Brasil se arma; su capacidad militar cambiará sustancialmente tras acuerdo con Francia
La decisión es el último, pero no el único paso de Luiz Inácio Lula da Silva hacia su nueva política internacional.
En la última década, Brasil ha cobrado renovado interés para los analistas de política internacional por su contribución activa a la definición de temas centrales para la configuración de un orden mundial que se debate entre la continuidad de la hegemonía económica, política y militar norteamericana y las opciones que señalan la necesidad de construir un orden multipolar que logre atenuar las asimetrías e introducir mecanismos democráticos que establezcan responsabilidades compartidas en el tratamiento de los desafíos más fuertes que ha traído la globalización.
A partir de que Estados Unidos dio prioridad en la agenda internacional a sus intereses geopolíticos en Europa, el Cercano Oriente y a los asuntos vinculados -después del 11-S de 2001- con su cruzada internacional contra el terrorismo, como las guerras de Irak y Afganistán, fue perdiendo el interés en la América Latina de la Posguerra Fría, con lo cual le fue abriendo un espacio a Brasil -ante todo en Sudamérica- para que se perfilara como fuerza catalizadora en la reconfiguración geopolítica del subcontinente.
Brasil -por su territorio, población y PIB- es el país de mayor rango en América Latina y uno de los más importantes del mundo. Sin embargo, es considerado y se ha visto a sí mismo, por su actuación, como una potencia mediana en el sistema internacional.
Su accionar había sido condicionado históricamente por la posición hegemónica de Estados Unidos en la región.
Pero ante el descuido estadounidense de su tradicional esfera de influencia, Brasil, siguiendo la lógica de toda potencia mediana con aspiraciones de ascenso, comenzó a maximizar, mediante diferentes estrategias e instrumentos de política exterior, su influencia en la región. Así mismo, se propuso la tarea de reducir, como el freno del Alca, el margen de maniobra de los Estados Unidos.
Cosa análoga puede decirse de su estrategia para evitar el surgimiento de otras potencias regionales, como en el caso de Venezuela y Argentina, a través de su incorporación a iniciativas regionales de integración, como Mercosur y Unasur, en las que viene ejerciendo un liderazgo indiscutible.
Protagonismo internacional
Además, Brasil ha ganado protagonismo en los escenarios multilaterales como la ONU y la OMC, y se destaca como el único actor global latinoamericano capaz de influir en dichos escenarios.
Como resultado de ello, se creó, por iniciativa de Brasil en el marco de la OMC, el Grupo de los 20 (G-20) como alianza de los países del Sur para defender sus intereses en la ronda de desarrollo de Doha.
Así mismo, impulsó la constitución del foro de diálogo IBSA (India, Brasil, Sudáfrica).
En suma, Brasil no sólo ha diversificado sus intercambios comerciales, sino que ha venido desarrollando también una política exterior universalista.
En dicho contexto, el Brasil de Lula (2003-2009) ha buscado desarrollar una política exterior que sea propositiva para canalizar los múltiples flujos de la globalización. De modo que el sistema internacional pueda construirse desde la negociación colectiva asociativa, caracterizada por el multilateralismo y la reducción de las asimetrías entre las economías.
¿Es Brasil una potencia mediana en búsqueda de una identidad hegemónica o de 'potencia global'?
Brasil aparece militarmente en la duodécima posición en cuanto al nivel de gasto militar, comprende apenas el 1 por ciento del gasto mundial y no llega a estar entre las cinco primeras naciones receptoras de armas según las estadísticas del anuario del Instituto para Investigaciones de la Paz de Estocolmo (Sipri) de 2008.
De Francia vienen armas
Sin embargo, la capacidad militar de Brasil cambiará sustancialmente, como consecuencia de la decisión de entrar en un acuerdo con la Francia de Nicolás Sarkozy para una alianza estratégica en seguridad, que incluye la compra de armamento por una cifra cercana a los 9.000 millones de dólares dentro de un desembolso total de 12.317 millones de dólares y la transferencia de tecnología naval y aeronáutica. Además, prevé inversiones en infraestructura de la industria y una eventual negociación para adquirir aviones tipo caza.
