Un soldado de cuatro siglos

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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

¡Pedro, maldita sea, un abrazó! —dijo Ignacio sin poder remediarlo en cuanto vio aparecer a Pedro en el portal de su oficina. Cierto era que hacía ya unos meses que gracias al correo sabía del regreso de Pedro de su viaje a Siberia, pero esta era la primera ocasión en la que habían podido reunirse desde su ya lejana separación. Dos años casi sin ningún contacto con nadie de su mundo le habían pasado factura, y aunque Pedro y él se habían conocido muy poco, no era menos cierto que la amistad que compartían estaba cimentada en un hecho distintivo, ambos procedían del mismo marco temporal, y eso unía mucho.

—Don Ignacio, por favor, cuidad vuesas palabras…—dijo Pedro asustado, aunque pronto pudo comprobar lo banal de sus temores, pues Ignacio, previsor, había enviado a todo su servicio al pueblo, asegurando así la intimidad necesaria de esta reunión.

—Dime Pedro, ¿qué tal fue tu viaje? Cuéntamelo todo. ¿Pasaste penalidades, conseguiste los objetivos que nos habíamos fijado, qué sentiste? —preguntó Ignacio volviendo inadvertidamente a su lenguaje moderno.

—Miedo, Ignacio, pase mucho miedo…ya sabes que nunca había manejado ninguna embarcación más grande que un Ro 330, pues no sabes que es navegar hasta que no te enfrentas a las cuarenta rugientes con un barquito de chichinabo como la zabra en la que viajamos…y no te equivoques, la zabra era rápida y segura como el que más, pero el viaje me sirvió para darme cuenta de todo lo que nos queda por hacer. —respondió Pedro, deteniéndose unos breves momentos para beber un sorbo de vino. —Ahora tenemos el barómetro de mercurio y los salvavidas de corcho, pero el corcho es demasiado caro y precisamos la fibra aquella de la que hablamos, así que tendrás que encargarte de buscarla. Por lo demás, los puestos de caza están establecidos, y podemos seguir enviando galeones anuales para recoger las pieles.

A continuación Pedro siguió relatando todo el viaje desde que partiera de Cádiz bordeando la costa africana para aprovechar los alisios. El rápido viaje siguiendo la ruta de las cuarenta rugientes para ser impulsados por el viento polar, incluyendo unas horas que cayeron más allá de las 50 tan solo por probar su capacidad, para acabar relatando su viaje al norte, una vez más impulsados por los alisios para establecerse por fin en Siberia. Allí se encontró con las tribus aborígenes y adquirió varios perros husky a cambio de utensilios, estableciendo los primeros campamentos de caza en la zona. Si todo iba bien, y considerando la cantidad de pieles logradas el primer invierno, esperaba lograr una producción anual de unas decenas de miles de pieles, un éxito rotundo a su parecer.

Después del regreso la historia era ya conocida. Se había establecido en Valencia y había empezado algunos experimentos de química buscando la fórmula de los espejos y la porcelana modernos, logrando los primeros y avances destacados en la porcelana. Si todo iba bien en no mucho tiempo, y gracias a aquellos dos productos de lujo, tendría los medios para afianzar su posición económica por el resto de sus vidas.

Ignacio pasó entonces a explicar sus últimos dos años. Tras abandonar Madrid se había establecido en el Astillero, dedicándose a la construcción naval, completando su primer buque, una veloz goleta que podía emplearse para pesca u otras labores, y construyendo dos poderosos navíos de línea que estaban próximos a completarse. La descripción de aquellas dos moles llenó de asombro a Pedro, no por el tamaño en sí, sino más bien por lo adelantados a su tiempo que estaban.

—¿Has conseguido ya cañones para ellos? —pregunto Pedro, a quien su pasado militar le llevaba siempre ha pensar en aquellos temas.

—Estoy teniendo dificultades, aunque ya he ofrecido los navíos para hacer el corso en nombre de su majestad. No, no es el conseguir cañones en sí el problema. —cortó Ignacio la pregunta de Pedro. —El problema es conseguir que todos los cañones sean del mismo calibre para formar baterías unificadas. No sabes el desbarajuste que hay en ese aspecto en este tiempo…

—Cañones…precisamente de eso quería hablarte, de cañones… —dijo Pedro despertando la curiosidad de Ignacio antes de preguntarle. —Ignacio, eres ingeniero…¿Has oído hablar alguna vez del bronce comprimido?


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—Entiendo que precisamos pasar un vástago de un calibre ligeramente superior a través de la propia ánima para comprimir el bronce. —replicó Ignacio una vez se le hubo explicado el proceso. —Eso debería ser factible con los medios actuales, ya sean mecánicos o hidráulicos, aunque estos últimos habría que desarrollarlos. Al fin y al cabo hablamos de un proceso cuya teoría conocemos y en el que tan solo nos enfrentaríamos a un proceso de prueba y error. Veo sin embargo algunos inconvenientes que deberíamos resolver primero.

En primer lugar precisaremos de métodos de control y medición, empezando por un termómetro. Sin él me temo que no seremos capaces de precisar la temperatura del bronce y las pruebas se realizaran a temperaturas demasiado aleatorias como para llevar una metodología.

—Ese es fácil, conocemos la teoría de los termómetros de mercurio.

—Sí, pero no sé si me convence utilizar o desarrollar tantos inventos nosotros mismos. Cuantos más hagamos más destacaremos, y eso siempre trae peligro.

—No es necesario que lo hagamos nosotros mismos. —respondió Pedro tras meditarlo unos instantes. —Galileo ya ha desarrollado su propio termómetro. Traigámoslo a España, y bastaran unas palabras adecuadas para que se encamine en la dirección correcta. —Algo como “¿no sería más efectivo una única cámara de expansión utilizando un tubo fino?”

—Exacto. Si logramos que venga a España, por medio de conversaciones podemos potenciar que sea él quien desarrolle el termómetro y tal vez el cronometro marino. Tendremos a Galileo y a los mejores cristaleros del país para ayudarle a fabricar tubos finos. Crear una pequeña cámara de expansión para el mercurio es posible calentando una zona del tubo, y deslizarle esas palabras al oído no revestirá problema, como tampoco lo hara el animarlo a llegar el tubo de mercurio ayudándose del vacío…

—Supongo que es posible. Otra opción es hacer como con el barómetro, inventarlo pero no explicar su uso, aunque bien pensado Torricelli también debe estar a punto de realizar sus propios avances en ese campo, podríamos traerlo junto a Galileo y que sea él quien vaya dando sus explicaciones. —dijo Ignacio quedando pensativo un rato.

—Pero hay algo, tal vez más urgente que me preocupa. —dijo para continuar cuando Pedro enarco una ceja y movió ligeramente la cabeza como interrogación. —Se aproxima la etapa más dura de la pequeña edad del hielo. Sequias como nunca se han visto, al menos que se tenga memoria, frío extremo, hambrunas, y eso solo para empezar… Aunque sea porque nos interesa, debemos tratar de remediarlo al menos en parte.

—Tienes razón… —dijo Pedro pensativo. —El clima no podemos combatirlo, eso está claro…el hambre en cambio… tal vez podamos hacer algo con eso. Podemos intentar crear granjas de animales; conejos y cerdos principalmente, cerca de las grandes ciudades… y tal vez podamos empezar a desarrollar abonos a una escala mucho mayor. Alcantarillas y digestores para crear compost, y tal vez incluso importar nitrato de Chile…

—Debemos intentarlo. En cuanto acabe aquí si te parece me desplazare a Valencia para ayudarte en el tema del bronce comprimido, y allí podemos empezar a desarrollar los abonos y, tal vez, empezar la búsqueda de semillas de gran rentabilidad…


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Mensaje por Gaspacher »

Primera estancia de Ignacio en Valencia, 1625

Ignacio recorrió el taller de trabajo de Pedro con calma, inspeccionando cada rincón con la ayuda de los ayudantes que Pedro había empleado durante su estancia en la ciudad. En las paredes del taller colgaban multitud de papeles y diagramas diversos, rellenos de anotaciones sobre los más variados temas. Aunque había viajado a Valencia expresamente para ayudar en la fabricación de los nuevos cañones, no pudo evitar acercarse a los diferentes inventos para echarles un vistazo.

