A puerta cerrada
"A puerta cerrada" es una de las más conocidas obras de Jean Paul Sartre. En ella, el filósofo francés sostiene la idea de que el infierno son los otros, desarrollando el pensamiento de Hobbes de que "el hombre es un lobo para el hombre".
Como auténticos lobos para el ciudadano, los depredadores que habitan el Congreso de los Diputados aprobaron ayer, a puerta cerrada, la compatibilidad del cargo de diputado con otras ocupaciones remuneradas.
Los mismos que, con su ineptitud, llevan a España a una cifra record de desempleados, hacen ahora compatible sus cargos de "representantes de la nación con los negocietes privados.
Con esta actitud -para nada novedosa y que alcanza por igual a todos los partidos- los diputados españoles manifiestan su desprecio por la representación política que ostentan y a la que, por respeto a sus electores, deberían entregarse en cuerpo y alma. Además, dejan patente su insensibilidad ante el drama que el desempleo supone en las familias españolas. Cuando se cuentan por millones los trabajadores en paro, sus señorías se conceden el privilegio del pluriempleo.
La falta de sintonía de la casta política con el pueblo que padece los rigores de la crísis es insultante. Los ciudadanos que, con sus impuestos, pagan el sueldo a los diputados -muy por encima de la media-, observan con impotencia como el altísimo índice de absentismo de sus señorías sólo se rompe cuando de obtener ventajas se trata.
Los privilegios de los que gozan nuestros políticos no tienen ninguna justificación. Desde luego no en razón de su rendimiento cuando España es hoy una ruina física y moral. Lo razonable es que el sueldo de los diputados -nacionales o de taifa- esté referenciado al Salario Mínimo Interprofesional. Lo justo es que se derogue la disposición legal que garantiza a los diputados la máxima pensión con una sola legislatura de ejercicio. Lo decente es que el cargo de diputado sea incompatible con ninguna otra actividad remunerada.
Y si así no le resulta atractiva la política a todos los que hoy la ejercen como profesión, pues mejor. Que se vayan y que dejen los destinos de la nación y del pueblo en manos de quienes entiendan la política como un servicio público y no como un negocio.
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