Un soldado de cuatro siglos
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Valencia
Pedro se despertó poco después de la salida del sol, e inmediatamente se vistió sin ayuda, antes de pasar a la salita que tenía junto a su habitación para desayunar. Allí ya le esperaba Salvador, quien fuera su caballerizo mayor desde su regreso de Siberia, ahora convertido en su jefe de inteligencia. Poco después el servicio paso a su habitación mientras desayunaba en compañía de Salvador, él sin embargo ya estaba absorto en los asuntos del día.
—Excelencia, los últimos informes hablan de la casi total desaparición de los esclavos en el reino, por supuesto, prisioneros de guerra excluidos. —dijo Salvador entregándole un informe. —La nobleza y la burguesía han seguido su ejemplo y han sustituido los esclavos por personal contratado, especialmente en la Escuela de Hostelería del Orfanato.
—Ya veo, quedan menos de doscientos esclavos cuando hace una década eran miles y miles, solo superados por Sevilla. —respondió Pedro. —La idea de que tener esclavos es signo de pobreza y el tener personas libres contratadas signo de riqueza se ha extendido con rapidez.
—Así es, mi señor, en gran parte gracias a los bailes que vuestra excelencia ofrece en vuestra casa. Para los potentados de la ciudad ha sido un recordatorio constante de esa riqueza, y todos han querido imitarla.
—Bien, ¿El puerto? —preguntó Pedro mientras se servía un trozo de pan que había sobre un hornillo portátil que había sobre la mesa para tostarlo, antes de untarle mantequilla. Mantequilla, tal vez era hora de empezar a introducir la producción de margarina en masa para facilitar la alimentación de los ejércitos, se dijo antes de prestar atención a la respuesta de Salvador.
—El número de agentes extranjeros parece permanecer estable. —respondió este. —El comercio directo con Francia se ha interrumpido debido al estado prebélico actual, pero los comerciantes genoveses han sustituido a los nuestros y siguen comerciando con Francia, por lo que nuestros productos de lujo siguen llegando a Francia y los precios continúan estables, incluso se ha dado un repunte en la seda.
—¡Magnifico! Cada producto de lujo que vendamos en Francia es dinero que abandona las arcas del enemigo y engrosa las nuestras.
—Excelencia, hablando de eso, hoy debería apartar unos minutos y visitar el puerto y la Taula de Canvis.
—Hay varios comerciantes ingleses que reclaman poder invertir directamente en los negocios y no limitarse a comprar los productos, especialmente un tal barón Asfort, o algo así, nunca termino de anclarme con los nombres herejes.
—Era de esperar, de acuerdo, me pasare antes de comer. Más cosas ¿Qué sabemos de la Iglesia?
Pedro se despertó poco después de la salida del sol, e inmediatamente se vistió sin ayuda, antes de pasar a la salita que tenía junto a su habitación para desayunar. Allí ya le esperaba Salvador, quien fuera su caballerizo mayor desde su regreso de Siberia, ahora convertido en su jefe de inteligencia. Poco después el servicio paso a su habitación mientras desayunaba en compañía de Salvador, él sin embargo ya estaba absorto en los asuntos del día.
—Excelencia, los últimos informes hablan de la casi total desaparición de los esclavos en el reino, por supuesto, prisioneros de guerra excluidos. —dijo Salvador entregándole un informe. —La nobleza y la burguesía han seguido su ejemplo y han sustituido los esclavos por personal contratado, especialmente en la Escuela de Hostelería del Orfanato.
—Ya veo, quedan menos de doscientos esclavos cuando hace una década eran miles y miles, solo superados por Sevilla. —respondió Pedro. —La idea de que tener esclavos es signo de pobreza y el tener personas libres contratadas signo de riqueza se ha extendido con rapidez.
—Así es, mi señor, en gran parte gracias a los bailes que vuestra excelencia ofrece en vuestra casa. Para los potentados de la ciudad ha sido un recordatorio constante de esa riqueza, y todos han querido imitarla.
—Bien, ¿El puerto? —preguntó Pedro mientras se servía un trozo de pan que había sobre un hornillo portátil que había sobre la mesa para tostarlo, antes de untarle mantequilla. Mantequilla, tal vez era hora de empezar a introducir la producción de margarina en masa para facilitar la alimentación de los ejércitos, se dijo antes de prestar atención a la respuesta de Salvador.
—El número de agentes extranjeros parece permanecer estable. —respondió este. —El comercio directo con Francia se ha interrumpido debido al estado prebélico actual, pero los comerciantes genoveses han sustituido a los nuestros y siguen comerciando con Francia, por lo que nuestros productos de lujo siguen llegando a Francia y los precios continúan estables, incluso se ha dado un repunte en la seda.
—¡Magnifico! Cada producto de lujo que vendamos en Francia es dinero que abandona las arcas del enemigo y engrosa las nuestras.
—Excelencia, hablando de eso, hoy debería apartar unos minutos y visitar el puerto y la Taula de Canvis.
—Hay varios comerciantes ingleses que reclaman poder invertir directamente en los negocios y no limitarse a comprar los productos, especialmente un tal barón Asfort, o algo así, nunca termino de anclarme con los nombres herejes.
—Era de esperar, de acuerdo, me pasare antes de comer. Más cosas ¿Qué sabemos de la Iglesia?
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- reytuerto
- Mariscal de Campo
- Mensajes: 19000
- Registrado: 12 Ene 2003, 18:23
- Ubicación: Caracas, Venezuela
Un soldado de cuatro siglos
El viaje de regreso a Madrid fue silencioso, cada uno de los dos pensando en el problema en el que estábamos. Ya cerca de la villa, me aventuré a preguntar
- Miki San, que haréis ahora?
- Respirar, Francisco San, enseñaré a Eustaquio a respirar.
- Zen?
- Zen. Y vos? Que haréis vos?
- El muchacho vive aislado. No tiene amigos, y pese a que sus padres no son pobres, parece un animalito. Reconstruir el rebaño! Como San Francisco, debo reconstruir el rebaño, así este sea de solo un cordero. Eustaquio aprenderá a leer y escribir, y cuando vos le hayáis enseñado a respirar, le enseñaremos a cantar.
- No seréis vos?
- No! Miki San! Ya veré quien puede hacerlo. O si no, le enseñare a tocar la flauta, el flautin u otro instrumento de viento, pues estos también tienen su arte para respirar y soltar el aire.
- Lo tendréis en vuestra casa?
- De momento, pero pasamos la mayor parte del tiempo en la escuela de cirujanos. Y como vos sabéis, estamos ya bastante apretados. Será menester encontrar un local más apropiado. Confío en que la escuela crezca. Quedaos en mi casa haciendo los ejercicios de respiración con Eustaquio temprano en la mañana y luego podéis continuar en la escuela. Creo que será lo mejor para el muchacho.
No sin cierta suspicacia, el personal de casa se hizo de la idea de tener como visita a un “endemoniado”. Estaría en uno de los cuartos del segundo patio, al lado de Isidro. Josefa, Encarnación y Leonor fueron instruidas para que no solo no se asustasen ni de sus gestos, ni de sus blasfemias, sino para que fingiesen indiferencia, aunque se estuviesen orinando de miedo. Isidro bajo amenaza de azotes, que no iniciase pendencia alguna, ni le enseñase malas mañas a un chico que además de rústico, era inocente.
Fuimos hasta Pozuelo a traer a Eustaquio un miércoles, y al día siguiente teníamos al secretario del arzobispado tomando nota de lo que íbamos a hacer. Le expliqué a Isidro de Cuenca que era importante que el muchacho enfermo no s e desesperase cuando sintiese que empezaban los tics y los deseos de blasfemar. Santiago se encargó de explicarle detalladamente que era menester en ese brete respirar para poder rezar. Le mostré además su alojamiento y sus ropas, y cuando vio a Eustaquio bañado y vestido, quedo tranquilo y dijo que informaría favorablemente.
Pero yo no solo tenía que atender a un chico que padecía lo que en mi época se conocería Síndrome de Tourette, tenía las clases de de anatomía en la escuela de cirujanos militares, la atención de mis pacientes, el desarrollo del alginato, la introducción del guano como abono y de las papas como alimento masivo y barato, la transcripción de uno que otro concierto y sobre todo, un proyecto inacabado que sería fundamental para la producción en serie, la primera de las maquinas herramienta que le diesen al reino una ventaja real sobre las demás potencias europeas: el torno, que a su vez, sería el “padre” de la máquina para hacer tornillos y de la barrenadora de cañones. Y para eso debería darme el tiempo para viajar al norte, pues tenía que verme con un ingeniero, era fundamental hablar con Ignacio.
Asi que mientras preparaba los bosquejos, me quedaba más tiempo en casa viendo los ejercicios respiratorios que Santiago hacía con Eustaquio: echados sobre unos petates en el patio interno, las plantas de los pies apoyadas en el suelo y las manos sobre la barriga, respiraban pausadamente, el muchacho escuchando las instrucciones del jesuita nipón:
- Respira por la nariz, Eustaquio, y mira que la barriga se te llene de aire… Contén el aire en tus bofes, y reza un Salve en tu cabeza… Bota el aire, y reza otro Salve y un Gloria… Otra vez…
Y así estaban buena parte de la mañana. Yo después salía a caminar con el chico y procuraba que me hablase, cosa que hacía con parquedad aunque con de indudable buen ánimo. Había instruido a Isidro y Josefa para que lo mantuviesen ocupado, con tareas simples pero que le distrajesen la mente o mejor aún, que lo hiciesen interactuar con el resto del personal de la casa. Santiago tenía paciencia y era buen profesor, pues también era quien le estaba enseñando las primeras letras a Eustaquio. El pobre padecía aun frecuentes tics, pero cuando a los dos meses vino Isidro de Cuenca a ver los progresos del paciente, casi había dejado de blasfemar, era más sociable y se mostraba solicito con las preguntas que el secretario del arzobispado le hacía. Los informes seguirían siendo favorables con el Vicario General.
Iría al norte con dos guardaespaldas, Maeses Juan y Sancho, viajaríamos rápido con muy poco bagaje, y muchos proyectos encima. De Madrid salimos temprano hacia Somosierra, y decidimos pasar la noche allí para al día siguiente cruzar el puerto con el mejor tiempo posible. Luego de desayunar recorrimos el paso que sería recordado un par de siglos después por la férrea defensa de conscriptos y artilleros ampliamente superados en número, y por la valerosa carga de unos lanceros de tierras lejanas, y llegamos a Aranda del Duero a media tarde, y allí pasamos la noche para al día siguiente tomar el camino hacia Burgos a donde llegamos luego de pasar Lerma al caer la tarde. Sin forzar demasiado nuestras cabalgaduras, estábamos haciendo un buen viaje, así que luego de cenar y dormir en tierras burgalesas partimos al día siguiente luego de un generoso desayuno hacia Vitoria, y luego de pernoctar allí, continuamos hacia la costa por el camino de Laredo. Al final de la jornada, teníamos frente a nosotros el puerto de Castilla en el Cantábrico, Santander.
Luego de instalarnos decentemente, tuve el placer de repetir una comida que no hacía desde que había estado por Valencia: pescado y mariscos. La tarde alcanzo para poder ver que la bahía era magnifica y las instalaciones del astillero, al fondo de la misma, bien protegidas tanto de los elementos, como de los cañones enemigos. Al día siguiente iría a conocer las instalaciones que Ignacio ya debía haber modernizado bastante.
Luego de un reparador descanso y de un necesario baño, prepare los obsequios para el ingeniero: un paquete de 6 libras de chocolates de todo tipo: de leche, bitter, blanco, con naranja, con nueces, con pasas, con jalea de frambuesa, con jalea de durazno, con arroz crujiente, y la última especialidad, con dulce de leche! Y todos con el sello Hacendado! Me puse un traje negro sobrio y como único adorno, la ropera. Acompañado de Juan y Sancho partimos hacia Guarnizo, al final de la bahía de Santander, en donde estaba el astillero que Ignacio dirigía.
Hacia 65 años que Santander era una base naval importante para Castilla, y al ingresar a la zona del astillero, lo primero que me llamo la atención es la enorme cantidad de maderas secándose en grandes depósitos cobertizos, cuadras enteras de madera: Indudablemente, la flota que Ignacio tenía en mente era grande. Todavía nos demoramos en llegar al canal de Solía en donde estaba el astillero y vimos talleres organizados, frente al canal, tres gradas en donde se levantaba las quillas y los cascos de tres navíos en distinto grado de avance.
Deje mi caballo con mis acompañantes y avance solo buscando a Don Ignacio Otamendi, un ayudante me condujo hasta un amplio despacho, con las paredes internas cubiertas de planos y croquis, y dos amplios ventanales que proporcionaban luz y una buena vista al astillero, en donde un hombre en sus cuarenta, delgado y de facciones enérgicas, aunque su voz era calmada, estaba instruyendo a sus capataces.
- Don Ignacio, este caballero os busca.
Ignacio, interrumpio su charla y mirándome, me pregunto:
- Buenos días, caballero. Vos sois…?
- Francisco de Lima, Don Ignacio.
- Don Francisco! No os esperaba hasta la semana entrante! Pasad por favor! Y dirigiéndose a sus capataces, termino de dar sus órdenes: Maestros, ya conocéis vuestras ordenes, id pues a ejecutarlas. Vivo, vivo!
Una vez vaciada la sala, le hice entrega de los chocolates, el llamo a su ayudante y apenas ido su segundo, nos pusimos a conversar distendidamente:
- Ignacio, aquí tienes madera para una flota!
- No te engañes por las apariencias, hay bastante madera, pero para la flota que tengo en mente vamos a necesitar o abrir la ruta de los estrechos daneses, o simplemente recurrir a maderas del nuevo mundo.
- Cuantos navíos piensas construir?
Solo en Santander, unos veinte, y en Ferrol, Santoña, Bilbao y demás puertos, 40 más.
- Y aquí tienes madera para cuantos?.
- Contando los 3 que están en gradas, para unos 12 con suerte. He intentado estandarizar el diseño, ahorrar en donde se pueda y eliminar todo lo superfluo, pero no puedo depredar todos los bosques del norte.
- Cuando te quedas sin madera?
- En 4 o 5 años.
- Los franceses e ingleses tienen aún muchos bosques, y los holandeses recurren a Europa central para el roble y a Escandinavia para el pino y abeto. En que maderas americanas estás pensando?
- Roble americano, cuando Pedro establezca puestos madereros entre Nueva York y Virginia. De nuestras posesiones, caoba cubana, hondureña o venezolana. Deberíamos estar talando estos árboles si es que los vamos a querer utilizar en 5 años… que es lo que demora en secar.
- Como son tus navíos, se parecen al Santa Apolonia?
- Mucho. Para empezar estoy prescindiendo definitivamente de la cebadera y sobrecebadera del bauprés, velas de poca utilidad, y estoy aparejando ese palo con foques. Y el mesana, a diferencia del Santa Apolonia, también tiene velas redondas, pero no por eso deja de llevar su cangreja. Cuando estén evolucionando en línea de batalla se verá la diferencia! No sabes cuánto me gustaría conocer las características de los buques que deberán enfrentar.
- Pues creo traer la solución.
- No me digas que tienes planos de esta época?! – exclamo sorprendido el ingeniero.
- Los que quieras! – contesté con una sonrisa de par en par- El Sovereign of the Seas de 100 cañones, el Curonne de 72, el Saint Louis de Saint Jean de Luz de 26, o el Aemilia de Tromp de 57 bocas?
- Eso me suena a gato encerrado! – dijo Ignacio devolviéndome la sonrisa-Pudiste traer algún dispositivo?
- Y me he dado la maña de poder recargarlo.
- Música para mis oídos! Mira, estos son los planos del navío que hará el grueso de la flota, el de 64 cañones.
- Creo que he llegado a tiempo, porque tal vez tengas que modificar en algo su diseño.
- Y eso?
- Nueva artillería.
- La cubierta inferior puede soportar cañones de 42 libras de hierro de diseño inglés.
- De disparo de bala sólida, supongo.
- Claro, además de proyectiles calientes, encadenados y metralla.
- Voy a pedir el privilegio de invención para cañones tipo paixhans y la maquina barrenadora asociada.
- Pero para que eso trabaje bien, necesitamos maquinas herramientas de buena precisión.
- Justo por eso te vengo a visitar.
- Soy todo oídos.
- Mira Ignacio, posiblemente seas el mejor ingeniero viviente en la actualidad, y tus barcos no tendrán parangón en la Armada por lo menos hasta los diseños de Jorge Juan. Pero creo que podemos dar un paso más allá. Si hacemos maquinas herramientas pondremos en movimiento una maquinaria militar y económica tal que podremos evitar el hundimiento de España de 1648, evitaremos las Dunas, evitaremos Rocroi, evitaremos las bancarrotas sucesivas de la corona.
