LA FRACTURA
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LA FRACTURA
PIRINEO CENTRAL
Tras su paso en desfile por Andorra, donde la población cautelosa se había metido en los sótanos, su entrada en España era un desastre.
El avance en vanguardía de los SS, apoyados por carros de combate se había convertido en una carnicería ocasionada por la artillería, las minas y esos vehículos a hélice de los españoles. Los intentos de éstos de abrirse paso con sucesivos asaltos habían asfaltado el terreno de cuerpos que no dejaban muy buen sabor de boca a los que les seguían.
Sin comunicación con la retaguardía, ni ninguna indicación del mando divisional, los Gebirgsjägers que tenían que ampliar la brecha inexistente, estaban sometidos desde hace horas a un potente ataque que había eliminado por completo la cadena de mando. Aquí y allá los soldados trataban de retroceder o avanzar para encontrar todas las cimas cubiertas y sus movimientos seguidos por un fuego preciso de morteros o francotiradores a unas distancias inusitadas.
Los rumores de la masacre de la Luftwaffe, que no aparecía por ningún lado, y la retirada de los exterminados SS por el camino que ahora debían recorrer, unido a las noticias que habían conocido desde los meses anteriores habían ido minando la moral.
De esa forma, sin órdenes, ni mandos, varios soldados empezaron a gritar: -Kameraden, Kameraden- saliendo de sus posiciones entregándose a los españoles. Eran soldados del 137 Gebirgsjäger-Regiment; que ahora gritaban que eran austríacos y no alemanes; y a los que respondería el primer suboficial que se hizo cargo de ellos:
-Si claro, como Mozart.-
Tras su paso en desfile por Andorra, donde la población cautelosa se había metido en los sótanos, su entrada en España era un desastre.
El avance en vanguardía de los SS, apoyados por carros de combate se había convertido en una carnicería ocasionada por la artillería, las minas y esos vehículos a hélice de los españoles. Los intentos de éstos de abrirse paso con sucesivos asaltos habían asfaltado el terreno de cuerpos que no dejaban muy buen sabor de boca a los que les seguían.
Sin comunicación con la retaguardía, ni ninguna indicación del mando divisional, los Gebirgsjägers que tenían que ampliar la brecha inexistente, estaban sometidos desde hace horas a un potente ataque que había eliminado por completo la cadena de mando. Aquí y allá los soldados trataban de retroceder o avanzar para encontrar todas las cimas cubiertas y sus movimientos seguidos por un fuego preciso de morteros o francotiradores a unas distancias inusitadas.
Los rumores de la masacre de la Luftwaffe, que no aparecía por ningún lado, y la retirada de los exterminados SS por el camino que ahora debían recorrer, unido a las noticias que habían conocido desde los meses anteriores habían ido minando la moral.
De esa forma, sin órdenes, ni mandos, varios soldados empezaron a gritar: -Kameraden, Kameraden- saliendo de sus posiciones entregándose a los españoles. Eran soldados del 137 Gebirgsjäger-Regiment; que ahora gritaban que eran austríacos y no alemanes; y a los que respondería el primer suboficial que se hizo cargo de ellos:
-Si claro, como Mozart.-
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LA FRACTURA
El ambiente estaba mucho más relajado que dos noches antes. En parte por haberse disipado la incertidumbre que atenazaba al gobierno: la guerra ya no era una posibilidad sino una realidad. Para la mañana siguiente había convocada una sesión extraordinaria del Parlamento para aprobar la declaración de guerra.
Además, los combates habían ido bien, incluso mejor de lo esperado. El JEMAD fue haciendo balance de la operación. La ofensiva aérea había resultado un éxito y la Luftwaffe había sido destruida casi por completo, sufriendo mínimas pérdidas: un EF-18 en un choque en vuelo, y dos Typhoon en accidentes operativos. También el ataque contra la temida artillería alemana había resultado favorable, aunque había costado mayores bajas: los bombardeos alemanes habían causado un centenar de bajas, una veintena mortales, mucho menores de lo que hubiesen sido de lo ser por los esfuerzos en el camuflaje.
Por desgracia los ataques aéreos durante el día habían tenido algún coste. Se había perdido un fantasma (que había hecho un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Fuenterrabía, solo para ser destruido por morteros alemanes), dos C-101 y seis Halcones. Estos últimos habían sufrido lo peor. No solo por su menor velocidad, sino por haberse encargado de misiones comprometidas como el apoyo táctico.
A lo largo del día el goteo de bajas aumentó, especialmente en los pocos sectores en los que había sido preciso emplear infantería para mantener posiciones. Sin embargo donde se habían empleado tanques las bajas eran mínimas: dos M60 y un Lince destruidos, cuatro más Lince fuera de combate.
Tampoco se habían perdido posiciones realmente importantes: en el Bidasoa se mantenía la línea en la frontera. Más allá, había sido preciso ceder algún territorio e incluso media docena de aldeas, pero los alemanes no habían llegado a la línea principal de defensa. Era difícil cuantificar las pérdidas del enemigo, pero eran muy graves en aviación y artillería, serias en infantería, pero leves en tanques: las divisiones panzer seguían en la reserva. Lo más importante era que, por los mensajes interceptados, el mando había perdido el control de sus tropas.
Aunque la presencia de divisiones panzer en la retaguardia no era una buena noticia, la confusión del mando daba una ocasión inmejorable. El JEMAD recomendó iniciar inmediatamente la segunda fase de la operación Sinaí.
Además, los combates habían ido bien, incluso mejor de lo esperado. El JEMAD fue haciendo balance de la operación. La ofensiva aérea había resultado un éxito y la Luftwaffe había sido destruida casi por completo, sufriendo mínimas pérdidas: un EF-18 en un choque en vuelo, y dos Typhoon en accidentes operativos. También el ataque contra la temida artillería alemana había resultado favorable, aunque había costado mayores bajas: los bombardeos alemanes habían causado un centenar de bajas, una veintena mortales, mucho menores de lo que hubiesen sido de lo ser por los esfuerzos en el camuflaje.
Por desgracia los ataques aéreos durante el día habían tenido algún coste. Se había perdido un fantasma (que había hecho un aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Fuenterrabía, solo para ser destruido por morteros alemanes), dos C-101 y seis Halcones. Estos últimos habían sufrido lo peor. No solo por su menor velocidad, sino por haberse encargado de misiones comprometidas como el apoyo táctico.
A lo largo del día el goteo de bajas aumentó, especialmente en los pocos sectores en los que había sido preciso emplear infantería para mantener posiciones. Sin embargo donde se habían empleado tanques las bajas eran mínimas: dos M60 y un Lince destruidos, cuatro más Lince fuera de combate.
Tampoco se habían perdido posiciones realmente importantes: en el Bidasoa se mantenía la línea en la frontera. Más allá, había sido preciso ceder algún territorio e incluso media docena de aldeas, pero los alemanes no habían llegado a la línea principal de defensa. Era difícil cuantificar las pérdidas del enemigo, pero eran muy graves en aviación y artillería, serias en infantería, pero leves en tanques: las divisiones panzer seguían en la reserva. Lo más importante era que, por los mensajes interceptados, el mando había perdido el control de sus tropas.
Aunque la presencia de divisiones panzer en la retaguardia no era una buena noticia, la confusión del mando daba una ocasión inmejorable. El JEMAD recomendó iniciar inmediatamente la segunda fase de la operación Sinaí.
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LA FRACTURA
Los servicios médicos estaban transfieriendo a los heridos de ambos bandos a los centros médicos para su atención. Previendo su llegada en cantidades se había militarizado tres días antes todos los hospitales y centros médicos civiles públicos y privados del país, con órdenes específicas: se realizarían todas las operaciones urgentes y el tratamiento de los ciudadanos que los necesitasen, pero todo aquello que pudiera aplazarse quedaría suspendido para disponer de todas las camas posibles.
Del mismo modo todo el personal sanitario, incluyendo jubilados, aquellos que estuvieran en vacaciones o de baja no sanitaria, había sido llamado, y se había comunicado a la población la necesidad de una donación masiva de sangre para cubrir las necesidades que surgieran en las semanas que siguieran.
El traslado de los primeros prisioneros alemanes se estaba haciendo con agilidad, y por orden del JEMAD estaba prohibido los desfiles de soldados capturados por las calles, como había sido habitual en la guerra; si bien algunas imágenes habían sido captadas y más de un soldado alemán estaba sorprendido de verse ante el foco de una cámara o incluso viendo como sus guardianes apartaban a algunos insensatos que trataban de hacerse selfies con ellos.
Los prisioneros estaban siendo transferidos a centros de clasificación e interrogatorio, aunque en realidad el servicio de información sabía mucho más que cualquier soldado sobre el despliegue alemán, por lo que no fue necesario acudir a las más avanzadas técnicas de interrogatorios. Luego serían transferidos a los campos previamente habilitados y las cárceles (vaciadas consecuencia del indulto para delitos no graves dado en los primeros días de la Fractura). Allí se les proporcionaba información y datos, usando los conocimientos obtenidos del trato a los prisioneros alemanes en la 2ª GM, separando de inmediato a los núcleos más leales al nazismo para evitar que se hiciesen con el control de los campos de prisioneros.
Del mismo modo todo el personal sanitario, incluyendo jubilados, aquellos que estuvieran en vacaciones o de baja no sanitaria, había sido llamado, y se había comunicado a la población la necesidad de una donación masiva de sangre para cubrir las necesidades que surgieran en las semanas que siguieran.
El traslado de los primeros prisioneros alemanes se estaba haciendo con agilidad, y por orden del JEMAD estaba prohibido los desfiles de soldados capturados por las calles, como había sido habitual en la guerra; si bien algunas imágenes habían sido captadas y más de un soldado alemán estaba sorprendido de verse ante el foco de una cámara o incluso viendo como sus guardianes apartaban a algunos insensatos que trataban de hacerse selfies con ellos.
Los prisioneros estaban siendo transferidos a centros de clasificación e interrogatorio, aunque en realidad el servicio de información sabía mucho más que cualquier soldado sobre el despliegue alemán, por lo que no fue necesario acudir a las más avanzadas técnicas de interrogatorios. Luego serían transferidos a los campos previamente habilitados y las cárceles (vaciadas consecuencia del indulto para delitos no graves dado en los primeros días de la Fractura). Allí se les proporcionaba información y datos, usando los conocimientos obtenidos del trato a los prisioneros alemanes en la 2ª GM, separando de inmediato a los núcleos más leales al nazismo para evitar que se hiciesen con el control de los campos de prisioneros.
