Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

La batalla de Maguncia fue una decisiva victoria española en el Palatinado sobre el ejército multinacional comandado por el mariscal de Guébriant, que murió en la batalla. El mariscal francés había fortificado su posición esperando un ataque español, sin embargo el comandante español prefirió presionarle enviando tropas ligeras. Estos infantes combatían en orden abierto, muy separados los unos de los otros, por lo que no resultaban un blanco sencillo ante las armas francesas, pese a las descargas cerradas con las que respondieron al ataque.

Los españoles por su parte utilizaban caros mosquetes rayados, unas armas que generalmente estaban reservadas a la nobleza debido a su elevado precio. Gracias a ello las bajas en el campo francés empezaron a acumularse, obligando a de Guébriant a lanzar una carga de caballería para rechazar a los cazadores. Estos inmediatamente corrieron a refugiarse en los cuadros de infantería que esperaban a cierta distancia, siendo estos cuadros los que rechazaron a la caballería con sus picas y mosquetes, causándoles graves bajas.

Las escaramuzas continuarían durante los dos días siguientes hasta que, escasos de pólvora, los franceses cedieron y huyeron hacia el norte, siendo en esta huida cuando de Guébriant cayó abatido. La victoria había costado a los españoles menos de doscientas bajas, sumando las francesas más de un millar y significo la destrucción del ejército francés, que en los días siguientes se descompuso. Los bernardinos abandonaron el ejército dos días después, siendo seguidos por los güelfos al día siguiente. Eso dejo únicamente a un pequeño contingente de unos cinco mil franceses que pronto empezaron a sufrir una cascada de deserciones al carecer de pagas y no haber un general capaz de cohesionarlos. Muchos de los franceses serían asesinados en las semanas siguientes por los campesinos, que se vengaron así de los destrozos que los ejércitos habían causado a sus campos.

Mientras tanto el ejército español entró en una pequeña comuna cerca de la villa de Oftersheim, en la que dos semanas antes los villanos habían quemado viva a una mujer acusada de brujería. Estas prácticas eran desaprobada por las autoridades españolas, que decidieron dar un escarmiento en dicho lugar. De inmediato capturaron a todos los villanos y los juzgaron, hallándolos culpables de asesinato. Esa misma mañana doscientas personas, todos los habitantes salvo los menores de dieciséis años, fueron condenados a muerte.

continuara...


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Mensaje por Gaspacher »

Pedro entró en la villa pasado mediodía. No había avanzado ni veinte varas por el pueblo cuando varias mujeres que reconocieron en él un caballero principal, se lanzaron sobre su caballo, abrazando sus piernas mientras suplicaban piedad. Las pobres mujeres lloraban y pedían clemencia impidiendo su avance, a tal punto que tuvieron que intervenir varios soldados para apartar a aquellas mujeres. Poco después se reunía con el veedor que había sido encargado de juzgar a aquellas personas.

— Son culpables de asesinato y han sido declarados culpables y condenados a muerte tras escucharlos, mi general. Todos admitieron haber participado en el linchamiento. —explicó su veedor.

—Bien, perfecto, los asesinatos son un crimen, los cometa una persona o todo un pueblo. Esto no es Fuente obejuna y sus motivos no fueron buenos o justos. Serán ejecutados mañana al amanecer. —dijo, siendo seguidas sus palabras por los lloros de los habitantes, que no cesaban de suplicar piedad. Pedro observó al grupo unos minutos antes de gritar — ¡Todos sois culpables de asesinato! ¡Lo que hicisteis, es imperdonable, y aun así, estoy dispuesto a mostrar piedad!

A todos aquellos que se conviertan al catolicismo les serán conmutada la pena de muerte por el exilio, y serán enviados a lejos de aquí, donde se les entregaran tierras y medios para ganarse la vida. ¡Tenéis hasta el amanecer para decidiros! —dijo antes de entrar en la iglesia, donde habían establecido el cuartel general.

—Esos hombres mentirán para salvar la vida, mi general. —dijo Dávila mostrando su disconformidad. —En cuanto estén a salvo volverán a sus prácticas heréticas.

—Es muy posible, Don Antonio. —dijo Pedro con una media sonrisa asomando a sus labios. —Pero será tarea nuestra el evitar que se den las condiciones para ello. Aquellos que acepten serán exiliados en Egipto, donde serán repartidos por todo el reino, de forma que ninguna familia esté a menos de dos jornadas de viaje de la siguiente. Eso impedirá que se mantengan en contacto, y como vivirán rodeados de católicos u ortodoxos, se verán influenciados por estos. Y por si eso no fuera suficiente, los controlaremos discretamente por medio de agentes.

Antes de regresar a Flandes con el ejército, Pedro se encargó de preparar la campaña del año siguiente. Para ello se reunió con el general imperial en la zona, el comandante de caballería von Werth, quien tenía una fama ganada al mando de unidades de caballería, tanto para España como para el Imperio. Von Werth no podía ayudarle pues la guerra de los treinta años requería toda la atención del imperio, y de echo su ejército se estaba preparando para marchar hacia Baviera para reunirse con von Mercy, pero permitió a Pedro reclutar unidades mercenarias en Alemania.