- El próximo año habrá hambruna, con efecto domino.
- Si Dios quiere, será paliada por el superávit en el Guadalquivir y el Duero.
- Superávit? Andalucía y la meseta castellana fueron muy golpeadas por la sequía.
- Ambas zonas están siendo abonadas con guano del Perú. Y en las vegas estamos sembrando patatas. Por lo menos en las zonas abonadas no habrá tierras en barbecho y la coseche será doble o triple.
- Un desencadenante menos.
- O al menos no tan grave. Con máquinas herramientas podremos hacer arados de hierro con vertedera capaces de hacer surcos más profundos a un precio razonable. Y luego trilladoras. Por no hablar de fusiles de ánima rayada, llaves de chispa con piezas intercambiables, tornillos para todo uso. Imagínate mi cañón de retrocarga con cierre tipo Krupp y munición envainada!
- Te sigo. Tengo diseños para un torno y una fresadora. Una vez que tenga un prototipo, podré hacer una serie pequeña que me servirá para hacer a su vez, las máquinas de producción.
- Y por qué no lo has hecho aún?
- Aquí hay demasiados ojos, demasiadas bocas. Ni bien tenga el prototipo hecho, a mi espalda saldrán decenas de copias.
- Podemos poner un taller fuera de Santander.
- Dónde?
- En Ávila.
- Conoces a alguien allí?
- Un espadero hábil, además es un tío decente.
- Crees que cuando vea los reales no se le abrirán las agallas?
- Le ofrecemos un contrato de exclusiva por 10 años o más, además el control de la sociedad lo tendríamos nosotros, pues el privilegio de invención lo pediría a tu nombre... y pena de muerte a los operarios que no sepan guardar el secreto.
- Me interesa. Otro problema aun no resuelto es el acero para las cuchillas de barrenado. El acero de las espadas generalmente es de excelente calidad, pero lo que necesito para el barreno es un lingote, no acero en hojas.
- He estado investigando, más que nada para poder tener un acero quirúrgico decente, y creo poder hacer colados como para obtener lingotes de hasta 10 kilos de acero tipo wootz.
- Acero wootz! Pensé que el procedimiento se había perdido.
- No, se mantuvo la tradición. Lo que paso es que los ingleses prohibieron su fabricación en la India bien entrado el siglo XIX, pues hasta que no se inventó el convertidor Bessemer el acero wootz era mejor que lo que se producía en Europa.
- Para ser dentista, te manejas bastante bien con la metalurgia.
- Es que el hijo´eputa de materiales dentales era una fiera que nos entrenó bien!
- Déjame ver tus bosquejos del cañón naval…
Al rato, llego el ayudante y nos dirigimos a una habitación contigua acondicionada como comedor. Nos esperaba una generosa provision de chacolí, pan recién horneado, boquerones en vinagreta a la bilbaina, merluza en salsa verde y un brazo de pulpo a la brasa.
- Ignacio, este pulpo está muy bueno.
- Si… Pero extraño tanto como al chocolate, las papas y el pimentón.
- No te puedo asegurar como quede la barrenadora - le dije mientras levantaba la copa con el fragante vino vasco y esbozaba una sonrisa cómplice- pero te puedo jurar que eso si es algo que puedo subsanar!
- Miki San, que haréis ahora?
- Respirar, Francisco San, enseñaré a Eustaquio a respirar.
- Zen?
- Zen. Y vos? Que haréis vos?
- El muchacho vive aislado. No tiene amigos, y pese a que sus padres no son pobres, parece un animalito. Reconstruir el rebaño! Como San Francisco, debo reconstruir el rebaño, así este sea de solo un cordero. Eustaquio aprenderá a leer y escribir, y cuando vos le hayáis enseñado a respirar, le enseñaremos a cantar.
- No seréis vos?
- No! Miki San! Ya veré quien puede hacerlo. O si no, le enseñare a tocar la flauta, el flautin u otro instrumento de viento, pues estos también tienen su arte para respirar y soltar el aire.
- Lo tendréis en vuestra casa?
- De momento, pero pasamos la mayor parte del tiempo en la escuela de cirujanos. Y como vos sabéis, estamos ya bastante apretados. Será menester encontrar un local más apropiado. Confío en que la escuela crezca. Quedaos en mi casa haciendo los ejercicios de respiración con Eustaquio temprano en la mañana y luego podéis continuar en la escuela. Creo que será lo mejor para el muchacho.
No sin cierta suspicacia, el personal de casa se hizo de la idea de tener como visita a un “endemoniado”. Estaría en uno de los cuartos del segundo patio, al lado de Isidro. Josefa, Encarnación y Leonor fueron instruidas para que no solo no se asustasen ni de sus gestos, ni de sus blasfemias, sino para que fingiesen indiferencia, aunque se estuviesen orinando de miedo. Isidro bajo amenaza de azotes, que no iniciase pendencia alguna, ni le enseñase malas mañas a un chico que además de rústico, era inocente.
Fuimos hasta Pozuelo a traer a Eustaquio un miércoles, y al día siguiente teníamos al secretario del arzobispado tomando nota de lo que íbamos a hacer. Le expliqué a Isidro de Cuenca que era importante que el muchacho enfermo no s e desesperase cuando sintiese que empezaban los tics y los deseos de blasfemar. Santiago se encargó de explicarle detalladamente que era menester en ese brete respirar para poder rezar. Le mostré además su alojamiento y sus ropas, y cuando vio a Eustaquio bañado y vestido, quedo tranquilo y dijo que informaría favorablemente.
Pero yo no solo tenía que atender a un chico que padecía lo que en mi época se conocería Síndrome de Tourette, tenía las clases de de anatomía en la escuela de cirujanos militares, la atención de mis pacientes, el desarrollo del alginato, la introducción del guano como abono y de las papas como alimento masivo y barato, la transcripción de uno que otro concierto y sobre todo, un proyecto inacabado que sería fundamental para la producción en serie, la primera de las maquinas herramienta que le diesen al reino una ventaja real sobre las demás potencias europeas: el torno, que a su vez, sería el “padre” de la máquina para hacer tornillos y de la barrenadora de cañones. Y para eso debería darme el tiempo para viajar al norte, pues tenía que verme con un ingeniero, era fundamental hablar con Ignacio.
Asi que mientras preparaba los bosquejos, me quedaba más tiempo en casa viendo los ejercicios respiratorios que Santiago hacía con Eustaquio: echados sobre unos petates en el patio interno, las plantas de los pies apoyadas en el suelo y las manos sobre la barriga, respiraban pausadamente, el muchacho escuchando las instrucciones del jesuita nipón:
- Respira por la nariz, Eustaquio, y mira que la barriga se te llene de aire… Contén el aire en tus bofes, y reza un Salve en tu cabeza… Bota el aire, y reza otro Salve y un Gloria… Otra vez…
Y así estaban buena parte de la mañana. Yo después salía a caminar con el chico y procuraba que me hablase, cosa que hacía con parquedad aunque con de indudable buen ánimo. Había instruido a Isidro y Josefa para que lo mantuviesen ocupado, con tareas simples pero que le distrajesen la mente o mejor aún, que lo hiciesen interactuar con el resto del personal de la casa. Santiago tenía paciencia y era buen profesor, pues también era quien le estaba enseñando las primeras letras a Eustaquio. El pobre padecía aun frecuentes tics, pero cuando a los dos meses vino Isidro de Cuenca a ver los progresos del paciente, casi había dejado de blasfemar, era más sociable y se mostraba solicito con las preguntas que el secretario del arzobispado le hacía. Los informes seguirían siendo favorables con el Vicario General.
Iría al norte con dos guardaespaldas, Maeses Juan y Sancho, viajaríamos rápido con muy poco bagaje, y muchos proyectos encima. De Madrid salimos temprano hacia Somosierra, y decidimos pasar la noche allí para al día siguiente cruzar el puerto con el mejor tiempo posible. Luego de desayunar recorrimos el paso que sería recordado un par de siglos después por la férrea defensa de conscriptos y artilleros ampliamente superados en número, y por la valerosa carga de unos lanceros de tierras lejanas, y llegamos a Aranda del Duero a media tarde, y allí pasamos la noche para al día siguiente tomar el camino hacia Burgos a donde llegamos luego de pasar Lerma al caer la tarde. Sin forzar demasiado nuestras cabalgaduras, estábamos haciendo un buen viaje, así que luego de cenar y dormir en tierras burgalesas partimos al día siguiente luego de un generoso desayuno hacia Vitoria, y luego de pernoctar allí, continuamos hacia la costa por el camino de Laredo. Al final de la jornada, teníamos frente a nosotros el puerto de Castilla en el Cantábrico, Santander.
Luego de instalarnos decentemente, tuve el placer de repetir una comida que no hacía desde que había estado por Valencia: pescado y mariscos. La tarde alcanzo para poder ver que la bahía era magnifica y las instalaciones del astillero, al fondo de la misma, bien protegidas tanto de los elementos, como de los cañones enemigos. Al día siguiente iría a conocer las instalaciones que Ignacio ya debía haber modernizado bastante.
Luego de un reparador descanso y de un necesario baño, prepare los obsequios para el ingeniero: un paquete de 6 libras de chocolates de todo tipo: de leche, bitter, blanco, con naranja, con nueces, con pasas, con jalea de frambuesa, con jalea de durazno, con arroz crujiente, y la última especialidad, con dulce de leche! Y todos con el sello Hacendado! Me puse un traje negro sobrio y como único adorno, la ropera. Acompañado de Juan y Sancho partimos hacia Guarnizo, al final de la bahía de Santander, en donde estaba el astillero que Ignacio dirigía.
Hacia 65 años que Santander era una base naval importante para Castilla, y al ingresar a la zona del astillero, lo primero que me llamo la atención es la enorme cantidad de maderas secándose en grandes depósitos cobertizos, cuadras enteras de madera: Indudablemente, la flota que Ignacio tenía en mente era grande. Todavía nos demoramos en llegar al canal de Solía en donde estaba el astillero y vimos talleres organizados, frente al canal, tres gradas en donde se levantaba las quillas y los cascos de tres navíos en distinto grado de avance.
Deje mi caballo con mis acompañantes y avance solo buscando a Don Ignacio Otamendi, un ayudante me condujo hasta un amplio despacho, con las paredes internas cubiertas de planos y croquis, y dos amplios ventanales que proporcionaban luz y una buena vista al astillero, en donde un hombre en sus cuarenta, delgado y de facciones enérgicas, aunque su voz era calmada, estaba instruyendo a sus capataces.
- Don Ignacio, este caballero os busca.
Ignacio, interrumpio su charla y mirándome, me pregunto:
- Buenos días, caballero. Vos sois…?
- Francisco de Lima, Don Ignacio.
- Don Francisco! No os esperaba hasta la semana entrante! Pasad por favor! Y dirigiéndose a sus capataces, termino de dar sus órdenes: Maestros, ya conocéis vuestras ordenes, id pues a ejecutarlas. Vivo, vivo!
Una vez vaciada la sala, le hice entrega de los chocolates, el llamo a su ayudante y apenas ido su segundo, nos pusimos a conversar distendidamente:
- Ignacio, aquí tienes madera para una flota!
- No te engañes por las apariencias, hay bastante madera, pero para la flota que tengo en mente vamos a necesitar o abrir la ruta de los estrechos daneses, o simplemente recurrir a maderas del nuevo mundo.
- Cuantos navíos piensas construir?
Solo en Santander, unos veinte, y en Ferrol, Santoña, Bilbao y demás puertos, 40 más.
- Y aquí tienes madera para cuantos?.
- Contando los 3 que están en gradas, para unos 12 con suerte. He intentado estandarizar el diseño, ahorrar en donde se pueda y eliminar todo lo superfluo, pero no puedo depredar todos los bosques del norte.
- Cuando te quedas sin madera?
- En 4 o 5 años.
- Los franceses e ingleses tienen aún muchos bosques, y los holandeses recurren a Europa central para el roble y a Escandinavia para el pino y abeto. En que maderas americanas estás pensando?
- Roble americano, cuando Pedro establezca puestos madereros entre Nueva York y Virginia. De nuestras posesiones, caoba cubana, hondureña o venezolana. Deberíamos estar talando estos árboles si es que los vamos a querer utilizar en 5 años… que es lo que demora en secar.
- Como son tus navíos, se parecen al Santa Apolonia?
- Mucho. Para empezar estoy prescindiendo definitivamente de la cebadera y sobrecebadera del bauprés, velas de poca utilidad, y estoy aparejando ese palo con foques. Y el mesana, a diferencia del Santa Apolonia, también tiene velas redondas, pero no por eso deja de llevar su cangreja. Cuando estén evolucionando en línea de batalla se verá la diferencia! No sabes cuánto me gustaría conocer las características de los buques que deberán enfrentar.
- Pues creo traer la solución.
- No me digas que tienes planos de esta época?! – exclamo sorprendido el ingeniero.
- Los que quieras! – contesté con una sonrisa de par en par- El Sovereign of the Seas de 100 cañones, el Curonne de 72, el Saint Louis de Saint Jean de Luz de 26, o el Aemilia de Tromp de 57 bocas?
- Eso me suena a gato encerrado! – dijo Ignacio devolviéndome la sonrisa-Pudiste traer algún dispositivo?
- Y me he dado la maña de poder recargarlo.
- Música para mis oídos! Mira, estos son los planos del navío que hará el grueso de la flota, el de 64 cañones.
- Creo que he llegado a tiempo, porque tal vez tengas que modificar en algo su diseño.
- Y eso?
- Nueva artillería.
- La cubierta inferior puede soportar cañones de 42 libras de hierro de diseño inglés.
- De disparo de bala sólida, supongo.
- Claro, además de proyectiles calientes, encadenados y metralla.
- Voy a pedir el privilegio de invención para cañones tipo paixhans y la maquina barrenadora asociada.
- Pero para que eso trabaje bien, necesitamos maquinas herramientas de buena precisión.
- Justo por eso te vengo a visitar.
- Soy todo oídos.
- Mira Ignacio, posiblemente seas el mejor ingeniero viviente en la actualidad, y tus barcos no tendrán parangón en la Armada por lo menos hasta los diseños de Jorge Juan. Pero creo que podemos dar un paso más allá. Si hacemos maquinas herramientas pondremos en movimiento una maquinaria militar y económica tal que podremos evitar el hundimiento de España de 1648, evitaremos las Dunas, evitaremos Rocroi, evitaremos las bancarrotas sucesivas de la corona.
- El próximo año habrá hambruna, con efecto domino.
- Si Dios quiere, será paliada por el superávit en el Guadalquivir y el Duero.
- Superávit? Andalucía y la meseta castellana fueron muy golpeadas por la sequía.
- Ambas zonas están siendo abonadas con guano del Perú. Y en las vegas estamos sembrando patatas. Por lo menos en las zonas abonadas no habrá tierras en barbecho y la coseche será doble o triple.
- Un desencadenante menos.
- O al menos no tan grave. Con máquinas herramientas podremos hacer arados de hierro con vertedera capaces de hacer surcos más profundos a un precio razonable. Y luego trilladoras. Por no hablar de fusiles de ánima rayada, llaves de chispa con piezas intercambiables, tornillos para todo uso. Imagínate mi cañón de retrocarga con cierre tipo Krupp y munición envainada!
- Te sigo. Tengo diseños para un torno y una fresadora. Una vez que tenga un prototipo, podré hacer una serie pequeña que me servirá para hacer a su vez, las máquinas de producción.
- Y por qué no lo has hecho aún?
- Aquí hay demasiados ojos, demasiadas bocas. Ni bien tenga el prototipo hecho, a mi espalda saldrán decenas de copias.
- Podemos poner un taller fuera de Santander.
- Dónde?
- En Ávila.
- Conoces a alguien allí?
- Un espadero hábil, además es un tío decente.
- Crees que cuando vea los reales no se le abrirán las agallas?
- Le ofrecemos un contrato de exclusiva por 10 años o más, además el control de la sociedad lo tendríamos nosotros, pues el privilegio de invención lo pediría a tu nombre... y pena de muerte a los operarios que no sepan guardar el secreto.
- Me interesa. Otro problema aun no resuelto es el acero para las cuchillas de barrenado. El acero de las espadas generalmente es de excelente calidad, pero lo que necesito para el barreno es un lingote, no acero en hojas.
- He estado investigando, más que nada para poder tener un acero quirúrgico decente, y creo poder hacer colados como para obtener lingotes de hasta 10 kilos de acero tipo wootz.
- Acero wootz! Pensé que el procedimiento se había perdido.
