Un soldado de cuatro siglos
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Un soldado de cuatro siglos
Campamento holandés, costa del Zuiderzee
—El Lobo se ha negado a negociar una tregua con nosotros. —explicó el estatúder con pensar. —dice que ya nos ofreció la tregua cuando arribó a estas tierras dos años atrás, y que ya entonces nos advirtió que no daría nuevas opciones. Y antes de que digan nada, quiero que todos sepan que a primeros de año partió de Egipto una escuadra de invasión española rumbo a nuestras colonias en las Indias Orientales, y a estas alturas ya deben estar allí. Eso significa que no solo nos amenazan aquí. Se trata de una ofensiva en todos los frentes que busca agotarnos y exprimirnos para después derrotarnos. Y si hace tres lustros éramos nosotros los que intentábamos capturar la flota del tesoro española y las colonias del Brasil para hacernos con sus riquezas y financiar a nuestros ejércitos, ahora son ellos quienes hacen otro tanto.
Aprendieron de nosotros, y lo hicieron con rapidez y con una creciente eficacia…
Un ensordecedor silencio siguió a aquellas palabras del estatúder pues ninguno de los presentes parecía estar dispuesto a ser el primero en hablar y significarse así públicamente. Ser el primero en hablar, ya fuese para apoyar un ataque a las fuerzas españolas o bien para solicitar la retirada suponía un riesgo personal que todos sopesaban con cuidado.
—Tal vez podríamos saltarnos al Lobo y recurrir directamente al Rey Felipe, y solicitarle una tregua…—sonó por fin una tímida voz.
¡BOOOMMM! ¡Bo, BOOOOOMM! justo en aquel instante sonaron una consecución de grandes explosiones en el campamento, seguidas de un gran griterío que les obligó a salir de la tienda. No tardaron en ver como el campamento estaba siendo bombardeado, cayendo los proyectiles enemigos a solo unas decenas de roede de allí. Los daños no eran muchos, pero varios caballos yacían muertos y otros muchos corrían despavoridos por el campo creando el caos a su paso.
—¿Quién está disparando? no veo a nadie
—Allí, junto a aquel bosquecillo.
—¿Allí? Pero si debe mediar al menos un Mijl.
---------------------------------
Posición de la batería de artillería Céfiro
Pedro observaba a los artilleros que en mangas de camisa, trabajaban a destajo para cargar las pesadas granadas de forma helicoidal para a continuación disparar contra el campamento holandés. Una milla de distancia era más de cuanto jamás se hubiese intentado, y encima disparar con acierto…pero sabía que su artillería podía lograrlo.
Solo la conjunción de sus pesados cañones de bronce acero con su gran resistencia que permitía un eficaz aprovechamiento de los vientos sin que reventase el tubo, unida a los proyectiles troncocónicos con su banda de rodadura helicoidal, para que los vientos les imprimiesen un dextrógiro, permitía hacer fuego a tamaña distancia. Por supuesto los proyectiles eran simples bolaños que no tenían carga explosiva, por lo que su utilidad era limitada, pero aun así podían ser de gran utilidad en casos como el actual, disparando sobre un campamento enemigo…
—El Lobo se ha negado a negociar una tregua con nosotros. —explicó el estatúder con pensar. —dice que ya nos ofreció la tregua cuando arribó a estas tierras dos años atrás, y que ya entonces nos advirtió que no daría nuevas opciones. Y antes de que digan nada, quiero que todos sepan que a primeros de año partió de Egipto una escuadra de invasión española rumbo a nuestras colonias en las Indias Orientales, y a estas alturas ya deben estar allí. Eso significa que no solo nos amenazan aquí. Se trata de una ofensiva en todos los frentes que busca agotarnos y exprimirnos para después derrotarnos. Y si hace tres lustros éramos nosotros los que intentábamos capturar la flota del tesoro española y las colonias del Brasil para hacernos con sus riquezas y financiar a nuestros ejércitos, ahora son ellos quienes hacen otro tanto.
Aprendieron de nosotros, y lo hicieron con rapidez y con una creciente eficacia…
Un ensordecedor silencio siguió a aquellas palabras del estatúder pues ninguno de los presentes parecía estar dispuesto a ser el primero en hablar y significarse así públicamente. Ser el primero en hablar, ya fuese para apoyar un ataque a las fuerzas españolas o bien para solicitar la retirada suponía un riesgo personal que todos sopesaban con cuidado.
—Tal vez podríamos saltarnos al Lobo y recurrir directamente al Rey Felipe, y solicitarle una tregua…—sonó por fin una tímida voz.
¡BOOOMMM! ¡Bo, BOOOOOMM! justo en aquel instante sonaron una consecución de grandes explosiones en el campamento, seguidas de un gran griterío que les obligó a salir de la tienda. No tardaron en ver como el campamento estaba siendo bombardeado, cayendo los proyectiles enemigos a solo unas decenas de roede de allí. Los daños no eran muchos, pero varios caballos yacían muertos y otros muchos corrían despavoridos por el campo creando el caos a su paso.
—¿Quién está disparando? no veo a nadie
—Allí, junto a aquel bosquecillo.
—¿Allí? Pero si debe mediar al menos un Mijl.
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Posición de la batería de artillería Céfiro
Pedro observaba a los artilleros que en mangas de camisa, trabajaban a destajo para cargar las pesadas granadas de forma helicoidal para a continuación disparar contra el campamento holandés. Una milla de distancia era más de cuanto jamás se hubiese intentado, y encima disparar con acierto…pero sabía que su artillería podía lograrlo.
Solo la conjunción de sus pesados cañones de bronce acero con su gran resistencia que permitía un eficaz aprovechamiento de los vientos sin que reventase el tubo, unida a los proyectiles troncocónicos con su banda de rodadura helicoidal, para que los vientos les imprimiesen un dextrógiro, permitía hacer fuego a tamaña distancia. Por supuesto los proyectiles eran simples bolaños que no tenían carga explosiva, por lo que su utilidad era limitada, pero aun así podían ser de gran utilidad en casos como el actual, disparando sobre un campamento enemigo…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
—Soldados a caballo españoles se han apoderado del bosque al noreste de aquí. —informó el mensajero sin llegar a desmontar, tal era la premura que traía. Federico Enrique de Orange-Nassau que vestía su armadura mientras trataba de organizar a sus tropas.
—En ese caso hay que echarlos de inmediato, de lo contrario no podremos atacar pues nos destrozaran desde aquel flanco. —dijo Federico refiriéndose a que la difícil situación en la que se encontraba. —¡Enviad seiscientos jinetes y cuatrocientos mosqueteros! Que expulsen a los españoles de allí. —ordenó con decisión tras meditarlo durante unos segundos.
Mientras el mensajero partía a galope, Federico continuó con su labor, asombrado por el increíble alcance de la artillería española. Por fortuna eran muy pocos cañones, pero aun así estaban logrando disparar a casi una milj de distancia (5.500mts) con una eficacia envidiable. Si quería atacar aquellas baterías situadas al norte tendría que marchar y cruzar frente al bosquecillo al que se había referido, y para ello debía hacerse con su control…si no lo lograba tendría que sopesar otras opciones.
En el bosquecillo los dragones habían desmontado y estaban cortando varas que posteriormente clavaban en el suelo, antes de sacarles punta con tres golpes precisos de sus hachuelas. Otros dragones ataban cuerdas entre los árboles, situadas a la altura del pecho de un posible jinete enemigo. Incluso otros pocos cavaban hoyos o acumulaban troncos y piedras para formar un pequeño murete tras el que protegerse. Rápidas medidas destinadas a preparar aquel pequeño enclave para resistir un asalto.
El grito de advertencia de uno de los centinelas, pronto seguido por otras voces de alerta, indicó que el enemigo se acercaba…
—En ese caso hay que echarlos de inmediato, de lo contrario no podremos atacar pues nos destrozaran desde aquel flanco. —dijo Federico refiriéndose a que la difícil situación en la que se encontraba. —¡Enviad seiscientos jinetes y cuatrocientos mosqueteros! Que expulsen a los españoles de allí. —ordenó con decisión tras meditarlo durante unos segundos.
Mientras el mensajero partía a galope, Federico continuó con su labor, asombrado por el increíble alcance de la artillería española. Por fortuna eran muy pocos cañones, pero aun así estaban logrando disparar a casi una milj de distancia (5.500mts) con una eficacia envidiable. Si quería atacar aquellas baterías situadas al norte tendría que marchar y cruzar frente al bosquecillo al que se había referido, y para ello debía hacerse con su control…si no lo lograba tendría que sopesar otras opciones.
En el bosquecillo los dragones habían desmontado y estaban cortando varas que posteriormente clavaban en el suelo, antes de sacarles punta con tres golpes precisos de sus hachuelas. Otros dragones ataban cuerdas entre los árboles, situadas a la altura del pecho de un posible jinete enemigo. Incluso otros pocos cavaban hoyos o acumulaban troncos y piedras para formar un pequeño murete tras el que protegerse. Rápidas medidas destinadas a preparar aquel pequeño enclave para resistir un asalto.
