Un soldado de cuatro siglos

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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

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…A principios de 1644 la armada española había finalizado su despliegue y tenía presencia en todos los océanos del planeta. El grueso de la armada se concentraba en España para atender el teatro de operaciones europeo. Para ello estaba dividida en tres escuadras basadas en Ferrol (verde), Cádiz (roja), y Cartagena (azul), estando compuesta cada una de estas de entre quince y veinte navíos de línea divididos en divisiones de cinco navíos al mando de un contralmirante, salvo la escuadra azul, que reunía los viejos galeones. Cada escuadra disponía además de una división de cinco fragatas que ejercían labores de exploración, una vez más a excepción de la escuadra azul, que contaba con zabras.

Estas fuerzas europeas estaban en ese momento concentradas en la zona portuguesa, sometida a un férreo bloqueo que ya duraba un año. Mientras tanto la escuadra azul se mantenía alerta en el Mediterráneo, atenta a los movimientos franceses que pudiesen poner en riesgo las comunicaciones de la península con Italia o Egipto. La única escuadra pesada de Ultramar estaba situada en Filipinas, compuesta por ocho Man o´war capturados años atrás a los ingleses. Aquella división reforzada por cuatro navíos y una docena de zabras y bergantines de la compañía del Carmen, superaba cualquier cosa que holandeses o portugueses pudiesen utilizar en el Indico o el Pacifico.

También se mantenían divisiones de fragatas en Cartagena de Indias, La Habana, Cabo Verde, Ciudad del Cabo, y Goa. Las situadas en el Caribe tenían como misión la protección de aquellas aguas para impedir nuevos episodios como el de la bahía Matanzas años atrás, y para ello patrullaban aquellas aguas con la ayuda de una docena de bergantines que realizaban labores de vigilancia costera.

Mientras tanto las divisiones situadas en África y la India tenían una misión mucho más agresiva y patrullaban sus zonas de responsabilidad en busca de los mercantes holandeses y portugueses que hacían la ruta de las especias o acudían a la costa de los esclavos en busca de negros. La armada española había pasado de emplearse en la defensa a realizar labores ofensivas, prestando una gran atención a la guerra económica. Este despliegue de la armada era completado con divisiones de bergantines y jabeques en Nápoles, Palermo, Alejandría, Valencia, y Gibraltar, aunque ocasionalmente algunos bajaban hasta Cabo Verde o Fernando Po, además de ejercer como buques correo para mantener la comunicación con los territorios ultramarinos españoles.

Con esas posiciones de salida, Felipe IV esperaba lograr interrumpir totalmente la llegada de especias a Europa desde las colonias luso-holandesas. Eso arruinaría a sus enemigos y pondría en duda la continuación de la guerra a medio plazo. Además contaba con realizar una campaña anfibia para tomar varios de esos puertos de las especias, acelerando el desgaste de sus enemigos y logrando tierras para sus veteranos.

Producto de esta estrategia tan agresiva pronto se dieron los primeros enfrentamientos…


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Egipto, principios de marzo de 1644

El capitán Suarez pasó revista a la caravana de esclavistas que sus hombres habían descubierto unas horas atrás. Medio centenar de esclavistas beduinos que guiaban a dos centenares de hombres y mujeres, posiblemente rumbo al Imperio Otomano o Persia. Por desgracia para ellos y para suerte de los esclavos, habían entrado en las tierras controladas por España, y eso suponía automáticamente la libertad. Al menos en este caso, pues los beduinos no habían pagado los sobornos adecuados.

—Decid a los esclavos que son libres, y explicadles las condiciones para quedarse en este reino. —ordenó Suarez a uno de sus intérpretes, un judío egipcio que hablaba varias lenguas “negroides”. Posiblemente porque él mismo tuviese tratos con esclavistas antes de la conquista española, aunque eso sí, tuvo la suficiente destreza para comprender de inmediato de qué lado soplaban los vientos tras la conquista.

Minutos más tarde los beduinos se alejaban con sus camellos y productos de comercio como sal y marfil, tras pagar los impuestos preceptivos. Mientras tanto Elian, que así se llamaba su intérprete, conversaba con los antiguos esclavos. Los que aceptasen alistarse en el ejército lograrían la residencia para ellos y sus familias si las llevaban consigo. El resto por desgracia tendría que dejar el país del Nilo de inmediato, y Suarez sospechaba que los beduinos esperarían tras alguna duna esperando que eso ocurriese.

No era algo que le preocupase especialmente, aunque debía plantearse si debía darles una lección o no, tal vez así aprendiesen que si le untaban adecuadamente podría mirar a otro lado…


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El Pais
El CNI descifra las cartas entre Felipe IV y el general Llopis durante la campaña de Flandes

El código en clave para ocultar su mensaje se ha preservado más de 350 años

“De Flandes me han escrito que haveys vos escrito a la reina de Suecia” reprendió en una carta el rey Felipe IV al general Llopis, por realizar gestiones diplomáticas a sus espaldas. El mensaje del monarca en castellano antiguo se dirigía al célebre militar español de la edad moderna, que se encontraba en Flandes luchando con los franceses y holandeses. Estas palabras no se habían conocido hasta ahora, así como otras tres cartas, todas redactadas entre 1643 y 1645, porque estaban cifradas en clave en un lenguaje de símbolos. Ha tenido que ser el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), 360 años después, el que ha logrado traducir el contenido de las misivas, cada una compuesta de 20 hojas.

