Un soldado de cuatro siglos

La guerra en el arte y los medios de comunicación. Libros, cine, prensa, música, TV, videos.
Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Militarmente los suecos estaban en problemas tras las pérdidas humanas de la batalla de Jena y los ataques a sus poblaciones costeras y buques. Aun así eran una fuerza a tener en cuenta, sobre todo porque frente a ellos tenían a los ejércitos imperiales y no los españoles. Aún peor estaba la situación naval sueca, pues solo tenían media docena de naves que podrían considerarse de línea, por lo que si la armada española regresaba al Báltico, no tendrían ninguna oportunidad.

Los holandeses aún mantenían buena parte de su poder. Su ejército aún no había sufrido ninguna derrota de consideración, y no tenía problemas en guarnecer sus ciudades e incluso ser una amenaza para Flandes. Peor era la situación de su armada, compuesta principalmente por mercantes armados movilizados al efecto. Con todo seguía siendo una armada muy numerosa y sus buques, al ser oceánicos, tenían buen porte y en algunos casos un elevado número de cañones. Así pues la reciente derrota en la batalla de las Fries les había castigado, pero no derrotado. La gran ventaja española en este campo, era que tras la destrucción de su flota arenquera no debían estar pasando por un buen momento económico.

Con Francia ocurría exactamente lo contrario. Su armada, principalmente mercantes armados y galeras, estaba indemne. Por el contrario su ejército había sufrido una sucesión de derrotas el año anterior, cierto que estas no habían involucrado demasiadas tropas, pero era algo que ahora debía pesarles como una losa. La gran amenaza era que según los últimos informes los franceses llevaban algunos años aumentando el número de mosquetes, a ser posible ligeros entre su infantería. Claramente era un intento de emular los cambios introducidos en los ejércitos españoles, esperaba que o lo lograsen a bote pronto, y de todas formas España siempre podría introducir nuevos cambios de ser necesario.

Portugal y Cataluña eran los últimos enemigos, por fortuna, pequeños e incapaces de representar una amenaza inmediata. Había que encontrar la forma de tratar con ellos, y aunque lo ideal era lograr una victoria rápida que les impidiese prepararse, con la nueva fuerza del ejército español estaba seguro de lograr la victoria. Había sin embargo otro asunto que empezaba a llamar su atención, y era en el extremo oriente. Japón estaba inmerso en la persecución al cristianismo, no sabía cómo había podido olvidar tal cosa…debía convencer al rey para empezar a tomar cartas en el asunto.

Una campana en el exterior llamo entonces su atención. Llevaba tanto tiempo absorto en la lectura que se había hecho la hora de comer, así que llamo a su ordenanza al tiempo que se levantaba para estirar las piernas y mirar por la ventana. Allá a lo lejos, en el río Alzette, podía observarse la madera traída desde Dunkerque, era hora de empezar a construir las lanchas y gabarras que precisaría para el próximo año. Sí, era hora de reunir a su estado mayor y planificar la próxima campaña.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Mensaje por Gaspacher »

—Ahhhh, estos verbos son muy difíciles, el español es demasiado difícil…—dijo la niña implorando con la mirada a su tutor.

—Alteza, es el idioma de vuestro prometido, debéis esforzaros y aprenderlos. —respondió el tutor con voz calmada.

—¡No quiero! Habladme del príncipe, no de las costumbres españolas, y menos de la política española, castellana, aragonesa o napolitana, o la aristocracia de estos. —dijo la niña cansada de las interminables lecciones sobre aquellos temas, tan necesarios cuando se convirtiese en la esposa del heredero del trono español. —Quiero saber cosas del príncipe.

—Alteza, aún es muy temprano, debéis estudiar. —dijo el tutor pacientemente aunque sin lograr interesar a la niña, por lo que finalmente dijo. —Si os aplicáis en vuestros estudios hasta las once, contestare vuestras preguntas y os hablare de vuestro prometido…


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Mensaje por Gaspacher »

Historia del ejército Español IV; el ejército de los Austrias, …

…La victoria del ejército del reino de Valencia en la batalla del Maestrazgo tuvo un impacto indescriptible en la corte de Felipe IV. Un ejército formado por milicias había logrado una victoria asombrosa contra un ejército profesional muy superior en número. La victoria lograda reactivo el interés de la monarquía por las unidades milicianas, una aspiración que en años pasados había chocado con los fueros de la nobleza y las ciudades castellanas malográndose los sucesivos intentos de crear aquel tipo de unidades. Esta vez sin embargo el rey tenía un claro interés en exportar el modelo de las milicias al resto de España para constituir una reserva.

Durante los años que siguieron a la batalla del Maestrazgo, el rey intercambió una abundante correspondencia sobre la necesidad de crear las unidades de milicias provinciales con algunos de los comandantes del ejército como el marqués del Puerto y el barón de Cheb, artífice de la citada victoria en la batalla del Maestrazgo…

Archivo militar de Valencia
Otros fondos, fechas extremas (1500-1862)
Legajo LXXVII; correspondencia entre el rey Felipe IV y el marqués del puerto.


…entiendo el interés de su majestad en reproducir el ejército de milicias del reino de Valencia en el resto de España. El mayor obstáculo que veo son los fueros de ciudades, feudos, y señoríos eclesiásticos, pues no podrá implantarse el sistema de milicias provinciales sin antes superar dicho inconveniente. Sin superar ese inconveniente, todos los esfuerzos de su majestad en instaurar dichas reformas se desperdiciaran, pues los nobles, Iglesia, y villanos se refugiaran en sus diversos fueros, negándose a servir en los ejércitos de su majestad a la fuerza.

Es un problema, pero no es insuperable. Su majestad debería considerar la forma de atraer a la nobleza, iglesia, y los villanos, que sean ellos quienes ansíen servir en las mencionadas milicias provinciales. El problema como vuestra majestad bien sabe, es encontrar la forma de lograr esto sin que cada uno de los estamentos se refugie en su fuero particular.

En el reino de Valencia, tras las reformas aprobadas por vuestra majestad en las convocatorias de las cortes de los últimos tres lustros, se optó por reservar las plazas de funcionario en todos los estamentos a quienes hubiesen acreditado un tiempo mínimo de servicio en los ejércitos de su majestad o las milicias del reino. Eso supuso un gran impulso a las milicias entre la nobleza, que vio en ella un camino para cumplir ese servicio militar que habría de darle el acceso a plazas de oficios públicos.

De extender dicho modelo, su majestad debería crear leyes para que todo aquel que aspire a acceder a una plaza de funcionario real, desde alcalde y corregidor a veedor o veinticuatría, precise haber servido un tiempo mínimo en los ejércitos…


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Mensaje por Gaspacher »

Ya que nuestro cirujano está desaparecido, permitidme esta digresión

Ventilación mecánica

Historia


Prácticas muy habituales en la actualidad para cualquier enfermera, como intubar y conectar a un paciente a un sistema de ventilación asistida son, sin duda alguna, fruto de siglos de historia que no suelen ser ni sospecha para el común de la gente e incluso para muchos médicos.

Para sorpresa de muchos que pudieran pensar que la ventilación mecánica es una práctica muy reciente, tiene sus raíces en 1543 con la primera aplicación experimental de la ventilación mecánica gracias al médico Andrés Vesalio. El experimento constó en prestar apoyo a la respiración de un canino gracias a un sistema de fuelles conectado directamente a su tráquea y supuso el primer experimento perfectamente documentado para la historia de la medicina en cuanto a este tema, pero no fue valorado en su época, es más, no fue hasta 1632 cuando el cirujano novohispano Francisco de Lima, basándose en el experimento de Vesalio, utilizó un sistema de doble fuelle como soporte de los nuevos sistemas de anestesia implantados en España .

Aquel primer sistema consistía en una mascarilla que cubría boca y nariz, equipada con correas para mantenerla fija en su posición, y en un doble fuelle que servía para insuflar el aire por medios manuales, siendo por lo tanto necesaria la participación de un enfermero durante las intervenciones. Diez años después aparecerían las primeras cánulas, hechas de cuero y con la costura en el interior para evitar daños en la medida de lo posible. Eran por lo tanto equipos uy delicados y caros, por lo que no tuvieron demasiado éxito.

Habrían de pasar casi …


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Mensaje por Gaspacher »

Puesto de mando español, Luxemburgo

Mientras esperaba la llegada del resto de sus capitanes, Pedro observó cómo los carpinteros construían las gabarras y lanchas con la madera de los buques desguazados que había ordenado traer desde Dunkerque. Buena madera curada que aguantaría las largas campañas por venir sin pudrirse, y que habría de permitirle derrotar a los enemigos de España con rapidez. No lejos de allí, en un cobertizo cercano, descansaban una docena de grandes cañones de 24 libras recuperados de los buques capturados. Serían las armas sobre las que pivotaría gran parte de su estrategia ofensiva el próximo verano.

