LA FRACTURA
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- Teniente Coronel
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LA FRACTURA
FRONTERA DE GUINEA Y EL ÁFRICA ECUATORIAL FRANCESA.
Antonio hizo un esfuerzo por cruzar sobre el árbol caído, mientras disparaba a ciegas su Astra 400, botín de la guerra civil, pero Oyome, adelantado más de 200 m sobre los otros dos guardías civiles, usando toda su fuerza física se le echó encima derribándolo y causando que la pistola se disparase contra su propio usuario.
Los disparos habían atraído a Lasserre y sus hombres, éste furioso al ver a un africano, aún encima de uniforme, atacar a un hombre blanco, no dudó en violar la frontera y emplear su pistola Lebel alcanzando a Oyome.
De inmediato Lasserre se apoderó de la documentación que el moribundo Antonio aferraba en la mano, documentación que a primera vista parecía interesantísima y que le daría Lasserre no solo un puesto en la capital colonial sino incluso en Francia, lejos de esa selva y de los malditos nativos, pensó mientras daba una patada al herido Oyome.
Pero Lasserre nunca había sido apreciado por sus superiores por su brutalidad y porque le consideraban idiota, y con esa acción lo había demostrado, pues segundos después oyó el ruido de los MAS-36 de sus soldados amartillándose a sus espaldas.
Los dos guardias civiles que llegaban se preparaban para abrir fuego sobre los franceses, cuando vieron la escena, y se dedicaron a auxiliar a Oyome.
Antonio hizo un esfuerzo por cruzar sobre el árbol caído, mientras disparaba a ciegas su Astra 400, botín de la guerra civil, pero Oyome, adelantado más de 200 m sobre los otros dos guardías civiles, usando toda su fuerza física se le echó encima derribándolo y causando que la pistola se disparase contra su propio usuario.
Los disparos habían atraído a Lasserre y sus hombres, éste furioso al ver a un africano, aún encima de uniforme, atacar a un hombre blanco, no dudó en violar la frontera y emplear su pistola Lebel alcanzando a Oyome.
De inmediato Lasserre se apoderó de la documentación que el moribundo Antonio aferraba en la mano, documentación que a primera vista parecía interesantísima y que le daría Lasserre no solo un puesto en la capital colonial sino incluso en Francia, lejos de esa selva y de los malditos nativos, pensó mientras daba una patada al herido Oyome.
Pero Lasserre nunca había sido apreciado por sus superiores por su brutalidad y porque le consideraban idiota, y con esa acción lo había demostrado, pues segundos después oyó el ruido de los MAS-36 de sus soldados amartillándose a sus espaldas.
Los dos guardias civiles que llegaban se preparaban para abrir fuego sobre los franceses, cuando vieron la escena, y se dedicaron a auxiliar a Oyome.
- urquhart
- General de Ejército
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LA FRACTURA
WHITEFORD MANOR, MIDLANDS, REINO UNIDO
La entrevista había sido un éxito. Más allá de las posibilidades de completar sus diversas hipótesis, Alan dispondría de total libertad personal; en España podría por fin trabajar y no ocultar su condición. Había aceptado. El precio a pagar a los británicos no había sido muy alto, unas decenas de ordenadores desarrollados por Airis destinadas al mercado civil internacional; por supuesto con capacidades muy mermadas respecto a las conocidas en el ámbito doméstico español.
La siguiente entrevista sería con el insigne traumátologo catalán. De todos modos, Don José o En Josep, había sido contactado por algunos soberanistas catalanes... en fin, simplemente se le haría saber que en la línea temporal conocida, había regresado a España de forma definitiva en 1966, con el Invicto todavía vivo; y que pudo ejercer su cátedra... no había nada como tener datos precisos; que diría el T1000
La lista de personalidades de la Ciencia, la Técnica y la Cultura a recuperar para España era impresionante. Muchos expatriados en 1939, pero también una serie de extranjeros. Interesaba y mucho George Orwell, combatiente en el bando republicano durante la Guerra CFivil y desencantado con el stalinismo. Sus relatos contrarios al estalinismo podían servir en un futuro próximo. El precio de su fichaje, el expediente Los Cinco de Oxford
La entrevista había sido un éxito. Más allá de las posibilidades de completar sus diversas hipótesis, Alan dispondría de total libertad personal; en España podría por fin trabajar y no ocultar su condición. Había aceptado. El precio a pagar a los británicos no había sido muy alto, unas decenas de ordenadores desarrollados por Airis destinadas al mercado civil internacional; por supuesto con capacidades muy mermadas respecto a las conocidas en el ámbito doméstico español.
La siguiente entrevista sería con el insigne traumátologo catalán. De todos modos, Don José o En Josep, había sido contactado por algunos soberanistas catalanes... en fin, simplemente se le haría saber que en la línea temporal conocida, había regresado a España de forma definitiva en 1966, con el Invicto todavía vivo; y que pudo ejercer su cátedra... no había nada como tener datos precisos; que diría el T1000
La lista de personalidades de la Ciencia, la Técnica y la Cultura a recuperar para España era impresionante. Muchos expatriados en 1939, pero también una serie de extranjeros. Interesaba y mucho George Orwell, combatiente en el bando republicano durante la Guerra CFivil y desencantado con el stalinismo. Sus relatos contrarios al estalinismo podían servir en un futuro próximo. El precio de su fichaje, el expediente Los Cinco de Oxford
Tempus Fugit
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LA FRACTURA
El presidente Samitier presidió la ceremonia de entrega del tanque Lince número 250 al Ejército de Tierra. El Lince era del modelo C, que contaba no solo con el motor Vector 45 sobrealimentado de 1.200 HP que le daba una movilidad similar a los Leopardo, sino de un sistema de control de tiro SENER 20 equivalente al EMES 15/FLT-2 de los Leopardo 2A originales. También llevaba una ametralladora M-40 adicional y rejillas laterales que permitían colocar bloques de blindaje adicionales, consecuencia de la experiencia de los combates de Carcasona.
El Lince 250 fue destinado al regimiento de caballería acorazado Numancia número 9 de la “división orgánica polivalente” Urgel número 4. La “división orgánica polivalente” era la nueva denominación de las formaciones de infantería pesada del ejército, que contaban con un regimiento acorazado con carros pesados, otro de caballería, y vehículos blindados de ruedas Piraña, que estaban reemplazando a los BMR.
* * *
La fragata Almirante Císcar se unió al segundo grupo de combate de la Armada, centrado en el portaaeronaves Príncipe de Asturias, que acababa de volver al servicio. Por desgracia, el portaaeronaves solo llevaba seis Harrier II, pues era un tipo de aeronaves que había recibido mínima prioridad ante las urgentes necesidades del Ejército del Aire; por ello los Harrier de la Armada apenas habían operado tras la Fractura, y se reservaban para aquellas misiones que no pudiesen cubrir otros sistemas de armas de la Armada.
La Císcar era la última unidad de la primera serie de las Livermore convertidas: finalmente solo cuatro unidades, ya que las restantes (otras diez, pues dos iban a ser devueltas a la US Navy) estaban siendo equipadas con el misil antiaéreo Gavilán. Aun así, la Laborde se diferenciaba de sus hermanas por ser la primera en contar con un data link mejorado que le permitía operar en conjunción con las fragatas F-80 y F-100, o con los aviones de patrulla marítima BR.23 Tritón.
El segundo grupo de combate, que además del Príncipe y de la Laborde contaba con otra fragata de origen norteamericano, la Vicealmirante Topete, más las modernas Méndez Núñez y Navarra, se hizo al mar para sustituir al primer grupo, centrado en el Juan Carlos I. La misión del grupo de combate iba a ser apoyar a las fuerzas que en el Atlántico Norte bloqueaban la salida de submarinos alemanes.
* * *
Ante las instalaciones de Iberia de Barajas se alineaban los primeros B.23B, como se denominaba a los Boeing 737 convertidos en bombarderos.
Los 737 modificados como bombarderos estaban haciendo un buen papel, aunque con un inconveniente: lo exiguo de su carga militar. Podían llevar un máximo de ocho bombas de 250 kg (menos aun si eran de pesos mayores). Más que suficiente cuando se empleaban armas guiadas, pero SERNER y Expal estaban teniendo dificultades para suministrar la ingente cantidad de bombas guiadas que se precisaban. De hecho, además de las más eficaces de guiado láser, también se estaban suministrando bombas con guiado por televisión, e incluso con un buscador de infrarrojos derivado del de los misiles Sidewinder, que se empleaban contra objetos muy calientes como altos hornos.
Pero aunque no hubiese dificultades de suministro, el problema de esas bombas eran que necesitaban atmósferas despejadas, algo infrecuente en los húmedos otoños europeos. Los bombarderos improvisados también podían atacar a ciegas, basándose en sus sistemas inerciales, pues había objetivos muy extensos como las grandes instalaciones industriales del Rur. Pero contra ellas ocho bombas ligeras eran poco más que picaduras. La limitada carga militar también precluía su empleo como bombarderos tácticos de saturación.
La conversión de los BR.23 Tritón (737 de patrulla naval) había sido tan exitosa que se decidió transformar una veintena de Boeing 737-800 en la misma línea: se prescindiría de la bodega de armas, el elemento más complejo (que en los Tritones se había copiado del P-3M) pero se mantendría el refuerzo de la célula y la estructura, así como las estaciones subalares para armas. Los nuevos aviones podían llevar además de las ocho bombas de los raíles bajo la célula otras dieciocho (de 250 kg) en las alas. Los “Pericos” (como eran apodados por sus tripulantes, para seguir con la sucesión de los “Pedros” y “Pablos”) no tenían los sistemas electrónicos de los Tritones, pero sí un pod para designar blancos para armas guiadas por láser. Más importante, tenían capacidad para ser guiados desde estaciones terrestres: operando en misiones tácticas, las pruebas habían mostrado que lanzando desde alturas medias, la precisión de sus bombas era de unos 150 metros: insuficiente contra blancos puntuales como puentes, letal para concentraciones de tropas.
El Lince 250 fue destinado al regimiento de caballería acorazado Numancia número 9 de la “división orgánica polivalente” Urgel número 4. La “división orgánica polivalente” era la nueva denominación de las formaciones de infantería pesada del ejército, que contaban con un regimiento acorazado con carros pesados, otro de caballería, y vehículos blindados de ruedas Piraña, que estaban reemplazando a los BMR.
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La fragata Almirante Císcar se unió al segundo grupo de combate de la Armada, centrado en el portaaeronaves Príncipe de Asturias, que acababa de volver al servicio. Por desgracia, el portaaeronaves solo llevaba seis Harrier II, pues era un tipo de aeronaves que había recibido mínima prioridad ante las urgentes necesidades del Ejército del Aire; por ello los Harrier de la Armada apenas habían operado tras la Fractura, y se reservaban para aquellas misiones que no pudiesen cubrir otros sistemas de armas de la Armada.
