La Guerra de la Triple Alianza
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- Sargento Segundo
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La Batalla de Tuyutí, la más grande de Sudamérica ( 24 de mayo de 1866)
Esta vez, trataré de hacer un relato de la batalla más grande librada en Sudamérica, la batalla de Tuyutí, donde 23 000 paraguayos se enfrentaron a 35 000 aliados.
López en esta batalla quería conseguir una victoria decisiva, que cambie el rumbo de la guerra a su favor. Aprovecharía el hecho de que los aliados acamparon en el llano de Tuyutí, que se encontrabo cercado por esteros impasables, que en batalla serviría de "prisión" a las fuerzas aliadas.
Los aliados, viendo la delicada posición que ocupaban, fuertemente se fortificaron a la espera de un ataque paraguayo
El plan de López era dar un ataque sorpresa, de modo de no dar tiempo a los aliados para que se organicen para la defensa. Sin embargo, los planes no se cumplieron, pues irónicamente, la misma trampa para los aliados, las zonas de esteros, impidió que sus fuerzas se concentraran en el ataque decisivo. El resto es historia...
Esta batalla cumplió con la predicción de López: sería una batalla decisiva, pero en contra de los planes paraguayos de expulsar de modo contundente, a la fuerza invasora. En cambio, Paraguay perdió su mejor ejército, que prácticamente fue aniquilado. El destino de la guerra ya estabo echado...
Esta vez, trataré de hacer un relato de la batalla más grande librada en Sudamérica, la batalla de Tuyutí, donde 23 000 paraguayos se enfrentaron a 35 000 aliados.
López en esta batalla quería conseguir una victoria decisiva, que cambie el rumbo de la guerra a su favor. Aprovecharía el hecho de que los aliados acamparon en el llano de Tuyutí, que se encontrabo cercado por esteros impasables, que en batalla serviría de "prisión" a las fuerzas aliadas.
Los aliados, viendo la delicada posición que ocupaban, fuertemente se fortificaron a la espera de un ataque paraguayo
El plan de López era dar un ataque sorpresa, de modo de no dar tiempo a los aliados para que se organicen para la defensa. Sin embargo, los planes no se cumplieron, pues irónicamente, la misma trampa para los aliados, las zonas de esteros, impidió que sus fuerzas se concentraran en el ataque decisivo. El resto es historia...
Esta batalla cumplió con la predicción de López: sería una batalla decisiva, pero en contra de los planes paraguayos de expulsar de modo contundente, a la fuerza invasora. En cambio, Paraguay perdió su mejor ejército, que prácticamente fue aniquilado. El destino de la guerra ya estabo echado...
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En esta batalla, también se produjo la carga de caballería más grande de Sudamérica: 7000 jinetes a cargo del general paraguayo Isidoro Resquín, una verdadera fuerza imponente, cuya fuerza sólo podía ser detenida por la artillería del coronel brasileño Mallet. Este duelo de titanes, no tiene comparación en la historia militar sudamericana
Pintura del argentino Cándido López, que ilustró la famosa carga de caballería
Trichera de los aliados en Tuyutí
Pintura del argentino Cándido López, que ilustró la famosa carga de caballería
Trichera de los aliados en Tuyutí
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- Sargento Segundo
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Preparativos antes de la batalla, escrito por el inglés Tompson
El ejercito paraguayo, estaba acampado en la posición que se había determinado sostener, permaneciendo todavía la vanguardia en el Bellaco del Sud, como a 4 millas de su ejercito. La vanguardia tenía orden de no disputar los pasos del Bellaco, sino de retirarse cuando los aliados hicieran un movimiento serio en esa dirección. Practicaron esta movimiento el 20 de Mayo de 1866, atravesando el Bellalco en tres columnas; los paraguayos se retiraron en completo orden y establecieron sus guardias avanzadas en el centro del Bellaco del Norte. Los aliados marcharon adelante y camparon sobre el borde al bosque de Palmas, ocupando inmediatamente su vanguardia a las órdenes de Flores el terreno bajo, inmediato al sud del Bellaco del Norte. La divisiòn del general Flores consistía ahora en los pocos orientales que quedaban, en dos divisiones brasileñas y un regimiento de caballería argentino. Tenía también 30 piezas brasileñas. EL ejército brasileño a las órdenes de Osorio, ocupaba la izquierda y estaba acampado desde el potrero Piris hasta la izquierda de Flores; los argentinos bajo las órdenes de los generales Nelly y Obes, Paunero y E. Mitre (hermano del generalìsimo) ocupaban la derecha, extendiendose hasta Rori. Todo el ejército aliado constaba de cerca de 45.000 hombres y 150 piezas de artillería, ocupando un frente de casi tres millas. Construyeron inmediatamente dos reductos, uno en su centro y otro en su izquierda.
Los paraguayos estaban acampados desde Gómez hasta Rojas, ocupando con pequeños destacamentos, tropas y artillería, todos los pasos al este hasta el paso Canoa. Tenìan su derecha apoyada en bosques impenetrables y en el carrizal del Potrero Sauce. Este potrero era una picada natural en el monte, solamente accesible a los aliados por una estrecha abertura que miraba al este, frente a su campamento. Esa abertura estaba defendida por una pequeña trinchera, capaz de enfilar las columnas de ataque en toda la extensión de ella.
Los paraguayos se comunicaban por el potrero Sauce, por un camino abierto a través del bosque. Estos bosques tienen tanto árboles altos como bajos, y entre ellos hay un matorral de arbustos, espinas y enredaderas de manera que apenas puede verse a veinte varas de distancia. El Bellaco, al oeste del paso de Gómez y del ejército paraguayo, tenía más de seis pies de profundidad, hasta perderse en el monte, donde se convierte en un arroyuelo corriente y claro. El paso Gómez y todos los pasos al norte del mismo, tenían más o menos cuatro pies de profundidad, y los aliados para atacar de frente a los paraguayos debían atravesar dos pasos igualmente profundos y expuestos durante todo el pasaje a un fuego tremendo. En caso de que intentaran flanquear la izquierda paraguaya se exponían a ver cortadas sus comunicaciones.
El ejército paraguayo había sido nuevamente remontado y contaba con 25.000 hombres. El día en que la vanguardia paraguaya retrocedió delante de los aliados, dio principio a una trinchera en el paso de Gómez, que arrancando del bosque de la derecha, terminaba en el estero a la izquierda del paso Fernández. También se abrieron trincheras en los demás pasos: lo que hacía formidable la posición de los paraguayos. La primera determinación era esperar el ataque, y cuando lo hicieran los aliados, lanzar 10.000 hombres sobre su retaguardia, por un camino abierto ene. Angosto monte que lo rodeaba, y que ya estaba hecho, excepto unas cuantas varas que se habían dejado para no ser cortadas hasta el último momento, como estaba indicado en el plan. Los aliados probablemente, vigilarían con cuidado la abertura conocida del potrero, pero la practicada nuevamente no era visible, y los paraguayos no serían sentidos hasta que estuvieras acuchillando su retaguardia.
Si este plan no hubiera sido abandonado no cabe duda que los aliados habrían sido destruidos; pero López cambió de parecer el 23 de mayo y atacó a los aliados el 24.
Hablando de esta batalla un año después, López dijo, que había llegado a su conocimiento el plan de ataque del general Mitre que debía efectuarse el 25 y que francamente no le gustaba y resolvió prevenirlo anticipando el ataque como lo hizo.”
El ejercito paraguayo, estaba acampado en la posición que se había determinado sostener, permaneciendo todavía la vanguardia en el Bellaco del Sud, como a 4 millas de su ejercito. La vanguardia tenía orden de no disputar los pasos del Bellaco, sino de retirarse cuando los aliados hicieran un movimiento serio en esa dirección. Practicaron esta movimiento el 20 de Mayo de 1866, atravesando el Bellalco en tres columnas; los paraguayos se retiraron en completo orden y establecieron sus guardias avanzadas en el centro del Bellaco del Norte. Los aliados marcharon adelante y camparon sobre el borde al bosque de Palmas, ocupando inmediatamente su vanguardia a las órdenes de Flores el terreno bajo, inmediato al sud del Bellaco del Norte. La divisiòn del general Flores consistía ahora en los pocos orientales que quedaban, en dos divisiones brasileñas y un regimiento de caballería argentino. Tenía también 30 piezas brasileñas. EL ejército brasileño a las órdenes de Osorio, ocupaba la izquierda y estaba acampado desde el potrero Piris hasta la izquierda de Flores; los argentinos bajo las órdenes de los generales Nelly y Obes, Paunero y E. Mitre (hermano del generalìsimo) ocupaban la derecha, extendiendose hasta Rori. Todo el ejército aliado constaba de cerca de 45.000 hombres y 150 piezas de artillería, ocupando un frente de casi tres millas. Construyeron inmediatamente dos reductos, uno en su centro y otro en su izquierda.
Los paraguayos estaban acampados desde Gómez hasta Rojas, ocupando con pequeños destacamentos, tropas y artillería, todos los pasos al este hasta el paso Canoa. Tenìan su derecha apoyada en bosques impenetrables y en el carrizal del Potrero Sauce. Este potrero era una picada natural en el monte, solamente accesible a los aliados por una estrecha abertura que miraba al este, frente a su campamento. Esa abertura estaba defendida por una pequeña trinchera, capaz de enfilar las columnas de ataque en toda la extensión de ella.
Los paraguayos se comunicaban por el potrero Sauce, por un camino abierto a través del bosque. Estos bosques tienen tanto árboles altos como bajos, y entre ellos hay un matorral de arbustos, espinas y enredaderas de manera que apenas puede verse a veinte varas de distancia. El Bellaco, al oeste del paso de Gómez y del ejército paraguayo, tenía más de seis pies de profundidad, hasta perderse en el monte, donde se convierte en un arroyuelo corriente y claro. El paso Gómez y todos los pasos al norte del mismo, tenían más o menos cuatro pies de profundidad, y los aliados para atacar de frente a los paraguayos debían atravesar dos pasos igualmente profundos y expuestos durante todo el pasaje a un fuego tremendo. En caso de que intentaran flanquear la izquierda paraguaya se exponían a ver cortadas sus comunicaciones.
El ejército paraguayo había sido nuevamente remontado y contaba con 25.000 hombres. El día en que la vanguardia paraguaya retrocedió delante de los aliados, dio principio a una trinchera en el paso de Gómez, que arrancando del bosque de la derecha, terminaba en el estero a la izquierda del paso Fernández. También se abrieron trincheras en los demás pasos: lo que hacía formidable la posición de los paraguayos. La primera determinación era esperar el ataque, y cuando lo hicieran los aliados, lanzar 10.000 hombres sobre su retaguardia, por un camino abierto ene. Angosto monte que lo rodeaba, y que ya estaba hecho, excepto unas cuantas varas que se habían dejado para no ser cortadas hasta el último momento, como estaba indicado en el plan. Los aliados probablemente, vigilarían con cuidado la abertura conocida del potrero, pero la practicada nuevamente no era visible, y los paraguayos no serían sentidos hasta que estuvieras acuchillando su retaguardia.
Si este plan no hubiera sido abandonado no cabe duda que los aliados habrían sido destruidos; pero López cambió de parecer el 23 de mayo y atacó a los aliados el 24.
Hablando de esta batalla un año después, López dijo, que había llegado a su conocimiento el plan de ataque del general Mitre que debía efectuarse el 25 y que francamente no le gustaba y resolvió prevenirlo anticipando el ataque como lo hizo.”
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Esa guerra tuvo batallas muy duras y, al contrario que la mayoria piensa, ambos los lados tenian condiciones de ganar el conflicto. Como ya dijo Armando de Senna Bittencourt : "La guerra del Paraguay es comparable a del Vietnan, por la dificuldad logistica, por la participación de la población en la lucha y, hasta, por acciones tipicas de guerrilla. El más notable es que ganamos."
