La Conquista de Méjico
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Pavia desde su base operacional de Ciaño.
9º.- LOS ESPAÑOLES SE REORGANIZAN.
Después de la inesperada victoria de Otumba los restos de la tropa española se dirigen todo lo rápido que pueden, aprovechando la desorganización del ejército mexica, hacia Tlaxcala. Este era territorio de gente amiga, pero Cortés, a fin de evitar malentendidos y excesos entre sus tropas, dicta órdenes severas de respetar la vida, enseres y demás de los habitantes de Tlaxcala (en su memoria estaban los excesos producidos en la capitas azeca)
El 12 de Julio entran en la ciudad, donde son recibidos cordialmente por los caciques locales Maxixcatzin y Xicontectal. Al fin pueden descansar tranquilos. Hacer notar que uno de los regresos más celebrados entre los indígenas fue el de Alvarado, al que Xicontectal considera su yerno (Ya que Cortés había cedido a Alvarado a la india Doña Luisa, hija de Xicontectal, cuando esta se la entregó como muestra de afecto y lealtad.)
En aquellos primeros días Cortés hace balance. Después de las graves pérdidas sufridas se encuentra como al principio, al menos numéricamente hablando. Pero hay tres cosas que le preocupan ahora sobremanera:
1º.- La baja moral de sus hombres.
2º.- La certeza de que ahora la resistencia azteca será denodada
3º.- Las rencillas y grupos que se han formado entre los supervivientes españoles.
Con todo Cortés decide seguir adelante confiando en la “grandísima bondad y misericordia de Dios que no permitiría que del todo pereciésemos y se perdiese tanta y tan noble tierra como para Vuestra Majestad (Carlos I) estaba pacífica y en punto de se pacificar.” Así que lo primero que hace es ganarse la voluntad de sus hombres uno a uno, poniendo en ello todas sus dotes innegables de líder. En poco tiempo los ánimos se serenan y la moral vuelve a subir.
El objetivo último de los planes de Cortés es más que obvio: Tenochtitlán. Pero esta vez planea una campaña cuidadosa, ya que ahora sí que conoce el terreno. Iría por etapas, dividiendo a los aztecas y haciéndoles perder su espacio vital, para al fin apoderarse de su capital.
La primera fase de su campaña tuvo lugar en el verano de 1.520, y terminó con la conquista de la región de Tepeaca. Fue muy importante el concurso de unos dos mil guerreros ofrecidos por los caciques Xicontectal y Maxixcatzin, a los que se les había dado un inicio de formación militar europea, armados con rodela y casco conseguían combatir en orden de veinte en fondo (obviamente no tenían la cohesión de los españoles pero en la zona y para las tácticas aztecas eran una formación formidable.).
Como nota de interés histórico es en esta fase de la campaña cuando Cortés introduce la novedad de hacer esclavos a los prisioneros, cosa muy al uso en la época en la zona y que para nada escandaliza a las poblaciones afines a los españoles.
A esta campaña siguen las de Cuauhquechollan, Ocuituco e Itzocan (en la actualidad Guacachula, Ocupatuyo e Izzacuan). De todos estos territorios, así como de la importante ciudad de Ocuituco son expulsadas las fuerzas aztecas.
Mientras la campaña avanza la situación logística de los españoles mejora notablemente. Con relativa frecuencia llegan a Veracruz barcos de Cuba o de Jamaica (curiosamente refuerzos para Pánfilo de Narváez que Cortés atrae siempre con rapidez).
Como curiosidad señalar el cargamento de hombres llegados en tres de estos barcos.
1º.- Sesenta hombres que padecían ictericia, a los que se les bautiza con el nombre de batallón de los “Panciverdetes”.
2º.- Cincuenta vizcaínos con treinta y siete caballos, “Lomos Recios” llamados por sus camaradas.
3º.- Diez caballos y cuarenta ballesteros, que habían sumado a su atuendo unos gruesos chalecos de algodón de los indios de las islas que resultaban eficaces para protegerlos de los diversos proyectiles indígenas. Estos hombres eran llamados los Albardillas.
Aquel buen humor reinante es señal de que los asuntos de la Conquista volvían a estar en plena salud. Cortés había renovado sus efectivos, dominaba territorios cada vez más extensos y disponía de buenos y fieles aliados. Ahora era hora de poner los ojos de nuevo en Tenohtitlán.
Sin más se despide Pavia desde Asturias
9º.- LOS ESPAÑOLES SE REORGANIZAN.
Después de la inesperada victoria de Otumba los restos de la tropa española se dirigen todo lo rápido que pueden, aprovechando la desorganización del ejército mexica, hacia Tlaxcala. Este era territorio de gente amiga, pero Cortés, a fin de evitar malentendidos y excesos entre sus tropas, dicta órdenes severas de respetar la vida, enseres y demás de los habitantes de Tlaxcala (en su memoria estaban los excesos producidos en la capitas azeca)
El 12 de Julio entran en la ciudad, donde son recibidos cordialmente por los caciques locales Maxixcatzin y Xicontectal. Al fin pueden descansar tranquilos. Hacer notar que uno de los regresos más celebrados entre los indígenas fue el de Alvarado, al que Xicontectal considera su yerno (Ya que Cortés había cedido a Alvarado a la india Doña Luisa, hija de Xicontectal, cuando esta se la entregó como muestra de afecto y lealtad.)
En aquellos primeros días Cortés hace balance. Después de las graves pérdidas sufridas se encuentra como al principio, al menos numéricamente hablando. Pero hay tres cosas que le preocupan ahora sobremanera:
1º.- La baja moral de sus hombres.
2º.- La certeza de que ahora la resistencia azteca será denodada
3º.- Las rencillas y grupos que se han formado entre los supervivientes españoles.
Con todo Cortés decide seguir adelante confiando en la “grandísima bondad y misericordia de Dios que no permitiría que del todo pereciésemos y se perdiese tanta y tan noble tierra como para Vuestra Majestad (Carlos I) estaba pacífica y en punto de se pacificar.” Así que lo primero que hace es ganarse la voluntad de sus hombres uno a uno, poniendo en ello todas sus dotes innegables de líder. En poco tiempo los ánimos se serenan y la moral vuelve a subir.
El objetivo último de los planes de Cortés es más que obvio: Tenochtitlán. Pero esta vez planea una campaña cuidadosa, ya que ahora sí que conoce el terreno. Iría por etapas, dividiendo a los aztecas y haciéndoles perder su espacio vital, para al fin apoderarse de su capital.
La primera fase de su campaña tuvo lugar en el verano de 1.520, y terminó con la conquista de la región de Tepeaca. Fue muy importante el concurso de unos dos mil guerreros ofrecidos por los caciques Xicontectal y Maxixcatzin, a los que se les había dado un inicio de formación militar europea, armados con rodela y casco conseguían combatir en orden de veinte en fondo (obviamente no tenían la cohesión de los españoles pero en la zona y para las tácticas aztecas eran una formación formidable.).
Como nota de interés histórico es en esta fase de la campaña cuando Cortés introduce la novedad de hacer esclavos a los prisioneros, cosa muy al uso en la época en la zona y que para nada escandaliza a las poblaciones afines a los españoles.
A esta campaña siguen las de Cuauhquechollan, Ocuituco e Itzocan (en la actualidad Guacachula, Ocupatuyo e Izzacuan). De todos estos territorios, así como de la importante ciudad de Ocuituco son expulsadas las fuerzas aztecas.
Mientras la campaña avanza la situación logística de los españoles mejora notablemente. Con relativa frecuencia llegan a Veracruz barcos de Cuba o de Jamaica (curiosamente refuerzos para Pánfilo de Narváez que Cortés atrae siempre con rapidez).
Como curiosidad señalar el cargamento de hombres llegados en tres de estos barcos.
1º.- Sesenta hombres que padecían ictericia, a los que se les bautiza con el nombre de batallón de los “Panciverdetes”.
2º.- Cincuenta vizcaínos con treinta y siete caballos, “Lomos Recios” llamados por sus camaradas.
3º.- Diez caballos y cuarenta ballesteros, que habían sumado a su atuendo unos gruesos chalecos de algodón de los indios de las islas que resultaban eficaces para protegerlos de los diversos proyectiles indígenas. Estos hombres eran llamados los Albardillas.
Aquel buen humor reinante es señal de que los asuntos de la Conquista volvían a estar en plena salud. Cortés había renovado sus efectivos, dominaba territorios cada vez más extensos y disponía de buenos y fieles aliados. Ahora era hora de poner los ojos de nuevo en Tenohtitlán.
Sin más se despide Pavia desde Asturias
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Pavia desde su base operacional de Ciaño.
10.- OPERACIONES INICIALES CONTRA TENOCHTITLÁN.
Tras la retirada española, más bien franca huida, los aztecas iniciaron una sangrienta purga de los colaboracionistas. Convencidos de que habían conseguido hacer retroceder para siempre al enemigo se concentraron mucho más en reordenar el reino, volver a legitimarlo, que en hacer planes efectivos para enfrentar la amenaza de Cortés y sus hombres.
El paso central se da el 7 de septiembre de 1520 cuando era elevado Cuitlahuac a la dignidad de Uei Tlatoani. Su sobrino Cuahutemoc (Guatimozín para los españoles), de apenas 18 años, asume el cargo de sumo sacerdote. En general se promueve a los altos cargos a los caciques y personalidades que se hubieran distinguido por su oposición a los españoles.
Pero, un factor imprevisto, trunca en gran medida estas acciones. Se desencadena una primera epidemia de viruela (enfermedad que en América no existía), que mata entre todos al recién elegido Uei Tlatoani, al que sucede su sobrino Cuatimozín, que de paso defenestra a los aspirantes por parte de Moctezuma (parientes que podían reclamar el trono). Esto, como es obvio, no ayuda a organizar de forma efectiva el reino para enfrentar la amenaza de Cortés... de ipso se crea el clima de una pre-guerra civil.
A todo esto la moral en la capital azteca no estaba muy bien, ya que los españoles habían empezado su guerra de conquista, y se acercaban a las puertas de Tenochtitlán, eliminando de forma efectiva cualquier ayuda externa que pudieran recibir.
En el campo español los preparativos se multiplican. Martín López, carpintero de la expedición, inicia la construcción de trece bergantines de poco calado, que pudieran navegar por las lagunas anexas a la capital, y que evitaran la eventualidad de cualquier ataque sorpresa de los aztecas. Este esfuerzo merece ser tenido en cuenta, como aval de la capacidad logística de Cortés, ya que los aparejos y piezas metálicas han de ser llevados desde Veracruz.
El 26 de diciembre se realiza en Tlaxcala una gran revista militar. Los españoles presentes suman:
1º.- Quinientos cincuenta infantes (80 ballesteros y escopeteros).
2º.- Unos cuarenta jinetes.
3º..- Nueve culebrinas (ciertamente escasas de pólvora)
4º.- Unos dos mil tlaxcaltecas, con un inicio de instrucción a la europea, y armados en parte con metal. Su misión doble: Apoyar a los españoles y transportar los bergantines.
Para el 28 de diciembre están en marcha. La única dificultad es la provocada por el agreste camino y el frío, pero la moral no se resiente sino que va en aumento ante la total ausencia de resistencia.
Texcoco es convertida en la base operacional. Después de la toma de esta ciudad se abre un compás de espera mientras se consigue poner en acción los bergantines, que Cortés cree fundamentales en su estrategia..
