LA FRACTURA

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
Domper
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Domper, L; Auset A; Bistuer M. Historia de la Fractura. Op.cit.



El principal enfrentamiento, que acabó dando nombre a la batalla, se produjo en Muret, cerca de Toulouse; fue escogido ese nombre por ser el lugar de una derrota aragonesa en la Edad Media.

Aunque Hoth demandaba cuatro días más para preparar su operación, cuando el OKW supo que Von Manstein estaba siendo atacado ordenó a su vez que el Panzergruppe 2 pasase a la ofensiva inmediatamente. Aun así, el ataque se demoró aun otras 36 horas, durante las cuales las fuerzas españolas se prepararon para derrotar a las fuerzas alemanas, cuyos movimientos no habían pasado desapercibidos para el reconocimiento aéreo. Aunque se había considerado suspender temporalmente la ofensiva sobre Carcasona, finalmente se resolvió proseguir con la operación y enfrentar a Hoth solamente la división Guzmán el Bueno, apoyada por dos batallones de carros (uno de ellos llegado desde Agen pocas horas antes).

El XXXIX cuerpo acorazado alemán partió de Cazères en dirección hacia Toulouse, por la margen izquierda del río Garona, mientras el LVII lo hacía desde Pamiers por la izquierda del Ariège. El espacio entre ambos fue cubierto por la infantería de ambos cuerpos, que además tenía que proteger los flancos del avance. Inicialmente las fuerzas de Hoth no encontraron apenas resistencia, salvo por patrullas mecanizadas y helicópteros que combatieron con misiles a las unidades de reconocimiento. Aunque apenas frenaron los movimientos alemanes, obligaron a que las patrullas germanas no se aventurasen más allá de la cobertura de sus cañones antiaéreos, y por tanto dejaron a los alemanes sin información de lo que ocurría a su frente o en los flancos.

Los dos cuerpos de ejército confluyeron en Muret, a apenas quince kilómetros de los arrabales de Toulouse, en la llanura formada por la confluencia de los dos ríos. Cuando intentaron proseguir hacia el norte se enfrentaron a una barrera de misiles antitanque lanzados por infantería y helicópteros. El grupo de ejércitos también se vio sometido a ataques aéreos de gran magnitud, mucho mayores de los que había tenido que soportar von Manstein dos días antes, que estaba a mayor distancia de las bases aéreas hispanas. Aunque la Luftwaffe, que había estado recomponiendo sus escuadrillas en Francia, intentó influir en la ofensiva, perdió un centenar de aparatos en grandes combates aéreos librados sobre Montauban, en los que los A319E Atalaya tuvieron un papel clave al dirigir a los cazas españoles contra los aparatos alemanes.

Al mismo tiempo que las avanzadas de Hoth eran detenidas en Muret sus fuerzas fueron atacadas por ambos flancos. En el izquierdo se había situado una brigada mecanizada de la división San Marcial, reforzada por un batallón de tanques que había llegado desde Agen horas antes, que tras romper las líneas de la 14 división de infantería motorizada, cruzó el Garona en Berat. En el este la división Guzmán el Bueno, que partía desde Montgiscard, cruzó el Ariège en Auterive y Cintegabelle, desorganizando la retaguardia del LVII cuerpo. Hoth intentó reabrir sus vías de comunicaciones, pero enfrentados al fuego de larga distancia de tanques y misiles españoles, a los helicópteros y a los ataques aéreos, sufrieron pérdidas muy severas. La 7ª panzer fue casi destruida, quedando con poco más de treinta tanques; la 12ª panzer, que se enfrentó a la Guzmán el Bueno, sufrió pérdidas aun peores: Hoth había cometido el mismo error que Guderian enviando sus tanques contra la más reducida pero mucho más potente, entrenada y motivada fuerza española, y sufrió una derrota aun peor. La mayor parte de los blindados del Panzergruppe fueron destruidos o tuvieron que ser abandonados, y solo parte de la infantería consiguió escapar hacia el sur por Lézat-sur-Lèze.

La división San Marcial persiguió a los supervivientes y dos días después entró en Foix y luego en Tarascon-sur-Ariège, quedando cortada la retirada a las fuerzas que aun quedaban en el Pirineo Central. Simultáneamente la Guzmán el Bueno, tras liberar Pamiers, había modificado su avance hacia el este, y tras sobrepasar Mirepoix se dirigió hacia Carcasona, rodeándola por el sur, mientras la Guadarrama lo hacía por el norte: el quince de septiembre la ciudad quedó rodeada y los carros españoles prosiguieron hacia Narbona.



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Domper, L; Auset A; Bistuer M. Historia de la Fractura. Op.cit.

La batalla de Carcasona

Carcasona, una de las ciudades más antiguas de Europa, se encuentra en el corredor de tierras bajas que comunican el valle del Garona con la costa mediterránea. Su Ciudadela (o Cité) se alza en una peña de paredes casi verticales, en la margen derecha del río Aude. Al otro lado está la ciudad baja, entre el río y el Canal del Midi, cuyo centro, con calles de planta regular, sigue el trazado de las fortificaciones del siglo XVI, ahora desaparecidas. Un arrabal de casas bajas se situaba entre la ciudad baja y el Aude.

Carcasona había sido declarada ciudad fortaleza por Hitler. Su guarnición estaba compuesta por la séptima división aérea cuyo comandante, el general Sturm, recibió el mando. Además de la séptima formaban parte de la guarnición las divisiones de infantería 162 y 256, aunque buena parte de sus elementos habían sido cortados cuando las fuerzas acorazadas españolas rodearon la ciudad: en total Sturm disponía de unos doce mil hombres. Encomendó a la 162 la defensa de la margen este del Aude, incluyendo la Cité. La 256 tenía que resistir en el norte, en las alturas al otro lado del Canal del Midi, y los paracaidistas en el sur y el oeste, incluyendo la cercana base aérea. Esta había sufrido bombardeos muy intensos y dos días antes había sido abandonada por el personal de la Luftwaffe, que se llevó sus últimos cañones antiaéreos. Las fuerzas de Sturm no solo carecían de defensas antiaéreas, sino que estaban casi desprovistas de artillería y armas antitanque, aunque la séptima disponía de algunos Faustpatrone (versión inicial del panzerfaust), que empezaban a ser distribuidos. Aparte de unos pocos cañones sin retroceso, los morteros constituían el principal apoyo de los defensores.

Tanto la intercepción de las comunicaciones radiofónicas como el interrogatorio de los prisioneros revelaron que la guarnición de la ciudad era varias veces superior a lo inicialmente estimado y que se precisaría una fuerza mucho más potente de lo inicialmente planeado. Por ello se agregaron a la división Galicia, a la que se había encomendado la toma de la ciudad, una brigada acorazada de la división Guzmán el Bueno, pues se consideró que la potencia de fuego y la protección de los tanques Leopardo serían indispensables para la conquista de la ciudad. También recibió el refuerzo del batallón de tanques Lince que había combatido en Montauban y Muret. Además se incorporaron a los combates dos compañías de autopropulsados M3: se trataba de tanques ligeros M3 de origen norteamericano, a los que se había sustituido la torre por otra de perfil bajo con cuatro cañones sin retroceso, o por un montaje con ametralladoras antiaéreas pesadas.

El tercer día se recibió el refuerzo de la primera división de franceses libres del general Legentilhomme, que tenía un batallón de tanques M3 Sherman de origen norteamericano (no confundir con los M3 Lee y M4 Sherman de la anterior línea temporal, ni con los ligeros M3 Stuart).

El apoyo artillero de los atacantes dependía de un regimiento de campaña con obuses M1 de 155 mm, y otro de autopropulsados Astérix de 105 mm. También contaba con varias compañías de morteros pesados.

El primer asalto se produjo la noche del dieciséis al diecisiete, poco más de un día tras la consumación del cerco. Mientras el 10º regimiento acorazado “Málaga” atacaba desde el este, dos compañías descendieron desde helicópteros sobre los tejados del castillo de la Cité y de las casas junto a la puerta oriental. Los defensores fueron sorprendidos y, además en el castillo se encontraba el puesto de mando de la 162 división. El general Franke fue capturado y su división, que no estaba preparada para un combate nocturno y fue sorprendida por los tanques y helicópteros, no pudo reaccionar. Al amanecer los españoles dominaban la Cité y la ribera este del Aude. Pocos de los soldados de la 162 pudieron retirarse a la ciudad baja.