- No, se mantuvo la tradición. Lo que paso es que los ingleses prohibieron su fabricación en la India bien entrado el siglo XIX, pues hasta que no se inventó el convertidor Bessemer el acero wootz era mejor que lo que se producía en Europa.
- Para ser dentista, te manejas bastante bien con la metalurgia.
- Es que el hijo´eputa de materiales dentales era una fiera que nos entrenó bien!
- Déjame ver tus bosquejos del cañón naval…
Al rato, llego el ayudante y nos dirigimos a una habitación contigua acondicionada como comedor. Nos esperaba una generosa provision de chacolí, pan recién horneado, boquerones en vinagreta a la bilbaina, merluza en salsa verde y un brazo de pulpo a la brasa.
- Ignacio, este pulpo está muy bueno.
- Si… Pero extraño tanto como al chocolate, las papas y el pimentón.
- No te puedo asegurar como quede la barrenadora - le dije mientras levantaba la copa con el fragante vino vasco y esbozaba una sonrisa cómplice- pero te puedo jurar que eso si es algo que puedo subsanar!
La verdad nos hara libres
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Madrid, al mismo tiempo (de la reunión de Pedro con Salvador)
—Nos equivocamos al promover al del Puerto como virrey de Valencia. —estaba diciendo un hombre embozado a Olivares. —No ha restado influencia ante su majestad, y la lejanía de la corte le está permitiendo cimentar su fortuna, y aun peor, está impulsando reformas en el Reino de Valencia que le apartan cada vez más de nuestro control.
—Lo sé. —respondió Olivares. —La última reforma ha sido especialmente dolorosa. La burguesía valenciana solicitó a su majestad la modificación de sus fueros para poder elegir a los miembros del consejo del reino y las diputaciones dentro de los propios brazos. Y por supuesto cuando pusieron los doblones encima de la mesa, el rey corrió a aceptar.
—Los nuestros deberían haber bloqueado esa medida. —dijo el hombre de negro.
—Los nuestros están en Madrid, no en Valencia. Son pocos los nobles de cierto rango que permanecen en aquel reino, y eso deja como representantes del brazo nobiliario a caballeros de diversa índole, tal vez algún que otro barón.
—¿Y ellos no pudieron bloquearlo?
—Ellos no quisieron bloquearlo. El nuevo sistema les ha reservado cargos de gran importancia en el nuevo sistema. Basta con que hayan servido en el ejército o la milicia del reino para que puedan ser elegidos para ocupar un cargo en el reino, y de ahí a ser nombrados consejeros o miembros de la diputación hay un paso. Los ha sacado del ostracismo en el que vivían. Les ha permitido acceder a puestos militares en los que están logrando gran fortuna gracias a las campañas militares.
—¿Tanta fortuna consiguen en esas campañas?
—Más aún. —respondió Olivares mientras se ajustaba la capa. —raro es el soldado que no ha logrado cuatro o quinientos escudos al año, y los hidalgos suelen recibir rangos lo que significa que habrán logrado el doble. Al fin y al cabo las campañas navales de la última década han saqueado todos los ricos nidos de piratas berberiscos, e interrumpido saqueado las rutas del comercio de las especias y la seda otomanas.
—Pues sí que lo ponéis mal.
—En realidad aun es peor. —volvió a decir Olivares. —el del puerto ha permitido a la baja nobleza acceder a sus negocios como accionistas, y eso les suele reportar miles de reales al año de beneficio.
—El comercio no es digno de la nobleza.
—Tampoco arar la tierra, y al fin y al cabo ellos no comercian o aran la tierra, ellos se limitan a poner el dinero para que otros viajen hasta las Indias, y recogen los beneficios al final. No se diferencia demasiado de las flotas de Indias que nosotros esperamos. Lo que cambia es el sistema de participaciones en la sociedad mercantil.
—Os veo muy enterado, excelencia.
—Jum. —dio un respingó el valido real. —He tenido que emplear mucho tiempo en intentar comprenderlo, y no entiendo ni la mitad de lo que hace. ¿Sabéis la última?
—Sorprendedme, por favor.
—Ahora quieren eliminar las aduanas del reino de Valencia con el resto de reinos de la monarquía hispánica, pero no sé por qué querrían hacer tal cosa…
—Nos equivocamos al promover al del Puerto como virrey de Valencia. —estaba diciendo un hombre embozado a Olivares. —No ha restado influencia ante su majestad, y la lejanía de la corte le está permitiendo cimentar su fortuna, y aun peor, está impulsando reformas en el Reino de Valencia que le apartan cada vez más de nuestro control.
—Lo sé. —respondió Olivares. —La última reforma ha sido especialmente dolorosa. La burguesía valenciana solicitó a su majestad la modificación de sus fueros para poder elegir a los miembros del consejo del reino y las diputaciones dentro de los propios brazos. Y por supuesto cuando pusieron los doblones encima de la mesa, el rey corrió a aceptar.
—Los nuestros deberían haber bloqueado esa medida. —dijo el hombre de negro.
—Los nuestros están en Madrid, no en Valencia. Son pocos los nobles de cierto rango que permanecen en aquel reino, y eso deja como representantes del brazo nobiliario a caballeros de diversa índole, tal vez algún que otro barón.
—¿Y ellos no pudieron bloquearlo?
—Ellos no quisieron bloquearlo. El nuevo sistema les ha reservado cargos de gran importancia en el nuevo sistema. Basta con que hayan servido en el ejército o la milicia del reino para que puedan ser elegidos para ocupar un cargo en el reino, y de ahí a ser nombrados consejeros o miembros de la diputación hay un paso. Los ha sacado del ostracismo en el que vivían. Les ha permitido acceder a puestos militares en los que están logrando gran fortuna gracias a las campañas militares.
—¿Tanta fortuna consiguen en esas campañas?
—Más aún. —respondió Olivares mientras se ajustaba la capa. —raro es el soldado que no ha logrado cuatro o quinientos escudos al año, y los hidalgos suelen recibir rangos lo que significa que habrán logrado el doble. Al fin y al cabo las campañas navales de la última década han saqueado todos los ricos nidos de piratas berberiscos, e interrumpido saqueado las rutas del comercio de las especias y la seda otomanas.
—Pues sí que lo ponéis mal.
—En realidad aun es peor. —volvió a decir Olivares. —el del puerto ha permitido a la baja nobleza acceder a sus negocios como accionistas, y eso les suele reportar miles de reales al año de beneficio.
—El comercio no es digno de la nobleza.
—Tampoco arar la tierra, y al fin y al cabo ellos no comercian o aran la tierra, ellos se limitan a poner el dinero para que otros viajen hasta las Indias, y recogen los beneficios al final. No se diferencia demasiado de las flotas de Indias que nosotros esperamos. Lo que cambia es el sistema de participaciones en la sociedad mercantil.
—Os veo muy enterado, excelencia.
—Jum. —dio un respingó el valido real. —He tenido que emplear mucho tiempo en intentar comprenderlo, y no entiendo ni la mitad de lo que hace. ¿Sabéis la última?
—Sorprendedme, por favor.
—Ahora quieren eliminar las aduanas del reino de Valencia con el resto de reinos de la monarquía hispánica, pero no sé por qué querrían hacer tal cosa…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- tercioidiaquez
- Mariscal de Campo
- Mensajes: 19467
- Registrado: 20 Ago 2005, 16:59
- Ubicación: En Empel, pasando frio.
Un soldado de cuatro siglos
Diego daba vueltas en su despacho. La idea no le gustaba.
Egipto estaba muy lejos, no tanto físicamente como podía parecer (aunque cuando estuvo de misión en Afganistán estaba a solo varias horas de avión y era mas lejos) pero si estrategicamente.
Comprendía la necesidad de una campaña, pero no le gustaba. Había expresado su parecer. Si, podían ganar a los otomanos.
Sí, podría hacerse relativamente fácil, aunque las campañas podían alargarse mas de lo previsto, que se lo dijeran a los americanos, bueno, mejor se lo dirían en un futuro...
Pero seguía sin gustarle. Los cortesanos estaban convencidos que era un primer paso para tomar los Santos Lugares. El viejo sueño del Rey Fernando, planta la cruz en Jerusalén se haría realidad...
Pero seguía sin gustarle...
Egipto estaba muy lejos, no tanto físicamente como podía parecer (aunque cuando estuvo de misión en Afganistán estaba a solo varias horas de avión y era mas lejos) pero si estrategicamente.
Comprendía la necesidad de una campaña, pero no le gustaba. Había expresado su parecer. Si, podían ganar a los otomanos.
Sí, podría hacerse relativamente fácil, aunque las campañas podían alargarse mas de lo previsto, que se lo dijeran a los americanos, bueno, mejor se lo dirían en un futuro...
Pero seguía sin gustarle. Los cortesanos estaban convencidos que era un primer paso para tomar los Santos Lugares. El viejo sueño del Rey Fernando, planta la cruz en Jerusalén se haría realidad...
Pero seguía sin gustarle...
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Pedro de Llopis, Marques del Puerto Enciclopedia hispánica
Pedro de Llopis fue un polímata, marino, militar, explorador, inventor, aeronauta, naturista, y escritor español del siglo XVII. Fue uno de los principales protagonistas de la revolución militar española del siglo XVII, y un destacado escritor, tenido por uno de los precursores de la ciencia ficción.
Biografía
Infancia
Pedro de Llopis nació cerca de Valencia en algún momento a primeros de siglo XVII, seguramente en Cullera, hijo natural de un caballero de inmemorial valenciano. Poco se sabe de la infancia de Don Pedro. Durante su niñez recibió una educación acorde a su linaje y pudo participar en alguna expedición a las Indias, posiblemente como grumete o paje del maestre de algún galeón.
Juventud
Con menos de veinte años regreso a España con grandes proyectos con los que acrecentar su fortuna y tres valiosos amigos que habrían de convertirse en sus colaboradores más cercanos a lo largo de las décadas siguientes. Mientras preparaba su viaje, Pedro dio muestras de su capacidad inventiva solicitando a la corona privilegios de invención para varios inventos; pararrayos, barómetro de mercurio, y chalecos y balsas salvavidas entre otros.
En verano de 1623 partió rumbo a las Indias Orientales, como entonces eran llamadas, a bordo de una zabra de nombre Meteoro.Con aquella zabra batió todos los records de velocidad que existían, descubriendo la ruta de las cuarenta rugientes que lo traslado con velocidad a las Indias, a las que llego en pocos meses. Ese mismo otoño había instalado varios puestos de caza en la costa oriental Siberiana, en la que pasaron desde otoño a primavera cazando y posteriormente comerciando con las tribus locales.
De nuevo a bordo del Meteoro, regreso a España por la ruta más larga, a través del pacifico aprovechando una vez más los cuarenta rugientes. Eso le permitió regresar a España al año y medio de haber salido, casi la mitad de tiempo que empleaban los buques de las especias con navegaciones que iban de dos a tres años.
Inventor
Con el dinero obtenido en aquella primera expedición Pedro por fin pudo dar rienda suelta a su afán inventor. Durante el año siguiente desarrollo un proceso de fabricación de espejos de muy superior al conocido en aquella época, superando a los espejos venecianos a los que arrebato el mercado con rapidez. Aquel fue el principio de una prolífica carrera como inventor que fue alternando con sus periodos de servicio militar.
Enriquecido por el comercio de pieles y los espejos, dedico su atención a otras investigaciones. En 1624 diseño y empezó a producir cocinas economías y estufas Salamandra en Murviedro, la actual Sagunto, librando así los hogares españoles de malos humos y facilitando la alimentación a bordo de los navíos de madera de la época. En 1625 presentó la solicitud de un privilegio de invención por un sistema de artillería de bronce comprimido para el que desarrollo un pistón hidráulico y un torno. Aunque el sistema de artillería fue aprobado, el establecimiento de una fundición en Sevilla fue negado, siendo permitida una en Valencia por el consejo de aquel reino.
Su laboratorio de Valencia, situado en la vieja judería, fue un hervidero de ideas, trabajándose en múltiples campos por los que en los años siguientes darían lugar a maquinas agrícolas, mejoras en molinos de agua, maquinas de vapor, sistemas de iluminación por gas, y explosivos...(y hasta aquí puedo leer)
Aeronauta
En 1631 construyo un globo aerostático con el que realizo una prueba frente a toda la corte en Valencia, convirtiéndose así en el primero hombre en realizar un vuelo controlado. Sería el primero de muchos vuelos y experimentos, tanto con globos…(y hasta aquí puedo leer),
Al servicio del rey
En 1625 Pedro regreso al norte, donde uno de sus asociados, Ignacio de Otamendi, había construido dos poderosos navíos de guerra para dotar a la compañía de un arma capaz de asegurar sus rutas comerciales. En su viaje inaugural, mientras se dirigía a Valencia, estos navíos y una zabra se encontraron con la flota anglo-holandesa que se dirigía a Cádiz para atacar la flota de Indias. Pese a su clara inferioridad, Pedro no dudo en diseñar un plan de combate, la zabra fue enviada a alertar a las tropas españolas en Cádiz, mientras los navíos Rayo y Relámpago se enfrentaban a aquella flota en una guerra de guerrillas, capturando los buques rezagados o aislados.
Gracias al nombre logrado por aquella primara acción de armas, Pedro fue elegido por el consejo del reino de Valencia como comandante de la flota Real Valenciana surgida de las Cortes de 1627. Al mando de esta flota formada por cinco man´o war ingleses capturados frente a Cádiz, y una docena de jabeques, desarrollo una agresiva campaña naval contra los enemigos de España en el Mediterráneo. En solo un año y gracias a poderosos explosivos de su invención, conquisto y saqueo las ciudades de Marsella, Argel, Trípoli, Túnez, y daño Tolón, privando a los enemigos de España de bases navales en el Mediterráneo occidental. También incursiono con decisión en el Mediterráneo oriental, cortando las rutas de la seda y las especias otomanas, y tan importante como estas, de las rutas de peregrinación a la Meca, logrando pingües beneficios de las numerosas capturas de aquella época.
Durante los años siguientes se desempeñó en diversos cargos organizativos durante las reformas de las fuerzas armadas españolas de Felipe IV. Tuvo un papel fundamental en la creación de la Armada Española. Marina profesional hecha a imagen de la del Reino de Valencia que él mismo había creado con indudable éxito un lustro atrás. También impulsó con decisión la creación de un ejército profesional permanente y de un sistema de manufacturas reales, muchas de ellas puestas al servicio de los ejércitos, como los astilleros, las maestranzas de artillería, y …(y hasta aquí puedo leer)
Escritor
Pedro desarrollo desde una clara afición por la escritura y es considerado uno de los precursores de la Ciencia Ficción junto a Cyrano de Bergerac (L´autre monde), Tomas Moro (Utopia), Anton Franceso Doni (Un mundo prudente e insensato), y Tommaso Campanella (La ciudad del Sol). Pero a diferencia de los anteriores, Pedro no imagino mundos utópicos, sino evoluciones de su propio mundo, sin duda producto de sus propias investigaciones.
Así pues entre su abundante obra destacan dos trilogías de claro cariz de ciencia ficción. La primera de ellas, conocida como “Trilogía de las Sombras”, hoy una obra muy apreciada considerada la madre del Steampunk, describe un mundo futuro en el que la propulsión a vapor ha triunfado en el mundo. Esta obra sigue a los miembros de una familia a lo largo de dos siglos y se caracteriza por el progresivo deterioro del mundo que les rodea.
El primer libro de la saga escrito durante los años 30 y publicado en 1639, “Caminos de Hierro y Fuego”, describe un mundo lleno de posibilidades abiertas por los ferrocarriles que empiezan a construirse a lo largo y ancho del imperio español y posteriormente de Europa. Los cielos han sido conquistados, y grandes globos dirigibles movidos por motores de vapor cruzan los cielos a diario, y grandes buques de miles de toneladas cruzan los mares. Es un mundo de posibilidades comerciales en la que el hambre desaparece y anuncia una era de prosperidad para Europa, donde se centran las aventuras del libro.
El segundo libro es sin embargo mucho más angustioso, fue escrito en algún momento de los años 40 y publicado en 1645, y tal vez a causa de la guerra que Europa vivía en aquellos mismos momentos, es mucho más lóbrego y angustioso. En él los Imperios Europeos vuelven a ser arrastrados a una guerra de colosales proporciones, solo que lo hacen movidos por ferrocarriles que llevan a los ejércitos de un lado a otro con rapidez. La guerra se industrializa y se dan matanzas de proporciones dantescas con decenas de miles de muertos en un solo día. Los mismos cielos y mares se convierten en escenarios de combates en los que dirigibles y grandes buques acorazados batallan por el control de las aguas. El tercero de los libros, “Aguas de muerte”, describe un mundo agotado, sin recursos, y con las aguas y tierras contaminadas y los bosques desaparecidos salvo algunos afortunados rincones, sometidos ahora a las ambiciones de los gobernantes.
