Un soldado de cuatro siglos

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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Cerco de Rocroi

La masajista termino de trabajar en la espalda de Pedro, liberando las contracturas acumuladas por los meses de campaña, siempre viajando a caballo de aquí para allá. Meses en los que calculaba que había recorrido más de mil kilómetros, viajando de Dunkerque a Lorena, internándose en Alemania, regresando posteriormente a Lorena donde se desarrolló una guerra móvil, y posteriormente regresando a Flandes para la invernada. Incluso entonces no había parado a descansar, sino que había entrado brevemente en la zona holandesa viajando de incognito. En definitiva, cientos de leguas que se habían cobrado su precio en forma de dolores de espalda, que ahora por fin tenía tiempo de tratar.

—Tenéis costumbres muy curiosas, Don Pedro. Vuestro confesor tendrá mucho trabajo con vuesa excelencia. —dijo el duque de Albuquerque, Don Francisco de la Cueva.

—Para bien o para mal hay muchas cosas que debemos aprender del lejano oriente. —respondió Pedro para sorpresa de este. —O mejor dicho, hay mucho conocimiento que podemos recuperar de oriente. Este sin ir más lejos, los masajes ya eran conocidos en tiempos de griegos y romanos, la cuna de la civilización europea. Sin embargo su conocimiento se perdió tras la caída del Imperio Romano, y bien haremos si conseguimos ir recuperando ese conocimiento de aquellos que aún lo mantienen y lo hacemos nuestro.

—Como decía, tenéis ideas muy curiosas...pero funcionan. No sé si es por esos baños semanales obligatorios que implantasteis en vuestras “Normas Higiénicas”, pero enfermedades como el tifus, prácticamente han desaparecido. —respondió el duque mirando a la masajista, una joven traída de Siam. —Así que tal vez pruebe esos masajes.

—Probadlos, no os arrepentiréis, os lo aseguro. —dijo Pedro levantándose por fin de la mesa y aprovechando para estirar un poco antes de acabar de vestirse. —¿Se han adelantado los trabajos de circunvalación?

—Están casi culminados, una trinchera con muro de tierra que rodea la ciudad, y cinco campamentos para el ejército, todos ellos con sus propias obras de fortificación para evitar ataques por sorpresa si llega una fuerza de socorro…¿Cuándo iniciaremos los trabajos de aproximación? —preguntó por último el Duque.

—No realizaremos trabajos de aproximación, Don Francisco. Asediaremos la ciudad por hambre. El año pasado, la cosecha fue especialmente mala. Ahora acabamos de pasar un duro invierno y este año aún no ha habido tiempo de realizar la cosecha. ¿Cuánto cree vuesa excelencia que los defensores lograran resistir sin ayuda?

—Entonces mantendremos el asedio…

—Así es, y al hacerlo mantendremos a nuestras fuerzas en el mejor estado posible, sin sacrificarlas en caponeras o someterlas a la guerra de trincheras que tantas enfermedades causa…

Fuerte Real de San Felipe, Isla Santiago, Cabo Verde, 5 de mayo

Los escasos defensores portugueses habían sido superados con rapidez por los soldados españoles desembarcados de la flota que ahora descansaba en el puerto. Diez navíos de línea y una docena de embarcaciones menores que habían llegado diez días atrás, acompañadas por una veintena de galeones encargados de transportar a los soldados y sus familias y acompañantes. Más de dos mil quinientos pasajeros en total, de los que la mitad eran soldados veteranos, que con la ayuda de los marineros no tuvieron dificultad en rendir la guarnición portuguesa en un duro asalto precedido por el bombardeo de los cañones de la escuadra.

Ahora tras la conquista había llegado el momento de afianzar el control de la isla. El maestre de campo Luis de Vixconti, tomo posesión del archipiélago en nombre de su majestad, Felipe IV y de España, e inmediatamente se dispuso a hacer justicia. Las tierras de los hacendados portugueses fueron expropiadas para su entrega a los soldados que habían acompañado la expedición, y todos los esclavos negros reunidos en el patio de la fortaleza.

Cuando Vixconti salió al patio del fuerte pudo contemplar a miles de esclavos reunidos frente a él, sobre todo eran varones por ser la mayoría de trabajadores de las plantaciones. Hombres y mujeres estaban encogidos, con miedo, en algunos casos temblando visiblemente esperando sus palabras.

—¿Hablan nuestro idioma? —preguntó a un administrador enviado con la expedición llamado Constantino Soares, de Orense.

—La mayoría habla o al menos entiende un poco el portugués, eso es todo. —respondió el funcionario real.

—Entonces haga vuesa merced el favor de traducir mis palabras. —dijo Vixconti encaramándose a un atril formado por unas cajas amontonadas frente a él. De inmediato comenzó a leer la ley que ponía fin a la esclavitud, que fue prontamente traducida por Soares.

Poco después Vixconti se reunía con varios esclavos elegidos entre aquellos que tenían más estudios por ser esclavos domésticos, o habían sido líderes tribales antes de su captura. Los antiguos esclavos le recibieron con una mezcla de desconfianza y esperanza.

—Como han oído con anterioridad, España ha prohibido la esclavitud y por lo tanto todos ustedes quedan liberados. —explicó Vixconti. —De momento todos los esclavos pueden permanecer aquí, en la ciudad, mientras se decide su futuro, sin embargo deben saber que esta isla ha sido declarada como “militarizada”. Eso significa que un futuro tan solo los militares de la expedición y sus familias permanecerán en la isla.

—En ese caso, ¿Qué será de nosotros? —preguntó uno de los antiguos esclavos, Obuntu o algo así, dijo que se llamaba.