El diecisiete de septiembre el regimiento del Príncipe (de la división Galicia), apoyado por carros de combate, expulsó a la 266 de sus posiciones al norte del canal, mientras el Zamora atacaba el aeropuerto. De nuevo, la presencia de los carros de combate y los helicópteros provocó el pánico en la división, que se retiró desordenadamente de sus posiciones, abandonando la mayor parte de su equipo. Sturm, temiendo que la séptima aérea también fuese destruida en campo abierto, ordenó que cruzase el Aude y se replegase a la ciudad baja. Los alemanes ya solo conservaban una bolsa de dos kilómetros de largo y quinientos metros de largo. Su batería de cañones sin retroceso, emplazada en el cementerio, fue objeto de un ataque aéreo, dejando a los paracaidistas sin apoyo salvo el de algunos morteros.

A partir de ahí la resistencia se endureció. Los alemanes se apostaron en los sólidos edificios de la ciudad, donde esperaban defenderse de los tanques españoles mediante obstrucciones, trampas explosivas y el fuego de sus faustpatrone. El general Alba (que dirigía la división Galicia), comprendiendo que la liberación de Carcasona sería una batalla larga y sangrienta, envió un mensaje a Sturm que le intimaba a la rendición y que apelaba al honor de los paracaidistas para salvaguardar a los civiles, proponiéndole su evacuación. Sturm rechazó rendirse, pero negoció un alto el fuego de doce horas durante el cual escaparon el 90% de los habitantes de la ciudad; solo quedaron algunas familias comprometidas con los alemanes o que temían el saqueo de sus posesiones.

Al día siguiente comenzó la conquista sistemática de la ciudad. Los alemanes creían, por la información parcial que tenían de la anterior línea temporal, que el escenario urbano era muy desfavorable para los tanques y que permitiría equilibrar la diferencia tecnológica. Sin embargo, no contaban con las tácticas de guerra urbana desarrolladas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Las colinas del norte y la Cité proporcionaban a los españoles excelentes observatorios desde los que dirigir sus fuegos, y los radares de contrabatería acabaron rápidamente con los morteros alemanes. Ametralladoras pesadas y francotiradores bloqueaban los movimientos por las calles, y los morteros pesados españoles expulsaron a los alemanes de los tejados.

Durante la semana siguiente se expugnó metódicamente a los alemanes de sus posiciones. Los puntos de resistencia identificados eran destruidos con bombas guiadas, mientras la artillería y los morteros pesados aislaban las zonas atacadas. Se lanzaron también bombas guiadas con espoletas retardadas en las principales intersecciones, para destruir los túneles del alcantarillado que podían permitir la comunicación entre manzanas; asimismo destruyeron la red de conducciones de agua.

Los carros de combate y los blindados, apoyados por la infantería, formaron equipos que se movían por las estrechas calles. Cuando se encontraban con oposición, los antiaéreos disparaban contra los pisos altos (los proyectiles de 12,7 mm resultaron poder atravesar paredes y tabiques) mientras los carros de combate lo hacían contra las paredes, empleando proyectiles de carga hueca; se prefirieron a los perforantes, porque la explosión de los de carga hueca bastaba para matar o incapacitar a los defensores que estuviesen en la dependencia contra la que se disparaba. Finalmente los autopropulsados M3, que con su pequeño tamaño podían moverse por las estrechas calles, se acercaban y acababan con la defensa mediante andanadas de sus cañones. Al mismo tiempo, la infantería avanzaba a la par que los blindados, evitando el tránsito por las calles: con explosivos y cohetes antitanque se abrían paso por los tabiques, mientras otros soldados se movían por las azoteas; los helicópteros resultaron especialmente útiles, no solo suprimiendo a los defensores con sus ametralladoras, sino transportando tropas que asaltaron los edificios más altos.

Inicialmente se procedió a dividir a los defensores en varias bolsas: las vías del ferrocarril que permitían el avance rápido de los tanques hicieron que el arrabal norte quedase aislado; al estar constituida por casitas con jardines y huertos su limpieza fue rápida y el día diecinueve fue declarado seguro. También el diecinueve el regimiento Toledo avanzó por el boulevard Barbés hasta llegar al puente viejo y al río, partiendo la bolsa alemana en dos. De la limpieza del barrio del sur se encargó la división francesa, que en seguida se encontró con dificultades: carecían de la potencia de fuego española, sus tropas estaban menos preparadas, y el blindaje de sus tanques era insuficiente para resistir los proyectiles antitanque alemanes. Aun así, el día 20 cayó el cuartel y el 21 llegaron al cementerio y a los espacios abiertos junto al río; los defensores quedaron reducidos a un cuadrado de poco más de doscientos metros de lado, que fue objeto de ataques aéreos repetidos; la endeble construcción de las casas provocó un gran incendio que forzó a los defensores a rendirse.

El barrio del norte, que coincidía con la antigua ciudadela renacentista, fue atacado por los españoles en dirección sur - norte, para evitar bajas por fuego propio. Los bulevares, que seguían el trazado de las antiguas murallas, permitieron fragmentar aun más la bolsa. Tras tres días de combates Sturm y los pocos hombres que le quedaban quedaron arrinconados en media docena de manzanas junto al canal del Midi. Con pocas municiones, sin agua, y con los sótanos repletos de heridos, Sturm capituló el día 23 de septiembre. La limpieza de las ruinas de la ciudad y sus alrededores, encomendada a la división francesa, aun llevó cuatro días más.

La batalla de Carcasona fue considerada la más dura de las libradas en Francia. Las fuerzas españolas y las francesas libres que participaron a pesar del tercer día sufrieron 107 bajas mortales (cincuenta y cinco francesas) y 613 heridos, la mayoría no por fuego directo enemigo sino por trampas explosivas o derrumbamientos. Las bajas del Eje no pudieron contabilizarse con precisión, pero se calculan en unos 1.200 muertos y 3.000 heridos; otros 7.000 soldados fueron capturados. Aunque la Cité de Carcasona sufrió pocos daños, la ciudad baja quedó casi arrasada: el 90% de sus edificios sufrieron daños graves o muy graves. En la posguerra solo el barrio hexagonal central fue reconstruido, siendo el resto convertido en jardines; la ciudad se expandió al otro lado del Aude, al pie de la Cité.



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ROMA, ITALIA

Diario del Conde Ciano
Me parecía extraña aquella situación, la de vivir en Roma bajo la protección de la Embajada de España. El Embajador Francisco Vázquez, ahora aunaba los cargos de represenatnte ante la Santa Sede e Italia.

Vázquez fue franco conmigo, España detestaba todo lo que el gobierno de mi suegro representaba... desde luego la vesania del fascismo no había alcanzado las cotas del nacionalsocialismo, ni en la realidad ni en la que los españoles conocían de una línea paralela. Les dolía mucho el papel de mi Italia en su Guerra Civil; pero a su vez apreciaban en mucho a los italianos, en especial desde su año 1982... al parecer muchos de los italianos que aún no habían nacido disfrutarán de vacaciones en España, y durante un tiempo, los españoles asociarán la moda italiana a lujo y calidad... la industrializada Milán será la meca de la moda... y una motocicleta llamada Vespa y un ciclomotor Vespino serán durante décadas el deseo de muchos jovenes españoles... Uno de los símbolos de bienestar de la España de posguerra será un vehículo derivado de un producto de la FIAT; y las vacaciones ideales de muchos españoles será embarcarse en cruceros marítimos de placer en manos de navieras italianas... al alcance de cualquier bolsillo... por lo que me cuenta

Entonces ¿que querían de mi los españoles? en primer lugar, mostrar a su juventud a través de mi experiencia, de los males asociados a los totalitarismos, y de como la dejadez del ejercicio de los derechos y la permesividad con el mal gobierno en tiempos de abundancia son frutos que los extremismos están prestos a recoger en los tiempos de crisis.

Otro de sus proyectos era que ejerciera cierta ascendencia entre las comunidades italoamericanas advirtiendoles de las bondades del constitucionalismo liberal, y de los males asociados a los salvapatrias.

Las noticias que nos llegan del avance hispano francés en Francia resultan inverosímiles; pero las imágenes y relatos que podemos ver y escuchar en los noticiarios que se exhiben en la totalidad de los cines de Roma son la prueba que nuestra asociación con la Alemania del Reich fue un gravísimo error, felizmente resuelto por los militares más monárquicos. Es curioso ver como las tropas del Heer, se rinden a los españoles con amplias sonrisas... tienen claro que la propaganda del cojo es todo mentira, y que desde luego estos españoles de untermenschen niente...

