Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Tras dos semanas desde la llegada del Meteoro a Valencia y Pedro empezaba a estar cada vez más asentado en la urbe. Tras descargar las mercancías el Meteoro se había dirigido a Alicante a pasar el invierno, pues este era el mejor puerto de todo el Reino de Valencia. Mientras tanto Pedro se había movido con rapidez, había buscado entre los siempre abundantes veteranos de la ciudad y había contratado dos docenas de hombres para proteger sus mercancías. También había acudido a la universidad en busca de hombres de letras y números, dirigiéndose preferentemente hacia aquellos con derecho al pataleo pues le pareció que se esforzarían más para cumplir sus designios.

Gracias a ello pudo concentrarse en negociar con los mercaderes locales la venta de sus mercancías, todas ellas de un valor muy elevado. Esto por supuesto llevaría tiempo pues nadie tenía el capital necesario para adquirirlas todas de golpe, pero pequeñas cantidades de pieles, sedas o vajillas de porcelana china fueron vendidas rápidamente a un alto precio, procurándole una fuente de ingresos de gran valor. Incluso algunos agentes comerciales extranjeros residentes en la ciudad, genoveses principalmente, empezaron a solicitar créditos con vistas a una posterior exportación de aquellas mercancías.

Por supuesto gracias a ello Pedro pudo iniciar de inmediato una política de adquisiciones en toda la ciudad de Valencia. Su primera compra fue un palacete dos días después de arribar a la ciudad. El precio fue caro y de hecho en aquellos momentos aun no tenía el dinero, pero no en la ciudad todos sabían ya del cargamento y no tuvo problemas para lograr una fianza. No sería este el único inmueble que adquiriría pues compro otras tres casas deshabitadas en la vieja morería para reformarlas y crear un taller en el que trabajar en lo sucesivo. Por último se dirigió al grao de Valencia donde empezó a negociar para adquirir una gran extensión de terreno con vistas a construir en él la sede comercial de su compañía.

En cuanto al personar ya disponía del servicio de seguridad y de oficinistas que llevasen sus cuentas, así que busco criados para el palacete y ayudantes para el laboratorio taller de la morería. Esto fue sin duda lo más sencillo, pues en las grandes ciudades como Valencia siempre había gente buscando trabajo, especialmente soldados.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Como cada día Pedro dedicaba algunas horas de la mañana a realizar negocios en la ciudad, Por supuesto antes de eso había realizado ejercicio en la playa durante un buen tiempo con el fin de mantenerse en forma, corriendo y en el caso de que hubiese buena mar, nadando unos minutos, todo ello intercalado con flexiones y abdominales. Eso le obligaba a desplazarse una legua hasta la playa, trayecto que realizaba a caballo pues correr con el calzado de esa época hubiese sido un suplicio para él, y una vez en la playa correr descalzo por la arena. Bueno, al menos era una forma de hacer ejercicio se decía…

Cuando acababa sus ejercicios otra vez a caballo y vuelta a la ciudad, donde pasaba por los baños del Almirante o algún otro de los baños públicos de la ciudad antes de dirigirse a atender sus negocios que eran muchos. Al fin y al cabo la venta de las ricas mercancías que había traído con él de Siberia no podían ser absorbidas de inmediato por el mercado, obligándole a unas negociaciones constantes.

Hoy sin embargo se dirigió al barrió de Santo Tomás en el que se concentraban los artesanos armeros con los que ya había comerciado anteriormente. En esta ocasión cuando le vieron llegar le ofrecieron todos los parabienes imaginables pues conocían el éxito de su empresa y sabían que pagaría bien y con prontitud cualquier encargo que les hiciese. En este caso las peticiones no podían ser más simples. Quería que fabricasen para él tres mil mosquetes de pedernal similares a los que ya habían fabricado el año anterior, pero en este caso de anima lisa. Además cerca de la boca del cañón debían dejar un resalte para encajar un artefacto punzante que llamaba cuchillo de combate y que convertía el mosquete en una pequeña lanza.

El encargo sin duda era muy grande y su empleador había dejado claro que a este primer contrato podían seguir otros, así que sin más tardanza los maestros artesanos se pusieron a trabajar.


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Tras haber adquirido varias casas en la vieja morería en las que derribo las estancias interiores para crear lo que no era sino un gran taller laboratorio de trabajo, Pedro empezó a trabajar en varios proyectos que tenía en mente. Los largos meses de viaje y el largo invierno pasados en Siberia se habían plasmado en decenas de papeles cubiertos de garabatos. En ellos sistemas de engranajes, maquinas simples, y formulas químicas o simplemente los datos que conocía en temáticas como medicina, armamento, economía, geografía y muchos y muchos otros, habían sido recopilados y ahora esperaban que se pusiese a trabajar en ellos.

Para ello mesas y más mesas repletas de papeles se acumulaban en diversas paredes junto a estanterías de libros y apuntes de todo tipo. En otro lugar grandes sacos con diversos materiales, desde metales a cenizas, descansaban a la espera de que les buscase un uso o investigase con ellos. No lejos de allí en un gran patio interior descansaba un horno construido con ladrillos siguiendo sus instrucciones, y dentro de este un crisol que en el que en esos momentos burbujeaba vidrio fundido…

O mejor dicho, algo que Pedro esperaba que se asemejase al vidrio…la fórmula del vidrio no era desconocida para cualquier persona del siglo XXI medianamente informada. Él mismo la había aprendido viendo una serie de animación durante su infancia, He-man si mal no recordaba. Después de aquello trabajos escolares y documentales habían aumentado sus conocimientos, así que sabía que sus componentes principales son el silicio, la sosa y la caliza. El primero el elemento más común en la corteza terrestre, y el segundo como había redescubierto Pedro al investigar resulto ser uno de los principales productos de exportación del reino en esa época, tanto en forma de Sosa como de barrilla, el matorral de cuyas cenizas se obtenía esta. En cuanto a la caliza tampoco era un problema. Así que ahora de hecho tenía dos trabajadores dedicados exclusivamente a triturar y tamizar esos tres elementos hasta convertirlos en polvo.

