LA FRACTURA
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- Teniente Coronel
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LA FRACTURA
ARGEL (ARGELIA FRANCESA).
-Generales esta Comisión Gubernativa desea conocer con urgencia la información sobre lo que sucede en España.
-Si, según los datos obtenidos por el coronel Navarre, lo que se esperaba a ocurrido, el gobierno alemán ha tensado la cuerda al máximo y preparaba la invasión. España no puede dejar de responder, y por ello hace menos de 5 minutos han emitido un comunicado por radio y televisión, como han visto con esa pantalla nueva que adquirimos. - Señaló el general Juin.
-¿España entra en la guerra?
-Ciertamente y su peso puede ser determinante. Pero si son vencidos los alemanes se harán con toda su técnología moderna.- Indicó el general De Gaulle.
-¿Podemos apoyarles?
-Difícilmente. Nuestra fuerza aérea aún se está recomponiendo y mantiene la custodia de las islas además de presionar sobre Italia, los pilotos se tienen que acostumbrar aún a los nuevos modelos que llegan de EE.UU. y España. La Armada podría, pero no vemos que se encuentre ahí la amenaza para los españoles.
-¿Y el Ejército?
-Como saben, los informes que emitimos en junio son bastante claros, aunque tenemos una gran afluencia de soldados desde las colonias sean nativos o franceses, y hemos traslado tropas desde Siria, Madagascar, el África Ecuatorial y Occidental,... La fuerza que tenemos es discreta y novata, las divisiones aún están en constitución y rearmamento; además de algunos recelos entre los que siguieron a Vichy y los que no.
-¿Pero el despliegue no es importante?
-Bueno, nominalmente está el 1er Armee en Córcega y Cerdeña con suficiente fuerza para defender las islas, y el 2er Armee cubriendo el frente tripolitano para entrenarse a costa de los italianos. El 3er Armee que forma el grueso de nuestras fuerzas, con base en Argelia y Túnez, todavía es un conglomerado de unidades, regimientos,... Además tenemos el 1º Ejército Polaco (poco equipado pero muy voluntarista) y el 1º Canadiense (este mejor equipado pero aún siguen llegando unidades desde América).
-Entendemos, no creen que estén a la altura de los alemanes.
-El generalato coincide que sería prematuro.
-Lo entiendo, pero por motivos políticos no podemos dejar sin ayuda a los españoles.
-Bueno- Señaló el general Juin -Como opción posible podemos formar una fuerza expedicionaria, un Corps Expéditionnaire Français, con algunas unidades elegidas que se enviarían a España de inmediato.
-¿Con que fuerzas podría operar?
-En principio diría que la 1ª División francesa, la 2ª División marroquí y quizás otra división más, el general de Lattre podría apoyarme luego con más tropas. También podríamos llevar a Bigeard y sus paracaidistas; algunas tropas de la Armada; y ver si los canadienses envían alguna división.
-Sería un símbolo de nuestra lucha común, comunicaremos con el gobierno español esta oferta.
-Generales esta Comisión Gubernativa desea conocer con urgencia la información sobre lo que sucede en España.
-Si, según los datos obtenidos por el coronel Navarre, lo que se esperaba a ocurrido, el gobierno alemán ha tensado la cuerda al máximo y preparaba la invasión. España no puede dejar de responder, y por ello hace menos de 5 minutos han emitido un comunicado por radio y televisión, como han visto con esa pantalla nueva que adquirimos. - Señaló el general Juin.
-¿España entra en la guerra?
-Ciertamente y su peso puede ser determinante. Pero si son vencidos los alemanes se harán con toda su técnología moderna.- Indicó el general De Gaulle.
-¿Podemos apoyarles?
-Difícilmente. Nuestra fuerza aérea aún se está recomponiendo y mantiene la custodia de las islas además de presionar sobre Italia, los pilotos se tienen que acostumbrar aún a los nuevos modelos que llegan de EE.UU. y España. La Armada podría, pero no vemos que se encuentre ahí la amenaza para los españoles.
-¿Y el Ejército?
-Como saben, los informes que emitimos en junio son bastante claros, aunque tenemos una gran afluencia de soldados desde las colonias sean nativos o franceses, y hemos traslado tropas desde Siria, Madagascar, el África Ecuatorial y Occidental,... La fuerza que tenemos es discreta y novata, las divisiones aún están en constitución y rearmamento; además de algunos recelos entre los que siguieron a Vichy y los que no.
-¿Pero el despliegue no es importante?
-Bueno, nominalmente está el 1er Armee en Córcega y Cerdeña con suficiente fuerza para defender las islas, y el 2er Armee cubriendo el frente tripolitano para entrenarse a costa de los italianos. El 3er Armee que forma el grueso de nuestras fuerzas, con base en Argelia y Túnez, todavía es un conglomerado de unidades, regimientos,... Además tenemos el 1º Ejército Polaco (poco equipado pero muy voluntarista) y el 1º Canadiense (este mejor equipado pero aún siguen llegando unidades desde América).
-Entendemos, no creen que estén a la altura de los alemanes.
-El generalato coincide que sería prematuro.
-Lo entiendo, pero por motivos políticos no podemos dejar sin ayuda a los españoles.
-Bueno- Señaló el general Juin -Como opción posible podemos formar una fuerza expedicionaria, un Corps Expéditionnaire Français, con algunas unidades elegidas que se enviarían a España de inmediato.
-¿Con que fuerzas podría operar?
-En principio diría que la 1ª División francesa, la 2ª División marroquí y quizás otra división más, el general de Lattre podría apoyarme luego con más tropas. También podríamos llevar a Bigeard y sus paracaidistas; algunas tropas de la Armada; y ver si los canadienses envían alguna división.
-Sería un símbolo de nuestra lucha común, comunicaremos con el gobierno español esta oferta.
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LA FRACTURA
Era la noche crucial para el Reich y, por ahora, parecía que todo estaba tranquilo al otro lado de la frontera. El mariscal Von Reichenau, en su puesto de mando situado en la ciudadela de Bayona, escuchaba los últimos informes procedentes desde la frontera.
Los reconocimientos mostraban que el estado de alerta de los españoles había aumentado en las semanas anteriores. Era lo lógico pues a pesar de todos los esfuerzos era improbable que los españoles no hubiesen notado que algo se preparaba. Por desgracia, ya no disponía de informes de patrullas de reconocimiento pues los españoles habían construido una valla protegida por alambradas en buena parte de la frontera; no era infranqueable pero además de poner a las patrullas en peligro, sería muy difícil ocultar la intrusión.
Pero esta noche era diferente. En los frentes principales, a ambos extremos de la cadena montañosa, el ataque aun se iba a demorar, pero a estas horas los cazadores de montaña ya debían estar ocupando los pasos fronterizos. Hasta ahora no había noticias de combates.
Los informes de los radiotelémetros eran similares. Como era habitual, algunos aviones españoles habían cruzado la frontera para sobrevolar Francia, volando a gran altura y a velocidades inalcanzables; pero no en mayor número que otros días. Parecía que al otro lado de la frontera esta noche era como las anteriores… por ahora.
Sin embargo Reichenau no sabía de las dificultades que estaban experimentando los operadores de los radiotelémetros. Desde hacía varias semanas los españoles estaban emitiendo una señal que interfería con la de los radares, lo que había obligado a efectuar modificaciones que aumentasen la potencia de emisión. Así se podía seguir a los aviones a alta cota, pero entre las interferencias electrónicas y los ecos del terreno resultaba imposible apreciar nada que volase por debajo de dos o tres mil metros de altura.
Mientras la invasión alemana seguía en marcha. Los soldados alemanes de las avanzadas estaban ocupando algunas montañas y collados fronterizos; hasta ahora solo habían encontrado algunos puestos de vigilancia abandonados. Donde había alambradas aun no las habían cruzado para evitar delatarse, aunque los zapadores ya habían cortado buena parte de los cables.
En docenas de bases del sur de Francia los armeros quitaban los seguros de las bombas, y los mecánicos hacían las últimas comprobaciones en los aviones. Los pilotos intentaban descansar un poco más aunque a la mayoría tensión no les permitía conciliar el sueño. Unas pocas dotaciones se dirigían ya hacia sus bombarderos Ju 88, que apoyados por cazabombarderos Me 110 debían efectuar el primer ataque que con las primeras luces del alba atrapase en tierra a los aviones españoles.