—Se supone que eso será una cosechadora, Don Ignacio. —le explicó uno de los ayudantes del laboratorio que le acompañaba en aquellos momentos. —se supone que el giro del eje del carro servirá para generar la energía necesaria para mover esas cuchillas para segar, principalmente cereales. Salvando las distancias el funcionamiento será similar al de los carros falcados de la antigüedad, si sabéis a qué me refiero.

https://youtu.be/9J9KzdyeuyY

—Ya lo veo, pero lo que describís es esa “segadora” que ahí tenéis a medio construir. —dijo Ignacio señalando un pequeño prototipo situado a poca distancia. —Ese carro corresponde a ese diagrama de la pared… los dibujos que hay sobre la mesa son sin embargo bastante diferentes y hablan de un carro de dimensiones mucho mayores. ¿Una trilladora tal vez? —preguntó Ignacio refiriéndose a un diagrama mucho mayor, que correspondería a un tiro de ocho o incluso más caballos.

—Esa es la idea, Don Ignacio, esta cosechadora tendrá unas cuchillas para segar el cereal, y recogerá este por medio de una rampa que lo llevara a un juego de zarandas y cribas que separaran el grano de la paja, pero tenemos problemas para conectar todos los engranajes que deberían hacerlo funcionar.

—Traedme entonces esos diagramas a mi residencia para que les eche un vistazo, mosén Martí. —dijo Ignacio pensando que iría adelantando esos trabajos mientras esperaba a Pedro, que debía andar por Cádiz si no estaba mal informado.

https://youtu.be/VCDazgSNZ6c

A continuación paso a una segunda mesa en el que parecía estar trabajando en una sembradora de tracción animal. Estaba claro que Pedro ya había pensado en la forma de enfrentarse a los rigores de la pequeña edad del hielo que estaban por venir en un par de años. Si lograban poner en marcha todos aquellos ingenios, la mano de obra necesaria par a estas tareas se reduciría enormemente, permitiendo una optimización de los recursos, sobre todo si la acompañaban de las nuevas industrias para movilizar la mano de obra excedente del campo.

https://youtu.be/yMxdgI90KAo

—Sembradora, segadora, trilladora… —Ignacio fue enumerando los ingenios con calma, murmurando para sí mismo. —Aquí tenemos un horno reverbero…supongo que lo empleara para el cristal… instalaciones de destilación mediante torre fraccionaria, muy elemental, pos supuesto… un digestor de residuos para compostaje…¿Con una estación gasificadora?...Si, creo que lo es, no está mal…

—Decidme mosén Martí. ¿ Eso que veo es un sistema de alumbrado mediante gas?

—Así es, Don Ignacio, me asombra que lo sepáis. —respondió Martí con asombro. Si los conocimientos e ideas de Don Pedro lo habían asombrado, que ahora llegase Ignacio y mostrase tal comprensión sobre ellos lo asustaba. Talvez era cierto que Dios los criaba y ellos se juntaban pensó, extrañándose por la capacidad de aquellos hombres para compartir sus ideas sin preocuparse de copias o traiciones. Aunque pensándolo bien, tal vez esa brillantez era sustentada por tratarse de dos grandes mentes que se complementaban. —Don Pedro lleva un tiempo trabajando en ello, cuando nos lo explicó nos quedamos boquiabiertos, pero los primeros intentos han dado un resultado asombroso. Sin embargo no logramos que las “camisas”, esto es, los pedazos de algodón que colocamos en las lámparas para quemar, resistan más de unas horas, en ocasiones mucho menos.

—Traedme esas “camisas” también. El problema sin duda será que arde con demasiada rapidez, así que tendremos que utilizar algún retardante del fuego, tal vez bañándola con algún compuesto metálico o similar. —dijo Ignacio con cautela, intentando no mostrar a primera de cambio que conocía la fórmula necesaria. —Ahora sigamos visitando el taller…


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Mensaje por Gaspacher »

La visita continuó durante el resto de la mañana. Pedro había hecho un trabajo endiablado, preparando decenas de proyectos, algunos de ellos de muy difícil solución, pero otros que parecían muy simples, como el del hormigón romano, que esperaba ya dispuesto para entrar en producción, puesto que había ordenado la extracción de tierra volcánica en las cercanías del Vesubio. Esto pareció escaso a Ignacio, que esa tarde en el despacho de la sede de “La Compañía”, anotó una orden para explorar las laderas del Etna en Sicilia, el Teide y otros volcanes en las Canaria, e incluso la búsqueda de volcanes ya inactivos en la propia península. Ignacio desconocía si las propiedades de la arena volcánica canaria, siciliana o peninsular serían idénticas a las del Vesubio, que era la asociada tradicionalmente al hormigón romano, pero valía la pena intentarlo.

Otro de los proyectos que más interés despertaron en Ignacio fue el del papel higiénico, al fin y al cabo en una época en la que solían utilizar cualquier hoja vegetal o papel para limpiarse más mal que bien, poseer papel higiénico podía ser revolucionario. Curiosamente para este proyecto, Pedro había decidido externalizar sus investigaciones, esto es, solicitó a un papelero local que investigase la forma de producir un papel con unas características determinadas de suavidad. Sin dudarlo anoto visitar a ese papelero al día siguiente, tal vez pudiese compartir con él algún consejo, tal vez empleando algodón o celulosa de madera para lograr el papel. De paso y ya que iba a visitarlo, vería si podía hacer algo por automatizar, al menos en parte, la producción de papel, especialmente para confeccionar los libros de balances que estaban aplicando a la compañía.

Eso en cuanto a los proyectos en curso. Otros proyectos ya concluidos incluían los hornos reverberos, ahora fundamentales en la fabricación de vidrio y en la fundición de metales ligeros, latón principalmente. Además durante su estancia Pedro también había prestado atención a las necesidades de una creciente mecanización de la industria manufacturera de la zona, especialmente a la armamentística, creando varias prensas y mandriladoras de diverso tipo con el fin de facilitar su trabajo. Tal vez en ese capo él mismo pudiese aportar algunas ideas, por lo que decidió visitar a los armeros y revisar su forma de trabajar. Sabía que sería difícil convencer a artesanos particulares como aquellos de la necesidad de agruparse en un gremio, pero esperaba poder lograr algunos éxitos en aquel aspecto.

Ya apartado de los temas técnicos, Pedro había mostrado especial interés en promover la búsqueda de varios recursos naturales, describiendo con toda la exactitud posible aquello que debían buscar y la zona en la que debían buscarlo. Así tenía la descripción del Caucho o castilla elástica, como se la llamaba aquí, y la región del Perú en la que debían buscarlo. A continuación aparecía el Kapoc o ceiba petandra, y su zona de búsqueda estaba en la Nueva España. Junto a aquellas dos plantas o arboles buscados con fines industriales, también aparecía la quina, aunque la descripción del árbol era algo difusa su nombre debería bastar para encontrarla. Aun así no pudo evitar añadir una descripción mucho mejor del árbol para facilitar su búsqueda.

Por último y tras revisar los libros de cuentas de “La compañía”, decidió que había llegado la hora de invertir en terrenos en el nuevo mundo, con el fin de establecer plantaciones en cuanto fue posible. Así acabó su primer día en la ciudad del Turia, que aun distaba mucho de ser la ciudad de las flores que contaba la canción, aunque vistos los cambios que ocurrían en la ciudad, tal vez aquello no estuviese demasiado lejano.

Esa noche en la soledad de su habitación, pudo dedicarse a pensar en proyectos que complementasen los que ya había emprendido Pedro.