Sin embargo las proporciones a emplear eran desconocidas para él, así que tan solo podía probar una y otra vez con el fin de encontrarlas mediante el ensayo y error. Con sumo cuidado y con la ayuda de dos de sus trabajadores extrajo el crisol del horno, cogió una muestra con la ayuda de un tubo metálico, y volcó parte del contenido en un cubo de agua. De inmediato el agua burbujeo produciendo un poco de vapor al enfriar el vidrio fundido, dejando visible una gota de vidrio cristalino perfectamente formada.

— ¡Mierda! —Se dijo Pedro. —Esto es una gota del príncipe no sé qué... Salió en un programa de televisión y era casi imposible de romper golpeando la gota, en cambio al romper la cola se desintegraba sin más… aunque no sé si se ha inventado aun por lo que no llevara tal nombre. —A continuación se dirigió a sus empleados y les dijo. —No es esto lo que buscaba pero como prueba no está mal, aunque no pasa de ser una curiosidad. Verted el resto del vidrio en otros tantos cubos para formar más gotas y a continuación colocad el segundo crisol en el horno e id a por más carbón.

Al menos el cristal que estaba logrando era cada vez más cristalino, señal de que estaba logrando afinar más y más las proporciones. Por supuesto sabía que se habían utilizado pequeñas cantidades de otros productos para dar diferentes cualidades a los vidrios, por ejemplo oxido de plomo o de hierro y otros metales, pero de momento tenía otras prioridades antes de investigar sobre esas aleaciones. Tenía que encontrar la forma de verter el vidrio para crear una plancha plana con la que poder fabricar espejos y ventanas. El agua no había funcionado aunque la verdad es que nunca creyó que lo haría, pero era casi un paso obligado antes de probar otros líquidos. Tampoco creía que funcionase algún alcohol o disolvente, pero era también un paso obligado antes de probar con otros elementos.


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—Buenos días don Pedro. —Dijo el arquitecto Pedro Artigas. —Traigo los planos que pidió. El complejo mercantil a construir en el grao de Valencia constara de seis edificios. Sede central de la compañía para las oficinas, dos almacenes de gran tamaño, un hospicio, unos talleres, y una fonda alojamiento en la que puedan descansar los marineros tras sus viajes, justo como vuesa merced pidió.

—Muy interesante. —Dijo Pedro mientras observaba los planos. — ¿Alcantarillado?

—Construiremos una red de alcantarillas siguiendo sus especificaciones. —Dijo sacando otro plano. —Las alcantarillas discurrirán siguiendo el trazado de las nuevas calles. Tendrán forma abovedada y serán construidas con ladrillos justo como pidió. Una toma de agua del Turia río arriba desviara parte del cauce al interior de las alcantarillas para proporcionar agua corriente que arrastre los desperdicios de regreso al mar. Además cada alcantarilla dispondrá de aceras y pasarelas para que los hombres encargados del mantenimiento puedan entrar y moverse sin problemas, En cuanto a los edificios tendrán tomas que los conectaran con las alcantarillas en la cocina, y en el sanitario, de forma que todos los desperdicios caigan directamente a las aguas negras.

—Perfecto. —Respondió Pedro mientras pasaba sus dedos por encima de las finas líneas que representaban esas alcantarillas. —Recuerde que quiero un sistema de filtros tanto en la toma de agua del Turia para impedir que troncos y peces entren en el sistema de alcantarillado, como un sistema de filtro o depuración de aguas negras antes de que las alcantarillas entren en el mar.

—Lo sé, Don Pedro. Estamos trabajando en ello.

—Magnifico entonces, Don Pedro. En cuanto a las propias alcantarillas los trabajos se realizaran a cielo abierto para acelerar las cosas. Es decir, los trabajadores cavaran para hacer una zanja de suficiente profundidad y anchura. Una vez hecho eso se realizaran la construcción de la bóveda de adobe, y una vez hecha se volverá a recubrir con la tierra retirada anteriormente de la zanja.

—Esa es la forma más eficaz de trabajar, Don Pedro. —Dijo el arquitecto. —Como todo esto es obra nueva en el campo podemos evitar el trabajar en zonas con casas que nos obliguen a trabajar bajo tierra.

—Estoy de acuerdo con los planos, Don Pedro, pónganse a trabajar de inmediato...Si me permite un inciso, cree vuesa merced que podría dibujar un tercer plano en el que se juntasen los dos planos que me ha mostrado. No sé, por ejemplo un plano como el de los edificios en el que las alcantarillas se representasen con líneas intermitentes de color diferente, por ejemplo y tratándose de aguas negras de color rojo. Pequeñas rayas de tamaño regular que indicasen que dicha construcción estaba bajo el suelo.

—Vuesa merced paga, Don Pedro. Yo solo soy un empleado.

—Vuesa merced es un empleado, pero un empleado experto en su trabajo y yo nunca me interpondré en él. Solo pido que mis opiniones sean tenidas en cuenta y que si son erradas, me lo diga. En fin, veamos el edificio central.

—Por supuesto Don Pedro. Como puede ver el edificio estará orientado según sus indicaciones al mar. Se trata de un edificio de tres plantas con cuatrocientos cincuenta codos de largo y doscientos ochenta de ancho. En la planta baja se concentraran las oficinas como vuesa merced pidió, y en la planta segunda los despachos de los diferentes jefes de sección con sus ayudante. El despacho central justo encima de la entrada del edificio será el suyo, por supuesto. En cuanto a la última planta servirá de archivo y recamara para el servicio.

—Magnifico. Es justo lo que quería. Veamos ahora las diferentes recamaras. Esta de aquí justo a la derecha de mi puerta debe ser la del jefe de personal, y la izquierda la del coordinador naval, que será el encargado de saber en qué lugar y con qué carga están mis bajeles en cada momento.

—Don Pedro. —Le interrumpió su tocayo. —Sabe ya si el consejo de la ciudad va a concederle el permiso para fabricar un puerto para la ciudad.

—Eso está pendiente. Han escrito a su majestad y yo he hecho otro tanto para pedir dicho permiso…esperemos que me concedan esa merced, no me gustaría tener que llevarme mis negocios lejos de aquí.