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Durante todo el día los Boeing 737 y Airbus A330 y A340 habilitados como bombarderos habían estado efectuando ataques constantes contra las líneas de comunicaciones alemanas, cortando los pasos del Garona y del Aude y casi aislando el escenario de los combates. Pero al llegar la noche, cambiaron de objetivo. Tras veinticuatro horas de operaciones constantes los EF-18 y Typhoon requerían mantenimiento, por lo que iban a ser usados en menor grado. Sin embargo era necesario seguir manteniendo la presión sobre la Luftwaffe, e iba a ser la misión de los aviones de pasaje.
Cada aparato efectuó al menos dos misiones durante la noche. Esta vez no ya con bombas guiadas, pues aunque se habían fabricado muchos kits de guiado, se querían reservar para objetivos especialmente valiosos. Pero las grandes bases aéreas alemanas no requerían excesiva precisión, y los aparatos lanzaron bombas convencionales con la única guía de sus sistemas inerciales: a fin de cuentas el objetivo era impedir la tarea de los mecánicos, y poco daba que la bomba cayese unos cientos de metros aquí o allá.
También volvieron a actuar como bombarderos los aviones de transporte, lanzando las temibles bombas termobáricas. Pero esa noche no atacaron las bases alemanas, sino objetivos tácticos: los Hércules lanzaron sus grandes artefactos sobre las colinas de Ainhoa y de Sara, dos líneas de elevaciones inmediatamente al norte de Dantxarinea y Zugarramurdi. Otros aparatos lanzaron sus artefactos sobre los puentes de los ríos Nivelle, Nive y Adour: la onda de presión barrió guardias y armas antiaéreas, pero apenas afectó a las sólidas construcciones.
Detrás llegaron los helicópteros.
Cada aparato efectuó al menos dos misiones durante la noche. Esta vez no ya con bombas guiadas, pues aunque se habían fabricado muchos kits de guiado, se querían reservar para objetivos especialmente valiosos. Pero las grandes bases aéreas alemanas no requerían excesiva precisión, y los aparatos lanzaron bombas convencionales con la única guía de sus sistemas inerciales: a fin de cuentas el objetivo era impedir la tarea de los mecánicos, y poco daba que la bomba cayese unos cientos de metros aquí o allá.
También volvieron a actuar como bombarderos los aviones de transporte, lanzando las temibles bombas termobáricas. Pero esa noche no atacaron las bases alemanas, sino objetivos tácticos: los Hércules lanzaron sus grandes artefactos sobre las colinas de Ainhoa y de Sara, dos líneas de elevaciones inmediatamente al norte de Dantxarinea y Zugarramurdi. Otros aparatos lanzaron sus artefactos sobre los puentes de los ríos Nivelle, Nive y Adour: la onda de presión barrió guardias y armas antiaéreas, pero apenas afectó a las sólidas construcciones.
Detrás llegaron los helicópteros.
Última edición por Domper el 02 Jun 2016, 10:10, editado 1 vez en total.
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OPERACIÓN EMBOLIA
Al maquinista Lutz Shutz le habían asignado la conducción de una moderna locomotora BR-50 que arrastraba 30 vagones de mercancías y diversos suministros militares desde Mannhein a la frontera francesa.
Las BR-50 aunque potentes no eran muy rápidas y su velocidad de trabajo no solía pasar los 60 Km/h. Pero una cosa era viajar lento y otra el suplicio que había sufrido para recorrer unos escasos 130Km hasta Saarbrucken en la frontera de Francia.
Los problemas en las comunicaciones, los fallos en el suministro eléctrico y algunos “pequeños” sabotajes en el lado francés sumado al importante número de trenes que circulaban con suministros hacia el sur Francia habían provocado un verdadero caos en los impecables ferrocarriles alemanes.
Lutz tras casi 10h horas de viaje, la mayor parte parados en estaciones atestadas de trenes había conseguido por fin alcanzar la inmensas playa de maniobras de la estación de Saarbrucken, solo para tener que esperar otras 2 horas hasta que le dieron vía libre y poder cruzar el puente sobre el rio Saar y recorrer los escasos kilómetros hasta la frontera.
11.000 metros por encima el sistema de navegación del A-330 había dirigido el avión a un punto al Oeste de Saarbrucken. El comandante Serrano mientras desconectaba el piloto automático con un ligero toque en su sidestick, calculó a ojo que se habían desviado poco más de 500metros del punto de referencia.
-controles míos, chaval ponme 250 para nivel 330, vamos a girar por la izquierda rumbo este y seguir el rio, preparados para iluminar blancos.
El A-330 después de realizar un viraje de casi 270 grados sobrevolaba el Saar acercándose a los puentes que unían Saarbrucken con Francia. El plan era utilizar 2 bombas para cada uno y dejar 2 de reservas. Con precisión milimétrica la bombas fueron alcanzando los 3 puentes asignados causándoles daños que tardarían bastantes días en ser reparados.
Lutz marchaba lentamente cruzando vías para alcanzar la principal lado Francia cuando vio como a unos 1.500 metros unas potentes explosiones destruían el puente sobre el rio. Rápidamente cerró el regulador y aplico frenos para quedarse con medio tren ocupando el haz de salida de la estación.
Sin saber muy bien que hacer allí, se quedo esperando órdenes…….ordenes que nunca llegaron pues desde el A-330 llegaron las 2 últimas bombas que alcanzaron a los trenes estacionados haciendo explotar las municiones que muchos de ellos cargaban y convirtiendo todo Saarbrucken en un infierno.
En diferentes puntos de Alemania los resultado fueron parecido con puentes dañados y destruidos, además de gran parte de la capacidad de transporte afectada
saludos
Al maquinista Lutz Shutz le habían asignado la conducción de una moderna locomotora BR-50 que arrastraba 30 vagones de mercancías y diversos suministros militares desde Mannhein a la frontera francesa.
Las BR-50 aunque potentes no eran muy rápidas y su velocidad de trabajo no solía pasar los 60 Km/h. Pero una cosa era viajar lento y otra el suplicio que había sufrido para recorrer unos escasos 130Km hasta Saarbrucken en la frontera de Francia.
Los problemas en las comunicaciones, los fallos en el suministro eléctrico y algunos “pequeños” sabotajes en el lado francés sumado al importante número de trenes que circulaban con suministros hacia el sur Francia habían provocado un verdadero caos en los impecables ferrocarriles alemanes.
Lutz tras casi 10h horas de viaje, la mayor parte parados en estaciones atestadas de trenes había conseguido por fin alcanzar la inmensas playa de maniobras de la estación de Saarbrucken, solo para tener que esperar otras 2 horas hasta que le dieron vía libre y poder cruzar el puente sobre el rio Saar y recorrer los escasos kilómetros hasta la frontera.
11.000 metros por encima el sistema de navegación del A-330 había dirigido el avión a un punto al Oeste de Saarbrucken. El comandante Serrano mientras desconectaba el piloto automático con un ligero toque en su sidestick, calculó a ojo que se habían desviado poco más de 500metros del punto de referencia.
-controles míos, chaval ponme 250 para nivel 330, vamos a girar por la izquierda rumbo este y seguir el rio, preparados para iluminar blancos.
El A-330 después de realizar un viraje de casi 270 grados sobrevolaba el Saar acercándose a los puentes que unían Saarbrucken con Francia. El plan era utilizar 2 bombas para cada uno y dejar 2 de reservas. Con precisión milimétrica la bombas fueron alcanzando los 3 puentes asignados causándoles daños que tardarían bastantes días en ser reparados.
Lutz marchaba lentamente cruzando vías para alcanzar la principal lado Francia cuando vio como a unos 1.500 metros unas potentes explosiones destruían el puente sobre el rio. Rápidamente cerró el regulador y aplico frenos para quedarse con medio tren ocupando el haz de salida de la estación.
Sin saber muy bien que hacer allí, se quedo esperando órdenes…….ordenes que nunca llegaron pues desde el A-330 llegaron las 2 últimas bombas que alcanzaron a los trenes estacionados haciendo explotar las municiones que muchos de ellos cargaban y convirtiendo todo Saarbrucken en un infierno.
En diferentes puntos de Alemania los resultado fueron parecido con puentes dañados y destruidos, además de gran parte de la capacidad de transporte afectada
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LA FRACTURA
En la pequeña ciudad de Urt no quedaba ni un cristal íntegro. Dos C-295 habían lanzado cuatro bombas termobáricas sobre el puente del río Adour, que con más de cien metros de anchura y sujeto a las mareas podía suponer una barrera formidable. Dos de las bombas habían caído casi directamente sobre el puente, aunque el altímetro de la espoleta se había regulado para que estallasen a mayor altura y no dañasen la estructura. Otra estalló sobre la ribera sur, y una más aplastó las casas del barrio de Le Port, junto al estribo sur; efecto inesperado fue que una de las casas albergaba el puesto de mando de la guarnición, donde se situaba el mando a distancia de las cargas de demolición con las que se podía destruir la vía.
Casi inmediatamente después dos EF-18 efectuaron una arriesgada misión, atacando con napalm la construcción; el objeto era destruir no solo las mechas de los explosivos, sino estos mismos, ya que por lo general las cargas explosivas, si no se detonan, arden inofensivamente. Luego dos Fantasmas (C-47 artillados) sobrevolaron el paso, disparando contra todo lo que se movía.
Menos de cinco minutos tras el ataque inicial ocho helicópteros Cougar se posaron en ambas orillas, desembarcando una compañía de la bandera paracaidista Ortiz de Zárate. Cuatro Bo 105 artillados los protegieron y dispararon contra los escasos focos de resistencia. Los soldados, equipados con gafas de visión nocturna, acabaron con los últimos alemanes y formaron un perímetro defensivo; mientras una sección de zapadores reconoció el puente y desactivó las cargas explosivas que habían sobrevivido al ataque.
Al mismo tiempo que el puente de Urt sobre el Adour, eran asaltados dos puentes sobre los ríos Nive y Nivelle. En una maniobra de mayor entidad, dos batallones asaltaron las colinas de Sara, Ainhoa y Zuhalmendi; inicialmente solo había algunos cañones antiaéreos y observatorios de artillería, que habían sido aplastados por el bombardeo aéreo; no hubo apenas combates, aunque un Súper Puma se estrelló con doce soldados a bordo.
Mientras, cuatro Boeing 737 empezaron a atacar los puentes de la región; salvo el Adour, no eran ríos caudalosos y no resultaba difícil tender puentes, pero durante la noche el tráfico alemán quedó paralizado.