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Mensaje por Gaspacher »

Tras los dos últimos años había ampliado enormemente su conocimiento en esta época, y no tardó en comprender que Pedro se había centrado en buscar negocios altamente rentables como los espejos, cada uno de los cuales podía venderse por verdaderas fortunas, pieles, relojes, y porcelana, negocios con un comercio en auge que debían permitirles llevar una vida holgada. Mucho más que si se dedicasen a la carrera de las armas o la simple construcción naval.

Era un plan ambicioso. Con sus conocimientos en matemáticas, mecánica, ingeniería, y química, sumados a los de historia, no tendrían rival en los negocios y podrían asegurar su futuro. Al menos podrían hacerlo si no llamaban la atención de envidiosos con conexiones políticas o de la inquisición, siempre amenazante. Pedro ya había empezado a establecer sus propias conexiones para tratar de crear un colchón de seguridad, encontrando un gentilhombre empobrecido y de dudosa reputación del reino de Valencia, y tal vez él tuviese que hacer otro tanto. Aunque tal vez en su caso fuese más simple el asegurarse de tener el respaldo de algún linaje vascongado. Algún vasco emigrado a América o caído en las guerras del rey, sin familiares vivos que pudiesen reclamar. Tendría que investigarlo a fondo…

Casi sin darse cuenta y mientras pensaba había ido completando la primera de las listas que estaba confeccionando. Básicamente revisaría las diferentes industrias para tratar de aportar sus conocimientos en mejorarlas, especialmente en cuanto a mecanización y estandarización se refería, pues esos aspectos podían marcar la diferencia. También aprovecharía para visitar el reino y ver que necesidades tenía la sociedad, como forma de ir preparando nuevos campos de negocio. Pero sobre todo, vería que instituciones y o personalidades debían “lubricarse” para obtener campo libre a sus negocios, la iglesia y el Virrey por supuesto figurarían los primeros de la lista, y luego estaba ese consejo de Valencia, pero seguro que habría más. Ahora por fin podía concentrase en su propia lista, por supuesto encabezada por los diseños navales que podía aportar, navíos de línea, y mercantes como los indiamán y los clipper.

Fue entonces cuando se dio cuenta que había prestado poca atención a la medicina y los remedios naturales. Tal vez la penicilina estaba demasiado lejos de su capacidad, pero tal vez pudiesen encontrar algunos remedios naturales para enfermedades comunes, aunque no fuesen capaces de demostrar o explicar los principios activos de estas. Sabía por supuesto que la aspirina había sido sintetizada a partir de la corteza de sauce, y por lo que recordaba sus infusiones estaban catalogadas como probablemente seguras. Si funcionaba podían crear un remedio estándar que pudiese mezclar cualquier boticario del país, no sería una gran mejora, pero si un pequeño paso en la dirección correcta que ayudaría al nacimiento y expansión de la química. Al fin y al cabo fueron la botánica y la mineralogía científicas, las que sentaron las bases la química moderna.

Siendo así, y aunque tardarían en ver sus frutos, si es que llegaban a verlos, podía empezar a investigar muchas plantas; el verbasco por los corticoides, la absenta para la digestión, el tilo para la fiebre, la lavanda como antiséptico y cicatrizante, el bálsamo de Perú para la piel, el de Tolú como expectorante, y la lista podía seguir casi indefinidamente. Por fin se decidió a intentarlo y empezó a escribir una lista con las plantas que debían investigar. . De no ser porque estaba en una ciudad con tanta gente como Valencia tal vez se hubiese arriesgado a sacar su portátil o su Tablet para rebuscar entre los miles de libros que tenía en ellos por si tenía alguno de botánica o medicina. Por desgracia eso debería esperar a haber regresado al campo, donde su soledad estuviese garantizada. Mientras tanto se conformó con escribir los que recordaba.


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reytuerto
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Mensaje por reytuerto »

Era evidente que contaríamos el apoyo de Valencia y del hombre fuerte de Valencia, tal vez el bonito local que imaginaba para escuela de cirujanos militares se convertiría realidad, pero pronto note que Pedro nos estaba sacando del salón con amabilidad:
- Por favor, VMs, hacedme el favor de probar las viandas que tengo preparadas para vosotros. Y jóvenes, no abuséis del vino, que aunque sea de Utiel, no dejara de subirse a vuestras testas si abusáis de el. Vos – me dijo – quedaos un momento, Don Francisco.
- Estoy a sus órdenes, Su excelencia.

Pedro espero que estuviésemos solos y me dijo:

- Eso ha estado muy bien! Has formado un buen grupo Paquito! – y bajando la voz un poco, me pregunto mirándome fijamente – Confías en todos ellos?
- Pero Pedro!, que preguntas! Claro que confío, es gente que come conmigo, en mi propia mesa!
- Paco, no seas gilipollas -me dijo mirándome con seriedad- porque si piensas asi, tu ingenuidad es de una gilipollez con balcones a la calle!. Eso no significa nada. Solo los secretos de la anestesia en Londres, Paris o Venecia los harían ricos.
- Aquí, en pocos años serían igualmente ricos, sin necesidad de traicionar ni a su país, ni a mi confianza.
- Tal vez, pero siempre a tu sombra. A todo esto, alguien más conoce el procedimiento?
- No, todos tienen la idea, José de Beira algo más, pero me he reservado el secreto. Tu sabes, nosotros no seremos eternos y me gustaría que esta gente corriese con sus propias piernas.
- No me ha gustado que Beira viaje solo. Un viaje de retorno a cargo de la botica del hospital más avanzado del mundo puede meterte ideas raras en la cabeza.
- Vamos, Pedrito! No te vuelvas paranoico! –dije con una risotada.
- Ojala no te equivoques al juzgar a la gente. De todos modos, en algunos días iré al hospital. Voy a entregar la parte del botín que les corresponde, pero también he de decirles un par de cosas. Ya sabes, guerra avisada no mata soldado!
- Que nos has preparado? Tu sabes, el apetito de los dentistas es proverbial!
- Y sus honorarios también!, Ven y prueba la mistela de Cheste que te tengo!

No solo la mistela y el vino, diversas salazones nos servían para abrir el apetito (que en realidad no necesitaba ser abierto!), no había muchos quesos pero el de La Nucia estaba rico y para terminar de llenarnos, nos trajeron esa especie de paella tan poco conocida fuera de España, el Arros amb costra, que estaba buenísimo. Aunque la mejor parte la reservaba para el final: con un sonrisa triunfal Pedro hizo pasar varias bandejas con tortilla de patatas (patatas en la zona de influencia del Marques del Puerto, pero papas en todas las zonas en donde yo las había introducido, Andalucía y meseta castellana incluidas!) en su punto, jugosas, en tres variedades, papas solas, con cebolla y con tropezones de chorizo. Pero el daño ya estaba hecho! No disfrute del convite tanto como me hubiese gustado porque Pedro había sembrado la duda en mi cabeza!

Esa noche acompañé a Álvaro en una de sus correrías, era menos embrollo un lance con una de las féminas que el capitán se conseguía (y no era un problema menor, más que una bala en el campo de batalla, si algo amenazaba la vida del Martínez de Luna hijo era un marido, o peor aún un amante despechado, celoso y pudiente) que tener que ver las caras de los demás profesores de la escuela durante la cena.

Pero, Dios protege al justo!, pues no tuve que esperar mucho para que me hiciesen el quite. Al día siguiente, Pedro acudió al hospital, y pese a estar sobriamente vestido, hizo notar su rango elevado por la comitiva que lo acompañaba, pues vino con una nutrida escolta, notario, contador y sobre todo, caja de caudales. Nos convocó a todos, profesores, cirujanos, sangradores y personal subalterno, y cuando estuvimos juntos hablo con voz clara:
- Caballeros! Todos vosotros habéis brindado un gran servicio al Reino, al decir todos, me refiero al Maestro Cirujano Don Francisco de Lima y los demás profesores, a los jóvenes cirujanos, a los sangradores, y también a los camilleros y demás mozos. Todos habéis salvado muchas vidas y ahorrado aún más sufrimientos. Y Fray Santiago supo brindar paz al espíritu de los que no pudisteis salvar. Nuestras armas se alzaron triunfantes en Trípoli, y vosotros desde vuestra posición habéis sido tan valiosos como el mosquetero que bregaba en la brecha. Ahora os toca paladear las mieles de la recompensa y el botín!