Entre las adquisiciones confirmadas hay un submarino nuclear, lo cual ha sido interpretado -en la región por algunos sectores de la opinión pública- como una nueva fuente de desestabilización.
Es más: dicho acuerdo ha sido relacionado con los asuntos referidos a la compra de armas a Rusia por parte de Venezuela e incluso a las discusiones sobre la desconfianza que genera el acuerdo colombo-norteamericano para la utilización conjunta de siete bases para operaciones domésticas de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
Sin embargo, el convenio con Francia estaba ya definido desde diciembre pasado, y probablemente la pasiva actitud del líder de la Unasur en la pasada Cumbre en Bariloche - pese al desagrado del acuerdo colombiano-, se debía a la preexistencia de su propio convenio con Francia.
Según Augusto Eleno Ribero, director de Ciencia y Tecnología del Ejército Brasilero, "este acuerdo no significa la participación de Brasil en carrera armamentista alguna, sino que pretende una dimensión de poder militar compatible con la dimensión estratégica del país, por la relevancia que ha tomado últimamente Brasil en el escenario internacional".
En este orden de ideas, la lógica interna de este acuerdo, y en general de la política de modernización del aparato y de la tecnología militar brasilera, está acotada dentro de una estrategia de legitimación política internacional, que ya daba sus destellos en 2002 cuando el presidente Cardozo leía en la alineación política con la Alemania de Schröder una oportunidad para acercar a Brasil a una candidatura a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.
No obstante, expertos alemanes, como Otfried Nassauer, director del Centro de Información para la Seguridad Transatlántica de Berlín (BITS), consideran que éste puede impulsar la carrera armamentista en América Latina, y los esfuerzos de Lula por acentuar la hegemonía regional podrían no surtir el efecto esperado.
En consecuencia, la gran inversión de Brasil en el Acuerdo no le garantiza que consiga realmente la transferencia tecnológica que espera.
Así mismo, manifiesta que "no se puede saber si ese proyecto tendrá el éxito deseado desde el punto de vista tecnológico, y si le dará a Brasil una ventaja militar en relación con otros países".
En contraposición, es innegable que Brasil, a partir de sus propias capacidades, no solamente en el ámbito de la industria militar, cuenta con desarrollos tecnológicos más favorables que los de sus países vecinos.
Por tanto, no es extraño que Brasil tenga hoy por horizonte político una profundización de relaciones desde Suramérica hacia Europa, Asia y África, que entrañen la realización de procesos de identificación mutua que impliquen tanto el empoderamiento recíproco de capacidades económicas y militares como la construcción colectiva de nuevos esquemas de libre comercio y seguridad sustentados en valores como la solidaridad, la equidad y la confianza.
El Brasil que hoy 'se está armando' mantiene su sociedad comercial fundamental con los Estados Unidos, alimenta su confluencia ideológica de mediación y prevención de conflictos con Francia -la misma que operó en el contexto de los países amigos del Acuerdo Humanitario en Colombia-, y pretende presentarse a sí mismo ante el mundo como un socio potencial que puede llevar cargas importantes en los estratos de gobernabilidad global que se están tejiendo.
En suma, para medir el rango de poder y la jerarquía internacional de un Estado se utilizan parámetros como territorio, PIB, nivel de desarrollo, recursos naturales, tecnología, poder cultural y capacidad militar.
Por tanto, estamos siendo testigos de un paso más de Brasil, con el aumento de su capacidad militar, en el proceso de redefinición de su identidad como actor internacional, que deja atrás su condición de potencia mediana para convertirse en un jugador global en un sistema internacional que avanza hacia un orden multipolar.
Por EDUARDO PASTRANA BUELVAS
Profesor investigador de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.
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