Al mismo tiempo el fuego artillero se intensificaba ante el saliente de Dantxarinea.
Casi inmediatamente después dos EF-18 efectuaron una arriesgada misión, atacando con napalm la construcción; el objeto era destruir no solo las mechas de los explosivos, sino estos mismos, ya que por lo general las cargas explosivas, si no se detonan, arden inofensivamente. Luego dos Fantasmas (C-47 artillados) sobrevolaron el paso, disparando contra todo lo que se movía.
Menos de cinco minutos tras el ataque inicial ocho helicópteros Cougar se posaron en ambas orillas, desembarcando una compañía de la bandera paracaidista Ortiz de Zárate. Cuatro Bo 105 artillados los protegieron y dispararon contra los escasos focos de resistencia. Los soldados, equipados con gafas de visión nocturna, acabaron con los últimos alemanes y formaron un perímetro defensivo; mientras una sección de zapadores reconoció el puente y desactivó las cargas explosivas que habían sobrevivido al ataque.
Al mismo tiempo que el puente de Urt sobre el Adour, eran asaltados dos puentes sobre los ríos Nive y Nivelle. En una maniobra de mayor entidad, dos batallones asaltaron las colinas de Sara, Ainhoa y Zuhalmendi; inicialmente solo había algunos cañones antiaéreos y observatorios de artillería, que habían sido aplastados por el bombardeo aéreo; no hubo apenas combates, aunque un Súper Puma se estrelló con doce soldados a bordo.
Mientras, cuatro Boeing 737 empezaron a atacar los puentes de la región; salvo el Adour, no eran ríos caudalosos y no resultaba difícil tender puentes, pero durante la noche el tráfico alemán quedó paralizado.
Al mismo tiempo el fuego artillero se intensificaba ante el saliente de Dantxarinea.
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LA FRACTURA
El estado de excepción había permitido cortar el tráfico civil por la autopista vascoaragonesa y por la de Navarra, vías de gran capacidad que había adquirido un gran valor estratégico. Tan solo las ambulancias podían recorrerla tras acreditar la autorización de sus movimientos. Además, como la autopista pasaba alejada de pueblos y ciudades, pocos testigos hubo del movimiento de la división mecanizada Extremadura. Tan solo algunos curiosos pudieron ver las largas columnas que llevaban vehículos pintados de caqui.
La división mecanizada Extremadura, la peor equipada de las tres que formaban el arma pesada española, había sido desplegada originalmente en Barcelona, para poder actuar como reserva estratégica en el sector oriental, donde se temía que los alemanes consiguiesen llegar a la llanura de Figueras; pero una combinación de obstáculos, artillería, ataques aéreos y contrataques efectuados por un batallón independiente de tanques habían frenado a los atacantes en las afueras de La Junquera; solo en el menos valio9so (pro lo accidentado) sector costero habían sido capaces de acercarse a Llansá, donde se encontraba la principal línea de resistencia. Debido al favorable curso de las operaciones, y a la confusión en la que estaba sumido el mando alemán, se decidió correr un riesgo y dejar desprotegido el sector este. Desprotección parcial, porque a los cazabombarderos les costaba pocos minutos sofocar cualquier situación de peligro, y a los helicópteros artillados, que hasta ahora habían sido mantenidos en reserva, poco tiempo más.
La Fractura había dejado en España miles de camiones pesados que ya no tenían que llevar productos de exportación a Europa. Muchos fueron alquilados por el Ministerio de Defensa, pintados de verde oscuro, y destinados a proporcionar movilidad a las fuerzas pesadas. Largas columnas de transportes especiales llevaban los tanques, autopropulsados y blindados, mientras los vehículos ligeros se movían por sus propios medios, y el personal era trasladado en cientos de autobuses que ya no llevaban turistas. A las dieciséis horas de iniciarse el viaje las vanguardias de la división habían llegado al valle del Baztán, tras rodear pamplona pro su flamante circunvalación y cruzar los túneles de Velate.
La división acorazada Guzmán el Bueno, inicialmente situada cerca de San Sebastián, ya había llegado al valle, ocupando el espacio anteriormente ocupado por la Guadarrama. Aunque la distancia era mucho menor, también lo eran las carreteras y el traslado se estaba demorando. El principal reto logístico había sido el traslado de esta última por la carretera de montaña entre Elizondo y Urdax. Para ocultar el movimiento se había mantenido un bombardeo casi continuo contra las avanzadas alemanas que se habían infiltrado por la sierra de Atxuria, que finalmente habían sido desalojadas por un contrataque en el que, por primera vez en el conflicto, participaron helicópteros en gran número. A la una de la mañana una brigada acorazada ya estaba desplegada en Zugarramurdi, junto con la artillería divisional.
El recién estampillado general de brigada John Shirley Wood admiraba el despliegue español. Los convoyes se habían movido con la precisión de piezas de relojería, ayudados por las excelentes carreteras que soportaban el paso de los monstruos de sesenta toneladas sin inmutarse.
Todo estaba dispuesto.
La división mecanizada Extremadura, la peor equipada de las tres que formaban el arma pesada española, había sido desplegada originalmente en Barcelona, para poder actuar como reserva estratégica en el sector oriental, donde se temía que los alemanes consiguiesen llegar a la llanura de Figueras; pero una combinación de obstáculos, artillería, ataques aéreos y contrataques efectuados por un batallón independiente de tanques habían frenado a los atacantes en las afueras de La Junquera; solo en el menos valio9so (pro lo accidentado) sector costero habían sido capaces de acercarse a Llansá, donde se encontraba la principal línea de resistencia. Debido al favorable curso de las operaciones, y a la confusión en la que estaba sumido el mando alemán, se decidió correr un riesgo y dejar desprotegido el sector este. Desprotección parcial, porque a los cazabombarderos les costaba pocos minutos sofocar cualquier situación de peligro, y a los helicópteros artillados, que hasta ahora habían sido mantenidos en reserva, poco tiempo más.
La Fractura había dejado en España miles de camiones pesados que ya no tenían que llevar productos de exportación a Europa. Muchos fueron alquilados por el Ministerio de Defensa, pintados de verde oscuro, y destinados a proporcionar movilidad a las fuerzas pesadas. Largas columnas de transportes especiales llevaban los tanques, autopropulsados y blindados, mientras los vehículos ligeros se movían por sus propios medios, y el personal era trasladado en cientos de autobuses que ya no llevaban turistas. A las dieciséis horas de iniciarse el viaje las vanguardias de la división habían llegado al valle del Baztán, tras rodear pamplona pro su flamante circunvalación y cruzar los túneles de Velate.
La división acorazada Guzmán el Bueno, inicialmente situada cerca de San Sebastián, ya había llegado al valle, ocupando el espacio anteriormente ocupado por la Guadarrama. Aunque la distancia era mucho menor, también lo eran las carreteras y el traslado se estaba demorando. El principal reto logístico había sido el traslado de esta última por la carretera de montaña entre Elizondo y Urdax. Para ocultar el movimiento se había mantenido un bombardeo casi continuo contra las avanzadas alemanas que se habían infiltrado por la sierra de Atxuria, que finalmente habían sido desalojadas por un contrataque en el que, por primera vez en el conflicto, participaron helicópteros en gran número. A la una de la mañana una brigada acorazada ya estaba desplegada en Zugarramurdi, junto con la artillería divisional.
El recién estampillado general de brigada John Shirley Wood admiraba el despliegue español. Los convoyes se habían movido con la precisión de piezas de relojería, ayudados por las excelentes carreteras que soportaban el paso de los monstruos de sesenta toneladas sin inmutarse.
Todo estaba dispuesto.
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LA FRACTURA
TOLON, FRANCIA
El Kommodore Krankl recibió la orden de zarpar con los dos cruceros franceses capturados, el FR 11, ex Jeanne de Vienne; y el FR 12, ex La Galissonnière; dos cruceros ligeros gemelos franceses que no habían podido abandonar Tolón cuando la defección del Almirante Darlan y la Marine Nationale, por encontrarse inmovilizados. El Jean de Vienne se capturó en el dique seco.
Durante la huída de los darlanistas cinco destructores y cuatro submarinos no habían podido hacerse a la mar, por varias razones; al igual que el viejo acorazado Ocean, ahora buque escuela, y que la Kriegsmarine estudiaba reconvertir en monitor o buque guardacostas.
Los dos cruceros estaban siendo sometidos al a necesaria puesta al día, y adecuando sus sistemas de comunicación y navegación a los propios de la Kriegsmarine. Aun capaces de navegar y disparar, el Kommodore Krankl, al mando de la Mittelmeer Kreuzergeschwader, consideraba que las tripulaciones no estaban preparadas para el combate.
Si bien los cañones de 152 mm., nueve por unidad; habían podido ser municionados adecuadamente a partir de los arsenales franceses capturados; la artillería DP de 90 mm. estaba siendo transformada en la habitual alemana de 88 mm. y los 24 cañones de 40 mm. debían ser sustituida por idéntico número de cañas de 37 mm., aunque no se habían recibido más que una mínima parte de las 48 cañas necesarias.
Así, los dos cruceros ahora alemanes se hacían a la mar sin la artillería secundaria, y con escasa munición para el armamento de 40 mm. Krankl confiaba en la escolta de sus 3 viejos destructores de producírse algún encuentro con buques españoles, cuya artillería principal, según los informes, era un testimonial cañón de origen estadounidense de 127 mm. Si aparecía la aviación española, Krankl esperaba contar con el apoyo de la Luftwaffe, y para tal fin embarcó en su buque insignia, el FR 12, varios oficiales de enlace y dos radio operadores de las tropas de Góering.
Su misión era apoyar el avance de las fuerzas terrestres por la costa meditérranea española gracias a su artillería. Debía rehuír el combate con buques enemigos, y de no ser posible el evitar el choque, no exponer sus cruceros, confiando en los destructores de escolta.
Recientemente habían partido de Tolón 3 submarinos, ex franceses todos, con la misión de atacar el tráfico mercante español y desviar a las unidades de superficie españolas hacia la zona de operaciones de los U Bootten, dejando libre la zona de operaciones del Mittelmeer Kreuzergeschwade.
Krankl no quiso preguntar, pero desde hacía más 24 horas no lograba comunicar con su familia en Gotenhafen; y la primera salida operativa de sus buques no estaba prevista hasta 1942, una vez concluidos los trabajos de remodelación y entrenamiento de su tripulación.