Muchas personas hasta hoy cuestionan "Pero porque una guerra de 3 x 1 duró 5 años? Aún más cuando los dos mayores paises luchaban contra un vecino chico?". La campaña aliada sufrio por muchos factores, puedo decir unos, como: 1- La inexistencia de cualquier mapa sobre Paraguay. Eso es lo más sorprendente, pero tiene una razón logica. Desde la independencia Paraguay fue una nación aisilada, con poco contacto con los vecinos. No habia un mapa oficial de Paraguay, solo cuanto a limites de frontera, pero aún así con poca precisión. El comando aliado, siempre antes de cualquier acción, era enviado un grupo para el reconocimiento del tereno. 2- El terreno era otro factor que hacia todo más dificil. El chaco era una región muy favorable a defensa, lleno de caminos para armadillos, etc. 3- Las grandes distancias. El teatro de operaciones era muy amplio y en una epoca donde recién estaba disponible el tren, la unica manera de enviar hombres a lucha era hacerlos ir hasta allá caminando o por embarcaciones fluviales. Cuando Lopez invadio Mato Grosso do Sul, la división del Ejército más proxima estaba en Minas Gerais, o sea, lejano de la frontera. Cuando llegarán allá, más de 6 meses habian pasado y las tropas de Lopez ya estaban regresando al Paraguay (creo yo). 4- Un comando compartillado resulta casi siempre en opniones distintas, aún más cuando son dos viejos rivales como Argentina y Brasil. Muchos oficiales brasileños se quejaban de estar bajo las ordenes de un argentino y habia un espirito de sospecha de los dos lados que creo dificuldades para conducir la campaña.
Una cosa muy interesante en el libro de Doratioto son sus comentarios sobre la manera que Lopez administraba la guerra. Él siempre subestimó la capacidad del Ejército Brasileño, y por eso no era necesario hacer planes muy complejos porque la victoria del soldado guarani era cierta. Pero cuando Paraguay pasó a quedar en la defensiva, su objectivo era ganar de las fuerzas aliadas en una unica y grandiosa batalla, para así poner fin a cualquier possibilidad de derrota. Ese tipo de idea es considerada por Doratioto una evidencia de su natureza de jugador. Él queria hacer de cada batalla un All-in, pero olvido que para un pais chico luchando en la defensiva la mejor cosa es hacer la guerra asimetrica, cosa que hizo parcialmente, pero sin las enormes perdidas sufridas en Riachuelo y Tuiuty, esa fuerza seria una buena reserva para esa guerra de guerrilla.
Por supuesto que resulta muy cómodo para cualquier uno hacer criticas sobre los ''errores'' de los que lucharán en una epoca tan distante, porque, así como Riachuelo, Tuiuty fue una batalla que podria haber destrozado las fuerzas aliadas, porque mismo con un numero de muertes bien inferior al sufrido por el Ejército Paraguayo, el riesgo de derrota existió, hasta que la artilleria del Ejército Imperial comandada por Mallet logró victoria sobre la caballaria guarani. La conclusión es que, si tu eligir la logica como idea esencial, va querer el minimo de muertes possibles, entonces nada de grandes ofensivas. Pero si atacar su enemigo ahora, mismo con una possibilidad de suceso no asegurada, el resultado de la guerra puede cambiar radicalmente.
Muchas personas hasta hoy cuestionan "Pero porque una guerra de 3 x 1 duró 5 años? Aún más cuando los dos mayores paises luchaban contra un vecino chico?". La campaña aliada sufrio por muchos factores, puedo decir unos, como: 1- La inexistencia de cualquier mapa sobre Paraguay. Eso es lo más sorprendente, pero tiene una razón logica. Desde la independencia Paraguay fue una nación aisilada, con poco contacto con los vecinos. No habia un mapa oficial de Paraguay, solo cuanto a limites de frontera, pero aún así con poca precisión. El comando aliado, siempre antes de cualquier acción, era enviado un grupo para el reconocimiento del tereno. 2- El terreno era otro factor que hacia todo más dificil. El chaco era una región muy favorable a defensa, lleno de caminos para armadillos, etc. 3- Las grandes distancias. El teatro de operaciones era muy amplio y en una epoca donde recién estaba disponible el tren, la unica manera de enviar hombres a lucha era hacerlos ir hasta allá caminando o por embarcaciones fluviales. Cuando Lopez invadio Mato Grosso do Sul, la división del Ejército más proxima estaba en Minas Gerais, o sea, lejano de la frontera. Cuando llegarán allá, más de 6 meses habian pasado y las tropas de Lopez ya estaban regresando al Paraguay (creo yo). 4- Un comando compartillado resulta casi siempre en opniones distintas, aún más cuando son dos viejos rivales como Argentina y Brasil. Muchos oficiales brasileños se quejaban de estar bajo las ordenes de un argentino y habia un espirito de sospecha de los dos lados que creo dificuldades para conducir la campaña.
Una cosa muy interesante en el libro de Doratioto son sus comentarios sobre la manera que Lopez administraba la guerra. Él siempre subestimó la capacidad del Ejército Brasileño, y por eso no era necesario hacer planes muy complejos porque la victoria del soldado guarani era cierta. Pero cuando Paraguay pasó a quedar en la defensiva, su objectivo era ganar de las fuerzas aliadas en una unica y grandiosa batalla, para así poner fin a cualquier possibilidad de derrota. Ese tipo de idea es considerada por Doratioto una evidencia de su natureza de jugador. Él queria hacer de cada batalla un All-in, pero olvido que para un pais chico luchando en la defensiva la mejor cosa es hacer la guerra asimetrica, cosa que hizo parcialmente, pero sin las enormes perdidas sufridas en Riachuelo y Tuiuty, esa fuerza seria una buena reserva para esa guerra de guerrilla.
Por supuesto que resulta muy cómodo para cualquier uno hacer criticas sobre los ''errores'' de los que lucharán en una epoca tan distante, porque, así como Riachuelo, Tuiuty fue una batalla que podria haber destrozado las fuerzas aliadas, porque mismo con un numero de muertes bien inferior al sufrido por el Ejército Paraguayo, el riesgo de derrota existió, hasta que la artilleria del Ejército Imperial comandada por Mallet logró victoria sobre la caballaria guarani. La conclusión es que, si tu eligir la logica como idea esencial, va querer el minimo de muertes possibles, entonces nada de grandes ofensivas. Pero si atacar su enemigo ahora, mismo con una possibilidad de suceso no asegurada, el resultado de la guerra puede cambiar radicalmente.
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Este es el nivel de discusión que me gusta Conde D' Eu, te felicito
No estoy de acuerdo con el autor de esta frase. Hay muchas diferencias entre las guerras de Vietnam y el del Paraguay, en épocas distintas y métodos de lucha muy distintos
Tengo mis teorías sobre el porqué duró 5 años, pero seguro será tomado mal por los brasileros. Pero bueno, a pesar que armaré polémica, igual lo haré.
Es cierto que el desconocimiento del terreno era uno de los motivos, pero también se debe incluir la incompetencia de los comandantes aliados: Tamandaré, que tardó demasiado en remontar el río Paraguay, por un temor infundado por las baterías paraguayas, Mitre, por ser muy conservador en sus planes y probablemente algo de culpa tenga Caxias. Otro factor, que no suele tenerse en cuenta, es lo expresado por Caxias en su despacho privado que posteé. Era el hecho simple que los paraguayos presentaron fuerte resistencia y como decía Venacio Flores, presidente uruguayo: Los paraguayos peleaban como bárbaros
Por último, y no menos importante, es el hecho que gran parte del ejército brasilero, que era la fuerza principal aliada, estaba formada por esclavos, que tenían pocos motivos para morir por un país que los esclavizaba, que les prometía la liberación, si ganaban, cosa que don Pedro II no cumplió
Sobre el tema de la invasión del Matto Grosso, el ejército paraguayo mantuvo su posesión hasta finales de la contienda, retirándose de la zona ya en los últimos meses de la guerra
Otro punto que concuerdo es que el comando compartido fue un problema para los aliados
conde D`Eu escribió:
La guerra del Paraguay es comparable a del Vietnan, por la dificuldad logistica, por la participación de la población en la lucha y, hasta, por acciones tipicas de guerrilla. El más notable es que ganamos."
No estoy de acuerdo con el autor de esta frase. Hay muchas diferencias entre las guerras de Vietnam y el del Paraguay, en épocas distintas y métodos de lucha muy distintos
Muchas personas hasta hoy cuestionan "Pero porque una guerra de 3 x 1 duró 5 años?
Tengo mis teorías sobre el porqué duró 5 años, pero seguro será tomado mal por los brasileros. Pero bueno, a pesar que armaré polémica, igual lo haré.
Es cierto que el desconocimiento del terreno era uno de los motivos, pero también se debe incluir la incompetencia de los comandantes aliados: Tamandaré, que tardó demasiado en remontar el río Paraguay, por un temor infundado por las baterías paraguayas, Mitre, por ser muy conservador en sus planes y probablemente algo de culpa tenga Caxias. Otro factor, que no suele tenerse en cuenta, es lo expresado por Caxias en su despacho privado que posteé. Era el hecho simple que los paraguayos presentaron fuerte resistencia y como decía Venacio Flores, presidente uruguayo: Los paraguayos peleaban como bárbaros
Por último, y no menos importante, es el hecho que gran parte del ejército brasilero, que era la fuerza principal aliada, estaba formada por esclavos, que tenían pocos motivos para morir por un país que los esclavizaba, que les prometía la liberación, si ganaban, cosa que don Pedro II no cumplió
Sobre el tema de la invasión del Matto Grosso, el ejército paraguayo mantuvo su posesión hasta finales de la contienda, retirándose de la zona ya en los últimos meses de la guerra
Otro punto que concuerdo es que el comando compartido fue un problema para los aliados
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John Hoyt Williams: BATTLE OF TUYUTI, A SWAMP OF BLOOD.
El desarrollo de la Batalla de Tuyutí
El valiente y trágico ataque de la columna de Díaz al centro aliado: 24 de Mayo de 1866, 11:55 am
Aunque tenían planificado emplear el denso matorral como cobertura para aproximarse a las líneas enemigas, los paraguayos subestimaron sus desventajas como obstáculo. Los jinetes tenían que dirigir a sus caballos en fila india y fueron más lentos aún que la infantería para alcanzar los puntos de partida del ataque. El espeso e impenetrable matorral causó no pocos problemas al ejército de López, debido a que sus hombres eran en su mayoría reclutas inexpertos (excepto el batallón 40).
Las unidades de Barrios fueron particularmente lentas debido al pésimo terreno. Consecuentemente, en vez de un ataque masivo a la madrugada del 24 de mayo, eran ya las 11:55 de la mañana, cuando se disparó el cohete que daba la señal de ataque. Aún entonces, las unidades tenían que escurrirse a través de los matorrales, formar en orden cerrado a la vista del enemigo, y dirigirse hacia los blancos más promisorios.
Desafortunadamente para los paraguayos, el matorral hizo que el ataque sea menos que simultáneo, y algunas unidades entraron en combate una hora o más después de que las primeras lo hicieron. El elemento sorpresa estaba irremediablemente perdido.
La columna de Díaz se lanzó primero, con numerosas de sus unidades de caballería e infantería saliendo del bosque, formándose en línea y avanzando hacia los sorprendidos piquetes de vanguardia uruguayos y brasileños. El coronel Palleja observaba el avance paraguayo admirado. “La columna se lanzó desde su escondite sin disparar un solo tiro,” recordaba, “la caballería sables en mano y la infantería con las bayonetas arriba”.
Diaz, quien en 1864 era apenas un teniente del Batallón de Policía, personalmente dirigía su mezclada fuerza hacia los piquetes de vanguardia aliados. En minutos, los regimientos uruguayos Libertad e Independencia y el batallón brasileño 41 Voluntarios da Patria habían sido arrollados con fuertes pérdidas. Díaz entonces se detuvo, inspeccionó la línea aliada y permitió que más unidades suyas saliesen del bosque a la batalla. Su batería de obuses de 16 libras era estirada por sus artilleros indios Payaguá, y los lanzadores de cohetes a la Congreve fueron emplazados a unos 1.080 metros del enemigo. Díaz dio una señal con la mano, dos trompetas respondieron, y sus dos regimientos de caballería, con sus sables y lanzas reflejando el brillante sol de aquel mediodía, se lanzaron al galope hacia los batallones uruguayos 24 de Abril y Florida, emplazados a ambos lados de su batería y confundidos con cientos de sobrevivientes de los piquetes avanzados.
Fue una lucha desigual desde el principio. Los cañones uruguayos abrieron fuego a unos 900 metros, lanzando proyectiles de 18 libras a través de las apretadas líneas de las columnas paraguayas. A 360 metros, los fusiles uruguayos ladraron regulares andanadas de fuego, alcanzando a las tropas. En sus sueltas chaquetas de vivo rojo o en sus ligeros ponchos, los paraguayos sudaban a pesar del frescor invernal, con sus espuelas tipo gaucho cortando la carne en sus pies descalzos. Cientos cayeron en apretadas formaciones, muchos empujados por sus camaradas que avanzaban desde atrás.