— ¿Como querría vuesa merced hacer el puerto?

—Crearíamos un espigón con rocas construyendo una pasarela sobre ella.

—Eso es mucha roca, Don Pedro, como vuesa merced sabe eso serían decenas de miles de toneladas y las canteras de este reino no serían suficientes, además trasportarlas hasta aquí puede suponer un trabajo casi imposible.

—Lo sé. Veremos como lo organizamos. Al menos he encontrado el apoyo a esta propuesta por parte de los gremios de comerciantes y pescadores que también han solicitado al Virrey y al consell de la ciudad que permita dicha construcción. —Explico Pedro quien calló que una de las cosas que quería investigar era el hormigón romano cuya formula básica era muy sencilla. Tan solo necesitaba enviar al Meteoro a Napoles para cargar cenizas volcánicas para poder empezar a ensayar con las proporciones.

—Es bueno saberlo, don Pedro. —Respondió el arquitecto. —Si vuesa merced me permite la pregunta ¿Es ya vuesa merced miembro del gremio de comercio?

—Aun no, Don Pedro, pero digamos que ya esta todo en marcha para lograr mi ingreso...


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Para Pedro cada día estaba envuelto en la misma rutina y cada vez pensaba menos en sus padres y el hogar perdido. Cada mañana acudía a la playa a ejercitarse. A continuación se dirigía a alguno de los baños de la ciudad, parada previa para quitarse el sudor de la piel antes de reunirse con algún comerciante local para realizar negocios. Pasado mediodía regresaba a su casa en la que el servicio le había preparado de comer siguiendo unas instrucciones de higiene muy específicas. Ya por las tardes se dirigía a su taller laboratorio para llevar a cabo sus investigaciones.

Cada tarde realizaba dos pruebas en con otros tantos crisoles tratando de encontrar la fórmula perfecta, para a continuación empezar a realizar la medición de porcentajes en secreto mientras sus empleados preparaban los hornos para la prueba del día siguiente. Esto le llevaba alrededor de una hora, pues eran sus sirvientes quienes realizaban todo el proceso repetitivo, limitándose Pedro a realizar la medición de materiales que anotaba cuidadosamente para llevar un registro del proceso, y supervisaba el vertido para dar cuenta de la efectividad de este. A continuación dejaba a sus ayudantes la tarea de pasar toda la noche alimentando el horno de carbón y aire por medio de fuelles y removiendo la mezcla de tanto en tanto.

El resto de la tarde la pasaba en algún otro punto del taller rellenando papel tras papel con dibujos de diversos ingenios, cálculos matemáticos, o conocimientos en medicina. Incluso de tanto en tanto recibía en el taller a algún artesano con el que gustaba trabajar. De hecho el primer artesano al que recibió fue a un zapatero de la ciudad al que encargo calzado hecho a medida con horma diferenciada. Toda una innovación que le brindaría comodidad pues hasta el momento se confeccionaban de horma única.

Ese día sin embargo estaba recibiendo a un herrero al que había encargado varias varillas de acero con engranajes. Pedro tenía pensado ir desarrollando maquinaria que pusiese los cimientos a una industria para no depender únicamente del comercio, y una de las maquinas más simples que existían era una máquina de coser primitiva. Esta máquina tan solo precisaba de un pedal basculante para crear la energía mecánica, una biela unida a una rueda para transformar ese movimiento basculante en uno rotatorio. A continuación dos varillas unidas por engranajes a esa rueda que llevasen el movimiento a una aguja con su propio sistema de biela para transformar el movimiento rotatorio en uno rectilíneo una vez más, y otra varilla que movía una bobina inferior para el hilo. Era una máquina que había marcado de cierta manera su infancia en las manos de su madre, así que no creía que tuviese demasiados problemas en recrearla con un funcionamiento combinado simplificado…

Por ultimo regresaba a su casa a la hora de la cena, donde solía recibir a algún comerciante, hombre docto de la universidad o de la iglesia, e incluso a algún distinguido caballero. Con ello poco a poco iba tejiendo una pequeña red de contactos. Los únicos días que cambiaba su rutina eran los domingos en los que acudía a misa…y alguna que otra noche llegaba la hora de los galanteos…


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—Don Pedro, su excelencia el Virrey le recibirá ahora. —Dijo un criado invitándolo a pasar a una sala del palacio virreinal. Segundos más tarde Pedro accedía a la sala en la que el Virrey Enrique Dávila y Guzmán, Marques de Povar, le esperaba de pie junto a una ventana.

—Excelencia, gracias por recibirme. —Dijo Pedro presentándose al tiempo que hacia una pequeña reverencia inclinando mínimamente la cabeza.

—Don Pedro. Pase vuesa merced, tenía ya ganas de conocer al hombre que se ha convertido en la comidilla de toda la ciudad. —Dijo el Virrey recibiéndolo con un gesto. —En la corte estamos ansiosos por conocer sus aventuras.

—No fueron tantas, excelencia. Tan solo una expedición de caza.

—Tal vez Don Pedro, pero no escapara a vuesa merced que esa expedición de caza se llevó a cabo en territorios inexplorados al otro lado del mundo. Quiero que vuesa merced sepa que la Casa de Contratación ha puesto el grito en el cielo y elevado una protesta a su majestad por no haber recalado en aquel puerto con sus mercancías.

—Era de esperar, excelencia. Es cierto que no hemos operado desde Sevilla a través de la Casa de Contratación, eso es imposible negarlo. —Dijo Pedro quien ya esperaba que esas propuestas tuviesen lugar. —Pero no es menos cierto que la compañía comercial que presido no comercio con las Indias ya fuesen estas orientales u occidentales.

—Me temo que la casa de contratación no lo ve así y es muy poderosa.

—Entiendo su postura excelencia, pero no la comparto. ¿Me permite vuesa merced preguntar en qué posición me hallo?

