Crisis. El Visitante, tercera parte
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Como sabemos el convoy no se dirigía a Mascate sino a Socotora, pero desde una dirección inesperada. Una vez lejos de las costas hindúes había navegado hacia el suroeste y luego hacia el oeste. Cuando estuvo a cuatrocientas millas de la isla los destructores repostaron de los cuatro petroleros que les acompañaban antes de que el convoy tomase rumbo noroeste. No fue hasta que estuvo a trescientas millas de la isla cuando fue avistado por un Breguet Br.521 Bizerte, pero el viejo hidroavión fue derribado por dos Martlet del Ardent y sus mensajes no fueron captados. A la mañana siguiente un avión italiano CANT Z.506 que estaba fuera de su sector de búsqueda detectó a los cruceros de Layton. Ya habían doblado el cabo Ra’s Momi, el extremo oriental de la isla, para dirigirse hacia Mori. Esta vez el hidro no fue interceptado pero su aviso se retrasó ya que su radio no funcionaba y hubo que esperar a que volviese a su base en el Cabo Hatun, en Somalia. En cuanto Laborde recibió el aviso invirtió el rumbo de su escuadrón, pero la demora le iba a impedir llegar antes que los ingleses.
A las 2:10 pudo verse desde el Strasbourg el resplandor de la artillería enemiga. Se trataba del escuadrón de Crace (cruceros pesados Canberra y Shropshire, ligeros Leander y Perth, más cuatro destructores) que se había adelantado para suprimir el aeródromo. Al mismo tiempo el convoy rodeaba Ra’s Momi para dirigirse hacia Hadibú. Una debilidad del plan de Layton era que en Socotora no había instalaciones portuarias dignas de tal nombre y las infraestructuras eran mínimas. Aunque desembarcar en la costa sur hubiese sido más seguro, las comunicaciones interiores eran rudimentarias. Se necesitaban los suministros en la costa norte y el convoy tuvo que arriesgarse a rodear la isla mientras el Hermes, el Ardent y el Royal Sovereign trataban de darle protección.
Volvamos con Laborde y Crace. La fuerza francesa, que como se ha dicho contaba con un acorazado, cuatro cruceros y seis destructores, se estaba acercando a la agrupación de Crace que estaba bombardeando Mori. Laborde contaba con que la gran potencia de fuego del Strasbourg bastase para acabar con la agrupación británica. Sabía de la inexperiencia de sus marinos en el combate nocturno y adoptó una formación lineal, con tres destructores en cabeza (Chevalier Paul, Kersaint y Guépard) seguidos de los cruceros ligeros Lamotte-Priquet y Marseillaise, los pesados Dupleix y Algérie, el Strasbourg, y tras él los destructores Valmy, Vauquelin y Cassard. Se ha criticado la formación por ser excesivamente rígida, pero el almirante francés temía las confusiones y que sus buques se cañoneasen entre sí. Por desgracia una línea tan larga sería un excelente blanco para los torpedos enemigos. Además Laborde cometió el error de acercarse desde el mar en lugar de intentar aproximarse a tierra para que las sombras de la isla ocultasen las siluetas de sus unidades. Tampoco tuvo en cuenta que su fuerza no tenía radiotelémetros salvo uno de antena fija en el Algerie que funcionaba irregularmente.
Laborde creía que la noche le permitiría sorprender a los ingleses sin saber que las unidades británicas estaban equipadas con radiotelémetros que daban cumplida cuenta a Crace de los movimientos enemigos. El almirante británico tomó una decisión arriesgada: en vez de rehuir el combate iba a emboscar a los barcos franceses. Dejó un destructor (el Isis) para que siguiese disparando contra el aeródromo y atrajese al enemigo, mientras él se dirigió hacia el norte con sus cruceros, aunque durante parte de su curso mantuvo las montañas de la isla tras él para ocultar las siluetas. Los destructores Fortune y Fury atacarían independientemente.
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A las 2:43 el crucero Lamotte-Priquet encendió su reflector, iluminó al Isis y el escuadrón francés empezó a disparar. El destructor británico se vio rodeado de piques, pero el destello de los cañonazos cegó a los apuntadores, que no consiguieron corregir el tiro. El Isis solo fue alcanzado por un proyectil de 130 mm del Strasbourg que obligó a abandonar la sala de calderas de proa. El destructor lanzó sus torpedos e invirtió el curso lanzando humo. Mientras los reflectores de la flota francesa seguían buscando a los demás buques enemigos sin sospechar que no estaban allí. En ese momento el Fortune y el Fury estaban a menos de tres mil metros de los franceses pero ¡por la banda contraria! y ya habían lanzado sus dieciséis torpedos contra la confiada línea francesa; también lo habían hecho el Leander y el Perth.
El primero en ser alcanzado fue el destructor Chevalier Paul que recibió dos artefactos y se partió por la mitad. Otro arrancó la proa del Kersaint. Momentos después tres torpedos del Fury alcanzaron al crucero Lamotte-Priquet. Su matalote de popa, el crucero ligero Marseillaise, había observado estelas momentos antes cayendo a estribor para evitarlos, consiguiendo evitar los demás torpedos del Fury a costa de desorganizar la línea francesa. El Dupleix viró a babor, pasando ante el Lamotte-Priquet justo cuando voló una caja de urgencia del desgraciado crucero. Silueteado por las llamas, el Dupleix fue repetidamente cañoneado por los dos destructores y por los cuatro cruceros de Crace. Tras pocos minutos fue alcanzado en la popa por un torpedo (seguramente procedente del Leander) que dañó las hélices y el timón.
