Relato: Corea 2019

Guerras y conflictos modernos desde 1945, como las guerras de Corea y Vietnam, hasta las de Afganistán o la Agresión de Rusia a Ucrania. La Guerra Fría.
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Andrés Eduardo González
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Relato: Corea 2019

Mensaje por Andrés Eduardo González »

:cool: :cool: Veo respuesta estadounidense más táctica, eso sí, nuclear; no se van a quedar así no más, la respuesta será contundente. Pero no creo que sea a lo estratégico, tampoco hay que alborotar mucho a China y a Rusia. De lo contrario, ya me veo usando arco y flecha...

:vikingo: :duelo:

Bueno, no hay emoticon de arco y flecha, así que a vivir como vikingo y aprender esgrima a lo Zorro...
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flanker33
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Relato: Corea 2019

Mensaje por flanker33 »

Hola Andrés,

he de decir que al principio me inclinaba por una respuesta más contundente que incluyese ataques estratégicos contra alguna ciudad importante, aunque sin incinerar todo el país, claro, solo equiparando "resultados", pero al final me he ido convenciendo que la respuesta más adecuada sería algo táctico, y veo que usted lo ve igual.
Aunque esto es lo que podamos pensar, y otra cosa lo que tenga previsto la administración norteamericana para un supuesto así, que eso yo no lo tengo tan claro que fuera algo comedido...y esperemos no averiguarlo nunca.
Ok, en breve salimos de dudas y subo el siguiente acto.

Saludos.


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sergiopl
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Mensaje por sergiopl »

Llego tarde al debate... :pena:

En mi opinión los estadounidenses llevarían a cabo una represalia nuclear (no hacerlo sería algo así como firmar el acta de defuncion de la disuasión nuclear, con todo tipo de posibles consecuencias), pero... creo que se cuidarían mucho de llevar a cabo una respuesta excesiva.

En mi opinión habría dos líneas rojas:

- La contaminación radiactiva a los países vecinos. Eso limitaría el número y tipo de cabezas nucleares a utilizar, y también podría vetar ciertos objetivos en función de su proximidad a las fronteras y/o el patrón de vientos.

- Las víctimas civiles. Los norcoreanos habrían matado a cientos de miles de surcoreanos, si... pero la opinión pública montaría un escándalo ante una "venganza" estadounidense que costara mas cientos de miles de civiles en ataques dirigidos contra ciudades. Ojo, en la respuesta "limitada" también morirían civiles, pero no se trataría de incinerar Pyongyang o Wonsan.

Teniendo esto en cuenta, yo creo que los EEUU llevarían a cabo un ataque "quirúrgico" (si es que se le puede llamar así a un ataque con armas nucleares) contra objetivos estratégicos norcoreanos, prestando atención especial a las WMD, a sus centros de producción y a los vectores de lanzamiento de las mismas.

A la hora de pensar en las armas a utilizar... creo que serían B61 lanzadas por bombarderos o cazas tácticos, pues los ICBM podrían tener que sobrevolar Rusia (e incluso China) camino del blanco y los SLBM provocarían momentos de tensión en el momento de su lanzamiento (y dependiendo de la zona de patrulla del SSBN podrían también llegar a sobrevolar territorio ruso o chino en la parte final de su trayectoria).


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Hola a todos,

Gracias por su respuesta Sergiopl, muy interesante. Coincido bastante, no en todo, pero bastante :thumbs:

Y antes de pasar al siguiente acto, quería hacer un par de aclaraciones/puntualizaciones:

-El forista Limitanei me ha hecho ver un fallo en la explicación de la explosión nuclear donde el bróker surcoreano muere. Y es que antes que la onda de choque, llegaría la onda térmica, carbonizándolo o dejándole graves quemaduras, y luego llegaría el aire huracanado de la onda de choque.

-El forista Kaiser-1 también me ha recordado el tema del Presidente de los Estados Unidos, que habría que ver si fuera Trump o Clinton, la respuesta norteamericana podría ser diferente. Cuando comencé a escribir esto bastantes meses atrás, ni si quiera me lo planteé ya que no estaba claro siquiera quienes iban a ser los candidatos presidenciales, así que lo dejé con un genérico “Señor Presidente” o “el Presidente”, pero aunque ya le había dado alguna vuelta al tema recientemente, lo había dejado tal cual, así que en los capítulos anteriores y ya subidos al foro puede haber referencias “al Presidente”. Ahora, la verdad es que creo que la que tiene más opciones de ganar es Clinton, así que lo estoy cambiando en los siguientes capítulos por “Señora Presidenta” o “la Presidenta”. Espero que no se haya escapado ninguno.

A ahora vamos con más relato.

Saludos.


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Acto VIII. Respuestas.


Mientras la oscuridad no dejaba ver el mar de nubes que se deslizaban bajo ellos y el cielo estrellado parecía mostrar una extraña calma, la Presidenta de los Estados Unidos escuchaba con atención los datos que desde la sala de guerra del Mando Estratégico en la base aérea de Offutt y por videoconferencia, el General Walsh les iba proporcionando a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional. Estos se encontraban volando a más de 10.000 metros de altitud, en el “Air Force One”, un E-4B de mando y control aerotransportado que se encontraba en Andrews durante “Halcón Nocturno”, y en el que habían embarcado las personas clave del gobierno norteamericano que estaban disponibles en cuanto se supo del uso de armas nucleares por parte del régimen norcoreano unas horas atrás. La Presidenta había logrado reunir a unos cuantos miembros, entre ellos el Secretario de Defensa, el de Estado, el de Energía, la Consejera de Seguridad Nacional, el Director de Inteligencia Nacional y el General al mando de la Junta de Jefes de Estado Mayor, además de un par de consejeros de confianza del propio presidente sobre asuntos asiáticos y coreanos. El Vicepresidente y algunos otros miembros del gobierno y las Fuerzas Armadas, se habían reunido en un refugio subterráneo secreto para actuar como gobierno de reserva en caso de que el Presidente no estuviera disponible o falleciese.

Cuando Walsh terminó su exposición, la Presidenta le preguntó.

-Si he entendido bien General, usted nos propone tres vías de acción: un devastador ataque nuclear de represalia contra sus fuerzas armadas y sus ciudades, un ataque limitado solo contra sus unidades militares más cercanas a la zona desmilitarizada, y una respuesta intermedia con esos ataques a las fuerzas militares próximas a la frontera y alguna ciudad pequeña para equiparar el número de bajas civiles entre surcoreanos y norcoreanos… y en todas ellas se incluiría un ataque nuclear contra sus instalaciones nucleares y de armas de destrucción masiva ¿no es así?
-Efectivamente señora Presidenta. Desde el Mando Estratégico creemos que usted tiene la flexibilidad para escoger desde una respuesta comedida a otra muy enérgica, con una opción intermedia.
-Y si usted fuera yo, General, ¿Cuál escogería?
-…es difícil. El ataque masivo mandaría un fuerte mensaje a otros gobiernos del mundo para que no se atreviesen a nada parecido, y ya desde la crisis de los misiles de Cuba, el propio Kennedy amenazó con ataques masivos aunque fuera solo un misil el que tocara territorio estadounidense…
-Pero no han caído misiles en suelo estadounidense esta vez.
-Cierto, aunque han lanzado 3 misiles contra Guam. De todas formas, tampoco lo recomendaría. Las repercusiones internacionales de condena serían muchas, y China y Rusia están al lado de Corea del Norte y una buena parte de la radiación llegaría a sus territorios, incluso al de Corea del Sur posiblemente. Además, si esto termina con una ocupación surcoreana del norte, seguro que no quieren un país devastado y envenenado de radiaciones para reconstruir.
-Tiene lógica.
-La opción de un ataque limitado a sus unidades militares más cercanas a la DMZ es buena, eliminamos el peligro de invasión del sur, o si se atreven a realizarlo pese a todo, nuestra victoria es segura y con relativamente pocas bajas. Pero esa opción puede no ser bien vista por nuestros aliados de Seúl que entiendo que deben estar clamando venganza por los cientos de miles de bajas que han tenido hoy, y manda un mensaje más bien tibio al resto del mundo y al resto de nuestros aliados sobre el compromiso de nuestro “paraguas nuclear”. Personalmente, creo que me decidiría por la opción intermedia, ya que nos aseguramos una victoria militar, contentamos a los surcoreanos, el resto de aliados siguen manteniendo la fe en nuestra ayuda, y a la vez no dejamos todo el país devastado y sería más fácil de reconstruir.
-Entonces ¿está proponiendo que matemos a decenas o centenares de miles de civiles norcoreanos?
-Así es señora Presidenta. Ellos han sido los primeros en hacerlo, y una respuesta que cause un número de bajas similar creo que es lo adecuado.

La Presidenta torció el gesto y recapacitó durante unos segundos.

-Gracias General por su intervención y sus francas respuestas. Por el momento tiene luz verde para proseguir con la campaña de ataques aéreos contra Corea del Norte. En breve le informaremos de nuestra decisión sobre la respuesta a tomar, esté preparado para implementar cualquier plan.
-Estaremos a la espera y preparados para todo señora Presidenta. Buenas noches.

La Presidenta se retorcía incomodo en su asiento. En cuanto se apagó el monitor, miró a los presentes en aquella sala, alrededor de la mesa de reuniones.