En los extremos de la cordillera también se preparaba la gran ofensiva. La infantería se movía hacia sus posiciones de partida mientras los artilleros se preparaban para disparar. Más atrás las divisiones acorazadas también se alistaban.
Mientras en el lado español todo seguía tranquilo. Aparentemente.
Los reconocimientos mostraban que el estado de alerta de los españoles había aumentado en las semanas anteriores. Era lo lógico pues a pesar de todos los esfuerzos era improbable que los españoles no hubiesen notado que algo se preparaba. Por desgracia, ya no disponía de informes de patrullas de reconocimiento pues los españoles habían construido una valla protegida por alambradas en buena parte de la frontera; no era infranqueable pero además de poner a las patrullas en peligro, sería muy difícil ocultar la intrusión.
Pero esta noche era diferente. En los frentes principales, a ambos extremos de la cadena montañosa, el ataque aun se iba a demorar, pero a estas horas los cazadores de montaña ya debían estar ocupando los pasos fronterizos. Hasta ahora no había noticias de combates.
Los informes de los radiotelémetros eran similares. Como era habitual, algunos aviones españoles habían cruzado la frontera para sobrevolar Francia, volando a gran altura y a velocidades inalcanzables; pero no en mayor número que otros días. Parecía que al otro lado de la frontera esta noche era como las anteriores… por ahora.
Sin embargo Reichenau no sabía de las dificultades que estaban experimentando los operadores de los radiotelémetros. Desde hacía varias semanas los españoles estaban emitiendo una señal que interfería con la de los radares, lo que había obligado a efectuar modificaciones que aumentasen la potencia de emisión. Así se podía seguir a los aviones a alta cota, pero entre las interferencias electrónicas y los ecos del terreno resultaba imposible apreciar nada que volase por debajo de dos o tres mil metros de altura.
Mientras la invasión alemana seguía en marcha. Los soldados alemanes de las avanzadas estaban ocupando algunas montañas y collados fronterizos; hasta ahora solo habían encontrado algunos puestos de vigilancia abandonados. Donde había alambradas aun no las habían cruzado para evitar delatarse, aunque los zapadores ya habían cortado buena parte de los cables.
En docenas de bases del sur de Francia los armeros quitaban los seguros de las bombas, y los mecánicos hacían las últimas comprobaciones en los aviones. Los pilotos intentaban descansar un poco más aunque a la mayoría tensión no les permitía conciliar el sueño. Unas pocas dotaciones se dirigían ya hacia sus bombarderos Ju 88, que apoyados por cazabombarderos Me 110 debían efectuar el primer ataque que con las primeras luces del alba atrapase en tierra a los aviones españoles.
En los extremos de la cordillera también se preparaba la gran ofensiva. La infantería se movía hacia sus posiciones de partida mientras los artilleros se preparaban para disparar. Más atrás las divisiones acorazadas también se alistaban.
Mientras en el lado español todo seguía tranquilo. Aparentemente.
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LA FRACTURA
LONDRES (GRAN BRETAÑA)
-Así que parece que los alemanes han acabado con la paciencia de los españoles.
-Si, Primer Ministro.
-Bueno, un aliado más y parece poderoso, de todas formas habrá que enviar tropas a España para apoyarles. ¿Han hecho alguna petición?
-No todavía, pero tras la ayuda que recibimos en la Batalla de Inglaterra, supongo que esperan nuestro respaldo.
-Cierto, me dirigiré al Parlamento para informar sobre ello. ¿Qué podemos enviar?
-Depende de lo que queramos hacer, nuestra primera acción combinada en Cerdeña ha mostrado que aún hay fallos en coordinación, movimientos de tropas,... que tenemos que corregir. Y aún estamos instruyendo a muchas tropas en Egipto.
-¿Qué tenemos disponible para actuar?
-Podemos formar un Cuerpo de Ejército con las tropas metropolitanas, ahora que no hay riesgo de invasión. Además el 8º Ejército en Libia ha quedado disponible como fuerza de maniobra.
-Vaya pensaba en usarlo en el Dodecaneso o en Sicilia y así obtener el respaldo de la Entente Balcánica, los Balcanes son el vientre débil de Europa y por ahí podríamos atacar a Alemania.
-Es una posibilidad, el Estado Mayor Imperial está examinando las opciones.
-Manténgame informado.
-Así que parece que los alemanes han acabado con la paciencia de los españoles.
-Si, Primer Ministro.
-Bueno, un aliado más y parece poderoso, de todas formas habrá que enviar tropas a España para apoyarles. ¿Han hecho alguna petición?
-No todavía, pero tras la ayuda que recibimos en la Batalla de Inglaterra, supongo que esperan nuestro respaldo.
-Cierto, me dirigiré al Parlamento para informar sobre ello. ¿Qué podemos enviar?
-Depende de lo que queramos hacer, nuestra primera acción combinada en Cerdeña ha mostrado que aún hay fallos en coordinación, movimientos de tropas,... que tenemos que corregir. Y aún estamos instruyendo a muchas tropas en Egipto.
-¿Qué tenemos disponible para actuar?
-Podemos formar un Cuerpo de Ejército con las tropas metropolitanas, ahora que no hay riesgo de invasión. Además el 8º Ejército en Libia ha quedado disponible como fuerza de maniobra.
-Vaya pensaba en usarlo en el Dodecaneso o en Sicilia y así obtener el respaldo de la Entente Balcánica, los Balcanes son el vientre débil de Europa y por ahí podríamos atacar a Alemania.
-Es una posibilidad, el Estado Mayor Imperial está examinando las opciones.
-Manténgame informado.
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LA FRACTURA
—Mein Fuhrer, la radio española está emitiendo un mensaje del presidente de su gobierno.
—¿Qué dice ese pelele? ¿Se va a rendir?
—No, mein Fuhrer. Aquí tiene el discurso traducido —dijo el mariscal Keitel mientras entregaba una hoja mecanografiada con letras de gran tamaño—. Nos acusa de ser los agresores y dice que ha dado orden a sus fuerzas armadas de responder a nuestras agresiones.
—¡Ja! Ya es tarde para ellos. Aunque ¿qué hora es?
—Las tres y media de la mañana, Mein Fuhrer.
—La operación Alarico no debía empezar hasta las cinco ¿tenemos alguna noticia?
El mariscal tardó en responder.
—¿Qué pasa, Keitel? ¿Se sabe algo?
—No, mein Fuhrer. Las comunicaciones con Francia están interrumpidas.
En ese momento el refugio subterráneo secreto se sacudió y se apagaron las luces. Momentos después el grupo electrógeno se activó. Una capa de polvo cubría a los presentes.
—¿Qué ha ocurrido?
El mariscal salió de la sala y volvió unos minutos después.
—Mein Fuhrer, la cancillería se ha desmoronado y las líneas telefónicas están cortadas. Se escuchan explosiones por todo Berlín.
—¿Qué dice ese pelele? ¿Se va a rendir?
—No, mein Fuhrer. Aquí tiene el discurso traducido —dijo el mariscal Keitel mientras entregaba una hoja mecanografiada con letras de gran tamaño—. Nos acusa de ser los agresores y dice que ha dado orden a sus fuerzas armadas de responder a nuestras agresiones.
—¡Ja! Ya es tarde para ellos. Aunque ¿qué hora es?
—Las tres y media de la mañana, Mein Fuhrer.
—La operación Alarico no debía empezar hasta las cinco ¿tenemos alguna noticia?
El mariscal tardó en responder.
—¿Qué pasa, Keitel? ¿Se sabe algo?
—No, mein Fuhrer. Las comunicaciones con Francia están interrumpidas.
En ese momento el refugio subterráneo secreto se sacudió y se apagaron las luces. Momentos después el grupo electrógeno se activó. Una capa de polvo cubría a los presentes.
—¿Qué ha ocurrido?
El mariscal salió de la sala y volvió unos minutos después.
—Mein Fuhrer, la cancillería se ha desmoronado y las líneas telefónicas están cortadas. Se escuchan explosiones por todo Berlín.