La Císcar era la última unidad de la primera serie de las Livermore convertidas: finalmente solo cuatro unidades, ya que las restantes (otras diez, pues dos iban a ser devueltas a la US Navy) estaban siendo equipadas con el misil antiaéreo Gavilán. Aun así, la Laborde se diferenciaba de sus hermanas por ser la primera en contar con un data link mejorado que le permitía operar en conjunción con las fragatas F-80 y F-100, o con los aviones de patrulla marítima BR.23 Tritón.
El segundo grupo de combate, que además del Príncipe y de la Laborde contaba con otra fragata de origen norteamericano, la Vicealmirante Topete, más las modernas Méndez Núñez y Navarra, se hizo al mar para sustituir al primer grupo, centrado en el Juan Carlos I. La misión del grupo de combate iba a ser apoyar a las fuerzas que en el Atlántico Norte bloqueaban la salida de submarinos alemanes.
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Ante las instalaciones de Iberia de Barajas se alineaban los primeros B.23B, como se denominaba a los Boeing 737 convertidos en bombarderos.
Los 737 modificados como bombarderos estaban haciendo un buen papel, aunque con un inconveniente: lo exiguo de su carga militar. Podían llevar un máximo de ocho bombas de 250 kg (menos aun si eran de pesos mayores). Más que suficiente cuando se empleaban armas guiadas, pero SERNER y Expal estaban teniendo dificultades para suministrar la ingente cantidad de bombas guiadas que se precisaban. De hecho, además de las más eficaces de guiado láser, también se estaban suministrando bombas con guiado por televisión, e incluso con un buscador de infrarrojos derivado del de los misiles Sidewinder, que se empleaban contra objetos muy calientes como altos hornos.
Pero aunque no hubiese dificultades de suministro, el problema de esas bombas eran que necesitaban atmósferas despejadas, algo infrecuente en los húmedos otoños europeos. Los bombarderos improvisados también podían atacar a ciegas, basándose en sus sistemas inerciales, pues había objetivos muy extensos como las grandes instalaciones industriales del Rur. Pero contra ellas ocho bombas ligeras eran poco más que picaduras. La limitada carga militar también precluía su empleo como bombarderos tácticos de saturación.
La conversión de los BR.23 Tritón (737 de patrulla naval) había sido tan exitosa que se decidió transformar una veintena de Boeing 737-800 en la misma línea: se prescindiría de la bodega de armas, el elemento más complejo (que en los Tritones se había copiado del P-3M) pero se mantendría el refuerzo de la célula y la estructura, así como las estaciones subalares para armas. Los nuevos aviones podían llevar además de las ocho bombas de los raíles bajo la célula otras dieciocho (de 250 kg) en las alas. Los “Pericos” (como eran apodados por sus tripulantes, para seguir con la sucesión de los “Pedros” y “Pablos”) no tenían los sistemas electrónicos de los Tritones, pero sí un pod para designar blancos para armas guiadas por láser. Más importante, tenían capacidad para ser guiados desde estaciones terrestres: operando en misiones tácticas, las pruebas habían mostrado que lanzando desde alturas medias, la precisión de sus bombas era de unos 150 metros: insuficiente contra blancos puntuales como puentes, letal para concentraciones de tropas.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- Teniente Coronel
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LA FRACTURA
RUE LE SUEUR, PARIS (FRANCIA)
-Buenos días.
-Bienvenidos pasen, cual es el paciente de los dos.
-Pues verá doctor.- Cerrando la puerta. -Usted.-
-Pero que dice.
-Doctor Petiot, no se mueva.- Apuntándole. -Así que le gusta hacer creer a la gente que por 25.000 francos les puede sacar del país. "Dr. Eugène".-
-Bueno, yo....
-Claro, agarralo François.- Su compañero lo redujo con rapidez y lo puso en pie. -Sabemos lo de su "ruta", somos de las FFI; sabe los españoles han puesto en conocimiento de las diversas naciones una lista con sujetos que se dedican por placer a matar a otras personas, asesinos en serie los llaman, todos los que hay o habrá en un futuro inmediato. Respecto a los últimos se les debe controlar, pero los que ya operaban,... Bueno doctor en otros países los detienen y llevan a juicio pero en este Paris ocupado eso es díficil ¿no cree? Ya nos hemos ocupado de sus socios.-
-Pero no pueden,..., no ... yo...
-Sabe lo que es esto.- Sacando una jeringuilla. -La lástima es que no teniamos cianuro y tuvimos que meter algo más lento y doloroso.
COMISIÓN DE MISTERIOS, MADRID (ESPAÑA)
A sugerencia de ciertos aficionados a lo oculto y de ciertos presentadores, se había creado esta Comisión subordinada al Ministerio de Educación y Cultura, aunque con financiación semipública, y cooperación con otras instituciones.
Apodados los Expedientes X, por la famosa serie, su misión era investigar los misterios que habían sucedido en la Historia en los últimos 80 años, aprovechando que iba a transcurrir el tiempo en el que sucederían desde apariciones Marianas, hasta Ovnis, incluyendo sonidos misteriosos como el Bloop,...
-Buenos días.
-Bienvenidos pasen, cual es el paciente de los dos.
-Pues verá doctor.- Cerrando la puerta. -Usted.-
-Pero que dice.
-Doctor Petiot, no se mueva.- Apuntándole. -Así que le gusta hacer creer a la gente que por 25.000 francos les puede sacar del país. "Dr. Eugène".-
-Bueno, yo....
-Claro, agarralo François.- Su compañero lo redujo con rapidez y lo puso en pie. -Sabemos lo de su "ruta", somos de las FFI; sabe los españoles han puesto en conocimiento de las diversas naciones una lista con sujetos que se dedican por placer a matar a otras personas, asesinos en serie los llaman, todos los que hay o habrá en un futuro inmediato. Respecto a los últimos se les debe controlar, pero los que ya operaban,... Bueno doctor en otros países los detienen y llevan a juicio pero en este Paris ocupado eso es díficil ¿no cree? Ya nos hemos ocupado de sus socios.-
-Pero no pueden,..., no ... yo...
-Sabe lo que es esto.- Sacando una jeringuilla. -La lástima es que no teniamos cianuro y tuvimos que meter algo más lento y doloroso.
COMISIÓN DE MISTERIOS, MADRID (ESPAÑA)
A sugerencia de ciertos aficionados a lo oculto y de ciertos presentadores, se había creado esta Comisión subordinada al Ministerio de Educación y Cultura, aunque con financiación semipública, y cooperación con otras instituciones.
Apodados los Expedientes X, por la famosa serie, su misión era investigar los misterios que habían sucedido en la Historia en los últimos 80 años, aprovechando que iba a transcurrir el tiempo en el que sucederían desde apariciones Marianas, hasta Ovnis, incluyendo sonidos misteriosos como el Bloop,...
- El Templario
- Alférez
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LA FRACTURA
Tras cuadrarse ante el anciano Generalfeldmarschall, ambos oficiales abandonaron el despacho, todavía enmudecidos y con el rostro cariacontecido.
El Mayor del Heer, con sorprendente flema, se dedicó a recolocar la cruz de hierro que prendía del cuello de su guerrera, mientras el Oberst der Fallschirmjäger mascullaba una imprecación apenas disimulada.
- Los puentes de Lyon y de Chalon-sur-Saône... bonita papeleta...
- Ni con una división panzer sería suficiente para asegurar esos puentes... ¿qué pretenden que hagamos con un batallón y una compañía de ingenieros?, ¿milagros?.
- Al menos yo puedo contar con un batallón paracaidista veterano... aunque con apenas apoyo antiaéreo, y un puñado de cañones del 88 para intentar detener a esos demonios de españoles... pero sobre los carros de apoyo, o más refuerzos, sólo buenas palabras.
El Mayor Kruger se quedó mirando pensativo al Oberst Steiner.
- Mi supuesto "batallón reforzado" lo es sólo sobre el papel... una mezcla de soldados de unidades dispersas, menos de una docena de marders y unos pocos PAK 75... con eso es como si tirásemos bolas de papel contra los carros enemigos.
- Lo único que podemos hacer es intentar incrementar nuestras fuerzas con todas aquellas tropas que podamos convencer de permanecer allí, y resisitir lo suficiente como para que puedan llegar refuerzos desde Alemania...
- No sea crédulo Steiner... la nuestra es una misión condenada al fracaso...
- Lo sé, Kruger... ¿pero qué otra cosa queda, excepto mantener nuestras posiciones hasta que el mayor número de unidades haya podido ponerse a salvo y, después, volar por los aires esos condenados puentes?.
- ¿Y ese sacrificio, todas esas vidas condenadas, serán suficientes para detener al enemigo el tiempo necesario como para salvar a nuestro ejército?.
- No nos pagan para pensar... nos pagan para cumplir órdenes.
- Al menos, si sirviera para algo, quizás merecería la pena...
- Alguien en Berlín han debido perder la cabeza... esto no es una guerra... es una masacre.
- Alguien en Berlín debería detener este despropósito y comenzar a pensar en la paz...
Los dos oficiales se encontraban ya en el patio, junto a sus respectivos vehículos, ahora ambos en silencio, inmersos cada uno en sus pensamientos, mientras fumaban despacio sus cigarrillos franceses.
Antes de lanzarla al suelo, el Oberst Steiner se quedó mirando fijamente la colilla que sostenía entre los dedos.
- Disfrutemos del que, quizás, sea nuestro último cigarrillo francés.
- Esperemos que no sea el último...
Como para romper el ambiente de pesimismo que los lastraba como una pesada losa, el Mayor saludó militarmente a su compañero.
- Buena suerte Oberst Steiner.
- Lo mismo le deseo, Mayor Kruger. -dijo el paracaidista, devolviendo el gesto.
Ambos oficiales se estrecharon la mano y cruzaron una última sonrisa antes de subir a los kübelwagen que los llevarían a encontrarse con su destino.
El Mayor del Heer, con sorprendente flema, se dedicó a recolocar la cruz de hierro que prendía del cuello de su guerrera, mientras el Oberst der Fallschirmjäger mascullaba una imprecación apenas disimulada.
- Los puentes de Lyon y de Chalon-sur-Saône... bonita papeleta...
- Ni con una división panzer sería suficiente para asegurar esos puentes... ¿qué pretenden que hagamos con un batallón y una compañía de ingenieros?, ¿milagros?.
- Al menos yo puedo contar con un batallón paracaidista veterano... aunque con apenas apoyo antiaéreo, y un puñado de cañones del 88 para intentar detener a esos demonios de españoles... pero sobre los carros de apoyo, o más refuerzos, sólo buenas palabras.
El Mayor Kruger se quedó mirando pensativo al Oberst Steiner.