De inmediato Pedro se reunió con varios de los comandantes alemanes para tratar de reclutarlos. Así pudo reclutar a Johann von Sporck, quien se comprometió a reclutar un regimiento de caballería de no menos de ochocientos hombres. Otro comandante imperial, Gilles de Haes, recibió el encargo de reclutar un regimiento de infantería de entre mil doscientos y mil ochocientos hombres. Una fuerza similar a la que debería ser organizada por Melchios von Hatzfeldt.

En total más de cuatro mil quinientos hombres que serían pagados a expensas del propio Pedro, pero "¿Qué diablos?" Pensaba este. "Puestos a jugarse la vida más valía llevar un par de Ases en la manga".

Más provechosa fue su reunión con el depuesto duque Carlos IV de Lorena…


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Mensaje por Gaspacher »

Acuerdos de Maguncia

Se denominan acuerdos de Maguncia a los acuerdos hispano-lorenos de agosto de 1642, por los que el Duque Carlos IV de Lorena se puso oficialmente bajo la protección española mientras continuase la guerra con Francia.
Antecedentes

En el siglo XVII los reyes franceses empezaron a ambicionar el ducado de Lorena. Mientras la autoridad imperial empezaba a decaer a causa de la guerra de los treinta años, el ducado de Lorena fue ocupado por los franceses en 1635. La ocupación duro hasta 1641 cuando tuvieron que abandonarlo en 1641, pero de inmediato el cardenal Richellieu urgió a ocupar de nuevo el ducado de Lorena lográndolo ese mismo año.

El año siguiente llegó a Flandes un nuevo comandante en jefe de las fuerzas españolas, el general Llopis. Llopis se dio cuenta de inmediato, que la posesión francesa de Lorena suponía un serio inconveniente para sus fuerzas, pues las desconectaba de las fuerzas Imperiales que luchaban en Alemania. Dispuesto a remediarlo, invadió Lorena liberándola entre julio y agosto, llegando a incursionar brevemente en Alemania donde derrotó al Armee d´Allemagne francés en Maguncia. Esto elimino una de las amenazas para Lorena, y permitió el regreso del Duque Carlos a sus dominios.

El tratado
Durante las semanas siguientes el duque de Lorena y el general Llopis negociaron largamente sobre el destino del ducado. Aunque vital para las operaciones españolas, los españoles no podían distraer fuerzas en guarnecer una posesión extranjera. Esto chocaba con las necesidades de Carlos IV de Lorena, que precisaba de ayuda para mantener la independencia ante la amenaza francesa. Por esta causa el duque de Lorena accedió a ponerse bajo la protección española durante la duración del conflicto.

A cambio de la protección española el Duque de Lorena se comprometía a mantener en armas una fuerza mínima de un regimiento de Lorena en sus dominios, y a aportar al ejército español, un regimiento de infantería a sus expensas.

Consecuencias
….como que os la voy a spoilear… :cool:


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Mensaje por Gaspacher »

Traza Española

La traza española es un estilo de fortificación desarrollado por España a mediados del siglo XVII, en respuesta a la aparición de nuevas armas de asedio puestas en liza por el propio ejército español.

Precedentes

A mediados del siglo XVII la traza italiana que dominaba los campos de batalla europeos, había provocado una profunda transformación en la estrategia militar, ver Geofrey Parker “The military revolution 1560-1660”. Para enfrentarse a ellas, las Reales maestranzas de artillería españolas diseñaron nuevas armas de sitio durante la década de 1630, los morteros de asedio. Armas de disparo parabólico, capaces de disparar municiones explosivas que podían destruir fácilmente las fortificaciones de estilo italiano, con sus muros descubiertos que eran un objetivo sencillo para la artillería.

Ante esto las potencias de la época buscaron la forma de mejorar sus capacidades defensivas. De esa evolución nacerían dos conceptos diferentes. Por un lado franceses y neerlandeses llevaron el concepto al extremo con ciudades pentagonales plagadas de bastiones, revellines, reductos y fosos, siendo su máximo exponentes los ingenieros militares Vauban en Francia, y Menno van Coehoorn en las Provincias Unidas. Por el contrario España mantendría la simplicidad al máximo, pero volcando en las nuevas construcciones todos los avances en ingeniería desarrollados las últimas décadas en España.

contnuara...


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Mensaje por tercioidiaquez »

Estado Mayor del Real Ejército de Valencia
- Estais equivocados Don Diego. Debemos defender la línea del Ebro.
- No disponemos de suficientes fuerzas-repitió Diego.
- ¡No podemos dejar que entren en Valencia!
-Cataluña ha caído y eso es innegable. Debemos derrotarles en Valencia.
- Pero si entran perderemos toda la cosecha.
- Tampoco ellos la obtendrán. Quemaremos todo el alimento que puedan capturar.
-¿Pero perder todo el esfuerzo de estos años?
-He dicho solo las cosechas. No quiero que arranqueis un solo frutal, ni quemeis una sola granja. Solo lo que puedan comer. llevaros o sacrificar el ganado. Lo que se queme se plantará el año que viene.
- ¿Y donde nos defenderemos?
- Aquí-señaló Diego en el mapa.
- Es un buen sitio, no cabe duda, pero Condé intentará flanquearnos.
- Cierto, por eso habrá que confiar en la "furia francese".
-¿El qué?
- Es un dicho italiano "furia francese e ritirata spagnola". Haremos que ambas cosas sean ciertas.
En ese momento entró en la tienda el capitán de la guardia.
-Mi general, han regresado los cazadores del Maestrazgo.
-Qué pasen.
Entró uno de sus oficiales, con un legajo de papeles que depositó en la mesa.
-Aquí esta lo que nos habíais pedido-su fuerte acento valenciano denotaba su origen.
-Algún problema para conseguirlo.
-No algún francés intentó evitarlo pero le mandamos con el Creador.
-Bien. -Diego miró los papeles.-Pero todo estos papeles están en blanco. Os dije que cogierais todos los papeles que hubiera en la tienda del puesto de mando enemigo. ¿No había mas?.
Si-contestó-pero estaban escritos. No valían para nada...
-¿De donde decís que erais?.
-De Alcalá de Chivert-dijo con la voz henchida de orgullo.
-Bien, indicadnos en el mapa la situación del enemigo.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