He observado en las filmaciones que los españoles separan a los feldgrau de los Waffen SS... los franceses se hacen cargo de los colaboradores de los alemanes, pero siempre hay rondando un oficial español, y el trato dispensado es más que correcto... más que el que cabría esperar. Incluso según me cuenta Vázquez, los españoles han obligado a Legentilhomme a detener y juzgar a las tropas francesas que se han excedido. Saqueadores y violadores, son detenidos.

Sé que Vázquez recibe a Amion Aosta Saboya; seguro que busca liberar a su hermano de su prisión en el Africa Británica; pero los británicos se niegan a habalr de los prisioneros de guerra mientras no se firme un Tratado de Armisticio. Creo que ni a los británicos ni a los Saboya les interesa que Amadeo regrese a Italia.

Del mismo modo, los Saboya estarán encantados con mi marcha; los salvoconductos están preparados, pero Eda no quiere marcharse de Roma mientras no sepa que futuro le espera a su padre. Lo entiendo. Eda ha conseguido ver a su padre, pero vigilados.Los españoles nos han prometido que velarán por su integridad.

Mañana más...


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Domper, L; Auset A; Bistuer M. Historia de la Fractura. Op.cit.

La ruta de la muerte

Apenas había iniciado la batalla de Carcasona cuando las fuerzas acorazadas españolas reanudaron su avance hacia el Mediterráneo. Narbona quedaba a algo menos de 40 kilómetros, y su liberación significaría que todo el grupo de ejércitos Pirineos, con tres cuartos de millón de soldados, quedaría rodeado.

Afortunadamente para los alemanes, las sucesivas derrotas de Montauban y de Muret hicieron que Hitler, conmocionado, dejase de participar temporalmente en la dirección de las operaciones militares. El coronel general Buchs, al mando del grupo de ejércitos, indicó al OLW que no tenía medios para detener el avance español y que el grupo Pirineos corría peligro inminente de ser embolsado. Schorner autorizó a Buchs para que retirase sus fuerzas: ya tarde para la mayor parte del antiguo grupo centro, aislado tras la pérdida de Tarascon-sur-Ariège y con ella de su última carretera; algunas tropas pudieron escapar a pie, pero en su mayoría fueron cercadas en Prades.

El resto de los alemanes empezó la retirada por la costa. En ese sector, la llanura costera estaba separada del Mediterráneo por grandes albuferas cortadas por pasos que las hacían impasables para los vehículos; estos se aglomeraron en la carretera entre Narbona y Perpiñán, formando un atasco de cuarenta kilómetros de longitud, sobre el que se cebó la aviación española. Todo tipo de aparatos se sumaron al ataque: durante el día, reactores que lanzaban sus bombas desde gran altura, y cazabombarderos desde cotas medias (pues la artillería antiaérea alemana hacía los ataques rasantes muy peligrosos). Durante la noche participaron helicópteros, aviones ametralladores, y los aparatos de transporte abandonaron temporalmente sus misiones de abastecimiento a las tropas en avance para lanzar las grandes bombas termobáricas. La carretera quedó cortada, obstruida por la chatarra de miles de vehículos quemados. En las carreteras comarcales que serpenteaban por las colinas cercanas al mar ocurrió lo mismo, y además el día diecisiete las avanzadas españolas llegaron a las colinas de Corbières, lo que dejó toda la franja costera dentro del alcance de la artillería. Sin embargo la resistencia alemana se enconó y la progresión española se detuvo temporalmente.

Mientras Buchs había renunciado a salvar el material, y dio órdenes de abandonarlo y retroceder rápidamente por cualquier camino factible. Las tropas interpretaron la orden (correctamente) como un “sálvese quien pueda” y la retirada se hizo cada vez más desordenada, desencadenándose el caos cuando la división española Urgel, que había defendido la frontera catalana, pasó a la ofensiva por Llivia. Miles de soldados trataron de escapar por las barras arenosas del litoral, teniendo que dejar sus armas para cruzar las bocas de las albuferas; al no haber allí defensas antiaéreas los aviones cañoneros empezaron a actuar también de día. Finalmente, las barras se convirtieron, en la práctica, en un gigantesco campo de prisioneros.

El día 23, el mismo de la capitulación de Sturm en Carcasona, la división Guadarrama rompió las defensas alemanas dirigiéndose no hacia Narbona, donde aun había unidades organizadas, sino hacia Béziers. El 25 cayó Agde, en la costa mediterránea, quedando cortada efectivamente la retirada del grupo de ejércitos Pirineos. Solo una fracción de sus tropas, desorganizadas y carentes casi por completo de armamento, habían conseguido llegar a Montpelier y prosiguieron su retirada por el valle del Ródano.

El ejército español, exhausto tras tres semanas de combates continuos, con buena parte de sus máquinas precisando ser revisadas o reparadas, y enfrentado a los problemas que suponían el control tanto de la enorme masa de prisioneros capturados como de las unidades irregulares francesas, tuvo que detener la persecución. Solo unidades ligeras prosiguieron acosando a los fugitivos, siendo la aviación la encargada de acabar con la resistencia. Las patrullas españolas fueron acompañadas por tropas francesas cada vez más numerosas, que mantuvieron la persecución aunque a un ritmo más lento; aun así a mediados de octubre se había llegado a una línea delimitada (aproximadamente) por La Rochela, Clermont-Ferrand y Montpelier.

Mientras se estrechó el cerco de los restos de las fuerzas alemanas en los Pirineos. La reducción de las últimas bolsas fue encomendada a fuerzas francesas y británicas, y no fue raro que regimientos o incluso divisiones depusiesen las armas ante patrullas españolas antes de enfrentarse a los franceses. El 21 capitularon los defensores de Bayona, el último núcleo de resistencia del antiguo grupo de ejércitos oeste. Pau y Tarbes fueron liberadas el 26, y el 29 lo fue Luchon, el último reducto del Pirineo Central. Prades y Perpiñán se rindieron el 4 de octubre, pero Narbona resistió hasta el 22 de octubre, cuando el general Buchs se rindió con los últimos remanentes de su antiguo grupo de ejércitos. En las diferentes bolsas fueron capturados, finalmente, unos 820.000 soldados alemanes; muchos miles más que intentaban infiltrarse para escapar a pie hacia Alemania cayeron presos o fueron asesinados por insurgentes franceses en las semanas siguientes. Las bajas alemanas se estiman en unas doscientas mil, al menos una tercera parte en la “carretera de la muerte”. El tratamiento de los más de cien mil heridos supuso un enorme reto sanitario. El esfuerzo por el trato humano a los prisioneros rindió sus frutos, y en lo sucesivo fue infrecuente que las fuerzas españolas tuviesen que enfrentarse a resistencias enconadas. Además los prisioneros heridos, muchos de ellos liberados tras su tratamiento, resultaron ser los mejores embajadores y acabaron llevando a las estrechas relaciones hispanoalemanas de la posguerra.



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Mensaje por APVid »

PARIS (FRANCIA)

La moral de las tropas alemanes se estaba viniendo abajo con rapidez. En Francia, Bélgica, Holanda muchos partidarios del Reich empezaban su rápida huida hacia Alemania. Las noticias se magnificaban cada hora en medio de un caos comunicativo absoluto que hablaba de rumores de nuevas fuerzas que desembarcaban provenientes de Gran Bretaña o de África.

Las tropas de la 1ª División Guinea española tras relevar a las formaciones blindadas estaban avanzando paralelas a la costa por La Roche-Sur-Yon hacia Nantes. Tanto británicos como franceses habían puesto toda la carne en el asador y el 3er Armee francés habían entrado en Poitiers hacia Tours, y Vichy sede del anterior gobierno había caido en manos del VIII Ejército británico, mientras las avanzadas de los polacos se acercaban a Nimes.

El cruce del Loira parecía ser el próximo objetivo de los aliados y el alto mando discutía si volar los puentes o intentar contraatacar; y si se podía sostener el flanco derecho o era mejor evacuar las tropas de Bretaña.



LONDRES (GRAN BRETAÑA)

Churchill pensaba en la situación, el avance español había sido avasallador, algo que las mejores tropas del Imperio no podrían lograr. Y no dejaba de preocupar las ramificaciones de todo el asunto.

El hecho de que España se opusiese a las propuestas británicas de un Tratado de Paz con Italia que impusiera un "dictat" inglés, incluyendo la entrega de colonias y de varias islas, era un bofetada.
Es más España estaba negociando un acuerdo razonable entre Francia e Italia sobre la frontera alpina, incluso en relación entre Grecia e Italia, y entre diversos países balcánicos respecto a sus minorías.