- Mi supuesto "batallón reforzado" lo es sólo sobre el papel... una mezcla de soldados de unidades dispersas, menos de una docena de marders y unos pocos PAK 75... con eso es como si tirásemos bolas de papel contra los carros enemigos.
- Lo único que podemos hacer es intentar incrementar nuestras fuerzas con todas aquellas tropas que podamos convencer de permanecer allí, y resisitir lo suficiente como para que puedan llegar refuerzos desde Alemania...
- No sea crédulo Steiner... la nuestra es una misión condenada al fracaso...
- Lo sé, Kruger... ¿pero qué otra cosa queda, excepto mantener nuestras posiciones hasta que el mayor número de unidades haya podido ponerse a salvo y, después, volar por los aires esos condenados puentes?.
- ¿Y ese sacrificio, todas esas vidas condenadas, serán suficientes para detener al enemigo el tiempo necesario como para salvar a nuestro ejército?.
- No nos pagan para pensar... nos pagan para cumplir órdenes.
- Al menos, si sirviera para algo, quizás merecería la pena...
- Alguien en Berlín han debido perder la cabeza... esto no es una guerra... es una masacre.
- Alguien en Berlín debería detener este despropósito y comenzar a pensar en la paz...
Los dos oficiales se encontraban ya en el patio, junto a sus respectivos vehículos, ahora ambos en silencio, inmersos cada uno en sus pensamientos, mientras fumaban despacio sus cigarrillos franceses.
Antes de lanzarla al suelo, el Oberst Steiner se quedó mirando fijamente la colilla que sostenía entre los dedos.
- Disfrutemos del que, quizás, sea nuestro último cigarrillo francés.
- Esperemos que no sea el último...
Como para romper el ambiente de pesimismo que los lastraba como una pesada losa, el Mayor saludó militarmente a su compañero.
- Buena suerte Oberst Steiner.
- Lo mismo le deseo, Mayor Kruger. -dijo el paracaidista, devolviendo el gesto.
Ambos oficiales se estrecharon la mano y cruzaron una última sonrisa antes de subir a los kübelwagen que los llevarían a encontrarse con su destino.
"IN HOC SIGNO TUETUR PIUS, IN HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS"
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- General de Ejército
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LA FRACTURA
Dentro de la cabina de los helicópteros el ruido era atronador. Los pasajeros se comunicaban solo por señas, con las que el sargento Michal Finkelstein ordenaba a sus hombres para que se preparasen. La cabina estaba casi a oscuras, y por ello quería que todos estuviesen preparados con suficiente tiempo.
Era un gran cambio. Hasta ahora Michal había luchado en las montañas: primero, vigilando durante casi un año los pasos fronterizos del Valle de Tena. Luego, había participado en el asalto que había cercado a la división alemana que estaba intentando forzar el paso: mediante helicópteros la sección había sido llevada a una cima cercana a Laruns, donde cerraron el tráfico por la carretera. La sección había tenido un papel difícil, pues actuaba como el tapón de la bolsa, y habían sufrido un par de ataques decididos. Pero contaban con el apoyo de morteros, artillería, aviones y helicópteros. Tras un par de bombardeos el ánimo de los cercados decayó, y en lugar de intentar forzar el bloqueo trataron de escapar por el elevado collado de Aubisque. También ahí fueron detenidos, y una semana después la 58 división de infantería alemana había capitulado. Teniendo en cuenta que el regimiento de Michal había apresado una unidad que le triplicaba en tamaño, no estaba nada mal.
Había acabado la guerra de montaña, pero Michal ya suponía que no les iban a dejar retozando por los prados. No iba mal encaminado: las tropas de montaña en poco se diferenciaban de las aerotransportadas, y la división Aragón iba a actuar como en una División de Infantería Ligera, como la Almogávares. Es decir, que además de subir y bajar peñas, tenía que estar preparada para realizar asaltos helitransportados. Al acabar los combates en los Pirineos pasaron a entrenarse, aunque durante muy poco tiempo: apenas un mes después el deber volvía a reclamarles.
La división tenía que tomar varios pasos sobre el río Loira y sobre su caudaloso afluente, el Allier. El objetivo del batallón estaba en Moulins, una pequeña ciudad francesa en la ribera del Allier, donde un gran puente medieval y un puente de ferrocarril salvaban el río. El batallón también tenía que asegurar la presa que estaba bajo el puente medieval, el de Régemortes, pues aun perdiendo los puentes aguas abajo había varios vados franqueables.
El asalto iba a ser diferente al sufrido por los puentes del Adour. Dos noches antes habían saltado en las proximidades de los puentes dos grupos de operaciones especiales. Durante veinticuatro horas observaron el dispositivo alemán y la actividad en el lugar: dado que los puentes estaban bastante alejados del eje del ataque español, las defensas parecían reducidas: a lo sumo una sección, con unas pocas ametralladoras antiaéreas. A la noche siguiente nadaron hasta los pilares de los puentes, para buscar y cortar los cables de las cargas de demolición. Sin encontrarlas: Moulins era una localidad muy alejada de Alemania o Italia, y los franceses no habían construido las cámaras de demolición que había en puentes similares en el norte del país. A los alemanes, inicialmente, tampoco les habían preocupado los pasos, estando a 450 kilómetros de la frontera española. Cuando todo se hundió, había demasiados lugares que vigilar o que minar. Además los españoles estaban yendo a por Limoges, que estaba a casi 200 kilómetros. Aun así, los puentes tenían bastante tráfico: tropas que se retiraban con más o menos orden, dirigiéndose a la línea del Loira.
Los helicópteros habían partido de Cahors: una localidad alejada, por lo que solo iban a poder efectuar un viaje esa noche. Es decir, las tropas que depositasen quedarían aisladas hasta la mañana siguiente. Partieron al anochecer, manteniéndose a la altura suficiente para no temer el fuego terrestre, que tampoco se produjo. El escandaloso sonido de las aspas tampoco sorprendió demasiado a los alemanes que eran sobrevolados, pues ya estaban acostumbrados a esas aeronaves que precedían a las avanzadas españolas.
A las 2:13 comenzó el ataque. Los tiradores de los GOEs dispararon sobre los centinelas, y segundos después cuatro bombas guiadas por láser cayeron sobre los edificios en los que estaba la reducida guarnición alemana. Aun retumbaba el eco de las explosiones cuando se escuchó el distintivo batir de los helicópteros.
Michal miraba por la puerta del Cougar pero solo veía la negrura de la noche. Pero entonces cambió el tono del motor, y el sargento notó con su estómago que empezaban a descender. Se colocó sus gafas de visión nocturna, pero aun no las encendió, para no quedar deslumbrado por los destellos de las bombas. Entonces Michal vio por la puerta el reflejo del agua, y se preparó para el asalto. El helicóptero se posó en la pedregosa orilla que estaba junto al puente, y los soldados saltaron del aparato. Luego el Cougar despegó. No fue necesario dar órdenes: los soldados se apartaron de la zona de aterrizaje y, ahora ya con los visores encendidos, corrieron hacia el dique que protegía a la ciudad de las crecidas del río. Treparon por la herbosa ladera y luego siguieron hacia el arranque del puente, iluminado por una casa cercana que ardía. Desde otra se les disparó, y los soldados del pelotón se cubrieron. De nuevo sin necesitar órdenes, prepararon varios lanzacohetes, y a una orden de Michal los dispararon a la vez. Los muros fueron reventados por las cargas huecas, y por las brechas el sargento condujo a sus hombres al asalto. No hubo resistencia: solo quedaban media docena de feldgendarmes asustados que levantaban las manos. No encontraron ni cables ni cajas explosoras.
Otra sección limpió los accesos occidentales del puente, y al norte el puente ferroviario también había sido capturado. Las dos compañías se desplegaron en ambas orillas: en la este, entre los campos de cultivo. En la oeste, en las primeras casas de la ciudad. Por las calles los más curiosos se asomaron a las ventanas, y al reconocer los característicos uniformes camuflados españoles, salieron a las calles a festejar a los liberadores. Un gendarme se presentó al teniente Sánchez, al mando de la sección.
— Monsieur l'officier, je vais vous prendre à l'endroit où les Boches sont.
—Merçi beaucoup ¡Michal, toma tu pelotón y sigue a ese hombre, que dice que hay alemanes por aquí!
No estaban demasiado lejos: al otro extremo de la calle que llevaba al puente había un hotelito en el que descansaban algunos alemanes, ahora sitiados por una enfurecida multitud francesa armadas con escopetas. Desde las ventanas se respondía con disparos aislados.
—Peter —ordenó Michal a un cabo—, saca a los paisanos de aquí. Karol, empieza a tirar con la ametralladora.
Bastaron unas pocas ráfagas para que los alemanes supiesen que se enfrentaban a tropas regulares, y una bandera blanca asomó por la destrozada ventana: las tropas en la ciudad eran una mezcla de policías militares y de soldados dispersos que llegaban desde el sur de Francia, cuyo temor era que los resistentes franceses les apresasen.
Michal se retiró hacia el puente con los prisioneros: eran pocos soldados y no podían extenderse demasiado. Tomó posiciones en las casas aledañas y se dispuso a esperar. A que llegasen refuerzos, o a que contratacasen los alemanes.
Era un gran cambio. Hasta ahora Michal había luchado en las montañas: primero, vigilando durante casi un año los pasos fronterizos del Valle de Tena. Luego, había participado en el asalto que había cercado a la división alemana que estaba intentando forzar el paso: mediante helicópteros la sección había sido llevada a una cima cercana a Laruns, donde cerraron el tráfico por la carretera. La sección había tenido un papel difícil, pues actuaba como el tapón de la bolsa, y habían sufrido un par de ataques decididos. Pero contaban con el apoyo de morteros, artillería, aviones y helicópteros. Tras un par de bombardeos el ánimo de los cercados decayó, y en lugar de intentar forzar el bloqueo trataron de escapar por el elevado collado de Aubisque. También ahí fueron detenidos, y una semana después la 58 división de infantería alemana había capitulado. Teniendo en cuenta que el regimiento de Michal había apresado una unidad que le triplicaba en tamaño, no estaba nada mal.
Había acabado la guerra de montaña, pero Michal ya suponía que no les iban a dejar retozando por los prados. No iba mal encaminado: las tropas de montaña en poco se diferenciaban de las aerotransportadas, y la división Aragón iba a actuar como en una División de Infantería Ligera, como la Almogávares. Es decir, que además de subir y bajar peñas, tenía que estar preparada para realizar asaltos helitransportados. Al acabar los combates en los Pirineos pasaron a entrenarse, aunque durante muy poco tiempo: apenas un mes después el deber volvía a reclamarles.
La división tenía que tomar varios pasos sobre el río Loira y sobre su caudaloso afluente, el Allier. El objetivo del batallón estaba en Moulins, una pequeña ciudad francesa en la ribera del Allier, donde un gran puente medieval y un puente de ferrocarril salvaban el río. El batallón también tenía que asegurar la presa que estaba bajo el puente medieval, el de Régemortes, pues aun perdiendo los puentes aguas abajo había varios vados franqueables.