En una época de intrigas y alianzas que para conseguir el dominio en Europa, era necesario crear un lenguaje secreto imposible de descifrar por el enemigo si las misivas, que por entonces tardaban dos meses desde Flandes a Madrid, caían en manos del rival.
Ese lenguaje jeroglífico y misterioso estaba compuesto por 120 símbolos diferentes y 280 códigos de letras combinadas, que trabajaban en varios niveles criptográficos de seguridad.

El primer nivel se realizaba escribiendo el mensaje en lenguaje telegráfico, utilizando principalmente verbos y sustantivos, y omitiendo las palabras auxiliares, encabezamientos y fórmulas de cortesía. Al mismo tiempo se sustituían ciertas palabras clave como los nombres de ciudades, unidades militares, o capitanes, por nombres totalmente diferentes e inofensivos que eran cambiados de año en año. Así en 1643 se emplearon nombres de frutas y hortalizas, y en 1644 nombres de escritores españoles. Este primer mensaje se escribía sin espacios entre las palabras, de forma que todo el mensaje aparecía como una interminable sucesión de letras (que recuerda el habla de los gnomos de la Dragonlance).

Una vez obtenido el mensaje primario, este se sometía a dos fases de encriptado, una primera fase de sustitución y una segunda de transposición.

En primer lugar era necesario crear una matriz cuadrada análoga al cuadro de Polibio en base 7 con unas letras y números determinados anualmente. A continuación se introducía en el orden acordado las veintisiete letras del alfabeto español, más los diez números y varios símbolos ortográficos. Una vez obtenida la matriz se sustituían las letras del mensaje por las ordenadas y abscisas de cada una de las letras que lo componían, de forma que las letras del mensaje se duplicaban en una sencilla sustitución monoalfabética.

El texto obtenido en aquella primera fase de sustitución era ahora sometido a una fase de transposición columnar simple. Para ello se empleaba una palabra clave, bajo la cual se transcribía el mensaje, para a continuación desordenarlo a partir de aquella palabra clave.

Por fin el galimatías creado era sustituido por los símbolos pictográficos, creando una última capa de seguridad. Ahora por fin estaba listo para ser enviado por los medios físicos habituales.

Estas cartas ahora traducidas, procedentes del archivo de Simancas, fueron expuestas por el Museo del Ejército de Valencia en 2015, cuando se montó una muestra dedicada al Mariscal Llopis, (Valencia 1604-¿? 16xx). Entonces se descubrió que en una misma hoja había un fragmento de carta y a la vez su traducción. Inmediatamente, el museo propuso al CNI, el servicio de espionaje español, que se encargara de descifrar este complejo código, como ha adelantado este viernes el diario Abc. "El CNI ha tardado entre cinco a seis meses en traducir todos los escritos", ha explicado hoy a los medios en una rueda de prensa el coronel Jesús Ansón Soro, secretario general técnico del museo toledano.

La codificación de misivas ha sido una constante a lo largo de los tiempos porque era la forma de mantener la confidencialidad y seguridad de los mensajes. “Es el reflejo de una sociedad que vive en guerra. España y Francia estaban en conflicto, pero esto afectaba a los Estados del Imperio Germánico, los Estados Pontificios, el Imperio Otomano y las ciudades estado italianas. Era una estrategia para mantener el equilibrio en toda Europa. Cualquier descuido era peligroso”, señala el coronel.

Las cartas descifradas versan sobre cuestiones tan dispares como el envío de tropas, la administración de justicia, la recaudación y gestión de tributos. También cómo ganarse el afecto de los nuevos súbditos, para que hubiera mayor integración tras las campañas, al impulsar los matrimonios entre las viudas del lugar y los soldados españoles, como explicaba el propio Felipe IV en una de las correspondencias. "Sorprenden por lo minuciosas y detalladas que son las instrucciones del Rey al Gran Capitán. Van desde preguntar cómo están los familiares de conocidos de la corte hasta estrategias bélicas”, puntualiza Ansón.

Entre las cuatro misivas, hay "una sorprendente carta manuscrita" de Felipe IV al general Llopis. Un documento "único, con un valor documental tremendo", ya que, según ha apuntado el coronel, los monarcas no solían mandar cartas escritas de su puño y letra. En ellas se incluyen datos muy valiosos sobre el contexto histórico y gracias a la investigación del CNI se podrán conocer infinidad de detalles hasta ahora ignorados .

En la política exterior de los monarcas españoles "se impulsó de gran manera el desarrollo de la escritura cifrada en Castilla y Aragón". Con la piedra Rosetta descubierta hoy se podrán revisar más cartas de la época y documentos que fueron escritas en ese mismo código secreto.