Y llamando uno a uno, fue entregando lo que nos correspondía: a mí me tocaron 20 ducados (en realidad fueron 40), 18 a cada profesor y a Fray Santiago, 6 a los cirujanos, 4 a los sangradores, 2 a los camilleros y cocineros, y 400 maravedís al personal de servicio. Todo escrupulosamente registrado por el notario y entregado por el contador. Don Pedro Llopis fue todo sonrisas, amables palabras de aliento y una cercanía inimaginable en la estirada nobleza española. Pero cuando el reparto estuvo hecho, Pedro volvió a hablarnos.

- Caballeros! Sois cirujanos y sangradores, pero también habéis jurado servir en los ejércitos del Reino, y eso os obliga a una lealtad que yo sabré velar – el cambio fue instantáneo, el encantador Pedro Llopis había desaparecido, y el Marques del Puerto revestido con toda la autoridad, dignidad e influencia del Primer hombre de Valencia estaba dejando los puntos sobre las íes - Vosotros podéis practicar vuestras artes en todos los dolientes que buenamente busquen su alivio, pero jamás podréis compartir sus conocimientos con cirujanos ajenos, menos si son extranjeros. Escuchadme bien! Hasta que se os autorice, no podéis revelar nada de lo que habéis aprendido! Y yo, el Marques del Puerto, considerare una traición a cualquiera que entregue a un país extraño, cristiano o infiel, los secretos de la fabricación de vuestras medicinas – hizo una pausa para recalcar bien sus palabras y fijo su mirada en los profesores y cirujanos – Y para los traidores solo conozco un castigo: la muerte! Si traicionáis al Hospital de San Lucas, no tendré piedad de vosotros, ni permitiré que Don Francisco interceda ante mí. Ni siquiera permitiré que os ahorre sufrimientos en el cadalso. Como traidores seréis tratados y como traidores seréis colgados, con mano y lengua cortadas!

Evidentemente, esas palabras no eran para todos, sino que estaban dirigidas a los profesores y a mis más directos colaboradores, Martin y Martinico incluidos. Aunque ahora hasta el más humilde de los limpiadores sabía que si osaba robar la botica, seria bajo la sombra de la horca. Se sentía pesadez en el ambiente, pesadez que con inmejorable maestría Pedro supo conjurar.

- Pero vosotros, caballeros, sois hombres de honor! Jamás veré traicionada la confianza que Don Francisco deposito sobre vuestros hombros! Y como honor doy a quien honor merece, deseo entregar a vuestra capitán, Don Francisco de Lima –rápidamente busco con la mirada a Martinico, le sonrió, diciéndole de esa forma que recordaba su exposición del día anterior - este donativo de 150 ducados para ser empleados en la compra de más instrumental para vuestro hospital, tantos que incluso en la lejana Malinas os envidiaran! También os anuncio que para quien invente una mejor marmita para la cocción de vuestros instrumentos habrá un premio de 5 ducados, y os doy mi palabra que intercederé para que se os conceda el privilegio de invención de la misma. Cualquier invento que tengáis, sea relacionado con vuestras artes o no, y que pueda beneficiar al Reino, será bien recibido por mí, y siempre velaré para que tengáis el privilegio de invención correspondiente. Caballeros, recordad, y recordad bien, mis palabras!


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Feliz año del señor de 2019 para todos los cristianos de buena voluntad del reino, aquende y allende la Mar Oceano! Son los sinceros deseos de vuestro servidor, Fco. de Lima. :green:


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Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

:party5: :party5:

Ignacio os desea un feliz 1626, y Pedro un feliz 1646!!
:fiesta:
Feliz año a todos!!

:arbolito: :arbolito:


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Mensaje por Gaspacher »

Cuando Pedro regresó nos pusimos inmediatamente manos a la obra y empezamos a diseñar y construir las instalaciones para crear los cañones de bronce comprimido. La teoría para lograr el bronce comprimido era muy simple. Había que pasar a la fuerza un vástago de un diámetro ligeramente superior al calibre del ánima de un cañón de bronce normal y corriente. Lograrlo era harina de otro costal.

—Fundir un cañón de bronce no tiene secretos, tan solo podemos mejorar un poco el proceso empleando hornos reverberos para lograr un producto más puro, un mejor proceso de moldeado o mejoras mecánicas para la producción. —explicó Pedro mientras mostraba sucintamente los planos del taller que estaban construyendo extramuros y cerca del rio. Un recinto amurallado, más bien vallado diría alguien del futuro, y dentro varios edificios como empezaba a ser habitual en la que en el futuro se llamaría arquitectura preindustrial. El primero por supuesto la fundición, encargada de fundir el bronce y fabricar los cañones. A continuación almacenes, carpintería, herrería, zona de viviendas y cuadras, y por encima de todos, el futuro edificio en el que llevarían a cabo los trabajos de compresión.

—No sabemos la temperatura a la que deberá estar el bronce para pasar el ánima. —comentó Ignacio, inclinado sobre una mesa de diseño. —Pero conociendo las características del bronce diría que deberíamos empezar a trabajar a temperaturas muy elevadas, del orden de los 750° o más, y para lograrlo precisamos de termómetros, y por supuesto, vamos a tener que instalar hornos secundarios en este edificio para calentar el metal.

—Ya estamos trabajando en ello. —dijo Pedro señalando dos marcas en el plano. —Tenemos que decidir qué tipo de horno es mejor para esta labor, también señalar que he designado un equipo de vidrieros para construir los tubos necesarios, y luego podemos utilizar agua con hielo para la marcar el 0, hirviendo para marcar el 100, y con ello podremos calcular el resto de marcas.

—¿Habéis dicho algo a los trabajadores?

—Solo que están replicando y mejorando el experimento de un italiano de nombre Galileo.

—Bien, no queremos despertar más interés en lo que hacemos. Mientras conseguimos esos termómetros veo un segundo problema. Tendremos que trabajar un cañón de cierta longitud y el bronce se enfriara con rapidez, posiblemente mucho más rápido de lo que tardemos en pasar el vástago. Si la compresión se realiza a diferentes temperaturas del metal, es de esperar que este se fracture, y entonces fracasaremos.

—Sobre eso, hay dos opciones. La más sencilla pero menos eficaz debería ser en proceso tipo forja, calentar-comprimir y repetirlo hasta lograr el efecto deseado…o debería ser el proceso más sencillo pues mover una molde de un par de toneladas una y otra vez por el taller no resultara.

La segunda, tal vez de complejidad media sería el utilizar un horno de banda, que el cañón pase por su interior para calentarse y en uno de los extremos tener la máquina de compresión para ir trabajando conforme el cañón sale por ese extremo.

—La más efectiva debería ser la segunda y creo que deberíamos centrarnos en ella. El problema al que nos enfrentaremos será el cómo regular el paso por el horno de forma que podamos ir comprimiendo el metal de forma constante y eficaz.

—¿Has pensado en como comprimirlo?

—Tendremos que construir una prensa hidráulica, es la única opción realista. —respondió Ignacio.

—¿Y un sistema mecánico movido por un molino de agua? —sugirió Pedro dubitativo dibujando unos trazos apresurados sobre el papel. —Sera difícil lograr la fuerza necesaria, pero podemos colocar potenciadores para aumentar el par de la máquina.

—Demasiado complejo. Creo que nuestra mejor opción es la prensa hidráulica. Puedo hacerlo, pero precisare de la ayuda de los mejores herreros de la ciudad, tiempo y dinero.

—Las tres cosas son sencillas. La ciudad está atrayendo a muchos artesanos de todas partes así que mano de obra no faltara, el tiempo tampoco es problema porque el parque aún está en construcción, y por fortuna dinero no nos falta… —dijo Pedro con una sonrisa.