Unas voces procedentes de la sala de reuniones llamaron su atención, por lo que se encamino hacia allí, entrando en la sala cuando su ordenanza le comunicó que ya habían llegado todos los comandantes que esperaba. Al ser anunciado todos guardaron silencio unos instantes, permitiéndole entrar tranquilamente, aunque los hombres parecían estar ansiosos, pues no tardaron en comunicarle la noticia que tanto les había soliviantado, acababan de conocer que Richelieu había muerto.

—Caballeros, quien luchara contra nosotros la próxima primavera no será Richelieu, serán los soldados franceses y los mercenarios que su rey contrate. —dijo Pedro quien sabía que Mazarino fue aún peor que su antecesor. —¿Sabemos quién es su sucesor? —quiso saber con la esperanza de que los cambios acaecidos desde su llegada hubiesen alterado lo suficiente la historia como para evitar la ascensión del cardenal italiano.

—Un cardenal italiano llamado Mazarino, mi general. —respondió con presteza Paul Bernard, conde de Fontaine, utilizando los tratamientos reglamentados para el nuevo ejército. —Años atrás actuó en nombre del Papa en el norte de Italia, y luego entró al servicio de Francia.

—Sí, lo recuerdo, ya entonces fue contrario a los intereses de su majestad el Rey…habrá que enseñarle una lección…—respondió Pedro mirando a los presentes uno por uno. —Como bien saben, en las últimas fechas me he reunido con todos y cada uno de vuesas mercedes con el fin de conocer sus impresiones sobre la guerra. Ahora voy a explicarles nuestros próximos movimientos. En cuanto el ejército esté preparado marcharemos sobre Rocroi…


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reytuerto
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Mensaje por reytuerto »

Ea! Había ganado el favor de Doña Luisa Manrique de Lara Enríquez de Luján, Condesa de Paredes de Nava y señora de los mayorazgos de las Casas de San Andrés y San Pedro de Madrid, camarera de la reina y una de las personas más influyentes de las Españas. Me despedí con la promesa del favor de la reina para el capitán y las armas de la centena de hombres que pensaba reclutar, esperando que eso se tradujese en dinero para poder pagar lo que tenía en mente.

Pero lo primero era el capitán de la compañía. Tenía que convencer a Álvaro para que dejase su prestigioso puesto en la guardia amarilla y fuese un capitán anónimo de una compañía aún más anónima, que ni siquiera estaría encuadrada en un tercio. Pase por su casa, y luego de saludar a su padre, lo abordé:
- Álvaro, Vos habéis sido mi primer paciente importante, confiasteis la boca de vuestro padre a mis manos y abristeis las puertas de vuestra casa a un desconocido que ahora los quiere como a su familia. Pero he de pediros un favor más.
- Decídemelo, Francisco. Como vos decís, ya sois de la familia.
- Recordáis de los hombres que han de guardar el hospital de campaña y sus valores?
- Si, a fe mía que lo recuerdo! Si todas las semanas me hacéis una y mil preguntas relacionadas!
- Creo que serán unos 100 hombres los que la guarden, siguiendo vuestro consejo.
- Ajá!, eso es una compañía. Tenéis capitán?
- Había pensado en vos.
- Os hubiese matado si no me lo pedíais! Hala! Ya tenéis capitán!
- Pero dejareis vuestro puesto en la guardia amarilla.
- Si, pero la autorización del rey a reclutar a mis propios hombres bien lo vale.
- Sabéis también que no seréis el capitán de una compañía destinada a un puesto de honor en la línea de batalla? Apenas vigilareis a los heridos y moribundos de vuestro ejército.
- Vos que sabéis, Francisco! Si el enemigo rebasa las líneas, el puesto de honor será el mío!
- Y sabéis que no hay ni un ardite partido por la mitad en las arcas del Hospital de Campaña?
- Sé que habéis pagado de vuestro peculio a los demás profesores, sé también que habéis repartido un buen dinero a todos en vuestra escuela y sé que ahora no os faltan amigos poderosos. Podréis pagarme generosamente, os lo aseguro.
- Lo decís por la condesa de Paredes?
- Lo digo por los Enríquez, los Manrique y los Lujan. Os recomiendo que levemos a Fadrique.
- El zagal? Debería estar estudiando, no de lance en lance.
- No es muy bueno con los estudios, o dicho en otra forma, estudia solo si le interesa algo, y a decir verdad, solo le interesa la espada y el arcabuz.
- Sabe disparar?
- Como un bendito. También es ducho con la ballesta. Es buen cazador. Y tal vez, sea una de las pocas cosas que de veras le interesan.
- Habéis de saber que estoy haciendo venir a tres sargentos para que entrenen a los reclutas.
- Venir? Venir de dónde?
- De Valencia. Me los envía el Marques del Puerto. Y son duchos en la forma de guerrear del Capitán Diego de Entrerríos.
- Anda! Yo he visto lo que hace su gente!
- Sí? No sabía que hubieseis estado en tierras del Emperador? –dije con algo de sorna, pues sabía que Álvaro no se había movido de Madrid.
- No, Francisco. No os hagáis el tonto! Hace un par de años, acudí con un grupo de guardias amarillos a escoltar a Don Ambrosio Spinola a unas “guerras fingidas” en donde participaba el nuevo tercio de guardias, el llamado Inmemorial. Disparaban por descargas sucesivas y en lugar de picas utilizaban unos punzones que llaman “bredas” en el extremo de los mosquetes.
- Ah, os interesa esa forma de combatir.
- Aunque no tiene el largo de las picas, los mosquetes con bredas pueden mantener a distancia a una carga de caballería, pero a fe mía, lo que de verdad es interesante, es que hace anticuada a las mangas de arcabuceros del tercio. Vive Dios! Sí, deseo una compañía así
- Debéis saber que he encargado uno par de cañones a Santander. Me han costado casi un millón de maravedís cada uno, pero son del tipo que visteis en papel en mi habitación del Buen Suceso.
- Lo habéis logrado entonces, Cirujano!
- Aun hay que ver si funcionan. Cada uno ha de venir con 20 recamaras. Ya veréis que gracia les podéis sacar!

El asunto entre Álvaro y yo estaba decidido… ahora faltaba la autorización real, el pago de los mosquetes, bayonetas (perdón, bredas), uniformes y zapatos. Y sobre todo, buscar financiación, pues el rey ya me había advertido que no habría dinero disponible para el hospital. Cartas cifradas salieron raudas hacia Valencia, aunque sin saber si Pedro podría echarme una mano esta vez: en realidad, el grueso del asunto del hospital y su compañía de protección habían salido de su bolsillo, a cuenta de las ganancias de la compañía guanera que todavía no había visto.

Teníamos el oro de los alemanes destinado a instrumental y medicamentos. Yo tendría que sacar de mi propio bolsillo para la impedimenta, bagaje de cocina, tiendas, lencería y mantas. Pero las cuentas no cuadraban para las armas, Así que al día siguiente decidí ir a pedir audiencia a la Condesa de Paredes. Me la concedieron para dentro de tres días, tiempo que aproveche para hacer cuentas: cuando hablásemos de dinero, hablaríamos de cifras concretas.

El maestro Miruela podría hacerme espingardas de canon largo, anima rayada y llave de Miquelete, y sobre todo, con punto de mira dorado y alza “sacadiza”, por lo que acertar a un blanco del tamaño de una cabeza a doscientos metros no sería imposible. Pero los honorarios de este señor son caros. Incluso si yo proporcionaba el acero (y así tenía que ser), lo menos que me cobraría serian 1500 reales por cada una de las armas con un cañón de 54 pulgadas. Estos también saldrían de mi bolsillo. Y aunque no se me ocurriría acudir donde un armero de lujo para el grueso de los mosquetes, tampoco mezquinaría el dinero para obtener cañones que reventasen a los pocos disparos.

Curse cartas para Ignacio, que tenía conexiones con todas las industrias del Norte. Plasencia. Los mosquetes serian de Plasencia, hechos con hierro de Mondragón. Llave de Miquelete, bala esférica de plomo de 12 adarmes (o sea, ¾ de onza), cañón de 40 pulgadas de anima lisa, ochavados, es decir, con la sección transversal octogonal, pero con el extremo de fuego redondo para que el cubo de la bayoneta pueda encajar. Caja de nogal. Alza y Mira fijos a una distancia de 100 pasos y baqueta de hierro. El costo de cada arma no podía pasar los 220 reales (para tener un margen de regateo). Con una exigencia adicional: Todos, absolutamente todos los tornillos de todos los mosquetes debían ser hechos por un mismo maestro armero. Y si pudiese ser posible, también los muelles. Ahí ya van 25,000 reales.