—De momento vuestra posición no es demasiado mala, Don Pedro. —Respondió el Virrey. —Las instituciones del Reino de Valencia impiden de hecho las injerencias de la Casa de Contratación, por lo que esta no puede impedir a vuesa merced el comercio con aquellos dominios inexplorados... Pero no se llame a engaño. No podemos olvidar que la Casa de Contratación es muy poderosa y podría presionar y ya los están haciendo. De momento para que vuesa merced se vea obligado a operar desde Sevilla o Cádiz, pero al ser vuesa mereced valenciano fracasaran…pero es cuestión de tiempo que se den cuenta de ello y soliciten que se aumente el área de influencia de la Casa de Contratación a las nuevas tierras…cuando tal cosa ocurra el Reino de Valencia se vería inerme y no podría respaldar a vuesa merced.

—Suponía que esto podía pasar, Excelencia. —Dijo Pedro pues sabía que la envidia siempre chocaba y trataba de suprimir a los emprendedores aun cuando ello fuese en perjuicio de los intereses de España.


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Días después de su reunión con el Virrey Pedro se reunió en su casa con varios matemáticos y astrónomos de la Universidad de Valencia a los que había invitado a cenar. Por supuesto estos doctos hombres aceptaron pues las invitaciones en la casa del Lobo empezaban a tomar nombre en la ciudad. Ricas viandas preparadas de formas asombrosas y música amenizaban las cenas, siendo la cara más visible de la riqueza que este había acumulado.

Durante la velada en la que Pedro se interesó por los trabajos de estos, comparando sus conocimientos como si de una academia se tratare, Pedro aprovecho para ir conociendo estos hombres de ciencia con vistas a emprender un proyecto que tenía en mente. Uno de las grandes contratiempos a los que se enfrentaba a la hora de introducir innovaciones era la falta de un sistema de medidas homogéneo para todo el reino. Además las limitaciones de los sistemas tradicionales provocaban muchos problemas a la hora de trabajar con magnitudes mínimas, lo que en un futuro limitaría terriblemente los posibles desarrollos tecnológicos que pudiese introducir.

No tenía más remedio que tratar de introducir un sistema universal como el métrico, así que precisaba lograr contactos en la universidad para que fuesen estos los que propusiesen la adopción de este sistema. Por supuesto él los ayudaría dejando caer una palabra aquí, un consejo allá, y modelando la opinión de aquellos hombres.

Esta iniciativa tardaría en dar sus frutos, pero no había más remedio que ir poniendo los cimientos para lograrlo.


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15 de mayo de 1625.

Diego y su escuadra se encontraban durmiendo debajo de una tienda hecha con los restos de la lona de un carro abandonado, cuando les despertaron las voces.
"Alerta, alerta"..."A las armas, a las armas".
El revuelo fue inmediato, así como la pronta reacción de los soldados, todos ya veteranos.
Diego cogió su mosquete y la ropera, mientras sus hombres hacían lo propio.
El alcance de su arma había despertado la admiración de sus compañeros, pero su precio, el equivalente a 6 meses de paga, les hizo dudar en comprarlo, habida cuenta, que para variar, las pagas llegaban con retraso.

Fueron corriendo hacia la plaza donde ya se encontraban las banderas del Tercio, con sus Alféreces bien cubiertos de metal y su escolta alrededor. Los empujones y las prisas para ponerse en las primeras filas contrastaban con el silencio reinante. Se podría empujar, pero como decían las Ordenanzas, en silencio.

Cuando todos se encontraban formados, el Capitán les habló en voz alta.
-" Ha habido un ataque de los enemigos de nuestro Rey. Como esos rebeldes no son capaces de ganarnos, han tenido que pedir ayuda a ingleses y franceses. Parece ser que nuestros compañeros-cierto rentintín acompañó esta palabra, refrendada por algún murmullo- italianos se bastan para contenerlos, pero vamos a desplegar tras su posición, pero solo para verles como combaten" Ahora el murmullo se convirtió en risotada...


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Dos semanas después de la cena en su hogar, Pedro supo que en la universidad se estaba debatiendo sobre la necesidad de crear una nueva escala de medidas con fines científicos. Pedro sabía que los primeros intentos en su propio tiempo habían tenido que ver con algo de los péndulos, pero que al final se eligió medir un arco meridiano para crear esa escala a partir de esa longitud. Como no tenía muy claro aquello del péndulo decidió proponer a aquellos hombres de ciencia el sistema de medir un meridiano, para ello invito a cenar a Juan Bautista Cursa, un médico versado en matemáticas que acababa de publicar un discurso sobre dos cometas que recientemente se habían visto en los cielos.

—Don Pedro. —Llamo su atención uno de los criados. —Don Luis Val solicita unos minutos del tiempo de vuesa merced. Don Luis es un paleta que trabaja en la construcción de la sede de la compañía de vuesa merced. —Explico a continuación. Pedro concedió el permiso y mientras traían a su presencia a Luis pensó en la marcha de la construcción de los edificios del puerto. Las alcantarillas se habían hecho en un tiempo récord de tan solo seis meses y ahora se trabajaba en los edificios propiamente dichos. De hecho la riqueza de la nueva zona urbana empezaba a vislumbrarse y en los últimos tiempos artesanos de la ciudad habían adquirido parcelas en la zona del Grao y ahora estaban por levantar sus talleres en la zona pues adivinaban que la prosperidad de la Compañía Comercial traería un gran volumen de trabajo del que pensaban aprovecharse.

—Don Pedro, gracias por concederme un poco del tiempo de vuesa merced. —Dijo Luis sacando a Pedro de sus pensamientos. El obrero esperaba en la sala con sus ropas de trabajo mientras sujetaba con fuerza un sobrero de paja entre las manos. Las ropas aunque estaban muy desgastadas habían sido limpiadas con esmero y el propio Luis daba señales de haberse lavado a fondo y acicalado antes de acudir a ver a su patrón. Tal vez las medidas de higiene que tanto se esforzaba por inculcar a su compañía empezaban a dar frutos…

—No habéis de preocuparos por ello, Don Luis. —Respondió Pedro que exigía a todos sus hombres un trato cortes incluso con aquellos que no eran hidalgos. —¿Qué razón os trae a esta casa?