-Bien, ya han escuchado al General. Ahora tenemos los datos y tres posibles cursos de acción. Me gustaría escuchar lo que piensan.
-En mi opinión – intervino el Secretario de Defensa, uno de los “halcones” de la administración – debemos mandar un mensaje de fuerza al mundo y al resto de nuestros aliados, pero también de contundencia a nuestros enemigos. Tras esto, está claro que el régimen de Pyongyang no puede existir por más tiempo, y la manera más rápida, fácil y efectiva de hacerlo es un ataque nuclear masivo.
-Y las objeciones del General Walsh a esa opción que le parecen.
-El General tiene razón en algunas cosas, pero creo que se pueden corregir. Rusia y China no van a intervenir, no son tan locos para arriesgarse a una guerra nuclear por el loco líder norcoreano. Aun así, y para no dar motivos a Pekín y Moscú, tendríamos que esperar a realizar el grueso del ataque a que las condiciones atmosféricas llevaran la mayor parte de la radiación hacia el Mar Amarillo o el Mar del Japón, así como no atacar objetivos cerca de sus fronteras. Así, si utilizamos cabezas de pocos kilotones también minimizamos ese riesgo, y la destrucción provocada será menor, para una posterior reconstrucción.
-¿Incluirías Pyongyang entre los objetivos? – preguntó el Secretario de Estado.
-Sin duda alguna.
-¿Qué opinas tú? – inquirió a la Consejera de Seguridad Nacional.
-Estoy de acuerdo, si mostramos tibieza ahora, nuestra posición en el resto del mundo se debilitaría, y además, esos cabrones han comenzado con esto, ¿no? Pues terminémoslo nosotros.
-¿General? – preguntó al Jefe de la Junta de Estado Mayor.
-Coincido. Creo que la mejor opción es un ataque nuclear vigoroso pero tratando de limitar sus efectos.
-Aun así, estamos hablando de minimizar el riesgo, pero este seguiría existiendo y las bajas se contarían por millones y al destrucción sería tremenda – respondió la Presidenta. -¿Estáis todos de acuerdo?
-Si me permite señora Presidenta – intervino el Secretario de Estado – creo que tenemos que recordar dos hechos. Primero que nosotros hemos lanzado un ataque preventivo, el cual sigo apoyando que se llevase a cabo, pero no debemos olvidar eso. Y segundo, que el ataque norcoreano no ha sido en suelo norteamericano, eso deberíamos tenerlo también en cuenta. Yo me decantaría por la opción que intermedia del General Walsh.

El Secretario de Energía y el Director de Inteligencia Nacional apoyaron esa también esa propuesta, así que descartada la respuesta más tibia de solo atacar fuerzas militares cerca de la DMZ, a la Presidenta solo le quedaba escoger entre dos opciones muy difíciles de tomar y que causarían gran devastación y pérdida de vidas humanas, pero sobre las que podría encontrar un consenso en aquella sala. Bajó la mirada a la mesa y respiró hondo. Estuvo así un minuto durante el cual no se oyó nada en la sala, pero cuando parecía que la Presidenta iba a volver a tomar la palabra, el asesor presidencial para temas coreanos, que se había mantenido en silencio hasta aquel momento enfrascado en su portafolios y su calculadora, se levantó y se dirigió a uno de las pantallas que había en el lateral de la sala de reuniones, donde se mostraba el mapa de la península coreana y de las unidades militares de ambos bandos.

-Señora Presidenta, si me permite intervenir.
-Por supuesto Serge, adelante, ahora iba a pediros vuestra opinión – señalando también al asesor para temas asiáticos.
-Señores, creo que debemos ver esto con algo de perspectiva a largo plazo. Han argumentado que si no respondemos con un ataque masivo, nuestra credibilidad se verá en entredicho, y que al menos debemos de matar a miles y miles de civiles para contentar las ansias de venganza del gobierno y el pueblo surcoreano, pero creo que hay otras opciones. Seúl ya está lanzando misiles de alcance intermedio y de crucero contra el norte en represalia, y aunque pueden causar daño, nada comparado con nuestras armas, claro está. Pero nuestra lucha es contra el régimen norcoreano, no contra su población civil, y si la matamos por millones, eso sí será mucho más perjudicial para nuestra política exterior a largo plazo en todo el mundo, que una respuesta más comedida, y su efecto se sentirá durante décadas. Además, China y Rusia quizás no se queden de brazos cruzados cuando su propia población comience a sufrir el efecto de la radiación, porque aunque esperemos a unas condiciones atmosféricas óptimas, siempre hay el riesgo y casi la certeza, que parte de la radiación acabará en esos dos países, principalmente China. – Tomo aliento un momento y prosiguió – Creo que deberíamos ser inteligentes y atraer a Pekín a nuestro terreno. Todos sabemos que después de esto, el régimen norcoreano no puede continuar, incluso los chinos, y aunque no les ha gustado nada nuestro ataque preventivo, creo que están más preocupados por la acción irresponsable de sus aliados. Si aniquilamos a Corea del Norte, ellos pueden responder ocupando el país y restaurando un régimen afín al suyo. Creo que no debemos correr el riesgo de llevar a Pekín todavía más en nuestra contra. Debemos hacer que se alíen con nosotros en un cambio de régimen y una unificación de la península bajo el gobierno de Seúl, y con millones de muertos sobre la mesa y radiaciones en su territorio, no creo que se sientan inclinados a hacerlo. Además, y como ha dicho el General Walsh, si esas radiaciones llegan al sur, sus ciudadanos también van a tener muchas bajas.
-Entonces ¿usted apoya la opción intermedia? – quiso saber el Secretario de Estado.
-No señor Secretario. El matar cientos de miles de civiles, sin ser tan malo como millones, tampoco nos aporta nada para una victoria militar y un cambio de régimen. Tan solo más mala prensa, más dinero en reconstrucción y riesgo de intervención de otros países o de radiación llegando a estos.
-Ya veo, usted quiere una respuesta timorata y débil contra sus unidades al norte de la frontera ¿no es así? – preguntó el Secretario de Defensa.
-No exactamente – y cogiendo un puntero electrónico, comenzó a rodear en la pantalla algunos puntos en Corea del Norte. – Creo que debemos realizar un ataque contra sus fuerzas armadas, pero no solo contra las situadas al norte de la DMZ.
-Explíquese – pidió la Presidenta.
-Señora, creo que además de destruir la capacidad ofensiva de los Cuerpos de Ejército enemigos cerca de la frontera, para evitar que su invasión del sur logre algún éxito, y ya que vamos a entrar en ese terreno, debemos hacerlo con algo más de fuerza.
-¿Y que sugiere? ¿Ampliarlos a unidades militares por todo el país? – dijo el General, un poco molesto porque aquel civil se adjudicase estrategias militares.
-Lo primero General, sería terminar con los remanentes de su capacidad nuclear, química y biológica, y deberíamos lanzar ataques aéreos convencionales y nucleares contra toda su estructura, desde centros de investigación hasta los de desarrollo, almacenamiento y lanzamiento de estos. Eso incluye laboratorios, fabricas, almacenes, bases aéreas y bunkers subterráneos. Estimo que con 15 pequeñas bombas B61 con poca carga de kilotones, algunas de ellas penetradoras, y bastante poder aéreo convencional podremos llevarlo a cabo.
-¿Y qué más? – quiso saber la Presidenta que comenzaba a impacientarse, pese a que comenzaba a atisbar una salida a aquella situación tan dramática que hasta hacia poco se le planteaba.
-Por supuesto deberíamos también destruir la capacidad bélica de los Cuerpos de vanguardia, así como la de su segundo escalón de fuerzas mecanizadas. Aquí preveo al menos otras 10 bombas del mismo tipo. Y por último, lanzaría dos más contra el III Cuerpo y otras dos más contra el Mando de Defensa de Pyongyang, o Cuerpo de Defensa de la Capital como también se lo conoce. Así dejaríamos una vía abierta hacia su capital, y a sus fuerzas terrestres destrozadas e inoperativas en…según mis cálculos, un 70-75%, mientras que sus fuerzas aéreas lo serían en un 90%. Las fuerzas navales no las incluyo porque la mayoría están en el mar y ya van siendo cazadas con nuestros medios convencionales.
-¿Y una vez que hayamos hecho eso? – preguntó el Secretario de Energía, con curiosidad.
-Pues habremos terminado seguramente varios decenas o centenares de miles de soldados enemigos, que no civiles, aunque es imposible que algunos de ellos no se vean afectados, pero en cualquier caso en número mucho más bajo que con los ataques antes propuestos. Con ello contentaremos a Seúl en su sed de venganza. También, al utilizar bombas pequeñas y contra objetivos puntuales y no de área, y contra bancos en el centro y mitad sur del país, excepto para algunas excepciones con su infraestructura de armas de destrucción masiva, generalmente subterráneas, minimizaremos el riesgo de que las radiaciones lleguen a donde no queremos. – Reforzó ese punto señalando los puntos que había rodeado en pantalla, la mayoría de los cuales quedaban al sur de o a la altura de Pyongyang, excepto por algunas infraestructuras y bases aéreas.
-Y la destrucción será menor – convino la Presidenta.
-Así es, señora Presidenta. Logramos desarmar al régimen casi por completo, evitamos una invasión del sur, minimizamos las repercusiones en el resto del mundo y no destruimos el país hasta los cimientos, sino solo zonas muy puntuales y sin grandes urbes que puedan verse afectadas.
-Pero eso no asegura un cambio de régimen, y se me apura, ni si quiera que terminemos con sus capacidades de armas de destrucción masiva – dijo el Secretario de Defensa que no estaba dispuesto a que su opción preferida cayera en saco roto.
-Cierto, pero ninguna de las tres opciones expuestas por el General Walsh lo hace tampoco. La idea es que tras los ataques para destruir sus Fuerzas Armadas que propongo, y en unión con los chinos, idealmente, nosotros desde el sur, y me refiero a los surcoreanos sobre todo, y los chinos desde el norte, ocupásemos el país tan rápido como sea posible tras los ataques nucleares, y en unos días posiblemente tengamos ocupado todo el país, propiciando un cambio de régimen con un gobierno de transición que permitiese la reunificación.
-¿Y porque les iba a interesar algo así a los chinos? – preguntó la Consejera de Seguridad Nacional
-Porque ya han visto donde nos ha llevado la irresponsabilidad y la locura de su aliado. Además deberíamos darles garantías de seguridad, por ejemplo, no estacionar armas nucleares en la península o no establecer tropas norteamericanas al norte del paralelo 38, y mantener un contingente reducido de tropas surcoreanas en el norte. Si eso lo aderezamos con un tratado de comercio en condiciones ventajosas para ambos gobiernos, y ya que Seúl y Pekín están condenados a entenderse y cada vez sus intercambios comerciales son mayores, creo que puede interesarle. Quizás nuestros intereses se vean algo relativizados con Seúl, pero seguiremos manteniendo un apreciable grado de influencia, y podemos aprovechar para mejorar nuestras relaciones con Pekín.
-¿Y si aun así dicen que no? – preguntó de nuevo la Consejera.
-Entonces lo haríamos los surcoreanos y nosotros solos. Y deberíamos recordarles a los chinos que hoy sus aliados han matado a miles de norteamericanos con armas de destrucción masiva, que tenemos todavía bombas de más potencia y que nos quedarían bastantes blancos cerca de su frontera.
-Digamos que ese plan funciona – dijo la Presidenta – y que destruimos una buena parte de sus fuerzas armadas, pero que tenemos que abrirnos paso hasta Pyongyang combatiendo porque sus líderes se resisten a perder el poder y deciden luchar a ultranza… ¿Cuántas bajas podría costarnos algo así, más si lo hacemos sobre terreno contaminado?
-La inmensa mayoría serían surcoreanas, pero nosotros deberíamos aportar algunas tropas, los Marines de la 3ª División y la 2ª División de infantería del Ejército, al menos, que son las que están en el Teatro de Operaciones. El número de bajas es casi imposible de predecir, pero seguramente no tantos como podemos suponer. Tendríamos que avanzar sobre terreno que no estuviera contaminado o no demasiado, contra tropas muy castigadas y en shock, con un apoyo aéreo abrumador y un buen número de soldados surcoreanos sedientos de venganza, mejor entrenados y con armas más modernas y letales. No sé si el General coincidirá conmigo, pero creo que tenemos todas las de ganar.