Para evitar al Lamotte-Priquet y al Dupleix el Algérie viró a estribor siendo seguido por el Strasbourg, dejando entre ellos y el enemigo los dos cruceros dañados. Sin embargo los tres destructores de popa lo hicieron a babor situándose en la trayectoria de los torpedos británicos, que alcanzaron al Vauquelin dejándolo al garete.
Hasta entonces el combate había sido unilateral, pero por fin el Cassard consiguió localizar con su reflector a uno de los esquivos destructores británicos, que se convirtió en blanco de la artillería del destructor y del Marseillaise. Un aluvión de proyectiles cayó sobre el Fortune, y no todos franceses, porque las maniobras de los barcos de Laborde habían confundido a los apuntadores de los cruceros de Crace, que también dispararon contra el desgraciado barco. Los fogonazos descubrieron a los franceses la posición de la fuerza británica, y en cuanto el Marseillaise, el Algérie y el Strasbourg sobrepasaron a los buques dañados abrieron fuego contra los cruceros enemigos. La gran llamarada de los cañones del Strasbourg alarmó a Crace, que sabía que los sus proyectiles apenas rayarían la dura piel del blindado, mientras que bastaría uno de 330 mm para acabar con cualquiera de sus barcos. Como mantener el combate suponía arriesgar sus preciosos buques dio orden de volver hacia el este. A su vez Laborde no quiso arriesgar su blindado contra los destructores enemigos e invirtió el rumbo para retirarse hacia el oeste; mientras viraba fue silueteado por los torpedos del Isis, uno de los cuales pasó a apenas diez metros de la popa.
Cuando amaneció tanto el Chevalier Paul como el Fortune se habían ido a pique, ambos con gran pérdida de vidas. El Vauquelin también estaba condenado y se iría al fondo dos horas después, tras ser rescatada su dotación por el Valmy. El crucero pesado Dupleix había sido tomado a remolque por el Guépard y renqueaba hacia Adén. Mientras se luchaba para intentar salvar al destructor Kersaint y al crucero Lamotte-Priquet. Pero los daños de este último eran demasiado graves y acabó por hundirse al mediodía. El Kersaint flotaba bien y fue tomado a remolque por el Valmy, pero entonces llegaron seis torpederos Albacore del Hermes. El Valmy tuvo que cortar el remolque para poder esquivar los dos torpedos que le lanzaron. Otros dos condenaron al Kersaint, que dio la voltereta y se hundió en minutos.
La fase nocturna del combate de Mori había mostrado la gran preparación de las tripulaciones británicas, que enfrentándose a una fuerza muy superior habían hundido un crucero ligero y tres destructores, y dañado un crucero pesado, a costa de un destructor y averías en otro. Además, al haber derrotado a los buques de Laborde quedaba franco el paso al convoy. Pero aun no había acabado el enfrentamiento.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Las anteriores incursiones de la Eastern Fleet habían alertado al Pacto que se preparó para detener las incursiones británicas. En marzo de 1942 la mayor parte de sus fuerzas aéreas estaban comprometidas en Gran Bretaña, pero se seguía disponiendo de la misma herramienta que le había dado la victoria en Mogador: la capacidad de desplazar rápidamente un gran contingente aéreo. Tras el primer bombardeo de Mori se ordenó al Fliegerkorps X que enviase al golfo de Adén bombarderos y torpederos, que se sumarían a un grupo de Bf 110 procedente de Irak. Por desgracia las grandes distancias hicieron que el traslado se retrasase. Gracias a la participación de los nuevos Fokker F.25 pudieron agilizarse los movimientos, y cuando se produjo el combate entre Laborde y Crace habían llegado a Adén los Bf 110 y unas decenas de bombarderos torpederos Do 217. No eran los únicos, pues tras los bombardeos de Mori la Regia Aeronautica había trasladado bombarderos CANT Z.1007 a Add al Kuri y torpederos SM.79 a Somalia. El Armée de l’Air, temiendo que Adén también fuese cañoneada, había llevado bombarderos LeO 451. Para coordinar la operación fue nombrado el general Von Waldau, con el italiano Renato Sandalli como jefe de Estado Mayor.
Durante la noche el convoy había barajado la costa norte de Socotora dirigiéndose hacia Hadibú. Los cruceros de Crace, tras derrotar a Laborde, se incorporaron a la escolta a la altura de Ras Momi. Además al confirmarse la presencia del Strasbourg Layton también rodeó Socotora para dirigirse al oeste con el Royal Sovereign, un crucero y tres destructores, mientras los portaaviones Hermes y Ardent seguían al sur de la isla. A primera horas de la mañana lanzaron sus torpederos y los del Hermes, que como ya hemos visto consiguieron acabar con el destructor Kersaint. Pero llegaba el turno del Pacto.
El fracaso del reconocimiento aéreo del día anterior había llevado a la sorpresa que sufrió Laborde, pero ahora los hidros franceses e italianos localizaron el convoy de refuerzos y lo siguieron informando puntualmente de sus movimientos. Como en Mogador los primeros en llegar al escenario fueron cazas Bf 110 de largo alcance para expulsar a los cazas enemigos; fue una medida innecesaria porque los Martlet ingleses no tenían suficiente alcance. Después atacaron los bombarderos Z.1007; igual que en otras ocasiones se demostró que el bombardeo a nivel era inútil contra buques y todas las bombas se perdieron. Los siguientes fueron veinticinco SM.79 con torpedos. La potente artillería antiaérea de los barcos de escolta consiguió derribar cinco, pero no pudo impedir que cuatro buques fuesen torpedeados: los mercantes Derryhen y Clan Macnaughton, el destructor Isis (cuya velocidad estaba limitada tras ser averiado la noche anterior) y el transporte de tropas Monowai. Solo el Isis se hundió, pero los otros tres barcos sufrieron importantes averías y como comodoro Rees (que estaba embarcado en el Empire Spray) juzgó que era improbable que consiguiesen regresar a la India ordenó embarrancasen para al menos salvar sus cargas.
