El Conflicto con Corea del Norte (archivo)
- mikel hernandez gonzalez
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bueno,eso es cierto,pero la verdad es que un simple ataque artillero...causara daños y muertos,pero tampoco creo que destruya seul,tu fijate la cantidad de tropa,aviones y barcos que poseen los americanos en la zona,sin contar con fuerzas surcoreanaas,y japonesas....en cuanto unos cuantoas cañones abririan fuego,se hace despegar en alerta unos cuantos cazabombarderos,o responden con artilleria o lo que sea,lo que quiero decir es,que rapidamente los americanos pueden dar una respuesta y muy contundente
- mikel hernandez gonzalez
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bueno,ya hay grandes formaciones de ambos paises por la zona,es cierto,pero no es lo mismo ver unas grandes formaciones por la zona paseandose,bueno,entrenando,patrullando,lo que sea....que a que esten apuntando a seul,ademas aunque las formaciones de corea del norte son superiores en numero a las americanas y surcoreanas,el factor tactico de superioridad armamentistica y tecnologia le da ventaja a los yankis,ya que tu supon lo de los cañones disparando hacia seul y sus fuerzas de tierra atacando masivamente la frontera....es posible que a los yankis y surcoreanos en la zona,al verse tan superados en numero los hagan huir,o algo asi,pero a nada que resistan los yankis,ya tienen a su aviacion y artilleria y tanques dando apoyo
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mikel hernandez gonzalez escribió:bueno,eso es cierto,pero la verdad es que un simple ataque artillero...causara daños y muertos,pero tampoco creo que destruya seul,tu fijate la cantidad de tropa,aviones y barcos que poseen los americanos en la zona,sin contar con fuerzas surcoreanaas,y japonesas....en cuanto unos cuantoas cañones abririan fuego,se hace despegar en alerta unos cuantos cazabombarderos,o responden con artilleria o lo que sea,lo que quiero decir es,que rapidamente los americanos pueden dar una respuesta y muy contundente
Esta claro que en una hipotetica guerra al final acabaría venciendo Corea del Sur/USA simplemente porque como tu dices los americanos irian llevando más y más tropas hasta la conquista (aunque con las guerras de Afganistan e Irak que actualmente mantienen no creo que pudieran destinar muchos recursos ya que mantener 3 guerras a la vez...)
Pero si por sorpresa los norCoreanos decidieran atacar el daño sería enorme, a nivel artilleria Seul sería bombardeada TOTALMENTE ya que la carcania es ENORME con la frontera y prácticamente cualquier misil llegaría.
No se exactamente la distribución de las tropas americanas/surcoreanas a los largo del paralelo 44 (creo que es ese), pero es posible que Corea del Norte consiguiera avanzar bastante antes de que los americanos pudieran reaccionar con más medios que los destinados allí....
Otra historia sería si Japon decidiera ayudar a USA con aviones, barcos y soldados, entonces la respuesta sería mucho más rápida debido a la cercania.....
- mikel hernandez gonzalez
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mikel hernandez gonzalez escribió:si eso es cierto,pero japon ayudaria totalmente a los yankis,sin dudarlo,no creo que les permitan tener bases americanas alli por nada
Bueno....
Tampoco pondría la mano en el fuego....
Japón se ha mostrado totalmente contraría a la politica nuclear de Corea del Norte y son enemigos también "declarados", pero una cosa es que dejen sus bases a los americanos y otra muy distinta es que entren en una guerra abierta con un país nuclearque está tan cerca de sus ciudades....
Volvemos a lo mismo de antes, Japón no creo que se preocupe de una posible invasion, que logicamente NUNCA sería posible pero sí de cara a un bombardeo (aviones, artilleria, misiles....)....
- mikel hernandez gonzalez
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celorios escribió:Esta claro que en una hipotetica guerra al final acabaría venciendo Corea del Sur/USA simplemente porque como tu dices los americanos irian llevando más y más tropas hasta la conquista (aunque con las guerras de Afganistan e Irak que actualmente mantienen no creo que pudieran destinar muchos recursos ya que mantener 3 guerras a la vez...)
pero ten en cuenta que contra corea del norte corea del sur estaria junto a EEUU,y tal vez los coreanos se encargarian de la ocupacion
Pero si por sorpresa los norCoreanos decidieran atacar el daño sería enorme, a nivel artilleria Seul sería bombardeada TOTALMENTE ya que la carcania es ENORME con la frontera y prácticamente cualquier misil llegaría.
100% deacuerdo
un saludo
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gersalren, criatura... que veo que no llegas a cinturón blanco-amarillo de juche. Te cuento:
Si quieres que alguien te tome en serio y que valore en algo tus comentarios, por favor, respeta a los foristas. No escribas trolladas. ¿Quieres que te ponga la cara colorada y te deje como un mentiroso engreído?
Allá voy.