El interpelado se limitó a asentir con gesto serio. No le gustaba la idea de combatir en un escenario contaminado de radiación, pero las cabezas nucleares no serían demasiado potentes y su efecto demasiado amplio, lo que dejaría huecos por donde entrar y avanzar hacia el norte. Las fuerzas aliadas practicaban la guerra en esos ambientes, aunque lógicamente su operatividad se vería algo reducida, pero la operatividad norcoreana sería todavía mucho peor, y seguramente se enfrentarían a pocas tropas de primera línea y si a bastante de segunda o incluso milicias, que en toda lógica no podrían frenar el avance de las fuerzas aliadas.

-Entonces, ¿tenemos algo parecido a un plan? – Preguntó la Presidenta - ¿Qué opináis los demás?
-No me parece mala idea – aseguró el Secretario de Estado – y la posibilidad de contar con China en esto, no es descabellada, nos costará, pero es una buena oportunidad para dejar la situación en la península coreana resulta durante mucho tiempo.
-Tengo mis dudas sobre la respuesta de Kim Jong-un y el régimen norcoreano a un ataque así, pero puede ser una opción a considerar, y lo sería más en unión a un ataque decapitador para evitar esa defensa acérrima que comenta el Presidente – dijo el Directo de Inteligencia Nacional.
-¿Hay algo nuevo sobre eso? – preguntó el Secretario de Energía.
-Nada, solo que casi seguro su Líder ha salido ileso del primer ataque. Quizás no se encontrase allí o quizás el bunker es más resistente de lo que creíamos. La voz que han emitido hoy las emisoras de radio norcoreanas, estamos al 99% seguros que es la suya, y además sin él es difícil asegurar que una respuesta de esa magnitud se hubiera producido en tan poco tiempo… pero seguimos trabajando para localizar a ese malnacido.
-¿Y vosotros que opináis? – quiso saber la Presidenta, interpelando a los “halcones” de aquel Consejo.

El Secretario de Defensa, el General y la Consejera de Seguridad Nacional se miraron y tras unos instantes, el militar habló.

-Puede funcionar. Será menos rápido y decisivo que nuestra opción, pero hemos de reconocer que tiene algunas ventajas, aunque yo aconsejaría no pedir nada a los chinos e ir por nuestra cuenta con los surcoreanos. No tenemos que deber nada a nadie en esto.
-Quizás no lo vea ahora, general, pero la implicación de Pekín en algo así podría ser beneficioso para nuestro país y la estabilidad de todo el Pacífico a medio y largo plazo, aunque ahora sea algo largo y tedioso de explicar.

A los militares no les gustaba mucho el Secretario de Estado, demasiado “blando”, aunque debían de reconocer que era de los miembros más inteligentes del gobierno estadounidense. Finalmente intervino el Presidente para mediar.

-De acuerdo. Lo primero es responder a esos locos comunistas y luego ya lidiaremos con eso. ¿General, cuando puede llevarse a cabo un ataque como el que ha planteado Serge?
-Señora Presidenta, desde que usted declaró DEFCON 1 esta mañana, tenemos bombarderos B-2 y B-52 con armas nucleares volando cerca de la península coreana con armamento atómico. Además, llevaremos algunas armas que tenemos en Japón hasta Corea del Sur y los F-15 y F-16 se encargaran también de atacar otros blancos. – Se pasó la mano por su bien perfilado y afeitado mentón y concluyó. – Tenemos poco tiempo, pero también planes para esto. Los primeros ataques se podrían producir esta misma noche y terminar al alba, hora local de la península coreana.

Se hizo el silencio por unos momentos en la sala de reuniones del “Air Force One”, y al final la Presidenta habló.

-Bien parece que tenemos un consenso. Así que cursemos las órdenes oportunas, apretemos algunos botones y roguemos a Dios haber tomado la decisión correcta.


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Mensaje por Andrés Eduardo González »

:cool: :cool: Leo que se decantó por la opción táctica...

Y no me esperaba eso de convencer a Beijing de nuestro lado. ¡Touche! :thumbs:


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Mensaje por flanker33 »

Acto IX. Destrucción.


Tras su excelente trabajo aplastando focos de rebelión en el interior del país, y de haber demostrado una inquebrantable lealtad al Líder y al régimen, el Coronel Kim Chang-bong había sido premiado con un traslado al frente justo unos días antes del traicionero ataque aéreo norteamericano. Le fue otorgado el mando de la 27º Brigada Mecanizada, perteneciente al 815º Cuerpo Mecanizado, ya que el anterior comandante de dicha unidad había sido denunciado por el comisario político por mostrar tibieza en el apoyo al régimen y por negligencia al mando de sus hombres, y ahora había sido enviado a ser “reeducado” en algún lugar del interior del país.

Chang-bong quedó muy agradecido con su traslado. Su nuevo mando lo ponía al frente de una de las mejores y más potentes unidades de su amado Ejército, y que formaba parte del segundo escalón estratégico de tropas que liberarían al sur de los imperialistas americanos y sus títeres de Seúl. El Coronel había revisado a sus tropas y a sus oficiales, y había encontrado una buena unidad, pero que necesitaba más inspiración juche y fe en la guía de su Líder Supremo, así que de inmediato repartió octavillas con lecciones de los inmortales Líderes Kim Il-Sung y Kim Jong-Il, así como del actual Gran líder del pueblo norcoreano, y también de los órganos del Partido y del Ejército, y obligó a todos los oficiales y suboficiales a leerlos a las tropas varias veces al día, mientras que los oficiales políticos proyectaban películas patrióticas y daban charlas a los soldados que no estaban de servicio. E incluso tras el rastrero y traicionero ataque imperialista, que tanto asco le produjo, aquellas prácticas de cultura patriótica y política continuaron, si cabe, aún con más ímpetu y más furibundamente anticapitalistas, aunque ahora todo el mundo estuviera bastante más ocupado. “Un soldado convencido de su causa vale por veinte” rezaba una de las máximas del Coronel, así que no escatimó esfuerzos en ello.

Chang-bong tuvo noticia del ataque de represalia con armas atómicas contra el sur al poco de terminar el traslado de su unidad y de casi todo el Cuerpo, desde sus posiciones de alerta en tiempo de paz, a una zona justo a retaguardia de las divisiones del II Cuerpo que debían encabezar el ataque a través de la DMZ. De inmediato ordenó comunicar la noticia a la tropa para subir más la moral y convencer a los tibios de que con la guía y la pericia de su Gran Líder y del Ejército, el pueblo norcoreano triunfaría al fin, y que no había sitio para traidores, tibios o dudosos. Era hora de aunar todos los esfuerzos en una embestida total hacia el sur y liberarlos del yugo imperialista.

Estaba exultante por los informes que hablaban de una aplastante victoria sobre las fuerzas enemigas y de cientos de miles de muertos entre las filas americanas y las de sus títeres. Había que marchar hacia el sur, y ese momento estaba cercano. En pocas horas, sus tanques y blindados avanzarían en apoyo de las tropas de primera línea, y él estaba impaciente por entrar en combate liderando a sus hombres.

Así que aquella noche se encontraba en el interior de su puesto de mando subterráneo provisional, y revisando todo lo concerniente al despliegue de su unidad y del resto del Cuerpo para el ataque que se produciría con las primeras luces del alba. A lo lejos, incluso se oía tronar a la artillería bombardeando la capital y las tropas enemigas. No había dormido desde hacía mucho, pero era tal la excitación que ni lo notaba, y mientras escribía notas con órdenes para sus batallones, vociferaba otras en voz alta para que los oficiales de estado mayor actuasen con la mayor prontitud y diligencia posible. Había mucho en juego y no quería dejar nada al azar. Incluso, en un momento de respiro, pensó que ahora que Pyongyang se había fijado en él por su buen servicio al régimen, si lograba hacer un gran trabajo en el campo de batalla, pronto sería ascendido al Generalato y nuevas medallas colgarían de su uniforme.

Tras salir de sus ensoñaciones, dejó el cigarrillo de una extraña marca china que tenía entre sus dedos en el cenicero de la mesa de su improvisado despacho, y se dirigió a la sala de mando donde se iban actualizando los informes de sus propias unidades, y de las posiciones enemigas. De pronto sintió algo raro. Las paredes de tierra del refugio comenzaron a vibrar y a caerse, y las vigas y tablones de madera que sostenían aquel agujero dentro de la tierra empezaban a desmoronarse. No tuvo tiempo de pensar si aquello era un terremoto o un ataque aéreo, solo que debía salir de allí antes de quedar sepultado bajo tierra. Por suerte, su instinto de supervivencia y la cercanía de la salida al exterior le ayudaron. Pero mientras subía a la carrera por los peldaños de tierra, y todavía lejos de la salida, notó un tremendo calor que le hizo detenerse en seco. Era asfixiante, incluso le quemó algo la piel produciéndole un terrible dolor, pero no pudo evitar notarlo aún más cuando algunos de sus hombres que le seguían escalones arriba, le empujaron hacia arriba, mientras detrás de ellos todo el puesto de mando se desmoronaba enterrando a varias decenas de hombres.

