Un soldado de cuatro siglos

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Gaspacher
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Valencia octubre de 1629

El asalto fue todo un éxito y la Goleta que ya estaba en las últimas, cayó sin remedio. A continuación las fuerzas españolas se dirigieron a la ciudad de Túnez a la que pusieron sitio tres días después, iniciándose el bombardeo al cuarto día y asaltándola dos días después cuando sus viejos muros medievales se habían derrumbado en varios lugares. Tras la caída de la ciudad llego el saqueo que se extendió durante una semana y que incluyo las poblaciones cercanas.

Mientras tanto la flota se adentró en el Mediterráneo oriental y en el Adriático, en donde libraron una batalla al sur de Creta en la que hundieron o hicieron presa en ocho galeras, mientras en otras acciones capturaban tres saetías y dieciséis caramuzales que transportaban ricos cargamentos además de en un par de docenas de embarcaciones menores. Tampoco perdieron ocasión de cañonear el puerto de Trípoli o el de el Pireo, más por demostrar su poder y tratar de atraer a la flota otomana que por destruirlos.

Sin embargo los otomanos no aparecieron. Sin duda la destrucción de Argel y Túnez, con sus flotas hundidas o capturadas, unida a las pérdidas en el mar de los últimos años les habían supuesto un serio quebranto. En la práctica eso eliminaba a uno de los cuatro enemigos de España y asentaba el dominio de está en el Mediterráneo. Un dominio que no hubiese podido lograrse sin la nueva escuadra y las armas modernas como brulotes explosivos, cohetes, y los nuevos cañones de bronce comprimido.

Tales fueron los productos de los saqueos de ciudades y las capturas navales, que para cuando al mes siguiente regresaron a Valencia, un soldado que hubiese participado en todas las campañas de este año recibiría dos mil quinientos escudos como mínimo. Es decir, el sueldo de toda una vida de servicio en los ejércitos del Rey logrado en un solo año. Premios como estos no se recordaban desde los tiempos del Osuna, e incluso entonces tan solo habían logrado repartir mil quinientos escudos en su mejor año, claro que sus acciones se extendieron a lo largo de un lustro.

Cuando a mediados de octubre la escuadra Pedro regreso a Valencia dispuesta a pasar la invernada, atraco junto a los más de cien navíos capturados durante aquel año. Tres días después, con todas las tropas formadas en los muelles frente a los navíos de la flota que ese día estaban adecuadamente engalanados, Pedro repartió las condecoraciones al valor a aquellos soldados y marineros que lo merecían.

Estas nuevas condecoraciones se entregaban al valor, sin tener en cuenta cuna o limpieza de sangre. Eran estas la cruz de guerra, la medalla militar o naval tanto en carácter individual como colectivo a buques o banderas, y por encima de todas ellas, la orden de Jaime I el Conquistador, también con carácter individual y colectivo.

En dicho acto que fue presidido por su Excelencia el Virrey Luis Fajardo y Requesens, y por su ilustrísima el arzobispo Isidro de Aliaga, Pedro hizo público su pase a retiro, quedando al mando de la escuadra el que fuere su segundo, el vicealmirante Iñigo de Urquiza, quien junto a su orden de Jaime I recibió un ascenso a almirante.

A continuación Pedro se despidió de sus hombres y de los miembros del cosell, quienes habían aceptado su dimisión días atrás. Pedro deseaba apartarse de primera línea para alejarse de intrigas y envidias, y quería aprovechar ese momento pues su nuevo palacio construido en el Maestrazgo estaba ya finalizado. Un palacio que presentaba avances desconocidos e inimaginables como agua corriente, calefacción central, lámparas de parafina, y otros muchos avances que debían facilitarle la vida. Además acababa de ser padre, un niño producto de una de sus muchas aventuras nocturnas, y quería educarlo adecuadamente.

Sorprendentemente el consell puso más reticencias de las esperadas, sospechaba que porque muchos de ellos se habían estado enriqueciendo con los bajeles corsarios que habían fletado y que habían ayudado junto a su flota durante aquel año. Como fuere finalmente aceptaron su retiro y Pedro, sobre cuya conciencia solo pesaba el no haber podido culminar su campaña con un ataque sobre Constantinopla, dejo la escuadra y la ciudad para dirigirse a su nuevo hogar.

Era el 28 de octubre y dejaba atrás un Mediterráneo sino convertido en un lago español, si bajo el claro dominio de su escuadra por haber destruido Marsella, Tolón, Argel, y Túnez, restando únicamente Venecia y Constantinopla como contrapoderes, ambos en horas bajas…


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Mensaje por Gaspacher »

Orden de Jaime I el Conquistador

Artículo IV. Será premiado con esta Orden cualquier individuo del ejército, desde el soldado hasta el general, por alguna de las acciones distinguidas que se señalan en este decreto.

Artículo V. El Rey, o quien en su salta ejerciere el poder ejecutivo, concederá estas Cruces por medio de un diploma o título firmado de su mano, y sellado con el sello del estado, especificándose en él la acción porque se ha concedido.

Artículo VI. Los soldados, cabos y sargentos que se hicieren acreedores al premio, recibirán, la Cruz de plata gratuitamente, siendo su coste de cuenta de la caja del cuerpo a que pertenezcan, o del Gobierno a falta de fondos disponibles en la caja militar. Para todos los oficiales y cadetes será de oro, y a costa del premiado.

Artículo VIII. Será acción distinguida en el general en jefe ganar con fuerzas iguales, o poco superiores, una batalla campal, en que quede destruida o prisionera la cuarta parte lo menos del ejército enemigo, con pérdida proporcionada en su artillería y bagajes; ganar con las fuerzas expresadas una batalla, de cuyas resultas liberte una plaza sitiada o una posición importante, o se ocupe estando o no atacada por nuestras tropas una plaza o posición también importante, que guarnece el enemigo; ganar una batalla de que resulte que los enemigos tengan que evacuar una extensión de país tal que asegure las subsistencias, y aumente los medios del ejército, o contribuya a que este se ponga en comunicación con otro ejército, plaza o país de importancia; y finalmente defenderse con fuerzas inferiores, rechazando al enemigo, conservando su posición, o salvando su ejército por medio de una diestra y ordenada retirada

Artículo XI. En los oficiales subalternos será acción distinguida cualquiera de las expresadas para los comandantes de los cuerpos, cuando la ejecuten respectivamente con la tropa que manden, y además las expresadas en el citado artículo de la Ordenanza. Será acción distinguida en cualquier oficial, jefe o subalterno subir el primero a la brecha animando a los demás con su ejemplo.