El asalto iba a ser diferente al sufrido por los puentes del Adour. Dos noches antes habían saltado en las proximidades de los puentes dos grupos de operaciones especiales. Durante veinticuatro horas observaron el dispositivo alemán y la actividad en el lugar: dado que los puentes estaban bastante alejados del eje del ataque español, las defensas parecían reducidas: a lo sumo una sección, con unas pocas ametralladoras antiaéreas. A la noche siguiente nadaron hasta los pilares de los puentes, para buscar y cortar los cables de las cargas de demolición. Sin encontrarlas: Moulins era una localidad muy alejada de Alemania o Italia, y los franceses no habían construido las cámaras de demolición que había en puentes similares en el norte del país. A los alemanes, inicialmente, tampoco les habían preocupado los pasos, estando a 450 kilómetros de la frontera española. Cuando todo se hundió, había demasiados lugares que vigilar o que minar. Además los españoles estaban yendo a por Limoges, que estaba a casi 200 kilómetros. Aun así, los puentes tenían bastante tráfico: tropas que se retiraban con más o menos orden, dirigiéndose a la línea del Loira.
Los helicópteros habían partido de Cahors: una localidad alejada, por lo que solo iban a poder efectuar un viaje esa noche. Es decir, las tropas que depositasen quedarían aisladas hasta la mañana siguiente. Partieron al anochecer, manteniéndose a la altura suficiente para no temer el fuego terrestre, que tampoco se produjo. El escandaloso sonido de las aspas tampoco sorprendió demasiado a los alemanes que eran sobrevolados, pues ya estaban acostumbrados a esas aeronaves que precedían a las avanzadas españolas.
A las 2:13 comenzó el ataque. Los tiradores de los GOEs dispararon sobre los centinelas, y segundos después cuatro bombas guiadas por láser cayeron sobre los edificios en los que estaba la reducida guarnición alemana. Aun retumbaba el eco de las explosiones cuando se escuchó el distintivo batir de los helicópteros.
Michal miraba por la puerta del Cougar pero solo veía la negrura de la noche. Pero entonces cambió el tono del motor, y el sargento notó con su estómago que empezaban a descender. Se colocó sus gafas de visión nocturna, pero aun no las encendió, para no quedar deslumbrado por los destellos de las bombas. Entonces Michal vio por la puerta el reflejo del agua, y se preparó para el asalto. El helicóptero se posó en la pedregosa orilla que estaba junto al puente, y los soldados saltaron del aparato. Luego el Cougar despegó. No fue necesario dar órdenes: los soldados se apartaron de la zona de aterrizaje y, ahora ya con los visores encendidos, corrieron hacia el dique que protegía a la ciudad de las crecidas del río. Treparon por la herbosa ladera y luego siguieron hacia el arranque del puente, iluminado por una casa cercana que ardía. Desde otra se les disparó, y los soldados del pelotón se cubrieron. De nuevo sin necesitar órdenes, prepararon varios lanzacohetes, y a una orden de Michal los dispararon a la vez. Los muros fueron reventados por las cargas huecas, y por las brechas el sargento condujo a sus hombres al asalto. No hubo resistencia: solo quedaban media docena de feldgendarmes asustados que levantaban las manos. No encontraron ni cables ni cajas explosoras.
Otra sección limpió los accesos occidentales del puente, y al norte el puente ferroviario también había sido capturado. Las dos compañías se desplegaron en ambas orillas: en la este, entre los campos de cultivo. En la oeste, en las primeras casas de la ciudad. Por las calles los más curiosos se asomaron a las ventanas, y al reconocer los característicos uniformes camuflados españoles, salieron a las calles a festejar a los liberadores. Un gendarme se presentó al teniente Sánchez, al mando de la sección.
— Monsieur l'officier, je vais vous prendre à l'endroit où les Boches sont.
—Merçi beaucoup ¡Michal, toma tu pelotón y sigue a ese hombre, que dice que hay alemanes por aquí!
No estaban demasiado lejos: al otro extremo de la calle que llevaba al puente había un hotelito en el que descansaban algunos alemanes, ahora sitiados por una enfurecida multitud francesa armadas con escopetas. Desde las ventanas se respondía con disparos aislados.
—Peter —ordenó Michal a un cabo—, saca a los paisanos de aquí. Karol, empieza a tirar con la ametralladora.
Bastaron unas pocas ráfagas para que los alemanes supiesen que se enfrentaban a tropas regulares, y una bandera blanca asomó por la destrozada ventana: las tropas en la ciudad eran una mezcla de policías militares y de soldados dispersos que llegaban desde el sur de Francia, cuyo temor era que los resistentes franceses les apresasen.
Michal se retiró hacia el puente con los prisioneros: eran pocos soldados y no podían extenderse demasiado. Tomó posiciones en las casas aledañas y se dispuso a esperar. A que llegasen refuerzos, o a que contratacasen los alemanes.
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BASE AREA INCONCRETA, ESPAÑA
Embarcaban en el A400M del 900 Escuadrón. Habían repasado mily una vez los detalles de la Operación. Uno de los planificadores debía ser un verdadero bromista, Operación Gromenauer.
La Unidad, llamada FISTRO, debía ser resulatdo de otro bromista, pero los acrónimos era lo que tenían; Fuerza de Infiltración, Salto Tactico e Inteligencia Operativa. Los hombres y mujeres habían sido seleccionados entre los miembros de las fuerzas especiales de todos los Ejércitos.
En la vertical de Zaragoza se les uniría una fuerza de EF-18 que les escoltaría durante su vuelo. Sobre Renania un A340 actuaría como centro de mando de la misión, y retransmisor de las señales de radio.
BASE AÉREA DE ZARAGOZA
Los 4 EF 18 despegaban, debían escoltar a un transporte en un vuelo hacia un punto desconocido. Durante el vuelo, desde el transporte se les daría las instrucciones precisas. Debía ser una misión importante, los cuatro aparatos habían recibido posiblemente los últimos recambios originales; y muchos de los sitemas se habían cambiado aun sin ser muy necesario; pero era de agradecer. El armamento, el original, nada de copias o desarrollos patrios.
INTERIOR DEL A400M
Señores, memoricen estas facciones. Este individuo, debe ser liberado, sano y salvo. Observen
Mi Comandante, ¿quien es?
Es Konrad Adenauer, antiguo alcalde de Colonia, y opositor a Hitler. En 1943 sería casi deportado desde la zona occidental de Alemania al Este... con lo que suponía. Según los estudiosos que trabajan en una institución gubernamental, tras la derrota en Francia, creen que Hitler podría acelerar la eliminación de opositores, reales o imaginarios. Recuerden, a partir de ya, nada de grados ni nombres, solo su identificador
¿y porqué este y no Rommel?
Konrad Adenauer, junto con un francés llamado Schumann, al que otro grupo intentará rescatar; y un italiano llamado de Gaspari que ya está en Madrid, fundarán la Comunidad Europea...
Adenauer.... Gromenauer... ¿será posible?
Todos Ustedes tienen experiencia en liberar secuestrado de manos de todo tipo de individuos, desde piratas somalíes a barbudos de Daesh, pasando por camelleros del Sahel. Otros tienen larga experiencia en meterse hasta la cocina y no ser vistos.Tengo plena confianza en Ustedes. Y recuerden, Vade, Vidi, Vinci; llegar, ver y vencer.
Embarcaban en el A400M del 900 Escuadrón. Habían repasado mily una vez los detalles de la Operación. Uno de los planificadores debía ser un verdadero bromista, Operación Gromenauer.
La Unidad, llamada FISTRO, debía ser resulatdo de otro bromista, pero los acrónimos era lo que tenían; Fuerza de Infiltración, Salto Tactico e Inteligencia Operativa. Los hombres y mujeres habían sido seleccionados entre los miembros de las fuerzas especiales de todos los Ejércitos.
En la vertical de Zaragoza se les uniría una fuerza de EF-18 que les escoltaría durante su vuelo. Sobre Renania un A340 actuaría como centro de mando de la misión, y retransmisor de las señales de radio.
BASE AÉREA DE ZARAGOZA
Los 4 EF 18 despegaban, debían escoltar a un transporte en un vuelo hacia un punto desconocido. Durante el vuelo, desde el transporte se les daría las instrucciones precisas. Debía ser una misión importante, los cuatro aparatos habían recibido posiblemente los últimos recambios originales; y muchos de los sitemas se habían cambiado aun sin ser muy necesario; pero era de agradecer. El armamento, el original, nada de copias o desarrollos patrios.
INTERIOR DEL A400M
Señores, memoricen estas facciones. Este individuo, debe ser liberado, sano y salvo. Observen
Mi Comandante, ¿quien es?
Es Konrad Adenauer, antiguo alcalde de Colonia, y opositor a Hitler. En 1943 sería casi deportado desde la zona occidental de Alemania al Este... con lo que suponía. Según los estudiosos que trabajan en una institución gubernamental, tras la derrota en Francia, creen que Hitler podría acelerar la eliminación de opositores, reales o imaginarios. Recuerden, a partir de ya, nada de grados ni nombres, solo su identificador
¿y porqué este y no Rommel?
Konrad Adenauer, junto con un francés llamado Schumann, al que otro grupo intentará rescatar; y un italiano llamado de Gaspari que ya está en Madrid, fundarán la Comunidad Europea...
Adenauer.... Gromenauer... ¿será posible?
Todos Ustedes tienen experiencia en liberar secuestrado de manos de todo tipo de individuos, desde piratas somalíes a barbudos de Daesh, pasando por camelleros del Sahel. Otros tienen larga experiencia en meterse hasta la cocina y no ser vistos.Tengo plena confianza en Ustedes. Y recuerden, Vade, Vidi, Vinci; llegar, ver y vencer.
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Desde su actual puesto de mando, en Troyes, Von Rundstedt empezaba a hacerse idea de lo que estaba ocurriendo. Hasta ahora los españoles habían parecido dirigirse directamente hacia el norte, para ir desde Limoges hacia Tours y Orleans, con los británicos en el flanco izquierdo recorriendo la costa, y los franceses en el derecho, presionando hacia Lyon, acosando a lo que quedaba del grupo de ejércitos Pirineos, ahora integrado en el Grupo de Ejércitos Oeste.
Grupo de Ejércitos, pensaba el mariscal. También podrían llamarlo Armada Invencible. Total, el papel lo soporta todo. En el OKW de Berlín debían pensar que todas esas divisiones que formaban bajo sus órdenes estaban al completo y preparadas para entrar en combate. La realidad es que muchas habían quedado reducidas a un batallón o incluso menos. Aunque sobre el papel Von Rundstedt contaba con un panzergruppe, a Von Manstein, que lo mandaba, apenas le quedaban los justos para completar una división. Lo malo era, además, que muchas de las divisiones se habían visto forzadas a abandonar el material pesado, y los soldados se replegaban desordenadamente, como una masa amorfa que abucheaba a los pocos refuerzos que llegaban al frente.