A empellones salieron los supervivientes hacia el exterior, medio quemados y moribundos, solo para ver como aún en la oscuridad de la noche, una enorme columna de humo, con la conocida forma de “hongo atómico”, se elevaba a no mucha distancia de ellos. Para el Coronel y aquellos otros hombres que le seguían, fue la última visión de sus vidas. Pese a la distancia, la onda de choque de la explosión los destrozó, y arrojo lo que quedaba de sus cuerpos como si fueran figuras de papel dentro de un huracán.
La bomba B61 lanzada por un F-16 segundos atrás, había explotado en la unión de dos de las brigadas del 815º Cuerpo y destrozado casi todos los batallones de ambas unidades, eliminando todos los vehículos que no tuvieran blindaje, a las piezas de artillería, y dañando a los BTR e incluso a los tanques si se encontraban cerca del punto de impacto, y matando a miles de soldados y malhiriendo al resto. Y no solo los efectos caloríficos y mecánicos inmediatos de la explosión causaron tanta destrucción, si no que los incendios posteriores aumentaron todavía más el daño y la radiación envenenó a los pocos supervivientes.

Las otras dos brigadas del Cuerpo también se vieron afectadas, aunque en menor medida, e incluso la artillería del Cuerpo perdió casi la mitad de sus piezas. El Cuartel General también sufrió la pérdida de bastantes oficiales, aparatos de comunicación e incluso equipo sanitario. En general, y a efectos prácticos, aquel Cuerpo Mecanizado, orgullo del Ejército Popular Norcoreano hasta aquella noche, había dejado de ser una fuerza útil de combate por bastante tiempo.





El General Walsh se había concedido a si mismo veinte minutos para comer un plato de espaguetis y tomar un café antes de continuar con su cometido en la sala del GOC. Debía descansar algo y reponer fuerzas para estar con la mente despejada, y además, en aquel momento estaba a la espera de los informes de resultados de los ataques atómicos contra las fuerzas armadas norcoreanas y su entramado de armas de destrucción masiva, y poco podía hacer hasta entonces. Pero no pudo zafarse de la realidad y aprovecho para ver cuál eran las reacciones de la opinión pública internacional. Encendió el televisor y comenzó a cambiar los canales con el mando, mientras observaba como todas las cadenas de televisión del país e internacionales emitían boletines especiales sobre el ataque nuclear norteamericano a Corea del Norte, y como medio mundo comprendía y apoyaba la decisión del gobierno norteamericano como respuesta al ataque nuclear norcoreano, mientras que el otro medio mundo condenaba fervientemente y con gran vehemencia la acción. La Secretaria de Estado ya estaba actuando para hacer ver a todos que los norcoreanos habían sido los que hicieron un primer uso de armas nucleares, y que si no actuaban, los siguientes podían ser Japón o los propios Estados Unidos. Esperaba que sirviera de algo.

Apagó el televisor y tras engullir hasta el último espagueti, comenzó a leer los informes que había recabado sobre como marchaban las cosas en Corea, y aunque eran cuestiones sobre las que él no tenía responsabilidad, siempre tenía que estar informado para poder tomar decisiones acertadas en su campo. Así que tras leerlo en pocos minutos, al menos alguien había tenido la deferencia de hacer un buen resumen, cerró los ojos y lo repasó mentalmente. Primero las malas noticias. Centenares, quizás miles de soldados de las fuerzas especiales norcoreanas habían llevado ataques contra instalaciones militares y civiles en Corea del Sur, principalmente contra la red de abastecimiento energético y de transporte estás últimas. Los ataques tuvieron lugar a lo largo de toda la geografía surcoreana, pero con especial intensidad cerca de Seúl, de las costas y puertos del norte del país y de la zona sur de la DMZ. En general lograron causar daños, importantes en algunos casos, pero no críticos, y muchos de los ataques fueron abortados antes de poder llevarlos a término, incluyendo muchos interceptados por mar y aire cuando intentaban infiltrarse en el sur. El informe terminaba concluyendo que aunque había sido malo, podía haber sido peor, lo que no sabía el General si era motivo de consuelo o no.

La otra acción importante norcoreana de las últimas horas, había sido la invasión de la isla de Baengnyeong, la más grande y norteñas de las islas que habían quedado bajo jurisdicción surcoreana al terminar la primera guerra de Corea en los años 50. La isla, de 45 km2 y poco más de 4.000 habitantes, estaba situada apenas a 12 km del punto más cercano del territorio norcoreano, el cual durante los días claros podía verse a simple vista, y había sido cerca de sus aguas donde el “Cheonan” fue hundido en 2010. Así que la isla era un objetivo obvio para el régimen norcoreano, y por eso estaba guarnecida con fuerzas de la 6ª Brigada de Marines surcoreanos, dotados de piezas de artillería, tanques y profusamente minada. Pero nada de ello había impedido que al amparo de la anterior noche, y con la cobertura de un monstruoso fuego de artillería, primero comandos llevados en minisubmarinos, y luego tropas de las fuerzas especiales transportadas en hovercrafts y todo tipo de embarcaciones, desembarcaran unos 3.000 efectivos en la isla. Y aunque tuvieron fuertes bajas incluso antes de llegar a tocar tierra, los defensores también sufrieron un gran castigo y no pudieron evitar que los norcoreanos tomaran una cabeza de playa y que esta fuera reforzada posteriormente. En aquel momento, y el informe era de hacía un par de horas, más de la mitad de la isla estaba en manos enemigas y con los defensores en mala posición. Por eso estaba en camino una Task Force con buques anfibios surcoreanos liderados por el LPH “Dokdo” y la 31ª MEU transportada en el “USS Bonhomme Richard” y otros buques anfibios y de escolta. Se esperaba que llegara a la zona de operaciones en breve y que en pocas horas se produjese un contra-desembarco para reducir a los norcoreanos y recuperar de nuevo la isla.

Por lo demás, las cosas en el aire y en el mar marchaban razonablemente bien. Los aviones de combate norcoreanos estaban siendo diezmados, tanto en tierra como en el aire, y tras una primera jornada donde dieron todo lo que tenían, las bajas sufridas apenas les permitían llevar acabo alguna interceptación puntual sobre su territorio, o algún ataque a tierra casi suicida cerca de la frontera. En el mar, sus submarinos seguían siendo cazados a buen ritmo, y no habían conseguido si no lanzar a la desesperada algunos torpedos contra buques aliados, sin éxito alguno hasta el momento. Incluso sus lanchas misileras tampoco habían podido causar daños importantes y estaban siendo destruidas por aviones, helicópteros y buques de superficie aliados. Tan solo una corbeta surcoreana había sido alcanzada por misiles norcoreanos, y aunque malherida, se mantuvo a flote.

Incluso en tierra, donde se esperaba la embestida más potente de las fuerzas armadas norcoreanas, la situación no era mala. Los ataques aéreos, pero sobre todo los nucleares, habían destrozado a gran parte de las fuerzas del primer y segundo escalón estratégico con la que los norcoreanos esperaban abrirse paso a través de la DMZ y tomar Seúl. Incluso en algunos puntos, lo que parecía una ofensiva planificada había tenido lugar, pero el caos en la retaguardia y en el mando y control de las fuerzas de primera línea, debía ser muy grande ya que solo unas pocas unidades intentaron abrirse paso hacia el sur, y todas ellas fueron detenidas en la DMZ, casi ninguna hizo progresos más allá de unos pocos kilómetros, y a costa de grandes pérdidas. Por el contrario, y pasado el momento inicial de los ataques norcoreanos, el comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Corea, había ordenado algunos reconocimientos en fuerza sobre ciertas zonas escogidas de la frontera, así como el inmediato contraataque sobre las pequeñas penetraciones norcoreanas. Aquella operación se estaba desarrollando en aquellos momentos, pero el último informe llegado apenas unos minutos antes, hablaba de que si bien la mayoría de reconocimientos aliados habían sido detenidos, la 20º División Mecanizada había logrado una penetración de unos 4 kilómetros en las fortificaciones enemigas, e informaba que la resistencia no era tan poderosa como cabía esperar, o como la que se estaba encontrando en otros sectores. Quizás allí había un hueco por donde “abrir el melón” de las defensas enemigas pensó Walsh, aunque reconocía que el combate terrestre no era lo suyo.

Abrió los ojos y se incorporó. Recogió los informes y salió de su despacho, justo cuando su oficial de inteligencia lo reclamaba desde la sala de reuniones con un gesto al otro lado del pasillo. El General entró en la sala y vio que aparte del Coronel, estaba también allí su segundo al mando.

-Y bien ¿tenemos algo nuevo?
-Afirmativo. Han llegado hace unos minutos y tras un primer vistazo para filtrar el grano de la paja, quería mostrártelos.
-De acuerdo – y tras respirar hondo, siguió. – Dime que no tenemos a medio mundo en contra ni hemos matado a miles de civiles para nada.
-No lo creo. Tal y como indican todos los medios de reconocimiento, aviones, satélites, drones, buques e incluso sensores en Corea del Sur, todo parece indicar que los ataques han tenido un elevado grado de éxito. Las imágenes de las instalaciones de superficie de su programa de armas de destrucción masiva, así como bases aéreas con capacidad para albergar armas atómicas, son historia, no queda nada de ellas.
-¿Y las subterráneas?
-Eso es más difícil de averiguar, pero donde pensábamos o sabíamos que estaban, ahora hay un enorme agujero en la tierra. Los informes hablan de una posibilidad de destrucción de esas instalaciones que varían entre un 40 y un 90% según el tipo de instalación que suponemos que tenían. En cualquier caso, si no destruida totalmente, si severamente dañada, y tardarán mucho tiempo en volver a ponerse en funcionamiento.
-Eso siempre que estuviesen ahí.
-…es cierto…pero todo hace indicar que así era, General.
-Entonces ¿puedo decirle a la Presidenta que hemos terminado con su programa de armas NBQ?
-En un elevado porcentaje, sí señor.
-En otras palabras ¿tiene el enemigo capacidad de respuesta, aunque solo sea contra nuestros aliados de Seúl?
-Eso me temo que es imposible de conocer con exactitud, pero es bastante probable, al menos con armas nucleares. Las armas químicas son otro tema, pero aun así, los medios para llevarlos a cabo, han sido fuertemente degradados.

“Fuertemente degradados”…a Walsh le encantaba la jerga políticamente correcta y técnica que ellos mismos habían creado.