Ya te he dicho que cuando uno sostiene una cosa discutible, es mejor aportar datos. Mira, te pongo un ejemplo de uso de datos para usar como argumentos en discusiones:
Dato 1. NO HE LEÍDO EL LIBRO: Lo reconozco, no he tenido el placer de hacerlo (tengo toda una colección de libros del año pasado de El País pendiente de leer), pero prometo ponerlo en lista de espera.
Dato 2. TÚ TAMPOCO LO HAS LEÍDO. Y lo puedo probar. Según tus juche-entender, el libro trata de la "autobiografía" (sic) una familia con un abuelito que volvió a Corea del Norte. Según tu juche-teoría eso es una PRUEBA irrefutable de que papá Kim Song-Il abre sus brazos a las ovejas descarriadas y las acoge en el seno amoroso de la República Popular de Corea...
Pues no te has enterado de nada, camarada-juche. O no te las has leído o como mucho has leído la primera línea de la contraportada... Te cuento. La edición española se titula "Los acuarios de Pyongyang" (que ni siquiera lo citas correctamente).
Lee lo que dicen las críticas literarias y dime si se parece a algo a tu versión:
http://www.agapea.com/libros/ACUARIOS-DE-PYONGYANG-LOS-isbn-8493145785-i.htm
"Año 1977: Kang Chol Hwan vive con su familia en un barrio acomodado de Pyongyang. Tiene nueve años. Sus abuelos son favorables al rérimen de Kim Il Sung. Un día su abuelo, que incluso ha donado su fortuna al partido, desaparece. Poco después, el resto de la familia es detenida y enviada a un campo de concentración sin más explicaciones. Comienza un calvario que durará diez años: trabajos forzados, vigilancia continua, humillaciones, castigos y, sobre todo, hambre, frío y enfermedades. Unos años después de ser puesto en libertad, y ante la amenaza de ser detenido nuevamente, Kang Chol Hwan huye a China y luego a Corea del Sur. Su testimonio, el primero que llega al mundo occidental sobre el GULAG norcoreano, denuncia con una voz sencilla y a la vez firme las mentiras y la corrupción del supuesto paraíso montado al norte del paralelo 38 por la dinastía de los Kim."
Si quieres sigo contando lo que el propio coatur del libro Kang Chol-Hwan (junto a Pierre Rigolout) cuenta de la hospitalidad del régimen juche:
http://www.elmundo.es/papel/2003/10/05/cronica/1488514.html
"DICTADURA / HORROR EN COREA DEL NORTE
QUINCE PUEBLOS CARCELES
EN COREA DEL NORTE pervive el más sofisticado sistema de represión y tortura. Si el miembro de una familia critica al régimen del «Gran Líder», todos son enviados a uno de los 15 campos de concentración.Allí, 200.000 convictos son tratados como esclavos. Éste es el espeluznante testimonio de Kang Chol, encerrado desde los 9 a los 19 años en los últimos «gulag» del siglo XXI
CARLOS MARTINEZ. Tokio
Dicen que Kim Su Ra era tan bella que incluso el día de su muerte estaba guapa. Fue el 16 de febrero de 1986, un día especial en Yodok, uno de los mayores campos de concentración de Corea del Norte, la punta de una gigantesca estructura impermeable que cuenta hoy en día con más de 12 centros y al menos 200.000 convictos tratados como esclavos.
Como cada año, el país entero celebraba con cantos, discursos y ofrendas el cumpleaños del Querido Líder, el dictador Kim Jong Il. En Yodok, el centro número 15 del terrible sistema de represión del régimen norcoreano, se anunciaría la liberación de algunos presos.
Era una fecha importante en el gulag. Kim, enferma de tuberculosis y convertida en un esqueleto por la malnutrición, bebió de las últimas fuerzas que le quedaban y se arregló como si fuera a una fiesta. La menor de cinco hermanos, confiaba en que su familia estuviese ese año en la lista de liberados, pero no llegó a saberlo.Antes de que llegara al lugar donde se celebraba el evento, en el centro del campo, se desplomó. Sin ceremonias, fue enterrada en la montaña en un pequeño hueco que un grupo de presos abrió con la ayuda de un fuego en la congelada tierra del invierno norcoreano. Un cuerpo más olvidado en la montaña.
Kang Chol Hwan tenía 16 años cuando descubrió el cuerpo de Kim.La tumba donde había sido enterrada era tan pequeña que unos meses después, con la llegada de la primavera, los restos habían salido a la superficie. Kang llevaba siete años en el campo.Buscó un sitio mejor, cavó un hueco con sus manos y cubrió con tierra a la pequeña y bella Kim. Aquella mañana de primavera es uno de los recuerdos más intensos que guarda de la larga década que pasó en el campo, su infancia de hambre y miseria
«En Corea del Norte los presos mueren por los trabajos forzosos y el hambre. Su propósito es encerrar a la gente que protesta contra el régimen y utilizar su trabajo para sostener el país», afirma este refugiado en Corea del Sur y superviviente de Yodok, durante una visita reciente a Tokio junto con varios miembros de la Red Democrática contra el Gulag de Corea del Norte, a la que pertenece.