—Vera vuesa merced…—Murmuro Luis como buscando las palabras adecuadas. — Mi esposa acaba de dar a luz a un hijo…y vera… me preguntaba… si vuesa merced aceptaría ser el padrino de mi hijo…

— ¡Un hijo! ¡Enhorabuena, don Luis, Enhorabuena! —Exclamo Pedro levantándose para estrechar la mano del trabajador y servir una copa para brindar con él. —Por supuesto acepto convertirme en el padrino del hijo de vuesa merced, faltaría más. Tan solo dígame la hora y la iglesia y acudiré al bautizo… ¿Cómo se va a llamar el niño?

—Puesto que ha nacido hoy se llamara Rosendo, Don Pedro. —Dijo Luis sujetando con las dos manos la copa de fino cristal llena de vino.

—En ese caso brindo porque Rosendo tenga una larga y prospera vida y encuentre la felicidad que todos ansiamos…


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Acabado el oficio religioso Pedro observo la actividad de los limosneros antes de salir de la iglesia a la que había acudido en compañía de un comerciante de origen genovés llamado Paolo o Pablo di Canicia con quien estaba en negociaciones para vender parte de sus mercancías y adquirir a través de él paño de flandes. Fue en ese momento mientras salían de la iglesia cuando se vio por el rabillo del ojo a un tullido, cojo de ambas piernas que se arrastraba en busca de limosna.

—Haga vuesa merced el favor de esperar unos momentos Don Pablo. —Dijo Pedro antes de dirigirse al lugar en el que se encontraba aquel hombre en compañía de uno de sus criados. Tras saludarlo y presentarse le pregunto. — ¿Podría saber cómo perdió vuesa merced las piernas?

—Una bala de cañón mosén Pedro. Era soldado en una de las galeras del rey cuando una bala de cañón turca me arranco una pierna y me hirió la otra al punto que el cirujano no tuvo más remedio que cortarla.

—Esta no es vida digna de un soldado del Rey herido en la lucha con el infiel, mosén Amancio. Si vuesa merced acepta un trabajo puede trasladarse en compañía de mis criados a mi casa, donde me será de ayuda en un proyecto que acabo de pensar.

— ¿Qué tipo de proyecto? —Pregunto el cojo veterano con suspicacia pues no podía pensar en que un cojo como él tuviese ninguna utilidad lo que le daba cierta desconfianza.

—Fabricar piernas, Don Amancio. Ahora que le he visto he pensado que podríamos tratar de fabricar miembros artificiales para mejorar la vida de nuestros veteranos…y sin un veterano que pruebe las nuevas extremidades y dé su opinión sobre cómo funcionan y en qué o como podrían mejorar, los esfuerzos serán en vano…así que vuelvo a preguntarle a vuesa merced ¿Acepta el trabajo que le ofrezco?

Poco después estaba de nuevo en su taller mientras leía el correo llegado esa misma mañana. Ignacio tras pasar unos meses en Madrid construyendo relojes había finalmente viajado hasta la costa del Cantábrico, donde se había asentado en las cercanías del Astillero de Colindres y Guarnizo. Allí estaba prosperando mientras dirigía la construcción de los que esperaba fuesen los nuevos buques de la compañía. Curiosamente ahora no construía mercantes sino buques de guerra, pues habían llegado a la conclusión de que de momento podían ir utilizando galeones y urcas para el comercio. Sin embargo para proteger ese comercio precisarían de buques capaces de proteger sus rutas, y ello pasaba por buques de línea y fragatas capaces de protegerlas de ataques piratas o de los enemigos de España. Si todo iba bien para esa primavera tendría los dos primeros buques de 60 cañones.


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Mensaje por Gaspacher »

Valencia, 23 de marzo de 1625

Por fin tenía motivos para estar moderadamente contento pues por fin había logrado crear un vidrio totalmente trasparente de calidad suficiente para crear espejos. Habían sido necesarias más de dos centenares de pruebas a lo largo de cuatro meses y eso no significaba que su trabajo hubiese acabado pues ahora se enfrentaba al reto de crear planchas finas con él, lo que suponía todo un desafío. Por supuesto contaba con su memoria y su afición a los documentales en su propia época, así que tuvo que esforzarse por recordar los programas que había visto en el Discovery Channel y otros canales sobre esta temática.

Una idea le era vagamente familiar, y era que vertían el vidrio en un baño de un metal. Dudaba que fuese con metales rígidos como el hierro, así que empezaría sus pruebas con los metales más maleables de los que podía disponer como eran el plomo y el estaño. Tampoco sabía si se empleaba el metal fundido en estado puro o un baño de metal disuelto en ácido nítrico, aunque aquí lo llamaban aguafuerte…

De todas formas como siempre había estado realizando pruebas con dos crisoles emplearía una cubeta con cada sistema, a ver cuál era el acertado… si es que alguno de ellos lo era... De momento y por si acaso se había puesto en contacto con todos los cristaleros valencianos de los que averiguo su existencia. Desgraciadamente eran muy pocos. Aunque Valencia y Cataluña habían gozado de cierta fama durante la edad media en el siglo XVI la artesanía del vidrio había perdido terreno ante la potencia del cristal veneciano de Murano. Por fortuna él estaba en disposición de remediarlo y no dudo en contratar a todos aquellos artesanos para trabajar en un complejo fabril que estaba levantando más al interior, cerca de Viver. Junto a aquellos artesanos a los que contrato por un buen sueldo, contrató a una docena de mercenarios encargados de vigilarlos en secreto y protegerlos, no quería que se repitiese el asunto de la guerra de los espejos pero con España como protagonista.

Otra de las medidas de seguridad que tomaría sería la de organizar un trabajo en cadena y compartimentar los trabajos de sus artesanos. Así mientras unos se encargarían del trabajo de fundición otros distintos se encargarían del vertido, de la aplicación de las distintas capas que conformaban el espejo. Al menos esa parte esperaba que fuese más sencilla. Recordaba que en un documental mencionaban que se utilizaba estaño como fijador, plata, dos capas de pintura, una de0 cobre, y otra de pintura final. Habría que ensayar proporciones en la disolución de metales en aguafuerte y en los tiempos y temperatura del horno, por supuesto, pero esperaba que antes del fin de primavera podría tener los primeros espejos. Justo a tiempo de aprovechar la temporada naval.