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tercioidiaquez
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Mensaje por tercioidiaquez »

-Señor, el objetivo está claro. Los españoles atacarán como un toro, en línea recta. Vendrán a por Lisboa directamente, aunque de momento no tienen suficientes fuerzas, por ello debemos guardar los accesos a Lisboa.
Antonio Luís de Meneses había sido rotundo. Sabía que Portugal ganaría o perdería su independencia en la capital.
-¿Estais seguro?- Pregunto el monarca.
-Totalmente.
-Bien. ¿Qué proponeis?
-Contamos con 5 Terços regulares. Los situaremos en arco desde noroeste al suroeste, en torno a la capital. En la frontera y contra esos "partisanos" dejaremos las Ordenanzas. Tenemos unos cuantos ingleses que llevan tiempo emborrachándose en la ciudad desde que los españoles bloquearon nuestros puertos. Los formaremos en dos Terços más. Mientras hablaba Meneses señalaba un tapiz colgado de la pared que reproducía un mapa de Portugal.
-¿Creeis que atacarán pronto?.
-Pronto no, pero no pueden tardar mucho mas.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Arnhem

Pedro escuchaba la música absorto, mientras torcía el gesto cada tres notas cuando alguien desafinaba. No era culpa de los músicos, ninguno de ellos había escuchado nunca aquella canción, y no la escucharía nadie hasta el siglo XX, si es que en esta realidad alguien llegaba a componerla…

—¿Deseáis más vino? —preguntó una joven camarera a la que había echado un ojo nada más entrar en aquella taberna, de las mejores que existían en la zona, que ahora estaba repleta de soldados españoles.

—Por supuesto. —respondió Pedro mirando con disimilo su escote cuando se inclinó para rellenar su vaso. Por desgracia esta noche tenía la mente en otro lugar y no era capaz de concentrarse, algo que ya le había apartado de la partida de cartas que varios de sus capitanes jugaban en una de sus mesas.

—¿Vuesa excelencia parece preocupado, ¿Noticias de su majestad? —preguntó Luis de Benavides Carrillo, marqués de Caracena quien había sustituido al duque de Albuquerque como comandante de su caballería.

Eso le trajo los recuerdos que trataba de evitar. En la última misiva Felipe IV mostraba su enfado (por llamarlo de alguna manera), por las relaciones epistolares que había entablado con la joven monarca sueca.

—Son los nervios previos a la batalla, Don Luis. En esta campaña nos jugamos el destino de España, y esa es una pesada carga. —respondió Pedro volviendo por fin a la realidad.

—No debería vuesa excelencia estar tan preocupado. —dijo el veterano soldado que ya acumulaba un destacado historial de combate tras quince años en el ejército. —Tanto los comandantes como las tropas confían ciegamente en vos. ¡Venceremos!

—Vencer es fácil Don Luis, me preocupa más el lograr derrotar al enemigo. —dijo Pedro incorporándose tras apurar su vaso de vino, siendo seguido su movimiento por todos los capitanes presentes. —puede parecer lo mismo pero no lo es. Victorias hemos logrado muchas en las últimas décadas, y sin embargo no hemos logrado derrotar a los herejes que no dejan de levantarse en armas. Esta vez debemos derrotarlos de una vez por todas…

—¡Señor! —dijeron al unísono los capitanes, ya acostumbrados a las extravagancias de su comandante.

—Reagrupad a los hombres de inmediato, partiremos al amanecer.

—¿Al amanecer? —preguntó el maestre de campo Bernardino de Ayala, conde de Villalba. —Tardaremos toda la noche en hacerlo.

—En ese caso empezad de inmediato. Despertadme una hora antes del amanecer, con el alba saldremos hacia el norte.


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Almanaque Militar
La campaña de Flandes, 1642-1644


…En 1644 el ejército español en Flandes estaba más débil que nunca, pues durante los dos años anteriores se habían retirado miles de veteranos de aquel teatro de operaciones para su envío a ultramar, donde se estaba llevando a cabo la primera campaña anfibia de la historia. La pérdida de veinte mil veteranos apenas había podido ser remediada por las nuevas reclutas y la contratación de mercenarios, peso a todo el ejército emprendió una nueva ofensiva.

Tras dividir el ejército en dos, el general Llopis condujo uno de sus ejércitos hacia el norte desde Arnhem, llevando con ellos todos los suministros necesarios cargados en barcazas. Este movimiento sorprendió a los holandeses, que esperaban que marchase directamente sobre Ámsterdam, por lo que no lograron interceptarlos mientras descendían por el río IJssel. No tardaron en llegar a la ciudad de Zutphen, que con sus murallas de traza italiana podía suponer un serio problema para las fuerzas españolas., retrasando sus operaciones y causando bajas a sus ya escasas tropas.

Al llegar a la ciudad el general Llopis entabló conversaciones con los dirigentes de la ciudad. Para sorpresa de estos, tan solo quería garantizar el paso y por una vez opto por negociar u no por realizar uno de los asaltos por los que era famoso. Dos días después el ejército español continuaba su camino sin atacar la ciudad, para lo que esta había pagado cien mil Snaphaanschelling de plata.

Esta práctica de solicitar rescates a cambio de evitar los asedios ya se había dado en los años anteriores en la Alemania de la guerra de los treinta años, pero era novedosa en Flandes, donde los ejércitos luchaban por el control del territorio. Durante los días siguientes el ejército siguió marchando hacia el norte, llegando a la ciudad de Deventer donde se enfrentaron al mismo problema, una ciudad con murallas de traza italiana junto al río que podían suponer un problema, y una vez más el general Llopis opto por la misma estrategia. Tras una corta negociación, los holandeses entregaron cien mil Snaphaanschelling y garantizaron el paso del ejército español, que siguió hacia el norte, llegando a la rica ciudad comercial de Zwolle.