¿Supondría sustituir la hegemonía alemana en el continente por la española? ¿era volver a los tiempos de los Tercios y la Casa de Austria?


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Mensaje por Domper »

Una vez la victoria en las batallas de los Pirineos alejó la amenaza sobre el territorio español pudo afrontarse la reordenación de la industria militar española, que se estaba convirtiendo en el principal sector económico del país. Nadie se engañaba con un final próximo del conflicto, y el mismísimo ESR, en su alocución pública a la nación para celebrar la victoria, advirtió que Hitler y los nazis lucharían hasta el final, y que Alemania seguía siendo una gran potencia industrial y militar a la que le quedaba gran parte de su potencial.

La reorganización del sector armamentístico era precisa porque su crecimiento desordenado estaba lastrando su eficiencia: algunos programas de emergencia habían proseguido cuando ya no eran necesarios, o se producían equipos en paralelo con capacidades similares lo que acababa retrasando todo. Por ejemplo, nadie dudaba de que el avión de entrenamiento CASA C-101 estaba anticuado y que precisaba urgentemente un sustituto, y que la modificación del perfil alar no era sino un apaño; pero la alternativa, el Nova N-20 Gladio, podría tener sentido como avión naval o para ayuda militar, pero era un sustituto inadecuado del C-101. Más aun, aunque era razonable que se hubiese emprendido la producción a pequeña escala de su derivado N-21 Spatha (aparato similar pero con motores J4, es decir, copias de los J35, en lugar de los TF731 del Gladio), era recomendable traspasar la fabricación del aparato a factorías de países aliados para centrarse en tipos más modernos.

El caso más flagrante era el del avión más moderno en producción: el CASA C-105 (C.19 Flecha en la terminología del Ministerio del Aire), que era la copia del Northrop F-5: en la factoría sevillana de CASA había varias decenas de células finalizadas a la espera de motores, mientras FASA se dedicaba a copiar el motor J35, un motor anticuado, e ITP había retrasado la producción en serie del J1 (J85) porque estaba desarrollando una versión mejorada.

Fue precisa la intervención del Ministerio de Defensa para reordenar la producción de motores de aviación. FASA pudo seguir con su J4, inspirado en el J35, pero dando prioridad al turboeje TP-1 (PT6A); había sido preciso trasladar el desarrollo desde Eurocopter, muy ocupada con los proyectos de nuevos helicópteros. El motor se estaba construyendo en dos versiones, una para propulsar aviones ligeros, otra para helicópteros; con ella se estaba equipando a los Z-7, es decir, a los Robinson R-66 que estaba fabricando AISA y que era la primera variante del aparato con suficiente capacidad de carga para poder sustituir a los AS-335 y EC-135 (reclamados por el Ministerio de Defensa para armarlos) en misiones como la evacuación sanitaria. Igualmente, ITP tuvo que iniciar urgentemente la producción del J1 y del J2 (TF731), más los turbohélices TP-2 (PW127G), aceptándose solo modificaciones para mejorar su durabilidad, muy reducida en las primeras series. Solo cuando la las cadenas de montaje estuviesen a pleno rendimiento podría emprenderse el desarrollo (o la copia) de nuevos motores. Por otra parte, SEAT seguía fabricando en grandes cantidades el motor León, y había pasado a diseñar una versión policarburante sobrealimentada para su empleo en vehículos de combate.

Estos motores propulsaron a la que pue llamada primera generación postfractura. Incluía tres modelos nuevos: el Nova Gladio (y su derivado Spatha), el cazabombardero monomotor Halcón y el bimotor Águila. Otro aparato estaba en producción: el transporte C-295, que se había seguido fabricando a ritmo muy lento hasta que ITP empezó a entregar los TP-2. El resto eran aviones antiguos pero que habían cobrado actualidad: el sufrido CASA C-212, bienvenido por la cada vez mayor necesidad de aviones de transporte para apoyar el avance en Francia; el avión de entrenamiento C-101 (la nueva versión E, con ala de menor espesor y adaptada como avión de ataque) y la joya de la corona, el C.19. El Ejército del Aire recibía los nuevos ejemplares como agua de Abril, pues los precisaba para sustituir a los cada vez más gastados EF-18 y Typhoon.

Ahora era preciso emprender la producción de aviones con mayor vigencia. Los cazabombarderos de hélice Nova Halcón y CASA Águila habían mostrado sus limitaciones, especialmente su vulnerabilidad al fuego terrestre. Iba a seguir su producción pero encaminada a suplir bajas y para cesiones a países aliados: no solo Inglaterra o la Francia libre, sino Hispanoamérica: en México se había celebrado la recepción de un primer lote de aviones que eran mejores a todo lo que tenía el vecino del norte. Nova estaba estudiando una versión del Halcón, con tren triciclo y propulsado por el turbohélice TP-2, para su empleo como avión de entrenamiento e incluso ataque ligero; pero la etapa de los motores de émbolo parecía llegar al final. O no, porque Alestis seguía con el Centella, pero con la idea de tener un avión naval, sustituto del norteamericano Avenger. Pero desde un primer momento se había previsto que en el futuro el Centella pasase a ser propulsado por un turbohélice.

Asimismo se precisaba renovar la flota de helicópteros. El R-66 era muy limitado, y se precisaban aparatos de mayor capacidad. Eurocopter estaba reiniciando la producción en serie del EC-135, fabricándolo en versión de ataque. Pero la necesidad de un helicóptero de ataque especializado era evidente, y de igual manera la de un helicóptero medio que sustituyese a los Cougar. Aun sabiendo que lo ideal hubiese sido construir el Tigre y el NH90, se había decidido empezar por otros aparatos menos ambiciosos: los archifamosos Cobra y Huey, partiendo del Bell 412. Se esperaba que a lo largo del año entrante se pudiese empezar la producción en serie, aunque a pequeña escala.

No eran las únicas carencias. Antes o después se necesitaría fabricar reactores de línea, aviones de transporte pesados, helicópteros pesados, etcétera. Pero la más acuciante era la de un aparato que reemplazase a los EF-18 y Typhoon, y que tuviese mayores capacidades que los F-5. Inicialmente se planteó copiar algún tipo ya existente, hasta que se planteó la cuestión de las patentes.



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Mensaje por urquhart »

Giorgio Giorgerini, Uomini sul fondo. Storia del sommergibilismo italiano dalle origini a oggi

Inmediatamente al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre España e Italia, Romolo Polacchini fue nombrado Agregado Militar de la Embajada del Reino de Italia en España.

Tras su liberación, y antes de trasladarse a Madrid, el Contrammiraglio Polacchini pudo visitar alguna de las bases navales españolas; e incluso participar en una misión de descubierta antisubmarina a bordo de la Corbeta Antisubmarina, CAS, Roger de Lauria.

Como comandante de sommergibili Romolo Polacchini pudo comprender de forma clara y precisa los cambios que la técnica había experimentado en el campo de la detección de buques mediante el sonido. Durante su embarque, varios oficiales españoles le pusieron al corriente de como la burocracia asociada al régimen fascista, así como la influencia de diversas camarillas había impedido que la Regia Marina contara con sistemas de detección submarina adecuados al conflicto que estallaría en 1939. Especial relevancia en el atraso tecnológico italiano ocuparía el Ammiraglio Iacchino.

Romolo Polacchini conocía las capacidades de lucha antisubmarina de los medios aéreos, varios de sus buques habían sufrido ataques de aparatos británicos. La coordinación entre la CAS y el aparato de despegue vertical asociado al navío, elevaban de forma exponencial las posibilidades de hacer frente a los sommergibile. En un informe emitido al Ministerio di Diefensa Polacchini recomendaría la adquisición de este tipo de unidades; para posteriormente colaborar en el diseño de las fragatas de la clase Centauro.

Las buenas relaciones que establecería en Madrid, permitieron que la Marina Militare adquiriese un submarino alemán del Tipo IX, unidad de la que los ingenieros italianos obtuvieron información suficiente para concluir la transformación del Sommergibile Leonardo Da Vinci, iniciada a partir de planos obtenidos por los hombres de la Xª Flottiglia MAS.

De regreso a Italia, sería ascendido a Ammiraglio de Divisione, siendo destinado al Commando Sommergibile, desde donde iniciaría una política de construcciones navales encaminadas a disminuir el excesivo número de unidades, si bien dotando de los adelantos técnicos cedidos por los españoles y de desarrollo nacional a los nuevos navíos.


