Matthei, el miembro de la Junta del Gobierno Militar, habla del Chile que le tocó... y de su nueva vida de casado
Su relación con Bachelet, Leigh y Pinochet... su historia de amor.
Por Lilian Olivares
Sale a recibir acompañado de una pastor alemán que no se le despega, cuyo nombre revela a muy contadas personas.
-Se llama Dina, así la inscribieron. Pero yo no puedo andar llamándola "Dina, venga", así es que le decimos Linda... y entiende.
Es la primera sorpresa que da el miembro de la Junta de Gobierno Militar que pasó a la historia como el primero en reconocer públicamente el triunfo del NO a la continuación de Pinochet, en el plebiscito de 1988.
La segunda también tiene sexo femenino y aparece en el hall de su residencia. Se llama Luz Valenzuela y él le dice "Ichy". Es que el general (R) Fernando Matthei Aubel, 84 años, quien enviudó en 2004, se casó hace seis meses con una enfermera de 50 años. Fue en abril, en ese mismo living, y ofició el matrimonio el jefe del Registro Civil de la comuna. A la boda sólo asistieron la madre, las hermanas y el hijo de la novia, Hugo, de 18 años.
La tercera sorpresa está en el segundo piso de su casa, ubicada en un sector próximo a San Carlos de Apoquindo. Ahí tiene un notable mundo propio.
En esa amplia sala-escritorio hace gimnasia diaria al ritmo de marchas militares que tiene en un compact disc. Lee, y también es el taller donde crea verdaderas obras de arte en miniatura...
Los estantes lucen soldaditos de plomo con trajes militares de distintas épocas y lugares del mundo. Son impresionantes por el cuidado de los detalles y, principalmente, porque los hace él. Las espadas, por ejemplo, resultan de clavos martillados, recortados y pulidos. Hay, también, gladiadoras con perfecta anatomía. El, cuenta Luz, dice que se inspiró en Naomi Campbell...
-Los intereses propios y los hobbies los tuve desde niño. Entonces, además de leer, hacía figuras de greda y modelos de aviones. Nadie me enseñó...
Y nadie le sugirió que se ganara la vida como piloto, ni tampoco imaginó que un día llegaría a convertirse en el último sobreviviente de la Junta Militar de Gobierno.
Dando prueba de una memoria privilegiada, Fernando Matthei revela episodios históricos del régimen militar, en la época en que fue actor protagónico. En lo personal, cuenta que decidió ser feliz hasta el último día de su vida.
Pinochet me dijo: "Si hay guerra, usted manda a las FF.AA. y yo mando el país"
Aquello ocurrió en diciembre de 1978, durante el conflicto del Beagle.
Lo del general Leigh con el Presidente de la Junta de Gobierno ''era una pelea de perros grandes, y yo era un quiltro no más''.
Amante del campo, de la soledad, de la lectura y de los aviones, la FACh fue para el general del Aire (r) Fernando Matthei "una aventura maravillosa. Todo lo que había soñado, pero mucho más".
-¿Alguna vez imaginó que llegaría a ser miembro de la Junta Militar de Gobierno?
-Jamás. Mi ambición era ser el mejor piloto, no más. Por eso me ejercité, para tener buenas condiciones físicas.
-Cuando reemplazó al general Gustavo Leigh como comandante en jefe de la Fuerza Aérea, justo le tocó el conflicto del Beagle...
-Ahí, diciembre de 1978, yo estaba plenamente de acuerdo con Pinochet, y lo admiro por lo que hizo. Más aún, tan de acuerdo estábamos, que me dijo: "Mire Matthei, si hay guerra, usted manda a todas las Fuerzas Armadas, y yo mando el país".
Cuatro años más tarde vino lo de las islas Malvinas.
-Ahí, nuestra diplomacia se iba a cuadrar, como los otros países latinoamericanos, con Argentina. Pero el almirante Merino y yo sostuvimos que Chile no podía hacer causa común con Argentina. Le dijimos a Pinochet que si aceptábamos que Argentina cometiera una agresión en las Malvinas, mañana cómo íbamos a impedir una posible agresión militar en las islas de Chile.
