Crisis. El Visitante, tercera parte

Los Ejércitos del mundo, sus unidades, campañas y batallas. Los aviones, tanques y buques. Churchill, Roosevelt, Hitler, Stalin y sus generales.
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Crisis. El Visitante, tercera parte

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Pasamos a la siguiente generación de tanques:

Panzerkampfwagen 43 Tiger 2

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https://www.deviantart.com/yqueleden/art/828503853

El Panzerkampfwagen 43 «Tiger 2» (llamado por los aliados «King Tiger» y a veces «Königtiger», aunque el Pacto nunca empleó esa denominación) fue un tanque pesado empleado por Alemania y sus aliados durante la Guerra de Supremacía.

Su antecesor, el PzKpfw VIE «Tiger», había sido desarrollado como tanque de ruptura, aunque su misión se modificó cuando se supo que la URSS estaba desarrollando tanques pesados. El Tiger tenía una coraza casi impenetrable para los cañones antitanque aliados, y estaba armado con un cañón de alta velocidad (el Kwk 36 de 88L56, versión del antiaéreo Flak 36) que podía batir a los blindados más pesados desde grandes distancias. Su suspensión de barras de torsión resultó muy eficaz y le daba una movilidad comparable a los tanques ligeros, a pesar de sus cincuenta y ocho toneladas de peso.

El Tiger fue entregado a batallones acorazados independientes que se desplegaron en puntos clave del frente. Aunque fue un tanque muy eficaz tanto en la ofensiva como en la defensiva, tenía defectos, entre ellos la coraza vertical, la escasa fiabilidad mecánica y, sobre todo, su alto precio, ya que su fabricación era casi artesanal. Además, debido a las maniobras del Ferdinand Porsche el tanque no pudo montar el cañón de alta velocidad Kwk 42 de 75L70.

Apenas entró en servicio se inició el desarrollo de un sucesor. Se propusieron varias opciones. El VK 45.03 era un Tiger en el que se sustituía la placa frontal vertical por otra oblicua, la torre por la del tanque Panther, y con algunos cambios (mayor proporción de piezas estampadas) para agilizar la producción. Por el contrario el VK 60.01 era un diseño completamente nuevo, un tanque superpesado de 65 toneladas con el cañón Kwk 43 de 88L71. Finalmente, se escogió el VK 50.01 de Henschel: se trataba de un Tiger alargado en el que se sustituía el tren de rodaje de ruedas superpuestas por uno más sencillo, resistente y barato de bujes Horstmann. El motor era un Maybach HL 250 de 730 kW (990 HP), y que era una versión sobrealimentada y de mayor cilindrada del HL 230. La transmisión fue la Maybach OLVAR EG 50, que incorporaba elementos de la Ansaldo AM-15 del Europanzer Jaguar. La coraza tenía una disposición similar a la del Panther, pero de mayor espesor, y que llegaba a los quince centímetros en el escudo de la torre. Esta derivaba de la Krupp del Tiger I, aunque con mejor diseño para favorecer los rebotes. La munición (ochenta proyectiles, de los que normalmente la mitad eran antitanques de alta velocidad y el resto polivalentes con carga hueca) se almacenaba en cajones con protección conta deflagración. Un sistema automático de extinción de incendios activado por células fotoeléctricas y sensores de presión complementaba la protección. Estaba armado con el cañón Kwk 43 y una ametralladora MG 42d, ya que se prescindió del ametrallador frontal. Muchas unidades fueron equipadas con otra ametralladora MG 42d para el comandante, y un mortero de 5 cm que podía lanzar bombas de humo o granadas anti personal. La dotación era de cuatro hombres, tres en la torre.

El Tiger 2 entró en servicio a mediados de 1943, complementando primero y luego sustituyendo al Tiger I. A partir de 1944 la producción el Tiger 2 se incrementó y los batallones fueron expandidos a regimientos pesados con un batallón de tanques pesados Tiger 2 y otro de infantería en transportes Kätzchen, con el apoyo de unidades de reconocimiento, de artillería autopropulsada y de ingenieros.

El Tiger 2 supuso una desagradable sorpresa para los aliados, ya que solo era vulnerable a los cañones más pesados. Era menos móvil que el Tiger I en terrenos llanos, pero lo superaba en los abruptos gracias a la combinación de un motor de gran potencia, la suspensión Horstmann y unas cadenas de gran anchura. Además tenía una fiabilidad comparable a la de los antiguos Pz IV. Sus principales defectos estaban en el peso que hacía necesarios vehículos especiales de recuperación (habitualmente Bergepanther o Bergejaguar), las grandes dimensiones que dificultaban camuflarlo, y la reducida autonomía.

Se propusieron diversas variantes que no fueron aceptadas como el Tiger 2B con cañón de 10,5L70, o el cazacarros Jagdtiger con un cañón de 12,8 cm en casamata. La producción terminó en 1946, al finalizar el conflicto, tras haberse entregado ocho mil trescientas unidades. Se mantuvo en servicio hasta 1970. Parte de los vehículos fueron convertidos en Tiger 2E con cañón de 10,5L60.



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Panzerkampfwagen Pz 45 Panther 2

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https://www.deviantart.com/yqueleden/art/829964267

El Panzerkampfwagen Pz 45 Panther 2 fue un carro de combate polivalente desarrollado por Alemania durante la fase final dela Guerra de Supremacía, y que se convirtió en el tanque principal del ejército alemán hasta los años setenta.

El mal resultado del tanque Pz V Panther obligó al ejército alemán a utilizar el tanque Jaguar. El Jaguar dio un resultado excelente, pero se consideraba demasiado pequeño y se creía que no sería capaz de enfrentarse a los nuevos tanques aliados M26 y M29. Aunque el realidad el Jaguar siguió siendo competitivo gracias a la mejora del armamento, también pesó que el Jaguar era un diseño francoitaliano.

El Panther 2 no se basó en el Pz V sino en el Tiger 2, aunque volviendo a la suspensión por barras de torsión, ya que permitía mayores velocidades que el sistema Horstmann del Tiger 2, ya que no iba a soportar tanto peso. La torre también era la del Tiger 2, pero con un vistoso saliente posterior destinado a la radio y a almacenar la munición de uso inmediato; el Panther 2 fue el primer tanque con placas desprendibles para proteger a la dotación del incendio de la munición. Como el Tiger 2, el Panther 2 incorporaba extintores automáticos activados por destellos o sobrepresión. El cañón fue el más potente empleado durante el conflicto: el KW 45 105L62, que empleando la nueva munición Panzergranate 44 de casquillo desprendible era capaz de derrotar a cualquier tanque aliado a más de 2.000 m de distancia. Contra la infantería se empleaba la Panzergranate 44/2 de carga hueca, que además de producir fragmentos también era eficaz contra blindados. Además se suministraron proyectiles de metralla para combatir a la infantería, y deformables contra fortificaciones.

La protección llegaba a los 150 mm en el escudo frontal y a 110 mm en el frontal del chasis. Estaba propulsado por el mismo motor Maybach HL 250 con transmisión OLVAR EG 50 del Tiger 2; al pesar el Panther 2 diez toneladas menos, tenía gran movilidad.

Los sistemas de puntería del Panther 2 incluían un visor estereoscópico acoplado a una ametralladora telemétrica, pero solo para grandes distancias: la gran velocidad inicial del cañón (y la trayectoria tensa de sus proyectiles) permitía que, para menos de mil doscientos metros, bastara con seleccionar el alza a ochocientos metros y emplear el «tiro intuitivo», en el que el arma principal se apuntaba como un fusil. Además, el Panther 2 disponía de equipo para combate nocturno con un proyector de rayos infrarrojos, con visores para el apuntador y el jefe del tanque.

El Panther 2 llegó demasiado tarde y solo se emplearon quince unidades durante el conflicto, sin que llegasen a enfrentarse con tanques pesados norteamericanos. En la posguerra sustituyeron a los tanques Panther y Jaguar, y posteriormente a los Tiger 2, convirtiéndose en el «tanque principal» alemán, el primero de su tipo que podía actuar tanto como tanque de ruptura como de explotación.

El Panther 2 fue empleado intensamente en la guerra civil de la India; su aparición en gran número fue un choque para los norteamericanos, que tuvieron que acelerar la entrada en servicio de su carro de combate pesado M103. El Panther 2 siguió en servicio hasta que a partir de 1960 empezó a ser suplementado y luego reemplazado por el Panther 3. El Panther 2 fue también empleado por los aliados de Alemania. Se fabricaron diecisiete mil doscientos ejemplares entre 1945 y 1957.



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Jagdjaguar and Sturmjaguar

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https://www.deviantart.com/yqueleden/art/703933390

El Jagdjaguar fue un cañón antitanque autopropulsado basado en chasis Jaguar, con un cañón en casamata. La placa frontal tenía 110 mm de espesor y una gran inclinación que la hacía invulnerable salvo a los cañones más pesados. Fue producido exclusivamente en la factoría Renault de Charleroi (Francia) y sustituyó a los menos protegidos Hornisse. Su producción cesó cuando apareció el Jaguar M con cañón de 88L60, casi equivalente al 88L71 al emplear munición mejorada. Además un cambio en la doctrina dio prioridad a los carros de combate con torre sobre los cazacarros. Aun así, entre 1942 y 1944 el Jagdjaguar se fabricó en grandes cantidades, potenciando la capacidad antitanque de las fuerzas del Pacto de Aquisgrán.

Jagdjaguar A: chasis de Jaguar A y B con cañón de 75L70. Se construyeron solo 350 unidades ya que se consideraba débilmente armado.

Jagdjaguar B: Con cañón 128L40, no pasó de prototipo.

Jagdjaguar C: la versión principal de producción, armada con cañón 88L71. Se construyeron 5.850 unidades.

Jagdjaguar Raketen: También llamado Raketenjagdjaguar o Raketenjaguar, fue una versión lanzazombis de la posguerra, que partía de de Jaguares A y C desarmados que se equiparon con con zombis filoguiados X-10. Se transformaron unas 400 unidades.