Cuando los paraguayos se encontraban tal vez a unos 180 metros de la línea uruguaya, abrieron fuego los 27 cañones del Primer Regimiento de Artillería del coronel Emilio Mallet contra el flanco del avance guaraní. La carnicería fue atroz – y casi sin sentido.
Los paraguayos que pudieron, retrocedieron deteniéndose sólo cuando el matorral los cubrió. Díaz estaba desconcertado. Casi la mitad de su caballería había sido suprimida –y ninguno había caído a menos de 90 metros del enemigo. Más aún, la falta de armas de fuego de sus regimientos de caballería, significaba que el enemigo apenas había sido tocado, a excepción de algún tiro o alguna fortuita bala de cañón paraguayo. ¿Dónde-, se preguntaba Díaz, con cólera creciente,- estaban Barrios o Resquín? Para entonces, sus ahora cinco batallones, incluyendo el reconstituido y bien armado 40, estaban todos formados, y el primero de los regimientos de Marcó era ya visible unos 900 metros a su izquierda. A medida que la formación de batalla paraguaya crecía, también lo hacía la aliada. El general Sampaio envió seis de sus ocho batallones para proteger el flanco izquierdo uruguayo. Llegaron justo cuando los batallones de Díaz, con bayonetas caladas, empezaban su carga. Por órdenes de Sampaio, cada brasileño de su división llevaba 10 paquetes de 10 cartuchos y 125 cápsulas fulminantes, y cada batallón era seguido a la línea por numerosos carromatos de munición.
A eso de las 12:30, la batería uruguaya abrió fuego sobre la infantería que avanzaba, instantáneamente seguida por los cañones de Mallet y al poco rato por el masivo fuego de fusilería de al menos 6 batallones. Cuando los infantes paraguayos en camisas blancas se detuvieron para responder el fuego, las granadas y proyectiles aliados alcanzaban sus líneas. Mientras la infantería intercambiaba andanadas, la diezmada pero reorganizada caballería paraguaya lanzaba una carga acompañada de un estruendoso griterío y el blandir de sables, directamente sobre el 1° Regimiento de Artillería brasileño. Gritando “Por aquí nao entram”, Mallet apuntó sus cañones hacia delante, y bajo sus órdenes empezaron a disparar tan rápido, que fueron posteriormente llamados “artillería revólver”.
La carnicería fue atroz, y el observador coronel Palleja anotó en su diario que el efecto de la artillería sobre los paraguayos “fue como el rayo; miembros y ropas de los jinetes volaban por el aire junto con monturas y partes de los caballos”. Los paraguayos no tuvieron que preocuparse por la profunda zanja cavada en frente de los cañones de Mallet, pues la distancia más cercana a la que se encontró un cadáver de los atacantes fue a 45 metros del foso. Los restos de los regimientos de Díaz, muchos de ellos desmontados y heridos, se desviaron hacia la derecha para unirse al ataque de la infantería ahora en curso.
Allí, su inmolación fue completada. Cuando los bravos pero desorganizados escuadrones cargaban sobre el Batallón de Voluntarios Da Patria N° 4, uno de sus oficiales, teniente Dionisio Cerqueira, escribió: “Nuestro fuego era tremendo… los bravos guerreros de López, lanzaban sables y lanzas inútilmente.” Los paraguayos caían en filas enteras, algunos por los cañones de Mallet, cuyas bocas de fuego seguían su desplazamiento. “Nuestros soldados, ardiendo de bravura, abandonaron sus líneas y cargaron con la bayoneta… fue una carnicería, pocos escaparon,” afirmaba Cerqueira.
Luego los mismos hombres de Cerqueira tuvieron que retroceder rápidamente, pues la infantería paraguaya de refresco casi los alcanzaba. El fuego se generalizó rápidamente a lo largo de toda la línea, y las formaciones de vanguardia eran casi invisibles debido al denso humo gris.
El general Osorio, con absoluto desprecio de su seguridad personal, galopaba de arriba a abajo de la línea. El viejo gaúcho riograndense, que había creado la caballería brasileña unos años antes, estaba en su gloria, y aunque había sido golpeado por una bala perdida al comienzo de la batalla, aparecía como indestructible ante sus hombres. Envió a los dos últimos batallones de Sampaio en ayuda de la batería uruguaya, y, a medida que el fuego aumentaba, personalmente guió cinco batallones de la 1° División de Argolo para taponar un peligroso claro que se había creado en la izquierda de la línea. Uno de esos batallones, el 2° de Voluntarios da Patria, era comandado por el futuro mariscal y presidente de Brasil Deodoro da Fonseca. Luego, corriendo hacia la retaguardia, Osorio dirigió cuatro batallones de la 4° División de Souza para enfrentar a otra columna paraguaya que acababa de aparecer entre los matorrales.
A medida que la lucha arreciaba –algunas veces cuerpo a cuerpo, y machete contra bayoneta- los 11 batallones de Vitorino Monteiro fueron enviados hacia adelante, con parte el 3° Batallón de Artillería, a cada lado de Mallet. El comandante de brigada Joaquim Rodrígues Coelho Nelly dirigió cinco de estos batallones sobrepasando la artillería y a través del foso en busca del enemigo, y se le ordenó que retrocediese a un lugar seguro por el iracundo general Vitorino Monteiro (que prefería que se le llame por su nombre de pila en vez de por su apellido en el campo de batalla). Los batallones de refresco brasileños apenas habían alcanzado sus posiciones cuando los paraguayos de Hilario Marcó golpearon el centro aliado, su masa moviéndose en rápida carrera, su objetivo: los cañones de Mallet. En el primer empuje del avance de Marcó, algunos de los soldados de su segundo batallón se arreglaron para escurrirse del fuego de fusilería, cruzaron el foso, y se dispersaron entre los cañones brasileños, pero fueron muertos allí.
A la izquierda de Mallet, el batallón Florida del coronel Palleja se encontró irónicamente cara a cara con el batallón 40 paraguayo, comandado por el capitán Ramón Avalos. Apenas tres semanas antes, estas mismas unidades habían combatido entre sí a corta distancia en la batalla de Estero Bellaco, donde los uruguayos habían perdido su bandera. Ahora, con la ayuda de otros batallones, Palleja tendría su revancha.
El combate se convirtió en una serie de ataques y contra-ataques, una versión latinoamericana de Waterloo. Los brasileños gritaban “Viva la Patria!”. Los uruguayos cantaban su himno nacional mientras esperaban otra carga. Los paraguayos avanzaban lanzando gritos en su gutural guaraní, mientras los brasileños del 6° Batallón de Voluntarios da Patria respondía en iguales voces guturales provenientes de inmigrantes que componían la Legión Alemana, mientras que el batallón mulato paraguayo Nambi-í avanzaba contra el 3° Batallón brasileño de Voluntarios da Patria, compuesto en su mayoría por negros. En el combate cercano, Cerqueira comentaba: “las cabezas eran aplastadas y cortadas, los brazos arrancados”, y él observó que sus hombres estaban “delirantes, como locos, hiriendo y matando” sin pensar. En esta tormenta, el batallón 40 de Ävalos, murió una vez más, sufriendo cerca del 80 % de perdidas. De acuerdo a uno de los registros sobre la destrucción de ese batallón de elite asunceno, “la flor y nata de la raza española en Paraguay se dice que ha sido aniquilada aquél día”.
A pesar del hecho de que tal vez todo el ejército paraguayo no hubiese podido romper la línea de hierro aliada, las columnas de Díaz y Marcó, unidades frescas mezcladas con restos de otras, cargaron una y otra vez, avanzando sobre sus camaradas caídos para llegar a los invasores, algunos blandiendo sables y machetes en ambas manos. Por cerca de tres horas el combate continuó, y la división de Sampaio sufrió casi tanto como los paraguayos, lamentando 1.033 bajas. Solamente su batallón 4 Voluntarios perdió 192 de sus 300 hombres. El general Sampaio, montado en un caballo blanco y siempre donde el combate era más duro, fue derribado tres veces de su cabalgadura, y uno de sus comandantes de brigada se hizo cargo de la diezmada división. Sampaio moriría a causa de sus heridas camino a un hospital en Buenos Aires. Sólo la oportuna provisión de Osorio de unidades de refresco salvó a la 3° División de su completa destrucción.
El desarrollo de la Batalla de Tuyutí
El valiente y trágico ataque de la columna de Díaz al centro aliado: 24 de Mayo de 1866, 11:55 am
Aunque tenían planificado emplear el denso matorral como cobertura para aproximarse a las líneas enemigas, los paraguayos subestimaron sus desventajas como obstáculo. Los jinetes tenían que dirigir a sus caballos en fila india y fueron más lentos aún que la infantería para alcanzar los puntos de partida del ataque. El espeso e impenetrable matorral causó no pocos problemas al ejército de López, debido a que sus hombres eran en su mayoría reclutas inexpertos (excepto el batallón 40).
Las unidades de Barrios fueron particularmente lentas debido al pésimo terreno. Consecuentemente, en vez de un ataque masivo a la madrugada del 24 de mayo, eran ya las 11:55 de la mañana, cuando se disparó el cohete que daba la señal de ataque. Aún entonces, las unidades tenían que escurrirse a través de los matorrales, formar en orden cerrado a la vista del enemigo, y dirigirse hacia los blancos más promisorios.
Desafortunadamente para los paraguayos, el matorral hizo que el ataque sea menos que simultáneo, y algunas unidades entraron en combate una hora o más después de que las primeras lo hicieron. El elemento sorpresa estaba irremediablemente perdido.
La columna de Díaz se lanzó primero, con numerosas de sus unidades de caballería e infantería saliendo del bosque, formándose en línea y avanzando hacia los sorprendidos piquetes de vanguardia uruguayos y brasileños. El coronel Palleja observaba el avance paraguayo admirado. “La columna se lanzó desde su escondite sin disparar un solo tiro,” recordaba, “la caballería sables en mano y la infantería con las bayonetas arriba”.
Diaz, quien en 1864 era apenas un teniente del Batallón de Policía, personalmente dirigía su mezclada fuerza hacia los piquetes de vanguardia aliados. En minutos, los regimientos uruguayos Libertad e Independencia y el batallón brasileño 41 Voluntarios da Patria habían sido arrollados con fuertes pérdidas. Díaz entonces se detuvo, inspeccionó la línea aliada y permitió que más unidades suyas saliesen del bosque a la batalla. Su batería de obuses de 16 libras era estirada por sus artilleros indios Payaguá, y los lanzadores de cohetes a la Congreve fueron emplazados a unos 1.080 metros del enemigo. Díaz dio una señal con la mano, dos trompetas respondieron, y sus dos regimientos de caballería, con sus sables y lanzas reflejando el brillante sol de aquel mediodía, se lanzaron al galope hacia los batallones uruguayos 24 de Abril y Florida, emplazados a ambos lados de su batería y confundidos con cientos de sobrevivientes de los piquetes avanzados.
Fue una lucha desigual desde el principio. Los cañones uruguayos abrieron fuego a unos 900 metros, lanzando proyectiles de 18 libras a través de las apretadas líneas de las columnas paraguayas. A 360 metros, los fusiles uruguayos ladraron regulares andanadas de fuego, alcanzando a las tropas. En sus sueltas chaquetas de vivo rojo o en sus ligeros ponchos, los paraguayos sudaban a pesar del frescor invernal, con sus espuelas tipo gaucho cortando la carne en sus pies descalzos. Cientos cayeron en apretadas formaciones, muchos empujados por sus camaradas que avanzaban desde atrás.
Cuando los paraguayos se encontraban tal vez a unos 180 metros de la línea uruguaya, abrieron fuego los 27 cañones del Primer Regimiento de Artillería del coronel Emilio Mallet contra el flanco del avance guaraní. La carnicería fue atroz – y casi sin sentido.
Los paraguayos que pudieron, retrocedieron deteniéndose sólo cuando el matorral los cubrió. Díaz estaba desconcertado. Casi la mitad de su caballería había sido suprimida –y ninguno había caído a menos de 90 metros del enemigo. Más aún, la falta de armas de fuego de sus regimientos de caballería, significaba que el enemigo apenas había sido tocado, a excepción de algún tiro o alguna fortuita bala de cañón paraguayo. ¿Dónde-, se preguntaba Díaz, con cólera creciente,- estaban Barrios o Resquín? Para entonces, sus ahora cinco batallones, incluyendo el reconstituido y bien armado 40, estaban todos formados, y el primero de los regimientos de Marcó era ya visible unos 900 metros a su izquierda. A medida que la formación de batalla paraguaya crecía, también lo hacía la aliada. El general Sampaio envió seis de sus ocho batallones para proteger el flanco izquierdo uruguayo. Llegaron justo cuando los batallones de Díaz, con bayonetas caladas, empezaban su carga. Por órdenes de Sampaio, cada brasileño de su división llevaba 10 paquetes de 10 cartuchos y 125 cápsulas fulminantes, y cada batallón era seguido a la línea por numerosos carromatos de munición.