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Tras la Fractura, para mantener una ficción de legalidad, el gobierno español se había hecho cargo de la custodia de las patentes de origen extranjero. En buena parte de los casos la cuestión resultaba irrelevante: por ejemplo, la mayor parte de los autores del software que se empleaba en España no había nacido en 1941, y las probabilidades de que llegasen a hacerlo eran astronómicamente pequeñas.

Pero se planteó un serio problema cuando John Knudsen “Jack” Northrop envió a la embajada española a Washington una carta por la que reclamaba a CASA y al estado español los derechos sobre su caza F-5, cuya producción se había reiniciado en Sevilla. La cuestión planteada resultaba muy compleja. Northrop adujo que el desarrollo del caza había sido financiado por su compañía, pero CASA afirmaba que eso no había ocurrido, al menos en esta línea temporal. Que Northrop aun no había patentado nada relacionado con el avión, y que además, en la anterior línea temporal, la compañía ya había pagado la licencia de producción. El caso tenía muchas más ramificaciones, con cuestiones como la validez de las sentencias del Tribunal Supremo estadounidense emitidas durante la anterior línea temporal, la imposición de ese modelo de avión por el anterior (o posterior) gobierno de Estados Unidos, o los derechos de Northrop para examinar la patente. Los rumores sobre un proceso legal de magnitud que hubiesen envidiado los brontosaurios estaban atrayendo abogados a Washington como la miel a las moscas. Aunque en el trasfondo de la cuestión estaba, sobre todo, el deseo que los industriales norteamericanos tenían de acceder a los secretos tecnológicos españoles, que España, sabiendo que suponían su casi única baza, se reservaba.

Northrop amenazó con acudir a los tribunales de su país, donde, a pesar de lo complejo del caso, casi con seguridad obtendría un veredicto favorable: independientemente de la embarullada cuestión legal, los jurados norteamericanos (o el Tribunal Supremo, que probablemente acabaría implicado) se decantarían por los intereses de su nación. Aunque aparentemente las decisiones de un tribunal norteamericano poco podrían afectar a los españoles, otras potencias industriales como Inglaterra y, probablemente, Francia, las acatarían, lo que causaría un grave trastorno al comercio español. Si se hubiese tratado tan solo de Northrop podría hacerse lo mismo que con McDonnell o Garret: adquirir las acciones de la compañía cuando su valor seguía siendo muy reducido. Pero Northrop era en 1941 una compañía de cierta importancia, y otros fabricantes, como Bell (futuro diseñador del Bell 412, que España estaba considerando adoptar como nuevo helicóptero medio), Pratt&Withney o General Electric eran grandes empresas con reservas suficientes para resistir intentos de adquisición hostiles.

Finalmente se llegó a un acuerdo extrajudicial, por el cual las compañías españolas que utilizasen patentes norteamericanas abonarían regalías a las norteamericanas, pero solo si ya existían en el momento de la fractura. Las que aun no existían, como Intel, no verían ni un centavo aunque se constituyesen deprisa y corriendo, aunque se abonarían derechos de autor a los inventores. Eso significó que algunos niños (como Gordon More, futuro o pasado cofundador de Intel) pasaron súbitamente a ser millonarios. Finalmente España entregaría los planos y especificaciones en la fecha de su invención en la anterior línea temporal. Algo que significaría un enorme ahorro: en lugar de un prototipo que a saber si funcionaría o no, se tendría un producto terminado y funcionante, lo que significaría un enorme ahorro para las empresas que no tendrían que afrontar cuantiosos gastos de desarrollo. En algunos casos España cedió dichos secretos técnicos con antelación a cambio de la renuncia a las regalías; un trato así resultó enormemente beneficioso para North American, que pudo iniciar la producción del P-86 Sabre en 1944.

El acuerdo era un regalo envenenado, algo que solo se apreció con posterioridad: por ejemplo, no tenía sentido que General Electric o Allison invirtiesen cantidades astronómicas para desarrollar nuevos equipos, pues iban a recibirlos graciosamente de manos españolas. Los gabinetes de diseño fueron dispersados y la investigación aeroespacial norteamericana abortó antes de nacer, aunque, eso sí, los fabricantes ganasen mucho dinero.

Además el acuerdo de Washington no tuvo en cuenta un aspecto crucial: los desarrollos. Por ejemplo, aunque España retribuyó a Northrop por los C.19 A y B fabricados, se negó a hacerlo por los C.19C, un avión desarrollado por CASA partiendo del F-5 pero mayor, más potente y con soluciones innovadoras como la doble deriva. Por este motivo los fabricantes españoles se apresuraron a introducir mejoras en los modelos que copiaban. Ante la amenaza de largos y costosos litigios, las compañías españolas cedieron parte de sus ganancias pero se negaron a proporcionar los detalles de sus desarrollos. Los españoles decidieron además que en la medida de lo posible partirían de desarrollos multinacionales, o de patentes originarias de países en conflicto con España.



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CASA C-1000 Miura (C.26)

La Fractura planteó todo tipo de problemas a la industria de defensa española, pero probablemente el campo crítico fue el de los aviones de combate de altas prestaciones. A fin de cuentas, fueron esos aparatos los que derrotaron a la Luftwaffe y permitieron que otros aparatos más sencillos apoyasen el avance de las fuerzas terrestres. Pero se trataba de aparatos muy complejos cuyos componentes no se producían en España. Aunque empresas como CASA e ITP hicieron un gran esfuerzo, la operatividad de los aparatos decayó rápidamente, y tras las operaciones militares del verano de 1941 apenas llegaba al 30 – 40% de la original. La reincorporación de los Mirage F.1 almacenados apenas sirvió de alivio, pues no había piezas de repuesto almacenadas, no valía la pena producirlas para un número de aparatos tan pequeño, y los aparatos tuvieron que ser retirados de las operaciones a finales de 1941.

El reinicio de la producción del Northrop F-5 supuso un respiro para el Ejército del Aire español. Se trataba de un avión con muy buenas prestaciones, uno de los mejores aparatos diseñados nunca para el combate aéreo evolucionante, y que también era un buen cazabombardero. Pero comparado con los aviones que debía sustituir, estaba muy limitado. Aunque los C.19 (copias del F-5) llevaban un radar diseñado por Indra, su capacidad para efectuar operaciones todo tiempo era muy limitada salvo con estrecha dirección desde tierra o desde plataformas de vigilancia aérea. En la práctica, esas misiones fueron reservadas para los aviones más avanzados, salvo las del destacamento Barberán en Inglaterra, cuyos EF-18 fueron sustituidos por C.19A en septiembre de 1941.

La electrónica austera no era la única limitación de los C.19. La configuración con ala baja y tren de aterrizaje que se replegaba en ellas hacía que solo hubiese un punto de anclaje (central) para bombas pesadas, y que no pudiese llevar armas voluminosas como misiles antibuque. Otro inconveniente era la reducida autonomía, solo solventada parcialmente instalando una sonda para reabastecimiento.

En enero de 1942 los CASA C.19A y B (versiones monoplaza y biplaza; parte fueron BM de ataque todo tiempo, el resto se destinaron para la instrucción) fueron sustituidos en las líneas de montaje por los muchos más avanzados C.19C y D. Se trataba de aparatos completamente rediseñados, que se diferenciaban claramente de los C.19A por llevar deriva doble. Estaban construidos con una gran proporción de materiales ligeros, tenían un ala de mayores dimensiones, electrónica mejorada, y eran propulsados por motores J1-4 más potentes y fiables. En algunos aspectos, los C.19C eran comparables a los EF-18. Sin embargo mantenían la configuración original con el ala baja, y además era previsible que su vigencia como aviones de primera línea fuese limitada: diez o quince años a lo sumo.

Por otra parte, la Armada, que estaba construyendo dos grandes portaaviones convencionales, también iba a precisar un aparato de altas prestaciones que operase desde ellos. Se consideró construir una versión naval del C.19, pero se planteaban muchos problemas (no siendo el menor la configuración del ala y el tren) ya la postre supondría tanta demora como diseñar un avión completamente nuevo.

Aparentemente, lo más sencillo hubiese sido copiar el EF-18, pero la propuesta fue descartada apenas se llegó a plantear. Por una parte estaba la cuestión de las patentes y la difícil relación con Northrop. Además, que España solo fabricase equipos que eran copia de otros de la anterior línea temporal resultaba poco prestigioso. Finalmente, copiar el EF-18 implicaba hacer lo mismo con el motor F404, disponiendo del mejor EJ200. Por ello el Ministerio de Defensa planteó a la industria aeronáutica el desarrollo de un nuevo avión que cumpliese las siguientes condiciones:

– Debía ser un aparato monomotor, no solo por el menor precio sino porque aun no se sabía si los futuros portaaviones podrían operar con aviones pesados.