Los españoles se embarcan en una guerra de acciones rápidas mientras se ultiman los planes para la invasión definitiva. En esta fase queda claro que los tlaxcaltecas n o eran dados a la piedad, y exterminaban a los aztecas fueran guerreros, mujeres o niños. Con cada día que pasa os aliados indígenas se multiplican, lo que estira la logística española al máximo, y multiplica las acciones de castigo para con los saqueos poder mantener a la indiada que se le suma (ciertamente los aztecas se habían ganado muchos enemigos entre sus vecinos). Por cierto que se hizo la vista gorda con las costumbres antropófagas de los aliados (al menos de momento)
A finales de febrero los bergantines llegan a Texcoco, en espectacular procesión, ya que según los cronistas los cargaban 8.000 tamemes (porteadores), precedidos de 10.000 guerreros, y cerrando otros 10.000. Estos números se antojan exagerados, pero si que nos hablan de un fuerte contingente nativo. La guerra nativa contra los aztecas y tribus mexicas aliadas se generaliza. De esta circunstancia los españoles sabrán sacar buen provecho.
El 27 de Marzo de 1521 Cortés inicia conversaciones de paz con los aztecas, prefiere siempre la diplomacia a la fuerza... que se ven truncadas por la llamada de socorro de la ciudad de Chalco (rendida pacíficamente por Sandoval), que están cercadas por fuerzas aztecas dispuestas a hacerles pagar su defección al enemigo español. Tras esta noticia Cortés se decide definitivamente por la guerra, y el 5 de abril inicia la campaña.
Utilizando trescientos infantes, 20 caballos, y varios millares de auxiliares, Cortés rompe el cerco de Chalco y se propone “cercar” la capital tomando todas las poblaciones ribereñas. El objetivo cercar la laguna. La inmensa mayoría de los caciques locales, enemigos hasta entonces, abrumados por la fuerza del contingente invasor, se rinden sin lucha.
El 13 de abril es tomada, tras breve lucha, Cuauhnauac (Cuernavaca). Dos días más tarde asaltan Xochimilco, donde la resistencia es feroz, resistiendo durante tres días. La ciudad resulta arrasada. En esta acción son heridos Alvarado Y Olid.
Coyahuacán es el siguiente movimiento, pero las noticias de la última batalla han conseguido que los aztecas la abandonen en masa y se refugien en Tenochtitlán, lo que conviene a los palnes de Hernán Cortés.
Camino de Tacuba, ciudad de amargo recuerdo para Cortés, está a punto de perecer en una emboscada cuando iba en descubierta acompañado de 10 jinetes y cuatro mozos de espuela. Se salva gracias al sacrificio y arrojo de dos de esos humildes mozos, que cubren la retirada siendo capturados. Terminarían sus días en el altar de Huitzilopochtli.
La campaña se suspende, logrados los objetivos, por la escasez de pólvora del ejército. Sin embargo los azecas no podrán montar operaciones de recuperación debido a la presencia constante de los aliados indígenas de los españoles que, como buitres atraídos por la carroña, se enseñorean de las orillas de la laguna.
Este episodio se cierra con una conspiración de un tal Villafaña, que conjuraba para matar a Cortés y sus capitanes principales, a fin de darle el poder a Francisco Verdugo, cuñado del gobernador de Cuba (que recordemos no sentía especial aprecio hacia Cortés). Sin embargo son denunciados por uno de sus hombres (insistir en la atracción que sabía poner en práctica Cortés). Cortés se encamina de frente a los aposentos del tal Villafaña, al que le quita una lista con todos los conjurados. Sin embargo no hay represalias, ya que son personas notables y, en el momento de la campaña en que se encuentran, hasta el último hombre es necesario. Pero si que le hace crear una guardia de corps personal, a cuyo mando pone a Antonio Quiñónez (uno de los más afectos a su causa y persona). Esta guardia estaría compuesta por doce hombres totalmente leales.
Sin más se despide Pavia desde Asturias
10.- OPERACIONES INICIALES CONTRA TENOCHTITLÁN.
Tras la retirada española, más bien franca huida, los aztecas iniciaron una sangrienta purga de los colaboracionistas. Convencidos de que habían conseguido hacer retroceder para siempre al enemigo se concentraron mucho más en reordenar el reino, volver a legitimarlo, que en hacer planes efectivos para enfrentar la amenaza de Cortés y sus hombres.
El paso central se da el 7 de septiembre de 1520 cuando era elevado Cuitlahuac a la dignidad de Uei Tlatoani. Su sobrino Cuahutemoc (Guatimozín para los españoles), de apenas 18 años, asume el cargo de sumo sacerdote. En general se promueve a los altos cargos a los caciques y personalidades que se hubieran distinguido por su oposición a los españoles.
Pero, un factor imprevisto, trunca en gran medida estas acciones. Se desencadena una primera epidemia de viruela (enfermedad que en América no existía), que mata entre todos al recién elegido Uei Tlatoani, al que sucede su sobrino Cuatimozín, que de paso defenestra a los aspirantes por parte de Moctezuma (parientes que podían reclamar el trono). Esto, como es obvio, no ayuda a organizar de forma efectiva el reino para enfrentar la amenaza de Cortés... de ipso se crea el clima de una pre-guerra civil.
A todo esto la moral en la capital azteca no estaba muy bien, ya que los españoles habían empezado su guerra de conquista, y se acercaban a las puertas de Tenochtitlán, eliminando de forma efectiva cualquier ayuda externa que pudieran recibir.
En el campo español los preparativos se multiplican. Martín López, carpintero de la expedición, inicia la construcción de trece bergantines de poco calado, que pudieran navegar por las lagunas anexas a la capital, y que evitaran la eventualidad de cualquier ataque sorpresa de los aztecas. Este esfuerzo merece ser tenido en cuenta, como aval de la capacidad logística de Cortés, ya que los aparejos y piezas metálicas han de ser llevados desde Veracruz.
El 26 de diciembre se realiza en Tlaxcala una gran revista militar. Los españoles presentes suman:
1º.- Quinientos cincuenta infantes (80 ballesteros y escopeteros).
2º.- Unos cuarenta jinetes.
3º..- Nueve culebrinas (ciertamente escasas de pólvora)
4º.- Unos dos mil tlaxcaltecas, con un inicio de instrucción a la europea, y armados en parte con metal. Su misión doble: Apoyar a los españoles y transportar los bergantines.
Para el 28 de diciembre están en marcha. La única dificultad es la provocada por el agreste camino y el frío, pero la moral no se resiente sino que va en aumento ante la total ausencia de resistencia.
Texcoco es convertida en la base operacional. Después de la toma de esta ciudad se abre un compás de espera mientras se consigue poner en acción los bergantines, que Cortés cree fundamentales en su estrategia..
Los españoles se embarcan en una guerra de acciones rápidas mientras se ultiman los planes para la invasión definitiva. En esta fase queda claro que los tlaxcaltecas n o eran dados a la piedad, y exterminaban a los aztecas fueran guerreros, mujeres o niños. Con cada día que pasa os aliados indígenas se multiplican, lo que estira la logística española al máximo, y multiplica las acciones de castigo para con los saqueos poder mantener a la indiada que se le suma (ciertamente los aztecas se habían ganado muchos enemigos entre sus vecinos). Por cierto que se hizo la vista gorda con las costumbres antropófagas de los aliados (al menos de momento)
A finales de febrero los bergantines llegan a Texcoco, en espectacular procesión, ya que según los cronistas los cargaban 8.000 tamemes (porteadores), precedidos de 10.000 guerreros, y cerrando otros 10.000. Estos números se antojan exagerados, pero si que nos hablan de un fuerte contingente nativo. La guerra nativa contra los aztecas y tribus mexicas aliadas se generaliza. De esta circunstancia los españoles sabrán sacar buen provecho.
El 27 de Marzo de 1521 Cortés inicia conversaciones de paz con los aztecas, prefiere siempre la diplomacia a la fuerza... que se ven truncadas por la llamada de socorro de la ciudad de Chalco (rendida pacíficamente por Sandoval), que están cercadas por fuerzas aztecas dispuestas a hacerles pagar su defección al enemigo español. Tras esta noticia Cortés se decide definitivamente por la guerra, y el 5 de abril inicia la campaña.
Utilizando trescientos infantes, 20 caballos, y varios millares de auxiliares, Cortés rompe el cerco de Chalco y se propone “cercar” la capital tomando todas las poblaciones ribereñas. El objetivo cercar la laguna. La inmensa mayoría de los caciques locales, enemigos hasta entonces, abrumados por la fuerza del contingente invasor, se rinden sin lucha.
El 13 de abril es tomada, tras breve lucha, Cuauhnauac (Cuernavaca). Dos días más tarde asaltan Xochimilco, donde la resistencia es feroz, resistiendo durante tres días. La ciudad resulta arrasada. En esta acción son heridos Alvarado Y Olid.
Coyahuacán es el siguiente movimiento, pero las noticias de la última batalla han conseguido que los aztecas la abandonen en masa y se refugien en Tenochtitlán, lo que conviene a los palnes de Hernán Cortés.
Camino de Tacuba, ciudad de amargo recuerdo para Cortés, está a punto de perecer en una emboscada cuando iba en descubierta acompañado de 10 jinetes y cuatro mozos de espuela. Se salva gracias al sacrificio y arrojo de dos de esos humildes mozos, que cubren la retirada siendo capturados. Terminarían sus días en el altar de Huitzilopochtli.
La campaña se suspende, logrados los objetivos, por la escasez de pólvora del ejército. Sin embargo los azecas no podrán montar operaciones de recuperación debido a la presencia constante de los aliados indígenas de los españoles que, como buitres atraídos por la carroña, se enseñorean de las orillas de la laguna.
Este episodio se cierra con una conspiración de un tal Villafaña, que conjuraba para matar a Cortés y sus capitanes principales, a fin de darle el poder a Francisco Verdugo, cuñado del gobernador de Cuba (que recordemos no sentía especial aprecio hacia Cortés). Sin embargo son denunciados por uno de sus hombres (insistir en la atracción que sabía poner en práctica Cortés). Cortés se encamina de frente a los aposentos del tal Villafaña, al que le quita una lista con todos los conjurados. Sin embargo no hay represalias, ya que son personas notables y, en el momento de la campaña en que se encuentran, hasta el último hombre es necesario. Pero si que le hace crear una guardia de corps personal, a cuyo mando pone a Antonio Quiñónez (uno de los más afectos a su causa y persona). Esta guardia estaría compuesta por doce hombres totalmente leales.
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Pavia desde su base operacional de Ciaño.
11.- EL ASEDIO. INICIO.
El día 28 de abril de 1521 puede ser considerado como el día en que el asedio a la gran capital azteca tiene su comienzo oficial. Este hecho viene marcada por la solemne botadura de los 13 bergantines. Los españoles están eufóricos, celebrándose una fiesta precedida de una ceremonia religiosa con comunión general (algo que no deja de ser curioso para sus numerosos aliados mexicas). A continuación Cortés pasa revista a las tropas. Como desde Veracruz habían llegado refuerzos y las pérdidas en la campaña alrededor de los lagos habían sido ínfimas los números que maneja el conquistador español son los siguientes:
* Ochenta y seis jinetes, que suponen una fuerza fenomenal a la que lso aztecas poco o nada pueden oponer.
* Ciento dieciocho ballesteros y escopeteros.
* Seiscientos infantes de pica o espada.
* Tres cañones grandes de hierro y quince culebrinas de bronce.
* En depósito se cuenta con la nada despreciable cantidad de diez quintales de pólvora.
Además el número de auxiliares era ahora abrumador. A los ya tradicionales tlaxcaltecas (con los dos mil con inicio de entrenamiento a la europea) se han unido contingentes de todos los alrededores, en especial de Choluba y Guajocingo. Estas tres naciones o pueblos habían formado una especie de coalición contra los aztecas, dejando a un lado sus rivalidades, y marchando al ritmo de los españoles (dejemos para otro lado lo acertado o no de esta decisión para su futuro como estados independientes.). Entre los caudillos tlaxcalteca, comandando uno de sus contingentes, iba Xicontecatl el Joven, al que Cortés decide vigilar de cerca pues en el pasado había mostrado su oposición a los españoles (como en la mayoría de los casos Hernán no anda descaminado).
