Crisis. El Visitante, tercera parte
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Crisis. El Visitante, tercera parte
No todo son puertos, aviso. De los refuerzos, me permito recordar que la India está al lado.
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Más bien no todos tienen el mismo nivel de instalaciones o defensa. Pero todos los citados eran puertos.Domper escribió:No todo son puertos, aviso. De los refuerzos, me permito recordar que la India está al lado.
Los italianos estaban articulados en el Comando Superiore Navale "Africa Orientale Italiana" con sede en Massaua y tres comandos principales Massaua, Assab y Chisimaio; pero Mogadiscio y Dante (Hafun) también tenían puerto. El puerto francés era la base de las unidades del Oceano Índico (el aviso Bouganville).
Berbera era el puerto de la Somalia británica, Port Sudan el del Sudan, Mombasa el de Kenia y Aden la base para el sur de Arabia (HMS Jufair en Bahrain es la base en el Golfo Pérsico).
Respecto a eso de que la India se encuentra al lado, a 1.660 millas de Aden está Bombay (Port Said en la entrada del Canal está a 1.395 millas) lo que a 10 nudos sería casi una semana. Por supuesto teniendo que entrar en el Golfo de Adén lo que es casi como señalar la ruta a los submarinos y torpederos con base en Somalia y que pueden usar las bases aéreas para mantener un reconocimiento sobre el Golfo.
Por otro lado las tropas indias estaban suficientemente ocupadas o destruidas en Iraq.
Por cosas así la Royal acabó por evacuar Portugal. Porque si se quiere sostener Aden se necesita enviar continuos refuerzos allí y a Socotra, si se envían hay que suministrar a esos refuerzos, lo que exige mantener una ruta naval para ello, el envio de más aviones para proteger la base (y no solo aviones de 2ª línea). Y lo que supone también drenar fuerzas al frente de Kenia-Uganda; el Pacto está en el medio de ambas fuerzas por lo que las mantiene divididas y se puede concentrar por líneas interiores contra una u otra.
Además el Pacto tiene cuatro rutas de abastecimiento: por barco en el Mar Rojo, por tren hasta la frontera de Etiopia, por río hasta el corazón de Etiopia y el interior de Sudán e incluso por aire.
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De abastecimientos por el Nilo o por el aire, mejor nos olvidamos que le rendimiento es mínimo.
Ya que citas la semana que hay entre la India y Adén. El problema es que lo mismo pasa para la flota del Pacto. Entre ida y vuelta, operaciones en la zona, más el mantenimiento, desaparece durante mes o mes y medio del escenario crucial. Aparte de eso, no sé si recuerdas que las campañas de Creta y Chipre acaban de finalizar y las fuerzas anfibias aun están recomponiéndose.
Saludos
Ya que citas la semana que hay entre la India y Adén. El problema es que lo mismo pasa para la flota del Pacto. Entre ida y vuelta, operaciones en la zona, más el mantenimiento, desaparece durante mes o mes y medio del escenario crucial. Aparte de eso, no sé si recuerdas que las campañas de Creta y Chipre acaban de finalizar y las fuerzas anfibias aun están recomponiéndose.
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El Atlántico invernal en invierno estaba agitado por grandes olas que la mortecina luz del día apenas alumbraba. Pero los hombres la preferían, porque era cuando llegaba la noche cuando las manadas de submarinos alemanes intentaban acabar con los barcos ingleses. Al poco de salir del Canal de San Jorge llegó una indeseada visita: un Condor, uno de los grandes cuatrimotores alemanes que patrullaban el océano a la búsqueda de presas. El convoy que llevaba a William no era demasiado grande, pero su velocidad lo delataba como importante, y el Condor se aproximó para echar un vistazo. Grave error que dos cazas del Indomitable le hicieron pagar. Tripulantes y soldados vitorearon a los cazas, pero el Condor ya había dado la alerta y no mucho después pudo verse otro cuatrimotor alemán. Este, más prudente, se mantuvo a lo lejos y sin acercarse, pero difundiendo a los cuatro vientos la posición y rumbo de los barcos.