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LA FRACTURA
Seis A-340 habían sido los responsables de los ataques contra Berlín. Tras despegar al anochecer, habían cruzado el Mediterráneo para luego sobrevolar Italia, donde no había cobertura de radiotelémetros, y luego dirigirse hacia la capital alemana. A las 3:45 habían atacado seis objetivos en la ciudad: la Cancillería, que había recibido cuatro bombas, dos de alto explosivo y dos perforantes: Hitler se había librado porque el refugio estaba construido en un punto diferente al original. También la sede de la Gestapo en la Prinz-Albrechtstrasse, la sede del NSDAP, el ministerio de propaganda, el tribunal popular y el Benderblock. Luego lo fueron el gasómetro, la central telefónica y la torre de la radio.
Otros A-340 tenían otra misión: doce centrales eléctricas alemanas fueron atacadas. No con bombas guiadas, sino con contenedores que al abrirse dejaron caer miles de filamentos de fibra de carbono revestida de aluminio, que produjo cortocircuitos en masa.
Media Alemania quedó sin electricidad.
Otros A-340 tenían otra misión: doce centrales eléctricas alemanas fueron atacadas. No con bombas guiadas, sino con contenedores que al abrirse dejaron caer miles de filamentos de fibra de carbono revestida de aluminio, que produjo cortocircuitos en masa.
Media Alemania quedó sin electricidad.
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LA FRACTURA
Los habitantes de Torrejón se prepararon para otra noche sin dormir, pues desde la medianoche el ruido de las decenas de aviones que despegaban atronaba la base. Y si la noche era como las de los últimos días, dentro de un rato volverían, para despertar a los pocos que hubiesen conseguido conciliar el sueño. Lo mismo ocurría en Zaragoza, en Manises, Getafe y otras bases del norte de España.
Pero los insomnes que esperaban escuchar la vuelta de los aviones tuvieron que esperar.
Los grandes aviones de transporte convertidos en bombarderos empezaron a orbitar entre el Ebro y los Pirineos, donde las montañas y las interferencias impedían que los alemanes pudiesen detectarlos. Los pocos A319E Atalaya (versiones AEW del avión civil) sobrevolaban la frontera, junto con otros A320 de guerra electrónica. Se volvió a triangular la posición de los radares alemanes, sin que se detectase ningún nuevo emisor.
Lo primitivo de los equipos alemanes había creado una dificultad imprevista: usaban equipos de onda métrica que no podían ser atacados por los misiles antirradiación HARM, cuya antena era demasiado pequeña. Pero tampoco importaba demasiado, porque las grandes antenas de los radares Würzburg y Freya no podían ir a ninguna parte. En las semanas previas sus emisiones habían delatado las localizaciones, luego confirmadas con reconocimientos aéreos. El empleo de interferencias había obligado a los alemanes a emplear las mayores potencias disponibles, de tal manera que ningún equipo había pasado desapercibido. Las interferencias también habían degradado el rendimiento de los equipos, que tenían dificultades para distinguir entre aviones aislados o grupos, e impedían localizar nada por debajo de los mil metros de altura.
Por eso los radiotelémetros no fueron capaces de detectar a la decena de helicópteros Tigre que partiendo desde las costas españolas se perdieron en el mar para luego entrar en Francia por las costas pantanosas, casi deshabitadas, que había al norte de Bayona y al este de Perpiñán.
A las 2:15 se inició la operación Sinaí.
Pero los insomnes que esperaban escuchar la vuelta de los aviones tuvieron que esperar.
Los grandes aviones de transporte convertidos en bombarderos empezaron a orbitar entre el Ebro y los Pirineos, donde las montañas y las interferencias impedían que los alemanes pudiesen detectarlos. Los pocos A319E Atalaya (versiones AEW del avión civil) sobrevolaban la frontera, junto con otros A320 de guerra electrónica. Se volvió a triangular la posición de los radares alemanes, sin que se detectase ningún nuevo emisor.
Lo primitivo de los equipos alemanes había creado una dificultad imprevista: usaban equipos de onda métrica que no podían ser atacados por los misiles antirradiación HARM, cuya antena era demasiado pequeña. Pero tampoco importaba demasiado, porque las grandes antenas de los radares Würzburg y Freya no podían ir a ninguna parte. En las semanas previas sus emisiones habían delatado las localizaciones, luego confirmadas con reconocimientos aéreos. El empleo de interferencias había obligado a los alemanes a emplear las mayores potencias disponibles, de tal manera que ningún equipo había pasado desapercibido. Las interferencias también habían degradado el rendimiento de los equipos, que tenían dificultades para distinguir entre aviones aislados o grupos, e impedían localizar nada por debajo de los mil metros de altura.
Por eso los radiotelémetros no fueron capaces de detectar a la decena de helicópteros Tigre que partiendo desde las costas españolas se perdieron en el mar para luego entrar en Francia por las costas pantanosas, casi deshabitadas, que había al norte de Bayona y al este de Perpiñán.
A las 2:15 se inició la operación Sinaí.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
- urquhart
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LA FRACTURA
ROMA, ITALIA
¿que no puedes comunicar con Alfieri (1)? Galeazzo, ¿que está pasando en Berlín?
Duce, la última comunicación con Alfieri fue que se escuchaban fuertes explosiones por todo Berlín, justo antes de perder la comunicación...
Algo más....
Tampoco hemos podido contactar con Guariglia en París (2)... ni con nuestros hombres en Burdeos... al parecer las comunicaciones telefónicas y telegráficas en Francia han dejado de existir... no sé si Alfieri está vivo...tal vez haya sido alcanzado por una explosión, o simplemente se ha cortado la comunicación...
¿La RAF?
Benito, en estos momentos no sé que decirte... puede ser... los alemanes han trasladado tantos aparatos al Sur de Francia que deben haber dejado una colosal vía de entrada a los británicos; pero no sé...
Galeazzo ¿que está pasando?¿qué está pasando?
No lo sé... esperemos... ahora contactará con la Embajada del Reich...
(1) Dino Alfieri, Embajador de Italia en Berlín entre 1940 y 1943
(2) Raffaele Guariglia, Embajador de Italia en París, entre 1938 y 1942
¿que no puedes comunicar con Alfieri (1)? Galeazzo, ¿que está pasando en Berlín?
Duce, la última comunicación con Alfieri fue que se escuchaban fuertes explosiones por todo Berlín, justo antes de perder la comunicación...
Algo más....
Tampoco hemos podido contactar con Guariglia en París (2)... ni con nuestros hombres en Burdeos... al parecer las comunicaciones telefónicas y telegráficas en Francia han dejado de existir... no sé si Alfieri está vivo...tal vez haya sido alcanzado por una explosión, o simplemente se ha cortado la comunicación...
¿La RAF?
Benito, en estos momentos no sé que decirte... puede ser... los alemanes han trasladado tantos aparatos al Sur de Francia que deben haber dejado una colosal vía de entrada a los británicos; pero no sé...
Galeazzo ¿que está pasando?¿qué está pasando?
No lo sé... esperemos... ahora contactará con la Embajada del Reich...
(1) Dino Alfieri, Embajador de Italia en Berlín entre 1940 y 1943
(2) Raffaele Guariglia, Embajador de Italia en París, entre 1938 y 1942
Tempus Fugit
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LA FRACTURA
Los agentes españoles y los soldados de los GOEs llevaban meses estudiando el dispositivo alemán en el sur de Francia. Habían confeccionado mapas de la red eléctrica y telefónica, localizando los nodos más vulnerables. Los helicópteros, volando a unos metros de altura, se acercaron y a las dos y cuarto en punto empezaron a disparar sus misiles antitanque: aunque no fuese necesario usar armas tan cara, muchas de esas centrales se encontraban en centros poblados y no se quería causar bajas francesas innecesarias.
Los soldados de los GOEs no habían acabado su misión: hicieron volar varias líneas de electricidad de alta tensión, cortando el fluido eléctrico a grandes sectores del sur de Francia. Los mayores radares alemanes se apagaron. Aunque sus operadores pusieron en marcha los grupos electrógenos auxiliares, los equipos tardarían varios minutos en volver a funcionar.
Al mismo tiempo los osciloscopios de los radares Würzburg, que eran autónomos de la red eléctrica, quedaron blancos, saturados por las señales entrantes: los aviones de guerra electrónica españoles habían multiplicado la potencia de sus emisores, emitiendo megavatios de ruido electrónico en las bandas de frecuencia usadas por los equipos germanos, mientras lanzaban miles de metros de filamentos metálicos que por interferencia multiplicaban la potencia de los ecos que llegaban a los radares. En ese momento los aviones que permanecían a la espera empezaron a cruzar la frontera.
