¿Cuál es vuestra batalla preferida?

Los conflictos armados en la historia de la Humanidad. Los éjércitos del Mundo, sus jefes, estrategias y armamentos, desde la Antiguedad hasta 1939.
Isocrates
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Mensaje por Isocrates »

Valerio escribió:Estimado Isócrates si quieres podemos añadir también endiosado y mitificado cuando digo un largo etcetera, ¿y?.


Que, precisamente, acababas de decir que César no estaba endiosado ni mitificado.



Sobre Alejandro, ¿ponemos imágenes de monedas con su efigie o mapas con el nombre de las "ciudades" que fundó?.


Acuñar moneda y fundar ciudades eran dos cosas que hacían los reyes

Porque yo no se lo que le hubiera dicho al barquero, ¿tu lo sabes?. :wink:


Simplemente pensar que César -que no sabía navegar- tenía que decir algo al barquero resulta bastante revelador. :D



Un saludo


Those heroes that shed their blood and lost their lives... You are now lying in the soil of a friendly country. Therefore rest in peace. There is no difference between the Johnnies and the Mehmets to us where they lie side by side now here in this country of ours...
Isocrates
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Mensaje por Isocrates »

Gaspacher escribió:Isocrates

Anecdotico, pero igual es que hay que ser un líder para saber cómo calmar a la gente en momentos de nerviosismo, unos lo logran con palabras y otros dando un guantazo a los histéricos..ya sabes :wink: :wink: :wink:

porque para endiosamiento ya tenemos a Alejandro. :cool:


:lol: :lol: :lol:

Solo a los muy cesarianos se les puede ocurrir que el barquero pudiese sentirse calmado porque su pasajero fuese César. :wink:


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Apónez
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Mensaje por Apónez »

Isocrates escribió:
Gaspacher escribió:Isocrates

Anecdotico, pero igual es que hay que ser un líder para saber cómo calmar a la gente en momentos de nerviosismo, unos lo logran con palabras y otros dando un guantazo a los histéricos..ya sabes :wink: :wink: :wink:

porque para endiosamiento ya tenemos a Alejandro. :cool:


:lol: :lol: :lol:

Solo a los muy cesarianos se les puede ocurrir que el barquero pudiese sentirse calmado porque su pasajero fuese César. :wink:


¿Y por que no? A fin de cuentas era un tipo con mucha potra, o eso podrían pensar algunos, por lo que serviría para calmar al barquero, dicho en otras palabras sería "tu tranquilo neno, que con la potra que yo tengo de esta salimos bien librados" :cool:


Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

Isocrates escribió:
Gaspacher escribió:Isocrates

Anecdotico, pero igual es que hay que ser un líder para saber cómo calmar a la gente en momentos de nerviosismo, unos lo logran con palabras y otros dando un guantazo a los histéricos..ya sabes :wink: :wink: :wink:

porque para endiosamiento ya tenemos a Alejandro. :cool:


:lol: :lol: :lol:

Solo a los muy cesarianos se les puede ocurrir que el barquero pudiese sentirse calmado porque su pasajero fuese César. :wink:


:lol: :lol: :lol: ¿Por qué fuese César? No, la gente se calma porque ve a otra que mantiene la calma cuando hay problemas. :wink:

Sin embargo estaba siendo un poco sarcástico, pues a lo que me refería, es a los ataques que reciben por tu parte otros datos de la vida de César, y sin embargo este, que puede ser un ensalzamiento pseudopolitico lo crees a pies juntillas. :twisted: :twisted: :twisted: :mrgreen:


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
de guiner
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Mensaje por de guiner »

Estimado Isocrates sabes que paso de entrar en la demagogia barata de salón. Vale, Alejandro es el más grande y todo lo que tu quieras (sin contar a David Hasselhoff, claro).
Recibe un saludo cordial y quédate con la última palabra (que seguro harás uso de ella), yo me callo. Te lo juro por Snoopy. :wink:

Recibe larga vida y prosperidad.

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Andrade
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Mensaje por Andrade »

Imposible nombrar una sola batalla pero por mencionar una sería la Batalla de Austerlitz, librada por las fuerzas Austro-rusas contra el legendario Napoleón durante la conocida "tercera coalición" de las guerras napoleonicas.

