio de inteligencia. Los alemanes han sabido gracias a filtraciones y desertores que su sistema de cifrado de mensajes había sido roto por los ingleses, y se han apresurado a cambiarlo. Primero han usado una variante de la máquina Enigma pero con un rotor más, y han cambiado el cableado de los rotores. Suponemos que pensaban en las dificultades que causaron a los ingleses cuando la Kriegsmarine lo hizo en 1942, y que así lograrían unos meses de plazo. Desde luego, no sabían de la capacidad de nuestros equipos criptoanalíticos. Ahora están distribuyendo una máquina derivada de la Enigma con doble bancada de rotores. Creen que el sistema es completamente seguro, pero han cometido tantos errores durante su distribución que también hemos conseguido romper el nuevo sistema de cifrado.

—¿Errores? ¿Han perdido alguna máquina? —preguntó uno de los vicepresidentes, cuya formación en Derecho no le ayudaba a conocer los intríngulis de la seguridad de las comunicaciones.

—No hemos tenido esa suerte, Excelencia. Me refiero a errores al operar con sus nuevos equipos. En varias ocasiones han tenido estaciones que emitían el mismo mensaje con las Enigma modificadas y con las nuevas máquinas, que llaman “Versteckt”, es decir, “Oculta”. Cometiendo semejantes fallos ha sido un juego de niños romper sus cifras.

—¿Está seguro que no es un engaño? —siguió inquiriendo el vicepresidente.

—Sí, excelencia. No es un engaño. Los alemanes no están emitiendo mensajes cifrados con sistemas que no conozcamos. Pero no es la única fuente. Hemos “pinchado” gran parte de la red telefónica y telegráfica francesa. Los alemanes no lo saben, y pensando que son seguras siguen usando una variante de la Enigma para el telégrafo, y hablan en claro por teléfono. No tenemos los planes completos de las operaciones que piensan realizar, pero sí suficientes indicios para pensar que están preparando una ofensiva para finales de octubre o para noviembre.

—Tres meses. Tres meses y estaremos en guerra— dijo el otro vicepresidente.



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ROMA

Almirante Riccardi, los alemanes nos han prometido ingentes cantidades de combustible para nuestros buques. También harán entrega de algunos equipos tecnológicos...

Duce, ¿qué piden a cambio?

De momento quieren que mantengamos vigilados y ocupados a los británicos en Malta, y que estemos preparados para reaccionar a cualquier intennto de los francese de Argel de ponerse a las ordenes de Londres.

En la actualidad son las misiones que mantenemos en curso; junto con la vigilancia de Córcega...

¿Y las Baleares y la Costa Levantina?

Duce, las pérdidas de submarinos y aviones de reconocimiento en las zonas que el Embajador de España ante la Santa Sede delimitó al Almirante Saboya-Aosta son elevadísimas... no podemos continuar con el ritmo de pérdida de unidades que supone vigilar los puertos españoles, a cambio de escasísima información. Nuestra capacidad de reposición de las pérdidas es inferior al deseable; mucho más si hacemos referencia a la pérdida de dotaciones entrenadas.

Disponemos de una flota de 106 sommergibile....

Disponíamos Excelencia, disponíamos. Se han perdido las unidaes del Mar Rojo, y varios sommergibile han sido hundidos por los británicos y franceses rebeldes... sin contar los digamos misteriosamente desparecidos en aguas españolas... o al intentar cruzar el Estrecho de Gibraltar para unirse a Betasom...

Almirante Ricardi, no ignoro la acritud con la que la decisión de envío de sommergibile al Atlántico fue recibida, al igual que los bombarderos que particparon en los ataques a Inglaterra, pero se trata de una cuestión política...

Excelencia, solo informo, no opino...

Respecto a España... ¿cree el Almirante que si los alemanes nos proporcionaran sus nuevas máquinas de cifrado existirían más posibilidades?

Serían de gran ayuda Excelencia. Los técnicos de la Academia NAval de Livorno y del Real instituto, están convencidos que la posesión de medios de radiodetección por parte de los españoles no bastan para explicar el alto número de pérdidas en aguas españolas.

Más Riccardi, quiero saber más....

Los informes de los hombres de las Fottiglie MAS que han operado en Córcega, vienen a confirmar las insinuaciones de los alemanes de la baja disponibilidad de aviones sin hélice de los que disponen los españoles. Con excepción de algún aparato, los encuentros de nuestros aviadores son con aviones de propulsión a hélice.

Sí, eso mismo me escribió el Fúhrer... cree que la ventaja tecnológica española está a punto de desmoronarse por la incapacidad de la industria española de mostrarse eficaz...la verdad es que opina lo mismo de nuestra industria... creo que está decidido a invadir España y hacerse con el botín, y poner a la industria alemana a fabricar... y esa es la verdadera razón de esta entrevista Almirante... de ahí que nos envíe combustible; debe esperar que entretengamos a los británicos y no puedan socorrer a los españoles...

¿Excelencia?

No quiero que los alemanes nos ganen la partida de nuevo... el Führer me aprecia, pero su camarilla prusiana aún nos odia por 1918... debemos hacernos con Córcega, y las Baleares... antes que los alemanes

Desde el punto de vista militar, esas Islas harían inutil cualquier intento británico en el Mediterráeno Occidental.

Reserve sus unidades mayores para operaciones contra España... sin dejar de presionar a los británicos... no corra riesgos; Audacia sí, temeridad no. No quiero otro asunto Cesare.

Excelencia, antes de despedirme; creo firmemente que debería dotarse de mayores recursos a la Regia Marina para adquirir los radiodetectores EC/3, y avanzar en los ecoscandaglio (1)

Ya hablaremos Arturo, ya hablaremos...