A eso de las 12:30, la batería uruguaya abrió fuego sobre la infantería que avanzaba, instantáneamente seguida por los cañones de Mallet y al poco rato por el masivo fuego de fusilería de al menos 6 batallones. Cuando los infantes paraguayos en camisas blancas se detuvieron para responder el fuego, las granadas y proyectiles aliados alcanzaban sus líneas. Mientras la infantería intercambiaba andanadas, la diezmada pero reorganizada caballería paraguaya lanzaba una carga acompañada de un estruendoso griterío y el blandir de sables, directamente sobre el 1° Regimiento de Artillería brasileño. Gritando “Por aquí nao entram”, Mallet apuntó sus cañones hacia delante, y bajo sus órdenes empezaron a disparar tan rápido, que fueron posteriormente llamados “artillería revólver”.
La carnicería fue atroz, y el observador coronel Palleja anotó en su diario que el efecto de la artillería sobre los paraguayos “fue como el rayo; miembros y ropas de los jinetes volaban por el aire junto con monturas y partes de los caballos”. Los paraguayos no tuvieron que preocuparse por la profunda zanja cavada en frente de los cañones de Mallet, pues la distancia más cercana a la que se encontró un cadáver de los atacantes fue a 45 metros del foso. Los restos de los regimientos de Díaz, muchos de ellos desmontados y heridos, se desviaron hacia la derecha para unirse al ataque de la infantería ahora en curso.
Allí, su inmolación fue completada. Cuando los bravos pero desorganizados escuadrones cargaban sobre el Batallón de Voluntarios Da Patria N° 4, uno de sus oficiales, teniente Dionisio Cerqueira, escribió: “Nuestro fuego era tremendo… los bravos guerreros de López, lanzaban sables y lanzas inútilmente.” Los paraguayos caían en filas enteras, algunos por los cañones de Mallet, cuyas bocas de fuego seguían su desplazamiento. “Nuestros soldados, ardiendo de bravura, abandonaron sus líneas y cargaron con la bayoneta… fue una carnicería, pocos escaparon,” afirmaba Cerqueira.
Luego los mismos hombres de Cerqueira tuvieron que retroceder rápidamente, pues la infantería paraguaya de refresco casi los alcanzaba. El fuego se generalizó rápidamente a lo largo de toda la línea, y las formaciones de vanguardia eran casi invisibles debido al denso humo gris.
El general Osorio, con absoluto desprecio de su seguridad personal, galopaba de arriba a abajo de la línea. El viejo gaúcho riograndense, que había creado la caballería brasileña unos años antes, estaba en su gloria, y aunque había sido golpeado por una bala perdida al comienzo de la batalla, aparecía como indestructible ante sus hombres. Envió a los dos últimos batallones de Sampaio en ayuda de la batería uruguaya, y, a medida que el fuego aumentaba, personalmente guió cinco batallones de la 1° División de Argolo para taponar un peligroso claro que se había creado en la izquierda de la línea. Uno de esos batallones, el 2° de Voluntarios da Patria, era comandado por el futuro mariscal y presidente de Brasil Deodoro da Fonseca. Luego, corriendo hacia la retaguardia, Osorio dirigió cuatro batallones de la 4° División de Souza para enfrentar a otra columna paraguaya que acababa de aparecer entre los matorrales.
A medida que la lucha arreciaba –algunas veces cuerpo a cuerpo, y machete contra bayoneta- los 11 batallones de Vitorino Monteiro fueron enviados hacia adelante, con parte el 3° Batallón de Artillería, a cada lado de Mallet. El comandante de brigada Joaquim Rodrígues Coelho Nelly dirigió cinco de estos batallones sobrepasando la artillería y a través del foso en busca del enemigo, y se le ordenó que retrocediese a un lugar seguro por el iracundo general Vitorino Monteiro (que prefería que se le llame por su nombre de pila en vez de por su apellido en el campo de batalla). Los batallones de refresco brasileños apenas habían alcanzado sus posiciones cuando los paraguayos de Hilario Marcó golpearon el centro aliado, su masa moviéndose en rápida carrera, su objetivo: los cañones de Mallet. En el primer empuje del avance de Marcó, algunos de los soldados de su segundo batallón se arreglaron para escurrirse del fuego de fusilería, cruzaron el foso, y se dispersaron entre los cañones brasileños, pero fueron muertos allí.
A la izquierda de Mallet, el batallón Florida del coronel Palleja se encontró irónicamente cara a cara con el batallón 40 paraguayo, comandado por el capitán Ramón Avalos. Apenas tres semanas antes, estas mismas unidades habían combatido entre sí a corta distancia en la batalla de Estero Bellaco, donde los uruguayos habían perdido su bandera. Ahora, con la ayuda de otros batallones, Palleja tendría su revancha.
El combate se convirtió en una serie de ataques y contra-ataques, una versión latinoamericana de Waterloo. Los brasileños gritaban “Viva la Patria!”. Los uruguayos cantaban su himno nacional mientras esperaban otra carga. Los paraguayos avanzaban lanzando gritos en su gutural guaraní, mientras los brasileños del 6° Batallón de Voluntarios da Patria respondía en iguales voces guturales provenientes de inmigrantes que componían la Legión Alemana, mientras que el batallón mulato paraguayo Nambi-í avanzaba contra el 3° Batallón brasileño de Voluntarios da Patria, compuesto en su mayoría por negros. En el combate cercano, Cerqueira comentaba: “las cabezas eran aplastadas y cortadas, los brazos arrancados”, y él observó que sus hombres estaban “delirantes, como locos, hiriendo y matando” sin pensar. En esta tormenta, el batallón 40 de Ävalos, murió una vez más, sufriendo cerca del 80 % de perdidas. De acuerdo a uno de los registros sobre la destrucción de ese batallón de elite asunceno, “la flor y nata de la raza española en Paraguay se dice que ha sido aniquilada aquél día”.
A pesar del hecho de que tal vez todo el ejército paraguayo no hubiese podido romper la línea de hierro aliada, las columnas de Díaz y Marcó, unidades frescas mezcladas con restos de otras, cargaron una y otra vez, avanzando sobre sus camaradas caídos para llegar a los invasores, algunos blandiendo sables y machetes en ambas manos. Por cerca de tres horas el combate continuó, y la división de Sampaio sufrió casi tanto como los paraguayos, lamentando 1.033 bajas. Solamente su batallón 4 Voluntarios perdió 192 de sus 300 hombres. El general Sampaio, montado en un caballo blanco y siempre donde el combate era más duro, fue derribado tres veces de su cabalgadura, y uno de sus comandantes de brigada se hizo cargo de la diezmada división. Sampaio moriría a causa de sus heridas camino a un hospital en Buenos Aires. Sólo la oportuna provisión de Osorio de unidades de refresco salvó a la 3° División de su completa destrucción.
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Este es el nivel de discusión que me gusta Conde D' Eu, te felicito
Es importante dejar ese tema siempre en destaque en el foro.
No estoy de acuerdo con el autor de esta frase. Hay muchas diferencias entre las guerras de Vietnam y el del Paraguay, en épocas distintas y métodos de lucha muy distintos
Para mi es una comparación valida, obvio que existen enormes diferencias en muchos aspectos, pero en esencia es la misma cosa: Una nación más debil luchando contra otra(s) más poderosa(s), haciendo la tipica guerra de guerrilla en el Chaco, donde la selva impera de manera absoluta. Es importante decir que realmente el comezo de la guerra los combates eran más abiertos, pero cuando las fuerzas aliadas comezan a penetrar el territorio paraguayos, armadillas y emboscadas eran constantes.
Ese tipo de comparación con Vietnan es frecuente no solo para la guerra del Paraguay pero tambien para otras. Mire la invasión de Napoleón a peninsula Iberica en 1808. Muchos historiadores consideran que la resistencia que Napoleon encontró en Portugal es similiar a guerra del Vietnan, no precisamente por ser guerra en la selva pues allá no existe eso, pero la guerra de guerrilla.
Tengo mis teorías sobre el porqué duró 5 años, pero seguro será tomado mal por los brasileros. Pero bueno, a pesar que armaré polémica, igual lo haré.
Es cierto que el desconocimiento del terreno era uno de los motivos, pero también se debe incluir la incompetencia de los comandantes aliados: Tamandaré, que tardó demasiado en remontar el río Paraguay, por un temor infundado por las baterías paraguayas, Mitre, por ser muy conservador en sus planes y probablemente algo de culpa tenga Caxias. Otro factor, que no suele tenerse en cuenta, es lo expresado por Caxias en su despacho privado que posteé. Era el hecho simple que los paraguayos presentaron fuerte resistencia y como decía Venacio Flores, presidente uruguayo: Los paraguayos peleaban como bárbaros
Cuando mencione las causas por los 5 años estaba dejando abierto otras possibilidades, o sea, no es algo absoluto. Sin dudas que la resistencia del soldado paraguayo también contribuyó para la extension del conflicto. Mismo en la fase final del conflicto, donde muchos lucharan desnudos, las batallas fueran duras.
Con relación a Tamandaré estoy de acuerdo con vos 100%. El curioso es que para los paraguayos que conocen en tema, Doratioto es el autor parcial que defende siempre los intereses de Brasil, mientras que Chiavenato es el autor comprometido con la verdad y reconoce la injusticia que Paraguay sufrió blablabla pero Tamandaré, que es el patrono de la Marinha do Brasil recebió muchas criticas de Doratioto en su libro. Una que me recuerdo ahora fue la evacuacción de soldados paraguayos de Humaitá, que ya estaba aisilada sin recebir nada por semanas. La evacuacción ocorrió durante la noche con pequeñas embarcaciones que cruzaban el rio hasta el otro lado, donde habia una ruta segura. La Marinha podria muy bien haber destrozado todos allá sin dificuldad porque las fuerzas paraguayas ya no tenian más medios para ofrecer protección a una operación tan arriesgada como esa. Voy hacer ahora una otra comparación sin miedo de error o de pasar como ridiculo...eso todo me recuerda a Dunquerque, 1940. Eso todo lo escribí para decir que Tamandaré cometió errores más por omissión que por una acción equbocada. Él no estaba muy motivado para la guerra, esa es la verdad, quizás por su edad avanzada.
Cuanto a Mitre y Caxias tambien estoy de acuerdo con vos, pero no voy hacer mayores comentarios porque no hay mucho que decir. No existio en esa guerra ni en niguna otra el dios de la estrategia que nunca cometió errores, pero es como la vieja frase "Quien gana la guerra es el que hace menos errores."
Por último, y no menos importante, es el hecho que gran parte del ejército brasilero, que era la fuerza principal aliada, estaba formada por esclavos, que tenían pocos motivos para morir por un país que los esclavizaba, que les prometía la liberación, si ganaban, cosa que don Pedro II no cumplió
Sobre el tema de la invasión del Matto Grosso, el ejército paraguayo mantuvo su posesión hasta finales de la contienda, retirándose de la zona ya en los últimos meses de la guerra
Otro punto que concuerdo es que el comando compartido fue un problema para los aliados
Muy polémica sin duda su afirmación y estoy en desacuerdo. El Ejército Brasileño surgió casi que en el mismo instante de la guerra, porque antes la instituición que era de facto el poder militar era la Guarda Nacional, fuerza ideal para tareas de policia, pacificación o en los casos más extremos para una intervención militar en otro pais en conflictos de baja intensidad. La guerra del Paraguay era un otro nivel.
Entonces el gobierno imperial tuvo que recurrir a los reclutas, que en un primero momento muchos fueran por libre iniciativa por el orgullo patriotico, así surgió el famoso Corpo de Voluntários da Pátria, pero cuando quedo claro para todos que esa guerra no iba ser tan rapida como era planeado, las personas hicieran de todo para huir de la guerra, desde ir hacia regiones deshabitadas o mismo poner negros en su lugar. Ahora comezamos realmente a hablar del asunto. Para muchos historiadores el Ejército Brasileño no tenia más de 10% de esclavos, mientras que para el controvertido Chiavenato, que no tiene formación academica como historiador, sino como jornalista, la mayoria eran de esclavos sí. La verdad es que la mayoria eran personas obligadas a luchar, sobretudo campesinos locales del sur, zona del conflicto. Entonces para mi la cuestión principal es: Existió en esa guerra al menos un pais que no tuvo que recurrir al reclutamiento forzado para sus ejércitos? La resposta es...No. Esclavos en guerras no son exclusividad de Brasil, me recuerdo ahora de la pelicula El Patriota con un negro luchando con sus compatriotas por la independencia.