El ejército queda dividido en tres cuerpos y una fuerza central de reserva.
1º.- Al mando de don Pedro de Alvarado: treinta jinetes, dieciocho escopeteros y ballesteros, ciento cincuenta infantes, y una fuerza auxiliar de unos 25.000 indígenas (estas cifras que pueden parecer exageradas lo que sí que demuestran es la unión a la causa española de las tribus y naciones indígenas que veían una buena ocasión de desquitarse de los aztecas que durante largo tiempo les habían sometido por la guerra y el terror). Su cuartel general queda establecido en la ciudad de Tacuba. En este ciuerpo se encuentran los hombres de Xicontecatl el Joven.
2º.- Al mando de Olid: Treinta y tres jinetes, dieciocho ballesteros y escopeteros, ciento sesenta infantes y unos 20.000 auxiliares. Su base operacional será Cuyoacán.
3º.- Al mando de Sandoval: veinticuatro jinetes, diecisiete ballesteros y escopeteros, ciento cincuenta infantes y unos 30.000 auxiliares. Su centro queda puesto en Iztapalapa. (plaza que no consiguió ocupar hasta el 31 de mayo)
4º.- Reserva al mando directo de Cortés: Al mando del resto de las fuerzas. Sesenta y cinco ballesteros y escopeteros, ciento cuarenta infantes, y un número indeterminado de auxiliares. Estos hombres serían también los encargados de formar las tripulaciones de los bergantines.
A groso modo cada bergantín contaría con seis ballesteros o escopeteros, seis infantes de arma blanca y doce remeros (puesto que obviamente nadie quería y que causó ciertos problemas, ya que no era el fuerte de los indígenas, a los que se optó por no embarcar)
Camino de Tacuba Alvarado se da cuenta que entre la indiada auxiliar que le acompaña falta alguien... nada menos que Xicontecatl el Joven. Extrañado y temiéndose los peor manda recado urgente para que se ponga en camino, pero el caudillo indígena hace oídos sordos. Cortés monta en cólera y, reuniendo o todos los caudillos de Tlaxcala, les informa que en España seste tipo de conductas se consideran como traición y que para ella solo hay una pena: la muerte. Los caudillos de Tlaxcala le informan a su vez que lo mismo ocurre en su pueblo, así que Cortés, tranquilizado por la postura de sus aliados más fieles a los que temía ofender, manda a un alguacil con escolta hispano-tlaxcalteca con orden de eliminar a Xicontecatl el Joven. El caudillo indígena, opositor a los españoles, termina sus días balanceándose en la cuerda de una horca.
El plan de Cortés de cercar la ciudad está en marcha. Por sus partes los aztecas están decididos a resistir hasta el fin, ya que los partidarios de parlamentar habían quedado escarmentados tras las purgas producidas. Guatimozín encabezará la resistencia desplegando, teniendo en cuenta los medios con que cuenta, una eficaz aunque condenada a la derrota pues ya no había apoyos exteriores, resistencia. La dura será dura, terrible, en muchos casos sin cuartel, y en ella se firmarán a la par que las páginas más épicas (descontando Otumba) de la conquista las más terribles. Nadie pedía ni daba cuartel.
Sin más se despide Pavia desde Asturias.
11.- EL ASEDIO. INICIO.
El día 28 de abril de 1521 puede ser considerado como el día en que el asedio a la gran capital azteca tiene su comienzo oficial. Este hecho viene marcada por la solemne botadura de los 13 bergantines. Los españoles están eufóricos, celebrándose una fiesta precedida de una ceremonia religiosa con comunión general (algo que no deja de ser curioso para sus numerosos aliados mexicas). A continuación Cortés pasa revista a las tropas. Como desde Veracruz habían llegado refuerzos y las pérdidas en la campaña alrededor de los lagos habían sido ínfimas los números que maneja el conquistador español son los siguientes:
* Ochenta y seis jinetes, que suponen una fuerza fenomenal a la que lso aztecas poco o nada pueden oponer.
* Ciento dieciocho ballesteros y escopeteros.
* Seiscientos infantes de pica o espada.
* Tres cañones grandes de hierro y quince culebrinas de bronce.
* En depósito se cuenta con la nada despreciable cantidad de diez quintales de pólvora.
Además el número de auxiliares era ahora abrumador. A los ya tradicionales tlaxcaltecas (con los dos mil con inicio de entrenamiento a la europea) se han unido contingentes de todos los alrededores, en especial de Choluba y Guajocingo. Estas tres naciones o pueblos habían formado una especie de coalición contra los aztecas, dejando a un lado sus rivalidades, y marchando al ritmo de los españoles (dejemos para otro lado lo acertado o no de esta decisión para su futuro como estados independientes.). Entre los caudillos tlaxcalteca, comandando uno de sus contingentes, iba Xicontecatl el Joven, al que Cortés decide vigilar de cerca pues en el pasado había mostrado su oposición a los españoles (como en la mayoría de los casos Hernán no anda descaminado).
El ejército queda dividido en tres cuerpos y una fuerza central de reserva.
1º.- Al mando de don Pedro de Alvarado: treinta jinetes, dieciocho escopeteros y ballesteros, ciento cincuenta infantes, y una fuerza auxiliar de unos 25.000 indígenas (estas cifras que pueden parecer exageradas lo que sí que demuestran es la unión a la causa española de las tribus y naciones indígenas que veían una buena ocasión de desquitarse de los aztecas que durante largo tiempo les habían sometido por la guerra y el terror). Su cuartel general queda establecido en la ciudad de Tacuba. En este ciuerpo se encuentran los hombres de Xicontecatl el Joven.
2º.- Al mando de Olid: Treinta y tres jinetes, dieciocho ballesteros y escopeteros, ciento sesenta infantes y unos 20.000 auxiliares. Su base operacional será Cuyoacán.
3º.- Al mando de Sandoval: veinticuatro jinetes, diecisiete ballesteros y escopeteros, ciento cincuenta infantes y unos 30.000 auxiliares. Su centro queda puesto en Iztapalapa. (plaza que no consiguió ocupar hasta el 31 de mayo)
4º.- Reserva al mando directo de Cortés: Al mando del resto de las fuerzas. Sesenta y cinco ballesteros y escopeteros, ciento cuarenta infantes, y un número indeterminado de auxiliares. Estos hombres serían también los encargados de formar las tripulaciones de los bergantines.
A groso modo cada bergantín contaría con seis ballesteros o escopeteros, seis infantes de arma blanca y doce remeros (puesto que obviamente nadie quería y que causó ciertos problemas, ya que no era el fuerte de los indígenas, a los que se optó por no embarcar)
Camino de Tacuba Alvarado se da cuenta que entre la indiada auxiliar que le acompaña falta alguien... nada menos que Xicontecatl el Joven. Extrañado y temiéndose los peor manda recado urgente para que se ponga en camino, pero el caudillo indígena hace oídos sordos. Cortés monta en cólera y, reuniendo o todos los caudillos de Tlaxcala, les informa que en España seste tipo de conductas se consideran como traición y que para ella solo hay una pena: la muerte. Los caudillos de Tlaxcala le informan a su vez que lo mismo ocurre en su pueblo, así que Cortés, tranquilizado por la postura de sus aliados más fieles a los que temía ofender, manda a un alguacil con escolta hispano-tlaxcalteca con orden de eliminar a Xicontecatl el Joven. El caudillo indígena, opositor a los españoles, termina sus días balanceándose en la cuerda de una horca.
El plan de Cortés de cercar la ciudad está en marcha. Por sus partes los aztecas están decididos a resistir hasta el fin, ya que los partidarios de parlamentar habían quedado escarmentados tras las purgas producidas. Guatimozín encabezará la resistencia desplegando, teniendo en cuenta los medios con que cuenta, una eficaz aunque condenada a la derrota pues ya no había apoyos exteriores, resistencia. La dura será dura, terrible, en muchos casos sin cuartel, y en ella se firmarán a la par que las páginas más épicas (descontando Otumba) de la conquista las más terribles. Nadie pedía ni daba cuartel.
Sin más se despide Pavia desde Asturias.
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12º.- EL ASEDIO: BATALLAS INICIALES.
La lucha comienza en serio el 26 de Mayo con un ataque de las fuerzas de Olid y Alvarado sobre el acueducto de Chapultepec. El objetivo es cortar el suministro de agua a la ciudad, cosa que logran. Después se lanzan sobre la calzada de Tacuba, pero son detenidos en una fiera lucha.
El 31 de Mayo Sandoval logra por fin tomar Iztapalaba. Dominando de forma efectiva otra de las calzadas de entrada.
Hernán Cortés, con su flota de bergantines, se lanza a aniquilar cualquier punto de resistencia que en los lagos presenten los aztecas. Estos comprenden rápidamente que sus barcas lacustres no son rivales para los bergantines españoles. Destruye las guarniciones aztecas de diversas islas, como el islote Tepopolco. Después desembarca en Xoloc, punto de unión entre las calzadas de Iztapalapa y Cuyoacán (en el lugar donde se había encontrado por primera vez con su amigo-enemigo Moctezuma). Aquí “la flota azteca”, millares de indios en sus pequeñas barcas, intentarán durante seis días desalojar a los españoles de su posición. Sin embargo los bergantines demostrarán la fe que Cortés había puesto en ellos. Según los cronistas españoles las aguas quedaron teñidas de sangre y los cadáveres flotaban por doquier. .
Con este movimiento la posesión de Iztapalaba resulta ya superflua, por lo que Sandoval mueve su contingente ocupando Tepeyac, donde terminaba la última calzada que aún pueden usar los defensores.
El 9 Junio se lanza un asalto general que parece va a tener un éxito total. En él se llega a cercar y ocupar en parte el Gran Teocalli, donde Guatimozín ha establecido su cuartel general. Pero el valor de los aztecas es alto. En sucesivos contragolpes, dirigidos sobretodo sobre los auxiliares indios, fuerzan a Cortés a retirarse para evitar el desastre total entre sus aliados... que hubiera dejado a sus fuerzas peligrosamente desequilibradas y de nuevo cercadas en la capital azteca. Así que los españoles retoman las posiciones de cerco.
Durante el resto del mes asistimos a una guerra de cerco al estilo clásico. Se producen constantes golpes de mano, en los que los aztecas llevan las de perder, ya que las fuerzas españolas demuestran una extraordinaria velocidad de reacción para acudir a todos los lugares.
El cerco es total, y poco a poco las tribus ribereñas van acudiendo a someterse al vasallaje español, convencidas cada día que pasa más, de que ha llegado el fin de los aztecas: voluntariamente Xochimilco, Iztapalapa (que tanto había costado tomar), Churubusco, Mexicalcingo, Cuihuacan, Mixquic y Cuitlahuac envían emisarios para aceptar la “tutela” española, prestar tropas y prometer lealtad. Cortés les solicita peones para trabajar arreglando los desperfectos que en las calzadas de entrada se han producido a lo largo de las operaciones militares. Los caciques locales no tienen más remedio que aceptar. La hegemonía azteca toca a su definitivo fin.
Sin más se despide Pavia desde Asturias.
12º.- EL ASEDIO: BATALLAS INICIALES.
La lucha comienza en serio el 26 de Mayo con un ataque de las fuerzas de Olid y Alvarado sobre el acueducto de Chapultepec. El objetivo es cortar el suministro de agua a la ciudad, cosa que logran. Después se lanzan sobre la calzada de Tacuba, pero son detenidos en una fiera lucha.
El 31 de Mayo Sandoval logra por fin tomar Iztapalaba. Dominando de forma efectiva otra de las calzadas de entrada.