Con lo poco que tenía Von Rundstedt había estado formando una línea que apoyándose en el Loira retrasase a los aliados lo justo para poder reagruparse en el Sena. Algo que le había prohibido terminantemente Hitler: ahora pensaba que la catástrofe de los Pirineos se debía a la retirada ordenada por Strauss. Al dictador no le había bastado con ordenar la ejecución del general austríaco (algo imposible porque estaba a buen recaudo en la prisión de Zuera, cerca de Zaragoza) sino que había dado órdenes tajantes: los repliegues estaban prohibidos, y si un oficial daba la orden de retirada, sus subordinados tenían que ejecutarle por cobardía. La orden se había repartido a todo el ejército, para que todos los soldados las conociesen, y además grupúsculos de SS vigilaban a los oficiales del ejército, para asesinarlos si simplemente miraban hacia atrás.
A pesar de las órdenes Von Rundstedt pensaba que la resistencia prolongada en el Loira era imposible, y no tenía intención de sacrificar sus tropas. Estaba trasladando la mayor parte de sus hombres al Sena con el pretexto de reagruparlos, dejando en el centro de Francia, entre Orleans y Tours, una delgada corteza de unidades que iban a tener que sacrificarse. Pero parecía que todo había sido una añagaza. Las divisiones españolas Extremadura y Castillejos seguían acercándose al Loira, pero su avance había sido solo una pantalla pues tras ellas se había concentrado la principal masa mecanizada española, que repentinamente había atacado hacia el este. El terreno ondulado hubiese debido favorecer la resistencia, pero allí solo había una división (la 296) para defender un frente de casi cien kilómetros. La división no respondía y el mariscal imaginaba lo que le había pasado. El avance español parecía tener dos ejes, al norte y al sur de las colinas de las Milevaches, en dirección hacia Clermont-Ferrand y Montluçon. Además unidades aerotransportadas habían tomado varios puentes sobre el Loira cerca de Decize. Desde allí se ofrecerían varias opciones a los españoles: bien seguir hasta el Saona por Chalons, y luego hacia el hueco de Belfort, bien dirigirse hacia parís por el espacio entre el Loira y el Sena.
En cualquier caso, el éxito de la maniobra española dependía de los puentes sobre el Loira y el Allier. El mariscal empezó a estudiar las fuerzas que tenía en la zona para preparar un contrataque.
Grupo de Ejércitos, pensaba el mariscal. También podrían llamarlo Armada Invencible. Total, el papel lo soporta todo. En el OKW de Berlín debían pensar que todas esas divisiones que formaban bajo sus órdenes estaban al completo y preparadas para entrar en combate. La realidad es que muchas habían quedado reducidas a un batallón o incluso menos. Aunque sobre el papel Von Rundstedt contaba con un panzergruppe, a Von Manstein, que lo mandaba, apenas le quedaban los justos para completar una división. Lo malo era, además, que muchas de las divisiones se habían visto forzadas a abandonar el material pesado, y los soldados se replegaban desordenadamente, como una masa amorfa que abucheaba a los pocos refuerzos que llegaban al frente.
Con lo poco que tenía Von Rundstedt había estado formando una línea que apoyándose en el Loira retrasase a los aliados lo justo para poder reagruparse en el Sena. Algo que le había prohibido terminantemente Hitler: ahora pensaba que la catástrofe de los Pirineos se debía a la retirada ordenada por Strauss. Al dictador no le había bastado con ordenar la ejecución del general austríaco (algo imposible porque estaba a buen recaudo en la prisión de Zuera, cerca de Zaragoza) sino que había dado órdenes tajantes: los repliegues estaban prohibidos, y si un oficial daba la orden de retirada, sus subordinados tenían que ejecutarle por cobardía. La orden se había repartido a todo el ejército, para que todos los soldados las conociesen, y además grupúsculos de SS vigilaban a los oficiales del ejército, para asesinarlos si simplemente miraban hacia atrás.
A pesar de las órdenes Von Rundstedt pensaba que la resistencia prolongada en el Loira era imposible, y no tenía intención de sacrificar sus tropas. Estaba trasladando la mayor parte de sus hombres al Sena con el pretexto de reagruparlos, dejando en el centro de Francia, entre Orleans y Tours, una delgada corteza de unidades que iban a tener que sacrificarse. Pero parecía que todo había sido una añagaza. Las divisiones españolas Extremadura y Castillejos seguían acercándose al Loira, pero su avance había sido solo una pantalla pues tras ellas se había concentrado la principal masa mecanizada española, que repentinamente había atacado hacia el este. El terreno ondulado hubiese debido favorecer la resistencia, pero allí solo había una división (la 296) para defender un frente de casi cien kilómetros. La división no respondía y el mariscal imaginaba lo que le había pasado. El avance español parecía tener dos ejes, al norte y al sur de las colinas de las Milevaches, en dirección hacia Clermont-Ferrand y Montluçon. Además unidades aerotransportadas habían tomado varios puentes sobre el Loira cerca de Decize. Desde allí se ofrecerían varias opciones a los españoles: bien seguir hasta el Saona por Chalons, y luego hacia el hueco de Belfort, bien dirigirse hacia parís por el espacio entre el Loira y el Sena.
En cualquier caso, el éxito de la maniobra española dependía de los puentes sobre el Loira y el Allier. El mariscal empezó a estudiar las fuerzas que tenía en la zona para preparar un contrataque.
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LA FRACTURA
BREST (FRANCIA)
El desembarco había resultado sencillo, aprovechando los precisos bombardeos españoles que habían eliminado las principales baterías de la artillería de costa, la Royal Navy había acercado sus acorazados hasta posiciones desde donde poder disparar a quemarropa; mientras los portaaviones habían completado el ataque enviando a los nuevos bombarderos embarcados de origen estadounidense.
Con la experiencia de Cerdeña y las indicaciones españolas sobre los errores en la otra línea en Italia y Dieppe los Marinos Reales y el recién formado 1º Ejército Canadiense (crecido por el aluvión de reclutas animados por las victorias), con el apoyo de los paracaidistas, se habían apoderado de Brest.
Las instalaciones portuarias estaban en gran parte intactas y los alemanes redesplegados en defensa de Nantes no disponían de fuerzas para contraatacar a la sólida cabeza de puente formada en la península de Bretaña. Pero los canadienses y británicos no se encastillaban ahí sino que presionaban hacia Rennes y Lorient amenazando todo el flanco del despliegue en el Loira.
El desembarco había resultado sencillo, aprovechando los precisos bombardeos españoles que habían eliminado las principales baterías de la artillería de costa, la Royal Navy había acercado sus acorazados hasta posiciones desde donde poder disparar a quemarropa; mientras los portaaviones habían completado el ataque enviando a los nuevos bombarderos embarcados de origen estadounidense.
Con la experiencia de Cerdeña y las indicaciones españolas sobre los errores en la otra línea en Italia y Dieppe los Marinos Reales y el recién formado 1º Ejército Canadiense (crecido por el aluvión de reclutas animados por las victorias), con el apoyo de los paracaidistas, se habían apoderado de Brest.
Las instalaciones portuarias estaban en gran parte intactas y los alemanes redesplegados en defensa de Nantes no disponían de fuerzas para contraatacar a la sólida cabeza de puente formada en la península de Bretaña. Pero los canadienses y británicos no se encastillaban ahí sino que presionaban hacia Rennes y Lorient amenazando todo el flanco del despliegue en el Loira.
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MENTON, FRANCIA
Fruto del Acuerdo de Armisticio entre Italia y la Alianza Franco Británica, tropas italianas había abandonado la zona de la ciudad ribereña, retirandose a Ventimiglia; mientras que eran sustituidas por fuerzas francesas provenientes de Córcega.
Las fuerzas francesas eran infantería ligera, practicamente sin armas de apoyo. El mando francés era de la opinión que los alemanes que restaban en la Riviera y Costa Azul antes o después empezarían a replegarse, tan pronto las fuerazs del 1ere Armée de la France Libre se aproximara a Lyon, impidiendo cualquier futuro repliegue.
El Comandante de la guarnición alemana en la zona de Menton ocupada por el Reich, solo esperaba la orden de abandonar la ciudad; y esperaba mantener la Entente que hasta el momento había mantenido con los italianos. Incluso sus feldgrau se acercaban a la línea de demarcación y lograban algunas provisiones, pagadas con los francos frnaceses que habían logrado obtener de las más variadas formas.
Nada más lejos de la realidad. Al mando de los frnaceses se encontraba el Coronel Adrian, favorable a los argelians, católico devoto, opuesto a los gaullistas, y partidario del ahora gobierno de opereta de Vichy. Buscando limpiar su vinculación con Petain, y creyendose frente a unos desmoraliados alemanes; decidió lanazrse a liberar la totalidad de la ciudad, así como de las localidades contiguas, e incluso entrar en Mónaco.
Tras unos tímidos avances, la resistencia alemana fue in crescendo; las ordenes del Führer de ni un paso atrás, iban a ser obedecidas; demasiados mandos acólitos del regimen habían logrado comodos destinos en el Sur de Francia. Adrian por su parte solo entendía avanzar en términos de la Gran Guerra. Las calles de Menton se convertían en una ratonera para sus escasamente preparadas tropas corsas; solo una compañía de Fusiliers Marins lograría mantener la formación, y permitir que la infantería regresase a sus posiciones de partida.
De algún modo, los alemanes habían logrado concentrar ciertas piezas de artillería, algunas de ellas anteriormente frnacesas; pasando al contrataque., y desalojando a los franceses.
VENTIMIGLIA, ITALIA
Los obuses alemanes cada vez caían más cerca de la frontera; y los franceses, huían en dirección a ésta.
Algunos heridos, y la población civil, ya había cruzado a Italia; y la única resistencia francesa organizada se encontraba en torno a la estación de ferrocarril. Adrian ordenó a sus fuerzas internarse en Italia, mientras los Fusilier Marins defenderían la retirada.
Para el Capitán Cavalli, desde su puesto de observación, pensaba que aquello no era una retirada, era una desbandada. Los carabienieri permitían entrar a todos aquellos franceses que se presentaban en la línea de separación; y se aprestaban a impedir cualquier intento alemán de penetrar en Italia. Ahora los obuses alemanes estallaban ya en Italia.
Sus ordenes eran claras, 2 ó 3 obuses podían considerarse una casualidad, más, ya era un ataque deliberado al que debían responder. Sinceramente, lo estaba deseando, 3, 4, 5... Sus dos piezas abrían fuego contra las posiciones artilleras alemanas. Sin esperar oposición, los alemanes no habían ocultado sus cañones.