– Debía estar propulsado por el EJ200.

– Tenía que ser navalizable.

– Debía poder operar con armas voluminosas.

– Era preferible un sistema de vuelo asistido por ordenador (Fly-by-wire).

– Si era posible debía utilizar componentes ya en producción, o que se empleasen en aviones en servicio: aunque sería necesario reiniciar la producción, se ahorraría el tiempo de desarrollo y el riesgo tecnológico.

La solicitud del Ministerio llegó cuando CASA estaba preparando una propuesta similar. La empresa veía con recelo el desarrollo del Nova Alfange, un caza subsónico naval, y temía que Nova le arrebatase parte del mercado. Habían empezado los bocetos de un avión que parecía un F-18 a menor escala, con sistemas procedentes del C-105C (C.19C en la nomenclatura interna de CASA), del Northrop F-20 y del EF-18. La propuesta fue aceptada por el Ministerio y en noviembre de 1942 fue finalizado el primer prototipo.

El C-1000 era un aparato de dimensiones similares a las de un F-16, que conservaba la doble deriva y las alas de planta trapezoidal del C-105C, pero en posición elevada, como en el F-18. También de este último heredaba las tomas de aire: aun siendo menos eficientes que otras configuraciones, estaban probadas y permitirían ahorrar plazos. Las pruebas mostraron algunos defectos que se corrigieron en el segundo prototipo; este se perdió en un accidente en enero de 1944, cuando el modelo ya había sido aceptado. En marzo de 1944 voló el prototipo de la versión naval, con estructura reforzada, ala plegable y gancho de detención. A finales de 1944 el Ala 15 recibió las primeras unidades de serie, y a partir de 1946 la Armada comenzó a operar con el C.26 desde el portaaviones Iberia.



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BERLÍN (ALEMANIA)

El OKW estaba preocupado, no solo la derrota en Francia y la destrucción de las cadenas de mando en el Reich era un desastre del que le costaba recuperarse, sino que el último informe de Speer había caído como un cubo de agua helada.

Las reservas de petróleo y combustible se agotaban como consecuencia de los precisos ataques sobre sus centros de producción y almacenamiento; y a las redes eléctricas del país. La producción en todo el Reich había caído a 2.000 barriles diarios y las reservas de combustible estaban muy por debajo de las 100.000 toneladas métricas. Se había perdido mucho combustible en Francia y Rumanía había casi cesado en la venta de combustible, llegando a vendérselo incluso a España.

La situación era muy grave porque los diversos servicios estaban peleándose por cada gota del preciado combustible y los depósitos no estaban seguros contra los continuos ataques españoles y británicos, y a este ritmo en menos de 3 meses las fuerzas armadas alemanas quedarían paralizadas o debiendo recurrir a locomoción animal.


NEW YORK (EE.UU.)

La bolsa vivía un interesante avance con grandes compraventas ese día. Las noticias del acuerdo extrajudicial con España habían hecho elevarse las acciones de diversas empresas, sobre todo del sector militar y aeronaútico, destacando las de Northrop entre otras.

Eso había atraído a los inversores a la compra de acciones en esas empresas, mientras vendían las de otras. Maniobra que aprovecharon los fondos soberanos españoles para moverse, con una arquitectura bien diseñada para eludir las Leyes Antitrust a través de conglomerados de empresas con nombres estadounidenses seguían ejecutando las maniobras del siglo 21 para apoderarse del control de diversas empresas estratégicas que en ese momento no parecían decir mucho a los tiburones de Wallstreet.

Así sectores interesantes, con futuras patentes, en diversos campos biotecnológicos, ingeniería avanzada,... eran los objetivos. Una de las empresas que pasaron a control de empresas españolas ese día seria Monsanto.


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AEROPUERTO ADOLFO SUAREZ, BARAJAS, MADRID

Todo estaba preparado para recibir al primer mandatario extranjero desde la Fractura.

Adelantandose a otros líderes internacionales, Charles de Gaulle veía una oportunidad para Francia como resultado de una mayor entente con España. Hasta el momento los acuerdos entre España y Francia habían sido exclusivamente de caracter operativo, y acuerdos puntuales con Darlan. Del mismo modo, la visita serviría para afianazrle como cabeza visible de Francia;tras varios meses de desencuentros entre las diversas facciones francesas.

El General Alphonse Juin, uno de los conspiradores contra Darlan, asumía el control de las fuerzas terrestres en Norte de Africa y las Islas Mediterráneas. Para evitar la ascendencia de Juin sobre el Armée, De Gaulle había enviado de forma inmediarta a España a la 1ere Division Legere, formada por las fuerzas francesas que se habían sumado a l'Appel del 18 de junio de 1940, o recutradas en el Africa Ecuatorial.

España había ofrecido a De GAulle viajar hasta Madrid en uno de los aviones del Grupo 45, pero decidido a mostrar la independencia de Francia incluso en los más pequeños gestos, De Gauule prefirió volar desde Argel en uno de los aparatos D338 de las Lignes Aériennes Militaires.

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ESR también quería aprovechar la ocasión para reconocer a la Francia Combatiente como el legitimo Gobierno de Francia, mientras Londres todavía mantenía serias dudas sobre la legitimidad de los gaullistas como tal. En lugar de la Tricolor con la Cruz de Lorena, Madrid se había engalanado con la bandera oficial francesa junto a la rojigualda.

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De Gaulle era De Gaulle, pensó el Ministro de Asuntos Exteriores... llegaba tarde; otro de los gestos del francés; se hacía esperar... en fin. ESR se impacientaba, e incluso saltandose el protocolo para las visitas de Estado, el mismísimo Rey recibiría al General en Barajas, en lugar de en Palacio como era costumbre. Mientras esperaba junto al Embajador Francés, leía sin esconder una sonrisa un telegrama fechado en Londres
The Government of His Gracious Majesty,and in His name; has the honor to invite His Majesty the King Felipe VI to visit the United Kingdom, and show the whole world the unity of action between both Kingdoms in the search of freedom of each of the inhabitants of the Earth


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—¿Hauptmann Richard von Weizsäcker? —dijo el intérprete en un alemán más que correcto.

El interpelado asintió—. Sí, soy yo ¿qué desea? Solo diré mi nombre, mi grado y mi número de identificación.

—Debe acompañarme, capitán. Siento no poder darle más información por ahora.

El capitán había sido capturado cuando la 23ª división de infantería se había rendido a los españoles en la gran bolsa de Saint-Gaudens. La formación había participado en la invasión del español Valle de Arán, donde inicialmente había encontrado escasa resistencia, pudiendo ocupar varias localidades que habían sido abandonadas. Sin embargo todo había resultado ser una trampa: los españoles se habían retirado a las altas montañas flanqueaban el valle, para luego bloquear la salida. La retirada se había convertido en seguida en una desbandada, acosados por los blindados y las aeronaves de despegue vertical enemigas. Habían vuelto a Francia, donde la persecución prosiguió. El 9º regimiento, dando muestras de su profesionalidad, había conseguido mantener la cohesión y retirarse por caminos y veredas hasta cerca de Saint-Gaudens, ya en el llano; pero cuando llegaron era tarde pues se había producido el desastre de Muret y los tanques españoles cabalgaban hacia el Mediterráneo.

Las líneas enemigas eran tan tenues que no parecía muy difícil infiltrarse por ellas y escapar a la captura, pero los ánimos de los alemanes, tras ser aplastados de manera tan inesperada, estaban por los suelos. Nadie creía que a Alemania le quedasen posibilidades, y todo lo que podía hacerse era sobrevivir para ayudar a reconstruir la nación, esta vez sin la plaga nazi. Además, las patrullas españolas que vigilaban la bolsa empezaron a ser sustituidas por otras francesas; algunas, de fuerzas regulares, otras de partisanos armados con armas capturadas. Poco importaba: los rumores que corrían era que se comportaban como salvajes y, en el fondo el capitán, que había visto lo ocurrido en Polonia, los entendía. Así que aprovecharon una de las últimas oportunidades de rendirse a los españoles, y una compañía de la VII Bandera de la Legión se encontró con que se le entregaban treinta mil alemanes.