(1) Ni más ni menos que el Sonar. Arturo Riccardi ocupó entre 1926 y 1929 un puesto en el Comitato Progetto Navi, ocupandose del amterial electrónico, promoviendo en 1929 la experimentación con ecoscandaglio o hidrolocalizadores.

NOTA: Aunque parezca mentira, la Regia Marina trabajaba ya en 1929 con su versión del Sónar, y en 1933 con los primeros intentos de radiodetección. Ese gran desconocimiento de las actividades tecnico científicas italianas, no dejan de ser fruto de la propaganda alemana y británica.Sin las aventuras coloniales de 1936 y la implicación en la Guerra Civil Española, y los recortes que supusieron, es pausible concluir que la Regia Marina hubiera llegado a 1940 con una situación en la teledetección adecuada para el enfrentamiento con la Royal Navy; sin entrar a considerar el poco interés mostrado en Livorno, cuando no desidia como la de Angelo Iachinno


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La reunión proseguía, pero el presidente de la formación de izquierdas no conseguía mantener la atención pues estaba muy preocupado. Su partido estaba en una posición difícil: tradicionalmente antimilitarista, pero también era antifascista. Estaba sufriendo un acoso tanto en el Parlamento como en la prensa emprendido por las facciones ultraizquierdistas excluidas del gobierno unos meses antes. Racionalmente, la posición de la ultraizquierda tenía tan poco fundamento que resultaba fácil rebatirla: bastaba con preguntarles si preferían que Hitler siguiese en el poder y qué pensaban hacer respecto al Holocausto. Pero los radicales no atendían a la razón sino a los sentimientos, y pocos españoles veían con agrado la perspectiva de una guerra a gran escala.

Con todo, la oposición a la guerra no era firme. La opinión pública estaba siendo bombardeada con documentales y películas sobre nazis y fascistas. Además se habían publicado testimonios recientes, incluyendo fotografías y películas —el CNI había distribuido pequeñas cámaras a los grupos de Resistencia de Europa— que mostraban que el Holocausto estaba empezando. La publicación en primera plana de unas fotografías que mostraban apaleamientos y asesinatos de judíos en el gueto de Varsovia, habían causado honda impresión, y muchos comentaristas habían empezado a preguntar cuando se acabaría con Hitler.

La muerte de Stalin también tuvo su efecto. Aunque no se habían dado explicaciones, los comentaristas de los periódicos hablaban de un bombardeo español. El Ministerio de Defensa negó tener bombarderos de tal radio de acción —al fin y al cabo los A340 convertidos no eran bombarderos— pero los radicales formularon preguntas incómodas en el Parlamento. Realmente con esas cuestiones se pusieron en evidencia, pues bastó con enumerar los crímenes estalinistas, preguntando qué concepto de democracia era el que defendían. En todo caso, había amplios sectores de la opinión pública que aunque veían que el conflicto con Hitler era inevitable, no deseaban la participación española.

La cuestión de la guerra, por desgracia, estaba siempre presente. Algunas almas bienintencionadas hablaban de medidas de paz, aunque no podían responder a la pregunta de cómo iban a conseguir convencer a Hitler. Pero algunos grupos de activistas estaban llevando a cabo un plan muy bien organizado de boicot, con medidas que incluían manifestaciones ante los ministerios, “escraches” a políticos y empresarios, cortes de carreteras e incluso algunos sabotajes. Se habían practicado detenciones, resultando estar entre los organizadores algunos parlamentarios ultraizquierdistas. Los peores disturbios se produjeron en el centro de Madrid cuando una manifestación antibelicista se encontró con otra de refugiados.

Los enormes gastos militares también estaban causando gran polémica. En España faltaba de todo, y aunque algunas carencias fuesen molestas pero no graves (las tiendas de los chinos estaban vacías de cachivaches), en otros campos la repercusión había sido mucho peor. Como en la sanidad, pues había desaparecido la fuente de repuestos para equipos electrónicos, sobre todo de imagen. Se había tenido que establecer un sistema de controles para disminuir las exploraciones que se realizaban, a sabiendas que muchas de ellas era innecesarias; pero la medida había creado malestar.

Al menos la fabricación de armamento había creado decenas de miles de puestos de trabajo, aunque por desgracia se solía requerir una cualificación de la que carecían muchos españoles; el gabinete había tenido que tomar una decisión muy protestada, que fue unir la prestación por desempleo a la obligación de seguir cursos de capacitación en determinadas áreas. También se cuestionaba cómo iba a pagarse todo eso; la desaparición de la deuda había aliviado las arcas públicas, y sin el control del Banco Central Europeo se había podido aumentar la masa monetaria, aun a costa de un aumento de la inflación, que ya llegaba al seis por ciento y seguía aumentando; al menos eso había permitido emitir bonos con un interés atractivo. La venta de todo tipo de equipos y especialmente al de patentes también compensaba parcialmente el déficit; aun así el déficit de la administración en los últimos doce meses, entre gastos militares, prestaciones de desempleo y auxilio a refugiados, llegaba a un inaudito 27%.

Por eso, que fuese Hitler el que empezase era la solución menos mala. España era la atacada, y los enormes gastos militares del último año tendrían su razón de ser.



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El político volvió a prestar atención a las deliberaciones. Estaba hablando el ministro de Defensa.

—La situación, sin ser buena, es bastante mejor que la que teníamos hace doce meses. El que está mejor es el Ejército de Tierra. La campaña de reclutamiento ha sido muy exitosa, y miles de españoles y de refugiados se han enrolado. Había bastantes equipos almacenados para armarlos, y los meses transcurridos han permitido entrenarles, de tal forma que las nuevas unidades son ya operativas. Las fábricas están entregando nuevos equipos. Especialmente, el programa de los blindados va bastante bien. La fabricación del tanque Lince, que como ya saben es un derivado del M60, avanza a buen ritmo. Por desgracia, aun no se han resuelto por completo los problemas con los motores, y los carros están equipados con un motor derivado del León que está dando bastantes problemas y requiere mucho mantenimiento. Se ha empezado a producir una copia del motor del Leopard, y la intención es instalarlo primero en nuevas construcciones, y luego reequipar con él a los tanques que lleven el León.