y continuó

Construcción
Para contrarrestar el poder de las nuevas armas, los muros defensivos de la traza italiana eran insuficientes pues al caer los proyectiles formando una parábola, podían barrer sin dificultad su parte superior y demoler las murallas. Por lo tanto los muros fueron reforzados por casamatas cubiertas, que protegían la parte superior de los bastiones y revellines, que caracterizaban las fortalezas de traza italiana.

A este nuevo diseño se sumarían la adopción de nuevos métodos de construcción desarrollados en la península española durante las décadas anteriores. Las fortificaciones eran construidas generalmente con piedra y arena que absorbía mejor el impacto de los proyectiles de artillería. A estos gruesos muros se les sumaba posteriormente una capa de hormigón armado de entre una y dos varas de espesor, que les confería una dureza y flexibilidad inimaginable. Para ello se colocaba un armazón de varillas de hierro sobre los muros de piedra, que eran recubiertos por el hormigón romano que los españoles habían recuperado años atrás.

A causa del gran coste que suponía su construcción, estas nuevas fortificaciones tan solo pudieron ser costeadas por la España del siglo XVII, la mayor potencia económica del momento. En todos los casos los emplazamientos de las fortalezas se elegían con sumo cuidado, atendiendo a aspectos estratégicos.

Se empezaba trazando sobre el suelo la forma de la muralla, para a continuación cavar una zanja siguiendo el trazado, aprovechando para iniciar la construcción de las alcantarillas al mismo tiempo. La tierra extraída en la excavación se acumulaba detrás de la zanja para crear una estructura sólida. A continuación se construía una imposta de ladrillo u piedra debido a la capacidad de este material para absorber los golpes del fuego de artillería. Se construían enormes terraplenes en ligera pendiente llamados glacis frente a las zanjas, para que las murallas estuviesen casi totalmente ocultas al fuego directo o por el primer sector de la artillería. El principal beneficio de los glacis era impedir que la artillería enemiga pudiera apuntar al blanco. Cuanto más alto era el grado de elevación del cañón, más bajo era el poder de parada.

Un ejemplo del gran coste que suponía desarrollar estas fortificaciones son los ciento treinta y siete millones de ducados que costaron las ocho fortalezas construidas para la defensa de Flandes, el ducado de Lorena y el Franco Condado en tiempos de Felipe IV. Un coste que parece desmedido y que sin embargo podría haber sido muy superior de no haber utilizado toneladas de materiales de fortalezas desmanteladas aquellos años.

Como parte de su nueva estrategia de apartar la guerra de la población civil, España nunca construyó estas fortalezas para defender ciudades o poblaciones existentes, sino para albergar a sus ejércitos en lugares de interés estratégico. No en la frontera, sino a un mínimo de un día de marcha de esta, aunque generalmente estaban a dos o tres días de marcha. Cada una de estas fortalezas fue creada para albergar una legión. Una unidad al mando de un general de división llamado Maestre General, formada por tres brigadas de infantería al mando de brigadieres o Maestres de batalla.

Tres tercios o regimientos de infantería, junto a un grupo de artillería de ocho libras y un regimiento de dragones de caballería formaban una brigada. Tres brigadas reforzadas por un regimiento de artillería de sitio, uno de campaña pesada con cañones de a doce libras, y un regimiento de coraceros y otro de húsares, formaban una legión. En total cada fortaleza debía albergar alrededor de dieciséis mil doscientos infantes, cuatro mil quinientos jinetes, y mil ochocientos artilleros junto a sus familias, creando verdaderas ciudades militares.

Las ciudades fueron diseñadas con una planta cuadrada que recordaba los campamentos de las legiones romanas, dentro de una fortaleza de planta irregular semejante a la italiana. En el centro de la ciudadela había una plaza central, en la que se encontraban un gran campanario que hacía las veces de atalaya de señales con un telégrafo óptico, anexo al edificio de la administración. Frente a él, al otro lado de una gran explanada de instrucción, la residencia del Maestre General y en su caso del Tte general. Y a partir de ese patio central se iban distribuyendo los edificios de las distintas unidades, con la zona de residencia de oficiales más cerca del centro de la ciudad, y al tiempo que se alejaban las residencias de soldados veteranos a los que se permitía formar familias y vivir con ellas, y en la zona más exterior los barracones de los soldados bisoños, que vivían juntos durante los primeros años, hasta que al ascender o convertirse en veteranos podían casarse y pasar a viviendas individuales.