Su segundo, el Käpitan zur See Neuer relativizó las ordenes, en septiembre de 1939 estuvo embarcado en el Schleswig-Holstein, combatiendo contra los polacos fortificados en el Westerplatte; y no disponía ni de escolta, ni de armamento antiáereo de entidad; cuatro 88 mm. y otros tantos 37 mm. Neuer estaba confiado en los 18 cañones de 152; frente a los cuatro 280 mm. con los que había dado apoyo al Heer en Danzig... y en la sorpresa como en la Operación Weserubung
Nota. los datos de armamento original de los buques son ciertos. El Schleswig-Holstein realizó los primeros disparos de la Segunda Guerra Mundial con su artillería de 280 mm.
El Kommodore Krankl recibió la orden de zarpar con los dos cruceros franceses capturados, el FR 11, ex Jeanne de Vienne; y el FR 12, ex La Galissonnière; dos cruceros ligeros gemelos franceses que no habían podido abandonar Tolón cuando la defección del Almirante Darlan y la Marine Nationale, por encontrarse inmovilizados. El Jean de Vienne se capturó en el dique seco.
Durante la huída de los darlanistas cinco destructores y cuatro submarinos no habían podido hacerse a la mar, por varias razones; al igual que el viejo acorazado Ocean, ahora buque escuela, y que la Kriegsmarine estudiaba reconvertir en monitor o buque guardacostas.
Los dos cruceros estaban siendo sometidos al a necesaria puesta al día, y adecuando sus sistemas de comunicación y navegación a los propios de la Kriegsmarine. Aun capaces de navegar y disparar, el Kommodore Krankl, al mando de la Mittelmeer Kreuzergeschwader, consideraba que las tripulaciones no estaban preparadas para el combate.
Si bien los cañones de 152 mm., nueve por unidad; habían podido ser municionados adecuadamente a partir de los arsenales franceses capturados; la artillería DP de 90 mm. estaba siendo transformada en la habitual alemana de 88 mm. y los 24 cañones de 40 mm. debían ser sustituida por idéntico número de cañas de 37 mm., aunque no se habían recibido más que una mínima parte de las 48 cañas necesarias.
Así, los dos cruceros ahora alemanes se hacían a la mar sin la artillería secundaria, y con escasa munición para el armamento de 40 mm. Krankl confiaba en la escolta de sus 3 viejos destructores de producírse algún encuentro con buques españoles, cuya artillería principal, según los informes, era un testimonial cañón de origen estadounidense de 127 mm. Si aparecía la aviación española, Krankl esperaba contar con el apoyo de la Luftwaffe, y para tal fin embarcó en su buque insignia, el FR 12, varios oficiales de enlace y dos radio operadores de las tropas de Góering.
Su misión era apoyar el avance de las fuerzas terrestres por la costa meditérranea española gracias a su artillería. Debía rehuír el combate con buques enemigos, y de no ser posible el evitar el choque, no exponer sus cruceros, confiando en los destructores de escolta.
Recientemente habían partido de Tolón 3 submarinos, ex franceses todos, con la misión de atacar el tráfico mercante español y desviar a las unidades de superficie españolas hacia la zona de operaciones de los U Bootten, dejando libre la zona de operaciones del Mittelmeer Kreuzergeschwade.
Krankl no quiso preguntar, pero desde hacía más 24 horas no lograba comunicar con su familia en Gotenhafen; y la primera salida operativa de sus buques no estaba prevista hasta 1942, una vez concluidos los trabajos de remodelación y entrenamiento de su tripulación.
Su segundo, el Käpitan zur See Neuer relativizó las ordenes, en septiembre de 1939 estuvo embarcado en el Schleswig-Holstein, combatiendo contra los polacos fortificados en el Westerplatte; y no disponía ni de escolta, ni de armamento antiáereo de entidad; cuatro 88 mm. y otros tantos 37 mm. Neuer estaba confiado en los 18 cañones de 152; frente a los cuatro 280 mm. con los que había dado apoyo al Heer en Danzig... y en la sorpresa como en la Operación Weserubung
Nota. los datos de armamento original de los buques son ciertos. El Schleswig-Holstein realizó los primeros disparos de la Segunda Guerra Mundial con su artillería de 280 mm.
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El estado de excepción había permitido cortar el tráfico civil por la autopista vascoaragonesa, la de Navarra y la autovía del Leizarán, vías de gran capacidad que habían adquirido gran valor estratégico. Tan solo las ambulancias podían recorrerlas tras acreditar la autorización de sus movimientos. Además, como las autopistas pasaban alejadas de pueblos y ciudades, pocos testigos hubo del movimiento de la división mecanizada Extremadura. Tan solo algunos curiosos pudieron ver las largas columnas que llevaban vehículos pintados de caqui.
La Extremadura, la peor equipada de las tres de nueva constitución que formaban el arma pesada española, había sido desplegada originalmente en Barcelona. Debía actuar como reserva estratégica en el sector oriental, donde se temía que los alemanes consiguiesen llegar a la llanura de Figueras; pero una combinación de obstáculos, artillería, ataques aéreos y contrataques efectuados por un batallón independiente de tanques habían frenado a los atacantes en las afueras de La Junquera; solo en el menos valioso (por lo accidentado) sector costero habían sido capaces de acercarse a Llansá, donde se encontraba la principal línea de resistencia. Debido al favorable curso de las operaciones, y a la confusión en la que estaba sumido el mando alemán, se decidió correr un riesgo y dejar desprotegido el sector este. Desprotección parcial, porque a los cazabombarderos les costaba pocos minutos sofocar cualquier situación de peligro, y a los helicópteros artillados, que hasta ahora habían sido mantenidos en reserva, poco tiempo más.
La Fractura había dejado en España miles de camiones pesados que ya no tenían que llevar productos de exportación a Europa. Muchos fueron alquilados por el Ministerio de Defensa, pintados de verde oscuro, y destinados a proporcionar movilidad a las fuerzas pesadas. Largas columnas de transportes especiales llevaban los tanques, autopropulsados y blindados, mientras los vehículos ligeros se movían por sus propios medios, y el personal era trasladado en cientos de autobuses que ya no llevaban turistas. A las dieciséis horas de iniciarse el viaje las vanguardias de la división habían llegado al valle del Baztán, tras rodear Pamplona por su flamante circunvalación y cruzar los túneles de Velate.
La división acorazada Guzmán el Bueno, inicialmente situada cerca de San Sebastián, también había llegado al valle, ocupando el espacio anteriormente ocupado por la Guadarrama. Aunque la distancia que había tenido que recorrer era mucho menor, también lo eran las carreteras y el traslado se había demorado. Aunque el principal reto logístico había sido el traslado de la Guadarrama la carretera de montaña entre Elizondo y Urdax. Para ocultar el movimiento se había mantenido un bombardeo casi continuo contra las avanzadas alemanas que se habían infiltrado por la sierra de Atxuria, que finalmente habían sido desalojadas por un contrataque en el que, por primera vez en el conflicto, participaron helicópteros en gran número. A la una de la mañana una brigada acorazada ya estaba desplegada en Zugarramurdi, junto con la artillería divisional. A su izquierda estaba otra brigada, esta de la Guzmán el Bueno.
Los movimientos no carecieron por completo de testigos. Las autopistas eran visibles desde varias localidades y la larga fila de camiones llamó la atención. También acompañaban a las unidades acorazadas varios periodistas. No todos los testigos eran españoles: los generales De Lattre, Lumsden y Wood admiraban el despliegue español. Los convoyes se habían movido con la precisión de piezas de relojería, ayudados por las excelentes carreteras que soportaban el paso de los monstruos de sesenta toneladas sin inmutarse.
Todo estaba dispuesto.
La Extremadura, la peor equipada de las tres de nueva constitución que formaban el arma pesada española, había sido desplegada originalmente en Barcelona. Debía actuar como reserva estratégica en el sector oriental, donde se temía que los alemanes consiguiesen llegar a la llanura de Figueras; pero una combinación de obstáculos, artillería, ataques aéreos y contrataques efectuados por un batallón independiente de tanques habían frenado a los atacantes en las afueras de La Junquera; solo en el menos valioso (por lo accidentado) sector costero habían sido capaces de acercarse a Llansá, donde se encontraba la principal línea de resistencia. Debido al favorable curso de las operaciones, y a la confusión en la que estaba sumido el mando alemán, se decidió correr un riesgo y dejar desprotegido el sector este. Desprotección parcial, porque a los cazabombarderos les costaba pocos minutos sofocar cualquier situación de peligro, y a los helicópteros artillados, que hasta ahora habían sido mantenidos en reserva, poco tiempo más.
La Fractura había dejado en España miles de camiones pesados que ya no tenían que llevar productos de exportación a Europa. Muchos fueron alquilados por el Ministerio de Defensa, pintados de verde oscuro, y destinados a proporcionar movilidad a las fuerzas pesadas. Largas columnas de transportes especiales llevaban los tanques, autopropulsados y blindados, mientras los vehículos ligeros se movían por sus propios medios, y el personal era trasladado en cientos de autobuses que ya no llevaban turistas. A las dieciséis horas de iniciarse el viaje las vanguardias de la división habían llegado al valle del Baztán, tras rodear Pamplona por su flamante circunvalación y cruzar los túneles de Velate.
La división acorazada Guzmán el Bueno, inicialmente situada cerca de San Sebastián, también había llegado al valle, ocupando el espacio anteriormente ocupado por la Guadarrama. Aunque la distancia que había tenido que recorrer era mucho menor, también lo eran las carreteras y el traslado se había demorado. Aunque el principal reto logístico había sido el traslado de la Guadarrama la carretera de montaña entre Elizondo y Urdax. Para ocultar el movimiento se había mantenido un bombardeo casi continuo contra las avanzadas alemanas que se habían infiltrado por la sierra de Atxuria, que finalmente habían sido desalojadas por un contrataque en el que, por primera vez en el conflicto, participaron helicópteros en gran número. A la una de la mañana una brigada acorazada ya estaba desplegada en Zugarramurdi, junto con la artillería divisional. A su izquierda estaba otra brigada, esta de la Guzmán el Bueno.
Los movimientos no carecieron por completo de testigos. Las autopistas eran visibles desde varias localidades y la larga fila de camiones llamó la atención. También acompañaban a las unidades acorazadas varios periodistas. No todos los testigos eran españoles: los generales De Lattre, Lumsden y Wood admiraban el despliegue español. Los convoyes se habían movido con la precisión de piezas de relojería, ayudados por las excelentes carreteras que soportaban el paso de los monstruos de sesenta toneladas sin inmutarse.