El grito de advertencia de uno de los centinelas, pronto seguido por otras voces de alerta, indicó que el enemigo se acercaba…
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Un soldado de cuatro siglos
—Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no temerás el resultado de cien batallas. —dijo Pedro que había venido siguiendo con atención el combate en el bosquecillo.
—¿Señor? —dijo el marqués de Caracena como preguntándose qué demonios estaba diciendo.
—Lo escribió un chino llamado Sun Tzu hace dos mil años. Y yo conozco a Federico. Es inteligente y tiene paciencia. Como no ha conseguido echar a los nuestros del bosquecillo no querrá atacar dejando a los nuestros en su flanco. Por lo tanto va a retroceder, posiblemente hasta las colinas al oeste de Burck. Allí podrán hacerse fuertes. No podremos flanquearlos, y nos obligaran a un asalto frontal…es la posición perfecta. —continuó diciendo Pedro. —Pero no por ello vamos a ponérselo fácil. El enemigo debe estar agotado por los combates, enviad caballería ligera para presionarles durante la retirada, Don Luis.
—A la orden mi general, permiso para dirigir la caballería personalmente. —dijo el marqués de Caracena.
—Permiso concedido, Don Luis. Id con cuidado y no arriesguéis demasiado vuestras fuerzas. Debemos conservar todas las tropas posibles. —dijo Pedro antes de retirarse.
El primer día de combates había sido favorable a las armas españolas, que habían ocupado una posición ventajosa que obligo a reaccionar al enemigo. Por desgracia todo parecía indicar que la próxima jornada serían ellos los que reaccionarían al movimiento holandés.
—¿Señor? —dijo el marqués de Caracena como preguntándose qué demonios estaba diciendo.
—Lo escribió un chino llamado Sun Tzu hace dos mil años. Y yo conozco a Federico. Es inteligente y tiene paciencia. Como no ha conseguido echar a los nuestros del bosquecillo no querrá atacar dejando a los nuestros en su flanco. Por lo tanto va a retroceder, posiblemente hasta las colinas al oeste de Burck. Allí podrán hacerse fuertes. No podremos flanquearlos, y nos obligaran a un asalto frontal…es la posición perfecta. —continuó diciendo Pedro. —Pero no por ello vamos a ponérselo fácil. El enemigo debe estar agotado por los combates, enviad caballería ligera para presionarles durante la retirada, Don Luis.
—A la orden mi general, permiso para dirigir la caballería personalmente. —dijo el marqués de Caracena.
—Permiso concedido, Don Luis. Id con cuidado y no arriesguéis demasiado vuestras fuerzas. Debemos conservar todas las tropas posibles. —dijo Pedro antes de retirarse.
El primer día de combates había sido favorable a las armas españolas, que habían ocupado una posición ventajosa que obligo a reaccionar al enemigo. Por desgracia todo parecía indicar que la próxima jornada serían ellos los que reaccionarían al movimiento holandés.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos
En una colina al norte de Torres Vedras
El jinete llegó galopando, la montura fatigada paró de golpe obedeciendo el tirón del explorador. Este bajó rápidamente, saludó descubriendo su chapeo y se dirigió al oficial portugués:
-Señor, es cierto. Los españoles se fortifican. Aunque los sarracenos no dejan que nos acerquemos son visibles las obras. Esos soldados negros están cavando un buen foso y una empalizada. Todo su ejército se encuentra protegido.
- Bien- exclamó de Meneses. Están donde queremos.
-¿Seguró? -preguntó un oficial de caballería.- Esa posición es fuerte para atacarla.
-Por eso esperaremos. Cada día ellos son mas débiles y nosotros no tenemos prisa.
-La Cortes se impacienta, el pueblo anda revuelto.
-Mas revuelto estará si los españoles entran en Lisboa-respondió airado de Meneses. Intentando apaciguar a sus hombres añadió- Todas las fatigas, el desgaste que nos provoca el bloqueo, las incursiones, todo se dará por bueno cuando presente al Rey las banderas españolas capturadas, los hombres prisioneros y esos negros traidores hayan vuelto a ser la mano de obra que nunca debieron dejar de ser.
-Eso espero.
-Eso haremos, esperar. Quiero saber de cualquier indicio de ataque de los españoles. Las tropas estarán siempre preparadas para desplegar, prestas a luchar. Habrá siempre un tercio de las unidades sobre las armas.
-Así se hará, señor.
El jinete llegó galopando, la montura fatigada paró de golpe obedeciendo el tirón del explorador. Este bajó rápidamente, saludó descubriendo su chapeo y se dirigió al oficial portugués:
-Señor, es cierto. Los españoles se fortifican. Aunque los sarracenos no dejan que nos acerquemos son visibles las obras. Esos soldados negros están cavando un buen foso y una empalizada. Todo su ejército se encuentra protegido.
- Bien- exclamó de Meneses. Están donde queremos.
-¿Seguró? -preguntó un oficial de caballería.- Esa posición es fuerte para atacarla.
-Por eso esperaremos. Cada día ellos son mas débiles y nosotros no tenemos prisa.
-La Cortes se impacienta, el pueblo anda revuelto.
-Mas revuelto estará si los españoles entran en Lisboa-respondió airado de Meneses. Intentando apaciguar a sus hombres añadió- Todas las fatigas, el desgaste que nos provoca el bloqueo, las incursiones, todo se dará por bueno cuando presente al Rey las banderas españolas capturadas, los hombres prisioneros y esos negros traidores hayan vuelto a ser la mano de obra que nunca debieron dejar de ser.
-Eso espero.
-Eso haremos, esperar. Quiero saber de cualquier indicio de ataque de los españoles. Las tropas estarán siempre preparadas para desplegar, prestas a luchar. Habrá siempre un tercio de las unidades sobre las armas.
-Así se hará, señor.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Un soldado de cuatro siglos
Al oeste de Amersfoort
—Justo como dijisteis, se han colocado en las colinas cortando nuestra ruta hacia Ámsterdam. —comentó el marqués de Caracena mientras contemplaba los cuadros de infantería situados en las suaves colinas holandesas, poco más de unas decenas de metros en realidad. —Eso nos coloca en una difícil posición. Tenemos que cargar sobre un ejército superior numéricamente colocado en lo alto de unas colinas, o retirarnos.
—Podemos ir al sur, hacia Utrech. —intervino el conde de Bucquoy. —saben que nuestras nuevas armas nos facilitan la rápida captura de las ciudades pese a las murallas, así que les obligara a reaccionar y tendrán que perseguirnos.
—Es casi la primera vez que presentan batalla en campo abierto en decenas de años, hay que aprovechar la ocasión para atacar y derrotarlos. —respondió Caracena.
—Es muy arriesgado, como bien dijisteis son superiores numéricamente, si no logramos derrotarlos podrían tratar de perseguirnos y desbandar nuestro ejército, con lo que perderíamos todas las ganancias de los últimos dos años.
Pedro, que había estado escuchando con atención miro a los comandantes antes de decir. —Esto es lo que vamos a hacer…
------------------------
—¿Atacaran? —preguntó uno de los coroneles holandeses dubitativo.
—Sí, atacaran, el Lobo está obligado a atacar pues de retirarse se alejaría del Zuiderzee y con ello abandonaría a su flotilla de cañoneras. —respondió el estatúder con pesar. — Nuestra posición es más fuerte, pero los tercios españoles y sus nuevas armas son un hueso duro de roer. Sus tácticas de descarga cerrada y su velocidad de disparo superan a todo cuanto hayamos visto jamás. —dijo mientras contemplaba las trincheras tras las que su infantería esperaba protegerse.
—Podremos rechazarlos, excelencia.
—Eso espero, eso espero…
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/ ... s_1658.jpg
—Justo como dijisteis, se han colocado en las colinas cortando nuestra ruta hacia Ámsterdam. —comentó el marqués de Caracena mientras contemplaba los cuadros de infantería situados en las suaves colinas holandesas, poco más de unas decenas de metros en realidad. —Eso nos coloca en una difícil posición. Tenemos que cargar sobre un ejército superior numéricamente colocado en lo alto de unas colinas, o retirarnos.
—Podemos ir al sur, hacia Utrech. —intervino el conde de Bucquoy. —saben que nuestras nuevas armas nos facilitan la rápida captura de las ciudades pese a las murallas, así que les obligara a reaccionar y tendrán que perseguirnos.
—Es casi la primera vez que presentan batalla en campo abierto en decenas de años, hay que aprovechar la ocasión para atacar y derrotarlos. —respondió Caracena.
—Es muy arriesgado, como bien dijisteis son superiores numéricamente, si no logramos derrotarlos podrían tratar de perseguirnos y desbandar nuestro ejército, con lo que perderíamos todas las ganancias de los últimos dos años.
Pedro, que había estado escuchando con atención miro a los comandantes antes de decir. —Esto es lo que vamos a hacer…
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—¿Atacaran? —preguntó uno de los coroneles holandeses dubitativo.
—Sí, atacaran, el Lobo está obligado a atacar pues de retirarse se alejaría del Zuiderzee y con ello abandonaría a su flotilla de cañoneras. —respondió el estatúder con pesar. — Nuestra posición es más fuerte, pero los tercios españoles y sus nuevas armas son un hueso duro de roer. Sus tácticas de descarga cerrada y su velocidad de disparo superan a todo cuanto hayamos visto jamás. —dijo mientras contemplaba las trincheras tras las que su infantería esperaba protegerse.