—Podemos trasladar a la costa de África, tan cerca de sus pueblos de origen como sea posible, a todos aquellos que sean capaces de situar su lugar de origen en un mapa. —explicó Vixconti por medio de Soares, sabiendo que serían muy pocos los capaces de hacer eso, aunque siempre quedaba la esperanza de averiguar su zona de origen a través de sus idiomas tribales. —El resto serán transportados a España, donde se les ofrecerá pasaje al lugar de su elección, Egipto, alguno de los presidios del Norte de África, o algunos lugares escogidos donde tal vez puedan encontrar trabajo. A los varones en buen estado también se les ofrecerá la posibilidad de alistarse en el ejército español.

—¿Para luchar con los portugueses? —quiso saber otro de los antiguos esclavos de nombre impronunciable.

—De momento es posible pues ahora mismo son nuestros enemigos. Pero se alistarían para luchar contra cualquier enemigo del Rey, sea quien sea, y para ello es requisito indispensable el que sean católicos. —explico Vixconti.

—¿Y las familias de esos soldados? —preguntó ahora aquel hombre.

—Las familias de los soldados podrán permanecer en España en las mismas condiciones que ellos…


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Los soldados españoles pisaron suelo durante la noche. Todo estaba prácticamente a oscuras, salvo alguna luz a sus espaldas en los barcos que los habían transportado desde Huelva, última escala de su corto viaje.

No hizo falta que Diego diera órdenes. Rápidamente los soldados se desplegaron y se adentraron entre la vegetación. Debían darse prisa pues querían llegar a Almagreira antes del amanecer.

De momento la llegada a la isla de Santa María en las Azores habían pasado inadvertida.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Rocroi (película, 1949), dirigida por William Wyler. Actores; Alfredo Mayo, Luis Peña, Margarita Cansino, Andrews Engelmann, Rudolph Anders, Richard Abbott, Raymond Gérome…

Noche en el campo español/ en una tienda de campaña

Los comandantes españoles están reunidos alrededor de una mesa sobre la que descansa un mapa de la ciudad y los alrededores, sujeta con varias copas de vino para que no se mueva. Sobre el mapa, fichas azules con los símbolos de la cruz de San Andrés representan las unidades de infantería española y otras con un solo brazo de la caballería. La artillería está representada por fichas con un punto en el centro. En un extremo del mapa, claramente visibles en un grupo compacto, fichas de color rojo con símbolos similares representan el ejército francés que acaba de aparecer en la zona.

Llopis
El enemigo llegara mañana. No sabemos si buscaran batalla o tan solo intentaran levantar el cerco o introducir suministros en la ciudad. Vamos a desplegar para interceptar su movimiento en este punto y veremos que hacen.

De la Cueva
Seguramente intentaran socorrer la plaza.

Llopis
Es muy posible, pero nosotros queremos destruir ese ejército. Solo cuando lo hayamos logrado tendremos las manos libres para ir a por nuestro verdadero objetivo, Las Provincias Unidas.

Paul Bernard
¿Cuáles serán nuestras ordenes?

Llopis
Desplegaremos la artillería delante, agrupada en una gran batería. La infantería detrás en tres líneas. Italianos al frente, valones en medio y españoles detrás...

Jorge de Castellvi
Gritando
¡Eso es insultante! El frente siempre ha correspondido a los españoles, nuestros soldados se revelaran ante tal infamia.

Llopis
Mirando fijamente a Castellvi y los capitanes españoles.
Así sea, españoles delante e italianos en la tercera línea, y no quiero protestas

dirigiéndose a los capitanes italianos para cortar sus protestas
hablare con vuesas mercedes a continuación.

La protesta de los capitanes italianos muere en su boca antes de pronunciarla, y todos acaban asintiendo.

En cuanto a la caballería, formara detrás de la infantería desplazada hacia los flancos, pero retendrá su actuación hasta mi orden, eso es todo. Que los capitanes italianos permanezcan un momento conmigo.

Cuando el resto de capitanes han salido.

En realidad la primera y segunda línea solo tienen que aguantar el frente, pero será la tercera línea la que nos dará la victoria. Esto es lo que harán vuesas mercedes…

Fernando de Noroña
Tres fragatas españolas y dos galeones descansaban apaciblemente en la ensenada de la isla prácticamente deshabitada, que acababa de ser ocupada por las fuerzas españolas. En tierra, doscientos soldados trabajaban a destajo para levantar una batería de costa en la entrada de la ensenada, cavando zanjas y acumulando la tierra en un parapeto con plataforma donde se instalarían media docena de cañones de veinticuatro libras que habían traído los galeones. Otros doscientos soldados trabajaban en la tala de árboles, despejando un amplio terreno en el que se construirían las viviendas para soldados y marineros precisamente con esa madera que estaban talando.

Mientras tanto los marineros ingleses de los galeones contratados como naves de transporte y carga se afanaban en descargar los suministros y la artillería en la costa, por lo que había un ir y venir de los buques hacia las playas que no parecía tener fin. Alimentos en conserva, sacos de arroz o trigo, las casi obligatorias patatas, y por supuesto, salazones y carnes curadas iban acumulándose lentamente en un gran depósito creado cerca de la playa.

A bordo de la fragata Juno el contralmirante Adsuar comprobó el barómetro una vez más. El tiempo parecía acompañarle y solo esperaba que las dos fragatas que había destacado para que recorriesen la costa del Brasil tuviesen éxito y lograsen asestar un buen golpe al comercio luso. Al fin y al cabo sus órdenes no podían ser más simples. Construir un asentamiento en aquel lugar privilegiado, y desde allí depredar el comercio portugués en la zona.


