Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
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tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

Tras varios días de navegación llegaron a Cartagena de Indias. Diego según el prácito subió al barco preguntó por novedades relativas a los franceses.
-Vinieron pero se fueron enseguida, hacia el oeste. Han llegado varias noticias de pueblos costeros arrasados. Parece que esos malnacidos no quieren atacar nada mas fuerte que una aldea de pescadores.
-Dudo mucho que hayan recorrido el mar para que su único botín sea un montón de peces.
-Esos herejes son unos cobardes-dijo ufano el práctico.-En cuanto vieron al Tercio en nuestras murallas y las valerosas milicias que el gobernador había mandado llamar a las armas salieron como alma que lleva el diablo.
-¿Que poblaciones hay hacia el oeste?. Ante la mirada añadió.-Llevo poco tiempo en las Indias.
-No hay ninguna de importancia. La mas importante es Portobelo, pero se encuentra en la Real Audiencia de Panamá. Es bonita esa ciudad, en breve celebran la feria.
-¿Feria? preguntó distraidamente Diego.
-Sí, se concentran las mercancias que partirán hacia Europa en los galeones de Indias.
Diego se sobresaltó.
-¿Quiere decir que hay una concentración de tesoros en Portobelo y los franceses van para allá?
-Lo dudo, está lejos, y seguro que nuestros soldados los rechazarían.
-¿Qué soldados?
-Bueno, las Reales y honradas milicias.
Diego comenzó a impartir órdenes.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Seguimos con las memorias


…A primeros de 1640 empezamos a recibir alarmantes informaciones procedentes del Imperio Otomano por medio de los venecianos, que como ahora controlábamos la ruta de las especias, empezaron a cambiar su actitud con respecto a nosotros. Según parecía el Sultán por fin estaba preparado para pasar a la acción. Murat había demostrado ser un hombre de gran valía militar como había demostrado al reconquistar Bagdad, y ahora íbamos a enfrentarnos a él.

Mis temores en este caso eran que la próxima ofensiva habría de coincidir con el fin de la tregua en Holanda, y posiblemente con nuevas ofensivas suecas y francesas, pues eso se rumoreaba en España. Una difícil situación a la que debíamos enfrentarnos en breve y que bien podría superar la capacidad de respuesta española, ya al límite en cuanto a reclutamiento.

De momento sabíamos que los turcos habían reunido grandes cantidades de suministros en Acre, Ascalón, Jerusalen, y Aqaba, y que una impresionante flota con al menos treinta y cinco galeones, y ciento cincuenta galeras se estaba reuniendo en Constantinopla. Cuando los otomanos atacasen, es flota caería sobre nuestro flanco mientras un ejército de doscientos cincuenta mil hombres atacaba por el Sinaí. Debíamos afrontar las dificultades y hallar la forma de salir victoriosos, pero para ello dependeríamos en gran medida del regreso de la flota.

Si el almirante Oquendo regresaba a tiempo de España con el grueso de la flota, compuesto por unos cuarenta navíos de línea y otras tantas fragatas y jabeques, podríamos tener una posibilidad.

Si no lo hacía…bueno, si no lo hacía dependeríamos de nuestras propias capacidades, así que de momento imprimimos más brío en las construcciones de nuestras defensas. No tardaríamos mucho en probarlas, a primeros de marzo supimos que los otomanos habían empezado a reunir su ejército, un ejército cuyo número era capaz de cortarnos la respiración…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

En marzo empezaron a llegar rumores de la inminente ofensiva enemiga. Los turcos se estaban reuniendo en gran número en la zona de Palestina, donde habían construido importantes almacenes de suministros. La batalla era inminente y estábamos en problemas. Habíamos construido una larga muralla de tierra de veinticinco leguas de largo entre el mar Rojo y el Mediterráneo, aun así no teníamos bastantes tropas para guarnecerla. Tan solo pudimos concentrar trescientos hombres por cada una de las leguas de la muralla, dejando otros veinticinco mil hombres como reserva. Sin embargo necesitábamos acertar el lugar por el que atacarían o seriamos destruidos sin remisión.

Mientras tanto supimos que el sultán Murat había muerto, una muerte extraña, tal vez consumido por el alcohol. Aún no sabíamos si eso nos reportaría una ventaja o por el contrario nos supondría un inconveniente, de lo que si estábamos seguros, era de que el ejército enemigo estaba avanzando hacia el Sinaí y posiblemente en un mes lo tuviésemos frente a nosotros.

Para ese entonces nuestras defensas estaban muy avanzadas, pero necesitábamos saber dónde concentrar nuestras fuerzas, y teníamos grandes problemas en ese aspecto. En su retirada durante la conquista de Egipto, los mamelucos se habían apoderado de todos los pasos de montaña y pozos del Sinaí, desde los que ahora impedían a nuestra caballería reconocer la zona del Sinaí. Eso nos colocaba en una difícil dicotomía, si realizábamos un ataque en fuerza sobre aquellos pasos sufriríamos unas bajas irreemplazables, por el contrario si lo dejábamos estar nuestras fuerzas estarían seguras, pero a cambio permaneceríamos totalmente a oscuras de las intenciones del enemigo.

A mediados de marzo acabe por impartir órdenes para que el ejército se concentrase a levante de Faqus, una localidad cercana al muro, desde la que podríamos avanzar sobre cualquier lugar. Allí levantamos un gran campamento que contaba con todas las comodidades imaginables, en el que alojar a los tercios y regimientos. Entre las muchas obras hídricas que los trabajadores sujetos a castillaje habían realizado se encontraba un azud que derivaba el agua del Nilo a una acequia que llevaba hasta este lugar. Al llegar allí el agua era depurada por un sistema de filtrado y decantación que nos dejaba un agua cristalina que evitaba las enfermedades relacionadas como la disentería.