—Podremos rechazarlos, excelencia.
—Eso espero, eso espero…
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/ ... s_1658.jpg
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Un soldado de cuatro siglos
Valencia
—Os veo muy ufano, Ponce, casi no podéis ocultar la alegría. —dijo el rey al encontrarse con el Duque de Arcos, actual Virrey de Valencia.
—Noticias de Flandes, majestad. —dijo el virrey tendiéndole un mensaje.
—¿Victoria? —preguntó el monarca de las Españas.
—Una victoria absoluta. —respondió el duque de Arcos.
—¿Y Dunkerque? —preguntó a continuación el rey mientras tomaba el mensaje.
—Dunkerque se ha salvado, majestad. El ejército del conde de Fontaine acudió en ayuda de la ciudad y obligo a los franceses a levantar el sitio.
—Sí, ya lo veo…—dijo el rey leyendo con avidez. —Los holandeses se atrincheraron en unas colinas cerca de Amersfoort…¿Dónde está eso? Ya lo veremos… Del Puerto eligió atacar a primera hora porque el campo estaría húmedo y eso evitaría los rebotes…¿No afectaría en igual medida a nuestra artillería? Los nuestros formaron con los italianos en la derecha y los valones en el centro formando en línea. Mientras los tercios españoles formaron a la izquierda y lo hicieron en columna…tendremos que averiguar qué es eso… ah, aquí lo pone, una formación con mayor fondo similar a la falange oblicua empleada por los tebanos en la antigüedad…. —dijo el rey mientras cerraba los ojos como intentando visualizar la batalla.
Todo el ejército marcho al redoble del tambor mientras la artillería intercambiaba disparos con los holandeses. Estos respondieron lanzando su caballería, pero nuestra infantería la rechazó a pie firme, sin interrumpir su avance. Pronto alcanzaron la distancia de disparo de mosquete, y empezaron a descargar sucesivas salvas sobre los holandeses, que se refugiaron tras un terraplén que habían construido, respondiendo con sus mosquetes. Ah, las campanas de la ciudad han empezado a repicar para comunicar la buena nueva. —dijo el rey al escuchar el volteo de las campanas.
Los nuestros siguieron avanzando siguiendo con su disciplina de fuego, que les permitía disparar doce disparos por minuto. Los holandeses lucharon bien, pero en el flanco izquierdo, donde los nuestros tenían una amplia superioridad flaquearon, momento elegido por Llopis para lanzar a nuestros coraceros, que lograron abrir una brecha al derrotar a los cuadros ya debilitados… todo el ejército holandés se derrumbó y nuestros húsares les persiguieron durante la retirada, capturando cientos de prisioneros y causando aún más bajas. Capturamos doce cañones y más de veinte banderas.
—Una gran victoria majestad, el embajador Don Juan Casimiro os envía su más sincera felicitación. —dijo el Virrey.
—Juan Casimiro, sí, veamos si logramos llegar a un acuerdo con él…
—Os veo muy ufano, Ponce, casi no podéis ocultar la alegría. —dijo el rey al encontrarse con el Duque de Arcos, actual Virrey de Valencia.
—Noticias de Flandes, majestad. —dijo el virrey tendiéndole un mensaje.
—¿Victoria? —preguntó el monarca de las Españas.
—Una victoria absoluta. —respondió el duque de Arcos.
—¿Y Dunkerque? —preguntó a continuación el rey mientras tomaba el mensaje.
—Dunkerque se ha salvado, majestad. El ejército del conde de Fontaine acudió en ayuda de la ciudad y obligo a los franceses a levantar el sitio.
—Sí, ya lo veo…—dijo el rey leyendo con avidez. —Los holandeses se atrincheraron en unas colinas cerca de Amersfoort…¿Dónde está eso? Ya lo veremos… Del Puerto eligió atacar a primera hora porque el campo estaría húmedo y eso evitaría los rebotes…¿No afectaría en igual medida a nuestra artillería? Los nuestros formaron con los italianos en la derecha y los valones en el centro formando en línea. Mientras los tercios españoles formaron a la izquierda y lo hicieron en columna…tendremos que averiguar qué es eso… ah, aquí lo pone, una formación con mayor fondo similar a la falange oblicua empleada por los tebanos en la antigüedad…. —dijo el rey mientras cerraba los ojos como intentando visualizar la batalla.
Todo el ejército marcho al redoble del tambor mientras la artillería intercambiaba disparos con los holandeses. Estos respondieron lanzando su caballería, pero nuestra infantería la rechazó a pie firme, sin interrumpir su avance. Pronto alcanzaron la distancia de disparo de mosquete, y empezaron a descargar sucesivas salvas sobre los holandeses, que se refugiaron tras un terraplén que habían construido, respondiendo con sus mosquetes. Ah, las campanas de la ciudad han empezado a repicar para comunicar la buena nueva. —dijo el rey al escuchar el volteo de las campanas.
Los nuestros siguieron avanzando siguiendo con su disciplina de fuego, que les permitía disparar doce disparos por minuto. Los holandeses lucharon bien, pero en el flanco izquierdo, donde los nuestros tenían una amplia superioridad flaquearon, momento elegido por Llopis para lanzar a nuestros coraceros, que lograron abrir una brecha al derrotar a los cuadros ya debilitados… todo el ejército holandés se derrumbó y nuestros húsares les persiguieron durante la retirada, capturando cientos de prisioneros y causando aún más bajas. Capturamos doce cañones y más de veinte banderas.
—Una gran victoria majestad, el embajador Don Juan Casimiro os envía su más sincera felicitación. —dijo el Virrey.
—Juan Casimiro, sí, veamos si logramos llegar a un acuerdo con él…
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—Nuestra última propuesta puede llegar a buen puerto. —intervino el espía mayor del reino, Diego Antonio de Bonifaz y Torres.
—¿Vuestras escuchas funcionan bien? —preguntó el monarca.
—Los únicos problemas que enfrentamos se deben al idioma, de no ser por ello no pasaría nada en su embajada que no supiésemos al instante.
—Debéis esforzaros en lograr más expertos en idiomas extranjeros, Don Diego.
—Lo hare majestad, pero el polaco es muy extraño para nosotros.
—Perseverad, Don Diego, no os pido más. Cambiando de tema, el rescate de Dunkerque no habrá sentado bien a Mazarino. ¿Sabemos algo de los franceses? —quiso saber el rey.
—Han decretado impuestos especiales en todo su reino para financiar su rearme, y siguen financiando a los rebeldes holandeses y a suecos, aunque con las recientes victorias sobre ambos la situación está más controlada. Me preocupa aún más la actividad que están desarrollando en Cataluña, donde están exprimiendo a su población, y han enviado una embajada a la Sublime Puerta.
—¿Quieren establecer una alianza con el sultán? —quiso saber el rey.
—Todo parece indicar que tal es su pretensión.
—Tenemos más de treinta mil hombres en Egipto. —dijo el rey. —Por lo tanto es de suponer que la mayor amenaza sería el que los otomanos reemprendiesen sus actividades piraticas con esa nueva armada que están construyendo, eso nos obligaría a traer a nuestra flota del Atlántico y abandonar el bloqueo de Portugal y en menor medida de Holanda.
—Los otomanos están pasando una dura crisis económica tras la pérdida de Egipto. —intervino el duque de Arcos. —Pero han logrado desviar su ruta de las especias a través de Mesopotamia y el Sinaí, y además han creado nuevos impuestos en su imperio.
—Sin embargo dicen que el sultán es un ser débil y enfermizo.
—Es cierto, majestad, pero varios de los generales de su hermano se hicieron con el poder en palacio y ahora lo dirigen con mano de hierro.
—Entonces el peligro es real…—dedujo el rey. —Aunque tanto franceses como otomanos están pasando apuros económicos siguen esforzándose en crearnos problemas.
—No son los únicos, majestad, pese a la promesa de matrimonio de la princesa María con vuestro hijo, también los ingleses tratan de financiar a los holandeses una y otra vez, aunque ahora mismo tienen sus propios problemas en el interior.
—Lo sé, caballeros, y es magro consuelo que nuestras cuentas sino boyantes, sí nos permitan ciertas libertades que no concurren en nuestros enemigos. La guerra económica parece estarlos agotando a todos, desde Holanda a Portugal, así y todo no me gusta, no podemos implicarnos en una nueva guerra cuando aún no hemos solucionado los asuntos en todo el resto de frentes. El propio Del Puerto lo ha dicho una y otra vez. Necesitamos victorias decisivas para ir cerrando los frentes de batalla uno a uno. Enviad mensajes a Don Pedro en Flandes y a Don Diego en Portugal. Deben hacer cuanto esté en su mano para acabar con las rebeliones de inmediato. Si lo logran solo quedara Francia y Cataluña, por lo que la intervención otomana no será letal para nuestros intereses.
—Como ordenéis, majestad. —dijeron los dos hombres al unísono.
—¿Vuestras escuchas funcionan bien? —preguntó el monarca.