La forja de San Eloy, la compañía formada por el Maestro Sebastián, Ignacio y yo en Ávila tendría su primer contrato oficial: 100 estoques de Breda de cubo, de buen acero colado. 5,000 reales.

Los dos “cañones escopeteros” que Ignacio me había colado en bronce no habían sido baratos: 30,000 reales por pieza. Aunque cada uno venía con 20 recamaras, este costo obviamente no incluía ni cureñas, ni armones, ni monturas. 65,000 reales más.

Ropa! Tal como el Quijote aconsejaba a Sancho, el uniforme estaría compuesto de “calza entera, ropilla larga, herreruelo un poco más largo”, además de camisa, siendo el jubón opcional. La ropilla tendría las mangas enteras, sin botones, pues sería la única prenda de exteriores para la tropa. Los calzones largos, desde la cintura hasta más debajo de la rodilla, Y el herreruelo sería bastante más grande, casi un capote. Y zapatos, nada de alpargatas, zapatos de buen cuero. Por persona, 510 maravedís, o sea 15 reales. 1500 por toda la compañía.

Y por supuesto, la soldada: Yo, como Cirujano Mayor apenas ganaría 20 escudos, más 30 escudos por la dirección del hospital de campaña. Pedro Barea, el profesor de anatomía y mi más cercano colaborador en la escuela, sería el segundo del hospital y ganaría 16 escudos, Fray Santiago, como capellán recibiría 15 escudos, y José de Beira como boticario, otro tanto. Los 9 muchachos designados para cada una de las compañías del tercio, los Cirujanos de compañía, recibirían 12 escudos y 2 reales, en tanto los 15 restantes, serían los Cirujanos de hospital, con una paga ligeramente menor de 12 escudos. Los enfermeros a razón de dos por compañía y 20 en el hospital, 8 escudos. Los menos capacitados, los auxiliares/camilleros: recibirían 3 escudos y serian 2 por compañía y 20 en el hospital. Las cuentas me daban 12,850 reales por mes en personal de sanidad solamente.

En tanto, Álvaro como capitán tendría haberes de 44 escudos además de 30 escudos de libre disposición (para premios y otras recompensas para la tropa). Su, Alférez y Abanderado: 18 escudos; cada uno de los 4 sargentos enviados por Pedro, 8 escudos; los cabos, al igual que mis cuatro guardas, 6 escudos (pero el sueldo de estos últimos saldría de mi peculio), los tambores y pífanos ganaran 5 escudos y 8 reales, y como la compañía solo tendría mosqueteros, toda la tropa ganaría lo mismo: 4 escudos y 3 reales. La compañía le costaría a la corona 9,788 reales al mes.

En medicamentos las cifras no iban a la zaga. Solo en morfina y tintura de cannabis estábamos gastando 15,000 reales, que generosamente Don Gonzalo me permitiría pagar en partes y a crédito. En demás hierbas y tinturas, otros 5 mil reales. Ahí van 20,000 más.

Y para cargar todo mulas, carretas y caballos. Habíamos determinado que para cargar solamente el hospital necesitaríamos 4 galeras de 6 mulas y 8 de cuatro. Además, para los consumibles serían necesarios no menos de 8 carros de dos mulas. Y viajábamos ligeros!, la impedimenta apenas llegaba a 12 toneladas métricas! Y ya se contaban en 72 los animales, sin reemplazos y sin contar con las monturas o las acemilas! Y aunque las buenas mulas de Salta no estaban disponibles y el precio de las bestias peninsulares era sensiblemente mayor, una mula corriente no bajaba de 40 reales, pero una buena, de garañón de Vich y yegua jerezana bien podía costa 100, por lo que solo en mulas sin reemplazo se iban entre 3,000 y 3,500 reales. Y quien quisiese viajar a lomos de caballo propio, pues debería procurárselo de su propia bolsa!

Montar el hospital de campaña y su compañía de protección, maravedí más, maravedí menos, no bajaba de 150,000 reales. Cifra que para la caja destinada a los ejércitos de la corona podía significar la paja que rompiese el espinazo… pero los gastos de la casa real eran enormes, y tal vez, tocando las puertas adecuadas, alguna luz podría ver.

No podía llegar con las manos vacías a la entrevista con la condesa. Cualquier regalo ordinario por costoso que fuese insultaría su linaje, la riqueza de su casa y su posición preminente en la Casa Real. Debía ser un regalo sincero y original… y tenía que hacerlo en tres días!

Gracias a Dios, había estado experimentando desde hace años con cajitas de música rudimentarias, Ignacio me había proporcionado excelentes mecanismos de cuerda, que sin esfuerzo hacían que los cilindros diesen vueltas por más de media hora. Además me había dado una generosa provisión de tornillos y engranajes para mi “diversión” (en realidad, estaba pensando en una espoleta más segura que las voluntariosas mechas largas). Y tenía ya varios cepillos, algunos en clave de sol, otros en calve de fa; uno de los primeros en dos octavas, y la mayoría de los demás solo de una o una y media. También tenía algunos cilindros, de música sencillita… excepto un arreglo del canon de Pachelbel (otra vez!).
https://www.youtube.com/watch?v=wEZaONSlv_Q&t=288s

Había que poner todas las partes juntas, hacer que Lope me hiciese una llave bonita y que un ebanista me hiciese una caja aún más bonita. Pero no acudí a un ebanista, sino al maestro luthier Juan de Dios de Carrión, el guitarrero que hacia los mejores instrumentos de toda la Villa. La base y los lados serian de cedro, pero la tapa debía ser de abeto rojo italiano. La boca, asimétrica, debía estar cerrada por una roseta de pergamino de varios pisos, el “lazo hondo de la tapa” de manufactura también italiana. No escatimé el costo, pero debía estar listo en dos días.
http://cuerdaspulsadas.es/blog/tecnolog ... pergamino/

Para esto ya había utilizado los siempre útiles servicios de Lope para adornar la llave, cuya boca y vástago serian de acero (el oro al ser más blando, se puede deformar con el tiempo), pero las alas debían ser de oro, al igual que el tope que entraría a presión en la caja de cedro. Lope, examino el mecanismo de doble cilindro, que remedaría la polifonía del Canon y que ya estaba presto en una base de madera (que sería a su vez atornillada a la base de la caja musical), quedo encantado y se despidió diciendo “Albricias! Vuestro autómata ya tiene voz!”.

A los dos días, cuando todo estuvo listo, me encerré en mi estudio para ensamblar las partes. La caja de un color oscuro, pero con las vetas visibles contrastaba con el color claro de la tapa, cuyo rosetón de casi dos pulgadas de altura, obturaba elegantemente la boca. Centímetros más abajo, atornille la tabla con los el mecanismo de relojería, los cepillos y los cilindros. Luego, con mucho cuidado taladre por el costado y encaje el tope de oro que evitaría que la llave desgastase la madera. Estaba listo el regalo, la primera caja musical de Europa.