Sturmjaguar: fue un carro de apoyo armado con un obús de baja presión 150L12 y equipo de ingenieros. Hubo dos versiones principales. El Sturmjaguar A, aunque muy parecido al Jagdjaguar, fue una reconstrucción de Jaguar F y G averiados. Se transformaron 650 unidades en la factoría BMM de Praga. El Sturmjaguar B era similar, pero partiendo de chasis Jagdjaguar A. Tenía un perfil más bajo y mejor protección. Se construyeron 120 ejemplares.



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Jagdpanther y Jagdjaguar

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https://www.deviantart.com/yqueleden/art/829101302

El Jagdpanther y el Jagdjaguar fueron cazacarros empleados por el Pacto de Aquisgrán durante la Guerra de Supremacía. Ambos vehículos respondían a la misma necesidad, que era montar el potente cañón Kwk 43 88L71 en un vehículo ágil y bien protegido.

En los combates del Sinaí y de Mesopotamia se había comprobado la gran eficacia del antiaéreo Flak 36 (88L56) como antitanque, pero era una pieza pesada y voluminosa, muy vulnerable a la artillería. El Hornisse montaba el cañón Flak 41 en un chasis Geschützwagen III/IV, y el Adolf, en un chasis Jaguar, pero ambos vehículos llevaban el cañón en una superestructura abierta que adolecía de protección. El Jagdpanther y el Jagdjaguar eran tan móviles como los Hornisse y Adolf, y estaban mucho mejor protegidos.

Tanto el Jagdpanther como el Jagdjaguar llevaban el cañón en una casamata acorazada en la parte delantera del vehículo, con una placa frontal oblicua. Sin embargo el Jagdpanther mostró las limitaciones del Panther: concebido como un reemplazo del Pz IV que empleaba muchos de sus componentes, era pequeño, poco fiable, de perfil demasiado alto, y además la suspensión frontal sufría por el peso de la coraza y el cañón. Por el contrario, el Jaguar era un blindado mejor concebido. El motor transversal permitía mejor distribución interna y la cámara de combate estaba algo más retrasada, haciendo que el centro de gravedad estuviese cerca del centro del vehículo. La placa frontal más inclinada favorecía los rebotes, resultando impenetrable para cualquier cañón aliado a distancias superiores a los quinientos metros.

La gran superioridad del Jagdjaguar hizo que el Jagdpanther fuese anulado tras producir solo 220 unidades. Por el contrario del Jagdjaguar se fabricaron 6.200 ejemplares que equiparon a los ejércitos del Pacto, siendo la primera versión el Jaguar empleada en gran escala por la Wehrmacht. Con todo la entrada en servicio del Jaguar M con cañón 88L60 lo hizo superfluo, cesando su producción a mediados de 1944.

Tanto el Jagdpantjer como el Jagdjaguar equiparon a batallones independientes de carros de asalto que operaron tanto con formaciones blindadas como de infantería. En combate fueron muy temidos por los aliados por su potencia de fuego, el perfil bajo que hacía difícil detectarlos, su agilidad y su excelente protección. Los aliados intentaron reproducir la fórmula, pero el SU-85 (basado en el T-34M) estaba peor armado y mal protegido. Los M9 y M40 (basados en chasis M3 y M4, respectivamente) montaban un cañón de 90 mm en casamata pero su rendimiento era inferior. El enorme M29 los superaba en potencia de fuego, pero era tan pesado y complejo que resultaba muy difícil de desplegar y de mantener.



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Ya volveremos a los dibujitos otro día. Hoy toca otra entrega.


Los historiadores son unos señores que veinte años después explican por qué se ganaron o se perdieron las batallas. Habiéndolas vivido desde demasiado cerca, y sumando mi experiencia como ayudante de Von Manstein y del regente, pocas veces tengo paciencia para aguantar las ocurrencias de lso eruditos. Aun así, de vez en cuando alguno acierta, y he de reconocer que Klink lo hizo cuando se inventó el concepto de «Hinter del Encke», por detrás de la esquina. Dicen que Liddel-Hart dice lo mismo y lo llama «acceso indirecto». No sé si ese inglés lo habrá ideado por su cuenta, o habrá robado la idea, que tampoco me sorprendería en alguien de su raza. En cualquier caso, se trata de lo mismo: si se quiere conquistar tal o cual lugar, la peor idea es atacarlo, porque se supone que el contrario no es tonto, sabe leer los mapas, y estará esperando.

Según Klinck, lo mejor es ir por otro sitio ¿Qué deseas ir a Alejandría? Pues ve hacia el Sáhara, que por ahí no habrá nadie, una vez que hayas roto el frente te podrás mover a tus anchas, y Alejandría caerá como una fruta madura. Von Manstein y Hoth fueron genios de esa estrategia y siempre conseguían sorprender al enemigo. Siendo discípulo de los mejores soldados de Alemania yo también aprendí la estrategia, y me dispuse a ejecutar las órdenes del regente de tal manera que nadie pudiera albergar ni la más mínima sospecha.

Por tanto, si Von Lettow me ordenaba que organizase una reunión con Speer sin despertar sospechas en Schellenberg, lo peor que podía hacer era invitar al canciller. Tras la reunión en Schönhausen entre el regente y Von Manstein, el general debía estar con la mosca detrás de la oreja, más que nada por los repetidos fallos de sus instrumentos de espionaje. Después de darle algunas vueltas, entendí que la mejor manera de despistar al enemigo sería invitándole primero. Aunque al tomar tal decisión, no tuve en cuenta la bien probada capacidad que tenía Schellenberg de sorprender a los demás.

No fue fácil convencer al regente de la necesidad de cenar con ese elemento. Tuve que recordarle el papelín de Schellenberg al abortar el golpe de estado de Himmler, y en la conjura para dotar al Statthalter de unas alitas y un arpa. Aunque conociendo a Goering, más que en coros seráficos, lo supongo en las calderas de Pedro Botero. En su día, cuando supe de la intervención de Schellenberg en la conspiración me quedé de piedra, pues yo hubiese jurado que iba a ser el sucesor de Goering. Aunque he de reconocer que yo también me hubiese negado a suceder a semejante criminal. Todavía recordaba, en parte con vergüenza y en parte con furor, la directiva 31c, un documento infame que planificaba el exterminio de media Rusia para dejar espacio vital para los alemanes. El mariscal Von Manstein me la había enseñado antes de decirme que destruyese la copia, ya que el Gabinete había ordenado borrar cualquier rastro, pues no se les escapó el impacto que podría tener en la opinión pública internacional. Fuese ahora o dentro de un siglo. Una constante era que, si un documento existía, acababa saliendo a la luz. Pero las cenizas no pueden leerse o, según la interpretación de Schellenberg, los muertos no hablan, como demostró al aprovechar los juicios de Berlín para pasaportar a los que habían participado en esos odiosos planes.

Además, no hacía mucho había tenido una conversación muy instructiva con el coronel Von Tresckow, que había sido ayudante de Von Manstein en Palestina. Me relató el impacto que habían tenido en Schellenberg las masacres de la playa de Jaffa y de Ramat Rachel, un villorrio cercano a Jerusalén. Entonces entendí de donde procedían esas dos palabras que pocos conocían, pero que habían cambiado el destino de Alemania. No sé si Von Tresckow citó ese lugar por la impresión que sufrió con las matanzas, o para probarme, a ver si sabía algo. De poco le sirvió, ya que a esas alturas ya tenía experiencia de juegos clandestinos y había desarrollado una inimitable cara de póker. En cualquier caso, Von Tresckow pensaba que esas masacres habían hecho despertar a Schellenberg de su sueño nazi. Como mínimo, habría que darle el beneficio de la duda.

Al final, el regente tuvo que reconocer que Schellenberg podía ser un patriota a su manera, y concedió en invitarlo a cenar. Pero también me pidió que consultase con una cabeza mejor asentada que la mía, es decir, la de Herta. Buen consejo, porque mi adorada me propuso otra posibilidad que me pareció bastante más tenebrosa.

—Roland, seguro que algo de razón tienes, y tu general tiene algún aprecio por Alemania. A fin de cuentas, hasta los perros le toman cariño a su caseta. Pero no te equivoques, lo que le mueve a Schellenberg es el amor al poder. Fíjate como siempre sale de sus maniobras beneficiado. En tres años ha pasado de ser un oscuro chekista a uno de los líderes de Alemania.

—Pero todo eso ya lo tenía con Goering —le dije—. Era uno de sus principales colaboradores, y tal vez hasta su sucesor.

—En eso tienes razón. Aun así, no sabría decir si Schellenberg actuó por bondad. Hay personajes, si se les puede considerar personas, que ansían el poder absoluto a costa de lo que sea, y que no tienen empacho en cometer las peores tropelías. Ya sabes lo que está haciendo Stalin, y menos mal que se encargaron de Hitler. Pero yo pienso que el general no tiene como modelo a Iván el Terrible, sino a Napoleón. Un hombre conel anhelo de dominar el mundo, pero que tenía muy presente el legado que iba a dejar a la posteridad. Quiere pasar a la Historia como César y no como Tamerlán.
—Si es como dices, a un hombre así no le gustaría que se le recordase por la matanza de Jaffa.

—Tú lo has dicho. Con los juicios de los nazis ya hemos visto que no le importa matar, siempre que los crímenes no trasciendan. Además, tú ya sabes que la orgía de sangre no comenzó en Palestina, y que los nazis estaban convirtiendo Polonia en un matadero. Seguro que Schellenberg sabía lo que estaba pasando, y ni se le ocurrió anrir la boca hasta que se produjeron las barbaridades de Palestina, a sabiendas que antes o después saldrían a la luz. Ahora que pienso, ni siquiera descartaría que esa conversión que te contó Von Treschow no fuera un acto calculado, una manera de romper amarras, para que no se le pudiera acusar de crímenes tan execrables.

—¿Humanidad o premeditación? Ese es el dilema.