El mito es que para la mayoria ser negro en el Brasil Imperio era ser esclavo, lo que es falso. Al menos 40% de los negros en Brasil eran hombres libres hasta la 2º mitad del siglo XIX, mientras que en EEUU no alcanzaba 5% (hasta 1863). Todos los negros que eran esclavos en haciendas de la familia imperial, por ejemplo, ganaran la libertad sin precondiciones, pero existia una "deuda moral" con el Imperador y como señal de gratitud fueran luchar por el honor de Pedro II y del Imperio. Surge entonces el famoso batallón "Zuavos da Bahia", con uniforme propio incluso.
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- Soldado
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El combate se convirtió en una serie de ataques y contra-ataques, una versión latinoamericana de Waterloo. Los brasileños gritaban “Viva la Patria!”. Los uruguayos cantaban su himno nacional mientras esperaban otra carga. Los paraguayos avanzaban lanzando gritos en su gutural guaraní, mientras los brasileños del 6° Batallón de Voluntarios da Patria respondía en iguales voces guturales provenientes de inmigrantes que componían la Legión Alemana, mientras que el batallón mulato paraguayo Nambi-í avanzaba contra el 3° Batallón brasileño de Voluntarios da Patria, compuesto en su mayoría por negros. En el combate cercano, Cerqueira comentaba: “las cabezas eran aplastadas y cortadas, los brazos arrancados”, y él observó que sus hombres estaban “delirantes, como locos, hiriendo y matando” sin pensar. En esta tormenta, el batallón 40 de Ävalos, murió una vez más, sufriendo cerca del 80 % de perdidas. De acuerdo a uno de los registros sobre la destrucción de ese batallón de elite asunceno, “la flor y nata de la raza española en Paraguay se dice que ha sido aniquilada aquél día”.
Esa descrición de la batalla de Tuiuty esta increible, muy buena. Cualquier otra guerra sudamericana es un chiste cuando comparada a esa guerra.
Pero ese batallón mulato paraguayo son negros y mestizos paraguayos o cautivos brasileños?
Sobre ese otro batallón 40 de Ävalos parezce ser algo interesante, realmente no lo conocia...era de infanteria o caballaria? Hay informaciones sobre los uniformes y armas que usaban o sobre principales participaciones en la guerra?
De Brasil las unidades más destacables son la caballaria gaúcha y la Brigada Real da Marinha.
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- Sargento Segundo
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Esa descrición de la batalla de Tuiuty esta increible, muy buena. Cualquier otra guerra sudamericana es un chiste cuando comparada a esa guerra.
No es por orgullo ni nada, pero es cierto lo que dices, fue lejos la guerra más grande de Sudamérica. Las otras guerras parecen escaramuzas al lado de ésta
Quizá la batalla que más se acerque al de Tuyutí, por las fuerzas implicadas, fue la de Caseros, en la guerra civil argentina
Pero ese batallón mulato paraguayo son negros y mestizos paraguayos o cautivos brasileños?
Efectivamente eran soldados paraguayos, negros libertos. Muy pocos sobrevivieron a la guerra. Fundaron una villa en las cercanías de Asunción, llamada "Camba Cuá" o lugar donde viven los negros, aunque sus descendientes ya están muy mezclados con la población actual. Lo único que les quedó fue su cultura ancestral y sus bailes característicos
Sobre ese otro batallón 40 de Ävalos parezce ser algo interesante, realmente no lo conocia...era de infanteria o caballaria? Hay informaciones sobre los uniformes y armas que usaban o sobre principales participaciones en la guerra?
Era un famoso batallón de infantería, estaba constituido por lo más selecto de la sociedad asuncena. Su primer comandante fue el Gral Díaz, comandante de las fuerzas paraguayas victoriosas en Curupayty.
Otras unidades élites del ejército paraguayo eran los Acá Carayá, de caballería y los Acá Verá, de infantería, que servían de protección presidencial y contaban con las pocas armas modernas del ejército paraguayo
Pd: Sería interesante analizar después, de manera detenida, el análisis de la guerra que hizo Doratioto
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- Sargento Segundo
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Acontinuación, un análisis militar de la batalla por parte de un oficial paraguayo:
Luego del combate de ESTERO BELLACO, López ocupó posiciones defensivas sobre el PASO GOMEZ hasta el PASO FERNANDEZ, en un frente de aproximadamente 50 Km., en tanto el ejército aliado (45.000 hombres) forzando los puestos avanzados paraguayos alcanzaron las lomadas de TUYUTI, en cuyas faldas se situó la vanguardia.
La distancia que separaba a ambas fuerzas era de 4 Km aproximadamente y el terreno estaba encerrado entre los dos grandes brazos del ESTERO BELLACO, distantes 4,8 km. que corrían paralelos hasta el Río PARAGUAY; caracterizándose por los inmensos y tupidos bosques de YATAY que poblaban las alturas existentes, como así también la existencia de grandes carrizales y esteros cubiertos por juncos de 2 a 2,5 mts.
de altura.
Los cursos de acción disponibles al Mariscal López eran los siguientes:
- Defender sus actuales posiciones con las fuerzas disponibles (25.000 hombres).
- Realizar una acción retardatriz hasta una nueva posición defensiva más al N.
- Atacar a las fuerzas aliadas con todas las fuerzas disponibles para alcanzar la decisión.
De los cursos de acción expuestos, la opción más natural era el defender, esperando al enemigo en el campo de batalla seleccionado; sin embargo, la convicción del Mariscal por la ofensiva fulminante para aniquilar al grueso de las fuerzas aliadas en una batalla decisiva determinó la elección del 3er Curso de Acción.
La concepción de López consistió en realizar un ataque de fijación en el frente y un doble envolvimiento por los flancos
para cerrar las vías de escape del enemigo ocupando los pasos del ESTERO BELLACO SUR, enlazarse y atacar la retaguardia enemiga. Reserva 7.000 hombres en PASO GOMEZ.
El riesgo era muy grande ante un enemigo superior en número, en armamentos, ocupando posiciones en un terreno organizado y con excelente apoyo de artillería, pero la victoria equivaldría al aniquilamiento del grueso y al probable fin de la guerra.
Ya en la ejecución, el éxito no se dió al no cerrarse la tenaza detrás del enemigo. La rapidez de las acciones que engendra la sorpresa se había perdido por las dificultades del terreno, la distracción del ataque principal en objetivos secundarios y la eficaz acción de la artillería aliada.
De esta batalla, la más grande y .
sangrienta librada en la América del Sur quedan características nítidas que definen el estilo estratégico de nuestro Mariscal y sus Comandantes subordinados, características que por ósmosis generacional cargamos como herencia y que se podría resumir así:
- El deseo de aniquilar al enemigo en un encuentro decisivo.
- Afición por las acciones ofensivas audaces.
- La búsqueda de la sorpresa como fundamento principal del plan.
- La inclinación natural de elegir la retaguardia enemiga como punto decisivo donde aplicar el poder de combate (Se repite esto en la "2ª Batalla" de TUYUTI).
Cnel DEM José Félix Pavón González
Luego del combate de ESTERO BELLACO, López ocupó posiciones defensivas sobre el PASO GOMEZ hasta el PASO FERNANDEZ, en un frente de aproximadamente 50 Km., en tanto el ejército aliado (45.000 hombres) forzando los puestos avanzados paraguayos alcanzaron las lomadas de TUYUTI, en cuyas faldas se situó la vanguardia.
La distancia que separaba a ambas fuerzas era de 4 Km aproximadamente y el terreno estaba encerrado entre los dos grandes brazos del ESTERO BELLACO, distantes 4,8 km. que corrían paralelos hasta el Río PARAGUAY; caracterizándose por los inmensos y tupidos bosques de YATAY que poblaban las alturas existentes, como así también la existencia de grandes carrizales y esteros cubiertos por juncos de 2 a 2,5 mts.
de altura.
Los cursos de acción disponibles al Mariscal López eran los siguientes:
- Defender sus actuales posiciones con las fuerzas disponibles (25.000 hombres).
- Realizar una acción retardatriz hasta una nueva posición defensiva más al N.
- Atacar a las fuerzas aliadas con todas las fuerzas disponibles para alcanzar la decisión.
De los cursos de acción expuestos, la opción más natural era el defender, esperando al enemigo en el campo de batalla seleccionado; sin embargo, la convicción del Mariscal por la ofensiva fulminante para aniquilar al grueso de las fuerzas aliadas en una batalla decisiva determinó la elección del 3er Curso de Acción.
La concepción de López consistió en realizar un ataque de fijación en el frente y un doble envolvimiento por los flancos
para cerrar las vías de escape del enemigo ocupando los pasos del ESTERO BELLACO SUR, enlazarse y atacar la retaguardia enemiga. Reserva 7.000 hombres en PASO GOMEZ.
El riesgo era muy grande ante un enemigo superior en número, en armamentos, ocupando posiciones en un terreno organizado y con excelente apoyo de artillería, pero la victoria equivaldría al aniquilamiento del grueso y al probable fin de la guerra.
Ya en la ejecución, el éxito no se dió al no cerrarse la tenaza detrás del enemigo. La rapidez de las acciones que engendra la sorpresa se había perdido por las dificultades del terreno, la distracción del ataque principal en objetivos secundarios y la eficaz acción de la artillería aliada.
De esta batalla, la más grande y .
sangrienta librada en la América del Sur quedan características nítidas que definen el estilo estratégico de nuestro Mariscal y sus Comandantes subordinados, características que por ósmosis generacional cargamos como herencia y que se podría resumir así:
- El deseo de aniquilar al enemigo en un encuentro decisivo.
- Afición por las acciones ofensivas audaces.
- La búsqueda de la sorpresa como fundamento principal del plan.
- La inclinación natural de elegir la retaguardia enemiga como punto decisivo donde aplicar el poder de combate (Se repite esto en la "2ª Batalla" de TUYUTI).
Cnel DEM José Félix Pavón González
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Lo que puedo agregar del análisis anterior, consiste en que para asegurar la victoria sobre tropas atrincheradas y bien organizadas, se requiere una relación de fuerzas mínimo de 3 a 1, a favor del atacante, esto en base a datos empíricos
Como se darán cuenta, esto no sucedió en Tuyutí, siendo más razonable una acción defensiva de las tropas paraguayas
Sobre las armas utilizadas en la guerra y sobre uniformes, con gusto trataré dar informaciones al respecto.
Ya puedes tener un pequeño adelanto, mirando los post publicados en este foro, en el tema uniformes latinoamericanos S. XIX
Como se darán cuenta, esto no sucedió en Tuyutí, siendo más razonable una acción defensiva de las tropas paraguayas
Sobre las armas utilizadas en la guerra y sobre uniformes, con gusto trataré dar informaciones al respecto.
Ya puedes tener un pequeño adelanto, mirando los post publicados en este foro, en el tema uniformes latinoamericanos S. XIX
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- Sargento Segundo
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Para terminar el relato de esta terrible batalla, publicaré un relato sobre el abanderado de Tuyutí, una verdadera leyenda en la historia paraguaya, escrita por el genial escritor que vosotros ya conocéis, Juan E. O`Leary, autor del héroe de los lanchones, que ya publiqué anteriormente
EL ABANDERADO DE TUYUTI
El 24 de Mayo de 1866, desde medio día, Tuyutí era como un inmenso volcán, de cuyas entrañas encendidas surgian sangrientas llamaradas, nubes de humo y torrentes de hierro y plomo caldeados, en medio de horrorosos estampidos, gritos de muerte, imprecaciones y sollozos.El Mariscal López había tratado de jugar una última partida, lanzando todo su ejército sobre el poderoso ejército enemigo.
El invasor se proponía atacamos en nuestras indefensas posiciones, y había que darle un golpe mortal para detenerle.
El plan de la batalla era admirable.
Marcó y Díaz debían caer sobre el frente, Resquín sobre la retaguardia y Barrios sobre el flanco izquierdo, encerrando a los aliados en un círculo de fuego.
El asalto debía iniciarse al amanecer, aprovechando las ventajas de In sorpresa.
Desgraciadamente, las órdenes no se cumplieron, y la batalla empezó tarde, en condiciones ya desfavorables.
Pero, aún así, la victoria era segura, a no haberse estrellado Resquín, con su brillante caballería, contra los cañones del ejército argentino, apartándose de las terminantes instrucciones recibidas.
