Seguramente nos acordaremos del señor Javier Fernández - presidente de Asturias – que durante un tiempo ejerció como presidente de la Comisión Gestora del PSOE hasta que se eligió al actual secretario general del partido. Ignoro qué tanto por ciento de políticos han sido calificados con “buena nota” en un tema que lleva por título : “¿Son los políticos españoles los peores enemigos de España? Creo que muy pocos y cuando hay una gran “sequía” de los políticos que necesita España me es grato decir que, desde que le “conocí” con motivo de la Comisión, me pareció un político del nivel deseado por España.
En la XXXVIII Amuravela de Oro, el señor Fernández, recibió un galardón que distingue a quienes destaquen por su labor en beneficio de Asturias y de la villa de Cudillero. En ese acto pronunció un magnifico discurso que invito a leer completo - ver enlace del final - porque no seré capaz de hacer un resumen correcto. Con esa duda, de su discurso me gustaría resaltar: Que se define como moderado pese a ser consciente de que esa actitud "carece de atractivo en la política porque no da titulares" y, entre otras cosas, añade:
- . Creo que la literatura es muy importante para los políticos: porque debemos, deberíamos, ser capaces de hablar un lenguaje que la gente pueda entender. Para que, a partir de ese entendimiento, la gente decida y entonces apruebe o repruebe, acepte o rechace, elija o reelija. De ahí que cuando el lenguaje político se desviste de matices para reducirse a clichés, estereotipos y consignas la esencia misma de la política se desvanece. No sé si como quería Celaya la poesía fue alguna vez un arma cargada de futuro; desde luego la palabra es el arma más poderosa de la política, el arma de convicción masiva.
- . En los últimos años, con la impagable ayuda de la red, las mentiras más pesadas se balancean con plena seguridad, como los elefantes en la tela de araña de la canción infantil. Digo que no me refiero tanto a la certeza como a que si el lenguaje no cuenta con la suficiente contaminación literaria las opiniones sobre el bien y el mal, lo legal y lo ilegal, lo público y lo privado, lo propio y lo ajeno, quedan en escuálidas dicotomías sin matices, repetidas por políticos formados en la escuela de muñecos ventrílocuos que evitan con eslóganes y sambenitos las facetas inconvenientes de la realidad.
- . En nuestro país, el debate está monopolizado por el eje izquierda-derecha tanto en lo económico, lo social, lo cultural y lo moral como en lo territorial. Y tal es el dominio de ese monopolio que quienes han querido introducir planteamientos más transversales –por ejemplo, en términos de vieja y nueva política, arriba y abajo, o ciudadanía y élites- han abandonado esa pretensión para ubicarse definitivamente en la izquierda de la izquierda. Después de tanto amago, la posición en el eje izquierda-derecha sigue siendo el gps más socorrido para la localización política.
- . No puede ser moderado ni el político de las reivindicaciones absolutas, ni el que piense que su interés se formula contra otros, ni el de la insobornable intransigencia moral… . La firmeza y la moderación no son enemigas; tampoco la discrepancia y la moderación son incompatibles. La moderación sí se lleva mal con las categorías absolutas, con el fanatismo, el sectarismo, la confianza en la posesión de la única verdad.
- . Ser moderado …consiste, también, en desterrar del lenguaje político el tono camorrista, el matonismo amedrentador, en renunciar a la descalificación ética del adversario al que se describe a la manera hindú como un "intocable". En un país en el que, como decía antes, el eje izquierda derecha lo succiona todo, la política se convierte así en un limbo en el que se juega con las necesidades, las emociones, las aspiraciones, las frustraciones de la gente y las reputaciones de los políticos.
- .La política se transforma también en un lugar donde impera la sentencia disyuntiva: "me gusta", "no me gusta" que suprime de un golpe toda posibilidad de discusión, todo atisbo de duda. Y dudar es muy importante. Créanme, yo siempre tengo dudas. Se que los doctrinarios tienen el privilegio de no verse afectados por las perplejidades y la inseguridad que asaltan al resto de los mortales, pero para conciliar posiciones, para pactar, para negociar, hay que tener muchas dudas y, eso sí, unas pocas certezas. Al fin y al cabo, la duda es una actitud plenamente humana
-. En la política española ocurre al revés. Los populistas no dudan. Eso sí, cambian, mutan, fluyen. Se contradicen a diario sin que nadie les pida cuentas de su autorectificación continua, porque la solidez nunca les ha importado. Los nacionalistas tampoco dudan. Ahí siguen con sus naciones, sus soberanías, sus referendos y demás entelequias metafísicas, ese lenguaje mítico con el que preparan las tisanas que nos marean con sus vapores. Andan también en búsqueda de una emoción, la expectativa colectiva ante una supuesta parusía que inaugurará un mundo nuevo. Me dicen siempre que al independentismo no se le puede replicar sólo con la ley, con la espesa prosa de los juristas, porque es un sentimiento, el sentir propio de quienes se consideran nación. Yo respondo que ya lo sé, que tengo muy claro que hay un fortísimo componente emocional, y que precisamente mi preocupación es que no se conteste al sentimiento con el sentimiento, porque los choques emocionales tienen muy mal remedio. No sé cuál será el punto exacto de la solución, pero estoy convencido de que la solución al desafío catalán sólo se alcanzará mediante la razón, la política y la duda. Y si de algo carecen los independentistas es de dudas. Créanme de nuevo: tratar con gente que siempre va cargada de certeza resulta muy problemático.
-. A estas alturas creo que puedo proclamar que
creo en la duda y en la palabra, las reivindico como requisitos esenciales para el diálogo y la acción política. Las reclamo ante la tensión independentista, ante la falta de consensos básicos como el que es necesario para ordenar la educación, ante la reforma de la Constitución, ante todos los grandes problemas que no pueden despacharse con el encastillamiento de quien se supone dueño de la única razón.
http://www.lne.es/asturias/2017/07/09/d ... 32910.html
Saludos