También instalamos un hospital de campaña, en previsión de la próxima batalla. En él los nuevos cirujanos prepararon las herramientas de su oficio …


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FalcoX
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por FalcoX »

No era ni de lejos tan rico como Pedro, ni tan famoso en hazañas militares como Diego. Sin embargo, Ignacio había conseguido amasar una incipiente fortuna en los años que llevaba como ingeniero. No se había especializado en nada en concreto, y había solicitado muchos privilegios de invención que le habían sido concedidos, y que le reportaban pingües beneficios anuales. Había empezado su carrera en Cantabria, desde donde había tenido noticias puntuales de todo lo que hacían sus dos compañeros del futuro. Cuando supo que Pedro era el hombre más rico y poderoso del Reino de Valencia, y el más rico y posiblemente el más influyente en España en aquellos momentos, no pudo sino sentir una sana envidia por él. Virrey de Valencia, menuda escalada. En su última carta, supo que tenía un hijo y vivía en un palacio mandado edificar por él mismo.

Por su parte, a Ignacio se le conocía como un reputado ingeniero en la costa norte de España, pero poco más. No perseguía la misma fama que Pedro, sólo quería vivir lo mejor posible en aquella España del Siglo de Oro, dedicándose al oficio de su elección. Pero, tras ver los logros de sus compañeros, se dijo a sí mismo que él todavía podía hacer mucho más. Aún era joven. En aquellos momentos se había establecido en Bilbao, donde había comprado una casa en los arrabales de la ciudad. Para lo que era la época, no estaba mal, aunque él se había encargado de añadir todo lo necesario para poder mantener una óptima higiene diaria. ¿Si había pensado en formar una nueva familia? Se le había cruzado por la cabeza, pues ya estaba resignado a no volver a ver nunca más a la que había quedado en el futuro. Si Pedro había decidido pasar página, él también lo haría. Aunque la pregunta más acuciante que se hacía era: ¿qué hacer para ganar renombre?

Podía irse por lo militar. Aunque no quería saber nada de luchar en una guerra, sí que podía explotar su profesión de ingeniero. La industria naval vizcaína era la más desarrollada de España en aquellos tiempos, y por supuesto, la construcción de barcos de todas clases estaba a la orden del día, y ya había finalizado bergantines, indiamanes y navíos de línea de 60 cañones para la Armada. Pero podía colaborar también de otras maneras.

España estaba en esos momentos en guerra con Francia. La situación de la monarquía de los Austrias era mucho mejor de lo que había sido en "su" línea temporal, pero Francia era un rival muy poderoso en tierra. Disponía de grandes ejércitos a los que movilizar y el cardenal Richelieu era un gobernante no menos astuto e intrigante que Olivares. Sabía controlar un país, y lo demostraba. España tenía que mantener a los franceses alejados de la frontera, y éste era el principal temor del rey Felipe y su corte. Si los franceses penetraban en territorio español, sería difícil echarles de allí. La última noticia que había tenido era que Olivares y Medina Sidonia habían enviado un ejército al norte para hacerles frente e intentar adelantarse al ataque francés, pero este ejército estaba armado "a la antigua" con picas y arcabuces, armas que se habían demostrado ineficaces. Sin embargo, Ignacio podía tratar de ayudar. Había un arma que él podría fabricar, con la que se le podía dar la vuelta a cualquier batalla si se empleaba bien. La cuestión era ¿sería el rey Felipe tan flexible a la hora de dar el visto bueno? Los fondos de la Corona eran cuantiosos, pero no ilimitados. Y además, alguien podría pensar que estaba extralimitando sus funciones de director de la Armada.

No obstante, en su mesa habitual de trabajo tenía bosquejos hechos de ciertos vehículos, tanto terrestres como marinos, que estaba dispuesto a presentar ante la corte.


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

El comandante francés estaba preocupado. La toma de Portobelo había sido fácil. Las noticias de la derrota en Puerto habían llenado de alborozo y alegría a toda la costa, y el gobernador no había tardado en mandar a casa a las milicias. Así cuando franceses, holandeses y bucaneros llegaron, fue relativamente fácil ocupar la ciudad por la noche y por sorpresa.
Claro que eso había sido hace tres días. Desde entonces una ola de salvajismo se había apoderado de la ciudad. Asesinatos, violaciones, robos...y eso que él no hacía ascos a un saqueo de vez en cuando, pero incluso para ello había normas.
El acohol, sobre todo el ron, corría por las calles, llenas de soldados y bucaneros que se resarcian de las penalidades del fallido asedio a Puerto Rico.

Hasta los marineros de su flota se habían unido al desenfreno, tan solo un pequeño número, malhumorado y haciendo turnos, prestaba guardia en los barcos que fondeaban en el puerto.

Pocos estaban en las murallas y todos miraban al interior disfrutando del espectaculo.
En Europa ya habría colgado a algunos para que cundiera el ejemplo, pero aquí...


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Finalmente y tras varias disputas serias (muertos incluidos) se logró instaurar algo parecido al orden. El comandante francés logró que varias compañías hicieran guardia en las murallas, aunque al amanecer cambiaban de puesto y los que acababan de pasar la noche saqueando ocupaban su lugar.
En breve partirían pero no pensaba bajar la vigilancia. Había calculado que como mucho unos 1000 españoles podrían atacarles. Con varios centenares en las murallas podrían rechazarles lo suficiente para que los demás se incorporaran a la lucha.

Era ya de noche, y tras haber despertado a varios centinelas apoyados en sus chuzos o mosquetes, estuvo un rato mirando la fría noche. La verdad es que la mayoría de los que estaban de guardia aprovechaban el tiempo en descansar de las borracheras y jugarse a los dados el fruto del botín. Alguno ya era tan pobre como al comenzar la campaña. Se encontraba en la esquina norte, próxima a la puerta, cuando comenzó a ver luces. Decenas, cientos, o lo que le parecían miles de luces se acercaban con rapidez.
Dio la alarma.
-Los españoles, vienen los españoles. A las armas, todo el mundo a la muralla.