El asunto de los espejos estaba bastante bien encauzado pero el vidrio ofrecía otras muchas utilidades entre las que se encontraban las lentes para visión y por supuesto para telescopios, catalejos y microscopios. Ahora se dedicaría también a estas investigaciones. El mayor problema al que se enfrentaba era el pulir estos cristales. En su tiempo él había pulido los faros de su coche con un polvo de berio, si mal no recordaba, ahora por desgracia se encontraba al reto de encontrar ese tipo de material en esta época. Este y otros materiales, por lo que había contratado a varios bachilleres que malvivían en la ciudad para empezar a viajar por España tomando muestras de tierras raras para enviarle muestras. En su mente la búsqueda de berio, grafito, y carbón entre otros…al menos en los dos últimos había dado unas indicaciones aproximadas de donde buscar.

En fin. Era hora de ponerse a trabajar en otros proyectos, así que mientras sus ayudantes preparaban los crisoles y el resto de equipos para la prueba del día siguiente, Pedro se dirigió a una de las mesas que había en su taller. En este caso se trataba de una mesa que había fabricado un carpintero cercano según sus especificaciones. Una mesa de dibujo técnico en la que poder trabajar para poder plasmar los proyectos que se le pudiesen ocurrir…y en este caso el proyecto en el que trabajaba era un proyecto puente. Un molino hidráulico de gran capacidad que había de servir para múltiples funciones, pues ante la falta de maquinaria eléctrica o a vapor se le ocurrió que lo más simple sería recurrir al agua para mover los engranajes de serrerías, sistemas de forja, y muchos otros.

En este caso su molino empezaba con un sistema de captación de agua situado en medio del río, por supuesto con filtro para evitar la entrada de peces o impurezas. El agua era conducida luego a un túnel de gran capacidad que permitía la entrada de aquel caudal sin problema, pero que se iba estrechando poco a poco a lo largo de dos mil varas de distancia con el fin de aumentar su presión. Con ello según sus cálculos aumentaría las revoluciones del molino de unas pocas revoluciones por minuto a más de un centenar. Sin embargo sus avances no se detenían ahí, así que en lugar de una rueda vertical estaba diseñando una turbina que aprovechase al máximo toda la potencia del caudal de agua. Si sus cálculos eran correctos la potencia de salida de la turbina sería de más de quinientas revoluciones por minuto.

Con ellas y por medio de engranajes y correas de transmisión movería los discos sierra circulares que permitirían cortar un tronco en cuestión de segundos en lugar de tener que emplear a varios hombres accionando las sierras manuales.


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Pedro fue recibido una vez más por el Virrey Enrique Dávila y Guzmán, Marques de Povar. En esta ocasión Pedro había solicitado audiencia con el fin de entregar un regalo a su majestad el Rey, un espejo de grandes dimensiones. Tres días atrás tras muchos meses de ensayo y error que acumularon cientos de fracasos, el proceso de fabricación de espejos por fin había dado resultado logrando una lámina de vidrio de suficiente calidad con la que logro terminar su primer espejo. Un espejo de casi cuatro varas de alto y una y media de ancho que recorto en un ovalo para crear un espejo de tamaño humano como el que había visto en algunas películas.

Sin duda hubiese podido vender ese espejo por varios miles de ducados, pero el primer espejo se lo regalaría a su Majestad el Rey al tiempo que solicitaba la patente de invención de los espejos. Eso otorgaría una seguridad adicional a un proceso de fabricación que también fraccionaría para una mayor seguridad.

Como no podía ser de otra manera el espejo causo sensación en la corte virreinal. Sus grandes dimensiones y claridad hablaban mejor que cualquier palabra que pudiese decirse, y el propio Virrey acudió a recibir el magnífico espejo en nombre del Rey. —Don Pedro, bienvenido una vez más. —Saludo el Virrey a Pedro. —Así que ese es el espejo del que todos hablan. Simplemente impresionante. Que claridad, y el tamaño… ¿Cómo puede ser tan grande?

Por supuesto Pedro no explico el complejo proceso de fabricación, pero sabía que en las fechas posteriores sus espejos gozarían de un gran predicamento entre la nobleza y la burguesía de la ciudad. De hecho esa misma tarde quería reunirse con varios destacados comerciantes para que se encargasen de la comercialización de estos espejos a nivel español, dejando en manos de varias familias genovesas radicadas en la ciudad el comercio con el resto de Europa.

—Casi da miedo tocar algo tan valioso que casi parece mágico… en fin, es un magnifico regalo que acepto en nombre de su Majestad. ¿Cómo se encuentra vuesa merced, Don Pedro?

—No puedo quejarme, Excelencia, ahora que el proyecto del espejo ha llegado a buen puerto me he quitado un considerable peso de encima.

—Entiendo su sentimiento Don Pedro. —Respondió el Virrey. —Hablando de puertos, el consejo ha decidido conceder a vuesa merced el permiso para construir un puerto en el Grao. He de decir que el apoyo a vuestro proyecto ha sido prácticamente unánime. —Explico el Virrey, aunque Pedro ya imaginaba que así sería. Al fin y al cabo en las últimas semanas los rumores sobre la fabricación de espejos cada vez mejores había corrido por la ciudad de manos de sus ayudantes, y con ellos la burguesía de la ciudad empezó a contactar con él, resultando esos contactos en confirmar la necesidad de un puerto que permitiese el comercio de estos espejos y por supuesto de las pieles que él traía desde el extremo oriente.

—Muchas gracias, excelencia, es una magnífica noticia. Una magnífica noticia para mí y para la ciudad que se beneficiara del puerto. —Afirmo Pedro. —Quisiera entregar a vuestra Excelencia unos planos que he preparado en los últimos meses.

— ¿De qué se trata, Don Pedro? —Pregunto el Virrey.