Artículo XII. Serán acciones distinguidas en los sargentos y cabos, cuando manden una partida, las que quedan señaladas para los comandantes de cuerpos o secciones de tropas, y cuando obren solos, las que se señalan para el soldado.

Artículo XIII. En el soldado serán acciones distinguidas ser de los tres primeros que suban a una brecha, reducto o punto fortificado, o ser el que mas tiempo se mantenga en ella; ser de los que primero acudan a arrojar al enemigo que haya ocupado la brecha, reducto o punto fortificado; permanecer en el combate hallándose herido o contuso de gravedad; contener con su ejemplo a sus compañeros, para que no se desordenen a vista del peligro; tomar una bandera en medio de tropa formada, o una pieza de artillería que el enemigo conserva y defiende; batirse cuerpo a cuerpo con buen éxito lo menos con dos enemigos a un tiempo; recuperar una bandera, o a su jefe que haya caído prisionero, o liberar a este de enemigos que le circundan.


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Mensaje por Gaspacher »

Algún lugar de Norte de Valencia I, 28 de noviembre

—Don Clemente, por favor, ¿cuál es el estado de la Compañía del Carmen?

—Excelencia, en estos momentos, todo marcha según lo previsto. Los activos de la Compañía son cuatro navíos de línea, seis galeones, dos de las nuevas naves siberianas, tres urcas y dos zabras, y se da fue de la fundación de la Colonia de San Miguel y catorce puestos de caza en la Siberia, en los que trabajan según la última actualización mil ochocientos cazadores, doscientos de ellos con sus mujeres e hijos. —Explico el bachiller puesto al cargo de la Compañía comercial como su director general.

En cuanto a los bajeles están distribuidos de la siguiente manera. Los cuatro navíos y dos galeones partieron hacia Siberia al mando de Juan de Cereceda, quien debe encargarse de fundar una colonia en Subic, al Norte de Manila según sus instrucciones. Allí se establecerá la sede central de la compañía en aquellas aguas.

Mencionar también que otros dos galeones y dos urcas con cien familias se dirigen en estos momentos a la Siberia, donde fundaran otra colonia en la desembocadura del río que los nativos llaman Amur.

—Veo que todo marcha según los planes. ¿Cómo marchan los envíos de pieles?

—Magníficamente, señor. Los cazadores han entablado relaciones amistosas con las tribus de la zona y se comercia con pieles tanto como se cazan animales. Unos días atrás llegaron dos galeones procedentes de la Siberia cargados con 45.762 pieles que podrán venderse a unos siete excelentes cada una, tal vez un poco más. Teniendo en cuenta que en origen esas pieles cuestan un real de a ocho, y detraídos los costes de transporte e impuestos, el beneficio de la compañía puede alcanzar el millón de ducados.

—Magnifico. A partir de la próxima primavera los galeones empezaran a ser sustituidos por las nuevas naos siberianas a razón de dos al año. A partir de ese momento los galeones deberán emplearse para el comercio de cabotaje en aquellas aguas.

Añada una nota recordatorio para los puestos de caza, a enviar la próxima primavera. Los cazadores no deben esquilmar las zonas de caza, que se muevan de una a otra de temporada en temporada y no regresen a una zona en la que ya han cazado en ocho o diez años. Así la caza no se extinguirá y podremos explotar las zonas tanto tiempo como sea necesario.

En otro orden de cosas convoque a los accionistas antes de semana santa para aprobar los presupuestos del próximo año y el reparto de beneficios, espero que para entonces vuesa merced haya logrado vender todo el cargamento.

—Como vuesa merced ordene, Don Pedro. —Respondió Clemente sin dejar de tomar notas.

—Bien, veamos ahora las granjas de conejos. —Dijo Pedro. —Don Anselmo, por favor.

—Sí, Don Pedro. En estos momentos tenemos seis granjas de conejos, tres en Valencia y una en Alicante, Castellón y Játiva, cada una de las cuales emplea a entre diez y veinte trabajadores. En estos momentos cada una de esas granjas está sacrificando del orden de cuatrocientos animales al mes, pero esperamos llegar a los mil por factoría a finales del próximo año.
Los conejos se venden por unos pocos maravedís, cambiando los precios dependiendo de la época y las condiciones del mercado. Eso basta para pagar a los trabajadores de las granjas y aún queda un pequeño beneficio, no demasiado, me temo. En cuanto a sus pieles, estas son curtidas siguiendo sus órdenes.

—Magnifico, cada una de esas pieles puede venderse por un par de reales. Contacten con la Real Fábrica de fieltros de Vigo y traten de vendérselo a ellos pues pueden aprovecharlos para hacer sombreros. Eso aumentara los beneficios de las granjas a sesenta o setenta mil reales anuales.

—Como vuesa merced ordene, Don Pedro.

—Y quiero que prepare la expansión del sistema de Granjas a Málaga, Granada, Sevilla, Barcelona, Lisboa, Oporto y Madrid. Si logramos que todas las fábricas estén a máximo rendimiento en un par de años, podremos aumentar nuestros beneficios de forma clara. Nuestro objetivo es alcanzar los cien mil conejos anuales en un lustro…
Asociado a las granjas, ¿Cómo va el estado de los cultivos?

—Muy bien, Don Pedro. —Respondió Anselmo. —las patatas han arraigado admirablemente en el suelo español y se cultivan sin problemas, y los abonos, tanto los nitratos de chile como el compostaje unidos a la rotación de cultivos están dando grandes cosechas.