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

Un pelotón de soldados permaneció en el pueblo de Almagreira, vigilando a la población reunida en la iglesia. El resto de los hombres de Diego se vistieron de campesinos, cogieron varios carros y los cargaron de provisiones.
Las armas iban bien escondidas y al llegar a las proximidades del forte de Sao Bras observaron que las obras estaban sin terminar, posiblemente retardadas mas de lo normal por la guerra que asolaba España y Portugal.

Diego había colocado guiando los primeros carros tirados por bueyes a varios soldados gallegos, que no tuvieron problemas en convencer a los aburridos centinelas de la entrada que traían provisiones.

Al entrar en el castillo los cuatro últimos soldados desenvainaron sus dagas y acabaron con ellos. Rápidamente atrancaron el rastrillo y mantuvieron la puerta abierta. Con rapidez dos centeneres de soldados entraron a la carrera tras haber estado escondidos en la vegetación a varios centenares de metros de la puerta.

En poco menos de media hora, la fortaleza había caído, y al caer la tarde, la bandera española ondeaba en la vila do Porto. La isla de Santa María, había caído en poder de Diego y sus hombres.


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Mensaje por Gaspacher »

Compañía Mercantil de Nuestra Señora del Carmen

La Compañía Mercantil de Nuestra Señora del Carmen, conocida simplemente como “La Compañía”, fue fundada en 1623 en Valencia para el comercio con las tierras ignotas, más allá de las Indias. Fue una compañía de gran importancia y volumen de negocios durante tres siglos, la mayor multinacional de la historia del comercio, llegando a controlar más del 50% del comercio mundial a finales del siglo XVII.

Historia
Antecedentes


Durante el siglo XVI el comercio de las especias estaba controlado por los portugueses que utilizaban el puerto de Lisboa como epicentro del comercio, mientras el comercio con las Indias Españolas estaba controlado por la Casa de Contratación desde Sevilla. Eso limitaba terriblemente las posibilidades de comercio del resto de territorios de la monarquía española, que tenían que actuar a través de la casa de contratación. Esta solía poner trabas obligando a actuar a través de testaferros de la zona, lo que redundaba en mayores gastos y pérdida de competitividad. La llegada posterior de la VOC, la compañía de las Indias Orientales Unidas al comercio de las especias destruyó dicho monopolio a la vez que amenazaba las rutas comerciales españolas.

En 1623 tres hombres fundaron la Compañía en Valencia, con el fin de abrir nuevas rutas comerciales, buscando apoderarse del mercado de pieles procedentes de Asia. Aquel primer viaje logró establecer varios puestos de caza en la Siberia, regresando un año más tarde con un gran cargamento de pieles, porcelanas y sedas chinas. Fue tal el éxito que a partir de ese momento los viajes se sucedieron anualmente, estableciéndose un comercio anual con Siberia, donde el número de cazadores creció exponencialmente superando los tres mil fronterizos una década más tarde y estableciéndose las primeras ciudades en la zona.

Las guerras de la Casa

El éxito de aquella nueva ruta comercial pronto provocó los primeros encontronazos con la Casa de Contratación de Sevilla, que reclamó para sí aquella nueva ruta por considerar que debían utilizar el puerto de Cádiz o Sevilla, que estaban bajo su control en aquellos momentos. Pese a la férrea defensa de sus intereses por el Reino de Valencia, en 1629 la Compañía tuvo que claudicar, y aceptar trabajar a través de los puertos castellanos.

Sin embargo la Compañía había aprovechado sus beneficios para diversificar sus intereses. Uno de sus accionistas, el marqués del puerto, militar, inventor, y alquimista de renombre, había logrado las fórmulas para fabricar espejos de gran tamaño y claridad, y de la porcelana dura, estableciendo sendas fabricas que tuvieron un gran éxito. Gracias a los beneficios logrados por estos productos de lujo, pronto estuvo en disposición de enfrentarse a la Casa de Contratación en el terreno económico, desatándose una nueva guerra comercial poco después.

Durante dos años el marqués del Puerto repartió millones de ducados y acciones de varios negocios, como las factorías de espejos, porcelana, telares, y la propia Compañía en la corte española, desplazando a la Casa de Contratación y logrando abrir otros puertos como el de Vigo al comercio con las Indias. Para entonces el marqués del Puerto, cuya posición en el ejército y la armada le había permitido establecer varias colonias en la costa Este americana con la excusa de proteger la ruta de los convoyes del Tesoro, había sumado nuevos territorios de caza, desde los que suministrar pieles a sus industrias afianzando su dominio sobre el mercado de pieles y fieltros.

Esto aceleró la decadencia del puerto de Sevilla como principal destino de los convoyes de Indias, que trato de defender sus intereses en lo que se denominó tercera guerra comercial de la Casa a finales de la década de 1630. Una vez más la Compañía reaccionó poniendo en juego su poder comercial, asentado en una creciente industria que incluía fábricas de espejos, vidrios, porcelanas, hierro colado, artillería, pieles y fieltros, entre otras muchas manufacturas.

La tercera guerra comercial finalizaría con la derrota de la Casa de Contratación en 1641, aunque aún se vivieron algunos conatos hasta el año siguiente. Cuando finalizó, la Casa había perdido toda su ascendencia sobre el comercio con las Indias, aunque los puertos de Cádiz y Sevilla aun mantendrían una gran importancia, habían perdido el monopolio en el comercio con las Indias que pasaron a estar abiertos a cualquier puerto castellano y valenciano.