Saludos


Never to retreat, never to surrender....
Roy
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Mensaje por Roy »

Comentario trasladado.


de guiner
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Mensaje por de guiner »

Hola a todos. Hablando de Stalingrado voy a poner una, digamos, batalla urbana: la toma de Cártago en la tercera guerra púnica. Se combatió dentro de la ciudad casa por casa, se derribaron paredes para pasar de una a otra, se tendían pasarelas de madera para pasar de un tejado a otro, se combatía calle por calle, etc. Si podeis, y yo no recuerdo mal, se puede encontrar el relato en los libros de Apiano (corregirme si me equivoco en la fuente). :wink:

Un saludo a todos.


bisonte123
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Cual es tu batalla preferida

Mensaje por bisonte123 »

La mia es Krasny Bor,por la valentia i resistencia que ofrecieron los españoles.


"La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez."

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zodiac_187
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Mensaje por zodiac_187 »

Algunas batallas las decide inequivocamente la suertee, casualidad, o destino lo que sea pero tomando como referencia Midway : los japoneses tenian los mejores pilotos de la armada en contraposicion con los pilotos inexpertos que se mandaron en las primeras oleadas primeras oleadas norteamericanas que comprobaron que la barrera de defensa antiarea de los japoneses era muy efectiva pero en un momento de suerte para los norteamericanos al lanzar 2 oleadas de bombarderos en picado y cazas al punto donde se suponia que estaban la flota japonesa y no encontrarlos el destino cambia cuando derrepente las nubes dejan un espacio vacio donde se ven claramente el akagi, el kaga y el soryu y ese es el comienzo del fin para japon ya que no solo pierden su flota de base ofensiva si no que los mejores pilotos experimentados ( de ahi en adelante los pocos pilotos con experiencia son destinados a la instruccion y se inicia una reclutacion masiva asi como el tiempo del programa de entrenamiento para los pilotos de reduce considerablemente , los defectos de estas desiciones se dejarian ver en las batalla del mar de las filipinas) asi como la conversion de los acorazados en servicio (clase hyuga )asi como los que se planeaba construir ( el shinano ) en portaaviones y portahidroaviones.


(8) ...Cuando me buskes ahi estare ,seras mi luna y en cada una de mi noche por ti yo cantare, yo quiero llegar mas alla , ver el sol , tu cuerpo es un poema de sensualidad (8)- armonia de amor -gondwana
Luis Sanabria
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Mensaje por Luis Sanabria »