La segunda de las trilogías es sin embargo…(y hasta aquí puedo leer)
Pedro de Llopis fue un polímata, marino, militar, explorador, inventor, aeronauta, naturista, y escritor español del siglo XVII. Fue uno de los principales protagonistas de la revolución militar española del siglo XVII, y un destacado escritor, tenido por uno de los precursores de la ciencia ficción.
Biografía
Infancia
Pedro de Llopis nació cerca de Valencia en algún momento a primeros de siglo XVII, seguramente en Cullera, hijo natural de un caballero de inmemorial valenciano. Poco se sabe de la infancia de Don Pedro. Durante su niñez recibió una educación acorde a su linaje y pudo participar en alguna expedición a las Indias, posiblemente como grumete o paje del maestre de algún galeón.
Juventud
Con menos de veinte años regreso a España con grandes proyectos con los que acrecentar su fortuna y tres valiosos amigos que habrían de convertirse en sus colaboradores más cercanos a lo largo de las décadas siguientes. Mientras preparaba su viaje, Pedro dio muestras de su capacidad inventiva solicitando a la corona privilegios de invención para varios inventos; pararrayos, barómetro de mercurio, y chalecos y balsas salvavidas entre otros.
En verano de 1623 partió rumbo a las Indias Orientales, como entonces eran llamadas, a bordo de una zabra de nombre Meteoro.Con aquella zabra batió todos los records de velocidad que existían, descubriendo la ruta de las cuarenta rugientes que lo traslado con velocidad a las Indias, a las que llego en pocos meses. Ese mismo otoño había instalado varios puestos de caza en la costa oriental Siberiana, en la que pasaron desde otoño a primavera cazando y posteriormente comerciando con las tribus locales.
De nuevo a bordo del Meteoro, regreso a España por la ruta más larga, a través del pacifico aprovechando una vez más los cuarenta rugientes. Eso le permitió regresar a España al año y medio de haber salido, casi la mitad de tiempo que empleaban los buques de las especias con navegaciones que iban de dos a tres años.
Inventor
Con el dinero obtenido en aquella primera expedición Pedro por fin pudo dar rienda suelta a su afán inventor. Durante el año siguiente desarrollo un proceso de fabricación de espejos de muy superior al conocido en aquella época, superando a los espejos venecianos a los que arrebato el mercado con rapidez. Aquel fue el principio de una prolífica carrera como inventor que fue alternando con sus periodos de servicio militar.
Enriquecido por el comercio de pieles y los espejos, dedico su atención a otras investigaciones. En 1624 diseño y empezó a producir cocinas economías y estufas Salamandra en Murviedro, la actual Sagunto, librando así los hogares españoles de malos humos y facilitando la alimentación a bordo de los navíos de madera de la época. En 1625 presentó la solicitud de un privilegio de invención por un sistema de artillería de bronce comprimido para el que desarrollo un pistón hidráulico y un torno. Aunque el sistema de artillería fue aprobado, el establecimiento de una fundición en Sevilla fue negado, siendo permitida una en Valencia por el consejo de aquel reino.
Su laboratorio de Valencia, situado en la vieja judería, fue un hervidero de ideas, trabajándose en múltiples campos por los que en los años siguientes darían lugar a maquinas agrícolas, mejoras en molinos de agua, maquinas de vapor, sistemas de iluminación por gas, y explosivos...(y hasta aquí puedo leer)
Aeronauta
En 1631 construyo un globo aerostático con el que realizo una prueba frente a toda la corte en Valencia, convirtiéndose así en el primero hombre en realizar un vuelo controlado. Sería el primero de muchos vuelos y experimentos, tanto con globos…(y hasta aquí puedo leer),
Al servicio del rey
En 1625 Pedro regreso al norte, donde uno de sus asociados, Ignacio de Otamendi, había construido dos poderosos navíos de guerra para dotar a la compañía de un arma capaz de asegurar sus rutas comerciales. En su viaje inaugural, mientras se dirigía a Valencia, estos navíos y una zabra se encontraron con la flota anglo-holandesa que se dirigía a Cádiz para atacar la flota de Indias. Pese a su clara inferioridad, Pedro no dudo en diseñar un plan de combate, la zabra fue enviada a alertar a las tropas españolas en Cádiz, mientras los navíos Rayo y Relámpago se enfrentaban a aquella flota en una guerra de guerrillas, capturando los buques rezagados o aislados.
Gracias al nombre logrado por aquella primara acción de armas, Pedro fue elegido por el consejo del reino de Valencia como comandante de la flota Real Valenciana surgida de las Cortes de 1627. Al mando de esta flota formada por cinco man´o war ingleses capturados frente a Cádiz, y una docena de jabeques, desarrollo una agresiva campaña naval contra los enemigos de España en el Mediterráneo. En solo un año y gracias a poderosos explosivos de su invención, conquisto y saqueo las ciudades de Marsella, Argel, Trípoli, Túnez, y daño Tolón, privando a los enemigos de España de bases navales en el Mediterráneo occidental. También incursiono con decisión en el Mediterráneo oriental, cortando las rutas de la seda y las especias otomanas, y tan importante como estas, de las rutas de peregrinación a la Meca, logrando pingües beneficios de las numerosas capturas de aquella época.
Durante los años siguientes se desempeñó en diversos cargos organizativos durante las reformas de las fuerzas armadas españolas de Felipe IV. Tuvo un papel fundamental en la creación de la Armada Española. Marina profesional hecha a imagen de la del Reino de Valencia que él mismo había creado con indudable éxito un lustro atrás. También impulsó con decisión la creación de un ejército profesional permanente y de un sistema de manufacturas reales, muchas de ellas puestas al servicio de los ejércitos, como los astilleros, las maestranzas de artillería, y …(y hasta aquí puedo leer)
Escritor
Pedro desarrollo desde una clara afición por la escritura y es considerado uno de los precursores de la Ciencia Ficción junto a Cyrano de Bergerac (L´autre monde), Tomas Moro (Utopia), Anton Franceso Doni (Un mundo prudente e insensato), y Tommaso Campanella (La ciudad del Sol). Pero a diferencia de los anteriores, Pedro no imagino mundos utópicos, sino evoluciones de su propio mundo, sin duda producto de sus propias investigaciones.
Así pues entre su abundante obra destacan dos trilogías de claro cariz de ciencia ficción. La primera de ellas, conocida como “Trilogía de las Sombras”, hoy una obra muy apreciada considerada la madre del Steampunk, describe un mundo futuro en el que la propulsión a vapor ha triunfado en el mundo. Esta obra sigue a los miembros de una familia a lo largo de dos siglos y se caracteriza por el progresivo deterioro del mundo que les rodea.
El primer libro de la saga escrito durante los años 30 y publicado en 1639, “Caminos de Hierro y Fuego”, describe un mundo lleno de posibilidades abiertas por los ferrocarriles que empiezan a construirse a lo largo y ancho del imperio español y posteriormente de Europa. Los cielos han sido conquistados, y grandes globos dirigibles movidos por motores de vapor cruzan los cielos a diario, y grandes buques de miles de toneladas cruzan los mares. Es un mundo de posibilidades comerciales en la que el hambre desaparece y anuncia una era de prosperidad para Europa, donde se centran las aventuras del libro.
El segundo libro es sin embargo mucho más angustioso, fue escrito en algún momento de los años 40 y publicado en 1645, y tal vez a causa de la guerra que Europa vivía en aquellos mismos momentos, es mucho más lóbrego y angustioso. En él los Imperios Europeos vuelven a ser arrastrados a una guerra de colosales proporciones, solo que lo hacen movidos por ferrocarriles que llevan a los ejércitos de un lado a otro con rapidez. La guerra se industrializa y se dan matanzas de proporciones dantescas con decenas de miles de muertos en un solo día. Los mismos cielos y mares se convierten en escenarios de combates en los que dirigibles y grandes buques acorazados batallan por el control de las aguas. El tercero de los libros, “Aguas de muerte”, describe un mundo agotado, sin recursos, y con las aguas y tierras contaminadas y los bosques desaparecidos salvo algunos afortunados rincones, sometidos ahora a las ambiciones de los gobernantes.
La segunda de las trilogías es sin embargo…(y hasta aquí puedo leer)
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Valencia
El puerto de Valencia bullía de actividad como nunca antes. La Armada Real de Valencia al completo estaba preparando sus naves, seis galeones capturados años atrás a los ingleses y una docena de jabeques construidos en los astilleros valencianos, a los que se unían otra docena de jabeques armados en corso por los comerciantes del reino. Sin embargo esto solo era una fracción de los buques que había en el puerto. No lejos de allí una docena de galeones, catorce saetías, dieciocho galeras gruesas, y veinte galeras cargaban abastecimientos para el viaje. E incluso estas no eran todas, pues más lejos, ancladas fuera del puerto, esperaban urcas, zabras y bajeles mercantes, la mayoría de ellos de nuevos modelos oceánicos de la compañía.
Era al fin y al cabo una flota de ciento diez velas la que esperaba para el viaje a Egipto en Valencia, y aun habrían de unírsele los veintidós navíos de sesenta cañones, dieciocho fragatas y nueve bergantines que aportaría la Real Armada y que se estaban aparejando en Cartagena. Cuando partiesen, en su camino a Egipto, recalarían en Nápoles, donde se les unirían seis galeras de la Santa Sede y unas veinte velas de Nápoles y Sicilia con tropas italianas y alemanas, y en Malta lo harían doce galeras más, estas de la religión.
Tal era el tamaño de la flota de invasión que la ciudad de Valencia era un hervidero de tropas. Más de veinte mil soldados acantonados en la ciudad, especialmente en campamentos extramuros, eran un caldo de cultivo de problemas. Para evitarlos cada tercio o regimiento designaba cada día un grupo de policía militar, a los que se descontaban los desperfectos de ese día de su sueldo, todo un acicate para que los hombres que cumplían el servicio se esmerasen.
—El rey llegara mañana. —explicaba el duque de Alba de Tormes, Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza. —quiere comandar el ejército durante la conquista de Egipto.
—Debemos impedirlo, excelencia. —replicó Pedro quien apreciaba sinceramente al duque por su faceta de mecenas. —El ejército enemigo no será rival para nosotros, pero durante la campaña pueden darse enfermedades, algunas de ellas muy peligrosas.
—Lo sé, ya le hemos dicho que hace unos años hubo una epidemia de peste, pero temo que el rey se ve como un conquistador, un nuevo César como su bisabuelo en Túnez.
Con resignación Pedro se llevó la mano a la cabeza. Tal vez debería haberse esperado algo como esto, al fin y al cabo recordaba que durante las rebeliones de 1640 había llegado a hacer algo similar… tal vez en Cataluña o tal vez fuese Portugal o incluso Francia, no estaba seguro. Tras tantos años lejos de los libros de historia que conocía, la memoria ya empezaba a fallar en asuntos como estos.
—¿Entonces qué podemos hacer? —se preguntó. Cuando propuso la conquista de Egipto y Palestina pensó que la guerra con Francia de 1635 daría al traste con aquella, sirviendo la propuesta como una protección adicional ante sus enemigos, sin embargo Richelieu no fue a la guerra, y ahora estaba metido en esta conquista, cosa que tampoco le importaba demasiado la verdad, pero era una muestra de lo mucho que estaban cambiando las cosas.
El puerto de Valencia bullía de actividad como nunca antes. La Armada Real de Valencia al completo estaba preparando sus naves, seis galeones capturados años atrás a los ingleses y una docena de jabeques construidos en los astilleros valencianos, a los que se unían otra docena de jabeques armados en corso por los comerciantes del reino. Sin embargo esto solo era una fracción de los buques que había en el puerto. No lejos de allí una docena de galeones, catorce saetías, dieciocho galeras gruesas, y veinte galeras cargaban abastecimientos para el viaje. E incluso estas no eran todas, pues más lejos, ancladas fuera del puerto, esperaban urcas, zabras y bajeles mercantes, la mayoría de ellos de nuevos modelos oceánicos de la compañía.
Era al fin y al cabo una flota de ciento diez velas la que esperaba para el viaje a Egipto en Valencia, y aun habrían de unírsele los veintidós navíos de sesenta cañones, dieciocho fragatas y nueve bergantines que aportaría la Real Armada y que se estaban aparejando en Cartagena. Cuando partiesen, en su camino a Egipto, recalarían en Nápoles, donde se les unirían seis galeras de la Santa Sede y unas veinte velas de Nápoles y Sicilia con tropas italianas y alemanas, y en Malta lo harían doce galeras más, estas de la religión.
Tal era el tamaño de la flota de invasión que la ciudad de Valencia era un hervidero de tropas. Más de veinte mil soldados acantonados en la ciudad, especialmente en campamentos extramuros, eran un caldo de cultivo de problemas. Para evitarlos cada tercio o regimiento designaba cada día un grupo de policía militar, a los que se descontaban los desperfectos de ese día de su sueldo, todo un acicate para que los hombres que cumplían el servicio se esmerasen.
—El rey llegara mañana. —explicaba el duque de Alba de Tormes, Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza. —quiere comandar el ejército durante la conquista de Egipto.
—Debemos impedirlo, excelencia. —replicó Pedro quien apreciaba sinceramente al duque por su faceta de mecenas. —El ejército enemigo no será rival para nosotros, pero durante la campaña pueden darse enfermedades, algunas de ellas muy peligrosas.
—Lo sé, ya le hemos dicho que hace unos años hubo una epidemia de peste, pero temo que el rey se ve como un conquistador, un nuevo César como su bisabuelo en Túnez.
Con resignación Pedro se llevó la mano a la cabeza. Tal vez debería haberse esperado algo como esto, al fin y al cabo recordaba que durante las rebeliones de 1640 había llegado a hacer algo similar… tal vez en Cataluña o tal vez fuese Portugal o incluso Francia, no estaba seguro. Tras tantos años lejos de los libros de historia que conocía, la memoria ya empezaba a fallar en asuntos como estos.
—¿Entonces qué podemos hacer? —se preguntó. Cuando propuso la conquista de Egipto y Palestina pensó que la guerra con Francia de 1635 daría al traste con aquella, sirviendo la propuesta como una protección adicional ante sus enemigos, sin embargo Richelieu no fue a la guerra, y ahora estaba metido en esta conquista, cosa que tampoco le importaba demasiado la verdad, pero era una muestra de lo mucho que estaban cambiando las cosas.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
La protección a los hebreos por Jaime I el Conquistador.
El monarca levanto la vista tras leer el título del siguiente capítulo del libro que le había entregado el siempre inquieto Pedro, ahora convertido en historiador, pues había escrito una biografía del Rey Conquistador, Jaime I de Aragón. El libro era en sí mismo una pequeña obra de arte. La vida del monarca estaba finamente relatada, y cada afirmación que vertía el libro estaba respaldada por citas a documentos existentes en los archivos de la corona de Aragón, de alguna de las diputaciones, o de bibliotecas de diversos monasterios. Conformaba así una pequeña joya que permitía seguir paso a paso, la vida del monarca, desde su nacimiento en Montpellier a su infancia como rehén en Francia o su educación con los templarios.
Unas repentinas voces llamaron su atención, segundos antes de que su paje entrase en la recamara del poderoso navío.
—Majestad, el capitán os comunica que hay tierra a la vista. Llegaremos a Nápoles en unas horas. —le informó el paje. Por fin se dijo el rey desperezándose y estirándose, aquel viaje había sido bastante desagradable a causa del mar de primeros de marzo, pero ahora ya estaban a punto de concluir la primera parte de su viaje. En cuanto llegasen a Nápoles aprovecharía para recibir a la nobleza local, y tal vez incluso para trasladarse a Roma a ver al Santo Padre…Aunque tal vez fuese mejor dejar esa visita para cuando regresase victorioso de Egipto.
Tras salir a cubierta, donde la tripulación se afanaba en engalanar el navío para la visita, se dirigió al alcázar, donde el capitán de navío Azpilicueta le recibió saludando con el sombrero, volviendo a cubrirse en cuanto le dio permiso.
—Ya pueden divisarse los tejados de las casas de Nápoles, Majestad, en una hora estaremos allí.
—Parece que hay muchos bajeles en el mar. —respondió el monarca mirando por el catalejo que le había tendido su paje.
—Los napolitanos se han hecho a la mar para recibiros, majestad. —señalo el capitán. —Y sin duda vuestra llegada en este bajel causara sensación. Pocas veces se habrán visto naves como estas en Nápoles, y nunca una flota de esta envergadura.
—En eso tenéis razón, estos nuevos bajeles parecen valer su peso en oro. Dan una sensación de poder y velocidad como nunca se ha visto.