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Batalla de Pavía, diciembre de 1629.

Batalla que tuvo lugar en la citada ciudad italiana en el marco de la guerra de sucesión de Mantua.
En ella, un joven y novel general francés Henri de La Tour d'Auvergne, años mas tarde conocido como Turenne, fue derrotado por el Capitán General del ejército español en Italia D. Ambrosio de Espínola.

La pericia y veteranía del oficial italiano al servicio de España no fue rival para un joven recién ascendido a Coronel por el propio Cardenal Richelieu en aras de buscar una rápida victoria.
Francia buscaba lograr una victoria decisiva que convenciera a la república de los Países Bajos a reanudar la ofensiva contra el gobierno español. Por el contrario, la derrota supuso la firma de lo que se conocería como "la Tregua de los 10 años" (o de Bolduque, lugar donde se pusieron de acuerdo los embajadores).
Por ella se garantizaba la paralización de hostilidades hasta el año 1640. Un parón bien recibido por ambos contendientes, ya que Francia buscaba tejer una amplia red de alianzas contra los Augsburgo en general y contra España en particular, mientras que el gobierno de Madrid buscaba reformar su sistema militar, económico y administrativo.
Eso no evitó la proliferación de una guerra " a pequeña escala" eminentemente naval y de corso, especialmente en el "Spanish Main".
Merced a esta victoria Espínola alcanzó la "Grandeza de España" añadiendo a su escudo de armas la leyenda "Honor y Reputación".

La 2ª batalla de Pavía como se conoció desde entonces, también es recordada por los amantes de la historia militar, como la primera en la que se llevaron a cabo, de manera limitada, las tácticas de cooperación entre unidades de infantería y caballería. Especialmente por una compañía llamada, la de "los soldados perdidos", que gracias a su potencia de fuego y protección proporcionada por las bayonetas, daban seguridad y apoyo a un escuadrón de húsares húngaros al servicio de España.

Se sabe que los oficiales al mando de dichas unidades fueron ascendidos en el propio campo de batalla y por el propio Capitán General al empleo de Capitán.


Extraido de la Wikipedia.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

—Don Serapio, su turno por favor.

—Sí, Don Pedro. La fábrica de vidrio está trabajando a pleno rendimiento y sus productos están ganando en fama en detrimento de los productos venecianos. En estos momentos hay veinte artesanos en la factoría, cada uno de ellos con varios ayudantes. Cada artesano produce aproximadamente un juego completo de jarras, vasos y copas a la semana. Todo ello sin descuidar los envíos de materiales a las fábricas de lentes y espejos. Una vez pagados los suministros y los sueldos de los artesanos, el beneficio previsto de la fábrica a finales de año ascenderá a unos treinta mil excelentes.

—Gracias Don Serapio, prepare vuesa merced también una reunión de accionistas a finales de marzo. Don Niceto, ¿Hemos tenido más noticias de los espías venecianos que merodearon nuestras factorías meses atrás? —Preguntó Pedro a quien era el jefe de seguridad de sus empresas.

—Nada desde que partieron, Don Pedro. —Respondió el veterano soldado reconvertido en espía. —logramos acabar con varios de ellos mediante duelos o asaltos nocturnos, pero decidimos no acabar con todos para que no sospecharan. Sin embargo en las últimas fechas se ha visto a un par de espías franceses en la taberna de los altos hornos de Murviedro. Aún no hemos actuado pues el dueño de la taberna está tratando de averiguar los códigos que mantienen con su patrón.

—Actuó vuesa merced bien, Don Niceto, a partir de ahora quiero que presten especial atención a nuestros artesanos, no vaya a ser que intenten captarlos para robarnos las formulas y los métodos de producción del vidrio y de los espejos.
—Como vuesa merced ordene. —Respondió Niceto.

—Don Manuel, ¿Cómo va la factoría de espejos? —Preguntó Pedro a continuación.

—Muy bien, Don Pedro. Estamos fabricando del orden de una plancha de un paso de largo por una vara de ancho al día. Con ella una vez recortada obtenemos un espejo de categoría uno y entre cuatro a ocho de categorías dos a tres. Los primeros se destinan principalmente a la exportación, siendo su precio de entre sesenta y ciento veinte mil reales. Los precios de los espejos menores suelen ir de quince mil a veinte mil reales… pero he de decir que podrían venderse a mayor precio, Don Pedro. Solo cinco años atrás los venecianos vendían estos espejos a precios de hasta sesenta mil reales.

—Mantendremos los precios de los espejos de segunda y tercera por debajo de los cuarenta mil reales, Don Manuel. —Dijo Pedro. —Esos espejos compiten directamente con los producidos por los venecianos, y eso pondrá en problemas a nuestros competidores.
—Como vuesa merced ordene, Don Pedro. En fin, los beneficios de la factoría una vez descontados los impuestos ascienden a unos ochenta millones de reales, de los que cincuenta y cinco proceden de Europa y el resto del Imperio.

—Magnifico, busque vuesa merced una fecha para la junta de accionistas en el primer tercio del año. —Dijo Pedro.
—Don Francisco. —Dijo Pedro dando entrada al siguiente director.

—Excelencia, el Alto Horno de Murviedro continua su buena marcha. En estos momentos fundimos unas cuatro mil libras de hierro al día. Con ellas se están logrando fabricar dos cocinas económicas al día, empleando el resto del material en la fabricación de engranajes para las fábricas. Las cocinas se venden por entre cuatrocientos y dos mil reales dependiendo del modelo y el mercado interior o exterior. Esperamos unos beneficios en la factoría cercanos al medio millón de reales…


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Mensaje por Gaspacher »

Marzo de 1630, norte de Valencia

—Todas las yeguas están preñadas, Don Pedro. —Dijo el herrero de su cuadra, pues por extraño que a alguien como él, nacido en el siglo XX le pareciera, no existían los veterinarios y el único que se realizaba un trabajo que se asemejase al de un veterinario en este siglo era el herrero, concretamente el herrador. —Las cincuenta yeguas bretonas de la cuadra han sido preñadas por los cuatro sementales de raza española, una raza que venía de los tiempos del gran Felipe II, quien había creado cruzando las diversas razas de caballos españoles para conseguir un caballo fuerte.

