LA FRACTURA
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LA FRACTURA
Miguel Entrena se había incorporado a las operaciones sobre Francia, siendo destinado a una escuadrilla que disponía ya del C.17B, una versión mejorada del Chirri (del Halcón). Estaba estacionada en Bergerac pero al poco fue desplazada primero a Châlons y luego a Montbéliard, siguiendo el avance de las tropas. Inicialmente solo había volado en misiones de ataque a tierra: la Luftwaffe había sido derrotada (mejor dicho, aplastada, aniquilada) en los primeros días de combates. Pero ahora estaban efectuando cada vez más misiones de escolta, pues los reactores necesitaban largas pistas pavimentadas, y el rápido avance español las estaba dejando atrás. Se había reconstruido la base de Toulouse, pero estaba demasiado alejada, y aunque algunos aviones tenían un sistema que permitía repostar en vuelo resultaba engorroso, y solo unos pocos de esos cazas podían mantenerse sobre las vanguardias. Los Chirris estaban preparados para operar desde terrenos mucho peores, estaban más cerca del frente, y cada vez más frecuentemente les tocaba volar misiones de combate, llevando solo depósitos de combustible y misiles Estoque.
Esta iba a ser una de esas. Acababan de derribar a su compañero el capitán Pablo Santamaría. Había visto como saltaba y caía un poco al norte de Saverne, y después que se soltaba del paracaídas y se refugiaba en un bosquete. Después se había captado la señal de su radio de emergencia, y había emitido la clave que confirmaba que no había sido capturado. Lo ideal hubiese sido esperar hasta la noche para rescatarle, pero se había visto a un buen grupo de alemanes que lo buscaban y que no estaban lejos del escondite del capitán. Gustase o no iba a ser preciso intentar el rescate a plena luz del día. No había dado tiempo a cargar los depósitos sino solo a llenar los tanques y a recargar armas, cuando salieron para escoltar a la fuerza de rescate: dos helicópteros Cougar artillados, dos de reconocimiento HA.30 (AS 355) y cuatro de ataque HA.26 (EC-135). La escuadrilla operaría con todo lo que quedaba: dos Texán de reconocimiento y nueve Halcones, cinco con bombas y cohetes y cuatro con misiles. Miguel iba a liderar una de las parejas, sustituyendo al capitán Santamaría.
Las nubes se habían levantado un poco, siendo el techo de cerca de mil metros, lo que permitía volar a una cota un poco más cómoda. Pues los pilotos de los helicópteros le estaban adquiriendo un sano respeto a los antiaéreos, sin tanto temor a los antiaéreos. Los germanos habían desplegado buen número de cañones automáticos de 20 y 37 mm, que al solo tener miras manuales no eran demasiada amenaza para los Chirris, que contaban con la ventaja de la sorpresa y la velocidad; pero los helicópteros eran mucho más vulnerables. Además los alemanes habían adquirido la costumbre de disparar con sus fusiles a las aeronaves; pocas veces les acertaban a los aviones, pero los helicópteros que volaban bajo y despacio lo pasaban mucho peor.
El vuelo hasta Saverne transcurrió sin incidencias. Al llegar vieron columnas de humo que se elevaban hacia el norte. Una provendría de las posiciones artilleras que habían estado bombardeando antes, y otra debía ser la de los restos del Chirri de Santamaría. El capitán había caído cerca de su avión y suficientemente alejado de los antiaéreos; algo era algo. El Texán y luego dos Chirris hicieron una pasada a baja altura sin ver nada. Era el turno de los helicópteros.
Las seis aeronaves se acercaron. Los HA.30 siguieron con su peligrosa misión de exploración, protegido cada uno por dos HA.26. Un Cougar empezó a descender mientras otro le escoltaba con sus ametralladoras. Pero cuando estaba cerca del suelo, los alemanes empezaron a disparar. Por suerte no supieron calcular ni la velocidad ni la altura, y los proyectiles pasaron por detrás inofensivamente. El Cougar se elevó mientras los Chirris bombardeaban las posiciones alemanas.
Miguel Entrena aun no había participado en combates aéreos, pero había peleado toda la guerra Civil con los Regulares, y sabía que durante un combate no se podía perder la concentración. Aunque la acción pareciese estar sucediendo en tierra, su misión era vigilar los cielos. Por eso miraba continuamente hacia los lados, y pudo ver que algo se acercaba al aparato de su piloto de escolta.
—¡Pepe, rompe a la derecha!
El avión de su punto efectuó un viraje brusco, esquivando por poco los proyectiles de un Messerschmitt, e iniciando unas tijeras planas. Al mismo tiempo Miguel giró, pero hacia el enemigo. Pues en el programa de adaptación a la nueva guerra aérea estaba una maniobra completamente diferente a la que se empleaba en el Ejército del Aire de los cuarenta. Entrena reprodujo las maniobras de su compañero, pero a la inversa, cruzándose varias veces; a la tercera obtuvo una buena posición de disparo por deflexión contra el alemán que le seguía. Estaba demasiado cerca para emplear los misiles, pero disparó una corta ráfaga con los cañones de 20 mm, sin efecto aparente, pero que obligó al alemán a romper a su vez. Pero Entrena no pensaba dejarlo escapar, y elevó el aparato hasta que entró casi en pérdida, efectuando entonces un giro con los alerones y picando para recuperar la energía, con lo que consiguió situarse a la cola del alemán. A su vez, el piloto de escolta enemigo trató de ponerse detrás de Entrena, pero tuvo que desistir al ser atacado por el Chirri de Pepe.
El avión español tenía todas las ventajas: más potente y veloz, con ventaja de altura y velocidad, situado a las seis del alemán, y armado con misiles. El teniente activó uno de ellos y empezó a escuchar pro los auriculares unos pitidos. Cuando se hicieron continuos significó que el misil se había enganchado, y lo disparó. En pocos segundos el Estoque recorrió los cientos de metros que le separaban del Me 109. Pero el alemán había visto el disparo, y a su vez efectuó un giro muy brusco y lanzó dos bengalas.
—¡Mie***! Esos desgraciados han aprendido trucos —dijo Entrena mientras el misil pasaba inofensivamente tras el avión alemán. Pero al tener que esquivar al misil el enemigo había tenido que hacer un viraje tan brusco que había perdido velocidad. Ahora intentaba escapar volando casi a ras de tierra. Una perita en dulce, pensó el español, que efectuó otro Yo-yo alto, y luego ametralló al aparato germano, que tuvo que hacer un aterrizaje forzoso.
—¡Enhorabuena, Miguel! —le gritó Pepe por la radio.
—Gracias pero vigila que no haya más bandidos.
Justo a tiempo.
—¡Rompe a la izquierda, Miguel!
Sin pensarlo, el teniente tiró de la palanca hacia atrás y un lado, al mismo tiempo que pisaba el pedal de la izquierda y daba potencia al motor. El avión giró y se deslizó en el aire, esquivando a un aparato con dos motores colgados de las alas que lo rebasó a toda velocidad.
—¡Co**, tienen reactores!
Los españoles efectuaron la misma maniobra que antes, pero el reactor enemigo no quiso entrar en un combate cerrado,, sino que se alejó para efectuar una nueva pasada. Los dos españoles lo esquivaban con virajes bruscos e incluso Pepe llegó a ponerse a sus seis y le disparó un misil; pero este perdió su energía y cayó antes de alcanzar al alemán.
—¡Ese cap**** sabe lo que se hace! —dijo Miguel Entrena al ver que el reactor seguía atacando. Siguió efectuando virajes cerrados, perdiendo cada vez un poco más de altura, mientras el avión alemán efectuaba pasadas a máxima velocidad. Pero vio que estaba repitiendo siempre la misma maniobra; eso le daría una ocasión. En la siguiente pasada se arriesgó efectuando una ruptura más suave para conservar energía, y entonces picó hacia el suelo para ganar velocidad, con el motor a todo gas; empezó a escuchar un ruido atronador cuando las puntas delas hélices superaron la velocidad del sonido; entonces tiró de la palanca para quedarse colgado en el aire debajo del avión alemán. Este, sorprendido, rompió a su vez. Pero Entrena vio que salía una humareda de los motores: un “flame-out”, típico de los primitivos motores alemanes. Dios lo había puesto en sus manos, mejor dicho, en sus cañones. El reactor, mientras intentaba encender sus motores, no podía perder maniobrar, y para Entrena fue un juego de niños lanzarle una ráfaga. Entonces se desprendió la cabina del avión enemigo y su piloto saltó.
—¡Olé, Miguel! Yo soy testigo de tu segundo —le dijo Pepe.
Habían derribado dos aviones, uno de ellos un reactor. Pero los españoles no habían salido incólumes. Dos Chirris habían sido dañados por fuego terrestre y otro por un caza alemán, aunque los tres habían podido volver a la base. Aunque los alemanes, afortunadamente, no se habían fijado en los helicópteros, estos, desprovistos del apoyo de los cazabombarderos, lo habían pasado mal. Uno de los Cougar, aunque aun se mantenía en vuelo, estaba hecho un colador y tenía dos bajas a bordo. Dos HA.26 también habían sido tocados y habían tenido que efectuar tomas de emergencia en las posiciones españolas; con un poco de suerte podrían ser reparados, si no eran alcanzados por la artillería alemana. Lo peor era que un HA.30 había sido destruido; aunque había podido hacer una autorrotación y la tripulación había escapado, los restos del aparato demostraban que Saverne era demasiado peligroso para los helicópteros. La misión de rescate había fracasado.
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Los reservistas de Klint vitorearon a los aviones alemanes que habían conseguido rechazar a los españoles. Ellos mismos podían estar orgullosos porque habían conseguido derribar tres o cuatro helicópteros, y capturar a dos de sus tripulantes. Además habían encontrado el paracaídas del español que tripulaba el cazabombardero derribado: tenía que estar cerca.
Por desgracia la aventura también había salido cara para los soldados. Había perdido su ametralladora a causa de las bombas, y los Faustpatrone además de resultar inofensivos habían delatado las posiciones de sus soldados, que habían sido masacrados por las ametralladoras de los helicópteros. Con apenas veinte soldados medianamente enteros, de los que Klint había tenido que enviar a cuatro para escoltar a los prisioneros, iba a ser difícil atrapar al piloto español. Por ahora iba a seguir registrando cuidadosamente los campos, aunque no creía poder encontrar a su presa antes de la noche.