El ministro de Industria intervino—: El principal problema que se ha encontrado ha sido la producción de los turbocompresores, pues se trata de un componente que no se fabricaba en España. Me alegra decir que ya se han solucionado esos problemas. De hecho se está probando una versión de lo motor León con turbocompresor que parece que está dando buen resultado, y también ha empezado la fabricación de motores Pegaso policarburante sobrealimentados.

El ministro de Defensa siguió—: También va a buen ritmo la fabricación de blindados, tanto de Pizarros como de Farnesios, que es la versión simplificada y sin torre. Buena parte de los Farnesios han sido convertidos en vehículos auxiliares, sobre todo en artillería autopropulsada, gracias a los obuses que estamos recibiendo de Estados Unidos.

El vicepresidente de la formación naranja inquirió sobre esas adquisiciones. Fie el ministro de Exteriores el que le respondió: España había sido incluida en el programa de Préstamo y Arriendo y estaba actuando como socio militar; dada la sobrecarga de la industria española, ciertos equipos se estaban produciendo en empresas de capital mixto radicadas en Estados Unidos. Lo mejor del método era que esas empresas cobraban por fabricarlos, y luego los equipos eran cedidos a España. Un negocio redondo que no había hecho mucha gracia al otro lado del océano, pero que se había compensado con la cesión de determinadas patentes: el motor León, por sí solo, ya prometía revolucionar la industria aeronáutica. Los ingenieros norteamericanos estaban disfrutando como enanos desmontando las tripas del C-97 del Museo del Aire, por no decir nada del motor J4, copia del J35. A cambio, España podía permitirse decir lo que quería y lo que no. Por ejemplo, había recibido tres centenares de obuses M114 de 155 mm cuando el US Army aun no tenía ni una unidad. El desarrollo de esa excelente pieza de artillería se había acelerado gracias a la inspección de un obús procedente de un acuartelamiento español, y de un M44 del museo del Goloso. La mayor parte de los M114 recibidos estaban preparados para ser montados en vehículos, y se estaban instalando en los Farnesios modificados.

De nuevo, el vicepresidente naranja interrumpió mostrando su desconocimiento. Hizo una pregunta al JEMAD.

— Perdone mi intromisión, pero según estos documentos —dijo señalando a una carpeta distribuida en una reunión anterior— los alemanes tienen tremenda superioridad sobre nuestra artillería.

El JEMAD le dio la razón, pero tan solo en parte. Le explicó que lo importante no es tanto el número de tubos sino la disponibilidad de munición y los procedimientos de tiro. Entre lo producido por la industria y lo cedido por Estados Unidos la artillería española nadaba en munición. Respecto a los procedimientos, eran enormemente superiores, como experimentarían los artilleros germanos cuando se pusiesen a tiro. Combinando la movilidad de la artillería (por eso se estaban montando obuses en los Farnesios), los radares de contrabatería, y procedimientos de tiro como el “Time on target” (según el cual varias baterías disparaban a la vez contra un objetivo, cayendo todos los proyectiles en menos de 10 segundos), más la superioridad aérea, significaba que la artillería alemana iba a pasar las de Caín. El vicepresidente preguntó sobre los famosos panzer alemanes, pero la situación era similar: España tenía algo más de medio millar de tanques entre Leopard 2E, 2A, M60 reacondicionados, Lince y Centauros, y salvo los últimos, eran invulnerables a cualquier cañón alemán. El ejército no solo disponía de misiles antitanque y de lanzacohetes, sino que se estaban distribuyendo cientos de cañones sin retroceso de 106 mm que, de nuevo, podían batir a cualquier pánzer sin que los alemanes pudiesen responder. Según el JEMAD, el enfrentamiento entre pánzer y tanques españoles se parecería a esas batallas del siglo XIX en las que hordas de indígenas eran destrozadas por pequeños ejércitos europeos con armas de repetición. Aunque no dijo que ocasionalmente esas batallas habían acabado en desastres como los de Maiwand, Isandlwana o Adua.



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El ministro de Defensa siguió informando sobre el estado de las fuerzas armadas. La Armada estaba teniendo serios problemas por falta de repuestos, lo que hacía que la operatividad de sus radares fuese pequeña; la protección de la flota francesa y la ocupación de Córcega, que había requerido la participación de toda la flota, había afectado a la disponibilidad. A cambio, había modificado por completo la situación estratégica en el Mediterráneo Occidental, y se podría contar con la colaboración no solo de la Fuerza H (el destacamento de la Royal Navy que seguía operando desde Gibraltar) sino de los barcos franceses. Por desgracia, aunque Indra había ampliado sus instalaciones, apenas llegaba para dotar a la expansión de las fuerzas armadas españolas, y no se habían podido ceder equipos de radar a los barcos franceses, ni mejorar los ingleses. De nuevo, se contaba con la colaboración norteamericana: Indra se había asociado con Ken-Rad, una empresa fabricante de componentes eléctricos, para producir radares de onda corta de estado sólido. Esos equipos iban tener prestaciones muy superiores a los equipos en desarrollo, y al mismo tiempo resultarían bastante más fiables; pero las demandas de la marina norteamericana iban a absorber la producción durante los próximos meses.