—Cierto, y es el poder de su majestad. —respondió Azpilicueta.
El monarca levanto la vista tras leer el título del siguiente capítulo del libro que le había entregado el siempre inquieto Pedro, ahora convertido en historiador, pues había escrito una biografía del Rey Conquistador, Jaime I de Aragón. El libro era en sí mismo una pequeña obra de arte. La vida del monarca estaba finamente relatada, y cada afirmación que vertía el libro estaba respaldada por citas a documentos existentes en los archivos de la corona de Aragón, de alguna de las diputaciones, o de bibliotecas de diversos monasterios. Conformaba así una pequeña joya que permitía seguir paso a paso, la vida del monarca, desde su nacimiento en Montpellier a su infancia como rehén en Francia o su educación con los templarios.
Unas repentinas voces llamaron su atención, segundos antes de que su paje entrase en la recamara del poderoso navío.
—Majestad, el capitán os comunica que hay tierra a la vista. Llegaremos a Nápoles en unas horas. —le informó el paje. Por fin se dijo el rey desperezándose y estirándose, aquel viaje había sido bastante desagradable a causa del mar de primeros de marzo, pero ahora ya estaban a punto de concluir la primera parte de su viaje. En cuanto llegasen a Nápoles aprovecharía para recibir a la nobleza local, y tal vez incluso para trasladarse a Roma a ver al Santo Padre…Aunque tal vez fuese mejor dejar esa visita para cuando regresase victorioso de Egipto.
Tras salir a cubierta, donde la tripulación se afanaba en engalanar el navío para la visita, se dirigió al alcázar, donde el capitán de navío Azpilicueta le recibió saludando con el sombrero, volviendo a cubrirse en cuanto le dio permiso.
—Ya pueden divisarse los tejados de las casas de Nápoles, Majestad, en una hora estaremos allí.
—Parece que hay muchos bajeles en el mar. —respondió el monarca mirando por el catalejo que le había tendido su paje.
—Los napolitanos se han hecho a la mar para recibiros, majestad. —señalo el capitán. —Y sin duda vuestra llegada en este bajel causara sensación. Pocas veces se habrán visto naves como estas en Nápoles, y nunca una flota de esta envergadura.
—En eso tenéis razón, estos nuevos bajeles parecen valer su peso en oro. Dan una sensación de poder y velocidad como nunca se ha visto.
—Cierto, y es el poder de su majestad. —respondió Azpilicueta.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Ciudadela de Qaitbay, ciudad de Alejandría, Egipto
Felipe IV observaba la ciudad de Alejandría desde lo alto de la ciudadela. La ciudad había caído dos días atrás tras un asalto terrestre apoyado por un corto bombardeo naval. Las viejas murallas medievales de la ciudad no habían sido obstáculo para la moderna artillería, y la infantería, desembarcada el día anterior, asalto la ciudad sin problemas. Desde entonces el poderoso ejército español, de más de veintiocho mil hombres, se había esforzado en controlar la ciudad.
—¿Cuál es la situación actual en la ciudad? —preguntó el rey.
—La situación está controlada y en calma, majestad. —respondió Pedro, quien había acompañado al monarca tras ser apartado de su puesto como Virrey. —El decreto de nocturnidad ha funcionado, y los egipcios permanecen controlados.
—¿Cuándo podremos avanzar hacia el Cairo, y qué ocurrirá en Alejandría cuando eso ocurra? —quiso saber a continuación el monarca.
—En cuatro días podremos avanzar hacia Roseta, Majestad. Necesitamos controlar esa ciudad para franquear el paso al Nilo a nuestra escuadra de galeras, pues con ellas podremos abastecer a nuestras fuerzas durante el avance hacia el sur.
—Entonces la campaña será larga…—suspiro el monarca.
—En realidad no, majestad. —intervino Pedro. —en una semana Roseta habrá caído, y dos días después podremos estar avanzando hacia el sur, amenazando la ciudad del Cairo.
—Creía que nos llevaría más tiempo. Bien, y ¿cómo quedaran las cosas tras nosotros? —volvió a inquirir el rey.
—No tendremos problemas, majestad. —respondió Pedro. —En estos momentos todos los sarracenos han sido recluidos en sus casas, y nuestros equipos de recaudadores están recorriendo casa a casa para hacer un censo de la población, tanto de la ciudad como de las poblaciones cercanas. Con ello en unos días dispondremos de un censo poblacional exacto, y sabremos quienes son sarracenos y quienes cristianos o judíos.
—¿Por qué es necesario eso?
—Porque la conquista debe descansar en parte de la población conquistada, y esa parte debe ser la no sarracena. Si observa aquí. —
dijo Pedro atrayendo la mirada del monarca, quien dio la espalda al espectáculo que formaba la impresionante flota reunida en el puerto. —Estos son los impuestos que propongo instaurar en las tierras conquistadas.
En lugar de un impuesto a las lumbres, crearemos un impuesto personal por tramos de riqueza que pagaran todos los mayores de dieciséis años, desde esclavos, lo pagaran sus dueños por ellos, a los más ricos de la ciudad. El pago básico serán cincuenta maravedíes anuales para los pobres, y desde ahí irán subiendo.
—No parece suficiente. —dijo el rey.
—Y no lo es. Solo es el primero de los impuestos que pagaran los nuevos súbditos de vuestra majestad. —dijo Pedro continuando en cuanto el rey dio permiso.
—El segundo de los impuestos será un cabezaje. Un impuesto exclusivo a los mahometanos, también progresivo según su renta de riqueza, dicho impuesto, junto a su contraparte a los judíos, sera una buena fuente de ingresos para la corona a la vez que un acicate para que ellos se conviertan al catolicismo.
—¿Qué ocurrirá con los cristianos coptos y ortodoxos, aquellos que no guardan fidelidad a la Santa Sede?
—Tienen sus propios patriarcados aquí, majestad, y sin ellos no podríamos controlar el país.
—No se si eso me gusta, pero lo dejare pasar. ¿Habrá más impuestos?
—Por supuesto majestad, el siguiente en importancia será un castillaje a pagar por todos los musulmanes. Cada seis meses se hará un diezmo de personas entre los musulmanes varones de cada lugar, y el elegido deberá trabajar durante medio año para la construcción de fuertes que defiendan este reino, o pagar el equivalente a seis meses de salario para un peón.
El último de los impuestos será un Tall General, un impuesto a las ventas de mercancías, de valor variable, los alimentos estarán exentos, pero ropas, fibras para las ropas, manufacturas, y objetos de lujo estarán gravados con distintos tipos, desde un 5% del básico a un 20% de los objetos de lujo como especias, espejos, joyas, o relojes.
—No habrá diezmo…y falta uno a las importaciones de mercancías… —dijo el rey.
—Así es, majestad, la iglesia no tiene presencia en este país, por lo que no puede tener su diezmo, a cambio si se asienta en el país la apoyaremos económicamente. En cuanto a las importaciones de mercancías, estas tendrán su propio impuesto, lo mismo que las actividades comerciales que haya en el reino.
—¡Magnifico! Quiero que se haga cuanto antes. Quiero dejarlo todo bien organizado antes de abandonar Egipto. Avisadme cuando estemos preparados para avanzar…
—Como deseéis, majestad.
Felipe IV observaba la ciudad de Alejandría desde lo alto de la ciudadela. La ciudad había caído dos días atrás tras un asalto terrestre apoyado por un corto bombardeo naval. Las viejas murallas medievales de la ciudad no habían sido obstáculo para la moderna artillería, y la infantería, desembarcada el día anterior, asalto la ciudad sin problemas. Desde entonces el poderoso ejército español, de más de veintiocho mil hombres, se había esforzado en controlar la ciudad.
—¿Cuál es la situación actual en la ciudad? —preguntó el rey.
—La situación está controlada y en calma, majestad. —respondió Pedro, quien había acompañado al monarca tras ser apartado de su puesto como Virrey. —El decreto de nocturnidad ha funcionado, y los egipcios permanecen controlados.
—¿Cuándo podremos avanzar hacia el Cairo, y qué ocurrirá en Alejandría cuando eso ocurra? —quiso saber a continuación el monarca.
—En cuatro días podremos avanzar hacia Roseta, Majestad. Necesitamos controlar esa ciudad para franquear el paso al Nilo a nuestra escuadra de galeras, pues con ellas podremos abastecer a nuestras fuerzas durante el avance hacia el sur.
—Entonces la campaña será larga…—suspiro el monarca.
—En realidad no, majestad. —intervino Pedro. —en una semana Roseta habrá caído, y dos días después podremos estar avanzando hacia el sur, amenazando la ciudad del Cairo.
—Creía que nos llevaría más tiempo. Bien, y ¿cómo quedaran las cosas tras nosotros? —volvió a inquirir el rey.
—No tendremos problemas, majestad. —respondió Pedro. —En estos momentos todos los sarracenos han sido recluidos en sus casas, y nuestros equipos de recaudadores están recorriendo casa a casa para hacer un censo de la población, tanto de la ciudad como de las poblaciones cercanas. Con ello en unos días dispondremos de un censo poblacional exacto, y sabremos quienes son sarracenos y quienes cristianos o judíos.
—¿Por qué es necesario eso?
—Porque la conquista debe descansar en parte de la población conquistada, y esa parte debe ser la no sarracena. Si observa aquí. —
dijo Pedro atrayendo la mirada del monarca, quien dio la espalda al espectáculo que formaba la impresionante flota reunida en el puerto. —Estos son los impuestos que propongo instaurar en las tierras conquistadas.
En lugar de un impuesto a las lumbres, crearemos un impuesto personal por tramos de riqueza que pagaran todos los mayores de dieciséis años, desde esclavos, lo pagaran sus dueños por ellos, a los más ricos de la ciudad. El pago básico serán cincuenta maravedíes anuales para los pobres, y desde ahí irán subiendo.
—No parece suficiente. —dijo el rey.
—Y no lo es. Solo es el primero de los impuestos que pagaran los nuevos súbditos de vuestra majestad. —dijo Pedro continuando en cuanto el rey dio permiso.
—El segundo de los impuestos será un cabezaje. Un impuesto exclusivo a los mahometanos, también progresivo según su renta de riqueza, dicho impuesto, junto a su contraparte a los judíos, sera una buena fuente de ingresos para la corona a la vez que un acicate para que ellos se conviertan al catolicismo.
—¿Qué ocurrirá con los cristianos coptos y ortodoxos, aquellos que no guardan fidelidad a la Santa Sede?
—Tienen sus propios patriarcados aquí, majestad, y sin ellos no podríamos controlar el país.
—No se si eso me gusta, pero lo dejare pasar. ¿Habrá más impuestos?
—Por supuesto majestad, el siguiente en importancia será un castillaje a pagar por todos los musulmanes. Cada seis meses se hará un diezmo de personas entre los musulmanes varones de cada lugar, y el elegido deberá trabajar durante medio año para la construcción de fuertes que defiendan este reino, o pagar el equivalente a seis meses de salario para un peón.
El último de los impuestos será un Tall General, un impuesto a las ventas de mercancías, de valor variable, los alimentos estarán exentos, pero ropas, fibras para las ropas, manufacturas, y objetos de lujo estarán gravados con distintos tipos, desde un 5% del básico a un 20% de los objetos de lujo como especias, espejos, joyas, o relojes.
—No habrá diezmo…y falta uno a las importaciones de mercancías… —dijo el rey.
—Así es, majestad, la iglesia no tiene presencia en este país, por lo que no puede tener su diezmo, a cambio si se asienta en el país la apoyaremos económicamente. En cuanto a las importaciones de mercancías, estas tendrán su propio impuesto, lo mismo que las actividades comerciales que haya en el reino.
—¡Magnifico! Quiero que se haga cuanto antes. Quiero dejarlo todo bien organizado antes de abandonar Egipto. Avisadme cuando estemos preparados para avanzar…
—Como deseéis, majestad.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Batalla del Qalyub
Se conoce como batalla de Qalyub a una batalla librada entre las fuerzas españolas y las mamelucas el 2 de mayo de 1638 en las cercanías de dicha ciudad.
Preludio
Desde 1628 España había emprendido una agresiva campaña de consolidación en el Mediterráneo, atacando sin cuartel al Imperio Otomano y los reinos berberiscos que asolaban las costas españolas año tras año. Tras arrasar los nidos piratas de Argel (1629), Túnez (1629), Trípoli (1629), y derrotar a los ejércitos otomanos en las batallas navales de Creta (1629), o de la Acropolis (1632), y la batalla terrestre de Rosetta (1634), se dieron las condiciones para pasar a la fase ofensiva final.
En 1635 se consideró que el Imperio Otomano estaba gravemente afectado por las campañas de los años anteriores. El Sultán llegó a solicitar la paz, pues los ataques de la flota española a las rutas de la seda y las especias otomanas les habían causado tantos daños que estos tuvieron que dejar de navegar, confiando en los comerciantes venecianos para vender sus productos. Sin embargo Felipe IV estaba decidido a acabar con los otomanos de una vez por todas. Sabía que su rival más débil era precisamente el imperio Otomano, y si lo destruía lograría asegurar el Mediterráneo durante al menos una generación, permitiéndole concentrarse en otros frente.
Durante los años siguientes España preparó un gran ejército de invasión. Cada aspecto fue cuidadosamente estudiado antes de proceder a la organización del ejército, que estaría formado por tropas del nuevo modelo, el llamado ejército reformado. El ejército estaría formado por seis de los nuevos tercios de infantería, acompañados por los dos tercios de mar, y diversas coronelías y regimientos, tanto italianos como alemanes. Además al conceder el Papa Urbano VII el carácter de cruzada a la invasión, miles de aventureros católicos se sumaron a la fuerza de invasión.
El 9 de abril de 1637 las fuerzas de invasión desembarcaron cerca de Alejandría, en la bahía de Abukir, mientras la poderosa flota española protegía toda la operación. Tras realizar un metódico desembarco en el que el ejército de invasión puso pie a tierra sin ser importunado, aunque si observado por jinetes beduinos, el ejército se puso en marcha hacia Alejandría. Dos días después caía la ciudad fundada por Alejandro, logrando las fuerzas de invasión un puerto de buena capacidad seguro.
Allí perdieron dos semanas mientras organizaban un sistema de ocupación y control de la población. El ejército invasor era relativamente reducido y para controlar Egipto decidieron utilizar las ciudades fortificadas como puntos seguros, de los que expulsaron a los musulmanes a la vez que establecían guarniciones. Por fin el día 25 de abril se pusieron en marcha de nuevo, esta vez rumbo a Roseta.
El ejército avanzo en una larga columna siguiendo la costa, lo que permitió mantener a las tropas aprovisionadas por medio de galeras cisterna, que varaban en la costa para repartir el agua necesaria para la marcha. Gracias a ello el ejército no sufrió los peores efectos del calor, llegando a Roseta el día 28, donde entraron sin problemas al rendirse la guarnición. Allí tomarían las mismas medidas que en Alejandría, partiendo el día 30 rumbo a El Cairo, siguiendo el curso del río en el que ahora navegaba una flotilla de galeras que servían tanto de apoyo como de fuente de suministros. Tres días después se encontrarían con un poderoso ejército otomano que les salió al paso cerca de Qalyub.
Fuerzas enfrentadas
Ejército español
Comandante del ejército; Felipe IV
Tercio de guardias valonas; maestre de campo Jan van Nassau-Siegen (1.100 hombres)
Regimiento de Carabineros; coronel Pedro de León (579 hombres).
Primera legión; Don Pedro Llopis
1ª brigada; Maestre de Batalla Carlos de Coloma y Saa
Tercio Navas de Tolosa 11; maestre de campo Juan de Orellana, (1.561 hombres).
Tercio de Sagrajas 13; maestre de campo Pedro Antonio de Aragón y Fernández de Córdova, (1.501).
Tercio de Lorentan; coronel Christian Lorentan (1.460).
2ª brigada; Maestre de Batalla Duque de Medina Celli
Tercio Lepanto 14; maestre de campo Martin de Aragón y Tafalla (1.378).
Tercio Irlanda 41; maestre de campo Hugh O´Donell (1.279).
Regimiento de Wormes; coronel Herald Worms (980)
Segunda Legión; Gonzalo Fernández de Córdoba y Cardona
3ª brigada; maestre de batalla
Tercio Garellano 16; maestre de campo Francisco de Aragón (1.282).
Tercio Seminara 21; maestre de campo Carlos Guasco (1.290).
Tercio de Almer; coronel Alexander Almer (1.377).
4ª brigada; maestre de batalla
Tercio Hibernia 43; maestre de campo Sam O´Neil (1.509).
Regimiento de Salma; coronel conde de Salma (1.102).