Fui a la entrevista con mi mejor tenida: calzas, jubón, ropilla y herreruelo, con botas de hebilla de plata y ropera al cinto. Cuando le presente el obsequio, vi una sonrisa el rostro de la Condesa de Paredes, y me pidió nuevamente que la acompañase hasta el convento de la Encarnación.
- Habéis conseguido sorprenderme, Don Francisco. La música es una variación de vuestra serenata pasada en el Alcázar?
- Sí, Sra. Condesa. Un arreglo sencillo, a dos voces.
- Vos hicisteis el mecanismo de cuerda?
- No, Condesa. Fue Don Ignacio Otamendi, que hoy construye en Santander la nueva armada de Su Católica Majestad.
- Venís a solicitar dinero para vuestro hospital y la compañía de mosquetes que ha de guardarla?
- Si, Sra. Condesa. Inicialmente necesitaré 9350 escudos.
- No pedís poco! 150 mil reales, es un décimo de lo que la Casa de la Reina gasta en retribuciones… por si pensabais tocar esa puerta.
- Sra. Condesa. Es esa puerta la que deseo que vos me ayudéis a tocar. Vos sabéis mejor que yo que los gastos corrientes de la Casa de la Reina son mayores incluso que los gastos de la Casa del Rey, rondando los 10 millones y medio de reales, además de los 2 millones y medio de retribuciones.
- Estáis bien informado, Don Francisco. Decidme, esas cifras las tenéis por seguras?
- No, Condesa. – Peligro! Pregunta resbaladiza! – No, no las tengo por seguras. He deducido los ingresos según las contribuciones de las localidades entre Burgos, Talavera de la Reina y Cuenca. Los ingresos reales pueden ser menores.
- O algo mayores. Vos no sois tonto; y sé de sobra que sois listo. Pero no pretendáis que trague el sapo de vuestros cálculos. No preguntaré por vuestro confidente, pero vuestros números no están errados. Dejad la paja e id al grano: de donde pretendéis sisar a la Reina?
- De las limosnas a los conventos, Condesa. Solo el año pasado a los Capuchinos de la Paciencia, nuestra reina entregó 87,000 reales tanto en metálico como contando con las 3300 libras de carne de carnero, 1600 de tasajo seco, 30 azumbres de aceite, 270 azumbres de vino, 220 libras de arroz, 35 de almendras, 290 de higos, 250 de pasas, 1000 de nueces, 720 de lentejas, otros tantos de garbanzos y 220 de sal. Sólo en un convento, y vos sabéis que ni los turrones, ni la miel, la cera o las pasas van a las escudillas de los pobres. Y son veintisiete conventos, parroquias, colegios y noviciados más. Si la generosidad de la Reina para con los príncipes de la Iglesia disminuyese un poco solo este año, hará más por la Religión verdadera salvando la vida de los heridos que exponen su vida por las causas del Reino, que son las causas de Cristo, que contribuyendo a la mesa de los prelados.
- Os lo dije, Don Francisco, vos sois un deslenguado, pero habláis con razón! Sed prudente y no hagáis enemigos poderosos! – dijo la condesa esbozando una sonrisa irónica - Además de sisar a los conventos, habéis pensado a quien más recortarle el estipendio?
- Si, Sra. Condesa. El mecenzago de la Reina deberá ser recortado.
- Vos sabéis que el mecenazgo regio es un medio esencial de expresión de la realeza. Vos sabéis que con su mecenazgo los reyes son el centro de la vida artística y cultural. La grandeza de la corona también está en sus pintores, músicos y poetas. Vos os habéis beneficiado también de la largueza de vuestros soberanos.
- Lo sé, Sra. Condesa. Y agradezco al Padre Celestial por sus bendiciones. Pero el hospital será la envidia de todos los enemigos del Reino. Y el agradecimiento de los soldados heridos sonara más que mil violines. Eso os lo puedo prometer. Si el hospital va de la mano de la Reina, todas las cortes de Europa lo sabrán.
- Dejadme vuestros números, Francisco. No puedo prometeos nada, pero os ayudaré. Hare llegar vuestro petitorio a la Reina.
- Os lo agradeceré por siempre, Sra. Condesa.

Y la reina la escucho. Antes de 10 días, Álvaro recogió del Alcázar la carta del Real Consejo de Guerra autorizándolo a reclutar una compañía de mosquetes, además de 620 escudos para el enganche inicial. Eso sí, el nombre de la Reina debía ser expresamente mencionado en el nombre de la compañía. Por mi parte, yo recibí un pliego nombrándome jefe del hospital de campaña, con el grado homologado al de capitán, pero el sueldo de cirujano mayor y lo más importante, los 8750 escudos que me servirían para darle forma a una idea que estaba siendo trabajada por más de un año.

Ya habíamos discutido con Álvaro cuestiones relacionadas a donde alojar la tropa y donde entrenarla, y sobre todo, donde y a quienes reclutar. En el primer tercio del siglo XVII ya no era tan fácil la recluta, aun se podían conseguir voluntarios, pero cada vez se notaba más que el país se estaba despoblando. Sin embargo, como no deseábamos dejar sin mozos a los poblados por los que pasásemos, solo se tomarían jóvenes solteros y sin hijos, o viudos igualmente jóvenes y sin hijos. Y si se reenganchaban veteranos, estos serían por carta de recomendación y de probado valor: a veces era mejor tener una fuerza verde sin vicios, y los zorros viejos que se introdujesen tenían que ser elementos controlables.

Don Gonzalo vino a darnos una sorpresa muy agradable. Por una bicoca había conseguido de los Núñez de Toledo el arrendamiento del Castillo de Aulencia, no muy lejos del pueblo de Majadahonda. Si bien es cierto que no estaba habitado, no es la ruina que se ve desde el Centro Europeo de Astronomía Espacial en el siglo XXI. Serviría!

Previas cartas enviadas al Maestro Sebastián, comenzaríamos la recluta donde todo empezó para mí, en Ávila! Cuando Álvaro, yo, Fray Santiago, Martinico, Eustaquio, un escribano, y mis 4 guardias llegamos a la ciudad amurallada, habían mesas con viandas esperándonos en la plaza del Mercado Chico, y un bando que anunciaba: “He aquí el Capitán Álvaro de Luna, que viene a levantar un tercio para la Reina Isabel! He aquí el Maestro Cirujano Francisco de Lima, que con la gracia de Dios ha de ayudarle!”. De inmediato puse a Eustaquio a tocar, y pese a que la crisis demográfica se notaba ya en Ávila, el voceo había hecho que en la plaza se congregasen no solo la multitud de mendigos que atosigaba a la ciudad, sino también buena cantidad de mozos honrados.

El flamante capitán, evidentemente satisfecho de su nuevo rol, no se ahorraba explicaciones de la vida militar, ni de los lazos de camaradería que se formaban, ni de la gloria de las batallas o los botines que se podían conseguir. Santiago tuvo que contestar no pocas preguntas acerca de “su lucha contra los demonios” y del lejano Cipango. Y por supuesto, Martinico y yo debimos hacer algunas extracciones con anestesia para que el circo estuviese completo. Al final del día, teníamos a 28 reclutas.

En esos días llegaron los sargentos que Pedro me enviaba: Hernán del Carrillo era el más veterano y quien llevaba la voz cantante, los otros eran Blasco García y Gaspar de Melchor. Habían sido veteranos de Diego desde los primeros tiempos en Breda, eran por lo tanto expertos tiradores, pero también expertos en parar una carga de caballería a punta de bayonetas, o mejor dicho, estoques de breda!

Esta vez, iríamos a Madrid, a la Plazuela de la Provincia, a una cuadra de la Plaza Mayor misma. La música se veía reforzada por un tambor, un irlandés algo desquiciado (irlandés al fin y al cabo!) que respondía al nombre de Mallory O´Bannon. Esta vez, Martin, Martinico, Miguel y Pablo se encargarían de las extracciones, Josefa y Encarnación habían sancochado varias arrobas de papas, en la que sería la “presentación en sociedad” del tubérculo, acompañada de queso, o de aceite, sal y perejil, o de manteca salada, servirían para atraer a la multitud.

Álvaro repitió su discurso ensalzando la vida militar. Eustaquio y Mallory (al que al contraer su nombre y apellido, forzosamente comenzamos a llamar “Malón”) se afanaban con diversos tonadas. Los sargentos y mis cuatro guardias particulares, como veteranos que eran, se convirtieron en caja de resonancia de las palabras del de Luna. Y aunque estábamos casi a puntas opuestas con la calle de los Tedescos, nos seguía la fama de haber salvado vidas a vista y paciencia de los parroquianos, amén de las amputaciones sin dolor en el Buen Suceso. Al final del dia de mercado, 55 hombres habían estampado su firma o su signo. La recluta ya no era tan sencilla como en la época de Felipe II!

Deberíamos buscar en otra ciudad, sin embargo, mientras almorzaba con Don Gonzalo y su hijo, y planeando levantar la bandera en Toledo o incluso tan lejos como Talavera de la Reina, tocaron a mi puerta un grupo de mozos llegados de Pozuelo y pueblos al norte de la Villa, eran once, que venían a servir en la compañía del curita de ojos rasgados que había expulsado los demonios de Eustaquio. La compañía de mosquetes del Hospital y de la Reina estaba completa.


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Madrid, diciembre de 1642

—Espero haber hecho bien. —dijo el rey Felipe IV expresando unas dudas de última hora tras haber firmado la ley que acababa con la esclavitud en los reinos peninsulares y la impedía en los territorios que pudiesen conquistar a partir de ese momento.