—Yo no tengo la respuesta —me contestó Herta—. Pero lo que sí que sé es que, hasta ahora, todas las acciones de tu general le habían encumbrado. Pasase lo que pasase, siempre acababa dando otro paso hacia lo alto. Hasta que al Gabinete se le ocurrió nombrar como Canciller a Speer, su antiguo protegido. Y hasta que a cierto oficial se le pasó por la cabeza que Alemania volviera a tener emperador ¿Te das cuenta de que te has puesto en medio del camino de Schellenberg?



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La artillería del Pacto también fue reformada. Al principio se pensó que no iba a ser necesario reequiparla, pues los obuses de 10,5 y de 15 cm tenían un rendimiento excelente. Aun así, había deficiencias que era necesario corregir. La más grave era la movilidad. Las piezas alemanas habían sido diseñadas para ser movidas por tiros de caballos, animales que no era fácil conseguir sin desproveer la agricultura, y que durante las operaciones caían como moscas por enfermedades o por acción enemiga, ya que resulta imposible enseñar a un equino a protegerse. Era más eficiente remolcarlas con tractores o camiones, pero no era factible ya que las cureñas carecían de amortiguadores y las ruedas eran macizas. Además, ni siquiera el remolque motorizado era ideal, ya que para los tractores no sería fácil mantener el ritmo de las formaciones acorazadas, especialmente en acciones fluidas.

La manera más eficaz de mover los cañones fue montándolos en chasis de blindados. Aprovechando que el tanque Pánzer II estaba siendo retirado se dedicaron sus barcazas a los autopropulsados Wespe (avispa), que llevaban el obús de 10,5 cm IeFH 18, el reglamentario del ejército alemán. También se modificaron chasis de Hornisse para llevar obuses de 15 cm IeFH 18. Más adelante, cuando cesó la producción del Pánzer II, se utilizaron primero el chasis Geschützwagen y posteriormente el del Geschützjaguar, tanto para los obuses de 10,5 como los de 15 cm. Gracias al incremento de la producción de blindados, a finales de 1942 se había conseguido mecanizar la artillería de las divisiones blindadas. La del resto siguió siendo remolcada, aunque con cureñas modificadas para su traslado rápido por carretera; gran parte de las piezas antiguas volvieron a las maestranzas para su modernización.

Paralelamente se desarrolló la artillería de cohetes. Los primeros modelos resultaron excesivamente complejos, pero a partir de 1942 se desarrollaron otros más sencillos y de gran potencia, de 21 y de 28 cm. Más adelante se diseñaron cohetes ligeros, primero de 8 cm y posteriormente de 13 cm, con los que se organizaron baterías divisionales a partir de 1943. Como todos los cohetes de primera generación, los alemanes adolecían de alcance y de precisión. Aun así, incluso los cohetes más pequeños tenían potencia similar a la de los proyectiles de la artillería pesada, y el efecto de las salvas era demoledor.

El incremento de la producción de armas y de municiones permitió potenció la artillería divisionaria, que en 1944 pasó a tener un grupo pesado y cuatro medios, más otro de lanzacohetes. En 1945 muchos grupos se convirtieron en mixtos, con obuses medios y pesados. Además de la artillería orgánica de las divisiones, había grupos de artillería equipados con cañones y lanzacohetes pesados que estaban controlados por los cuerpos de ejército y por los ejércitos. En 1943 se expandieron estos grupos formando brigadas independientes de artillería.

Asimismo, se modernizaron las piezas en servicio. La artillería alemana de 1940 era equiparable a la de otras potencias y empleaba calibres similares, pero durante el conflicto se apreció que sería deseable que tuvieran mayor alcance y que pudieran emplearse para la lucha antitanque. El obús IeFH 18 fue sustituido por el cañón FH42 de 10,5 cm, y en 1945 se desplegó el FK45 del mismo calibre, pero con mayor velocidad inicial que le proporcionaba más alcance, y que era capaz de disparar proyectiles subcalibrados. El FK45 tenía un afuste cruciforme que le daba un arco de tiro de 360° y que facilitaba emplearlo contra los carros de combate. El FK45, como antitanque de largo alcance, era casi tan eficaz como los grandes cañones Flak 41 o PaK 43, con la ventaja que suponía que una sola pieza cubriera ambas funciones, aun necesitando una mira especial. Las divisiones que recibieron el cañón disponían de un grupo adicional mixto de tres baterías que solía emplearse para el fuego directo, aunque también podía disparar contra objetivos fuera de la línea visual.

Durante la guerra se inició la sustitución de los obuses de 10,5 por piezas más pesadas. Al iniciarse la guerra, Alemania tenía varias piezas de ese calibre: el ya citado IeFH 18, que era la más numerosa, el cañón sK 18, que era un cañón de largo alcance que se empleaba para la interdicción y la contrabatería, y el sK 18/40, una versión de potencia aun mayor. Ahora bien, mientras que el obús IeFH 18 era adecuado para sus misiones de apoyo, tanto el sK 18 como el sK 18/40 empleaban un proyectil demasiado ligero, teniendo en cuenta el coste y el peso de la pieza, y las misiones a las que se destinaba. Inicialmente se había pensado en sustituirlos por un cañón de 12,8 cm derivado del antiaéreo del mismo calibre, pero el conflicto con la Unión Soviética trastocó los planes, ya que se capturaron miles de piezas de artillería. Entre ellas estaban los excelentes obuses M1938 (M-30) y cañones M1931/1937 (A-19), ambos de 122 mm de calibre. Las buenas características de estas piezas llevaron a que se adoptaran por el ejército alemán, sustituyendo en algunas divisiones de infantería a los IeFH 18 y sK 18. Se fabricó munición y tubos de repuesto, y posteriormente se inició la producción de versiones autóctonas, para mantener la compatibilidad.

Hubo dos piezas germanas de 12,2 cm, y ambas fueron de origen soviético: el obús 12 cm FH80, derivado del M-30, y el cañón FK81, del A-19. Nótese que en 1942 cambió el sistema de identificación de las piezas de artillería germanas: las letras indicaban la función (FH significaba Feldhaubitze, obús de campaña, y FK Feldkanone, cañón de campaña), y el número era único para cada pieza, y también se asignaba a su munición y a los repuestos.
El FH80 era prácticamente igual al M-30 original, con mínimos cambios para acomodar la fabricación a las técnicas germanas. Fue destinado a grupos de artillería medios de algunas divisiones de primera línea, sustituyendo a los IeFH 18. Al acabar la guerra fueron dados de baja y almacenados; muchos de ellos fueron suministrados primero a la Rusia cobeligerante y, posteriormente, a Ucrania.

El FK81, aun siendo una versión del A-19, tenía muchos cambios respecto a la pieza rusa que retrasaron su entrada en servicio. Además, resultó excesivamente pesado para el combate contracarro, que hubo que encomendar al ya citado FK45. Los pocos FK81 fabricados fueron empleados para armar autopropulsados, y solo en la posguerra empezaron a sustituir a la artillería de 10,5 cm.

Finalmente, la artillería pesada divisionaria siguió basada en el obús sFH 18 en su versión FH43 de mayor alcance, del que hubo versiones remolcada y para montar en blindados. En 1946 empezó a ser reemplazado por el cañón de 15 cm K44, inicialmente destinado a la artillería pesada.

A nivel superior, se siguió utilizando el excelente K18 de 17 cm. Era un cañón potente y preciso, aunque excesivamente pesado, y al final del conflicto estaba siendo reemplazado por el Kanone K44 de 15 cm, menos potente, pero más móvil y con similar alcance. Además, se decidió discontinuar la producción del Mrs 18 de 21 cm, y en su lugar se desarrolló el Mrs 44 de 17 cm, que empleaba la cureña del cañón K44. Estas piezas se complementaban con el mortero superpesado Morser Mrs 42 de 24 cm, del que solo se empleó la versión mecanizada. La producción de piezas de mayor calibre fue anulada y tan solo prosiguió a pequeña escala la del cañón ferroviario K3 de 28 cm, que se suspendió en 1944, al desarrollarse el cohete de 38 cm Raketenwerfer 45. Se trataba de un cohete pesado propulsado por un motor Tonka 250 de combustible líquido, se estabilizaba por rotación y era controlado mediante radiotelémetro. Tenía un alcance de 17.000 m, y podía llevar diversos tipos de cabezas de combate: perforantes contra fortificaciones fijas, de alto explosivo contra objetivos «blandos» (que eran tan potentes como las bombas aéreas de una tonelada), distribuidores de bombetas, o de guerra química, que no llegaron a emplearse. Aunque los Raketenwerfer 45 no eran tan precisos como la artillería pesada, lo eran más que los cohetes de otras naciones, eran más polivalentes y, al estar montados en camiones todoterreno, tenían la movilidad de la artillería autopropulsada. A pesar del elevado precio de cada cohete, pues empleaban mucho más propulsor que un cañón convencional, los estudios demostraron que su precio apenas llegaba a la tercera parte de un proyectil del 28, considerando que estos precisaban aceros especiales, el gran coste de un cañón ferroviario, y que los tubos tenían que ser sustituidos cada pocos disparos. Los Raketenwerfer 45, cuando empleaban submuniciones resultaron muy útiles en misiones como la interdicción, batiendo vías de comunicación, cruces o pasos obligados, o en la contrabatería. Los Raketenwerfer 45 se convirtieron en un arma muy temida por los aliados, a pesar de emplearse solo durante el último año del conflicto.

El ejército alemán, además, se equipó con gran número de piezas capturadas. El destino de estas piezas fue variopinto. De algunas se capturaron tan pocas que no valía la pena adaptarlas, y equiparon baterías costeras, se cedieron a los aliados, o fueron desmanteladas para aprovechar componentes útiles. Solo unos pocos modelos, modernos y de los que se habían capturado muchas piezas, fueron desplegados por el ejército alemán. En algunos casos se hizo hasta que se agotó la munición: fue el caso de los cañones británicos de 25 libras (de 8,9 cm), que eran modernos, tenían una cadencia de tiro muy rápida, pero que tenían menos alcance y potencia que los obuses de los 10,5 germanos. Los cañones de 25 libras se entregaron a unidades de reserva, se utilizaron como contracarros (misión en la que eran efectivos, aunque solo a corta distancia) o se emplearon para la defensa de costas.