—Los únicos problemas que enfrentamos se deben al idioma, de no ser por ello no pasaría nada en su embajada que no supiésemos al instante.
—Debéis esforzaros en lograr más expertos en idiomas extranjeros, Don Diego.
—Lo hare majestad, pero el polaco es muy extraño para nosotros.
—Perseverad, Don Diego, no os pido más. Cambiando de tema, el rescate de Dunkerque no habrá sentado bien a Mazarino. ¿Sabemos algo de los franceses? —quiso saber el rey.
—Han decretado impuestos especiales en todo su reino para financiar su rearme, y siguen financiando a los rebeldes holandeses y a suecos, aunque con las recientes victorias sobre ambos la situación está más controlada. Me preocupa aún más la actividad que están desarrollando en Cataluña, donde están exprimiendo a su población, y han enviado una embajada a la Sublime Puerta.
—¿Quieren establecer una alianza con el sultán? —quiso saber el rey.
—Todo parece indicar que tal es su pretensión.
—Tenemos más de treinta mil hombres en Egipto. —dijo el rey. —Por lo tanto es de suponer que la mayor amenaza sería el que los otomanos reemprendiesen sus actividades piraticas con esa nueva armada que están construyendo, eso nos obligaría a traer a nuestra flota del Atlántico y abandonar el bloqueo de Portugal y en menor medida de Holanda.
—Los otomanos están pasando una dura crisis económica tras la pérdida de Egipto. —intervino el duque de Arcos. —Pero han logrado desviar su ruta de las especias a través de Mesopotamia y el Sinaí, y además han creado nuevos impuestos en su imperio.
—Sin embargo dicen que el sultán es un ser débil y enfermizo.
—Es cierto, majestad, pero varios de los generales de su hermano se hicieron con el poder en palacio y ahora lo dirigen con mano de hierro.
—Entonces el peligro es real…—dedujo el rey. —Aunque tanto franceses como otomanos están pasando apuros económicos siguen esforzándose en crearnos problemas.
—No son los únicos, majestad, pese a la promesa de matrimonio de la princesa María con vuestro hijo, también los ingleses tratan de financiar a los holandeses una y otra vez, aunque ahora mismo tienen sus propios problemas en el interior.
—Lo sé, caballeros, y es magro consuelo que nuestras cuentas sino boyantes, sí nos permitan ciertas libertades que no concurren en nuestros enemigos. La guerra económica parece estarlos agotando a todos, desde Holanda a Portugal, así y todo no me gusta, no podemos implicarnos en una nueva guerra cuando aún no hemos solucionado los asuntos en todo el resto de frentes. El propio Del Puerto lo ha dicho una y otra vez. Necesitamos victorias decisivas para ir cerrando los frentes de batalla uno a uno. Enviad mensajes a Don Pedro en Flandes y a Don Diego en Portugal. Deben hacer cuanto esté en su mano para acabar con las rebeliones de inmediato. Si lo logran solo quedara Francia y Cataluña, por lo que la intervención otomana no será letal para nuestros intereses.
—Como ordenéis, majestad. —dijeron los dos hombres al unísono.
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-¿Cómo que no hay nadie?-exclamó iracundo de Meneses a la vez que arrojaba al suelo su bengala.
El oficial de caballería que había informado tragaba saliva mientras se mantenía todo lo erguido que podía al estar rodeado de miradas de todos los oficiales superiores.
-No hay nadie señor. Hemos seguido sus órdenes. Cuando nos ordenó esta mañana que nos acercáramos al campamento enemigo pues llevábamos ya una semana aquí estacionados, las patrullas no han encontrado centinelas, se han acercado poco a poco a las trincheras y han descubierto que solo había tiendas vacías. Algunos restos de hogueras todavía estaban calientes, por lo que creemos que han debido marcharse poco antes del amanecer.
-No pueden haberse marchado. Los hubiéramos visto.-replicó Meneses.
-Pero anoche todos vimos a sus patrullas, como el resto de la semana-añadió otro oficial.
El oficial de caballería casi se atragantó cuando contestó.-Me temo que esos debían ser los únicos que estaban en su campamento. Por los restos encontrados la mayor parte del ejército se fue hace 2 ó 3 días.
-¿Y a donde van a ir? Estamos en medio del camino de Lisboa, hacia su frontera no creo que vuelvan sin nada...
-Pues solo queda una dirección, el norte.
-¿Y que demonios hay al norte?-pregunto de Meneses que había perdido los nervios. Todos los presentes sabían la respuesta pero solo uno se atrevió a responder.
-"Solo" está Oporto señor.
-¿Oporto?.
-La pérdida de Oporto será grave para la moral del pueblo.
-¿A qué esperais entonces? Dad las órdenes salimos hacia el norte en 2 horas. ¡Vamos!No perdais el tiempo.
El oficial de caballería que había informado tragaba saliva mientras se mantenía todo lo erguido que podía al estar rodeado de miradas de todos los oficiales superiores.
-No hay nadie señor. Hemos seguido sus órdenes. Cuando nos ordenó esta mañana que nos acercáramos al campamento enemigo pues llevábamos ya una semana aquí estacionados, las patrullas no han encontrado centinelas, se han acercado poco a poco a las trincheras y han descubierto que solo había tiendas vacías. Algunos restos de hogueras todavía estaban calientes, por lo que creemos que han debido marcharse poco antes del amanecer.
-No pueden haberse marchado. Los hubiéramos visto.-replicó Meneses.
-Pero anoche todos vimos a sus patrullas, como el resto de la semana-añadió otro oficial.
El oficial de caballería casi se atragantó cuando contestó.-Me temo que esos debían ser los únicos que estaban en su campamento. Por los restos encontrados la mayor parte del ejército se fue hace 2 ó 3 días.
-¿Y a donde van a ir? Estamos en medio del camino de Lisboa, hacia su frontera no creo que vuelvan sin nada...
-Pues solo queda una dirección, el norte.
-¿Y que demonios hay al norte?-pregunto de Meneses que había perdido los nervios. Todos los presentes sabían la respuesta pero solo uno se atrevió a responder.
-"Solo" está Oporto señor.
-¿Oporto?.
-La pérdida de Oporto será grave para la moral del pueblo.
-¿A qué esperais entonces? Dad las órdenes salimos hacia el norte en 2 horas. ¡Vamos!No perdais el tiempo.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Un soldado de cuatro siglos
Legión Polaca
Se llamó Legión polaca a una unidad de elite del ejército español reclutada entre la población católica de la Republica de las dos Naciones (Polonia y en menor medida Lituania), entre los años 1645 y 1836.
Origen
Tras la derrota en la guerra contra Suecia de 1626-1629, el rey Segismundo III Vasa envió a su heredero, Vladislao IV de Polonia en una gira por las cortes europeas que le sirvió para entrar en contacto con las modernas tácticas militares europeas, especialmente las españolas. A consecuencia de esto la Mancomunidad Polaca reformo sus fuerzas armadas adoptando las formaciones mixtas de mosqueteros y piqueros, reclutando numerosos instructores extranjeros al tiempo que reforzaba y modernizaba la artillería, la incluía en las unidades de campo e instruía a los oficiales polacos en nuevos métodos de combate. Empleó ingenieros para edificar nuevas fortificaciones, creó una línea de plazas fuertes en la costa báltica, mantuvo la tradicional caballería polaca, tan útil en las estepas del sureste del país, y reconstruyó la flota, perdida a manos de los suecos. Sin embargo esto coincidió en el tiempo con el inicio de las reformas militares en España, por lo que tan solo quince años después, y ya en el trono, el rey Vladislao IV supo que sus fuerzas estaban anticuadas.
Consciente de los avances en el arte de la guerra, el rey Vladislao IV envió a su hermano Juan Casimiro, futuro Juan Casimiro II a España, donde se reunió con el rey Felipe IV en Valencia a lo largo del verano. Producto de estas reuniones se llegaría a los “acuerdos de Valencia o de septiembre” de 1644.
Producto de estos acuerdos España reclutaría una unidad de tres mil doscientos jinetes y cuatro mil ochocientos infantes en la República de las dos Naciones, que serviría bajo bandera española con comandantes polacos. Los soldados servirían en periodos de cuatro años, siendo sustituidos los regimientos a razón de un regimiento de caballería y un batallón de infantería por año. A cambio estas tropas polacas fueron entrenadas en las modernas tácticas de combate españolas, con líneas de mosqueteros armados con bayoneta y entrenados en el fuego por pelotones y en movimiento, convirtiéndose al regresar a Polonia en tropas de élite muy apreciadas por sus monarcas.
Historia
La primera brigada de la legión polaca formada por ochocientos jinetes y mil doscientos infantes llego al Franco Condado el 9 de octubre de 1645, llegando nuevas unidades los tres años siguientes hasta completar las fuerzas de la legión. En 1650 aquella primera unidad polaca retorno a Polonia, teniendo sus veteranos un destacado papel en la guerra con Suecia unos años más tarde.
En las filas españolas la legión polaca participó en los mayores conflictos de los dos siglos siguientes, participando en destacadas batallas como Verdún, Cambray, Carcasona, Jerusalén, y Viena, entre otras...