—La Santa Madre Iglesia no está en contra de la esclavitud, majestad, pero bien sabéis que respaldamos la decisión de su majestad si es para el bien de la monarquía católica. —respondió el arzobispo de Toledo, quien en los últimos meses se reeditaban las obras de Bartolomé de Albornoz, antaño prohibidas por la inquisición pero ahora patrocinadas por la corona en un intento de abonar sus tesis antiesclavistas. —Aunque he de decir que no comprendí completamente la explicación que dio el marqués cuando nos explicó el motivo por el que esta prohibición era tan vital…Estoy seguro que los ejércitos de su majestad podrían imponerse sin necesitar de esta ley.

—Es posible, pero sabéis que confié en Don Pedro para que dirigiese la guerra, y él afirmó que precisaba de esta ley, y como hasta ahora nunca falló se la dimos. De todas formas quedaban menos de diez mil esclavos en España, la mayoría en la zona de Sevilla, así que su liberación no es demasiado onerosa y de todas formas se hará a lo largo de varios años. —explicó el rey, acariciando inadvertidamente el juego de dos revólveres que descansaba sobre su mesa, dos armas fabricadas por el marqués del Puerto que eran una verdadera obra de arte y por lo que sabía, unas de las pocas existentes en el mundo. —Aparte claro está a los esclavos berberiscos, que trabajan para el estado en la construcción de obras públicas o las minas de azogue.

—Los berberiscos serán mantenidos como esclavos mientras la amenaza de la piratería se mantenga ¿No es así?

—Como trabajadores forzados, ilustrísima, no como esclavos, como trabajadores forzados…

—Sí, la misma situación, distinto nombre…

Londres, dos semanas después.

El parlamento había recibido con sorpresa la noticia del fin de la esclavitud ordenado por el monarca español. Era la primera vez se daba este paso, y los parlamentarios y el propio monarca querían saber en qué podía influir esta decisión a Inglaterra. Un joven parlamentario radical perteneciente al grupo de los “levellers”, los puritanos que propugnaban la igualdad de derechos de los nacidos libres, quien había recibido una gran sorpresa con esta ley, fue el encargado de explicar sus efectos.

—Los artículos verdaderamente importantes en la ley de abolición de la esclavitud son los cuatro primeros. En ellos se dice que la ley afecta a los reinos de Castilla, Aragón, Valencia, y Mallorca, y anima al resto de posesiones del monarca a seguir el mismo camino. Quedan excluidos de esa ley los llamados prisioneros de guerra, que podrán ser sometidos a trabajos forzados mientras dure el conflicto, aunque esto se refiere principalmente a los prisioneros berberiscos y turcos empleados en las minas de azogue en España y no a europeos. De forma inmediata todos los esclavos en las mencionadas zonas españolas, pasaran a estar sometidos a un patronato que en los próximos años los conducirá gradualmente a la libertad, concediéndoles un salario y derechos y obligaciones de su nuevo estado.

El resto de artículos son reglamentos sobre las obligaciones de los patronos y los patrocinados en los futuros años, los salarios que deben pagar los primeros por el trabajo de los segundos, la imposibilidad de separar las familias durante esos años, y los estamentos que deban dirimir los conflictos que surjan entre esas partes.

Como pueden observar es una ley bastante precisa que deja pocas cosas al azar. En cuanto a sus efectos sobre Inglaterra, en la práctica el comercio de esclavos con España se puede dar por finalizado. —explicó John Liburne. —No es grave, pero esa ley incluso impedirá que nuestras naves recalen en puertos españoles siempre y cuando lleven esclavos, pues estos automáticamente quedarían libres con el consiguiente perjuicio para sus amos. Y ahí, señores, pueden surgir conflictos con España…


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Mensaje por Gaspacher »

La Haya, diciembre de 1642

—Es la tercera vez que venís a visitarnos, Señor Martim. ¿Aun guardáis esperanzas de convencer a mi hermano para que se una a vuestra causa? —preguntó la joven mientras dibujaba unos bocetos junto a la ventana.

—Sería un acuerdo beneficioso para ambos, mi señora. —respondió el comerciante “portugués”, o al menos por tal se hacía pasar mientras estaba en territorio de las Provincias Unidas. —Durante los últimos meses ha mantenido correspondencia con las autoridades españolas, por lo que hay esperanzas de llegar a un acuerdo.

—Hacedme caso, olvidad vuestras pretensiones, mi madre nunca perdonaría a mi hermano si apoyase la causa del catolicismo, y este no hará nada por desairarla.

—¿Aunque eso significase apoyar sus pretensiones políticas? —preguntó el hombre.

—Tampoco en ese caso. Mi madre ha prometido renegar de cualquiera de sus hijos que abrace la fe católica. —dijo la joven.

—Es una lástima mi señora, de todas formas aún tengo esperanzas de llegar a un acuerdo beneficioso para ambos.

—Haríais mejor en perder esas esperanzas. Si mi madre descubre que sois español os traicionara y echara sobre vos a la guardia de la ciudad. —advirtió la joven. —¿No tenéis miedo de ser descubierto?

—El peligro de ser descubierto siempre es una posibilidad, solo es necesario cometer un pequeño error, y todo se acabó. Vos misma demostrasteis vuestra inteligencia al descubrirme. —respondió Martim dedicándole una sonrisa a la joven. —Pero el riesgo merece la pena si es por una causa superior, y el peligro hace que uno se sienta alerta, y más vivo que nunca. —Y era cierto, esa posibilidad ciertamente existía, claro que si tal cosa ocurría los cuatro revólveres, con dos tambores de repuesto cada uno que guardaba en su equipo, habían de procurarle unas más que decentes posibilidades de salir de allí con vida.

—¿Tanto creéis en la causa católica?

—Mi señora, no encontrareis un hombre al que importe menos la forma en la que se rece a Dios, de hecho ni tan siquiera me importa si se es creyente o no. —explico Martim. —Yo creo en Dios a mi manera, pero lucho por la causa de mi rey, eso es todo. Y si he de seros sincero, creo que la religión solo es una excusa que los hombres utilizan para matarse mejor. Los motivos de las guerras siempre son políticos o económicos. En el caso que nos ocupa la religión sirve de excusa para reforzar la ambición de los nobles que traicionan al monarca legítimo.

—Hombres, siempre pensando con la espada. —suspiro la joven con cierta irritación mientras miraba la mano de Martim en la que era visible una clara cicatriz, para a continuación cambiar de tema con decisión. —Hablemos de asuntos más placenteros. Decidme, ¿Habéis estado en Valencia? Habladme de ella. —pidió cuando Diego le hubo respondido que sí.

—Hablar de Valencia a alguien que no ha visto el maravilloso dinamismo de sus sociedad es difícil, mi señora. —respondió cansado en cierta manera de las constantes preguntas que recibía de los norteños sobre una ciudad que estaba en boca de todos. —Deberías verla para comprenderlo, sus empedradas calles que relucen bajo el sol del Mediterráneo. El olor a azahar que perfuma la ciudad en primavera. Sus jardines y palacios repartidos por toda la ciudad. La Lonja de la seda…la animación de sus mercados. Los bailes en los palacios de la ciudad. Las fiestas populares en las calles y la forma en la que el mar se ilumina con fuegos de artificio durante estas. Hay tantas cosas que explicar que no sabría por dónde empezar.


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Mensaje por Gaspacher »

—Esas condiciones son inaceptables, señor Martim. Pedís mucho y ofrecéis poco.

—Mi señor, son las mejores condiciones que podréis encontrar. El Emperador está de acuerdo en reinstauraros a vuestro legítimo lugar si juráis lealtad y prometéis vuestro apoyo, y el rey de España os financiara generosamente por hacerlo.

—Sabéis bien que mientras los ejércitos españoles continúen en Lorena, eso me pondría de facto bajo el control español. Lo siento pero no puedo permitirlo. En esas condiciones es imposible aceptar.

—Mi señor, la marea está cambiando. Las armas españolas van a imponerse de una forma o de otra, si erráis en vuestra apreciación, los efectos no serán agradables. —dijo Martim con cierto grado de desesperanza. —Su majestad el rey Felipe ha demostrado su intención de evitar males mayores por medio de acuerdos, pero para aquellos que se nieguen no habrá un nuevo ofrecimiento. Es una oportunidad única.

Minutos más tarde Martim abandonaba la reunión con desanimo, habiendo fracasado en su intento de atraer al conde al bando Imperial. Mientras se retiraba una voz sonó a sus espaldas llamándolo. Al volverse hacia la voz descubrió a la joven pintora...
—Os advertí que era una causa perdida, mi señor, y no quisisteis escucharme.

—Mi señora, mi deber era intentarlo. —respondió Martim inclinándose gentilmente ante ella.

—¿Regresareis a Bruselas? —preguntó la joven.

—Es mi deber, el ejército se pondrá en marcha en unas semanas, y yo formare parte de él.