Durante la noche el convoy cambió de curso, volviendo hacia el norte antes de dirigirse de nuevo hacia el este, con la intención de esquivar al moscardón. Las horas de oscuridad fueron tranquilas, pero a la mañana siguiente se pudo comprobar que la maniobra había sido fútil, pues los Condor alemanes no faltaron a su cita. Los marineros del Prince evitaban mirar a los aviones, algo que extrañó a William hasta que un Popeye les explicó que esos aparatos atraían a los barcos alemanes y, no lo quisiera Dios, a los submarinos. Porque la Royal Navy podía encargarse de los acorazados de Hitler, aunque se juntasen con los de los espaguetis; pero los sumergibles se ocultaban entre dos aguas para lanzar sus torpedos a traición. Cuando los marineros pensaban que nadie les miraba, les hacían los cuernos con la mano a las aeronaves alemanas, para alejar el mal de ojo… o los torpedos, que a fin de cuenta parecidos son.
Aun así los dos siguientes días transcurrieron sin sobresaltos, mientras los barcos seguían adentrándose en el Atlántico, alejándose de las bases continentales de los submarinos. Aunque no lo suficiente, pues a la tercera noche los sumergibles alemanes atacaron en masa. En una noche terrible fueron hundidos dos destructores y el transporte de tropas Warwick Castle, un buque de grandes dimensiones que navegaba en la columna paralela al Eastern Princess. Tan cerca que William pudo escuchar los alaridos de terror de los hombres que se hundían con el barco. A la mañana siguiente fue el turno del acorazado Nelson, que recibió dos torpedos; pero el correoso buque siguió a flote y pudo emprender el regreso a Inglaterra. Sin embargo, y a pesar de los refuerzos que se recibieron, la escolta del convoy quedó reducida a cuatro destructores, un número del todo insuficiente. Los oficiales temían hasta tal punto ser torpedeados la siguiente noche que ordenaron a los soldados que durmiesen de día para que por la noche estuviesen despiertos y preparados para abandonar el barco si era necesario.
Afortunadamente los submarinos habían quedado atrás y no se repitieron los ataques, aunque se mantuvo el seguimiento por los aviones alemanes. El tiempo algo más cálido denotaba la aproximación del convoy hacia su primer destino, las Azores. Allí repostaron los buques de la escolta, preparados para la última y más peligrosa etapa del viaje.
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Es posible que me explicara mal.Domper escribió:De abastecimientos por el Nilo o por el aire, mejor nos olvidamos que le rendimiento es mínimo.
Ya que citas la semana que hay entre la India y Adén. El problema es que lo mismo pasa para la flota del Pacto. Entre ida y vuelta, operaciones en la zona, más el mantenimiento, desaparece durante mes o mes y medio del escenario crucial. Aparte de eso, no sé si recuerdas que las campañas de Creta y Chipre acaban de finalizar y las fuerzas anfibias aun están recomponiéndose.
Algunos suministros pueden llegar a Jartum por el río, además de la red ferroviaria del Sudán hasta la frontera de Etiopia, por supuesto la ruta del Mar Rojo es la principal. Por aire se enviarían los aviones para reemplazar los biplanos que se usan en esa zona.
La flota del Pacto no tiene que ir a ninguna parte, solo enviar submarinos al Índico, algunas lanchas rápidas para hostigar el Golfo de Adén y si queremos algún corsario y algún buque de suministro hasta Madagascar. Nada de enviar los acorazados o cruceros.
Es más incluso lo ideal sería reducir el ejército italiano en el África Oriental y reorganizarlo (los italianos tenían demasiadas divisiones sin potencia y mal equipadas) de cara a la defensiva frente a Kenia y a enviar unidades de incursión franco-italianas al Chad. Una guerra ligera que mantenga a los británicos entretenidos. En ese campo pequeñas acciones como tomar Socotra y enviar armas a Yemen.