Algo parecido ocurrió con los cañones franceses de 7,5 cm. Como piezas de campaña eran excesivamente ligeras, pero tenían una razonable capacidad antitanque. Algunas piezas se emplearon sin modificaciones, emplazadas en fortificaciones costeras o del Este, muchas otras se devolvieron al ejército francés, que las empleó en la misma misión, y algunos centenares fueron convertidas en el antitanque PaK 38/97, con la cureña del cañón alemán de 5 cm. Esos cañones fueron recamarados para que pudieran emplear la munición del PaK 40, aunque con cargas menores.

Algo parecido ocurrió con los cañones soviéticos de 76 mm. Se capturaron miles; parte eran piezas de apoyo, algo más potentes que los cañones de infantería alemanes de 75 mm. Se modificaron para emplear munición germana y se emplearon en el mismo papel, hasta que los cañones de infantería fueron sustituidos por los de baja presión. Más valiosos se consideraron los «cañones divisionarios». Tenían el mismo papel que los obuses del 10,5 alemanes, aunque sus proyectiles eran excesivamente ligeros. A cambio, tenían una velocidad inicial mayor, y se consideró que podían ser más útiles como contracarros. Con esta finalidad se modificaron para emplear la misma munición que el PaK 40 de 7,5, se añadió un freno de boca para estabilizar la pieza durante el fuego, más cambios menores. En combate, el 7.62 cm PaK 39(r) era algo menos potente que el cañón alemán, y su perfil, demasiado elevado. Además, el freno de boca levantaba nubes de polvo que delataban la posición del cañón. No fue demasiado apreciado por sus dotaciones, y se sustituyeron en cuanto se dispuso de suficientes PaK 40. Más éxito tuvo armando cazacarros como los Marder. Ahora bien, tanto en el caso de los cañones de apoyo como de los divisionarios, se consideró que no valía la pena copiarlos. Las únicas piezas de artillería que fueron imitadas fueron las ya citadas de 12,2 cm.

La mejoría de la artillería alemana no se limitó a la modernización del material, sino también a sus proyectiles. La manera más sencilla fue aumentar la potencia de sus explosiones, y se consiguió por dos vías: una fue mejorar el tratamiento térmico del acero de sus proyectiles, para poder emplear capas más finas y así incrementar su capacidad. Otra, fue sustituir el TNT por explosivos de mayor potencia, añadiendo aluminio (el Tritonal) o sustituyéndolo por diversas mezclas de TNT, Ciclonita y polvo de aluminio. Con estos cambios se consiguió incrementar la potencia de los proyectiles en un 30 – 50%, según el tipo.

Con todo, ese fue un beneficio menor, comparado con otro que multiplicó la eficacia de la artillería, y que fue producto de un desarrollo ideado para las armas antiaéreas: la espoleta de proximidad. Se habían diseñado para conseguir que los proyectiles estallasen cerca de los aviones enemigos, pero cuando se disparaba contra objetivos terrestres las explosiones se producían a unos metros de altura y eran aterradoramente letales contra las tropas, aunque estuvieran a cubierto o incluso en trincheras. Aunque al principio se temía que las espoletas cayeran en manos enemigas, en 1943 se dio luz verde a su empleo terrestre, ya que los servicios de inteligencia habían descubierto que los aliados disponían de una espoleta similar. Los norteamericanos, sin embargo, no empezaron a emplearlas hasta finales de 1944).

Un segundo desarrollo fue el empleo de submuniciones, pequeñas bombetas que se lanzaban mediante cohetes, que eran muy efectivas tanto contra el personal como los vehículos, y que también servían para sembrar minas. La Luftwaffe las empleaba con gran fortuna desde el comienzo de la guerra, y el ejército recibió los primeros cohetes de este tipo en el verano de 1942. A pesar de su corto alcance, fueron de gran utilidad en las batallas defensivas del invierno. En 1945 se entregaron proyectiles de este tipo para cohetes, obuses y morteros pesados.

Igualmente importantes fueron los procedimientos de control de tiro. La mejora de las comunicaciones permitió que la respuesta artillera fuera más rápida y precisa. Además, se emplearon procedimientos más efectivos, como el Feuersturm (tormenta de fuego): consistía en que todas las baterías disparaban contra uno u otro objetivo sucesivamente. Los observadores sobre el terreno solicitaban el fuego a un mando central, que les daba la correspondiente prioridad y pasaba la orden a un equipo que disponía de computadoras Grundig GrAf (basadas en lifenes). Con ellas calculaban los tiempos de vuelo de los proyectiles, y ordenaban el momento exacto en el que la batería tenía que disparar, para que todos los proyectiles cayeran a la vez (en menos de diez segundos). Después repetía el procedimiento contra el siguiente objetivo.

Con los procedimientos clásicos, cada batería disparaba contra un objetivo, y los primeros proyectiles alertaban a los enemigos, que se refugiaban: en la práctica, en 80% de las bajas se producían al principio del bombardeo. En el Feuersturm cada pieza solo disparaba un proyectil contra cada objetivo, pero multiplicaba su efecto al hacerlo contra tropas desprotegidas. El Feuersturm no solo era mucho más efectivo, sino que resultó terriblemente desmoralizante para la infantería enemiga, que no podía arriesgarse a abandonar sus refugios ni un momento. Si además se empleaban espoletas de proximidad, ni siquiera era seguro permanecer en trincheras, salvo que tuvieran cubierta: convertía a los infantes enemigos en trogloditas que chapoteaban en el barro, escondidos en trincheras que parecían cuevas fangosas, intentando atisbar por estrechas troneras.

Asimismo, se mejoraron los sistemas de detección de la artillería enemiga. Hasta el momento se habían empleado sistemas clásicos: observadores adelantados, y detectores acústicos con los que se triangulaba la posición de las baterías del contrario; el empleo de computadoras permitió acelerar la detección y responder más rápidamente. Si estaban a corta distancia se empleaban lanzacohetes, muy efectivos cuando se trataba de batir zonas amplias. Cuando estuvieron disponibles, fueron los Raketenwerfer 45 los encargados de esta misión.

La supresión de la artillería enemiga se hizo aun más efectiva cuando a finales de la guerra los alemanes desplegaron, además de diversos tipos de cohetes, ya descritos, sus primeros radiotelémetros contrabatería. Se había observado que el radiotelémetro de onda milimétrica FuMo 320 Speer (diseñado para ser empleado con las direcciones de tiro Gr 02) era capaz de detectar las bombas de mortero durante su vuelo. El sistema Grundig Gr 03 disponía de un calculador electrónico que permitía localizar los morteros enemigos y dirigir contra ellos el fuego, generalmente de cohetes. Por desgracia, el Gr 03 solo era capaz de detectar las bombas de mortero (o a los cohetes), ya que las aletas producían un retorno de radar potente. Sin embargo, los proyectiles de artillería, que eran redondeados, producían una señal radiotelemétrica mucho menor. A pesar de esta serie limitación, el Gr 03 tuvo gran efecto en los combates, ya que los aliados empleaban morteros pesados para el apoyo de la infantería. De nuevo, fue una innovación que obligó a modificar las tácticas aliadas: como tenían que cambiar de posición inmediatamente tras el fuego, los morteros pesados dejaron de ser efectivos como armas de apoyo. Además, la infantería enemiga pronto aprendió que los morteros atraían el fuego alemán, pasaron a emplearlos lo menos posible



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Más dibujitos. Se siente

SdKfz 280 y Sdkfz 281 Kätzchen

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https://www.deviantart.com/yqueleden/ar ... -890288758

El BMM SdKfz 280 Kätzchen fue un blindado barato y fiable, que fue ampliamente utilizado por el ejército alemán y del que hubo multitud de versiones.

La versión básica fue de transporte de tropas, que también podía emplearse como tractor blindado, ya que podía remolcar piezas de artillería de hasta dos toneladas por casi cualquier terreno. En 1944 surgió el SdKfz 280/2, algo mejor protegido y con combustible adicional. Basándose en el SdKfz 280/2 se desarrolló el 280/6 portamorteros de 8,1 cm.

También se empleó para misiones más ofensivas. El 280/7 «Katzen-mutti» (mamá gata) fue un intento de convertir los Kätzchen iniciales en vehículos de combate, completamente cerrados y con la torre del Kätzchen 2. Como vehículso de combate de infantería fueron un fracaso, a causa de su mínima capacidad (apenas cuatro soldados) pero resultó mejor como vehículo de reconocimiento. También para el reconocimiento se empleó el SdKfz 280/4 «Welpe» (cachorro), que llevaba un cañón PAW 600; inicialmente se había diseñado para que actuara como antitanque y cañón de apoyo, pero carecía de blindaje para esa misión. Sin embargo, su potente armamento resultó muy útil apoyando a otros vehículos de reconocimiento.

El SdKfz 280/9 «Löwenjunge» (leoncito) fue un cañón de apoyo con misiones similares al StuG, que llevaba un cañón de baja presión Paw 1000 de 10,5 cm.

Estrechamente relacionados con el Kätzchen estaban los SdKfz 281, que tenían una superestructura cerrada y que se emplearon para el mando (281/2), las comunicaciones, la detección e interferencia de señales enemigas (281/5) o como ambulancia (281/8).
Última edición por Domper el 14 Jun 2024, 12:52, editado 2 veces en total.