El trato a los prisioneros había sido profesional, incluso cortés. En Saint-Gaudens no había unidades de las SS, que por lo visto recibían un tratamiento especial; aunque los captores exigieron que se presentasen inmediatamente todos los que formasen parte del partido nazi, especialmente si habían militado en organizaciones como las SA. Advirtieron que España pensaba respetar escrupulosamente las convenciones internacionales, pero que estas les permitían perseguir, juzgar e incluso ejecutar a los criminales de guerra. Y el partido nazi era una organización criminal. Eso no implicaba que todos sus miembros fuesen delincuentes, pero los que no declarasen su pertenencia (y advirtieron que tenían medios para comprobarlo) demostrarían su contumacia. Aun así, pocos se presentaron. A Richard no le afectaba, pues nunca había sido nazi, e incluso había podido eludir su incorporación a las juventudes hitlerianas. Había cumplido su deber como alemán.

Los primeros días los prisioneros habían sido recluidos en grandes campos a la intemperie, donde solo unas pocos plásticos (un material novedoso que los españoles usaban en cantidades enormes) daban alguna protección. Los suministros de alimentos y agua tampoco fueron regulares. Los españoles se disculparon porque habían capturado muchos más prisioneros de lo que esperaban, y prometieron solucionarlo pronto. Mientras, equipos sanitarios atendieron a heridos y enfermos, sin atender al uniforme que llevaban.

Finalmente un gran grupo de hombres, entre los que estaba Richards, fue montado en una columna de grandes autobuses, un centenar de prisioneros en cada uno. Les ordenaron hacer sus necesidades antes de montar, y los maniataron con unas correas de plástico de aspecto endeble pero que luego resistían como el acero. Subieron a los autobuses y fueron atados a unas barras. Delante una reja protegía al conductor, al que escoltaba un soldado con un arma automática con el aspecto de poder freír todo el autobús de una ráfaga. Los intérpretes lamentaron tener que esposar a los prisioneros, pero aseguraron que sería una medida temporal, durante las pocas horas que durase el viaje. Pero advirtieron que si se producían motines, se abriría fuego sin previa advertencia. Además varios blindados iban a acompañar a la columna, prestos a disparar contra cualquier fugitivo.

La columna partió rumbo a España. Primero por los horrorosos caminos franceses: casi dos horas costó llegar hasta el lado español. Luego todo cambió. Las carreteras eran inmejorables, y las casas que veían despertarían la envidia de hasta los más ricos del Reich. Multitudes de curiosos (y de curiosas) miraban pasar la columna de prisioneros; algunos soldados vitorearon a las españolas, que llevaban unas ropas tan sucintas que parecían de baño. Por esas excelentes carreteras los autobuses viajaron a toda velocidad, y una hora después estaban en el llano. Viendo la cantidad de camiones con los que se cruzaban Richard entendía la tremenda movilidad de la que habían hecho gala los españoles. Finalmente la columna se detuvo en un enorme cercado en el que se alzaban miles de tiendas de campaña: estaban en unos terrenos ondulados, desérticos, con una tierra de color blanquecino que denotaba su contenido en yesos. Hileras triples de alambradas garantizaban que nadie intentase aventuras. Aunque por lo que vio en los días siguientes, tampoco preocupaban mucho a los españoles: si algún prisionero escapaba no se tomaban la molestia de perseguirlo; simplemente esperaban a que tuviese que rendirse, al no poder usar los transportes españoles ni encontrar comida en el campo.

En el campamento fueron clasificados. Y Richard fue enviado a una sección de oficiales. No tenían comodidades, pero la comida, aunque monótona, era sana y suficiente. El capitán se resignaba a esperar… pero los españoles tenían otros planes.

Junto al campo había una gran nave que habían convertido en un cinematógrafo. Todos los prisioneros, empezando por los oficiales, tuvieron que contemplar algunas películas. Trataban sobre algo llamado “el Holocausto”: por lo visto, en la anterior línea temporal los nazis, empezando por Hitler, la habían emprendido contra los judíos a los que habían asesinado por millones. Algunos nazis recalcitrantes intentaron interrumpir las sesiones con abucheos; lo que hicieron los españoles fue ordenar callar y reiniciar la exhibición de toda la película, recomendando que se comportasen, ya que no saldrían de allí hasta que viesen todo; además los agitadores fueron detenidos y llevados a un campo especial. Vieron varias películas, que los españoles advirtieron que, aunque fuesen obras de ficción, se basaban en la realidad; al capitán le emocionó una llamada “La lista de Schindler”. También presentaron películas y fotografías aéreas, de la actual línea temporal, que mostraban que Hitler estaba intentando hacer lo mismo.

Tras las películas se les dejó volver a los campos para que reflexionasen. Un par de días solo, porque luego muchos de los oficiales del regimiento fueron llamados.

—Capitán —tradujo un intérprete en una salita privada—, espero que haya disfrutado de nuestro cine. Mejor dicho, lo que espero es que no haya disfrutado. Le aseguro que esos hechos horrendos fueron reales y, si nadie hace nada, volverán a serlo.

Richard permaneció en silencio, pero el interrogador español siguió—. Usted es el capitán Richard von Weizsäcker. No sé lo que piensa ahora, pero en el futuro, o en el pasado —dijo mientras entregaba al oficial alemán una hoja impresa con la biografía de Richard, en la que tan solo faltaba la fecha de su deceso—, usted devendrá en un antinazi que intentará matar a Hitler, convirtiéndose en un héroe de su país. Capitán, no le pedimos que haga eso, ni que traicione a su país, y mucho menos que sea un delator. Solo le quería hacer una pregunta ¿Estaría usted dispuesto a colaborar con la reconstrucción de una Alemania democrática tras la guerra? Piénselo.



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Mensaje por urquhart »

PALACIO REAL, MADRID

El Minsitro de Asuntos Exteriores pensaba que posiblemente De Gaulle fuera un excelente interprete de algo que en aquel momento no existía, la grandeur, pero no por ello dejarían que el francés se saliera con la suya. La España de Felipe VI, desde luego no era la España de la inmediata posguerra.

Gracias a los historiadores, psicólogos y a esos nuevos profesionales de la interpretación de los gestos, una de las herencias de las soporíferas tertulias políticas de las incontables cadenas de televisión se conocía hasta el más mínimo detalle de la persionalidad de De Gaulle...justo en ese momento vio a tres de los periodistas que habían hecho carrera en ese género televisivo, Jiménez, Ferreras y su particular némesis, Pastor...

Tras una reunión en la Sala del Trono, la firma del Acuerdo Franco Español de Amistad y Colaboración se firmaría en el Salón de Columnas... un detalle serviría para relajar la altivez de De Gaulle... la mesa donde se firmaría estaba justo enfrente de la figura de Carlos I... Carlos I dominando el Furor... una copia de la original, pero que en 1985 había sido allí instalada para la firma del Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas (1)

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Entre otros puntos, España traspasaba ahora sí de forma oficial el gobierno de la Francia liberada al Gobierno de la República; que se establecería de forma provisional en Burdeos. Así mismo, Francia se ocuparía de la seguridad interna, aplicandose las leyes francesas vigentes en 1938. Las fuerzas españolas en suelo francés, quedaban sometidas al régimen legal español. Se concedía un crédito de 1000 millones de Euros al Gobierno Francés con vistas a la inmediata reconstrucción de las zonas devastadas por lso combates. De común acuerdo establecerían un calendario para la disolución del Protectorado de Marruecos; estableciendo de forma inmediata una Asamblea Consultiva con representantes de ambas zonas.

En el aspecto económico, Francia y España abolían los aranceles aduaneros entre ambas naciones, permitiendo el libre intercambio de mercancías; y en un futuro próximo una vez finalizada la contienda, permitirían el libre tránsito de personas entre ambas naciones. A estos acuerdos, invitaban a sumarse a todas las naciones libres de Europa. Se crearían dos comisiones interministeriales que tendrían como objetivo coordinar la política agraria, y el establecimiento de vías en Francia que fueran continuación de las autopistas AP-1 y AP-7 El Túnel de Canfranc sería remodelado a estándares españoles en ambas vertientes; y se iniciarían los estudios para finalizar los túneles de Jaca, Bielsa y Portbou en su vertiente francesa.