A media mañana el convoy estaba llegando a Hadibú y parecía que ya había pasado lo peor, pero fue cuando llegaron los torpederos alemanes. Eran Dornier Do 217 con torpedos LT-850b que en Socotora se mostraron aun más letales que en Mogador. Tomaron como objetivo los cuatro transportes de tropas que quedaban. A pesar del denso fuego antiaéreo solo un Dornier fue derribado, y los cuatro barcos fueron alcanzados. El Westralia y el Manoora lo fueron por un torpedo cada uno y pudieron fondear para desembarcar sus tropas, pero el hundimiento de los otros dos fue desastroso. El Zealandia fue tocado por cuatro torpedos y se fue a pique en apenas cuatro minutos; el Wollongbar lo fue solo por dos, pero se produjo una gran explosión cuando estalló un pañol. Investigaciones posteriores aclararon que no se habían desembarcado las municiones cuando los cruceros auxiliares fueron seleccionados para llevar tropas. Desventrado, el Wollongar zozobró en segundos entre escenas de horror, con los hombres luchando por los salvavidas. Un factor que agravó las pérdidas fue que durante el ataque se había ordenado a los soldados que se refugiasen bajo cubierta, y solo pudieron escapar los que desobedecieron las órdenes y los tripulantes cuyos puestos estaban en el exterior: solo hubo trescientos supervivientes del Zealandia y apenas cincuenta del Wollongbar. En los barcos se perdió la 48ª brigada de infantería de la India al completo. No acabaron los desastres pues al poco llegaron los bombarderos franceses que al ver varios barcos embarrancados y desembarcando tropas lanzaron sus bombas contra ellos. Tanto el Westralia como el Manoora fueron tocados varias veces y se incendiaron; otras bombas que cayeron cerca destrozaron los botes y los supervivientes tuvieron que saltar al agua para escapar de las llamas.
Crace y Rees sentían que habían llevado sus barcos a un nuevo Mogador. Pocas opciones le quedaban, pues había agotado buena parte de su munición antiaérea y los transportes aun no habían empezado a descargar. Entonces se recibió un aviso electrizante: el Shropshire había detectado la aproximación de buques desde el oeste. Minutos después pudo distinguirse el alto puente del Strasbourg, y después los fogonazos de sus grandes cañones.
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Laborde quería resarcirse del revés nocturno y al amanecer invirtió la marcha de sus buques. Su fuerza estaba disminuida, pues solo le acompañaban el Algérie, el Marseillaise y el destructor Cassard; sus otros barcos habían sido hundidos o volvían hacia Adén. Al ver que el enemigo tenía gran número de destructores y estando escarmentado de la noche anterior decidió mantenerse a distancia y abrió fuego desde 18.000 m. El Shropshire se vio rodeado de los piques de los grandes proyectiles del Strasbourg, y el Canberra por los del Algerie. Los dos cruceros respondieron al fuego pero esta vez eran los franceses los que tenían la ventaja. El día era claro, con visibilidad excelente, y los cruceros británicos no solo tenían que enfrentarse al escuadrón francés (que con su acorazado desequilibraba el combate) sino a la aviación enemiga. Crace pidió auxilio a Layton, que le respondió que aun tardaría una hora en poder lanzar sus torpederos y cuatro más en llegar con el Royal Sovereign.
Crace intentó proteger a los mercantes tendiendo una cortina de humo de la que sus buques salían para disparar contra los franceses y así intentar ganar tiempo. Mientras los equipos del Hermes y del Ardent, realizando un esfuerzo sobrehumano, consiguieron alistar los torpederos Albacore en pocos minutos, y apenas tardaron media hora en lanzarse contra el escuadrón de Laborde. El radiotelémetro del Algerie detectó su aproximación (pues habían tenido que elevarse para sobrevolar las montañas de Socotora) y Laborde se preparó para el ataque situando el Marseillaise a una banda y el Cassard a la contraria. Sin embargo cuando los Albacore aun estaban lejos fueron avistados por los Bf 110 que protegían a los barcos franceses. Careciendo de escolta de cazas los Albacore fueron diezmados. Solo cinco pudieron lanzar sus torpedos que fueron esquivados con facilidad. Finalmente solo retornaron dos torpederos al Hermes y otro al Ardent, y dos estaban tan dañados que tuvieron que ser lanzados por la borda. Los otros dos tuvieron que hacer aterrizajes forzosos en Hadibú. Ya sin la amenaza aérea Laborde reemprendió la persecución.
La baja velocidad del convoy le había impedido alejarse y tras una interrupción de cuarenta minutos el combate se reanudó a distancias cada vez menores. Finalmente el Shropshire fue alcanzado por un proyectil explosivo del Strasbourg que detonó en la base del palo de popa causando destrozos en las superestructuras y en la artillería antiaérea aunque sin afectar a la integridad del buque. Al mismo tiempo el Leander fue tocado por el Marseillaise, también sin graves consecuencias, pero mostrando que si el combate se prolongaba el escuadrón estaba perdido. Crace envió a sus destructores en un ataque con torpedos, y tres se acercaron zigzagueando entre los surtidores hasta llegar a seis mil metros del Strasbourg. Los tres (Nizam, Norman y Voyager) fueron pudieron escapar aunque ametrallados por los fragmentos de proyectiles que cayeron cerca, mientras Laborde invertía de nuevo el rumbo para evitar los peces mecánicos.