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Sdkfz 280 Kätzchen y VAB 41 Mangouste

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El concurso de 1941 para proveer de medios acorazados al Pacto de Aquisgrán preveía renovar el parque de transportes de personal, hasta entonces formado por múltiples tipos, tanto semiorugas como de ruedas o de cadenas, algo que causaba serios problemas logísticos. Prácticamente todas las industrias pesadas de la Unión Paneuropea optaron con diseños de todo tipo, pero la mayoría fueron descartados en la fase previa. Finalmente se aceptaron cuatro prototipos: el SdKfz 250 de Demag, que era una versión a menor escala de su semioruga SdKfz 251; el SdKfz 10, un vehículo de orugas diseñado por MAN partiendo del Panzer II; el Kätzchen de BMM, un derivado del Panzer 38, y el VAB 41 de Europanzer, que se basaba en el transporte Lorraine 39 L.

En una primera criba los semiorugas fueron descartados: el SdKfz 10 lo fue por su reducido tamaño y por ser técnicamente obsoleto. Aunque el SdKfz 250 resultó tener excelentes prestaciones por caminos, campo traviesa fueron menores y, sobre todo, se juzgó que los semiorugas eran excesivamente caros y complejos comparados con los que eran exclusivamente de cadenas.

El SdKfz 280 Vollkettenaufklarer 38 Kätzchen «gatita», producido por Böhmisch-Mährische Maschinenfabrik AG (BMM) en Ostrava (Moravia), fue el que tuvo mejores prestaciones y fue seleccionado por el ejército alemán. Era un vehículo de perfil bajo, con motor central y sin techo, con capacidad para el conductor, un tirador de ametralladora MG34, y hasta ocho infantes.

El Europanzer VAB 41 «Mangouste/Manguste» fue producido por Lorraine en Luneville y por Ansaldo en Génova. Aunque su aspecto era parecido al Kätzchen, técnicamente era muy diferente, con una suspensión de buje Horstmann más simple, pero, a cambio, era muy resistente y fácil de reparar.

En caminos el Mangouste era superado por el Kätzchen, pero lo superaba en terrenos irregulares. El motor delantero no solo aumentaba la capacidad, que era de ocho a diez infantes (más el conductor y el ametrallador) sino que mejoraba la protección. La versión VAB 43 Belette incorporaba un techo para proteger a sus pasajeros de la artillería.

Sin embargo, tanto el Kätzchen como el Mangouste habían sido concebidos como «taxis blindados» y adolecían de protección cuando se empleaban como vehículos de asalto. A partir de 1945 fueron sustituidos por el Schützenjaguar (derivado del tanque Jaguar) en las misiones más comprometidas, aunque se conservaron los SdKfz 280 y los VAB 43 para las restantes y para los escenarios en los que el Schützenjaguar resultaba demasiado pesado.


Dibujos de Darth Panda y PomboCZ, modificados por reytuerto.
Última edición por Domper el 14 Jun 2024, 13:07, editado 2 veces en total.



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Familia Mantide

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https://www.deviantart.com/yqueleden/ar ... -694542031

Los blindados de la familia Mantide fueron construidos por Europanzer, partiendo del VAB 41 (el equivalente al Kätzchen alemán). Estaban desarrollados partiendo del Lorraine 38 L, e incorporaban los elementos mecánicos del VAB 41. Eran más baratos que los Geschützwagen III/IV y Geschützjaguar alemanes, y su movilidad era casi la misma.


Se trataba de un vehículo de perfil bajo, con puesto de conducción adelantado, motor central, y con plataforma posterior para armas. En los que montaban armas de alta potencia se incorporaba una hoja excavadora posterior que se podía bajar para estabilizar la pieza durante el fuego. Los otros tipos llevaban una casamata abierta que proporcionaba alguna protección contra la metralla. Hubo decenas de variantes, pero solo unas pocas se fabricaron en cantidad.


Mantide 10F/I. Estaba armado con el cañón Schneider 105 L mle 1941 105L38. Se trataba de una pieza potente y moderna, comparable a las piezas de similar calibre de otros ejércitos, y superior al 25 libras inglés. La versión 1941 empleaba la misma munición que el cañón alemán IeFH 18, aunque con cargas de proyección mayores. Estaba montada en una casamata abierta. Además de su empleo como artillería de campaña, la gran potencia del arma permitió su empleo ocasional como cañón de asalto e incluso como cazacarros con munición especial de carga hueca. En esos casos los Mantide 10 solían ser equipados con una ametralladora MAC 31G para autodefensa.


Mantide 10G. Similar al anterior, salvo que estaba equipado con el cañón IeFh 18. Aunque el ejército alemán había seleccionado el chasis del Geschützwagen III/IV para su empleo en cañones autopropulsados, las grandes necesidades obligaron a adquirir 1.200 unidades del Mantide 10G.


Mantide 15Gi. Algunos Mantide 10G fueron rearmados con el obús de infantería sIG 33 150L11. Sustituyó a los Panzer I armados con el mismo cañón y resultó más eficaz, pero el corto alcance del arma (concebida para el tiro directo) y la escasa protección hicieron que las bajas fuesen importantes, y solo fueron convertidas 120 unidades.


Mantide 12. Equipado con cañones M1931 o 1937 de 122 mm capturados. Se trataba de un arma cuya cadencia de tiro era casi igual a los cañones de 10,5, pero más potente y con mayor alcance, por lo que fue muy apreciada, hasta tal punto que en 1944 comenzó la fabricación de piezas nuevas en factorías alemanas, españolas e italianas.


Mantide 15F. Equipado con el potente cañón Filloux GPF de 155L38, uno de los mejores del arsenal del Pacto y muy empleado para misiones de interdicción o de contrabatería. Similares fueron el Mantide 15A, con el cañón Ansaldo 149L40, y el Mantide 15K, con el cañón alemán K18 150L55.


Mantide 15G. Similar al 15F pero equipado con el menos potente sFH 18 150L29. Empleado por España y Rumania.


Mantide 19F. El ejército francés disponía de 30 cañones GPF Filloux 194L40 en barcazas Saint-Chamond (capturadas por Alemania y posteriormente retornadas), pero el mal estado mecánico hizo que se construyese una serie de autopropulsados Mantide para aprovechar los cañones. Sin embargo, el cañón de 194 mm solo superaba a los de 150 y 155 mm en el peso de los proyectiles, pues su alcance era inferior y tenía excesiva dispersión. Tras un corto servicio y al observarse que los tubos estaban muy gastados, se decidió rearmarlos con el cañón 15,5 K44, que era un cañón alemán recalibrado para emplear munición francesa.


Mantide DCA. Uno de los vehículos empleado en mayor número para la defensa antiaérea de las formaciones acorazadas. Estaba equipado con un montaje doble de cañones de 2 cm o de 2,5 cm). También fue empleado frecuentemente como cañón de asalto.


Mantide AtC. Desarrollado para el ejército francés que precisaba un cazacarros. El Mantide AtC llevaba el cañón Kwk 40 75L42 fabricado bajo licencia. Aunque era un arma potente y eficaz, la escasa protección de la barcaza hizo que se prefiriese el tanque Lince. También fue empleado como cañón de asalto, misión en la que la carencia de blindaje resultó aun más grave, y los ligeros proyectiles eran menos eficaces que los del Mantide 10F. Solo se construyeron 240 unidades.

Dibujos de Rey Tuerto modificados por Luis Sanz



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La cena que ofreció el regente al general Schellenberg en Schönhausen resultó tan extraña que, cuando finalizó, fue como despertar de un sueño. Von Lettow se hizo acompañar de su esposa Martha, pero cuando supo que su invitado iba a venir acompañado, me pidió que yo también asistiese, aunque recordándome que no era por mis inexistentes cualidades, sino por las de Herta.

A saber qué pareja podría traer el general. Hasta hacía poco se había dejado ver con Lina Heydrich, la viuda del infame ayudante de Himmler. No podía ni imaginarme cómo había podido conquistarla después del papel que había tenido en su muerte. Eso sí, muy buena elección no era, pues la señora iba difundiendo sus simpatías nazis, con escaso agrado por parte del regente. Al menos, Schellenberg era de los que volaban de flor en flor y había acabado por romper con la viuda, aunque para dulcificar la separación le regaló un palacete en una isla del Báltico.

Dios sabía quién podría acompañarle ahora. Hasta nos jugamos un día de sueldo. Yo apostaba porque vendría con alguna corista voluptuosa, mientras que Von Lettow pensaba que traería alguna otra nazi. Cuando se lo conté a Herta, me dijo que no teníamos ni idea de cómo era la gente, y aunque al general le gustasen montañas y valles —lo dijo estirando un tanto la espalda, para elevar sus pechos y permitirme atisbar un interesante desfiladero—, lo que le dominaba era el placer de sorprender.

La noche de autos llovía a cántaros, así que el regente, su esposa y Herta se quedaron en la entrada, mientras yo me adelantaba con un paraguas, pues era una reunión informal en la que sobraba el servicio. Schellenberg llegó con un uniforme que le sentaba como un guante —bastante mejor que a mí— y se adelantó para abrir la otra puerta. Yo me apresuré a protegerles de la lluvia, mientras me preguntaba de quién podía tratarse, pues la señora me sonaba y no sabía de qué. Era alta y delgada, entrada en años, y con un estilo un tanto extraño. Schellenberg la tomó del brazo, y yo los acompañé hasta el vestíbulo, donde quedé aun más intrigado al ver que doña Martha ponía los ojos como platos.

Von Lettow se adelantó para besarle la mano, aunque por su cara imaginé que él tampoco sabía quién podría ser. Pero el general nos sacó de dudas en seguida.

—Alteza, señoras —era la primera vez que le escuchaba dirigirse así al regente—, tengo el placer de presentarles a la señora Coco Chanel, de la que tal vez hayan oído hablar.

Entonces recordé que Herta me había dicho no sé qué sobre una costurera de moda que rondaba por Berlín. Viendo la expresión un tanto pícara que ponía mi chica, supuse que ella ya había adivinado quién iba a ser la invitada. A mí la Chanel no me sonaba mucho, salvo por haber visto su foto en alguna revista, pero luego Herta me dijo que era una de las diseñadoras más afamadas de París. Desde luego, doña Martha sí que debió reconocerla, de ahí su asombro.

