La desesperación de los leoneses se palpa de un paseo. Los carteles de "se vende", deteriorados por el paso del tiempo, se acumulan en las ventanas de quienes un día tuvieron que salir a buscarse la vida fuera de casa; los establecimientos familiares han echado el cierre a falta de relevo generacional; y las industrias que rodeaban el centro son ya polígonos destartalados. Sin embargo, en ese camino sin rumbo ni solución, de repente aparece sobre el asfalto una pintada que, para algunos, es un halo de luz a la situación: "León sin Castilla".
El pasado miércoles, 13 parlamentarios de la Diputación provincial votaron a favor de promover una nueva comunidad autónoma que aglutine a León, Salamanca y Zamora. La moción, que contó con el 'sí' del PSOE y Unión del Pueblo Leonés (UPL) -y el 'no' de PP y Vox- pretende devolver a estos territorios su "identidad", sus derechos como región histórica y, sobre todo, la capacidad para autogestionarse y tratar de dar la vuelta a la situación. "Al definirse las comunidades autónomas después de la Transición, a León se le impuso la entrada en Castilla, con la que no tenemos absolutamente nada que ver", explica Luis Mariano Santos, portavoz de UPL en las Cortes de Castilla y León, "y eso nos ha llevado por derroteros peores incluso de lo que podíamos prever".
Para encontrar el origen de esta reivindicación hay que remontarse a 1833, cuando la división provincial de Javier de Burgos fijó que León, Salamanca y Zamora eran una región autónoma del resto de Castilla. El mapa quedó alterado en 1978, y desde entonces el leonesismo "pervive, a veces algo dormido" en los pueblos de la provincia. "León es la cuna del parlamentarismo", enfatiza María Gema, una vecina natural de la ciudad que se declara "muy a favor de la autonomía propia y de la UPL" -el partido que, según su portavoz, "es una formación instrumental que se constituyó únicamente con este fin"-. "Dice el dicho: León tuvo Reyes antes que Castilla leyes", recuerda esta vecina.
Más allá de sentimentalismos y factores históricos, la idea del Lexit ha ido ganando fuerza en los últimos años al son del "abandono" y "olvido" al que, según sus partidarios, Castilla está condenando a León. "Llevamos más de 40 años en esta comunidad y cada vez nos va peor: estamos a la cola en todas las estadísticas económicas, la gente joven tiene que sale de nuestra universidad tiene que emigrar, no hay trabajo, la renta es baja...", reivindica José Luis, para justificar que una mayor capacidad de decisión sobre su territorio "podría ser beneficiosa".
León ha perdido más del 9% de sus habitantes, lo que supone casi 50.000 personasen una década -13 o 14 por día-. Aunque, en estos años, todas las regiones de la comunidad han visto salir gente más que entrar, la velocidad del vaciado de León contrasta con la de otras provincias como Valladolid, que 'solo' ha perdido un 3% de sus vecinos. Además, los que se quedan lo hacen a sabiendas de que las posibilidades de empleo son cada vez más bajas. Con una tasa de paro del 10% en León y Salamanca, y del 15% en Zamora, estas regiones vuelven a coronar el ranking de la comunidad -junto con Ávila-, mientras en las provincias colindantes las expectativas son algo más esperanzadoras, con porcentajes de desempleo entre el 5 y el 8%.
En lo relativo al bolsillo, la cosa no mejora. La renta media por persona de los leoneses es de 22.700 euros, similar a la de las otras regiones con las que pretende compartir la nueva autonomía, y lejos de los más de 27.000 de Valladolid, Burgos, Palencia y Soria. A las comparaciones se suma que los vecinos de León no sienten que su voz se escuche en la Junta: nunca ha habido un leonés al frente de la comunidad y, en el actual reparto de carteras del gobierno autonómico, solo una de las 12 consejerías -la de Medio Ambiente- está a nombre de alguien de la provincia. Manuel, leonés y ex funcionario de la Junta, es rotundo: "Hay una desconexión y un descontento general con el gobierno autonómico, porque vemos cómo el crecimiento de las demás provincias va en detrimento del nuestro; estamos estancados". "Ver cómo el resto se desarrolla con cierto progreso mientras nosotros recorremos el camino opuesto es desesperante y nos lleva a querer provocar un cambio en el modelo", razona también Santos, el portavoz de UPL, que conversa con EL MUNDO en su despacho nada más regresar del Pleno en las Cortes autonómicas.
Los leoneses miran con envidia -"siempre sana"- a Valladolid. "Cuando entramos en la comunidad éramos, junto a ellos, la provincia más desarrollada, de las más prósperas y con una proyección de futuro optimista", apunta Santos, "y en estos más de 40 años nos hemos quedado atrás". "Meternos en esa autonomía nos ha llevado a terminar siendo el pariente pobre de Valladolid, cuando por nuestra capacidad podríamos ser autónomos", apunta Rocío, otra vecina que pasea frente a la Catedral de la ciudad. Pone como ejemplo que las dotaciones económicas de Europa "estarían mejor gestionadas por un gobierno propio nuestro, no como ahora, que siempre se reparte el pastel entre los mismos". La capital autonómica es el espejo en el que se mira León, pues estas provincias un día fueron en paralelo en cuanto a crecimiento industrial y económico se refiere. Ahora, Valladolid concentra más del doble de grandes empresas que León -muchas a su costa- y se ha consolidado como la región más atractiva para las inversiones que llegan a la comunidad. José Luis Rodríguez Zapatero, de familia leonesa, "fue el único que barrió un poco hacia nosotros", explica Alicia, otra vecina natural de la región, en referencia a los intentos del ex presidente socialista por llevar empresas públicas y organismos como el INCIBE a León. "Pero ahora, Valladolid es como una aspiradora, se lo lleva todo", sentencia.
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