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Mensaje por Gaspacher »

BATALLA DE LOS LAGOS AMARGOS

Se denomina batalla de los lagos Amargos a la batalla librada por los ejércitos español y otomano en Egipto y la península del Sinaí durante los días 5 al 9 de marzo de 1640. Fue el último y más poderoso ataque terrestre contra Egipto durante las guerras hispano otomanas (guerra del turco en la literatura clásica española).

Los ejércitos españoles habían conquistado Egipto en 1638, tras una década de ofensiva naval sobre el Imperio Otomano que había logrado revertir la superioridad de su armada, y arrinconarlos en el Mediterráneo oriental. En aquel primer instante el sultán Murat IV no pudo contraatacar pues se hallaba en Iraq, luchando por recobrar los territorios perdidos años atrás ante el Imperio Safávida. Una vez reconquistado Bagdad y asegurada la paz con el Sah Abás I el Grande, Murat IV pudo volver por fin su mirada al problema español. Durante el año siguiente reunió un gran ejército al tiempo que construía una gran flota, por desgracia moriría en febrero de 1640, siendo sustituido por su débil hermano Ibrahim I.
  • Antecedentes
    La conquista española de Egipto
    Reunión de los ejércitos
    La batalla
    Preparativos de los turcos
    Preparativos de los cristianos
    La batalla…


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Mensaje por tercioidiaquez »

El comandante francés pataleaba y gritaba mientras le arrastraban.
-No es justo. No he hecho nada. Son los usos de la guerra.
La multitud le tiraba basura y alguna piedra. Si no le tiraban mas era por miedo a darle a los dos soldados españoles que le sujetaban.

Al subirle al cadalso, una estructura sencilla de madera, con dos fuertes vigas que sostenían en horizontal un tronco de árbol, miró a la multitud que le rodeaba en la plaza principal de Portobelo.

De no ser por el cordón de soldados, la multitud le había despedazado. Lo sabía porque lo habían intentado la noche anterior.

Fue poco después de que ordenara a sus hombres disparar contra la enorme multitud que aferrando antorchas se habían abalanzado hacia la puerta. La sorpresa fue mayúscula cuando en la oscura noche la luna asomó entre las nubes y contempló como sus hombres habían causado una enorme mortandad...en un enorme rebaño de vacas.
Los animles, embolados con las astas en llamas crearon la suficiente diversión para que un pequeño grupo, con la cara manchada de barro y ropas oscuras treparan por la muralla en el lado opuesto de la ciudad con la ayuda de cuerdas y garfios. Pasaron a cuchillo a los centinelas, alguno ni siquiera se desperto y abrieron un portillo, por el que unos 500 soldados armados con dagas y pistolas (las armas largas eran mas ineficaces de noche y en las calles) penetraron como diablos. Detrás una enorme multitud de civiles de Portobelo, menos armados con dagas y mas con palos e incluso piedras, pero menos amables que los primeros.

No fue batalla, sino matanza. Y los franceses, holandeses y bucaneros, alguno cogido con los pantalones bajados o las manos llenas de botín fueron apaleados, acuchillados, apedreados y finalmente muertos.

La mayoría de los marineros, que se solazaban en tierra corrieron la misma suerte aunque varios de los navios lograron escapar en el caos del asalto.

El francés, puesto de rodillas delante del jefe de los españoles, dijo su nombre, como era costumbre, pues así daba a entender, que un buen rescate pagaría su familia por él.
Pero el español ni le miró, y dijo que al amanecer sería colgado del cuello hasta morir, justo después de ver como sus hombres, los que se habían rendido, corrían la misma suerte.

El francés juzgo de bravata la sentencia, y cuando le recordó al español que en Europa ellos también asaltaban ciudades y saqueaban, como dictaban los usos de la guerra, este le miró a la cara y secamente le contestó:-Contádselo a las familias de Portobelo. Así que jódete.
El francés lo entendio casi todo, aunque la última expresión todavía le costaba comprenderla.

Aun pensaba cuando le ponían la soga al cuello que el comandante español en el último momento ordenaría que le libraran. Al cabo era noble, como él, y se encontraba sentado en un taburete a escasos metros de la pila de cadáveres de los soldados que habían sido ahoracados antes, de 10 en 10.

A él como privilegio por su nobleza, le había dicho el barrichel, le colgarían solo.
Comenzó a pensar que a lo mejor le iban a ahorcar de verdad, cuando el verdugo le dio el golpe a la silla en la que estaba de pie y sintió que los pies dejaban de apoyarse.


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Mensaje por Gaspacher »

Preparativos de los cristianos

Conscientes de su inferioridad numérica los ejércitos españoles habían pasado dos años fortificando el istmo occidental del Sinaí. Estas fortificaciones en las que trabajaron decensa de miles de musulmanes sometidos a castillaje, consistieron en una serie de medidas defensivas destinadas a entorpecer los ataques turcos.

Los trabajadores cavaron una larga trinchera entre el Mediterráneo y el Mar Rojo, tan solo interrumpida por los lagos Amargos. Esa muralla piramidal de cuatro metros de base y dos de altura, estaba coronada por una serie de fajinas de papiro rellenas de tierra. La muralla había sido construida con la tierra retirada de dos fosos que había frente a esta. Estos fosos de cuatro metros de ancho y uno de profundidad estaban repletos de afiladas estacas para detener los ataques enemigos. Estas a falta de madera estaban hechas en muchas ocasiones con cañas y materiales de fortuna recogidas en el Nilo.