—Pues yo me encargo de la prensa mientras tú preparas el resto. —dijo Ignacio cayendo inadvertidamente en su forma de hablar original…


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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Pedro e Ignacio cabalgaban de regreso a la ciudad, seguidos por sus escoltas, mientras hablaban. Los trabajos en la maquinaria para comprimir el bronce avanzaban de forma lenta pero sin contratiempos apreciables, y la estancia de Ignacio en Valencia se estaba extendiendo mientras finalizaban la puesta en marcha de aquella fabrica da cañones que pretendía ser la más avanzada del mundo.

Para ello habían adquirido un amplísimo terreno el que construyeron varios edificios factoría. En el primero se concentraban varios hornos de coque, que debían traer desde la zona carbonífera de Teruel. En ellos fundirían el bronce que llegaba hasta el puerto de Valencia desde todo el mundo. Aquel bronce fundido era inmediatamente vertido en moldes de cañones de un nuevo tipo, mas estilizado, liso, y reforzado en su sección posterior para aguantar mayores presiones sin problemas.

Una vez enfriado, los cañones eran desmoldados y pasaban a otro edificio en el que había un horno de calentado y la prensa que estaban construyendo. Era en este edificio en el que estaban realizando los verdaderos avances técnicos que debían revolucionar la fabricación de armamento. Calentar el cañón de bronce sin llegar a dañarlo suponía un verdadero problema pues debían ser capaces de calentar al unísono el cañón tanto por el exterior como por el interior, y para ello debían lograr un control perfecto de la temperatura. Para ello estaban fabricando varios termómetros diferentes, realizando pruebas de ensayo y error, mientras buscaban la mejor solución para el problema.

Luego estaba el asunto de la prensa hidráulica encargada de comprimir el bronce. Esta debía ser capaz no solo de generar suficiente “Fuerza” como para pasar el vástago a lo largo del anima, y hacerlo a una velocidad constante que generase las menores tensiones posibles, ino también de mantener el ánima del cañón perfectamente alienada con el extrusor en todo momento. Un solo fallo y el bronce se resquebrajaría como un vaso de cristal muy caliente enfriado rápidamente. Y eso significaba que antes de arriesgarse a dañar verdaderos cañones era mejor empezar las pruebas con materiales menos valiosos.

El resto de edificios de la fábrica serian talleres de ajuste, almacenes, carboneras e incluso edificios vivienda, cuadras, una taberna y una capilla, todo ello rodeado por un muro de ladrillo coronado con un cercado de rejas. Una muestra perfecta de lo que originalmente hubiese sido un edificio industrial de albores del siglo XIX, solo que situado en el primer tercio del XVII. Si tenían éxito, la artillería española viviría una expansión que revolucionaría el arte de la guerra, o al menos lo revolucionaría si lograban fabricar estos cañones en suficiente número. Y es que un cañón naval de bronce, incluso teniendo en cuenta la mejora que suponía este sistema, pesaba entre una y dos toneladas y media, y eso significaba que se precisarían unas cien toneladas de bronce por cada navío de línea de 54 cañones que la compañía pudiese construir, otros elementos del buque aparte.


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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

—Hay muchos niños abandonados en la ciudad. —comentó Ignacio cuando entraron en ella, ya rallando las vísperas.

—Sí, hay muchos expósitos que malviven como pueden. —respondió Pedro con una mirada de compasión en sus ojos. —Son tiempos duros en los que cualquier enfermedad o accidente resulta letal. Un simple corte y el tétanos te llevara al hoy, la viruela acaba cada año con miles de personas, y eso en un año bueno, porque de tanto en tanto se sufren ciclos pandémicos, la peste sigue siendo una realidad, y luego tenemos, tifus, neumonías, gripes, y a saber que más. Y no nos olvidemos de las enfermedades derivadas de una mala alimentación o de una mala conservación de los alimentos. Disentería y problemas de todo tipo, la leche y los derivados lácteos pueden contagiar desde la tuberculosis a quien sabe que más, y la lista sigue y sigue.
Desde que regrese de Siberia trató de hacer todo lo que puedo con este tema. He ayudado a financiar el orfanato de la ciudad, el “Colegio Imperial de Niños Huérfanos”, e incluso he propuesto varias mejoras para él, pero es un trabajo difícil y solo veremos si ha tenido éxito a largo plazo.

—Lo sé y lo valoro en lo que vale, yo también estoy dispuesto a ayudar, pero hay otra cosa que me preocupa. —dijo Ignacio pensativo mirando a Pedro, quien respondió con un seco cabeceo indicando que podía continuar. — Sueles repetir que uno de los grandes problemas a los que se enfrentó España en este siglo fue la debilidad demográfica frente a otras naciones, especialmente Francia. Sé que ya hemos empezado a realizar reformas…la introducción de la patata y los nuevos tipos de abonos a nivel local aumentaran la disponibilidad de alimentos, las neveras “ecológicas” mejoraran la conservación de alimentos y todo eso, pero no era a lo que me refería.

—¿Dónde quieres llegar?

—A los huérfanos de Europa. Centroeuropa está asolada por la guerra y debe haber miles o decenas de miles de huérfanos muriendo en aquellos bosques o las calles de las ciudades alemanas. Rescatémoslos, traigámoslos, y eduquémoslos para convertirlos en buenos “españoles”.

—Muchos de ellos serán protestantes…podría ocasionarnos problemas.

—¿Y qué más da? Los jesuitas dicen algo como; “Dadme al niño de hasta siete años y yo os devolveré al hombre”. Seamos como los jesuitas. Traigamos a esos niños y ya los educaremos para convertirlos en los hombres que precisamos. —sentenció Ignacio.


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reytuerto
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por reytuerto »

En silencio, cada cual volvió a sus quehaceres, ciertamente la alocución de Pedro daría que hablar, pero no escuche cuchicheos en el momento. Yo acompañé a Pedro hasta despedirlo y me dijo que el viernes fuese a visitarlo, pues deseaba mostrarme varios de sus talleres especiales, Laboratorio de Ingenios los llamaba, pues auguraba que el de óptica seria de mi interés.

Durante la semana, estuve pensando el devenir de nuestro arte. Cero patatero de microbiología! De hecho, la mayoría de gente pensaba que la enfermedad era castigo de Dios a secas. Sí, es cierto, se intentaba explicar el origen de la vida con algunas ideas peregrinas como la generación espontánea, pero no había nada experimental que lo demostrase. Pese a esto, pensadores de la talla de Francis Bacon e Isaac Newton la asumían sin mayores cuestionamientos. Un holandés escribió en 1660 un opúsculo científico que hoy nos parecería un cuento para niños (y niños pequeños):

“ … Las criaturas como los piojos, las garrapatas, las pulgas y los gusanos son nuestros miserables huéspedes y vecinos, pero nacen de nuestras entrañas y excrementos. Porque si colocamos ropa interior llena de sudor con trigo en un recipiente de boca ancha, al cabo de veintiún días el olor cambia, y el fermento, surgiendo de la ropa interior y penetrando a través de las cáscaras de trigo, cambia el trigo en ratones. Pero lo que es más notable aún es que se forman ratones de ambos sexos y que éstos se pueden cruzar con ratones que hayan nacido de manera normal... pero lo que es verdaderamente increíble es que los ratones que han surgido del trigo y la ropa íntima sudada no son pequeñitos, ni deformes ni defectuosos, sino que son adultos perfectos...”

Ese era el “estado del arte” en el Siglo XVII y contra esas creencias cuasi mágico-religiosas era contra lo que debíamos lidiar. Desgraciadamente detrás de la generación espontánea se encontraba Aristóteles, y llevarse de encuentro al estagirita era buscarse problemas con la Inquisición: debía avanzar con pies de plomo.