-Si me pide un porcentaje ¿Qué le digo Coronel?
-…mmm…en general, según los informes y mis ayudantes, hemos convenido que en un 70-80%. Lamentó no poder ser más preciso, pero hay demasiadas variables que todavía no conocemos.
-De acuerdo. ¿Y los otros objetivos? ¿Sus tropas terrestres?
-Sucede algo parecido a las instalaciones subterráneas. Es difícil de saber con precisión, pero las imágenes de los satélites y drones muestran una gran destrucción en las zonas de impacto, y antes mostraban que estaban llenas de fuerzas enemigas, refugios, puestos de mando camuflados, trincheras, depósitos de suministros, etc…una buena parte de ello bajo tierra, pero sin los estándares de protección que su complejo NBQ, así que suponemos que los daños son importantes.
-He leído sobre ataques comunistas por tierra a través de la DMZ ¿Qué hay de eso? ¿Qué significan?
-Posiblemente sea una muestra del éxito de nuestros ataques. Todo parece indicar, incluso tenemos información reciente por parte de otras fuentes que lo confirmarían, que los norcoreanos iban a lanzar su invasión del sur por tierra a las 08:00 hora local, y que tan solo una pequeña fracción de las fuerzas previstas ha podido avanzar hacia el sur. Principalmente el I Cuerpo en la zona este del país. El Grueso del II y V Cuerpo está anclado en sus posiciones y solo han atacado algunas unidades puntuales, y las fuerzas de los Cuerpos mecanizados del segundo escalón están destrozadas e incapacitadas en su mayoría ya que han sido el principal objetivo de nuestros ataques.
-Suena como si hubiésemos detenido su ofensiva casi de raíz.
-Yo creo que así es, General. Unas horas más y el ataque contra esas formaciones de primer y segundo escalón hubieran sido imposibles sin poner en grave riesgo a las tropas aliadas.

Walsh se pasó la mano por la cabeza y pregunto.

-Y sobre eso ¿Qué sabemos de la radiación y de los daños colaterales?
-Eso es casi de lo que más datos tenemos. Gracias a que los ataques no han sido muy al norte y que varios han sido detonaciones subterráneas con bombas penetradoras, hemos amortiguado los efectos. Por suerte, pocos vientos están llevando la radiación hacia Rusia o China, aunque a este último va a llegar algo seguro. Pero la mayoría se va a mover hacia el Mar Amarillo y en menor medida hacia el Mar de Japón. Aunque ciertamente, la mayoría de la radiación todavía va a permanecer en Corea del Norte durante un tiempo.
-¿Zonas civiles afectadas?
-Algunas hay. No muy pobladas, ya que los objetivos situados cerca de grandes núcleos de población o a las fronteras ruso y china, han sido arrasados con ataques convencionales, con bastante éxito también se puede decir, aunque hemos tenido algunas bajas más de las esperadas.
-¿Y cuál es la proyección de bajas entre los civiles norcoreanos?
-De nuevo es difícil de estimar, pero según los analistas, entre cinco y diez mil bajas, un tercio de ellos muertos, y el resto heridos y afectados por la radiación, aunque es seguro que estos últimos subirán su número en los próximos días.

A Walsh no le gustaba demasiado la cifra, pero teniendo en cuenta que él mismo había propuesto un ataque que produjese más de doscientas mil bajas, podía darse por satisfecho.

-¿Y en el sur? ¿Ha llegado algo de esa radiación?
-Era inevitable, dado la cercanía de algunas de las formaciones enemigas. Pero nuestras tropas estaban sobre aviso, y llevan utilizando sus trajes de protección NBQ desde que esos cabrones les disparasen granadas con agentes químicos, así que las bajas se estiman que son mínimas.
-¿Y los civiles surcoreanos?
-Muchos han sido evacuados tras esos mismos ataques químicos desde el sur de la DMZ a otras localidades más alejadas, aunque es muy difícil que no se vean afectados. Parece que protección civil surcoreana está habilitando refugios subterráneos para que se guarezcan los próximos días, aunque es una zona bastante poblada, y casi seguro que se van a producir bajas, que podrían ser de hasta quinientas o más.
-Eso no va a gustar mucho en Seúl, pero creo que lo entenderán.
-Estoy seguro de ello General.

Walsh se giró hacia su segundo que había estado inusualmente callado durante la reunión.

-¿Qué opinas tú de todo esto, Frankie?
-Ya sabes que creo que ha sido un error, deberíamos haber podido alcanzar los mismos resultados con armas convencionales.
-A costa de muchos miles más de nuestros muertos y un posibilidad de éxito menor.
-Quizás, pero a la larga, estos ataques nos causarán problemas, ya lo verás.
-Eso no lo sé, solo sé que debíamos actuar, y que en último caso, no nos correspondía ni a ti ni a mi decidirlo.
-Eso es cierto…por lo demás, parece que hemos abortado su ataque contra el sur y que tenemos a sus Fuerzas Armadas y su sistema de armas de destrucción masiva con un pie en el cuello. Yo recomendaría no aflojar ahora, y seguir con una campaña aérea cada vez más potente enviando casi todo lo que tenemos a la zona, y preparar una invasión del norte en cuanto podamos, no debemos darles tiempo a recuperarse.
-Estoy de acuerdo – subscribió el Coronel.
-Bien, gracias a los dos. Deja los informes aquí, voy a quedarme un rato examinándolos.

Ambos hombres saludaron al General Walsh y salieron de la sala de reuniones directos a sus puestos para seguir trabajando. Estaba siendo un día muy duro para todos, sobre todo para los que habían perecido bajo el fuego de las bombas de uno y otro bando, y los que sufrirían los efectos de la radiación en una lenta agonía. El General solo deseaba que todo aquello terminase lo antes posible, y sobre todo que no escapase de control y se extendiera a otros países, y por otros países pensaba en China y Rusia.


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flanker33
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Relato: Corea 2019

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Acto X. Desenlace.


El General Choe Yong-gon tenía fama de frio e implacable, cualidades muy valoradas por el régimen norcoreano, pero en aquel momento notaba como por su cuerpo corrían sudores fríos y su pulso pasaba de las cien pulsaciones. Y es que estaba en grave peligro. Y no era por estar en primera línea o haber sufrido algún ataque aéreo, no.

Hasta hacia poco ocupaba el cargo de segundo al mando del Buró de Reconocimiento, y se encargaba de las cuestiones operativas, agentes infiltrados en el sur y contraespionaje, mientras que su superior asumía el mando general y el reconocimiento estratégico y militar de sus enemigos. Ahora era el nuevo comandante en jefe, tras el fulminante arresto y fusilamiento de su predecesor por los fallos tanto por la cuestión de los oficiales huidos al sur, como en no poder predecir el ataque imperialista. Por lo tanto, y ya sin el escudo de su superior, la vida de Yong-gon pendía de un hilo cada vez que daba una información a su Líder Supremo.

Por suerte para él, había podido pronosticar el ataque nuclear enemigo de represalia, y había abortado el intento de varios espías de intentar pasarse al enemigo, en una operación que casualmente terminó con casi todos sus enemigos dentro del Buró en la cárcel o fusilados. Así que Kim Jong-un le escuchaba, y en aquella ocasión le escuchó más atentamente todavía. En una reunión aquella misma mañana, tras repasar los efectos de los ataques nucleares imperialistas, los máximos dirigentes del régimen se dieron cuenta que no podían lanzar la invasión del sur y que la capacidad de lanzar armas de destrucción masiva eran mínimas, por lo que pensaron en una defensa a ultranza del país, del régimen y de sus personas, familias y bienes. Los mandos militares explicaron que una defensa de ese tipo haría pagar un precio a los imperialistas en vidas y dinero que no estaban capacitados para soportar.

Pero cuando el Gran Líder pidió la opinión de Yong-gon, las cosas comenzaron a verse de otra manera. El nuevo jefe de los espías norcoreanos lanzó un jarro de agua fría sobre aquellos hombres, que pronto vieron que decidir la vida de millones de personas desde una cómoda estancia subterránea, no era lo mismo que hacerlo amenazados de muerte. Y es que Yong-gon informó que sus espías en el alto mando surcoreano habían descubierto que el enemigo había localizado aquel bunker situado en las montañas centrales de Corea del Norte, hasta ahora desconocido para el enemigo, y no solo eso, sino que incluso poseían los planos.

Las voces de traición y clamando responsabilidades y fusilamientos se dispararon en la reunión, y la vida del General pendía de un hilo. Finalmente, cuando los asistentes se calmaron, este pudo explicarse y dijo que con casi toda seguridad, habían sido los chinos los que habían pasado la información a los imperialistas. Hacía tiempo que se sospechaba que Pekín conocía la ubicación, incluso que se había hecho con los planos de la misma, pero nunca se pudo probar, e investigar a su único y más poderoso aliado era un tema muy peliagudo, máxime cuando no se esperaba tamaña traición por parte de Pekín.

Pero la realidad no podía ser otra. Los oficiales norcoreanos huidos al sur no tenía esa información, o los americanos ya hubiesen atacado el bunker, como hicieron con el señuelo la primera noche de los ataques. Y tras aquellos, con la operación de “limpieza” que llevó a cabo Yong-gon, no se habían vuelto a producir deserciones y menos de alguien que tuviese la más remota idea de la existencia y los planos de aquel bunker. Así, que si aquella información se sumaba a los alarmantes informes sobre una presencia masiva de tropas chinas en su frontera norte, así como a la comunicación del gobierno chino dando por terminada cualquier cooperación militar desde el momento que se usaron armas nucleares, y “sugiriendo” al Líder norcoreano que Pekín vería con buenos ojos y aceptaría un exilio de él, su familia y otros altos cargos en su país, todo parecía encajar.

Lo que no sabían aquellos hombres es que el traidor que los había delatado lo tenían delante de ellos. El propio General Choe Yong-gon, sabiendo que su vida corría peligro minuto a minuto, y no por la acción del enemigo, sino por la de aquellos hombres, y que era consciente, no como la mayoría de aquellos viejos carcamales, que el régimen estaba acabado y que no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir, había tomado una decisión. Lo mejor que podía pasarle a su país era que aquella locura terminara cuanto antes, y para ello, su Líder y su camarilla dirigente debían desaparecer. Y no solo lo hacía por patriotismo o para salvar vidas. Yong-gon era también un hombre ambicioso, aunque aquello no estaba tan bien visto en el régimen. Pero él tenía la esperanza de ocupar un alto puesto en un gobierno de transición y luego disfrutar de un retiro dorado en algún paraíso tropical con una buena remuneración de por vida. Lo que hizo para que sus deseos personales, su patriotismo y su deseo de supervivencia confluyesen, fue la mayor de las traiciones.