Uno de los anexos del Tratado de Amistad, hacía refrenecia a la Educación, y entraba en vigor tan pronto las Cortes Generales del Reino dieran su visto bueno, en una sesión conjunta de Congreso y Senado convocada para el día siguiente a la firma, y a la que estaba invitado a dar un discurso Charles de Gaulle. 20 médicos franceses serían acogidos en diversos Hospitales Universitarios donde se formarían en las técnicas más avanzadas de la medicina, especialmente en Sanidad Públicay Medicina preventiva, Cirujía Traumatológica, Diagnóstico por la Imagen y pediatría; las llamadas Becas Servet. Se establecian así mismo las Becas Voltaire para que estudiantes franceses de diversas ramas de la ingeniería pudieran cursar sus estudios en España. El Instituto Cervantes abriría sedes en Burdeos y Montpellier ofreciendo cursos gratuitos de las lenguas oficiales españolas. El ICEX colaboraría con las autoridades educativas francesasas para poner en marcha de forma inmediata las Ecoles y Lycees


(1) https://www.museodelprado.es/coleccion/ ... 716cc9d230


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Mensaje por APVid »

LISBOA (PORTUGAL)

Salazar sabía que todo había acabado, el Estado Novo se hundía bajo sus píes.

Miles de portugueses habían ido a trabajar a España, empresarios españoles invertían en Portugal produciéndose un crecimiento económico favorecido también por las necesidades de la guerra, al mismo tiempo productos avanzados españoles se vendían en Portugal, atrapando al país luso en lazos económicos y comerciales muy estrechos.

A nivel social, Portugal cambiaba demasiado rápido, la literatura portuguesa de los futuros 80 años se filtraba por la frontera, la Iglesia portuguesa había capitulado ante unos fieles que la abandonaban en masa, la burguesía adoptaba las costumbres del S. XXI, incluso el proletariado más radical había abandonado el comunismo moscovita por el eurocomunismo y la socialdemocracia. Un creciente número de individuos se daban de baja en la Legión Portuguesa, mientras las familias trataban de excusar a sus hijos de formar parte de la Mocidade Portuguesa.

Y para colmo en el ejército los germanófilos había quedado marginados y la mayoría de los cuadros medios ya eran desafectos al régimen.

Además la situación internacional no ayudaba, Alemania había sufrido una gran derrota, Gran Bretaña el tradicional aliado de Portugal parecía asustado ante España y en Italia Mussolini había sido derrocado.

Salazar solo veía dos opciones, un esfuerzo final recurriendo a la PVDE para instaurar un estado policial y enfrentándose al riesgo de golpe o incluso guerra civil, o negociar la salida con los republicanos y la transición.


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Mensaje por Domper »

Cuatrocientas bombas al día. Una cantidad que parecería ridícula a los londinenses que habían soportado el Blitz, pero que estaban poniendo de rodillas a Alemania.

Ahora que las operaciones en los Pirineos habían finalizado y las tropas españolas se estaban dando un compás de espera, los bombarderos improvisados estaban volviendo a Centroeuropa. Cada día eran atacados, y por lo general destruidos, cuarenta o cincuenta objetivos. Los días despejados las bombas caían sobre los más fuertemente defendidos como los edificios administrativos de los centros de las ciudades, las instalaciones petrolíferas, e gas o de electricidad, o las factorías de crucial importancia. Los efectos de cada ataque eran menores, pero acumulados estaban suponiendo un enorme trastorno. Las ciudades carecían de gas, el suministro eléctrico era irregular, y muchos barrios carecían de agua corriente. La paralización de la red ferroviaria estaba causando serias dificultades en la distribución de alimentos, y para conseguir unos mendrugos de pan o un poco de margarina había que hacer largas colas. Al menos, los civiles se habían acostumbrado a vivir bajo unas bombas que castigaban a las ciudades pero no a sus moradores. Octavillas que habían caído recomendaban alejarse de todo lo que pudiera tener utilidad bélica (desde un taller de bicicletas hasta una prisión de la Gestapo) y desmontar los cristales de las ventanas. Algunas bombas se desviaron pero en ningún momento causaron las masacres que los civiles alemanes temían.

Si la vida civil se había afectado, la producción industrial se estaba derrumbando. La falta de energía y los ataques a los ferrocarriles repercutían aun más. Además, algunos objetivos de gran valor estaban siendo destruidos sistemáticamente. Por ejemplo, en uno de los pocos ataques masivos efectuados por los españoles treinta bombarderos habían arrasado las factorías de Schweinfurt que producían rodamientos de bolas. Casi diariamente caían sobre las instalaciones siderúrgicas del Rur un tipo especial de bombas buscadoras de calor. Se había intentado “despistarlas” con hogueras, sin resultado, pues al parecer eran capaces de distinguir entre altos hornos y señuelos. Al parecer era porque el sistema de dirección de las bombas era capaz de diferenciar entre diferentes longitudes de onda de infrarrojos, y tal vez algún tipo de señuelos mejorados sería capaz de desviarlas. Pero, casi con seguridad, cuando acabasen de construirlos ya no quedarían acererías en el Rur. Ni en Silesia, porque sus instalaciones industriales, que la distancia hacía parecer más seguras, también estaban siendo atacadas. También la marina estaba sufriendo: lo poco que quedaba de la flota de superficie alemana había sido aniquilada, y se habían destruido decenas de submarinos en sus puertos o en los astilleros. Unos objetivos que recibían regularmente las atenciones de los aviones eran las grandes instalaciones de los radiotelémetros de alerta; su destrucción abría paso a los bombarderos británicos, que tenían muchos menos miramientos respecto a los civiles.

Aparentemente los bombarderos españoles necesitaban atmósferas claras. La oscuridad no les afectaba, pero sí las capas de nubes, y cuando estas impedían volar a suficiente altura para eludir los cañones antiaéreos, los aviones evitaban los objetivos más difíciles y atacaban otros menso defendidos, sobre todo de comunicaciones. Eso significaba que cada día nublado una o dos docenas de puentes eran destruidos, y lo mismo ocurría con las presas y compuertas que necesitaban los canales. La circulación de trenes estaba casi interrumpida, y careciendo de petróleo, solo unos pocos coches con “gasógeno” podían moverse.

Ni los días de peor tiempo, cuando las nubes bajas y las lluvias dificultaban encontrar objetivos, Alemania quedaba a salvo de los ataques. Eran los días de las minas: los puertos y estuarios, así como los ríos Rin, Elba y Danubio habían sido sembrados con artefactos muy difíciles de limpiar: algunas solo estallaban cuando se detectaba al mismo tiempo un cambio del campo magnético y un aumento de presión, otras tenían contadores, y algunas estaban preparadas para destruir los dragaminas. Se había intentado estudiar algunas que la marea al bajar había dejado al descubierto, pero estaban plagadas de trampas y tras perder varios equipos, se había renunciado a hacerlo. La única forma eficaz de destruirlas era mediante botes y buzos, pero era una tarea tan lenta que la mayor parte de los puertos del Báltico habían quedado cerrados a la navegación: poco importaba, porque Suecia se había negado a seguir vendiendo mineral de hierro.

Esos días de mal tiempo también eran atacados objetivos muy amplios, como campos de aviación o grandes instalaciones industriales. Primero se habían lanzado octavillas que recomendaban a los civiles de la zona que se alejasen, lo que tuvo un efecto demoledor sobre la moral: significaba que los españoles despreciaban de tal manera las defensas alemanas que podían permitirse avisar de lo que iban a hacer. Luego llegaban los aviones que lanzaban sus bombas a ciegas. Caían desviadas pero no tanto como las británicas: por lo visto, disponían de un sistema de navegación suficientemente perfeccionado como para que sus bombas cayesen a menos de uno o dos kilómetros del blanco: precisión insuficiente para destruir un puente, pero esos ataques dificultaban las tareas de reconstrucción. No era menor el efecto de tener continuamente aviones sobrevolando las factorías; aunque ya no sonaban las alarmas para intentar que los trabajos no se interrumpiesen, eran los españoles los que avisaban de su presencia con octavillas o pequeñas bombas, cuando no lo hacía el característico tronar de los motores cohete. A pesar de los esfuerzos de la policía, el absentismo se había disparado, y en algunas fábricas solo entraban ya los trabajadores forzados. Muchos de ellos esgrimían otras papeletas que también caían del cielo. Eran papeles con textos en varias lenguas que amenazaban a los que maltratasen a los trabajadores forzados con las penas del draconiano código penal alemán, y animaban a los esclavos a que tomasen nota de los que lo hiciesen.

Mientras la economía germana se paralizaba, el ejército alemán en Francia intentaba reconstruir sus líneas mientras esperaba la próxima acometida. Pero de Alemania no llegaban ni tanques, ni aviones, ni municiones, ni combustible.



Tu regere imperio fluctus Hispane memento

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