Más tarde se unía al fuego artillero varias piezas de 149 mm., a las que los alemanes no podían responder. Pronto un aparato de la Regia Aeronautica corregía el tiro de la artillería italiana.
ROMA, ITALIA
La noticia fue recogida con satisfacción. No solo habían salvado a las fuerzas del cretino de Adrian, si no que habían entrado en combate contra los alemanes, respondiendo a una provocación.
No haber desmovilizado a las fuerzas del Operativo Marius en Liguria había sido un acierto, buscado. Adrian había caido en la trampa urdida por el Colonello de Carabinieri Ugo Luca (1)
En el que posteriormente sería conocido como Incidente Adrian, fuerzas italianas, apoyadas por la Regia Marina, desalojarían a los alemanes de Menton, Niza, y Canes; que supondrían finalmente la entrega a Italia de Cerdeña y otras islas mediterráneas, sorteando el articulado del Armisticio.
(1) Futuro Jefe del Contraespionaje Italiano. Responsable a partir de 1943 de las actividades del SIM en la Roma ocupada por orden del General Caruso.
Fruto del Acuerdo de Armisticio entre Italia y la Alianza Franco Británica, tropas italianas había abandonado la zona de la ciudad ribereña, retirandose a Ventimiglia; mientras que eran sustituidas por fuerzas francesas provenientes de Córcega.
Las fuerzas francesas eran infantería ligera, practicamente sin armas de apoyo. El mando francés era de la opinión que los alemanes que restaban en la Riviera y Costa Azul antes o después empezarían a replegarse, tan pronto las fuerazs del 1ere Armée de la France Libre se aproximara a Lyon, impidiendo cualquier futuro repliegue.
El Comandante de la guarnición alemana en la zona de Menton ocupada por el Reich, solo esperaba la orden de abandonar la ciudad; y esperaba mantener la Entente que hasta el momento había mantenido con los italianos. Incluso sus feldgrau se acercaban a la línea de demarcación y lograban algunas provisiones, pagadas con los francos frnaceses que habían logrado obtener de las más variadas formas.
Nada más lejos de la realidad. Al mando de los frnaceses se encontraba el Coronel Adrian, favorable a los argelians, católico devoto, opuesto a los gaullistas, y partidario del ahora gobierno de opereta de Vichy. Buscando limpiar su vinculación con Petain, y creyendose frente a unos desmoraliados alemanes; decidió lanazrse a liberar la totalidad de la ciudad, así como de las localidades contiguas, e incluso entrar en Mónaco.
Tras unos tímidos avances, la resistencia alemana fue in crescendo; las ordenes del Führer de ni un paso atrás, iban a ser obedecidas; demasiados mandos acólitos del regimen habían logrado comodos destinos en el Sur de Francia. Adrian por su parte solo entendía avanzar en términos de la Gran Guerra. Las calles de Menton se convertían en una ratonera para sus escasamente preparadas tropas corsas; solo una compañía de Fusiliers Marins lograría mantener la formación, y permitir que la infantería regresase a sus posiciones de partida.
De algún modo, los alemanes habían logrado concentrar ciertas piezas de artillería, algunas de ellas anteriormente frnacesas; pasando al contrataque., y desalojando a los franceses.
VENTIMIGLIA, ITALIA
Los obuses alemanes cada vez caían más cerca de la frontera; y los franceses, huían en dirección a ésta.
Algunos heridos, y la población civil, ya había cruzado a Italia; y la única resistencia francesa organizada se encontraba en torno a la estación de ferrocarril. Adrian ordenó a sus fuerzas internarse en Italia, mientras los Fusilier Marins defenderían la retirada.
Para el Capitán Cavalli, desde su puesto de observación, pensaba que aquello no era una retirada, era una desbandada. Los carabienieri permitían entrar a todos aquellos franceses que se presentaban en la línea de separación; y se aprestaban a impedir cualquier intento alemán de penetrar en Italia. Ahora los obuses alemanes estallaban ya en Italia.
Sus ordenes eran claras, 2 ó 3 obuses podían considerarse una casualidad, más, ya era un ataque deliberado al que debían responder. Sinceramente, lo estaba deseando, 3, 4, 5... Sus dos piezas abrían fuego contra las posiciones artilleras alemanas. Sin esperar oposición, los alemanes no habían ocultado sus cañones.
Más tarde se unía al fuego artillero varias piezas de 149 mm., a las que los alemanes no podían responder. Pronto un aparato de la Regia Aeronautica corregía el tiro de la artillería italiana.
ROMA, ITALIA
La noticia fue recogida con satisfacción. No solo habían salvado a las fuerzas del cretino de Adrian, si no que habían entrado en combate contra los alemanes, respondiendo a una provocación.
No haber desmovilizado a las fuerzas del Operativo Marius en Liguria había sido un acierto, buscado. Adrian había caido en la trampa urdida por el Colonello de Carabinieri Ugo Luca (1)
En el que posteriormente sería conocido como Incidente Adrian, fuerzas italianas, apoyadas por la Regia Marina, desalojarían a los alemanes de Menton, Niza, y Canes; que supondrían finalmente la entrega a Italia de Cerdeña y otras islas mediterráneas, sorteando el articulado del Armisticio.
(1) Futuro Jefe del Contraespionaje Italiano. Responsable a partir de 1943 de las actividades del SIM en la Roma ocupada por orden del General Caruso.
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Los Lince C del regimiento “Farnesio” se movían por la carretera nacional 89, una de las principales carreteras del centro de Francia. La calzada serpenteaba por las colinas del sur de la meseta de Milevaches, evitando el profundo foso del río Dordoña.
La carretera era reconocida por helicópteros de combate y aviones, y los tanques eran precedidos por patrullas con VAMTAN y blindados LMV y VEC. Helicópteros armados HA-30 (AS355 armados con ametralladoras y cohetes) vigilaban los flancos. Aun así, los carristas miraban el terreno con recelo, pues las colinas y los bosquecillos ofrecían cientos de lugares donde tender una emboscada. Pero parecía que los oficiales de inteligencia tenían razón, y apenas había alemanes en el sector. Ocasionalmente las patrullas de reconocimiento encontraban grupos de rezagados alemanes: los que no se rendían eran finiquitados por ataques aéreos. Esos encontronazos apenas detuvieron la marcha de la columna, que se movía a cuarenta kilómetros por hora por la carretera.
Romper las líneas francesas había resultado más que sencillo. Una semana antes la Extremadura había atrapado a los restos del panzergruppe de Von Manstein contra las gargantas de Tulle; aunque el general había conseguido retirar a la mayor parte de sus tropas, se había visto obligado a abandonar prácticamente todos sus blindados. Los carristas, ahora a pie, se retiraban hacia el Loira por las colinas de Milevaches para intentar eludir a las patrullas españolas; pero frente a Tulle habían quedado muy pocas tropas, apenas un batallón que defendía un frente de diez kilómetros, pues pensaban que las accidentadas colinas no serían escogidas para una ofensiva, y a lo sumo habría actividad de patrullas. Por eso cuando se vieron bajo un bombardeo aéreo y artillero, y atacados por un centenar de blindados, los alemanes olvidaron que estaban en puntos dominantes y la mayoría tiraron las armas y se rindieron. No más de una hora después había empezado la carrera, con los blindados al frente, que devoraban kilómetros.
Más al norte, cerca de Limoges, había sido la división acorazada Guadarrama la que había atravesado las líneas alemanas. Las dos puntas españolas se movían hacia el noroeste a gran velocidad, descuidando sus flancos y hasta la retaguardia. A mediodía se habían superado Gouzon en el norte y Merlines en el sur. A la Guadarrama aun le quedaba otro obstáculo natural por delante: la cadena de los Puys, una alineación de conos volcánicos extinguidos que les separaba de Clermont-Ferrand. Aunque se había considerado rodearla, suponía tener que moverse por otra estrecha franja, entre los volcanes y una garganta fluvial. Por eso la división atacó en dirección este, hacia Clermont-Ferrand, aprovechando los espacios abiertos entre los conos volcánicos. Siguiendo la ruta nacional 141, las avanzadas entraron en la capital de Auvernia poco antes de caer la noche.
La carretera era reconocida por helicópteros de combate y aviones, y los tanques eran precedidos por patrullas con VAMTAN y blindados LMV y VEC. Helicópteros armados HA-30 (AS355 armados con ametralladoras y cohetes) vigilaban los flancos. Aun así, los carristas miraban el terreno con recelo, pues las colinas y los bosquecillos ofrecían cientos de lugares donde tender una emboscada. Pero parecía que los oficiales de inteligencia tenían razón, y apenas había alemanes en el sector. Ocasionalmente las patrullas de reconocimiento encontraban grupos de rezagados alemanes: los que no se rendían eran finiquitados por ataques aéreos. Esos encontronazos apenas detuvieron la marcha de la columna, que se movía a cuarenta kilómetros por hora por la carretera.
Romper las líneas francesas había resultado más que sencillo. Una semana antes la Extremadura había atrapado a los restos del panzergruppe de Von Manstein contra las gargantas de Tulle; aunque el general había conseguido retirar a la mayor parte de sus tropas, se había visto obligado a abandonar prácticamente todos sus blindados. Los carristas, ahora a pie, se retiraban hacia el Loira por las colinas de Milevaches para intentar eludir a las patrullas españolas; pero frente a Tulle habían quedado muy pocas tropas, apenas un batallón que defendía un frente de diez kilómetros, pues pensaban que las accidentadas colinas no serían escogidas para una ofensiva, y a lo sumo habría actividad de patrullas. Por eso cuando se vieron bajo un bombardeo aéreo y artillero, y atacados por un centenar de blindados, los alemanes olvidaron que estaban en puntos dominantes y la mayoría tiraron las armas y se rindieron. No más de una hora después había empezado la carrera, con los blindados al frente, que devoraban kilómetros.
Más al norte, cerca de Limoges, había sido la división acorazada Guadarrama la que había atravesado las líneas alemanas. Las dos puntas españolas se movían hacia el noroeste a gran velocidad, descuidando sus flancos y hasta la retaguardia. A mediodía se habían superado Gouzon en el norte y Merlines en el sur. A la Guadarrama aun le quedaba otro obstáculo natural por delante: la cadena de los Puys, una alineación de conos volcánicos extinguidos que les separaba de Clermont-Ferrand. Aunque se había considerado rodearla, suponía tener que moverse por otra estrecha franja, entre los volcanes y una garganta fluvial. Por eso la división atacó en dirección este, hacia Clermont-Ferrand, aprovechando los espacios abiertos entre los conos volcánicos. Siguiendo la ruta nacional 141, las avanzadas entraron en la capital de Auvernia poco antes de caer la noche.
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TRENTINO (FRONTERA GERMANO-ITALIANA)
-Mi coronel. Roma por radio: Aquae.-
-Bien, Francesco, activen MARIUS.-
...