Curiosamente las más perjudicadas no fueron Sevilla o Cádiz, que pronto empezaron a recibir inversiones de la propia Compañía, tanto en nuevas rutas como con el establecimiento de industrias en las cercanías de sus puertos. Los más perjudicados fueron los reinos de Portugal y los condados Catalanes que, por hallarse en rebeldía, no pudieron disfrutar del despegue económico que vivió España durante la década de 1640.

continuara...


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y continuó

La Gran Expansión de 1640 a 1660

A principios de 1640 la Compañía controlaba las rutas de comercio de las pieles con Siberia, que pasando por los rugientes cuarenta traía las pieles a Europa a través del pacifico y el Atlántico, y las de América del Norte, que llevaban las pieles desde las nuevas colonias hasta Vigo. Además controlaba las rutas mediterráneas, que llevaban las manufacturas valencianas a Génova y Nápoles desde donde eran distribuidas por toda Europa.

La primera gran expansión comercial empezó en 1644, cuando se abrió el canal de los faraones o de Adriano. Este canal era un camino de sirga, que discurría entre los lagos amargos y el Nilo, facilitando el transporte de mercancías que a partir de ese momento recorrían los kilómetros entre Suez y los lagos amargos en caravanas de camellos, para a partir de ese punto utilizar el canal. Esto ahorraba a los mercantes un viaje de varios meses y muchos riesgos circunnavegando África. Pronto la compañía se especializaría en el comercio oceánico, llevando los productos desde las Indias occidentales y orientales, y desde otros muchos destinos hasta España y Egipto, donde los comerciantes europeos acudían para cargar sus naves y realizar el comercio de cabotaje para repartir los productos por Europa.

Esta apertura coincidió con la campaña de conquistas de los puertos de las especias en manos de portugueses y holandeses en el Índico iniciada el año anterior, cuando fuerzas españolas capturaron Goa, Tindor y Ternate. A esto se unió la captura en los años siguientes de Batavia, Timor, Colombo, y las Molucas entre otras posesiones menores. Pronto los efectos de la apertura del canal se hicieron notar en Europa, creando nuevas rutas de las especias a través de Egipto.

A finales de década la Compañía controlaba las rutas de Filipinas, Indonesia, la India, y las islas del Índico hasta Suez, que se convirtió en uno de los puertos más ricos del mundo junto al de Rosetta, al que pronto acudieron en masa comerciantes venecianos y genoveses para cargar las mercancías que allí llegaban.

Era tanta la necesidad de buques mercantes que los bosques españoles eran totalmente incapaces de sostener el esfuerzo, por lo que se recurrió a los bosques de América del Norte y el Caribe. Primero como fuente de madera que era trasladada a los astilleros de la península para abastecer los astilleros del Cantábrico, pero a inicios de la década de los cincuenta se establecieron los primeros astilleros de la Compañía en el Nuevo Mundo. El primero de ellos en La Habana, Cuba, y el segundo de ellos en la colonia militar de Villanueva del Río Kennebeck.

Precisamente estos astilleros se especializarían años más tarde en los más veloces buques mercantes construidos hasta entonces, los “rasadores”. Naves de casco estrecho y largo, con tres y excepcionalmente hasta cuatro mástiles diseñadas por Ignacio de Otamendi, que surcaban los mares a velocidades superiores a los catorce nudos, lográndose sucesivos records de velocidad.

La compañía llevaba vidrio, espejos, porcelanas y manufacturas en el viaje de ida, y regresaba con; sedas, porcelana china, madera, coco y derivados, arroz, especias, aceite de palma, goma, algodón, café, cacao, té, azúcar, ron, vodka, trigo, maíz, patatas, encurtidos, conservas y salazones, pieles, pescado salado y ahumado, castilla elástica (caucho), ceiba, y guano. Mercancías procedentes de Filipinas, Indonesia, India, Etiopia, Islas del Índico, Siberia, Terra Australis, Guinea Ecuatorial, y Perú se repartían por todo el globo gracias a los buques de la compañía.

continuara...


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La consolidación 1660 a 1680

Tras el fin de la guerra de los treinta años y las guerras franco españolas, los buques de la compañía disfrutaron de un semi monopolio en las mayores rutas transoceánicas del globo. Desde Siberia llevaban pieles a Filipinas, donde se unían con sedas y porcelanas chinas, y coco, copra y derivados para su envío a España por la ruta del cabo de hornos., y a Méjico por el tornaviaje.
Mientras tanto la ruta de las especias española empezaba en las Molucas, con Tindor y Térnate como puntos fuertes, y recorría Ceran, las islas Banda, Timor, Batavia, Malaca, Ceylán, y Goa antes de acabar entrar en el mar Rojo y llegar a Suez. Desde allí las mercancías seguían el canal de los faraones para llevar las especias a Rosetta y Alejandría, desde donde eran repartidas por Europa.

Una ruta con un glamour muy inferior, pero con una importancia capital era la que desde Chile, y a través del cabo de Hornos, llevaba nitrato de Chile a Europa. Este fertilizante de vital importancia en la agricultura, era repartido a puertos de Italia como Nápoles, Tarento y Palermo. Españoles como Cádiz, Valencia y Vigo, e incluso irlandeses y valones.

Otra ruta de gran importancia era la que desde los puertos de América del Norte, llevaba pieles y madera a España, principalmente a Vigo y Ferrol. Allí las pieles eran manufacturadas para crear los más finos fieltros, logrando acaparar el mercado inglés de sombreros, donde los sombreros de fieltro gallegos se vendían a muy buen precio. En cuanto a la madera, era empleada para construir nuevos buques, tanto de línea para la armada como comerciales para la compañía.