Al menos la marina se había reforzado. La conversión en portaaviones de escolta de dos buques de Transmediterránea (que iban a recibir los clásicos nombres Dédalo y Pelayo) estaba casi completa, pero los barcos solo podrían operar con helicópteros; iban a ser equipados con los aparatos que antes operaba el SASEMAR, que habían sido transformados para su empleo contra submarinos. Se esperaba que el Dédalo fuese entregado a la Armada en un par de semanas, aunque no era probable que fuese plenamente operativo hasta dentro de tres o cuatro meses. El Pelayo estaba algo más retrasado. Respecto a los buques de escolta, habían sido finalizados los buques de acción marítima Audaz y Furor (terminados como corbetas) y se había modificado los buques ya existentes para su empleo como buques de escolta. También se había reacondicionado a las corbetas de clase descubierta, y se había finalizado la modernización de la primera fragata de la clase Gálvez (un destructor de la clase Livermore norteamericana modificado con un sistema de armas similar a las Descubierta). También estaba en pruebas el Orca, el primer submarino de origen norteamericano que había sido modernizado.

Respecto a las nuevas construcciones, además de los dos portaaviones de flota (apenas iniciados), de los destructores de la clase Lángara (a la primera pareja aun le quedaban bastantes meses de obras) y de las conversiones de barcos norteamericanos (además de los barcos ya en obras, se habían encargado ocho destructores adicionales de la nueva clase Fletcher para su conversión, y ocho submarinos de la clase Balao), se habían iniciado las obras de una clase de corbetas basadas en los cascos de los buques de acción marítima que de nuevo llevarían el sistema de armas de las Descubierta.

El problema principal estaba siendo el del armamento. Se precisaba de todo: cañones, misiles, torpedos… Se había decidido copiar tres equipos: el cañón de 127 mm Mk 45, el de 76 mm Rapid, y el Milenio de 35 mm, aunque estaban saliendo de las factorías con cuentagotas, y del de 127 mm aun no se tenía ninguno. Respecto a los misiles, los primeros lanzadores de Gavilán habían sido destinados a la protección de las ciudades y bases aéreas norteñas, por lo que los barcos habían tenido que ser equipados con el bastante menos satisfactorio Banderilla 1N. Respecto a los torpedos, se había reproducido el obsoleto torpedo Mk 37 aunque sustituyendo las válvulas de vacío por los más fiables transistores: más que suficiente contra los submarinos de la época. De nuevo, solo unos pocos ejemplares habían sido entregados, pero se esperaba que la producción alcanzase ritmo suficiente en las siguientes semanas. El Mk 37 (cuya nueva denominación era T-1) también iba a ser producido bajo licencia en Estados Unidos, cuya marina se había mostrado vivamente interesada en el arma.

Otro equipo que se esperaba equipase en breve plazo a los buques españoles era el misil antibuque Paíño. Para los marinos del siglo XXI era un arma obsoleta: similar en concepto al antiguo Styx soviético, se trataba de un arma grande y engorrosa, pero de desarrollo sencillo. Con tonelada y media de peso, solo tenía un alcance de 30 millas, pero su cabeza semiperforante podía destruir cualquier buque de tamaño inferior a un crucero, y dañar gravemente a los mayores. Los dos últimos BAM montaban lanzadores para el misil, pero vacíos, pues el arma aun estaba en fase de prototipo.

Evidentemente, la capacidad de esas unidades era escasa comparada con las modernas fragatas de la serie F-100, e incluso con las más antiguas F-80; pero se intentaba restringir su empleo ya que no había ni repuestos para sus equipos, ni misiles con los que rearmarlas. Lo mismo pasaba con los potentes pero escasos Harrier de la Armada, que desde la Fractura habían volado solo lo mínimo para mantener la preparación de sus pilotos. La Armada había solicitado que se copiase tanto el avión como el motor Pegasus, pero la abrumada industria aeronáutica apenas podía afrontar las necesidades existentes, y el proyecto había recibido baja prioridad; por ahora solo se intentaría producir algunos repuestos.

La debilidad de la Armada obligaba a depender de la aviación. Se había preparado un plan según el cual, en las primeras horas de enfrentamiento, los aviones transformados en bombarderos atacarían con bombas guiadas a todos los barcos pesados del Eje, a parte de sus cruceros, y a las bases de submarinos. Mediante ataques a dichas bases y a los submarinos en ruta (que navegaban en superficie) se esperaba anular la operatividad de la flota de submarinos del Eje. Aun así sería preciso mantener la escolta de los convoyes, pero se esperaba que los patrulleros convertidos, con sus radares, apoyasen la labor de los pocos buques mayores de la Armada.

Al menos la aviación naval contaba con un bienvenido refuerzo. La capacidad antisubmarina del Ejército del Aire era mínima antes de la Fractura, pero la incorporación de los CN-235 de vigilancia marítima y la conversión de algunos ATR-72 permitían que al menos se mantuviese la vigilancia de la costa. Pero el principal vector tanto antibuque como antisubmarino era la flota de aviones de línea convertidos. Esos aparatos no tenían capacidad para atacar a un submarino en inmersión, pero con bombas guiadas eran letales cuando estaban en superficie. Especialmente, la recepción de los BR.23 Tritón (Boeing 737 modificados de los que ya había tres unidades en servicio) había reforzado la capacidad antisubmarina de largo alcance; aunque se trataba de aviones tan útiles que se temía que fuesen reclamados para otras misiones, como el bombardeo estratégico.



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El Ejército del Aire estaba en situación aun más delicada que la Armada. La carencia de repuestos había hecho que la operatividad de la fuerza, a pesar de haberse limitado al máximo su empleo, hubiese caído a apenas el 50%. Mantener en servicio a los Typhoon y sobre todo a los F-18 (y a los Harrier) iba a ser muy difícil. Al menos, la empresa ITP tenía varias factorías en España que fabricaban componentes para reactores, a las que se les había encargado la producción de motores a reacción y de turboejes. Pero lo variopinto de la flota abrumó a ITP, que tuvo que establecer prioridades.