—Espero que lleve un detallado registro de padres e hijos, Don Pascual. —Respondió Pedro. —Quiero que busque otros cuatro sementales de raza española. Tráigalos aquí para la próxima monta y mande los actuales a la yeguada de raza española. Así la próxima monta la realizaran machos diferentes y crearemos más líneas de sangre. Iremos repitiéndolo mientras las yeguas estén en edad de parir. Espero lograr con ello tantas líneas de sangre para estos nuevos caballos como sea posible.

Luego, cuando se desteten los potros, separe los machos de las hembras, que cuando entren en edad serán cruzados con líneas de sangre siempre separadas. Tratemos de evitar cruces entre líneas consanguíneas pues es la receta para el desastre.

—Como vuesa merced ordené, Don Pedro. —Respondió el herrero que removió las brasas en las que permanecían varios hierros candentes. — ¿Puedo preguntar que busca cruzando esas razas de caballos, Don Pedro?

—Un caballo de trabajo, Don Pascual, un caballo de trabajo… —Dijo Pedro mientras observaba como el herrador fogueaba un mulo enfermo, aplicando el hierro candente a lo largo de su muslo y nalga, ocasionando que la pierna del mulo diese espasmos.

—Don Pedro, el telégrafo comunica que el Rey ha convocado las cortes del reino en Valencia para el próximo mes. —Dijo un criado que llego hasta él trayendo la importante noticia por la que se convocaba a los caballeros, miembros del clero y de las villas reales a Cortes.

Cerrando los ojos suspiro con fuerza, medio maldiciendo esos tratamientos tan bárbaros y preguntándose si no habría alguna forma de impulsar la creación de los veterinarios… mientras volvía a su casa se puso a pensar. El Rey quería cortes en Valencia. Eso era un punto de divergencia con la historia real posiblemente derivado de sus actos pero sin su intervención directa. No dejaba de ser curioso cómo eran las cosas, cada vez entendía mejor aquello de "el aleteo de una mariposa".

El tratamiento del mulo, por bárbaro que fuese, funcionó…


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Cortes de Valencia, marzo de 1630

Necesitado de dinero para financiar sus guerras, Felipe IV volvió sus ojos al Reino de Valencia que en los últimos años había logrado una balanza fiscal sumamente favorable, ingresando grandes cantidades de dineros por impuestos al comercio, especialmente de espejos, vidrios, y las llamadas cocinas económicas. Junto a estos impuestos que estaban consolidándose por la buena marcha de las factorías que producían estos bienes, en 1629 el reino ingreso más de ocho millones de ducados en concepto de beneficios por presas y el saqueo de Marsella, Argel o Túnez por la armada del Reino.

Como tres años atrás, Felipe IV choco con la actitud del consell general, que según marcaba la tradición empezó las Cortes presentando al Rey los agravios recibidos, eternizándose las deliberaciones. Felipe IV no tuvo más remedio que aguantar unas interminables y aburridas sesiones. En días como aquellos el rey echaba de menos a su anterior válido, el conde duque de Olivares, quien convalecía en Madrid de un atentado holandés que le había causado serias heridas el año anterior.

Empezaba a arrepentirse de haber elegido un sucesor débil para Olivares en su intento de reafirmar su poder personal. El obispo de Solsona y actual presidente del consejo de Castilla, Miguel Santos de San Pedro, había demostrado ser un político conciliador y falto de iniciativa durante su virreinato en Cataluña. Pero eso que unos meses atrás le pareció una magnífica noticia ahora le estaba provocando muchos problemas.

Maldiciendo la lentitud de las cortes salió del viejo palacio Real en el que se celebraban para dirigirse al moderno palacio, nombrado como Real Sitió de Valencia, que el Consell había decidido construir extramuros, justo al lado de los grandes jardines del “botánico”, pertenecientes a la universidad. Sin duda Valencia había sufrido un cambio increíble durante el último lustro.

Las calles estaban empedradas y se había prohibido el arrojar desperdicios a ellas, siendo las calles de una ciudad más limpias que jamás había visto. A cambió todas las casas habían sido conectadas con un sistema de alcantarillado al que podían verter sus desperdicios. Unas medidas que habían empezado en el Grao, y al cabo de unos meses se habían extendido con rapidez al resto de la ciudad, que había creado un servicio de limpieza de las calles y alcantarillas, enviando a él a los presos que antes acababan en galeras. De hecho eran ya varias las villas y ciudades que estaban implementando medidas similares en todo el reino.

Poco después vio dos soldados de la milicia de Valencia con sus simples uniformes azules. Aquello hizo que recordase a su viejo amigo y compañero de juergas, que fue quien instauro los uniformes y otros cambios en la milicia.

—Ilustrísima, mañana parto hacia el norte, espero volver en una semana. —Dijo a su acompañante, el arzobispo de Valencia.


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Al adentrarse en el valle el Rey pudo observar un espléndido paisaje. A izquierda y derecha se extendían dos cadenas de colinas cubiertas de frondosos pinares que parecían unirse a un par de leguas de allí, y justo en el límite del bosque, rodeado de jardines, un palacio de blancas paredes y buen tamaño, tras ella se adivinaban varias edificaciones que parecían corresponder a cuadras y almacenos o casas del servicio. A poca distancia de uno de los laterales del palacio podía observarse una construcción de cristal de gran tamaño, al menos cuarenta pasos de largo por unos veinte de ancho y tres de alto. Todo en conjunto creaba un marco incomparable que daba un aspecto casi místico al idílico paisaje.

Mientras se acercaban al palacio un movimiento en una esquina del jardín atrajo la atención del monarca. Un grupo de hombres parecían trabajar alrededor de una gran cesta de mimbre de al menos cinco o seis varas de largo por una de alto. Los hombres trabajaban ajenos a todo y no se percataron de la presencia de los jinetes hasta que estos se aproximaron aún más.