* * *
A pocos metros de allí Pablo Santamaría intentaba apretarse aun más contra el suelo. Primero se había metido entre los árboles, pero al ver que los alemanes registraban los setos, los había abandonado, arrastrándose sobre el suelo, hasta meterse en un surco algo más hondo. Se puso unos terrones por encima, y estando manchado con barro resultaba invisible salvo a pocos metros.
Tras ver el fracaso del intento de rescate comprendió que su única oportunidad iba a estar en la noche. Pero tenía a los alemanes encima, tan cerca que se moría de ganas de pegarle un tiro al prusiano que los mandaba. Claro que el piloto sabía que hacer puntería con las pistolas era algo que se veía en Hollywood y no en la vida real. En las pruebas había comprobado que, con suerte, le podría dar a un elefante siempre que no se alejase más de cinco o seis pasos. Vamos, que la pistola la tenía que usar a quemarropa y si no había otro remedio.
Al menos se había puesto otra vez a llover y con ganas. El español estaba calado y helado, pero a los alemanes tampoco les debía agradar la experiencia, y se protegieron bajo unos árboles a pesar de los gritos que les dio el prusiano. Si al menos siguiese lloviendo hasta la noche…
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Ochenta kilómetros al sur, la división Extremadura estaba atascada en las afueras de Colmar.
El tiempo lluvioso era un serio inconveniente: ablandaba los campos, lo que no era demasiado problema para los tanques Lince y los blindados Farnesio, pero los vehículos de ruedas quedaban limitados a los caminos, que estaban plagados de minas. No solo las clásicas minas antitanques, que podían volatilizar un VAMTAC o dañar seriamente a un Piraña, sino también otros engendros construidos con bombas de aviación. La división había perdido veinte blindados en un día, entre ellos seis Lince y tres Farnesio, y solo dos o tres podrían ser reparados. Peor todavía era que con ese tiempo el apoyo aéreo era muy difícil.
Además los alemanes estaban aprendiendo. Por de pronto estaban desarrollando tácticas contra los helicópteros, creando “emboscadas antiaéreas” con cañones y ametralladoras antiaéreas que disparaban a la vez. Esas emboscadas no eran demasiado peligrosas con buen tiempo que permitiese la participación de la aviación, pero la baja cota de nubes dejaba a los helicópteros sin apoyo y teniendo que volar bajo: había sido preciso retirar provisionalmente de las operaciones a tan valiosas unidades. Hasta se habían sufrido algunos ataques de la Luftwaffe. Inefectivos y muy costosos, pues los alemanes habían descubierto por las malas lo que podían hacer los misiles antiaéreos. El enemigo también parecía haber descubierto el gran valor de las unidades de reconocimiento, y estaba tendiendo emboscadas destinadas a destruirlas, con combinaciones de infantería armada con cohetes antitanque, cañones contracarro y hasta algunos tanques. La exploración se estaba haciendo tan peligrosa que las patrullas tenían que ser apoyadas por los tanques de la división.
Signo de la mejora de las tácticas alemanas era que ya no se desbandaban al ver llegar a los españoles, sino que esperaban para disparar con sus armas ligeras a los helicópteros, y con cohetes antitanque contra los vehículos. La coraza de los blindados españoles, sobre todo la de los tanques Lince y en menor medida los Farnesio y Piraña (a los que se habían colocado placas adicionales anti cargas huecas) protegía a las dotaciones, pero las unidades se quejaban de estar sufriendo lluvias de Panzerfaust. A un Lince lo habían alcanzado quince veces y, aunque la coraza había resistido, el carro había sufrido averías que iban a obligar a reconstruirlo en la fábrica.
Había una receta contra esas medidas, que era emplear armas combinadas. Los alemanes aun no sabían cómo contrarrestar un ataque con tanques, blindados de apoyo, infantería, artillería y aviación. Pero era un método lento, nada parecido a las cabalgadas de las semanas previas.
Al menos los paracaidistas de Saverne no corrían peligro: un grupo de combate polaco formado por el 24º de Ulanos y el 8º batallón de infantería, equipados con una mezcla de tanques Ryś (Lince), M3 Sherman, cazacarros M3 y semiorugas, había conectado con las posiciones de los paracaidistas. Habían cubierto los setenta kilómetros que había desde Luneville en cuarenta y ocho horas, utilizando guías locales que les condujeron por caminos que sorteaban las defensas alemanas, muy dispersas tras la defección eslovaca. Por desgracia el avance había sido tan rápido que las líneas de comunicación se habían cerrado tras el paso del grupo de combate.
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Tras la llegada de los polacos el pelotón de Arasanz había sido relevado para que descansase un poco. Pero apenas se había tumbado el sargento en un chamizo (que los españoles, veteranos de una guerra pobre, habían construido con ramas e impermeables de plástico) cuando vinieron a despertarle.
—Mi sargento, le llama el capitán Evaristo.
—Vaya por Dios.
Allí le dieron el encarguito. Había un piloto español no mucho más allá de primera línea, y el pelotón de Arasanz iba a tener que rescatarlo. El sargento protestó, pero el capitán le dijo que los había elegido por tener experiencia en infiltraciones. Arasanz hubiese querido pillar al imbécil que había contado la del Ebro, pero tuvo que acatar las órdenes. Le entregaron unas gafas de visión nocturna, y le indicaron la posición donde estaba el piloto. Tenía que salir ya mismo. En caso de problemas podría pedir el apoyo de morteros y, si mejoraba el tiempo y no bastaba con los morterazos, podría contar con un Fantasma que al caer la noche había empezado a orbitar sobre la posición española.
El pelotón abandonó las líneas y cruzó con todo el sigilo que pudo el bosque devastado por los combates. La lluvia disimulaba los ruidos pero hacía la noche tan oscura que ni las gafas amplificadoras conseguían apenas luz. Pero los alemanes se habían alejado de los puestos españoles y por fin pudo llegar a los campos abiertos al pie del paso. Fueron moviéndose por saltos, y sin encontrar enemigos llegaron a las cercanías de Ernolsheim, por donde estaba el piloto. Le habían dicho que seguramente allí se encontraría con los alemanes, por lo que ahora se movió aun más sigilosamente.
Fue entonces cuando, tras dos días de lluvias, el cielo se abrió y salió la luna, casi llena, que iluminó los campos casi como si fuese de día. Los veteranos españoles sabían cómo actuar: se quedaron paralizados, sin mover un músculo, pues con la escasa luz nocturna una figura inmóvil era invisible. Luego, poco a poco, se tumbaron en el suelo embarrado. Mientras que los volkssturm alemanes, reservistas que nunca habían combatido, se tiraron a tierra.
—Sargento, hay media docena boches ahí mismo —le dijo un soldado con voz queda; no cuchicheaba, pues los susurros se oyen desde más lejos que si se habla bajo.
—Ya los veo, Romero. Vamos a ver si podemos rodearlos por ahí. Redondo —dijo a un cabo—, tú quédate con la ametralladora aquí por si necesitamos cobertura.
Los soldados se arrastraron tras el pequeño resalte de la linde de un campo, que apenas se elevaba unos centímetros, pero bastaba para disimular los cautelosos movimientos. Poco a poco se fueron acercando a su objetivo: la luz lunar que amenazaba con delatarlos también mostraba la granja en cuyas cercanías estaba el piloto derribado. Siguiendo el código que se había establecido, Arasanz conectó y apagó la radio dos veces.
Santamaría se alegró al notar como su radio vibraba. El rescate estaba cerca. Pero fatigado y helado tras permanecer varias horas cuerpo a tierra, ya no razonaba con claridad.
—Gracias a Dios, ya no podía aguantar más. Ahora me levanto para que me veáis.
—La leche —respondió el sargento casi gritando— ¡Cierra la boca y no muevas un pelo!
Tarde: el piloto ya se había levantado. A menos de treinta metros de donde estaba el teniente coronel Klint.
—¡Agáchate, imbécil, y calla! —dijo el alemán. Pero una segunda mirada le hizo ver que llevaba ropas extrañas.
—¡Si es nuestro amigo el piloto! ¡Halt! —dijo mientras desenfundaba su pistola y apuntaba al desconocido. Entonces Klint notó tres golpes seguidos, como mazazos.
Para el sargento Arasanz, que había usado esos Máuser mejicanos que tiraban cada bala hacia dónde les venía bien, disparar con el CETME era casi un placer. Tras abatir al oficial alemán buscó otros objetivos, pero la ametralladora ya había acabado con el resto de los alemanes visibles. Entonces, a la izquierda, se vieron fogonazos: un par de alemanes que a su vez empezaron a disparar a ciegas. Un par de ráfagas o acabaron con ellos, o les obligaron a agachar la cabeza. Pero el tiroteo se estaba generalizando.
—¡Tío! —gritó al piloto— ¡Somos españoles, corre aquí mientras te cubrimos!
Santamaría no se lo pensó y fue hacia los gritos mientras escuchaba silbar las balas. La ametralladora siguió disparando cortas ráfagas. De repente alguien se le tiró encima y le hizo caer al suelo.
—¡Me cag* en la pu**! ¿Por qué co** no te has quedado callado? Vaya jod*** fregado que se ha montado ¡Quédate ahí y para quieto!
Los alemanes, a todas luces novatos, seguían disparando a lo loco, sin tener en cuenta que así no solo malgastaban munición sino que delataban su posición a los españoles. Pero el pelotón de rescate estaba atascado, y si trataba de moverse sería blanco de los fusiles germanos.
—Arasanz a Eustaquio, ya tenemos al piloto. Vamos a necesitar ayuda para salir de aquí. Necesitaré fuego de apoyo, referencia AC 1203 izquierda cien.
Un par de minutos después empezaron a caer los proyectiles de mortero. En ese momento Arasanz hizo levantarse a sus hombres para que corrieran hacia la seguridad de los árboles. Luego, sin detenerse, empezó a ascender por la ladera hasta llegar a las posiciones españolas. Una hora después Santamaría estaba en una cabaña, reconfortado por un café caliente pero aguantando los improperios que seguía soltándole el sargento.
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JEMAD (MADRID)
-Hemos interceptado varios mensajes soviético que habría que entregar al gobierno, mi general, estos son algunos de los fragmentos más importantes que aún estamos descifrando y traduciendo:
-¿Los alemanes saben algo?
-Estamos seguros, aunque nominalmente obedecen las órdenes de Hitler de enviar refuerzos al oeste, donde este genio quiere organizar una ofensiva en el bosque de las Ardenas, no es muy original; en realidad los Junker y los oficiales están reservando tropas y recursos en el este. Parece que están dispuestos a defender como sea Prusia ahora que saben que la pueden perder para siempre.