Kang habla frente a una fotografía obtenida por satélite por los servicios secretos de EEUU de «la unidad número 2.915 de la guardia popular de Corea», el nombre con el que camufla el régimen estalinista el «campo de trabajo de Yodok». La fotografía es reciente y la prueba más evidente de la existencia de los campos junto con los escasos testimonios de supervivientes. Es el año 2003 y es Yodok, aunque también podría ser Kae Chon, Hwa Seong, Hwae Ryung, Chung Jin y una larga lista de prisiones donde los norcoreanos pagan sus delitos contra el régimen con horas interminables de trabajo, sin derechos, tratados como animales; atrapados en zonas montañosas e inaccesibles que dificultan las fugas.
La imagen le hace revivir la tragedia. Emocionado recuerda la desesperación que provoca el hambre, las enfermedades para las que no recibían tratamiento, la locura en la que caían muchos presos, el frío cortante y las nieves del invierno, las 11 ejecuciones públicas que se vio obligado a presenciar; el hombre que arrebató el pan a su hijo, el padre que mató a un guardia con una piedra, los campos de producción de opio que enriquecen al régimen, los golpes de los guardias, las burdas sesiones de autocrítica, la minúscula celda de castigo que automáticamente echaba cinco años sobre la víctima, si no lo mataba, la insoportable dureza de las minas de carbón, los abortos forzados, el aislamiento del exterior, las torturas, la red de prisioneros que espiaban a los otros presos, un niño que murió apaleado por un profesor...
Sólo unos pocos sobreviven y apenas unos cuantos como Kang han podido escapar y contarlo. Dentro de Corea del Norte está prohibido nombrar la existencia de los campos. Quien lo hace, incluidos los antiguos presos, desaparece. Las 400.000 personas que se calcula han muerto en ellos desde que los creó en 1972 el Gran Líder Kim Il Sung, oficialmente nunca existieron. En Yodok, todos los días mueren personas por las que nadie nunca podrá derramar ni una lágrima. En octubre de 1986, una de las pocas rebeliones que se conocen, los presos políticos de On Seong (centro número 12) atacaron la zona donde vivían los guardias con sus familias y mataron e hirieron a cientos de ellos. La revuelta acabó con el fusilamiento de 5.000 criminales.
«Los 20 millones de norcoreanos están en un campo de concentración», afirma Kang, coautor de Los acuarios de Pyongyang, el primer testimonio de un superviviente del gulag norcoreano. «Si desaparece alguien se asume que ha ido a parar a uno de ellos». Así ocurrió con él y su familia una mañana de 1977. Tenía sólo nueve años.Su abuelo, un antiguo emigrante que hizo fortuna en Japón y volvió a Corea del Norte con su mujer y sus hijos seducido por el paraíso comunista, había sido detenido unos días antes. No sabían qué ocurría. El régimen lo acusó de criminal. Igual que tantos emigrantes que regresaron después de la guerra, fue enviado a uno de los campos más duros. No hubo juicio.
Como una triste paradoja de la tradición confucianista que rige la vida en la península coreana, la familia siempre permanece unida. Todos tuvieron que pagar por el delito del abuelo. Kang, su hermana Mi Ho -apenas seis años de edad-, su padre, su abuela y sus dos tíos fueron enviados al campo. Su madre fue exculpada, pero el régimen la obligó a divorciarse de su marido y dejar de ver a sus hijos. No se reencontraron hasta pasada una década.
Kang ya no era un niño más con una pecera que envidiaban todos los niños de su barrio sino la raíz de un criminal, su abuelo, que había que extirpar y limpiar, reeducar según los términos del régimen. El primer día de colegio en Yodok aprendió a golpes su nueva condición.
Cada mañana todos los menores de 15 años desfilaban hacia la escuela, cantando La canción de Kim Il Sung, mientras los adultos comenzaban la larguísima jornada de trabajos forzosos y los miembros más mayores de cada familia cultivaban el pequeño huerto que tenían frente a la caseta donde dormían. Después de limpiar la clase, hacia las siete de la mañana comenzaban las lecciones.El primer día de Kang en el campo tocaba un discurso pronunciado por el Gran Líder el 27 de abril de 1936. Sólo hablaba el profesor, pero él levantó la mano para participar, como hacía en su colegio.Sin decirle nada el profesor se le acercó y le golpeó la cara con fuerza. Sus compañeros se rieron.
«Las clases terminaban por la tarde. Teníamos una hora para descansar y comer el maíz que traíamos. Después trabajábamos bajo la supervisión del profesor [...]. Mi primer trabajo fue en un equipo de apoyo a los adultos que recogían leños en la montaña. Teníamos que llevar los troncos al pueblo, donde otro grupo los cortaba y los colocaba sobre un camión. Eran muy pesados y el lugar donde los dejábamos estaba a tres o cuatro kilómetros [...]. El trabajo hubiera dejado exhausto al niño más sano», recuerda Kang.
Su primer día empezó a las cinco de la mañana y acabó a las once de la noche. Sus tíos, su padre y su hermana, a los que no había visto desde primera hora, llegaron a la caseta, situada en el «grupo de trabajo número 10», comieron los pocos alimentos que tenían y que administraba con cuidado la abuela y se durmieron sin decir una sola palabra.