-¿Le sorprendió enterarse acerca de las cuentas de Pinochet en el extranjero?
-Yo no me sorprendo de nada en el mundo. No tengo mucha capacidad de ser sorprendido. Creo que el general Pinochet fue una gran persona, un patriota, que cometió errores porque es humano y no es Dios. Tiene mi más alto respeto. Yo fui a su funeral, y estuve todas las horas de pie, y no me senté, porque ante la memoria del general Pinochet me cuadro. Nunca voy a renegar de ese gran hombre. Y no siempre, por eso, uno tiene que estar de acuerdo.
"El general Bachelet era un encanto, así como es Michelle"
Ingresó a la Fuerza Aérea antes del término de la II Guerra Mundial, en 1945.
-Allí conoció al padre de la Presidenta Bachelet, ¿cierto?
-Bachelet era más antiguo que yo, dos grados más. Y no era piloto, era oficial contador, de administración. Era un hombre al que todos queríamos, un encanto de persona, así como es Michelle hasta el día de hoy. El era muy abierto, muy franco, llegaba fácil a la gente. No había quién no lo apreciara, que no tuviera una altísima opinión de Alberto Bachelet. Ejercía liderazgo en materia intelectual. Le gustaba leer mucho. Era masón, entonces se cultivaba.Yo me hice amigo de él porque tenía muchos intereses que a los demás no movían y que nosotros compartíamos.
-¿Hablaban de política?
-Sí, era inevitable. Y en muchas cosas estábamos de acuerdo, y en otras no. Pero cada vez estuvimos menos de acuerdo, a partir del momento en que Allende optó por una revolución al estilo cubano, pero con empanadas y vino tinto.
Durante los dos últimos años del gobierno de Salvador Allende, Matthei fue destinado a Londres.
-¿Dónde estaba cuando murió el general Bachelet?
-Yo había regresado a Chile 10 o 15 días antes. Volví a fines de enero de 1974.
-¿Cómo encontró Chile a su regreso?
-No lo entendí, ni Chile me entendió. ¿Sabe?, yo puedo tener una diferencia de opinión con otro, pero no soy un hombre que tenga odios. Sencillamente, nunca he sentido odios. Y me encontré con un país con odio destilado. Claro que yo no había sufrido ni las colas ni todos los problemas de la UP. Cierto, yo había estado en otra circunstancia, y entonces tuve que andar con mucho cuidado, porque no pertenecía, estaba ajeno. No había estado aquí para el glorioso 11 de septiembre de 1973, no era de los liberadores, pero era un profesional. Me dediqué a ser un buen profesional y a meterme lo menos posible en asuntos políticos.
-Y, sin embargo, lo nombraron ministro de Salud. ¿Por qué?
-Eso tendría que preguntárselo al general Leigh, que me propuso, y al general Pinochet, que me aceptó. Yo estaba en lo más profesional de la FACh, como chancho en el barro. Y finalmente estuve tres años fascinado como ministro de Salud, los años 76, 77 y hasta fines del 78. Igual que se puede fascinar el ministro Vidal o Michelle Bachelet con Defensa, ¿por qué yo no podría fascinarme con salud? Los problemas de política de salud son muy fáciles de captar. Yo había dado doctorados en organización, y me fascinó.
-¿Qué partido tomó usted cuando Leigh se peleó con Pinochet?
-Yo traté de estar lo más lejos posible. Traté de advertirle al general Leigh que no tenía la capacidad de echar al general Pinochet, y que esto iba a afectar a la Fuerza Aérea y al país, en un momento en que estábamos casi en guerra con Argentina.
-¿Cómo reaccionó él?
-En forma muy educada, no aceptó. El tenía sus propias ideas y había gente que lo apoyaba. Yo me alejé .Esa era una pelea de perros grandes, y yo era un quiltro, no más.
-¿Cuál era el problema de fondo entre Leigh y Pinochet?