-Hemos interceptado varios mensajes soviético que habría que entregar al gobierno, mi general, estos son algunos de los fragmentos más importantes que aún estamos descifrando y traduciendo:
Código: Seleccionar todo
...la necesidad de garantizar un gobierno socialista en Polonia por lo que la formación en Białystok de un gobierno es necesario.... la proclamación de la Républica Popular de Polonia..... legitimidad,.... único gobierno posible de Polonia que se instale en Varsovia.
.... los nuevos carros están teniendo muchos problemas recomendamos por ello esperar, si es políticamente correcto, al deshielo de la primavera, con la esperanza de que los trabajos en el campo de los reactores den sus frutos.
-Estamos seguros, aunque nominalmente obedecen las órdenes de Hitler de enviar refuerzos al oeste, donde este genio quiere organizar una ofensiva en el bosque de las Ardenas, no es muy original; en realidad los Junker y los oficiales están reservando tropas y recursos en el este. Parece que están dispuestos a defender como sea Prusia ahora que saben que la pueden perder para siempre.
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LA FRACTURA
García Martín tenía la sensación de haber dado un golpe en falso. La defección eslovaca le había permitido liberar a la mayor parte del norte Francia, y tan solo un fragmento de Alsacia (incluyendo la capital Estrasburgo), y la zona costera del Paso de Calais, permanecían en manos alemanas. Pero ni había conseguido embolsar al ejército de Von Manstein, ni los ingleses (que Dios confundiese a esas tortugas), cerrar la bolsa de Le Mans. Se habían capturado decenas de miles de alemanes rezagados, pero no era lo mismo que destruir un ejército. Al menos, el botín en material había sido inmenso, pues los alemanes que habían escapado lo habían hecho con lo puesto.
Esas armas iban a venir de perlas para equipar a los nuevos aliados: las cuatro divisiones eslovacas. García Martín no se engañaba, su valor militar sería reducido. Pero permitirían cubrir las líneas cada vez más extensas. También un buen número de armas ligeras iban a acabar en manos de las divisiones francesas que a toda prisa estaba organizando el gobierno de De Gaulle. Aunque los franceses querían incorporarlas al ataque contra Alemania, García Martín había tenido que imponerse, pues se trataba de unidades novatas y mal equipadas, que frente a los alemanes lo único que cosecharían sería bajas, mientras que podrían ser más que útiles vigilando la retaguardia, que se estaba convirtiendo en un caos.
El rápido avance había dejado atrás a miles de enemigos. La mayoría lo único que querían era rendirse a los españoles y no a los franceses, pero quedaban demasiados fanáticos que seguían efectuando golpes de mano contra las columnas de suministro españolas. Las pérdidas habían sido minúsculas, pero el asesinato de una docena de camioneros en Langres, fusilados tras ser atacado su convoy por un grupo de SS, había tenido una indeseada repercusión en los medios de comunicación españoles. Al menos tenía la tranquilidad de saber que esos SS estaban rindiendo cuentas ante Belcebú, pues el batallón de Soberanos que les había dado caza no había tenido piedad.
Aunque cesasen las emboscadas el ejército español se estaba enfrentando a una crisis de suministros. Desde el primer momento se sabía que pocos puentes franceses podrían resistir el paso de camiones pesados, por lo que en su lugar se habían empleado puentes ferroviarios, concebidos para cargas mayores. Pero no todos se podían emplear (muchos tenían una especie de caja metálica que no dejaba pasar vehículos voluminosos) y construir los accesos, un firme por el que circular, y poner quitamiedos, llevaba tiempo. Además el paso de vehículos por esos puentes era lento y se estaban formando monumentales atascos. Las unidades de ingenieros (reforzadas por decenas de miles de antiguos obreros de la construcción que habían encontrado un trabajo a su medida) estaban reforzando los de carretera, pero costaba tiempo, la mercancía más valiosa en una guerra.
Sin embargo el problema más serio era el del apoyo aéreo. El avance había dejado muy atrás las bases de la Península, y además el Ejército del Aire había tenido que dejar en la reserva a sus cazas Typhoon, EF-18 y Mirage F.1. Quedaban algunos aviones en servicio pero García Martín los reservaba para misiones de trascendental importancia. Al menos estaban siendo sustituidos por los nuevos Halcones, o Chirris como eran llamados por sus pilotos, unos aparatos que estaban dando un excelente resultado.
Pero la Luftwaffe había resurgido y se habían producido varios combates aéreos, en los que los Halcones, armados con misiles, habían tenido ventaja. Lo malo era que la necesidad de escoltar a los helicópteros, que estaba reteniendo a buena parte de su aviación táctica, y sin apoyo aéreo el avance del ejército sería lento y costoso. Además ya se habían producido varios enfrentamientos con reactores alemanes. Un tal Entrena Klett había protagonizado el primer derribo de un reactor en esta línea temporal, y un Gladio había destruido otro. Pero dos reactores habían intentado interceptar a un Airbus A330, y aunque el avión pudo eludirlos con facilidad, significaba que la ofensiva aérea sobre Alemania corría peligro.
El Ejército del Aire tenía cada vez más cazas F-5 (aun no se acostumbraba a llamarlos C.19) enormemente superiores a los reactores alemanes, e incluso los C-101 podían lidiar con ellos. Pero los F-5 eran aviones de autonomía muy corta. El empleo de aviones cisterna permitía mantener algunos aparatos dando protección al ejército, pero no realizar misiones de escolta sobre Alemania. Eso solo sería posible cuando se acabasen las obras de mejora de los aeropuertos de Orly, Dijon y Nancy.
Las fuerzas de tierra tenían sus propios problemas. Los daños en combate y las averías por desgaste le habían dejado con menos de la mitad de los tanques con los que había empezado la batalla. Quedaban muchos blindados, pero habían sido los invulnerables carros de combate los que habían sostenido el avance. Los comandantes de las fuerzas acorazadas le estaban pidiendo a gritos una pausa, indicando que, de no hacerla, sufrirían muchas bajas y de todas formas no podrían seguir mucho más
García Martín tuvo que tomar una decisión amarga. Iba a detener el avance durante seis semanas, para permitir que se acabasen las base aéreas y que las unidades acorazadas recuperasen su potencial. Sabía que daba al enemigo una oportunidad, pero no tenía otro remedio.
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COLONIA (ALEMANIA)
El mariscal von Bock miraba preocupado el tablero del frente Occidental donde las fichas representaban ejércitos, cuerpos de ejército, divisiones,... aunque en el caso alemán muchas unidades en realidad no tenían mayor valor que esas fichas.
En el norte el Grupo de Ejércitos del Noroeste de Buchs se extendía desde el mar hasta el Mosa, el Grupo de Ejércitos del Centro de Schörner se le unía con el frente hasta el Rin y Weich cubría con el Grupo de Ejércitos del Suroeste el frente del Rin.
Frente a ellos tenía a las fuerzas de Auchinleck en Bélgica: con el ejército canadiense moviéndose por la costa y capturando Gante y Brujas, Ritchie y el 8º Ejército habían entrado en Bruselas y Namur, seguido por el 10º Ejército de Wavel. Después los polacos y eslovacos que habían pasado Sedan y se acercaban a Arlon. Más tropas franco-británicas más allá de Metz con apoyo español. Y finalmente el grueso francés en Alsacia habían entrado en Saverne y los españoles en Colmar.
Pero parecía que las unidades españolas estaban siendo retiradas de primera línea estos días. ¿estarían agotadas? ¿las estaban concentrando? Solo se percibía un menor empuje por su parte mientras que los restantes aliados aumentaban la presión general.
¿Qué hacer era la duda? Y desde Berlín los enlaces habían traido ordenes de atacar por las Ardenas con las tropas SS que se estaban reconcentrando en la zona, si bien el propio von Bock había ordenado retirar en parte al Ejército Werewolf ante los motines en la retaguardía alemana, aunque no dudaba que Himmler volvería a presionar para nuevos ataques suicidas.
La idea de un ataque en las Ardenas era tentadora, aprovechando que los polacos, eslovacos y franceses estaban muy extendidos, pero al mismo tiempo pensaba que podía ser un cebo. Los españoles sabían que los alemanes en la otra línea lo habían hecho en el invierno de 1944-45 y ahora en el invierno que llegaba de 1941-42 podían querer repetirlo. ¿les esperaba una trampa? ¿era un engaño para cruzar el Rin en otro sector? ¿Pero donde?
Von Bock no sabía que hacer.
El mariscal von Bock miraba preocupado el tablero del frente Occidental donde las fichas representaban ejércitos, cuerpos de ejército, divisiones,... aunque en el caso alemán muchas unidades en realidad no tenían mayor valor que esas fichas.
En el norte el Grupo de Ejércitos del Noroeste de Buchs se extendía desde el mar hasta el Mosa, el Grupo de Ejércitos del Centro de Schörner se le unía con el frente hasta el Rin y Weich cubría con el Grupo de Ejércitos del Suroeste el frente del Rin.
Frente a ellos tenía a las fuerzas de Auchinleck en Bélgica: con el ejército canadiense moviéndose por la costa y capturando Gante y Brujas, Ritchie y el 8º Ejército habían entrado en Bruselas y Namur, seguido por el 10º Ejército de Wavel. Después los polacos y eslovacos que habían pasado Sedan y se acercaban a Arlon. Más tropas franco-británicas más allá de Metz con apoyo español. Y finalmente el grueso francés en Alsacia habían entrado en Saverne y los españoles en Colmar.
Pero parecía que las unidades españolas estaban siendo retiradas de primera línea estos días. ¿estarían agotadas? ¿las estaban concentrando? Solo se percibía un menor empuje por su parte mientras que los restantes aliados aumentaban la presión general.
¿Qué hacer era la duda? Y desde Berlín los enlaces habían traido ordenes de atacar por las Ardenas con las tropas SS que se estaban reconcentrando en la zona, si bien el propio von Bock había ordenado retirar en parte al Ejército Werewolf ante los motines en la retaguardía alemana, aunque no dudaba que Himmler volvería a presionar para nuevos ataques suicidas.