Yo también estaba pasmado. No porque me interesasen los vestidos, salvo cuando enfundaban a Herta. Lo que me llamó la atención fue que Schellenberg la hubiese escogido, pues físicamente no valía un pimiento. Era delgaducha —el regente me comentó después que había visto tablas de planchar con más formas— y había dejado muy atrás su mejor época, suponiendo que la hubiera tenido, que era mucho suponer. Yo le eché cincuenta primaveras, y me quedé corto. La Chanel iba vestida con ropas que me parecieron más adecuadas para la playa que para una cena, con una blusa holgada y unos pantalones de pinzas que le colgaban, pues no encontraban caderas que modelar. Viéndola, supuse que la mujer tendría algún atractivo oculto, porque lo que era a la vista, desde luego que no.

Sin más ceremonias, pasamos a una sala donde serví unas copas de vino del Rin.

—Alteza —dijo el general—, veo que esta noche no vamos a estar rodeados de sirvientes. Me alegro, porque así podremos hablar a nuestras anchas. Roland ¿te has encargado de limpiar los micrófonos, como el otro día?

Yo asentí sin saber qué responder.

—Alteza, no sabe la fortuna que tiene con un ayudante tan diligente. Tomar precauciones nunca está de más. Cuando trabajé con el pobre Statthalter tuve que acostumbrarme a mirar por todos los rincones. Lo sigo haciendo, aunque ahora dirijo los servicios de inteligencia, pues tampoco me extrañaría que alguno de mis subordinados quiera hacerse con secretillos ¿Has encontrado muchos, Roland?

Balbuceé mi respuesta—. Mi general, creo que el comedor está limpio. Mi hermano, que como usted sabrá también sirve en el ejército, me dejó un detector de metales. He revisado las paredes sin encontrar nada.

—Me alegro, me alegro. Por cierto, veo que has traído a tu novia ¿Helga?

—Herta Dahmer a su servicio —dijo mi chica, con un tono un tanto sensual para mi gusto.

—Disculpe mi error, señorita. Espero que pronto cambie su nombre por el de Herta von Hoesslin. Aunque, hasta entonces, deberá permitirme disfrutar de su compañía. Me han dicho que usted es una persona realmente sorprendente.

Herta respondió a la insinuación con una sonrisa que me pareció menos forzada de lo que debiera ¿Schellenberg le resultaba atractivo, o eran los celos que me hacían ver visiones? De lo que no había duda era del efecto que mi chica había tenido sobre el general, que apenas podía contener miradas de soslayo. No me extrañaba, porque esa noche, en lugar de los vestidos severos de otras ocasiones, Herta había escogido uno claro, con escote alto, pero que se ajustaba a sus formas como la piel a una salchicha. Pude ver que no solo Schellenberg la miraba apreciativamente, sino también la Chanel ¿Únicamente interés profesional?

—Me halaga, general, que quiera convertirme en otra de sus conquistas —le contestó Herta, que a veces no tenía pelos en la lengua. No sé si la respuesta le hizo mucha gracia a la Chanel, pero Schellenberg salió del paso con un quite que hubiese causado furor en una plaza de toros madrileña.

—No son más que habladurías. Al decir de las gentes, he conquistado más plazas que Aníbal, Napoleón y Von Manstein juntos, pero no les haga caso. Como usted sabe, estoy felizmente casado —era notorias las desavenencias del matrimonio—. Esos cuentos los propalan envidiosos que no tienen la fortuna de la compañía de una persona como la señorita Chanel.

Noté que la respuesta no le desagradó a Herta; luego me dijo que había apreciado que no dijese mujer, belleza o algo así, sino persona. Pero eso fue una reflexión posterior, ya que el general siguió con sus zalemas. No sabíamos lo que se estaba reservando.

—De todas maneras, siempre será un placer conversar con usted, pero temo ser descortés con los dueños de la casa —dijo mirando a la esposa del regente. Martha reaccionó como lo había hecho Herta, demostrando el magnetismo que Schellenberg ejercía sobre cualquier fémina. El regente, que no se estaba enterando de la misa la media, se aburría como payaso en velorio, y propuso que pasásemos al salón. Yo ayudé a los presentes a sentarse, que no en balde estaba allí de ayudante. Entonces el general se preparó para lanzar su bomba.

—Alteza, si no le importa, me gustaría encomendar una tarea a su ayudante —el regente asintió y Schellenberg siguió—. Roland, como sé que se te dan muy bien las maniobras tras las cortinas, sería bueno que mires por los rincones y detrás de las puertas. Lo que se va a decir esta noche no debe llegar a oídos extraños.



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En la reorganización de las fuerzas armadas también se dio gran importancia a la potenciación de las defensas antiaéreas. La experiencia bélica demostraba que, a pesar de la superioridad de la Luftwaffe sobre sus enemigos, era prácticamente imposible detener todos ataques aéreos, sobre todo los nocturnos contra las ciudades.

La artillería antiaérea alemana había disfrutado de privilegios gracias al poder del Statthalter Goering, que también dirigía la fuerza aérea. De ahí que dispusiera de armas excelentes: disponía de varios cañones pesados de gran rendimiento, no solo el famoso de 8,8 cm (en dos versiones, el Flak 18/36/37, y el más potente Flak 41), sino también el Flak 38 de 10,5 cm, y el Flak 40 de 12,8 cm. Ahora bien, estas armas solo eran útiles contra aviones que colaran a alta cota. Por otra parte, la defensa contra la aviación táctica dependía de cañones de 2 y de 3,7 cm. Los de 2 cm los había en montajes simples y cuádruples. Estos últimos eran pesados, pero muy efectivos, sobre todo cuando se montaban en vehículos (en los socorridos chasis Geschützwagen III/IV). En 1945 se empezó a distribuir el 2 cm Flakvierling 44, que empleaba una dirección de tiro radiotelemétrica Grundig Gr 02 letal contra aparatos a baja cota.

El cañón de 2 cm era ligero, pero de alcance y potencia limitada. Se complementaba con el Flak 36/37 de 3,7 cm, similar al Bofors de 4 cm aliado, un arma de origen sueco que también fue empleada a pequeña escala por el ejército germano. Como con el cañón de 2 cm, del cañón del 3,7 también hubo una versión autopropulsada con dirección de tiro por radiotelémetro.

Ahora bien, entre los cañones de 3,7 cm y los de 8,8 cm quedaba un hueco que hacía que los bombarderos tácticos a media altura fuesen casi invulnerables: un aparato rápido que volara a 3.000 m de altura estaba fuera del alcance de las armas de pequeño calibre, pero las más pesadas no podían seguirlo, y la relativamente baja cadencia de tiro hacía muy improbable alcanzarlo. La marina tenía varios cañones motorizados que serán muy eficaces contra las aeronaves que volaban a esas alturas, pero eran piezas que pesaban decenas de toneladas. Algunas se emplazaron en bases navales, pero era inviable equipar con ellas a los ejércitos en campaña.

Para cubrir ese «hueco» se desarrolló el cañón Flak 41 de 5 cm, basado en el antitanque del mismo calibre, pero resultó una pieza defectuosa. Afortunadamente, la marina necesitaba un cañón del mismo tipo, y en 1944 entró en servicio el Flak 45 de 5,5 cm, que empleaba un sistema de municionamiento mejorado (el principal defecto del Flak 41) y que se podía acoplar a direcciones de tiro electrónicas. Sin embargo, las demandas de la marina hicieron que el cañón solo empezase a ser entregado al ejército en 1946. SE estudió una versión autopropulsada, pero su desarrollo no había finalizado cuando terminó el conflicto.

Ahora bien, para mejorar la eficacia de la artillería antiaérea del ejército, más útil que el desarrollo de nuevas piezas antiaéreas, fue el gran programa de armas antiaéreas liderado por el mariscal Kesselring. El primer paso (o salto, mejor dicho) se produjo en 1943, cuando los cañones pesados recibieron munición con espoleta de proximidad que multiplicó su eficacia (pasaron a necesitarse entre siete y diez veces menos proyectiles para derribar un avión). El desarrollo de direcciones de tiro electromecánicas basadas en radiotelémetros también hizo más eficaces a los cañones antiaéreos, sobre todo a los de baja cota. Ahora bien, al mismo tiempo se produjo otro avance que arrumbaría como obsoletos a la mayoría de estos cañones: la aparición de los cohetes antiaéreos (apodados «zombis»). En 1944 entró en servicio el sistema Fafnir, el primero del mundo, que era una instalación fija destinada a proteger las ciudades alemanas. Similares misiones tenían otros sistemas como el Wasserfall o el Rheintocher, y al tener la ventaja de ser semimóviles también se emplearon para proporcionar protección a los ejércitos del Pacto. El primer cohete antiaéreo móvil fue el X-5 Zwerg, destinado a combatir a los cazabombarderos y a los bombarderos a baja cota; además, resultó eficaz como antitanque de largo alcance. En 1946 entró en servicio el Lindwurm, y en 1948 el Nahgstrecke, un salto adelante frente a modelos previos y que, junto con versiones mejoradas del Zwerg, se encargaron de la defensa antiaérea, reemplazando los demás sistemas salvo los cañones automáticos de baja cota.

Otras armas también se beneficiaron de los nuevos desarrollos. Los ingenieros recibieron blindados especializados: excavadoras blindadas capaces tanto de abrir pasos caminos como de rescatar a otros tanques, vehículos acorazados de asalto fuertemente blindados y armados, etcétera. La experiencia bélica, además, había demostrado la importancia del cruce de los ríos, y se desarrolló una gama de vehículos expresamente pensados para esta función, que incluían pontones plegables (para facilitar su transporte), puentes portátiles prefabricados capaces de soportar el peso de tanques pesados (los famosos Lacknerbrücke o puentes Lackner, por su inventor), u otros lanzables que se podían colocar sobre zanjas u arroyos desde blindados especializados. Para proporcionar apoyo blindado en las fases iniciales del cruce de los ríos, se diseñaron los Tragbarefähre, transbordadores que podían llevar un tanque pesado, y que estaban divididos en dos piezas que se podían transportar en camiones pesados o en blindados, y que se botaban y montaban en unos minutos.