—Siempre pensando en la guerra…—amonestó la joven.

—No es así. Rara vez pienso en ella durante mi tiempo libre, pero es mi obligación luchar por mi rey y por España. Como Aquiles, en mi escudo no hay escenas de guerra sino de la vida cotidiana que es mi ideal.

—¿En qué empleáis vuestro tiempo en ese caso? —quiso saber la joven.

—Me empleo a fondo en mis lecturas y en la escritura, mi señora.

—¿Sois entonces un poeta?

—Mucho me temo que mis limitadas habilidades no fueron por el campo de la poesía. Escribo principalmente sobre filosofía y política, y mantengo una abultada correspondencia con algunas de las mentes más preclaras de nuestra época, por ejemplo Juan Caramuel. —respondió Martim, antes de recoger la capa y la espada que un criado que acababa de entrar en la habitación le alcanzaba.

Tras despedirse de la joven, se reunió con Salvador y otros dos jinetes que le esperaban, montó en su caballo para alejarse al trote seguido de sus hombres…


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LA COCINA DE LOS CONVENTOS

Víctor Alperi


La sabiduría coquinaria de monjas y frailes es conocida del público, pero no del todo; olvidada muchas veces, sepultada en viejos manuscritos que duermen el sueño de los justos en el fondo de una biblioteca. Muy de tarde en tarde, y de forma milagrosa, aparece una vieja libreta escrita por un cocinero religioso, allá por los siglos de los siglos, o se habla y se cita una receta que estaba casi perdida y que un curioso, nunca impertinente, nos entrega para gloria y placer de nuestras mesas…

… “Un viaje a los conventos de Castilla y León”, de María José Carbajo y Lola García G. Ochoa; o la monumental obra —monumental por su formato— de la “Cocina Monacal”, de las hermanas jerónimas, una orden religiosa que en su pequeñez actual se preocupa por divulgar las prodigiosas recetas de su casa conventual en Güell, con un prólogo de saludo de Juan María Arzak y Pedro Subijana…

…Es necesario diferenciar, de todas formas, dos clases de comidas monacales. En primer lugar, la comida normal, de todos los días, que se hace para la comunidad, que, por lo regular, es muy sencilla y poco complicada; y, en segundo lugar, la que se hace en días señalados para el convento o para regalar a distintas personas, benefactores o amigos de la casa.. las hermanas jerónimas han legado platos como la Causa de Don Francisco o las Papas a la Güell de la mesa cotidiana enriquecida con ingredientes del Nuevo Mundo, como también el Pulpo de Fray Santiago, que no era un manjar del yantar diario…

…Los grandes monasterios del pasado disponían de tierras, ganado y una influencia cultural muy grande; los saberes, antes de la fundación de las universidades, estaban depositados en los conventos y en sus importantes bibliotecas… Las jerónimas, al poseer parte del monopolio de los analgésicos y anestésicos en el Siglo XVII, también disponían del vivero más avanzado de España, las mejores variedades de plantas de aquende y allende el Atlántico, que hicieron del convento de Güell un centro gastronómico en donde se fusionaba el Viejo y el Nuevo Mundo, con Oriente y Occidente…

…Y volando o caminando o por raro milagro, la sagrada cocina cristiana de occidente permanece, se espiga en los libros del pasado y en las leyendas, siendo punto de partida —y también de llegada— para redactar un texto, mejor o peor, que nos habla de ese arte tan singular, y tan necesario siempre, que se llama gastronomía.


PULPO de FRAY SANTIAGO
Antes de embarcar a África del Norte, Francisco de Lima quiso agasajar en una cena privada a sus más cercanos colaboradores. Al capellán del hospital, amigo y confesor, Fray Santiago Miki, le ofreció un plato con reminiscencias mediterráneas, sudamericanas y japonesas.

Ingredientes
• 200 grs de aceitunas verdes sin semilla.
• 100 grs de almendras peladas
• 6 tajadas de miga de pan (sin la corteza).
• ½ taza de crema de leche suelta.
• 1 rajita de rocoto rojo sin venas
• ½ taza de aceite de oliva
• 1 pulpo de 1.5 a 2 kgs
• jugo de limón.
• sal y pimienta
• 1 cucharadita de salsa de soya clara japonesa (shoju).
• 1 pizca de glutamato mono sódico (en la receta actual).


Preparación
Lavar bien al pulpo con bastante agua y jugo de limón (hay que eliminar la superficie babosa de la piel del pulpo), luego se golpea para ablandarlo. En un caldero de cobre se ponen a hervir 2 litros de agua con sal. Cuando rompe el hervor se introduce el pulpo y cuando vuelve a hervir, se saca, se airea, se vuelve a introducir y se cuentan 10 minutos. Luego se apaga el fuego y se deja enfriar dentro del agua.

Se pone el aceite en el mortero y se trabaja con el pilón las almendras previamente pasadas por la sartén, las aceitunas, el rocoto, el pan remojado en la crema de leche, sal y pimienta al gusto.

Cortar un brazo del pulpo por persona y pasarlo por una parrilla con aceite de oliva. Servir con la salsa encima y papas amarillas.


PAPAS A LA GUELL.

Otra receta veraniega del Convento. Francisco de Lima había llevado a Guell y Barbastro las mejores variedades de Papa del Perú, y las papas amarillas se habían aclimatado notoriamente bien.

Ingredientes
• 1 kg de papas amarillas
• ½ kg de queso de Burgos
• 2 rajas de rocoto amarillo lavado, sin venas ni semillas.
• 5 cebollín
• 1 1/2 taza de leche evaporada
• 1/3 taza de maní salado
• 1/4 taza de aceite de oliva virgen extra
• 2 dientes de ajo
• sal y pimienta
• perejil
• aceitunas negras
• 3 huevos cocidos

Preparación
Se pica y se fríe el cebollín, un diente de ajo y las rajas de rocoto en mantequilla y aceite bien calientes.
Aparte en un mortero se maja queso, leche, aceite, el otro diente de ajo, sal y pimienta. Luego agregar el sofrito anterior. Dejar reposar. Servir colocando las papas sobre un lecho de lechuga, adornar con rodajas de huevo, aceitunas y tiritas de rocoto.


CAUSA de DON FRANCISCO

Luego del intento de asalto y robo al convento, se perdió una pequeña parte de los insumos del laboratorio. En un intento de reponer las pérdidas, Sor Beatriz decidió llenar las huchas del convento ofreciendo a los parroquianos de Barbastro la receta que Francisco Sánchez de Lima había compartido con ella, vendiendo una porción de la vianda a la salida de las misas dominicales, por “la causa de Don Francisco y los heridos del hospital”.
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Ingredientes
• 2 kg de papas amarillas
• 1 palta grande
• 2 filetes de pescado blanco frito o a la plancha
• 1 pechuga de pollo cocida
• 2 tazas de mayonesa recién hecha
• 6 cucharadas de aceite de oliva extra virgen
• 2 dientes de ajo
• 24 camarones pelados y cocidos
• perejil y cilantro
• sal y pimienta
• 1 cucharada colmada de cebollín finamente picado
• 1 cucharadita de pasta de ají amarillo (ají amarillo sin semillas ni venas, hervido en agua con un punto de azúcar, machacados con aceite de oliva virgen extra y sal).

Preparación
Con el ajo y la mayonesa se hace un alioli, y se mezcla con el pescado todavía caliente, agregarle el cebollín y un poco de perejil picado. Igual se hace con el pollo. Se reserva aparte y se deja enfriar.
Se pelan los camarones y se deja el más grande entero para adornar.
Se cuecen las papas y calientes se pelan y se pisan. Lentamente se agrega el aceite de oliva hasta que quede de una consistencia suave y firme. Después se agrega el jugo de limón y la pasta de ají amarillo, se salpimienta y se deja enfriar.
Para armar la causa, se pone una capa de puré, luego una capa de palta cortada en rodajas muy delgadas, una capa de pollo; luego otra capa de puré, otra de palta y la de pescado (con algunas de las colas de los camarones picadas). Una capa final de puré, se embadurna con mayonesa y se adorna con perejil y cilantro picado fino, el resto de las colas de camarón y el camarón grande entero.

SOPA DE PAPAS Y QUESO.
Sencilla receta de una sopa de invierno.

Ingredientes
• 3 tazas de papas blancas, sancochadas, peladas y picadas
• 3 tazas de caldo de pollo
• 1 ½ taza de leche
• 3 cucharadas de queso tronchón
• 2 cucharadas de manchego curado rallado
• nuez moscada
• sal y pimienta

Preparación
Hervir las papas en el caldo de pollo hasta que estén blandas (15 minutos aproximadamente). Retirar las papas y luego añadir la leche, mezclar y devolver al caldo. Agregar el queso tronchón y revolver hasta que se derrita. Finalmente, pasar todo a una platos refractarios individuales, agregar el queso manchego y gratinar.