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Tomar Socotora implica un desembarco anfibio, no una incursión de submarinos.
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Socotra no tenía puerto de entidad ni aeródromo, por lo tanto no tendría absolutamente ninguna utilidad para ninguno de los bandos
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Las acciones de submarinos serían contra el tráfico en los nudos de comunicaciones que señalé en el mapa, por ejemplo los accesos a Mombasa-Dar es Salam que es el puerto de abastecimiento de todas las fuerzas británicas del África Oriental (salvo que usen la larga ruta del Congo).
Enviar armas a Yemen es fácil por simples embarcaciones de la zona, y Socotra necesitaría una operación pero tampoco es tan difícil al caer en el radio de acción de la aviación desde Somalia y ser imposible de reforzar por los británicos salvo que mantengan su flota del Índico junto a la isla.
Ello sería molesto a efectos del reconocimiento sobre el Golfo de Adén y la salida de submarinos al Índico.
Por tanto o se destruye la única pista con un bombardeo pues no hay cazas que la defiendan ni AA (solo algún biplano o Bleheim de reconocimiento aunque eso no neutraliza los Catalina) o se ocupa (las defensas navales son un par de piezas de 75 mm).
Enviar armas a Yemen es fácil por simples embarcaciones de la zona, y Socotra necesitaría una operación pero tampoco es tan difícil al caer en el radio de acción de la aviación desde Somalia y ser imposible de reforzar por los británicos salvo que mantengan su flota del Índico junto a la isla.
Perdona que te contradiga pero creo que la RAF había construido una pista en 1939 (origen del actual aeropuerto de Mori), además también la usaron los hidroaviones Catalina del 321º Escuadrón de la RAF (holandeses).Gaspacher escribió:Socotra no tenía puerto de entidad ni aeródromo, por lo tanto no tendría absolutamente ninguna utilidad para ninguno de los bandos
Ello sería molesto a efectos del reconocimiento sobre el Golfo de Adén y la salida de submarinos al Índico.
Por tanto o se destruye la única pista con un bombardeo pues no hay cazas que la defiendan ni AA (solo algún biplano o Bleheim de reconocimiento aunque eso no neutraliza los Catalina) o se ocupa (las defensas navales son un par de piezas de 75 mm).
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Probablemente en este escenario las defensas de la isla se hayan mejorado ¿no? Que los ingleses son tontos pero tanto no. Lo estratégico del estrecho se le ocurre a todo el mundo. Hasta a Churchill.
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—¡A formar! —gritó el sargento. Los soldados corrieron y se alinearon. El páter ofició una misa de campaña y tras la celebración religiosa, el teniente Padrós se dirigió a la compañía.
—¡Soldados! Nuestra tarea no ha terminado, pues aun queda un pedazo de tierra patria en poder de los herejes. El batallón partirá hacia Canarias, donde sabréis verter vuestra sangre por el honor de España.
Incluso a un aspirante a seminarista tanta retórica ya empezaba a cansar. Patria, honor, sangre, eran ideas que sonaban muy bien pero que se habían llevado a su padre. Además, aunque el páter les había propinado una homilía sobre la cruzada y lo de defender la religión con la espada, Eustaquio seguía sin recordar en qué parte del Evangelio se hablaba de matar herejes. Pero el navarro, que llevando ya cuatro meses en la milicia ya sabía que el oficio de un soldado es obedecer y callar, prefirió reservarse las dudas y dejar la conciencia para más adelante. Mientras la compañía seguía a pie firme, escuchando al teniente que les decía que la Armada les iba a escoltar hasta su destino. Bien, por lo menos viajaré cómodo, pensó Eustaquio. Pero no, la marina apenas se atrevía a sacar la nariz al Atlántico, y los soldados fueron llevados a Tánger por un correíllo del Estrecho, hacinados en cubierta como piojos en costura. El soldado tuvo el placer de ver como el sargento Ballarín pasaba tanto miedo como él: no se quitó el chaleco salvavidas en todo el viaje, e incluso parecía un poquillo humano. Aunque solo un poco.