Las grandes bases se completaban con un gran hospital de campaña, y cada unidad disponía de edificios administrativos, almacenes, cuadras, graneros, y una capilla en la que el pater de la unidad oficiaba los servicios religiosos. Todos y cada uno de los edificios fueron construidos en piedra y sus tejados recubiertos de tierra en la que se formaron verdaderos jardines y huertos, formaba parte de la fortificación general para el caso en el que las fuerzas enemigas lograsen crear una brecha y entrar en la ciudadela.

Efectividad

Ninguna de estas fortalezas logró ser tomada al asalto durante doscientos años, hasta la aparición de la artillería de asedio moderna con sus grandes obuses con proyectiles perforantes, e incluso entonces fueron necesarios cientos de miles de proyectiles y costosísimos y sangrientos asaltos para lograrlo. Por lo tanto puede considerarse que la inversión realizada cumplió con creces su cometido y está en la cumbre de la ingeniería militar.

Charles de Montaigne, en su obra “La segunda revolución militar moderna”, afirma que…

Y hasta aquí puedo leer…


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Mensaje por Gaspacher »

Real fábrica de armas de Orbaiceta

Klaus se despidió de su mujer, alemana como él, para dirigirse a su primer día de trabajo en España. Ambos procedían de Colonia, una ciudad conocida por las manufacturas de armas, de hecho la razón de su viaje a España era precisamente el buscar un mejor lugar en el que labrarse su futuro, y la potencia militar de España parecía el mejor destino posible. Que importaba el tener que enfrentarse a un nuevo idioma en un lugar extraño cuando ese viaje los alejaba de la guerra y de la competencia de su ciudad.

El problema era que en España ya quedaban pocos artesanos trabajando por libre, pues la mayoría habían agrupado para trabajar en las reales fábricas de armas y las maestranzas de artillería. Precisamente él había acabado recalando en una Real Fábrica de Armas, tras demostrar sus habilidades a una comisión de tres maestros artesanos del gremio de armeros, la de Orbaiceta, en Navarra. Una zona húmeda y con una vegetación que le recordaba su Alemania natal.

—Maese Klaus, ¿Verdad? —dijo un maestro artesano vestido con una bata azul y un mandil de cuero, que le recibió hablando en un mediocre alemán. —Seguidme por favor, me llamo Javier, por si lo habéis olvidado. —le dijo guiándole a través de las grandes puertas de hierro que cerraban el alto muro que rodeaba la fábrica. —Como podéis observar toda la fábrica está rodeada por un grueso muro. En aquella zona están las cuadras si venís en caballo, y allí podéis ver las carboneras en las que almacenamos el carbón para nuestros altos hornos y fraguas.

—Creía que aquí fabricábamos mosquetes, no cañones, maese Javier. —dijo Klaus al oír que tenían altos hornos. —¿Para qué se utilizan los altos hornos?

—Luego lo veremos maese Klaus. Fijaos allí. —dijo indicándole las carboneras. —los carros cargados de carbón llegan continuamente, y siempre entran por la puerta de servicio, y para ello los carreteros precisan de una autorización especial, y las cargas de varios documentos que veremos los próximos días. Todos los artesanos hacemos turnos de guardia en las puertas de control según una lista. Cuando aprendáis más tendréis que entrar en el turno.

Klaus asintió con curiosidad, parecía que en aquella fábrica había muchas medidas de seguridad. Pero bueno, mientras le pagasen bien a él no le importaba mucho. Pronto entraron en la fábrica propiamente dicha, un gran edificio de ladrillo y piedra en el que el ruido era ensordecedor.

—Todos los trabajadores que llevan bata azul son maestros armeros, y son los responsables de controlar la calidad del trabajo. Los aprendices y trabajadores contratados visten las batas grises que podéis ver. —le fue indicando mientras caminaban en una especie de visita guiada. El resto de gente que veis, los que no llevan bata, son diversos tipos de trabajadores que no tienen relación con la fabricación de armas, por ejemplo escribientes, muleros y carreteros que nos traen mercancías, o mecánicos que mantienen las máquinas de la fábrica.

—¿Maquinas? —preguntó Klaus con curiosidad.

—Sí, maquinas, luego pasaremos a verlas, pero primero hay que ir a la oficina para que os tomen los datos…
La visita a las oficinas les llevo más de dos horas, en las cuales los escribientes tomaron datos de todo tipo sobre él. Desde sus datos personales a los de su mujer, su hijo, y su dirección. Por fin cuando hubieron acabado pasaron a la fábrica.

—Maese Klaus, antes me preguntasteis por el alto horno. Esta es la razón. —dijo guiándole al alto horno. —fabricamos nuestro propio hierro, que es vertido para formar lingotes como aquí veis. Estos lingotes son a continuación tratados en nuestras prensas de rodillos, estas que veis aquí. —dijo mostrándole una extraña maquina con varios rodillos por los que los lingotes de hierro al rojo, pasaban una y otra vez. Luego se enteraría que aquella maquina era movida con un sistema hidráulico del río que atravesaba la fábrica, pero su primera impresión fue impactante. —También hacemos turnos en esta máquina. Maese Klaus. Cuadrillas de cuatro maestros armeros trabajan cada día aquí, estando encargados de asegurarse que las láminas tienen el grosor y tamaño perfectos para fabricar los mosquetes.

—Y esta de aquí es la zona de fabricación propiamente dicha. —dijo al guiarlo a un lugar en el que decenas trabajadores vestidos de azul trabajaban en otros tantos de bancos de trabajo, curiosamente casi sin usar yunque y martillo, lo que le pareció extraño hasta que Javier le enseño como se trabajaba. —como podéis ver en lugar de doblar la chapa a martillazos para formar el cañón, utilizamos maquinas.

