Un soldado de cuatro siglos

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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

En algún lugar de Flandes

Desde la firma de la tregua de los diez años, la ciudad permanecía en una tensa calma como el resto de Flandes. La tregua al igual que ocurriera con la de los doce años de dos décadas atrás, ordenaba un cese de las hostilidades y permitía el comercio de Holanda, sin embargo no garantizaba la libertad religiosa de los católicos, amenazada por los calvinistas. Esto provocaba roces con los holandeses cuando llegaban noticias de las presiones que los católicos sufrían al norte, sobre todo ahora que se estaban haciendo públicos los excesos de aquellos herejes en relaciones de iglesias quemadas, imágenes profanadas, y matanzas de católicos.

Sin embargo para los soldados que permanecían en Breda y otros lugares de Flandes, esto perdía importancia cuando se contrastaba con las noticias que llegaban del Imperio y del Mediterráneo. En el primero, el rey sueco había continuado avanzando sobre Viena, cruzando Alemania donde halló el favor de los príncipes protestantes, creando un problema que debía ser afrontado por los ejércitos del Rey que habían salido a su encuentro. En el segundo, las noticias que llegaban de las campañas navales en el Mediterráneo, contaban historias de mejores armas, grandes victorias, y fortunas capturadas a los turcos y repartidas entre los soldados…por otros, soldado. Para su desgracia ellos permanecían allí, en la húmeda Flandes, sin nada que hacer, mientras otros soldados más afortunados, lograban grandes botines de cientos e incluso miles de ducados.

—Villalba, ¿Habéis oído lo de Egipto? —preguntó el alférez Soto a otro de los oficiales del tercio.

—Sí, Francisco, me entere ayer mismo. Los ejércitos del rey desembarcaron y asaltaron los puertos de las especias logrando un gran botín.

—Dicen que a cada soldado le correspondieron más de mil ducados de botín. Es inconcebible.

—Lo sé, y lo más asombroso es que no es el primer año que ocurre. Llevan desde el veintisiete repartiendo botines a cada cual más sustancioso. Muchos de nuestros hombres desearían estar allí, Villalba.

—¿Y quién no? Yo también desearía estar en el Mediterráneo haciéndome un nombre y fortuna, y no atascado aquí sin nada que hacer… también se cuenta que los nuestros emplean nuevas armas… mosquetes ligeros como los de la nobleza, que no precisan de horquillas para disparar.

—Sí, es cierto, mi primo sirve en los tercios de galeras y me ha hablado de ello, y eso no es todo, también utilizan nuevas tácticas y ya no forman en cuadros de picas, sino en líneas, sea lo que sea eso.

—¿Creéis que veremos tales cosas algún día?

—Tal vez cuando seamos ancianos, Soto, cuando seamos ancianos…


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Mensaje por Gaspacher »

EN DIVERSOS LUGARES
Real fábrica de armas de Orbaiceta, Navarra


Decenas de maestros armeros se afanaban en doblar a martillazos las planchas de hierro que, una vez soldadas, formarían los cañones de los nuevos mosquetes que debían equipar a los tercios del Rey. Mientras a su alrededor, aprendices y oficiales de diversa categoría cumplían sus cometidos, cargando los hornos de carbón, manejando los fuelles, o limando las piezas para que encajasen mejor, entre otras muchas cosas. La fábrica, creada unos años atrás, trabajaba ahora a pleno rendimiento con el fin de satisfacer las exigencias del ejército y la armada, que no eran pocas. De hecho eran tantas las necesidades militares, que los ejércitos españoles se habían visto obligados a pausar las reformas militares para ajustarlas al ritmo de producción de armas.

Esa noche el Director de la Real fábrica llamó a todos los trabajadores para hablar con ellos, leyéndoles una nota llegada poco antes. —…el marqués del Puerto ha decidido instaurar un premio, refrendado por la corona, a quien invente una maquina capaz de taladrar de forma segura y rápida un cañón de mosquete. Una maquina semejante a la que él inventó para taladrar cañones de artillería. El premio consiste en diez mil escudos por una maquina funcional, y cualquiera puede participar. Las bases se encuentran en mi oficina para quien las quiera leer.

En algún lugar de los pirineos.

La cuadrilla de leñadores seleccionaba los grandes árboles que a continuación cortarían cuidadosamente. Para ello cada árbol era medido e inspeccionado en busca de imperfecciones, y solo cuando habían comprobado que se ajustaba a sus requerimientos, era talado. Por supuesto eso solo era el principio de su trabajo. A continuación había que limpiarlo de ramas y trasladado a los secaderos, de los que saldría tiempo después rumbo a los arsenales de la armada, siempre necesitados de madera para construir buenos bajeles, sobre todo en estos tiempos de expansión naval.

Incluso entonces su trabajo no habría concluido. Cada tocón de árbol era arrancado despiezado y quemado para hacer carbón vegetal, y en el lugar de aquel árbol debían plantar un mínimo de tres pimpollos para repoblar el monte. Solo cuando hubieron hecho esto podían continuar su trabajo, al menos en parte, pues años después debían regresar a esa misma zona para, en caso de que hubiesen arraigado más de un pimpollo, trasplantar alguno para permitir crecer al resto con libertad.

Sin duda era un trabajo duro y exigente, pero la parte buena es que el trabajo no faltaba y se pagaba bien, todo lo que fuera para alimentar a la Marina.

En algún pueblo de Levante.

Juan termino de pasar el cáñamo por la “gramaera” y llamó a su hijo, que dejo sus juegos para correr hasta él, coger el fajo de cáñamo y llevárselo a Vicente. Mientras observaba como el niño llevaba el cáñamo ya abierto, Juan se enderezo aliviando la espalda, para a continuación coger otro fajo de cáñamo y empezar a pasarlo por la “gramaera” mientras lo machacaba una y otra vez. Un trabajo duro y tedioso pero necesario, que rompía als fibras y retiraba restos de suciedad, permitiendo su posterior “espadado”, que convertía aquellas fibras en una suerte de hilos con los que posteriormente trabajarían.

Precisamente esa era la labor que estaba haciendo Vicente, cuando que golpeaba una y otra vez las fibras de cáñamo con una gran pieza de madera. Tras ello venía el rastrillado, en el que Pablo pasaba el cáñamo una y otra vez por un rastrillo de púas de hierro, casi como si lo peinase, retirando los nudos del cabello. Cada vez que acababa un fajo, Pablo lo ataba en una suerte de trenza que impediría que se las fibras se separasen hasta su posterior utilización.

Esto era lo que hacían más allá María y otras mujeres, formando trenzas que posteriormente otros hombres utilizaban para urdir las suelas de las alpargatas con las que equiparían al ejército de un calzado utilitario. Era una labor muy similar a la que realizaban las “Reales fábricas de Jarcia”, solo que allí la realizaban a una escala mucho mayor, con la ayuda de máquinas para ayudarse con el trenzado de las grandes maromas para equipar a los bajeles de la armada.

Real fábrica de pólvoras, Murcia

Louis Favre o Luis Fabra, como se llamaba desde su llegada a España, se dirigió hacia el depósito de salitre para inspeccionar las reservas de la nueva factoría, levantada poco antes a instancias de la Armada. Debía comprobar las cantidades de reservas de materiales para evitar que la ausencia de algún producto supusiese la paralización de la fábrica.