La idea de un ataque en las Ardenas era tentadora, aprovechando que los polacos, eslovacos y franceses estaban muy extendidos, pero al mismo tiempo pensaba que podía ser un cebo. Los españoles sabían que los alemanes en la otra línea lo habían hecho en el invierno de 1944-45 y ahora en el invierno que llegaba de 1941-42 podían querer repetirlo. ¿les esperaba una trampa? ¿era un engaño para cruzar el Rin en otro sector? ¿Pero donde?
Von Bock no sabía que hacer.
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LA FRACTURA
COMISIÓN PARLAMENTARIA DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (MADRID, ESPAÑA).
El informe confidencial de los Ministros de Defensa e Interior sobre el estado de las operaciones, en sede de la Comisión Especial para la Guerra, había sido bien acogido. Las imágenes de la liberación de Paris, de las columnas de prisioneros, del rápido avance hasta el Rin fue de gran interés, y no hubo discursión en hacer públicas algunas informaciones hasta el momento confidenciales.
Pero había varios asuntos complicados que discutir.
En primer lugar, la necesidad de habilitar puentes y aeropuerto paralizaría unas semanas las operaciones, ciertamente con las técnicas de 2016 un aeródromo se asfaltaría en cuestión de horas y en un par de días estarían las principales instalaciones, pero aún así habría que parar el avance un poco. Algunos diputados comentaron las palabras de Patton del combustible y de comerse los cinturones, y si no había riesgo de contraataque alemán por las Ardenas a lo que el Ministro sonriendo indicó que esperaba que lo hicieran.
Más complejo era el asunto de los prisioneros y exiliados, el número de prisioneros alemanes se contaba por cientos de miles e incluso millones. Y aún habilitando todas las prisiones, centros de internamiento, y otros lugares empezaba a rebosar. Gran Bretaña y Francia estaban absorviendo gran parte e incluso enviándolos a Canadá y Argelia, mientras el gobierno trasladaba a miles a Canarias e incluso Guinea.
A preguntas de la oposición, el gobierno desveló el sistema de clasificación de prisioneros, indicando que se conocían los antecedentes de muchos por lo que los más nazis estaban siendo rápidamente separados y enviados a campos especiales para evitar que controlaran al resto.
Entre el resto también importantes personalidades del futuro estaban siendo separados de cara a la postguerra; pero todos estaban recibiendo una educación sobre la democracia, el nazismo y la Historia en base en las técnicas más desarrolladas durante la guerra. Los niños por supuesto eran los que se adaptaban con más facilidad y en los centros de menores y campamentos adoptaban comportamientos más corrientes a su edad. Curiosamente entre los prisioneros acababan de capturar a un Flakhelfer de la HJ bávaro llamado Joseph que era seminarista sobre el cuál la Conferencia Episcopal había mostrado interés.
Pero había surgido un problema que no sabía si enturbiaría las relaciones con los aliados o si supondría la llegada masiva de refugiados, miles de personas, mayormente mujeres habían cruzado la frontera, algunas con niños pequeños o bebés, pidiendo asilo ante las represalias de los "patriotas franceses" (que no habían movido un dedo desde 1940), bien por ser depurados de sus puestos de trabajo para la Administración de Vichy (en caso de los petanistas más significados habían sido puestos en cuarentena) o por tener parejas alemanas. Este último caso estaba oacionando el problema de los prisioneros alemanes y sus parejas francesas, belgas, holandesas,... y en su caso los niños nacidos de ambos, y si debían reunirlos.
El informe confidencial de los Ministros de Defensa e Interior sobre el estado de las operaciones, en sede de la Comisión Especial para la Guerra, había sido bien acogido. Las imágenes de la liberación de Paris, de las columnas de prisioneros, del rápido avance hasta el Rin fue de gran interés, y no hubo discursión en hacer públicas algunas informaciones hasta el momento confidenciales.
Pero había varios asuntos complicados que discutir.
En primer lugar, la necesidad de habilitar puentes y aeropuerto paralizaría unas semanas las operaciones, ciertamente con las técnicas de 2016 un aeródromo se asfaltaría en cuestión de horas y en un par de días estarían las principales instalaciones, pero aún así habría que parar el avance un poco. Algunos diputados comentaron las palabras de Patton del combustible y de comerse los cinturones, y si no había riesgo de contraataque alemán por las Ardenas a lo que el Ministro sonriendo indicó que esperaba que lo hicieran.
Más complejo era el asunto de los prisioneros y exiliados, el número de prisioneros alemanes se contaba por cientos de miles e incluso millones. Y aún habilitando todas las prisiones, centros de internamiento, y otros lugares empezaba a rebosar. Gran Bretaña y Francia estaban absorviendo gran parte e incluso enviándolos a Canadá y Argelia, mientras el gobierno trasladaba a miles a Canarias e incluso Guinea.
A preguntas de la oposición, el gobierno desveló el sistema de clasificación de prisioneros, indicando que se conocían los antecedentes de muchos por lo que los más nazis estaban siendo rápidamente separados y enviados a campos especiales para evitar que controlaran al resto.
Entre el resto también importantes personalidades del futuro estaban siendo separados de cara a la postguerra; pero todos estaban recibiendo una educación sobre la democracia, el nazismo y la Historia en base en las técnicas más desarrolladas durante la guerra. Los niños por supuesto eran los que se adaptaban con más facilidad y en los centros de menores y campamentos adoptaban comportamientos más corrientes a su edad. Curiosamente entre los prisioneros acababan de capturar a un Flakhelfer de la HJ bávaro llamado Joseph que era seminarista sobre el cuál la Conferencia Episcopal había mostrado interés.
Pero había surgido un problema que no sabía si enturbiaría las relaciones con los aliados o si supondría la llegada masiva de refugiados, miles de personas, mayormente mujeres habían cruzado la frontera, algunas con niños pequeños o bebés, pidiendo asilo ante las represalias de los "patriotas franceses" (que no habían movido un dedo desde 1940), bien por ser depurados de sus puestos de trabajo para la Administración de Vichy (en caso de los petanistas más significados habían sido puestos en cuarentena) o por tener parejas alemanas. Este último caso estaba oacionando el problema de los prisioneros alemanes y sus parejas francesas, belgas, holandesas,... y en su caso los niños nacidos de ambos, y si debían reunirlos.
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LA FRACTURA
El alto se iba a tener que prolongar aun más de lo esperado. Hubiese debido durar cuatro o seis semanas, pero ahora García Martín calculaba que necesitaba por lo menos un mes más antes de reemprender las operaciones ofensivas.
Inicialmente, el motivo principal había sido la organización de la retaguardia, la mejora de las comunicaciones terrestres y, sobre todo, la construcción de bases aéreas avanzadas. García Martín confiaba en las grandes empresas de construcción españolas, y no le habían defraudado. Habían hecho un magnífico trabajo reforzando puentes, mejorando carreteras y construyendo pistas de aterrizaje. Ya había tres bases desde las que podían operar los cazas a reacción (Orly junto a París, Nancy y Dijon), y en el próximo mes se finalizarían las de Reims y Saint-Dizier. Los aviones de transporte convertidos en bombarderos no operaban desde esas pistas, acabadas a toda prisa, pero sí lo hacían los más ligeros F-5 (mejor dicho, C.19) y C-101.
Con todo, las obras habían requerido una cantidad ingente de materiales de construcción que casi había acabado con las existencias, a pesar de haber miles de toneladas almacenadas tras el pinchazo de la “burbuja” de la construcción. Un problema igualmente grave había sido el de los repuestos para maquinarias; las factorías españolas habían tenido que centrarse en la producción de equipos y repuestos militares, y para mantener algunas máquinas en funcionamiento había sido necesario “canibalizar” otras. Decenas de miles de vehículos habían acabado en parques de desguace para reciclar sus componentes. El reciclaje se había convertido en un campo en constante expansión en la España post Fractura.
Pero el principal problema al que se estaban enfrentando las Fuerzas Armadas españolas era la falta de municiones. El año de gracia que Alemania había dado antes de atacar había permitido ampliar las factorías y acumular reservas, pero el consumo había sido enorme. El criterio había sido disparar en lugar de arriesgar vidas, algo que García Martín aprobaba (pues la opinión pública aceptaba muy mal las listas de bajas, cada vez más largas) pero que había dejado los almacenes vacíos. Tanto de armas guiadas (el Ejército del Aire había lanzado miles de bombas “inteligentes”) como de bombas “tontas” o cartuchería de todo tipo.
Al menos la detención de las operaciones y la retirada de primera línea de la mayoría de las unidades españolas estaban permitiendo rellenar los almacenes. Además la ayuda aliada también estaba solventando algunas necesidades: los tipos más avanzados de munición (no solo las “inteligentes”, sino otros como los proyectiles antitanque de casquillo desprendible) no habían sido licenciados, pero las fábricas norteamericanas estaban produciendo proyectiles de artillería y de mortero compatibles con las armas españolas, y bombas aerodinámicas a las que luego se adaptaban los sistemas de guiado. También llegaban a puertos españoles buques con decenas de miles de toneladas de explosivos, complementando a lo producido por la agobiada industria química española.
La pausa estaba teniendo otro beneficio: se habían podido reagrupar las unidades que tras tres meses continuos de operaciones necesitaban un descanso, para reparar sus máquinas o sustituirlas por otros de nueva producción. Ello incluía, por desgracia, a algunas de las unidades más avanzadas: en el Ejército del Aire, los Typhoon y EF-18 habían pasado a la reserva, y solo se pensaba emplearlos en operaciones puntuales. En el Ejército de Tierra, algo similar estaba pasando con los tanques Leopardo, y las divisiones Guadarrama y Guzmán el Bueno habían tenido que sustituir los Leopardos de una de sus brigadas por tanques Lince. Estos, a su vez, se habían visto obligados a emplear munición subcalibrada con dardos de acero, sin núcleo perforante; eran más que suficiente contra los anticuados tanques alemanes, y se guardaba la mejor munición por si aparecían en escena los Tiger.
El invierno también había disminuido el ritmo de las operaciones aéreas. Los bombardeos con bombas guiadas precisaban buen tiempo, y había pocos objetivos suficientemente alejados de las ciudades que se pudiesen atacar con “bombas tontas” lanzadas a ciegas. Además los alemanes estaban aprendiendo. Habían empezado a desplegar potentes cañones antiaéreos de 128 y 150 mm, los únicos capaces de alcanzar las cotas a las que operaban los bombarderos españoles; no se sabía si eran de nueva construcción o rescatados de buques de la Kriegsmarine. Sus proyectiles tenían espoletas con mayor retardo para poder alcanzar las altas cotas a las que operaban los aviones españoles. Aunque a esa altura resultaban muy imprecisos, una batería instalada en el Zoo de Berlín se había anotado un derribo (un Airbus 340 que se había incendiado y luego estallado) y había averiado gravemente a dos Boeing 737 que habían tenido que efectuar aterrizajes de emergencia en Francia, sin poder ser reparados.