Hernán Cortés, con su flota de bergantines, se lanza a aniquilar cualquier punto de resistencia que en los lagos presenten los aztecas. Estos comprenden rápidamente que sus barcas lacustres no son rivales para los bergantines españoles. Destruye las guarniciones aztecas de diversas islas, como el islote Tepopolco. Después desembarca en Xoloc, punto de unión entre las calzadas de Iztapalapa y Cuyoacán (en el lugar donde se había encontrado por primera vez con su amigo-enemigo Moctezuma). Aquí “la flota azteca”, millares de indios en sus pequeñas barcas, intentarán durante seis días desalojar a los españoles de su posición. Sin embargo los bergantines demostrarán la fe que Cortés había puesto en ellos. Según los cronistas españoles las aguas quedaron teñidas de sangre y los cadáveres flotaban por doquier. .
Con este movimiento la posesión de Iztapalaba resulta ya superflua, por lo que Sandoval mueve su contingente ocupando Tepeyac, donde terminaba la última calzada que aún pueden usar los defensores.
El 9 Junio se lanza un asalto general que parece va a tener un éxito total. En él se llega a cercar y ocupar en parte el Gran Teocalli, donde Guatimozín ha establecido su cuartel general. Pero el valor de los aztecas es alto. En sucesivos contragolpes, dirigidos sobretodo sobre los auxiliares indios, fuerzan a Cortés a retirarse para evitar el desastre total entre sus aliados... que hubiera dejado a sus fuerzas peligrosamente desequilibradas y de nuevo cercadas en la capital azteca. Así que los españoles retoman las posiciones de cerco.
Durante el resto del mes asistimos a una guerra de cerco al estilo clásico. Se producen constantes golpes de mano, en los que los aztecas llevan las de perder, ya que las fuerzas españolas demuestran una extraordinaria velocidad de reacción para acudir a todos los lugares.
El cerco es total, y poco a poco las tribus ribereñas van acudiendo a someterse al vasallaje español, convencidas cada día que pasa más, de que ha llegado el fin de los aztecas: voluntariamente Xochimilco, Iztapalapa (que tanto había costado tomar), Churubusco, Mexicalcingo, Cuihuacan, Mixquic y Cuitlahuac envían emisarios para aceptar la “tutela” española, prestar tropas y prometer lealtad. Cortés les solicita peones para trabajar arreglando los desperfectos que en las calzadas de entrada se han producido a lo largo de las operaciones militares. Los caciques locales no tienen más remedio que aceptar. La hegemonía azteca toca a su definitivo fin.
Sin más se despide Pavia desde Asturias.
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Pavia desde su base operacional de Ciaño.
13º.- EL ASEDIO: PUNTO CULMINANTE.
Cortés prudente comprende que la batalla está definitivamente inclinada hacia el lado español, pero sus capitanes no son tan pacientes. Todos reclaman para sí la fama y la gloria, y se lanzan algunos imprudentes asaltos, que bien se habrían podido evitar.
Así el 16 de Junio Alvarado, de forma realmente irreflexiva, se deja engañar por los aztecas no provocando por muy poco una jornada de dolor a las huestes españolas. Los aztecas simulan una retirada desordenada, saliendo el Tonatiuh (nombre que los indios daban a Alvarado) en su persecución. Atraído hasta casi el centro de la capital Alvarado no ha comunicado su acción al resto de las tropas españolas. Los aztecas se reagrupan y lanzan un feroz contraataque que solo la mítica disciplina de los infantes españoles es capaz de detener. Apresuradamente han de reandar todo el camino hasta el punto de inicio. Pero la calzada, que había quedado desprotegida, ha sido tomado por los aztecas en canoas (de haber avisado a Cortés los bergantines hubieran evitado esta acción) que han abierto en ella una brecha. Los españoles han de escapar a nado, pero las bajas han sido considerables y serán bastantes los que acaben en los altares del Dios de la Guerra Azteca. Como macabro colofón las tropas de Alvarado tenían una perfecta vista del Teocalli donde los prisioneros españoles fueron sacrificados y descuartizados, sirviendo su carne de alimento a los aztecas.
A pesar de este descalabro los hombres murmuran contra Cortés, tratando de ser destinados a las órdenes de Alvarado. Esta presión consigue que cortés autorice y planee un nuevo asalto general. El ataque debería de ser coordinado: Sandoval y sus hombres junto con los de Alvarado avanzarían desde la calzada de Tacaba. A cambio Alvarado cedía ochenta hombres a Cortés para avanzar desde Xaloc. El 30 de Junio, aniversario de la Noche Triste, se inician las operaciones.
Los comienzos son buenos, la penetración en las defensas enemigas profundas pero entonces sucede algo inexplicable (más que nada porque no hay referencias claras) y el pánico parece apoderarse de las huestes españolas que inician la desbandada... Los muertos y heridos son muchos, pero de nuevo el peor destino corre parejo de aquellos que han sido cautivos, como ya comenté no había piedad. La retirada se ve entorpecida al ceder una de las brechas rellenada por los “ingenieros” españoles.
Cortés, en vano intento por detener la retirada ordena una carga, pero el mismo se ve envuelto en una más que peligrosa circunstancia: Herido en una pierna, rodeado de enemigos, y con varios aztecas ya sujetándole. ¿Se repetirá la circunstancia de Otumba pero al contrario? La historia contiene la respiración. Pero en ese momento un soldado de nombre Cristóbal Olea (que ya en varias ocasiones ha estado salvando la situación codo a codo con Cortés) acude en su ayuda. Cortés consigue desasirse de sus aprehensores y montando en su caballo huye. El valiente Olea le cubre, manteniendo a raya a los aztecas, pero al fin es derribado y, afortunadamente para él, muerto en la pelea.
Los aztecas inician entonces, cuando la batalla se ha vuelto más encarnizada, una hábil estratagema psicológica. Sus tambores rituales del sacrificio atronan, y se lanzan cabezas decapitadas sobre los españoles, a la vez que proclaman que son las cabezas de Sandoval, alvarado, Cortés y otros capitanes notables. El recurso es eficaz porque los tres jefes españoles llegan a creer que sus compañeros realmente han perecido. Sin embargo al final del día la situación se ha restablecido. Los aztecas siguen siendo incapaces de romper el cerco al que son sometidos, por lo que el fracaso español no es una derrota decisiva. Y lo que es más importante, no hay noticias de que haya tenido repercusiones entra las tribus ribereñas, que no vuelven a tomar por la causa azteca.
Sin embargo cortés ha sacado una lección en claro. No habrá asalto definitivo. Se decide por arrasar metódicamente toda la ciudad hasta rendir a los defensores. Además está decidido a no dar un paso sin asegurarse de que las calzadas no cederán a sus espaldas. El empleo de un método cuasi científico puede llevar tiempo, pero el éxito es seguro. Sus hombres, escamados después de las últimas experiencias no parecen oponerse a esta nueva estrategia. Avanzando desde dos direcciones, los españoles se adentran en la ciudad asegurando cada paso que dan.
Los días pasan y los avances empiezan a ser significativos. Pero de nuevo Alvarado pierde los nervios y ordena un ataque a sus hombres... que saldrá bien. La primera noticia que tiene cortés es la visión del odiado Gran Teocalli en llamas. Obviamente solo había una explicación para aquello, los hombres de Alvarado lo habían tomado o combatían por su posesión. Pero Cortés, un tanto molesto y escamado por los últimos acontecimientos, no ordena ataque general, ha de seguirse con calma y asegurando todos los pasos. 24 horas más tarde Alvarado y Cortés se encuentra en la plaza central del mercado de la capital.
Sin embargo la resistencia azteca no cesa. Cortés ofrece parlamentar para evitar má destrucción, pero la presión de sus propios hombres (buscaban venganza por los muertos en los altares aztecas) y la conducta extremadamente brutal de los tlaxcaltecas (que tenían sus propias cuentas que saldar con los aztecas) impiden cualquier solución pacífica.
La muerte se enseñorea de la ciudad, y llega a ser tal el volumen de los muertos que los propios españoles se empiezan a dar cuenta de que la situación se les ha escapado de las manos, de seguir así solo tendrán en sus manos el cadáver de una gran ciudad. Los aztecas no están dispuestos a sufrir sumisión. De tal hecho da fe la petición de una comitiva azteca: pedían de manera formal a Cortés que terminar con sus vidas de forma rápida.
El 13 de Agosto se lanza un nuevo ataque a fin de reducir el perímetro defensivo enemigo y quebrar su voluntad de lucha. La desbandada de los “civiles aztecas” es masiva. Antes de que los españoles puedan pensar en evitarlo casi15.000 de ellos son muertos por los tlaxcaltecas, que tenían buena memoria de las acciones pasadas de los aztecas sobre su propio pueblo.
Un grupo de aztecas intenta huir en canoas, pero son retenidos por los bergantines. En una de esas canoas va el rey y caudillo de la resistencia azteca: Guatimozín. La victoria es total, así como la muerte y la destrucción.
Llevado a presencia de Cortés este lo lleva hasta Coyocuacán. Tras él el silencio de los cementerios se adueñó de la Gran Tenochtitlán. Hasta el alma del último de los duros soldados españoles se estremece. Reinan en una ciudad y reino muertos.
A partir de aquí vienen las desavenencias entre los conquistadores, la sumisión total de los aliados indígenas... pero eso es causa para otro artículo.
Sin más se despide Pavia desde Asturias.
13º.- EL ASEDIO: PUNTO CULMINANTE.
Cortés prudente comprende que la batalla está definitivamente inclinada hacia el lado español, pero sus capitanes no son tan pacientes. Todos reclaman para sí la fama y la gloria, y se lanzan algunos imprudentes asaltos, que bien se habrían podido evitar.
Así el 16 de Junio Alvarado, de forma realmente irreflexiva, se deja engañar por los aztecas no provocando por muy poco una jornada de dolor a las huestes españolas. Los aztecas simulan una retirada desordenada, saliendo el Tonatiuh (nombre que los indios daban a Alvarado) en su persecución. Atraído hasta casi el centro de la capital Alvarado no ha comunicado su acción al resto de las tropas españolas. Los aztecas se reagrupan y lanzan un feroz contraataque que solo la mítica disciplina de los infantes españoles es capaz de detener. Apresuradamente han de reandar todo el camino hasta el punto de inicio. Pero la calzada, que había quedado desprotegida, ha sido tomado por los aztecas en canoas (de haber avisado a Cortés los bergantines hubieran evitado esta acción) que han abierto en ella una brecha. Los españoles han de escapar a nado, pero las bajas han sido considerables y serán bastantes los que acaben en los altares del Dios de la Guerra Azteca. Como macabro colofón las tropas de Alvarado tenían una perfecta vista del Teocalli donde los prisioneros españoles fueron sacrificados y descuartizados, sirviendo su carne de alimento a los aztecas.
A pesar de este descalabro los hombres murmuran contra Cortés, tratando de ser destinados a las órdenes de Alvarado. Esta presión consigue que cortés autorice y planee un nuevo asalto general. El ataque debería de ser coordinado: Sandoval y sus hombres junto con los de Alvarado avanzarían desde la calzada de Tacaba. A cambio Alvarado cedía ochenta hombres a Cortés para avanzar desde Xaloc. El 30 de Junio, aniversario de la Noche Triste, se inician las operaciones.
Los comienzos son buenos, la penetración en las defensas enemigas profundas pero entonces sucede algo inexplicable (más que nada porque no hay referencias claras) y el pánico parece apoderarse de las huestes españolas que inician la desbandada... Los muertos y heridos son muchos, pero de nuevo el peor destino corre parejo de aquellos que han sido cautivos, como ya comenté no había piedad. La retirada se ve entorpecida al ceder una de las brechas rellenada por los “ingenieros” españoles.