Se llamó Legión polaca a una unidad de elite del ejército español reclutada entre la población católica de la Republica de las dos Naciones (Polonia y en menor medida Lituania), entre los años 1645 y 1836.
Origen
Tras la derrota en la guerra contra Suecia de 1626-1629, el rey Segismundo III Vasa envió a su heredero, Vladislao IV de Polonia en una gira por las cortes europeas que le sirvió para entrar en contacto con las modernas tácticas militares europeas, especialmente las españolas. A consecuencia de esto la Mancomunidad Polaca reformo sus fuerzas armadas adoptando las formaciones mixtas de mosqueteros y piqueros, reclutando numerosos instructores extranjeros al tiempo que reforzaba y modernizaba la artillería, la incluía en las unidades de campo e instruía a los oficiales polacos en nuevos métodos de combate. Empleó ingenieros para edificar nuevas fortificaciones, creó una línea de plazas fuertes en la costa báltica, mantuvo la tradicional caballería polaca, tan útil en las estepas del sureste del país, y reconstruyó la flota, perdida a manos de los suecos. Sin embargo esto coincidió en el tiempo con el inicio de las reformas militares en España, por lo que tan solo quince años después, y ya en el trono, el rey Vladislao IV supo que sus fuerzas estaban anticuadas.
Consciente de los avances en el arte de la guerra, el rey Vladislao IV envió a su hermano Juan Casimiro, futuro Juan Casimiro II a España, donde se reunió con el rey Felipe IV en Valencia a lo largo del verano. Producto de estas reuniones se llegaría a los “acuerdos de Valencia o de septiembre” de 1644.
Producto de estos acuerdos España reclutaría una unidad de tres mil doscientos jinetes y cuatro mil ochocientos infantes en la República de las dos Naciones, que serviría bajo bandera española con comandantes polacos. Los soldados servirían en periodos de cuatro años, siendo sustituidos los regimientos a razón de un regimiento de caballería y un batallón de infantería por año. A cambio estas tropas polacas fueron entrenadas en las modernas tácticas de combate españolas, con líneas de mosqueteros armados con bayoneta y entrenados en el fuego por pelotones y en movimiento, convirtiéndose al regresar a Polonia en tropas de élite muy apreciadas por sus monarcas.
Historia
La primera brigada de la legión polaca formada por ochocientos jinetes y mil doscientos infantes llego al Franco Condado el 9 de octubre de 1645, llegando nuevas unidades los tres años siguientes hasta completar las fuerzas de la legión. En 1650 aquella primera unidad polaca retorno a Polonia, teniendo sus veteranos un destacado papel en la guerra con Suecia unos años más tarde.
En las filas españolas la legión polaca participó en los mayores conflictos de los dos siglos siguientes, participando en destacadas batallas como Verdún, Cambray, Carcasona, Jerusalén, y Viena, entre otras...
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
R.D.; La guerra de Flandes, 1644-1648, Carlos Sanz
… la batalla de las colinas de Amersfoort dividió en dos las Provincias unidas y abrió el camino hacia Ámsterdam al ejército español.
Tras unos días de descanso en los que aprovecharon para curar a sus heridos, ejército español se dirigió a la ciudad holandesa, a la que llegaron el 2 de agosto para ponerle sitio. Sin embargo las semanas transcurridas desde los bombardeos de junio, habían permitido a los holandeses la construcción de cañoneras similares a las españolas, aunque sin blindar. Con ello la aproximación naval quedaba puesta en duda, obligando a las fuerzas españolas a tomar nuevas medidas de asedio.
El general Llopis, pronto a la reacción acampo en las cercanías de la ciudad, y ordenó a sus fuerzas excavar trincheras de aproximación en zigzag hacia las murallas de la ciudad con el fin de instalar morteros de asedio, siendo posiblemente la primera vez en la que se empleó tal táctica en los asedios. Mientras tanto en el Zuizerdee se desarrollaban los primeros combates entre las cañoneras españolas y holandesas, que eran apoyadas por los navíos de los llamados Mendigos del Mar.
Las escaramuzas navales se sucedieron mientras la infantería cavaba las trincheras de aproximación. Durante todo aquel tiempo la imagen de los globos cautivos españoles sobre los cielos de la ciudad se hicieron comunes. Con ellos las fuerzas españolas disponían de un sistema de alerta para advertirles de la llegada de cualquier fuerza de socorro. Derrotado el ejército holandés poco antes, esta ayuda solo podía llegar de manos francesas, que tras abandonar el asedio de Dunkerque se dirigieron a Luxemburgo. Sin embargo el segundo ejército español los siguió de cerca, impidiendo que los franceses entrasen en Flandes.
Mientras tanto en Madrid, Felipe IV estaba preocupado por la situación en Europa y el Mediterráneo, por lo que decidido a acabar con sus enemigos de una vez por todas, ordenó el traslado de doce mil hombres desde Egipto a Flandes, preparándose un nuevo convoy de socorro para el año siguiente. Al mismo tiempo que ordenaba la recluta de otros diez mil soldados en España para destinarlos a Portugal. España luchaba ahora en una carrera contra el tiempo en la que todo dependía de si eran capaces de eliminar a sus enemigos antes de que nuevos actores se sumasen a la guerra. El Imperio Otomano y en menor medida Suecia, proyectaban una dura sombra sobre los ánimos de Felipe IV.
… la batalla de las colinas de Amersfoort dividió en dos las Provincias unidas y abrió el camino hacia Ámsterdam al ejército español.
Tras unos días de descanso en los que aprovecharon para curar a sus heridos, ejército español se dirigió a la ciudad holandesa, a la que llegaron el 2 de agosto para ponerle sitio. Sin embargo las semanas transcurridas desde los bombardeos de junio, habían permitido a los holandeses la construcción de cañoneras similares a las españolas, aunque sin blindar. Con ello la aproximación naval quedaba puesta en duda, obligando a las fuerzas españolas a tomar nuevas medidas de asedio.
El general Llopis, pronto a la reacción acampo en las cercanías de la ciudad, y ordenó a sus fuerzas excavar trincheras de aproximación en zigzag hacia las murallas de la ciudad con el fin de instalar morteros de asedio, siendo posiblemente la primera vez en la que se empleó tal táctica en los asedios. Mientras tanto en el Zuizerdee se desarrollaban los primeros combates entre las cañoneras españolas y holandesas, que eran apoyadas por los navíos de los llamados Mendigos del Mar.
Las escaramuzas navales se sucedieron mientras la infantería cavaba las trincheras de aproximación. Durante todo aquel tiempo la imagen de los globos cautivos españoles sobre los cielos de la ciudad se hicieron comunes. Con ellos las fuerzas españolas disponían de un sistema de alerta para advertirles de la llegada de cualquier fuerza de socorro. Derrotado el ejército holandés poco antes, esta ayuda solo podía llegar de manos francesas, que tras abandonar el asedio de Dunkerque se dirigieron a Luxemburgo. Sin embargo el segundo ejército español los siguió de cerca, impidiendo que los franceses entrasen en Flandes.
Mientras tanto en Madrid, Felipe IV estaba preocupado por la situación en Europa y el Mediterráneo, por lo que decidido a acabar con sus enemigos de una vez por todas, ordenó el traslado de doce mil hombres desde Egipto a Flandes, preparándose un nuevo convoy de socorro para el año siguiente. Al mismo tiempo que ordenaba la recluta de otros diez mil soldados en España para destinarlos a Portugal. España luchaba ahora en una carrera contra el tiempo en la que todo dependía de si eran capaces de eliminar a sus enemigos antes de que nuevos actores se sumasen a la guerra. El Imperio Otomano y en menor medida Suecia, proyectaban una dura sombra sobre los ánimos de Felipe IV.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- tercioidiaquez
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Un soldado de cuatro siglos
Palacio de Ribieira, Lisboa.
Una figura con botas de montar sucias y ropas cubiertas de polvo, incluida la banda de la que colgaba una larga espada, daba su informe al Rey de Portugal.
-Y así fue todo Majestad.
-Es imposible. ¡Hemos perdido entonces!.
El oficial de caballería volvió a contar la historia una segunda vez, cuarta si contaba las veces que lo había hecho a los ayudantes del Rey antes de que le concedieran una audiencia urgente,
-Si Majestad. De Meneses se encontraba furioso por haber sido burlado. Hizo avanzar al ejército a toda velocidad pero ni aún así llegamos a tiempo. Esos españoles se mueven rápido.
-¿Cómo puede ser eso?
Un ayudante de la corte explicó: -Un soldado con ese mosquete suyo anda más rápido que uno con una pica majestad. Han aligerado sus bagajes y por lo visto se entrenan a diario para andar rápido y frecuentemente. Dicen algunos, que entre ellos se comenta que sus generales les hacen ganar batallas andando y no disparando.
-Además su caballería ligera es muy efectiva. Sabe controlar el terreno y avisa de por donde le llegan los peligros-añadió el oficial, que al ser de caballería su opinión era tenida en cuenta en este tema.
-¿Pero y Oporto? preguntó el rey.