Todo estaba dispuesto.
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LA FRACTURA
En el pueblecito de Ainhoa el generalleutnant Paul Hausser intentaba hacerse cargo de lo que estaba ocurriendo. El bombardeo de esa noche estaba siendo aun más intenso que el de la precedente, y el general sospechaba que estaba siendo dirigido expresamente contra su división. Su puesto de mando había sido alcanzado por una salva y si Hausser se había salvado era por haber salido unos instantes para cumplir una necesidad fisiológica ineludible; la sucesión de explosiones apenas le dio tiempo para tirarse a la letrina. Cubierto de porquería, corrió para ver lo que quedaba de su mando. La mayor parte de la plana mayor había desaparecido, y el camión de la radio ardía violentamente. Las líneas telefónicas de campaña habían vuelto a quedar muertas, por lo que Hausser no sabía lo que estaba pasando.
Casi lo único que podía asegurar era que los españoles estaban usando en masa sus aeronaves de hélice vertical, los helicópteros. La anterior noche los españoles los habían empleado para atacar puntos neurálgicos, pero aunque desde la 2ª División SS los había oído rondar, no habían sufrido ataques. Otra cuestión habían sido los cañones españoles, los bombarderos que lanzaban bombas de aire líquido (era así como se llamaba en la época a las bombas de alto explosivo que causaban sus efectos por la sobrepresión) y los aviones ametralladores. Durante el día los ataques no amainaron, simplemente cambiaron, y habían sido molestados continuamente por cazabombarderos, a veces aviones cohete, otras aparatos de hélice que se día eran P-51 de fabricación norteamericana. Entre unos y otros la división, sin haber llegado a combatir, había perdido la mitad de su artillería, y había tenido muchas bajas; Hausser calculaba que el potencial de la unidad se había reducido en una tercera parte.
Según la información previa, el ejército español tenía armas muy modernas pero apenas equivalía a un ejército alemán, por lo que no podría cubrir los quinientos kilómetros de línea fronteriza. Las unidades que encabezasen el ataque lo pasarían mal, y ese papelón le había tocado a la 12ª de infantería, que tenía que efectuar el ataque inicial mientras la masa artillera alemana y la Luftwaffe conseguirían aplastar a los españoles aunque solo fuese por la fuerza del número. Luego las divisiones de las SS tenían que terminar de romper el frente. Originariamente, la Das Reich solo tenía que atacar cuando la 12ª tomase el puerto de Otsondo, para a través de él invadir el valle del Baztán y, tras unirse con la Leibstandarte, que atravesaría el puerto de Izpegui (que la 11ª tenía que tomar), adentrarse en el País vasco y rodear a los defensores de la línea del Bidasoa.
Que las 11ª y 12ª sufriesen muchas bajas era de esperar, pero no que fracasasen por completo en conseguir sus objetivos. La Luftwaffe, que tenía que proporcionar la potencia de fuego, había desaparecido, y la artillería apenas disparaba porque cuando lo hacía atraía tormentas de proyectiles. Pequeños grupos de tanques españoles no solo habían contenido con facilidad a los atacantes sino que habían contratacado expulsándolos de los pocos palmos de tierra que habían tomado. Tan solo en la sierra de Atxuria se había hecho algún avance, pero un bombardeo masivo seguido de un contrataque también había hecho retroceder a los atacantes.
Iba a tocarle a la Das Reich la dura tarea de abrir brecha. Esperaba que al enemigo le quedasen ya pocas municiones, y que hubiese tenido que empeñar sus reservas, pues a la 12ª la Das Reich iba a sucederla en el ataque de la mañana siguiente… suponiendo que hubiese algún mañana.
Casi lo único que podía asegurar era que los españoles estaban usando en masa sus aeronaves de hélice vertical, los helicópteros. La anterior noche los españoles los habían empleado para atacar puntos neurálgicos, pero aunque desde la 2ª División SS los había oído rondar, no habían sufrido ataques. Otra cuestión habían sido los cañones españoles, los bombarderos que lanzaban bombas de aire líquido (era así como se llamaba en la época a las bombas de alto explosivo que causaban sus efectos por la sobrepresión) y los aviones ametralladores. Durante el día los ataques no amainaron, simplemente cambiaron, y habían sido molestados continuamente por cazabombarderos, a veces aviones cohete, otras aparatos de hélice que se día eran P-51 de fabricación norteamericana. Entre unos y otros la división, sin haber llegado a combatir, había perdido la mitad de su artillería, y había tenido muchas bajas; Hausser calculaba que el potencial de la unidad se había reducido en una tercera parte.
Según la información previa, el ejército español tenía armas muy modernas pero apenas equivalía a un ejército alemán, por lo que no podría cubrir los quinientos kilómetros de línea fronteriza. Las unidades que encabezasen el ataque lo pasarían mal, y ese papelón le había tocado a la 12ª de infantería, que tenía que efectuar el ataque inicial mientras la masa artillera alemana y la Luftwaffe conseguirían aplastar a los españoles aunque solo fuese por la fuerza del número. Luego las divisiones de las SS tenían que terminar de romper el frente. Originariamente, la Das Reich solo tenía que atacar cuando la 12ª tomase el puerto de Otsondo, para a través de él invadir el valle del Baztán y, tras unirse con la Leibstandarte, que atravesaría el puerto de Izpegui (que la 11ª tenía que tomar), adentrarse en el País vasco y rodear a los defensores de la línea del Bidasoa.
Que las 11ª y 12ª sufriesen muchas bajas era de esperar, pero no que fracasasen por completo en conseguir sus objetivos. La Luftwaffe, que tenía que proporcionar la potencia de fuego, había desaparecido, y la artillería apenas disparaba porque cuando lo hacía atraía tormentas de proyectiles. Pequeños grupos de tanques españoles no solo habían contenido con facilidad a los atacantes sino que habían contratacado expulsándolos de los pocos palmos de tierra que habían tomado. Tan solo en la sierra de Atxuria se había hecho algún avance, pero un bombardeo masivo seguido de un contrataque también había hecho retroceder a los atacantes.
Iba a tocarle a la Das Reich la dura tarea de abrir brecha. Esperaba que al enemigo le quedasen ya pocas municiones, y que hubiese tenido que empeñar sus reservas, pues a la 12ª la Das Reich iba a sucederla en el ataque de la mañana siguiente… suponiendo que hubiese algún mañana.
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LA FRACTURA
TOLON y MENTON, FRANCIA
GRAND HOTEL DE LA GARE, SEDE DE LA COMISIÓN ITALIANA DE ARMISTICIO
Desde hacía unas horas, los miembros de la misión italiana en Tolón se sentían vigilados, y la red telefónica y cablegráfica se sospechaban interceptadas. En realidad desde la defección darlanista, la vida de los italianos en Tolón se había convertido en monótona, ya que los alemanes habían vetado la entrada de los italianos en el Arsenal, fortificaciones y otras instalaciones militares.
A pesar de la prohibición, no se escaba a cualquier observador con experiencia que los alemanes trabajaban en recuperar los buques franceses que no habían logrado huir; a la vez que aumentaba la presencia de personal de la Kriegsmarine en la ciudad.
La sorpresa fue descubrir que los ahora cruceros FR 11 y FR 12 se hacían a la mar sin haber finalizado los trabajos de recuperación; justo ahora que había empezado la ofensiva contra España.
Si se sumaba a la extraña desaparición de la práctica totalidad de aparatos de la Luftwaffe que protegían el puerto, arsenal, astillero y demás instalaciones, no cabía duda que la ofensiva alemana no avanzaba a la velocidad estimada por los tedeschi, y que eran necesarios refuerzos.
Datos que Roma debía conocer, pero ¿cómo?
Todos los reunidos en la cámara del Capitano di Vascello Marino sabían que el Sottotenente Foscari visitaba a su novia francesa, cuya familia regentaba una carnicería en la que varios oficiales alemanes comprababn viandas que posteriormente enviabana a sus familias en Alemania.
Sottotenente, vaya a casa de los Batignon; y desde allí telefonee a este número de Menton. Esperemos que los alemanes no controlen a su futuro suegro. Desde Menton ya sabrán que hacer. De momento Menton sigue conectado a la red telefónica francesa... a pesar de su anexión al Reino... dejemos la política. Por cierto, actúe con normalidad; es más, dejese ver por los hombres de la gabardina negra...
CAPITANÍA DEL PUERTO MENTON, ITALIA*
Repita el mensaje Foscari...
La stazione di servizio dil Signore Vienne è pieno d'acqua . Uccelli neri volano verso Narbo
Giancarlo, coge la motocicletta y entrega este mensaje en Ventimigilia. Subito
SUPERMARINA, ROMA
Ya lo han oido señores, algo debe marchar mal en España para los alemanes. Los cruceros franceses capturados se han hecho a la mar. Ahora Usted Russo, informe al Conde Cianno; Malatesta, contacte con el Príncipe Umberto; yo mismo hablaré con el Duce.
+Menton fue anexada a Italia entre 1940 y 1943
GRAND HOTEL DE LA GARE, SEDE DE LA COMISIÓN ITALIANA DE ARMISTICIO
Desde hacía unas horas, los miembros de la misión italiana en Tolón se sentían vigilados, y la red telefónica y cablegráfica se sospechaban interceptadas. En realidad desde la defección darlanista, la vida de los italianos en Tolón se había convertido en monótona, ya que los alemanes habían vetado la entrada de los italianos en el Arsenal, fortificaciones y otras instalaciones militares.
A pesar de la prohibición, no se escaba a cualquier observador con experiencia que los alemanes trabajaban en recuperar los buques franceses que no habían logrado huir; a la vez que aumentaba la presencia de personal de la Kriegsmarine en la ciudad.
La sorpresa fue descubrir que los ahora cruceros FR 11 y FR 12 se hacían a la mar sin haber finalizado los trabajos de recuperación; justo ahora que había empezado la ofensiva contra España.
Si se sumaba a la extraña desaparición de la práctica totalidad de aparatos de la Luftwaffe que protegían el puerto, arsenal, astillero y demás instalaciones, no cabía duda que la ofensiva alemana no avanzaba a la velocidad estimada por los tedeschi, y que eran necesarios refuerzos.
Datos que Roma debía conocer, pero ¿cómo?
Todos los reunidos en la cámara del Capitano di Vascello Marino sabían que el Sottotenente Foscari visitaba a su novia francesa, cuya familia regentaba una carnicería en la que varios oficiales alemanes comprababn viandas que posteriormente enviabana a sus familias en Alemania.