Tercio de Steck; coronel Arthur Steck (1.482).
tercera legión;
Brigada de Valencia; batallones del Maestrazgo, Onda, Valencia 1º y 3º, Alicante, y Denia.(3.471).
Brigada de la mar océano; Tercio de la Mar Océana (808), tercio de Galeras (1.230), tercio nuevo de la mar de Nápoles (603), Tercio viejo del mar océano y de infantería napolitana (390).
Regimiento de Malta; Maestre Martín de Redín y Cruzat
Caballería
Caballería regimiento papal; Luigi Cardona
Caballería española
Regimiento de Coraceros de Montesa 3; Coronel Diego de la Cueva
Regimiento de Coraceros Calatrava 4; Coronel Iñigo de Brisuela
Regimiento de Húsares 32; Coronel Viktor Kulsar
Regimiento de Dragones del Rosellon 21; coronel José de Sorribas y Rovira.
Regimiento de dragones 23; coronel barón de Sebac
Regimientos de Real Artillería 2º y 4º con 48 cañones al mando de los coroneles Francisco Escobar y Lope Ochoa de Oro.
Fuerzas Otomanas
Comandante Emir Ridwan Bey
….
Se conoce como batalla de Qalyub a una batalla librada entre las fuerzas españolas y las mamelucas el 2 de mayo de 1638 en las cercanías de dicha ciudad.
Preludio
Desde 1628 España había emprendido una agresiva campaña de consolidación en el Mediterráneo, atacando sin cuartel al Imperio Otomano y los reinos berberiscos que asolaban las costas españolas año tras año. Tras arrasar los nidos piratas de Argel (1629), Túnez (1629), Trípoli (1629), y derrotar a los ejércitos otomanos en las batallas navales de Creta (1629), o de la Acropolis (1632), y la batalla terrestre de Rosetta (1634), se dieron las condiciones para pasar a la fase ofensiva final.
En 1635 se consideró que el Imperio Otomano estaba gravemente afectado por las campañas de los años anteriores. El Sultán llegó a solicitar la paz, pues los ataques de la flota española a las rutas de la seda y las especias otomanas les habían causado tantos daños que estos tuvieron que dejar de navegar, confiando en los comerciantes venecianos para vender sus productos. Sin embargo Felipe IV estaba decidido a acabar con los otomanos de una vez por todas. Sabía que su rival más débil era precisamente el imperio Otomano, y si lo destruía lograría asegurar el Mediterráneo durante al menos una generación, permitiéndole concentrarse en otros frente.
Durante los años siguientes España preparó un gran ejército de invasión. Cada aspecto fue cuidadosamente estudiado antes de proceder a la organización del ejército, que estaría formado por tropas del nuevo modelo, el llamado ejército reformado. El ejército estaría formado por seis de los nuevos tercios de infantería, acompañados por los dos tercios de mar, y diversas coronelías y regimientos, tanto italianos como alemanes. Además al conceder el Papa Urbano VII el carácter de cruzada a la invasión, miles de aventureros católicos se sumaron a la fuerza de invasión.
El 9 de abril de 1637 las fuerzas de invasión desembarcaron cerca de Alejandría, en la bahía de Abukir, mientras la poderosa flota española protegía toda la operación. Tras realizar un metódico desembarco en el que el ejército de invasión puso pie a tierra sin ser importunado, aunque si observado por jinetes beduinos, el ejército se puso en marcha hacia Alejandría. Dos días después caía la ciudad fundada por Alejandro, logrando las fuerzas de invasión un puerto de buena capacidad seguro.
Allí perdieron dos semanas mientras organizaban un sistema de ocupación y control de la población. El ejército invasor era relativamente reducido y para controlar Egipto decidieron utilizar las ciudades fortificadas como puntos seguros, de los que expulsaron a los musulmanes a la vez que establecían guarniciones. Por fin el día 25 de abril se pusieron en marcha de nuevo, esta vez rumbo a Roseta.
El ejército avanzo en una larga columna siguiendo la costa, lo que permitió mantener a las tropas aprovisionadas por medio de galeras cisterna, que varaban en la costa para repartir el agua necesaria para la marcha. Gracias a ello el ejército no sufrió los peores efectos del calor, llegando a Roseta el día 28, donde entraron sin problemas al rendirse la guarnición. Allí tomarían las mismas medidas que en Alejandría, partiendo el día 30 rumbo a El Cairo, siguiendo el curso del río en el que ahora navegaba una flotilla de galeras que servían tanto de apoyo como de fuente de suministros. Tres días después se encontrarían con un poderoso ejército otomano que les salió al paso cerca de Qalyub.
Fuerzas enfrentadas
Ejército español
Comandante del ejército; Felipe IV
Tercio de guardias valonas; maestre de campo Jan van Nassau-Siegen (1.100 hombres)
Regimiento de Carabineros; coronel Pedro de León (579 hombres).
Primera legión; Don Pedro Llopis
1ª brigada; Maestre de Batalla Carlos de Coloma y Saa
Tercio Navas de Tolosa 11; maestre de campo Juan de Orellana, (1.561 hombres).
Tercio de Sagrajas 13; maestre de campo Pedro Antonio de Aragón y Fernández de Córdova, (1.501).
Tercio de Lorentan; coronel Christian Lorentan (1.460).
2ª brigada; Maestre de Batalla Duque de Medina Celli
Tercio Lepanto 14; maestre de campo Martin de Aragón y Tafalla (1.378).
Tercio Irlanda 41; maestre de campo Hugh O´Donell (1.279).
Regimiento de Wormes; coronel Herald Worms (980)
Segunda Legión; Gonzalo Fernández de Córdoba y Cardona
3ª brigada; maestre de batalla
Tercio Garellano 16; maestre de campo Francisco de Aragón (1.282).
Tercio Seminara 21; maestre de campo Carlos Guasco (1.290).
Tercio de Almer; coronel Alexander Almer (1.377).
4ª brigada; maestre de batalla
Tercio Hibernia 43; maestre de campo Sam O´Neil (1.509).
Regimiento de Salma; coronel conde de Salma (1.102).
Tercio de Steck; coronel Arthur Steck (1.482).
tercera legión;
Brigada de Valencia; batallones del Maestrazgo, Onda, Valencia 1º y 3º, Alicante, y Denia.(3.471).
Brigada de la mar océano; Tercio de la Mar Océana (808), tercio de Galeras (1.230), tercio nuevo de la mar de Nápoles (603), Tercio viejo del mar océano y de infantería napolitana (390).
Regimiento de Malta; Maestre Martín de Redín y Cruzat
Caballería
Caballería regimiento papal; Luigi Cardona
Caballería española
Regimiento de Coraceros de Montesa 3; Coronel Diego de la Cueva
Regimiento de Coraceros Calatrava 4; Coronel Iñigo de Brisuela
Regimiento de Húsares 32; Coronel Viktor Kulsar
Regimiento de Dragones del Rosellon 21; coronel José de Sorribas y Rovira.
Regimiento de dragones 23; coronel barón de Sebac
Regimientos de Real Artillería 2º y 4º con 48 cañones al mando de los coroneles Francisco Escobar y Lope Ochoa de Oro.
Fuerzas Otomanas
Comandante Emir Ridwan Bey
….
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
La batalla
Tras la conquista de Alejandría y Roseta el ejército español avanzo imparable hacia el sur, haciéndose con el control de las regiones por las que pasaban en su camino a El Cairo. La amenaza de aquel ejército no podía ser ignorada, y el Emir Ridwan Bey se vio obligado a reunir un ejército y salirle al paso cera de Qatbay. Por fortuna había dispuesto de un mes de tiempo que le permitió reunir al grueso de las fuerzas disponibles en Egipto.
El ejército español adopto un despliegue lineal con tres líneas completas y las unidades de la ugardia rodeando el monarca y los bagajes. Al frente se situó la segunda legión, con la tercera legión formada por tropas variadas formando una segunda línea. La tercera línea sería la formada por la primera legión y llevará a cabo una arriesgada maniobra poco después. En cuanto a la artillería, esta se situaría en una gran batería al frente de la segunda legión. Por ultimo una flotilla fluvial protegía su flanco izquierdo, completando el despliegue español.
Mientras tanto los otomanos habían hecho otro tanto. Sus ocho regimientos habían formado una línea encarada al norte, con su caballería en el flanco occidental, y un gran número de tropas irregulares tras los regimientos de elite. Ridwan bey parecía haber deducido de anteriores enfrentamientos, que lanzar las masas de soldados irregulares contra los veteranos tercios significaba perder la batalla, por lo que decidió utilizar a esos irregulares como apoyo.
La batalla empezó a las 09:22, con un intercambio de fuego de artillería por ambas partes. Media hora después y mientras la segunda legión española permanecía cuerpo a tierra para sustraerse de lo peor del bombardeo otomano. Ambos ejércitos parecían indecisos y se contentaban con cañonearse a distancia. Ridwan Bey sabía que atacar frontalmente a aquel ejército era un suicidio pues ya había combatido con ellos un lustro atrás, y Felipe IV quería evitar un avance que obligaría a callar a su artillería al colocarse la infantería en medio.
El movimiento de flanqueo
En los minutos siguientes la artillería española fue imponiéndose lentamente, pero la sin dar una ventaja clara a ninguno de los bandos. Una hora de combate dio inició el ataque español. La encargada sería la primera legión, que hizo derecha, y comenzó a marchar alejándose rumbo oeste, iniciando un movimiento de flanqueo que a lo largo de la media hora siguiente la llevo al oeste y luego al sur, para colocarse en el flanco otomano.
Ridwan Bey vio este movimiento, pero aquella larga columna estaba demasiado alejada como para atacarla con su artillería, por lo que se vio obligado a enviar a su caballería e infantería irregular para interceptarla. Para entonces la 1ª legión se había desplazado a su izquierda donde había pivotado a la izquierda una vez más, cambiando su frente de columna a línea, lo que le permitía presentar el máximo número de mosquetes al frente, y avanzaba al redoble del tambor.
Pronto se sucedieron los combates. Las fuerzas irregulares o Azabs cayeron sobre aquella línea de mosquetes, que descarga tras descarga los obligó a retroceder dejando el campo lleno de cadáveres. Peor suerte corrió la caballería Akinci que había tratado de flanquearlos a su vez utilizando el desierto. No pudieron sin embargo sorprender a aquellas tropas y su asalto fue rechazado por el fuego de mosquetes, cayendo instantes después en un contragolpe lanzado por los dragones españoles que los desbarataron completamente.
Ridwan Bey se estaba viendo superado por aquel enemigo a su izquierda. Sus unidades de menor calidad, que pese a su elevado número estaban atacando sin coordinarse tan pronto tenían al enemigo a la vista, estaban siendo claramente superadas, y en su huida amenazaban con arrastrar a todo el ejército tras ellos. Fue precisamente en ese momento cuando la segunda legión empezó a avanzar con todo el ejército cristiano tras ella.
A las 12:23 minutos la segunda legión española se encontraba a unos doscientos cincuenta a trescientos metros de los otomanos. En condiciones normales la distancia hubiese sido excesiva para los mosquetes, pero cada soldado español estaba equipado con cuatro de las nuevas balas prerrayadas, llamadas por los soldados de la época mosquitos o balas zum, por el sonido que hacían al volar. Estas balas tenían unas acanaladuras laterales que las hacían girar al disparar, por lo que mejoraban su precisión sin necesidad de utilizar un cañón rayado, y gracias a ellas la primera descarga española fue letal, y a esta la siguieron otras tres descargas, siempre sin dejar de avanzar.
Este ataque fue demasiado para los otomanos. Muchos de ellos dispararon precipitadamente, causando pocas bajas entre sus atacantes, y la situación aún empeoro al llegar la primera legión por el flanco. Fue precisamente en ese momento cuando Felipe IV ordeno un asalto general de su caballería pesada, los coraceros, que pasaron a la carga atacando junto al río. Ridwan Bey trató de evitar el desastre enviando a sus mamelucos, pero estos fueron atacados por las galeras españolas desde el río y no pudieron soportar el choque con los coraceros, siendo perseguidos a continuación por los húsares.
El ejército egipcio estaba dando muestras de flaqueza, y cuando los dragones se colocaron por fin a su espalda se desfondaron por completo. Fue justo entonces cuando Felipe IV concedió a la caballería pesada de la Religión lanzar un ataque frontal que destrozo al ejército enemigo.
Consecuencias
Esta fue la mayor batalla de la invasión de Egipto y abrió el camino a El Cairo donde tendría lugar la posterior batalla de las pirámides...
Tras la conquista de Alejandría y Roseta el ejército español avanzo imparable hacia el sur, haciéndose con el control de las regiones por las que pasaban en su camino a El Cairo. La amenaza de aquel ejército no podía ser ignorada, y el Emir Ridwan Bey se vio obligado a reunir un ejército y salirle al paso cera de Qatbay. Por fortuna había dispuesto de un mes de tiempo que le permitió reunir al grueso de las fuerzas disponibles en Egipto.
El ejército español adopto un despliegue lineal con tres líneas completas y las unidades de la ugardia rodeando el monarca y los bagajes. Al frente se situó la segunda legión, con la tercera legión formada por tropas variadas formando una segunda línea. La tercera línea sería la formada por la primera legión y llevará a cabo una arriesgada maniobra poco después. En cuanto a la artillería, esta se situaría en una gran batería al frente de la segunda legión. Por ultimo una flotilla fluvial protegía su flanco izquierdo, completando el despliegue español.
Mientras tanto los otomanos habían hecho otro tanto. Sus ocho regimientos habían formado una línea encarada al norte, con su caballería en el flanco occidental, y un gran número de tropas irregulares tras los regimientos de elite. Ridwan bey parecía haber deducido de anteriores enfrentamientos, que lanzar las masas de soldados irregulares contra los veteranos tercios significaba perder la batalla, por lo que decidió utilizar a esos irregulares como apoyo.
La batalla empezó a las 09:22, con un intercambio de fuego de artillería por ambas partes. Media hora después y mientras la segunda legión española permanecía cuerpo a tierra para sustraerse de lo peor del bombardeo otomano. Ambos ejércitos parecían indecisos y se contentaban con cañonearse a distancia. Ridwan Bey sabía que atacar frontalmente a aquel ejército era un suicidio pues ya había combatido con ellos un lustro atrás, y Felipe IV quería evitar un avance que obligaría a callar a su artillería al colocarse la infantería en medio.
El movimiento de flanqueo
En los minutos siguientes la artillería española fue imponiéndose lentamente, pero la sin dar una ventaja clara a ninguno de los bandos. Una hora de combate dio inició el ataque español. La encargada sería la primera legión, que hizo derecha, y comenzó a marchar alejándose rumbo oeste, iniciando un movimiento de flanqueo que a lo largo de la media hora siguiente la llevo al oeste y luego al sur, para colocarse en el flanco otomano.
Ridwan Bey vio este movimiento, pero aquella larga columna estaba demasiado alejada como para atacarla con su artillería, por lo que se vio obligado a enviar a su caballería e infantería irregular para interceptarla. Para entonces la 1ª legión se había desplazado a su izquierda donde había pivotado a la izquierda una vez más, cambiando su frente de columna a línea, lo que le permitía presentar el máximo número de mosquetes al frente, y avanzaba al redoble del tambor.
Pronto se sucedieron los combates. Las fuerzas irregulares o Azabs cayeron sobre aquella línea de mosquetes, que descarga tras descarga los obligó a retroceder dejando el campo lleno de cadáveres. Peor suerte corrió la caballería Akinci que había tratado de flanquearlos a su vez utilizando el desierto. No pudieron sin embargo sorprender a aquellas tropas y su asalto fue rechazado por el fuego de mosquetes, cayendo instantes después en un contragolpe lanzado por los dragones españoles que los desbarataron completamente.
Ridwan Bey se estaba viendo superado por aquel enemigo a su izquierda. Sus unidades de menor calidad, que pese a su elevado número estaban atacando sin coordinarse tan pronto tenían al enemigo a la vista, estaban siendo claramente superadas, y en su huida amenazaban con arrastrar a todo el ejército tras ellos. Fue precisamente en ese momento cuando la segunda legión empezó a avanzar con todo el ejército cristiano tras ella.
A las 12:23 minutos la segunda legión española se encontraba a unos doscientos cincuenta a trescientos metros de los otomanos. En condiciones normales la distancia hubiese sido excesiva para los mosquetes, pero cada soldado español estaba equipado con cuatro de las nuevas balas prerrayadas, llamadas por los soldados de la época mosquitos o balas zum, por el sonido que hacían al volar. Estas balas tenían unas acanaladuras laterales que las hacían girar al disparar, por lo que mejoraban su precisión sin necesidad de utilizar un cañón rayado, y gracias a ellas la primera descarga española fue letal, y a esta la siguieron otras tres descargas, siempre sin dejar de avanzar.