Inicialmente la mayoría de los técnicos alemanes pensaron que se trataba de alguna avería. Algunos sospecharon que se debía a alguna maniobra española, y trataron de avisar a sus jefes. Pero los teléfonos no funcionaban, y la radio estaba saturada con la estática. Algunos oficiales, más diligentes, consiguieron utilizar teléfonos de campaña para ponerse en contacto con las bases aéreas. Poco importaba: ni a los radares ni a la Luftwaffe les quedaban más de cinco minutos.
Un centenar de cazabombarderos Typhoon y EF-18 volando a media cota se dirigieron hacia las instalaciones de radar y los aeródromos alemanes. Había tantos objetivos que solo pudieron destinarse dos o cuatro aviones a cada uno; pero se compensaba con la capacidad de carga de los modernos reactores: rugieron sobrevolando bases e instalaciones de radar sobre las que lanzaron bombas que a su vez se abrieron dejando caer cientos de bombetas que estallaron como tracas letales. Todas las estaciones de radar quedaron fuera de servicio. En las bases, pocos aviones fueron alcanzados, no se habían atacado los aparatos estacionados sino las pistas, que quedaron picadas con pequeños cráteres.
Las dotaciones de los cañones antiaéreos aun corrían hacia sus armas para intentar apuntarlas a las sombras, cuando los reactores ya habían dejado atrás las bases. La mayoría volvió hacia España para recargar, pero varias decenas siguieron orbitando para acabar con cualquier avión que remontase el vuelo.
El mariscal Reichenau también se había preocupado cuando se fue la luz. Desde su puesto de mando no se escucharon las explosiones de los cohetes de los Tigres, pero el paso de un reactor a baja altura los ensordeció. El mariscal miró su reloj a la vacilante luz de un mechero, y comprobó que era demasiado pronto: aun faltaban tres horas para que empezase la preparación artillera. Si se oían reactores era porque los españoles estaban efectuando un ataque preventivo. El mariscal se dirigió hacia la ventana que un ayudante había abierto, y pudo ver el resplandor de las explosiones lejanas. Pero no tuvo tiempo para nada más. Cuatro segundos después ocho bombas de una tonelada lanzadas desde dos Boeing 737 modificados deshacían los edificios de la ciudadela.
En la base de Bordeaux-Merignac los sirvientes de los cañones de 20 y 37 mm apenas habían conseguido llegar a sus puestos cuando oyeron el tono alto de unos motores. Un reflector se encendió intentando localizar a los intrusos; pero era inútil: aunque los hubiesen encontrado volaban demasiado altos. Entonces el cielo se iluminó: un CRJ lanzó una ristra de bengalas que alumbró la base como si fuese de día.
A pocos kilómetros, la tripulación del Hércules C-130H TL.10-01/31-01 vio su objetivo: una explanada con decenas de bombarderos alineados. El avión había abierto ya el portón posterior y al pasar sobre la base dejó caer cuatro grandes contenedores de forma cilíndrica, que cayeron frenados por pequeños paracaídas. A unas decenas de metros de tierra los radioaltímetros activaron las espoletas. Pequeñas cargas dispersaron nubes de hidrocarburos y polvo de aluminio, que un segundo después otra carga detonó. La onda de choque se extendió cientos de metros, aplastando e incendiando lo que tocaba. Secundariamente el combustible de los aviones empezó a arder y poco después estallaron las municiones, convirtiendo la base en un infierno.
Treinta bases habían sido atacadas con grandes bombas termobáricas lanzadas por C-130, C-295 y CN-235. El resto lo fueron con bombas similares pero de menor potencia que llevaban los Boeing 737 transformados en bombarderos. Las explosiones causaron muchas bajas y dañaron a gran parte de los aviones que esperaban para despegar. Los pocos BR.23 Tritón, que podían llevar gran número de bombas de menores dimensiones, permanecieron sobre las principales bases, lanzando intermitentemente bombas de 250 kg provistas de espoletas de proximidad, que estallaban a unas decenas de metros de altura barriendo con su metralla los aeródromos, para obligar a que tanto los mecánicos como los equipos que trataban de sofocar las llamas y reparar las pistas tuvieran que mantenerse a cubierto.
Y aun no había acabado todo.
Los soldados de los GOEs no habían acabado su misión: hicieron volar varias líneas de electricidad de alta tensión, cortando el fluido eléctrico a grandes sectores del sur de Francia. Los mayores radares alemanes se apagaron. Aunque sus operadores pusieron en marcha los grupos electrógenos auxiliares, los equipos tardarían varios minutos en volver a funcionar.
Al mismo tiempo los osciloscopios de los radares Würzburg, que eran autónomos de la red eléctrica, quedaron blancos, saturados por las señales entrantes: los aviones de guerra electrónica españoles habían multiplicado la potencia de sus emisores, emitiendo megavatios de ruido electrónico en las bandas de frecuencia usadas por los equipos germanos, mientras lanzaban miles de metros de filamentos metálicos que por interferencia multiplicaban la potencia de los ecos que llegaban a los radares. En ese momento los aviones que permanecían a la espera empezaron a cruzar la frontera.
Inicialmente la mayoría de los técnicos alemanes pensaron que se trataba de alguna avería. Algunos sospecharon que se debía a alguna maniobra española, y trataron de avisar a sus jefes. Pero los teléfonos no funcionaban, y la radio estaba saturada con la estática. Algunos oficiales, más diligentes, consiguieron utilizar teléfonos de campaña para ponerse en contacto con las bases aéreas. Poco importaba: ni a los radares ni a la Luftwaffe les quedaban más de cinco minutos.
Un centenar de cazabombarderos Typhoon y EF-18 volando a media cota se dirigieron hacia las instalaciones de radar y los aeródromos alemanes. Había tantos objetivos que solo pudieron destinarse dos o cuatro aviones a cada uno; pero se compensaba con la capacidad de carga de los modernos reactores: rugieron sobrevolando bases e instalaciones de radar sobre las que lanzaron bombas que a su vez se abrieron dejando caer cientos de bombetas que estallaron como tracas letales. Todas las estaciones de radar quedaron fuera de servicio. En las bases, pocos aviones fueron alcanzados, no se habían atacado los aparatos estacionados sino las pistas, que quedaron picadas con pequeños cráteres.
Las dotaciones de los cañones antiaéreos aun corrían hacia sus armas para intentar apuntarlas a las sombras, cuando los reactores ya habían dejado atrás las bases. La mayoría volvió hacia España para recargar, pero varias decenas siguieron orbitando para acabar con cualquier avión que remontase el vuelo.
El mariscal Reichenau también se había preocupado cuando se fue la luz. Desde su puesto de mando no se escucharon las explosiones de los cohetes de los Tigres, pero el paso de un reactor a baja altura los ensordeció. El mariscal miró su reloj a la vacilante luz de un mechero, y comprobó que era demasiado pronto: aun faltaban tres horas para que empezase la preparación artillera. Si se oían reactores era porque los españoles estaban efectuando un ataque preventivo. El mariscal se dirigió hacia la ventana que un ayudante había abierto, y pudo ver el resplandor de las explosiones lejanas. Pero no tuvo tiempo para nada más. Cuatro segundos después ocho bombas de una tonelada lanzadas desde dos Boeing 737 modificados deshacían los edificios de la ciudadela.
En la base de Bordeaux-Merignac los sirvientes de los cañones de 20 y 37 mm apenas habían conseguido llegar a sus puestos cuando oyeron el tono alto de unos motores. Un reflector se encendió intentando localizar a los intrusos; pero era inútil: aunque los hubiesen encontrado volaban demasiado altos. Entonces el cielo se iluminó: un CRJ lanzó una ristra de bengalas que alumbró la base como si fuese de día.
A pocos kilómetros, la tripulación del Hércules C-130H TL.10-01/31-01 vio su objetivo: una explanada con decenas de bombarderos alineados. El avión había abierto ya el portón posterior y al pasar sobre la base dejó caer cuatro grandes contenedores de forma cilíndrica, que cayeron frenados por pequeños paracaídas. A unas decenas de metros de tierra los radioaltímetros activaron las espoletas. Pequeñas cargas dispersaron nubes de hidrocarburos y polvo de aluminio, que un segundo después otra carga detonó. La onda de choque se extendió cientos de metros, aplastando e incendiando lo que tocaba. Secundariamente el combustible de los aviones empezó a arder y poco después estallaron las municiones, convirtiendo la base en un infierno.