Sottotenente, vaya a casa de los Batignon; y desde allí telefonee a este número de Menton. Esperemos que los alemanes no controlen a su futuro suegro. Desde Menton ya sabrán que hacer. De momento Menton sigue conectado a la red telefónica francesa... a pesar de su anexión al Reino... dejemos la política. Por cierto, actúe con normalidad; es más, dejese ver por los hombres de la gabardina negra...
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Ya lo han oido señores, algo debe marchar mal en España para los alemanes. Los cruceros franceses capturados se han hecho a la mar. Ahora Usted Russo, informe al Conde Cianno; Malatesta, contacte con el Príncipe Umberto; yo mismo hablaré con el Duce.
+Menton fue anexada a Italia entre 1940 y 1943
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LA FRACTURA
Tras la brigada acorazada de la Guadarrama pasó al saliente una brigada de la Guzmán el Bueno, que se desplegó entre Urdax y Dantxarinea mientras el bombardeo proseguía. El asalto aerotransportado había conseguido todos sus objetivos, y las bajas colinas que constituían las últimas estribaciones pirenaicas ya estaban en manos españolas. Llegaba el momento de golpear.
A las tres de la mañana los Hércules realizaron su segunda misión de la noche. Proyectiles iluminantes lanzados por la artillería marcaron las líneas alemanas ante Zugarramurdi y Dantxarinea, sobre las que cayeron las últimas grandes bombas termobáricas que quedaban en el arsenal; aunque Expal seguía fabricándolas, se tardaría al menos dos semanas en poder repetir ataques masivos como los de las dos últimas noches. Pero se había decidido emplearlas para abrir paso a los carros de combate: su onda de presión no solo acabó con gran parte de los alemanes que permanecían ante el saliente, sino que hizo detonar las minas antitanque que habían sembrado. Tras los Hércules la artillería pasó a batir puestos de mando, posibles puntos de resistencia y cruces de caminos, mientras los lanzacohetes lanzaban andanadas contra las últimas baterías alemanas.
Los soldados alemanes supervivientes pensaron que se trataba de una repetición de los bombardeos de la noche anterior; descubrieron que estaban equivocados cuando escucharon el sonido de las cadenas de los tanques. Pues a las tres y veinte comenzó el contrataque. No iba a haber florituras: inicialmente se prescindiría del reconocimiento (ya efectuado desde observatorios, por aeronaves y drones) y se iba a emplear la potencia de fuego, la movilidad y sobre todo la protección de los Leopardo. En cada brigada se había modificado una compañía con hojas de excavadora, que no solo abrirían pasos en los posibles campos minados, sino que enterrarían y luego aplastarían las trincheras germanas. Tras los Leopardo se moverían los Pizarro, que junto a sus infantes apoyarían a los tanques y reducirían las posiciones que aun resistiesen.
Las dos brigadas atacaron en paralelo, hacia el norte: un batallón desde Zugarramurdi en dirección hacia Sara y Cherchebruit, y otro al oeste de Dantxarinea, hacia Ainhoa. El ruido de los motores alertó a los alemanes de la primera línea (la menos afectada por el bombardeo aéreo), que dispararon varias bengalas: ante ellos encontraron centenar y medio de blindados (pues resultaba difícil distinguir entre tanques y vehículos de combate de infantería) que se lanzaban contra sus líneas, no con el andar cansino propio de los panzer, sino con la velocidad y el ímpetu de una carga de caballería. Algunos cañones antitanque dispararon con el mismo efecto que el día anterior: sus proyectiles rebotaron inofensivamente, incluso cuando se disparaban a bocajarro. Eso, las pocas veces que acertaron a los veloces tanques que, por el contrario, no tenían dificultades para apuntar y disparar mientras se movían por la campiña. Los carros provistos de hojas a taludes y los setos no supusieron obstáculos: cuando los tanques no los saltaban, los provistos de hojas de excavadora abrían brechas.
Las grandes explosiones de las bombas termobáricas hicieron temblar las casas de Ainhoa, donde el general Hausser había recibido un curioso reporte: al parecer los helicópteros españoles habían depositado tropas en su retaguardia. El general estaba dudando si enviar o no alguna de sus unidades contra esos supuestos paracaidistas. Hausser no tenía autoridad para tomar esa decisión, pero las comunicaciones estaban cortadas. Además, si había que contratacar era el momento, cuando los enemigos aun estaban dispersos tras el asalto. Pero también temía que todo fuese una distracción, y enviar un batallón aquí y allá solo serviría para que a la mañana siguiente no pudiese disponer de él.
La cadena de grandes explosiones líquido interrumpió sus deliberaciones. Los españoles estaban usando de nuevo sus bombas de aire líquido, pero en cantidad mucho mayor, y mucho más cerca de sus tropas. Para variar, fue imposible contactar con la 12ª división, y ni los batallones de vanguardia de la Das Reich respondían. El general se decidió: antes de actuar, tenía que saber lo que pasaba. Así que tomó una moto, pues un coche encontraría demasiados obstáculos, y partió hacia el sur, hacia el frente.
La ruta estaba iluminada por vehículos ardientes tras las grandes explosiones. El general empezó a cruzarse con cada vez más fugitivos, y de repente vio una mole que se le echaba encima. Se tiró a una cuneta y vio pasar un gran tanque a velocidad de un coche de carreras, que recorría la carretera aplastando hombres y máquinas. Le siguieron otros tres, y vio como varios más avanzaban por los campos a ambos lados de la carretera. Tras ellos llegaron otros tanques armados con cañones automáticos que ametrallaban a los fugitivos, hasta que empezaron a arrojar sus armas y levantar las manos. Hausser, un devoto del Führer, no podía rendirse, pero tampoco le quedaba mucho que hacer ahí. Decidió intentar escapar hacia el oeste.
Para los Leopardo 2 y Pizarro el principal problema no estuvo en las defensas alemanas, sino en los vehículos que atascaban los caminos, que fue preciso empujar fuera. A pesar de ello los tanques entraron en Ainhoa a los quince minutos del ataque, y una hora después un grupo de reconocimiento había enlazado con los paracaidistas que habían tomado el puente de Cambo-les-Bains, por donde cruzaron el río Nive.
A las tres de la mañana los Hércules realizaron su segunda misión de la noche. Proyectiles iluminantes lanzados por la artillería marcaron las líneas alemanas ante Zugarramurdi y Dantxarinea, sobre las que cayeron las últimas grandes bombas termobáricas que quedaban en el arsenal; aunque Expal seguía fabricándolas, se tardaría al menos dos semanas en poder repetir ataques masivos como los de las dos últimas noches. Pero se había decidido emplearlas para abrir paso a los carros de combate: su onda de presión no solo acabó con gran parte de los alemanes que permanecían ante el saliente, sino que hizo detonar las minas antitanque que habían sembrado. Tras los Hércules la artillería pasó a batir puestos de mando, posibles puntos de resistencia y cruces de caminos, mientras los lanzacohetes lanzaban andanadas contra las últimas baterías alemanas.
Los soldados alemanes supervivientes pensaron que se trataba de una repetición de los bombardeos de la noche anterior; descubrieron que estaban equivocados cuando escucharon el sonido de las cadenas de los tanques. Pues a las tres y veinte comenzó el contrataque. No iba a haber florituras: inicialmente se prescindiría del reconocimiento (ya efectuado desde observatorios, por aeronaves y drones) y se iba a emplear la potencia de fuego, la movilidad y sobre todo la protección de los Leopardo. En cada brigada se había modificado una compañía con hojas de excavadora, que no solo abrirían pasos en los posibles campos minados, sino que enterrarían y luego aplastarían las trincheras germanas. Tras los Leopardo se moverían los Pizarro, que junto a sus infantes apoyarían a los tanques y reducirían las posiciones que aun resistiesen.
Las dos brigadas atacaron en paralelo, hacia el norte: un batallón desde Zugarramurdi en dirección hacia Sara y Cherchebruit, y otro al oeste de Dantxarinea, hacia Ainhoa. El ruido de los motores alertó a los alemanes de la primera línea (la menos afectada por el bombardeo aéreo), que dispararon varias bengalas: ante ellos encontraron centenar y medio de blindados (pues resultaba difícil distinguir entre tanques y vehículos de combate de infantería) que se lanzaban contra sus líneas, no con el andar cansino propio de los panzer, sino con la velocidad y el ímpetu de una carga de caballería. Algunos cañones antitanque dispararon con el mismo efecto que el día anterior: sus proyectiles rebotaron inofensivamente, incluso cuando se disparaban a bocajarro. Eso, las pocas veces que acertaron a los veloces tanques que, por el contrario, no tenían dificultades para apuntar y disparar mientras se movían por la campiña. Los carros provistos de hojas a taludes y los setos no supusieron obstáculos: cuando los tanques no los saltaban, los provistos de hojas de excavadora abrían brechas.
Las grandes explosiones de las bombas termobáricas hicieron temblar las casas de Ainhoa, donde el general Hausser había recibido un curioso reporte: al parecer los helicópteros españoles habían depositado tropas en su retaguardia. El general estaba dudando si enviar o no alguna de sus unidades contra esos supuestos paracaidistas. Hausser no tenía autoridad para tomar esa decisión, pero las comunicaciones estaban cortadas. Además, si había que contratacar era el momento, cuando los enemigos aun estaban dispersos tras el asalto. Pero también temía que todo fuese una distracción, y enviar un batallón aquí y allá solo serviría para que a la mañana siguiente no pudiese disponer de él.
La cadena de grandes explosiones líquido interrumpió sus deliberaciones. Los españoles estaban usando de nuevo sus bombas de aire líquido, pero en cantidad mucho mayor, y mucho más cerca de sus tropas. Para variar, fue imposible contactar con la 12ª división, y ni los batallones de vanguardia de la Das Reich respondían. El general se decidió: antes de actuar, tenía que saber lo que pasaba. Así que tomó una moto, pues un coche encontraría demasiados obstáculos, y partió hacia el sur, hacia el frente.
La ruta estaba iluminada por vehículos ardientes tras las grandes explosiones. El general empezó a cruzarse con cada vez más fugitivos, y de repente vio una mole que se le echaba encima. Se tiró a una cuneta y vio pasar un gran tanque a velocidad de un coche de carreras, que recorría la carretera aplastando hombres y máquinas. Le siguieron otros tres, y vio como varios más avanzaban por los campos a ambos lados de la carretera. Tras ellos llegaron otros tanques armados con cañones automáticos que ametrallaban a los fugitivos, hasta que empezaron a arrojar sus armas y levantar las manos. Hausser, un devoto del Führer, no podía rendirse, pero tampoco le quedaba mucho que hacer ahí. Decidió intentar escapar hacia el oeste.