La última de las grandes rutas de la compañía, aunque más bien eran varias rutas independientes, era la del azúcar. Esta ruta empezaba en las islas del Caribe, la costa brasileña, y varias islas del Índico colonizadas por España, y llevaban el azúcar o productos manufacturados como el ron, hasta Europa, principalmente a Cádiz las primeras y Suez la del Índico.

Para 1658 las naves de la Compañía tocaban regularmente los puertos de:
  • África; Mombasa en la zona oriental, Burgo Carlos en las islas orientales, Ciudad del Cabo, Angra, Natal en África del Sur, San Vicente en Cabo Verde, y Fernando Poo en la Guinea Ecuatorial.
    América; Villanueva del río Kennebeck, Naiad, Villareal del Río, Antares, Aldebaran en América del Norte, La Habana y San Juan de Puerto Rico en el Caribe, Iquique y Antofagasta en Chile, Cartagena de Indias en Nueva Granada y Salvador, Belem, Fortaleza, y Recife en Brasil.
    Asía; Manila y Subic en Filipinas, San Salvador en Formosa, Burgo de Maya, Villa del Río Amur, y Santa Clara en Siberia, Ternate, Tidor, Fuerte Bélgica, Kupang, y Batavia en la indonesia española, Malaca en Siam, y Colombo y Goa en la India.
    Europa; Valencia, Cartagena, Cádiz, Vigo, y Ferrol en España, Nápoles, Salerno, Palermo, los presidios de Toscana, Génova, y Tarento en Italia, y hasta aquí puedo leer…
La armada de la compañía

El aumento de las rutas de la compañía, y las riquezas que sus buques transportaban eran tales que pronto obtuvieron permiso para organizar una armada para su protección. No tardaron en adquirir veinte navíos de línea de 64 cañones dados de baja en la armada española, y otras tantas fragatas y bergantines que protegieron principalmente la zona del Índico y América del Norte.

En su momento álgido en 1690, esta armada alcanzaría los ochenta y siete buques de guerra que servían para proteger los más de cuatro cientos mercantes que surcaban los mares con la enseña de la compañía. Desde ligeros bergantines para reconocer las costas antes de la partida de los buques y convoyes, a pesados navíos de línea para escoltar los mercantes más valiosos.


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Rasador

El rasador era un tipo de embarcación a vela aparecida por primera vez en 1656 en Cantabria, diseñada por el Ingeniero General de la Armada para la Compañía de la que era uno de sus fundadores y mayores accionistas.

Historia

Con una España que dependía de un comercio transoceánico cada vez más extenso que había llevado al límite la capacidad de los galeones, la búsqueda de medios más eficaces de comercio fueron una constante durante todo el siglo XVII. Producto de esta búsqueda de medios de navegación más eficaces nacieron primero el “Indiaman”, un buque que llevo al límite de la eficacia a las proporciones clásicas de las naves de vela, y posteriormente los “Rasadores”, que supusieron una revolución en la navegación al romper con los cánones clásicos de las embarcaciones.

En 1656 la Compañía Comercial Nuestra Señora del Carmen boto un buque de extraño diseño, el Estrella de la Mañana, en el Astillero, Cantabria. Este alargado buque que se demostró considerablemente más rápido que cualquier nave existente al lograr velocidades de más de 15 nudos, está considerado el primer rasador de la historia, siendo el buque a partir del cual se construirían en resto de naves que proliferaron en los años siguientes con unas líneas cada vez más perfeccionadas. El nombre de rasador deriva de una expresión utilizada para referirse a la velocidad al surcar las olas que lograban estas naves, que era tal que parecía que pasaban rozándolas. La aparición del rasador supuso una revolución en el diseño naval de la época al crear un buque que era muy veloz pese a ser movido por el viento. El secreto estaba en un radical diseño del casco, que pasaría de la forma panzuda para albergar la carga de los galeones y filibotes precedentes, a una forma delgada, haciendo barcos más largos y estrechos en lugar de cortos y anchos.

Sus tres y hasta cuatro mástiles recogían los vientos, y aprovechando las precisas cartas de vientos recopiladas metódicamente por la armada durante las décadas anteriores, lograban superar con facilidad los catorce nudos de velocidad, logrando sucesivos records de velocidad e instaurándose una competición oficiosa entre los capitanes de los rasadores, que buscaban ser los más rápidos en sus diferentes rutas.


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Rocroi

—¡Concentren los disparos sobre la caballería del flanco derecho! —ordenó con voz clara Pedro al observar como la caballería francesa seguía castigando su flanco derecho mediante cargas sucesivas. Por fortuna y aunque la caballería española permanecía en reserva, la infantería estaba logrando rechazar las cargas sin demasiados problemas, claro que a esto ayudaba el hecho de que persistiesen en las viejas tácticas de caracol en lugar de buscar el choque. Pedro tenía sus dudas de que sus tropas lograsen resistir una carga en caso contrario debido a haber acabado de ser instruidos en las tácticas modernas. Si la moral flaqueaba aunque fuese un poco…

—Mi general, deberíamos enviar nuestra caballería. —sugirió el duque de Albuquerque por tercera vez desde que se iniciase la batalla.

—Aún no es el momento. Una carga de caballería puede ser útil al principio, en medio o al final de una batalla, pero en nuestro caso reservaremos la caballería para dar un golpe decisivo en el momento crítico de la batalla.

—¿Cuándo será eso mi general? —preguntó ansioso por participar.