Era por lo tanto una labor necesaria que llevaba a cabo religiosamente dos veces por semana, revisando las reservas de salitre, carbón, y azufre, pero también de otros materiales como barriles en los que transportar la pólvora posteriormente, las herramientas necesarias para su confección, y otras muchas.

...................
En toda España se trabajaba a pleno rendimiento para equipar a sus ejércitos, y por una vez, la corona pagaba bien y a tiempo.


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Mensaje por Gaspacher »

Madrid

Pedro se ajustó el coleto, en teoría prohibido en la Villa y Corte, pero necesario en un día como aquel, en el que escoltaba al monarca en una de sus noches de “diversión”, utilizando a continuación su capa para ocultarlo. Por supuesto un amplio chambergo ocultaba su rostro, a su costado su espada ropera, y dos pistolas de duelo, y aunque pocos lo sabían dos revólveres laboriosamente fabricados por él mismo, utilizando sus conocimientos de armas…si ocurría algún problema, haría falta un ejército para llegar al rey. A veces, como el día de hoy, se sentía hastiado de aquella época y aquellas gentes tan cerriles, sin embargo como toda situación, tenía sus momentos.

De pronto un movimiento atrajo su atención. El rey abandonaba la habitación de su enemima amante, se llamase como se llamase, para dirigirse a su encuentro. Poco después ambos se dirigían a una taberna cercana a la plaza mayor que el monarca solía utilizar con cierta frecuencia. Así, mientras andaban en medio de la noche, ambos tuvieron ocasión de hablar.

—No debisteis batiros con el de Guisa, Pedro, me habéis puesto en una situación muy difícil. —explicó el rey.

—En realidad no me batí, señor rey, no me gusta batirme con impedidos ni ancianos, fue él quien echo mano de su espada dejándome sin otra opción que defenderme.

—Aun peor, por Dios, Pedro, se trataba de todo un duque, uno de los pares de Francia, merecía mantener su honor.

—¿A costa del mío? —preguntó quedamente Pedro. —Batirme con un anciano hubiese sido lo mismo que asesinarlo, y en su caso equivale a un suicidio. Utilizar el honor como lo hizo el duque de Guisa hace veinte años, como excusa para matar a un anciano, es deshonroso.

—Os entiendo, Pedro, pero el honor es el honor. ¡Maldita sea! Si os hubieseis batido podría hacer como si no me hubiese enterado, ahora tendré que mandaros lejos de la corte.

—¿Seré desterrado, majestad? —quiso saber Pedro.

—No, la iglesia presiona demasiado a vuestro favor, el propio Olivares ha tenido que desistir de enviaros a la Nueva España…os enviaremos a Valencia en sustitución de Requesens.

—Virrey entonces… no sé si seré capaz. —dijo Pedro.

—Lo seréis, Pedro, sé que lo seréis. Sois un visionario, Valencia ha cambiado enormemente en la última década, y aunque no ocupabais un cargo, todos los cambios han tenido su origen en vos. Así que espero mucho de vos.

—Pesada carga colocáis sobre los hombros de un comerciante. —dijo Pedro.

—¿Comerciante? Es una pesada carga la que colocó sobre los hombros de mi mejor almirante, de un general que ha arrasado en el Mediterráneo y ha traído a mi mesa la posibilidad de conquistar los Santos Lugares para España y el catolicismo.

—Y es mucha presión, majestad, no solo la organización de la Armada y el Ejército, incluyendo afrontar los grandes problemas de reclutamiento por los que estamos pasando, a todo esto hay que añadir la preparación de futuras campañas como la de Tierra Santa, y ahora el gobierno de Valencia.

—¿Deseáis entonces que os libere de tales obligaciones? Olivares ha sugerido que sería adecuado hacerlo.

—No, majestad, pero me gustaría que nombraseis un veedor general para la armada y un inspector general para el ejército que lleven la dirección del día a día.

—¿Habéis pensado en algún nombre? —dijo el rey.

—Así es, Majestad, son hombres de mi máxima confianza. Uno es Don Alonso de Idiáquez, quien tiene una considerable flota que ha realizado el corso en nombre de su majestad en numerosas ocasiones. Está acostumbrado a dirigir más de treinta bajeles, así que sera capaz de llevar las cuentas de la armada.

—¿Y para el ejército? —quiso saber el rey.

—Conozco un coronel…

La conversación fue derivando lentamente a asuntos más mundanos, y cuando se sentaron a beber vino en un reservado de la taberna, hablaban de los negocios de la compañía del Carmen y la Casa de Contratación de Sevilla. La guerra comercial se había recrudecido el último año, y Pedro tenía serios problemas con la Casa de Contratación, que coartaba su capacidad de negocios con el Nuevo Mundo.


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reytuerto
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Mensaje por reytuerto »

Archivo General de Simancas
Inventarios antiguos, Autógrafos y notables
Correspondencia entre D. Francisco de Lima y D. Ignacio Otamendi


Sr. D. Francisco S. de Lima.
Muy Señor Mío:

Tengo la dicha de poder informaos, conforme al encargo hecho por intermedio de D. Pedro Llopis, que la urca San Cosme, futura capitana de la compañía Santa Apolonia, es un barco excelente, pues la construcción es de recibo y las maderas han tenido un curado cuidadoso y prolongado, y son de primerísima calidad.

He acometido las modificaciones que vos sugeristeis, las cuales no fueron ni muy extensas, ni muy costosas. He elevado los palos, tanto el macho como el mastelero de tal suerte que el mayor y el trinquete podrán llevar vela mayor, gavia baja y gavia alta, y el de mesana, una media vela latina unida a dos vergas (1), El bauprés, tal como lo indicasteis, prescindirá de la cebadera, solamente llevará aparejo latino, unas velas que he dado en llamar foques (2). Con otras dos velas latinas bajas al aire que los herejes de los países bajos llaman estai entre mesana y mayor, y entre mayor y trinquete, será una barca (3) de buen porte, pero que ceñirá al viento como un jabeque.

He debido reforzar la cubierta de batería, de manera que sin afectar la estabilidad del barco pueda utilizar la artillería a ambas bandas con cualquier situación de mar. Habréis de desistir en el empleo de cañones de a 24 libras, debiendo bastar los de a 18. Hay espacio en las cubiertas superiores para 6 cañones escopeteros (4) y un número indeterminado de los vuestros cañones de borda de retrocarga. Sin embargo, como podréis suponer, hasta llegar a Valencia para ser artillada nuevamente, ira con los cañones herejes originales.

La capacidad de carga ha sufrido una merma pequeña, pues para compensar la mayor altura de los palos, ha de cargar más lastre. Vuestra urca estará lista para su viaje inaugural antes del día de la Natividad de Nuestro Señor. Me es razonable suponer que se hará a la mar desde Santoña para Valencia en solitario, pues tengo entendido que ya tiene capitán designado, aunque ignoro si es el deseo de D. Pedro Llopis que cruce el Atlántico en navegación solitaria, o lo haga escoltando a algún otro barco de vuestra compañía.