Frente a aquellos fosos y a lo largo de cincuenta metros, el frente estaba cubierto de cipos, enmarañadas ramas que debían dificultar el ataque enemigo y retrasar su infantería, dando tiempo a los defensores a castigarlos aún más en su avance. Justo tras los cipos se encontraban dos pequeños fosos repletos de lirios, afiladas estacas que debían causar serias bajas y que al mismo tiempo marcaban la distancia de disparo a bocajarro. Incluso tras estos lirios había otros cuarenta metros de tierra repleta de abrojos de metal.

En cuanto a la logística, los españoles habían construido sistema de acequias que repartían agua previamente filtrada a lo largo de toda la muralla. De esa forma los hombres podrían combatir bajo el abrasador calor del desierto…

Una de las grandes preocupaciones españolas era la gran extensión de la muralla que debían defender, lo que les obligaba a localizar el ejército otomano durante su marcha de forma que pudiesen concentrar su ejército en el lugar elegido por los turcos para el ataque. Para solventar las necesidades de reconocimiento, el ejército empleó por primera vez en la historia un sistema de globos cautivos de observación.

A cientos de metros sobre la muralla, los observadores que tripulaban aquellos globos divisaban un área de cientos de kilómetros cuadrados e informaban puntualmente de todos los movimientos turcos por el Sinaí. Para ello escribían mensajes que luego lanzaban a tierra con un ingenioso sistema de argollas lastradas que, utilizando la propia cuerda que mantenía el globo cautivo, caían hasta las manos de los oficiales españoles...


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Mensaje por tercioidiaquez »

Mientras se acercaba al palacio del Gobernador de Cádiz,Diego se enteró de las últimas noticias.

El ejército español había sido derrotado en Fuenterrabía.
El ejército español había vencido y llegado hasta París.
América había sido arrasada por los piratas.
Los piratas habían sido derrotados y colgados en San Juan de Puerto Rico.

Cada noticia que oía era distinta y cada una mas espectacular.

Al menos el gobernador le informó de la verdad.
-Medina Sidonia desplegó delante de los franceses, valiente y gallardo, picas en el centro y caballería en las alas. Había jurado que ningún francés pasaría de Fuenterrabía.
A continuación se puso al mando de la caballería y cargó. Todo fue bien al principio y puso en fuga a la enemiga. Pero la infantería no avanzó. Sidonía debía haberse quedado con ellos.
Los franceses se reagruparon. Tenían reservas y acabaron con el ataque de Sidonia. Puede decirse muchas cosas de él, pero es valiente. Le mataron tres caballos y el último casi le mata a él. Le sacaron de debajo, medio muerto.
-Mas le hubiera valido ser menos valiente y mas prudente.
-Es posible. El caso es que la infantería se negó a abandonar el campo, los rodearon y los destrazaron.
-¿Se salvó algo?
-Poco. Y el camino a Madrid y a la meseta está franco. Apenas hay gente por reclutar y menos dinero. Esa maldita campaña de Egipto está durando demasiado. Iba a enviar a Madrid al Fijo de Gibraltar.
-No. Ese Tercio mejor no tocarlo. De momento necesito reclutar caballería. Traigo conmigo dos Tercios de infantería y uno de dragones. He cubierto las bajas con voluntarios de las Indias.
-Curioso proceder. Sobre todo tras dejar las Indias sin protección.
-Creame, de momento están a salvo.
-Si, corren curiosas historias sobre ahorcamientos, que imagino que serán falsas.
-Creame, son todas ciertas.
-¿Y de donde sacaremos el dinero para tanta recluta?
-Venda esos barcos. Los franceses y holandeses me los donaron para la causa.
-De todas maneras, pocas tropas me parecen para ir a por los franceses.
-He enviado a uno de mis Maestres de Campo a por refuerzos. Llegarán en una semana mas o menos. partieron de San Juan antes que yo. Y cuando estemos todos, nos encargaremos de esos franceses.


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Mensaje por Gaspacher »

Memorias

Era mediodía cuando sonó un disparo a nuestra diestra. Según el sistema de alerta que habíamos decidido, los aerostatos lanzaban sus mensajes a tierra, donde los auxiliares debían comunicar las noticias a las unidades correspondientes. Para ello se utilizaban banderas de señales, pero antes había que avisar a los vigías correspondientes, para ello, un único disparo significaba que un único disparo significaba que pasaban el mensaje a las unidades situadas a su siniestra, mientras que dos disparos significaban que el mensaje era para las unidades situadas a la diestra del aerostato.

Gracias a esta medida supimos que el ejército otomano se acercaba a través del paso de Mitla. De inmediato movilizamos el ejército en aquella dirección, preparándonos para interceptar al enemigo. Todos cuantos avanzábamos aquella mañana sabíamos que se avecinaba una dura batalla donde podríamos en juego algo más que nuestras vidas. El movimiento turco nos causó cierta extrañeza pues creíamos que atacarían por la costa. Afortunadamente habíamos preparado el sistema de alerta, pues de lo contrario nos hubiesen sorprendido en la costa, imposibilitados de impedir la entrada del enemigo en Egipto, lo que posiblemente hubiese acabado con nosotros.

Marchamos durante toda la tarde bajo un sol abrasador, por fortuna teníamos un suministro abundante de agua y pudimos evitar las enfermedades relacionadas con la falta de agua. Al caer la noche nos detuvimos unas horas para descansar conociendo con exactitud la posición del enemigo. Los aerostatos nos habían mantenido informados durante todo el trayecto.

Reanudamos la marcha en la oscuridad, aprovechando el frio de la noche para recorrer las últimas leguas. El amanecer nos sorprendió a menos de una legua del lugar que habíamos calculado sería el del ataque. Sabíamos que el enemigo estaba ya sobre nosotros y no habrían de pasar muchas horas antes de su llegada. Teníamos unas horas para prepararnos y descansar, siempre mientras los aerostatos nos mantenían informados de la situación y el número del enemigo. Decenas de miles de hombres caían sobre nosotros a través del paso de Mitla.