Después supo que la primera semana uno de sus tíos intentó suicidarse.Un día lo contó su abuela entre lágrimas. Fue la primera vez que vio llorar a la vieja luchadora del partido comunista en Japón, la principal impulsora del cambio de la familia del paraíso capitalista a la ilusión comunista, desde Japón a Corea del Norte.Murió al año siguiente de abandonarlo, como su padre. Nunca más volvieron a ver al abuelo.
LAVADO DE CEREBRO
La rutina se rompía dos días a la semana durante las sesiones obligatorias de autocrítica, uno de los pilares de la reeducación de los presos. En grupos de nueve, niños y adultos revisaban los errores que habían cometido y elaboraban un informe que remitían al administrador del campo. Éste elegía después 10 historias para que fueran presentadas ante la población del campo, unas 15.000 personas.
Un caso típico, recuerda Kang en conversación con este suplemento, sería el siguiente: «En la famosa conferencia del 28 de marzo de 1949, nuestro Gran Líder afirmó que nuestra juventud siempre debería ser la más enérgica del mundo, tanto en el trabajo como en el estudio. Pero en lugar de prestar atención a las sabias reflexiones de nuestro respetado camarada Kim Il Sung, llegué tarde dos veces a un recuento rutinario. Sólo yo fui responsable de mi tardanza, lo que demuestra mi negligencia hacia la luminosa reflexión de nuestro Gran Líder. Desde ahora, me levantaré media hora antes [...]. Me renovaré y me convertiré en un fiel guerrero en la revolución de Kim Il Sung y Kim Jong Il».
Un agente de seguridad decidía si era suficiente. Si así ocurría, el preso que había leído su autocrítica tenía que criticar a otro convicto con la máxima dureza posible. No era nada personal.Era un ejercicio vacío cuyas reglas se respetaban escrupulosamente durante las dos horas que duraba, bajo un espeso silencio impuesto por la mirada vigilante de los guardias, desde las nueve hasta las 11 de la noche. Sólo en las fiestas nacionales, las sesiones de autocrítica y las ejecuciones públicas, a las que tenían que acudir obligatoriamente los mayores de 15 años, interrumpían las jornadas de trabajo.
LA EJECUCION
Kang no puede olvidar la primera ejecución que se vio obligado a presenciar. El día era lluvioso y gris. Sobre una bella colina junto al río Ipsok, el condenado esperaba la ejecución en una pequeña camioneta. Los presos estaban sentados, charlando. Unos pocos comentaban quién sería el preso que había intentado escapar, pero la mayoría aprovechaba la relajación de los guardias para hablar de otras cosas o recoger hierbas para matar el hambre.Se habían acostumbrado a la muerte.
Uno de los directores del campo pronunció un breve discurso: «El Partido estaba dispuesto a perdonar a este criminal. Le dio la oportunidad aquí en Yodok de enderezarse. Eligió traicionar la confianza del Partido, y por ello merece ser ejecutado"».«¡Bastardos, soy inocente!», gritó el condenado desde el camión.Dos agentes lo sacaron. Era un esqueleto. Según caminaba al patíbulo los presos bajaban la cabeza.
«El infeliz que caminaba hacia la muerte no parecía ya un miembro de la familia de los humanos. Hubiera sido fácil confundirlo con un animal, con su pelo desordenado, sus costras de sangre seca, sus ojos saltones. Su boca estaba llena de piedras», recuerda Kang. Los guardias le ataron tres cintas, una en los ojos, otra en el pecho y otra en los tobillos, y dispararon de forma consecutiva a cada una de ellas. El cuerpo cayó sobre el hueco que sería su tumba.
«Una de nuestras principales misiones era evitar huidas», explica Ahn Myul Cheol, ex guardia en tres campos de concentración. Hijo de un importante miembro del Partido Comunista norcoreano que fue envenenado por criticar al régimen, en 1994 escapó del país y se unió a la organización de Kang para denunciar la existencia del gulag norcoreano.
«Cuando fui reclutado, el régimen me dijo que la gente encerrada en los campos era mala y que había traicionado a Kim Jong Il.También me enseñaron a disparar a los que intentaran escapar o protestaran. Cuando comencé estaba convencido de todo esto.Pero en mi segundo puesto pude entrar en contacto con los presos y empecé a hacerme preguntas», dice Ahn. Como todos los guardias, pertenecía a la clase alta del régimen. Cuando asesinaron a su padre, su madre y su hermano fueron enviados a un campo.
A los pocos años de que fuera liberado junto a su familia, la red de espías que funciona en todo el país descubrió que Kang escuchaba la radio surcoreana. Antes o después volvería a ser enviado al infierno. Huyó a la vecina Corea del Sur. Muchas noches se le aparecen en sueños su tío y su hermana y le reprochan que escapara y les condenara a un castigo seguro. Pero no tenía otra opción.