Cortés, en vano intento por detener la retirada ordena una carga, pero el mismo se ve envuelto en una más que peligrosa circunstancia: Herido en una pierna, rodeado de enemigos, y con varios aztecas ya sujetándole. ¿Se repetirá la circunstancia de Otumba pero al contrario? La historia contiene la respiración. Pero en ese momento un soldado de nombre Cristóbal Olea (que ya en varias ocasiones ha estado salvando la situación codo a codo con Cortés) acude en su ayuda. Cortés consigue desasirse de sus aprehensores y montando en su caballo huye. El valiente Olea le cubre, manteniendo a raya a los aztecas, pero al fin es derribado y, afortunadamente para él, muerto en la pelea.
Los aztecas inician entonces, cuando la batalla se ha vuelto más encarnizada, una hábil estratagema psicológica. Sus tambores rituales del sacrificio atronan, y se lanzan cabezas decapitadas sobre los españoles, a la vez que proclaman que son las cabezas de Sandoval, alvarado, Cortés y otros capitanes notables. El recurso es eficaz porque los tres jefes españoles llegan a creer que sus compañeros realmente han perecido. Sin embargo al final del día la situación se ha restablecido. Los aztecas siguen siendo incapaces de romper el cerco al que son sometidos, por lo que el fracaso español no es una derrota decisiva. Y lo que es más importante, no hay noticias de que haya tenido repercusiones entra las tribus ribereñas, que no vuelven a tomar por la causa azteca.
Sin embargo cortés ha sacado una lección en claro. No habrá asalto definitivo. Se decide por arrasar metódicamente toda la ciudad hasta rendir a los defensores. Además está decidido a no dar un paso sin asegurarse de que las calzadas no cederán a sus espaldas. El empleo de un método cuasi científico puede llevar tiempo, pero el éxito es seguro. Sus hombres, escamados después de las últimas experiencias no parecen oponerse a esta nueva estrategia. Avanzando desde dos direcciones, los españoles se adentran en la ciudad asegurando cada paso que dan.
Los días pasan y los avances empiezan a ser significativos. Pero de nuevo Alvarado pierde los nervios y ordena un ataque a sus hombres... que saldrá bien. La primera noticia que tiene cortés es la visión del odiado Gran Teocalli en llamas. Obviamente solo había una explicación para aquello, los hombres de Alvarado lo habían tomado o combatían por su posesión. Pero Cortés, un tanto molesto y escamado por los últimos acontecimientos, no ordena ataque general, ha de seguirse con calma y asegurando todos los pasos. 24 horas más tarde Alvarado y Cortés se encuentra en la plaza central del mercado de la capital.
Sin embargo la resistencia azteca no cesa. Cortés ofrece parlamentar para evitar má destrucción, pero la presión de sus propios hombres (buscaban venganza por los muertos en los altares aztecas) y la conducta extremadamente brutal de los tlaxcaltecas (que tenían sus propias cuentas que saldar con los aztecas) impiden cualquier solución pacífica.
La muerte se enseñorea de la ciudad, y llega a ser tal el volumen de los muertos que los propios españoles se empiezan a dar cuenta de que la situación se les ha escapado de las manos, de seguir así solo tendrán en sus manos el cadáver de una gran ciudad. Los aztecas no están dispuestos a sufrir sumisión. De tal hecho da fe la petición de una comitiva azteca: pedían de manera formal a Cortés que terminar con sus vidas de forma rápida.
El 13 de Agosto se lanza un nuevo ataque a fin de reducir el perímetro defensivo enemigo y quebrar su voluntad de lucha. La desbandada de los “civiles aztecas” es masiva. Antes de que los españoles puedan pensar en evitarlo casi15.000 de ellos son muertos por los tlaxcaltecas, que tenían buena memoria de las acciones pasadas de los aztecas sobre su propio pueblo.
Un grupo de aztecas intenta huir en canoas, pero son retenidos por los bergantines. En una de esas canoas va el rey y caudillo de la resistencia azteca: Guatimozín. La victoria es total, así como la muerte y la destrucción.
Llevado a presencia de Cortés este lo lleva hasta Coyocuacán. Tras él el silencio de los cementerios se adueñó de la Gran Tenochtitlán. Hasta el alma del último de los duros soldados españoles se estremece. Reinan en una ciudad y reino muertos.
A partir de aquí vienen las desavenencias entre los conquistadores, la sumisión total de los aliados indígenas... pero eso es causa para otro artículo.
Sin más se despide Pavia desde Asturias.
- stalingrado1971
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- JGP
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excelente trabajo , gracias ...solo agregar mi muy humilde opinión y sin criticar el trabajo realizado , creo que estaría bien agregarle mas , imágenes de los protagonistas , así como escenas y lo mas importante mapas de batalla , disposición de ejércitos , etc....saludos y gracias.
Entiendo, que si no ha puesto imagenes es porque la CNN no llegó a tiempo y Robert Cappa tuvo la desfachated de nacer 400 años depues.
Sobre los mapas de batallas Fray Bartolomé de las Casas tuvo el atrevimiento de no microfilmar los planos de Estado Mayor de Cortes y parlo para su estudio el día de mañana.
Un saludo
¡¡Todo buen español debería mear siempre en dirección a Inglaterra!! .
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- Registrado: 28 Oct 2007, 21:59
- Ubicación: Hoy en mañolandia, mañana ya veremos
Sin embargo hubo artistas que tuvieron la desfachatez de nacer en esa época y nos dejaron magníficos cuadros y grabados.
http://www.medellin.es/pretratos_cortes.htm
http://www.medellin.es/pretratos_cortes.htm
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
- stalingrado1971
- Sargento Segundo
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- Registrado: 23 Nov 2009, 03:48
JPG
Gracias por el comentario ironico y poco cortes , como sabes me referia a grabados de la epoca que hay y no son pocas , imagnes de armas , fomaciones de batalla , como disponia Cortes a sus hombres , etc
saludos cordiales
[/quote]Entiendo, que si no ha puesto imagenes es porque la CNN no llegó a tiempo y Robert Cappa tuvo la desfachated de nacer 400 años depues.
Sobre los mapas de batallas Fray Bartolomé de las Casas tuvo el atrevimiento de no microfilmar los planos de Estado Mayor de Cortes y parlo para su estudio el día de mañana.
Un saludo
Gracias por el comentario ironico y poco cortes , como sabes me referia a grabados de la epoca que hay y no son pocas , imagnes de armas , fomaciones de batalla , como disponia Cortes a sus hombres , etc
saludos cordiales
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- Sargento
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Pavía desde su base operacional de Ciaño
El hecho de no poner muchas fotos en mis post es que soy un tanto inútil para buscarlas por internet, y he descubierto que con el paso de los meses muchos enlaces "se rompen", lo cual deja el artículo cojo.
ültimamente solo incluyo fotos cuando creo que la página de la que la cojo no va a cambiar, o cuando lo que encuentro es realmente "necesario" para el artículo.
La primera vez que postee este tema en otro foro (mi alma mater por así decir) lo acompañaba de unos hermosos grabados que según un forista mejicano (no recuerdo su alias) eran sacados de un libro que en Méjcio había como manual de clase haya por los años 60-70. Dibujos hermosísimos recuerdo... pero el enlace se rompió y no tuve paciencia de volver a buscarlos.
Desde entonces sí que animo a todo los foristas que se pasan por los hilos que ideo a que colaboren buscando imágenes alusivas para que las vayan colgando... Así que ya sabe, si quiere stalingrado1971 puede usted, y todos aquellos que crean que este hilo ha sido interesante, animarse a buscarlas por la red y ponerlas aquí para disfrute de todos...
Hasta hubo un forista en no receurdo qué foro que buscó pr youtube un enlace a un programa del Canal Historia sobre a Conquista de Méjico (debía ser de alguna productora de latinoamérica por el acento)
Eso sí, les ruego pongan el enlace de donde las saca, que últimamente se están volviendo un tanto quisquillosos por la red.
Sin más se despidPavía desde Asturias.
excelente trabajo , gracias ...solo agregar mi muy humilde opinión y sin criticar el trabajo realizado , creo que estaría bien agregarle mas , imágenes de los protagonistas , así como escenas y lo mas importante mapas de batalla , disposición de ejércitos , etc....saludos y gracias.
El hecho de no poner muchas fotos en mis post es que soy un tanto inútil para buscarlas por internet, y he descubierto que con el paso de los meses muchos enlaces "se rompen", lo cual deja el artículo cojo.
ültimamente solo incluyo fotos cuando creo que la página de la que la cojo no va a cambiar, o cuando lo que encuentro es realmente "necesario" para el artículo.
La primera vez que postee este tema en otro foro (mi alma mater por así decir) lo acompañaba de unos hermosos grabados que según un forista mejicano (no recuerdo su alias) eran sacados de un libro que en Méjcio había como manual de clase haya por los años 60-70. Dibujos hermosísimos recuerdo... pero el enlace se rompió y no tuve paciencia de volver a buscarlos.
Desde entonces sí que animo a todo los foristas que se pasan por los hilos que ideo a que colaboren buscando imágenes alusivas para que las vayan colgando... Así que ya sabe, si quiere stalingrado1971 puede usted, y todos aquellos que crean que este hilo ha sido interesante, animarse a buscarlas por la red y ponerlas aquí para disfrute de todos...
Hasta hubo un forista en no receurdo qué foro que buscó pr youtube un enlace a un programa del Canal Historia sobre a Conquista de Méjico (debía ser de alguna productora de latinoamérica por el acento)
Eso sí, les ruego pongan el enlace de donde las saca, que últimamente se están volviendo un tanto quisquillosos por la red.
Sin más se despidPavía desde Asturias.
- Chepicoro
- Teniente Coronel
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- Registrado: 12 Jun 2009, 06:11
- Ubicación: Quebec
Solo agradecer a Pavia su gentileza para con los foreros y tocar un tema que no había visto en el foro y que por razones obvias me despierta gran interés.
Es una verdadera pena que la conquista, se enseñe en México de uan forma tan deficiente donde lo políticamente correcto tiene que ser prioridad en lugar de la verdad.
De nuevo gracias Pavia.. y me pongo a buscar imágenes.
Es una verdadera pena que la conquista, se enseñe en México de uan forma tan deficiente donde lo políticamente correcto tiene que ser prioridad en lugar de la verdad.
De nuevo gracias Pavia.. y me pongo a buscar imágenes.
"La muerte tan segura de su victoria nos da la vida como ventaja"
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- Sargento
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Excelente articulo, Pavia, he disfrutado leyendolo. Sobre el video que dices de la conquista de Mexico creo que es este, una produccion de la BBC traducida por mexicanos .
http://www.youtube.com/watch?v=6YK8knUe ... re=related
Este otro video tiene muy buenos mapas de la situacion d elas poblaciones y la ruta de Cortes.
http://www.youtube.com/watch?v=lJA_tYOIBaY&feature=fvw
Alguein me puede decir como se insertan videos?
http://www.youtube.com/watch?v=6YK8knUe ... re=related
Este otro video tiene muy buenos mapas de la situacion d elas poblaciones y la ruta de Cortes.
http://www.youtube.com/watch?v=lJA_tYOIBaY&feature=fvw
Alguein me puede decir como se insertan videos?
- Chepicoro
- Teniente Coronel
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- Registrado: 12 Jun 2009, 06:11
- Ubicación: Quebec
Leyendo a Pavia, uno se sorprende de como los tlaxcaltecas odiaban tanto a los aztecas y se desquitaron con ellos todo lo que pudieron.
Las ciudades tlaxcaltecas se enncontraban rodeadas por el Imperio azteca, durante sus conquistas, muchos otomies y chalcas, principalmente buscaron refugio en Tlaxcala expulsados por los aztecas.
Y para la época de la conquista se encontraban en un estado de sitio permanente, incluso llegando a matar a uno de los hijos de Moctezuma.
Los aztecas además habían empezado hace tiempo la "Guerra Florida" contra los tlaxcaltecas donde ambos bandos aprovechaban para capturar a los guerreros enemigos y sacrificarlos a sus respectivos dioses.