—Señor rey, bienvenido a mi hogar. —Dijo Pedro que estaba en mangas de camisa trabajando junto al resto de hombres en la gran cesta de mimbre de la que salían varios largueros que sujetaban unas cuerdas, mientras salía al encuentro del rey y se inclinaba ligeramente. —Lamento mi aspecto pero no esperaba invitados. El señor rey y sus señores acompañantes me honran con su presencia en mi hogar.

—Don Pedro, esperaba veros en Valencia durante las cortes y me sorprendió vuestra ausencia. —dijo el monarca saludando a Pedro.

—Como las sesiones se eternizaban decidí venir unos días a cazar y ver ese palacio del que tanto se habla en Valencia, creo que ya conocéis a su ilustrísima el arzobispo Aliaga y al duque de Medina Sidonia, Don Manuel, pero no a…

—Por supuesto, es un honor recibir al señor rey y a sus acompañantes en mi hogar. —Respondió Pedro echándose su ferreruelo sobre los hombros y montando su caballo tordo. —Si hacen el favor de acompañarme, podemos descansar del viaje en mi hogar…
Minutos más tarde y una vez habían dejado los caballos a los mozos de cuadra, entraban en el palacio que pese a la ausencia de lumbres estaba a una agradable temperatura que contrastaba con el frío exterior.

—Es un sistema que llamo de “calor central”, majestad. —Dijo Pedro explicándole el sistema a sus invitados y mostrándoles las tuberías de bronce que corrían por las paredes, casi invisibles a la vista. —En el sótano hay un horno-caldera de grandes dimensiones en la que quemamos carbón o restos de madera de las podas. Ese fuego del horno calienta una gran caldera de agua convirtiéndola en vapor que corre por esas tuberías de bronce de la pared, calentando las habitaciones. Cuando el vapor ha terminado el recorrido y vuelve a convertirse en agua, vuelve a caer en la caldera donde vuelve a evaporarse en un ciclo sin fin.

—Impresionante, debéis instalarme un sistema de estos en Madrid. —dijo el rey. —a ver si con ello dejamos de pasar frío.

—Por supuesto le diré al calderero que lo construyo que se ponga a vuestro servicio, majestad. —Sin duda estará más que dispuesto a trabajar para el señor rey y para sus excelencias.

—Ah… Don Pedro, os echaba de menos. Siempre pasan cosas interesantes a vuestro alrededor, por eso me asombro el conocer que habíais renunciado a vuestro cargo de almirante. —Dijo el rey mientras tomaba un aperitivo y una copa de vino.


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CORTES VALENCIANAS, 3 de abril de 1630

El rey y su comitiva permanecieron una semana en aquellas tierras dedicados a la caza principalmente. Tras su regreso a Valencia Felipe IV se encontró unas cortes aun estancadas, incapaces de tomar una decisión y que continuaban demorando su decisión mientras debatían mil y un agravios que tenían con el monarca. En aquellas reuniones podían observarse dos facciones claramente diferenciadas. Por un lado la nobleza veía amenazada su preeminencia y acusaba a la burguesía de tratar de apoderarse del reino, instaurando impuestos que amenazaban a la nobleza y olvidando los predios de estos nobles a la hora de construir mejoras como calzadas, represamientos de agua, alcantarillado y otros avances.

Frente a ellos se encontraba la burguesía y la iglesia que habían formado un frente común. Cuando se reorganizo el sistema impositivo dos años atrás, la burguesía temió tener que enfrentarse en solitario a los otros estamentos de la cortes. Sin embargo la iglesia fue visionaria y comprendió que el nuevo sistema impositivo le reportaría más ingresos y se puso imprevistamente del lado de la burguesía a cambio de una financiación directa de los impuestos generales del reino. Esto se demostró acertado, pues de inmediato los ingresos de la Iglesia aumentaron sustancialmente.

Por desgracia esto dejo a la nobleza como la única branca de las cortes que quedaba fuera del nuevo sistema de recaudación, y por
lo tanto de las mejoras que se estaban realizando con lo recaudado. Fue un duro golpe para una nobleza acostumbrada a detentar el poder, que solo fue aminorado por el hecho que la nueva reordenación del estado reservo para ellos los ministerios de marina, guerra, cancillería real, y curiosamente, hacienda, dejando a la burguesía únicamente el de fomento general del reino, que a la postre era el encargado de la designación de las obras.

Estas luchas por el poder se habían extendido en el tiempo, llegando hasta las sesiones de cortes, en las que la Iglesia apoyaba descaradamente a una burguesía que se había convertido en su principal fuente de ingresos.

Pedro, quien había permanecido alejado de las cortes durante sus fases iniciales, y en condición de caballero generoso solicito entonces la palabra, todos esperaban que apoyase las peticiones del rey...


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Señor rey, solo tres años después solicitar un millón y medio de ducados en quince años para financiar la guerra en Flandes, nuestro señor rey nos solicita los ocho millones de ducados ganados en las guerras que libramos en el Mediterráneo contra nuestros ancestrales enemigos, a los que en Madrid sin embargo parecen haber olvidado. Y eso es un gran problema pues tanto en unas guerras como en las otras España se juega su prestigio y su supervivencia…

Yo soy un soldado, es cierto que tengo negocios que me han dado y me siguen dando grandes beneficios, pero al final soy solo un soldado, y como tal nunca me negare a apoyar a mi señor rey. Pero mis negocios me han dado alguna perspectiva, y creo que por desgracia si accedemos a los deseos de su majestad, estaremos repitiendo los errores que han arruinado a Castilla. Si damos esos ocho millones el señor rey podrá financiar los ejércitos reales unos pocos meses, y luego nada. Cuando ese dinero se acabe, Castilla y con ello España, continuaran tan arruinados como ahora. Por ello mi voto es y siempre será negativo a tal petición… Sin embargo ofrezco una alternativa...