Este ataque fue demasiado para los otomanos. Muchos de ellos dispararon precipitadamente, causando pocas bajas entre sus atacantes, y la situación aún empeoro al llegar la primera legión por el flanco. Fue precisamente en ese momento cuando Felipe IV ordeno un asalto general de su caballería pesada, los coraceros, que pasaron a la carga atacando junto al río. Ridwan Bey trató de evitar el desastre enviando a sus mamelucos, pero estos fueron atacados por las galeras españolas desde el río y no pudieron soportar el choque con los coraceros, siendo perseguidos a continuación por los húsares.
El ejército egipcio estaba dando muestras de flaqueza, y cuando los dragones se colocaron por fin a su espalda se desfondaron por completo. Fue justo entonces cuando Felipe IV concedió a la caballería pesada de la Religión lanzar un ataque frontal que destrozo al ejército enemigo.
Consecuencias
Esta fue la mayor batalla de la invasión de Egipto y abrió el camino a El Cairo donde tendría lugar la posterior batalla de las pirámides...
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- tercioidiaquez
- Mariscal de Campo
- Mensajes: 19467
- Registrado: 20 Ago 2005, 16:59
- Ubicación: En Empel, pasando frio.
Un soldado de cuatro siglos
Diego no sabía si estar contento o triste. Le había sido asignado su primer mando independiente pero el destino, las Antillas no era muy de su agrado, sobre todo porque el principal promotor había sido el propio Olivares. Si él quería que fuera para allá, seguro que no era para premiar sus reformas a pesar que esa había sido la excusa.
Pero, al mal tiempo buena cara. Tenía que reclutar y organizar dos Tercios de infantería y uno de caballería, junto con dos baterías de artillería. Y con esas tropas partir a la mayor brevedad posible hacia el Caribe.
No había querido ir a Egipto y se iba a hartar de sudar en las Antillas...
Pero, al mal tiempo buena cara. Tenía que reclutar y organizar dos Tercios de infantería y uno de caballería, junto con dos baterías de artillería. Y con esas tropas partir a la mayor brevedad posible hacia el Caribe.
No había querido ir a Egipto y se iba a hartar de sudar en las Antillas...
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
El Cairo, Egipto
A estas alturas Pedro estaba hasta el gorro del desierto y solo llevaba en él un par de meses. La capital de Egipto por fin restaba en poder español tras librar una batalla frente a sus murallas y el posterior asalto a la ciudad, aunque la conquista distaba mucho de haber culminado. Aunque la derrota del ejército otomano frente a la ciudad y el posterior asalto de esta, había acabado con los ejércitos otomanos en la zona, docenas de señorzuelos locales permanecían en armas y suponían un serio contratiempo a causa de su rápida caballería. Actuando desde el borde del desierto podían flanquear con rapidez las fuerzas españolas, atacando a voluntad la retaguardia española, en ocasiones con la ayuda de los beduinos.
Para combatirlos habría que ser rápido pues en breve debería regresar a España siguiendo a Felipe IV, quien había partido ya rumbo a Nápoles y Sicilia, y por supuesto Roma, donde daría cuenta del éxito de la conquista al Santo Padre. Tal vez para entonces hubiese llegado ya a Egipto el que habría de ser su primer Virrey, Antonio Dávila y Zúñiga, uno de los miembros del consejo de Estado y Guerra en los que más confiaba el monarca.
Antes de la reciente conquista los coptos habían sido una valiosa herramienta para los gobernantes otomanos, recuperando parte de su poder perdido tras los siglos de presión mameluca, y ahora incluso verían reforzado ese papel. Aunque suponía que en un principio mostrasen reticencias a armarse y participar en el control de Egipto, principalmente por el medio a posibles represalias si España era expulsada, esperaba que eso cambiase con el tiempo. Cuando eso sucediese deberían organizarse diez regimientos provinciales con ellos, uno por cada una de las provincias o gobernaciones que controlaban en ese momento de las trece que formaban el Egipto otomano. Serían por lo tanto soldados “de fin de semana”, que recibirían instrucción militar los domingos, formando una reserva estratégica en aquella ciudad.
Los judíos serían otra de las herramientas a emplear para compensar la superioridad numérica de la población musulmana. Sus creencias serían respetadas y tan solo tendrían que pagar unos pocos impuestos especiales, siéndoles permitido el asentarse donde quisiesen, tanto en el interior de las ciudades como en cualquier otra localidad. La usura no sería prohibida, pero el Banco de San Vicente empezaría a operar en Egipto marcando la primera expansión de la entidad, y como dicho banco concedía créditos a muy bajo interés por medio de los Montes de Piedad, los prestamistas podían sufrir serios inconvenientes.
El tercer grupo poblacional eran los musulmanes, y aunque a él le importaba un comino la fe que profesase cada cual, si le preocupaba controlar a aquellos que pudiesen ser llamados a una guerra santa contra los intereses de España. Era precisamente por eso por lo que sobre ellos recaerían las mayores cargas, aunque siempre sin llegar a presionarles tanto como para fomentar una revuelta. Por ello se les había expulsado de las ciudades, aunque pagándoles por los perjuicios de perder sus hogares en buena plata de las Indias.
Sobre ellos recaerían las mayores presiones fiscales en forma de un impuesto personal sobre su renta, un cabezaje por su fe musulmana, y un castillaje para la construcción de modernas fortalezas para defender el reino y otras mejoras necesarias. Para este castillaje se realizaría un diezmo semestral en el que por medio de trabajo manual sustituible por una compensación monetaria los musulmanes contribuirían al bienestar y la defensa del reino. De hecho en esos mismos momentos ya habían empezado a realizarse las primeras tareas que consistían en empezar a construir alcantarillas y medios de control de plagas en las principales ciudades, acumular piedra para las futuras fortalezas, y construir una serie de estaciones de telégrafo fortificadas a lo largo del Nilo, conectando Alejandría, Roseta, Damieta, y El Cairo entre sí. Con ello las guarniciones españolas quedarían conectadas, facilitando la respuesta en caso de revuelta o ataque desde fuera.
Cuando hubiesen terminado de construir esas estaciones de telégrafo pasarían a construir los fuertes de traza italiana. Construirían doce, uno por cada apóstol. En cada uno de aquellos lugares, de momento en fuertes provisionales de estilo romano, se había establecido una fuerza de infantería de dos o tres compañías y un par de escuadrones de caballería. Así podrían realizar tareas tanto de defensa como de patrulla de las poblaciones cercanas a su área de responsabilidad. Aquellas tropas debían ser capaces de rechazar los ataques de soldados ligeros como los beduinos y mamelucos que pudiesen quedar, o al menos de aguantar hasta que el ejército principal pudiese responder.
Todo ello debía llevarse a cabo durante la década siguiente. La previsión de trabajo para construir la red de telégrafos, era de seis a ocho meses, pues las torres serían construidas simultáneamente con ladrillos de adobe. Su finalización marcaría el inicio de la construcción de los “doce apóstoles” pues ya tendrían la piedra necesaria para empezar. Esa tarea llevaría varios años, posiblemente incluso una década. Cuando acabasen o se redujese la carga de trabajo en las fortalezas los trabajos se extenderían a las tareas de limpieza del canal de los faraones, que de momento era la última de las grandes obras previstas. Otras obras menores a realizar en paralelo a las anteriores serían la construcción de canales de riego, mejoras en el suministro de agua potable y en la construcción de alcantarillas y saneamiento de aguas residuales de las ciudades.
A estas alturas Pedro estaba hasta el gorro del desierto y solo llevaba en él un par de meses. La capital de Egipto por fin restaba en poder español tras librar una batalla frente a sus murallas y el posterior asalto a la ciudad, aunque la conquista distaba mucho de haber culminado. Aunque la derrota del ejército otomano frente a la ciudad y el posterior asalto de esta, había acabado con los ejércitos otomanos en la zona, docenas de señorzuelos locales permanecían en armas y suponían un serio contratiempo a causa de su rápida caballería. Actuando desde el borde del desierto podían flanquear con rapidez las fuerzas españolas, atacando a voluntad la retaguardia española, en ocasiones con la ayuda de los beduinos.
Para combatirlos habría que ser rápido pues en breve debería regresar a España siguiendo a Felipe IV, quien había partido ya rumbo a Nápoles y Sicilia, y por supuesto Roma, donde daría cuenta del éxito de la conquista al Santo Padre. Tal vez para entonces hubiese llegado ya a Egipto el que habría de ser su primer Virrey, Antonio Dávila y Zúñiga, uno de los miembros del consejo de Estado y Guerra en los que más confiaba el monarca.
Antes de la reciente conquista los coptos habían sido una valiosa herramienta para los gobernantes otomanos, recuperando parte de su poder perdido tras los siglos de presión mameluca, y ahora incluso verían reforzado ese papel. Aunque suponía que en un principio mostrasen reticencias a armarse y participar en el control de Egipto, principalmente por el medio a posibles represalias si España era expulsada, esperaba que eso cambiase con el tiempo. Cuando eso sucediese deberían organizarse diez regimientos provinciales con ellos, uno por cada una de las provincias o gobernaciones que controlaban en ese momento de las trece que formaban el Egipto otomano. Serían por lo tanto soldados “de fin de semana”, que recibirían instrucción militar los domingos, formando una reserva estratégica en aquella ciudad.
Los judíos serían otra de las herramientas a emplear para compensar la superioridad numérica de la población musulmana. Sus creencias serían respetadas y tan solo tendrían que pagar unos pocos impuestos especiales, siéndoles permitido el asentarse donde quisiesen, tanto en el interior de las ciudades como en cualquier otra localidad. La usura no sería prohibida, pero el Banco de San Vicente empezaría a operar en Egipto marcando la primera expansión de la entidad, y como dicho banco concedía créditos a muy bajo interés por medio de los Montes de Piedad, los prestamistas podían sufrir serios inconvenientes.
El tercer grupo poblacional eran los musulmanes, y aunque a él le importaba un comino la fe que profesase cada cual, si le preocupaba controlar a aquellos que pudiesen ser llamados a una guerra santa contra los intereses de España. Era precisamente por eso por lo que sobre ellos recaerían las mayores cargas, aunque siempre sin llegar a presionarles tanto como para fomentar una revuelta. Por ello se les había expulsado de las ciudades, aunque pagándoles por los perjuicios de perder sus hogares en buena plata de las Indias.
Sobre ellos recaerían las mayores presiones fiscales en forma de un impuesto personal sobre su renta, un cabezaje por su fe musulmana, y un castillaje para la construcción de modernas fortalezas para defender el reino y otras mejoras necesarias. Para este castillaje se realizaría un diezmo semestral en el que por medio de trabajo manual sustituible por una compensación monetaria los musulmanes contribuirían al bienestar y la defensa del reino. De hecho en esos mismos momentos ya habían empezado a realizarse las primeras tareas que consistían en empezar a construir alcantarillas y medios de control de plagas en las principales ciudades, acumular piedra para las futuras fortalezas, y construir una serie de estaciones de telégrafo fortificadas a lo largo del Nilo, conectando Alejandría, Roseta, Damieta, y El Cairo entre sí. Con ello las guarniciones españolas quedarían conectadas, facilitando la respuesta en caso de revuelta o ataque desde fuera.
Cuando hubiesen terminado de construir esas estaciones de telégrafo pasarían a construir los fuertes de traza italiana. Construirían doce, uno por cada apóstol. En cada uno de aquellos lugares, de momento en fuertes provisionales de estilo romano, se había establecido una fuerza de infantería de dos o tres compañías y un par de escuadrones de caballería. Así podrían realizar tareas tanto de defensa como de patrulla de las poblaciones cercanas a su área de responsabilidad. Aquellas tropas debían ser capaces de rechazar los ataques de soldados ligeros como los beduinos y mamelucos que pudiesen quedar, o al menos de aguantar hasta que el ejército principal pudiese responder.
Todo ello debía llevarse a cabo durante la década siguiente. La previsión de trabajo para construir la red de telégrafos, era de seis a ocho meses, pues las torres serían construidas simultáneamente con ladrillos de adobe. Su finalización marcaría el inicio de la construcción de los “doce apóstoles” pues ya tendrían la piedra necesaria para empezar. Esa tarea llevaría varios años, posiblemente incluso una década. Cuando acabasen o se redujese la carga de trabajo en las fortalezas los trabajos se extenderían a las tareas de limpieza del canal de los faraones, que de momento era la última de las grandes obras previstas. Otras obras menores a realizar en paralelo a las anteriores serían la construcción de canales de riego, mejoras en el suministro de agua potable y en la construcción de alcantarillas y saneamiento de aguas residuales de las ciudades.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- tercioidiaquez
- Mariscal de Campo
- Mensajes: 19467
- Registrado: 20 Ago 2005, 16:59
- Ubicación: En Empel, pasando frio.
Un soldado de cuatro siglos
Diego miró el mapa.
Cartagena de Indias sería la primera sede y Puerto Rico la segunda. Allí irían destinados lso dos primeros Tercios Fijos de América.
El de Puerto Rico estaría dividido en varias islas y el de Cartagena tendría destacamentos por la zona.
Sabía que Cartagena iba a ser, o lo sería, o como fuese el tiempo verbal, atacada en un futuro así que no estaría de mas comenzar a instalar el sistema de defensa varios años antes que en la "otra" realidad, con los Borbones.
¿Y la caballería? Nueva España a priori sería buen destino.
Cartagena de Indias sería la primera sede y Puerto Rico la segunda. Allí irían destinados lso dos primeros Tercios Fijos de América.
El de Puerto Rico estaría dividido en varias islas y el de Cartagena tendría destacamentos por la zona.
Sabía que Cartagena iba a ser, o lo sería, o como fuese el tiempo verbal, atacada en un futuro así que no estaría de mas comenzar a instalar el sistema de defensa varios años antes que en la "otra" realidad, con los Borbones.
¿Y la caballería? Nueva España a priori sería buen destino.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Alejandría, finales de verano de 1638
Pedro acababa de recibir al nuevo Virrey explicándole detalladamente la situación. En las regiones bajo control español residían cerca de dos millones de personas de las que un 75% eran musulmanas y por ende no eran de fiar pues acababan de ser conquistados. Aunque de ese 75%, realmente un 74% eran egipcios y tenían poco que ver con la anterior administración otomano-mameluca, por lo que si eran tratados con acierto no darían más problemas que el resto.
El verdadero problema eran los mamelucos y sus a veces enemigos y otras veces aliados, beduinos. Estos eran caballería rápida, y estaban suponiendo un problema ya que lanzaban ocasionales ataques sobre las zonas conquistadas, y desaparecían tan rápido como habían llegado en el desierto. Por fortuna eran partidas de poca entidad, unas docenas de hombres a lo sumo, y por lo tanto no suponían ningún problema irresoluble. Además, de momento habían tenido algún éxito al combatirlos, pues la movilidad de la infantería española, capaz de marchar hasta cincuenta kilómetros al día, y su capacidad de colaboración con la caballería, los había sorprendido. De todas formas era previsible que en unas semanas, cuando las torres de vigía y telégrafo estuviesen acabadas, la ventaja de la movilidad de los beduinos se esfumase.
La segunda comunidad en importancia eran las comunidades cristianas, fuese cual fuese su confesión religiosa. Para bien o para mal, en esos momentos España no podía permitirse diferenciar entre las confesiones, así que las trataban como un todo, si bien tenía reuniones periódicas con los patriarcas de Alejandría.
La tercera comunidad era la formada por los esclavos liberados. Los esclavos cristianos, la mayoría de ellos procedentes de capturas realizadas en campañas de corso que incluían asaltos a las costas europeas, habían elegido casi sin excepciones regresar a sus hogares, aunque muchos de ellos prefirieron afincarse en España. Tan solo unos pocos miles de esclavos procedentes de los Balcanes, las costas del Mar Negro, Etiopia, y zonas del Cáucaso, habían aceptado la oportunidad de quedarse en Egipto, ahora como hombres libres. Muy diferente había sido el caso de los esclavos animistas, capturados generalmente en la zona centroafricana y llevados hasta Egipto por las caravanas de beduinos. Estos no tenían un hogar al que regresar, y fueron liberados en masa tras una conversión religiosa. Ahora la mayoría de ellos se había afincado en los alrededores de El Cairo, donde contaban con la protección de las tropas allí estacionadas.
También era importante la comunidad de católicos, por supuesto casi todos soldados o comerciantes. En esos momentos había cerca de cuarenta mil soldados imperiales en Egipto, y muchos de ellos eran soldados veteranos que comprendían que la ocupación llevaría años, y por ello estaban aprovechando la oportunidad para desposarse con bellas mujeres egipcias, previamente bautizadas. Eso había creado una comunidad de varios cientos de matrimonios cristianos, y en el futuro, un buen número de niños católicos.