Treinta bases habían sido atacadas con grandes bombas termobáricas lanzadas por C-130, C-295 y CN-235. El resto lo fueron con bombas similares pero de menor potencia que llevaban los Boeing 737 transformados en bombarderos. Las explosiones causaron muchas bajas y dañaron a gran parte de los aviones que esperaban para despegar. Los pocos BR.23 Tritón, que podían llevar gran número de bombas de menores dimensiones, permanecieron sobre las principales bases, lanzando intermitentemente bombas de 250 kg provistas de espoletas de proximidad, que estallaban a unas decenas de metros de altura barriendo con su metralla los aeródromos, para obligar a que tanto los mecánicos como los equipos que trataban de sofocar las llamas y reparar las pistas tuvieran que mantenerse a cubierto.
Y aun no había acabado todo.
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LA FRACTURA
TIERGANTENT, BERLÍN (ALEMANIA)
Un coche frenó en seco, saliendo un hombre de su parte trasera.
-Schacht, Schacht, sube.- Llamando la atención de otro hombre que iba a toda prisa y que se metió en el vehículo.
-Speer, ¿estás bien?
-Si, voy para los Ministerios a ver como a quedado todo.
-Acabo de cruzarme con Döenitz, parece que el Führer está intentando llamar a todo el mundo.
-Berlín es un caos, las SS, el ejército y los paracaidistas de las diversas facciones se despliegan por las calles, tras la destrucción de los centros de mando. No hay teléfono y en cualquier momento alguien perderá los nervios y estallará una batalla.
-No me sorprendería, Döenitz llevaba envuelto el brazo en cabestrillo, parece que la Benderblock ha sido arrasada y no es lo único.
-Si, he hablado con Funk, parece que nadie sabe donde está Goebbels pero su sede son ruinas. Y el Volksgerichtshof también está destrozado, y entre los muertos estaba Freisler.
-¿Freisler?
-Si, parece que trabajaba hasta tarde y una de las columnas le cayó encima junto con decenas de expedientes, no fue rápido. Aunque no creo que muchos lo lamenten.
-No, es el juicio divino.
-Será mejor que nos pongamos en marcha puede haber un nuevo ataque.
Un coche frenó en seco, saliendo un hombre de su parte trasera.
-Schacht, Schacht, sube.- Llamando la atención de otro hombre que iba a toda prisa y que se metió en el vehículo.
-Speer, ¿estás bien?
-Si, voy para los Ministerios a ver como a quedado todo.
-Acabo de cruzarme con Döenitz, parece que el Führer está intentando llamar a todo el mundo.
-Berlín es un caos, las SS, el ejército y los paracaidistas de las diversas facciones se despliegan por las calles, tras la destrucción de los centros de mando. No hay teléfono y en cualquier momento alguien perderá los nervios y estallará una batalla.
-No me sorprendería, Döenitz llevaba envuelto el brazo en cabestrillo, parece que la Benderblock ha sido arrasada y no es lo único.
-Si, he hablado con Funk, parece que nadie sabe donde está Goebbels pero su sede son ruinas. Y el Volksgerichtshof también está destrozado, y entre los muertos estaba Freisler.
-¿Freisler?
-Si, parece que trabajaba hasta tarde y una de las columnas le cayó encima junto con decenas de expedientes, no fue rápido. Aunque no creo que muchos lo lamenten.
-No, es el juicio divino.
-Será mejor que nos pongamos en marcha puede haber un nuevo ataque.
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El subteniente Baudach aun estaba conmocionado por las explosiones, de una potencia inusitada. El oficial pensaba que algún artefacto había estallado a pocos metros de él, y daba gracias al cielo por haber tenido el instinto de protegerse en una zanja. Pero cuando se asomó la luz de los incendios no mostraba ningún cráter cercano: algo habían lanzado los españoles con potencia inusitada. Con razón estaba tan preocupado el mayor ante la idea de meterse con los hispanos y su tecnología futurística.
Baudach miró hacia donde habían estado los bombarderos que esperaban para el despegue y vio un pandemónium. Todos los aviones ardían: algunos estaban aplastados contra el suelo, otros habían sido lanzados a decenas de metros. Entonces las bombas que portaban empezaron a estallar. Nadie habría podido sobrevivir allí.
La luz de las llamas le permitió ver un Me 109 que las grandes explosiones habían respetado y que unos mecánicos se apuraban para aprestar. Cuando el subteniente llegó vio que aun no había ningún piloto. Sabía que si el avión seguía en tierra, le quedaban pocos minutos; porque seguramente a los dos ataques que había sufrido la base le seguirían varios más. Saltó al ala y montó en la cabina, mientras los mecánicos acercaban un arrancador. El motor Daimler Benz respondió, y Baudach puso el motor a máxima potencia, intentando ganar velocidad cuanto antes: aunque el primer ataque había dañado las pistas, el ligero caza podía despegar usando la pista de carreteo. Al poco el Messerschmitt se fue al aire.
—Atalaya 3 a Verde 1, tenemos un bandido despegando desde Merignac.
—Verde 1, recibido. Ataco.
Un Typhoon con su radar encendido localizó al ligero caza. En esta misión no llevaba misiles AIM-120, pues se había considerado demasiado peligroso usar armas de largo alcance en esa noche en la que tantos aviones españoles operarían sobre Francia. Así que se acercó hasta que el sensor IR de un misil IRIS-T captó la débil firma infrarroja del motor. Segundos después el Messerschmitt de Baudach estallaba.
Los Atalaya siguieron dirigiendo a los EF-18 y a los Typhoon hacia los aviones que conseguían despegar, atacándolos primero con misiles y luego con cañones. Fue entonces cuando se produjo la primera baja de la operación, cuando un EF-18 rompió su ala contra la cola de un Me 110. El piloto consiguió eyectarse, mientras los dos aviones caían convertidos en bolas de llamas.
Mientras el resto de los cazabombarderos había tomado tierra en las bases avanzadas, donde fueron recargados a toda prisa por equipos que llevaban meses preparándose. Con una velocidad que hubiesen envidiado los mecánicos de Fórmula 1 lograron que los aviones se remontasen de nuevo y siendo aun de noche realizasen un segundo ataque contra las bases alemanas, esta vez no ya contra las pistas sino a los aviones alineados. Luego sustiyeron a lso aviones de la anterior oleada en sus patrullas sobre Francia.
También en esas bases habían tomado tierra los aviones de transporte convertidos en bombarderos, que cargaron más bombas combustible aire. Pero su objetivo iba a ser otro.
Baudach miró hacia donde habían estado los bombarderos que esperaban para el despegue y vio un pandemónium. Todos los aviones ardían: algunos estaban aplastados contra el suelo, otros habían sido lanzados a decenas de metros. Entonces las bombas que portaban empezaron a estallar. Nadie habría podido sobrevivir allí.
La luz de las llamas le permitió ver un Me 109 que las grandes explosiones habían respetado y que unos mecánicos se apuraban para aprestar. Cuando el subteniente llegó vio que aun no había ningún piloto. Sabía que si el avión seguía en tierra, le quedaban pocos minutos; porque seguramente a los dos ataques que había sufrido la base le seguirían varios más. Saltó al ala y montó en la cabina, mientras los mecánicos acercaban un arrancador. El motor Daimler Benz respondió, y Baudach puso el motor a máxima potencia, intentando ganar velocidad cuanto antes: aunque el primer ataque había dañado las pistas, el ligero caza podía despegar usando la pista de carreteo. Al poco el Messerschmitt se fue al aire.
—Atalaya 3 a Verde 1, tenemos un bandido despegando desde Merignac.
—Verde 1, recibido. Ataco.
Un Typhoon con su radar encendido localizó al ligero caza. En esta misión no llevaba misiles AIM-120, pues se había considerado demasiado peligroso usar armas de largo alcance en esa noche en la que tantos aviones españoles operarían sobre Francia. Así que se acercó hasta que el sensor IR de un misil IRIS-T captó la débil firma infrarroja del motor. Segundos después el Messerschmitt de Baudach estallaba.