Para los Leopardo 2 y Pizarro el principal problema no estuvo en las defensas alemanas, sino en los vehículos que atascaban los caminos, que fue preciso empujar fuera. A pesar de ello los tanques entraron en Ainhoa a los quince minutos del ataque, y una hora después un grupo de reconocimiento había enlazado con los paracaidistas que habían tomado el puente de Cambo-les-Bains, por donde cruzaron el río Nive.
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LA FRACTURA
BARCELONA (ESPAÑA)
El desembarco de elementos de la 1ª División francesa se estaba realizando con rapidez y en medio de un buen recibimiento, con alcaldes, presidentes de las diputaciones y cargos de la Generalitat y del Gobierno. Aunque el JEMED no esperaba meter a los franceses en el despliegue por las limitaciones en su equipación, si reconocían los motivos políticos de que hubiera franceses si se liberara Francia.
Por ello las primeras tropas recién llegadas debían ser transferidas a la retaguardia para ir asegurando el terreno conquistado, eso si se evitaría las represalias que ocurrieron en 1944, y que habían recaído en muchos casos sobre mujeres acusadas de colaboración horizontal. Represalias que habían sido animadas en muchas ocasiones por los mismos "buenos ciudadanos franceses" que miraron para otro lado o incluso eran simpatizantes vichistas deseosos de hacer méritos.
No se cometería de nuevo tales errores, por lo que se habían asignado unidades de la Guardía Civil para controlar la retaguardía y a los miembros de la FFI que intentaran tomarse la justicia por su mano.
El desembarco de elementos de la 1ª División francesa se estaba realizando con rapidez y en medio de un buen recibimiento, con alcaldes, presidentes de las diputaciones y cargos de la Generalitat y del Gobierno. Aunque el JEMED no esperaba meter a los franceses en el despliegue por las limitaciones en su equipación, si reconocían los motivos políticos de que hubiera franceses si se liberara Francia.
Por ello las primeras tropas recién llegadas debían ser transferidas a la retaguardia para ir asegurando el terreno conquistado, eso si se evitaría las represalias que ocurrieron en 1944, y que habían recaído en muchos casos sobre mujeres acusadas de colaboración horizontal. Represalias que habían sido animadas en muchas ocasiones por los mismos "buenos ciudadanos franceses" que miraron para otro lado o incluso eran simpatizantes vichistas deseosos de hacer méritos.
No se cometería de nuevo tales errores, por lo que se habían asignado unidades de la Guardía Civil para controlar la retaguardía y a los miembros de la FFI que intentaran tomarse la justicia por su mano.
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LA FRACTURA
Durante la noche se fueron uniendo a la ofensiva el resto de las unidades de las divisiones Guzmán el Bueno y Guadarrama, que siguieron ampliando la brecha inicial. La Guadarrama, tras asegurar su flanco tomando Sara, había seguido hasta Saint-Pére-sur-Nivelle. Luego había rodeado las colinas de Sara (previamente tomadas en el asalto helitransportado) hasta ocupar la orilla sur del río Nivelle: solo seis kilómetros la separaban de San Juan de Luz. Cuando amaneció, los cañones situados en las elevaciones interrumpieron los movimientos a lo largo de la franja costera. A lo largo del día la división expandió sus líneas, formando un frente hasta el río Nive.
Sin embargo, la maniobra de más amplio radio se produjo al este, desde Dantxarinea. La división Guzmán el Bueno, tras cruzar el río Nive por Halsou y Cambo-les-Bains, siguió su avance hacia el Adour por terreno ondulado. Un escuadrón de reconocimiento compuesto por coches LMV, carros Centauro y transportes BMR, se dirigió hacia el este hasta llegar a Hasparren. Luego debía seguir hacia el norte, para enlazar con los paracaidistas que mantenían el puente del Adour.
Hasta entonces el mariscal Von Runstedt no tenía mucha idea de lo que estaba ocurriendo. La tarde anterior había trasladado su puesto de mando a Peyrehorade, aunque no al llamativo castillo sino a un caserón que no llamase la atención de la omnipresente aviación enemiga. Durante la noche había escuchado el tronar del bombardeo, y a las cuatro de la mañana recibió un aviso inesperado: paracaidistas transportados por helicópteros habían tomado un puente sobre el río Adour. Del frente, sin embargo, no sabía nada. Mala señal: el mariscal era consciente del viejo aforismo militar que decía que peor que las malas noticias, era no tener noticias. Además, si los españoles querían destruir ese puente, hubiesen empleado sus fastidiosas bombas radiodirigidas, que tantos problemas estaban ocasionando. El que hubiesen preferido tomarlo era señal de que tenían intenciones aviesas. A Von Runstedt le bastó una mirada al mapa para entender el peligro que se cernía sobre todo el grupo de ejércitos Oeste: desde el saliente de Dantxarinea, que los españoles habían defendido corriendo el riesgo de ser cercados, solo había treinta kilómetros hasta el puente sobre el Adour. Las comunicaciones con ese sector estaban interrumpidas, y el mariscal asumió que los españoles estaban lanzando un gran contrataque, con la intención de abrir una brecha entre los ejércitos decimosexto y decimoctavo. Si conseguían cruzar el Adour, nada les detendría en su avance al mar, y el decimosexto ejército, con sus diez divisiones, sería cercado y destruido.
El mariscal aun disponía de un as en la manga, su unidad más fuerte: el Panzergruppe 1 de Von Kleist, fuerte en seis divisiones acorazadas. Estaba al sur, cerca de San Juan de Pie de Puerto, donde esperaba vanamente a que la infantería rompiese las líneas españolas. Pero si actuaba rápidamente aun podría lanzarlo sobre el flanco derecho español. Ordenó que el panzergruppe enviase dos divisiones hacia Hasparren para desalojar a los españoles, si los encontraban; el resto del grupo se movería si se confirmaba que se estaba produciendo una contraofensiva.
Además, el puente sobre el Adour tenía que ser recuperado o, si no era posible, destruido. Von Runstedt ordenó que se reuniesen las fuerzas disponibles en los alrededores de Peyrehorade; si partían inmediatamente todavía podrían llegar hasta el puente de Urt antes del amanecer, sin exponerse a los ataques aéreos.
Sin embargo, la maniobra de más amplio radio se produjo al este, desde Dantxarinea. La división Guzmán el Bueno, tras cruzar el río Nive por Halsou y Cambo-les-Bains, siguió su avance hacia el Adour por terreno ondulado. Un escuadrón de reconocimiento compuesto por coches LMV, carros Centauro y transportes BMR, se dirigió hacia el este hasta llegar a Hasparren. Luego debía seguir hacia el norte, para enlazar con los paracaidistas que mantenían el puente del Adour.
Hasta entonces el mariscal Von Runstedt no tenía mucha idea de lo que estaba ocurriendo. La tarde anterior había trasladado su puesto de mando a Peyrehorade, aunque no al llamativo castillo sino a un caserón que no llamase la atención de la omnipresente aviación enemiga. Durante la noche había escuchado el tronar del bombardeo, y a las cuatro de la mañana recibió un aviso inesperado: paracaidistas transportados por helicópteros habían tomado un puente sobre el río Adour. Del frente, sin embargo, no sabía nada. Mala señal: el mariscal era consciente del viejo aforismo militar que decía que peor que las malas noticias, era no tener noticias. Además, si los españoles querían destruir ese puente, hubiesen empleado sus fastidiosas bombas radiodirigidas, que tantos problemas estaban ocasionando. El que hubiesen preferido tomarlo era señal de que tenían intenciones aviesas. A Von Runstedt le bastó una mirada al mapa para entender el peligro que se cernía sobre todo el grupo de ejércitos Oeste: desde el saliente de Dantxarinea, que los españoles habían defendido corriendo el riesgo de ser cercados, solo había treinta kilómetros hasta el puente sobre el Adour. Las comunicaciones con ese sector estaban interrumpidas, y el mariscal asumió que los españoles estaban lanzando un gran contrataque, con la intención de abrir una brecha entre los ejércitos decimosexto y decimoctavo. Si conseguían cruzar el Adour, nada les detendría en su avance al mar, y el decimosexto ejército, con sus diez divisiones, sería cercado y destruido.
El mariscal aun disponía de un as en la manga, su unidad más fuerte: el Panzergruppe 1 de Von Kleist, fuerte en seis divisiones acorazadas. Estaba al sur, cerca de San Juan de Pie de Puerto, donde esperaba vanamente a que la infantería rompiese las líneas españolas. Pero si actuaba rápidamente aun podría lanzarlo sobre el flanco derecho español. Ordenó que el panzergruppe enviase dos divisiones hacia Hasparren para desalojar a los españoles, si los encontraban; el resto del grupo se movería si se confirmaba que se estaba produciendo una contraofensiva.
Además, el puente sobre el Adour tenía que ser recuperado o, si no era posible, destruido. Von Runstedt ordenó que se reuniesen las fuerzas disponibles en los alrededores de Peyrehorade; si partían inmediatamente todavía podrían llegar hasta el puente de Urt antes del amanecer, sin exponerse a los ataques aéreos.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- General de Ejército
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LA FRACTURA
Tras la captura del estratégico puente los helicópteros llevaron refuerzos: un batallón de la bandera paracaidista Ortiz de Zárate que había podido ocupar las suaves elevaciones al sur del puente. Helicópteros Bo 105 con equipos de visión nocturna patrullaron las carreteras disparando a los vehículos que encontraban.
En Santa Cilia la escuadrilla de Halcones se preparó para despegar. La noche había sido corta y el capitán Santamaría estaba cansado, pero se decía que iba a ser el día crucial de la batalla. Los “Chirris” fueron armados con cohetes y contenedores de napalm. Al contrario que el día anterior, no iban a tener un objetivo señalado, sino que debían efectuar un reconocimiento armado por el río Adour. En la reunión previa a la misión les indicaron la situación: una división acorazada enemiga había roto el frente alemán durante la noche y se dirigía hacia el río Adour. Los pilotos tenían que impedir que los alemanes organizasen un ataque para retomar el puente. Iban a tener que ser precavidos: no se esperaba que la Luftwaffe hiciese acto de presencia, al menos por la mañana (por eso no iban a llevar misiles aire aire) , pero era probable que hubiese muchos aviones españoles: los Texán y Air Tractor de control aéreo avanzado, helicópteros de reconocimiento, de ataque y de transporte. En tierra, no se sabía cual era la posición exacta de las columnas españolas. Los vehículos españoles debían llevar paneles e identificación de color amarillo en el techo, pero podrían haberlos perdido; se ordenó a los pilotos que fuesen muy cuidadosos confirmando que no se tratase de unidades propias
Los aviones despegaron cuando apenas apuntaba la aurora y media hora después llegaron al Adour, donde empezaron a describir círculos. Un Airbus A320, volando aun más alto, coordinaba los ataques.