UN DIA EN YODOK
05.00 horas. Los niños van a la escuela de adoctrinamiento. Los profesores se dirigen a ellos con frases como «eh, tú, hijo de puta». Los adultos comienzan el trabajo en los campos de opio, las minas de carbón y los trabajos en la montaña.
12.00 h. Los niños tienen una hora para comer una ración de 400 gramos de maíz antes de incorporarse a los grupos de trabajo.La ración de los mayores de 15 años es de 500 gramos de maíz.El hambre y las enfermedades -no hay cuidados médicos- relacionadas con la malnutrición son algunos de los principales problemas.Los presos comen de todo: ratas, insectos, hierbas.
12.00 h.. El trabajo sólo se interrumpe si hay una ejecución pública. En algunos campos, como el de Haengyong (número 22), las autoridades de EEUU y Corea del Sur estiman que mueren unas 50.000 personas al año. Según algunos prisioneros que lograron escapar, los presos son utilizados como conejillos de indias para probar agentes biológicos y químicos.
20.00 h. Los presos tienen que estudiar durante dos horas la ideología del partido. Los prisioneros visten con un jersey morado y un pantalón similares a los que utilizan los presos chinos. Con la lluvia la ropa encoge. Durante los 10 años que Kang pasó en Yodok sólo recibió dos uniformes y un par de calcetines al año".
Si quieres aportar algo favorable a tus tesis, leételo antes.
...En realidad vuelves a equivocarte, te recomiendo que leas las "peceras de Pyong Yang" en ella se publica la autobiografia de una familia cuyo abuelo era norcoreano y pudo volver toda la familia a Nor Corea, de todas formas ha habido desde la segunda guerra mundial miles de familias que han vuelto a Nor Corea.
Si quieres que alguien te tome en serio y que valore en algo tus comentarios, por favor, respeta a los foristas. No escribas trolladas. ¿Quieres que te ponga la cara colorada y te deje como un mentiroso engreído?
Allá voy.
Ya te he dicho que cuando uno sostiene una cosa discutible, es mejor aportar datos. Mira, te pongo un ejemplo de uso de datos para usar como argumentos en discusiones:
Dato 1. NO HE LEÍDO EL LIBRO: Lo reconozco, no he tenido el placer de hacerlo (tengo toda una colección de libros del año pasado de El País pendiente de leer), pero prometo ponerlo en lista de espera.
Dato 2. TÚ TAMPOCO LO HAS LEÍDO. Y lo puedo probar. Según tus juche-entender, el libro trata de la "autobiografía" (sic) una familia con un abuelito que volvió a Corea del Norte. Según tu juche-teoría eso es una PRUEBA irrefutable de que papá Kim Song-Il abre sus brazos a las ovejas descarriadas y las acoge en el seno amoroso de la República Popular de Corea...
Pues no te has enterado de nada, camarada-juche. O no te las has leído o como mucho has leído la primera línea de la contraportada... Te cuento. La edición española se titula "Los acuarios de Pyongyang" (que ni siquiera lo citas correctamente).
Lee lo que dicen las críticas literarias y dime si se parece a algo a tu versión:
http://www.agapea.com/libros/ACUARIOS-DE-PYONGYANG-LOS-isbn-8493145785-i.htm
"Año 1977: Kang Chol Hwan vive con su familia en un barrio acomodado de Pyongyang. Tiene nueve años. Sus abuelos son favorables al rérimen de Kim Il Sung. Un día su abuelo, que incluso ha donado su fortuna al partido, desaparece. Poco después, el resto de la familia es detenida y enviada a un campo de concentración sin más explicaciones. Comienza un calvario que durará diez años: trabajos forzados, vigilancia continua, humillaciones, castigos y, sobre todo, hambre, frío y enfermedades. Unos años después de ser puesto en libertad, y ante la amenaza de ser detenido nuevamente, Kang Chol Hwan huye a China y luego a Corea del Sur. Su testimonio, el primero que llega al mundo occidental sobre el GULAG norcoreano, denuncia con una voz sencilla y a la vez firme las mentiras y la corrupción del supuesto paraíso montado al norte del paralelo 38 por la dinastía de los Kim."
Si quieres sigo contando lo que el propio coatur del libro Kang Chol-Hwan (junto a Pierre Rigolout) cuenta de la hospitalidad del régimen juche:
http://www.elmundo.es/papel/2003/10/05/cronica/1488514.html
"DICTADURA / HORROR EN COREA DEL NORTE
QUINCE PUEBLOS CARCELES
EN COREA DEL NORTE pervive el más sofisticado sistema de represión y tortura. Si el miembro de una familia critica al régimen del «Gran Líder», todos son enviados a uno de los 15 campos de concentración.Allí, 200.000 convictos son tratados como esclavos. Éste es el espeluznante testimonio de Kang Chol, encerrado desde los 9 a los 19 años en los últimos «gulag» del siglo XXI
CARLOS MARTINEZ. Tokio
Dicen que Kim Su Ra era tan bella que incluso el día de su muerte estaba guapa. Fue el 16 de febrero de 1986, un día especial en Yodok, uno de los mayores campos de concentración de Corea del Norte, la punta de una gigantesca estructura impermeable que cuenta hoy en día con más de 12 centros y al menos 200.000 convictos tratados como esclavos.