A las 4 de la tarde la tragedia terminaba. Cinco mil cadáveres paraguayos llenaban el Bellaco y las lomadas de Tuyutí.
Derrotada la vanguardia de los aliados, vencídos los brasileños, dueños los nuestros de una parte de la artillería argentina, desmoralizado el enemigo, tuvo tiempo de reaccionar, por la falta de oportuno acuerdo en nuestros movimientos, tomando la ofensiva parcialmente sobre las diversas columnas paraguayas.
Y tuvimos que retirarnos.
El capitán José María Delgado había mandado los jinetes que atacaron el flanco izquierdo del invasor. A última hora sus regimientos estaban destrozados, después de una serie de furiosos asaltos.
De uno de ellos no quedaba sino un soldado en el campo de batalla. Y ese soldado sostenía en sus manos la bandera de su cuerpo.
Los brasileños lo vieron al ir a lanzarse al estero, para salvarse con ella.
Era un mocetón, apenas salido de la infancia.
A pie, semidesnudo, sin el morrión de cuero, cubierto de heridas, llevando en una mano la bandera y blandiendo en la otra el largo y filoso sable, brillaba en sus ojos la más iracunda fiereza.
Era él único que sobrevivía a los cuatrocientos compañeros que se habían precipitado sobre el invasor,al íniciarse la batalla. Rodeado de enemigos, ya no pensó en la vida.
Una sola cosa le preocupaba: la bandera. ¿ Cómo salvarla?
Empezó por arrojar su espada, armándose con el asta de la enseña confiada por la suerte a su honor y a su patriotismo. Arrancó después la bandera, tratando de ocultarla bajo su brazo izquierdo. Todo esto pasó en un minuto, mientras los
brasileños, saltando sobre los muertos, llegaban hasta él, intímándole a gritos, llenos de soberbia, que se rindiera.
El muchacho paraguayo, el soldadito abanderado, el último sobreviviente de un regimiento ya extinguido, hizo un esfuerzo supremo, abalanzándose, lanza en ristre, sobre los que le rodeaban, y tratando de abrirse camino.
El estero, el profundo estero,. no era una esperanza de salvación. Pero quería llegar a él. Todo su empeño estaba en poder arrojarse en medio de sus sangrientas aguas. Allí moriría, fatalmente, bajo úna lluvia de balas... pero creía poder salvar la bandera que oprimía sobre su corazón! Y esto era todo...
El cañón tronaba todavía. Y la fusilería crepitaba a lo largo del matadero humano.
La tarde, tarde fría, de crudo invierno, declinaba.
El abanderado paraguayo había sucumbido, aplastado por el número de sus tenuces adversarios.
Estaba caído. A su lado el asta de la bandera, rota la moharra, para nada le servía.
Aún vivía, con el cuerpo cribado, ciego por la sangre que manaba de su frente, abierta por ancha y profunda herida.
Los brasileños se detuvieron, llenos de espanto, ante aquel loco heroismo.
y el soldadito aprovechó su estupor para destrozar la bandera con los dientes. La vida no le preocupaba. No se trataba ya de vivir. Se trataba de que no cayera en manos del enemigo la bandera de su regimiento! Cuando, por fin, llegaron hasta él, estaba muerto.
Y cuando fueron a levantarle, llenos de piadosa admiración, encontraron todavía un girón de la bandera entre sus dientes, y el resto de ella, confundidos sus colores en un solo tinte de púrpura, bien sobre su corazón, oprimido entre sus crispadas manos!
La lucha había concluído.
La noche más triste de nuestra historia cayó sobre aquel héroe desconocido, mientras el general Osorio recibía un andrajo de bandera, que entregaba, poco después, al almirante Tamandaré, junto con la relación de este conmovedo episodio, para que fuera guardada, como una reliquia de la abnegación de un pueblo, en un museo de su país.
Tal fué el último acto de la tragedia de Tuyutí. (1)
(1) En una correspondencia, publicada en La Nación Argentina de Buenos Aires, el 12 de Junio de 1866, se lee lo siguienle:
. El general Osorio mandó entregar al Visconde de Tamandaré parte de una bandera paraguaya. Esta bandera fue tomada (el 24 de Mayo) por el asistente del capitán ayudante de Osorio, y el paraguayo que la trajo al combate sucumbió peleando valientemente, empleando, después de haber caido en tierra, los últimos momentos de vida en hacer trizas con los dientes la bandera para que no cayera en poder del enemigo. El general Osorio colocó en ella Un papel, explicando, el hecho, y tanto a él como al Vicealmirante les he oido lamentar la muerte del valiente paraguayo, de tal modo que creo que el soldado que le dió muerte hubiese sido castigado a no haber probado que habia combatido con el enemigo, a arma blanca, y que en ese combate recIbió dos heridas gloriosas, viéndose en la necesidad de herir de muerte a su enemigo para arrancárle la bandera.
. Cuando el paraguayo cayó atravesado de una estocada, el brasilero le intimó que se rindiera, pero aquél, en vez de contestar, empleó, Como he dicho, sus últimos momentos de vida en romper con los dientes la bandera que le habia sido confiada>.
En el Diario Oficial de Rio Janeiro, del 21 de Junio de 1866, se publican los mismos datos sobre este conmovedor episodio.
Véase también Episodios Militares, por Joaquin S. d'A. Pimentel, pág. 39.
EL ABANDERADO DE TUYUTI
El 24 de Mayo de 1866, desde medio día, Tuyutí era como un inmenso volcán, de cuyas entrañas encendidas surgian sangrientas llamaradas, nubes de humo y torrentes de hierro y plomo caldeados, en medio de horrorosos estampidos, gritos de muerte, imprecaciones y sollozos.El Mariscal López había tratado de jugar una última partida, lanzando todo su ejército sobre el poderoso ejército enemigo.
El invasor se proponía atacamos en nuestras indefensas posiciones, y había que darle un golpe mortal para detenerle.
El plan de la batalla era admirable.
Marcó y Díaz debían caer sobre el frente, Resquín sobre la retaguardia y Barrios sobre el flanco izquierdo, encerrando a los aliados en un círculo de fuego.
El asalto debía iniciarse al amanecer, aprovechando las ventajas de In sorpresa.
Desgraciadamente, las órdenes no se cumplieron, y la batalla empezó tarde, en condiciones ya desfavorables.
Pero, aún así, la victoria era segura, a no haberse estrellado Resquín, con su brillante caballería, contra los cañones del ejército argentino, apartándose de las terminantes instrucciones recibidas.
A las 4 de la tarde la tragedia terminaba. Cinco mil cadáveres paraguayos llenaban el Bellaco y las lomadas de Tuyutí.
Derrotada la vanguardia de los aliados, vencídos los brasileños, dueños los nuestros de una parte de la artillería argentina, desmoralizado el enemigo, tuvo tiempo de reaccionar, por la falta de oportuno acuerdo en nuestros movimientos, tomando la ofensiva parcialmente sobre las diversas columnas paraguayas.
Y tuvimos que retirarnos.
El capitán José María Delgado había mandado los jinetes que atacaron el flanco izquierdo del invasor. A última hora sus regimientos estaban destrozados, después de una serie de furiosos asaltos.
De uno de ellos no quedaba sino un soldado en el campo de batalla. Y ese soldado sostenía en sus manos la bandera de su cuerpo.
Los brasileños lo vieron al ir a lanzarse al estero, para salvarse con ella.
Era un mocetón, apenas salido de la infancia.
A pie, semidesnudo, sin el morrión de cuero, cubierto de heridas, llevando en una mano la bandera y blandiendo en la otra el largo y filoso sable, brillaba en sus ojos la más iracunda fiereza.
Era él único que sobrevivía a los cuatrocientos compañeros que se habían precipitado sobre el invasor,al íniciarse la batalla. Rodeado de enemigos, ya no pensó en la vida.
Una sola cosa le preocupaba: la bandera. ¿ Cómo salvarla?
Empezó por arrojar su espada, armándose con el asta de la enseña confiada por la suerte a su honor y a su patriotismo. Arrancó después la bandera, tratando de ocultarla bajo su brazo izquierdo. Todo esto pasó en un minuto, mientras los
brasileños, saltando sobre los muertos, llegaban hasta él, intímándole a gritos, llenos de soberbia, que se rindiera.
El muchacho paraguayo, el soldadito abanderado, el último sobreviviente de un regimiento ya extinguido, hizo un esfuerzo supremo, abalanzándose, lanza en ristre, sobre los que le rodeaban, y tratando de abrirse camino.
El estero, el profundo estero,. no era una esperanza de salvación. Pero quería llegar a él. Todo su empeño estaba en poder arrojarse en medio de sus sangrientas aguas. Allí moriría, fatalmente, bajo úna lluvia de balas... pero creía poder salvar la bandera que oprimía sobre su corazón! Y esto era todo...
El cañón tronaba todavía. Y la fusilería crepitaba a lo largo del matadero humano.
La tarde, tarde fría, de crudo invierno, declinaba.
El abanderado paraguayo había sucumbido, aplastado por el número de sus tenuces adversarios.
Estaba caído. A su lado el asta de la bandera, rota la moharra, para nada le servía.
Aún vivía, con el cuerpo cribado, ciego por la sangre que manaba de su frente, abierta por ancha y profunda herida.
Los brasileños se detuvieron, llenos de espanto, ante aquel loco heroismo.
y el soldadito aprovechó su estupor para destrozar la bandera con los dientes. La vida no le preocupaba. No se trataba ya de vivir. Se trataba de que no cayera en manos del enemigo la bandera de su regimiento! Cuando, por fin, llegaron hasta él, estaba muerto.
Y cuando fueron a levantarle, llenos de piadosa admiración, encontraron todavía un girón de la bandera entre sus dientes, y el resto de ella, confundidos sus colores en un solo tinte de púrpura, bien sobre su corazón, oprimido entre sus crispadas manos!
La lucha había concluído.
La noche más triste de nuestra historia cayó sobre aquel héroe desconocido, mientras el general Osorio recibía un andrajo de bandera, que entregaba, poco después, al almirante Tamandaré, junto con la relación de este conmovedo episodio, para que fuera guardada, como una reliquia de la abnegación de un pueblo, en un museo de su país.
Tal fué el último acto de la tragedia de Tuyutí. (1)
(1) En una correspondencia, publicada en La Nación Argentina de Buenos Aires, el 12 de Junio de 1866, se lee lo siguienle:
. El general Osorio mandó entregar al Visconde de Tamandaré parte de una bandera paraguaya. Esta bandera fue tomada (el 24 de Mayo) por el asistente del capitán ayudante de Osorio, y el paraguayo que la trajo al combate sucumbió peleando valientemente, empleando, después de haber caido en tierra, los últimos momentos de vida en hacer trizas con los dientes la bandera para que no cayera en poder del enemigo. El general Osorio colocó en ella Un papel, explicando, el hecho, y tanto a él como al Vicealmirante les he oido lamentar la muerte del valiente paraguayo, de tal modo que creo que el soldado que le dió muerte hubiese sido castigado a no haber probado que habia combatido con el enemigo, a arma blanca, y que en ese combate recIbió dos heridas gloriosas, viéndose en la necesidad de herir de muerte a su enemigo para arrancárle la bandera.
. Cuando el paraguayo cayó atravesado de una estocada, el brasilero le intimó que se rindiera, pero aquél, en vez de contestar, empleó, Como he dicho, sus últimos momentos de vida en romper con los dientes la bandera que le habia sido confiada>.
En el Diario Oficial de Rio Janeiro, del 21 de Junio de 1866, se publican los mismos datos sobre este conmovedor episodio.
Véase también Episodios Militares, por Joaquin S. d'A. Pimentel, pág. 39.
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En Paraguay, en estos días, se está recordando un día muy especial, el día del Niño, en recordación de la batalla más polémica de la Triple Alianza, la batalla de Acosta Ñú. En estos días, publicaré artículos interesantes al respecto
LA BATALLA DE ¨ACOSTA ÑU¨ 16/08/1869
Antes que nada, conviene aclarar que el escenario de la épica jornada del 16 de agosto de 1869, es conocido con distintos nominativos, siendo ellos: Campo Grande, Ñu-guazú, Díaz-cué y Rubio Ñu.
Esta diversidad de nombres ha dado lugar a confusiones en el campo de la historia. Pero un examen posteriormente realizado pudo establecer que Acosta Ñu es el único y verdadero apelativo del histórico lugar.