En estos momentos España está endeudada con los banqueros genoveses por valor de unos doce millones de ducados anuales. Una carga fiscal que impide que España levante la cabeza y se recupere. Propongo, que el reino de Valencia se haga cargo de amortizar esa deuda, prestándole esos dineros al rey a un simbólico interés del 1%.

Con ello se reducirá sustancialmente los pagos anuales a Génova y los pagos a Valencia serán casi simbólicos. Es decir, serviremos al señor Rey pero de una forma que beneficie a todo el reino. Esta medida no sanara la hacienda castellana por sí sola, pero tal vez y solo tal vez, si los consejeros del rey toman medidas adecuadas en los próximos años, siendo la primera no volver a endeudarse, pueda ser el principio de la cura para la enfermedad que asola Castilla desde décadas atrás…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos

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Real Banco San Vicente Ferrer
El real banco San Vicente es una entidad bancaria española creada por el rey Felipe IV (Felipe III de Valencia), en mayo de 1630

Historia
Funciones


Historia
En el año 1630 el rey Felipe IV creó en Valencia una entidad de carácter estatal, nacido bajo protección real. Se llamó Real Banco de San Vicente en honor al santo valenciano Vicente Ferrer. Esta entidad nacida por y para gestionar los préstamos del reino de Valencia a la corona gano fuerza en los años siguientes, y aunque no llego s sustituir completamente a Génova como prestamista de la corona, fue fundamental para el saneamiento de las arcas españolas logrado durante el segundo tercio del siglo XVII.

En 1630 se celebró la primera junta del banco, que nombró director a Joan Sunyer, antiguo miembro del “consell general” por Játiva. El cargo que debía durar cuatro años debía ser ocupado por antiguos miembros del consejo general del reino de Valencia, y aunque al principio no se hizo hincapié en que perteneciese a un estamento concreto, en 1642, tras haber sido dirigido por tres miembros del estamento burgués, sus estatutos se modificaron para oficializar tal cosa.

Sus funciones básicas consistían en convertir los vales reales, pagar el suministro militar, y pagar la deuda exterior, pero con el tiempo se sus negocios se expandieron…


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Mensaje por Gaspacher »

Madrid, junio de 1630

Pedro saludo a las damas inclinándose en una burlona reverencia y guiñando el ojo a una joven que lo observaba con atención. Esto último no era raro en aquel Madrid de 1630, y aún menos en la corte. Sus ropas parecían extrañas en tanto se alejaban de la moda imperante. En lugar de las prendas típicas de jubón, calzas y gregüescos, él vestía a la militar, siguiendo la moda instaurada por él mismo en las tropas del reino de Valencia. Esto es, botas de caña alta, pantalones, camisa blanca y chaqueta, sobre la que solo a veces colocaba una capa o un herreruelo. Incluso la típica gola o valona había desaparecido en su caso, siendo sustituida por el cuello de su camisa, hecho de forma que pudiese formar una pequeña golilla.

Las ropas eran por lo tanto sino extravagantes, si lo bastante llamativas como para convertirlo en el centro de atención, sobre todo porque en su caso predominaban los colores ocres, marrones o azules en lugar del sempiterno negro de la corte española. Todo ello junto a su conocida fortuna y una cierta cercanía el monarca, eran suficiente como para llamar la atención de las mujeres de la corte…o de fuera de ella.

Pese a todo su estancia en la corte lo estaba exasperando. Pasaba los días sumido en la burocracia y las intrigas que tanto aborrecía, y lo que era peor, Madrid era una ciudad sucia y oscura, que lo agobiaba. Por ello tras dejar atrás a las damas se dirigió al despacho del valido, Don Miguel Santos.

—Pasad, don Pedro. —Dijo Miguel Santos, el nuevo valido del rey Felipe IV. — ¿Un día duro?

—Vengo de la Academia de Matemáticas, ilustrísima, defender mi trabajo de uno ante tantos eruditos nunca es fácil.

—En ese caso lamento complicar aún más el día a vuesa merced. —Respondió el valido ofreciéndole asiento y un pequeño refrigerio.

—He leído detalladamente vuestro memorando sobre las amenazas que se ciernen sobre el imperio y las medidas que habría que tomar para hacerles frente…y solo puedo decir que es desproporcionado más allá de toda medida.

—Ilustrísima, fue vuesa merced quien me solicito que estudiase la forma de reformar las armas españolas como había hecho con las valencianas. Si no desea seguir contando con mis servicios solo debe decirlo. Estaré contento de poder regresar a mi hogar en Valencia.

—Treinta millones de ducados al año, Don Pedro, treinta millones… nueve para la marina y el resto para el ejército… en fin, mañana defenderá su escrito ante el rey y las juntas de la armada y de la guerra...


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Mensaje por Gaspacher »

Archivo Militar de Valencia
Legajo A-23-89
Plan estratégico Aegis… I-VIII-MDCXXX
Autor, Juan Sánchez Villalobos-Ramírez….


Los enemigos de España son Francia, Inglaterra, las Provincias Unidas, y el Imperio Otomano. A día de hoy estamos en guerra con todos ellos, aunque todos ellos han mostrado ya signos de debilidad y de querer llegar a algún acuerdo pues están tan agotados como nosotros. Tampoco descubro nada si digo que todos ellos están pensando en aprovechar esa tregua para rearmarse y volver a por nosotros pues somos su mayor amenaza. Junto a estos cuatro, merece una mención especial la Suecia del Rey Carlos, que recientemente ha desembarcado en Alemania y está actuando como un defensor de la causa luterana. Los suecos, si bien no son un enemigo a día de hoy, podrían convertirse en uno en unos años si nuestros intereses acaban chocando en el Sacro Imperio. Veamos ahora a estos enemigos uno a uno.

Francia, nuestro incomodo vecino y tradicional enemigo, gobernado por Luis XIII y su mano derecha, el cardenal Richelieu. Un país rico por derecho propio que ocupa una posición central en Europa, separando a España de los territorios de su Majestad en Milán, Nápoles, el Franco Condado o Flandes.