El ministro de Industria pasó a describir la situación en ese segmento. ITP se había expandido y se habían creado dos subdivisiones. La misión de una de ellas, que seguía en las instalaciones de Zamudio, era proveer de repuestos para los motores de los aviones en servicio. Por desgracia había tantos modelos, especialmente en el campo civil, que había sido preciso centrarse en unos pocos motores: los CFM34, CFM56 y Trent, que propulsaban a los reactores adquiridos por el Ejército del Aire (desde los pequeños CRJ hasta los grandes A340), más los reactores de los cazas de la aviación y la Armada; en total ITP estaba intentando producir componentes para una docena de motores diferentes y, obviamente, no llegaba a todo; se esperaba que la situación mejorase en los próximos meses.

A la subdivisión de Getafe se le había encomendado la producción de copias de motores ya en servicio. Inicialmente se habían escogido los reactores J85 (el del Northrop F-5, que fue llamado J1) y TF731 (del C-101, llamado J2), y el turboeje MTR390 (TP-1). Una primera estimación hablaba de al menos dieciocho meses antes de disponer de algunos prototipos. El Ministerio de Defensa manifestó su disconformidad, y exigió resultados a ITP prometiéndole, a cambio, todo el apoyo que pudiesen precisar. Trabajando como locos (algunos ingenieros habían hecho una media de catorce horas diarios de trabajo desde la Fractura) y aceptando tasas de fallos inaceptables en tiempos más felices, habían conseguido que a los ocho meses se pudiese empezar la reconstrucción de motores dados de baja, y a los doce meses se tenía ya algunas unidades de preserie. A coste astronómico, y aceptando una duración entre grandes revisiones de apenas unas decenas de horas; pero la urgencia no dejaba otra alternativa.

La factoría de FASA en Valladolid, ahora casi sin trabajo, había dedicado también parte de sus instalaciones al sector aeronáutico. Con la ayuda de ITP, se había encargado, por una parte, del mantenimiento de turbohélices y turboejes. Por otra, debía fabricar el turbohélice TP 331 (ahora TP-2) y los reactores J35 (J4) y J47 (J5). Estos últimos debían dedicarse a la exportación. Pero a pesar de la mayor sencillez de los modelos a reproducir, la inexperiencia de FASA había conllevado muchos retrasos. A pesar de las herramientas y los materiales actuales, al principio no hubo manera que las unidades fabricadas sobrepasasen el test de 10 horas de funcionamiento mantenido. Pero tras centrarse únicamente en el J4, se había empezado a entregar la primera serie.

Con los motores producidos se había conseguido remotorizar a los F-5 BM de la escuela de reactores, que habían sido equipados con raíles para misiles Sidewinder y desplegados en el norte de España; medida similar se había tomado con treinta C-101, armados con un cañón de 20 mm en un pod y estaciones para bombas o misiles Banderilla. Ambos aparatos se habían acompañado de las primeras unidades del C.19 (copia hecha en CASA del F-5) y de C-101 EE; pero en la factoría sevillana había decenas de células esperando la llegada de motores. La penuria era tal que los cuatro Nova Spatha fabricados, que hubiesen tenido que ser destinados a la exportación, habían reemplazado algunos C-101 en misiones de entrenamiento.

Al menos, la producción de los aviones de émbolos Halcón y Águila iba viento en popa, y se habían entregado ya ciento veinte y veinte de uno y otro modelo. Ambos aviones tenían prestaciones mucho mejores que las de los cazas alemanes de 1941; además habían sido equipados con misiles Estoque, copia del Mistral. Aunque no se esperaba que esos aparatos actuasen como interceptores, sino como aviones de ataque, reservando a los Typhoon y F-18 para las misiones más delicadas.

El panorama en otros tipos era aun más preocupante. El Ejército del Aire ya había tenido que inmovilizar a buena parte de los aviones de pasaje que había adquirido para usarlos como fuentes de repuestos, pero aun se tardaría muchos meses en iniciar la producción de turbofanes. Similar problema se daba con los aviones de transporte, cuya producción había sido detenida, aunque la adquisición de DC-3 y DC4 en Estados Unidos lo compensaba en parte, y con los helicópteros.

La buena noticia estaba en el armamento guiado. Se había reiniciado la producción de microprocesadores en Tres Cantos, y ya no era preciso usar componentes recuperados de equipos electrónicos comerciales. Se había pasado a la producción del misil Banderilla II, que sustituía el rudimentario sistema de búsqueda de su predecesor por otro más avanzado equivalente a la versión L del Sidewinder; aunque buena parte de esos misiles habían sido destinados a montajes antiaéreos en los nuevos patrulleros de la Armada. También se estaba fabricando el misil Estoque ya citado. En el campo de las armas aire tierra, la producción de kits de guiado láser e infrarrojo para bombas de caída libre avanzaba a buen ritmo, y también la de kits de guiado para cohetes: gracias a ello, se había armado a varias decenas de helicópteros EC-135 y AS-350 de origen civil, confiando en que el alcance de sus armas los salvaguardase de la antiaérea.

Tras la larga exposición el Presidente del Gobierno hizo la pregunta clave ¿Estaba España preparada para la guerra? La respuesta del JEMAD fue ambigua: aunque para las Fuerzas Armadas hubiese sido mejor contar con unos meses más, tenían capacidad para derrotar a los alemanes. Se podría destruir a buena parte de su ejército, y la aviación de largo radio de acción causaría serios daños a su economía. Sin embargo, no garantizaba que se les pudiese expulsar de Francia. Incluso si se conseguía, no resultaría fácil proteger el país vecino de una nueva invasión.



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Que se estaba preparando una gorda era evidente hasta para Michal.