-Franz, los italianos dicen que nos alejemos del túnel. ¿Qué piensas?-
-No se tú, Hans, pero voy a hacerles caso.
...
En minutos los puentes, túneles,... que cruzaban los Alpes y los puntos de paso entre el Reich alemán e Italia se venían abajo en medio de detonaciones; con lo que las comunicaciones quedaban cortadas en numerosos puntos. Era la Operación Marius para prevenir un posible conflicto con Alemania.
-Mi coronel. Roma por radio: Aquae.-
-Bien, Francesco, activen MARIUS.-
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-Franz, los italianos dicen que nos alejemos del túnel. ¿Qué piensas?-
-No se tú, Hans, pero voy a hacerles caso.
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En minutos los puentes, túneles,... que cruzaban los Alpes y los puntos de paso entre el Reich alemán e Italia se venían abajo en medio de detonaciones; con lo que las comunicaciones quedaban cortadas en numerosos puntos. Era la Operación Marius para prevenir un posible conflicto con Alemania.
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- General de Ejército
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LA FRACTURA
La noche había sido tranquila en Moulins. Al amanecer los helicópteros de transporte habían vuelto, trayendo el resto del batallón del Gravelinas. También habían llegado helicópteros pesados Chinook que transportaron una sección de morteros pesados y otra de vehículos con cañones sin retroceso. Con más tropas, los españoles pudieron ampliar el perímetro, hasta incluir los dos puentes y las manzanas próximas al río. A pesar de las demandas francesas, proteger toda la ciudad hubiese resultado suicida; incluso defender los dos puentes ya era excesivo para un único batallón.
Al menos no estaban solos. Cuatro helicópteros HA.26 (EC 135 armados) estaban preparados para intervenir; posados en tierra corrían riesgo de ser dañados por la artillería, pero podrían intervenir en pocos minutos. Más importante, aviones de reconocimiento Texán exploraban los alrededores, y un Fantasma (AC-47) estaba dispuesto a prestar apoyo. Operar con los Fantasma a la luz del día era correr riesgos, pero los interrogatorios a los prisioneros coincidían en que eran aviones muy temidos.
Repentinamente los HA.26 encendieron sus motores y se elevaron, partiendo en dirección este.
—Me parece que tenemos visita —dijo en español el cabo Peter, otro refugiado como Michal, pues el sargento no dominaba el polaco.
—Bien dices. Ordena a los chicos que se preparen.
El pelotón estaba apostado en unos edificios industriales en la orilla derecha del río, en el extremo norte del perímetro. Lo que quería decir que iban a ser los primeros en recibir a los nazis. Los soldados alistaron sus armas y vigilaron la carretera. A lo lejos se oía el sonido de los cohetes y los cañones automáticos. Un par de veces pasaron los cazabombarderos Halcón sobre el pelotón, lanzando su carga de bombas no demasiado lejos. Que los alemanes se acercaban lo confirmaron los ruidos como de corchos gigantes que hacían los morteros españoles al disparar.
—¡Agachaos! —nunca se sabía si los compañeros apuntaban mal.
Pero los proyectiles estaban bien dirigidos y cayeron a algo más de mil metros de la posición de Michal. Parecía que los alemanes se acercaban siguiendo la carretera del río. Entonces los vio: cuatro blindados que parecían TOAs, seguidos por soldados de uniforme grisáceo. Michal al principio no reconoció los tanques, pero Peter, que tenía más vista, o mejores ideas, le sacó de dudas.
—Sargento, son tanques SOMUA. Franceses pero seguro que con bandera alemana.
Para confirmarlo, el tanque de cabeza disparó. El proyectil se estrelló inofensivamente contra el muro del taller.
—Teniente —dijo Michal por la radio—, llegan cuatro tanques desde el norte.
—Te mando ayuda en cuanto pueda, Michal.
Los cuatro SOMUA siguieron avanzando a saltos: un par de tanques disparaban mientras los dos avanzaban. Pero los tiros parecían ir muy desviados y ya no volvieron a disparar contra el taller. Michal siguió inspeccionándolos con la mira de aumento de su fusil.
—¡Van buenos! Esos tipos están más ciegos que un topo y no nos han visto.
La infantería podía ser más peligrosa. No parecía muy numerosa: seguramente los morteros pesados les habían hecho pasar las de Caín. Pero los infantes, aunque no estuviesen protegidos por centímetros de acero, veían y oían y podían descubrir a los españoles.
—Teniente, compañía infantería enemiga tras los tanques, necesito apoyo de morteros. Referencia JC 190, izquierda 50.
Los SOMUA seguían moviéndose cuando los proyectiles de mortero empezaron a caer. Los blindados siguieron impertérritos, pero la infantería tuvo que protegerse. Entonces se vio un fogonazo en la orilla del río izquierda, y un proyectil estalló contra el tanque más rezagado. El SOMUA se detuvo, y de repente una gran llamarada rompió los pernos que sujetaban la coraza y el tanque se partió en trozos como si fuese el juguete de un niño. Los otros tres siguieron adelante, ignorando lo ocurrido: Michal supuso que sus tripulantes, que solo tenían estrechísimas mirillas, no se habían percatado. Sí lo hicieron cuando un segundo tanque reventó. Los otros dos se percataron de que estaban siendo atacados, y trataron de girar… exponiendo su flanco a los cohetes antitanques del pelotón de Michal. La infantería trató de avanzar, pero los morterazos que seguían cayendo y un par de disparos de metralla de los cañones sin retroceso la rechazaron.
Al menos no estaban solos. Cuatro helicópteros HA.26 (EC 135 armados) estaban preparados para intervenir; posados en tierra corrían riesgo de ser dañados por la artillería, pero podrían intervenir en pocos minutos. Más importante, aviones de reconocimiento Texán exploraban los alrededores, y un Fantasma (AC-47) estaba dispuesto a prestar apoyo. Operar con los Fantasma a la luz del día era correr riesgos, pero los interrogatorios a los prisioneros coincidían en que eran aviones muy temidos.
Repentinamente los HA.26 encendieron sus motores y se elevaron, partiendo en dirección este.
—Me parece que tenemos visita —dijo en español el cabo Peter, otro refugiado como Michal, pues el sargento no dominaba el polaco.
—Bien dices. Ordena a los chicos que se preparen.
El pelotón estaba apostado en unos edificios industriales en la orilla derecha del río, en el extremo norte del perímetro. Lo que quería decir que iban a ser los primeros en recibir a los nazis. Los soldados alistaron sus armas y vigilaron la carretera. A lo lejos se oía el sonido de los cohetes y los cañones automáticos. Un par de veces pasaron los cazabombarderos Halcón sobre el pelotón, lanzando su carga de bombas no demasiado lejos. Que los alemanes se acercaban lo confirmaron los ruidos como de corchos gigantes que hacían los morteros españoles al disparar.
—¡Agachaos! —nunca se sabía si los compañeros apuntaban mal.
Pero los proyectiles estaban bien dirigidos y cayeron a algo más de mil metros de la posición de Michal. Parecía que los alemanes se acercaban siguiendo la carretera del río. Entonces los vio: cuatro blindados que parecían TOAs, seguidos por soldados de uniforme grisáceo. Michal al principio no reconoció los tanques, pero Peter, que tenía más vista, o mejores ideas, le sacó de dudas.
—Sargento, son tanques SOMUA. Franceses pero seguro que con bandera alemana.
Para confirmarlo, el tanque de cabeza disparó. El proyectil se estrelló inofensivamente contra el muro del taller.
—Teniente —dijo Michal por la radio—, llegan cuatro tanques desde el norte.
—Te mando ayuda en cuanto pueda, Michal.
Los cuatro SOMUA siguieron avanzando a saltos: un par de tanques disparaban mientras los dos avanzaban. Pero los tiros parecían ir muy desviados y ya no volvieron a disparar contra el taller. Michal siguió inspeccionándolos con la mira de aumento de su fusil.
—¡Van buenos! Esos tipos están más ciegos que un topo y no nos han visto.
La infantería podía ser más peligrosa. No parecía muy numerosa: seguramente los morteros pesados les habían hecho pasar las de Caín. Pero los infantes, aunque no estuviesen protegidos por centímetros de acero, veían y oían y podían descubrir a los españoles.
—Teniente, compañía infantería enemiga tras los tanques, necesito apoyo de morteros. Referencia JC 190, izquierda 50.
Los SOMUA seguían moviéndose cuando los proyectiles de mortero empezaron a caer. Los blindados siguieron impertérritos, pero la infantería tuvo que protegerse. Entonces se vio un fogonazo en la orilla del río izquierda, y un proyectil estalló contra el tanque más rezagado. El SOMUA se detuvo, y de repente una gran llamarada rompió los pernos que sujetaban la coraza y el tanque se partió en trozos como si fuese el juguete de un niño. Los otros tres siguieron adelante, ignorando lo ocurrido: Michal supuso que sus tripulantes, que solo tenían estrechísimas mirillas, no se habían percatado. Sí lo hicieron cuando un segundo tanque reventó. Los otros dos se percataron de que estaban siendo atacados, y trataron de girar… exponiendo su flanco a los cohetes antitanques del pelotón de Michal. La infantería trató de avanzar, pero los morterazos que seguían cayendo y un par de disparos de metralla de los cañones sin retroceso la rechazaron.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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LA FRACTURA
BURDEOS
Las autoridades francesas consideraban que el incidente de Guinea podía enturbiar las buenas relaciones hispano-francesas por lo que ofrecieron una reparación.
Si bien la primera sugerencia de que como era africano tenía menos valor que un blanco fue recibida con malas ojos, proporcionando España el baremo de accidentes que posee, con un incremento, a fin de indemnizar al herido.
Pero para reparar el daño por vulnerar la frontera, indirectamente España sugirió que algunas islas en la Polinesia, que los representantes franceses ni siquiera sabían donde estaban, podría servir.
LISBOA
Se había llegado a la firma de un Tratado comercial con España que eliminaba los aranceles aduaneros, con un futuro libre tránsito de personas, similar al acordado con Francia pero vinculado a los cambios en el gobierno y al fin de la guerra. La presión económica y social había llevado a ello, y ahora incluso se valoraba una más estrecha integración con España mediante la construcción de tren de alta velocidad, autovías, becas,...
Pero el régimen había pagado un doble precio, primero su suicidio acordando la convocatoria de elecciones libres para inicios de 1942.
Y en segundo lugar en relación a los conflictos fronterizos se renunciaba a cualquier reivindicación sobre Olivenza (aunque esta tendría protección del idioma portugués y algunos beneficios); y respecto a las Islas Salvajes se revocaba la resolución de 1938 y se acuerda lo siguiente: las islas serán de titularidad portuguesa como Reserva Natural, pero reciprocamente no tienen la capacidad de sustentarse y no poseerían de ninguna forma derechos sobre el mar en sus proximidades (Zona Económica Exclusiva) estableciéndose cualquier futuro límite en la equidistancia entre Madeira y las Canarias.