—Curilla ¿Te hace un pitillo? —dijo ofreciéndole un Chesterfield. Al ver la cara de extrañeza le dijo—: Verás que son muy buenos. Se los quité a un hereje en Évora.
Eustaquio tomó uno y lo saboreó, mirando al mar. El sargento siguió.
—Cuánta agua y de qué poco sirve. En mi tierra solo hay cuatro gotas en lo hondo de los barrancos y vale tanto como la plata. Cuando vi el mar en Barcelona me quedé boquiabierto. Mi padre me llevó a la playa y yo me lancé a beber un trago que tuve que escupir mientras el hombre se reía.
El soldado asintió. Aunque Eustaquio era un mozo culto que sabía que el mar no se bebe ni aderezado con un chorrito de coñac, nunca había visto tal extensión azul hasta llegar a Algeciras. El sargento siguió.
—Mala es el agua del mar pero peor lo que hay dentro ¿sabes que hay peces capaces de partir en dos a un hombre de un bocado? —Eustaquio recordó el libro de Jonás y la ballena, mientras Ballarín seguía—. Hay también cangrejos que te pueden rebanar un pie con una pinza, y peces con aguijones como lanzas. Dicen que los pescados comen primero los ojos de los náufragos, y siguen por las partes nobles. Pero no te preocupes por esos bichos, que más malos son los hombres. Debajo de esas olas podría haber submarinos capaces de destripar este cascarón ¿Sabes nadar, curilla? Igual flotas un rato antes de que te coman los peces.
Feliz por haber descargado su ansiedad, el sargento se fue a dar la tabarra a otros reclutas mientras Eustaquio miraba con desconfianza cada vez mayor a las olas, imaginando un periscopio en cada rizo. Pero la travesía fue tranquila y el pequeño convoy desembarcó en Tánger. Tánger, la ciudad misteriosa de los mil vicios, con su medina cuajada de casas de color blanco deslumbrante, pero con calles llenas de basura. No por ello había menos ganas de verla y encontrar algún tugurio, pero la experiencia es la madre de la ciencia y visitas previas de reclutas a la ciudad llevaron a que los suboficiales no dejasen desbandarse a los soldados y los llevaron directamente a la estación de tren. Allí comenzó un viaje que Eustaquio esperaba fuese aun más largo y pesado que el que había sufrido en España. Impresión que quedó reforzada al ver el vagón de ganado que iba a llevar a la sección. El suelo estaba cubierto de paja, y por asientos solo había algunas pacas. En uno de los rincones había un depósito con agua potable. Un bidón cortado en un extremo era la única instalación de aseo, y un fuerte tufo, mezcla de cuerpos mal lavados, tabaco rancio y orines le abrumó cuando subió al vagón. Moscas gordas como guisantes zumbaban por miles. Sin embargo, en cuanto se aposentaron empezó a circular una bota con vino negro y rasposo que bebió con gusto. Alguien sacó una guitarra y todo el mundo se puso a cantar. Una atmósfera de camaradería inundó el vagón. Aunque el soldado notó que los veteranos dejaban un poco aparte a los “pollitos”, como llamaban a los reemplazos.
Dos veces al día el tren se detenía en algún apartadero alejado, donde se les daba suelta un rato para que se desfogasen por los montes y, de paso, los abonasen. Tan lejos de todo pocas ganas daban de quedarse a disfrutar del paisaje, y además, para ilustrar a los aspirantes a desertores, el sargento les había descrito las bolsitas tan monas que los lugareños hacían con algunas partes de la anatomía cristiana. Una vez aliviados los soldados volvían al apartadero donde una cocina de campaña repartía un rancho caliente —unos garbanzos o unas gachas—, un chusco de pan y una lata de sardinas. Incluso pudieron tomar un poco de esa infusión de achicoria que pasaba por café, y tampoco faltó el tabaco y el papel de liar. Poco a poco fueron pasando las horas y los días, mientras hacía cada vez más calor y recorrían un terreno cada vez más árido.