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Ochenta millas al este Layton navegaban a toda máquina con el Royal Sovereign, el crucero Capetown y tres destructores, pero fueron descubiertos por una patrulla de Dornier 217 que iban en busca del convoy. Al principio orbitaron alrededor del blindado ya que sabían de la presencia de barcos franceses y no querían atacarlos por error, pero el Royal Sovereign confirmó su identidad a cañonazos. Un Do 217 fue derribado pero los otros lanzaron contra los barcos británicos sus letales torpedos LT-850b. Dos alcanzaron al destructor Waterhen que zozobró y se hundió rápidamente. El acorazado también sufrió dos impactos. Uno, en la proa, tuvo escasas consecuencias, pero el segundo se produjo en el mismo punto donde había sido alcanzado meses antes y las debilitadas cuadernas cedieron. El barco quedó sin potencia y la escora alcanzó los 15° en pocos minutos. Layton comunicó a Crace que el acorazado había sido averiado y que iba a retirarse.
Por entonces el almirante australiano tenía sus propios problemas pues estaba siendo atacado por quince torpederos SM.79 y ocho SM.84. En esa operación este último modelo demostró ser completamente inadecuado como torpedero ya que dos fueron derribados y otros dos se estrellaron; en lo sucesivo solo fueron empleados como bombarderos de alta cota. En cambio los SM.79 fueron tan eficaces como siempre y aunque no consiguieron alcanzar a ningún buque las maniobras que los buques británicos tuvieron que hacer para evitar los torpedos los dispersaron, justo cuando volvían a estar bajo el fuego de los barcos de Laborde.
El escuadrón francés había vuelto a la persecución. Laborde, que había adquirido un sano temor a los torpedos ingleses, dio un amplio rodeo hasta que por fin volvió a disparar contra los cruceros de Crace. Los buques australianos respondieron y durante unos minutos ambas formaciones se vieron rodeadas por los piques, e incluso el Canberra se adelantó con un proyectil que se aplastó contra la dura coraza del Strasbourg. Pero pocos minutos después fue el Algerie el que volvió a tocar al Shropshire, y segundos después el Canberra recibió un proyectil de 33 cm que atravesó el castillo y detonó en la otra banda. Las esquirlas incendiaron los saquetes de cordita de la torre A y la proa del crucero se vio envuelta en llamas, y si el Canberra se salvó de volar por los aires fue por los torrentes de agua que entraron por el boquete abierto por la explosión. La deflagración alcanzó el puente y Crace sufrió quemaduras graves. El capitán Patterson, que había perdido la vista, ordenó inundar los pañoles y caer a estribor. El Shropshire estaba intentando ponerse a la popa del Canberra y tuvo que virar a babor para evitar la colisión, situándose en el trayecto de otra andanada. Un proyectil perforante del Strasbourg atravesó la popa del crucero sin estallar y segundos después volvió a ser alcanzado por el Algerie. El proyectil de 203 mm hizo detonar una caja de urgencia de la munición antiaérea y los fragmentos hicieron que deflagrase la cordita de otras cajas. Durante unos minutos el Shropshire las llamas se adueñaron de la cubierta del buque, y el humo que entraba por los respiraderos obligó a evacuar una sala de turbinas. A pesar de todo la cubierta de protección contuvo los peores efectos de las explosiones y tras unos minutos de lucha el incendio pudo ser controlado, aunque el crucero sufrió ciento cincuenta bajas entre heridos, abrasados e intoxicados. Mientras siguió recibiendo las atenciones del Strasbourg y del Algerie, siendo alcanzado por dos proyectiles de 300 mm que detonaron en las superestructuras y por otro de 203 mm que atravesó la popa. El Leander, a su vez, mantuvo un duelo con el Marseillaise y los dos cruceros se alcanzaron dos y tres veces, respectivamente, aunque sin consecuencias. El Perth, a su vez, fue ahorquillado por la artillería secundaria del Strasbourg.
A pesar de los dolores que sufría Crace tomó el mando del Canberra. Comprendió que si mantenía el combate su escuadrón estaba perdido y se retiró hacia el este tras una cortina de humo, tras ordenar a los tres destructores que volviesen a cargar contra los barcos enemigos. Obedecieron la orden con gallardía pero esta vez la suerte se les había acabado y un cañonazo de 13 cm del Strasbourg hizo detonar los tubos lanzatorpedos del Nizam, que quedó a punto de hundimiento. Los otros dos destructores lanzaron sus peces mecánicos e invirtieron el rumbo; el Voyager intentó prestar auxilio al Nizam pero tuvo que escapar perseguido por las andanadas francesas.
La retirada del escuadrón de cruceros dejó expuesto al convoy, que ya era visible desde la torre del Strasbourg. Como los cruceros de Crace ya no eran visibles el almirante francés decidió cambiar de objetivo, y sobre los mercantes cayó una lluvia de acero. El Empire Opal, que iba cargado con municiones, desapareció en un monumental estallido. Viendo que los mercantes iban a ser destruidos, el comodoro Rees intentó salvar el cargamento y ordenó a los barcos que quedaban que encallasen en la cercana costa. Los mercantes lo intentaron pero tres fueron hundidos y los que lograron llegar a tierra lo hicieron en llamas. Poco después fueron objetivo de los Z.1007 en su segunda misión del día.
Por entonces Laborde se estaba retirando. Tenía pocas municiones, quedaban apenas dos horas de luz y no quería exponerse a una nueva batalla nocturna. Durante su retorno el Cassard disparó contra los mercantes Derryhen y Clan Macnaughto y el transporte de tropas Monowai. Ya habían sido atacados por la aviación y el fuego naval acabó por destruirlos, aunque las tropas que llevaba el Monowai pudieron desembarcar.