-Era un problema de personalidad, desde el primer día que se conocieron. Cada uno de los dos creía que su idea debía prevalecer, y los dos veían las cosas con prismas completamente distintos y tenían personalidades que no podían llevar a la larga a un buen resultado. El, muchas veces en mi presencia, se vanagloriaba de ser considerado el más duro de la Junta. Le gustaba ese papel de extirpar el cáncer marxista y todas esas cosas.
-¿Y qué impresión tenía usted de Pinochet?
-Nunca he visto a nadie, en toda mi vida, trabajar tan convencido y tan intensamente por el país como el general Pinochet. El conocía lo que pasaba mucho más que cada uno de los ministros. ¡Si el viejo sabía todo, tenía una memoria de elefante! Era él, claramente, el hombre de las decisiones, el que tenía más ideas, quien ponía más energía y visión en todo. Mis oficiales de repente me preguntaban cómo era realmente, y yo les contestaba: "Miren, al general Pinochet lo voy a definir en una sola frase: tiene todos los días los cojo*** que yo quisiera tener un domingo. Sabe dónde va, y toma las decisiones para llegar a donde quiere ir". Y sigo pensando igual.
Su máximo peligro
-¿Cuál ha sido el día de su vida que vivió en peligro?
-Fíjese qué curioso: fue de excursionista, cuando tenía unos 18 años. Mi curso del Colegio Alemán fue al refugio de montaña Lo Valdés, por el Cajón del Maipo. Yo, por razones familiares, no pude partir con ellos el mismo día. Cuando se arregló el problema, fui por mi cuenta, solo, con mi mochila y un par de esquís para una compañera. Ese día amaneció de esos que comienza lloviendo y llueve todo el día, fuerte, sin parar. Pero yo ya me había embarcado en esto y pensé que no sería tan grave. Mientras subía, comenzó a nevar fuerte, pero eran 13 kilómetros y pensé que llegaría a la hora de almuerzo. Normalmente, uno demoraba unas dos horas y media, mas esta vez oscureció a la mitad del camino. En ese momento tomé la decisión de no parar, por ningún motivo, y, si fuese necesario, caminar la noche entera, no apanicarme y hacer las cosas con la mayor sensatez. Y lo hice. Para resumir la historia, subí por una montaña donde la ruta estaba completamente nevada, feliz de ir solo en esas circunstancias y tener que responder sólo por mí. Me dejé guiar por el instinto, porque no veía nada. Llegué arriba a las 10 y media de la noche, en ningún momento me asusté, y eso me dio una tremenda confianza. Nunca, después, en mi vida de aviador, tuve emergencias tan serias como ésa.
-Sus padres, ¿qué le dijeron?
-Yo era un muchacho muy independiente. Mis papás tenían mucha confianza en mi buen criterio. Ellos tenían un campo entre La Ligua y Cabildo. A los 12 años, mi padre me regaló un rifle calibre 22, y yo salía todo el día a cazar, igual que mi hermano. Y mis padres no tenían la mínima duda de que nos arreglábamos lo más bien.
"Yo no estoy renegando de haber tenido esa mujer maravillosa que fue Elda"
Explica que con su primera esposa vivió hasta que la muerte los separó... y ahora con Luz quiere compartir el resto de sus días, tras una novelesca historia de amor.
-¿No se ha deprimido con los años?
-No , en absoluto. ¿Qué dirías tú?, le pregunta cariñosamente a Luz. Y ella contesta:
-Que está más feliz que nunca. Creo que Fernando no pierde minuto de vivir intensamente y gozar la vida.
A lo que él replica:
-Estoy contento, tengo todo lo que necesito. Salgo a caminar con Icha todos los días una hora, por diferentes partes. Toda la gente me saluda. En la plaza, ayer, un trabajador de la construcción me dijo: Don Fernando, ¿cómo está?
La de ellos es una historia de amor para novela. Luz trabajaba en el Hospital de la FACh como enfermera, con el hijo cardiólogo de Fernando Matthei que falleció víctima de un cáncer a los 44 años. Cada vez que ella lo divisaba (al general), lo encontraba muy fachoso, distinguido. Cuando murió Roberto, a ella también le afectó. Curiosamente, el hijo del general le había salvado la vida a la madre de Luz.