En Zwolle el rio pasaba por dentro de la ciudad, lo que obligaría a su conquista para garantizar el paso. De inmediato las fuerzas españolas se prepararon para el asalto, pero los habitantes de la ciudad sabían que habían respetado las ciudades situadas al sur, por lo que trataron de negociar. Finalmente lograron salvar la ciudad, pero a cambio de pagar trescientos mil Snaphaanschelling y declararla ciudad abierta durante una semana. Durante esa semana abrieron las puertas de la ciudad y el ejército español pudo pasar y llegar al Zuiderzee.

Mientras tanto el ejército holandés que había marchado a Utrech esperando interceptar al ejército español cuando este avanzase sobre su capital, se movilizó con rapidez hacia el este, interponiéndose entre las fuerzas españolas y Ámsterdam. Para entonces las fuerzas españolas ya estaban preparadas para llevar a cabo la siguiente fase de su campaña. En el agua las lanchas cañoneras se aprestaron y entraron en el Zuiderzee para atacar los buques holandeses y bombardear Ámsterdam…


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Ámsterdam

Los cañonazos resonaban en la lejanía atrayendo la atención de los habitantes de la ciudad, que miraban descorazonados como una urca era acosada por varias cañoneras españolas en el Zuiderzee. El propio Estatúder, rodeado de varios de sus consejeros contemplaba la escena desde un balcón.

—Van Hoorn, contad la noticia que me habéis traído unas horas atrás. —pidió el estatúder a uno de sus consejeros, Pieter Janszn Van Hoorn, fabricante de pólvoras de la ciudad.

Este miro a los consejeros unos instantes antes de hablar. —Los españoles siguen atascados en la frontera de Portugal, pero en Madrid la Gaceta ha publicado que han tomado Goa a los portugueses. —dijo desatando una cascada de murmullos entre los presentes que pronto se convirtió en una discusión a voces.

Tras calmar los ánimos el estatúder intervino. —Eso significa que en el último año han conquistado siete colonias portuguesas. No sé si se dan cuenta de lo que eso significa. Creo que están retrasando la conquista de Portugal para privarla primero de sus colonias. Así lograran arruinar a los rebeldes portugueses. Si reconquistan Portugal los rebeldes habrán quedado reducidos a la pobreza, y ya nunca serán un problema.

Esto desató una vez más una discusión que fue subiendo de tono hasta que el pensionario de Zeelandia, Cornelis Adriaansz preguntó a voces. —¿Creéis que van a ir a Batavia? —calmando instantáneamente a todos los presentes que se volvieron para mirar al estatúder.

—Creo que Batavia será su siguiente paso, van a ir a por nuestras colonias.

Aquello fue el acabose. Los presentes empezaron a discutir a voces, Si tomaban Batavia en la práctica arruinaran a la VOC, y ello significaría el fin de las Provincias Unidas, sobre todo mientras la flotilla española de cañoneras siguiese enseñoreándose del Zuiderzee, desde donde podían cortar todo el comercio fluvial con Alemania mientras los corsarios de Dunquerque depredaban el comercio marítimo. Si no conseguían expulsar a los españoles del mar interior, Ámsterdam estaba condenada al hambre…

Dos días después la ciudad sería bombardeada por las cañoneras.


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Campamento español, costa del Zuiderzee

—Los holandeses han logrado meter tropas en Zwolley y Amersfoort. Ahora tomar la ciudad será imposible, y nosotros quedamos encajonados entre las ciudades amuralladas y el mar del sur. —dijo el marqués de Caracena, general de la caballería española. —Y el ejército holandés está situado en una pequeña villa al sur de aquí, Apeldoorn, desde donde pueden acudir indistintamente a cualquiera de las anteriores ciudades.

—Por culpa de las ciudades amuralladas hemos perdido demasiado tiempo. Mientras nosotros perdíamos tiempo para entrar en las ciudades o las rodeábamos, ellos se limitaban a atravesar sus ciudades sin ninguna traba. Por eso han logrado rodearnos…pero al menos controlamos los diques y no podrán inundar los campos. —respondió Carlos Alberto de Longueval, tercer conde de Bucquoy. —Estábamos tan cerca de Ámsterdam… —suspiro el conde.

—Acabo de llegar a Flandes unas semanas atrás y vos habéis tratado a del Puerto más que yo. ¿Qué creéis que hará el Lobo? —preguntó el marqués de Caracena.

—Es difícil de saber Don Luis. La situación es sumamente complicada y el Lobo es generalmente un comandante muy agresivo, aun así salir de aquí se me antoja muy complicado. Si tratamos de asaltar una ciudad el estatúder colocara su ejército junto a ella y nos atacara por el flanco.

—Sí, y si tratamos de presentar batalla intentaran atacarnos desde esas ciudades… será difícil.

—Lo será, pero confió en nuestro general. —dijo el conde de Bucquoy mirando hacia el centro del campamento, donde se levantaba la tienda del comandante en jefe.