En primer lugar casa artesano calienta la lámina de hierro en esos hornos de allí. Cada artesano es responsable de su lamina…—dijo introduciendo una lámina en la fragua que no tardo en tomar un bonito color amarillo. —Una vez alcanza el tono adecuado, llevamos la lámina a la “prensa”. La colocamos en este soporte, y colocamos el vástago cilíndrico en su posición. —le fue indicando mientras colocaba la lámina al rojo en un soporte de hierro, para a continuación colocar un cilindro, también de hierro, en un soporte central que quedo fijado por dos tornillos. —cuando ya lo tenemos accionamos esta palanca. Como podéis ver eso dobla la lámina alrededor del vástago. Así queda cilíndrico en el centro, y octogonal en la parte exterior.

Klaus observo asombrado como accionando una palanca, incluso probo a hacerlo, doblaba sin esfuerzo la lámina de hierro, sin precisar de cientos de martillazos. Hicieron falta tres pasadas en la máquina que llamaban prensa y otra visita a la fragua para calentarla, para formar el cañón octogonal. Primero tres lados inferiores, a continuación mover la lámina a otra posición y otros dos lados. Otra visita a la fragua permitió mantener el calor en la lámina en su punto óptimo, y tras colocarla de nuevo en el soporte, una última prensa acabó de formar el octógono.

—¿Cómo funciona la prensa? —quiso saber Klaus asombrado.

—La verdad no tengo ni idea. —respondió Javier. —Sé que tiene un depósito relleno de una especie de aceite de roca, y que al accionar la palanca se multiplica la fuerza que podemos ejercer, eso es todo. Las maquinas en si las mantienen los mecánicos, supongo que ellos sabrán. Pero volvamos al cañón. Como podéis ver el octógono está cerrado, pero hay que soldar los bordes. Para hacerlo utilizamos un sistema de librillo con refuerzo de lámina exterior. Es decir, los bordes de la lámina se montan el uno sobre el otro, los calentamos al rojo, y los martilleamos soldando además una lámina adicional sobre ese lado del octógono.
Con eso ya tenemos el cañón. Media hora de tiempo es más que suficiente para crear un cañón perfecto, y solemos hacer dos simultáneamente, de forma que mientras trabajamos con uno hay otro calentándose en el horno. Después de soldar el cañón únicamente falta perforar el oído para el disparo y cerrar el cañón en su recamara.

Klaus asintió asombrado. Aún faltaba la visita al taller en el que fabricaban los mecanismos de disparo y la carpintería en la que hacían los armazones. Se preguntaba que nuevas cosas impresionantes descubriría esa tarde.


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Mensaje por Gaspacher »

Dunkerque

Por alguna razón que solo conocía el Lobo, decenas de carpinteros trabajaban desmantelando madera a madera varios de los buques capturados meses atrás a los holandeses. Los cañones habían sido llevados a tierra a la espera de nuevos destinos, el más probable el defender el propio puerto como baterías de costa. Pero por alguna razón también estaban almacenando la madera de los buques. ¿Qué demonios pretenderían hacer con ellas?

Madrid

El consejo de Estado debatía acaloradamente. La causa, la intención del monarca de declarar la emancipación de los esclavos. Era cierto que el impacto de la medida en la economía española sería bastante menor, pues había censados menos de cincuenta mil esclavos, presos berberiscos aparte. Sin embargo no ocurría lo mismo en las indias, donde la esclavitud era un factor muy importante en la economía.

Claro que donde era verdaderamente importante era en los dominios portugueses, ahora en rebeldía, y era precisamente por eso por lo que el monarca quería decretar el fin de la esclavitud. Porque al hacerlo causaría un grave perjuicio a los portugueses, especialmente a los comerciantes que alentaban la rebelión. Además, era una de las medidas que había solicitado el marqués del Puerto como parte de su campaña global.

¿Debían acceder a la petición?

Sevilla

Mientras miraba el mar, Hipólito pensaba en los veinticuatro años de servicio en los ejércitos del rey que cargaba a sus espaldas. Veinticuatro años nada menos desde que se uniera a los ejércitos, luchando en Italia, Flandes y Berbería. Veinticuatro años de guerras que se tradujeron en una acuciante pobreza y muchas heridas honrosas, las más en campaña, pero un par de ellas en lances de poco lustre, aquí y allá.

Solo unos meses atrás, con tanto tiempo de servicio a sus espaldas, ya daba por amortizada su vida. Solo quedaba servir con honor hasta que una pica holandesa, o tal vez francesa acabase con él, lo que siempre sería preferible a consumirse y volver a su vieja aldea, donde pocos le recordarían ya, pero donde al fin y al cabo volvería derrotado y sin fortuna.