Como cada año, el país entero celebraba con cantos, discursos y ofrendas el cumpleaños del Querido Líder, el dictador Kim Jong Il. En Yodok, el centro número 15 del terrible sistema de represión del régimen norcoreano, se anunciaría la liberación de algunos presos.
Era una fecha importante en el gulag. Kim, enferma de tuberculosis y convertida en un esqueleto por la malnutrición, bebió de las últimas fuerzas que le quedaban y se arregló como si fuera a una fiesta. La menor de cinco hermanos, confiaba en que su familia estuviese ese año en la lista de liberados, pero no llegó a saberlo.Antes de que llegara al lugar donde se celebraba el evento, en el centro del campo, se desplomó. Sin ceremonias, fue enterrada en la montaña en un pequeño hueco que un grupo de presos abrió con la ayuda de un fuego en la congelada tierra del invierno norcoreano. Un cuerpo más olvidado en la montaña.
Kang Chol Hwan tenía 16 años cuando descubrió el cuerpo de Kim.La tumba donde había sido enterrada era tan pequeña que unos meses después, con la llegada de la primavera, los restos habían salido a la superficie. Kang llevaba siete años en el campo.Buscó un sitio mejor, cavó un hueco con sus manos y cubrió con tierra a la pequeña y bella Kim. Aquella mañana de primavera es uno de los recuerdos más intensos que guarda de la larga década que pasó en el campo, su infancia de hambre y miseria
«En Corea del Norte los presos mueren por los trabajos forzosos y el hambre. Su propósito es encerrar a la gente que protesta contra el régimen y utilizar su trabajo para sostener el país», afirma este refugiado en Corea del Sur y superviviente de Yodok, durante una visita reciente a Tokio junto con varios miembros de la Red Democrática contra el Gulag de Corea del Norte, a la que pertenece.
Kang habla frente a una fotografía obtenida por satélite por los servicios secretos de EEUU de «la unidad número 2.915 de la guardia popular de Corea», el nombre con el que camufla el régimen estalinista el «campo de trabajo de Yodok». La fotografía es reciente y la prueba más evidente de la existencia de los campos junto con los escasos testimonios de supervivientes. Es el año 2003 y es Yodok, aunque también podría ser Kae Chon, Hwa Seong, Hwae Ryung, Chung Jin y una larga lista de prisiones donde los norcoreanos pagan sus delitos contra el régimen con horas interminables de trabajo, sin derechos, tratados como animales; atrapados en zonas montañosas e inaccesibles que dificultan las fugas.
La imagen le hace revivir la tragedia. Emocionado recuerda la desesperación que provoca el hambre, las enfermedades para las que no recibían tratamiento, la locura en la que caían muchos presos, el frío cortante y las nieves del invierno, las 11 ejecuciones públicas que se vio obligado a presenciar; el hombre que arrebató el pan a su hijo, el padre que mató a un guardia con una piedra, los campos de producción de opio que enriquecen al régimen, los golpes de los guardias, las burdas sesiones de autocrítica, la minúscula celda de castigo que automáticamente echaba cinco años sobre la víctima, si no lo mataba, la insoportable dureza de las minas de carbón, los abortos forzados, el aislamiento del exterior, las torturas, la red de prisioneros que espiaban a los otros presos, un niño que murió apaleado por un profesor...
Sólo unos pocos sobreviven y apenas unos cuantos como Kang han podido escapar y contarlo. Dentro de Corea del Norte está prohibido nombrar la existencia de los campos. Quien lo hace, incluidos los antiguos presos, desaparece. Las 400.000 personas que se calcula han muerto en ellos desde que los creó en 1972 el Gran Líder Kim Il Sung, oficialmente nunca existieron. En Yodok, todos los días mueren personas por las que nadie nunca podrá derramar ni una lágrima. En octubre de 1986, una de las pocas rebeliones que se conocen, los presos políticos de On Seong (centro número 12) atacaron la zona donde vivían los guardias con sus familias y mataron e hirieron a cientos de ellos. La revuelta acabó con el fusilamiento de 5.000 criminales.
«Los 20 millones de norcoreanos están en un campo de concentración», afirma Kang, coautor de Los acuarios de Pyongyang, el primer testimonio de un superviviente del gulag norcoreano. «Si desaparece alguien se asume que ha ido a parar a uno de ellos». Así ocurrió con él y su familia una mañana de 1977. Tenía sólo nueve años.Su abuelo, un antiguo emigrante que hizo fortuna en Japón y volvió a Corea del Norte con su mujer y sus hijos seducido por el paraíso comunista, había sido detenido unos días antes. No sabían qué ocurría. El régimen lo acusó de criminal. Igual que tantos emigrantes que regresaron después de la guerra, fue enviado a uno de los campos más duros. No hubo juicio.