BATALLA DE CURUPAYTY (22-09-1866):
Ataque naval de la Triple Alianza:
El 22 de septiembre, un radiante sol saludaba el inicio del desplazamiento de la flota imperial, desde el apostadero de Curuzú hacia Curupayty. Avanzaron 5 acorazados, 2 buques bombarderos, 3 chatas bombarderas y 6 cañoneras. Antes de partir, el almirante Tamandaré había prometido que en dos horas “descangallaría” las trincheras paraguayas. Los acorazados Bahía y Lima Barroso se adelantarían a cañonear las fortificaciones. Las demás naves dirigirían sus fuegos hacia el resto de las líneas paraguayas.
Eran las 8:00 de la mañana cuando las 101 bocas de fuego de la flota imperial iniciaron el feroz cañoneo a las trincheras de Curupayty. Las piezas paraguayas ubicadas hacia el río contestaron los disparos. Las distintas secciones de aquellas se hallaban bajo el mando del Capitán Pedro Hermosa y los marinos Domingo Antonio Ortiz, Pedro V. Gill y el Teniente de Artillería Adolfo Saguier. También estaba con los oficiales mencionados Albertano Zayas, degradado de Mayor a Sargento, tras la Batalla de Curuzú. Al mando de las tropas de infantería estaba el Teniente Coronel Antonio Luis González. Como asistente del General Díaz, actuaba el Capitán Eduardo Vera. En pocas horas, los cañones de la flota imperial lanzaron sobre las trincheras paraguayas alrededor de 5.000 proyectiles. Cuando llegó el mediodía, los acorazados Brasil, Lima Barroso y Tamandaré, cruzaron la línea de contención de Curupayty para ametrallar la batería paraguaya de la barranca, desde su retaguardia. Completado el bombardeo, se hizo un súbito y desconcertante silencio, que dio paso al desembarco de tropas.
Ataque terrestre de la Triple Alianza:
Impuesto el general Mitre del aviso que daba por terminada la tarea de la flota imperial y asumiendo que las trincheras paraguayas estaban ya “descangalladas”, ordenó el inicio del avance. Bajo el mando directo de los generales Paunero y Emilio Mitre, 9.000 argentinos y 5000 Uruguayos se lanzaron al ataque. Otros 10.000 brasileños conducidos por el General Manuel Marques de Souza, Barón de Porto Alegre, hacían lo propio. Eran en total 28 cuerpos a los que se sumaron posteriormente otros 15 batallones argentinos y 9 cuerpos brasileños que quedaron formando la reserva y más tarde tomaron parte del asalto. En total eran 20.000 aliados. En Curupayty los esperaban 5.000 soldados paraguayos con 49 piezas de artillería.
Con sus “vistosos uniformes de parada, relucientes bajo los rayos del sol, alineados en rigurosa formación, marchando al son de músicas marciales, con sus banderas desplegadas, más parecían destinados a lucirse en una fiesta fastuosa que próximos a la catástrofe”. Al finalizar el bombardeo de la flota imperial y cuando el vigía le anunció la presencia del enemigo, allá lejos, en el extremo del estero, el General Díaz ordenó el repliegue de sus tropas ubicadas en las trincheras más avanzadas. Seguidamente, montado a caballo, recorrió todo el frente de la línea arengando a la tropa que respondía con vivas a su Patria.
Masacre del ejército de la Triple Alianza:
En cuanto las tropas aliadas estuvieron al alcance, Díaz ordenó el fuego. Un toque de clarín fue seguido por el unísono estruendo de los 49 cañones paraguayos. La artillería paraguaya, que no había sufrido más que la destrucción de una pieza, estaba intacta y el tránsito de las tropas aliadas por el carrizal -bajo la nube de fuego lanzada desde las trincheras- se hacía en condiciones muy penosas. Sin otras preocupaciones más que afinar la puntería, los artilleros paraguayos dejaban enormes claros en las formaciones que se revolvían en el fango. Los que salían indemnes del campo de tiro de los cañones se encontraban con las “bocas de lobo”, las zanjas cubiertas con espinas y estacas. Y los que superaban este obstáculo, se precipitaban en los abattis, desarrollándose todo ya en el campo de tiro de los fusiles.
Los soldados argentinos y brasileños no podían ni siquiera aproximarse a las trincheras, y los pocos que lo lograban eran literalmente fusilados. “En vano trataban de utilizar las escalas y fajinas que traían para sortear los fosos y trepar sobre los abattis. Caían segados por centenares. Retrocedían horriblemente destrozados, se arremolinaban, recibían refuerzos y volvían a la carga, siempre con el mismo infortunado resultado. Curupayty era inexpugnable”.
Retirada:
A las cuatro de la tarde, el general Bartolomé Mitre dio la orden de retirada, aunque mucho antes y por iniciativa propia, algunas tropas ya se habían retirado.
A las 16:30, sonaba el clarín del pardo Cándido Silva anunciando la victoria, mientras el General José Eduvigis Díaz recorría la trinchera entre los vítores de la tropa. Las bajas aliadas, según los sondeos más conservadores de sus propias fuentes, sumaron 4.033 efectivos (411 muertos y 1.540 heridos brasileños, 588 muertos, 1.339 heridos y 155 dispersos argentinos). Otras fuentes, que parecen ser más veráces, como la del historiador Luis G. Benítez, afirman que en Curupayty, los ejércitos aliados tuvieron cerca de 9.000 muertos y 1.300 heridos. Los paraguayos sólo sufrieron 23 muertos y 69 heridos: una proporción de pérdidas única en un enfrentamiento entre dos ejércitos occidentales durante la edad contemporánea. Pero entre ellos se encontraban el ingeniero escocés R. Thompson y varios arquitectos de nacionalidad polaca, que trabajaban voluntariamente para la construcción de defensas en el ejército Paraguayo. Entre los caídos aliados figuraba Domingo Fidel Sarmiento, capitán del ejército argentino e hijo del futuro presidente Domingo Faustino Sarmiento. El General Díaz, hijo de un humilde labrador del Valle de pirayú ordenó tocar la Diana Mbayá, la diana de los indios mbayaés, que, desde los fondos de la historia convoca a los paraguayos a la lucha, para rechazar al invasor. La diana mbayá tiene su origen en una diana traída por los conquistadores españoles, enseñada a la parcialidad de indios mbayaés, nativos con gran aptitud para la música. Estos la modificaron agregándole características propias. La diana mbayá se utilizaba en Paraguay desde la conquista, servía para poner en alerta a los criollos frente a cualquier invasión, especialmente de los Bandeirantes Paulistas que venían del Brasil a robar, matar y llevar esclavos, y las incursiones de los fieros indios Payaguá a las colonias.
El desastre de Curupayty, que constituye un cumplido ejemplo del fracaso de un ataque frontal sin reconocimiento previo contra una posición prácticamente inexpugnable, paralizó las operaciones de los aliados durante diez meses, terminó de hundir el ya mermado prestigio de Mitre como generalísimo y reavivó especialmente en Argentina el rechazo popular a la guerra, lo cual devino en una serie de levantamientos en las provincias que hicieron forzoso retirar tropas del frente.