—Lo sabremos cuando lo veamos, primero la infantería enemiga tiene que ponerse en juego. —Pedro volvió su mirada hacia el campo de batalla, por fortuna esta se estaba librando en un frente muy estrecho y era bastante fácil controlar aquella extensión. En aquellos momentos, rechazada la caballería francesa que se estaba reagrupando, el gran peligro eran los cuadros franceses que avanzaban hacia allí. Curiosamente aunque los franceses aún empleaban un gran número de picas, la proporción de estas sobre los mosquetes parecía mucho más reducida de lo que debería ser según sus recuerdos. Por fortuna la mayoría eran mosquetes pesados de mecha, y no empleaban tácticas modernas. Parecía que los cambios introducidos en España empezaban a ser imitados…

—La infantería enemiga se ha puesto en juego. Ordenen a los maestres Strozzi, Vixconti, y Liponti que inicien el ataque por el flanco enemigo, y que la artillería concentre sus disparos en ese flanco para apoyarlos. —ordenó Pedro observando como aquellos tres tercios formaban en tres columnas en el flanco izquierdo y empezaban a marchar. Aquella concentración de fuerzas debía servir para romper el flanco francés, entonces lanzaría a su caballería.


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Al día siguiente de la conquista de la isla de Santa María Diego comenzó el siguiente paso antes de que la noticia de la llegada de los españoles se difundiera por el archipiélago.
Uno de los navíos capturados se colocó en cabeza del convoy, todos enarbolaban la bandera portuguesa.
Este barco, tripulado por voluntarios con el número mínimo necesario para gobernarlo enfiló directamente al puerto de la isla de San Miguel.
Los defensores no se dieron cuenta hasta que fue demasiado tarde.Concentraron todo el fuego sobre el desdichado barco que comenzó a deshacerse ante los disparos.
En ese momento los otros 4 navíos cambiaron su pabellón. Diego maldecía no estar en el buque que navegaba en cabeza, pero si querían cambiar las costumbres y usos de los ejércitos debían empezar por allí. El jefe no debía exponerse sin motivo. Sí, podría haber ido y arrostrar el peligro como los demás, pero no hubiera podido dar órdenes. Ese orgullo mal entendido debía cambiarse si se quería disponer de un ejército profesional.

Mientras los portugueses se cebaban con el primer navío el resto pudo llegar a la bocana del puerto. Con daños ligeros lograron llegar a desembarcar y rápidamente los soldados del Tercio fijo de Orán desembarcaron. Los portugueses perdieron las ganas de combatir cuando refugiados en la pequeña ciudadela recibieron la amenaza de borrar del mapa la ciudad por el fuego. Se les prometió libertad o incluso la opción de alistarse bajo las banderas españolas. El que quisiera podría regresar al continente transportado por buques españoles.

Diego aceptó la rendición del gobernador. Algunos grupos quedaron dispersos por el interior, proclamando una resistencia futil. Los españoles controlaron los puertos y las principales ciudades. No necesitaban mas. Quitaban una base al enemigo y lograban una para ellos. La compañía y el resto de buques españoles podrían usar las Azores como punto de apoyo e incluso una buena base para posibles campañas corsarias.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Batalla de Rocroi 1643

La batalla de Rocroi o Rocroy aconteció el 19 de mayo de 1643 entre el ejército francés al mando del mariscal Turena, y el ejército español a las órdenes de Pedro de Llopis, capitán general de los tercios de Flandes. El enfrentamiento que comenzó antes del amanecer, duró cerca de seis horas y terminó con la victoria española.

Preliminares
La batalla
Buen comienzo francés
El flanqueo
Repercusiones

Preliminares


Con el fin de aliviar la presión sobre el Franco Condado y Cataluña, el ejército español invadió el norte de Francia y sitió la villa de Rocroi, concentrando tropas para el asalto. Alertado Turena de las intenciones españolas se dirigió hacia Rocroi con el fin de romper su cerco y plantear batalla en campo abierto.

Turena contaba con 16.000 infantes y 7.000 jinetes, con doce cañones. Mientras tanto Llopis contaba con 22.000 hombres y 24 cañones, pero esperaba el refuerzo de Jean de Beckque vigilaba la frontera con 3.000 infantes incluido el Tercio de Avila, y 1.000 jinetes. Los franceses desplegaron en dos líneas de infantería en el centro, sendas escuadras de caballería a cada flanco y una línea de artillería al frente. Mandaba el flanco izquierdo La Ferté, el centro L´Hospital, y la derecha Gassion. El marqués de Sirot estaba al cargo de la retaguardia.

Por su parte el ejército español formo con tres largas líneas de infantería, la caballería en los flancos pero a resguardo en retaguardia, y la artillería al frente. Al frente los tercios españoles, seguidos de los valones, alemanes, y borgoñones y por último los tercios italianos. La caballería estaba situada en ambos flancos, con el conde de Iseburg en la izquierda, el duque de Alburquerque en la derecha.

La batalla
Buen comienzo francés


Turena inicio el ataque con una carga de su caballería en ambos flancos. Llopis había destacado un batallón a un pequeño soto existente entre la linde del bosque y sus descargas lograron rechazar el ataque de la caballería francesa causándoles sensibles bajas. Sin embargo los franceses persistieron en su empeño mientras la caballería española permanecía en reserva, alejada del combate, por lo que las bajas de las fuerzas españolas en los flancos empezaron a ser sensibles.

Ante el apuro de los flancos españoles, el general Pedro ordenó a su artillería, que había venido concentrando sus disparos sobre la artillería francesa, que disparase sobre los escuadrones de caballería francesa de su flanco derecho. En aquel momento la caballería paso unos momentos de apuro al ser alcanzados por varios proyectiles que mataron a varios soldados y asustaron a los caballos, por lo que los franceses tuvieron que retirarse para reagruparse perdiendo unos minutos, momento aprovechado por la artillería para volver a disparar sobre la francesa.