Como una triste paradoja de la tradición confucianista que rige la vida en la península coreana, la familia siempre permanece unida. Todos tuvieron que pagar por el delito del abuelo. Kang, su hermana Mi Ho -apenas seis años de edad-, su padre, su abuela y sus dos tíos fueron enviados al campo. Su madre fue exculpada, pero el régimen la obligó a divorciarse de su marido y dejar de ver a sus hijos. No se reencontraron hasta pasada una década.
Kang ya no era un niño más con una pecera que envidiaban todos los niños de su barrio sino la raíz de un criminal, su abuelo, que había que extirpar y limpiar, reeducar según los términos del régimen. El primer día de colegio en Yodok aprendió a golpes su nueva condición.
Cada mañana todos los menores de 15 años desfilaban hacia la escuela, cantando La canción de Kim Il Sung, mientras los adultos comenzaban la larguísima jornada de trabajos forzosos y los miembros más mayores de cada familia cultivaban el pequeño huerto que tenían frente a la caseta donde dormían. Después de limpiar la clase, hacia las siete de la mañana comenzaban las lecciones.El primer día de Kang en el campo tocaba un discurso pronunciado por el Gran Líder el 27 de abril de 1936. Sólo hablaba el profesor, pero él levantó la mano para participar, como hacía en su colegio.Sin decirle nada el profesor se le acercó y le golpeó la cara con fuerza. Sus compañeros se rieron.
«Las clases terminaban por la tarde. Teníamos una hora para descansar y comer el maíz que traíamos. Después trabajábamos bajo la supervisión del profesor [...]. Mi primer trabajo fue en un equipo de apoyo a los adultos que recogían leños en la montaña. Teníamos que llevar los troncos al pueblo, donde otro grupo los cortaba y los colocaba sobre un camión. Eran muy pesados y el lugar donde los dejábamos estaba a tres o cuatro kilómetros [...]. El trabajo hubiera dejado exhausto al niño más sano», recuerda Kang.
Su primer día empezó a las cinco de la mañana y acabó a las once de la noche. Sus tíos, su padre y su hermana, a los que no había visto desde primera hora, llegaron a la caseta, situada en el «grupo de trabajo número 10», comieron los pocos alimentos que tenían y que administraba con cuidado la abuela y se durmieron sin decir una sola palabra.
Después supo que la primera semana uno de sus tíos intentó suicidarse.Un día lo contó su abuela entre lágrimas. Fue la primera vez que vio llorar a la vieja luchadora del partido comunista en Japón, la principal impulsora del cambio de la familia del paraíso capitalista a la ilusión comunista, desde Japón a Corea del Norte.Murió al año siguiente de abandonarlo, como su padre. Nunca más volvieron a ver al abuelo.
LAVADO DE CEREBRO
La rutina se rompía dos días a la semana durante las sesiones obligatorias de autocrítica, uno de los pilares de la reeducación de los presos. En grupos de nueve, niños y adultos revisaban los errores que habían cometido y elaboraban un informe que remitían al administrador del campo. Éste elegía después 10 historias para que fueran presentadas ante la población del campo, unas 15.000 personas.
Un caso típico, recuerda Kang en conversación con este suplemento, sería el siguiente: «En la famosa conferencia del 28 de marzo de 1949, nuestro Gran Líder afirmó que nuestra juventud siempre debería ser la más enérgica del mundo, tanto en el trabajo como en el estudio. Pero en lugar de prestar atención a las sabias reflexiones de nuestro respetado camarada Kim Il Sung, llegué tarde dos veces a un recuento rutinario. Sólo yo fui responsable de mi tardanza, lo que demuestra mi negligencia hacia la luminosa reflexión de nuestro Gran Líder. Desde ahora, me levantaré media hora antes [...]. Me renovaré y me convertiré en un fiel guerrero en la revolución de Kim Il Sung y Kim Jong Il».
Un agente de seguridad decidía si era suficiente. Si así ocurría, el preso que había leído su autocrítica tenía que criticar a otro convicto con la máxima dureza posible. No era nada personal.Era un ejercicio vacío cuyas reglas se respetaban escrupulosamente durante las dos horas que duraba, bajo un espeso silencio impuesto por la mirada vigilante de los guardias, desde las nueve hasta las 11 de la noche. Sólo en las fiestas nacionales, las sesiones de autocrítica y las ejecuciones públicas, a las que tenían que acudir obligatoriamente los mayores de 15 años, interrumpían las jornadas de trabajo.
LA EJECUCION
Kang no puede olvidar la primera ejecución que se vio obligado a presenciar. El día era lluvioso y gris. Sobre una bella colina junto al río Ipsok, el condenado esperaba la ejecución en una pequeña camioneta. Los presos estaban sentados, charlando. Unos pocos comentaban quién sería el preso que había intentado escapar, pero la mayoría aprovechaba la relajación de los guardias para hablar de otras cosas o recoger hierbas para matar el hambre.Se habían acostumbrado a la muerte.