Encogiéndose de hombros el oficial narró de nuevo lo sucedido: -Para cuando llegamos la ciudad ya había caído. Sus defensas estaban orientadas principalmente al mar. La flota española amenazaba y amagaba de continuo. Esos guerrilleros -dijo escupiendo el nombre-habían desanimado a la guarnición. Nuestros Terços provinciales estaban agotados de tantas alarmas y correrías, la mayoría de ellas falsas. Los españoles llegaron y asaltaron por sorpresa la ciudad.
Cuando de Meneses se enteró se volvió loco. Ordenó atacar a los españoles en cuanto fuera posible.Algunos le aconsejamos que no lo hiciera pero la mayoría de los oficiales le apoyaron- el oficial miró de soslayo a los oficiales superiores, todo nobles, que rodeaban al monarca.- Fue una carnicería, esos soldados negros no hacían mas que disparar una y otra vez. Por cada uno de nuestros disparos ellos lo hacían varias veces. Además no disparaban como nosotros, por salvas, sino que seguían una cadencia dentro de sus unidades. El resultado fue un fuego continuo, quizás no tan intenso de manera puntual, pero mucho mas constante. En ningún momento nuestros piqueros llegaron al cuerpo a cuerpo.
-¿Y que hizo de Meneses? preguntó uno de los oficiales ante el silencio general.
-Se portó con gallardía. Se pusó al frente de los Terços para el último ataque. Desmontó y enarboló la bandera. Nuestros hombres avanzaron entre un fuego asesino, aunque es cierto que también nuestros mosqueteros se llevaron algunos de esos cabrones por delante. Pero 10 metros de la filas enemigas cuando las nuestras flaqueaban un disparo le arrancó la cara. Cayó muerto en el acto. Los hombres que le rodeaban decidieron que ya habían hecho bastante y retrocedieron. Les sirvió de poco pues su caballería apareció y los ensartó como conejos.
--¿Y nuestra caballería?
-Nuestra caballería, incluida la mía, había sido detenida una y otra vez por la muralla de mosquetes enemigos. "Atacad", me ordenó el Generla, "No tienen picas, acabad con ellos". Cierto, no tenían picas pero si esos chuzos en la punta de los mosquetes, nos acercábamos y nos las ofrecían a nuestros caballos. Era un muro de hierro. Los que quedábamos intentamos cubrir la retirada de nuestra infantería.
-¿Lo lograsteis?- preguntó el rey con un hilo de voz.
-Un par de miles a lo sumo, pero sin orden ni concierto. Toda la artillería se perdió. Otro par de jinetes habrán sobrevivido pero no hay mas, majestad. Lo hemos perdido todo.
-¿Pero entonces que podemos hacer? .
-Me temo que nada Majestad-añadió un consejero.-Es la hora de la discreción. Tenemos un falucho preparado. Es rápido y podrá burlar el bloqueo. -
-¿Quién va a burlar el bloqueo?-
-Usted Majestad. Solo hay un sitio al que ir. Hemos hablado con enviados del Parlamento inglés. Tienen sus propios problemas pero darán refugio a su Majestad. Vendrán tiempos mejores para la casa de Braganza, pero hoy, hemos perdido Portugal.
-No puedo irme.
-Señor, esos "truenos" son los cañones españoles. En horas entrarán en Lisboa. No hay tropas. El norte ha caído y el sur lo hará también. Es cuestión de confiar en el futuro.
Una figura con botas de montar sucias y ropas cubiertas de polvo, incluida la banda de la que colgaba una larga espada, daba su informe al Rey de Portugal.
-Y así fue todo Majestad.
-Es imposible. ¡Hemos perdido entonces!.
El oficial de caballería volvió a contar la historia una segunda vez, cuarta si contaba las veces que lo había hecho a los ayudantes del Rey antes de que le concedieran una audiencia urgente,
-Si Majestad. De Meneses se encontraba furioso por haber sido burlado. Hizo avanzar al ejército a toda velocidad pero ni aún así llegamos a tiempo. Esos españoles se mueven rápido.
-¿Cómo puede ser eso?
Un ayudante de la corte explicó: -Un soldado con ese mosquete suyo anda más rápido que uno con una pica majestad. Han aligerado sus bagajes y por lo visto se entrenan a diario para andar rápido y frecuentemente. Dicen algunos, que entre ellos se comenta que sus generales les hacen ganar batallas andando y no disparando.
-Además su caballería ligera es muy efectiva. Sabe controlar el terreno y avisa de por donde le llegan los peligros-añadió el oficial, que al ser de caballería su opinión era tenida en cuenta en este tema.
-¿Pero y Oporto? preguntó el rey.
Encogiéndose de hombros el oficial narró de nuevo lo sucedido: -Para cuando llegamos la ciudad ya había caído. Sus defensas estaban orientadas principalmente al mar. La flota española amenazaba y amagaba de continuo. Esos guerrilleros -dijo escupiendo el nombre-habían desanimado a la guarnición. Nuestros Terços provinciales estaban agotados de tantas alarmas y correrías, la mayoría de ellas falsas. Los españoles llegaron y asaltaron por sorpresa la ciudad.
Cuando de Meneses se enteró se volvió loco. Ordenó atacar a los españoles en cuanto fuera posible.Algunos le aconsejamos que no lo hiciera pero la mayoría de los oficiales le apoyaron- el oficial miró de soslayo a los oficiales superiores, todo nobles, que rodeaban al monarca.- Fue una carnicería, esos soldados negros no hacían mas que disparar una y otra vez. Por cada uno de nuestros disparos ellos lo hacían varias veces. Además no disparaban como nosotros, por salvas, sino que seguían una cadencia dentro de sus unidades. El resultado fue un fuego continuo, quizás no tan intenso de manera puntual, pero mucho mas constante. En ningún momento nuestros piqueros llegaron al cuerpo a cuerpo.
-¿Y que hizo de Meneses? preguntó uno de los oficiales ante el silencio general.
-Se portó con gallardía. Se pusó al frente de los Terços para el último ataque. Desmontó y enarboló la bandera. Nuestros hombres avanzaron entre un fuego asesino, aunque es cierto que también nuestros mosqueteros se llevaron algunos de esos cabrones por delante. Pero 10 metros de la filas enemigas cuando las nuestras flaqueaban un disparo le arrancó la cara. Cayó muerto en el acto. Los hombres que le rodeaban decidieron que ya habían hecho bastante y retrocedieron. Les sirvió de poco pues su caballería apareció y los ensartó como conejos.
--¿Y nuestra caballería?
-Nuestra caballería, incluida la mía, había sido detenida una y otra vez por la muralla de mosquetes enemigos. "Atacad", me ordenó el Generla, "No tienen picas, acabad con ellos". Cierto, no tenían picas pero si esos chuzos en la punta de los mosquetes, nos acercábamos y nos las ofrecían a nuestros caballos. Era un muro de hierro. Los que quedábamos intentamos cubrir la retirada de nuestra infantería.
-¿Lo lograsteis?- preguntó el rey con un hilo de voz.
-Un par de miles a lo sumo, pero sin orden ni concierto. Toda la artillería se perdió. Otro par de jinetes habrán sobrevivido pero no hay mas, majestad. Lo hemos perdido todo.
-¿Pero entonces que podemos hacer? .
-Me temo que nada Majestad-añadió un consejero.-Es la hora de la discreción. Tenemos un falucho preparado. Es rápido y podrá burlar el bloqueo. -
-¿Quién va a burlar el bloqueo?-
-Usted Majestad. Solo hay un sitio al que ir. Hemos hablado con enviados del Parlamento inglés. Tienen sus propios problemas pero darán refugio a su Majestad. Vendrán tiempos mejores para la casa de Braganza, pero hoy, hemos perdido Portugal.
-No puedo irme.
-Señor, esos "truenos" son los cañones españoles. En horas entrarán en Lisboa. No hay tropas. El norte ha caído y el sur lo hará también. Es cuestión de confiar en el futuro.
“…Las piezas de campaña se perdieron; bandera de español ninguna…” Duque de Alba tras la batalla de Heiligerlee.
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Un soldado de cuatro siglos
Ámsterdam
—Los soldados están descontentos mi general. —dijo el marqués de Caracena. —Querían asaltar la ciudad.
—Diréis que querían saquear la ciudad, Don Luis… por desgracia esta no es una pequeña ciudad como las anteriores. Asaltar la ciudad con nuestros escasos efectivos sería un riesgo, por fortuna su capitulación nos ahorra problemas. Por lo tanto nuestros soldados tendrán que lidiar con su decepción.
—Solo era un comentario, mi general, sabéis tan bien como yo que los soldados confían en vuesa excelencia y obedecerán sin dudar. El problema será el qué hacemos con la ciudad. Debemos castigarla, pero su rendición limita nuestras opciones.
—Registraremos la ciudad en busca de contrabando de guerra, y multaremos a los principales cabecillas de la rebelión. A estos además se les exigirá juramento de lealtad. Por desgracia poco más podremos hacer en breve.
—¿Obligarlos a demoler sus murallas como hemos hecho con el resto de ciudades conquistadas?
—Han capitulado antes del asalto, así que según los usos de la guerra ese tipo de medidas serán difíciles de justificar. Mucho me temo que las murallas se quedaran dónde están.