FUENTE: Wikipedia


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BLASITO DE LEZO
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Mensaje por BLASITO DE LEZO »

La Guerra de la Oreja de Jenkins. Combates en el Caribe
Los hechos son claros y las cifras no engañan. La Armada Real española demostró, en su inferioridad, que no estaba peor preparada que la británica durante el conflicto que comenzó en el año de 1739.


Muchos autores han escrito sobre las carencias de nuestra Armada en este periodo, carencias que van desde la falta endémica de personal, materiales apropiados y, sobre todo, el dinero necesario para suplir todas las necesidades.

Con la llegada de la guerra se puso la maquinaria en marcha, se armaron los buques de guerra y se enfrentaron con sobresaliente a la dura realidad, que no era otra que enfrentarse a la mayor potencia naval de entonces. Es cierto que había muchos defectos y la situación del Ejército, la Armada, la Hacienda y otros departamentos era mala, pero no desastrosa.

Para demostrar estas palabras sólo hay que comparar las dos armadas en conflicto, cuales eran los objetivos de cada una y los resultados obtenidos al final de esta guerra. Como en casi todas las guerra, y esta no iba a ser menos, estaba en juego la economía de cada contendiente.

España, que había salido perjudicada de la guerra de Sucesión, trataba de mantener su monopolio comercial con América. Gran Bretaña, que había conseguido tras esa guerra el llamado Navío de Permiso y el Asiento de Negros, trata por todos los medios, legales e ilegales de hacerse con un trozo del pastel. Sabiendo que España no iba a prorrogar la concesión por 30 años del Navío de Permiso, los británicos, sobre todo la clase dirigente y mercantil, veían con buenos ojos y hasta alentaban una guerra para desposeer a España por la fuerza lo que no habían conseguido con la diplomacia (1).

El Navío de Permiso era un buque mercante británico de 500 toneladas (de mercancías) encargado de hacer negocio cada vez que se realizaba la feria de comercio con las Flotas de Nueva España en Méjico y los Galeones de Tierra Firme.

Estos navíos tenían permiso para vender sus mercancías cada año. Los beneficios fueron tan grandes que vieron un gran negocio en aumentar las ganancias de forma ilegal. Cuando a los navíos británicos se les acababa las mercancías eran repuestas por la noche desde pequeñas embarcaciones, aumentando así el negocio y los beneficios. Estos buques fueron conocidos como “barco de las Donaires”, pues al contrario que el mito no se vaciaban nunca.

Las naves negreras aprovechaban las visitas a puerto para introducir mercancías. Cualquier nave con pretexto de averías o riesgo de naufragio entraba en puerto español y clandestinamente comerciaban productos a precios más baratos. El negocio era tan lucrativo, que muchos jamaicanos hicieron del negocio ilegal su forma de vida.

Como resultado, el comercio español se redujo a la mitad. Los españoles tenían el derecho de visita de los buques mercantes británicos, confiscando las mercancías fuera de registro, es decir, sin declarar y por tanto ilegales, motivo de discordias continuas, sobre todo al aumentar el contrabando.

En el mes de enero del año 1739 estuvo a punto de firmarse la Convención de El Pardo, un acuerdo donde se resolvía la cuestión de las presas hechas por los guardacostas españoles, las cuentas que no cuadraban de la Compañía del Mar del Sur británica, los litigios fronterizos en Florida y otros problemas.