—Se trata de un artilugio para comunicarse con rapidez de un lugar a otro. Tiene su origen en un sistema óptico que creo un filósofo griego en la antigüedad, pero ha sido muy mejorado. Los griegos se comunicaban de montaña en montaña colocando sendos artilugios idénticos, abriendo unos grifos a la vez y cerrándolos al mismo tiempo bajaba una señal situada en una escala la misma distancia en ambos, de forma que en la segunda montaña sabían que indicaban desde la montaña anterior. —El Virrey asintió a la explicación de Pedro mientras escuchaba respondiendo con pequeños monosílabos. —En nuestro caso es mucho mejor. El sistema de armazón mecánico puede colocar sus brazos en varias posiciones que corresponderán a letras y números, por lo que una torre puede comunicar frases completas a la siguiente, y está a la siguiente a lo largo de todo el sistema de vigilancia de la costa.

— ¿A lo largo de toda la costa?

—Sin duda así es, excelencia. Y si se añaden luces a los brazos podrá utilizarse incluso por la noche. Tan solo en casos de niebla o tormenta la comunicación se vería interrumpida.

— ¿Y la utilidad de este artilugio?

—Aunque está mal que yo lo diga es mucha, excelencia. Imagine que cada mañana las torres de vigilancia comunican sin novedad unas a otras empezando en Vinaroz al norte y Orihuela al sur. En cuestión de una hora en Valencia se sabría si hubiese algún problema en algún lugar del reino. O imagine vuestra excelencia que en Orihuela los pescadores descubriesen una galera argelina navegando hacia el norte. La noticia podría llegar a Valencia a tiempo de avisar a nuestros pescadores o de preparar una respuesta.

—Impresionante. Eso podría ser una vital para el Reino y darnos ventaja sobre los berberiscos. Dígame vuesa merced, Don Pedro ¿Suele vuesa merced utilizar ese sistema para sus inventos? Ya sabe, coger una idea de la antigüedad y utilizarla como punto de partido de sus inventos.

—Excelencia, como dijo Salomón, nihil novum sub sole— Despertando una carcajada del Virrey.

—Magnifico entonces, por cierto, su Ilustrísima me ha indicado que vuesa merced ha donado unos terrenos junto al puerto para construir una iglesia que vos mismo financiareis.


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Tras muchos meses de trabajo Pedro empezaba a sentir que por fin se estaba asentando en Valencia, y como no podía ser de otra manera eso ocurría cuando tenía que partir una vez más. Detrás dejaría tres grandes proyectos de construcción que financiaba personalmente.

En el puerto de Valencia se estaba edificando un gran centro mercantil que empezaba a tomar cuerpo bajo la dirección del arquitecto Pedro Artigas. Alrededor de este centro se estaba desarrollando una gran actividad al irse sumando más y más negocios particulares, construidos todos ellos sobre un sistema de alcantarillado moderno que esperaba mejorase la salubridad e higiene de aquella población que estaba pasando de ser unas pocas casas de pescadores y un fuerte de defensa a una verdadera villa.

En el propio puerto se estaba empezando a construir un puerto. Para ello Pedro estaba adquiriendo tierra y rocas de las montañas situadas en las cercanías del pueblo de Barracas, colindante con Teruel. Con esas rocas crearía un gran espigón semicerrado con el que proteger los buques que arribasen a la ciudad. para complementar esta construcción había mandado al Meteoro a Nápoles para traer hasta Valencia cenizas volcánicas. Con ellas y cal estaban construyendo por un sencillo proceso piezas de cemento romano muy resistentes.

Ya en el interior se estaban construyendo dos complejos fabriles. En el primero situado en Viver un grupo de artesanos del cristal contratados por él se dedicarían a fabricar dos productos para él. El primero serían grandes láminas de vidrio que serían enviados al segundo complejo situado a varias leguas de allí. El resto del tiempo aquellos artesanos se dedicarían a la artesanía del vidrio como figuras y copas.

En el segundo complejo fabril que estaba construyendo en Castellón estaría destinado a transformar las láminas de vidrio que le llegarían desde Viver en verdaderos espejos a manos de otros artesanos encabezados por los dos ayudantes que le habían acompañado en su Taller de la Morería. De esta forma compartimentaba los trabajos artesanales impidiendo que un único trabajador conociese a la vez el proceso de fabricación del vidrio y el de utilizar este para fabricar los espejos. De momento la producción estaba paralizada mientras se construían los edificios, pero el personal estaba contratado y en unos meses podrían estar trabajando a pleno rendimiento.

Aparte de estos negocios había reclutado un pequeño ejército de chiquillos de la calle que lo mantenían informado de todo cuanto se cocía en la ciudad de Valencia, y aunque no se lo contaba a nadie, especialmente en torno a la sede de la inquisición en el Palacio de los Borja o de Benicarló. Con ello y sin que nadie se diese cuenta estaba consiguiendo un abultado expediente en el que escribía en secreto los nombres de los posibles enemigos que pudiese encontrar. Cada uno de aquellos jóvenes expósitos a los que contrataba trabajaba para el unas semanas o unos meses antes de ser enviado al campo o al Grao de Valencia, donde empezaba a trabajar en un oficio útil.

No eran los chiquillos los únicos a los que trataba de sacar de las calles. Tras un cuantioso donativo a la Iglesia había logrado que le concediesen permiso para crear una escuela en el orfanato de la ciudad que existía desde antiguo y era de hecho el primer orfanato de Europa. En aquella escuela aparte de enseñar y escribir a los niños a partir de los seis años, se esperaba enseñarles un oficio a partir de los doce años. Una edad en la que la mayoría de ellos solía abandonar el orfanato y caer en las calles donde malvivían gracias a pequeños casos de delincuencia. Por supuesto los oficios que enseñaría estaban relacionados con sus propias empresas, marcando el camino a muchos de los burgueses en años sucesivos.

También las niñas recibían enseñanza, aunque convencer de ello a la Iglesia había sido más difícil. Sin embargo Pedro utilizo el argumento de que debían ser capaces de medir y utilizar patrones en el trabajo de costureras o llevar las cuentas de la casa como sirvientas, así que finalmente el arzobispo dio su brazo a torcer, aunque por supuesto las enseñanzas que recibirían serían menores que las de los hombres y las clases estarían de hecho segregadas por género. Esto último le importaba poco pues mientras disfrutasen de una buena educación era un asunto menor, en cambio ese considerarlas inferiores le roía el alma, aunque tuvo que tragar con ella.