El ejército nacional había partido de Azcurra el día 13 de agosto de 1869, organizado en dos cuerpos. El primero tomó la delantera, acompañando al Mariscal, mientras el segundo quedaba naturalmente, a retaguardia.
Este último cuerpo estaba formado de niños de 12 a 14 años y era comandado por el general Bernardino Caballero, La vanguardia del mismo iba al mando del coronel Moreno, del arma de artillería, siendo su segundo el teniente coronel Franco, de infantería.
La misión de este cuerpo era, al mismo tiempo que cubrir la retaguardia del primero, custodiar y conducir los convoyes de nuestro ejército en retirada, compuesto aproximadamente de un centenar de pesadas carretas que, tiradas por bueyes agotados, avanzaban con excesiva lentitud, requiriendo por momentos el auxilio de los soldados para atravesar los extensos pantanos o subir las empinadas cuestas.
En las primeras horas de la madrugada del día 16, el general Caballero advirtió que la vanguardia del ejército enemigo, en número considerable, amenazaba su retaguardia.
Inmediatamente tomó las disposiciones que la situación requería. Despachó al mismo tiempo un chasque con aviso al Mariscal, quien se encontraba ya adelante, con el primer cuerpo.
Este chasque regresó con la orden a Caballero de obstruir el avance enemigo, cueste lo que costare.
A las 7 de la mañana, la vanguardia de Caballero era amenazada por un movimiento envolvente de la vanguardia enemiga, la cual no tardó en tomar contacto con los nuestros, para dar seguidamente origen a la acción de fondo. En este primer combate cayó muerto el comandante Franco.
Mientras esto ocurría con nuestra vanguardia, el general Caballero tomaba posición con el resto de sus tropas infantiles ( 4.500 niños ), en el ángulo formado por la confluencia de los arroyos Piribebuy y Yukyry. En este momento se replegaba al lugar el coronel Moreno, con las tropas de la vanguardia y 23 piezas de artillería.
Sin tiempo para improvisar la más débil obra de defensa, los adolescentes de Caballero se dispusieron a recibir cuerpo gentil el formidable alud de inmensas y bravas legiones veteranas, cuyas columnas se acercaban abriéndose en una V, con el evidente propósito de envolver las alas de la defensa.
¨Entonces el general Caballero – dice el Conde d´Eu en su Diario de Campaña – intentó, con éxito durante algún tiempo, hacer un movimiento perpendicular a su primera posición. Talando su artillería de la izquierda y reforzando la de la derecha, cubrió uno de sus flancos y, después de tres horas de lucha, consiguió establecer dicha línea perpendicular¨.
En esta posición siendo las ocho de la mañana, el Centauro de Ybycuí recibió el ataque del ejército aliado (20.000 hombres), mandado por cinco de sus más famosos generales.
El enemigo emplazó su artillería (40 piezas rayada), en el paso del arroyo Yukyry y, como es de rigor, abrió un vigoroso fuego sobre la línea paraguaya. Luego sobrevino el avance general.
El primer ataque fue recibido y contestado con igual vigor. Grandes claros abríanse en las filas adversarias, las cuales perdieron formación retrocedieron, desmoralizadas. Pero pronto nuevas brigadas acudieron a cubrir los puestos y a repetir los asaltos, con igual resultado.
Entonces el Conde d´Eu se colocó personalmente al frente de sus brigadas de asalto y los empujó sobre el objetivo, con el aliento que infundía su presencia.
El Centauro multiplicó su energía y consiguió detener, una vez más, la negra ola que pretendía arrollar a su hueste.
El cauce del Yukyry estaba colmado de cadáveres. La corriente, tinta en sangre, encrespábase al embestir contra esos obstáculos y pasaba por sobre ellos desgranando una extraña oración, o los arrastraba envueltos en un raro crepitar de guerra.
El invasor buscó entonces un punto vadeable del arroyo, por donde atacarnos con todo el poder de sus fuerzas impotentes. Ese punto estaba en dirección a nuestra ala izquierda. Por allí el enemigo podría contornearnos fácilmente.
Caballero se dio cuenta de la intención y se retiró sobre el arroyo Piribebuy, que corre paralelo al Yukyry. Aquí volvió a hacer fuerte, posicionándose sobre la cabecera norte del puente. Pero, cuando estable empeñado en frenar los ataques frontales, un a fuerte columna de infantería y un grupo de artillería con ocho cañones, al mando del general Resin, cayó sobre su flanco izquierdo, obligándolo a dividir ya su raleado efectivo, para atender las dos acometidas simultáneas.
Encomendó al capitán Blas Fleitas y a los tenientes José Aquino y José de la Cruz Melgarejo, hacer frente a las tropas de Resin. El ataque careció de vigor esperable de un contingente fresco. El Conde acusó de débil al general que lo mandaba.
El peligro parecía estar conjurado por este lado. Pero he aquí que aparecía al galope, por el camino de Barrero Grande, la poderosa caballería del general Cámara, la cual vino a unirse a las tropas indecisas de Resin, iniciándose una lucha de proporciones increíbles, dado el escaso número de la defensa.
A esta altura de la pugna gigantesca, nuestra línea se hallaba asaz debilitada. Pero había un batallón de niños que se mantenía a modo de reserva.
El general Caballero, a quien en ese momento rodeaban algunos de sus oficiales, llamó a los alféreces José Aquino y Estanislao Leguizamón, y les dijo: ¨Ha llegado el momento de poner término a esta lucha. A vuestro valor y arrojo confío esta última misión. Tomad cuenta de ese pequeño pero entusiasta batallón que tenemos enfrente y cargad con ímpetu sobre el enemigo. Con el resultado, sea cual fuere, habremos cumplido con nuestro lema de vencer o morir¨.
Los oficiales designados corrieron a la línea con la resolución del jefe. Un nuevo brío electrizó a la defensa, y la resistencia llegó a prolongarse una hora más.
Los enemigos, con la plenitud de sus fuerzas, habían llegado a circundar completamente la posición paraguaya, la infantería que atacaba nuestro frente, maniobró con rapidez para abrir un ancho espacio a la caballería del general Cámara que se encontraba a retaguardia, y ella se lanzó en un empuje incontenible sobre el pequeño saldo de nuestra defensa, que sucumbió casi totalmente en su puesto, con las armas en las manos.
La batalla ha terminado.
La tarde ha dado paso al crepúsculo.
Una inmensa llamarada abrasaba el pajonal de Acosta Ñu, escenario de la batalla, iluminando con una lumbre violácea el lamento estremecido de la epopeya.
El general Caballero, acompañado de algunos asistentes pudo cruzar por entre los regimientos enemigos, sin ser reconocido. Fue a protegerse en los montes próximos de Caraguatay.
La llanura seguía ardiendo. Los heridos allí morían, chamuscados en la llama satánica. Los cadáveres se contraían en extrañas contorsiones, al contacto de la hoguera maldita. Los proyectiles abandonados, esparcidos o amontonados en el campo ardiente, explotaban lo mismo que en lo más recio del combate.
Y los enemigos victoriosos, para no ser víctimas de su propia obra, tuvieron que retirarse a un lugar llamado Pindoty.
El general Caballero, en el lado opuesto, reunía en torno suyo a sus pocos dispersos, casi todos heridos. Y así se puso en marcha hacia Caraguatay, esa misma noche, tomando la ruta del Mariscal y del primer cuerpo que le acompañaba.
Cuando hubo llegado al citado pueblo, se informó que el Jefe ya se había alejado de allí. Prosiguió entonces su marcha, y el día 18 pudo darle alcance, en momentos que estaba sesteando en Gazory.
Allí, el Mariscal recibió el parte de la acción de Acosta Ñu: Bajas enemigas, 200 muertos, 420 heridos. Bajas y pérdidas paraguayas, 2.000 muertos, 1.500 heridos y prisioneros, 23 piezas de artillería, 87 carretas con municiones, armamentos y banderas.
Satisfecho el Mariscal del comportamiento heroico de los combatientes de Acosta Ñu, que en número de 4.500 muchachos, enfrentaron a 20.000 aliados, allí mismo lo proclamó a su jefe General de División.-
Trascripción del libro: GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA EL PARAGUAY – Autor: Coronel Diplomado de Estado Mayor Luis Vittone – Páginas: 504 al 510
LA BATALLA DE ¨ACOSTA ÑU¨ 16/08/1869
Antes que nada, conviene aclarar que el escenario de la épica jornada del 16 de agosto de 1869, es conocido con distintos nominativos, siendo ellos: Campo Grande, Ñu-guazú, Díaz-cué y Rubio Ñu.
Esta diversidad de nombres ha dado lugar a confusiones en el campo de la historia. Pero un examen posteriormente realizado pudo establecer que Acosta Ñu es el único y verdadero apelativo del histórico lugar.
El ejército nacional había partido de Azcurra el día 13 de agosto de 1869, organizado en dos cuerpos. El primero tomó la delantera, acompañando al Mariscal, mientras el segundo quedaba naturalmente, a retaguardia.
Este último cuerpo estaba formado de niños de 12 a 14 años y era comandado por el general Bernardino Caballero, La vanguardia del mismo iba al mando del coronel Moreno, del arma de artillería, siendo su segundo el teniente coronel Franco, de infantería.
La misión de este cuerpo era, al mismo tiempo que cubrir la retaguardia del primero, custodiar y conducir los convoyes de nuestro ejército en retirada, compuesto aproximadamente de un centenar de pesadas carretas que, tiradas por bueyes agotados, avanzaban con excesiva lentitud, requiriendo por momentos el auxilio de los soldados para atravesar los extensos pantanos o subir las empinadas cuestas.
En las primeras horas de la madrugada del día 16, el general Caballero advirtió que la vanguardia del ejército enemigo, en número considerable, amenazaba su retaguardia.
Inmediatamente tomó las disposiciones que la situación requería. Despachó al mismo tiempo un chasque con aviso al Mariscal, quien se encontraba ya adelante, con el primer cuerpo.
Este chasque regresó con la orden a Caballero de obstruir el avance enemigo, cueste lo que costare.
A las 7 de la mañana, la vanguardia de Caballero era amenazada por un movimiento envolvente de la vanguardia enemiga, la cual no tardó en tomar contacto con los nuestros, para dar seguidamente origen a la acción de fondo. En este primer combate cayó muerto el comandante Franco.
Mientras esto ocurría con nuestra vanguardia, el general Caballero tomaba posición con el resto de sus tropas infantiles ( 4.500 niños ), en el ángulo formado por la confluencia de los arroyos Piribebuy y Yukyry. En este momento se replegaba al lugar el coronel Moreno, con las tropas de la vanguardia y 23 piezas de artillería.
Sin tiempo para improvisar la más débil obra de defensa, los adolescentes de Caballero se dispusieron a recibir cuerpo gentil el formidable alud de inmensas y bravas legiones veteranas, cuyas columnas se acercaban abriéndose en una V, con el evidente propósito de envolver las alas de la defensa.
¨Entonces el general Caballero – dice el Conde d´Eu en su Diario de Campaña – intentó, con éxito durante algún tiempo, hacer un movimiento perpendicular a su primera posición. Talando su artillería de la izquierda y reforzando la de la derecha, cubrió uno de sus flancos y, después de tres horas de lucha, consiguió establecer dicha línea perpendicular¨.
En esta posición siendo las ocho de la mañana, el Centauro de Ybycuí recibió el ataque del ejército aliado (20.000 hombres), mandado por cinco de sus más famosos generales.
El enemigo emplazó su artillería (40 piezas rayada), en el paso del arroyo Yukyry y, como es de rigor, abrió un vigoroso fuego sobre la línea paraguaya. Luego sobrevino el avance general.
El primer ataque fue recibido y contestado con igual vigor. Grandes claros abríanse en las filas adversarias, las cuales perdieron formación retrocedieron, desmoralizadas. Pero pronto nuevas brigadas acudieron a cubrir los puestos y a repetir los asaltos, con igual resultado.
Entonces el Conde d´Eu se colocó personalmente al frente de sus brigadas de asalto y los empujó sobre el objetivo, con el aliento que infundía su presencia.
El Centauro multiplicó su energía y consiguió detener, una vez más, la negra ola que pretendía arrollar a su hueste.
El cauce del Yukyry estaba colmado de cadáveres. La corriente, tinta en sangre, encrespábase al embestir contra esos obstáculos y pasaba por sobre ellos desgranando una extraña oración, o los arrastraba envueltos en un raro crepitar de guerra.
El invasor buscó entonces un punto vadeable del arroyo, por donde atacarnos con todo el poder de sus fuerzas impotentes. Ese punto estaba en dirección a nuestra ala izquierda. Por allí el enemigo podría contornearnos fácilmente.