Precisamente en aquella tienda de campaña Pedro estaba sopesando sus opciones. Como bien habían apreciado Bucquoy y Caracena, los holandeses habían logrado cercar su ejército, aunque mientras fuese él quien controlase los diques era algo que no le preocupaba demasiado. De momento tenía alimentos en abundancia, suficientes para un par de meses de campaña, y mientras tuviese las cañoneras a su disposición podía marcar el ritmo y esperaba, forzar un error de los comandantes holandeses.

De momento enviaría sus cañoneras a Ámsterdam para cañonear la ciudad y vería como reaccionaban los holandeses…


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Bombardeo de Ámsterdam

El bombardeo de Ámsterdam tuvo lugar entre el 12 y el 19 de junio de 1644. Una flota de cañoneras españolas bajo las órdenes del general Pedro Llopis, atacó la capital holandesa desde el Zuiderzee. Los daños causados a la ciudad fueron masivos, mientras que las pérdidas a bordo de la armada fueron muy inferiores.

Antecedentes

Como parte de su estrategia de guerra económica, en primavera de 1644 el ejército de Flandes alcanzó el Zuiderzee, iniciando una guerra de maniobras con los holandeses, que intentaban evitar que alcanzasen Ámsterdam. Mientras tanto la flotilla fluvial de cañoneras se preparó para actuar. Estaba compuesta por treinta u siete cañoneras, cinco de ellas equipadas con morteros y el resto con cañones de 24 libras.

Mientras tanto la ciudad vivía malos momentos. La destrucción de la flota de arenqueros holandeses y la derrota en la batalla de Frisia de 1642, unida al posterior bloqueo naval, habían causado un creciente desabastecimiento que acompañado por las malas cosechas de esos años, causo una hambruna en las Provincias Unidas. Esto causo un empobrecimiento que pronto se hizo patente al dificultar cada vez más el sostener ejércitos de mercenarios.

El bombardeo

El 12 de junio la flotilla española se aproximó a la ciudad desde el mar del sur, desplegándose en un semicírculo para iniciar el bombardeo. Este comenzó a las 09:12, cuando las baterías dispararon sus primeras andanadas sobre el puerto, que a causa del bloqueo estaba repleto de embarcaciones de todo tipo, desde Filibotes y urcas a los populares Herring Bus dedicados a la pesca del arenque. La artillería de la ciudad respondió con fuerza, pero las cañoneras eran blancos muy pequeños y habían sido blindadas en la proa con planchas de hierro de varias pulgadas de grosor, por lo que resistieron los daños sin mayores problemas.

El nutrido bombardeo se mantuvo hasta las 17:32, tiempo en el cual se descargaron sobre la ciudad 340 bombas de mortero y 1.635 bolas de cañón, en comparación con las 1.100 bolas de cañón con las que respondieron los defensores. Tras este primer bombardeo se observaron grandes daños en la ciudad y un incendió en el puerto, además de daños en las fortificaciones. Sin embargo el mayor daño se lo llevaron las embarcaciones del puerto, que fueron bombardeadas extensamente, especialmente las situadas en el puerto exterior, de las que nueve fueron hundidas y una veintena recibieron daños tan graves que esa noche fueron autohundidas para evitar peligros de incendió o explosión.

En los siete días posteriores se ordenaron otros cuatro bombardeos que…


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Mensaje por Gaspacher »

Valencia, 18 de junio

—El embajador ya ha regresado a su embajada. —informó el secretario y Espia Mayor del Reino a Felipe IV, quien solo unas horas antes había recibido al embajador en una ceremonia en la que este presentó las credenciales que le acreditaban como enviado plenipotenciario del rey Vladislao de Polonia.

—Gracias Don Diego. —respondió el rey dirigiéndose a su mesa. —Daremos unos días a Don Juan Casimiro para que descanse.

—Como desee su majestad. ¿Os parece bien recibir a su excelencia el próximo jueves? —preguntó el secretario tomando notas.

—Sí, el jueves está bien, preparadlo todo, Don Diego. —dijo el rey dejando sus guantes en una mesilla, antes de sentarse. —¿Qué podemos esperar de la reunión?

—Majestad, el rey Vladislao desea ayuda para reformar su ejército, le preocupa sin embargo no tener nada que ofrecer a vuestra majestad a cambio, por ello quiere hacer un llamamiento a la hermandad entre católicos y tal vez ofrecer el uso de un puerto en el Báltico para los buques de guerra de vuestra majestad. —explicó Diego Antonio de Bonifaz y Porres, caballero de la orden de Santiago y Espía Mayor del Reino.

—Poco parece a cambio de tamaña ayuda… —respondió el rey mientras alcanzaba una copa de vino que le ofrecía uno de los criados de cámara. —Nuestros consejeros quieren mucho más por la ayuda pero…hasta donde podemos presionar sin que los polacos se sientan ofendidos.

—Majestad, como bien sabéis tenemos oídos en el palacio del embajador. Os mantendremos informados de todo cuanto se diga en el palacio para que podáis anticiparos a sus deseos.

—Gracias Don Diego. Quiero un informe cada mañana antes de la reunión.