Sin embargo todo cambió dos meses atrás. Atendiendo a su tiempo de servicio se le ofreció trasladarlo a una unidad de nueva creación que había de ser enviada a las Indias. Aun no sabía dónde iría, lo único que sabía de momento, era que le habían concedido abundantes tierras en el lugar al que fuese destinado. Con el título de propiedad en la mano no le fue difícil mejorar su destino. Encontrar varios trabajadores para sus tierras solo fue ligeramente más difícil que encontrar esposa…

Ámsterdam

Los debates sobre la conveniencia de aceptar la tregua española continuaban. Aunque había algunos partidarios de aceptarla, la mayoría creía que esta solo era una mala racha más, y ya se las habían visto peores en décadas anteriores, cuando Alejandro Farnesio estuvo a punto de acabar con la rebelión. En aquel caso la intervención española en Francia permitió a los holandeses recuperarse, esperaban que ahora ocurriese otro tanto…


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Mensaje por tercioidiaquez »

Condé observó los muros de Peñíscola. Sin duda un asedio sería largo y un asalto cruento. Pero como poco debía bloquearla. Sino podrían acosarle si penetraba.

Observó a las columnas que se dirigían hacia el oeste. Debían cruzar Cervera del Maestre y al llegar a San Mateo recorrer el valle hacia el sur. Iría despacio pues no quería dar lugar a una emboscada. Sus exploradores debían asegurarle los flancos.

El se dirigiría con el resto del ejército por el valle paralelo, por Santa Madalena de Pulpis y Alcalá de Chivert. Sabía que había tropas pero por sus noticias no eran mas que unas milicias apresuradamente reunidas y muy inferiores en número. Contaba con que se hicieran fuertes en alguna posición o incluso en algún pueblo. Sabía que ahora los españoles combatían de manera distinta. Pero pensaba que todavía sus regimientos eran lo bastante fuertes para acabar con ellos.
Pero sobre todo se sentía confiado por la coordinación que había logrado con su caballería. Usarlos como la lanza y su infantería como su escudo.
Algo había leido sobre Gustavo Adolfo.


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Mensaje por Gaspacher »

Viena

La situación continuaba estancada en Alemania, y el emperador se había reunido con varios de sus consejeros a causa de la guerra. Sobre la mesa descansaban los planes para modernizar el ejército como España estaba haciendo, una medida que se había mostrado acertada desde la llegada de las unidades de la guardia españolas diez años atrás. Desde entonces aquellas unidades equipadas con mosquetes ligeros habían sido resolutivas en cuantos combates habían librado, rechazando cargas de caballería e infantería y causado más bajas que cualquier otra unidad presente en el campo de batalla, ya fuese aliada o enemiga.

Por supuesto sabían que no sería tan simple como adoptar esos mosquetes ligeros, algo que sus maestros armeros tardarían años en hacer por sí mismos. El Emperador tenía la esperanza de lograr la ayuda de las nuevas fábricas españolas de las que tanto se hablaba. Unas fábricas que una vez se unieron las últimas que habían continuado fabricando mosquetes de horquilla, parecían capaces de fabricar decenas de miles de mosquetes al año. Sería caro, pero debía adoptar ese cambio que ya empezaba a rendir sus frutos en el ejército español.

Las armas serían uno de los ejes sobre los que descansarían aquellos cambios, el otro debía ser el entrenamiento, y el entrenamiento solo podían conseguirlo en España. Por ello había enviado a su hijo a España, a esas alturas ya debía estar en
Madrid, donde se entrevistaría con su primo Felipe IV. Aunque España estaba pasando un mal momento en su propia casa a causa de las rebeliones de Portugal y Cataluña, esperaba que lograse la ayuda de al menos unos cientos de instructores para transformar su ejército.

Estaba tan concentrado que no advirtió que un criado había entrado en la sala hasta que le ofreció un mensaje. Tuvo que leerlo dos veces para asimilarlo. —Señores, el general von Werth se ha reunido con von Mercy y ahora marchan juntos sobre las posiciones de Gustavo Adolfo.

—Gustavo Adolfo debe tener en torno a veinte mil hombres majestad. —dijo uno de sus consejeros— Von Mercy tenía unos veintidós mil, y von Werth tendrá otros dieciocho mil, incluyendo los tercios españoles. …

—Por fin tenemos una oportunidad. —suspiro el emperador— Recemos por nuestra victoria…


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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Cerca de Nancy, cuartel general del ejército español

—Los franceses están a dos jornadas de Verdún. —dijo el capitán de Bruyne.

—¿Conocemos la entidad de sus fuerzas? —preguntó Pedro.

—Aún no mi general. Apenas acabamos de descubrirlos. —respondió el capitán.

—Trate de averiguarlo capitán, pero no se empecine en descubrir su fuerza al precio de perder de vista el conjunto. No podemos permitirnos que una fuerza desconocida nos sorprenda.

—A sus órdenes mi general. —respondió el capitán de caballería antes de abandonar la tienda, dispuesto a cumplir sus órdenes.

—De acuerdo caballeros, ya lo han escuchado. Los franceses acuden a nuestro encuentro. Vamos a movernos a Etain, veremos que hacen entonces. —En solo unas horas el ejército estaba en movimiento…

Baviera

Los ejércitos imperiales de von Mercy y von Werth por fin se habían reunido y ambos generales, conscientes que ahora aventajaban en número al ejército del rey sueco, estaban dispuestos a aprovechar su oportunidad y pasar a la ofensiva. Consciente de ello, el general von Mercy se reunió con von Werth y otros comandantes para convencerlos de la necesidad de atacar.

—Los suecos mantienen su ejército concentrado en Erfurt, con tropas dispersas por los alrededores—explicaba von Mercy. —Gustavo Adolfo es muy hábil, pero esperara que le ataquemos desde el sureste, evitando el bosque de Turingia. Eso le permitiría cortarnos el paso en el río Saale, posiblemente en Saalfeld o Unterwellenborn.