También habían empleado una táctica ya usada por los republicanos en la Guerra Civil Española, cuando sus lentos cazas no podían alcanzar a los rápidos Dornier y Heinkel: el ataque frontal. Cuando se detectaba la llegada de aviones españoles, aviones de caza alemanes (sobre todo Junkers 88 aligerados con motores preparados para alta cota) se situaban sobre Berlín e intentaban atacar de frente a los aparatos españoles. Con todo, la gran diferencia de velocidad había permitido que los bombarderos esquivasen con facilidad a los cazas de defensa, pero a costa de abortar los ataques. Aunque luego se hubiesen bombardeado objetivos secundarios, de hecho más valiosos (en Berlín ya no quedaba prácticamente nada que mereciese una bomba, y se estaban atacando los puentes sobre los canales o las sedes del partido), era políticamente muy importante que todos los días cayese sobre la capital alemana alguna bomba: cuando el mal tiempo no permitían emplear bombas guiadas, se atacaban los aeródromos cercanos a la capital.
Los ataques frontales con aparatos de hélice ya estaban siendo una molestia, pero además se habían incorporado los reactores. Un CRJ de reconocimiento se había librado por poco de uno de esos acosos (al ser un aparato más ligero había podido efectuar una maniobra imposible para un Airbus) y se temía que se reprodujesen en el futuro. Si no se acababa con esa amenaza, iba a ser necesario escoltar a los bombarderos. El Ejército del Aire ya tenía en servicio muchos C.19: CASA había entregado doscientas células, aunque casi la mitad seguía en la factoría a la espera de motores. Pero tener que emplear los aviones en misiones de escolta reduciría el número disponible para operaciones de combate.
El pronóstico del tiempo para la próxima semana era malo: Berlín tendría unas navidades tranquilas. Pero en cuanto mejorase el tiempo sería preciso acabar de una vez con esa amenaza.
Inicialmente, el motivo principal había sido la organización de la retaguardia, la mejora de las comunicaciones terrestres y, sobre todo, la construcción de bases aéreas avanzadas. García Martín confiaba en las grandes empresas de construcción españolas, y no le habían defraudado. Habían hecho un magnífico trabajo reforzando puentes, mejorando carreteras y construyendo pistas de aterrizaje. Ya había tres bases desde las que podían operar los cazas a reacción (Orly junto a París, Nancy y Dijon), y en el próximo mes se finalizarían las de Reims y Saint-Dizier. Los aviones de transporte convertidos en bombarderos no operaban desde esas pistas, acabadas a toda prisa, pero sí lo hacían los más ligeros F-5 (mejor dicho, C.19) y C-101.
Con todo, las obras habían requerido una cantidad ingente de materiales de construcción que casi había acabado con las existencias, a pesar de haber miles de toneladas almacenadas tras el pinchazo de la “burbuja” de la construcción. Un problema igualmente grave había sido el de los repuestos para maquinarias; las factorías españolas habían tenido que centrarse en la producción de equipos y repuestos militares, y para mantener algunas máquinas en funcionamiento había sido necesario “canibalizar” otras. Decenas de miles de vehículos habían acabado en parques de desguace para reciclar sus componentes. El reciclaje se había convertido en un campo en constante expansión en la España post Fractura.
Pero el principal problema al que se estaban enfrentando las Fuerzas Armadas españolas era la falta de municiones. El año de gracia que Alemania había dado antes de atacar había permitido ampliar las factorías y acumular reservas, pero el consumo había sido enorme. El criterio había sido disparar en lugar de arriesgar vidas, algo que García Martín aprobaba (pues la opinión pública aceptaba muy mal las listas de bajas, cada vez más largas) pero que había dejado los almacenes vacíos. Tanto de armas guiadas (el Ejército del Aire había lanzado miles de bombas “inteligentes”) como de bombas “tontas” o cartuchería de todo tipo.
Al menos la detención de las operaciones y la retirada de primera línea de la mayoría de las unidades españolas estaban permitiendo rellenar los almacenes. Además la ayuda aliada también estaba solventando algunas necesidades: los tipos más avanzados de munición (no solo las “inteligentes”, sino otros como los proyectiles antitanque de casquillo desprendible) no habían sido licenciados, pero las fábricas norteamericanas estaban produciendo proyectiles de artillería y de mortero compatibles con las armas españolas, y bombas aerodinámicas a las que luego se adaptaban los sistemas de guiado. También llegaban a puertos españoles buques con decenas de miles de toneladas de explosivos, complementando a lo producido por la agobiada industria química española.
La pausa estaba teniendo otro beneficio: se habían podido reagrupar las unidades que tras tres meses continuos de operaciones necesitaban un descanso, para reparar sus máquinas o sustituirlas por otros de nueva producción. Ello incluía, por desgracia, a algunas de las unidades más avanzadas: en el Ejército del Aire, los Typhoon y EF-18 habían pasado a la reserva, y solo se pensaba emplearlos en operaciones puntuales. En el Ejército de Tierra, algo similar estaba pasando con los tanques Leopardo, y las divisiones Guadarrama y Guzmán el Bueno habían tenido que sustituir los Leopardos de una de sus brigadas por tanques Lince. Estos, a su vez, se habían visto obligados a emplear munición subcalibrada con dardos de acero, sin núcleo perforante; eran más que suficiente contra los anticuados tanques alemanes, y se guardaba la mejor munición por si aparecían en escena los Tiger.
El invierno también había disminuido el ritmo de las operaciones aéreas. Los bombardeos con bombas guiadas precisaban buen tiempo, y había pocos objetivos suficientemente alejados de las ciudades que se pudiesen atacar con “bombas tontas” lanzadas a ciegas. Además los alemanes estaban aprendiendo. Habían empezado a desplegar potentes cañones antiaéreos de 128 y 150 mm, los únicos capaces de alcanzar las cotas a las que operaban los bombarderos españoles; no se sabía si eran de nueva construcción o rescatados de buques de la Kriegsmarine. Sus proyectiles tenían espoletas con mayor retardo para poder alcanzar las altas cotas a las que operaban los aviones españoles. Aunque a esa altura resultaban muy imprecisos, una batería instalada en el Zoo de Berlín se había anotado un derribo (un Airbus 340 que se había incendiado y luego estallado) y había averiado gravemente a dos Boeing 737 que habían tenido que efectuar aterrizajes de emergencia en Francia, sin poder ser reparados.
También habían empleado una táctica ya usada por los republicanos en la Guerra Civil Española, cuando sus lentos cazas no podían alcanzar a los rápidos Dornier y Heinkel: el ataque frontal. Cuando se detectaba la llegada de aviones españoles, aviones de caza alemanes (sobre todo Junkers 88 aligerados con motores preparados para alta cota) se situaban sobre Berlín e intentaban atacar de frente a los aparatos españoles. Con todo, la gran diferencia de velocidad había permitido que los bombarderos esquivasen con facilidad a los cazas de defensa, pero a costa de abortar los ataques. Aunque luego se hubiesen bombardeado objetivos secundarios, de hecho más valiosos (en Berlín ya no quedaba prácticamente nada que mereciese una bomba, y se estaban atacando los puentes sobre los canales o las sedes del partido), era políticamente muy importante que todos los días cayese sobre la capital alemana alguna bomba: cuando el mal tiempo no permitían emplear bombas guiadas, se atacaban los aeródromos cercanos a la capital.
Los ataques frontales con aparatos de hélice ya estaban siendo una molestia, pero además se habían incorporado los reactores. Un CRJ de reconocimiento se había librado por poco de uno de esos acosos (al ser un aparato más ligero había podido efectuar una maniobra imposible para un Airbus) y se temía que se reprodujesen en el futuro. Si no se acababa con esa amenaza, iba a ser necesario escoltar a los bombarderos. El Ejército del Aire ya tenía en servicio muchos C.19: CASA había entregado doscientas células, aunque casi la mitad seguía en la factoría a la espera de motores. Pero tener que emplear los aviones en misiones de escolta reduciría el número disponible para operaciones de combate.
El pronóstico del tiempo para la próxima semana era malo: Berlín tendría unas navidades tranquilas. Pero en cuanto mejorase el tiempo sería preciso acabar de una vez con esa amenaza.
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LA FRACTURA
—Vuelven otra vez, mein Oberstleutnant.
La pantalla mostraba como la línea verde, habitualmente fija o a lo sumo temblorosa, se había convertido en algo parecido al sismograma de un gran terremoto. El dispositivo era uno de los pocos equipos que tenía Alemania para detectar las incursiones de los aviones españoles: la pérdida de Francia había acabado con la red Kammhuber, y los nuevos equipos que se estaban instalando en Alemania eran atacados sistemáticamente por los aviones españoles. Tan frecuentes eran dichos ataques que se había intentado crear trampas con cañones antiaéreos, pero el enemigo estaba empleando sus malditas bombas radioguiadas que destrozaban los radiotelémetros sin que los aviones atacantes tuviesen que exponerse.
Pero era raro que los aparatos españoles volasen solos. Casi siempre eran apoyados por otros aviones con radioemisores de gran potencia. Unos (según las fotografías tomadas desde tierra) eran radiotelémetros volantes, otros llevaban sistemas de comunicaciones, y también los había destinados a cegar las radios y los radiotelémetros alemanes.
Por eso una manera muy sencilla de detectar las olas de atacantes era mediante radiogoniómetros. Cuando se detectaban emisiones (los operadores estaban empezando a saber diferenciar entre unos y otros tipos) las instalaciones terrestres localizaban la dirección de las emisiones, y mediante triangulación podía conocerse la situación aproximada de los aviones enemigos. Esos informes eran muy imprecisos, pero se complementaban con una extensísima red de observadores que usando desde prismáticos a telescopios astronómicos vigilaban los cielos e identificaban a los aviones atacantes, su número y la dirección.
Cuando hacía mal tiempo poco se podía hacer, aunque parecía que los aviones enemigos no podían emplear sus bombas dirigidas cuando había nubes; por eso se habían empezado a situar sobre las zonas industriales que aun funcionaban grandes generadores de humo. Esa nube química atacaba los pulmones de los operarios pero los protegía de las bombas.