—Debéis regresar con presteza a España, Don Pedro. —explicaba Antonio Dávila y Zuñiga, el nuevo Virrey de Egipto. — Richelieu finalmente ha dado el paso y aprovechando la ausencia del rey, ha entrado en guerra abierta con España. Un ejército francés se prepara para entrar en España si no lo ha hecho ya.
—Partiré con la marea, excelencia. —respondió Pedro mientras se ciscaba en el cardenal.
—Hay algo que deba saber. —preguntó el virrey.
—Mis capitanes os explicaran todo cuanto preciséis. De momento basta saber que hemos capturado todos los caballos de raza árabe para privar de ellos a los mamelucos, y que trabajamos en tender trampas a estos para combatir su bandolerismo, que de todas formas afecta principalmente a los campesinos musulmanes pues no cuentan con protección permanente.
En cuanto al resto. Hemos realizado un diezmo entre la población musulmana de varones adultos, y ahora contamos con cerca de cien mil trabajadores. De estos, cerca de un tercio están trabajando en las canteras de piedra del sur o llevando las rocas a los emplazamientos elegidos para construir los fuertes de defensa que nuestros ingenieros están proyectando en estos momentos. Unos quince a veinte mil están trabajando en el centenar de torres de telégrafo fortificadas que estamos construyendo, y los cincuenta mil restantes están trabajando en medidas de saneamiento de las zonas en las que residirán nuestras fuerzas; alcantarillas, depuración de aguas fecales, control de plagas como insectos y ratas, por supuesto un sistema de suministro y de depuración de aguas de consumo…en fin, las medidas habituales.
—¿Cómo se realiza el sorteo de trabajadores? —quiso saber el virrey.
—Para acelerar los censos que hicimos, estos se realizaron de forma local en cada pueblo, villa, aldea o barrio de ciudad, anotando todos los datos en los libros censales que trajimos. Luego los censores dividieron cada censo de cada uno de esos lugares en diez porciones iguales, y simplemente empezamos por la primera.
—Supongo que si alguno de esos hombres decide cambiar de localidad deberá informar al censor correspondiente.
—Así es, tanto al de su pueblo de origen como al del pueblo en el que desee establecerse. —respondió Pedro.
—Aun así y siempre y cuando no realicen un traslado masivo será asumible y no deberé tomar medidas en el asunto. —murmuro para sí mismo el virrey. —Bien, quiero empezar a construir los fuertes de defensa de inmediato. Especialmente los tres del Sinaí para defendernos de un contraataque otomano, si es que llega...
Pedro acababa de recibir al nuevo Virrey explicándole detalladamente la situación. En las regiones bajo control español residían cerca de dos millones de personas de las que un 75% eran musulmanas y por ende no eran de fiar pues acababan de ser conquistados. Aunque de ese 75%, realmente un 74% eran egipcios y tenían poco que ver con la anterior administración otomano-mameluca, por lo que si eran tratados con acierto no darían más problemas que el resto.
El verdadero problema eran los mamelucos y sus a veces enemigos y otras veces aliados, beduinos. Estos eran caballería rápida, y estaban suponiendo un problema ya que lanzaban ocasionales ataques sobre las zonas conquistadas, y desaparecían tan rápido como habían llegado en el desierto. Por fortuna eran partidas de poca entidad, unas docenas de hombres a lo sumo, y por lo tanto no suponían ningún problema irresoluble. Además, de momento habían tenido algún éxito al combatirlos, pues la movilidad de la infantería española, capaz de marchar hasta cincuenta kilómetros al día, y su capacidad de colaboración con la caballería, los había sorprendido. De todas formas era previsible que en unas semanas, cuando las torres de vigía y telégrafo estuviesen acabadas, la ventaja de la movilidad de los beduinos se esfumase.
La segunda comunidad en importancia eran las comunidades cristianas, fuese cual fuese su confesión religiosa. Para bien o para mal, en esos momentos España no podía permitirse diferenciar entre las confesiones, así que las trataban como un todo, si bien tenía reuniones periódicas con los patriarcas de Alejandría.
La tercera comunidad era la formada por los esclavos liberados. Los esclavos cristianos, la mayoría de ellos procedentes de capturas realizadas en campañas de corso que incluían asaltos a las costas europeas, habían elegido casi sin excepciones regresar a sus hogares, aunque muchos de ellos prefirieron afincarse en España. Tan solo unos pocos miles de esclavos procedentes de los Balcanes, las costas del Mar Negro, Etiopia, y zonas del Cáucaso, habían aceptado la oportunidad de quedarse en Egipto, ahora como hombres libres. Muy diferente había sido el caso de los esclavos animistas, capturados generalmente en la zona centroafricana y llevados hasta Egipto por las caravanas de beduinos. Estos no tenían un hogar al que regresar, y fueron liberados en masa tras una conversión religiosa. Ahora la mayoría de ellos se había afincado en los alrededores de El Cairo, donde contaban con la protección de las tropas allí estacionadas.
También era importante la comunidad de católicos, por supuesto casi todos soldados o comerciantes. En esos momentos había cerca de cuarenta mil soldados imperiales en Egipto, y muchos de ellos eran soldados veteranos que comprendían que la ocupación llevaría años, y por ello estaban aprovechando la oportunidad para desposarse con bellas mujeres egipcias, previamente bautizadas. Eso había creado una comunidad de varios cientos de matrimonios cristianos, y en el futuro, un buen número de niños católicos.
—Debéis regresar con presteza a España, Don Pedro. —explicaba Antonio Dávila y Zuñiga, el nuevo Virrey de Egipto. — Richelieu finalmente ha dado el paso y aprovechando la ausencia del rey, ha entrado en guerra abierta con España. Un ejército francés se prepara para entrar en España si no lo ha hecho ya.
—Partiré con la marea, excelencia. —respondió Pedro mientras se ciscaba en el cardenal.
—Hay algo que deba saber. —preguntó el virrey.
—Mis capitanes os explicaran todo cuanto preciséis. De momento basta saber que hemos capturado todos los caballos de raza árabe para privar de ellos a los mamelucos, y que trabajamos en tender trampas a estos para combatir su bandolerismo, que de todas formas afecta principalmente a los campesinos musulmanes pues no cuentan con protección permanente.
En cuanto al resto. Hemos realizado un diezmo entre la población musulmana de varones adultos, y ahora contamos con cerca de cien mil trabajadores. De estos, cerca de un tercio están trabajando en las canteras de piedra del sur o llevando las rocas a los emplazamientos elegidos para construir los fuertes de defensa que nuestros ingenieros están proyectando en estos momentos. Unos quince a veinte mil están trabajando en el centenar de torres de telégrafo fortificadas que estamos construyendo, y los cincuenta mil restantes están trabajando en medidas de saneamiento de las zonas en las que residirán nuestras fuerzas; alcantarillas, depuración de aguas fecales, control de plagas como insectos y ratas, por supuesto un sistema de suministro y de depuración de aguas de consumo…en fin, las medidas habituales.
—¿Cómo se realiza el sorteo de trabajadores? —quiso saber el virrey.
—Para acelerar los censos que hicimos, estos se realizaron de forma local en cada pueblo, villa, aldea o barrio de ciudad, anotando todos los datos en los libros censales que trajimos. Luego los censores dividieron cada censo de cada uno de esos lugares en diez porciones iguales, y simplemente empezamos por la primera.
—Supongo que si alguno de esos hombres decide cambiar de localidad deberá informar al censor correspondiente.
—Así es, tanto al de su pueblo de origen como al del pueblo en el que desee establecerse. —respondió Pedro.
—Aun así y siempre y cuando no realicen un traslado masivo será asumible y no deberé tomar medidas en el asunto. —murmuro para sí mismo el virrey. —Bien, quiero empezar a construir los fuertes de defensa de inmediato. Especialmente los tres del Sinaí para defendernos de un contraataque otomano, si es que llega...
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
-
- General
- Mensajes: 23397
- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Un soldado de cuatro siglos
Nápoles septiembre de 1638
Aunque Felipe IV había realizado una rápida visita a Roma para dar cuenta de la conquista de Egipto al Santo Padre, la mayor parte de los dos meses anteriores los había empleado en visitar el Reino de Nápoles y recibir a los nobles de la región, que estaba prosperando de nuevo tras la retirada de la amenaza berberisca. Precisamente a causa de esta estancia, había sido en Napoles en el lugar en el que se había enterado de la declaración de guerra francesa, que una vez más aprovechaban lo que creían serían problemas españoles, para tratar de sacar tajada del asunto.
Por desgracia no les faltaba razón. Aunque la conquista de Egipto había sido fulgurante, solo tres meses de campaña, principalmente por las arcaicas armas; arcos, flechas, y lanzas, que utilizaban los beduinos y mamelucos que formaban el grueso de la caballería enemiga. Y mejor no hablar de las tropas irregulares de a pie, que tan solo llevaban chuzos y armas contundentes.
Como fuere aunque la conquista había finalizado, ahora se veía obligado a mantener a aquel ejército en Egipto para consolidar la ocupación. Aquellos treinta mil soldados de infantería y cinco mil de caballería atrapados lejos de donde se estaba librando la guerra en esos momentos se habían convertido un verdadero problema. Tal vez debería haber hecho cargo a algunos de sus consejeros como el inspector general del ejército, Diego de Entrerríos, o el propio Pedro, quien pese a ser el promotor de la conquista de los santos lugares, había estado de acuerdo en que la situación con Francia era preocupante y tal vez sería mejor posponer la conquista del país del Nilo.
Bien, ahora debía enfrentar la realidad. El grueso del nuevo ejército peninsular o primer ejército, estaba atrapado en Egipto y allí seguiría en un futuro cercano. "Ejército peninsular", tal vez deberían cambiarle el nombre, toda vez que Italia también era una península y ahora estaban organizando un segundo ejército similar al anterior, a repartirse entre los territorios hispanos de Milán, Nápoles, y Sicilia.
Por desgracia este segundo ejército aún estaba a medio reunir, aunque gracias a las recientes victorias y las grandes ganancias por saqueos que las tropas estaban logrando, los voluntarios no faltaban, pero viajar hasta los lugares de reclutamiento requería tiempo. Para empeorar las cosas, fabricar las armas para esas nuevas tropas también llevaba tiempo, mucho tiempo, pues incluso con las modernas maquinas diseñadas por los ingenieros, tan solo se estaban fabricando de diez a doce mil mosquetes al año, y eso que España era la nación más industrializada de Europa. Por ello difícilmente pudiesen tener ese ejército armado e instruido en las nuevas tácticas antes de finales del año siguiente. Por lo tanto, en un futuro cercano este segundo ejército se bastaría para proteger los dominios en Italia, pero no podría pasar a la ofensiva en dos o tres años.
Quedaba el asunto del ejército de Flandes, el mayor de cuantos tenían en esos momentos, con cerca de sesenta mil hombres. hacia decadas que el ejército de Flandes no tenía tantas tropas, pero la normalización del sistema de pagas y las noticias de las sucesivas victorias de las armas españolas, habían funcionado como un imán para atraer a miles de hombres para servir bajo sus banderas.
—Mucho me temo que el tiempo juega en nuestra contra, Don Gonzalo. —dijo el monarca al capitán general Gonzalo Fernández de Córdoba y Cardona, que ahora mandaba y organizaba ese segundo ejército situado en Italia. —Para cuando el ejército que estáis organizando esté listo, la tregua con las Provincias Unidas habrá finalizado, lo que significa que la guerra puede empezar antes de que podamos reformar el ejército de Flandes.
—Estoy de acuerdo con vos, majestad. —respondió el general. —Hubiésemos precisado de una tregua de quince años para rearmarnos completamente, pero eso estaba fuera del alcance de nuestros diplomáticos.
—Lo sé, Don Gonzalo, pero es un problema. Nuestros tercios en Flandes siguen siendo un arma de primera, sobre todo ahora que gracias a la tregua estamos cumpliendo con las pagas a tiempo y sin problemas, pudiendo mantener las unidades a pleno rendimiento. Mi hermano Fernando me dice que nunca había tenido tantas tropas en tan buen estado como ahora, y que irlandeses, italianos, valones y alemanes acuden en gran número a alistarse…
—Las victorias aclaran mucho las mentes de los hombres, majestad.
Aunque Felipe IV había realizado una rápida visita a Roma para dar cuenta de la conquista de Egipto al Santo Padre, la mayor parte de los dos meses anteriores los había empleado en visitar el Reino de Nápoles y recibir a los nobles de la región, que estaba prosperando de nuevo tras la retirada de la amenaza berberisca. Precisamente a causa de esta estancia, había sido en Napoles en el lugar en el que se había enterado de la declaración de guerra francesa, que una vez más aprovechaban lo que creían serían problemas españoles, para tratar de sacar tajada del asunto.
Por desgracia no les faltaba razón. Aunque la conquista de Egipto había sido fulgurante, solo tres meses de campaña, principalmente por las arcaicas armas; arcos, flechas, y lanzas, que utilizaban los beduinos y mamelucos que formaban el grueso de la caballería enemiga. Y mejor no hablar de las tropas irregulares de a pie, que tan solo llevaban chuzos y armas contundentes.
Como fuere aunque la conquista había finalizado, ahora se veía obligado a mantener a aquel ejército en Egipto para consolidar la ocupación. Aquellos treinta mil soldados de infantería y cinco mil de caballería atrapados lejos de donde se estaba librando la guerra en esos momentos se habían convertido un verdadero problema. Tal vez debería haber hecho cargo a algunos de sus consejeros como el inspector general del ejército, Diego de Entrerríos, o el propio Pedro, quien pese a ser el promotor de la conquista de los santos lugares, había estado de acuerdo en que la situación con Francia era preocupante y tal vez sería mejor posponer la conquista del país del Nilo.
Bien, ahora debía enfrentar la realidad. El grueso del nuevo ejército peninsular o primer ejército, estaba atrapado en Egipto y allí seguiría en un futuro cercano. "Ejército peninsular", tal vez deberían cambiarle el nombre, toda vez que Italia también era una península y ahora estaban organizando un segundo ejército similar al anterior, a repartirse entre los territorios hispanos de Milán, Nápoles, y Sicilia.
Por desgracia este segundo ejército aún estaba a medio reunir, aunque gracias a las recientes victorias y las grandes ganancias por saqueos que las tropas estaban logrando, los voluntarios no faltaban, pero viajar hasta los lugares de reclutamiento requería tiempo. Para empeorar las cosas, fabricar las armas para esas nuevas tropas también llevaba tiempo, mucho tiempo, pues incluso con las modernas maquinas diseñadas por los ingenieros, tan solo se estaban fabricando de diez a doce mil mosquetes al año, y eso que España era la nación más industrializada de Europa. Por ello difícilmente pudiesen tener ese ejército armado e instruido en las nuevas tácticas antes de finales del año siguiente. Por lo tanto, en un futuro cercano este segundo ejército se bastaría para proteger los dominios en Italia, pero no podría pasar a la ofensiva en dos o tres años.
Quedaba el asunto del ejército de Flandes, el mayor de cuantos tenían en esos momentos, con cerca de sesenta mil hombres. hacia decadas que el ejército de Flandes no tenía tantas tropas, pero la normalización del sistema de pagas y las noticias de las sucesivas victorias de las armas españolas, habían funcionado como un imán para atraer a miles de hombres para servir bajo sus banderas.
—Mucho me temo que el tiempo juega en nuestra contra, Don Gonzalo. —dijo el monarca al capitán general Gonzalo Fernández de Córdoba y Cardona, que ahora mandaba y organizaba ese segundo ejército situado en Italia. —Para cuando el ejército que estáis organizando esté listo, la tregua con las Provincias Unidas habrá finalizado, lo que significa que la guerra puede empezar antes de que podamos reformar el ejército de Flandes.
—Estoy de acuerdo con vos, majestad. —respondió el general. —Hubiésemos precisado de una tregua de quince años para rearmarnos completamente, pero eso estaba fuera del alcance de nuestros diplomáticos.
—Lo sé, Don Gonzalo, pero es un problema. Nuestros tercios en Flandes siguen siendo un arma de primera, sobre todo ahora que gracias a la tregua estamos cumpliendo con las pagas a tiempo y sin problemas, pudiendo mantener las unidades a pleno rendimiento. Mi hermano Fernando me dice que nunca había tenido tantas tropas en tan buen estado como ahora, y que irlandeses, italianos, valones y alemanes acuden en gran número a alistarse…
—Las victorias aclaran mucho las mentes de los hombres, majestad.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: Pinterest [Bot] y 3 invitados