He revisado el diseño de vuestra culebrina de retrocarga. Sugiero hacerla toda de bronce comprimido, prescindiendo de los zunchos de hierro, pues aun no hay en el reino suficientes operarios entrenados para hacer armas zunchadas incluso de un calibre reducido. Al ser fundamentalmente un arma de corto alcance, el tubo puede acortarse entre dos y tres palmos. Igualmente sugiero que las recamaras reemplazables sean totalmente de bronce, mas cortas. La llave de pedernal ira atornillada, de tal suerte que si se llegase al brete de tener que darle fuego con mecha y botafuego, esta maniobra se podrá hacer sin inconveniente. Veo utilidad en conservar unas pocas armas con el tubo largo, siempre en bronce y considerando la posibilidad de rayar el ánima, para disparos individuales a gran distancia sobre objetivos de alto valor. Vuestra arma será costosa, pero se podrá fabricar.

Envío por tierra los cargamentos de algas por los que vos bregasteis tanto. Conforme a vuestras indicaciones, cada barril contiene el nombre de la caleta de procedencia. Os anticipo que nadie en el puerto las quiere, ni entiende porque alguien las pueda querer.

Celebro ver que habéis recuperado para vuestra sociedad el pendón del Rey Alfonso (5). Que la cruz trebolada sobre el campo carmesí guíe la ida y vuelta venturosa de vuestros barcos!

Os estoy inmensamente agradecido por vuestra nutrida provisión de “Hacendados”, vos no podéis saber cuánto los echaba en falta! Espero dichoso poder retribuir vuestra gentiliza cuando vengáis al norte.
Dios os guarde. Vuestro leal amigo y servidor.

Ignacio Otamendi.

Post Scriptum: Adjunto los bosquejos de la urca-barca y del cañón de retrocarga, que con vuestra venia, he modificado a conveniencia.

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1) No se conocía a la vela cangreja con ese nombre aun. Estoy describiendo a una cangreja bien establecida, pues una antecesora, la vela del tercio ya se conocía desde antes.
2) En efecto, hasta bien entrado el siglo XVII en el bauprés se empleaba velas redondas: la cebadera y la sobrecebadera. Y aunque todos los ingredientes para que fuese posible la existencia de los foques existían, la idea del Ing. Otamendi es una revolución náutica adelantada a su tiempo en 60+ años.
3) No existen los nombres de yate, fragata, goleta o pailebote en el vocabulario náutico español de ese entonces. He decidido denominar a la fluyt modificada como barca porque es al aparejo actual que más se asemeja (velas redondas en el trinquete y mayor, cangreja y escandalosa en el mesana, foques en el bauprés) y porque es una palabra ya existente en el castellano (aunque para describir algo muy diferente).
4) Son carronadas! No existe el nombre aun, pues la fundición de Carron aun no existía. Sin embargo cañones de gran calibre, poca carga y tiro directo a corta distancia ya se experimentaban en tierra y mar desde el siglo XV.
5) Era el pendón del Rey de Castilla Alfonso X, El Sabio.


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Mensaje por Gaspacher »

Pedro recibió a Alonso de Idiáquez en su despacho. Lo había conocido un par de años atrás, al poco de firmarse la tregua con Holanda, y poco después la flota de Idiáquez, compuesta por una treintena de bajeles, empezó a ser contratada por Pedro para realizar diversos transportes.

Posteriormente y conforme la confianza entre ambos creció, Alonso empezó a realizar misiones en favor de la armada a través de sus buques, que empezaron a ser utilizados para comerciar con los puertos del mar báltico en los que conseguían madera y lona que eran puestas al servicio de la nueva Armada que se estaba creando. Precisamente ese día había acudido para dar cuenta de los últimos envíos de materiales, sin embargo estos ocultaban otra actividad de igual importancia.

—El galeón San Martín ha regresado de Riga con un cargamento de Jarcias que ha descargado en El Astillero. —explicaba Alonso que estaba desgranando buque a buque y carga a carga. —Los vientos nos han sido favorables y estamos recuperando parte del tiempo perdido a causa de las heladas invernales.

—Magnifico, Alonso, ¿ha habido algún problema con los dobles pilotos de sus bajeles? —preguntó Pedro.

—Ninguno en absoluto. Todos los pilotos de la armada embarcados a bordo han realizado su labor sin contratiempos y están realizando nuevas “cartas náuticas” y de vientos y corrientes. —respondió Alonso con una pregunta implícita en sus propias palabras. Pedro, sin embargo, aún no estaba en disposición de contarle el motivo, antes quería ver si aceptaba convertirse en el veedor de la Armada. Solo cuando tuviese un puesto oficial podría mostrarle todas sus cartas…


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Mensaje por Gaspacher »

Archivo militar de Valencia
Otros fondos, fechas extremas (1500-1862)
Legajo XXVI; correspondencia entre el marqués del puerto y el barón de Cheb


Estimado amigo, os escribo está misiÆ♀ para solicitaros que regreséis a España sin pérdida de tiempo, con el fin de haceros cargo de la dirección de las reformas de los ejércitos en la que estamos inmersos.

Por desgracia debo informaros que mi posición en estos momentos es sumamente inestable por culpa del cafre, quien está presionando para expulsarme de la corte. Para empeorar las cosas desde meses atrás la Casa de ContrataæØÄ está en plena ofensiva en su intento de apoderarse de las rutas comerciales de la Compañía, lo que crea otro foco de preocupación al que debo hacer frente.

No voy a extenderme sobre este tema, baste decir que cuando supe de mi inminente traslado tuve que maniobrar con rapidez para colocar hombres de confianza en los puestos clave, evitando así que la influencia de los ô╬##╔ se extienda a las FAS y destruya nuestros esfuerzos. Afortunadamente, vuestra actuación en la batalla de la capilla o de Viena os ha labrado un nombre, y el rey ve con buenos ojos vuestro nombramiento como inspector del ejército.

Aun así mi posición empeora con cada día que pasa, por lo que debéis daros prisa en regresar o corremos el riesgo de ver como el cafre nombra a uno de sus familiares para el puesto. El propio Espínola ha salido de su retiro para tratar de parar el cordón sanitario que nos amenaza, así que solo nos falta esperar que seáis rápido y lleguéis a tiempo.

Os envío un anexo en la clave (01000001 01011010)


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Mensaje por Gaspacher »

Pedro entró en su casa sin hablar con nadie, algo que extraño a su servicio pues siempre solía dedicar unas palabras para preguntar cómo había transcurrido el día. Esta vez sin embargo se dirigió directamente a su oficina encerrándose en ella, señal inequívoca de que algo iba mal. Ellos no lo sabían aun, pero Pedro acababa de ser nombrado Virrey de Valencia, lo que en esa ocasión equivalía a un destierro.

Mientras permanecía sentado en su sillón, Pedro miro la pared que tenía frente a sí. Una pared en la que en lugar de los habituales tapices o cuadros, estaba repleta de pizarras y papeles, dando una clara sensación de trabajo.
Desde arriba y a la izquierda, podían verse las “Reales Fabricas construidas hasta ese momento, así como su producción, el nombre de sus directores, y su estado actual, incluyendo si se esperaban problemas en el futuro.

Estas eran las siguientes:
Real Maestranza de artillería de la Cavada; Juan Brande; cañones de hierro de 32, 24, 18 y 12 libras (precios 1.800, 1300, 1.100, y 980 reales respectivamente), en funcionamiento para equipar a la artillería de costa. Se estaba experimentando en sistemas de sunchado para equiparar esta artillería a la de bronce comprimido.

Real Maestranza de artillería de Valencia; Miguel Aguirre, cañones de bronce comprimido de 32, 24, y 18 libras, (precio 3.120, 2.920, y 2.300 reales), en funcionamiento.