Pero este día, el último del fatídico 1941, los fuertes vientos del norte que habían hecho desplomarse las temperaturas también habían limpiado los cielos. Además el aire gélido hacía que los motores de los aviones dejasen estelas que los delataban. Desde decenas de estaciones de observación empezaron a llegar avisos al centro de control. Allí las auxiliares, utilizando los datos de los observadores, proyectaban siluetas de aviones sobre una gran pantalla que representaba a Alemania. Otras siluetas mostraban las posiciones de los cazas de defensa.
Iba a ser un ataque importante y parecía dirigido exclusivamente contra Berlín. Al menos cuarenta aviones de dos tipos: de unos llamados “Cerrejota”, que eran pequeños y con motores detrás, y de otros “Boeing” con motores en las alas. Parecía que los españoles querían despedir el año a lo grande. Pero no lo iban a tener fácil. El teniente coronel ordenó que despegasen las unidades de defensa de la capital.
La pantalla mostraba como la línea verde, habitualmente fija o a lo sumo temblorosa, se había convertido en algo parecido al sismograma de un gran terremoto. El dispositivo era uno de los pocos equipos que tenía Alemania para detectar las incursiones de los aviones españoles: la pérdida de Francia había acabado con la red Kammhuber, y los nuevos equipos que se estaban instalando en Alemania eran atacados sistemáticamente por los aviones españoles. Tan frecuentes eran dichos ataques que se había intentado crear trampas con cañones antiaéreos, pero el enemigo estaba empleando sus malditas bombas radioguiadas que destrozaban los radiotelémetros sin que los aviones atacantes tuviesen que exponerse.
Pero era raro que los aparatos españoles volasen solos. Casi siempre eran apoyados por otros aviones con radioemisores de gran potencia. Unos (según las fotografías tomadas desde tierra) eran radiotelémetros volantes, otros llevaban sistemas de comunicaciones, y también los había destinados a cegar las radios y los radiotelémetros alemanes.
Por eso una manera muy sencilla de detectar las olas de atacantes era mediante radiogoniómetros. Cuando se detectaban emisiones (los operadores estaban empezando a saber diferenciar entre unos y otros tipos) las instalaciones terrestres localizaban la dirección de las emisiones, y mediante triangulación podía conocerse la situación aproximada de los aviones enemigos. Esos informes eran muy imprecisos, pero se complementaban con una extensísima red de observadores que usando desde prismáticos a telescopios astronómicos vigilaban los cielos e identificaban a los aviones atacantes, su número y la dirección.
Cuando hacía mal tiempo poco se podía hacer, aunque parecía que los aviones enemigos no podían emplear sus bombas dirigidas cuando había nubes; por eso se habían empezado a situar sobre las zonas industriales que aun funcionaban grandes generadores de humo. Esa nube química atacaba los pulmones de los operarios pero los protegía de las bombas.
Pero este día, el último del fatídico 1941, los fuertes vientos del norte que habían hecho desplomarse las temperaturas también habían limpiado los cielos. Además el aire gélido hacía que los motores de los aviones dejasen estelas que los delataban. Desde decenas de estaciones de observación empezaron a llegar avisos al centro de control. Allí las auxiliares, utilizando los datos de los observadores, proyectaban siluetas de aviones sobre una gran pantalla que representaba a Alemania. Otras siluetas mostraban las posiciones de los cazas de defensa.
Iba a ser un ataque importante y parecía dirigido exclusivamente contra Berlín. Al menos cuarenta aviones de dos tipos: de unos llamados “Cerrejota”, que eran pequeños y con motores detrás, y de otros “Boeing” con motores en las alas. Parecía que los españoles querían despedir el año a lo grande. Pero no lo iban a tener fácil. El teniente coronel ordenó que despegasen las unidades de defensa de la capital.
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LA FRACTURA
BOSQUE DE LAS ARDENAS (BÉLGICA)
-Hace frío Herr Comandante.
-Lo sé, pero que esperabaís ¿que les pusieran calefacción a estos nuevos carros?.
-Bueno por poner ya le han puesto mucho, este cañón es demasiado pesado.
-Supongo que lo habrán sacado de la Marina, Franz, a la mayoría del pelotón les han dado los nuevos 88, pero a nosotros nos han montado esto y lo llaman León. Dicen que sacaron la idea de una cosa que hicieron los soviéticos durante la guerra en la otra línea del tiempo.
-No lo sé Herr Comandante, solo veo que cada vez que nos movemos oscilamos demasiado para delante, y eso en una recta, como nos metamos en una zanja el carro se nos va; y eso si el motor no falla antes.
El Comandante calló, sabía que sus nuevos Tiger recién sacados de la fábrica a toda velocidad eran mamotretos a los que algún diseñador con urgencia se le había ocurrido meter encima todo lo posible en blindaje y cañón para hacer frente a los españoles. El resultado era que ya los pobres e impredecibles motores Maybach se descomponían cada pocos metros y no podían arrastrar a los carros, eso en los casos en que tenían gasolina que la tenían que racionar en cuentagotas.
-Vamos, vamos recuerden que somos SS, el Führer y el Reich cuentan con nosotros.
-Si Herr Comandante pero hace un par de años estabamos por esta zona y ahora volvemos al punto de partida con una situación peor. Por no hablar lo de los niños.
-Si Franz, eso es absurdo. Bueno con los británicos cruzando el Canal Albert y los franceses en el Saar tenemos que cumplir nuestro deber. Teodor, tienes el mapa como se llama el pueblo ese que nos han dicho que es posible que tengamos que atacar si deciden lanzar la ofensiva.
-Dejeme ver Herr Comandante,..., Bastogne, me parece que Bastogne y luego hacia el sur en dirección al río Semois. Suponiendo que no nos vea la aviación en medio del bosque.
LONDRÉS
-No insista general Montgomery.-
-Pero el plan suena bien...
-Si pero tal y como leyó en el informe, la tal Market Garden fue un desastre y bastante aparatoso, y los libros lo dejan claro, muchos de los comandantes británicos metieron la pata hasta el fondo. Es por ello que ese plan para cruzar el Rin ha sido descartado.
-Bien, como diga Mariscal Auchinleck.
-En resumén el general Ritchie presionará frontalmente hacia Tilburg y Nimega, y al mismo tiempo se avanza sobre Aquisgrán, pero sin penetrar en el bosque. Por su parte usaremos los paracaidistas y las fuerzas de la Armada para una serie de golpes de mano en las islas de Zelandia, aprovechando que tenemos asegurados los accesos al Escalda, para liberar La Haya y envolver el ala alemana.
-Hace frío Herr Comandante.
-Lo sé, pero que esperabaís ¿que les pusieran calefacción a estos nuevos carros?.
-Bueno por poner ya le han puesto mucho, este cañón es demasiado pesado.
-Supongo que lo habrán sacado de la Marina, Franz, a la mayoría del pelotón les han dado los nuevos 88, pero a nosotros nos han montado esto y lo llaman León. Dicen que sacaron la idea de una cosa que hicieron los soviéticos durante la guerra en la otra línea del tiempo.
-No lo sé Herr Comandante, solo veo que cada vez que nos movemos oscilamos demasiado para delante, y eso en una recta, como nos metamos en una zanja el carro se nos va; y eso si el motor no falla antes.
El Comandante calló, sabía que sus nuevos Tiger recién sacados de la fábrica a toda velocidad eran mamotretos a los que algún diseñador con urgencia se le había ocurrido meter encima todo lo posible en blindaje y cañón para hacer frente a los españoles. El resultado era que ya los pobres e impredecibles motores Maybach se descomponían cada pocos metros y no podían arrastrar a los carros, eso en los casos en que tenían gasolina que la tenían que racionar en cuentagotas.
-Vamos, vamos recuerden que somos SS, el Führer y el Reich cuentan con nosotros.
-Si Herr Comandante pero hace un par de años estabamos por esta zona y ahora volvemos al punto de partida con una situación peor. Por no hablar lo de los niños.
-Si Franz, eso es absurdo. Bueno con los británicos cruzando el Canal Albert y los franceses en el Saar tenemos que cumplir nuestro deber. Teodor, tienes el mapa como se llama el pueblo ese que nos han dicho que es posible que tengamos que atacar si deciden lanzar la ofensiva.
-Dejeme ver Herr Comandante,..., Bastogne, me parece que Bastogne y luego hacia el sur en dirección al río Semois. Suponiendo que no nos vea la aviación en medio del bosque.
LONDRÉS
-No insista general Montgomery.-
-Pero el plan suena bien...
-Si pero tal y como leyó en el informe, la tal Market Garden fue un desastre y bastante aparatoso, y los libros lo dejan claro, muchos de los comandantes británicos metieron la pata hasta el fondo. Es por ello que ese plan para cruzar el Rin ha sido descartado.
-Bien, como diga Mariscal Auchinleck.
-En resumén el general Ritchie presionará frontalmente hacia Tilburg y Nimega, y al mismo tiempo se avanza sobre Aquisgrán, pero sin penetrar en el bosque. Por su parte usaremos los paracaidistas y las fuerzas de la Armada para una serie de golpes de mano en las islas de Zelandia, aprovechando que tenemos asegurados los accesos al Escalda, para liberar La Haya y envolver el ala alemana.
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LA FRACTURA
La gran fuerza de bombarderos se había reunido sobre Bélgica y el norte de Francia antes de dirigirse hacia Berlín. Estaba formada por lo mejor de la fuerza: los quince “Pericos” que ya había en servicio (Boeing 737 modificados), otros quince 737 que también llevaban bombas guiadas, ocho CRJ-200 con equipo para designación de blancos, dos Airbus A319E Atalaya (radares aerotransportados) y otros cuatro A320 de guerra electrónica. Algo más atrás eran seguidos por ocho A330. Los aviones volaban dejando amplios espacios entre ellos: no se trataba de aparatos de combate, eran muy poco ágiles, y volar en formación implicaba un riesgo inasumible.
Las dotaciones estaban preocupadas. Todos sabían que sobre Berlín ya se habían perdido cuatro aviones. No siempre era debido a la acción enemiga: los aviones volaban muy alto, casi en su máximo techo operativo, y llevaban cargas externas que afectaban a su aerodinámica. Se pensaba que uno de los dos A340 desaparecidos sobre Berlín lo había sido en un accidente de ese tipo. La de un Embraer 195 se achacaba a una avería mecánica, pero no había ninguna duda sobre lo ocurrido con un Boeing 737 y con un A340: había sido la antiaérea. El 737 había sufrido una despresurización explosiva, y el A340, derribado apenas tres semanas antes, se había incendiado tras ser alcanzado por la metralla. Varios aparatos más habían sido dañados. Berlín se estaba convirtiendo en un objetivo difícil.