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Madrid, febrero de 1643

—Estoy de acuerdo, majestad, comunicare la decisión al emperador de inmediato. —dijo el archiduque Fernando, heredero del trono del Imperio.

—Si deseáis emplear la red de telégrafos para comunicaros con vuestro padre no dudéis en hacerlo, tenéis nuestro permiso. Y por favor, dad nuestros recuerdos a nuestro primo. —dijo el rey ofreciendo los servicios de la nueva red de telégrafos españoles, cada vez más amplia pues ya había logrado sumar a la inicial línea del Reino de Valencia, una extensión hasta Cádiz, y líneas radiales desde Madrid a Zaragoza, a Valencia, y a Sevilla, trabajándose en nuevas líneas para extender esta hasta Cádiz y otras para unir Madrid con Ferrol y Bilbao.

Tras la reunión el archiduque Fernando se retiró con rapidez para enviar el crucial mensaje al emperador. El rey Felipe había estado de acuerdo en apoyar al Imperio en la reforma de sus ejércitos, para lo que se daría un doble acuerdo. Por una parte España enviaría varias compañías al Imperio para que sirviesen como base para instruir los nuevos regimientos que debían formar. Por otro lado el Imperio enviaría un grupo de oficiales a España para que se instruyesen allí, e incluso enviarían varios regimientos a Flandes para apoyar al ejército español al mismo tiempo que aprovechaban para instruirse directamente junto a este.

El propio archiduque Fernando se convertiría en el primer comandante imperial en aprovecharse de este acuerdo, sentando plaza como supernumerario en la guardia española, donde durante los meses siguientes conviviría con los soldados durante su periodo de instrucción. Posteriormente, una vez hubiese finalizado la instrucción básica, habría de asistir un año a la academia de artillería de Segovia.

Esa misma tarde tras revotar de una torre de señales a otra, el mensaje llegaba a Valencia, donde se transcribió con rapidez para enviarlo en un correo rápido rumbo a alguno de los puertos del Adriático como Trieste, desde donde seguiría por tierra hasta Viena. Claro esta que posteriormente el acuerdo sería enviado por correo ordinario, pero la velocidad que lograban con este medio, permitiría una gran flexibilidad y aceleraba las comunicaciones al punto que un mensaje podía viajar de Cádiz a Zaragoza en tan solo unas horas...


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Diego miró a sus hombres mientras embarcaban en los barcos. No eran muchos, pero de haber tenido más hubiera atacado Cataluña.
En Valencia la situación estaba tranquila, de momento. Ningún bando tenía fuerzas para atacar. Seguramente el desarrollo de otros frentes liberaría tropas para decantar la ocupación de Cataluña o de Valencia en un sentido o en otro.

Varias compañías del Tercio fijo de Orán, y alguna mas de voluntarios que se habían alistado en Valencia. Eso era todo lo que tenía.
Bien, llegarían a su destino en unos días, se aprovisionarían y desde allí irían a ver lo que podían conseguir.

Mientras había enviado mensajeros al norte de África. Seguramente se podrían reunir un par de regimientos de mogataces a pie y alguno mas a caballo mientras se encargaba de su próximo objetivo.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Lovaina, febrero de 1643

Con las primeras luces del día el primer Cuerpo de Ejército del Ejército de Flandes se puso en movimiento. Formaban parte de este las dos primeras divisiones de tropas reformadas según el nuevo modelo del ejército, con cerca de veinticuatro mil hombres en total.

Ese día Pedro se levantó una hora antes del amanecer para prepararse, siendo el primer hombre en salir de la ciudad de Lovaina en compañía de su estado mayor. No tardó en detener su caballo a media legua de la ciudad, junto a un apacible molino de viento, en un lugar que permitía ver los alrededores en una gran extensión. Era el lugar perfecto para pasar revista a las tropas que marchaban tras ellos en su camino al sur.

Los primeros en pasar fueron los dos regimientos de Dragones del Rey y de la Reina, primero segundo de dragones respectivamente, al mando de los coroneles Antonio de Ulloa y Cesare Toralto. Cerca de mil jinetes con sus uniformes verdes y cascos de acero con un león gravado en el frontal, y penachos de colores, que marchaban al frente del ejército en labores de exploración.

A unos cientos de metros tras ellos (en territorio enemigo la distancia aumentaría a varios miles de metros), les seguía el grueso del ejército. En este caso la marcha la iniciaba la 1ª brigada de la 1ª división del ejército de Flandes. Una unidad formada por los tercios de los españoles Bernardino de Ayala y Fernando de Quesada, y los borgoñones del conde de Saint-Amour. Pedro pudo contemplar como la infantería de aquellos tercios marchaba en columnas de a tres, con sus banderas al frente (las plegarían en cuanto dejasen atrás la ciudad), al son de los tambores. Los soldados vestían sus uniformes de color ocre y sus sombreros de ala ancha, y cargaban sus pesadas mochilas a la espalda y los mosquetes al hombro.

Por asombroso que fuese para él, el asunto de las mochilas aún seguía siendo espinoso para unos soldados que se tenían en mucho y hacían gala de no realizar trabajos de villanos, lo que en muchas ocasiones le había llevado a tener que emplearse a fondo para obligarlos a aceptar los cambios. Por fortuna dos cosas jugaban a su favor. La primera es que a esas alturas el número de hidalgos en el ejército había descendido mucho desde los tiempos de Felipe II, más si cabe después de su llegada a esta época y los cambios que se habían introducido por su causa. La segunda y aún más importante si cabe, es que los soldados más veteranos habían sido paulatinamente apartados de las filas para enviarlos a las misiones de colonización. Eso había dejado en el ejército a los soldados más jóvenes y maleables, permitiéndole trabajar a fondo en ellos.

Cuando terminó de pasar la 1ª división con sus once mil infantes llegó su turno a la caballería pesada, los coraceros de los coroneles Antonio de Rojas y Antonio Vicentino, que mandaban los regimientos de España y Habsburgo. Jinetes con sus uniformes de un azul oscuro, casi negro, sobre el que llevaban sus corazas de acero bruñido, solo los petos, por supuesto, el resto de la coraza sería equipada únicamente en vísperas de una batalla.

Por fin llegó el turno del tren de artillería y el convoy de suministros, que era el más extenso de todos. Al frente el regimiento de artillería número 8 al mando del coronel Alberto Barbierini. Veinticuatro cañones de campaña, todos ellos equipados con las nuevas cureñas mandadas a construir por Pedro a su llegada a Flandes. El resto del tren de bagajes estaba compuesto por los carros de impedimenta de los tercios y regimientos que marchaban aquel día. Cientos de carros llenos de equipos y suministros de todo tipo, seguidos por varios cientos de caballos y mulas de reserva que avanzaban en una recua unida por la cola en reatas de a cuatro animales. Tras el convoy de bagajes marchaba la segunda división, en un despliegue similar al de la primera pero con el orden inverso, y cerraba la marcha, a media legua de la columna, nuevos regimientos de dragones.

Cerca de allí la joven Luisa, cuyo carruaje se había tenido a apartar a un lado para dar paso al ejército, pudo contemplar un espectáculo que nunca olvidaría. Miles de hombres marchando en formación, vestidos con sus esplendidos uniformes…


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Mensaje por Gaspacher »

Cádiz, marzo de 1643

Los navíos Jaime I, Pedro el Grande, Alfonso el Magnánimo, Valencia, y Cataluña descansaban plácidamente sobre las aguas de Cádiz. A estas alturas los buques ya habían sido desratizados según la costumbre, y tratados a fondo para limpiarlos y prevenir enfermedades. Para ello había sido retirado de los buques todo elemento comestible, incluyendo cordajes y velamen, y baldeado a fondo con agua hirviendo y jabón, en un intento de retirar de la madera todo resto de grasa que pudiesen contener. Al mismo tiempo se tendieron cabos engrasados entre los bajeles y un bote que hacía las veces de trampa de ratones que contenía su propio cebo. Las ratas que pudiesen contener los bajeles no tardaron en salir en busca de un alimento que significo su perdición, quedando las naves limpias de roedores.