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huelo en el aire un linda batalla en Canarias!
La verdad nos hara libres
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En Ponta Delgada William y sus compañeros desembarcaron y recorrieron a pie los diez kilómetros que les separaban de un campamento provisional, unas cuantas tiendas en medio de la ladera. Alojamiento incómodo que apenas disfrutaron, porque los soldados estuvieron entrenándose continuamente. Ya sabían que su destino iba a ser Gran Canaria, donde se libraba una batalla a muerte con los Dons, y los oficiales dijeron que la isla de São Miguel se le parecía mucho. Algo que extrañó mucho a los reclutas, pues en la isla portuguesa los cielos estaban casi permanentemente nublados y la vegetación era exuberante ¿no se suponía que España era un desierto? Además, según el mapamundi, las Canarias estaban al lado del Sáhara. Pero ejército y lógica son dos cosas distintas, o al menos así le pareció a William mientras subía y bajaba por las empinadas y resbalosas colinas.
El entrenamiento no se prolongó, y una semana después el batallón marchó de nuevo hacia Ponta Delgada. Pero allí no les esperaban transportes como los que los habían traído, sino media docena de destructores pequeños, como de baratillo. Tenían dos cortas y estrechas chimeneas, y unos pescantes con grandes balleneras. La compañía de William montó en el HMS Stirling; la dotación les explicó que el barco era un destructor de origen norteamericano, el Shley, al que le habían desmontado alguna caldera para tener espacio adicional. Aun así, los soldados, apretados como sardinas en lata, estaban muy incómodos. También preocupados, porque los marineros se apresuraron a mostrarles los parches y las marcas de metralla que denotaban que el Stirling ya había sido blanco de las armas del Eje. Tampoco contribuyó a tranquilizarles que los limeys dijesen que un destructor tenía más posibilidades de sobrevivir que un lento transporte ¿Sobrevivir a qué? ¿La Navy ya no dominaba los mares?
Si el Stirling había sido incómodo en puerto, en el mar resultó abominable. Quien lo diseñó lo había hecho demasiado estable, y aun llevando en los pescantes las chalupas cargadas hasta la regala, respondía a los golpes de la mar con sacudidas como de tentetieso. En pocas horas el olor a vómito se enseñoreó de los sollados. A la cubierta, muy baja, no se podía subir porque los rociones la barrían. Permanecer en el interior del barco, sin embargo, no resguardaba a los soldados del agua, porque cuando el buque abordaba las olas las viejas costuras se abrían y dejaban entrar chorros de agua helada ¿no se suponía que estaban cerca del trópico?
Al día siguiente sobrepasaron Madeira, la isla más bella del Atlántico según las guías turísticas. Además el tiempo había mejorado y los pasajeros pudieron subir a cubierta, pero solo vieron una gran nube que les privó del panorama. Más allá de Madeira se entraba en aguas en disputa, y pocas horas después el pequeño convoy, compuesto dos cruceros y cuatro destructores, más los seis de transporte, aceleró su marcha y puso proa al sur: Gran Canaria estaba cerca, y también la aviación del Eje que operaba desde Tenerife y Fuerteventura. Los convoyes intentaban mantenerse fuera de alcance de día, para luego hacer una estrepada al atardecer, llegar al Puerto de la Luz a medianoche, dejar carga y pasaje y, si daba tiempo, intentar escapar antes de la amanecida. Los popeyes les dijeron que si los Stukas alemanes les pillaban al descubierto los barcos podrían darse por perdidos, y que por eso, si el desembarco se demoraba, los destructores tendrían que quedarse hasta la noche siguiente en el Puerto de la Luz. Mejor que de la luz sería puerto de los cráteres, pues los aviones alemanes y españoles lo visitaban con regularidad y, si se detectaba la presencia de barcos ingleses, acudían como moscas a la miel. Tras la pérdida de tres destructores en la rada, los capitanes apremiaban a su pasaje para que bajase a toda prisa y llevaban la carga en lanchas que abandonaban en el puerto.