Real Maestranza de artillería de Sevilla; Raúl Sancho, lo mismo que la anterior, en funcionamiento limitado. Se esperaba que la fábrica estuviese completa en no más de un año.

Real Fábrica de armas de Orbaiceta; Vicente Barbera, mosquetes y pistolas precio mosquete modelo 1631, 3 reales, 2.5 reales la carabina modelo 1632). En funcionamiento.

Placencia de las Armas; Carlos del Amo, mismo que la anterior, en funcionamiento limitado, se esperaba finalizar la fábrica en no más de dos años.

Real Fábrica de armas de Toledo; Agustino Buendía, espadas, sables, chuzos y armas blancas en general, en funcionamiento limitado. Aun se estaban produciendo muchas armas en las armerías privadas de la ciudad (la mayoría de los artesanos dividían su tiempo entre la fábrica y sus armerías particulares).

Real Fábrica de Pólvora de Murcia; Luis Fabra, en funcionamiento.

Real Fábrica de Pólvora de Madrid; Lorenzo Campoverde, en funcionamiento limitado.

Real Fábrica de Pólvora de Villafeliche; Pascual Ferrero, en funcionamiento limitado.

Real Fábrica de relojes de Onda; Manuel de la Torre, relojes de torre, pared, y precisión, en funcionamiento.

Real Fábrica de lentes del Maestrazgo; Feliciano Paredes, catalejos, telescopios, y anteojos, en funcionamiento.

Real Fábrica de ingenios de Trubia; Valeriano Suñer, engranajes, maquinas simples, y piezas de maquinaria para equipar al resto de fábricas, pero también piezas de artillería, en funcionamiento limitado.

Director General de la Armada:
Ignacio Otamendi

Real Fábrica de Anclas de Guipúzcoa; Saturnino Diomedes, en funcionamiento limitado (sin fecha de finalización).

Arsenal de Ferrol: (en construcción)
Director; Javier de Burgos
Real Fábrica de Lonas y Jarcias de Ferrol; Jesús de Almagro.

Arsenal de Cádiz: (en construcción)
Director; Honorato Navales
Real Fábrica de Lonas y Jarcias de Cádiz; Enrique Martínez.

Arsenal de Cartagena: (en construcción)
Director; Ramón Bueno
Real Fábrica de Lonas y Jarcias de Cartagena; Hipólito Zaragozá.


Continuara...

Pd Las marcadas en azul corresponden a fábricas en construcción o que aun no trabajan a pleno rendimiento.


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Mensaje por Gaspacher »

Comprobada la marcha de las manufacturas de cariz militar, Pedro se fijó en la siguiente columna, la de las manufacturas civiles.
Fabricas civiles

Real Fábrica de Mantelería de la Coruña; Zenón de Cuenca, en construcción.

Real Fábrica de Fieltros de Vigo; Felipe de Antonio, en funcionamiento.

Real Fábrica de Tapices de Madrid; José de la Morena, en construcción.

Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro; Tomas Aguilar, en construcción.

Real Fábrica de Lencería de La Granja de San Idelfonso; Pablo Sastre, en construcción.

Real Fábrica de Sedas de Valencia; Juan Ferrer, en funcionamiento.

Real Fábrica de Abanicos de Valencia; Amancio Jiménez, en funcionamiento.

Real Fábrica de Porcelana de la Alcora; Oscar López, en funcionamiento.

Real Fábrica de Sarguetas de Guadalajara; David de la Cumbre, en construcción.

Real Fábrica de Tabacos de Sevilla; Cristian Valente, en construcción.

Real Fábrica de Naipes de Málaga; Federico Solis, en construcción.

Otras entidades económicas o culturales
Real Banco San Vicente Ferrer; Joan Sunyer, en funcionamiento.

Real Academia de Artillería de Segovia; Julio César Ferrufino, en funcionamiento.

Academia Real Matemática;(existía desde el siglo XVI).

Academia de Guardia Marinas de Cádiz; en construcción.

Academia de Hércules (Futura Real Academia de Ingeniería Politécnica de Valencia); en funcionamiento.

Hospicio de Veteranos de Santa Irene; Fray Miguel Ortiz, en funcionamiento

Real Cuerpo de Correos y telégrafos de Valencia (se planeaba extenderlo a todo el Imperio); Maestre Carlos Coloma, marqués de Espina, en funcionamiento.

Colegio de Cirujanos de Valencia; en construcción.

Colegio de Cirujanos de Cádiz; en construcción.

Como era evidente, eran muchas las manufacturas reales que se estaban construyendo en aquella primera fase, y era solo el principio. En algunas de las manufacturas, como era el caso de la porcelana o las textiles, se estaba manteniendo en el más estricto secreto su proceso de fabricación o algún elemento vital del proceso industrial. La fórmula de la porcelana, el diseño de los hornos reverberos, la utilización de grafito refractario para el horno, nuevos telares que aumentaban sustancialmente la capacidad de los tejedores o el proceso de curtido de pieles con químicos, por citar solo algunos de los secretos, eran vitales en la expansión comercial que se estaba viviendo. Gracias a ello aquellas manufacturas reales no se limitaban a surtir a la corona, sino que estaban logrando situar a España como una potencia exportadora.

continuara...


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Mensaje por Gaspacher »

A continuación, en la zona derecha de la pared, nuevos tableros daban fe del estado de las fuerzas armadas y su desarrollo en aquellos momentos, en los que había botados o en construcción los siguientes bajeles.
Armada:
  • 18 (dieciocho), navíos de línea de 60 cañones; África, América, Aquilón, Argonauta, Asia, Astuto, Aquiles, Arrogante, Atlante, Bahama, Brillante, Campeón, Castilla, Catalán, Dichoso, y Dragón. De estos, la serie A había sido construida en Colindres y el Astillero, la B en Ferrol, la C en Cádiz y la D en Cartagena, lo cual era todo un logro pues aun mientras se construían los arsenales se estaban botando navíos en ellos, con todo no se esperaba que los arsenales estuviesen a pleno rendimiento hasta finales de la década, así que mientras tanto seguiría dependiendo en gran medida de los astilleros cántabros y otros astilleros de ribera.
    15 (quince) fragatas de 34 cañones; Alerta, Aventurero, Diana, Esmeralda, Fama, Galga, Halcón del Mar, Iberia, Héroe, Ninfa, Oriente, Proserpina, Rubí, Tigre, y Vencedor. La serie A en los astilleros cántabros, y el resto en astilleros de ribera de todo el litoral español
    8 (ocho) bergantines de 24 cañones; Audaz, Furor, Osado, Plutón, Temerario, y Terror. Construidos en astilleros de ribera de la cuenca atlántica.
    14 (catorce) jabeques de 24 cañones; Alcotán, Cernícalo, Gavilán, Martín Pescador, Triunfante, Atrevido, Ave de Gracia, Azor, Águila, Conquistador, Astrea, Aurora, y Flecha. Los seis primeros eran de nueva construcción, construidos en astilleros de ribera de la costa mediterránea, y los otros ocho pertenecían a la armada del Reino de Valencia y habían sido construidos años atrás.
    7 (siete); Man o´war; Real Felipe (44 cañones), Real Fénix (42), Real Mari (42), Real Familia (40), Monarca (32), y Real Carlos (32).
    11 (once) Galeones; Santiago (44), San Antonio (28), Capitana de Cuatro Villas (28), San Bartolomé (28), San Carlos (24), San Buenaventura (22), San Pedro (20), San Blas (20), San Francisco (20), Ángel Gabriel (20), y San Martín (18).
    9 (nueve) galeras; Santa Eulalia, Nuestra Señora de las mercedes, Santa Ana, San Juan, San Genaro, San Rafael, San Dámaso, San Felipe, y San Fermín.
La flota estaba por lo tanto bien balanceada y en plena expansión, pues no bien se botaba un bajel, se ponía la quilla del siguiente. Dicha expansión unida a la relativa paz que se estaba viviendo en aquellos momentos era idónea para sus planes de modernización de la flota, hecho que se demostraba con la paulatina desactivación de las galeras, ninguna de las cuales permanecería en activo más allá de un par de años. Cuando finalizase la desactivación de las galeras empezaría con la de los galeones, que serían convertidos en buques aljibe, transportes o vendidos a empresarios privados.