Para sorprenderlo propongo atacar desde el sur, atravesando el bosque de Turingia para caer directamente sobre Arnstadt. Esquivaremos el frente sueco y atacaremos con fuerza su retaguardia…

—Atravesar esas montañas puede ser difícil. —intervino von Werth. —Aunque bien es cierto que los españoles hicieron algo similar el pasado invierno en Italia, y era pleno invierno.

—Esa es mi idea. Venía sopesándola desde hace tiempo, y es una gran oportunidad.

—Aun así es muy peligroso, pero creo que es factible. —dijo von Hatzfeldt. —pero si logran bloquearnos en esas montañas podemos sufrir un duro castigo.

—Podemos utilizar los tercios de la guardia española para abrir el camino. Al no usar picas tendrán ventaja hasta salir de ese bosque…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

-Bien-dijo Diego.-Actualización de los espías y exploradores.
-El enemigo se ha dividido en dos columnas, la principal la que desemboca en Alcalá de Chivert, la otra la que lleva por Salsadella.
La primera la manda el propio Condé.
-¿Cómo lo sabeis?
-Los cazadores nos han descrito su guión personal en medio de la columna.
-Bien observado. Eso son los hechos. ¿Qué deducís?
-Lo que yo haría...
-No-interrumpió Diego-lo que haría Condé.
-Cierto, es una forma de hablar. Avanzará despacio por ambos valles y acabará con cualquier resistencia que encuentre. Si no encuentra resistencia en uno, avanzará y embolsará al otro. Simple pero eficaz.
-Bien. ¿Qué nos propone nuestro Oficial de Batalla?
- Presentar resistencia aquí-señaló en el suelo, en una reproducción con tierra y palitos de los dos valles-y aquí.
-Pero no tenemos fuerzas para guarnecer los dos.
-No, por eso haremos lo siguiente...


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Valladolid

El capitán Ignacio López abrió su libro de reclutamiento, el nuevo libro en el que anotaban los datos de los soldados que debían alistarse en los ejércitos del rey. Un libro en el que siguiendo la nueva costumbre de “contabilidad”, se anotaban todos los datos de los aspirantes a soldados. Nombre, apellidos, nombre de los padres, localidad de origen, y capital de reclutamiento, que eran una serie de ciudades españolas en las que se habían establecido cajas de reclutas centrales como la de Valencia, Castellón, Alicante, Murcia, León, Lugo, Badajoz, Granada, Palencia, o la misma Valladolid.

Con todos esos datos se asignaba un número a los nuevos soldados que había de servir para reconocerlos a efectos administrativos. Ese número se gravaba en una placa de latón junto a su nombre y rango, y se entregaba a los soldados que se lo colgaban de un cordón en el cuello. Era solo el primero de los cambios administrativos introducidos en el nuevo ejército.

Otro de los cambios era el control administrativo al que eran sometidos los soldados. Ahora existían libros de reclutas que eran posteriormente centralizados por libros centrales para el control de los soldados. Además cada unidad llevaba un expediente personal de sus soldados, en el que incluían hechos de armas, ascensos, condecoraciones, y cuantos datos se considerasen de interés. Estos expedientes eran utilizados por las unidades y en caso de traslado eran copiados y enviados a la nueva unidad, de forma que siempre se tuviesen los datos del personal en las unidades en las que sirviesen.

Solo de esta manera podía llevarse un registro certero de tiempos de servicio, algo vital para cuando los soldados hubiesen de licenciarse.

Madrid

Felipe IV leyó la ley de abolición de la esclavitud que tenía frente a sí. La ley decretaba el fin de la esclavitud en la península ibérica, donde de todas formas no quedaban casi esclavos pues ahora estaba mal visto por considerarse signo de pobreza, y los pocos que había, siguiendo la tradición española, tenían derechos como el trabajo por libre y el ahorro.

Todos los esclavos de la península serían liberados de forma progresiva a lo largo de los ocho años siguientes. De forma inmediata se introducía el sueldo para esos esclavos, y un sistema para evitar que quedasen desamparados cuando lograsen la libertad. Mientras tanto en aquellos territorios que fuesen conquistados desde el momento en el que promulgase la ley, los esclavos serían liberados de inmediato.

La ley excluía de esa liberación a los prisioneros de guerra berberiscos, que podían ser esclavizados únicamente durante la duración de la guerra, y liberados en no más de un año desde el fin de las hostilidades con los estados berberiscos…que más bien parecían eternas.


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Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Paris

Cada día se sentía más cansado. Ciertamente con cincuenta y seis años podía considerarse un anciano. Cincuenta y seis años, casi cincuenta y siete, de los cuales los últimos dieciocho años, había desempeñado el cargo de primer ministro del rey

—Valencia…Valencia…Valencia es clave. —fue repitiendo para sí mismo mientras acariciaba uno de sus gatos. Valencia, la capital del Mediterráneo, la ciudad del comercio y las fábricas de espejos y porcelana. Valencia, la ciudad en la que se decía que el Lobo tenía una cueva lleva de oro…a decir de algunos, tanto oro como para financiar las campañas militares de los próximos dos años. Si conseguía tomar Valencia, todo cambiaría otra vez. Las derrotas en Saboya y Alemania habían sido más molestas que dolorosas, pero si lograba la victoria en Valencia todo cambiaría…

—Valencia tiene que caer. —dijo otra vez, mirando el mapa que colgaba a un lado de la habitación. Francia estaba rodeada de enemigos, mejor dicho, Francia estaba rodeada por las posesiones españolas que la asfixiaban. Al norte Flandes, con un ejército español de sesenta mil hombres que esa misma primavera habían destruido un ejército francés en Honnecourt. Al este el Franco Condado y el Sacro Imperio de los Habsburgo, que aún sumidos en una cruenta guerra eran un enemigo a tener en cuenta, y donde semanas atrás otro ejército francés había sido destruido por los españoles. Y aún más al sur, lindando con el Mediterráneo, Saboya y las posesiones españolas en Milán, donde Francia había perdido un tercer ejército ese año.