Poco antes, y tras conocer la magnitud de los ataques nucleares enemigos, tomó su decisión y comenzó a actuar. Primero se puso en contacto con uno de sus hombres en el sur, un diplomático africano, que tenía acceso con un alto mando surcoreano, y pidió un medio para comunicarse con él, haciendo pensar en términos para negociar un encuentro entre líderes de los dos países para negociar un alto el fuego. Pero cuando logró hablar con el surcoreano, le transmitió algo muy diferente. Le explico sus intenciones y le facilitó varios datos para confirmar al enemigo su voluntad de cambiar las cosas y de quien era realmente. Obviamente los surcoreanos dudaron, y no fue hasta poco antes de la reunión cuando fue avisado que aceptaban sus condiciones y facilitaron algunas instrucciones, la primera de ellas y la más importante, que debía hacer salir a Kim Jong-un del bunker y facilitar su posición tan pronto como fuera posible. Todo fue demasiado rápido, pero si existía la posibilidad de cazar a los líderes norcoreanos, merecía la pena arriesgarse, debieron pensar los imperialistas.

El General explicó en la reunión la información que les habían hecho llegar los rusos sobre la existencia de una nueva bomba superperforante norteamericana, especialmente diseñada para alcanzar esos bunkers tan bien protegidos y que a priori estaban a salvo incluso de las bombas penetradoras atómicas actuales. La nueva arma estaba en fase experimental, pero era altamente probable que decidieran probarla contra un bunker con tan alto valor estratégico. Por supuesto, si aquellos hombres hubieran pedido una comprobación a Moscú, Yong-gon se hubiera encontrado en serios apuros.

Así que cuando los mandatarios del régimen vieron amenazadas sus vidas, el General aplicó su puntilla. Y esta vez no tuvo que inventar nada, si acaso exagerar un poco. Y es que las revueltas estaban ganando adeptos pese a la enorme represión ejercida contra los sediciosos. Parecía que cuanta más represión, más focos aparecían. Y los últimos eran especialmente preocupantes. Se hablaba de barrios enteros en Pyongyang, la capital del país y del régimen, ciudad donde su población había sido especialmente cuidada para los estándares norcoreanos, y pese a todo, también parecía estar cayendo en la ola de sublevación y traición que recorría gran parte del país. Y con ser malo, no era lo peor, ya que partes del III Cuerpo y del Cuerpo Capital que defendían Pyongyang, parecían estar incumpliendo las ordenes de sofocar las revueltas o incluso uniendose a ella. También en otros puntos del país, algunas unidades de las Milicias de la Guardia Roja, habían aprovechado sus armas para saquear almacenes militares de alimentos y distribuirlos entre la población. En general la situación era mala, aunque no fuera de control, pero tal y como la expuso Yong-gon parecía que en cualquier momento iban a llegar hordas de traidores a las puertas del bunker y a quemarlos vivos allí dentro.

El General sabía que se estaba jugando su vida y la de su familia, era una apuesta a todo o nada, pero no tenía más opción. De lo contrario en cualquier arrebato de furia de aquellos mandatarios, podían terminar con él con un tiro en la cabeza como su predecesor. Era mejor intentar salvar miles y miles de vidas, y mejorar su posición, que no quedarse a esperar lo casi inevitable. Increíblemente tuvo suerte, y al contar todavía con la confianza del Líder Supremo, aquellos hombres creyeron sus palabras a pies juntillas. Quizás la paranoia existente durante años y más en aquellos momentos, le ayudo y mucho. Poco después, decidieron que lo mejor era abandonar aquel bunker ahora comprometido, y el jefe de seguridad de Kim Jong-un preparó un plan de fuga. Los helicópteros quedaban descartados, el dominio del aire enemigo era absoluto y la posibilidad de ser derribados, muy alta. Al final se planeó algo en base a pequeños convoyes de tres camiones cada uno con cruces rojas pintadas en los techos, para evitar ser víctima de un ataque aéreo y no ser detenidos en posibles controles de carretera de los traidores. El primero y el último llevarían un grupo de soldados de escolta, y el del medio, a los mandatarios y sus familias presentes en el bunker. El primero en partir sería el del Gran Líder, y su destino, un bunker subterráneo en la cercanía de la triple frontera ruso-china-norcoreana, para poder escapar a cualquiera de esos países en caso necesario y solicitar asilo. Pero nadie sabía acerca del pequeño transmisor que el General había depositado en la parte baja del camión, que permitiría localizarlo con un receptor sintonizado en la longitud de onda correcta y que en breve trasmitiría a su contacto en el sur.

Por su parte, Yong-gon se ofreció voluntario para dirigirse a Pyongyang y tratar de controlar la situación en la capital, y mantener el orden en la misma, ya que si la perdían, perdían todo el país.
Por eso, y pese a toda la frialdad de la que era capaz, ahora que estaba viendo “abandonar a las ratas el barco”, su corazón latía con fuerza y fríos sudores recorrían todo su cuerpo. Estaba cerca de conseguir lo que se había propuesto, siempre y cuando los imperialistas cumpliesen su parte.

……


Mientras en la oscuridad de la noche apenas se divisaba la costa norcoreana a través de la cabina de los pilotos del Blackhawk, el Capitán Han Ji-woong repasaba mentalmente las últimas y ajetreadas horas de su unidad.

A mediodía su equipo formado por 20 hombres había sido puesto en alerta máxima tras advertirles que se había tenido conocimiento de una información de inteligencia de la máxima prioridad, y que dada la misión tan especifica que tenía asignada la unidad “Chekmate”, un selecto grupo dentro de la ya selecta Unidad 707 del Ejercito surcoreano, el equivalente a la Delta Force norteamericana o al SAS británico, no podía ser otra que la captura o eliminación de algún destacado líder del régimen norcoreano. Inmediatamente, fueron helitransportados a un campamento del ejército surcoreano en la costa este del país, a unos 50 km de la frontera norcoreana, cerca de la ciudad portuaria de Sokcho. Allí, los seis UH-60P Blackhawk que los habían transportados, de los cuales dos llevarían a cabo la inserción, otros dos la extracción, mientras dos más se mantendrían en reserva, rellenaron sus depósitos de combustible, tanto internos como externos y realizaron los últimos chequeos mecánicos. Poco después llegaban cuatro de los novísimos helicópteros de ataque AH-64E Apache surcoreanos que les escoltarían en su misión. Estos aparecieron con misiles Hellfire, Stingers, lanzacohetes y dos depósitos de combustible subalares extra, ya que la misión tenía un objetivo que iba a estar cerca del radio de combate máximo, tanto de los Apache como de los Blackhawk.

Mientras esperaban, fueron informados del objetivo de la misión, la captura o eliminación del líder norcoreano Kim Jong-un. Todos los “chekmate” estallaron en gritos de júbilo y de motivación. Por fin tenían la oportunidad de llevar a cabo la misión para la que tanto se habían entrenado durante los tres últimos años, desde que se creara “oficialmente”, la unidad “Chekmate”. Se dieron detalles de la posible ubicación del objetivo y de que se estaba a la espera de confirmación, e información adicional para poder tener luz verde. Les advirtieron que quizás todo aquello quedase en nada o que fuera imposible la operación, todavía no había suficientes datos. De todos modos les aconsejaron mantener la calma y tener paciencia.

Así que cuando al poco tiempo llegó la orden de embarcar en los helicópteros y poner rumbo norte hacia el mar del Japón, tras la sorpresa inicial por lo rápido que había sido dada la orden de partir, todos sintieron que aquello ya iba en serio y la tensión comenzó a reflejarse en sus rostros ahora ocultos por la crema de camuflaje. Vestidos con uniformes oscuros y con todo tipo de armas, explosivos, material de comunicaciones y de supervivencia que podían cargar, y era mucho, los 16 hombres finalmente seleccionados, se alejaban repartidos a partes iguales en los dos Blackhawk que se alejaban de Sokcho a ras de agua, mientras delante de ellos, dos Apache abrían camino.

Finalmente, y ya cerca de la costa enemiga, Ji-woong, como comandante de la misión terrestre, recibió luz verde definitiva para proseguir con ella. Le informaron que el objetivo, nombre en clave “Goose”, estaba moviéndose por una carretera secundaria a través de las montañas del centro de Corea del Norte, en dirección noreste, a la vez que le pasaban las coordenadas y este las presentaba al piloto del helicópteros que las transmitía a su vez a sus compañeros de vuelo. “Goose” estaba a bordo del camión central de un pequeño convoy de tres, y estaba siendo monitorizado por un RQ-180 que no lo perdía de vista en ningún momento. El Capitán pensó que si con esa información tan precisa, no se podría haber atacado mediante un misil guiado y eliminar todos los vehículos del convoy, pero el oficial surcoreano desconocía bastantes de las motivaciones que habían hecho que él y sus hombres estuvieran allí en aquellos momentos.

Así el alto oficial de inteligencia surcoreano que había recibido el primer contacto con el diplomático africano y luego con el jefe de los espías norcoreanos, y que era quien había llevado adelante la operación bajo la supervisión y aprobación de sus superiores, de su gobierno y del norteamericano, había tenido motivos para desconfiar. Era algo demasiado extraño, y más si procedía del máximo dirigente del espionaje norcoreano, sencillamente era demasiado bueno e increíble, justo como el enemigo querría para llevarlos a una trampa. Pero el africano había sido un puente de comunicaciones seguro en el pasado con el norte, y la información facilitada por el norcoreano parecía buena, y tras diversas comprobaciones, se pudieron probar bastantes de ellas, pero claro, un intento de engaño también debería llevar información fidedigna para hacerla creíble. Así que decidieron “jugar” un poco y ver si aquello iba a delante o no. El espía surcoreano solicitó a su contraparte que sacase al objetivo del supuesto bunker donde se ocultaba, e increíblemente, pocas horas después tenían respuesta sobre la salida del mismo de su escondite, así de cómo y hacia donde viajaba, además de un transmisor para conocer con exactitud cuál era el vehículo donde se ocultaba el objetivo.