Los Atalaya siguieron dirigiendo a los EF-18 y a los Typhoon hacia los aviones que conseguían despegar, atacándolos primero con misiles y luego con cañones. Fue entonces cuando se produjo la primera baja de la operación, cuando un EF-18 rompió su ala contra la cola de un Me 110. El piloto consiguió eyectarse, mientras los dos aviones caían convertidos en bolas de llamas.
Mientras el resto de los cazabombarderos había tomado tierra en las bases avanzadas, donde fueron recargados a toda prisa por equipos que llevaban meses preparándose. Con una velocidad que hubiesen envidiado los mecánicos de Fórmula 1 lograron que los aviones se remontasen de nuevo y siendo aun de noche realizasen un segundo ataque contra las bases alemanas, esta vez no ya contra las pistas sino a los aviones alineados. Luego sustiyeron a lso aviones de la anterior oleada en sus patrullas sobre Francia.
También en esas bases habían tomado tierra los aviones de transporte convertidos en bombarderos, que cargaron más bombas combustible aire. Pero su objetivo iba a ser otro.
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Los aeropuertos de “primera línea” (Bilbao, Vitoria, Logroño, Huesca, Lleida y el Prat de Llobregat) estaban recibiendo un flujo de aviones que recordaba al de pasadas temporadas turísticas. Precisamente, muchos de los técnicos que atendían los aviones habían trabajado en otros tiempos en aerolíneas, y durante el último año se habían entrenado en el mantenimiento rápido de aviones.
Una lección aprendida de las guerras de Oriente Medio era que un avión que podía efectuar seis misiones en un día valía por seis aviones que solo volaban una. Los pilotos no eran capaces de mantener el ritmo, pero si algo sobraba en la España post Fractura era pilotos y mecánicos en paro, que gustosamente se habían integrado en el Ejército del Aire.
Otro problema era el de los recambios, pero ITP ya estaba produciendo buen número. Aun así las operaciones de esos días iban a suponer un duro peaje para la fuerza aérea española; pero era preciso dar un golpe demoledor tanto a los alemanes.
Los aviones se posaban y eran conducidos a áreas donde los equipos de mantenimiento revisaban los sistemas y, si el aparato podía volver a volar, lo repostaban y rearmaban, cargando bombas “tontas” (las dirigidas eran usadas sobre todo por los aviones de línea), dispensadores de submuniciones o contenedores de napalm. Los que tenían algunos defectos solventables eran reparados en el menor plazo posible. Los que requerían una reparación mayor eran apartados: servirían como fuente de repuestos.
Inmediatamente después otro piloto se hacía cargo del avión y despegaba. Una vez en el aire, era dirigido contra uno u otro objetivo por los A320 que ahora orbitaban ya sobre territorio francés. La mitad de las salidas seguían produciéndose contra las bases aéreas, buscando acabar no solo con los aviones sino también con las reservas y el valiosísimo personal; pero ahora el ejército de tierra alemán empezó a tener su ración de hierro.
Una lección aprendida de las guerras de Oriente Medio era que un avión que podía efectuar seis misiones en un día valía por seis aviones que solo volaban una. Los pilotos no eran capaces de mantener el ritmo, pero si algo sobraba en la España post Fractura era pilotos y mecánicos en paro, que gustosamente se habían integrado en el Ejército del Aire.
Otro problema era el de los recambios, pero ITP ya estaba produciendo buen número. Aun así las operaciones de esos días iban a suponer un duro peaje para la fuerza aérea española; pero era preciso dar un golpe demoledor tanto a los alemanes.
Los aviones se posaban y eran conducidos a áreas donde los equipos de mantenimiento revisaban los sistemas y, si el aparato podía volver a volar, lo repostaban y rearmaban, cargando bombas “tontas” (las dirigidas eran usadas sobre todo por los aviones de línea), dispensadores de submuniciones o contenedores de napalm. Los que tenían algunos defectos solventables eran reparados en el menor plazo posible. Los que requerían una reparación mayor eran apartados: servirían como fuente de repuestos.
Inmediatamente después otro piloto se hacía cargo del avión y despegaba. Una vez en el aire, era dirigido contra uno u otro objetivo por los A320 que ahora orbitaban ya sobre territorio francés. La mitad de las salidas seguían produciéndose contra las bases aéreas, buscando acabar no solo con los aviones sino también con las reservas y el valiosísimo personal; pero ahora el ejército de tierra alemán empezó a tener su ración de hierro.
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- urquhart
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MEDITERRANEO
El UF1 se adentraba en el Mediterráneo con la misión de atacar el escaso tráfico marítimo entre España y los puertos argelinos.
Al mando del Korvettenkapitän Drugger, el UF1 era uno de los cinco submarinos que no habían podido evadirse de Tolón durante la defección de las huestes de Darlan. Puesto pronto en servicio por la Kriegsmarine, se lanzaba a su primer crucero de combate tras una rápida instrucción. Druger sabía de la dificultad de su misión, a la que sumaba la bisoñez de su tripulación, hombres recien llegados de Gottehaffen; solo 2 experten, su Chefingenieur y su Bootsmann. Sus oficiales jóvenes miembros del Partido ansiosos de conseguir su Eisenkreuz.
Para evitar malos encuentros con los submarinos de la Regia Marina asignados a la campaña de Cerdeña, navegaría cerca de las costas baleáricas, en Tolón le habían indicado que a partir de la fecha, los españoles estarían muy ocupados.
Druger era el primer oficial en misión de combate de la nueva fuerza naval alemana en el Mediterráneo fuerte en otros cuatro submarinos, cinco destructores, varios viejos torpederos y otros buques menores, todos franceses, que estaban siendo rapidamente recuperados para servir con la Mittelmeer Flotille. Los cruceros ligeros Jean de Vienne y La Galissonnière, ahora FR11 y FR12 necesitarían de trabajos mayores para poder ser reutilizados. Se estudiaría incluso recuperar el Ocean.
Nota: la relación de los buques son los que los franceses no pudieron sabotear por completo en 1942. De los 5 submarinos capturados, en realidad ninguno operaría con la Kriegsmarine.
El UF1 se adentraba en el Mediterráneo con la misión de atacar el escaso tráfico marítimo entre España y los puertos argelinos.
Al mando del Korvettenkapitän Drugger, el UF1 era uno de los cinco submarinos que no habían podido evadirse de Tolón durante la defección de las huestes de Darlan. Puesto pronto en servicio por la Kriegsmarine, se lanzaba a su primer crucero de combate tras una rápida instrucción. Druger sabía de la dificultad de su misión, a la que sumaba la bisoñez de su tripulación, hombres recien llegados de Gottehaffen; solo 2 experten, su Chefingenieur y su Bootsmann. Sus oficiales jóvenes miembros del Partido ansiosos de conseguir su Eisenkreuz.
Para evitar malos encuentros con los submarinos de la Regia Marina asignados a la campaña de Cerdeña, navegaría cerca de las costas baleáricas, en Tolón le habían indicado que a partir de la fecha, los españoles estarían muy ocupados.
Druger era el primer oficial en misión de combate de la nueva fuerza naval alemana en el Mediterráneo fuerte en otros cuatro submarinos, cinco destructores, varios viejos torpederos y otros buques menores, todos franceses, que estaban siendo rapidamente recuperados para servir con la Mittelmeer Flotille. Los cruceros ligeros Jean de Vienne y La Galissonnière, ahora FR11 y FR12 necesitarían de trabajos mayores para poder ser reutilizados. Se estudiaría incluso recuperar el Ocean.
Nota: la relación de los buques son los que los franceses no pudieron sabotear por completo en 1942. De los 5 submarinos capturados, en realidad ninguno operaría con la Kriegsmarine.
Tempus Fugit
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LA FRACTURA
Los oficiales alemanes que estaban preparándose para el inminente ataque escuchaban pasar los aviones y veían el resplandor de las explosiones, pero no sabían lo que ocurría porque la radio estaba muerta y los teléfonos no funcionaban. Ni siquiera respondían las líneas militares que comunicaban con los puestos de mando de Bayona y de Perpiñán. Sin órdenes, los oficiales solo podían esperar a que llegase la hora. Pero las baterías españolas no tenían la misma limitación. A las 2:55 empezaron a disparar.