Por supuesto está expansión naval estaba siendo seguida muy de cerca por las potencias extranjeras, y eran ya varias las que estaban respondiendo con el aumento de sus unidades navales. Sin embargo España había logrado una ventaja de cuatro años, los necesarios para la tala y curado de la madera, el acopio de dineros y la contratación de los artesanos que fuesen menester para la construcción naval. A esto se unía la calidad de los nuevos diseños de navíos de línea y fragatas, lo que unido a la mecanización del trabajo gracias a las nuevas serrerías hidráulicas, y torres grúa, así como la mejora en herramientas tales como taladros manuales y de pecho, o sopletes de presión, abarataban los costes de la construcción naval española aumentando aún más su ventaja.

continuara con el ejército...


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Mensaje por Gaspacher »

En cuanto al ejército, este era un maremágnum de unidades diversas, con diferentes lealtades y filiaciones, unos reformados y otros basados en los tercios o incluso en milicias de diversos reinos. Si la diferencia entre los ejércitos reformados o del modelo antiguo era grande, entre estos y las milicias era abismal.

Uno de los grandes problemas a los que se enfrentaba, era a la falta de reemplazos con los que completar las plantillas, hecho que demostraba que uno de los puntos de la crisis de la monarquía hispánica en aquella mitad de siglo. Cierto era que las recientes victorias unidas a una economía más eficaz habían aumentado el número de voluntarios, pero aun así se había visto obligado a recurrir a soldados extranjeros, y aun más que lo haría en el futuro si era posible.

Ejército Reformado:
Tercio de Guardias Españolas (1); Martin de Idiáquez.
Tercio de Guardias Italianas; Gaspar de Toralto.
Tercio de Guardias Valonas; Jan van Nassau-Siegen
Tercio de Guardias Americanas (en formación); Luis Francisco de Benvides y Carrillo de Toledo.
Regimiento de Carabineros; coronel Pedro de León

Ejército Peninsular (en formación):
Comandante; Capitán General Gonzalo Fernández de Córdoba y Cardona
Inspector General; Diego de Entrerríos, barón de Cheb.

I Cuerpo; Tte general Carlos Coloma de Saa
Tercio Navas de Tolosa nº 11 (antiguo tercio de Málaga); maestre de campo Juan de Orellana.
Tercio de Cuarte nº 12 (antiguo tercio de Álvaro de Sande); maestre de campo Juan Díaz Zamorano.
Tercio de Sagrajas nº 13 (antiguo tercio Costa de Granada o de Figueroa); maestre de campo Pedro Antonio de Aragón y Fernández de Córdoba.
Tercio de Lepanto nº 14 (antiguo tercio de Moncada); maestre de campo Martin de Aragón y Tafalla.
Tercio de Ceriñola nº 15 (antiguo tercio de Fuenclara); maestre de campo Enrique de Alagón y Pimentel, conde de Fuenclara.
Tercio de Garellano nº 16; maestre de campo Francisco de Aragón.
Tercio de Otumba nº 17; maestre de campo Pedro Virrueza
Tercio de Seminara nº 21 (lombardos); maestre de campo Carlos Guasco.

II Cuerpo; Tte general Diego Mexía Felípez de Guzmán y Dávila
Tercios Irlandeses
Tercio Irlanda nº 41; maestre de campo Hugh O´Donell.
Tercio Ultonia nº 42; maestre de campo Owen Roe O´Neill.
Tercio Hibernia nº 43; maestre de campo Sam O´Neill.

Tercios Suizos
Tercio de Steck; Coronel Arthur Steck.
Tercio de Loretan; Coronel Christian Loretan.
Tercio de Almer; Alexander Almer.

Regimientos alemanes
Regimiento de Salma; coronel conde de Salma.
Regimiento de Wormes; coronel Herard Worms.

Caballería; Tte. general Gerardo de Gambacorta
Regimiento de coraceros Montesa nº 3; (2)coronel Diego de la Cueva.
Regimiento de coraceros Calatrava nº 4; coronel Iñigo de Brisuela.
Regimiento de coraceros Santiago nº 5; coronel Juan Niño de Tavora.

Regimiento de dragones del Rosellón nº 21; coronel José de Sorribas y Rovira.
Regimiento de dragones del Príncipe nº 22; coronel Pedro de Santa Sicilia.
Regimiento de dragones nº 23; coronel Barón de Sebac.

Regimiento de Húsares nº 31; coronel Adojan (Adrián) Hosztka
Regimiento de Húsares nº 32; coronel Viktor Kulksar

Real Artillería; Tte general Tomas de Egurza
1 Regimiento de la Real artillería (24 piezas de bronce de 8 libras, 300 hombres); coronel Martí Bofarrull
2 Regimiento de la Real artillería (24 piezas de bronce de 8 libras, 300 hombres); coronel Francisco de Escobar.
3 Regimiento de la Real artillería (24 piezas de bronce de 6 libras, 280 hombres); coronel Jacinto de Velasco y Hénin.
4 Regimiento de la Real artillería (24 piezas de bronce de 6 libras, 280 hombres); coronel Lope Ochoa de Oro.

Aunque no era propiamente del ejército, en aquella lista también aparecía la milicia Efectiva del Reino de Valencia. Por un lado porque era una unidad ya reformada, de hecho la primera de todas las que lo fueron, en segundo lugar porque el crear milicias territoriales era una vieja aspiración desde los tiempos de Felipe II en la que tanto Diego como él mismo creían, por lo que querían crear una serie de regimientos provinciales como guardia nacional o reserva estratégica.

Milicia Efectiva del Reino de Valencia (Reformada); comandante el Virrey de turno
Brigada de Voluntarios de Valencia (3.000 hombres); tres batallones de Valencia, brigadier Antonio Bonet.
Brigada de Voluntarios de Castellón (3.000 hombres); batallones del Maestrazgo, Castellón y Onda, Brigadier Bonifaci Carros.
Brigada de Voluntarios de Alicante (3.000 hombres); batallones de Játiva, Alicante, y Denia, Brigadier Alexandre Bruñó.
Regimiento de cazadores a caballo (700 hombres); Escuadrones de Castellón, Valencia y Alicante, coronel Sebastià Giner.
Grupo de artillería (24 cañones de bronce, de 6 libras, 280 hombres); Coronel Joaquim Ros.


  1. Tercio o regimiento de infantería, compuesto de dos batallones de línea de 700 hombres cada uno, y un tercer batallón de 400 hombres con funciones de guarnición, deposito, instrucción de reemplazos, y convalecencia de heridos.
  2. Regimiento de caballería, compuesto por plana mayor más cinco escuadrones de dos compañías de 90 hombres cada una.