—Cierto…al menos la captura de la ciudad allana nuestro camino a la victoria. Evitar atacar por la línea de puestos fortificados que construyó Mauricio de Nassau a lo largo de esa "linea de agua" y avanzar siguiendo el Ijssel fue un acierto. Ahora controlamos el centro del país, supongo que el siguiente paso será dirigirnos al sur para acabar con Utrech.
—Ese debería ser nuestro siguiente paso. Descansaremos unas semanas en la ciudad para organizar las cosas, a continuación partiremos hacia el sur e iremos rindiendo una a una las ciudades que permanezcan en rebelión…
—Los soldados están descontentos mi general. —dijo el marqués de Caracena. —Querían asaltar la ciudad.
—Diréis que querían saquear la ciudad, Don Luis… por desgracia esta no es una pequeña ciudad como las anteriores. Asaltar la ciudad con nuestros escasos efectivos sería un riesgo, por fortuna su capitulación nos ahorra problemas. Por lo tanto nuestros soldados tendrán que lidiar con su decepción.
—Solo era un comentario, mi general, sabéis tan bien como yo que los soldados confían en vuesa excelencia y obedecerán sin dudar. El problema será el qué hacemos con la ciudad. Debemos castigarla, pero su rendición limita nuestras opciones.
—Registraremos la ciudad en busca de contrabando de guerra, y multaremos a los principales cabecillas de la rebelión. A estos además se les exigirá juramento de lealtad. Por desgracia poco más podremos hacer en breve.
—¿Obligarlos a demoler sus murallas como hemos hecho con el resto de ciudades conquistadas?
—Han capitulado antes del asalto, así que según los usos de la guerra ese tipo de medidas serán difíciles de justificar. Mucho me temo que las murallas se quedaran dónde están.
—Cierto…al menos la captura de la ciudad allana nuestro camino a la victoria. Evitar atacar por la línea de puestos fortificados que construyó Mauricio de Nassau a lo largo de esa "linea de agua" y avanzar siguiendo el Ijssel fue un acierto. Ahora controlamos el centro del país, supongo que el siguiente paso será dirigirnos al sur para acabar con Utrech.
—Ese debería ser nuestro siguiente paso. Descansaremos unas semanas en la ciudad para organizar las cosas, a continuación partiremos hacia el sur e iremos rindiendo una a una las ciudades que permanezcan en rebelión…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
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Aun tras la conquista de la ciudad el ejército español se había resistido a entrar en ella, prefiriendo acampar en el exterior al tiempo que controlaban las puertas de la ciudad y los edificios más significativos. Durante las semanas siguientes la ciudad fue registrada una y otra vez, capturándose toda arma de fuego, armadura, y espada que encontraron. También la pólvora y el azufre y el salitre necesarios para su confección entraban en el conjunto de bienes declarados “Contrabando de guerra” y por lo tanto eran confiscados de inmediato. Con ello las fuerzas españolas asestaban un golpe decisivo a las fuerzas rebeldes, que quedaban muy mermadas económica y anímicamente.
Mientras tanto Pedro siguió preocupándose por el estado de su ejército. Gracias a las fragatas de Dunkerque logró evacuar a cerca de dos mil soldados enfermos y heridos, pues aunque gracias a las medidas sanitarias adoptadas por el ejército en campaña y a la adecuada alimentación las enfermedades se habían reducido, aun existían muchas enfermedades que afectaban a la tropa. Por fortuna esas mismas fragatas pudieron traerle refuerzos, casi cuatro mil hombres, por lo que su ejército en lugar de debilitarse se reforzó, alcanzando los veinte mil efectivos. Un minúsculo ejército, no mucho mayor que el que podían presentar sus enemigos, o eso esperaba. Fue entonces cuando las cosas empezaron a ponerse difíciles.
El 3 de septiembre llegaron mensajeros a caballo con noticias urgentes y sumamente preocupantes. La ciudad de Arnhem se había alzado en armas una vez más expulsando a la exigua guarnición española. Esta noticia extrañó a Pedro que no entendía como los habitantes de una ciudad cuyas murallas habían sido derruidas se habían arriesgado a alzarse en armas contra el rey. Tuvieron que pasar varias horas hasta que con la llegada de nuevas noticias pudo comprender la situación. Un ejército sueco había descendido desde la baja Sajonia dirigiéndose a la ciudad, que carente de murallas había abierto sus puertas con indisimulada alegría. Pronto un segundo ejército, este holandés, había descendido desde el norte para unirse a los suecos, sin duda arrastrado por el ímpetu del anterior que había despertado sus ansias de venganza.
Aún más preocupante era que el movimiento de este ejército había sorprendido negativamente al conde de Fontaine que había cometido un error gracias al que el ejército francés se había logrado encontrar una forma de flanquearlo y adentrarse en Flandes, dirigiéndose también al norte. Con tres ejércitos enemigos tratando de reunirse, Pedro se encontraba en graves problemas. —¡Tocad a generala! —ordenó sin perder ni un instante en cuanto supo las noticias. —Partimos de inmediato.
Si aquellos ejércitos enemigos lograban reunirse…
Aun tras la conquista de la ciudad el ejército español se había resistido a entrar en ella, prefiriendo acampar en el exterior al tiempo que controlaban las puertas de la ciudad y los edificios más significativos. Durante las semanas siguientes la ciudad fue registrada una y otra vez, capturándose toda arma de fuego, armadura, y espada que encontraron. También la pólvora y el azufre y el salitre necesarios para su confección entraban en el conjunto de bienes declarados “Contrabando de guerra” y por lo tanto eran confiscados de inmediato. Con ello las fuerzas españolas asestaban un golpe decisivo a las fuerzas rebeldes, que quedaban muy mermadas económica y anímicamente.
Mientras tanto Pedro siguió preocupándose por el estado de su ejército. Gracias a las fragatas de Dunkerque logró evacuar a cerca de dos mil soldados enfermos y heridos, pues aunque gracias a las medidas sanitarias adoptadas por el ejército en campaña y a la adecuada alimentación las enfermedades se habían reducido, aun existían muchas enfermedades que afectaban a la tropa. Por fortuna esas mismas fragatas pudieron traerle refuerzos, casi cuatro mil hombres, por lo que su ejército en lugar de debilitarse se reforzó, alcanzando los veinte mil efectivos. Un minúsculo ejército, no mucho mayor que el que podían presentar sus enemigos, o eso esperaba. Fue entonces cuando las cosas empezaron a ponerse difíciles.
El 3 de septiembre llegaron mensajeros a caballo con noticias urgentes y sumamente preocupantes. La ciudad de Arnhem se había alzado en armas una vez más expulsando a la exigua guarnición española. Esta noticia extrañó a Pedro que no entendía como los habitantes de una ciudad cuyas murallas habían sido derruidas se habían arriesgado a alzarse en armas contra el rey. Tuvieron que pasar varias horas hasta que con la llegada de nuevas noticias pudo comprender la situación. Un ejército sueco había descendido desde la baja Sajonia dirigiéndose a la ciudad, que carente de murallas había abierto sus puertas con indisimulada alegría. Pronto un segundo ejército, este holandés, había descendido desde el norte para unirse a los suecos, sin duda arrastrado por el ímpetu del anterior que había despertado sus ansias de venganza.
Aún más preocupante era que el movimiento de este ejército había sorprendido negativamente al conde de Fontaine que había cometido un error gracias al que el ejército francés se había logrado encontrar una forma de flanquearlo y adentrarse en Flandes, dirigiéndose también al norte. Con tres ejércitos enemigos tratando de reunirse, Pedro se encontraba en graves problemas. —¡Tocad a generala! —ordenó sin perder ni un instante en cuanto supo las noticias. —Partimos de inmediato.
Si aquellos ejércitos enemigos lograban reunirse…
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
Tan pronto sonó generala el campamento español pareció entrar en caos. Los hombres corrían de un lado a otro para cumplir sus asignaciones. Las tiendas de campaña fueron desmontadas con rapidez y cargadas en los carros en los que ya descansaban los petates con el equipaje de los soldados. Por desgracia y aunque los soldados conocían su oficio gracias a los intensos entrenamientos a los que habían sido sometidos en los últimos años, el ejército se enfrentaba a varios problemas de difícil solución. En condiciones óptimas el ejército hubiese debido disponer de cientos de carros, sin embargo para la presente campaña estos habían sido sustituidos por gabarras con las que siguieron los cursos fluviales. Ahora sin embargo debían moverse con rapidez y abandonar los cursos fluviales y moverse por tierra, lo que significaba abandonar las gabarras. Hubo por lo tanto que apoderarse de cuantos carros y carretas localizaron en las cercanías, al menos tenían un buen número de animales de tiro para ellos, los mismos que arrastraron las gabarras durante la campaña de ese año.
El segundo problema al que se enfrentaba era el “¿qué hacer con las cañoneras?”. Si el ejército abandonaba la costa del Zuiderzee, la permanencia de aquellas cañoneras era prohibitiva pues quedarían abandonadas a su suerte. Esto era algo de toda forma impensable, por lo que no hubo más remedio que recuperar todo cuanto fuese posible de estas. Cargar algunos cañones y los morteros en carromatos, fondear en el Zuiderzee los que no pudo recuperarse, y prender fuego a las cañoneras lago adentro. En solo unas horas las cañoneras que habían acosado Ámsterdam y la flota comercial holandesa llevándola al límite, habían desaparecido. El ejército estaba listo para marchar.