El lado español de la frontera se iluminó cuando se elevaron andanadas de cohetes. Simultáneamente cuatro centenares de cañones de 155 mm abrieron fuego sobre las posiciones germanas localizadas previamente por los reconocimientos. Los artilleros alemanes oyeron llegar a los proyectiles y se refugiaron en las trincheras que habían cavado, sin saber que estaban anticuadas. Porque los proyectiles hispanos contaban con espoleta de proximidad y estallaron en el aire, regando con metralla el fondo de las zanjas. Una tras otra las posiciones conocidas de la artillería alemana fueron objeto del bombardeo. Al mismo tiempo empezaron a disparar los cañones de 105 mm y los morteros de 120 mm autopropulsados, esta vez sobre las posiciones de partida de la infantería alemana.
Los cañones alemanes eran demasiado numerosos y muchos no fueron molestados; de demasiados ni siquiera se conocía su posición. Viendo el huracán de fuego que estaba recorriendo las líneas alemanas, algunos comandantes de baterías ordenaron disparar por iniciativa propia, solo para encontrarse que pocos segundos después los proyectiles estallaban sobre sus cabezas: los radares de contrabatería localizaban los orígenes del fuego que inmediatamente recibían una andanada. Durante una hora y mediase mantuvo el desigual duelo: los cañones germanos tirando contra los pueblos y las trincheras españolas, que estaban vacías, mientras los hispanos aplastaban las posiciones artilleras. Las localidades fronterizas y especialmente Irún y Fuenterrabía sufrieron serios daños, pero buena parte de la artillería alemana quedó fuera de combate. Luego llegó la aviación.
Los aviones de transporte efectuaron su segunda misión de la noche, atacando las posiciones alemanas, aunque manteniendo una distancia mínima de cinco kilómetros con las líneas españolas. Las armas termobáricas resultaban especialmente efectivas contra tropas y armas al descubierto, y los incendios y las explosiones se extendieron. Pero aun no había acabado la ordalía: llegaron los Tigres y los Fantasmas.
El hábitat de los helicópteros de ataque Tigre y Bo 105 era la noche, y con sus sensores podían ver a los alemanes casi como a plena luz del día. El campo estaba tan lleno de objetivos que los por desgracia demasiado escasos helicópteros tenían que seleccionar, buscando los cañones de largo alcance y los antiaéreos. También se unieron los Fantasmas, C-47 convertidos en cañoneros. Aunque disponían de cámaras térmicas, los aparatos volaban por parejas, con un avión lanzando bengalas y otro disparando. Tanto los AC-47 como los helicópteros operaban en sectores contra los que la artillería española no disparaba, para evitar alcanzar a sus propias aeronaves. Eso animó a algún comandante alemán, que al abrir fuego se convirtió en blanco de las aeronaves.
El lado español de la frontera se iluminó cuando se elevaron andanadas de cohetes. Simultáneamente cuatro centenares de cañones de 155 mm abrieron fuego sobre las posiciones germanas localizadas previamente por los reconocimientos. Los artilleros alemanes oyeron llegar a los proyectiles y se refugiaron en las trincheras que habían cavado, sin saber que estaban anticuadas. Porque los proyectiles hispanos contaban con espoleta de proximidad y estallaron en el aire, regando con metralla el fondo de las zanjas. Una tras otra las posiciones conocidas de la artillería alemana fueron objeto del bombardeo. Al mismo tiempo empezaron a disparar los cañones de 105 mm y los morteros de 120 mm autopropulsados, esta vez sobre las posiciones de partida de la infantería alemana.
Los cañones alemanes eran demasiado numerosos y muchos no fueron molestados; de demasiados ni siquiera se conocía su posición. Viendo el huracán de fuego que estaba recorriendo las líneas alemanas, algunos comandantes de baterías ordenaron disparar por iniciativa propia, solo para encontrarse que pocos segundos después los proyectiles estallaban sobre sus cabezas: los radares de contrabatería localizaban los orígenes del fuego que inmediatamente recibían una andanada. Durante una hora y mediase mantuvo el desigual duelo: los cañones germanos tirando contra los pueblos y las trincheras españolas, que estaban vacías, mientras los hispanos aplastaban las posiciones artilleras. Las localidades fronterizas y especialmente Irún y Fuenterrabía sufrieron serios daños, pero buena parte de la artillería alemana quedó fuera de combate. Luego llegó la aviación.
Los aviones de transporte efectuaron su segunda misión de la noche, atacando las posiciones alemanas, aunque manteniendo una distancia mínima de cinco kilómetros con las líneas españolas. Las armas termobáricas resultaban especialmente efectivas contra tropas y armas al descubierto, y los incendios y las explosiones se extendieron. Pero aun no había acabado la ordalía: llegaron los Tigres y los Fantasmas.
El hábitat de los helicópteros de ataque Tigre y Bo 105 era la noche, y con sus sensores podían ver a los alemanes casi como a plena luz del día. El campo estaba tan lleno de objetivos que los por desgracia demasiado escasos helicópteros tenían que seleccionar, buscando los cañones de largo alcance y los antiaéreos. También se unieron los Fantasmas, C-47 convertidos en cañoneros. Aunque disponían de cámaras térmicas, los aparatos volaban por parejas, con un avión lanzando bengalas y otro disparando. Tanto los AC-47 como los helicópteros operaban en sectores contra los que la artillería española no disparaba, para evitar alcanzar a sus propias aeronaves. Eso animó a algún comandante alemán, que al abrir fuego se convirtió en blanco de las aeronaves.
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Mientras el caos se extendía en las líneas alemanas. Los oficiales sabían que estaban siendo atacados, suponían que estaban sufriendo daños graves, pero nadie sabía nada más. No funcionaba ni la radio ni el teléfono. Tres puestos de mando divisionarios, además, desaparecieron mientras intentaban comunicarse con Bayona: cuando las estaciones españolas de escucha los triangulaban también pasaban a recibir las atenciones de los cañones. Sin órdenes, la mayor parte de los mandos decidió atenerse al plan inicial. A las 5:00 las pocas baterías que aun seguían incólumes empezaron a disparar contra las vacías trincheras españolas, que realmente eran señuelos, y diez minutos después la infantería salió de sus refugios, intentando cruzar la zona batida por los morteros y los cañones.
El teniente Castrillo oteaba la otra orilla del Bidasoa con la cámara térmica de su tanque M60. Aprovechando el cañoneo que ocultaba el ruido de motores y cadenas, su sección se había adelantado, aplastando los arbustos que se habían plantado para ocultar los nuevos caminos, hasta alcanzar unas rampas tras un talud. El tanque adelantó su tanque unos metros hasta asomar solo la cúpula. Castrillo se mantenía a cubierto dentro del blindado: de vez en cuando la metralla de los obuses alemanes se estrellaba contra el blindaje. Entonces vio movimiento en la otra orilla.
—Castrillo a Pérez, compañía infantería enemiga con botes en la orilla, referencia KL 1276, izquierda 100.
Una batería de morteros de 120 mm apuntó al objetivo designado y empezó a disparar. En el fragor del combate, los alemanes no oyeron llegar los morterazos, que estallaron en el aire, con mucho menos alarde que si hubiesen estallado en tierra o en el agua, pero diseminando los fragmentos. A pesar de las bajas, otra compañía alemana consiguió botar sus lanchas y empezó a cruzar.
—Castrillo a Pérez, otra compañía a la izquierda. Voy a disparar.
Cuatro tanques se adelantaron al unísono, asomaron sus torres y dispararon sus grandes cañones. Los proyectiles de 105 mm se abrieron esparciendo cientos de pequeños dardos que barrieron las aguas. Luego las ametralladoras acabaron con los pocos botes supervivientes. Aunque la artillería alemana no respondió, Castrillo pensó que era mejor cambiar de aires, y movió sus tanques unos cientos de metros a la izquierda por un camino cubierto. Allí abrió la escotilla y se asomó. Empezaba a clarear.
El teniente Castrillo oteaba la otra orilla del Bidasoa con la cámara térmica de su tanque M60. Aprovechando el cañoneo que ocultaba el ruido de motores y cadenas, su sección se había adelantado, aplastando los arbustos que se habían plantado para ocultar los nuevos caminos, hasta alcanzar unas rampas tras un talud. El tanque adelantó su tanque unos metros hasta asomar solo la cúpula. Castrillo se mantenía a cubierto dentro del blindado: de vez en cuando la metralla de los obuses alemanes se estrellaba contra el blindaje. Entonces vio movimiento en la otra orilla.