El crecimiento del ejército había hecho que muchas unidades históricas renaciesen tomando como esqueleto partes de las unidades ya existentes. En el Pirineo Central, la brigada de montaña “Aragón” había crecido hasta constituir una división de montaña, que contaba con las brigadas de cazadores de montaña LXI y LXII. El batallón de Michal, el Gravelinas, se había expandido hasta formar un regimiento con el mismo nombre. Los “veteranos” (llamados así porque llevaban unos meses en el servicio) habían sido distribuidos en los nuevos batallones, que se estaban llenando de nuevos reclutas. Muchos eran refugiados como Michal, con ansias de venganza; pronto iba a llegar. Michal había sido ascendido a cabo y puesto a cargo de una escuadra. Su compañía estaba formada casi por completo por refugiados procedentes de Polonia, muchos de ellos judíos que llevaban con orgullo una banda con una estrella de David; un polaco católico que había causado un incidente con un recluta hebreo fue detenido y expulsado fulminantemente.

Con las nuevas tropas también había llegado equipo adicional. La división contaba con unidades orgánicas que incluían un regimiento de artillería y un batallón acorazado. Aunque estas unidades estaban basadas en Jaca, mantenían destacamentos en las posiciones fronterizas. Ahí pudo ver Michal a tres de los nuevos integrantes del ejército: el tanque Lince y los blindados Almagro y Quesada.

El Lince era, según les explicaron, un tanque diseñado a toda prisa partiendo de otro tanque de origen norteamericano. No era lo mejor para las tropas de montaña, pues resultaba demasiado grande y pesado, por lo que se había planeado sustituirlo en los regimientos de caballería acorazada por una versión del tanque M1 Spínola con cañón de baja presión de 105 mm; pero el desarrollo del blindado tenía cierto retraso, y además las demandas de la nueva aliada de España, la Francia Libre, iban a retrasar las entregas. Mientras tendrían que seguir con el Lince. Su peso y tamaño eran un problema en los estrechos caminos de las montañas, pero a cambio su coraza y so cañón los hacía insuperables. Llevaban una torre trapezoidal construidas con placas de “blindaje compuesto” (algo que Michal no sabía que era pero sonaba a muy resistente) con un largo cañón que parecía más propio de un buque de guerra, y que con sus diez centímetros y medio podía convertir en virutas a cualquier tanque alemán: ahora Michal sabía que los panzer que habían arrasado Polonia solo llevaban cañones de 3,7 centímetros o de 7,5 de baja potencia. Incluso los nuevos cañones de cinco y siete y medio centímetros que, según los informes de inteligencia empezaban a ser montados en los tanques alemanes apenas conseguirían arañar la coraza de los Lince. Además el boom turístico de la montaña pirenaica previo a la Fractura había llevado a la construcción de excelentes carreteras y puentes que permitían operar a los Lince. Una sección de los nuevos tanques pasó a estar basada permanentemente en Formigal (la nueva posición adelantada española): la hermana de Michal, Esther, ya no estaría sola intentando frenar a los alemanes con unos cuantos cañones sin retroceso.

El Almagro era un blindado basado en el Farnesio que llevaba un potente obús de factura estadounidense. La artillería española seguía siendo poco numerosa comparada con la alemana, pero compensaba con la movilidad y potencia el número. La división había recibido un batallón de los nuevos autopropulsados, y una batería se posicionó en Formigal, desde donde sus fuegos podían batir gran parte de la línea fronteriza. El Almagro, con todo, era un blindado que a Michal le pareció tosco: parecía un Farnesio normal al que le hubiesen montado una gran caja en la parte posterior, donde estaba el montaje del obús; una reja estabilizaba al blindado durante el fuego. Junto a la batería de Almagro había un vehículo lleno de antenas que le dijeron era un radar de contrabatería, capaz de detectar el origen de los disparos alemanes en pocos segundos. Los Lince y los Almagro eran complementados por unos cuantos Quesada, que eran parecidos a los Almagro pero con un potente mortero de 120 mm, un arma especialmente útil en la guerra de montaña.

También se dejaron ver con más frecuencia los helicópteros. Tras verlos operar, Michal comprendía que los helicópteros habían revolucionado la guerra en parajes montañosos. Ascensiones que costaban horas se hacían en minutos con los helicópteros, que se reían de hielos y acantilados. Pero los españoles procuraban restringir su uso porque se decía que tenían pocos repuestos. Sin embargo, se estaban viendo con cierta frecuencia unos helicópteros ligeros que se usaban no solo para el enlace o para llevar cargas no demasiado pesadas, sino que podían ir armados con ametralladoras y cohetes. Michal, con la experiencia de recorrer las montañas, imaginó lo que sería ser acosado por uno de esos aparatos.

Con el deshielo se habían mejorado las posiciones en la frontera. Los antiguos puntos de observación se habían convertido en búnkeres capaces de resistir a la artillería, con equipos de observación y comunicación que permitían dirigir el fuego artillero propio. Tenían puestos de tiro para ametralladoras y morteros, y dependiendo de su tamaño eran ocupados por un pelotón o una sección. Con reservas de municiones y provisiones, se esperaba que esos puestos pudiesen resistir los asaltos durante varios días. Probablemente los alemanes los rodearían; entonces aprenderían lo que significaba tener un observatorio enemigo en su retaguardia. En caso preciso, podrían ser evacuados mediante helicópteros.

Pero también en el otro lado las cosas se habían calentado. El ejército alemán había ocupado la zona libre francesa, y donde antes solo había una compañía de tropas de montaña, ya había llegado al menos una división, es decir, superaban al Gravelinas cuatro a uno. Los reconocimientos aéreos mostraban que los alemanes disponían de cierto número de blindados y bastante artillería, para la cual estaban construyendo posiciones al otro lado de la frontera. Obviamente, los cañones españoles incluyeron esas posiciones en sus futuros planes de fuegos, pero se temía que el primer bombardeo se dirigiese contra las localidades más amenazadas. Se ordenó la evacuación de Formigal, Sallent de Gállego y Sandiniés, y la guarnición española se refugió en edificios reforzados, temiendo un bombardeo sin preaviso. Por si acaso, el capitán de la compañía de Michal ordenó cavar trincheras en todos los lugares donde la compañía pernoctaba.