Las niñas más hermosas e inteligentes en cambio recibieron una educación muy particular fuera de la ciudad. A ellas pretendía enseñarles etiqueta y habilidades destinadas a convertirlas en sus espías, colocándolas en las mejores casas de la ciudad y porque no decirlo, del extranjero. Con ello en vista creo una escuela de etiqueta y servicio en la que inculco una buena disciplina y buenas maneras.

Pero como siempre que algo ocurría, justo cuando todo empezaba a estar en marcha él tenía que ponerse en movimiento una vez más. Era hora de ir a Cantabria para tomar el mando de los nuevos buques construidos para la compañía.


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Por fin Pedro había puesto en orden sus negocios y estaba preparándose para viajar hacia el Cantábrico. En unos días partiría llevando consigo parte de las armas fabricadas por los armeros de la ciudad para él con el fin de armar a la tripulación de los buques corsarios. En su petate descansaban las patentes de corso expedidas por el Virrey, así como diversas cartas náuticas y otra documentación disponible. Por supuesto viajaría en compañía de varias decenas de hombres de armas que había contratado para formar parte de su tripulación y que ahora servirían para escoltar los fondos que iba a entregar a Ignacio.

Ultimados los detalles del viaje Pedro paso sus últimos días en Valencia despidiéndose de las diferentes personalidades con las que había entablado relaciones durante su estancia en la ciudad. Una de ellas era el arzobispo Isidoro de Aliaga con quien había entablado una buena relación dando cuantiosos donativos y financiando la construcción de una iglesia en el Grao de la ciudad. Para Pedro estas buenas relaciones no nacían totalmente de su redescubierta fe sino también del frío cálculo que le impulsaba en buscar apoyos en el poder eclesiástico, al menos de forma oficial…de forma extraoficial no se fiaba de ella en lo más mínimo a causa de la inquisición.

Por lo tanto había tomado ciertas medidas para protegerse. En primer lugar y como no podía ser de otra manera cumplía estrictamente con los preceptos cristianos, cosa no muy difícil pues tras el viaje se había convertido en un creyente. En segundo lugar en lugar de apropiarse de todo el comercio no había dudado en compartir los negocios y con ellos los beneficios, pues eso evitaría envidias y con ellas las posibles denuncias de sus competidores. Por el contrario toda la burguesía de la ciudad ansiaba hacer negocios con él, y siempre encontraban a un hombre dispuesto para ello.

De forma lenta pero inexorable Valencia empezaba a revivir de manos de los nuevos proyectos empresariales que prometían revitalizar su economía. Todo ello de mano de la Compañía Mercantil Nuestra Señora del Carmen, y del propio Pedro, que en solo unos meses habían gastado en la ciudad más de dos millones de ducados que sirvieron para poner los cimientos a las nuevas empresas. La compañía mercantil, una fábrica de vidrio, otra de espejos, el puerto, y un gran número de empresas que empezaban a prosperar al abrigo de las anteriores como los gremios de adoquineros que trabajaban para mantener el ritmo de las construcciones de la compañía. Los armeros para equipar a sus buques de medios de defensa, los cordeleros y calafates para mantener sus buques y otros muchos.


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Tras dos meses de viaje Pedro y su comitiva llegaron a los astilleros de Colindres en los que Ignacio se había asentado. Tras dejar a sus hombres instalándose en una posada cercana, Pedro se dirigió a casa de su amigo.

—Dios mío, Ignacio, cuanto tiempo. —Dijo Pedro al entrar en casa de su amigo tras dos largos años de separación dándole un abrazo.

—Suerte que estamos solos y nadie puede vernos haciendo esto.

—Sí, menos mal…¡maldita sea! Como vuela el tiempo. —Respondió Ignacio. —Tienes que contarme con pelos y señales como te fue el viaje a Siberia, que por las cartas que enviaste no puedo ni imaginármelo.

—Lo haré, lo haré, no te preocupes…y tú tienes que contarme como te ha ido y si al final conociste al hombre aquel de los pantalones modernos…

—Lo hice, es un venezolano que estudiaba odontología en España. Ahora se gana la vida cerca de aquí como dentista. Ojo, como dentista puro, nada de barbero cirujano o barbero dentista. Dicen que es el mejor que nunca se vio, y las personas pudientes vienen desde lejos para visitarlo, incluso ha empezado a comercializar cepillos y pasta de dientes como los que hiciste.

—Vaya, me alegra saberlo. Cuando sea posible me gustaría conocerlo. —Respondió Pedro. —Hay veces que creo que la lucha por la higiene es una lucha perdida. En Valencia exijo a todos mis sirvientes unas medidas de pulcritud extremas y es como darse cabezazos con un muro, en cuanto apartas la vista vuelven a sus hábitos.

—Es normal que lo hagan así.

—Sera normal, pero es una guarrada. —Dijo Pedro desatando unas risas.

— ¡Dios! Como echaba de menos hablar con alguien con el que pueda liberarme de mis ataduras. —Explico Ignacio mientras servía
unas copas de oporto. — ¿Has visto los dos navíos de línea que he construido para la compañía? Por supuesto nadie los llama navíos de línea, pero es lo que son.

— ¡Eh! no me había dado cuenta, pero ha bastado que nos reunamos de nuevo para recuperar nuestra vieja forma de hablar. —Dijo Pedro.

—Mier… es verdad. Yo tampoco me había dado cuenta, tendremos que vigilar eso.

—Sí, tendremos que vigilarlo…. En fin, la respuesta es sí, he visto los dos navíos que vuesa merced ha construido. Parecen muy marineros y resistentes…por lo que veo la afición de vuesa merced al modelismo naval ha dado sus frutos.

—Esperemos que así sea. En fin, sentémonos y tomemos algo mientras explico a vuesa merced que ha ocurrido en los últimos meses…


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