Turena ordenó entonces el ataque de su infantería, que empezó a avanzar sobre la línea española. Los cuadros franceses se aproximaron a la línea española en el momento en el que por fin la caballería francesa se reagrupaba y volvía a la carga. Entonces se produjo el choque entre ambas líneas. Aunque Francia había ordenado aumentar la proporción de mosquetes en el ejército siguiendo el modelo español, su modelo aún era mixto entre picas y mosquetes. Por lo tanto fueron los mosqueteros españoles los que se impusieron causando graves bajas a los franceses, sin embargo el ataque francés continuó en sucesivas cargas, y la infantería española tuvo que empezar a retroceder para protegerse de las largas picas francesas. El ataque francés estaba poniendo en peligro la línea española, y las tropas valonas de segunda línea se sumaron a la línea cerrando los huecos que empezaban a aparecer entre sus filas.

continuara...


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El flanqueo

El momento de mayor peligro también trajo aparejado el momento que el general Pedro estaba esperando. Ahora las fuerzas francesas estaban en juego y si lograba derrotarlas no tendrían lugar para retirarse. Por lo tanto aprovechando la enésima carga francesa concentro tres tercios italianos, que hasta entonces habían permanecido en reserva, para atacar el flanco izquierdo francés.

Estos tercios formaron en sendas columnas y atacaron con fuerza, concentrando así todo el poder de las fuerzas españolas sobre el flanco derecho francés. Los mosqueteros italianos descargaron salva tras salva sobre dos cuadros franceses que cubrían aquel sector, que pronto empezaron a retroceder abrumados por el asalto enemigo. Esto supuso un vuelco a la batalla al crear una apertura en la línea francesa.

El general Llopis vio como dos cuadros franceses habían eran expulsados hacia atrás, alejándose de la línea formada por los cuadros situados a la izquierda de aquellos, que continuaban avanzando. Era la oportunidad que estaba esperando. Sin perder tiempo ordenó al conde de Iseburg que cargase a través de aquella brecha, para así flanquear a los franceses y caer sobre la retaguardia de su infantería. Minutos más tarde un millar de jinetes se colaban por aquella brecha y caían sobre la retaguardia francesa, causando el caos. Mientras tanto un segundo grupo de jinetes pasaba de largo y se dirigía a la artillería francesa, que lograron capturar.

Todo el frente francés estaba ahora en peligro. Turena intentó salvar el ejército enviando su caballería para detener a la española, pero chocaron con las columnas italianas que continuaban su avance sobre el flanco francés. Aquel fue el momento elegido por Llopis para poner en juego la caballería de su flanco derecho, que había permanecido en reserva hasta ese momento. Fue el fin, la caballería francesa fue interceptada, y poco después la infantería francesa se hundió en el caos y huyó, derrumbándose todo el ejército.

Derrumbado el ejército francés todo el ejército español pudo avanzar. Serían precisamente los italianos los primeros en alcanzar el campo francés capturando su tren de bagajes, que saquearon de inmediato. Mientras tanto los dragones y húsares españoles continuaron la persecución hasta primera hora de la tarde, cuando se les ordenó regresar.

Repercusiones

Las bajas francesas superaron las doce mil, incluyendo siete mil prisioneros…


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Luxemburgo, principios de junio de 1643

Pedro paseaba por los muelles junto al río revisando las barcazas que sus carpinteros habían construido durante el invierno utilizando la madera de los buques holandeses desguazados el verano anterior. Decenas de barcazas flotaban amarradas a los muelles a la espera de sus órdenes. También cerca del río, en los grandes almacenes preparados al efecto, esperaban toneladas de patatas, pastas secas como macarrones y espaguetis, arroz y legumbres, así como conservas de todo tipo, ya fuesen los tradicionales salazones y ahumados como las novedosas conservas al baño maría. En definitiva, todos los alimentos necesarios para que su ejército se mantuviese en campaña sin problemas durante el siguiente año.

—¡Empezad a cargar las barcas! —ordenó Pedro tras la inspección de estas.

—Esas pastas son bastante extrañas. —comentó Melo de pasada. —parecen fideos, los hombres preferirán un buen pan.

—El pan se estropea demasiado rápido. En lugar de llevar trigo que nuestros hombres no podrán cocinar o pan que se queda seco en cuestión de días, la pasta seca puede ser transportada con facilidad y aguanta meses, y basta cocinarla para que se recupere. Esa pasta mantendrá a nuestros hombres en plenas facultades y nos permitirá continuar la campaña sin interrupción. Por supuesto cuando haya posibilidad de ello también habrá pan, pero esto nos da una buena alternativa. —explicó Pedro para a continuación decir. —Vayamos a ver las lanchas cañoneras. En breve marcharemos al norte. Albuquerque ha quedado al mando del ejército en la zona de Rocroi, pero tras la derrota francesa no debería tener problemas en unos meses, y quiero aprovechar ese tiempo para dar un golpe decisivo a los holandeses.

Minutos más tarde habían llegado al lugar en el que descansaban las lanchas cañoneras. Eran estas lanchas de buen tamaño, cada una de ellas armada con un cañón de veinticuatro libras o un mortero de a doce situadas en la proa. Esto las convertía en armas letales, y esto aún mejoraba al estar toda la lancha recubierta de planchas de hierro que le servían de blindaje. En breve remontarían el río hasta llegar al Mosela y al Rin, lo que les llevaría a las Provincias Unidas.