Durante toda la noche se luchó para salvar al Royal Sovereign. El viejo acorazado estaba sufriendo una inundación progresiva y cuando la escora llegó al 20° el capitán Jacomb ordenó abandonar el barco, quedando a bordo solo los equipos de control de daños. El destructor Express tomó a los tripulantes mientras los trozos de reparaciones seguían trabajando a pesar del riesgo de que el buque diese la voltereta. Con gran esfuerzo consiguieron estabilizarlo e incluso disminuir la escora a 10°. Entonces el crucero Capetown lo tomó a remolque e inició una penosa marcha hacia el este. Sin embargo a la mañana siguiente aun estaba dentro del alcance de los aviones basados en Adén. Afortunadamente no fue atacado por torpederos (parece que se habían agotado las existencias de esas armas) pero el acorazado fue alcanzado por cuatro bombas que causaron averías adicionales. En los días siguientes siguió arrastrándose hacia el suroeste hasta llegar a Trincomalee, en Ceilán. Al barco le había vuelto a sonreír la fortuna ya que los submarinos del Pacto habían sido dirigidos al mar Arábigo, ya que inicialmente se creía que el objetivo del convoy era Mascate. También le libró de irse al fondo que Laborde renunció a perseguirlo al no conocer la gravedad de sus daños y pensando que el acorazado que estaría bajo la protección de los portaaviones que había señalado el reconocimiento aéreo. No sabía que tras los combates de los días anteriores al Hermes solo le quedaban seis cazas Martlet y un torpedero Albacore, y al Ardent cinco cazas más.
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El combate había sido frustrante para ambos bandos. Laborde había perdido un crucero ligero y tres grandes destructores a cambio de tres destructores británicos. No había podido impedir la llegada del convoy enemigo y aunque posteriormente lo había destruido, había dejado escapar a los cruceros de Crace y al acorazado Royal Sovereign, que durante casi un día había estado al alcance de sus cañones. Laborde prefirió no defenderse de sus detractores, que también le acusaban de que en los meses que el escuadrón francés llevaba en el Índico solo había logrado hundir unos pocos buques mercantes y algunos cañoneros. Poco después fue sustituido por el contralmirante André Lemonnier, y Laborde fue nombrado director de la Escuela Naval. Posteriormente su figura ha sido rehabilitada, y se ha considerado correcta su decisión de no arriesgar al Strasbourg más allá de la cobertura de cazas terrestres cuando sabía que había dos portaaviones en las cercanías y habiendo gastado dos tercios de su munición.
Los marinos franceses acusaron a los aviadores italianos del retraso en comunicar el avistamiento de los barcos ingleses, mientras que la Regia Aeronautica respondió que había sido la deficiente vigilancia francesa la responsable de la sorpresa, y que si el convoy inglés había sido detectado era gracias al CANT Z.506 que había patrullado el sector francés. El fallo del reconocimiento llevó al refuerzo de los escuadrones de patrulla oceánica, dando preferencia a los aviones de base terrestre, más veloces y más capaces. Como Francia no disponía de aviones con esas características adquirió un lote de Fw 200C procedentes de la Luftwaffe.
No hubo recriminaciones para los aviadores alemanes e italianos, que estaban eufóricos tras devastar el convoy de refuerzos. Como en Mogador la fuerza aérea del Pacto se había mostrado como un instrumento terrible para los barcos aliados que se aventurasen cerca de las costas.
Tampoco los británicos quedaron satisfechos. Crace había conseguido una sonada victoria nocturna pero a la mañana siguiente el convoy había sido aniquilado, y además las averías sufridas por el Royal Sovereign y los cruceros pesados dejaron a la Eastern Fleet en absoluta inferioridad. Aunque todavía contaba con dos portaaviones, se habían quedad sin grupo aéreo y hubo que embarcar en el Hermes ocho viejos Vickers Vildebeest, mientras que el Ardent fue reequipado con seis bombarderos en picado SBN Barbados de origen norteamericano.
El intento de llevar suministros había acabado en desastre. Aparte de los barcos de guerra se habían perdido once valiosos mercantes y solo se pudo recuperar una mínima fracción del material enviado. La 17ª división había sufrido una catástrofe: la mitad de sus soldados había perecido en los naufragios o intentando llegar a tierra. Los supervivientes carecían de armamento pesado y muchos ni siquiera conservaban sus armas personales. Además Heath tuvo que hacerse cargo de un millar de marinos de los buques perdidos. En la práctica el convoy, más que refuerzos, había llevado bocas que alimentar. Hubo que enviar a los náufragos a la costa sur para que fuesen recogidos por destructores; pero sin alimentos ni agua (faltaban meses para el monzón y en los cursos de agua solo quedaban pozas contaminadas), y atacados repetidamente por la aviación italiana, los soldados sufrieron horriblemente. A la semana siguiente fueron rescatados tres mil hombres por destructores. Otros tres mil se entregaron a las patrullas italianas, y el resto pereció en los bombardeos, por hambre, sed y disentería.
El ruinoso resultado de la operación hizo que Churchill acusase a Layton y Crace por no haber empleado adecuadamente sus fuerzas. El Primer Ministro decía que si el Royal Sovereign y los dos portaaviones hubiesen acompañado al convoy durante toda la ruta los franceses hubiesen tenido que mantenerse a distancia. Fraser, cuyas relaciones con Churchill eran cada vez peores, se negó a relevar a sus subordinados. La operación se había realizado por imposición del primer ministro y los hechos habían dado la razón a Layton demostrando que era una locura enviar un convoy a aguas hostiles sin tener la superioridad aérea. Si el Hermes y el Ardent no hubiesen permanecido al sur de la isla el Pacto hubiese acabado con ellos, como estuvo cerca de ocurrir con el Royal Sovereign.