En primer lugar, debía encontrar las personas adecuadas para cada tarea. Martinico tenía toda mi confianza, pero para ser sinceros, él estaba más interesado en la odontología no quirúrgica que en la investigación, eso no significaba que no se plantease preguntas, pues se las hacía y muy a menudo, pero todas o casi todas tenían que ver con problemas concretos dentro de la boca. Seguiría mis pasos en operatoria, endodoncia, prótesis y tal vez, cirugía oral, y le daría mil y un ideas para que invente aparatos que recién se harían conocidos 150 años más tarde. Pero no lo veía con los ojos pegados a un microscopio.

Y Martin de Alcántara? Muy seguro de sí mismo, sangre fría, buen ojo, estudioso y metódico. Si veía a alguien capaz de hacer una apendicetomía conmigo, era justamente el sobrino del joyero. Y si, tenía la curiosidad necesaria para preguntar, indagar e investigar. Pero tampoco lo veía con la ese tipo de gusanillo por penetrar mundos invisibles, lo suyo era macroscópico!

Pablo de Luque: También era acucioso, detallista, ordenado, con un afán de tabular y plasmar en forma de datos concisos todo lo que su pluma recogía (y era bastante, porque además de tener alma de estadístico, también oficiaba de cronista, y le gustaba filosofar, y mas de una vez había hecho refunfuñar al bueno de Fray Santiago). Pero no era curioso, o en todo caso, su curiosidad la utilizaba para hacer otro tipo de preguntas.

Tenía dos alumnos destacados más: José de Segovia y Miguel Rodríguez. Ambos eran estudiosos, meticulosos, prestos al detalle, y con muchas ganas de aprender. Y eran curiosos. Más de una vez me preguntaron por qué el agua que era hervida no ocasionaba diarreas. O la pregunta que me hicieron después de haber hecho la transfusión a Fadrique: cómo era en realidad la sangre? Estos podían ser mis candidatos a histólogos y microbiólogos primero, y luego patólogos.

El viernes acudí a una de las dependencias del Laboratorio de Ingenios, el prolijo taller de óptica. Pedro, no contento solo de tener en Valencia a los mejores maestros vidrieros del Reino, también había dado refugio a muchos maestros talladores de diamante, en su inmensa mayoría judíos, cripto-judíos o marranos. Con estos, los espejos y las lámparas de Valencia estaban desplazando a los productos venecianos en el competitivo mercado del gran lujo europeo.
- Y bien, Paco, qué opinas?
- Es muy promisorio. Veo a la vuelta de la esquina binoculares, telescopios y microscopios, porque lupas y catalejos ya se que tienes.
- Y microscopios también!
- No me los habías mostrado.
- Mira!

Puso delante de mí un diminuto lente montado en una lámina de latón, y un tornillo que podía acercar y alejar el objeto de estudio.

- El microscopio de Leeuwenhoek! –dije con poco entusiasmo- apenas es una lupa con portaobjeto!
- Es un buen inicio.
- Pero solo será un abrebocas, una tapa antes de la cena! –observé- Es un aparato bastante limitado. Cuantos aumentos has conseguido? 25 tal vez?
- En realidad bastante más. Tenemos estupendos talladores y ya hemos conseguido lentes lo suficientemente buenas como para tener 75 aumentos.
- Nada mal teniendo en cuenta que el aparato básicamente es solo una lupa muy potente. Servirá para muchas cosas, para empezar servirá para despertar la curiosidad.
- De momento tenemos aparatos de 10 aumentos o menos, que estamos vendiendo como pan caliente entre los comerciantes de telas y joyeros. A todo esto, supongo que tienes gente preparada?
- Preparada? No Pedrito!.Tengo un par de alumnos que mostraran interés, pero hay mucho; no! Te miento, no es mucho, es todo! por hacer. Para empezar, quiero que por lo menos 5 de mis muchachos tomen clases de arte.
- Aquí en Valencia?
- No estaría mal, tú conoces mucho más que yo al respecto. Necesito que puedan dibujar con la mayor precisión lo que vean cuando están disecando o cuando están en una cirugía.
- Haré lo necesario para que tomen lecciones en el taller de Pedro de Orrente. Tan bueno como Espinosa, pero menos atareado que aquel. Cuantos dijiste?
- Cinco, solo serán cinco. Pero te voy a pedir un favor más para los dos que me gustaría poner detrás de un microscopio.
- Dime.
- Quiero que aprendan a teñir con tus pañeros.
- Y eso?
- Si saben de colorantes, no deberá pasar mucho tiempo antes que intenten contrastar microbios y tejidos, pero si no conocen, ni siquiera se les pasará por la cabeza la idea.
- Sí, vale! Tiene sentido. Son los mismos tintes?
- Bueno, al menos la hematoxilina se saca del Palo de Campeche. Y si aclimatamos la cochinilla de mi tierra en las tuneras de Canarias, tendremos también carmín. Después supongo que podremos obtener violeta de genciana, Rojo de Congo, y de repente lo necesario para la impregnación argéntica. Pero si vamos a hacer microbiología de verdad, deberemos tener un microscopio compuesto.
- Debes de tener algunos planos o bosquejos.
- Aquí te los traigo! – y le alargué todo un legajo que llevaba - Por supuesto la versión propuesta no tendrá varios objetivos, tan solo un objetivo y un ocular… pero si conseguimos unos 250 a 300 aumentos, e iluminación de espejo, me daré por satisfecho. Muy satisfecho en realidad, Pedro!
- En el Corte Ingles eso se vendería como juguete!
- Jejeje! Tienes toda la razón! Mi primer microscopio fue un Tasco de 150 aumentos a los 10 años! Pero Ya a los 15 tenía un Selsi que fue lo suficientemente bueno que lo utilicé para repasar las láminas de histología! Créeme, con 300 aumentos haremos entrar a la medicina a una era completamente nueva!
- Debes haber sido todo un friki! El microscopio compuesto ya existía en el siglo XVII?
- Si! E incluso el palabrejo “microscopio” ya existía desde 1625! Y tienes razón, aunque en mi época no existía la palabra friki, mi prima en NY me calificaba de weird! Pues entre cazar, emparafinar y seccionar moscas para verles las tripas, sacarme sangre, ver agua encharcada, hacer un poco de judo y atletismo, y conversar con un amigo casi tan nerd como yo acerca de guerras pasadas (1), ciertamente me quedaba poco tiempo para aprender a bailar.
- Y coquetear. Pese a que ahora las mozas te consideran un “viejo apetecible”, solo te has mostrado solicito con las féminas que compartes con Álvaro.
- Ya sabes, mi único duelo fue porque me acusaban de bujarrón. Pero no quiero tener una pareja estable, ni mucho menos ir echando hijos por ahí!
- A todo esto, te he contado que he encomendado a Álvaro de Luna para que este al mando de una bandera?
- No, es primera noticia…
- Debe ser porque apenas se lo dije ayer!
- Y yo no lo vi esta mañana. Debe haber estado festejando! No te va a defraudar. Mostro mucho celo cuando entrenó a la compañía del Hospital y la Reina.
- Me consta. Además es templado. En poco tiempo lo veo al mando de un Tercio.
- Pedro. Te puedo pedir un favor personal.
- Claro, Paquito!
- Déjame entrenar una de las compañías de la bandera de Álvaro.
- Vamos! Quieres ser capitán de una compañía?
- Pues sí. Y déjame estar en tus consejos de guerra para planificar alguna campaña.
- En calidad de mi jefe de sanidad tienes puertas abiertas a los consejos. Pero, de veras quieres involucrarte en estas cuestiones militares.
- La verdad, es que siempre lo he deseado. Has pensado en quien tendrá el mando de las otras compañías de la bandera?
- Eso es potestad de Álvaro, al igual de donde ira a hacer la recluta de sus hombres. Y el deberá ser quienes serán sus sargentos. Así que tampoco me será difícil arreglar tu puesto. Siempre y cuando no descuides tus labores del hospital.
- Jamás! Pero el hospital ya puede hasta cierto punto funcionar solo. Y no te olvides, que en esta época mi principal ambición es sacar el primer apéndice sin que el paciente se muera!