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Mensaje por Gaspacher »

El trabajo realizado parecía todo un logro.

En un par de años, cuando todas aquellas unidades hubiesen sido reformadas y entrenadas en las nuevas tácticas, serían imparables. Por desgracia no todo era así de simple. Justo al lado de estas unidades, aparecía una columna aun mayor compuesta por las unidades no reformadas, estás eran los tercios de la Mar Oceana, y todas las unidades desplegadas en Italia y sobre todo, Flandes, precisamente las más veteranas y por ende de mayor calidad. E incluso a estas se sumaban las diversas milicias existentes en los diferentes reinos y territorios de la monarquía hispánica, lo que implicaría años de trabajo para reformar aquellas unidades.

Esperaba que a más tardar en el 38 pudiesen empezar a reformar las fuerzas desplegadas en Italia, que crecerían hasta alcanzar un tamaño de unos doce Tercios de infantería, tercios embarcados aparte. Serían fundamentalmente italianos aunque también españoles, alemanes, valones, y suizos para dar mayor cohesión a la lucha del imperio. Junto a ellos se formarían seis regimientos de caballería, y otros tres regimientos de artillería. Únicamente cuando la transición de aquellas unidades se hubiese completado, para lo que serían necesarios de tres a cuatro años, podrían empezar a reformar el grueso del ejército desplegado en Flandes. De todas formas de momento eso sería tarea de Diego, quien estaba regresando a España desde Alemania. ¿Cuántos años hacía ya desde que abandono España? ¿doce, tal vez trece?

En fin, la enormidad de los avances logrados hasta entonces, aún era capaz de sorprenderlo. Aquello era lo verdaderamente importante, el desarrollo del país con un cuerpo industrial que impulsase las ciencias y la economía, y no un constante estado de guerra que consumía sus recursos, tanto monetarios como humanos.

Por supuesto era consciente que aún con aquel impulso inicial obtenido de sus conocimientos del siglo XXI, en condiciones normales hubiese sido imposible provocar todos los cambios vividos hasta entonces. Fue una cascada de factores la que permitió tales logros. En primer lugar la invención (simple para alguien del futuro), del pararrayos, barómetro, relojes (está más complicada y realizada a partir de la copia de un reloj de pulsera), cocinas económicas (realizadas por fundición), balsas, chalecos y elementos salvavidas, y las conservas de comida, y con el dinero ganado con todo ello la incursión en los espejos y la porcelana que rendían aun más dividendos.

Hasta ahí llegaba la pequeña ventaja que alguien del futuro poseería, ni más ni menos. A partir de ese momento fue cuando todo empezó a írsele de las manos. La fortuna o la voluntad de Dios permitieron conseguir varias victorias militares, lo que le llevo a ser presentado a la corte poco antes de que Olivares sufriese un atentado que lo postro en la cama durante meses. Precisamente un tiempo que permitió un libre acceso al monarca, de forma que cuando Olivares recupero su puesto años más tarde, ya se había convertido en la mano “izquierda” del Rey.

De esa forma, con Olivares como la mano derecha del monarca desde su cargo de válido, ocupándose de la política, diplomacia, y con Pedro como la mano izquierda, ocupándose de la economía y la organización militar, se vivió un gran desarrollo industrial y económico. Hasta que Olivares se entrometió…

Con un suspiro miro la hora del reloj de la pared, habían pasado ya dos horas, así que se desperezo, cogió su pluma de plata, y escribió sendas cartas a Alonso de Idiáquez, quien se acababa de convertir en el veedor general de la armada, a su amigo Ignacio de Otamendi, ingeniero mayor o Director general de la armada, y a Diego de Entrerríos, el nuevo Inspector general del Ejército. Solo cuando hubo terminado llamo a Salvador, su jefe de cuadras.

Partían hacia Valencia…


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Mensaje por Gaspacher »

Venecia

El Dux de Venecia había concertado una reunión con las principales familias de la república, pero antes de ello, se había venido reuniendo de forma individual con algunos de sus miembros, para sonsacarles y tener una idea aproximada del derrotero de la próxima reunión. Sobre la mesa, la actual situación en el Mediterráneo conforme a las recientes victorias españolas que en el último lustro y medio, habían puesto contra las cuerdas a los otomanos. Para todos fue una sorpresa la inesperada y fulgurante victoria española sobre los principales puertos berberiscos en el Norte de África, y aunque es cierto que en un principio tal cosa mejoro sobremanera la seguridad de los mercantes venecianos, a largo plazo la actividad militar española las perjudico sobremanera.

A aquella primera campaña sobre los puertos berberiscos siguieron campañas anuales que fueron destruyendo uno tras otro todos los puertos corsarios, al mismo tiempo que la flota española barría los mercantes otomanos de los mares, llegando tres años atrás a adentrarse en el Mediterráneo Oriental, donde capturaron decenas de mercantes turcos. Esto que a todo buen cristiano debía alegrar, supuso una catástrofe para los mercaderes venecianos, que vieron como un buen porcentaje del comercio de las especias y la seda que controlaban gracias a sus acuerdos con los turcos, desaparecía de la noche a la mañana. Aun peor, Valencia se convirtió en un rival de primera magnitud cuando descargaron en su puerto cientos de toneladas de especias, unas especias a las que accedieron con facilidad sus viejos rivales comerciales genoveses.

Incluso entonces, aquello no fue todo. El año anterior siguiendo con sus campañas de control del Mediterráneo, los ejércitos españoles desembarcaron en Egipto, capturando Rosetta, el puerto del que dependía gran parte del comercio de las especias turco y que por lo tanto, rindió grandes beneficios a sus captores, al mismo tiempo que castigaba las bolsas de los honrados comerciantes venecianos que vieron como su campaña comercial, se volatilizaba como si fuese humo al capturar los españoles las especias que esperaban comprar a los turcos.

Era por lo tanto una situación endemoniada. Si la intrusión de los cristaleros españoles en el mercado de los espejos había supuesto un duro golpe al aparecer con un producto de gran calidad, cuyo tamaño triplicaba al de los espejos venecianos, las campañas militares españolas habían supuesto una merma del mercado de las especias controlado por Venecia de cerca del 50% en solo cinco años. De seguir así las arcas venecianas se agotarían, lo que era irónico habida cuenta que la guerra española no era con ellos sino con los otomanos.

Debían encontrar una solución…


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reytuerto
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Mensaje por reytuerto »

Los últimos meses del año fueron atareadísimos. Aunque ya tenía lista la transcripción del último concierto de Vivaldi, quería sorprender a la Corte con algo musicalmente memorable, y gracias a Dios hay muchísimo para escoger, desde Bach, hasta Lully, y desde Sors a Bocherini!

También recibí un interesante cargamento de algas marrones del Cantábrico. Ignacio Otamendi, el crononauta relojero de Madrid y ahora exitoso constructor naval en el Cantábrico era el único de los 4 que tenía conocimientos solidos de ingeniería, pero había mostrado su habitual diligencia en hacer algo que consideraría pueril, recolectar las algas de caleta en caleta, dejarlas secar al sol y enviármelas sin olvidar el lugar de procedencia de cada cargamento. Ahora podría experimentar y con algo de suerte y mucho sudor, obtendría un material de impresiones.