La derrota demostró la imposibilidad de mantenerse en Socotora. En esas fechas la flota combinada del Pacto había iniciado el bloqueo de Gran Bretaña, y Churchill ya no pudo oponerse a las demandas de la marina. El general Heath organizó la retirada de sus hombres hacia el sur, reembarcando quince días después en once destructores; esta vez ni la aviación ni la marina del Pacto interfirieron. Fraser también ordenó a los dos portaaviones que dejasen el Índico y se dirigiesen a las Bermudas para unirse a los buques cedidos por los Estados Unidos. El largo viaje iba a requerir casi un mes.
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Por cortesía de Rey Tuerto, tengo el placer de presentar al escuadrón de Laborde en los combates de Socotora.

La imagen en DeviantArt a la resolución original
Saludos (y gracias a Rey Tuerto).

La imagen en DeviantArt a la resolución original
Saludos (y gracias a Rey Tuerto).
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Por cortesía de ReyTuerto, el escuadrón de Crace en Socotora.

El enlace a la versióna tamaño grande en DeviantArt
Saludos

El enlace a la versióna tamaño grande en DeviantArt
Saludos
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Lo prometido es deuda. No pongo las imágenes además de por el tamaño porque aun tienen errores que tengo que corregir.
Crucero München (clase Stadt Ia)
El München en DeviantArt
Crucero Torino (clase Città o Stadt Ic)
El Torino en DeviantArt
Hay alguna pequeña discrepancia con lo que en su día se publicó. Ya ha sido modificado en la versión definitiva (la que tengo en mi ordenador y que tal vez algún día se publique).
Saludos
Crucero München (clase Stadt Ia)
El München en DeviantArt
Crucero Torino (clase Città o Stadt Ic)
El Torino en DeviantArt
Hay alguna pequeña discrepancia con lo que en su día se publicó. Ya ha sido modificado en la versión definitiva (la que tengo en mi ordenador y que tal vez algún día se publique).
Saludos
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Otros barcos que no sé si presenté en su día, que fueron parte del programa naval de construcción de cruceros:
Clase Amsterdam
Dos unidades. Se relata más en la página de DeviantArt.
El Amsterdam en DeviantArt
Clase Karlsbad
Tres unidades. Descripción y corto relato en DeviantArt.
El Karlsbad en DeviantArt
Evolución de los torpederos alemanes
Incluye unidades reales con otras ucrónicas.
Torpederos alemanes en DeviantArt
Cada tipo tiene su propia página en DeviantArt con un texto en el que explica su génesis, evolución y características.
Obviamente se agradecerán los comentarios en DeviantArt.
Saludos
Clase Amsterdam
Dos unidades. Se relata más en la página de DeviantArt.
El Amsterdam en DeviantArt
Clase Karlsbad
Tres unidades. Descripción y corto relato en DeviantArt.
El Karlsbad en DeviantArt
Evolución de los torpederos alemanes
Incluye unidades reales con otras ucrónicas.
Torpederos alemanes en DeviantArt
Cada tipo tiene su propia página en DeviantArt con un texto en el que explica su génesis, evolución y características.
Obviamente se agradecerán los comentarios en DeviantArt.
Saludos
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Hilo equivocado, Mis disculpas. 

- “El sueño de la razón produce monstruos”. Francisco de Goya.
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Pues de aguinaldo:
Ajustar el fusil podía ser un problema pero a Savely le sonrió la suerte. Acababa de llegar al apartamento del canal y aun estaba revisando si tenía suficientes provisiones cuando empezaron a sonar las sirenas. Las visitas de los bombarderos británicos ya no eran tan frecuentes pero parecían tener fijación por Berlín. Desde que Savely estaba en la capital ya se habían producido cuatro alarmas e incluso había escuchado alguna explosión lejana. Según la prensa se trataba de aviones aislados que los ingleses enviaban para perturbar el sueño de los ciudadanos alemanes; daba igual porque le venían de perlas.
El agente preparó el fusil y colocó la mira telescópica en las marcas. Después abrió con cuidado una de las mirillas de los tableros que tapaban las ventanas y comprobó que no hubiese nadie en la calle. Entonces buscó en la orilla de enfrente un árbol que tenía una rama desgajada; con la mirilla se veía como una marca de color claro. Se aseguró de que el cañón del fusil no asomase y esperó.
A siete mil metros de altura el capitán Cheshire lideraba los diez Mosquito que iban a atacar Berlín esa noche. Las crecientes pérdidas del Bomber Command y los ataques sobre sus aeródromos habían obligado a suspender la ofensiva de bombardeo sobre Alemania, pero Churchill no había renunciado a dañar a su enemigo de alguna manera y menos cuando la Luftwaffe machacaba con regularidad el país. El nuevo bimotor rápido Mosquito había sido la solución, y ya estaban en servicio dos docenas de la versión de bombardeo Mark IV. Aunque su capacidad de bombas era limitada, eran aviones rápidos que podían eludir a los cazas nocturnos alemanes. Los Mosquito no pondrían a Alemania de rodillas, pero al menos le impedirían dormir.
Cuando el aparato pilotado por Cheshire se acercó a la capital los dedos luminosos de los reflectores empezaron a buscarlo, y poco después los grandes cañones antiaéreos empezaron a disparar. Era el momento que esperaba Savely. Tras ver el destello de los estallidos contó mentalmente hasta que escuchó el bramido de los disparos. Cuando estuvo seguro del momento, esperó a la siguiente andanada para disparar. Gracias a la luz de los reflectores que se reflejada en las nubes le permitió ver que el disparo se había desviado unos centímetros. Con cuidado, ajustó la mira y volvió a disparar. La bala alcanzó la rama, igual que lo hicieron las dos siguientes.