Con ello por fin llegó el momento de subir a bordo los suministros para el próximo viaje. Nuevos cordajes y velamen se cargaron a bordo. A estos siguieron las municiones de artillería y fusil destinadas a la tripulación. Por ultimo fueron cargados los alimentos, en sus cajas estancas de latón, que contribuirían a mantener los alimentos lejos del alcance de los roedores, lo que redundaba en un menor número de ellos. Con ello los navíos quedaron alistados y a la espera de partir rumbo a su objetivo, que solo conocerían cuando una vez en alta mar, los capitanes abriesen sus sobres de órdenes.

Para este viaje los cinco navíos de línea no partirían solos, pues habrían de acompañarlos diez galeones contratados, que transportarían los mil doscientos soldados que requería su misión. Solo una fracción de los más de diez mil soldados veteranos que permanecían a la espera en una ciudad que se había transformado en un hervidero con la llegada de los soldados durante el último año.

Todo ello había dado lugar a innumerables rumores. Muchos habían creído que aquellos soldados serían empleados para someter a Portugal, sin embargo pronto se supo que en realidad se les había prometido nuevas tierras en propiedad en las Indias, y por una vez y sin que sirviese de precedente, la corona había decidido persistir en su intención inicial y no desviar su atención por causa de la sublevación lusa…

Océano Atlántico, justo al cruzar el trópico de Cáncer

El contralmirante Larranz llamó al capitán de la fragata Águila Imperial a su camarote, para con la ayuda de la llave que este llevaba consigo abrir el cofre de órdenes que hasta entonces permaneciera cerrado, bajo estrictas órdenes de no abrirlo hasta que arribasen a aquella latitud. Al girar las llaves los pesados cerrojos sonaron con fuerza, permitiendo abrir aquel cofre en el que había un único sobre lacrado. Larranz lo cogió de inmediato, al tiempo que anotaba en el diario de a bordo la hora. Segundos más tarde y roto el lacre, por fin tuvo sus órdenes en la mano.

—Tomad, Don Antonio, nuestras órdenes. —dijo el contralmirante tras acabar la lectura, ofreciendo las órdenes a su capitán que las leyó de inmediato.

—La costa de los esclavos. —murmuró mientras leía. —Tenemos que atacar el trafico de esclavos portugués y en caso necesario apoyar la expedición Suarez en la conquista de las islas de la zona…

Ciudad del Cabo, Sur de África.

En los diez años transcurridos desde que España decidiese crear un apostadero naval en aquel lugar, para custodiar la ruta de las especias, una pequeña ciudad había nacido en la amplia bahía del sur del continente. Una ciudad militar, pues sus primeros habitantes fueron los más de mil soldados y marineros enviados para crear el apostadero. Hombres que viajaron acompañados por sus familias para dar mayor fuerza al asentamiento en aquel lugar tan alejado de la mano de Dios.

Por supuesto los inicios habían sido difíciles, pero aquellos soldados viajaron acompañados por un ingeniero y varios maestros de oficios que serían los encargados de ayudar en la construcción de la ciudad, y con ellos traían las nuevas técnicas de higiene y salubridad desarrolladas en España. De resultas de lo anterior, la ciudad había crecido con fuerza desde el momento en que pusieron pie en la zona.

En primer lugar se buscó un lugar con agua potable y fácil de defender. Cuando se hubo logrado encontrar el sitio adecuado, se despejaron amplias zonas de la tierra para construir la ciudad y se sanearon las charcas cercanas para acabar con los posibles mosquitos. A continuación se construyó un primer fuerte de madera para defenderse de los ataques de indígenas en caso necesario.

Ya construido el fuerte pudieron trabajar desde allí, teniendo siempre un lugar al que recurrir para protegerse. Los soldados tuvieron que arremangarse y trabajar a fondo en la construcción de la ciudad. Por un lado y bajo la dirección del ingeniero, empezaron a construir un fuerte en la costa, desde el que proteger el apostadero que estaban creando. Por otro lado precisarían viviendas para sus propias familias, por lo que trabajaron a fondo en construir un sistema de alcantarillado sobre el que se posteriormente se desarrollaría la ciudad. En los años siguientes el fuerte y una ciudad de blancas casas de ladrillo o madera fueron tomando forma.

En todo ese tiempo los bajeles de la Compañía recalaron una y otra vez en aquel apostadero, que así pudo recibir los ingentes beneficios del comercio al tiempo que se mantenían en contacto con España pues ellos tan solo contaban con cuatro bergantines para patrullar la costa y enlazar aquel apostadero con los de Natal y Angra. Por fortuna pronto empezaron a cultivar sus propios alimentos y criar ganado en la zona, logrando así ser autosuficientes, pero aun así, la llegada de cada nuevo bajel era recibida con alegría, y les hacía sentirse menos abandonados. Incluso en algunas ocasiones llegaron galeones con refuerzos y suministros, especialmente seis grandes cañones de hierro para reforzar el fuerte de San Cristobal.

Sin embargo nada los preparo para recibir la flota de aquel año, cuando cinco navíos de línea y diez fragatas arribaron en compañía de cuatro galeones que hacían las veces de transporte, para asentarse en la ciudad. Para entonces el apostadero estaba casi concluido, por lo que el almirante Mateo Ulajani pudo empezar a planificar sus operaciones de inmediato. En cuanto las tripulaciones hubiesen descansado y los buques se hubiesen abastecido, sus fragatas partirían rumbo al sur, para patrullar la ruta de las Indias e interceptar en ella a cualquier nave holandesa o portuguesa que tratase de recorrerla.

Mientras tanto el almirante paso revista a la nueva ciudad, prestando especial atención a sus defensas. Pudo así comprobar que se había hecho mucho, pero aún había mucho trabajo por hacer si se quería lograr una ciudad inexpugnable…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Puesto comercial de la Compañía del Carmen en Shanghái, China

Xabier pasó sus dedos por el texto escrito en chino. Aunque llevaba varios años en China por razones de comercio y hablaba razonablemente el idioma, leerlo era una cuestión muy diferente. De todas formas el texto parecía autentico, y conocía al comerciante chino que lo había traído lo suficiente como para confiar razonablemente, si no en él, al menos si en su avaricia. Por ello sabía que nunca pondría en riesgo sus posibilidades de continuar haciendo negocios con él pasándole una falsificación.

—Aquí tiene el precio acordado. —dijo el comerciante entregando una bolsa de plata al chino. —Ya sabe que siempre estamos dispuestos a adquirir textos clásicos. —explicó.

En aquellos momentos agentes comerciales de la compañía como Xabier, distribuidos por los lugares más recónditos del mundo, se esforzaban en adquirir o traducir ejemplares de escritos filosóficos, de literatura, o matemáticas de las más diversas culturas.

Ámsterdam, finales de abril de 1643

—Los españoles han puesto asedio a Rocroi, en la frontera francesa. —explico el estatúder Federico Enrique al gran pensionario al que había recibido en su casa. —De momento la ciudad resiste, pero desconocemos cuando caerá.

—¿Resiste? ¿Cuándo fue sitiada? —preguntó Jacob Cats.

—El ejército español llego allí el 12 de febrero, dos semanas atrás.

—¿Y aún resiste? Tal vez el lobo haya perdido su toque. —dijo Cats refiriéndose a su fama como experto en asedios.

—Hasta ahora casi nunca se había enfrentado a fortificaciones modernas. Es cierto que tiene un gran renombre como hombre experto en asedios, pero la realidad es que siempre se enfrentó a fortificaciones antiguas, principalmente en el norte de África. Tan solo se enfrentó a fortificaciones modernas en Italia, en Parma y Saboya, y en ambos casos pudo rendir las ciudades por medio de ataques por sorpresa Pero eso es algo que no ocurrirá aquí. Los franceses han aprendido y reforzado sus ciudades y permanecen en guardia para evitar esos ataques por sorpresa, lo mismo que hacemos nosotros.

—Entonces, ¿Cuáles serán nuestros planes para este año? —quiso saber Cats.

—Precisamente de eso quería hablaros, es difícil de decir cuáles serán nuestros planes. Los franceses han enviado un ejército a liberar Rocroi, y Mazarino está levantando nuevas levas para atacar Flandes desde el sur y espera que nosotros podamos atacar desde el norte. Me gustaría vuestro apoyo para convencer al consejo de la necesidad de hacerlo.

—Nuestros informadores hablan de que el Lobo quiere atacarnos, ha prometido al rey acabar con los rebeldes en tres años. El consejo será reticente a arriesgarse a un ataque, si somos derrotados el Lobo podría pasar al ataque y asediar nuestras ciudades una a una…—dijo Cats.

—Es una posibilidad, pero nuestras ciudades no caerían tan fácil como el resto de ciudades a las que se enfrentó el Lobo en el sur...


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