En el resto del valle también se hicieron preparativos. En todas las localidades a menos de cien kilómetros de la frontera se construyeron refugios resistentes a los bombardeos, y se prepararon planes de evacuación de las localidades más expuestas.



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La llegada de tropas adicionales alemanas se tradujo en enfrentamientos cada vez más frecuentes y de mayor intensidad. Tras el bombardeo de Eaux Chaudes y la batalla aérea consiguiente se ordenó a las unidades de montaña que cesasen las infiltraciones; pero tras la llegada de nuevos efectivos las patrullas volvieron a reconocer la frontera y a intentar introducirse en territorio español.

Esas misiones de reconocimiento eran necesarias pues la información de lo que había en territorio español era muy limitada: los mapas, que en su día consiguió el espionaje franquista de los archivos republicanos, eran muy escuetos y ni siquiera recogían los principales accidentes orográficos. Solo mostraban la posición de las principales localidades y de algunas carreteras, pero no decían nada de las sendas de montaña o de las rutas de los contrabandistas.

Los desertores habían llevado algunos dispositivos electrónicos que, según decían, contenían mapas; pero cuando fue imposible conseguirlos dijeron “se ha caído la red” y se mostraron impotentes. Hubo que interrogar a los franceses para conseguir alguna información, y complementarla mediante reconocimientos aéreos. Pero esas misiones se habían revelado muy peligrosas y se habían perdido más de una docena de aparatos, importando poco si se trataba de Ju 86 capaces de volar a grandes alturas, o rápidos Bf 109. Al menos las fotos tomadas sin entrar en el espacio aéreo español habían dado alguna información, mostrando que el otro lado de los Pirineos estaba completamente transformado. Había muchas edificaciones, multitud de carreteras e incluso grandes instalaciones preparadas para los deportes de invierno. La carretera fronteriza, que en el lado francés era una estrecha cinta de asfalto que culebreaba entre los riscos, en el lado español se convertía en casi una autopista.

Pero había que comprobar si los pasos de contrabandista eran adecuados para el movimiento de masas de infantería. Un ataque frontal contra el paso fronterizo sería casi con seguridad un asunto sangriento; pero un asalto a la brava era lo último que harían los veteranos gebirgsjäger. Las montañas no eran abismos infranqueables sino que estaban llenas de caminos y pasos por los que rodear a un enemigo que se mantuviese en el valle; pero primero había que explorarlos.

Pero también la vigilancia española había aumentado. Habían establecido posiciones permanentes, tan bien disimuladas que aun no habían podido localizarlas todas ni saber su extensión real. Desde ellas salían patrullas que controlaban los principales pasos. También era cada vez más frecuente que la frontera fuese sobrevolada por aviones hispanos. Pero, curiosamente, no eran reactores: ya no se había vuelto a ver cazas a reacción, sino solo de esos aviones de pasajeros que habían debido equipar con cámaras. Sin embargo era muy frecuente ver aviones de hélice, de un tipo que resultó ser un avión de enseñanza norteamericano, y que solía ser escoltado por cazas de hélice de tipo desconocido.

Que ya no se viesen reactores era indicio de que los desertores tenían razón: los españoles no eran capaces de mantener en vuelo a sus modernos aviones. Lo mismo había ocurrido en Córcega: tras los combates aéreos sobre Tolón, apenas se había vuelto a ver a los reactores, y los españoles solo usaban cazas de hélice y aviones de transporte, muchos de ellos de manufactura norteamericana. Si era cierto, la Luftwaffe se podría adueñar de los cielos, abriendo paso al ejército.

Había otro motivo para incrementar la actividad en las montañas pirenaicas: atraer a la mayor cantidad posible de tropas españolas. Los soldados que se desplegasen ante los gebirgsjäger no estarían en Hendaya o en Port Bou, por donde se produciría la principal ofensiva alemana.
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En el sector de Michal el primer incidente se produjo cerca del embalse de Respomuso. Era un ibón recrecido bastante grande y tenía fácil acceso desde Francia a través del collado de la Peyre Saint-Martin, una ruta clásica de contrabandistas. Desde Respomuso había rutas de montaña que daban acceso a Sallent de Gállego y al balneario de Panticosa, por lo que los alemanes deseaban saber si los caminos de montaña eran practicables.

El punto de vigilancia español no estaba en el refugio cercano al embalse, sino en un grupo de refugios interconectados en la falda del pico Campo Plano, al otro lado del lago. Al amanecer de un día de verano se observó a una patrulla germana que se adentraba en territorio español. No seguían el sendero que atravesaba el collado, sino que iban mucho más altos, por las fajas de la falda del pico Cambales, suponiendo que así escaparían a la vigilancia. Desde la posición española se comunicó el incidente, pero recibieron la orden de esperar, dejando que los alemanes se adentrasen en territorio español y así capturarlos.

La patrulla contraria siguió moviéndose con dificultad por el terreno rocoso, hasta llegar al fondo del circo glaciar. Luego, en lugar de dirigirse hacia el lago, ascendieron por la ladera sur. Al parecer querían reconocer el paso que llevaba hacia el Balneario de Panticosa, sin saber que era una ruta de cierta dificultad que además les llevaba casi directamente hacia la posición española.

No queriendo descubrir el punto de observación, una escuadra de cazadores de montaña salió por una trinchera de comunicación y tras rodear una peña se hizo visible a los alemanes y les dio el alto. Los alemanes intentaron escapar, por lo que se hicieron disparos al aire. Pero los alemanes abrieron fuego contra los españoles. Se entabló un tiroteo desde gran distancia, que en ese terreno que ofrecía fácil refugio resultó infructuoso, pero que inmovilizó a los soldados de ambos bandos.

