Argentina y Venezuela, los ex ricos de América Latina
...durante la primera mitad del siglo pasado, Argentina fue el país más rico de América Latina. A partir de los años 1970, tal posición, de acuerdo con el criterio del PIB (Producto Interno Bruto) per cápita, fue ocupada por Venezuela, que mantuvo el estatus hasta 2001.
¿No es realmente sorprendente pensar que Argentina, ahora a las vueltas con otra de sus recurrentes crisis fiscales, hace cien años era más rica que países como Francia y Alemania?
La derrota argentina llevó a Simon Kuznets, ganador del Premio Nobel de Economía, a declarar notoriamente que sólo hay cuatro tipos de países en el mundo: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina.
Mucho de eso vale también para Venezuela. Hace apenas diecisiete años, en que pese a su gran desigualdad socioeconómica, los venezolanos ostentaban renta por habitante más cercana a la de la Europa mediterránea que de sus primos latinoamericanos más pobres.
Para los argentinos y venezolanos victimistas, el declive de sus países se debe a complots internacionales concatenados por el Norte desarrollado, sobre todo a partir de los intereses de Washington. El "imperialismo" es la fuente de sus males.
La "guerra argentina" contra los "fondos buitres" durante la presidencia de Cristina Kirchner y la reciente decisión venezolana de expulsar de Caracas el diplomático norteamericano más graduado son ejemplos de tal visión de mundo.
Otros, consternados por el bajo desarrollo tecnológico de ambas naciones, ponen la culpa en lo que a primera vista parece una bendición. La riqueza agropecuaria y mineral de Argentina y la abundancia de petróleo en Venezuela someter a esos países a la llamada "maldición de las materias primas".
Este hechizo de los commodities supuestamente proyecta varios efectos negativos sobre los países que las detienen. Entre ellos, podemos ilustrar el desaliento a la diversificación sectorial de la economía, bajo incentivo a la inversión para educar y capacitar la mano de obra, sujeción a los humores de un mercado en que los bienes son "comprados", y no "vendidos".
Es necesario mencionar que la abundancia de recursos en tiempos de "boom" de commodities invita a la irresponsabilidad fiscal y al populismo.
Y, en un nivel más estructural, hay todavía la narrativa, no siempre corroborada por los hechos, de que las materias primas inevitablemente se deprecian a lo largo del tiempo frente a la valorización progresiva de productos con mayor contenido tecnológico. Se trata aquí del supuesto "deterioro de los términos de intercambio" -cerne del pensamiento estructuralista latinoamericano.
Mucho de eso es cierto. No hay, sin embargo, ningún automatismo entre ser un productor de materias primas y de ahí necesariamente convertirse en prisionero de una economía de bajo valor agregado. Canadá y Australia disponen de enormes ventajas comparativas en materias primas minerales. Los EE.UU. hasta hoy son los mayores exportadores mundiales de commodities. Nada de eso los hace poco expresivos en el universo de los bienes intensivos en tecnología.
Entonces haga una breve comparación entre, digamos, Venezuela o Emiratos Árabes Unidos. Hace cincuenta años, si alguien aventurara la posibilidad de que una metrópoli, gracias al empuje inicial de exportaciones de petróleo, emergería como concentrador global de la logística, servicios financieros, logística, alta tecnología y entretenimiento, todos dirían que tal centro sería Caracas, y no Dubai.
Todo esto tiene menos que ver con aptitudes naturales, enemigos imaginarios o trampas del destino, y más con instituciones, planificación y visión.
En un reciente viaje a Buenos Aires, yo caminaba por las calles con un amigo porte hablando sobre las agrias argentinas -y brasileñas. De repente, se detuvo frente a una tienda de souvenirs que vendía carteles de Perón, Evita, Che Guevara y Cristina Kirchner. Él entonces me preguntó: "¿Da para construir un país de futuro teniendo por referencia esos iconos?"
No existe tal maldición de las materias primas. Hay sólo la maldición de las malas políticas y de la ausencia de estrategia.
https://www1.folha.uol.com.br/colunas/m ... tina.shtml