La teoría estaba muy bien, pero solo funcionaba contra los temidos Stuka, que tenían patas cortas. Los bombarderos alemanes disponían de mayor radio de acción y aun más los Cóndor, “el azote del Atlántico”. Era habitual que los convoyes fuesen detectados lejos de su destino y tuviesen que aguantar calurosas recepciones de los polimotores enemigos, que tenían poca puntería pero que antes o después algún destructor mandaban al fondo. A veces se formaban mantos de nubes que escondían a los barcos, pero esta vez no hubo suerte y un Fw 200 los avistó cuando el sol estaba aun alto. Dos horas después los pitidos de los contramaestres ordenaron a los soldados refugiarse bajo cubierta: se aproximaba una formación aérea enemiga. William, harto del sollado que apestaba a vómitos y sudor, se apartó con disimulo y se quedó en la cubierta, pensando que los que estuviesen debajo no tendrían posibilidades si el barco se hundía. Pudo ver la formación aérea alemana que, imperturbable, se movía entre las nubecillas de humo que creaban los proyectiles antiaéreos. Luego dejaron caer unos puntitos que parecían dirigirse hacia el Stirling. Instintivamente, se acurrucó; pero las bombas cayeron inofensivamente, muy lejos.
Cuando se hizo de noche los suboficiales ordenaron a los soldados que se preparasen para el desembarco, y a cada pareja de soldados se le asignó una pesada caja de municiones que tendrían que llevar. Los hombres ya estaban en cubierta, intentando distinguir algo en la negrura, cuando escucharon ruido de motores y cayó una guirnalda de bengalas. Los cañones antiaéreos de los buques empezaron a disparar hacia la noche; como respuesta, un chorro de balas alcanzó a uno de los destructores de transporte. Las armas del Stirling apuntaron hacia el origen del fuego, cuando de repente William escuchó un grito y el destructor viró bruscamente, escorándose tanto que muchos soldados perdieron el equilibrio y dos o tres cayeron al agua. Entonces un bimotor de color negro los sobrepasó, y poco después el destructor era silueteado por dos estelas de plata que no lo alcanzaron por apenas unos metros. Pero algo más allá el HMS Hartlepool fue alcanzado por un torpedo, se plegó como una navaja y se hundió en pocos segundos. Unas cuantas astillas y algunas burbujas fue todo lo que restó del barco y de los hombres que llevaba.
El duelo nocturno prosiguió. Las bengalas caían una y otra vez y los barcos eran ametrallados por un par de aviones que disparaban ráfagas tan cortas que no daba tiempo a apuntarles. De vez en cuando volvían los mortales aviones torpederos, enemigos letales pero también blancos más sencillos. Los soldados se pusieron a vitorear cuando uno de los atacantes se estrelló; pero entonces la dotación del Stirling reparó en sus pasajeros y los pitidos del contramaestre les apremiaron para que se refugiasen; justo a tiempo porque al poco el destructor recibió varios centenares de balas que segaron a algunos rezagados.
Seiscientos metros más arriba, el capitán Freitag masculló un juramento. Estaba seguro que había metido una buena ráfaga en ese destructor, pero el maldito seguía incólume. El otro cañonero no lo había hecho mejor, y un crucero enemigo lo había dejado hecho un colador; el avión se había vuelto hacia la cercana Lanzarote para intentar una toma de emergencia. Los torpederos solo habían acertado con uno de las dos docenas de peces mecánicos que habían lanzado; además un aparato había sido derribado… Entonces gritó una maldición porque una llamarada señaló el final de otro de sus torpederos. El enemigo estaba alerta y no se iba a dejar hundir. Freitag ordenó la retirada por radio.