Las autoridades francesas consideraban que el incidente de Guinea podía enturbiar las buenas relaciones hispano-francesas por lo que ofrecieron una reparación.
Si bien la primera sugerencia de que como era africano tenía menos valor que un blanco fue recibida con malas ojos, proporcionando España el baremo de accidentes que posee, con un incremento, a fin de indemnizar al herido.
Pero para reparar el daño por vulnerar la frontera, indirectamente España sugirió que algunas islas en la Polinesia, que los representantes franceses ni siquiera sabían donde estaban, podría servir.
LISBOA
Se había llegado a la firma de un Tratado comercial con España que eliminaba los aranceles aduaneros, con un futuro libre tránsito de personas, similar al acordado con Francia pero vinculado a los cambios en el gobierno y al fin de la guerra. La presión económica y social había llevado a ello, y ahora incluso se valoraba una más estrecha integración con España mediante la construcción de tren de alta velocidad, autovías, becas,...
Pero el régimen había pagado un doble precio, primero su suicidio acordando la convocatoria de elecciones libres para inicios de 1942.
Y en segundo lugar en relación a los conflictos fronterizos se renunciaba a cualquier reivindicación sobre Olivenza (aunque esta tendría protección del idioma portugués y algunos beneficios); y respecto a las Islas Salvajes se revocaba la resolución de 1938 y se acuerda lo siguiente: las islas serán de titularidad portuguesa como Reserva Natural, pero reciprocamente no tienen la capacidad de sustentarse y no poseerían de ninguna forma derechos sobre el mar en sus proximidades (Zona Económica Exclusiva) estableciéndose cualquier futuro límite en la equidistancia entre Madeira y las Canarias.
Última edición por APVid el 22 Jun 2016, 18:30, editado 1 vez en total.
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LA FRACTURA
En la pequeña ciudad balnearia se vivía una situación extraña. Desde la invasión alemana de la zona libre en abril, tras la defección de la flota, el papel del gobierno era testimonial, pues toda Francia estaba ocupada. Aunque ministros, directores generales, subsecretarios y políticos varios seguían afanándose, el ambiente era cada vez más hostil. Primero habían sido los bedeles, que olvidaban abrir las puertas o las cerraban en las narices de los políticos colaboracionistas. Los limpiadores unas veces olvidaban basura por las esquinas, otras se afanaban en dejar brillantes los suelos… bajo una capa de cera y jabón que hubiese envidiado una pista de patinaje.
Que los alemanes atacasen de una vez a la odiosa España había supuesto un alivio. Los pronazis se hicieron lenguas de lo que les pasaría a los traidores de Argel cuando los panzer entrasen en Madrid y se hiciesen con las maravillas del futuro. Sin embargo, aunque los noticieros alemanes hablaban de grandes victorias, las localidades que se citaban estaban a unos metros de la frontera, y no había fotografías ni de prisioneros hispanos ni de tanques destruidos. Al contrario, corría el rumor que la aviación española había derrotado a la Luftwaffe y, para confirmarlo, todos los días se veían las estelas de los aviones cohete, que volaban rumbo a Alemania. Luego los boletines germanos empezaron a hablar de contrataques españoles derrotados y de proezas de los superhombres alemanes. Pero los pocos nombres que se citaban eran de localidades francesas.
Además los cargos más altos, que tenían acceso a los informes de las autoridades civiles y la gendarmería, sabían que la realidad era otra. Las redes de teléfonos y de telégrafos habían sido destruidas la primera noche por ataques hispanos, pero algunas habían sido reparadas, y cuando faltaban, mensajeros en motos o incluso bicicleta permitían hacerse una idea de lo que ocurría: los españoles estaban consiguiendo contra los alemanes una victoria que dejaba chiquitas a las de Napoleón. Las columnas blindadas hispanas se extendían por el sur de Francia y el ejército alemán corría el riesgo de ser destruido. Finalmente, los españoles (auxiliados por los traidores franceses gaullistas) llegaron a Toulouse y Montpellier, y el ex general De Gaulle proclamó la República en Burdeos. Aun estaban a trescientos kilómetros de Vichy, pero parecía que nada podía detenerles.
Las autoridades francesas pidieron a sus guardianes alemanes que permitiesen el traslado del gobierno a París, que se negaron. Prometieron que los españoles iban a ser destruidos por las armas secretas que el Führer había ordenado fabricar, y que los que se mantuvieran fieles serían recompensados. Los petainistas tuvieron que seguir en la ciudad balnearia, sufriendo los cada vez más frecuentes desplantes tanto de los sirvientes como de los burócratas, que empezaban a hacer méritos ante el probable cambio de régimen. Hasta los temidos milicianos del SOL empezaron a moverse en grupos, temiendo ser apaleados.
Pero la oleada española se detuvo. Siguieron avanzando hacia el norte a ritmo más lento, pero dejando de lado a Vichy, que seguía estando muy lejos del frente. Sin embargo el amanecer había llegado con signos ominosos: cazabombarderos españoles (unos a hélice, otros de motor cohete) sobrevolaron la ciudad una y otra vez. Corrían rumores de un ataque hispano por sorpresa, e incluso hubo quien dijo que le había llamado un primo que vivía en Moulins, a cincuenta kilómetros al norte, que le había confirmado que había soldados españoles en la ciudad. Si era así, Vichy estaba casi rodeada.
Las dudas que pudiese haber desaparecieron cuando nerviosas patrullas de soldados alemanes se hicieron con la poca gasolina que quedaba, cargaron coches y camiones con frutos de su rapiña, y desaparecieron en dirección este, llevándose con ellos a Pétain y al primer ministro Laval. A mediodía no quedaba ni un alemán en la ciudad, y empezaron a verse algunos grupos armados con escopetas de caza, que ostentaban el brazalete de las FFI. Los pocos milicianos también habían desaparecido, y los petainistas se vieron ante el abismo. Cuando corrió el rumor que había tanques españoles en Clermont-Ferrand se desencadenó una desbandada que recordaba las caravanas de refugiados de 1940. Centenares de colaboracionistas, que llevaban maletas y fardos, se agolparon en la estación del ferrocarril, esperando trenes que no llegaban. Se produjeron tiroteos entre los que intentaban hacerse sitio en los pocos coches movidos por gasógeno. Mujeres enjoyadas ofrecían oro y diamantes a los campesinos para que les hiciesen sitio en sus carruajes.
Pero no llegaron mucho más lejos. Todo el campo se había sublevado, y careciendo de escolta los refugiados fueron apresados en las afueras de la ciudad. Mucho menos cargados que unas horas antes, volvieron a los hoteles del balneario. Esta vez como presos.
Que los alemanes atacasen de una vez a la odiosa España había supuesto un alivio. Los pronazis se hicieron lenguas de lo que les pasaría a los traidores de Argel cuando los panzer entrasen en Madrid y se hiciesen con las maravillas del futuro. Sin embargo, aunque los noticieros alemanes hablaban de grandes victorias, las localidades que se citaban estaban a unos metros de la frontera, y no había fotografías ni de prisioneros hispanos ni de tanques destruidos. Al contrario, corría el rumor que la aviación española había derrotado a la Luftwaffe y, para confirmarlo, todos los días se veían las estelas de los aviones cohete, que volaban rumbo a Alemania. Luego los boletines germanos empezaron a hablar de contrataques españoles derrotados y de proezas de los superhombres alemanes. Pero los pocos nombres que se citaban eran de localidades francesas.
Además los cargos más altos, que tenían acceso a los informes de las autoridades civiles y la gendarmería, sabían que la realidad era otra. Las redes de teléfonos y de telégrafos habían sido destruidas la primera noche por ataques hispanos, pero algunas habían sido reparadas, y cuando faltaban, mensajeros en motos o incluso bicicleta permitían hacerse una idea de lo que ocurría: los españoles estaban consiguiendo contra los alemanes una victoria que dejaba chiquitas a las de Napoleón. Las columnas blindadas hispanas se extendían por el sur de Francia y el ejército alemán corría el riesgo de ser destruido. Finalmente, los españoles (auxiliados por los traidores franceses gaullistas) llegaron a Toulouse y Montpellier, y el ex general De Gaulle proclamó la República en Burdeos. Aun estaban a trescientos kilómetros de Vichy, pero parecía que nada podía detenerles.
Las autoridades francesas pidieron a sus guardianes alemanes que permitiesen el traslado del gobierno a París, que se negaron. Prometieron que los españoles iban a ser destruidos por las armas secretas que el Führer había ordenado fabricar, y que los que se mantuvieran fieles serían recompensados. Los petainistas tuvieron que seguir en la ciudad balnearia, sufriendo los cada vez más frecuentes desplantes tanto de los sirvientes como de los burócratas, que empezaban a hacer méritos ante el probable cambio de régimen. Hasta los temidos milicianos del SOL empezaron a moverse en grupos, temiendo ser apaleados.
Pero la oleada española se detuvo. Siguieron avanzando hacia el norte a ritmo más lento, pero dejando de lado a Vichy, que seguía estando muy lejos del frente. Sin embargo el amanecer había llegado con signos ominosos: cazabombarderos españoles (unos a hélice, otros de motor cohete) sobrevolaron la ciudad una y otra vez. Corrían rumores de un ataque hispano por sorpresa, e incluso hubo quien dijo que le había llamado un primo que vivía en Moulins, a cincuenta kilómetros al norte, que le había confirmado que había soldados españoles en la ciudad. Si era así, Vichy estaba casi rodeada.
Las dudas que pudiese haber desaparecieron cuando nerviosas patrullas de soldados alemanes se hicieron con la poca gasolina que quedaba, cargaron coches y camiones con frutos de su rapiña, y desaparecieron en dirección este, llevándose con ellos a Pétain y al primer ministro Laval. A mediodía no quedaba ni un alemán en la ciudad, y empezaron a verse algunos grupos armados con escopetas de caza, que ostentaban el brazalete de las FFI. Los pocos milicianos también habían desaparecido, y los petainistas se vieron ante el abismo. Cuando corrió el rumor que había tanques españoles en Clermont-Ferrand se desencadenó una desbandada que recordaba las caravanas de refugiados de 1940. Centenares de colaboracionistas, que llevaban maletas y fardos, se agolparon en la estación del ferrocarril, esperando trenes que no llegaban. Se produjeron tiroteos entre los que intentaban hacerse sitio en los pocos coches movidos por gasógeno. Mujeres enjoyadas ofrecían oro y diamantes a los campesinos para que les hiciesen sitio en sus carruajes.
Pero no llegaron mucho más lejos. Todo el campo se había sublevado, y careciendo de escolta los refugiados fueron apresados en las afueras de la ciudad. Mucho menos cargados que unas horas antes, volvieron a los hoteles del balneario. Esta vez como presos.
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