Pero lo que más me ocupaba la mente era la organización del hospital de campaña. Había comenzado por escoger a los candidatos. Todos serian alumnos, los más aventajados irían para cirujanos del quirófano del hospital; los que mostrasen mayor independencia de decisiones, para cirujanos de compañía; los que mostrando buena disposición quisiesen detener sus estudios a nivel de enfermeros, así lo podrían hacer, empezando a tener ingresos desde ya. Todos debían saber leer y escribir, sin importar si eran cristianos viejos o marranos. Martin, mi fiel asistente era el primer inscrito y era acompañado por su tocayo, Martin de Alcántara, sobrino de Lope de Toledo el maestro orfebre. Habían dos mozos de Ávila, que recordaban mi primera sala de espera en una venta a la vera del camino; también un vallisoletano, otro de Segovia y un par de Alcalá de Henares, pero casi todos los muchachos eran de la villa, de Madrid.
Quería empezar las clases de anatomía con el invierno. Había acordado con la Cofradía de Caridad y Paz sufragar con los entierros de los condenados a ser descuartizados y con el Corregidor de la Villa, gracias a un privilegio real, para que todos los condenados a ser rajados en cuartos me sean entregados enteros para que sirvan en las lecciones de anatomía. El titular de anatomía, y también preparador de las piezas seria Pedro Barea de Astorga medico jovencísimo recientemente llegado a Madrid desde Alcalá y preparador del ya reputado anatomista Pedro Miguel de Heredia.

El capellán del hospital ya era Santiago Miki, jesuita nipón de origen noble. Con él al fin encontré un sensei que recondujese mis pasos en el uso del bo y jiujitsu, con una mentalidad amplísima (inusual en un recién convertido) era un conversador exquisito dueño de vastos conocimientos universales, que había adaptado la meditación zen a las prácticas contemplativas del catolicismo.

El boticario sería un problema. Socialmente estaban bastante por encima que los cirujanos (que, valgan verdades, apenas estaban por encima de los barberos y sangradores: la cirugía era un oficio menor), se daban ínfulas por manejar el latín y sobre todo, porque sus ingresos cuando estaban empleados por la corona eran tres veces superiores a los de un cirujano. Así que fue casi obligado que el farmacéutico fuese de origen converso, el joven José de Beira, sobrino de Fernando Cardoso, de gran curiosidad y afán, pero con los recursos insuficientes para pagar los estudios de médico.

Además, y aunque había evitado caer en la confrontación entre paracelsianos y galenistas, pude hacerme de una edición de 1630 de "Le medecin charitable" del médico galo Philibert Guibert, en el que se daban formulas bastante asequibles en cuanto a su elaboración y su costo, para multitud de preparados, algunos inútiles, pero otros, como el de los polvos de quinina, de obvia utilidad, pues tenía en mente que todos los cirujanos militares supiesen de la farmacopea disponible.

Los 4 guardaespaldas del viaje a Valencia se convirtieron en el embrión de los 10 arcabuceros y el cabo, los Maeses Juan, Fernando, Antonio y Sancho no solo guardarían el botiquín y los caudales del Hospital de Campana, también ensenarian a los alumnos tanto a manejar la espada, como a disparar pistola y mosquete, pues no serian simples cirujanos, serian cirujanos militares.

Sin embargo luego de la última presentación del ciclo, El Otoño (que debe haber gustado! Me pagaron 1500 reales! Gracias Vivaldi!) por solicitud real debí preparar la inoculación de inmunización contra la viruela para los niños de la casa real y de varias de las casas de más abolengo del reino. Estaba en problemas! Cuando me gradué me gustaba todo, excepto odontopediatria y ortodoncia, y justo ahora tendría que lidiar con niños, que encima eran engreídos y pijos. Me cago en la mar!

La jornada de inmunización de los nobles adolescentes no fue tan difícil. Pues acudí con una carta bajo la manga: había acudido al jovencísimo pintor Juan Bautista Martínez para que modificase uno de los muchos oleos de jovencitas que tenía, y deformase horriblemente las facciones de la retratada con pústulas de viruela, hasta quedar grotescamente irreconocible. Cuando la Infanta María Margarita vio el cuadro, quedo impactada a sus escasos once años, así que pronto ella y sus doncellas mostraban sus reales culos para que realizase la incisión. El hecho que el primer paso lo diesen las mujeres, por muy infanta que fuese, pico el amor propio de Gaspar de Haro y Guzmán, y pronto una larga cola de estirados jovenzuelos con roperas al cinto estaba esperando por su turno de pelar las posaderas.

Pero con los críos la cosa era diferente, ellos no se dejarían pinchar por un cuadro horrible. Los sobornaría por la boca! No hubiese sido la primera vez que hacia helados, pero esta sería la primera vez que lo haría para cambiar la historia. En Madrid había varios pozos de nieve, por lo que la provisión de hielo no era un problema incluso en los meses más cálidos del verano. Más dificultad tendría en hacer la goma garrofin partiendo de las semillas del algarrobo (aunque como buen limeño ya habia hecho la miel de dichas vainas), y como el tiempo no me asistia, lo intentaría con el colapez de siempre.

En previsión de la fiebre que al día siguiente podría afectar a los niños, hice la versión del siglo de oro del vinagre Bully decimonónico: vinagre, agua, alcohol, algo de aceite de bergamota, neroli, limón, lima y toronjil, también esencia de romero, mezclar, reposar, filtrar, volver a mezclar y seguir probando hasta tener un olor fresco y agradable.

Pero si deseaba hacer helados para un batallón de niños, necesitaría las maquinas adecuadas, para comenzar un a batea profunda en donde entrasen con holgura varios panes de hielo machacados con sal. Encontrar una lechera que entrase en la batea fue mas complicado en una época en que invariablemente todos los cantaros eran cerámicos, pero un calderero pudo hacer en poco tiempo un recipiente profundo con capacidad de unos 5 azumbres burgaleses. El siguiente paso era hacer los batidores, que cuando se trataba de un antojo de medio litro, lo podía hacer a mano, pero 10 litros de helados es otro cantar. Afortunadamente los artesanos de la madera eran hábiles, y por un sobreprecio pagable hicieron un bonito juego de paletas de boj, con un mecanismo de manivela que hacia menos tedioso el batido. Estaba casi todo listo.

Para el día de San Lucas del ano 1631 todo lo tenía preparado. El primer soborno fue un sorbete de naranja, los niños que “pasasen la prueba”, recibirían un premio especial. La idea es que fuese divertido y en la medida de lo posible indoloro, así que apenas terminado de tomar el sorbete, los ayos o nanas debían de sostener un cubo de hielo en la nalga escogida. Luego con la rapidez que da la práctica, Martin y yo hacíamos las incisiones e inmunizábamos a los críos. En un santiamén, las infantas Margarita María, María Eugenia e Isabel María, así como el Príncipe de Asturias, Baltasar Carlos estaban inmunizados; al igual que una treintena de niños, la mitad de ellos futuros grandes de España.

Comenzó el festín! Repartí libremente los 10 litros de helado de chocolate y nata (y cuando digo nata, es que era nata a secas: me fue imposible encontrar en todo Madrid la más pequeña vaina de vainilla) que había hecho, al igual que un enorme pastel tipo Sacher, con mermelada de duraznos, que fue lo que pude conseguir, en lugar de albaricoque. Había tanto, que pronto los severos ayos y damas acompañantes se habían unido al jolgorio, tanto que en lugar de fiebres, empecé a temer por empachos! Pese a mi natural renuencia a atender niños, fue un buen día.