España estaba dispuesta a ceder en varios aspectos del litigio, uno de ellos fue el pagar indemnizaciones por la captura de buques contrabandistas. Cuando el ministro Walpole presentó el convenio al parlamento para ratificarlo, la Cámara de los Comunes lo rechazó. Sin duda, los intereses y la avaricia de muchos, llevó a la guerra a las dos naciones. Walpole, que no deseaba la guerra, tuvo que ceder ante las presiones y hacer suya la frase ¡el mar de las Indias, libre para Inglaterra o la guerra!.

Por qué Walpole y otros partidarios de la paz cedieron ante los belicistas es fácil de comprender ante el estado de tensión al que se había llegado. El punto álgido se alcanzó en esa reunió de la Cámara de los Comunes un ocho de marzo del año de 1739, día elegido por Walpole para presentar el Convenio de El Pardo y pedir su ratificación.

En los momentos de mayor acaloramiento, uno de los partidarios de la guerra dijo que presentaría pruebas de la barbarie española y apareció en la sala un capitán escocés llamado Jenkins con una caja en las manos. En ella estaba su oreja cortada, relató lo que le había sucedido y la indignación y gritos contra España y a favor de la guerra era ya imparable. ¿Quien era Jenkins, y que le había ocurrido?.

El capitán escocés Robert Jenkins mandaba una fragata mercante británica llamada Rebeca. Llevaba productos para comerciar con los permisos en regla. Navegando por la Florida es detenido por el guardacostas español La Isabela, al mando del capitán don Julio León Fandiño, que tenía la obligación de comprobar si las mercancías que llevaban estaban registradas en los libros. Registrando la bodega del barco encontró gran cantidad de mercancía de contrabando.

Como escarmiento, Fandiño cortó la oreja del contrabandista y le dijo. <<Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve>>. Si esta frase se dijo o no, es lo de menos, lo cierto es que en la Cámara de los Comunes se tomó como una afrenta a su rey y era merecedora de una declaración de guerra, aunque ya sabemos que este hecho se tomó como una excusa.

Siendo el objetivo de esta guerra el control del comercio de América, la contienda sería principalmente en el mar. España sólo contaba con 31 navíos, más otras 9 fragatas de dos puentes y armadas con unos 50 cañones, mientras el número de fragatas era muy pequeño. Gran parte de los navíos españoles no eran verdaderos navíos de línea capaces de enfrentarse a una escuadra, sino que eran buques aptos para la escolta con cañones de pequeño calibre.

Esta situación se había tratado de subsanar en las décadas anteriores, pero lo cierto es que sólo se contaba con un navío de tres puentes y 114 cañones, dos de 80, seis de 70 y doce de 64 cañones.

Por el contrario, la británica disponía de más de cien navíos de línea, quince de ellos armados con 90 a 100 cañones, dieciséis de 80, diecisiete de 70, quince de 64, once de 60, veintinueve de 48 a 54, unas cuarenta fragatas y numerosas unidades menores, siendo sus calibres superiores a los embarcados en los españoles.

Con un simple vistazo a estos números se puede pensar que los españoles no tenían ninguna oportunidad en ganar la guerra. Siendo Gran Bretaña la dueña de los mares, las plazas en América caerían como piezas de dominó.

A este panorama tan negro hay que añadir que España se encontró sola en esta guerra. Francia, por el Primer Pacto de Familia, firmado el día siete de noviembre del año de 1734, estaba obligada a prestar apoyo militar, pero durante los años anteriores a la guerra hizo de mediadora para evitar el conflicto armado. Para entrar en guerra, Francia exigió contrapartidas comerciales. Cuando Gran Bretaña declaró la guerra el día veintitrés de octubre del año de 1739 no se había llegado a un acuerdo entre los dos aliados. Francia estaba indecisa, pues tampoco podía permitir que los británicos se hicieran con todo el comercio americano.

Todos sabemos como acabó esta guerra. Excepto algunos éxitos, la poderosa Royal Navy no consiguió doblegar a los españoles en América. Algunos preferirán seguir creyendo que España era inferior en todos los aspectos, que en el siglo XVIII perdió todas las guerras, que el fracaso británico en Cartagena de Indias en 1741 no tuvo la menor importancia.