Si bien aveces eran enfrentamientos más o menos organizados, las incursiones aztecas para tomar prisioneros y tener un suministro constante de sacrificados eran comúnes.
Es de entender que los tlaxcaltecas no tuvieran mucho aprecio por unos vecinos que periódicamente iban literalmente a cazar jóvenes aptos para sacrificios.
Si hay algo que me enoja de la historia oficial en México es como distorsionan las cosas... con mayas en armonía con la naturaleza y aztecas bondadosos.... y españoles malos malísimos (cierto que no eran santos, ni muhco menos) pero la inmensa mayoría de los indígenas lo vio claro y sin el apoyo de gran parte de la población indígena no se puede explicar como unos cientos de españoles se lograron imponer a millones de indígenas.
Las ciudades tlaxcaltecas se enncontraban rodeadas por el Imperio azteca, durante sus conquistas, muchos otomies y chalcas, principalmente buscaron refugio en Tlaxcala expulsados por los aztecas.
Y para la época de la conquista se encontraban en un estado de sitio permanente, incluso llegando a matar a uno de los hijos de Moctezuma.
Los aztecas además habían empezado hace tiempo la "Guerra Florida" contra los tlaxcaltecas donde ambos bandos aprovechaban para capturar a los guerreros enemigos y sacrificarlos a sus respectivos dioses.
Si bien aveces eran enfrentamientos más o menos organizados, las incursiones aztecas para tomar prisioneros y tener un suministro constante de sacrificados eran comúnes.
Es de entender que los tlaxcaltecas no tuvieran mucho aprecio por unos vecinos que periódicamente iban literalmente a cazar jóvenes aptos para sacrificios.
Si hay algo que me enoja de la historia oficial en México es como distorsionan las cosas... con mayas en armonía con la naturaleza y aztecas bondadosos.... y españoles malos malísimos (cierto que no eran santos, ni muhco menos) pero la inmensa mayoría de los indígenas lo vio claro y sin el apoyo de gran parte de la población indígena no se puede explicar como unos cientos de españoles se lograron imponer a millones de indígenas.
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Otro punto de vista sobre la conquista de Méjico que tan magníficamente inició Pavia.
Así se conquistó México
Fernando Díaz Villanueva.
La empresa más asombrosa que un español ha culminado con éxito en toda la Historia es la conquista del Imperio Azteca. Apenas mil hombres, mal armados, peor abastecidos y aislados, en un país inmenso y extraño poblado por caníbales, a miles de kilómetros de España y enemistados con el gobernador de Cuba. Mil hombres comandados por Hernán Cortés.
Bernal Díaz del Castillo, cronista en primera persona de la epopeya, se preguntará años después:
"Muchas veces, ahora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que en aquel tiempo pasamos que me parece que las veo presentes [...] porque, ¿qué hombres ha habido en el mundo que osasen entrar cuatrocientos soldados, y aún no llegábamos a ellos, en una fuerte ciudad como es México, que es mayor que Venecia, estando apartados de nuestra Castilla más de mil quinientas leguas, y prender a tan gran señor y hacer justicia de sus capitanes delante de él?".
Cabe responder a Díaz del Castillo que, exceptuando a Pizarro, ninguno. La gesta de aquel grupo de españoles es irrepetible porque su artífice, Hernán Cortés, no se limitó a conquistar un imperio por la fuerza de las armas. Eso estaba ya muy visto. Cortés, arquetipo del conquistador español, con todas sus miserias y grandezas, empleó a partes iguales, en una combinación casi perfecta, ingenio militar, diplomacia cortesana y la testarudez que nos es tan propia a los hijos de la Piel de Toro.
Hernán Cortés había nacido en Medellín, un pueblecito extremeño, en el seno una familia hidalga que llegaba justita a fin de mes. Para que progresase en la vida lo enviaron a estudiar a Salamanca. Hernán, sin embargo, era poco amigo de los libros, y al poco se marchó a Sevilla para embarcar hacia América, la tierra prometida que Colón acababa de entregar en bandeja de plata a la reina. Se estableció en Santo Domingo como encomendero, hasta que Diego Velázquez le animó a unírsele en la conquista de Cuba. Aventurero como era, el extremeño se apuntó sin dudarlo. Le cayó en suerte nueva hacienda y la alcaldía de Baracoa.
Pero no era suficiente para el inquieto medellinense. Las expediciones que partían de Cuba para asentarse en Tierra Firme, que es como se conocía la costa del continente americano, salían escaldadas: unas no regresaban, y otras lo hacían en tan pésimo estado que el gobernador de Cuba veía peligrar su cómoda poltrona. Cortés, que todavía era joven, pensó que él era la persona indicada para la empresa. De salir bien, las ganancias podían ser sustanciosas, según lo que contaban los marineros que regresaban de la costa mexicana.
El oro vendría, además, a sanear sus deudas y a ponerle de buenas con el gobernador Velázquez, de quien se había distanciado por un asunto de faldas. Algo pendenciero, aficionado al juego y a las mujeres, había prometido matrimonio a la cuñada de Velázquez, Catalina Suárez, para luego, cobrada la presa, desdecirse como un genuino Don Juan, dejando a la novia tirada a los pies del altar, con el vestido comprado y las invitaciones del banquete enviadas. Una perla de hombre. Díaz del Castillo le retrató con precisión de cirujano asegurando que era "travieso de mujeres e que se acuchilló algunas veces con hombres esforzados e diestros".
Reclutó 600 hombres y se apresuró a partir, antes de que Velázquez le echase el guante. El 10 de febrero de 1519 comenzó la odisea. Hernán Cortés tenía entonces 34 años, y no podía siquiera sospechar la hazaña que iba a realizar ni el lugar que la Historia le reservaba. Dieron vela hacia Cozumel, una islita frente a las costas de Yucatán. Allí se encontraron con un cura español, Jerónimo de Aguilar, que había caído en manos de los indios tras el naufragio de la expedición comandada por Juan de Valdivia. A los demás náufragos –excepto al capitán Gonzalo Guerrero, que echó raíces entre la indiada– se los habían comido.
Aguilar se unió a los hombres de Cortés. Fue un regalo caído del cielo. El clérigo conocía la lengua maya, vehículo imprescindible para ir ganando aliados en la costa. Cortés, muy a diferencia de otros españoles, cuyos rescates de oro se convertían frecuentemente en degollinas gratuitas de indios, pretendía ir guardándose las espaldas por si tenía que volver atrás. La flota continuó su camino y arribó a Tabasco, donde el capitán extremeño desplegó todos sus encantos para seducir al cacique local. Lo consiguió hasta tal punto que éste le entregó veinte mujeres en señal de amistad. Una de ellas era la india Malinche, bautizada como Marina, que terminaría siendo amante de Cortés y madre de uno de sus hijos, Martín Cortés, el primer mexicano. El resto pasaron a los oficiales, que las recibieron con aullidos de satisfacción.
Malinche hablaba maya y náhuatl, la lengua de los aztecas del interior. Era la pieza que a Cortés le faltaba. Sin Malinche los españoles jamás se hubiesen entendido con los tlaxcaltecas, sus principales aliados en la guerra contra Moctezuma, y, probablemente, Cortés nunca hubiera llegado a conquistar México. Tan importante fue su papel que todavía hoy, en México, el malinchismo es sinónimo de preferir lo extranjero a lo propio, es decir, lo contrario del chovinismo, ese vicio que figura en el muestrario de "virtudes" de nuestros vecinos franceses.
Con la retaguardia pacificada y el botín de indias a buen recaudo en los lechos de sus oficiales, Cortés prosiguió camino al norte. A Tecnochtitlán, la capital del imperio, había llegado la noticia de que unos hombres barbudos de piel clara merodeaban por la costa incordiando al personal. En lugar de enviar un ejército para castigar la arrogancia de los recién llegados, el emperador se sumió en un mar de dudas. Un mito muy arraigado en la cultura azteca decía que el dios Quetzalcoalt, enojado con los hombres por su mal comportamiento, había partido años atrás, prometiendo regresar por donde nace el sol. Los mexicas vivían la religiosidad profundamente, eran supersticiosos hasta la náusea y dedicaban infinidad de sacrificios humanos a aplacar la ira de los dioses. Moctezuma, que había interpretado la llegada del hombre blanco a sus costas como el regreso de Quetzalcoalt, no sabía que hacer.
Envió una embajada de buena voluntad para que se encontrase con los españoles y los colmara de regalos. Los emisarios confirmaron sus temores: eran, efectivamente, teules (dioses en náhuatl). Se trataba de hombres corpulentos, blancos y barbados, dotados de insólitos animales, sobre los que cabalgaban, y de aún más insólitos ingenios para la guerra, que daban pavor con sólo mirarlos. Cortés, ajeno al sin vivir de los aztecas pero sospechando que tanta amabilidad no venía a cuento, siguió rumbo al norte hasta recalar en Cempoala. Los totonacas de esta región estaban sometidos a Moctezuma, pero de muy mala gana, por lo que recibieron con agrado a los españoles. Cortés, astuto como siempre, hizo exhibición pública de sus cañones y de sus jinetes a galope por la playa. Para los indios no había duda: eran teules, y habían venido del otro lado del mar a ajustar cuentas con ese emperador que les freía a impuestos.
El caballo fascinaba y aterrorizaba a los indios. No existían en América animales domésticos de ese porte, tan versátiles, poderosos y letales en la guerra. Cortés, conocedor de que se encontraba solo en el fin del mundo, se afanó por conquistar la psicología de los indios, sacando el máximo provecho a la ligera pero decisiva superioridad tecnológica europea.
Mientras Cortés se dedicaba a hacer amigos, Velázquez había ordenado su captura allá donde se encontrase. El extremeño, que había cursado un par de años de Derecho en Salamanca, ingenió una ficción jurídica fundando una ciudad, Veracruz, para obtener así la independencia del gobernador. Pero su intención no era quedarse en la costa, sino internarse en el corazón del imperio y rendirlo. Para que nadie se echase a atrás, desarmó las naves que le habían llevado hasta allí y dejó a Juan de Escalante como alcalde de Veracruz.
Junto con un grupo de totonacas, emprendió el viaje hacia Tenochtitlán, flamante capital del imperio. La tropa de Cortés estaba compuesta por unos 400 españoles y 200 indios, armada de manera tan precaria que en Europa no hubiera conseguido conquistar ni un fortín de tercera mal guarnecido: 16 caballos, 13 mosquetones, 10 cañones de bronce y 4 cañones ligeros.
Antes de salir, los de Cempoala recomendaron a Cortés llegar a Tenochtitlán a través de Tlaxcala, una orgullosa ciudad mexica que desafiaba el poder del tatloani azteca. Los tlaxcaltecas, sin embargo, eran correosos e intratables. El capitán español no se arrugó: si no era por las buenas sería por las malas. Los tlaxcaltecas eran más, muchos más, y se jugaban nada menos que su independencia. Cortés perdió algunos soldados, pero no podía, ni quería, echarse atrás, porque es preferible "morir por buenos, como dicen los cantares, que vivir deshonrados". Acampó frente a la ciudad y dispuso los cañones para repeler cualquier ataque.
El cacique de Tlaxcala, Xicotenga, harto de enviar los suyos al matadero, cambió de táctica. Envió como regalo cuatro mujeres, para que las sacrificasen y se las cenasen, junto a cuarenta indios, provistos de la guarnición. Los emisarios de Xicotenga tenían el encargo secreto de dar, por la noche, tras el festín, muerte a los españoles. Malinche, que les oyó cuchichear en náhuatl, denunció sus intenciones a Cortés y éste, sin pestañear, los detuvo. Mandó a sus hombres que les amputasen las manos. Hecho esto, los envió de vuelta. Entonces Xicotenga se rindió. Los españoles no sólo habían descubierto la celada, sino que habían dejado intactas a las cuatro mujeres; es decir, no se las habían comido. Algo inexplicable para el indio. Iba a ser verdad que eran dioses.