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Mensaje por tercioidiaquez »

-Como os anticipé Señor, los españoles han avanzado. Salieron de Valencia de Alcantara y utilizan de referencia aunque no necesariamente pegados a el, el rio Tajo, siempre por la ribera norte.
-¿Cúantos son? preguntó el rey.
-No lo sabemos con total certeza,-reconoció apesadumbrado de Meneses. Esos malditos sarracenos son muy eficaces, no podemos acercarnos a ellos, pero les tenemos controlados. Calculo unos 4 Tercios de infantería y otros tantos de caballería. Imagino que algunos cañones. Pero lo importante es que todo apunta a que se dirigen hacia donde teníamos pensado. Cuando confirmemos su punto de destino, concentraremos nuestras fuerzas.
-¿Creeis convenientes no atacarles antes?
-Sin duda. Si les atacamos ahora podrían retroceder y volver a España. Cuando nos enfrentemos a ellos estarán muy lejos de la seguridad de la frontera y les perseguiremos y acabaremos de una vez por todas con ellos. Y Portugal, y su Majestad, se verán libres de ellos.


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Mensaje por reytuerto »

Sí, la compañía de mosquetes estaba casi lista, Y ni bien Álvaro deposito los colores en el lugar más honorable de su destartalado cuartel (porque por muy castillo que fuese, el de Aulencia no dejaba de estar destartalado), pasó a hacer una lista de las tareas a acometer, y en primer lugar estaba uniformar y calzar a los soldados y probar las culebrinas.

Y esto era prioritario, así que esa misma tarde Álvaro y yo cabalgamos hasta un descampado, que en el invierno castellano era un páramo, no muy lejos del castillo. Comprobamos que tenía por lo menos quinientas varas de largo. Al día siguiente, Álvaro, José de Burgos su alférez, los tres sargentos, Fadrique, que tenía buen ojo para calcular distancias, y siete reclutas con igual virtud en los ojos que eran nuestros “artilleros designados” fuimos hasta el páramo. Las culebrinas pese a tener ruedas, fueron llevadas sobre unas carretas, con unas buenas mantas aceitadas para preservarlas de las inclemencias de un tiempo impredecible, y cargamos también varios quintales de pólvora en sus barriles sellados.

Cuando llegamos al campo de prueba, lo primero que hicimos fue clavar a intervalos regulares estacas que marcasen las distancias, luego a 150 pasos, a 300 y a 600 montamos unos bastidores en el fijamos unas sábanas viejas: nuestros blancos estaban listos. Plantamos una tienda para con mucho cuidado llenar las recamaras bajo un techo precario, con lienzo y tacos de madera, y describiendo el proceso a los candidatos de artilleros, llenamos a los primeros con granalla: balas de mosquete y restos de hierro. Más complicado fue hacer los racimos de metralla: 12 bolas de hierro del tamaño de un huevo agrupadas de tres en tres y mantenidas juntas dentro del lienzo por medio de una soguilla. Finalmente, la munición que verdaderamente pondría a prueba la resistencia de las culebrinas, la bala solida de una libra, con un taco de madera y tela antes y después para que estén ajustados al anima, pero envueltos también en lienzo y ajustados con soguilla para que “el cartucho” fuese más manejable, haciendo que la carga de las recamaras fuese sencilla y rápida.

Entregue a Fadrique uno de los catalejos que Pedro me había enviado junto con un rudimentario trípode hecho de tres bordones anudados, con la orden de ver donde caían los tiros. Los primeros disparos serian sobre los blancos más lejanos. Enseñamos a los aprendices de artilleros los pasos necesarios para cargar la recamara, cosa que era bastante más sencilla que en un cañón de carga por la boca, y como cebar adecuadamente la lleve de miquelete que le daría ignición a cada recamara, teniendo siempre la precaución de que la pólvora de los cartuchos estuviese “aireada”, y sobre todo, jamás dejar amartillada la llave, para evitar que se disparasen accidentalmente!

Como los puntos de alza y mira eran fijos, los artilleros tenían que calcular apuntando por encima o por debajo de los 200 metros que era la distancia a la que Ignacio había fijado la puntería de la culebrina.
- Vos, Gregorio, tenéis buena vista. Ved bien y fijaos que el blanco este alineado con la espiguilla de adelante y con el agujero de atrás. Moved de derecha a izquierda toda la culebrina, gritad fuerte a sus compañeros para que os ayuden para el lado al que deben mover la pieza.
- Si, Don Francisco.
- Y recién después de haber fijado el blanco, elevad o bajad los tiros.
- Gregorio, pensad que es un mosquete grande y yo os he entrenado bien en como apuntar – agrego el sargento Carrillo.
- Sí, señor!
- Y Gregorio, ahora podéis tomaros todo el tiempo del mundo. Apuntad con calma – Agrego Álvaro en tono paternal y condescendiente.
- Si, Don Álvaro.
- Y vos Fadrique, estad atento!
- Si, Don Álvaro.
Gregorio, uno de los mozos de Ávila, hizo todo cual lo ordenamos, sería necesario un mástil de madera para hacer más fácil los movimientos laterales, pero la verdad es que gracias a la ligereza de la pieza, no era muy complicado hacerlo incluso con la culebrina tal como estaba. Una vez alineada la pieza artillera con el blanco, calculó la distancia moviendo con cuidado la cuña de madera que era todo el mecanismo de elevación.
- Esta dispuesto, señor!
- Álvaro, disparad vos la culebrina.
- Retiraos, fuego!!!