Tres ejércitos perdidos en un año. Ciertamente un duro golpe, aunque en número no habían significado demasiadas tropas, menos de cuarenta mil hombres en realidad, eso sí, el número de cañones perdido había sido muy importante, cuarenta en total. La situación podría parecer angustiosa de no ser por lo que ocurría en el sur, en Cataluña.

Allí en el sur,, en los pirineos, su gran enemigo, España, la España de los Habsburgo con sus inmensas riquezas traídas del nuevo mundo. Un enemigo al que había logrado asestar un gran golpe gracias a la rebelión catalana que ahora le permitía amenazar la ciudad más rica de Europa, Valencia. Si lograba tomarla todo cambiaría. Muchos decían que él era el hombre más rico de Francia, y puede que fuera cierto, pero sus riquezas palidecían con las mostradas por el del Puerto. El Lobo español, con sus negocios de pieles, espejos, porcelana, sedas, y tantos y tantos otros negocios, que le proporcionaban millones de ducados anuales.

Sí…si lograba tomar Valencia, se apoderaría del oro del Real Banco San Vicente y del oro del propio Marques del Puerto. Con ese oro podría contratar no ya cuarenta mil hombres para sustituir a los que había perdido, sino incluso ochenta mil. Valencia... ¡Valencia tenía que caer!


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

El comandante de la columna del Oeste, Grouchy, no creía lo que le informaban.
-Es imposible.
-No hay duda. Allí delante tenemos a todo el ejército español. Esos sarracenos son inconfundibles con sus capas blancas. Están todo el tiempo de un lado para otro, y son muchos, mas de los 2 regimientos que supuestamente tenían.
-¿Y piqueros?
-Muchísimos. Han construido vallados y están guarnecidos por centenares de piqueros.
Grouchy se acarició el mentón. Sus órdenes eran claras. Si el enemigo era superior fijarle y esperar a que Condé llegará por el sur. Si era inferior, atacarle. Los españoles no tenían fuerzas para hacerles frente en los dos valles, eso estaba claro. Si todos estaban allí, conde no tendría oposición. ¿Pero eso era lógico? Algo se le escapaba.
- Bien, vamos a hacer un reconocimiento en fuerza. 2 Regimientos avanzarán y sondearán a esas fuerzas. Su misión no es atacar, sino demostrar que estamos aquí y fijarles. Condé llegará mas pronto que tarde. En retaguardia que vayan varios escuadrones.
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Condé contempló el campo enfrente suyo. Santa Madalena de Pulpis se encontraba a varios kilómetros.
-¿Enemigo?
-Poco señor. Algunos de esos moros y lo que parece ser algún miliciano.
-Bien. Ordenar avanzar.

La columna francesa se puso en movimiento. Delante de los gruesos regimientos varias compañías de "enfants perdues" desplegaban para dar seguridad.
Los mogataces amagaban, hacían cabriolas, se retiraban, les insultaban en un idioma desconocido para los franceses...
Pero estos avanzaron en buen orden, sin descomponerse. De repente se pararon. Una voz recia sonó en el limpio aire castellonense.
Apenas se entendió, pero la descarga de fusilería que la siguió si se notó enseguida. La avanzadilla francesa prácticamente desapareció. ¿De donde había salido los disparos? Nadie los vió. El Coronel que mandaba el primer regimiento dudó unos momentos, pero enseguida ordenó detenerse y desplegar sus arcabuceros.
En ese momento otra descarga barrió la primera fila.
-Allí-grito un oficial. El coronel francés siguió con la mirada la parmesana que señalaba hacia el suelo. Los disparos habían surgido prácticamente de debajo de la tierra, a unos 200 metros. Los supervivientes de la avanzadilla se refugiaron en el bloque de picas.
El coronel ordenó avanzar. Los piqueros armaron sus armas y paralelas al suelo avanzaron. Según lo hicieron otra descarga derribó a varios.

Entonces vieron como de repente, y surgiendo de unos agujeros del suelo, un centenar de soldados armados con el ya conocido mosquete ligero, echaron a correr hacia atras. Como alma que lleva el diablo.

El coronel ordenó reanudar el avance, pero entonces se interpusieron los mogataces, que rápidos y ágiles aparecieron para cubrir el repliegue. Los franceses debieron detenerse y organizar el escuadrón, enfrentándoles las picas. Los mosqueteros dispararon cobrándose alguna baja entre los moros. Pero los soldados de la milicia efectiva pudieron retroceder varios centenares de metros y se introdujeron en lo que desde entonces se conocería como "trinchera a la valenciana" *


*Pozo de tirador, en el que cabe un tirador de pie. Conocida en realidad como "trinchera carlista".


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.

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