Pasaron los años y un día se reencontraron en el hospital de la FACH: ella recién sometida a una brutal cirugía a la columna y él deprimido, sin Roberto, viudo y tratándose un cáncer.
Dice Fernando:
-Cuando nos encontramos, a los dos nos faltaba compañía, apoyo. Y empezamos a sentirlo. Yo no estoy renegando de haber tenido esa mujer maravillosa que fue Elda, que me acompañó durante 53 años, a quien cuidé hasta el último suspiro de su vida. Uno se casó y el matrimonio dura hasta que la muerte los separe. Y eso es lo que sucedió. Y a Luz la volví a ver mucho después. Cosa curiosa: Yo había pensado que no me iba a casar nunca más, porque era imposible volver a acostumbrarse a otra persona. Pero con Luz resultó tan fácil, que nunca hubo problemas.
-¿Y por qué se casó?
-¿Y por qué no? ¿Por qué vivir una vida así no más? Cuando uno se compromete, y yo quiero cuidarla y ella cuidarme, quiero pasarlo con ella y no con otras personas, ¿por qué no me voy a casar con ella? ¿Por qué no?
Lo hicieron casi de un día para otro. Habían ido a averiguar al Registro Civil cuándo había fecha disponible, y fueron sorprendidos. Entonces comenzaron a llamarlos algunos curiosos, para preguntarles.
-Yo dije: Paremos el escándalo. Hablamos con el jefe del Registro Civil, quien nos respondió: "¿Sabe?, tengo una hora pasado mañana. Voy yo mismo".
Fernando se puso su veintiúnico terno azul. Luz compró un vestido en una multitienda y preparó sushi.
-¿Usted hizo sushi?
-Sí, yo aquí cocino, hago aseo, limpio vidrios. Lo único que no hago es el jardín.
Fernando explica:
-No tenemos nana. El aseo lo hacemos juntos en el sentido que ella hace todo y yo la aplaudo (ríe). Es muy trabajadora, así es que de repente yo le digo ya, le preparo un pisco sour y nos sentamos en la terraza. También hay que pololear.
Luz cuenta que arregló el invernadero con las flores de Elda, especialmente la orquídea.
-Fernando me enseñó a cuidarlas, las cuidamos juntos. Tenemos harto de qué preocuparnos. Vamos juntos al supermercado todos los lunes. Fernando planifica el almuerzo que se va a hacer y yo cocino.
Fernando acota:
-A ella le gusta que yo planifique. Y llevamos las cuentas juntos, de manera de no excedernos de nuestras entradas, porque ambos somos jubilados.
Luz explica:
-Yo estoy jubilada por invalidez, porque me pusieron unos pernos en la columna.
Con ellos vive el hijo de Luz, Hugo, que va a clases en la mañana y al preuniversitario en la tarde. No recibe ahí a sus amigos "por respeto a Fernando", dice ella. Y él comenta:
-La relación con Hugo no puede ser más grata. Es un cabro súper cariñoso y respetuoso conmigo. Es alegre, suelto y relajado. En general, tenemos una vida tranquila, linda y no queremos que nadie nos invada. El lunes fui a la Operación Salitre (el ejercicio militar multinacional de la FACh en el norte), hoy voy a almorzar con todos los ex comandantes en jefe, con quienes nos juntamos una vez al mes. Todos los días, con Luz hacemos el propósito de pasarlo bien. La vida uno la tiene que disfrutar.
- ¿Y Evelyn, y sus otros hijos, y los nietos?
-A mis hijos yo los quiero muchísimo, pero todos tienen sus propias familias, su profesión, su trabajo. Ahora, si mis hijos de repente quieren tomar más distancia, lo entiendo. El viejo está siempre ahí. Pero mi decisión de unirme con Luz no está sujeta a discusión ni a votación ni a ninguna cosa. Esa es una decisión mía y yo creo que soy mayor de edad.
Iluminado por Luz y su perra "Linda", el general (R) Fernando Matthei desarrolla un hobbie muy especial.