—Atalaya tres a Chirri siete, un Texán informa de movimientos alemanes cerca de Hastingues.
En la localidad francesa un mayor alemán miraba con resquemor al cielo. Se le había ordenado llegar hasta Urt con su batallón ciclista antes del amanecer, pero era algo más fácil de decir que hacer: si andar en la oscuridad no es fácil, marchar en bicicleta en grupo es una pesadilla. Varias veces sus soldados habían caído formando montones de hombres y máquinas en la carretera. También habían encontrado los restos de varios camiones, con sus ocupantes caídos alrededor: las aeronaves españolas habían demostrado no necesitar luz para efectuar sus ataques letales. En dos ocasiones escucharon el característico batir de las aeronaves de vuelo vertical, y tuvieron que refugiarse en las cunetas; solo habían podido moverse con más fluidez en la media luz del amanecer, pero en el sur de Francia no había nieblas que les protegiesen. Habían podido ver a un aparato de aspecto obsoleto que volaba sobre el río pero no sabían si les había observado a su vez. Entonces vieron que volvía y lanzaba un par de cohetes, que estallaron junto a sus tropas. No parecía que hubiese bajas, pero era de temer que el avión volviese. El mayor acababa de ordenar a sus hombres que se metiesen en una chopera y que se emplazasen sus dos cañones antiaéreos del dos cuando los ocho Halcones de Santa Cilia atacaron de improviso en dos direcciones, incendiando con napalm la arboleda.
Los aparatos se elevaron. Aun les quedaba una hora de autonomía, y disponían de los cohetes y de la munición de los cañones. Pero el tiempo transcurrió sin sobresaltos. Vieron pasar a otros Halcones y a C-101, y por la radio escucharon como se enviaba a los reactores de mayores prestaciones contra los aviones alemanes: a pesar de los ataques de la noche, la Luftwaffe estaba consiguiendo poner algunos aviones en vuelo, que eran inmediatamente atacados por cazas españoles.
—Atalaya tres a Chirri siete, posibles movimientos de vehículos cerca de Hasparren. Tengan cuidado, pueden ser vehículos propios.
Los aparatos descendieron y llegaron hasta Hasparren. Efectivamente había blindados moviéndose, con llamativos paneles amarillos. Un controlador aéreo que montaba en la columna se puso en contacto con los Halcones para confirmar que eran vehículos propios, y que solo habían encontrado infantes alemanes dispersos. La escuadrilla se acercó (sin temor, porque las formaciones españolas, tras la derrota de la Luftwaffe, tenían prohibido abrir fuego antiaéreo salvo contra enemigos identificados con total seguridad) y Santamaría pudo ver la distintiva silueta de los Centauro. Saludaron moviendo las alas y se prepararon para volver a Santa Cilia, pues quedaba poco combustible. Pero entonces Santamaría vio un al sureste. Avisó al comandante, que permitió que el capitán y su punto reconociesen el lugar. No iba a ser fácil ver nada: las carreteras estaban flanqueadas por setos y arboledas que podrían esconder a un ejército… salvo que se estuviese preparando para atacar. Era lo que estaba pasando: a varios kilómetros de Hasparren, decenas de vehículos salían de lso caminos y se desplegaban en los campos. Santamaría se arriesgó para identificarlos: tenían la angulosa forma de los panzer.
—Chirri siete a Atalaya. Grandes concentraciones de tanques en Louhossoa en dirección noroeste.
Los Halcones pasaron al ataque, lanzando sus cohetes sobre los blindados, antes de volar hasta Santa Cilia para cargar más bombas.
Vaya puñetera casualidad, pensó el general De Diego, al mando de la Guzmán el Bueno. Tenía un batallón acorazado en Hasparren, y el grupo de reconocimiento corría ya hacia el Adour, pero el atasco en la carretera del puerto de Otsondo había retrasado a la brigada de infantería mecanizada. Había quedado una brecha en sus líneas, y justo por allí habían amanecido los puñeteros panzer, demasiado cerca del puente en Cambo-les-Bains.
La línea no estaba indefensa: una compañía mecanizada estaba desplegada junto al río. Si los alemanes atacaban, comprobarían para qué servían los misiles antitanque. Pero los reconocimientos mostraban que había muchos tanques, varios centenares. Seguramente, una división panzer al completo: sus soldados no tenían tantos misiles. Pero aun le quedaba una baza.
En Santa Cilia la escuadrilla de Halcones se preparó para despegar. La noche había sido corta y el capitán Santamaría estaba cansado, pero se decía que iba a ser el día crucial de la batalla. Los “Chirris” fueron armados con cohetes y contenedores de napalm. Al contrario que el día anterior, no iban a tener un objetivo señalado, sino que debían efectuar un reconocimiento armado por el río Adour. En la reunión previa a la misión les indicaron la situación: una división acorazada enemiga había roto el frente alemán durante la noche y se dirigía hacia el río Adour. Los pilotos tenían que impedir que los alemanes organizasen un ataque para retomar el puente. Iban a tener que ser precavidos: no se esperaba que la Luftwaffe hiciese acto de presencia, al menos por la mañana (por eso no iban a llevar misiles aire aire) , pero era probable que hubiese muchos aviones españoles: los Texán y Air Tractor de control aéreo avanzado, helicópteros de reconocimiento, de ataque y de transporte. En tierra, no se sabía cual era la posición exacta de las columnas españolas. Los vehículos españoles debían llevar paneles e identificación de color amarillo en el techo, pero podrían haberlos perdido; se ordenó a los pilotos que fuesen muy cuidadosos confirmando que no se tratase de unidades propias
Los aviones despegaron cuando apenas apuntaba la aurora y media hora después llegaron al Adour, donde empezaron a describir círculos. Un Airbus A320, volando aun más alto, coordinaba los ataques.
—Atalaya tres a Chirri siete, un Texán informa de movimientos alemanes cerca de Hastingues.
En la localidad francesa un mayor alemán miraba con resquemor al cielo. Se le había ordenado llegar hasta Urt con su batallón ciclista antes del amanecer, pero era algo más fácil de decir que hacer: si andar en la oscuridad no es fácil, marchar en bicicleta en grupo es una pesadilla. Varias veces sus soldados habían caído formando montones de hombres y máquinas en la carretera. También habían encontrado los restos de varios camiones, con sus ocupantes caídos alrededor: las aeronaves españolas habían demostrado no necesitar luz para efectuar sus ataques letales. En dos ocasiones escucharon el característico batir de las aeronaves de vuelo vertical, y tuvieron que refugiarse en las cunetas; solo habían podido moverse con más fluidez en la media luz del amanecer, pero en el sur de Francia no había nieblas que les protegiesen. Habían podido ver a un aparato de aspecto obsoleto que volaba sobre el río pero no sabían si les había observado a su vez. Entonces vieron que volvía y lanzaba un par de cohetes, que estallaron junto a sus tropas. No parecía que hubiese bajas, pero era de temer que el avión volviese. El mayor acababa de ordenar a sus hombres que se metiesen en una chopera y que se emplazasen sus dos cañones antiaéreos del dos cuando los ocho Halcones de Santa Cilia atacaron de improviso en dos direcciones, incendiando con napalm la arboleda.
Los aparatos se elevaron. Aun les quedaba una hora de autonomía, y disponían de los cohetes y de la munición de los cañones. Pero el tiempo transcurrió sin sobresaltos. Vieron pasar a otros Halcones y a C-101, y por la radio escucharon como se enviaba a los reactores de mayores prestaciones contra los aviones alemanes: a pesar de los ataques de la noche, la Luftwaffe estaba consiguiendo poner algunos aviones en vuelo, que eran inmediatamente atacados por cazas españoles.
—Atalaya tres a Chirri siete, posibles movimientos de vehículos cerca de Hasparren. Tengan cuidado, pueden ser vehículos propios.
Los aparatos descendieron y llegaron hasta Hasparren. Efectivamente había blindados moviéndose, con llamativos paneles amarillos. Un controlador aéreo que montaba en la columna se puso en contacto con los Halcones para confirmar que eran vehículos propios, y que solo habían encontrado infantes alemanes dispersos. La escuadrilla se acercó (sin temor, porque las formaciones españolas, tras la derrota de la Luftwaffe, tenían prohibido abrir fuego antiaéreo salvo contra enemigos identificados con total seguridad) y Santamaría pudo ver la distintiva silueta de los Centauro. Saludaron moviendo las alas y se prepararon para volver a Santa Cilia, pues quedaba poco combustible. Pero entonces Santamaría vio un al sureste. Avisó al comandante, que permitió que el capitán y su punto reconociesen el lugar. No iba a ser fácil ver nada: las carreteras estaban flanqueadas por setos y arboledas que podrían esconder a un ejército… salvo que se estuviese preparando para atacar. Era lo que estaba pasando: a varios kilómetros de Hasparren, decenas de vehículos salían de lso caminos y se desplegaban en los campos. Santamaría se arriesgó para identificarlos: tenían la angulosa forma de los panzer.
—Chirri siete a Atalaya. Grandes concentraciones de tanques en Louhossoa en dirección noroeste.
Los Halcones pasaron al ataque, lanzando sus cohetes sobre los blindados, antes de volar hasta Santa Cilia para cargar más bombas.
Vaya puñetera casualidad, pensó el general De Diego, al mando de la Guzmán el Bueno. Tenía un batallón acorazado en Hasparren, y el grupo de reconocimiento corría ya hacia el Adour, pero el atasco en la carretera del puerto de Otsondo había retrasado a la brigada de infantería mecanizada. Había quedado una brecha en sus líneas, y justo por allí habían amanecido los puñeteros panzer, demasiado cerca del puente en Cambo-les-Bains.
La línea no estaba indefensa: una compañía mecanizada estaba desplegada junto al río. Si los alemanes atacaban, comprobarían para qué servían los misiles antitanque. Pero los reconocimientos mostraban que había muchos tanques, varios centenares. Seguramente, una división panzer al completo: sus soldados no tenían tantos misiles. Pero aun le quedaba una baza.
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