—Castrillo a Pérez, compañía infantería enemiga con botes en la orilla, referencia KL 1276, izquierda 100.
Una batería de morteros de 120 mm apuntó al objetivo designado y empezó a disparar. En el fragor del combate, los alemanes no oyeron llegar los morterazos, que estallaron en el aire, con mucho menos alarde que si hubiesen estallado en tierra o en el agua, pero diseminando los fragmentos. A pesar de las bajas, otra compañía alemana consiguió botar sus lanchas y empezó a cruzar.
—Castrillo a Pérez, otra compañía a la izquierda. Voy a disparar.
Cuatro tanques se adelantaron al unísono, asomaron sus torres y dispararon sus grandes cañones. Los proyectiles de 105 mm se abrieron esparciendo cientos de pequeños dardos que barrieron las aguas. Luego las ametralladoras acabaron con los pocos botes supervivientes. Aunque la artillería alemana no respondió, Castrillo pensó que era mejor cambiar de aires, y movió sus tanques unos cientos de metros a la izquierda por un camino cubierto. Allí abrió la escotilla y se asomó. Empezaba a clarear.
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Los BR.23 Tritón, tras lanzar sus bombas sobre las bases aéreas alemanas, volvieron hacia Torrejón. Siendo aviones de origen civil, estaban preparados para efectuar constantes rotaciones por lo que la revisión que requirieron fue mínima: poco más que repostar y volver a cargar bombas. Ahora ya no serían contenedores combustible aire, sino artefactos perforantes de una tonelada. Con cuatro cada avión, amanecía cuando los Tritones volaron buscando sus nuevos objetivos. Ahora iban a dedicarse a su especialidad.
Los seis aviones se unieron a una decena de A330, también modificados como bombarderos, y tomaron rumbo nordeste. Sobrevolaron la frontera entre Navarra y Francia, desde la que multitud de columnas de humo se elevaban; pero los aviones mantuvieron su curso. Pasaron en formación sobre las verticales de París y Bruselas: aunque suponía un mínimo desvío, recordaba a la población civil que no estaban solos. Luego se dirigieron hacia su objetivo: la gran base alemana de Kiel. Un reconocimiento realizado por un CRJ había avisado que hacía buen tiempo y era el momento para las bombas guiadas.
En la gran rada se encontraba lo más granado de la flota alemana: los acorazados Bismarck (que en este hilo temporal esperaba a su gemelo para hacerse a la mar), Tirpitz, que estaba efectuando su puesta a punto, el Gneisenau y el Scharnhorst (que no habían sido destacados a Francia), el portaaviones Graf Zeppelin del que se habían reemprendido las obras, y los cruceros pesados Prinz Eugen y Lutzow. La base estaba fuertemente defendida: medio centenar de cañones de 105 mm; pero los aviones españoles volaban a 11.500 m de altura, por encima del tiempo máximo de vuelo de las espoletas de los proyectiles alemanes. Los aviones comenzaron a describir largos circuitos, atacando uno a uno a los buques presentes en la rada.
El primero en morir fue el Bismarck. Uno de los Tritones lanzó una bomba guiada que lo alcanzó tras el puente de mando, atravesando las cubiertas blindadas hasta estallar justo al otro lado de la cubierta de protección. La explosión deshizo la sala de calderas de proa, causando daños que hubiesen mantenido al acorazado un año en el astillero. Pero no iban a tener importancia, porque las dos bombas siguientes alcanzaron los caparachos de las torres de proa y se enterraron en los pañoles antes de detonar. Aunque la cordita alemana era menos sensible que la inglesa, ningún pañol resiste la explosión de dos bombas de una tonelada. Una gran nube de humo cubrió al buque, y cuando se despejó el Bismarck estaba partido en dos a nivel de la torre Berta.
El Tirpitz recibió un tratamiento similar. Aunque sus pañoles estaban vacíos, lo que lo salvaron del destino de su gemelo; las tres bombas que lo alcanzaron causaron daños tan serios que tuvo que ser embarrancado para evitar su hundimiento. Algo similar le ocurrió al Scharnhorst, que estaba siendo reparado de los daños causados por una bomba inglesa tres meses antes; peor sino tuvo el Gneisenau, que tras soportar cuatro bombas sufrió el incendio del pañol de popa.
Las bombas atravesaron al menos blindado crucero pesado Prinz Eugen, pero sus efectos fueron deletéreos: estallaron entre la quilla y el fondo de la rada, causando tales inundaciones que el crucero se hundió. El más viejo Lutzow soportó peor el similar castigo, con cuatro bombas que lo alcanzaron; dio la voltereta en quince minutos. El portaaviones Graz Zeppelin, cuyas obras se habían reiniciado, también fue atravesado por las bombas perforantes; aunque inicialmente los daños no eran graves, las inundaciones se extendieron por los compartimentos, ya que las puertas estancas estaban abiertas, y también se inició un gran incendio. El barco quedó apoyado en el fondo, con sus superestructuras arrasadas por las llamas.
La flota de superficie alemana había dejado de existir.
Los seis aviones se unieron a una decena de A330, también modificados como bombarderos, y tomaron rumbo nordeste. Sobrevolaron la frontera entre Navarra y Francia, desde la que multitud de columnas de humo se elevaban; pero los aviones mantuvieron su curso. Pasaron en formación sobre las verticales de París y Bruselas: aunque suponía un mínimo desvío, recordaba a la población civil que no estaban solos. Luego se dirigieron hacia su objetivo: la gran base alemana de Kiel. Un reconocimiento realizado por un CRJ había avisado que hacía buen tiempo y era el momento para las bombas guiadas.
En la gran rada se encontraba lo más granado de la flota alemana: los acorazados Bismarck (que en este hilo temporal esperaba a su gemelo para hacerse a la mar), Tirpitz, que estaba efectuando su puesta a punto, el Gneisenau y el Scharnhorst (que no habían sido destacados a Francia), el portaaviones Graf Zeppelin del que se habían reemprendido las obras, y los cruceros pesados Prinz Eugen y Lutzow. La base estaba fuertemente defendida: medio centenar de cañones de 105 mm; pero los aviones españoles volaban a 11.500 m de altura, por encima del tiempo máximo de vuelo de las espoletas de los proyectiles alemanes. Los aviones comenzaron a describir largos circuitos, atacando uno a uno a los buques presentes en la rada.
El primero en morir fue el Bismarck. Uno de los Tritones lanzó una bomba guiada que lo alcanzó tras el puente de mando, atravesando las cubiertas blindadas hasta estallar justo al otro lado de la cubierta de protección. La explosión deshizo la sala de calderas de proa, causando daños que hubiesen mantenido al acorazado un año en el astillero. Pero no iban a tener importancia, porque las dos bombas siguientes alcanzaron los caparachos de las torres de proa y se enterraron en los pañoles antes de detonar. Aunque la cordita alemana era menos sensible que la inglesa, ningún pañol resiste la explosión de dos bombas de una tonelada. Una gran nube de humo cubrió al buque, y cuando se despejó el Bismarck estaba partido en dos a nivel de la torre Berta.
El Tirpitz recibió un tratamiento similar. Aunque sus pañoles estaban vacíos, lo que lo salvaron del destino de su gemelo; las tres bombas que lo alcanzaron causaron daños tan serios que tuvo que ser embarrancado para evitar su hundimiento. Algo similar le ocurrió al Scharnhorst, que estaba siendo reparado de los daños causados por una bomba inglesa tres meses antes; peor sino tuvo el Gneisenau, que tras soportar cuatro bombas sufrió el incendio del pañol de popa.
Las bombas atravesaron al menos blindado crucero pesado Prinz Eugen, pero sus efectos fueron deletéreos: estallaron entre la quilla y el fondo de la rada, causando tales inundaciones que el crucero se hundió. El más viejo Lutzow soportó peor el similar castigo, con cuatro bombas que lo alcanzaron; dio la voltereta en quince minutos. El portaaviones Graz Zeppelin, cuyas obras se habían reiniciado, también fue atravesado por las bombas perforantes; aunque inicialmente los daños no eran graves, las inundaciones se extendieron por los compartimentos, ya que las puertas estancas estaban abiertas, y también se inició un gran incendio. El barco quedó apoyado en el fondo, con sus superestructuras arrasadas por las llamas.
La flota de superficie alemana había dejado de existir.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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