Tlaxcala estaba a tiro de piedra de Tenochtitlán, pero Cortés prefirió dar un rodeo. Muy cerca se encontraba la ciudad de Cholula, perrunamente fiel a Moctezuma. Ocupar la plaza era enviar, con menos desgaste, un último y definitivo mensaje al emperador. Los cholultecas, advertidos del brío que desplegaban los españoles en la guerra y de lo mortífero de sus armas, abrieron las puertas a Cortés sin demasiado entusiasmo.
Los aztecas eran un pozo de sorpresas. Pretendían deshacerse de los hombres de Cortés con una trampa. Cavaron pozos ocultos en las calles, en cuyos fondos instalaron estacas afiladas. El plan era que, al pasar la caballería, el arma más temida, cayesen los jinetes en las fosas, desgraciando de paso sus monturas. Neutralizados los caballos, los guerreros de Cholula atacarían al resto y los harían prisioneros, para sacrificarlos en Tenochtitlán.
Malinche volvió a descubrir la encerrona. Cortés, entre la espada y la pared, vio que lo único que podía hacer era dar un escarmiento ejemplar, para persuadir a sus anfitriones de que, con él, las mandangas eran inútiles. Se reunió con sus hombres y les ordenó que batiesen la ciudad matando a todo el que estuviese al alcance de sus espadas. La escabechina fue terrible. Sólo se salvaron los jóvenes que los sacerdotes tenían encerrados y en engorde para ser devorados en espantosas ceremonias antropofágicas.
A Moctezuma no le quedaba elección: o aceptaba a los españoles o sucumbía. Cortés se dispuso a entrar en la capital y culminar su conquista. Tenochtitlán era grandiosa. Los españoles no se habían encontrado en América nada parecido, ni se lo volverían a encontrar. Estaba enclavada en una isla del lago Texcoco. Albergaba no menos de 200.000 habitantes, en una época en la que Sevilla, la ciudad más poblada de España, llegaba rabiando a los 60.000. Sólo el centro ceremonial contaba con 100.000 metros cuadrados de templos y palacios. Sus habitantes se movían por anchas avenidas y una soberbia red de canales, digna de la Venecia barroca. Pues bien, todo eso, el 8 de noviembre de 1519, un hidalgo de Medellín, trotamundos y ambicioso, lo hizo suyo.
Moctezuma recibió a Cortés acongojado. Los teules por fin estaban en Tenochtitlán, habían vuelto. Cortés se bajó ceremonioso del caballo, tomó posesión de la ciudad en nombre de Carlos I, otro emperador –que se encontraba a miles de kilómetros, ajeno a todo el cotarro–, y a Moctezuma le puso al cuello un collar de cuentas de vidrio, baratija que, curiosamente, fue más útil para conquistar América que los cañones.
Se alojaron en un palacio, el de Axayacátl, rodeados de lujos, viandas y un harén de serviciales mexicas para cada uno. El paraíso en la tierra. Por si las moscas, tomaron a Moctezuma como rehén: después de lo visto, de los aztecas no había quien se fiase.
En Cuba, Diego Velázquez, se enteró de que Cortés había fundado una ciudad a sus espaldas y se encontraba, también a sus espaldas, de conquista en tierra firme, cobrando incontables riquezas. Comisionó a Pánfilo de Narváez para que se dirigiese a México con 1.400 hombres a apresar al insubordinado. Cortés, alertado por los indios de la expedición, partió de Tenochtitlán, dejando al mando a Pedro de Alvarado. Ése podía ser el fin de su aventura, pero no se arredró: tendió una emboscada y capturó a Narváez. La hueste enviada por Velázquez, no demasiado motivada y engolosinada por las riquezas del Azteca, se unió a Cortés. Asunto resuelto.
En Tenochtitlán, Alvarado, que no tenía ni la mitad de talento que su jefe, temiendo una rebelión de los aztecas desató una matanza de aristócratas. Cortés aceleró el paso para regresar y serenar los ánimos, pero ya era tarde. El pueblo, indignado, se concentró frente al palacio, a cuyo balcón salió Moctezuma para calmar a la plebe. Al verle, Cuatemoc, sobrino del tatloani, lanzó una pedrada con tanta fuerza que le descalabró.
Cortés ordenó la evacuación de la ciudad. En la huida, los mexicas mataron a flechazos y a palos a unos 800 españoles. Aquella noche Cortés la pasó, magullado y vencido, en compañía de los pocos que le quedaban y de la leal Malinche. Fue la Noche Triste de Hernán Cortés. Lo había perdido todo, o casi.
La voluntad del extremeño era, sin embargo, inquebrantable. Decidió contraatacar, pero esta vez para sojuzgarla de verdad, destruirla y alzar sobre sus ruinas una nueva ciudad, a la medida de sus conquistadores. Se refugió junto a su mermado ejército en Tlaxcala. Allí, durante meses mascó la venganza y trazó un plan de ataque. Asoló la comarca, haciendo marcar a fuego una G de guerra en la espalda de quienes se le oponían. Una vez estuvo madura la fruta, puso sitio a Tenochtitlán. Carecía de material de asedio, pero iba sobrado de maña. Si la ciudad se encontraba en un lago, habría que rendirla con barcos. Los mandó construir.
Valiéndose de los conocimientos de algunos soldados, armó una escuadra de bergantines y la botó en el lago. La batalla por Tenochtitlán duró más de dos meses. Fue el único combate naval de la historia librado a 400 kilómetros de la costa y a 2.200 metros de altura. Los aztecas resistieron heroicamente, hasta que les faltó el agua. Como hiciese Escipión Emiliano en Numancia quince siglos antes, Cortés cortó el suministro de agua potable. Lo que son las cosas: los celtíberos, antepasados de los españoles, que habían sufrido la conquista romana, se habían convertido ahora en los conquistadores.
A principios de agosto, Cuatemoc, el último tatloani, salió de la ciudad en una canoa, huyendo de las tropas españolas que arrasaban Tenochtitlán. El capitán García Holguín la interceptó y detuvo a sus ocupantes. Llevado ante Cortés, el emperador dijo entre lágrimas: "Ya he hecho lo que estoy obligado en defensa de mi ciudad y no puedo más. Puesto que vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma este puñal que tienes en la cintura y mátame enseguida con él". Cortés, conmovido por tanta nobleza, le dejó con vida.
El 13 de agosto de 1521 el orgulloso Imperio Azteca escribía su última página en la historia: la de su rendición. Las cenizas de un imperio vendrían a abonar las raíces de otro. México se convirtió en la posesión más preciada de la Corona, tanto que recibió el nombre de Nueva España. Durante tres largos y laboriosos siglos, lo indígena y lo español se mezclaron, alumbrando el mestizo y fascinante México actual, que con sus 106 millones de habitantes es la nación con más hispanohablantes del planeta. Nunca le han dedicado un monumento a Cortés. Ni falta que hace: México es su monumento.
Largo pero entretenido.
Así se conquistó México
Fernando Díaz Villanueva.
La empresa más asombrosa que un español ha culminado con éxito en toda la Historia es la conquista del Imperio Azteca. Apenas mil hombres, mal armados, peor abastecidos y aislados, en un país inmenso y extraño poblado por caníbales, a miles de kilómetros de España y enemistados con el gobernador de Cuba. Mil hombres comandados por Hernán Cortés.
Bernal Díaz del Castillo, cronista en primera persona de la epopeya, se preguntará años después:
"Muchas veces, ahora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que en aquel tiempo pasamos que me parece que las veo presentes [...] porque, ¿qué hombres ha habido en el mundo que osasen entrar cuatrocientos soldados, y aún no llegábamos a ellos, en una fuerte ciudad como es México, que es mayor que Venecia, estando apartados de nuestra Castilla más de mil quinientas leguas, y prender a tan gran señor y hacer justicia de sus capitanes delante de él?".
Cabe responder a Díaz del Castillo que, exceptuando a Pizarro, ninguno. La gesta de aquel grupo de españoles es irrepetible porque su artífice, Hernán Cortés, no se limitó a conquistar un imperio por la fuerza de las armas. Eso estaba ya muy visto. Cortés, arquetipo del conquistador español, con todas sus miserias y grandezas, empleó a partes iguales, en una combinación casi perfecta, ingenio militar, diplomacia cortesana y la testarudez que nos es tan propia a los hijos de la Piel de Toro.
Hernán Cortés había nacido en Medellín, un pueblecito extremeño, en el seno una familia hidalga que llegaba justita a fin de mes. Para que progresase en la vida lo enviaron a estudiar a Salamanca. Hernán, sin embargo, era poco amigo de los libros, y al poco se marchó a Sevilla para embarcar hacia América, la tierra prometida que Colón acababa de entregar en bandeja de plata a la reina. Se estableció en Santo Domingo como encomendero, hasta que Diego Velázquez le animó a unírsele en la conquista de Cuba. Aventurero como era, el extremeño se apuntó sin dudarlo. Le cayó en suerte nueva hacienda y la alcaldía de Baracoa.
Pero no era suficiente para el inquieto medellinense. Las expediciones que partían de Cuba para asentarse en Tierra Firme, que es como se conocía la costa del continente americano, salían escaldadas: unas no regresaban, y otras lo hacían en tan pésimo estado que el gobernador de Cuba veía peligrar su cómoda poltrona. Cortés, que todavía era joven, pensó que él era la persona indicada para la empresa. De salir bien, las ganancias podían ser sustanciosas, según lo que contaban los marineros que regresaban de la costa mexicana.
El oro vendría, además, a sanear sus deudas y a ponerle de buenas con el gobernador Velázquez, de quien se había distanciado por un asunto de faldas. Algo pendenciero, aficionado al juego y a las mujeres, había prometido matrimonio a la cuñada de Velázquez, Catalina Suárez, para luego, cobrada la presa, desdecirse como un genuino Don Juan, dejando a la novia tirada a los pies del altar, con el vestido comprado y las invitaciones del banquete enviadas. Una perla de hombre. Díaz del Castillo le retrató con precisión de cirujano asegurando que era "travieso de mujeres e que se acuchilló algunas veces con hombres esforzados e diestros".
Reclutó 600 hombres y se apresuró a partir, antes de que Velázquez le echase el guante. El 10 de febrero de 1519 comenzó la odisea. Hernán Cortés tenía entonces 34 años, y no podía siquiera sospechar la hazaña que iba a realizar ni el lugar que la Historia le reservaba. Dieron vela hacia Cozumel, una islita frente a las costas de Yucatán. Allí se encontraron con un cura español, Jerónimo de Aguilar, que había caído en manos de los indios tras el naufragio de la expedición comandada por Juan de Valdivia. A los demás náufragos –excepto al capitán Gonzalo Guerrero, que echó raíces entre la indiada– se los habían comido.
Aguilar se unió a los hombres de Cortés. Fue un regalo caído del cielo. El clérigo conocía la lengua maya, vehículo imprescindible para ir ganando aliados en la costa. Cortés, muy a diferencia de otros españoles, cuyos rescates de oro se convertían frecuentemente en degollinas gratuitas de indios, pretendía ir guardándose las espaldas por si tenía que volver atrás. La flota continuó su camino y arribó a Tabasco, donde el capitán extremeño desplegó todos sus encantos para seducir al cacique local. Lo consiguió hasta tal punto que éste le entregó veinte mujeres en señal de amistad. Una de ellas era la india Malinche, bautizada como Marina, que terminaría siendo amante de Cortés y madre de uno de sus hijos, Martín Cortés, el primer mexicano. El resto pasaron a los oficiales, que las recibieron con aullidos de satisfacción.