Los alemanes estaban casi al pie de la posición española, y las ametralladoras y el mortero hubiesen podido barrerles en pocos minutos; pero era más que probable que en alguno de los picos cercanos hubiese algún alemán observando lo que ocurría. Por desgracia, el lago de Respomuso era uno de los más alejados del sector. Las montañas lo escudaban de la artillería, y estaban en el límite del alcance de los morteros pesados. Era trabajo para la aviación.

Dos helicópteros TA.2 (versión armada del EC 135) llegaron procedentes de la cercana Jaca. Eran escoltados por un Texán equipado con cohetes, que debía actuar como observador, y cuatro cazabombarderos Halcón. Algo más al sur, pero invisibles desde la frontera, orbitaban cuatro cazas C.19, prestos a intervenir si la Luftwaffe hacía acto de presencia. Uno de los TA.2 llevaba un potente altavoz con el que se conminó a los alemanes a que se rindiesen, sin efecto; seguidamente barrieron la zona en la que se encontraban con cohetes y fuego de ametralladora. Mientras el Texán reconocía las cimas cercanas buscando curiosos y, sobre todo, armas automáticas que pudiesen amenazar a los helicópteros.

Los gebirgsjäger nunca habían visto una aeronave capaz de meterse entre las montañas, permanecer estacionaria, y disparar cohetes con la potencia de cañonazos. Pronto reconocieron la inutilidad de su empeño y empezaron a agitar paños blancos. Los cazadores de montaña españoles se acercaron, desarmaron a los pocos alemanes que no estaban heridos, y esperaron hasta que llegaron dos Cougar que recogieron a los germanos.
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Apenas dos días después se produjo un incidente que comenzó como una escaramuza similar a la de Respomuso pero que finalizó como un enfrentamiento a gran escala.

El combate de Respomuso había tenido testigos indeseados, como temían los españoles: otra patrulla que durante la noche se había encaramado a la cresta fronteriza de la Gran Facha y había observado las evoluciones de los helicópteros. Los alemanes estaban vivamente interesados en esas aeronaves. Tenían algunos modelos experimentales, pero que apenas se podían mantener en vuelo a sí mismos y bastante tenían con cargar a su piloto. En las primeras horas tras la Fractura unos pilotos de caza habían observado a un aparato de ese tipo, pero de un modelo completamente desconocido, cuando intentaba auxiliar a las víctimas del terremoto de Arette. Los desertores proporcionaron alguna información adicional, hasta que sus cachivaches dejaron de funcionar. Pero aunque describieron varios tipos de helicópteros y su utilidad, no fueron capaces de proporcionar información técnica.

Los españoles, hasta ahora, no se habían prodigado con el uso de esas máquinas y los alemanes solo las habían visto de lejos, llevando cargas a sus puestos avanzados. Pero estaba claro que también las usaban para el combate, lo que no era necesariamente mala noticia: si se conseguía derribar alguna de esas aeronaves sobre territorio francés se podrían examinar los restos, que seguramente resultarían muy interesantes.

El puerto del Portalet resultaba un buen lugar: era un paso ancho y suave, y las lomas herbosas que había a ambos lados de la frontera permitían la infiltración. Además en el lado francés se habían cavado posiciones para la artillería de montaña. Trasladaron cuatro cañones antiaéreos de 37 mm que se instalaron junto a la carretera que llevaba a la frontera: su peso no permitía subirlos a los montes. Pero las tropas de montaña alemanas tenían un modelo de cañón de 20 mm, el Gebirgsflak 38, que podía ser desmontado para su transporte. Ocho de dichos cañones fueron instalados en la ladera cubierta de pastos que había enfrente del paso fronterizo. Las estribaciones del elevado pico Midi d’Ossau proporcionaban un buen observatorio del territorio español, desde el que en las semanas previas se había conseguido localizar la situación de varios puntos fortificados españoles.

Pero la principal posición artillera estaba más al norte. En Artouste los franceses habían construido un teleférico para construir una instalación hidroeléctrica, que también permitió llevar hasta lo alto de la montaña una batería de cañones de 10,5 cm sK 18. Se trataba del as en la manga alemán: esos cañones, disparando desde una cota tan alta, podían alcanzar hasta Sallent de Gállego, y batir las posiciones artilleras españoles. Previendo ataques también se instalaron cuatro cañones de 20 mm.

Una vez preparada la trampa, le correspondió actuar al cebo. Una patrulla entró por el collado viejo de Sallent, un paso algo más alto al Portalet que ya había sido usado meses antes para llegar hasta Sallent. Sin embargo sus movimientos no pasaron desapercibidos. Como en Respomuso, los españoles esperaron a que los montañeros alemanes se internasen en su territorio antes de intervenir. Dos coches llegaron por la carretera y con un altavoz conminó a los alemanes para que se entregasen.

Los cazadores de montaña, siguiendo el guion, dispararon contra los coches, que resultaron estar blindados. Los españoles respondieron al fuego con ametralladoras. Los coches españoles retrocedieron, escondiéndose tras un recodo, pero al poco desde el Midi observaron los movimientos de un blindado que empezó a disparar con un mortero pesado. El tiro era dirigido, obviamente, por un puesto de observación español instalado en el vértice Batallero. Era cuestión de tiempo que los morterazos acabasen con la patrulla, y el coronel alemán al mando de la operación se vio obligado a usar su artillería. Dos baterías de cañones de montaña empezaron a disparar contra la posición de Batallero que quedó cubierta por el polvo y el humo de las explosiones. Se esperaba que ante esta provocación los españoles respondiesen: si usaban su artillería, delatarían su posición, y la batería de cañones de Artouste acabaría con ella. Entonces tendrían que mandar a sus helicópteros, y sería el turno de los antiaéreos.



Tu regere imperio fluctus Hispane memento

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