Todo aquello fue objeto de intenso debate en las altas esferas militares y del espionaje de Seúl y Washington. Algunos temían que todo fuera una impostura para hacer que los aliados atacaran un convoy bajo el paraguas de la cruz roja y hacerles así mucho daño en la batalla de los medios de comunicación y la opinión pública mundial. Otros pensaban que aún de ser cierto, solo era un intento de llevar a cabo un golpe de estado y cambiar a Kim Jong-un por otros militares del régimen, lo cual era posible que incluso fueran de la línea más dura. Pero al final, y teniendo en cuenta el poco tiempo disponible y los beneficios que habrían de ser cierta la información, se decidió tentar a la suerte. Al fin y al cabo, y siendo un poco cínicos, tan solo se perderían unos pocos hombres y algunos helicópteros de salir todo mal, porque no se aprobó la opción de un ataque aéreo. Estos fueron reservados para los otros cuatro convoyes donde se suponía iban los demás líderes del régimen y que habían sido también comunicados. Si “Goose” estaba realmente en aquel camión, los otros convoyes recibirían su andanada correspondiente de GBU-54 desde los F-22 que despegarían en apoyo de la misión, ahora denominada “Cabeza de serpiente”. Los norteamericanos, si bien apoyaron la operación, no terminaban de fiarse, y no presionaron para que fuera una de sus unidades de operaciones especiales la que la realizase.

Y así era como el Capitán Han Ji-woong y sus hombres se encontraban volando sobre suelo norcoreano, amparados en la oscuridad de la noche y las laderas de las montañas, dirección noroeste, para situarse en un punto donde interceptar al convoy objetivo y montar una emboscada. De momento nada les había importunado, y es que a pesar de llevar tan solo unas 48 horas de conflicto, la defensa aérea y los interceptores norcoreanos habían recibido una enorme paliza y sus capacidades estaban enormemente reducidas. Tan solo ocasionalmente y en puntos bien defendidos se encendían todavía los radares móviles o de las baterías SAM que todavía quedaban en el país. Los cazas ya prácticamente no volaban. Así que si todo seguía como hasta el momento, en menos de media hora llegarían al punto previsto para montar la emboscada. Ji-woong había recibido órdenes de intentar capturar con vida y traer de vuelta a “Goose”, pero si no era factible, secundariamente, su eliminación estaba aprobada, aunque se debería verificar su identidad por todos los medios posibles, ya fuera trayendo su cadáver o mediante alguna otra prueba. “Cinco minutos” oyó decir al piloto algo después, y todos los hombres realizaron los últimos preparativos. Estaban listos.

Los Apache fueron los primeros en adentrarse en la zona objetivo, y con sus avanzados sensores escudriñaron en la oscuridad para comprobar que no había enemigos cerca. En general, el viaje que había transcurrido sobre territorio enemigo, parecía haberlo sido sobre una tierra fantasma, sin ciudades, sin pueblos, sin luces, solo la oscuridad y el gris del suelo y las montañas. Los pilotos afirmarían luego no haber visto a ningún ser vivo durante la inserción. Así que la zona donde los soldados surcoreanos iban a descender mediante una maroma gruesa o “fast rope”, estaba tranquila, nada se movía.

Poco antes de descender de los Blackhawk, Ji-woong recibió la última actualización de la posición del convoy enemigo, apenas veinte kilómetros al suroeste, con un tiempo estimado de llegada a la zona de emboscada de 30 minutos. Los hombres descendieron de los helicópteros que ahora se mantenían en estacionario sobre dos laderas de montaña a cada lado de la carreta secundaria por la cual avanzaba el convoy, llegando poco después a tierra en medio del frio y la oscuridad. Cuando todos los aparatos se retiraron y regresaban a su base, se hizo el silencio y los soldados en tierra comenzaron su tarea. Comprobaron las comunicaciones con el mando, que se encontraba a bordo de un Boeing 737 AEW&C de la Fuerza Aérea surcoreana, que orbitaba sobre el mar de Japón escoltado por cuatro F-16 de la misma nacionalidad. Tras comprobar su equipo una vez más y encender sus gafas de visión nocturna, lo primero que hicieron fue orientarse bien y definir la “zona de caza” para la emboscada. El Capitán pudo apreciar que los analistas de imágenes habían hecho un buen trabajo, y aquella zona era ideal para llevar a cabo un ataque sorpresa contra el enemigo.

Un estrecho paso de montaña, entre las dos laderas con una fuerte pendiente, impedían a los vehículos salirse de la misma, y sus dos equipos podrían posicionarse a ambos lados de la carretera para crear un mortal fuego cruzado sin miedo a que se disparasen entre ellos mismos. El equipo del segundo Blackhawk ocuparía la posición de bloqueo en la ladera opuesta a la del equipo de Ji-woong e intervendría si las circunstancias lo aconsejaban para ayudar a sus compañeros, o si el enemigo intentaba defenderse o huir por aquel lado. Además, había una cerrada curva, tras la cual los hombres de Ji-woong provocaron un pequeño desprendimiento para que la carretera se llenase de rocas que imposibilitaran el paso del convoy e hiciesen que tuviera que detenerse nada más girar, dejando al camión de cabeza fuera de la vista y sin poder proporcionar cobertura al segundo y tercer camión.
Así que una vez repartidos los papeles de cada equipo, con las órdenes claras y los hombres colocados en posición, solo quedaba aguardar…y no tuvieron que hacerlo mucho, ya que cinco minutos antes de lo previsto, el camión de cabeza apareció al girar la curva anterior a la posición de los soldados surcoreanos, que ya lo habían escuchado un poco antes. Todos los hombres estaban en máxima tensión, en breves momentos iban a probar su valía y su entrenamiento, pero aun así mostraban una actitud profesional y de gran concentración. En pocos minutos todo terminaría, para bien o para mal.

Los conductores de los camiones estaban cansados tras las horas que llevaban al volante, y es que conducir por aquellas tortuosas carreteras con los focos medio camuflados para evitar ser detectados desde el aire, era una tarea agotadora. Así que cuando el primer camión giró la cerrada curva, casi se choca con las rocas que los surcoreanos habían dejado en medio de la carretera. Los vehículos que venían detrás de él tuvieron el tiempo justo de frenar…y quedaron tal y como Ji-woong había previsto. La detención del último camión fue la señal para comenzar la acción. Tres hombres del equipo del Capitán abrieron fuego con una ametralladora ligera K3, la versión surcoreana de la Minimi belga, y dos fusiles K2C contra el primer camión. La lona de su caja y la cabina fueron acribilladas en pocos segundos, mientras que otros tres hombres con idéntico armamento hacían lo propia contra el tercer camión. A su vez, el Capitán con otro K2C y su tirador selecto con un K14 y avanzadas miras térmicas, primero acabaron con los ocupantes de la cabina del segundo camión, para acto seguido dirigir sus miras a la lona del mismo. Detectaron el calor de seis figuras, que en sus visores parecían con forma vagamente humanoide. Aquel era un momento decisivo.

Ji-woong notó que el fuego del resto de su equipo cesaba, y recibió por radio la confirmación, “Camión 1 neutralizado. A la espera de confirmación”, “Camión 3 neutralizado. No se mueve nada ni devuelven fuego”. Entonces el Capitán notó que dos de las seis figuras del segundo camión estaban cuerpo a tierra, mientras que las otras cuatro parecían estar de rodillas o en cuclillas y portaban algo en las manos. “Sniper, ocúpate del de la derecha más cercano, yo el de la izquierda”, ordenó en voz baja a su francotirador. Dos disparos sonaron y el eco revotó en las paredes de aquel paso montañoso pareciendo sendas pequeñas explosiones, mientras dos cuerpos caían abatidos dentro del segundo camión.

Pero los dos guardaespaldas supervivientes optaron por no esperar a la muerte, y lanzaron botes de humo tras el camión, mientras descendían con sus protegidos, y provistos con gafas de visión nocturna comenzaban a disparar hacia el equipo de Ji-woong y se dirigieron hacia el lado contrario, intentando buscar protección entre el camión y las rocas. Ante la imposibilidad de disparar contra aquellos blancos en movimiento por temor a abatir a “Goose”, el Capitán esperó y avisó al segundo equipo, que aguardaba en silencio, justo hacia donde los cuatro norcoreanos se habían desplazado. Su francotirador apenas necesito un tres segundos para eliminar a los dos guardaespaldas y dejar a Kim Jong-un y a su esposa mirándose el uno al otro con cara aterrada y sin saber qué hacer.

El Teniente que mandaba el segundo equipo, les ordenó avanzar colina arriba, pero el líder de Corea del Norte no estaba acostumbrado a obedecer órdenes, por lo que siguió quedándose quieto, como en shock y sin saber cómo actuar. Una nueva y enérgica orden, hizo salir a Jong-un de su ensimismamiento y con cautela obedeció. A los pocos metros, dos soldados perfectamente camuflados y que no vio hasta que tenían encima se abalanzaron sobre él, tirándolo al suelo y colocando sus manos a la espalda a la vez que las ataban con bridas. Su esposa recibió igual trato. Cuando Ji-woong lo vio a través de su visor, ordenó un avance de su equipo para comprobar los camiones y que no quedase nadie atrás que pudiera dificultar su extracción. Sus hombres avanzaron con cautela y bajo la cobertura del Capitán y del francotirador, comprobaron que solo quedaban un par de moribundos en todo el convoy, los cuales fueron rematados allí mismo. Tras eso, los dos equipos se reunieron en el lado de Ji-woong y marcharon hacia lo alto de la montaña, que sería el punto de extracción de sus hombres y de sus objetivos. “Atención, “Goose” capturado, repito “Goose” capturado. Identificación visual positiva. Procedemos al punto de extracción. Tiempo estimado, 15 minutos” informó a sus superiores vía satélite.

Mientras ascendían la montaña a buen paso, y el sudor más por la tensión que por el esfuerzo, mojaba su espalda, Ji-woong seguía en guardia. Aquel tiroteo habría alertado a quien estuviese en las inmediaciones, y aunque no le habían informado de unidades militares enemigas cerca, ahora que todo el país estaba militarizado, había millones de milicianos en armas y nunca se sabía dónde se podían encontrar. De todas maneras, la presencia de un drone americano con avanzados sensores allí arriba viéndolo todo, le trasmitía bastante seguridad de que sería avisado si observaban algún peligro. La parte difícil estaba cumplida, así que no era cuestión de cagarla ahora.