—Si abandonamos la ciudad sin dejar en ella una guarnición, los holandeses no tardaran en traicionarnos. —dijo el coronel de caballería Pedro de Villamor.
—Si eso ocurre regresaremos y en esa ocasión no tendremos piedad, Don Pedro. Los principales de la ciudad han prestado juramento de lealtad al rey, si rompen su palabra acabaremos con ellos. —respondió el marqués del Puerto a su tocayo. —este es el gran problema de este tipo de conflictos, los traidores vuelven a levantarse en cuanto nos apartamos de ellos y reúnen un poco de confianza.
—Entonces deberíamos dejar una guarnición en la ciudad, Don Pedro. —intervino el marques de Caracena.
—No podemos permitirnos dejarla, Don Luis. El movimiento sueco nos ha sorprendido y precisaremos a cada soldado disponible. ¿Ha visto los informes sobre los ejércitos enemigos? —preguntó Pedro.
—Sí, los holandeses traen casi veinte mil hombres desde Frsia, aunque solo unos cuatro o cinco mil son soldados profesionales y el resto corresponden a levas. Los suecos traen otros dieciocho o veinte mil hombres, la mayor parte de ellos soldados profesionales, desde suecos y fineses a sajones. —dijo Villamor. —Esos dos son los dos ejércitos más cercanos uno del otro.
—Y Turena sube por Lieja con otros treinta mil hombres, excelencia, la mitad de los cuales pueden ser veteranos. —acabó Caracena antes de preguntar. —¿No tenemos noticias de los imperiales? Si von Werth logra perseguir a los suecos las tronas cambiaran sustancialmente. Con su ayuda y si logramos reunirnos con Fontaine, podremos reunir sesenta mil hombres frente a los setenta mil enemigos.
—Eso sería lo ideal, don Luis, pero pongámonos en lo peor. Tratemos de anticiparnos al enemigo y destruir al enemigo antes de que se reagrupen. —finalizó Pedro mientras contemplaba como los soldados ultimaban los preparativos y formaban las columnas de marcha, siguiendo las constantes ordenes de sus sargentos y cabos. —Parece que esto ya está preparado. Coronel Villamor, que los dragones partan de inmediato para reconocer el terreno. El resto del ejército partirá en unos cuarenta minutos. —ordenó Pedro. El ejército partía hacia el sureste.
El segundo problema al que se enfrentaba era el “¿qué hacer con las cañoneras?”. Si el ejército abandonaba la costa del Zuiderzee, la permanencia de aquellas cañoneras era prohibitiva pues quedarían abandonadas a su suerte. Esto era algo de toda forma impensable, por lo que no hubo más remedio que recuperar todo cuanto fuese posible de estas. Cargar algunos cañones y los morteros en carromatos, fondear en el Zuiderzee los que no pudo recuperarse, y prender fuego a las cañoneras lago adentro. En solo unas horas las cañoneras que habían acosado Ámsterdam y la flota comercial holandesa llevándola al límite, habían desaparecido. El ejército estaba listo para marchar.
—Si abandonamos la ciudad sin dejar en ella una guarnición, los holandeses no tardaran en traicionarnos. —dijo el coronel de caballería Pedro de Villamor.
—Si eso ocurre regresaremos y en esa ocasión no tendremos piedad, Don Pedro. Los principales de la ciudad han prestado juramento de lealtad al rey, si rompen su palabra acabaremos con ellos. —respondió el marqués del Puerto a su tocayo. —este es el gran problema de este tipo de conflictos, los traidores vuelven a levantarse en cuanto nos apartamos de ellos y reúnen un poco de confianza.
—Entonces deberíamos dejar una guarnición en la ciudad, Don Pedro. —intervino el marques de Caracena.
—No podemos permitirnos dejarla, Don Luis. El movimiento sueco nos ha sorprendido y precisaremos a cada soldado disponible. ¿Ha visto los informes sobre los ejércitos enemigos? —preguntó Pedro.
—Sí, los holandeses traen casi veinte mil hombres desde Frsia, aunque solo unos cuatro o cinco mil son soldados profesionales y el resto corresponden a levas. Los suecos traen otros dieciocho o veinte mil hombres, la mayor parte de ellos soldados profesionales, desde suecos y fineses a sajones. —dijo Villamor. —Esos dos son los dos ejércitos más cercanos uno del otro.
—Y Turena sube por Lieja con otros treinta mil hombres, excelencia, la mitad de los cuales pueden ser veteranos. —acabó Caracena antes de preguntar. —¿No tenemos noticias de los imperiales? Si von Werth logra perseguir a los suecos las tronas cambiaran sustancialmente. Con su ayuda y si logramos reunirnos con Fontaine, podremos reunir sesenta mil hombres frente a los setenta mil enemigos.
—Eso sería lo ideal, don Luis, pero pongámonos en lo peor. Tratemos de anticiparnos al enemigo y destruir al enemigo antes de que se reagrupen. —finalizó Pedro mientras contemplaba como los soldados ultimaban los preparativos y formaban las columnas de marcha, siguiendo las constantes ordenes de sus sargentos y cabos. —Parece que esto ya está preparado. Coronel Villamor, que los dragones partan de inmediato para reconocer el terreno. El resto del ejército partirá en unos cuarenta minutos. —ordenó Pedro. El ejército partía hacia el sureste.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Un soldado de cuatro siglos
—Los suecos y holandeses se han reunido a tres días al norte de aquí mi general, y son mucho más numerosos de lo esperado. Por todas partes hay pequeños grupos de hombres que marchan para reunirse con el ejército. —dijo el explorador tan pronto detuvo su caballo junto a los oficiales españoles. —Marchan hacia el sur lentamente.
—Era de esperar. —dijo Pedro acallando los murmullos de sus oficiales. —El enemigo confía en la victoria y muchos villanos estarán tratando de unirse a ellos. Ahora solo debemos averiguar dónde están los franceses, es de todo punto imperativo impedir su unión con los suecos. Si los mantenemos separados, los podremos batir uno a uno.
—Si tuviésemos telégrafos en el norte no nos hubiese ocurrido esto. —comentó el marqués de Caracena.
—Don Luis, es inútil lamentarse por algo ajeno a nuestro control. Por desgracia el norte no estaba en nuestro poder y por lo tanto no pudimos extender nuestra red de telégrafos hasta allí. Tal vez algún día existan medios mejores, pero ahora debemos cumplir con nuestra labor con aquellos medios que están a nuestra disposición. —dijo Pedro mientras reanudaba la marcha. — Dependeremos de la caballería para localizar al enemigo.
Durante las horas siguientes el ejército continuó marchan al este mientras esperaban la llegada de noticias sobre las fuerzas francesas. Estas llegaron finalmente poco antes del anochecer. Los franceses estaban a unas tres jornadas al sur de allí. Los suecos al norte y los franceses al sur, y ambos ejércitos eran mucho más numerosos que el ejército español.
—¡Maldita sea! Estos mapas son una catástrofe. No hay forma de averiguar nada con ellos. ¿Cómo puedo encontrar un lugar para plantear batalla en un mapa que no proporciona información sobre el terreno?—comentó Pedro antes de ordenar. —¡Acamparemos aquí! Disponedlo todo y preparad un aerostato de inmediato. Quiero reconocer el terreno antes de que anochezca.
—Era de esperar. —dijo Pedro acallando los murmullos de sus oficiales. —El enemigo confía en la victoria y muchos villanos estarán tratando de unirse a ellos. Ahora solo debemos averiguar dónde están los franceses, es de todo punto imperativo impedir su unión con los suecos. Si los mantenemos separados, los podremos batir uno a uno.
—Si tuviésemos telégrafos en el norte no nos hubiese ocurrido esto. —comentó el marqués de Caracena.
—Don Luis, es inútil lamentarse por algo ajeno a nuestro control. Por desgracia el norte no estaba en nuestro poder y por lo tanto no pudimos extender nuestra red de telégrafos hasta allí. Tal vez algún día existan medios mejores, pero ahora debemos cumplir con nuestra labor con aquellos medios que están a nuestra disposición. —dijo Pedro mientras reanudaba la marcha. — Dependeremos de la caballería para localizar al enemigo.
Durante las horas siguientes el ejército continuó marchan al este mientras esperaban la llegada de noticias sobre las fuerzas francesas. Estas llegaron finalmente poco antes del anochecer. Los franceses estaban a unas tres jornadas al sur de allí. Los suecos al norte y los franceses al sur, y ambos ejércitos eran mucho más numerosos que el ejército español.
—¡Maldita sea! Estos mapas son una catástrofe. No hay forma de averiguar nada con ellos. ¿Cómo puedo encontrar un lugar para plantear batalla en un mapa que no proporciona información sobre el terreno?—comentó Pedro antes de ordenar. —¡Acamparemos aquí! Disponedlo todo y preparad un aerostato de inmediato. Quiero reconocer el terreno antes de que anochezca.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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