Tenía un par de semanas para preparar “mis” últimas producciones musicales, pero antes debía de cumplir con una promesa: Tenia que poder acudir donde estaba Juan José, el hijo de María Calderón, ahora monja, e inmunizarlo a él también. Sabía que el niño había dejado León, y ahora se avecindaba en Ocaña. Con el permiso y beneplácito del rey, que me concedió una escolta de 6 de sus guardias, hicimos el viaje hasta Toledo y al día siguiente conocí a un niño de mirada despierta, aunque taciturna y grave. Con la anuencia de Pedro de Llerana, el dominico que ejercía como su tutor, lo inmunizamos. Hecho esto, volvimos a la villa.

Las lecciones de anatomía proseguían a buen paso. Pedro de Berea era un maestro dedicado, el problema real era que el local asignado en el convento de los jerónimos era francamente demasiado reducido, y las tentaciones de la villa, demasiado grandes como para que mis alumnos se dispersasen y eso era algo que tenía que cambiar.

Pero primero mi concierto. Tenía una línea de cuerdas muy competente, y la aprovecharía al máximo, tal vez sin el virtuosismo de Paganini, pero algo en Re Menor seria ciertamente bienvenido. La archiconocida aria de Bach en Sol (que en realidad es en Re), El Canon de Pachelbel y terminaría con el Adagio de Tomaso Albinioni, que siendo en Sol menor realzaría el carácter reflexivo y melancólico de un concierto de Todos los Santos. Con 4 primeros violines, 4 segundos, 2 violas, 2 chelos, 2 bajos un archilaúd y un órgano para el continuo tenía la certeza que sonaría fantásticamente bien.

Aunque Felipe IV no era muy dado de usar el Alcázar de Madrid, esta vez quiso que se tocase allí, con la corte en pleno. Como las palabras “concierto”, “sinfonía” o “suite orquestal” no se conocían en España, debí improvisar el nombre con uno que tampoco sonaba mucho: Serenata.

https://www.youtube.com/watch?v=pzlw6fUux4o
https://www.youtube.com/watch?v=JvNQLJ1_HQ0
https://www.youtube.com/watch?v=_eLU5W1vc8Y

Todo fue a la perfección, porque a la perfección de las partituras se unió una ejecución brillante y una acústica esplendida, pero jamás imagine ser honrado por el mismo Rey Planeta cuando termino la Serenata, y acallando los aplausos dijo con algo que yo interprete como sinceridad “cuando los ángeles tocan para ellos, tocan al Maestro Capitán; pero cuando tocan para Dios, tocan al Maestro Cirujano!”

Sin embargo, mas que los honores, no dejaba de ver la cercanía con la que el Maestro Capitán, Matthieu Rosmarin, maestro de capilla de la corte y profesor de música del rey, con el duque Juan de Braganza. No seria nada raro entre un cortesano y un musico renombrado, pero yo corría con ventaja: sabia que en 9 anos el duque luso encabezaría la rebelion de Portugal para convertirse en su soberano.


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Mensaje por Gaspacher »

Ámsterdam, 1635

—España está invirtiendo mucho dinero en construir nuevos bajeles. —explicaba el estatúder. —Nunca debimos hacer la paz con ellos, ahora la están aprovechando para rearmarse.

—Lo sé, es evidente que han dado un gran impulso a sus armas. —respondió Boudewijn de Witte, gran pensionario de Zeelandia. —Pero tras los desastres de Cádiz, Groenlo, y Matanzas precisábamos de tiempo para rearmarnos nosotros mismos. No esperábamos que esta vez, a diferencia de la tregua de 1612, dedicasen tanto empeño a rearmarse...claro que ahora sus finanzas parecen estar pasando por un periodo de bonanza.

—Sí, eso será un problema. No podemos dejar que se afiancen en sus reformas. Están construyendo nuevos bajeles, navíos los llaman, como si fuesen rosquillas. Si no vamos con cuidado acabaremos decapitados como Oldenbarnevelt.

—Entonces… ¿debemos romper la tregua con España y atacar? —quiso saber el gran pensionario mesándose la barba pensativo.

—No estamos preparados. —respondió con rapidez el estatúder. —Los españoles mantienen cerca de sesenta mil soldados en Flandes, y el Cardenal Infante Fernando está en Alemania apoyando al Sacro Imperio con otro ejército y veinte mil hombres…si el rey sueco que acaba de ser derrotado, es obligado a retirarse, dejaría a los españoles en disposición de atacarnos con un segundo ejército.

—En ese caso ¿qué podemos hacer?

—Hay que reeditar la triple alianza de 1596 con Francia e Inglaterra. Debemos buscar la forma de presionar a España en todos los frentes para agotarlos y destruirlos.

—Me pondré a ello inmediatamente, pero será difícil, sobre todo con Inglaterra, que pasa por sus propios problemas, de hecho después del ataque a Plymouth dejaron de apoyarnos financieramente. —explicó de Witte.

—Lo que unido a nuestras propias derrotas en Matanzas y Groenlo, que nos dejaron sin recursos, nos obligó a hacer la paz… —replicó el estatúder. —Empecemos con el cardenal Richelieu, si Francia declara la guerra a España, nosotros podemos seguirlos para obligar a los españoles a dividir sus fuerzas. Y si los ingleses pueden apoyarnos con algún ataque a las costas españolas o enviándonos tropas o dinero mejor.

—En ese caso debemos ponernos en contacto con Gustavo Adolfo y apoyarle para que no abandone Alemania, eso creara un tercer frente para España.

—Tenéis, razón de Witte, poneos a ello…es una lástima que los otomanos estén de capa caída después de un lustro de recibir golpes, de lo contrario una amenaza sobre las costas españolas en el Mediterráneo…


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Mensaje por Gaspacher »

Paris

El Cardenal Richelieu leía atentamente la propuesta de las Provincias Unidas sobre la necesidad de retomar la guerra con España. Por supuesto él estaba convencido de la imperiosa necesidad de hacerlo, no solo porque desde la guerra de Mantua permaneciesen ocupando las islas frente al puerto de Marsella desde las cuales controlaban y ponían en peligro toda la navegación de tan importante puerto, sino porque consideraba a los españoles como la mayor amenaza para Francia y poco menos, que unos hijos del demonio.

De hecho en ningún momento había dejado de maquinar planes contra España. Primero apoyando a los herejes suecos, al fin y al cabo sería cardenal, pero antes que católico era francés… y a continuación buscando apoyos entre la propia aristocracia española que fue debidamente sobornada. Precisamente su mayor éxito había sido la caída en desgracia del causante de la destrucción de Marsella, el mismo que estaba encargándose de diseñar la nueva armada española. Tal vez ahora con él fuera de la corte, las cosas pudiesen cambiar.

De todas formas nada de esto se traslucía en su rostro mientras el diplomático holandés esperaba a que terminase de leer el documento que le había entregado. Al fin y al cabo Richelieu era un político experto y taimado, y como buen hombre de estado sabía cómo mostrar una cara totalmente inexpresiva. La propuesta holandesa era muy tentadora, pero antes de moverse debía tener muy claro si Francia obtendría algún rédito de ello.

Debía sopesar sus opciones…


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