Cuando llegaron a la cima, vieron un Apache a lo lejos apuntando sus armas hacia ellos, y no fue hasta una comprobación de identidades, cuando este se apartó y aparecieron dos UH-60P para recoger a los soldados y sus objetivos. Poco después estaban en el aire y en lo alto, una escuadrilla de F-16, los escoltaba de regreso a la base desde la que habían salido. Mientras, desde el 737 AEW&C, el mando y coordinador de la misión, recibía luz verde de Seúl para llevar a término la parte final de la operación “Cabeza de serpiente”, y desde el AWAC,s se ordenó a los cazas eliminar a los convoyes que también el espía norcoreano había identificado, y donde más líderes del régimen habían abandonado el bunker en el que se encontraban a salvo hasta hacia unas horas. En pocos minutos la práctica totalidad de la cadena de mando norcoreana se vino abajo, y con cada explosión registrada en las cámaras térmicas, el régimen se derrumbaba a paso acelerados.


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KL Albrecht Achilles
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Mensaje por KL Albrecht Achilles »

Y agarraron al gordito, ya me lo imagino siendo exhibido en Seul. :twisted:

Saludos :cool2:


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sergiopl
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Mensaje por sergiopl »

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:green:


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Mensaje por flanker33 »

Acto XI. Epílogo

Brett Anderson miraba la televisión y, escuchando las noticias de la cadena pública norcoreana, no dejaba de pensar cuanto habían cambiado las cosas en el noroeste del Pacífico en unos pocos meses, aunque claro, para ello había hecho falta una guerra nuclear. Su labor como analista militar era ahora mucho más aburrida y se centraba más en temas de coordinación logística y de transporte en la reconstrucción y aprovisionamiento de Corea del Norte que otra cosa, pero al menos eso significaba que ahora no había una potencia militar a la que vigilar, aunque ni siquiera sabía si ya se podía pensar en términos de una Corea del Norte.

Y es que cuando todavía no habían pasado cuatro meses desde el final del conflicto, el nuevo gobierno de transición liderado por el General Choe Yong-gon, antiguo responsable del espionaje norcoreano, había orquestado un referéndum nacional, celebrado hacía un par de día, donde muy al estilo de las dictaduras comunistas, las tesis del gobierno habían tenido un apoyo del 97%. Al menos, esta vez lo que buscaba Pyongyang, y los EEUU y Corea del Sur era coincidente, la reunificación de las dos Coreas. Ahora, con el “apoyo” del pueblo norcoreano, se abría un periodo de negociaciones entre los dos gobiernos, el del norte y el del sur, bajo los auspicios y la mediación de la ONU, China y Rusia. Se esperaba que las negociaciones comenzasen en breve y que a no mucho tardar, en un par de meses, se llegase a algún tipo de acuerdo para la reunificación, aunque el “modelo alemán” parecía tener muchos apoyos.

Apartó la mirada del televisor y la centró en la foto que tenía colgada en la pared de su despacho, y donde se veía la ceremonia del alto el fuego y la rendición del gobierno norcoreano en Panmunjon, que increíblemente había quedado casi intacto tras la guerra de los 3 días como ya se la conocía. Y es que en ese periodo, y tras las andanadas nucleares de ambos bandos y la captura y eliminación de casi toda la cúpula dirigente del norte, el General Yong-gon tomó el poder en la capital del régimen comunista y tras unas horas para afianzar su poder y realizar algunas consultas con los dirigentes norcoreanos que quedaban, realizaron una petición formal de alto el fuego y confirmó que su país se rendía a las potencias aliadas, lo que fue respondido con una aceptación condicionada a la verificación del alto el fuego durante unas cuantas horas. Al final, y casi coincidiendo con el inicio de los ataques aéreos aliados unas 72 horas atrás, se decretó el alto el fuego, y al mediodía siguiente, se firmaba el acta de rendición que reflejaba la foto que colgaba de la pared. Realmente todo sucedió a gran velocidad, como casi todo en aquella guerra. Era el signo de los tiempos en aquella era digital y de la información.
En la foto, los ministros de asuntos exteriores de ambos países, bajo la atenta mirada de varios militares de alto rango de los tres países enfrentados, y algunos guardias armados aliados, firmaban el protocolo de rendición que sustituía el armisticio firmado décadas atrás, al terminar la primera guerra de Corea, como también se debería escribir en los libros de historia a partir de ahora.

Anderson recordó como dos días después, las tropas de la ONU, con contingentes surcoreanos y norteamericanos principalmente, pero también una representación simbólica de soldados recién llegados de Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Francia, Colombia o Turquía, como continuadores de la labor que realizaron sus compatriotas en la década de los 50 del pasado siglo, comenzaron a cruzar la frontera con el país comunista. A su vez, y desde el norte, tropas chinas entraban también en la península coreana, ocupando el tercio norte del país, mientras que los soldados de la ONU lo hacían en los dos tercios meridionales, incluyendo su capital. En general, la ocupación del país y el desarme del ejército y las milicias norcoreanas trascurrió sin demasiados incidentes, pero sí que algunos de los oficiales y soldados más recalcitrantes del régimen comunista, opusieron cierta resistencia en algunos lugares, e incluso durante varias semanas hubo un movimiento de resistencia en algunas zonas montañosas del país, hasta que por fin fueron sofocados con ayuda de la nueva policía norcoreana que se estaba creando y que en realidad era una milicia que el nuevo gobierno de transición controlaba férreamente.

En las ciudades y pueblos, la gente acogió a los ocupantes con una mezcla de miedo y desconfianza al principio. Desde Pyongyang se les había dicho que debían colaborar con ellos y no ofrecer resistencia, y acostumbrados a obedecer como estaban, y gracias a que además comenzaron a recibir alimentos poco a poco, su actitud fue variando favorablemente al cabo de los días y las semanas. En poco tiempo, los norcoreanos comenzaron a colaborar abiertamente con sus ocupantes, especialmente con los surcoreanos. También fueron las fuerzas aliadas las que llevaron a cabo una labor de descontaminación de las zonas más afectadas por los ataques nucleares, y si bien era una tarea a largo plazo, el que los norcoreanos viesen a los soldados hasta hacía poco enemigos ayudando en una labor así, granjeó la simpatía de la mayoría del pueblo.

Todavía quedaba una ingente labor por hacer en Corea, en el nuevo país cuando unificado, y seguro que la economía surcoreana se iba a resentir de tener que elevar el nivel de vida de sus compatriotas del norte y llevarla a unos estándares occidentales, o lo más parecido a ello posible, algo que seguramente duraría décadas enteras, pero no estaría sola. Tanto los EEUU como China y varios países más habían comprometido ayudas millonarias para la reconstrucción y la unificación de las dos Coreas, con el beneficio de que aquel foco de inestabilidad mundial desapareciera para siempre, y que una Corea prospera era de interés para todos, en especial para las grandes potencias y los países asiáticos. Por supuesto, entre Pekín y Washington todavía se estaba perfilando el nuevo estatus del país reunificado y los flecos de su relación entre ellos con respecto a Corea, pero en general existía un consenso sobre la influencia que cada uno podía ejercer sobre Corea y a los acuerdos que podían llegar con Seúl.

Anderson salió de su ensimismamiento al oír al presentador de la televisión norcoreana anunciar una noticia en concreto: el juicio contra el antiguo dictador norcoreano Kim Jong-un se celebraría en Seúl en pocos días. El analista pensó que con los cargos a los que se enfrentaba, solo un milagro podría salvarlo de la pena capital, y es que aunque Corea del Sur no aplicaba la pena máxima desde hacía años, en lo que era una moratoria de facto, su legislación si contemplaba la pena de muerte, que era exactamente lo que se había pedido para el reo. Así que seguramente, en unos días, el último de la dinastía Kim se vería como otros dictadores del pasado, enfrentado a sus crímenes y sufriendo el castigo por ello.

Finalmente apagó el televisor. Tenía mucho trabajo que hacer. Había un país que reconstruir y personas que salvar del hambre que todavía acechaba a los norcoreanos, ya que la libertad estaba muy bien, pero por si sola no les daba de comer. Y si no querían que una hambruna se cebase con ellos y hubiese cientos de miles o incluso millones de muertos, debían centrar sus esfuerzos en ayudar a coordinar el masivo puente aéreo y naval que desde diversos puntos del planeta, traía alimentos a los norcoreanos. Esperaba que no fuera demasiado tarde para un pueblo que ya había sufrido demasiado, y que se merecía vivir en paz y con el estómago lleno. Ojala todo terminara bien para las buenas gentes de la península coreana, pensó Anderson mientras volvía a sumergir la cabeza en las hojas de cálculo de la pantalla de su ordenador.


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Andrés Eduardo González
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Mensaje por Andrés Eduardo González »

:cool: :cool: Buen final... para el gordito... :twisted:


"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
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Mensaje por flanker33 »

Pues ya hemos llegado al final del relato. Este ha sido cortito. Espero que haya sido de su interés y solo me queda agradecer su paciencia a los fositas que lo hayan leído, y a quienes han participado con sus comentarios tanto en el hilo como conmigo por MP. Ahora a preparar el siguiente.

Un cordial saludo a todos.


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Mensaje por sergiopl »

Gran trabajo, flanker33 :claps:

Yo siempre he sido muy escéptico en cuanto a un primer uso de armas nucleares por parte de cualquier país, en el caso de haber peligro de represalias, pero de suceder creo que sería similar a lo descrito en este relato. Esperemos no verlo nunca :confuso1:

Aguardamos el siguiente relato :thumbs:


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flanker33
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Mensaje por flanker33 »

Gracias sergiopl. Si la verdad es dificil pensar en un primer uso de las armas atómicas cuando el contrario también las posee, pero de haber un escenario así en la actualidad, el más plausible me parece este, así que me apetecía la idea de explorar primero la hipotesis de un ataque preventivo norteamericano sobre el entramado nuclear norcoreano, y luego la posible respuesta del regimen incluyendo armas NBQ.

Saludos.


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