Francia está densamente poblada pues en la actualidad supera los veintiún millones de almas. Un número que contrasta aún más con nuestra España cuyo número tan solo alcanza los nueve millones. Si los franceses logran prepararse para la guerra adecuadamente, en un lustro podrán levantar ejércitos tres veces más numerosos que los nuestros y concentrarlos en un único lugar de su elección, sea Flandes, Italia, o la propia España. Por el contrario su amenaza naval es casi insignificante en la actualidad y es muy difícil que logren algún avance en diez o quince años toda vez que dos de sus astilleros fueron recientemente destruidos.

Por lo tanto Francia es una amenaza terrestre, y su única utilidad naval es la de distraer nuestros escasos recursos. El mayor peligro es que aproveche nuestra guerra en Flandes para actuar a nuestras espaldas y atacarnos en un punto inesperado o atrape al ejército de Flandes entre dos fuegos.

El siguiente enemigo es Inglaterra. Otro país rico gracias al comercio, pero escasamente poblado con alrededor de cinco millones de almas. Su amenaza en el campo de batalla es por lo tanto limitada, pero es una isla y por lo tanto puede verse espoleada de forma natural a construir una armada capaz de rechazar invasiones sobre su isla, algo que demostraron hace cuatro décadas cuando el desastre de la felicísima.

Al contrario que Francia su amenaza es eminentemente naval, pero con el único fin de desgastarnos puede enviar tropas y dinero a nuestros enemigos, como ya ha hecho en diversas ocasiones. Hace tan solo cinco años envío una flota cerca de noventa naos a Cádiz, golpeándonos por sorpresa, aunque logramos rechazar el ataque. Un reino protegido por el mar que puede permitirse construir grandes flotas y atacar cuando le venga en gana, mientras nuestras fuerzas luchan día tras día en todos los frentes es sin duda una gran amenaza.

Las provincias Unidas son una ulcera para España. Son una potencia comercial de primer orden que les permite mantener grandes flotas que rivalizan y aun superan a las nuestras. Hace solo dos años lograron enviar sesenta bajeles en tres flotas a América. Una de ellas incluso logró capturar nuestra flota de la plata que por fortuna logramos recuperar unos días después, tras infligirles una dolorosa derrota.

Mientras tanto en tierra han aprendido de nuestra forma de actuar. Hace cincuenta años las sucesivas victorias de las armas españolas en otras tantas batallas los llevo a la asfixia, y solo el envío de los tercios a Francia durante la guerra de los tres enriques impidió su derrota. Después de aquello renunciaron a aceptar batalla contra nosotros, y desarrollaron toda una estrategia tendente a los grandes asedios que consumen nuestro tiempo y recursos agotándonos mientras ellos contratan ejércitos mercenarios para hacernos frente.

Por lo tanto son el enemigo más peligroso de cuantos tenemos en la actualidad. No porque puedan amenazar la propia España, sino porque su estrategia consume los recursos de la hacienda real agravando el agotamiento de España.

El cuarto enemigo es la Sublime Puerta. El imperio otomano, nuestro gran rival y tradicional enemigo en el Mediterráneo. Es con diferencia el más poblado de todos nuestros enemigos, sin embargo su amenaza por tierra es casi nula pues es imposible movilizar grandes ejércitos por el norte de África. Son sin embargo nuestro enemigo más balanceado pues también son una potencia naval tradicional. Por fortuna en estos momentos libran una agotadora guerra con los persas que los mantiene alejados de nuestras aguas. Incluso sus satélites, las ciudades de Berbería, han sufrido una seria derrota en el Mediterráneo al ser arrasadas Argel y Túnez y atacada Trípoli.

Sin embargo si hacen la paz o cambian sus prioridades de Persia al Mediterráneo, estaremos de nuevo ante un enemigo naval. Nuestra gran ventaja en este caso es que aún siguen anclados en la era de las galeras, lo que nos da una clara superioridad sobre ellos si la aprovechamos, pues ya se han visto algunos intentos otomanos de abandonar las galeras y adoptar naves mancas construidas por ingenieros ingleses y holandeses principalmente. De todas formas si la armada valenciana continua llevando la guerra hasta sus aguas como ocurre en la actualidad, pues el almirante Urquizo se encuentra realizando una campaña por aquellas aguas, mantendremos ese peligro controlado.


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Mensaje por Gaspacher »

Proponer un ejército que tenga iguales fuerzas a las de Francia, o una marina que iguale a Inglaterra o las Provincias Unidas es un delirio, pues ni tenemos suficiente población ni nuestro erario podría afrontarlo. Pero deberíamos ser capaces de organizar un buen ejército y marina capaces de hacerles frente en las condiciones adecuadas.

Para ello necesitamos treinta y una guarniciones fijas para proteger nuestras fronteras y del orden de las doscientas banderas o batallones de maniobra, y doscientos cincuenta escuadrones de caballería. Con tal ejército se puede continuar la guerra en Flandes, y mantener suficientes tropas en España e Italia como para en caso de guerra con Francia, atacarla por ambos frentes y destrozar sus fuerzas, invadiendo su país apoyados en la superioridad de las armas españolas y la veteranía de los tercios.

En cuanto a la armada, esta precisa de sesenta navíos de línea, buques de sesenta cañones capaces de librar batallas contra las flotas enemigas de número similar que puedan reunir ingleses y holandeses.

También son necesarias treinta fragatas hechas a semejanza de las que usan los dunquerqueses. Buques ligeros y rápidos pero bien armados, capaces de realizar largas navegaciones y cortar las líneas comerciales enemigas atacando las rutas de las especias, el báltico, o las zonas de pesca del arenque en donde las Provincias Unidas logran grandes beneficios que financian sus guerras.