Con un estampido breve y un retroceso modesto, mi pieza artillera disparo por primera vez. Si, evidentemente hubo pérdida de gases por la recamara, pero no fue tanto como yo podría haber imaginado por los modestos sellos de plomo que fungían de obturadores.

- Tiro corto, unos 25 pasos, y como 4 pasos tirado a la derecha. Cantó Fadrique desde atrás.
- Vamos, Gregorio, elevad un poco más la culebrina. Y vosotros, no haraganeéis! Llevad la pieza nuevamente a su posición!
- Cargad!
Comprobamos que sacar la cuña de plomo, sacar la recamara, colocar una recamara nueva, cebar la llave de disparo, colocar la cuña de nuevo y ajustar eran maniobras relativamente sencillas y rápidas. En un santiamén, la culebrina estaba lista para hacer fuego de nuevo.
- Intentad de nuevo Gregorio.
- Todo dispuesto!
- Fuego!
Vimos un poco de hierba y nieve levantarse y luego el lienzo agujerado por la parte baja.
- Tiro corto, 10 pasos. Pero centrado.
- Una vez más! Vivo, vivo!

Al quinto intento, escuchamos que Fadrique cantaba lo que todos deseábamos escuchar:
- Albricias! acierto en blanco!
- Bien, Gregorio! Dejad vuestro puesto a Enaco y ocupad el de él!
- Álvaro, como veis el artilugio?
- Dispara rápido, pero la bala es débil y el alcance, pobre.
- Que os parece su precisión.
- Es aceptable, pero si he de ser sincero con vos, no es extraordinaria.
- Sois un examinador severo, Álvaro!
- De andar con vos he devenido en ser un deslenguado también! Además, si me preguntáis es porque sabéis que os diré la verdad.
- Y que pensáis?
- Por lo que habéis gastado en estas culebrinas, habríais comprado 4 de las que se cargan por la boca.
- Esperad! Ya veréis lo que hacen cuando disparen de cerca!
- Y vosotros, cargad de nuevo! Vivo, vivo!

Enaco no tuvo ningún acierto en los seis disparos que hizo; pasamos a Nuño que tampoco lo hizo bien pero que se mostró habilidoso para hacer los racimos de metralla. Melendo si tuvo buen ojo! Hizo diana con su tercer disparo. Y aunque el barrenado del cañón había sido igual en ambas piezas, a ojo de buen cubero la segunda culebrina disparaba mejor que la primera, aunque también perdía gases por la culata. Así, probamos a la mayor distancia a todos los artilleros y a las dos culebrinas.

Luego pasamos a la distancia media, con los racimos de metralla. E el siglo XVIII esta munición hizo estragos en las cubiertas, y esperaba que ahora fuese capaz de detener a una carga de caballería.
- Vos, Bartolomé. Es vuestro turno. Apuntad bien y disparad.
- Como vos digáis, Don Francisco.
Las alzas estaban calibradas para unos 300 pasos, así que menos complicado que con la distancia mayor.
- Todo dispuesto, Don Francisco.
- Disparad!
- Fuego!!
- Tiro alto, pero una bala perforo el borde superior del lienzo.
- Otra vez, zagales! Bartolomé apuntad algo más abajo.
- Dispuesto!
- Fuego!!
- Blanco, blanco!
- Bien, muchacho. Otro! Si, vos Gil, vivo, vivo, ocupad vuestro puesto y apuntad bien.
- Todo dispuesto, señor.
- Fuego!

El tiro fue algo bajo, pues levanto algo de polvo unos 10 pasos delante del lienzo, pero luego de rebotar vimos claramente que rasgaba la parte baja de blanco. Fadrique cantó lo evidente:
- Disparo corto, pero todas las balas alcanzaron el blanco.
- Otra vez, Gil. Un poco más alto.
- Si, don Francisco. Esta listo!
- Fuego!
- Blanco, blanco.
- Vuestro turno de apuntar, Cristóbal, vivo, vivo!

Y así seguimos hasta que los siete artilleros apuntaron y dispararon. Me dirigí a Álvaro con una sonrisa:
- Y ahora que pensáis.
- Me gusta vuestro juguete. Puede hacer daño.
- Tocadla
- Se ha calentado poco para lo mucho que ha disparado.
- Sí, es porque las paredes son gruesas, además las balas de los racimos tienen mucho huelgo.
- Probad pronto con las balas de mosquete!
- Vos, Melendo. Apuntad al blanco más cercano. Y vos, Gregorio, haceos cargo de la otra culebrina, estad atentos, porque vamos a disparar diez tiros seguidos por arma. Estad prestos! Y vos Fadrique, llevad el tiempo con vuestro pulso! Listos?
- Sí, Don Francisco!
- Disparad! Fuego! Fuego! Otra vez, fuego! Fuego! Cargad rápido, vivo, vivo! Fuego, fuego! Así, rápido zagales! Fuego, fuego!
Animados por su capitán y sus sargentos, los artilleros mantuvieron un fuego rápido, y aunque algunos disparos caian cortos y otros largos, en pocos minutos el lienzo y sus parantes estaban hechos una ruina. Antes de los diez disparos tuve que ordenar cesar el fuego.