La logística también se benefició de la reforma. Las operaciones en África y Mesopotamia, donde apenas había vías ferroviarias, habían mostrado la importancia del transporte por carretera. Hasta el momento, el ejército germano había dependido sobre todo del ferrocarril, ya que carecía de camiones en número suficiente, eran de escasa capacidad, y los de origen civil no estaban preparados para el duro trato que recibían. El panorama cambió cuando se empezaron a recibir los nuevos camiones medios y pesados de Opel, Henschel, Mercedes y Tatra, muchos de ellos articulados. Estos vehículos de gran capacidad eran más eficientes en gasto de combustible, empleo de personal y saturación de las líneas de comunicación. Los camiones más antiguos fueron relegados a misiones secundarias o a la retaguardia, y se devolvieron los civiles a sus propietarios; junto con la mayor disponibilidad de combustible, supuso un empujón a la economía bélica.

Un papel menor, pero necesario en determinadas operaciones, sobre todo las que se efectuaban en escenarios lejanos, fue el que tuvo el transporte aéreo. De hecho, había sido la Luftwaffe la primera fuerza aérea en crear un servicio de transporte bien equipado, que aprovechaba las excelentes cualidades del Junkers Ju 52 (apodado como «Tante Ju», tía Ju). Ahora bien, era un aparato que tenía limitaciones: a pesar de ser muy resistente, estaba empezando a mostrar la antigüedad de su diseño (su desarrollo se había iniciado casi quince años antes y se basaba en el anterior Junkers F 13, un aparato desarrollado inmediatamente tras el final de la Gran Guerra), tenía una capacidad de carga limitada, y tenía una velocidad y un techo limitados. Los Junkers 52 se complementaban con unos pocos Focke Wulf Fw 200, un cuatrimotor de gran alcance, pero que tuvo que ser destinado al reconocimiento marítimo.

El reemplazo al Junkers 52 se encontró en Holanda: la factoría Fokker había adquirido la licencia y los planos de los aviones de pasaje Douglas DC-2, DC-3 y DC-5, y con la colaboración nipona (ya que Nakajima también había adquirido la patente del DC-3) se inició la producción del Fokker F.25. En servicio, el aparato holandés tuvo un enorme éxito, e incluso rindió mejor que la aeronave estadounidense original. El F.25 tenía tanta capacidad y era tan veloz como el Fw 200, aunque con menor alcance, su resistencia era proverbial, y fue empleado para todo tipo de misiones. Se construyó en gran número (1.720 en Holanda por Fokker, 3.200 en Francia por Amiot, y 150 en España por CASA). En 1945 se inició la producción del F.26, un excelente transporte táctico basado en el DC-5, pero del que solo fueron entregados unos centenares antes del final del conflicto.

El transporte táctico se complementaba con unos pocos Messerschmitt Me 323 Giant de seis motores, el único aparato alemán capaz de llevar un vehículo, pero resultó tan problemático que solo se construyeron treinta. Más importantes fueron los Gotha 244 y 344, aviones derivados del planeador Go 222, y el Fieseler Fi 168 «Kurz» un monomotor biplano de aspecto obsoleto que resultó insustituible como transporte ligero.

Durante la guerra, las operaciones en escenarios lejanos mostraron la necesidad de aparatos de gran alcance. El Fw 200 no era el ideal, y para reemplazarlo se diseñaron el Junkers 290 y el Focke Wulf 300; de este último se construyeron más de seiscientos ejemplares que se emplearon, sobre todo, como transportes de personal y como aviones hospital. Al final de la guerra entraron en servicio (aunque en número reducido) los Fw 401, de transporte de personal, y Fw 402, de carga.

El suministro a las tropas mejoró no solo con la mejora de los medios de transporte, sino con la racionalización de la logística. Al principio de la guerra, y a pesar de operarse cerca de Alemania, era una pesadilla. Se debía a que el rearme acelerado alemán había hecho que se construyeran multitud de tipos, tanto armas como vehículos, de los que había además demasiadas variantes; en este caos también habían tenido papel los inconfesables intereses de demasiados empresarios. Los éxitos militares y la captura de equipos de diversas procedencias agudizaron el problema, que terminó de empeorar al tener que desarrollar sistemas nuevos debido a la amenaza soviética. Por ejemplo, en 1942 estaban en servicio nada menos que cinco modelos de carros de combate alemanes y dos checos, con varias versiones de cada uno, más los capturados a los franceses, más los vehículos de apoyo y cazacarros basados en esos chasis.

La primera medida racionalizadora fue disminuir el número de tipos y sus versiones. Obviamente, no podían ser dados de baja debido a las grandes necesidades bélicas, pero se decidió (por limitarnos a los carros de combate) equipar al ejército solo con los Panzer III, IV y VI (los famosos Tiger), y los vehículos capturados y los obsoletos pasaron a la reserva, se emplearon como vehículos auxiliares, o se transfirieron a los aliados. Además, se diseñaron unos pocos chasis comunes destinados a cubrir todas las misiones: las famosas familias Jaguar, Kätzchen o Mangouste/Mantide. Similares medidas se emplearon en todos los campos, aprovechando la desaparición de los «Taifakönigreiche», los reinos de taifas, en las fuerzas armadas germanas.

Además de la disminución de tipos, los servicios logísticos adoptaron una nueva organización que tomaba como modelo la de empresas civiles, y que se apoyaba en parte en las nuevas máquinas de computar, con las que se podían conocer tanto las existencias disponibles, como los artículos demandados, y su urgencia. La mejor organización, unida a la creciente capacidad industrial del Pacto, permitió aprovisionar a las fuerzas en campaña hasta en escenarios muy distantes.



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Domper
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Crisis. El Visitante, tercera parte

Mensaje por Domper »


Yo ya suponía que a Schellenberg le habría mosqueado no haber podido espiar la cena del regente con Von Manstein, pero tras sus insinuaciones me quedé preocupado. Le daba vueltas a la cabeza, intentando adivinar lo que realmente sabría, pero poco me duró tal estado, ya que en seguida tuve algo bastante más importante en lo que pensar.

—La sopa es excelente —dijo el general.

—Gracias —contestó Von Lettow—. La verdad es que tengo un cocinero que no me lo merezco.

—Cierto, cierto. Además, siempre se agradece que no haya tropezones —el regente le miró con extrañeza, pero Schellenberg se explicó—. He visto que Roland revisaba la sopera antes de servir. Bien hecho, que no será la primera vez que se encuentre con alguna con doble fondo. No sé si lo sabrá, pero Grundig está fabricando unas grabadoras de alambre minúsculas, y sería desagradable encontrarlas en la sopa.

Reímos la ocurrencia, pero en seguida la conversación se hizo seria.

—Si no le importa, Alteza, lo que voy a decir no debe salir de aquí. Roland, haz el favor de volver a asegurarte de que no haya nadie escuchando tras las puertas o bajo las ventanas.

Hice la inspección obedientemente, y me quedé en la entrada, atisbando de vez en cuando por la rendija de la puerta. Mientras, el general empezó a contar lo que se traía entre manos.

—Alteza, supongo que les extrañará mi compañía, estando como estoy infelizmente casado. La verdad es siempre es un placer ser acompañado por la fascinante señorita Chanel —viendo como sonrió, comprendí que la modista francesa estaba cautivada por Schellenberg—, pero si la he invitado no es para presumir de conquistas. La he traído para que la conozcan, y para que sepan el servicio que puede rendirnos. A nosotros, a nuestra patria, a la suya francesa, y a la Humanidad.

Von Lettow estaba con la mosca tras la oreja, y ya no tenía paciencia para más rodeos—. Abrevie, general, o llegarán los postres y aun estará dándole vueltas.

—Disculpe, Alteza. Si mis cortesías eran excesivas, se debía a que es la primera vez que estoy ante la realeza —esta vez lo dijo con retintín—. Algo que no puede decirse de mi amiga, que puede presumir de la amistad de Eduardo VIII.

Schellenberg nos contó que Coco Chanel había frecuentado la alta sociedad europea, y que en los años veinte la habían introducido en la británica de la mano del duque de Westminster, un aristócrata ricachón (rico con mayúsculas, pues poseía media Inglaterra) de simpatías filonazis. El duque se había prendado de la modista, que se dejó querer y recibió, de paso, opíparos regalos. Los dos mantuvieron la relación durante diez años, aunque no fue exclusiva, y tanto el duque como la diseñadora mantuvieron amoríos por su cuenta. Durante ese tiempo la Chanel conoció a un tal Winston Churchill, que por entonces parecía un prometedor político, pero cuya carrera pareció irse por el retrete cuando metió la pata durante una huelga general. A la Chanel incluso le presentaron al príncipe de Gales, el futuro Eduardo VIII.

—Fueron buenos años, antes de que se hundiese la bolsa y que casi me arruinase —continuó Coco Chanel, medio en francés medio en mal alemán—. Disfruté muchísimo con Bendor, como llamábamos al duque, pero al final decidimos seguir cada cual nuestro camino. Nos separamos como amigos, y hemos mantenido la relación. Incluso cuando vosotros conquistasteis mi país, hubo amigos comunes que nos pusieron en contacto. Por ellos sé de la terrible situación que se vive en Londres, que está al borde de la revolución. No creo que interese ni a vuestro país ni a Francia que los bolcheviques se adueñen de Inglaterra. He recibido una carta de Bendor, pidiéndome que medie para llegar a un acuerdo de paz razonable.

Era la segunda vez que escuchábamos una propuesta similar, indicio de que los aristócratas y los plutócratas ingleses veían acercarse su San Martín. En parte los entendía, que no en vano llevaba un Von en el apellido, similar al que ostentaba el regente. Aunque había una diferencia: la nobleza prusiana sabía que sus privilegios conllevaban el servicio a la nación, mientras que los ingleses pensaban que el país era su parcela privada. Como ya conocía lo que pensaba Von Lettow, esperaba que explotara; por eso me sorprendió su comedida respuesta.