No tardamos mucho en poder verlos por nosotros mismos, nunca habíamos imaginado un ejército de semejante tamaño No pudimos sino preguntarnos sobre la situación de nuestra flota…


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Mensaje por reytuerto »

Nos despedimos con buen ánimo, dejando encargado a los profesores y el capellán el buen funcionamiento de la escuela. Yo debía de atender negocios en Avila, ciudad a la que partí con las primeras luces del día siguiente.

Conocía al Maestro Sebastián desde que llegue al Siglo XVII, era una buena persona, diestra en su oficio, celosa con sus conocimientos, honesta con lo que ofrecía. Habíamos hecho buenas migas desde el principio y pese a cobrar bien por su trabajo, nunca había quedado decepcionado ni por armas, ni por instrumentos. Era el indicado para la sociedad que le propondría.
Llegue a Avila al caer el sol, tome posada y tuve una cena ligera a base de sopa y huevos. A la mañana siguiente fui al taller del espadero.

- Dios con vos, Maestro Sebastián!
- Y con vos, Don Francisco! Debéis contarme las nuevas! He oído que vuestros conocimientos médicos hasta sirven para ahuyentar demonios!
- No, Maestro! No! Dios actúa de formas misteriosas, pero esta vez no conmigo! Y ciertamente no había presencia del Maligno allí! – dije esbozando una sonrisa- en todo caso, Fray Santiago estaba allí para darme una mano.
- Ah, el jesuita chino…
- No, jesuita de Cipango, incluso más lejos!
- Decidme, habéis venido por instrumentos o por otra ropera.
- En realidad venia para conversar con vos, si tenéis tiempo.
- Con VM, el tiempo no me falta jamás.
- Muy agradecido, Maestro. Podréis almorzar conmigo? Me dicen que el Mesón de la Josefa sigue siendo igual de bueno y de discreto.
- Bueno, sí… pero discreto…
- Pasare por vos después de terminada la misa de once.
- Os espero.

Me esperaba con sus galas domingueras a la puerta del taller, y luego de una caminata esquivando boñigos de caballo y evitando meter los pies en todos los meados, llegamos al mesón de Josefa, en la plaza del Mercado Chico. Tomamos una mesa tranquila y apartada, y luego de pedir una botella de Albillo de Cebreos, pan, aceite y jamón, de hablar algunas intrascendencias de la Villa y de la Corte, comenzamos a hablar en serio.

- Maestro Sebastián, cuantas espadas hacéis al día?
- Vos sabéis que hacer una espada como las que hago es cosa delicada. Es menester darle con ahínco al martillo. No hago más de 5 o 6 hojas a la semana.
- Pero si tuvieseis un lingote de unas 20 libras de buen acero…
- Imposible, Don Francisco! Para hace un lingote así, es necesario una colada, y vos también sabéis que ese acero no sirve para espadas, tal vez para una azada o una hachuela, pero no para una espada.
- Pero si tuvieseis es lingote, un lingote así cada día?
- Vive Dios! Haría 8 o 10 espadas al día.
- Y serian más baratas que vuestras hojas.
- Si, porque la hoja no seria forjada, sino colada.
- Acercaos, Maestro. Pronto los enemigos de la Cristiandad caerán sobre el reino como lobos hambrientos: los herejes Inglaterra, Holanda y Alemania, los moros, el gran turco y los malos cristianos de Francia. Vamos a necesitar armas, y deberemos procurar brindarle a los ejércitos del rey, buenas espadas…
- Si, os oigo Don Francisco.
- Os propongo ser socio en una fundición. Vos la llevareis, un amigo de Santander y yo pondremos el dinero, vos no debéis invertir nada. Y yo os daré el secreto del acero de crisol –al ver que el bueno de Sebastián ponía los ojos de plato, continué- Si, es un secreto que no conocen ni siquiera los moros de Damasco. Os interesa?
- Vive Dios! Don Francisco, mataría por saber el secreto.
- Y lo decís bien, Sebastián, porque deberéis matar a todo el que divulgue el secreto. De este y de la otra parte del negocio.
- Otra parte?
- Si, el acero y las espadas es lo más sencillo. Lo delicado, y en donde se necesita toda vuestra experiencia, es en hacer con ese acero algunos instrumentos. Creéis que podéis hacerlo?
- Si, Don Francisco.
- Sabed que si no conserváis la boca cerrada, podréis ser acusado de traición, ahorcado y expuesto en cuartos.
- Mi boca será un sepulcro.
- Una vez formalizada la sociedad, iremos ante un sacerdote a jurar lealtad al rey y silencio ante Dios.
- Sera así, Don Francisco.
- Mañana comenzaremos a trabajar, he visto que vuestro taller tiene espacio suficiente y un patio grande en donde almacenáis leña, podremos disponer allí el hogar para los crisoles?
- Mañana lo tendréis dispuesto.
- Entonces disfrutemos el almuerzo, Maestro! El capón asado con castañas huele muy bien.

El día siguiente fue de trabajo. Con ladrillos refractarios hicimos una horno, no muy grande, suficiente como para contener 5 o 6 crisoles y carbón de leña. Mientras se secaba (y tenía que secarse bien) nos aseguramos que los dos fuelles que me proporciono Sebastián soplasen bien, y lo hacían… pero manejarlos con los brazos (como se hacía casi todo en esa época, parece increíble que no se diesen cuenta que la musculatura de las piernas era mejor para este tipo de esfuerzos prolongados!) era bastante fatigoso y necesitaríamos un flujo constante de aire durante 4 horas por lo menos, así que nos ingeniamos con una polea para hacer que se pudiesen accionar con las piernas, aprovechando el peso de un aprendiz.