Los sonidos de los motores dejaron de escucharse desde el Stirling, pero en su lugar se vieron los destellos de la artillería y se escucharon explosiones lejanas: estaban llegando.
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- FalcoX
- Alférez
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Domper, acabo de registrarme en este foro, y mis primeros comentarios van a ir dirigidos a la que posiblemente es la mejor ucronía que yo he leído jamás, y que seguramente leeré en mucho tiempo. Las dos primeras partes de tu historia me han tenido pegado a la silla todo el día de ayer y todo el día de hoy, y he saltado de la susodicha silla muchísimas veces porque ya no podía más de las ganas de saber más que me estaban dando. Desde hoy mismo sigo este hilo para no perderme la siguiente entrega.
Por cierto, sobre la opinión que tengo de la tercera parte, hay una manera rápida de hacer que los imperiales se rindan incondicionalmente, y es destruir a la Royal Navy, o al menos a la Home Fleet. El imperio sin Armada no es NADA, y sin RAF sería una isla completamente aislada del resto del mundo, sin poder ayudar a ninguna de sus colonias, a la que sólo quedaría aceptar una rendición incondicional.
Y sobre eso, me sorprende que no haya manifestaciones multitudinarias en todas las ciudades inglesas pidiendo la cabeza de Churchill y la firma inmediata de un tratado de paz. ¿Tanto son capaces de aguantar los británicos?
Por cierto, sobre la opinión que tengo de la tercera parte, hay una manera rápida de hacer que los imperiales se rindan incondicionalmente, y es destruir a la Royal Navy, o al menos a la Home Fleet. El imperio sin Armada no es NADA, y sin RAF sería una isla completamente aislada del resto del mundo, sin poder ayudar a ninguna de sus colonias, a la que sólo quedaría aceptar una rendición incondicional.
Y sobre eso, me sorprende que no haya manifestaciones multitudinarias en todas las ciudades inglesas pidiendo la cabeza de Churchill y la firma inmediata de un tratado de paz. ¿Tanto son capaces de aguantar los británicos?
- JLVassallo
- Sargento
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- Registrado: 09 May 2013, 19:33
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Bienvenido FalcoX, opino lo mismo, esta es de las mejores ucronias que leí en mi vida (si no la mejor).FalcoX escribió:Domper, acabo de registrarme en este foro, y mis primeros comentarios van a ir dirigidos a la que posiblemente es la mejor ucronía que yo he leído jamás, y que seguramente leeré en mucho tiempo. Las dos primeras partes de tu historia me han tenido pegado a la silla todo el día de ayer y todo el día de hoy, y he saltado de la susodicha silla muchísimas veces porque ya no podía más de las ganas de saber más que me estaban dando. Desde hoy mismo sigo este hilo para no perderme la siguiente entrega.
Por cierto, sobre la opinión que tengo de la tercera parte, hay una manera rápida de hacer que los imperiales se rindan incondicionalmente, y es destruir a la Royal Navy, o al menos a la Home Fleet. El imperio sin Armada no es NADA, y sin RAF sería una isla completamente aislada del resto del mundo, sin poder ayudar a ninguna de sus colonias, a la que sólo quedaría aceptar una rendición incondicional.
Y sobre eso, me sorprende que no haya manifestaciones multitudinarias en todas las ciudades inglesas pidiendo la cabeza de Churchill y la firma inmediata de un tratado de paz. ¿Tanto son capaces de aguantar los británicos?
Con respecto a lo que decis hay que recordar que los alemanes pelearon hasta el final. Tambien no hay que olvidar el orgullo ingles, su historia de lucha, etc., no va a ser facil doblegarlos.
Como siempre muchas gracias Domper.
Saludos.
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- Cabo Primero
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Pues en este mismo foro tienes Duelo de Aguilas, no dejes de leerla
El fiero Turco en Lepanto, en la Tercera el Francés y en todo el mar el Ingles, tienen de verme espanto.
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