—Interesante. Al fin parece que se ofrece una salida a la catástrofe en la que estamos metidos. Concretamente ¿Qué es lo que dicen? —preguntó a la francesa.

—Según me comenta Bendor, la situación de su país requiere medidas enérgicas. Cree que la revolución es inevitable si no se produce una intervención alemana.

—¿Una intervención nuestra? ¿Cómo?

—Alteza, lo mío no son las guerras sino las telas. No sabría decirlo, Pero Bendor me ha insistido que tendrá que haber tropas alemanas en Londres si no queremos que a los bolcheviques se hagan con Inglaterra.

Entonces intervino Schellenberg—. Alteza, perdone a mi acompañante, que solo es la portadora de la propuesta. Parece obvio que nuestros soldados únicamente podrán llegar tras un armisticio; si fuese necesario un desembarco, sobraría tal acuerdo. Lo que el duque de Westminster propone es la destitución del primer ministro Churchill, la abdicación del rey y la reinstauración de nuestro amigo Eduardo VIII.

—¿Amigo nuestro? —repuso el regente—. Es la primera noticia que tengo de tal devoción, pero su usted lo dice, lo será. Lo que no sé es cómo conseguiremos que Churchill caiga porque, que yo sepa, la nobleza no tiene potestad para cesar a un primer ministro incómodo.

—Poder legal, no, pero hay otras maneras. De Churchill se encargarán los de Westminster, pero necesitan es que aflojemos un poco la presión. De lo contrario, el duque cree que en cualquier momento se desencadenará la revolución. Nos promete que en un mes tendrá suficientes apoyos. Yo no sé si lo logrará, pero tampoco creo que pase nada por darles un mínimo respiro, que no creo que los saque del abismo. He intentado hacérselo entender al mariscal Von Manstein, pero ya sabe cómo se puso. Igual usted podría convencerle.

—Un mes. Tal vez sea posible —respondió el regente—. El almirante Marschall dijo el otro día que necesitaba un poco más de tiempo para preparar la invasión. Estoy pensando que ni siquiera tendríamos que detener las operaciones. Bastaría con mantener el bloqueo y continuar atacando las costas. Si con eso no basta para que capitulen, Marschall tendrá que resolver de una vez este enojoso asunto.

—Me alegra que me entienda. Ahora yo creo que podríamos dejar de conspirar y hacer un poco de caso a las damas ¿Le parecerá bien si continuamos con la cena?



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Una cuestión crucial fue la seguridad de las comunicaciones. Al principio del conflicto, las tres ramas de las fuerzas armadas alemanas empleaban variantes de la máquina electromecánica Enigma, un sistema que permitía enviar mensajes rápidamente y que, en teoría, resultaba imposible descifrar. Por desgracia, no era así.

Durante el verano de 1940 el general Walter Schellenberg, al que el Statthalter Goering había puesto al frente de los servicios de inteligencia alemanes, empezó a recelar de su seguridad. Había advertido que los ingleses estaban demostrando tener una sospechosa capacidad para predecir los movimientos alemanes. Ya que no tenía pistas sobre el origen de la filtración, y como podía ser humana (posteriormente se descubrió que tanto los aliados como los soviéticos tenían agentes en puestos de responsabilidad de las fuerzas armadas germanas), decidió tender trampas a los británicos, enviando mensajes ligeramente diferentes por cada medio. Lo sorprendente fue que los británicos parecían conocer únicamente los cifrados con la máquina Enigma.

Los expertos siguieron afirmando la absoluta seguridad de la máquina, pero las pruebas en su contra fueron abrumadoras. Durante los combates aéreos sobre Inglaterra los británicos aparentaban tener la fortuna de su lado; ahora era evidente el motivo. Algo similar ocurría en el mar, donde demasiadas veces los convoyes conseguían escurrirse por los huecos de las líneas de vigilancia de submarinos. Los creadores de Enigma seguían defendiendo su sistema, pero el general Schellenberg ordenó que los analistas del B-Diest hicieran un análisis independiente. No tardaron en encontrar debilidades, no solo en los procedimientos, sino en el sistema en sí. La sospecha se confirmó cuando un técnico polaco de la empresa AVA (que había fabricado equipos criptográficos para los polacos) declaró durante su interrogatorio que su empresa había fabricado varias máquinas que leían los códigos de Enigma. Una investigación más a fondo descubrió que los polacos habían conseguido romper el cifrado alemán mediante una combinación de espionaje y del genio de unos criptógrafos que habían huido a Francia, donde fueron capturados durante ese año y el siguiente.

El resultado de la investigación mostró que la máquina Enigma era intrínsecamente insegura. Modificando los rotores, las claves, y empleando mejores procedimientos se podría mantener la seguridad de las comunicaciones, pero solo temporalmente. La Kriegsmarine sustituyó sus Enigma por un sistema de cifrado muy complejo que implicaba el empleo de claves aleatorias, seguro pero engorroso, ya que la distribución debía ser física. La marina podía hacerlo ya que solo debía comunicarse con unos centenares de estaciones y de buques, pero el ejército tenía decenas de miles de estaciones, y un método de clave única era inviable.

La solución estuvo en los inventos del Dr. Fritz Menzer, que diseñó equipos manuales de cifrado que se utilizaron para las comunicaciones tácticas, así como como el SG-41 y su derivado SG-42, que eran desarrollos del sistema SG-39. El SG-39 era una máquina electromecánica de cifrado que empleaba rotores (de manera similar a la Enigma) y cilindros de conexión, pero añadiendo tal grado de complejidad que la hacía mucho más segura. Asimismo, se revisaron las prácticas para evitar nuevos errores que debilitasen el sistema. Por ejemplo, cuando durante la primavera de 1942 un operador envió un mensaje que solo incluía letras «U», se ordenó la sustitución de todos los cilindros y rotores, y la modificación del funcionamiento interno de la máquina; además, el operador tuvo que afrontar un consejo de guerra y una dura sentencia. La SGp-42 era más ligera que la SG-41 al ser uno de los primeros equipos en utilizar lifenes; además, era capaz de imprimir directamente los mensajes. La posterior SG-43 empleaba cintas perforadas para transmitir y recibir a alta velocidad, y la SGp-43 era similar, pero con lifenes. En estas, hubiera bastado con la velocidad de transmisión para evitar la intercepción, ya que los aliados dependían de operadores manuales.

El equipo de Menzer también descubrió un gravísimo error que se había cometido con la máquina Lorenz SZ-40, que se utilizaba para cifrar los mensajes de teletipo: un operador había enviado dos mensajes casi iguales con la misma clave. Si los criptógrafos enemigos los comparaban serían capaces de deducir el método de cifrado. Este nuevo error (que, como el del anterior caso, fue castigado severamente) era mucho más peligroso ya que, mientras que la Enigma y la SG-41 se utilizaban para las comunicaciones tácticas, la SZ-40 se empleaba en la red de alto mando. La máquina Lorenz fue rediseñada y se sustituyó su mecanismo por otro emparentado con la SG-42, aunque todavía más complejo, que consiguió que la seguridad de la SZ-43 se mantuviera hasta los años cincuenta. Por otra parte, el error que había hecho vulnerable al sistema SZ-40 fue empleado contra los aliados, ya que los servicios de inteligencia alemanes crearon una red que intercambiaba mensajes falsos destinados a confundir a los equipos de descifrado enemigos. Tras el conflicto se supo que los analistas aliados, tras fracasar con las SG-41 y SZ-42, se centraron en la red SZ-40, la única que seguía siendo vulnerable y que, aparentemente, proporcionaba información de gran valor. Además, los germanos actualizaron periódicamente la SZ-40, aunque sin olvidar cometer «errores» tales como emplear frases hechas en la misma posición o, de nuevo, reenviar el mensaje (una estación respondió no haberlo recibido bien, y la emisora lo repitió pero, como se ha dicho, con otra clave; obviamente, se trató de una simulación). Mantener esa red falsa supuso un gran esfuerzo, ya que en realidad descansaba en unas pocas máquinas y no muchos más operadores. Por ejemplo, ya que para un operador con experiencia era fácil reconocer el «estilo» de otro operador, fue preciso desarrollar sistemas de cinta perforada que emitían automáticamente y no manualmente, impidiendo que los aliados descubrieran que la red dependía de muy pocos emisores. Esa red falsa se rodeó de un secreto prácticamente total, impidiendo (por ejemplo) que los participantes se expusieran a ser capturados. Asimismo, por la red se transmitió información real (a veces, delicada) y se introduciendo con sumo cuidado los mensajes falsos, para que no pudieran ser detectados con métodos analíticos. Así se consiguió que durante toda la guerra los mandos aliados creyeron en la verosimilitud de los mensajes interceptados.

Otro método que incremento la seguridad, esta vez en las comunicaciones tácticas, fue que a partir de 1945, se distribuyeron radios de espectro ampliado con salto de frecuencias. Estos equipos, basados en los omnipresentes lifenes (que durante años fueron distintivo de la electrónica alemana) eran muy difíciles de interceptar o de interferir. Aunque su seguridad no bastaba para mensajes de alto nivel, permitieron prescindir de los sistemas manuales de cifrado táctico.

Paralelamente, se crearon unidades especializadas en interceptar e interferir las redes radiales enemigas. Disponían de equipos móviles para la intercepción y la grabación (que ya en 1943 se hacía con sistemas electromecánicos), tenían emisores de interferencias de gran potencia, así como de sistemas de localización de los emisores enemigos, para poder destruirlos empleando artillería de largo alcance. Las compañías de guerra electrónica fueron asignadas a los cuerpos de ejército y, posteriormente, a las divisiones. La combinación de comunicaciones seguras, de la perturbación de las comunicaciones del enemigo, y de la identificación y destrucción de los centros de comunicaciones enemigos (generalmente situados junto a los puestos de mando) supusieron un multiplicador que se estimó que equivalía a duplicar la potencia de fuego.



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