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Gaspacher
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Un soldado de cuatro siglos

Mensaje por Gaspacher »

Pedro e Ignacio habían viajado al norte del reino para reconocer la zona, y ahora disfrutaban de un breve momento de asueto mientras contemplaban la espectacular puesta de sol, bajo un cielo rojizo producto de los últimos rayos de sol que asomaban sobre las montañas del maestrazgo. Sentados bajo la sombra de un gran algarrobo en el que habían colocado unos bancos de madera, disfrutaban de una merienda consiente aceitunas, jamón y chorizo que acompañaban con lo que allí se tenía por un buen vino. Todo formaba un idílico paisaje que en su propia época, cada fin de semana hubiese movido a cientos de “urbanitas” a explorar aquel ambiente rural para escapar de la aglomeración urbana y de una vida encasillada y gris. Mucho tiempo después Pedro pensaría que tal vez fue eso lo que movió el corazón de Ignacio, sin embargo ahora el hecho paso casi desapercibido.

—Sabes… Estoy preocupado. —dijo Ignacio mientras disfrutaban del momento y esperaban a que los “masovers” regresasen de sus labores en el campo. —Ya sé que dijimos que buscaríamos la forma de lograr fortuna y luego, cuando tuviésemos “un buen colchón”, podríamos “jubilarnos” y mantenernos al margen de los acontecimientos… pero ahora creo que ya hemos afectado mucho a la línea temporal, tal vez demasiado para seguir aspirando a mantenernos al margen.

—Lo sé, hay veces que pienso lo mismo. —respondió Pedro tomando un buen trago de vino y pensando que aunque la exploración de Siberia y la construcción de relojes con la que habían iniciado su fortuna podrían ser cambios menores que se perdiesen el medio de la historia. A saber cuántos cientos o miles de españoles murieron o simplemente desaparecieron y fueron olvidados durante el siglo de oro en expediciones de exploración, la cada vez mayor implicación en asuntos de la más diversa índole, empezaba a ser demasiado grande. Al fin y al cabo ahora se sumaban la intervención en la batalla de Cádiz, la construcción de los navíos de línea y varios otros inventos incluyendo los espejos que iban a revolucionar la economía europea. —¿Hay algo que te preocupa?

—Siendo sincero, sabes que no vamos a poder vivir solos el resto de nuestras vidas y eso significa que tarde o temprano alguno de nosotros tendrá hijos…—dijo Ignacio levantándose y caminando hasta el tronco del algarrobo en el que se apoyó, dejando descansar su cabeza sobre su brazo. Parecía que le costaba hilvanar sus pensamientos, y Pedro lo dejó estar. Tuvo que esperar casi dos minutos para que Ignacio encontrase la forma de expresar su preocupación. —La verdad es que no me importa el futuro de España propiamente dicho, para mí y supongo que para los demás, lo que habrá o habría de venir es historia. Que Portugal se separe de España o la propia independencia de España no son para mí más que apuntes en los libros escolares y eso significa que no me preocupa ni la política ni el mejorar la situación Española per sé… —Ahora que había empezado, un torrente de palabras salió de Ignacio, casi sin pausa, como si temiese olvidar alguna de aquellas ideas. —Pero si tengo hijos… si tengo hijos ya no hablamos de un ente abstracto sino de mi propia sangre, y querré el mejor futuro posible para ellos.

Sé que has empezado a experimentar con máquinas de vapor, sobre todo para dedicarlas a la calefacción, pero sabes que cuando se empieza una cosa llevara a otra. Pero mira a nuestro alrededor y respira este aire, nunca había respirado un aire tan limpio, y sé que tú tampoco… sabes que ocurrirá cuando el vapor se desarrolle, y sabes los problemas ecológicos que esto acarreara. Sé que dirás que aun de tener hijos, eso quedara muy en el futuro, pero mentiría si dijera que no me preocupa.

—Ignacio, si te preocupan los hijos deberías preocuparte por la medicina y no por un futuro “Steampunk”. —respondió Pedro levantándose a su vez.

—Yo sé muy poco de medicina, Pedro, así que poco puedo hacer por mejorar la vida en ese aspecto. Soy ingeniero, y un ingeniero bastante bueno, dicho sea de paso. Si yo quisiese desarrollar una máquina de vapor, por compleja que fuese, tardaría unos meses en diseñarla. Pero no sé si quiero hacerlo, no con todo cuanto sé. ¿Qué te parecería que en lugar de apostar por el vapor intentemos desarrollar la electricidad? Una fuente de energía renovable y limpia, y con la demanda actual bastarían unas pocas presas para abastecer grandes ciudades.

—¡Electricidad!...—suspiró Pedro deteniéndose ahora a pensar unos segundos. —Desde luego sería una ventaja, pero el vapor seguirá siendo necesario cuanto menos para el transporte marítimo y las fundiciones. Podemos intentar algo, el problema será que cuando muramos, las generaciones posteriores seguirán el camino que quieran, así que ¿Cómo haceos para desalentar a esas generaciones de utilizar una energía simple y segura como el carbón?

—No lo sé, Pedro, pero pensemos en ello un tiempo.


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Mensaje por Gaspacher »

No hablaron del tema durante días, pero este estaba muy presente en sus mentes pues ambos reflexionaban en profundidad sobre ello. Pedro sospechaba que durante su ausencia Ignacio había tenido ya alguna experiencia personal desagradable que le había hecho cambiar, pero si así era, no lo mencionaría hasta que Ignacio estuviese preparado para hablar. Mientras tanto se planteó sus propias acciones. Cambiar la historia podía resultar muy atrayente, pero las connotaciones de esos cambios le causaban un miedo atroz. Si los cambios que introducía llegaban al punto de cambiar el destino de sus propios ancestros, impidiendo que sus padres, abuelos, u otros antepasados suyos se conociesen o casasen con quien debían…bueno, huelga decir que eso atemorizaría al más pintado. De hecho lo atemorizaría tanto que su intención inicial había sido intentar pasar sin pena ni gloria por aquel tiempo, limitándose a ganar dinero antes de perderse en algún lugar ignoto donde quedasen al margen de la historia...

Después de pensarlo a fondo encontró en las palabras de Ignacio lo que era una verdad universal. Al fin y al cabo todos los mamíferos están “programados” para proteger a sus vástagos como una forma de asegurar la supervivencia de su estirpe. El mismo que no se lo había planteado hasta ese instante admitía que si en algún momento tenía un hijo, y era muy probable que pasase, haría todo lo posible por asegurar su futuro y darle la mejor vida posible. Y claro, el ganar dinero para que perteneciese a una clase pudiente sería importante, pero aún más lo sería el impulsar medidas que mejorasen la calidad de vida de las gentes en general, combatiendo enfermedades y plagas que de otra manera hubiesen causado pandemias que acababan con miles de personas al año.

Por fin Pedro pareció tomar una resolución y se volvió hacia Ignacio para hablar. —¿Entonces, como lo plantearíamos? ¿Podemos tan siquiera cambiar la sociedad humana, cuanto menos el reino?

—Vayamos paso a paso. De alguna forma ya has empezado a hacerlo incluso sin darte cuenta. —respondió Ignacio. —Cuando empezaste a frecuentar los baños públicos de forma habitual atrajiste a lo más granado de la sociedad a tu lado y pronto las clases bajas empezaron a imitaros. Cuando tu servicio tuvo que lavarse y cambiar sus ropas a diario, la sociedad tomo nota, y eso va a causar cambios en poco tiempo. Y luego están las medidas sanitarias. Tal vez elegiste el Grao de Valencia para construir la sede de la Compañía porque así estaba lejos de la ciudad y los malos olores, y tal vez le instalaste alcantarillas por eso mismo, pero el resultado será que la amenaza de pestes y epidemias se va a reducir.