Por lo menos no pueden negar que Vernon fue derrotado, pero siguen sin admitir el verdadero alcance del desastre británico (2). Seguirán creyendo que el objetivo de los británicos era liberar América del yugo español (3). Simplemente con exponer los hechos tal y como ocurrieron se podrá comprobar que España, su Armada y sus hombres no merecen que sean recordados como los grandes perdedores, mirando a nuestra historia con otros ojos, sin complejos de ningún tipo.

Los anales de esta guerra no se reducen a Cartagena de Indias y Portobelo, hubo muchos más combates y, en la mayoría de ellos, la poderosa maquinaria militar británica fue derrotada, por eso expongo los hechos más importantes que se desarrollaron en el Caribe, a excepción del ataque y defensa de Cartagena de Indias, ya conocido por todos.
Despliegue y operaciones navales anteriores a la guerra.

Las turbias relaciones hispano-británicas a primeros de 1739 hacía ya presagiar una cercana guerra. En el mes de enero de ese año se dieron las órdenes para la partida a la estación de Jamaica del comodoro Charles Brown con los navíos Hampton Court, de 70 cañones, Windsor Castle, de 60, y las fragatas de 40 cañones Anglesea, Torrington y Sheerness, de 20 cañones.

Según las instrucciones dadas al comodoro Brown, la fragata Anglesea debía incorporarse a la estación de las islas Leeward, donde se uniría a la fragata de 20 cañones Lowestoft. Una vez en Jamaica, el navío Dunkirk, de 60, y la fragata Kinsale, de 40, basados en la estación de Jamaica, saldrían de Port Royal rumbo a Inglaterra escoltando un convoy, con órdenes de regresar lo antes posible. Otros dos buques destacados en la costa de África, el navío Falmouth, de 50 y la fragata Diamond, de 40, debía dirigirse a Jamaica para incorporarse a la escuadra de Brown. Siguiendo con las instrucciones dadas a Brown, su principal misión era la protección del comercio británico, además de recabar toda la información posible sobre los movimientos de las escuadras y buques españoles.

La escuadra del comodoro zarpa de Spithead el día diecinueve de febrero del año de 1739, pero debido al mal tiempo y vientos contrarios tiene que refugiarse en Torbay, zarpando de nuevo el día dos de marzo. Esta escuadra llega a Barbados el día diecisiete de abril.

Según las instrucciones, la fragata Anglesea es destacada a las islas Leeward. El comodoro Brown envía a la fragata Sheerness, al mando del capitán Miles Stapelton, a patrullar la costa de Santo Domingo, mientras que al capitán Charles Knowles, al mando de la fragata Diamond, le ordena patrullar la costa norte de Puerto Rico y el canal de Bahama. Finalmente, la escuadra de Brown llega a Jamaica el día veintinueve de abril (4).

Además de esta escuadra hubo más movimientos de buques. El navío Centurion, de 60 cañones, que se encontraba en la costa de África, debía escoltar un convoy a Barbados y regresar a su puesto, ordenando el Almirantazgo que, una vez llegado al Caribe, se uniera al comodoro Brown, aunque este navío quedó en puerto británico al ser elegido como buque insignia para la expedición al Pacífico.

También se le unieron otros dos buques desde la costa africana, la fragata Saltash, de 20, y la goleta Spence, de 16. Al mismo tiempo un escuadrón de dos navíos de 50 cañones y dos fragatas de 20 son destacadas a la estación de Newfoundland. Estos esfuerzos británicos tenían como objetivo claro reforzar su presencia naval en el Caribe y preparar la guerra contra España.

A primeros del mes de marzo del año 1739 tuvieron los británicos noticias de la preparación en La Habana de una expedición contra Georgia. Brown envió a la fragata Torrington a La Habana para obtener información sobre dichos aprestos. El capitán Knight pudo averiguar que estaban listos 300 hombres para dicha expedición, pero había sido suspendida desde Madrid en el mes de marzo.

En el mes de junio es enviada a patrullar el canal de Bahama la fragata Kinsale, mientras los españoles envían a estas mismas aguas al paquebote Triunfo. El día diecisiete de agosto del año de 1739 se une a Brown en Port Royal la fragata Shoreham, al mando del capitán Edward Boscawen. El día veinticinco de agosto zarpa el comodoro Brown con su escuadra rumbo a las costas cubanas. El capitán Boscawen se mostró el más activo comandante al destruir cerca de La Habana a dos balandras y capturar otra. Poco después, a finales de septiembre, ataca Puerto María y destruye casas y propiedades.