Mientras dejábamos que el horno secase por lo menos un día completo, haríamos los crisoles. En 5 crisoles diferentes pusimos diferentes tipos de metal: hierro de herramientas, acero de baja calidad, chatarra de hierro, vidrio verde, blanco y ámbar, arenas de diferente tipo y carbón vegetal molido, carbón de piedra y hasta un hueso de toro carbonizado! Apuntamos todo, luego de marcar los crisoles, los sellamos con arcilla (le explique a Sebastián que era para que no se metiese el carbón del horno). Estábamos listos!

A primera hora, luego de una oración a San Eloy, colocamos los crisoles y cuidadosamente llenamos el horno generosamente con carbón de palo, nada inventado pues solo estábamos imitando a los hornos de acero wootz de la India aunque eso solo lo sabía yo al menos hasta ese momento, dejamos una brasa al fondo y cerramos la cúpula con ladrillos refractarios.

Una hora después, comenzamos a soplar, el carbón ardió y los fuelles echaban aire de manera constante. Diego, el hijo del Maestro era quien se estaba encargándose de eso, cosa que me complació mucho. A las dos horas, debí reemplazarlo por un momento, pues la tarea era pesada, incluso ayudándonos con nuestro peso. Supongo que para Ignacio no sería difícil idear un mecanismo hidráulico, pero eso tendría que ser más adelante, si el éxito nos acompañaba.

Pasado el mediodía, dejamos los fuelles y nos retiramos cubiertos de sudor, a almorzar las viandas que nos trajeron desde la casa de Sebastián. Conversamos y reimos. A las cinco horas, desmontamos el techo del horno, y al vaciar los crisoles encontramos 5 lingotes de 4 libras cada uno.
- Vamos, Maestro! Como ve al metal?
- Tened paciencia, Don Francisco. Diego, venid aquí, vamos a trabajar estos lingotes!
Durante dos horas estuvieron padre e hijo martillando los lingotes, sin mucha fuerza, sin demasiado calor de la forja, ni intentando cambiar la forma substancialmente, solo para permitir un enfriamiento uniforme. Vi que la cara de Sebastián se ensanchaba:
- Que le contenta Maestro?
- La ausencia de chispas, Don Francisco. Este es acero puro, del bueno.
- Entonces Don Javier Sebastián, aquí están sus 5 lingotes. Identifíquelos pues es importante saber a qué crisol corresponde cada uno. Y vaya preparando los moldes. VM será el primer espadero en hacer armas coladas en el reino!
- Don Francisco de Lima, la primera espada que salga de aquí será para VM.

Esa noche, el bueno de Sebastián no debe haber dormido, pues al día siguiente tenia los moldes refractarios no de una espada, sino de 5. Ansioso por realizar la prueba, cogió 5 crisoles nuevos lo suficientemente grandes como para contener a los lingotes, coloco un poco de fundente y los sello. Cargó de carbón el horno de nuevo y una vez encendido su hijo comenzó a enviar aire con los fuelles. Cuatro horas después, con un movimiento experto, Don Javier retiró los refractarios al rojo y decapitó el primer crisol y vertió el acero en el primer molde, y sin titubeos procedió así con los demás.

- Siempre quise hacer una buen arma colada - confeso no sin emoción - pero nunca fue una empresa con ventura. Solo obtuve un acero frágil, bueno solo para el hacha de un leñador.
- Maestro Sebastián, ahora viene la etapa más delicada: El templado.
- No, Don Francisco. Si el acero es bueno, solo será cuestión de tiempo y paciencia hasta que coja la maña, respondió con una sonrisa satisfecha. Y de lo que vi ayer, el acero es bueno, del mejor. Hoy será menester desmoldar, ya mañana Dios mediante haré el temple.

Al día siguiente pudimos examinar las 5 hojas, tal como había anticipado Sebastián, todas tenían buen aspecto, ahora faltaba saber las características de cada una después de templadas. Me permití sugerir que el horno estuviese separado del carbón para evitar la absorción de carbón adicional que pudiese alterar las características, el espadero pese a sorprenderse pues suponía que cualquier carbón adicional era favorable, interpuso una fila de ladrillos refractarios entre la fuente de calor y las hojas.

- Don Francisco, ved! –dijo Javier con mirada atenta en el procedimiento- el metal cambia de color como con cualquier hoja de acero. Alejaos y dejad que Diego me asista. Así él aprende, y VM evita el peligro de quemarse.
Comprendí que ese era el privilegio del aprendiz y respete el secreto corporativo, sabía que Sebastián agradecería el gesto y la confianza. Salí del taller y para no esperar sentado, fue a comprar una botella del dulce vino Cebreos. Cuando regrese, vi al espadero exultante:

- Pocas veces he visto mejor acero, Don Francisco! Y ciertamente nunca uno colado. Todas las espadas las podría vender a ducado y medio por lo menos. Fijaos, hice un diseño para una espada de guerra, la mitad es un bloque sin filo para para los golpes al estilo de Toledo, la otra mitad es de doble filo, buena para tajar, mejor para la estocada. Le servirá tan bien a pie, como a lomos de caballo.
- Decidme, que le dice vuestra experiencia? Que crisol dio el mejor acero?
- El de carbón de piedra finamente molido y vidrio ámbar, y el de carbón de hueso de toro y vidrio verde y arena fina de playa. Esos fueron los mejores.
- Y los otros?
- También son buenos, el de vidrio blanco y arena gruesa es tan bueno como los otros, pero utilizo el mejor metal, restos de acero de mis espadas.
- Os voy a encargar un lingote de 8 libras, hechos con carbón de piedra. Creéis que podrá estar listo para pasado mañana?
- Para vos estará mañana, Don Francisco. Debéis decirme además que guarnición queréis para vuestra espada.
- Una muy sencilla, Don Javier! Ved, quiero que sea como la guarnición de vela de una daga de mano izquierda, pero sin gavilanes. Hacedla calada para que pese menos. Pero os comprare las otras tres espadas, la de hueso de toro, la de vidrio blanco y la de arena gruesa!
- Pero si las hojas son de vos!
- No, Don Javier, ha sido vuestro taller, vuestro trabajo y vuestro arte. Acepto una hoja como mía, pues esa fue vuestra voluntad. Pero hacedme las otras tres espadas, que serán para buenos servidores del rey. Y vos disponed como gustéis de la quinta.
- Será como vos queréis! Sois un hombre justo y por eso Dios os ha favorecido.
- Soy un hombre justo, y Dios me ha favorecido poniendo hombres justos en mi camino, Maestro Sebastián.