Uno de los directores del campo pronunció un breve discurso: «El Partido estaba dispuesto a perdonar a este criminal. Le dio la oportunidad aquí en Yodok de enderezarse. Eligió traicionar la confianza del Partido, y por ello merece ser ejecutado"».«¡Bastardos, soy inocente!», gritó el condenado desde el camión.Dos agentes lo sacaron. Era un esqueleto. Según caminaba al patíbulo los presos bajaban la cabeza.
«El infeliz que caminaba hacia la muerte no parecía ya un miembro de la familia de los humanos. Hubiera sido fácil confundirlo con un animal, con su pelo desordenado, sus costras de sangre seca, sus ojos saltones. Su boca estaba llena de piedras», recuerda Kang. Los guardias le ataron tres cintas, una en los ojos, otra en el pecho y otra en los tobillos, y dispararon de forma consecutiva a cada una de ellas. El cuerpo cayó sobre el hueco que sería su tumba.
«Una de nuestras principales misiones era evitar huidas», explica Ahn Myul Cheol, ex guardia en tres campos de concentración. Hijo de un importante miembro del Partido Comunista norcoreano que fue envenenado por criticar al régimen, en 1994 escapó del país y se unió a la organización de Kang para denunciar la existencia del gulag norcoreano.
«Cuando fui reclutado, el régimen me dijo que la gente encerrada en los campos era mala y que había traicionado a Kim Jong Il.También me enseñaron a disparar a los que intentaran escapar o protestaran. Cuando comencé estaba convencido de todo esto.Pero en mi segundo puesto pude entrar en contacto con los presos y empecé a hacerme preguntas», dice Ahn. Como todos los guardias, pertenecía a la clase alta del régimen. Cuando asesinaron a su padre, su madre y su hermano fueron enviados a un campo.
A los pocos años de que fuera liberado junto a su familia, la red de espías que funciona en todo el país descubrió que Kang escuchaba la radio surcoreana. Antes o después volvería a ser enviado al infierno. Huyó a la vecina Corea del Sur. Muchas noches se le aparecen en sueños su tío y su hermana y le reprochan que escapara y les condenara a un castigo seguro. Pero no tenía otra opción.
UN DIA EN YODOK
05.00 horas. Los niños van a la escuela de adoctrinamiento. Los profesores se dirigen a ellos con frases como «eh, tú, hijo de puta». Los adultos comienzan el trabajo en los campos de opio, las minas de carbón y los trabajos en la montaña.
12.00 h. Los niños tienen una hora para comer una ración de 400 gramos de maíz antes de incorporarse a los grupos de trabajo.La ración de los mayores de 15 años es de 500 gramos de maíz.El hambre y las enfermedades -no hay cuidados médicos- relacionadas con la malnutrición son algunos de los principales problemas.Los presos comen de todo: ratas, insectos, hierbas.
12.00 h.. El trabajo sólo se interrumpe si hay una ejecución pública. En algunos campos, como el de Haengyong (número 22), las autoridades de EEUU y Corea del Sur estiman que mueren unas 50.000 personas al año. Según algunos prisioneros que lograron escapar, los presos son utilizados como conejillos de indias para probar agentes biológicos y químicos.
20.00 h. Los presos tienen que estudiar durante dos horas la ideología del partido. Los prisioneros visten con un jersey morado y un pantalón similares a los que utilizan los presos chinos. Con la lluvia la ropa encoge. Durante los 10 años que Kang pasó en Yodok sólo recibió dos uniformes y un par de calcetines al año".
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celorios escribió:mikel hernandez gonzalez escribió:si eso es cierto,pero japon ayudaria totalmente a los yankis,sin dudarlo,no creo que les permitan tener bases americanas alli por nada
Bueno....
Tampoco pondría la mano en el fuego....
Japón se ha mostrado totalmente contraría a la politica nuclear de Corea del Norte y son enemigos también "declarados", pero una cosa es que dejen sus bases a los americanos y otra muy distinta es que entren en una guerra abierta con un país nuclearque está tan cerca de sus ciudades....
Volvemos a lo mismo de antes, Japón no creo que se preocupe de una posible invasion, que logicamente NUNCA sería posible pero sí de cara a un bombardeo (aviones, artilleria, misiles....)....
En efecto, asi es, Japon sabe en carne propia lo que es sentir el efecto en sus gentes de las consecuencias de dos bombas nucleares, imaginate...tu ¿Crees que los japoneses si no son atacados directamente van a meterse con alguien que les puede arrojar misiles atomicos, quimicos y bacteriologicos?
Yo creo que no.
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celorios escribió:mikel hernandez gonzalez escribió:pues no creo que si los yankis atacaran a los norcorweanos estos no lanzarian algo contra los japos la verdad
No creo que los norcoreanos ataquen Japon así porque sí....
Hablo de que en caso de intervención japonesa, si que podrían lanzar algo contra ellos....
Sensata apreciación, ciertamente no creo que Japon (salvo que sea atacado directamente vaya a sacrificar hombres, ciudades, y DINERO por ayudar a los EEUU en una aventura mas de invasion.
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