Cheshire tiró de la palanca y las cuatro bombas cayeron cerca de la estación de Gesundbrunnen. Después viró para emprender el largo retorno hasta Inglaterra. Mientras Savely, satisfecho, cerró la mirilla. La siguiente vez que la abriese sería para cumplir su misión.
Ajustar el fusil podía ser un problema pero a Savely le sonrió la suerte. Acababa de llegar al apartamento del canal y aun estaba revisando si tenía suficientes provisiones cuando empezaron a sonar las sirenas. Las visitas de los bombarderos británicos ya no eran tan frecuentes pero parecían tener fijación por Berlín. Desde que Savely estaba en la capital ya se habían producido cuatro alarmas e incluso había escuchado alguna explosión lejana. Según la prensa se trataba de aviones aislados que los ingleses enviaban para perturbar el sueño de los ciudadanos alemanes; daba igual porque le venían de perlas.
El agente preparó el fusil y colocó la mira telescópica en las marcas. Después abrió con cuidado una de las mirillas de los tableros que tapaban las ventanas y comprobó que no hubiese nadie en la calle. Entonces buscó en la orilla de enfrente un árbol que tenía una rama desgajada; con la mirilla se veía como una marca de color claro. Se aseguró de que el cañón del fusil no asomase y esperó.
A siete mil metros de altura el capitán Cheshire lideraba los diez Mosquito que iban a atacar Berlín esa noche. Las crecientes pérdidas del Bomber Command y los ataques sobre sus aeródromos habían obligado a suspender la ofensiva de bombardeo sobre Alemania, pero Churchill no había renunciado a dañar a su enemigo de alguna manera y menos cuando la Luftwaffe machacaba con regularidad el país. El nuevo bimotor rápido Mosquito había sido la solución, y ya estaban en servicio dos docenas de la versión de bombardeo Mark IV. Aunque su capacidad de bombas era limitada, eran aviones rápidos que podían eludir a los cazas nocturnos alemanes. Los Mosquito no pondrían a Alemania de rodillas, pero al menos le impedirían dormir.
Cuando el aparato pilotado por Cheshire se acercó a la capital los dedos luminosos de los reflectores empezaron a buscarlo, y poco después los grandes cañones antiaéreos empezaron a disparar. Era el momento que esperaba Savely. Tras ver el destello de los estallidos contó mentalmente hasta que escuchó el bramido de los disparos. Cuando estuvo seguro del momento, esperó a la siguiente andanada para disparar. Gracias a la luz de los reflectores que se reflejada en las nubes le permitió ver que el disparo se había desviado unos centímetros. Con cuidado, ajustó la mira y volvió a disparar. La bala alcanzó la rama, igual que lo hicieron las dos siguientes.
Cheshire tiró de la palanca y las cuatro bombas cayeron cerca de la estación de Gesundbrunnen. Después viró para emprender el largo retorno hasta Inglaterra. Mientras Savely, satisfecho, cerró la mirilla. La siguiente vez que la abriese sería para cumplir su misión.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
El cadáver aun estaba caliente. No habían pasado ni tres horas desde que había muerto. Tres horas por las que habían perdido al Alto.
En cuanto el Director supo que habían matado a Gertrud ordenó que la policía entrase en el domicilio de los sospechosos que viviesen cerca. El más cercano era un tal Felix Thalberg; seguramente era el que ahora estaba tirado en el piso con una puñalada en el ojo. En el archivo de la Central constaba una copia de su expediente. Era un mecánico que había trabajado en Winkhaus. Se había afiliado al partido comunista en 1929 y había liderado algunas protestas hasta que lo despidieron en 1931. En el 32 también había sido expulsado del Partido por filotrotskismo, y poco después se había divorciado. En 1934 se había trasladado a Berlín para trabajar en una de las fábricas de Henschel. Allí no había dado problemas e incluso había solicitado ser admitido en el partido nazi en 1936, aunque fue rechazado por no poder presentar avales. Poco más se sabía de él; no tenía amigos en la fábrica, donde pasaba por un tipo gris; un compañero lo describió como una máquina más. Las dos últimas semanas había faltado diciendo que tenía una gripe, aunque no constaban visitas a médicos.
Los vecinos tampoco sabían mucho. Era cortés y les saludaba en el rellano, pero apenas sabían nada de él salvo que era de Renania y que trabajaba en la Henschel. Tampoco le conocían amigos, y lo único que podían decir de él era que de vez en cuando bajaba a una tasca a tomarse alguna cerveza. Siempre iba solo, aunque una vecina cotilla contó que lo había visto hacía poco con otro tipo que no conocía y que por su descripción podía ser el Alto.
El interrogatorio de Luise, la ex mujer de Thalberg, mostró otra faceta del personaje. Costó un poco encontrarla porque ahora vivía en Kassel. Luise había sido una comunista fervorosa hasta que Felix la dejó colgada, y no tuvo empacho en hablar de su ex marido. Contó que había sido un activista luchador como pocos, y que aceptaba a pies juntillas la doctrina del partido; se rio cuando le dijeron que había intentado unirse a los nazis. Ya le había sorprendido que se hiciese trotskista, pero pensó que era el típico arrebato del puritano ¿Pero nazi? ¡Jamás! Poco después rompieron y desde entonces no había vuelto a saber de él.