Cuando eso ocurriese, conquistarían todas las fortalezas enemigas en su camino al mar. Dividirían las Provincias Unidas en dos, y podrían emplear el invierno en someter una a una las fortalezas y ciudades enemigas que quedasen al sur de esa línea de demarcación. Sería el fin de las Provincias Unidas. Aunque ellos no lo sabían, su negativa a llegar a una tregua el verano anterior había decidido su destino. El rey Felipe IV había estado de acuerdo en tratar de llegar a un acuerdo, pero si no lo lograban, ir a por todas para destruir a sus enemigos sin darle una segunda oportunidad.

De esa forma el río había de ser el verdugo de los herejes holandeses. Serviría a la vez para llevar las vituallas precisas para sostener el ejército en campaña sin depender de los ocasionales saqueos de los graneros de la zona, lo que le conferiría una movilidad y autonomía nunca antes vista. Al mismo tiempo habría de servir para acercar la artillería pesada a tiro de pistola de las murallas durante la noche, lo que sin duda significaría el fin de las ciudades-fortaleza.

Aunque los holandeses permanecían ignorantes de ello, sus ciudades estaban condenadas. Este año España dominaría el río, y el próximo año entrarían en el Markermeer a través de él, y allí, en aquellas aguas confinadas, las cañoneras demostrarían su verdadera valía…


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Archivo Militar del Ejército, Fechas Extremas.
Legajo CLVI, Diario de operaciones, Ejército de Flandes
Arnhem, a 2 de junio de 1643


El ejército ha arribado a la ciudad de Arnhem sin más novedades. La marcha a través de Alemania ha sido rápida y el tiempo ha sido clemente pues las lluvias rara vez han aparecido y los caminos han permanecido transitables, y el ejército ha recorrido cien leguas siguiendo el curso del río en tan solo doce días. Este rápido movimiento sin duda ha sorprendido al enemigo, que no parece tener fuerzas capaces de enfrentarnos en las cercanías.

Los exploradores no reportan actividad enemiga, y la infantería ha iniciado las operaciones de cerco de la ciudad, aún sin entrar en distancia de cañón.

Al anochecer se han iniciado conversaciones con las autoridades de la ciudad. Se les ha ofrecido la posibilidad de rendirse, a lo que se han negado haciendo patente su decisión de resistir hasta el final. Ante esta decisión, se les ha ofrecido una tregua de veinticuatro horas hasta la caída del sol del próximo día para que los civiles que lo deseen, puedan evacuar la ciudad. Así mismo se les ha hecho saber que si nos obligan a ello, la ciudad será tomada al asalto, saqueada y derruidas sus murallas.

Ante la nueva negativa se ha decidido atacar la ciudad la noche del próximo día, advirtiendo a la población para que llegado el caso, se refugie en las iglesias de la ciudad con la promesa que aleccionaremos a nuestros soldados para que sean respetadas y con ello sus pobladores puedan salvar su vida. Tan solo podemos esperar que los civiles se pongan a salvo.

La ciudad está rodeada por una fortaleza de traza italiana, con varios bastiones con revellines y un foso conectado al río rodeándola.

Mañana *[s]atacaremos[/s] tomaremos la ciudad.

* Atacaremos debería aparecer tachado


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Flandes mi ventura
Pedro Llopis


…rayaba el alba cuando Pedro ordenó el ataque. La artillería por fin había terminado por abrir una brecha en la muralla de la ciudad gracias a sus morteros con granadas explosivas, que se habían acercado a tiro de mosquete de la muralla aprovechando las sombras de la noche.

Columnas de infantes encabezadas por los tercios viejos de Sicilia y Nápoles, apoyados para la ocasión por las fuerzas del de Borgoña. Mientras los morteros disparaban sobre el bastión de Walbursgiskerk, la infantería se lanzó sobre el más cercano a Sabelspoort, ahora derruido. Al llegar al foso los primeros soldados, que llevaban pasarelas flotantes, empezaron a echarlas sobre el foso al tiempo que las fixaban con cuerdas y estacas. No tardaron más que unos minutos cuando se lograron montar varias pasarelas permitiendo el asalto a la infantería.

Justo tras la puerta derruida una compañía de piqueros trataba de resistir, pero advertidos por un aerostato que se había elevado esa mañana, pudimos disparar dos salvas sobre la entrada, facilitando así la entrada de los nuestros. Las explosiones y el aerostato asustaron al enemigo solo un poco menos que el ímpetu de los nuestros, y pronto echaron a correr superados por la infantería española. La entrada en la ciudad estaba expedita, y nuevas tropas italianas, valonas y alemanas, se sumaron al asalto.

La guarnición estaba claramente superada, y muchos arrojaron sus armas y se refugiaron en las iglesias para evitar las compañías que avanzaban ordenadamente en columnas…

...A media tarde Pedro se reunió con los líderes de la ciudad. Afortunadamente muchos de los pobladores se habían refugiado en las iglesias y había que lamentar pocas bajas entre los civiles, menos de dos mil en realidad. Gentes que se habían sumado a la defensa de la ciudad o habían tratado de defender sus haciendas del saqueo al que la ciudad estaba sometida.

Este saqueo se estaba realizando ahora de forma rápida y metódica. Antes del asalto una comisión de capitanes había evaluado el valor de las casas y barrios de la ciudad, y en una reñida mesa de negociaciones se había asignado a cada tercio e incluso cada compañía una zona a saquear, siendo todas de valor similar. De esta forma se intentó lograr que todos se beneficiasen por igual, y que las unidades no saqueasen varias veces el mismo lugar como ocurrió durante el saco de Roma el siglo anterior.


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