Además estaba la molestia de los ataques frontales. Los Atalaya avisaban con mucho tiempo de la presencia de los cazas alemanes, y normalmente bastaba con ascender un poco y dar un viraje suave para dejarlos atrás. Pero diez días antes un CRJ se había librado por los pelos. Había sido atacado por un Heinkel 280 que las cámaras del aparato español habían captado. Era a todas luces un prototipo, y uno de los motores se había puesto a humear cuando el Heinkel intentó volver a atacar al aparato español; no se sabía si el reactor alemán había sobrevivido al incidente, pero era un aviso de lo que estaba por venir.
Al menos esta vez iban a tener ángeles de la guarda.
* * *
La escuadrilla del “subcomandante” Marcos había despegado de la nueva base aérea de Nancy, y luego había repostado de un A330 que orbitaba sobre el Rin. Con los depósitos llenos, los aviones descendieron hasta solo cuatro mil metros de altura: la cota más baja a la que sus motores no dejaban delatoras estelas de condensación, pero lo suficientemente altos para que sus motores no se escuchasen, y los pequeños aviones, pintados de color gris claro, fuesen casi indistinguibles desde tierra. Luego se dirigieron hacia Berlín. En lo alto se veían las estelas de los aviones de pasajeros que estaban actuando como bombarderos improvisados.
—Atalaya 4 a Flecha 2. Contactos múltiples sobre Berlín. Procedan según el plan.
Los aviones siguieron a baja altura. Aunque no tenían radar, recibían las informaciones de los A319E que les dirigían hacia sus objetivos. Sin embargo, al acercarse a la capital germana encontraron una bolsa de aire frío que hizo que los motores dejasen delatoras estelas de vapor.
* * *
—Nuevos aviones detectados. Un observador de Magdeburgo informa estar viendo varios aviones pequeños, con forma de dardo. Están algo por delante de los bombarderos enemigos. Un momento, tenemos otro informe similar desde Stendal. Otro más de…
En la pantalla las operarias proyectaron nuevas siluetas. Por lo menos diez grupos, que se mantenían a baja altura por delante de los aviones de bombardeo. Probablemente se trataba de cazas de escolta ¿no se suponía, según los informes de desertores, que esos aviones no tenían suficiente autonomía? Entonces el teniente coronel comprendió cuáles eran las intenciones reales del enemigo y maldijo en silencio.
—Ordene a las escuadrillas de defensa de Berlín que se retiren.
—A sus órdenes, mein Oberstleutnant.
Sin embargo resultó imposible contactar con los pilotos: la interferencia de radio española había aumentado de potencia hasta niveles nunca alcanzados. Se iba a intentar emplear señales visuales, pero a la cota a la que estaban las escuadrillas de Junkers y de reactores sería imposible. El teniente coronel siguió observando la pantalla y observando el drama que se preparaba.
* * *
Sobre Berlín el teniente Hohagen movía sus ojos del panel de instrumentos a las góndolas de los motores y, finalmente, al horizonte. El prototipo del Heinkel 280 que pilotaba era, como mínimo, temperamental. No por el avión en sí, sino por lo caprichoso de los motores. Cualquier cambio de régimen brusco bastaba para romperlos, eso si no se incendiaban. Como le había pasado unos días antes, cuando un inoportuno fallo no solo le impidió dar caza a un avión español sino que casi le cuesta la vida.
Por la radio, como se esperaba, solo se escuchaba ruido. Una cacofonía de sonidos entre la que era imposible escuchar nada. En realidad solo contaba con sus ojos y con el frío cielo que hacía que las estelas enemigas se viesen desde lejos. Entonces vio algunas, lejanas, y un punto blanco ante él. Parpadeó varias veces, hasta que comprendió que estaba observando un aparato español que se dirigía directamente hacia él. Quitó el seguro de los cañones, disminuyó la potencia del motor al mínimo, y se preparó para una vertiginosa pasada.
Veinte kilómetros hacia el oeste la tripulación del A320 de guerra electrónica que encabezaba el ataque, que tenía el sol de frente, tardó en ver al avión alemán. Pero los informes del Atalaya bastaban: estaba cerca y era el momento de emprender acciones evasivas. Aumentaron la potencia de los motores y el avión empezó a elevarse. Luego describió un giro suave hacia la izquierda. El teniente Hohagen también emprendió la misma maniobra, para seguir manteniéndose al frente del aparato contrario. Pero cuatro kilómetros más abajo otros ojos también observaban la maniobra.
—Flecha 2 a Atalaya 4, objetivo divisado, iniciamos el ataque.
Dos C.19 pasaron bajo el aparato alemán y luego aumentaron la potencia de sus motores, ascendiendo casi en vertical, a pesar del gasto de combustible: iban a tener que visitar a los A330 para poder volver. El caza germano se recortaba contra el frío cielo invernal, y el comandante Marcos escuchó por los auriculares el satisfactorio pitido que significaba que el misil se había blocado con su objetivo. Se acercó y cuando estaba a mil quinientos metros disparó. El Banderilla (copia del Sidewinder) recorrió la distancia en unos segundos y estalló bajo el ala del aparato alemán, que empezó a caer. Con satisfacción vio que el piloto se eyectaba: la victoria aérea era más satisfactoria sin muertes.
Los cazas españoles se elevaron y atacaron a los alemanes. Cuando estos se percataron del ataque intentaron escapar, pero no tenían nada que hacer contra los ágiles C.19. En tres minutos fueron derribados veinticinco aviones, y los cazas hispanos pusieron rumbo al oeste.
Pero la misión no había acabado. Los aviones de guerra electrónica viraron, pero los CRJ siguieron, variando de altura, velocidad y rumbo para dificultar la puntería enemiga. Una vez sobre las baterías antiaéreas encendieron sus designadores. Miles de metros más lejos, los Boeing 737 empezaron a lanzar bombas guiadas que cayeron entre los montajes antiaéreos. Las defensas de Berlín habían quedado aplastadas, y una segunda oleada de aviones pasó a bombardear los puentes sobre el río Spree, cortando no solo las comunicaciones sino también las conducciones de gas y electricidad. Finalmente, un Perico lanzó millares de octavillas, avisando que si Alemania seguía en guerra el año siguiente sería peor, y recomendando a la población que, en lo sucesivo, evitase el Metro, que iba a ser el objetivo del siguiente ataque.
Las dotaciones estaban preocupadas. Todos sabían que sobre Berlín ya se habían perdido cuatro aviones. No siempre era debido a la acción enemiga: los aviones volaban muy alto, casi en su máximo techo operativo, y llevaban cargas externas que afectaban a su aerodinámica. Se pensaba que uno de los dos A340 desaparecidos sobre Berlín lo había sido en un accidente de ese tipo. La de un Embraer 195 se achacaba a una avería mecánica, pero no había ninguna duda sobre lo ocurrido con un Boeing 737 y con un A340: había sido la antiaérea. El 737 había sufrido una despresurización explosiva, y el A340, derribado apenas tres semanas antes, se había incendiado tras ser alcanzado por la metralla. Varios aparatos más habían sido dañados. Berlín se estaba convirtiendo en un objetivo difícil.
Además estaba la molestia de los ataques frontales. Los Atalaya avisaban con mucho tiempo de la presencia de los cazas alemanes, y normalmente bastaba con ascender un poco y dar un viraje suave para dejarlos atrás. Pero diez días antes un CRJ se había librado por los pelos. Había sido atacado por un Heinkel 280 que las cámaras del aparato español habían captado. Era a todas luces un prototipo, y uno de los motores se había puesto a humear cuando el Heinkel intentó volver a atacar al aparato español; no se sabía si el reactor alemán había sobrevivido al incidente, pero era un aviso de lo que estaba por venir.
Al menos esta vez iban a tener ángeles de la guarda.
* * *
La escuadrilla del “subcomandante” Marcos había despegado de la nueva base aérea de Nancy, y luego había repostado de un A330 que orbitaba sobre el Rin. Con los depósitos llenos, los aviones descendieron hasta solo cuatro mil metros de altura: la cota más baja a la que sus motores no dejaban delatoras estelas de condensación, pero lo suficientemente altos para que sus motores no se escuchasen, y los pequeños aviones, pintados de color gris claro, fuesen casi indistinguibles desde tierra. Luego se dirigieron hacia Berlín. En lo alto se veían las estelas de los aviones de pasajeros que estaban actuando como bombarderos improvisados.
—Atalaya 4 a Flecha 2. Contactos múltiples sobre Berlín. Procedan según el plan.
Los aviones siguieron a baja altura. Aunque no tenían radar, recibían las informaciones de los A319E que les dirigían hacia sus objetivos. Sin embargo, al acercarse a la capital germana encontraron una bolsa de aire frío que hizo que los motores dejasen delatoras estelas de vapor.
* * *
—Nuevos aviones detectados. Un observador de Magdeburgo informa estar viendo varios aviones pequeños, con forma de dardo. Están algo por delante de los bombarderos enemigos. Un momento, tenemos otro informe similar desde Stendal. Otro más de…
En la pantalla las operarias proyectaron nuevas siluetas. Por lo menos diez grupos, que se mantenían a baja altura por delante de los aviones de bombardeo. Probablemente se trataba de cazas de escolta ¿no se suponía, según los informes de desertores, que esos aviones no tenían suficiente autonomía? Entonces el teniente coronel comprendió cuáles eran las intenciones reales del enemigo y maldijo en silencio.
—Ordene a las escuadrillas de defensa de Berlín que se retiren.
—A sus órdenes, mein Oberstleutnant.
Sin embargo resultó imposible contactar con los pilotos: la interferencia de radio española había aumentado de potencia hasta niveles nunca alcanzados. Se iba a intentar emplear señales visuales, pero a la cota a la que estaban las escuadrillas de Junkers y de reactores sería imposible. El teniente coronel siguió observando la pantalla y observando el drama que se preparaba.
* * *
Sobre Berlín el teniente Hohagen movía sus ojos del panel de instrumentos a las góndolas de los motores y, finalmente, al horizonte. El prototipo del Heinkel 280 que pilotaba era, como mínimo, temperamental. No por el avión en sí, sino por lo caprichoso de los motores. Cualquier cambio de régimen brusco bastaba para romperlos, eso si no se incendiaban. Como le había pasado unos días antes, cuando un inoportuno fallo no solo le impidió dar caza a un avión español sino que casi le cuesta la vida.