Por ultimo son necesarios sesenta bajeles de patrulla para combatir la piratería y el contrabando. Estos son bajeles de menor tamaño y armamento que las fragatas, hechos para recorrer patrullar nuestras costas y mantener las cercanías de nuestros limpias de piratas. También pueden ser empleadas como exploradoras por la flota si esta ópera en las cercanías de aquellos puertos en que estén basadas, ya que por su escasa capacidad no es adecuado enviarlas a grandes navegaciones. Las naves más ideales para ello son los bergantines y jabeques.

El costo estimado de construir esa armada es de alrededor de diez millones de ducados, y de mantenerlo de alrededor de nueve millones al año. En cuanto al ejército serían necesarios alrededor de veinte millones de ducados al año en el ejército...


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Mensaje por Gaspacher »

Finca de caza real de El Pardo, finales de junio de 1630

Pedro apunto su escopeta abatiendo de un certero disparo un conejo levantado por uno de sus perros de caza. A continuación y ya con el conejo en su morral y mientras recargaba observo como el rey Felipe IV descerrajaba un disparo a otro conejo. La jornada de caza a la que habían acudido mientras las Juntas del gobierno debatían sobre el plan de reforma militar propuesto por él, estaba resultando bastante placentera, casi lo suficiente como para olvidar que en Madrid se debatía sobre aquellas reformas.

—Magnifico disparo Majestad. —Dijo Pedro haciendo un poco la pelota.

—No tanto como el de vuesa merced, Don Pedro. Acertasteis en la cabeza. —Respondió el monarca quien cazaba prácticamente solo, sobre todo un día como aquel en el que las diferentes juntas del estado como la de marina, guerra o la junta Grande debatían sobre la reforma militar.

—Suerte, majestad. Fue simple suerte. —Dijo desatando una carcajada del rey, por lo demás de semblante severo pues siempre se conducía con extremada corrección.

—Siempre respondéis que se trata de suerte…en ese caso debéis ser el hombre más afortunado del mundo. Vuestros negocios de pieles, los espejos, el resto de negocios que poseéis…cada vez sois más rico. A tenor de lo que dicen mucho más que algunos de los aristócratas de España, quizá tanto como nos.

—Más que esos aristócratas anclados en el pasado que viven de las escasas rentas de la tierra sin duda, Majestad, pero nunca podría ser más rico que vos pues doy un quinto de mis ganancias a la hacienda Real, lo que enriquece a vuestra Majestad.

—No era una crítica, Don Pedro, se bien que sois un hombre fiel a mi persona…pero algún día debéis decirme como lo hacéis.

—Eso es muy sencillo, majestad. Observo a mí alrededor, aprendo, pienso, y calculo la mejor forma de obtener ganancias antes de ponerme a ello.

—No os entiendo. —dijo el rey, quizás para sonsacarle algo más.

—Es muy simple, majestad. —dijo Pedro pasando a explicarse. —unos años atrás, cuando empecé con mis negocios, no fue difícil darme cuenta de cuáles eran los negocios más lucrativos y sencillos. El negocio de las pieles otorgaba unas ganancias superiores al 500%, así que prepare una expedición de caza con la que gane cinco millones de reales. Con ello pude dedicarme a otros negocios como la fabricación de espejos, para lo que hube de recurrir a la alquimia, y el resto de negocios que vuestra majestad ya conoce.

—Aun así el ser capaz de comprender tales cosas… —dijo el rey pensativo.

—Para comprender tales cosas solo hay que pensar y observar, majestad, es lo que hacen los venecianos, genoveses, ingleses y tantos, y tantos otros. De hecho estoy seguro que vuestra majestad también puede hacerlo.

—Me temo que yo nunca lo he hecho, Don Pedro, esos negocios no son para mí.

—No estoy de acuerdo…permítame unas preguntas Majestad. —Dijo pasando a continuación a preguntar. — ¿Cuáles son o en qué realizan los mayores gastos en su corte?

—Los tapices para los palacios se llevan un buen pellizco…los relojes tal vez, los cristales, las sedas y la porcelana…—Respondió el rey.

—Pues ahí tiene la respuesta. Si vuestra majestad monta factorías para fabricar esas manufacturas ahorrara dinero pues solo hay que pagar las materias primas y el salario de los artesanos, y si logra vender parte de la producción incluso puede hacer dinero.

—Como esa factoría de fieltro o la de sedas que monto vuesa merced con mi patrocinio el año pasado.

—Eso mismo, Majestad. Como vuesa merced sabe la factoría de Fieltro ya ha empezado a trabajar. Con una inversión inicial de cien mil reales para construir un molino de agua, y tres edificios para las diferentes tareas, así como para el pago inicial de los peleteros y sombrereros, están en disposición de fabricar unos diez mil sombreros al año, cada uno de los cuales vale un mínimo de ocho ducados, y eso antes de estar a pleno rendimiento. Cuando en unos años estén acabados todos los edificios podrán fabricar decenas de miles de sombreros al año, yo mismo participe en el diseño de la algunas máquinas y en diseñar un montaje en cadena.

—He oído que ordenasteis que la mitad de la producción fuesen sombreros altos ingleses. —dijo el monarca.

—Así es. Las necesidades de sombreros de la corte son muy inferiores a esos diez mil sombreros al año, y vender sombreros de tipo ingles reportara a las arcas de su majestad unos cuatro ducados por sombrero.

— ¿Cómo haréis para vender esos sombreros a Inglaterra mientras estemos en guerra? —quiso saber el rey.

—Por medio de intermediarios, en este caso por medio de comerciantes genoveses que se llevaran dos ducados de cada sombrero.

—Ya entiendo, y otros dos ducados son para pagar las pieles y los trabajadores…Esto deja a la corona un beneficio de cuatro ducados o más por sombrero dependiendo de la calidad…la duda es si es posible hacer otro tanto con el resto de manufacturas que mencione...deberéis ayudarme.

—Sera un honor, majestad. —respondió Pedro con aplomo pensando que tal vez si fuese posible reformar la economía española.

—Esta decidido entonces, continuaremos hablando de ello en palacio, ahora hablemos de cosas más agradables...¿Qué juego os traéis con la guzmana?


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