Malinche hablaba maya y náhuatl, la lengua de los aztecas del interior. Era la pieza que a Cortés le faltaba. Sin Malinche los españoles jamás se hubiesen entendido con los tlaxcaltecas, sus principales aliados en la guerra contra Moctezuma, y, probablemente, Cortés nunca hubiera llegado a conquistar México. Tan importante fue su papel que todavía hoy, en México, el malinchismo es sinónimo de preferir lo extranjero a lo propio, es decir, lo contrario del chovinismo, ese vicio que figura en el muestrario de "virtudes" de nuestros vecinos franceses.
Con la retaguardia pacificada y el botín de indias a buen recaudo en los lechos de sus oficiales, Cortés prosiguió camino al norte. A Tecnochtitlán, la capital del imperio, había llegado la noticia de que unos hombres barbudos de piel clara merodeaban por la costa incordiando al personal. En lugar de enviar un ejército para castigar la arrogancia de los recién llegados, el emperador se sumió en un mar de dudas. Un mito muy arraigado en la cultura azteca decía que el dios Quetzalcoalt, enojado con los hombres por su mal comportamiento, había partido años atrás, prometiendo regresar por donde nace el sol. Los mexicas vivían la religiosidad profundamente, eran supersticiosos hasta la náusea y dedicaban infinidad de sacrificios humanos a aplacar la ira de los dioses. Moctezuma, que había interpretado la llegada del hombre blanco a sus costas como el regreso de Quetzalcoalt, no sabía que hacer.
Envió una embajada de buena voluntad para que se encontrase con los españoles y los colmara de regalos. Los emisarios confirmaron sus temores: eran, efectivamente, teules (dioses en náhuatl). Se trataba de hombres corpulentos, blancos y barbados, dotados de insólitos animales, sobre los que cabalgaban, y de aún más insólitos ingenios para la guerra, que daban pavor con sólo mirarlos. Cortés, ajeno al sin vivir de los aztecas pero sospechando que tanta amabilidad no venía a cuento, siguió rumbo al norte hasta recalar en Cempoala. Los totonacas de esta región estaban sometidos a Moctezuma, pero de muy mala gana, por lo que recibieron con agrado a los españoles. Cortés, astuto como siempre, hizo exhibición pública de sus cañones y de sus jinetes a galope por la playa. Para los indios no había duda: eran teules, y habían venido del otro lado del mar a ajustar cuentas con ese emperador que les freía a impuestos.
El caballo fascinaba y aterrorizaba a los indios. No existían en América animales domésticos de ese porte, tan versátiles, poderosos y letales en la guerra. Cortés, conocedor de que se encontraba solo en el fin del mundo, se afanó por conquistar la psicología de los indios, sacando el máximo provecho a la ligera pero decisiva superioridad tecnológica europea.
Mientras Cortés se dedicaba a hacer amigos, Velázquez había ordenado su captura allá donde se encontrase. El extremeño, que había cursado un par de años de Derecho en Salamanca, ingenió una ficción jurídica fundando una ciudad, Veracruz, para obtener así la independencia del gobernador. Pero su intención no era quedarse en la costa, sino internarse en el corazón del imperio y rendirlo. Para que nadie se echase a atrás, desarmó las naves que le habían llevado hasta allí y dejó a Juan de Escalante como alcalde de Veracruz.
Junto con un grupo de totonacas, emprendió el viaje hacia Tenochtitlán, flamante capital del imperio. La tropa de Cortés estaba compuesta por unos 400 españoles y 200 indios, armada de manera tan precaria que en Europa no hubiera conseguido conquistar ni un fortín de tercera mal guarnecido: 16 caballos, 13 mosquetones, 10 cañones de bronce y 4 cañones ligeros.
Antes de salir, los de Cempoala recomendaron a Cortés llegar a Tenochtitlán a través de Tlaxcala, una orgullosa ciudad mexica que desafiaba el poder del tatloani azteca. Los tlaxcaltecas, sin embargo, eran correosos e intratables. El capitán español no se arrugó: si no era por las buenas sería por las malas. Los tlaxcaltecas eran más, muchos más, y se jugaban nada menos que su independencia. Cortés perdió algunos soldados, pero no podía, ni quería, echarse atrás, porque es preferible "morir por buenos, como dicen los cantares, que vivir deshonrados". Acampó frente a la ciudad y dispuso los cañones para repeler cualquier ataque.
El cacique de Tlaxcala, Xicotenga, harto de enviar los suyos al matadero, cambió de táctica. Envió como regalo cuatro mujeres, para que las sacrificasen y se las cenasen, junto a cuarenta indios, provistos de la guarnición. Los emisarios de Xicotenga tenían el encargo secreto de dar, por la noche, tras el festín, muerte a los españoles. Malinche, que les oyó cuchichear en náhuatl, denunció sus intenciones a Cortés y éste, sin pestañear, los detuvo. Mandó a sus hombres que les amputasen las manos. Hecho esto, los envió de vuelta. Entonces Xicotenga se rindió. Los españoles no sólo habían descubierto la celada, sino que habían dejado intactas a las cuatro mujeres; es decir, no se las habían comido. Algo inexplicable para el indio. Iba a ser verdad que eran dioses.
Tlaxcala estaba a tiro de piedra de Tenochtitlán, pero Cortés prefirió dar un rodeo. Muy cerca se encontraba la ciudad de Cholula, perrunamente fiel a Moctezuma. Ocupar la plaza era enviar, con menos desgaste, un último y definitivo mensaje al emperador. Los cholultecas, advertidos del brío que desplegaban los españoles en la guerra y de lo mortífero de sus armas, abrieron las puertas a Cortés sin demasiado entusiasmo.
Los aztecas eran un pozo de sorpresas. Pretendían deshacerse de los hombres de Cortés con una trampa. Cavaron pozos ocultos en las calles, en cuyos fondos instalaron estacas afiladas. El plan era que, al pasar la caballería, el arma más temida, cayesen los jinetes en las fosas, desgraciando de paso sus monturas. Neutralizados los caballos, los guerreros de Cholula atacarían al resto y los harían prisioneros, para sacrificarlos en Tenochtitlán.
Malinche volvió a descubrir la encerrona. Cortés, entre la espada y la pared, vio que lo único que podía hacer era dar un escarmiento ejemplar, para persuadir a sus anfitriones de que, con él, las mandangas eran inútiles. Se reunió con sus hombres y les ordenó que batiesen la ciudad matando a todo el que estuviese al alcance de sus espadas. La escabechina fue terrible. Sólo se salvaron los jóvenes que los sacerdotes tenían encerrados y en engorde para ser devorados en espantosas ceremonias antropofágicas.
A Moctezuma no le quedaba elección: o aceptaba a los españoles o sucumbía. Cortés se dispuso a entrar en la capital y culminar su conquista. Tenochtitlán era grandiosa. Los españoles no se habían encontrado en América nada parecido, ni se lo volverían a encontrar. Estaba enclavada en una isla del lago Texcoco. Albergaba no menos de 200.000 habitantes, en una época en la que Sevilla, la ciudad más poblada de España, llegaba rabiando a los 60.000. Sólo el centro ceremonial contaba con 100.000 metros cuadrados de templos y palacios. Sus habitantes se movían por anchas avenidas y una soberbia red de canales, digna de la Venecia barroca. Pues bien, todo eso, el 8 de noviembre de 1519, un hidalgo de Medellín, trotamundos y ambicioso, lo hizo suyo.
Moctezuma recibió a Cortés acongojado. Los teules por fin estaban en Tenochtitlán, habían vuelto. Cortés se bajó ceremonioso del caballo, tomó posesión de la ciudad en nombre de Carlos I, otro emperador –que se encontraba a miles de kilómetros, ajeno a todo el cotarro–, y a Moctezuma le puso al cuello un collar de cuentas de vidrio, baratija que, curiosamente, fue más útil para conquistar América que los cañones.
Se alojaron en un palacio, el de Axayacátl, rodeados de lujos, viandas y un harén de serviciales mexicas para cada uno. El paraíso en la tierra. Por si las moscas, tomaron a Moctezuma como rehén: después de lo visto, de los aztecas no había quien se fiase.
En Cuba, Diego Velázquez, se enteró de que Cortés había fundado una ciudad a sus espaldas y se encontraba, también a sus espaldas, de conquista en tierra firme, cobrando incontables riquezas. Comisionó a Pánfilo de Narváez para que se dirigiese a México con 1.400 hombres a apresar al insubordinado. Cortés, alertado por los indios de la expedición, partió de Tenochtitlán, dejando al mando a Pedro de Alvarado. Ése podía ser el fin de su aventura, pero no se arredró: tendió una emboscada y capturó a Narváez. La hueste enviada por Velázquez, no demasiado motivada y engolosinada por las riquezas del Azteca, se unió a Cortés. Asunto resuelto.
En Tenochtitlán, Alvarado, que no tenía ni la mitad de talento que su jefe, temiendo una rebelión de los aztecas desató una matanza de aristócratas. Cortés aceleró el paso para regresar y serenar los ánimos, pero ya era tarde. El pueblo, indignado, se concentró frente al palacio, a cuyo balcón salió Moctezuma para calmar a la plebe. Al verle, Cuatemoc, sobrino del tatloani, lanzó una pedrada con tanta fuerza que le descalabró.
Cortés ordenó la evacuación de la ciudad. En la huida, los mexicas mataron a flechazos y a palos a unos 800 españoles. Aquella noche Cortés la pasó, magullado y vencido, en compañía de los pocos que le quedaban y de la leal Malinche. Fue la Noche Triste de Hernán Cortés. Lo había perdido todo, o casi.
La voluntad del extremeño era, sin embargo, inquebrantable. Decidió contraatacar, pero esta vez para sojuzgarla de verdad, destruirla y alzar sobre sus ruinas una nueva ciudad, a la medida de sus conquistadores. Se refugió junto a su mermado ejército en Tlaxcala. Allí, durante meses mascó la venganza y trazó un plan de ataque. Asoló la comarca, haciendo marcar a fuego una G de guerra en la espalda de quienes se le oponían. Una vez estuvo madura la fruta, puso sitio a Tenochtitlán. Carecía de material de asedio, pero iba sobrado de maña. Si la ciudad se encontraba en un lago, habría que rendirla con barcos. Los mandó construir.
Valiéndose de los conocimientos de algunos soldados, armó una escuadra de bergantines y la botó en el lago. La batalla por Tenochtitlán duró más de dos meses. Fue el único combate naval de la historia librado a 400 kilómetros de la costa y a 2.200 metros de altura. Los aztecas resistieron heroicamente, hasta que les faltó el agua. Como hiciese Escipión Emiliano en Numancia quince siglos antes, Cortés cortó el suministro de agua potable. Lo que son las cosas: los celtíberos, antepasados de los españoles, que habían sufrido la conquista romana, se habían convertido ahora en los conquistadores.
A principios de agosto, Cuatemoc, el último tatloani, salió de la ciudad en una canoa, huyendo de las tropas españolas que arrasaban Tenochtitlán. El capitán García Holguín la interceptó y detuvo a sus ocupantes. Llevado ante Cortés, el emperador dijo entre lágrimas: "Ya he hecho lo que estoy obligado en defensa de mi ciudad y no puedo más. Puesto que vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma este puñal que tienes en la cintura y mátame enseguida con él". Cortés, conmovido por tanta nobleza, le dejó con vida.
El 13 de agosto de 1521 el orgulloso Imperio Azteca escribía su última página en la historia: la de su rendición. Las cenizas de un imperio vendrían a abonar las raíces de otro. México se convirtió en la posesión más preciada de la Corona, tanto que recibió el nombre de Nueva España. Durante tres largos y laboriosos siglos, lo indígena y lo español se mezclaron, alumbrando el mestizo y fascinante México actual, que con sus 106 millones de habitantes es la nación con más hispanohablantes del planeta. Nunca le han dedicado un monumento a Cortés. Ni falta que hace: México es su monumento.
Largo pero entretenido.
Am Israel Jai !!!
Efshár lekabél séfel?.
Efshár lekabél séfel?.
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