Por la radio, como se esperaba, solo se escuchaba ruido. Una cacofonía de sonidos entre la que era imposible escuchar nada. En realidad solo contaba con sus ojos y con el frío cielo que hacía que las estelas enemigas se viesen desde lejos. Entonces vio algunas, lejanas, y un punto blanco ante él. Parpadeó varias veces, hasta que comprendió que estaba observando un aparato español que se dirigía directamente hacia él. Quitó el seguro de los cañones, disminuyó la potencia del motor al mínimo, y se preparó para una vertiginosa pasada.
Veinte kilómetros hacia el oeste la tripulación del A320 de guerra electrónica que encabezaba el ataque, que tenía el sol de frente, tardó en ver al avión alemán. Pero los informes del Atalaya bastaban: estaba cerca y era el momento de emprender acciones evasivas. Aumentaron la potencia de los motores y el avión empezó a elevarse. Luego describió un giro suave hacia la izquierda. El teniente Hohagen también emprendió la misma maniobra, para seguir manteniéndose al frente del aparato contrario. Pero cuatro kilómetros más abajo otros ojos también observaban la maniobra.
—Flecha 2 a Atalaya 4, objetivo divisado, iniciamos el ataque.
Dos C.19 pasaron bajo el aparato alemán y luego aumentaron la potencia de sus motores, ascendiendo casi en vertical, a pesar del gasto de combustible: iban a tener que visitar a los A330 para poder volver. El caza germano se recortaba contra el frío cielo invernal, y el comandante Marcos escuchó por los auriculares el satisfactorio pitido que significaba que el misil se había blocado con su objetivo. Se acercó y cuando estaba a mil quinientos metros disparó. El Banderilla (copia del Sidewinder) recorrió la distancia en unos segundos y estalló bajo el ala del aparato alemán, que empezó a caer. Con satisfacción vio que el piloto se eyectaba: la victoria aérea era más satisfactoria sin muertes.
Los cazas españoles se elevaron y atacaron a los alemanes. Cuando estos se percataron del ataque intentaron escapar, pero no tenían nada que hacer contra los ágiles C.19. En tres minutos fueron derribados veinticinco aviones, y los cazas hispanos pusieron rumbo al oeste.
Pero la misión no había acabado. Los aviones de guerra electrónica viraron, pero los CRJ siguieron, variando de altura, velocidad y rumbo para dificultar la puntería enemiga. Una vez sobre las baterías antiaéreas encendieron sus designadores. Miles de metros más lejos, los Boeing 737 empezaron a lanzar bombas guiadas que cayeron entre los montajes antiaéreos. Las defensas de Berlín habían quedado aplastadas, y una segunda oleada de aviones pasó a bombardear los puentes sobre el río Spree, cortando no solo las comunicaciones sino también las conducciones de gas y electricidad. Finalmente, un Perico lanzó millares de octavillas, avisando que si Alemania seguía en guerra el año siguiente sería peor, y recomendando a la población que, en lo sucesivo, evitase el Metro, que iba a ser el objetivo del siguiente ataque.
Tu regere imperio fluctus Hispane memento
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- Teniente Coronel
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LA FRACTURA
DESPACHO DE ADOLF GALLAND, BERLÍN (ALEMANIA)
-Digalé a ese idiota que hoy no vamos a despegar más veces.-
....
-He hablado con el resto de comodoros, si con Lützow,...-
...
-Si también con Steinhoff que ha llamado desde el hospital donde le acaban de ingresar.-
...
-Me importa una mierda lo que diga Hermann Meyer. ¿Como y con qué quiere que ataquemos sus bases?. Puede usted contar con los dedos los reactores operativos que quedan en toda Alemania y le sobran dedos en las manos; y el resto de unidades ya no cuentan.
...
-Como si envía a su abuela a buscarnos.-
...
-Veo que al final lo entiende general von Greim.-
...
-Claro que está de acuerdo, si no tenemos más recursos. ¿Ha oido lo que nos dijo Speer?
...
-El final de la Luftwaffe, si es triste, pero no se puede hacer más.
-Digalé a ese idiota que hoy no vamos a despegar más veces.-
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-He hablado con el resto de comodoros, si con Lützow,...-
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-Si también con Steinhoff que ha llamado desde el hospital donde le acaban de ingresar.-
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-Me importa una mierda lo que diga Hermann Meyer. ¿Como y con qué quiere que ataquemos sus bases?. Puede usted contar con los dedos los reactores operativos que quedan en toda Alemania y le sobran dedos en las manos; y el resto de unidades ya no cuentan.
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-Como si envía a su abuela a buscarnos.-
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-Veo que al final lo entiende general von Greim.-
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-Claro que está de acuerdo, si no tenemos más recursos. ¿Ha oido lo que nos dijo Speer?
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-El final de la Luftwaffe, si es triste, pero no se puede hacer más.
- El Templario
- Alférez
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LA FRACTURA
- Me da igual cómo lo haga Reinhard, pero quiero los túneles repletos de esa basura untermensch.
Al otro lado del teléfono, Heydrich intentaba explicar a Himmler las dificultades del encargo.
- Herr Reichsfúhrer, las comunicaciones son cada vez más caóticas, no sé si podré contar con suficientes vagones y locomotoras... por no hablar de las propias vías...
- No me importa si debe hacer que esa escoria reviente caminando día y noche o tiene que fusilar a la mitad para que el resto se mueva, pero repito que los quiero allí, sin excusas.
- Se hará como ordena, Reichsführer.
- Gracias Reinhard, cuento con su diligencia.
Himmler colgó el teléfono, meditabundo, mientras con gesto mecánico limpiaba los cristales de sus gafas, sopesando la oportunidad inesperada que los españoles le ofrecían. Tras colocar de nuevo las lentes en su rostro, tomó de nuevo el teléfono.
- Con el doctor Goebbles, pronto. Mientras esperaba la comunicación, una siniestra sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. - ¿Joshep? escuche atentamente lo que quiero de usted...
Al otro lado del teléfono, Heydrich intentaba explicar a Himmler las dificultades del encargo.
- Herr Reichsfúhrer, las comunicaciones son cada vez más caóticas, no sé si podré contar con suficientes vagones y locomotoras... por no hablar de las propias vías...
- No me importa si debe hacer que esa escoria reviente caminando día y noche o tiene que fusilar a la mitad para que el resto se mueva, pero repito que los quiero allí, sin excusas.
- Se hará como ordena, Reichsführer.
- Gracias Reinhard, cuento con su diligencia.
Himmler colgó el teléfono, meditabundo, mientras con gesto mecánico limpiaba los cristales de sus gafas, sopesando la oportunidad inesperada que los españoles le ofrecían. Tras colocar de nuevo las lentes en su rostro, tomó de nuevo el teléfono.
- Con el doctor Goebbles, pronto. Mientras esperaba la comunicación, una siniestra sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. - ¿Joshep? escuche atentamente lo que quiero de usted...
"IN HOC SIGNO TUETUR PIUS, IN HOC SIGNO VINCITUR INIMICUS"
-
- Teniente Coronel
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- Registrado: 27 Ene 2009, 18:25
LA FRACTURA
EUROPA ORIENTAL
Los aviones de reconocimiento españoles días antes habían captado unas emisión con música desde la ciudad: Hoy es el día de sangre y gloria,...
El levantamiento del guetto de Varsovia (no los 50.000 de 1944 sino cerca de 400.000 en ese momento) iniciado días antes y apoyado por sus líderes al conocer su destino y la debilidad alemana, se estaba extendiendo a otras partes de la ciudad y del territorio; uniéndose los polacos a la rebelión.
Las tropas alemanas se enfrentaban a una rebelión masiva. Pero peor aún, un solo avión español había entregado un enorme cargamento de armamento a la ciudad, junto con algunos oficiales procedentes del Ejército Polaco que luchaba en Francia para dirigir las operaciones.
Pero no era el único problema: Praga sufría una revuelta, Eslovaquia central estaba en manos insurgentes, en Silesia los obreros forzados o voluntarios extranjeros huían en masa de las fábricas o incluso las saboteaban.
DINAMARCA
-No se si en la otra línea temporal fue real o no, pero aquí si lo será.- Le dijo el rey al embajador alemán mientras se prendía la cruz de David al pecho, al pedirle explicaciones por la desaparición de los judíos en Dinamarca justo cuando habían llegado las órdenes de Himmler de enviarlos a Alemania.
MÜLHEIM (RUHR)
El delegado local del Partido que había intentado dirigirse a ellos para exigirles que volvieran a sus puestos fue cogido en volandas por la población y lanzado al río; mientras los policías, que sabían que podían enviarlos al frente próximamente, tranquilamente se habían apartado.
Los aviones de reconocimiento españoles días antes habían captado unas emisión con música desde la ciudad: Hoy es el día de sangre y gloria,...
El levantamiento del guetto de Varsovia (no los 50.000 de 1944 sino cerca de 400.000 en ese momento) iniciado días antes y apoyado por sus líderes al conocer su destino y la debilidad alemana, se estaba extendiendo a otras partes de la ciudad y del territorio; uniéndose los polacos a la rebelión.
Las tropas alemanas se enfrentaban a una rebelión masiva. Pero peor aún, un solo avión español había entregado un enorme cargamento de armamento a la ciudad, junto con algunos oficiales procedentes del Ejército Polaco que luchaba en Francia para dirigir las operaciones.
Pero no era el único problema: Praga sufría una revuelta, Eslovaquia central estaba en manos insurgentes, en Silesia los obreros forzados o voluntarios extranjeros huían en masa de las fábricas o incluso las saboteaban.
DINAMARCA
-No se si en la otra línea temporal fue real o no, pero aquí si lo será.- Le dijo el rey al embajador alemán mientras se prendía la cruz de David al pecho, al pedirle explicaciones por la desaparición de los judíos en Dinamarca justo cuando habían llegado las órdenes de Himmler de enviarlos a Alemania.
MÜLHEIM (RUHR)
El delegado local del Partido que había intentado dirigirse a ellos para exigirles que volvieran a sus puestos fue cogido en volandas por la población y lanzado al río; mientras los policías, que sabían que podían enviarlos al frente próximamente, tranquilamente se habían apartado.
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