Caballero se dio cuenta de la intención y se retiró sobre el arroyo Piribebuy, que corre paralelo al Yukyry. Aquí volvió a hacer fuerte, posicionándose sobre la cabecera norte del puente. Pero, cuando estable empeñado en frenar los ataques frontales, un a fuerte columna de infantería y un grupo de artillería con ocho cañones, al mando del general Resin, cayó sobre su flanco izquierdo, obligándolo a dividir ya su raleado efectivo, para atender las dos acometidas simultáneas.
Encomendó al capitán Blas Fleitas y a los tenientes José Aquino y José de la Cruz Melgarejo, hacer frente a las tropas de Resin. El ataque careció de vigor esperable de un contingente fresco. El Conde acusó de débil al general que lo mandaba.
El peligro parecía estar conjurado por este lado. Pero he aquí que aparecía al galope, por el camino de Barrero Grande, la poderosa caballería del general Cámara, la cual vino a unirse a las tropas indecisas de Resin, iniciándose una lucha de proporciones increíbles, dado el escaso número de la defensa.
A esta altura de la pugna gigantesca, nuestra línea se hallaba asaz debilitada. Pero había un batallón de niños que se mantenía a modo de reserva.
El general Caballero, a quien en ese momento rodeaban algunos de sus oficiales, llamó a los alféreces José Aquino y Estanislao Leguizamón, y les dijo: ¨Ha llegado el momento de poner término a esta lucha. A vuestro valor y arrojo confío esta última misión. Tomad cuenta de ese pequeño pero entusiasta batallón que tenemos enfrente y cargad con ímpetu sobre el enemigo. Con el resultado, sea cual fuere, habremos cumplido con nuestro lema de vencer o morir¨.
Los oficiales designados corrieron a la línea con la resolución del jefe. Un nuevo brío electrizó a la defensa, y la resistencia llegó a prolongarse una hora más.
Los enemigos, con la plenitud de sus fuerzas, habían llegado a circundar completamente la posición paraguaya, la infantería que atacaba nuestro frente, maniobró con rapidez para abrir un ancho espacio a la caballería del general Cámara que se encontraba a retaguardia, y ella se lanzó en un empuje incontenible sobre el pequeño saldo de nuestra defensa, que sucumbió casi totalmente en su puesto, con las armas en las manos.
La batalla ha terminado.
La tarde ha dado paso al crepúsculo.
Una inmensa llamarada abrasaba el pajonal de Acosta Ñu, escenario de la batalla, iluminando con una lumbre violácea el lamento estremecido de la epopeya.
El general Caballero, acompañado de algunos asistentes pudo cruzar por entre los regimientos enemigos, sin ser reconocido. Fue a protegerse en los montes próximos de Caraguatay.
La llanura seguía ardiendo. Los heridos allí morían, chamuscados en la llama satánica. Los cadáveres se contraían en extrañas contorsiones, al contacto de la hoguera maldita. Los proyectiles abandonados, esparcidos o amontonados en el campo ardiente, explotaban lo mismo que en lo más recio del combate.
Y los enemigos victoriosos, para no ser víctimas de su propia obra, tuvieron que retirarse a un lugar llamado Pindoty.
El general Caballero, en el lado opuesto, reunía en torno suyo a sus pocos dispersos, casi todos heridos. Y así se puso en marcha hacia Caraguatay, esa misma noche, tomando la ruta del Mariscal y del primer cuerpo que le acompañaba.
Cuando hubo llegado al citado pueblo, se informó que el Jefe ya se había alejado de allí. Prosiguió entonces su marcha, y el día 18 pudo darle alcance, en momentos que estaba sesteando en Gazory.
Allí, el Mariscal recibió el parte de la acción de Acosta Ñu: Bajas enemigas, 200 muertos, 420 heridos. Bajas y pérdidas paraguayas, 2.000 muertos, 1.500 heridos y prisioneros, 23 piezas de artillería, 87 carretas con municiones, armamentos y banderas.
Satisfecho el Mariscal del comportamiento heroico de los combatientes de Acosta Ñu, que en número de 4.500 muchachos, enfrentaron a 20.000 aliados, allí mismo lo proclamó a su jefe General de División.-
Trascripción del libro: GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA EL PARAGUAY – Autor: Coronel Diplomado de Estado Mayor Luis Vittone – Páginas: 504 al 510
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Otro relato de la batalla
El Mariscal López, luego de la derrota sufrida por sus tropas en el combate de Piribebuy, al sentir amenazada su retaguardia por las fuerzas que avanzaban por Altos y Piribebuy al mando de los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimaraes, resolvió retirarse, dividiendo sus tropas en dos divisiones, una de vanguardia, que confió al general Resquín, y otra de retaguardia, a las órdenes del general Bernardino Caballero. Y a las cinco de la tarde del 13 de Agosto se puso en marcha, con rumbo a Caraguatay, donde llegó a las ocho de la noche del día siguiente. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce a dicho pueblo, dejando allí 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa.
El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza.
Recién el 15 de Agosto entró el Conde D’Eu en Caacupé, donde se enteró de la retirada total de las fuerzas paraguayas. Esta noticia lo dejó anonadado, sumido en el desaliento. Decía el Mariscal J. B. Bormann: “Habían caído por tierra todas sus combinaciones y resultaron inútiles todos los sacrificios hechos. El desánimo y la tristeza fueron generales”. Pudiendo haber terminado la guerra después de Piribebuy, su ineptitud y su culpable irresolución habían hecho posible el alejamiento del Mariscal López, con lo que la penosa campaña se prolongaba indefinidamente. Nadie ocultó su disgusto.
Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por la picada de Diaz-cué, que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos.
El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de Agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí despendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, que fue detenida por el coronel Hermosa.
A las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, acaudillado por el general José Luis Mena Barreto, que acababa de reemplazar al general Osorio.
Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. Y resonaba a lo lejos el tronar de la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.
El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla. Los paraguayos disponían de unos 4.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de infantería, el resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería, escasa, cabalgaba en flacos rocines. Y le amenazaban dos cuerpos de ejército, sin contar las tropas que se aproximaban por Tobatí.
El general Caballero extendió, serenamente, su línea de batalla, destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón. Y dando frente a su enemigo, continuó el retroceso hacia el paso de arroyo Yukyry, que atraviesa de este a oeste la llanura. Su única salvación estaba en poder llegar a los bosques de Caraguatay.
Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados después, en los dos flancos, por regimientos de caballería, supieron imponerse, luchando con extraordinaria gallardía.
El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié –dice- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”.
Con hábil maniobra, el general Caballero impidió que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. El Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya. Y ordenó después una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida.
La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero. El cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal.
Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Piribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde inclinaba. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.
Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido en la larga pugna, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes montados en escuálidos caballos.
Dice Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”……. “después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar "hasta el feto del vientre de la mujer".
Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en pos de sí a los que habían escapado de la matanza. El combate había terminado.
En la batalla de Acosta Ñu, 3.500 niños paraguayos enfrentó a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida, se conmemora ese día como el día del niño en Paraguay.
El Mariscal López, luego de la derrota sufrida por sus tropas en el combate de Piribebuy, al sentir amenazada su retaguardia por las fuerzas que avanzaban por Altos y Piribebuy al mando de los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimaraes, resolvió retirarse, dividiendo sus tropas en dos divisiones, una de vanguardia, que confió al general Resquín, y otra de retaguardia, a las órdenes del general Bernardino Caballero. Y a las cinco de la tarde del 13 de Agosto se puso en marcha, con rumbo a Caraguatay, donde llegó a las ocho de la noche del día siguiente. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce a dicho pueblo, dejando allí 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa.
El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lento porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquéllas apenas anduvieran. Y así pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la alianza.
Recién el 15 de Agosto entró el Conde D’Eu en Caacupé, donde se enteró de la retirada total de las fuerzas paraguayas. Esta noticia lo dejó anonadado, sumido en el desaliento. Decía el Mariscal J. B. Bormann: “Habían caído por tierra todas sus combinaciones y resultaron inútiles todos los sacrificios hechos. El desánimo y la tristeza fueron generales”. Pudiendo haber terminado la guerra después de Piribebuy, su ineptitud y su culpable irresolución habían hecho posible el alejamiento del Mariscal López, con lo que la penosa campaña se prolongaba indefinidamente. Nadie ocultó su disgusto.
Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por la picada de Diaz-cué, que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos.
El mariscal Monteiro se alejó a las dos de la tarde del 15 de Agosto, llegando a su destino a las diez de la noche. Desde allí despendió una división de caballería, a las órdenes del general Cámara, con rumbo a Caraguatay, que fue detenida por el coronel Hermosa.
A las seis de la mañana del día siguiente se movió el primer cuerpo del ejército brasileño, acaudillado por el general José Luis Mena Barreto, que acababa de reemplazar al general Osorio.
Dos horas después, el general Vasco Alves Pereyra, que mandaba la vanguardia del ejército imperial, cambiaba los primeros tiros con la retaguardia de Caballero. Y resonaba a lo lejos el tronar de la artillería paraguaya, que rechazaba en ese momento las cargas del general Cámara en la boca de la picada de Caraguatay.
El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas en Acosta-Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla. Los paraguayos disponían de unos 4.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de infantería, el resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería, escasa, cabalgaba en flacos rocines. Y le amenazaban dos cuerpos de ejército, sin contar las tropas que se aproximaban por Tobatí.
El general Caballero extendió, serenamente, su línea de batalla, destacando en su vanguardia al coronel Moreno, con dos cañones, y al comandante Franco a la cabeza de su batallón. Y dando frente a su enemigo, continuó el retroceso hacia el paso de arroyo Yukyry, que atraviesa de este a oeste la llanura. Su única salvación estaba en poder llegar a los bosques de Caraguatay.
Moreno y Franco hubieron de soportar en seguida la presión de nueve batallones y el fuego de numerosas piezas de artillería. Hostilizados después, en los dos flancos, por regimientos de caballería, supieron imponerse, luchando con extraordinaria gallardía.
El mismo Conde D’Eu reconoce en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié –dice- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que a nuestros soldados más avanzados poco perjuicio sufrían”.
Con hábil maniobra, el general Caballero impidió que sus fuerzas fueran rodeadas y consiguió llegar a la orilla opuesta del arroyo, donde emplazó la artillería. El Conde D’Eu colocó sus cañones frente al paso y abrió un nutrido fuego contra la posición paraguaya. Y ordenó después una carga a fondo sobre el puente, que fue repelida.
La batalla llegaba a su momento culminante. Era ya mediodía, y desde el amanecer la lucha no tenía tregua ni descanso. Se produjo una nueva carga y nuevamente fue repelida por Caballero. El cauce del arroyo quedó colmado de cadáveres. Optó entonces el ejército imperial buscar un vado, para evitar fracasar en otro ataque frontal.
Caballero volvió a hacerse fuerte sobre el puente de Piribebuy, conteniendo con todo éxito el avance de sus persecutores. La tarde inclinaba. De pronto los paraguayos se vieron acometidos por la retaguardia, era el segundo cuerpo del ejército brasileño que llegaba. Se trataba de una fuerte columna de infantería, con ocho bocas de fuego, a las órdenes del general Resín, que obligó a dividir las escasas fuerzas de Caballero y a atender dos acometidas simultáneas.
Los veteranos de Franco (muerto en el combate) habían desaparecido en la larga pugna, y con ellos el nervio principal de la resistencia paraguaya. No le quedaban sino niños y jinetes montados en escuálidos caballos.
Dice Juan José Chiavenatto: “Los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileros, llorando que no los matasen. Y eran degollados en el acto. Escondidas en al selva próxima, las madres observaban el desarrollo de la lucha. No pocas agarraron lanzas y llegaban a comandar un grupo de niños en la resistencia”……. “después de la insólita batalla de Acosta Nú, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y socorrer los pocos sobrevivientes, el Conde D´Eu mandó incendiar la maleza, matando quemados a los niños y sus madres.” Su orden era matar "hasta el feto del vientre de la mujer".
Caballero formando un cuadro con sus tropas se defendió como pudo hasta que, dispersados los restos de sus fuerzas, confundido en el tumulto inmenso de la lucha, pudo cruzar, sin ser reconocido, entre regimientos y batallones, llevando en pos de sí a los que habían escapado de la matanza. El combate había terminado.
En la batalla de Acosta Ñu, 3.500 niños paraguayos enfrentó a 20.000 hombres del ejército aliado, lo que se tiene como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida, se conmemora ese día como el día del niño en Paraguay.
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