Aproveche todo el día siguiente en ir a la venta de Pascual el ventero, y ver a uno de mis primeros pacientes, el padre Venancio. Con quien hablamos acerca de las clases que daba a los muchachos y de los pacientes del Buen Suceso. También charlamos del supuesto exorcismo (se decía que el cirujano y el jesuita “chino” habían peleado con 7 demonios antes de expulsarlos y que ahora el muchacho endemoniado era paje de la corte!). Luego pase a ver a la viuda de Arteaga, enteca, feliz y desmuelada! Y casualidad! Trabajando como capataz estaba, robusto y casado, el jovenzuelo al que le extraje las cordales. Almorcé tardíamente el mejor plato de la venta, una variante mucho más modesta del guiso de ave y castañas de mesón de Josefa. Me despedí de los parroquianos y al caer la tarde estaba de vuelta en el taller de Sebastián.

Efectivamente, tenía un lingote de unos 4 kilos. Conversamos y lo instruí a que hiciese varillas de acero, que eran fundamentales para lo que haríamos después. Le dije que no apurase las espadas, que las recogería cuando formalizásemos la sociedad. Y sobre todo, que guardase silencio, él y su hijo, y que buscase un terreno con una caída de agua, o un buen desnivel, en las cercanías de Ávila.

Regrese a Madrid y en la noche pude darme al fin un largo baño antes de una cena sencilla y ligera. Antes de acostarme, instruí a los Maese Sancho y Juan para que partiesen al alba hacia Santander con una carta destinada a Ignacio y el lingote de acero wootz recién colado: “proteged con vuestra vida este paquete, en el se juega la suerte del reino” sentencie antes de despedirlos con buenas palabras. Fui a la cama, cansado y satisfecho.

Cuando llegue al patio de la casa adyacente al Buen Suceso que nos servía de escuela, encontré un ambiente hosco, los alumnos a un lado, Fray Santiago, Pedro Barea y José de Beira a otro, al medio Juan, los Maeses Fernando, y Antonio. No se respiraba buen aire.

Al entrar Antonio se adelantó con la mano en el pomo de su ropera, con la mirada y una mano en el hombro le hice saber que no era necesaria su presencia, no de esa manera. Interrogué a Santiago sin palabras y él me dijo parcamente: “están descontentos desde que os fuisteis”.

Me adelante y convocándolos es dije:
- Hablad. Por qué vuestras caras largas? Los dos Martines se adelantaron.
- Don Francisco, sois un hombre justo y sabio, versado en muchas cosas…
- Y nos habéis enseñado bien. Nos tratáis como médicos aunque no sepamos latín ni hayamos pisado los claustros de Salamanca o Alcalá.
- Pero sobre todo nos habéis tratado como hombres de honor.
- Muchachos, sois hombres de honor y por eso os trato así.
- Pero si somos hombres de honor, por qué nos haréis hacer el trabajo de los sayones?
- Que decís? Vosotros no sois verdugos.
- Don Francisco, nuestra honra se ve menoscabada si hacemos el trabajo de los verdugos. No vamos a administrar justicia, nos negamos a amputar las manos delos reos.
- Solo eso? Por qué no hablasteis con el capellán o con don Pedro?
- Vos sois nuestro profesor, vos entenderíais nuestra petición.
- Y pedís no amputar las manos de los reos.
- Si, Don Francisco. Seremos cirujanos militares, no ayudantes de Maese Ramplón.
- Tenéis mi palabra que nadie os exigirá hacer una amputación por justicia del rey. Os demorareis más en estar listos, pero todos los casos que examinaran serán enfermos o heridos.
- Heridos hay muchos, Don Francisco. Todas las semanas hay accidentados en los mercados, obras y caminos.
- Ya me ocupare de ello. Conversare con Don Anselmo, en el Buen Suceso heridos de este tipo no han de faltar. Es todo lo que tenéis que decir?
- Si, Don Francisco. Gracias, VM.
- Ea! Regresad pues a vuestros oficios, ya habéis perdido demasiado tiempo en estas chácharas!

Vi como se disolvía la reunión con murmullos de aprobación. Yo quedé sorprendido y satisfecho. Pude haber lastimado el amor propio y el sentido de honor de los estudiantes, un hecho que jamás debí de dejar de percibir, pero me gustaba el espíritu de cuerpo que estaban teniendo. Si ese celo lo trasladaban al campo de batalla, muchas vidas serian salvadas.


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reytuerto
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por reytuerto »

CLAVES CRIPTOGRAFICAS CONSERVADAS EN EL ARCHIVO PARTICULAR DE D. PEDRO LLOPIS DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII.

Fernando Serrano Larráyoz, Profesor Interino de Humanidades Medicas, Facultad de Medicina, Universidad de Alcalá.