—Entonces propones que bombardeemos la sociedad con pequeños cambios e inventos que marcaran la diferencia. —medio afirmo Pedro dubitativo. —Sera difícil, y podríamos atraer mucha atención indeseada.

—Si, envidiosos en la corte y la propia inquisición. —respondió Ignacio mirando la luna fijamente. —¿Cómo los enfrentaríamos?

—La mejor forma de enfrentar a la nobleza es con dinero, mientras podamos generar beneficios que sean aprovechados por ellos se mantendrán a un lado.

—A menos que nuestra destrucción le acarree aún más beneficios. —interrumpió Ignacio a lo que Pedro respondió que por eso tendrían que mantener un ojo sobre ellos. —¿Y protegerse de la inquisición?

—Esa será más complicada pues tiene mucho poder. Por suerte la inquisición española a diferencia de la leyenda negra, no persiguió autores, aunque si censuro obras.

—Supongo que propones publicar obras anónimas para defender nuestras tesis.

—Es una forma de empezar. Tendremos que crear un servicio de inteligencia para controlar a los inquisidores. Si somos denunciados y podemos nombrar a nuestros “acusadores” como enemigos, los cargos serán desestimados con mayor facilidad. Y luego por supuesto es ganarse un buen nombre entre los cargos de la Iglesia y los propios inquisidores.

—“Sobornos”, estás hablando de sobornos. —dijo Ignacio con énfasis.

—Sí, y muchos… y no olvidemos que debemos tratar de evitar ir contra la iglesia. Las autoridades eclesiásticas no se moverán si nos movemos en el terreno de lo práctico, pero si entramos en debates filosóficos…


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Mensaje por Gaspacher »

Un día mientras revisaban las cuentas de la Compañía, Ignacio hizo una pausa y llamó a Pedro para conversar con él. —Oye, Pedro, he pensado que para la economía y la buena marcha del estado sería muy importante desarrollar técnicas estadísticas modernas. Algo como lo que venimos haciendo en la Compañía pero a gran escala, desarrollar técnicas de análisis, graficas, etc.

—¿A qué te refieres? —preguntó Pedro con curiosidad. —¿No será suficiente lo que venimos haciendo en “la compañía”.

—La compañía es un paso en la buena dirección, pero es demasiado limitado. Lo que pretendo es crear análisis estadísticos para calcular el PIB del Imperio, de forma que el gobierno tenga herramientas útiles para desarrollarse.

—Un plan muy osado ¿Cómo lo harías? Porque a priori parece muy complicado. —respondió Pedro dando paso a Ignacio, que empezó a desgranar sus planes.

Empezaría en una región limitada, eligiendo el reino de Valencia por su pequeño tamaño que permitía recorrerlo en un par de meses y eso tomándoselo con calma. Para empezar calcularía el volumen y el valor de los cultivos del reino y de su cabaña ganadera. Continuaría estudiando los negocios de pueblos y ciudades, contactando para ello con los gremios para realizar los cálculos necesarios. También incluiría el comercio marítimo como el de la barrilla y otras materias primas, y por supuesto incluiría los negocios de “la compañía”, la fabricación y exportación de espejos, de porcelana, y de otras manufacturas que estaban logrando mucho éxito en toda Europa. Con ello calcularía el Pib y repetiría los cálculos durante dos o tres años, aunque tal vez fuese mejor un lustro, y con esa base empezaría a analizar la economía y crear estadísticas, publicándolas en un libro dedicado al poder político o religioso del momento. Esperaba con ello llamar la atención de la corona y que esta se diese cuenta de que debía proteger especialmente la economía.

—¿Necesitas algo? —preguntó Pedro cuando Ignacio termino de desarrollar sus ideas.

—No te preocupes, contratare licenciados de la universidad y buscare matemáticos que me ayuden en la tarea.

—De acuerdo entonces, si necesitas algo avísame. —respondió Pedro. —Si te parece publicitare los libros de balances que utilizamos en la compañía entre las clases pudientes del reino.

—Eso sería de ayuda. Si los negocios del reino empiezan a utilizar libros de balances el trabajo será mucho más sencillo.

—Hecho entonces. Entiendo que cuando termines con el reino empezaras a calcular la estadística de otros reinos. —dijo Pedro provocando la risa de Ignacio que respondió. —Espero que para entonces los matemáticos que hayan trabajado conmigo sean capaces de replicar ese trabajo..


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Ignacio de Otamendi, ¿? Vizcaya, Ferrol 16XX. Ignacio de Otamendi fue un religioso dominico, relojero, ingeniero, ingeniero naval, matemático, economista, inventor y polímata español del siglo XVII.

Infancia y juventud.

Se sabe poco de su vida antes de su aparición en Madrid en 1620. Posiblemente nació en algún lugar de Vizcaya a finales del siglo XVI, y tuvo una formación clásica con profesores particulares como se desprende de sus propios diarios. Su familia tuvo que ser por lo tanto una familia acomodada, posiblemente con relaciones con la corte y con contactos comerciales en Europa. Se trasladó a Madrid a principios de la década de 1620, donde entabló amistad con varios hombres que estaban llamados a revolucionar las artes y las ciencias de la época, posiblemente en alguna de las tertulias a las que tan aficionados eran.

En Madrid no tardó en descollar gracias a su habilidad en la fabricación de relojes, que le llevaron a ser uno de los artesanos más apreciados de toda Europa, y verdadero maestro de grandes relojeros como Juan Sevilla y el alemán Alfred Steiner. Sus inquietudes eran sin embargo muchas, y no se limitó a dicha actividad. Socio fundador de la Compañía Comercial de Nuestra Señora del Carmen, y con el fin de asegurar el futuro de “la Compañía” no tardó en implicarse en la mejora de los buques que surcaban los océanos, dirigiéndose a El Astillero, donde permaneció los años siguientes realizando una intensa labor.

En esa primera etapa dedicada a la ingeniería naval, destacó como un avezado inventor. Construyó y popularizó las mesas de diseño o dibujo técnico, que han permanecido en uso hasta hace unos pocos años, y mejoro herramientas desarrollando el llamado taladro de pecho, que aprovechaba el peso del trabajador para perforar con rapidez la madera. Construyó el primer canal hidrodinámico del que se tiene noticia, gracias al cual experimento y mejoró la construcción naval, y popularizó el empleo de una nueva escala de medida basada en el segundo de péndulo a la que llamó meter medidor), adelantándose a Marin Mersenne en casi veinte años. Finalmente diseñó y construyó dos nuevos tipos de buques, una goleta llamada de Guarnizo por ser este su origen, y un revolucionario buque que daría lugar a los navíos de línea que dominaron los océanos durante los siguientes siglo y medio.

Etapa Valenciana

En 1626 se trasladó a Valencia para colaborar con su socio y amigo Pedro Llopis, futuro marques del Puerto. Allí colaboró con Pedro en la fabricación de perforadoras hidráulicas para fabricar las ánimas de la artillería, y prensas hidráulicas para comprimir el metal que permitieron la fabricación de la artillería de bronce comprimido, la más avanzada del mundo en aquellos momentos. También colaboró en la fabricación de nuevos utensilios agrícolas como sembradoras, cosechadoras y trilladoras de tracción animal. Sin embargo por lo que es más recordado es por su participación en el nuevo sistema de alumbrado de gas de la ciudad, motivo por el que la ciudad de Valencia le dedicó una avenida presidida por una escultura en la que aparece caracterizado como Prometeo entregando el fuego a la ciudad.

En 1627 Ignacio inició una titánica tarea de recopilación de datos económicos en el reino de Valencia, que dieron lugar a la obra publicada en 1635 “Origen y dignidad de la riqueza del Reino de Valencia entre 1627 y 1632, dedicada a nuestro señor Rey, don Felipe III”, una monumental obra estadística que analiza el desarrollo de la economía del reino y el crecimiento del valor de los diversos productos conforme a la oferta y la demanda. Esta obra sería fundamental para que en los años siguientes se desarrollase la estadística, y mejorase la economía del Imperio Español…


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