Tras sobrevivir a un accidente, militares mueren en rescate
La acción se produjo después de que un avión Strikemaster MK-89 de la FAE cayera a tierra
Ni bien las Fuerzas Armadas (FF.AA.) se reponían del luto provocado tras el accidente de un avión Beechcraft, el jueves pasado en Quito, la tragedia golpeó otra vez a la institución armada.
Dos oficiales: el teniente Rafael Durango Allan, de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) y el subteniente del Ejército, Édgar Vinicio Barahona, murieron ayer tras el accidente de un avión Strikemaster MK89 de combate de la FAE.
El hecho se registró en un sector selvático ubicado a 45 kilómetros al suroriente de Lago Agrio, cercano a Joya de los Sachas. Pero la muerte de los uniformados, paradójicamente, no se produjo por el impacto de la vieja aeronave de 35 años de servicio, sino durante una operación para rescatar al miembro de la tripulación.
El MK-89 en el que volaban Durango y su copiloto, el subteniente Cristian Fustillos, habría sufrido un desperfecto que los obligó a eyectarse, es decir a evacuar con sus paracaídas.
Según el jefe de Estado Mayor de la FAE, Leonardo Barreiro, la aeronave junto a otras dos de similares características cumplía una misión de entrenamiento con tripulaciones “calificadas”, desde la base aérea de Lago Agrio.
El avión Strikemaster volaba a 13 mil pies de altura en aparente normalidad. Pero a las 10:38, se dio la alerta desde los aviones vecinos, cuyas tripulaciones se percataron del problema pero se aseguraron de que los dos ocupantes se eyectaron, abrieron sus paracaídas y descendieron entre la espesa selva.
Sin perder tiempo, uno de los pilotos tomó las coordenadas del lugar y comunicó a la base de Lago Agrio. De inmediato dos helicópteros del ‘Ala 22 de Rescate Guayaquil’ localizaron a las víctimas, incluso se contactaron por radio. “Supimos que estaban en buenas condiciones y pedimos la colaboración del Ejército para el rescate”, contó Barreiro.
A pesar de lo complejo de la operación rápidamente se desplazó un helicóptero MI-171 de la Fuerza Terrestre, que logró su objetivo y rescató a Fustillos.
En posición estacionaria, el subteniente Barahona descendió del helicóptero y logró extraer al oficial, quien quedó a buen recaudo en la aeronave. El procedimiento se repetía con Durango, pero en el ascenso hasta el helicóptero se rompió el cable de acero que los sostenía, lanzándolos al vacío y provocando su muerte en tierra.
El rescate de los cuerpos de los dos militares se complicó a causa de las condiciones geográficas ya que se trata de una zona selvática, por lo que fue necesario habilitar un helipuerto en el sitio. Hasta ahí solo se accede vía aérea, por lo que el levantamiento de los cadáveres lo realizaron los fiscales de Lago Agrio, Nelson Guamán y Marco Pérez, en Lago Agrio.
A las 17:00 los cadáveres de Durango y Barahona fueron rescatados y trasladados a la morgue de Lago Agrio, donde se les practicó la autopsia. Aproximadamente a las 20:00 fueron velados en una improvisada capilla ardiente en el Batallón 53 de esta ciudad.
En tanto, el oficial Fustillos, quien salió ileso, según fuentes militares, fue enviado a Quito para reunirse con su familia.
Hoy a las 07:00 se retomarán las labores de recuperación de los restos de la aeronave siniestrada, mientras que a partir de las 08:00 está previsto el traslado de los cuerpos hacia la capital. (LCF-MAB)
Teniente Durango dictó una charla antes del accidente Hace una semana, el teniente Durango salió desde Manta con destino a Lago Agrio junto a un grupo de pilotos, a bordo de una escuadrilla de los Strikemaster con el objetivo de realizar operaciones de control de la frontera norte.
El desaparecido oficial, oriundo de Quito, estaba a cargo de la Jefatura de Relaciones Públicas en la Base Aérea Eloy Alfaro de Manta. Allá fue asignado hace más de un año.
Sus compañeros lo recuerdan como una persona gentil y en lo profesional, un experimentado piloto de los aviones MK-89, que pertenecen a la escuadra de Los Halcones.
En la Base Aérea de Manta, se conoció sobre la tragedia a a las 14:30. Nadie podía creer lo ocurrido ya que Durango antes de cualquier operación analizaba toda la agenda a cumplir: rutas, acciones, incluso los “mínimos” detalles, recuerda un compañero.
En diciembre pasado, lejos de imaginarse que moriría, dio su última lección de la tarea de un piloto. Durante una entrevista explicó que existen dos clases de situaciones: la primera en la que todo se planifica y las emergentes en las que se pone en práctica toda la capacidad que se posee.
El jefe del Comando Conjunto, general Fabián Varela, siguió con atención los acontecimientos desde que se reportó el accidente aéreo.
De acuerdo a los primeros reportes a los que tuvo acceso, al parecer se desprendió algo del avión MK-89 y empezó a dar vueltas. “Eso los obligó a eyectarse, el uno estaba en tierra cuando me informaron y el otro colgado de un árbol”.
A criterio de Varela, son accidentes propios de la profesión y los riesgos que asumen los uniformados al manejar armas y pilotear las aeronaves. Reconoció que estas aeronaves tienen sus años por lo que no descartó que el siniestro se deba a la vetustez.
El jefe del Comaco, expresó su solidaridad a los familiares de los fallecidos. (LCF/DPC )