Medievalismo, 25, 2015, 389-402 · ISSN: 1131-8155390

Resumen: La reciente organización realizada por el Archivo General de Simancas de los papeles procedentes del archivo particular del Marques del Puerto D. Pedro Llopis (ca. 1608-1689) consejero principal de Felipe IV y artífice de la reestructuración administrativa del reino de Valencia, ha permitido conocer diverso material criptográfico tocante a las actividades vinculadas con su persona entre 1630 y 1559. En el presente trabajo se estudia la “cifra pareada” atribuible al cirujano real Francisco Sánchez de Lima y empleada en la comunicación privada entre Llopis, Sánchez de Lima, Diego de Entrerríos e Ignacio Itamendi, que eran desconocidas hasta el momento, enmarcándolas en su contexto cronológico y relacionando sus principales características con otras claves conocidas en el ámbito hispano del siglo XVII. El desconocimiento de la existencia de este tipo de documentación relativa a las élites levantinas las hace más interesantes, porque permite comprobar que no debieron de ser infrecuentes entre los sectores privilegiados.

La Cifra: Se utilizan diversas frases, frecuentemente las primeras líneas de algún capítulo de alguna novela como El Quijote, otras veces frases alegóricas a algún personaje (“murciélago de Levante” por P. Llopis), refranes (“ a su tiempo maduran las brevas” frecuente en la correspondencia con D. de Entrerrios) o incluso frases sin sentido aparente “(principito heredero corazón colchonero”) como la encontrada en una misiva entre Sánchez de Lima e Itamendi.
Precisamente se utilizara este texto a modo de ejemplo:
La carta fue despachada desde Madrid pocas semanas antes del registro de la Fundición San Eloy en 1636, factoría que como se sabe, tuvo un rol importantísimo en la mecanización y estandarización que caracterizaron la reforma militar del Barón de Cheb. La frase de cifrado fue PRINCIPITO HEREDERO CORAZON COLCHONERO, frase que fue llevada a una matriz de 5x5 eliminándose las repeticiones y llenando los espacios vacíos dejados por el resto del alfabeto (la I y la J son equivalentes):

P R I N C
T O H E D
A Z L B F
G K M Q S
U V W X Y

El texto cifrado es el siguiente.

HV HO FR ER DQ
UP CH HD XR HR
MH QP HO NT NO
DQ CP LP BN ZV
HM ZP BX XT IN
FT VP QT EP BN

Para descifrar hay que tener en cuenta las siguientes reglas:

1. Si el par de letras está en la misma columna, se sube un espacio por cada letra.
2. Si el par de letras está en la misma línea, se va un espacio hacia la izquierda.
3. Si el par de letras están en los vértices de una matriz cualquiera (2x2, 2x3, 3x3, o 3x4, 4x2 o 4x4), se colocan las letras de los ángulos opuestos.

Así el texto descifrado es este:
WO OT ZC ON SE
GU ID OE NV IO
LI NG NT EP RE
SE NC IA EN AV
IL AR EQ UE RI
DA UR GE NT EX

" Wootz conseguido, envió lingote, presencia en Ávila requerida urgenteX ".
La X solamente es para conseguir un numero par con la última letra del texto. Para cifrar, repetir el procedimiento en forma inversa.


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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Memorias

Los otomanos formaron frente a nosotros dispuestos a asaltar la muralla en la que nos defendíamos, sin embargo incluso antes de empezar el combate sonaron dos disparos a nuestra siniestra, el aviso de un mensaje. Pocos minutos después supimos que los otomanos habían enviado otro ejército, tal vez mayor, siguiendo la ruta de la costa. Solo entonces comprendimos que estábamos en serios problemas.

Fijados en el frente sur por el ejército que teníamos frente a nosotros, no tuvimos más remedio que enviar al norte nuestros regimientos de caballería para que tratasen de ganar tiempo. Solo ellos podrían recorrer con rapidez aquella distancia y llegar a tiempo de reforzar nuestras defensas en el norte.

Aquella noche los turcos acamparon a una legua de nuestros muros, levantando sus defensas con las últimas horas de luz. Durante la oscuridad pudimos ver las hogueras con las que el enemigo se calentaba durante la fría noche. Sin duda se trataba de hogueras hechas con bostas de sus monturas, pues dudábamos que hubiesen llevado leña hasta allí. Eso les permitiría cierta comodidad durante la noche, aunque no tanta como la que disfrutaron nuestros hombres, alojados en tiendas de campaña y calentados con braseros de buen carbón o de orujo.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

Agradeciendo a Kaiser su consejo, corrijo y la derrota fue en la segunda batalla de Fuenterrabía.
El ejército francés, tras la rendición de la plaza, se encuentra libre de avanzar.
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Despeñaperros.
Diego habló con su Maestre de Campo, que acababa de llegar con los refuerzos.
-¿Cómo ha ido todo?
-Bien, gracias a los emisarios enviados hace un año, he encontrado bastantes voluntarios. La verdad que podía haberme traido mas, pero no cabían en los barcos.
-Perfecto, con ellos formaremos 3 Tercios. Cuando todo termine creo que habrá que mandar de manera permanente, y discreta, alguién para que de manera constante sirva como oficial de recluta.
-Sin duda son grandes luchadores, les gusta la pelea mas que la bebida, que ya es decir. Por cierto ¿Teneis ya noticias de la Corte?
-Si, la gente se halla aterrorizada. Los rumores son constantes. En cualquier momento esperan ver llegar a los franceses. Debemos apresurarnos. Aprovecharemos las tardes para instruir a los nuevos soldados en el manejo de las armas, y las mañanas para desplazarnos. Usaremos el vieja para practicar despliegues y movimientos.
-¿Habeis pensado que nombre ponerle a los nuevos Tercios?
-Sí, serán los Tercios de Cuellar, Kilkenny y Cork.
-¿De donde habeis sacado el primer nombre? Los otros si los he oido, pero ese...
-Nada, cosas mías. Con esos tres tercios de irlandeses, 3 de españoles y los 2 de dragones, tenemos un buen nucleo.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.

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