- Deteneos! Ya está bien! Parad el fuego! Alvaro, hacedme el favor y acompañadme a revisar los blancos.
- Vamos, Francisco.
- Y vosotros descargad las recamaras que no se han disparado, preparad todo para regresar al castillo.
Caminamos y desde unos 5 metros delante se veían muchas marcas en el suelo, el blanco estaba hecho jirones, agujerado mil y una veces. Escuché la risa franca de Álvaro mientras ponía su mano en mi hombro.
- Francisco de Lima, vuestra madre es una santa, pero vos, vos sois un hijo de la gran puta! Vuestro invento sirve y vale cada uno de los reales que pagasteis por el!


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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Campamento español, norte de Flandes

Pedro aprovechó la cercanía del Zuiderzee para lavarse en sus aguas, buscando así un poco de relajación que apartase su mente de la dura campaña que estaban realizando, y tal vez, solo tal vez, pensar en la joven con la que pensaba casarse. A su alrededor decenas, tal vez cientos de soldados hacían otro tanto, y al igual que él posiblemente pensasen en sus propias cuitas y problemas o mejor aún, en sus esperanzas y anhelos aprovechando las horas de asueto tras las marchas de esa mañana.

Pedro vio como varios de sus oficiales se acercaban a buscarle, por lo que salió de las aguas y empezó a secarse, el descanso había finalizado y había que volver a la realidad. —Hemos recibido un mensaje del Estatúder. El enemigo solicita una tregua. — explicó Luis de Benavides Carrillo con una indisimulada sonrisa asomando en sus labios.

Pedro sonrió y sacudió la cabeza con cierta sorna, a esas alturas todos sus oficiales ya conocían sus intenciones de continuar la campaña y tomar la capital enemiga, que a estas alturas, tras los bombardeos de la semana anterior, debía haber sido evacuada por miles de sus habitantes. —¿Qué está haciendo el ejército enemigo? —quiso saber Pedro.

—Están cavando trincheras al oeste y al sur de aquí, posiblemente para tratar de limitar nuestras maniobras, mientras el grueso del ejército maniobra al suroeste, tratando de impedir que nos acerquemos a la ciudad. —explicó el conde de Bucquoi.

—En ese caso nada ha cambiado, caballeros. De todas formas yo nunca negociare ninguna tregua pues esa es tarea de nuestro señor y rey. Comunicad dicho extremo al enemigo. Que sepan que vamos a ir a por ellos con toda nuestra fuerza, y que no van a poder hacer nada por impedirlo.

—¿Cuándo atacaremos, mi general? —quiso saber Caracena.

—En cuanto logremos una posición de ventaja…o forcemos un error en las maniobras enemigas. —respondió Pedro anticipándose a las quejas de sus comandantes, que habían visto como las semanas anteriores las marchas y contramarchas se sucedían sin lograr nada.


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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por tercioidiaquez »

-Se confirma majestad. Los españoles están en Fátima, desde allí tienen dos direcciones, o por Santarem o pegados a la costa, por Torres Vedras.
-Os veo muy alborazado de Meneses-repuso el Rey.
-Señor, todo va según lo planeado. No les hemos hostigado y vienen con ganas de pelea, muy gallosos. Pero nuestros Terços estarán preparados.
-¿Cómo los habeis organizado finalmente? Cada uno con 1500 buenos soldados, majestad. Entre 1000 y 1200 con mosquetes y arcabuces, el resto con picas.
-Pocos piqueros me parecen.
-Majestad, la idea es organizar grupos de tiradores y que solo cuando sea necesario se refugien en las picas. Eso será solo cuando la caballería enemiga ataque. Con el fuego por salvas podremos mantener una buena cadencia de tiro. Es cierto que ellos nos causarán nuestros buenos muertos, sus mosquetes son rápidos en disparar y cargar, pero cuando los hayamos debilitado, atacaremos y nuestros piqueros acabarán con ellos.
-Yo no entiendo de estas cosas, pero os veo convencido, y al resto del Consejo de Guerra, así que, proceded.
-Así lo haremos. Personalmente creo que vendrán por la costa, así podrán suministrarse de sus barcos. Torres Vedras será la mayor victoria de la historia de Portugal majestad.


“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Mensaje por Gaspacher »

Navío Monarca, costa de Nagasaki, Japón, durante la noche.

El capitán Martin paseaba por el puente del viejo manowar, mientras su vista buscaba ocasionalmente la costa en la que en aquel momento dos de sus estoles de infantería de marina debían haber desembarcado ya. Si todo iba bien, en unos minutos sus hombres contactarían con un grupo de cristianos japoneses y los traerían a bordo para llevarlos a Filipinas. Era el cuarto viaje de rescate que realizaba como capitán, y antes de ello había participado en otros siete viajes como oficial, siempre sin problemas…

Esperaba no romper su record, al fin y al cabo sabía que otros de sus compañeros no habían tenido tanta suerte y habían acabado combatiendo, ya fuese con tropas de tierra o con algunos buques nipones. En el mar la potencia de los navíos españoles era incuestionable, por lo que cada combate se contaba como una victoria, en muchos casos acompañada de saqueos o captura de las naves niponas. En tierra sin embargo todo dependía del número, pues aunque confiaba en la calidad y capacidad de sus hombres, si había demasiados enemigos las cosas podían poderse difíciles.

Un disparo rompió la quietud de la noche, seguido de inmediato por una descarga cerrada de mosquetería.


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