No había que ser un lince para saber que ese Felix Thalberg había sido un agente dormido. Gerard supuso lo que había ocurrido. Tras ser contactado por agentes rusos que buscaban seguidores fieles había simulado conversión al trotskismo y su expulsión. Después se le había perdido el rastro durante dos años; seguramente había pasado ese tiempo en la Unión Soviética antes de volver a Alemania y buscar trabajo en una empresa estratégica, y desde entonces había estado esperando sin llamar la atención. Lo del partido nazi había sido solo una cortina de humo para que la policía no sospechase, pues muchos comunistas habían cambiado la camisa roja por la parda, que por entonces estaba más de moda.
En cualquier caso, el Alto se había ido y no volvería a ese piso. Era improbable que volviera a acercarse al barrio. Gerard ordenó que se inspeccionase detenidamente el apartamento y que se interrogase a todos los que hubiesen tratado con Thalberg; tal vez se consiguiese alguna pista.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Capítulo 40
Nada tiene más éxito que el éxito
Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord
La ciudad atraía a políticos y diplomáticos como la miel a las abejas. Esta vez ya no había dudas: el final de la guerra parecía inminente y todos querían sumarse al carro del vencedor. Las naciones que antes eran renuentes a dejarse ver al lado de los alemanes ahora habían enviado representantes; incluso habían acudido hispanoamericanos y asiáticos. Nadie quería estar fuera del nacimiento de la nueva Europa.
Las mejores residencias eran ocupadas por las legaciones diplomáticas. Las grandes potencias habían conseguido verdaderos palacios, pero las potencias menores tenían que conformarse con las mansiones de los burgueses. Los delegados de las potencias neutrales, habiendo llegado tarde a la disputa por los pocos alojamientos, tuvieron que alojarse en los departamentos que les cedieron las autoridades francesas, Al menos no tendrían quejas por su comodidad, pues Francia era maestra de la diplomacia y desde los tiempos de Talleyrand se sabía que el primer requisito para la amistad entre los pueblos era un embajador satisfecho.
La miríada de periodistas que llegaron a la ciudad provinciana tuvo que pelear para alquilar pequeños cuartos a precios disparatados. Pues Francia estaría interesada en la diplomacia, pero los verdunois preferían ver llenos los bolsillos. Ahora se vengaban de los meses de obras exigiendo alquileres astronómicos.
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Crisis. El Visitante, tercera parte
Por fin se acercaba el día de autos y los españoles que esperábamos en Verdún fuimos a la recepción que ofreció el general Gómez-Jordana, el enviado del Caudillo a la asamblea europea. No estaba el cuñadísimo ni se le esperaba, pues según radio macuto su carrera no pasaba por su mejor momento. No lo tragaba ni el ejército ni la iglesia, y además el azul ya no gustaba tanto ahora que los teutones habían guardado sus camisas pardas, con mucha naftalina porque no se les veía intención de orearlas.
Nuestros admirables aliados, aburridos ya de cruces gamadas y de desfiles de antorchas, se habían sacado un regente de la manga con el que estaban más contentos que un chiquillo con zapatos nuevos. Aun no era oficial pero se sabía que le estaban sacando brillo al trono, y ya que le estaban dando una manita de pintura dorada les apetecía tener audiencia principesca ducha en reverencias. Los italianos supieron anticiparse y ya habían vuelto a sacar de paseo a su mediometro coronado cuando el entierro de Mussolini. Hablando del Duce, tuvo que ser un sepelio más que curioso. Yo creo que lo harían en veces de tantos cachitos que quedaron del bombazo.
Volviendo al boato y al oropel, los alemanes tenían donde escoger además del monarca espagueti, que en los Balcanes había cabezas coronadas para dar y tomar. También quedaban por occidente, aunque muchos de esos augustos estaban escondidos en Londres, más de uno lamentando el día que cogió el portante.
Con tanto rey España estaba entre Pinto y Valdemoro, que ya no éramos monarquía pero tampoco república. Los de Falange decían que éramos una unidad de destino en lo universal, algo muy poético pero que el menda no terminaba de entender; será que con tanta mili a cuestas y visto mucho despanzurrado por las morterazos, esos poéticos luceros se me hacían difíciles de digerir. El caso que siguiendo la mejor tradición hispana nadie sabía a qué atenerse. Los mejor informados estaban dejando que se apolillasen sus uniformes del Movimiento —sí, esos tan majetes con la camisa nueva que tú bordaste rojo ayer, boina a juego y chaqueta blanca para que las manchas queden más a la vista— y le quitaban el polvo al toisón y a la chaquetilla del frac. Con proverbial apego a la tradición decían aquello de cambio de vientos, cambio de chaqueta.
En esas vicisitudes tener un cuñadísimo con alma azul resultaba molesto y no ayudaba su querencia por faldas ajenas. Hay que ser inconsciente para ponerle los cuernos a la cuñada del Caudillo, pero Don Ramón estaba demostrando que más pueden tetas que carretas y que donde haya falda para qué muleta. El hombre embestía con una casta que ni un pablorromero para disgusto de su suegro, poco aficionado a tales lances. Guárdeme yo de hablar mal del Generalísimo, pero se decía que durante su gloriosa carrera en África nunca se había puesto ni a tiro de cañón de las afamadas casas de lenocinio que proliferan por esos lares. Tener un contrapariente en busca enaguas para meterse dentro no era del gusto del alma santurrona digo virtuosa del Generalísimo, y lo había demostrado relegando a Serrano Súñer a importantísimas tareas como presidir las concentraciones de Falange en Alpedrete. Falto del consejo de su recontrapariente Franco estaba compensando con los monárquicos, y nadie como el conde de Jordana, que no era mal soldado ni mal gobernante.
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