La Real Armada española, que contaba con 41 navíos de 50 a 114 cañones, tenía la mayoría de sus buques desarmados a comienzos de 1738. Con base en Veracruz se encontraba la Armada de Barlovento, que por aquel entonces contaba con el navío de 60 cañones San Juan Bautista, el de 50 cañones Santa Catalina, alias Bizarro, dos fragatas, la San Cayetano y la llamada Triunfo, de 24 y 30 cañones respectivamente, todos al mando de su comandante don José Antonio de Herrera.

Esta Armada, cuya principal misión era luchar contra los piratas y contrabandistas, había dejado de existir como tal, dedicándose a otras tareas como repartir el situado. Ante las alertas de la cercana guerra, los dos navíos de esta Armada son enviados a La Habana al mando del capitán de navío don José de Herrera y Godarte, mientras las fragatas San Cayetano, Triunfo y la Santa Bárbara, alias La Chata, se unen a las fuerzas de don Blas de Lezo en Cartagena de Indias. Por tanto, en Veracruz solo quedó una balandra para luchar contra el contrabando (5).

Don Blas de Lezo se encontraba en Cartagena de Indias desde su llegada con los galeones en marzo del año de 1737. Al año siguiente, sólo contaba con el navío de 64 cañones Conquistador, empleado como guardacostas en la costa de Tierra Firme, puesto que el navío Fuerte había regresado a Cádiz en octubre del año de 1737 con caudales. Dos balandras, llamadas San Pedro y Santa Rosa, fueron armadas y empleadas contra los corsarios y contrabandistas, más apropiadas para introducirse en surgideros y bocas de ríos. Los contrabandistas, ante la imposibilidad de combatir contra navíos y fragatas, emplearon embarcaciones de menor tamaño (6).

Además de los navíos de la Armada de Barlovento enviados a La Habana, este apostadero contaba con los navíos de 64 cañones Europa y Santiago, la fragata Astrea, de 30 cañones, y la fragata Concepción, armada con 22 cañones y entregada ese mismo año en La Habana. El primero de los navíos llegó en el año de 1738 con la escuadra del mando del jefe de escuadra don Benito Antonio Espínola. Otro navío de 64 cañones, el Dragón, botado en el astillero de La Habana en el año de 1737, se incorporó en septiembre del año de 1738 a los buques de Lezo en Cartagena de Indias. Estaba al mando del capitán de fragata don Francisco José de Ovando y Solís.

Por los combates con los portugueses por el control del Río de la Plata acudió a aquellas aguas unos años antes una pequeña escuadra al mando de don Nicolás Geraldino. A primeros de 1739 quedaban las fragatas de dos puentes San Esteban Apedreado, de 50 cañones, y Hermiona, de 36 a 50 cañones (según las fuentes). Las dos naves fueron alistadas para su regreso a Cádiz a primeros de 1739, llevando caudales y géneros de todo tipo.

En el año de 1737 se preparó en Cádiz la flota de azogues con destino a Veracruz. Como era costumbre fueron dos los navíos encargados del transporte del azogue y otras mercancías puestos al mando del capitán de fragata don Daniel Huoni. Conocida era la costumbre británica de atacar, capturar o destruir cualquier buque aunque no existiera estado de guerra.

Más aún con las tensas relaciones entre las dos naciones, se decide que los navíos León, capitana de azogues, y Nuestra Señora del Pilar, alias Lanfranco, almiranta, vayan esta vez escoltados por una escuadra. Por tanto, el día diecinueve de diciembre de 1737 zarpan de Cádiz escoltados por el navío de 64 Guipúzcoa y los de 60 cañones San Lorenzo, alias Incendio, y África, que estaban a las órdenes del jefe de escuadra don José Alfonso Pizarro. Los cinco buques entran en Veracruz sin novedad el día quince de marzo del año de 1738. El acoso de las escuadras británicas y los temporales harían muy complicado el regreso de esta escuadra a la Península.

En el mes de junio del año de 1739 llegaron noticias al Almirantazgo británico desde Gibraltar, las cuales informaban la próxima llegada a Cádiz de dos buques desde Buenos Aires (eran las fragatas San Esteban y Hermiona) y otros dos desde Veracruz (de la flota de azogues) cargados de productos y caudales. No podían dejar pasar la oportunidad de capturarlos y hacerse con su rico cargamento, dándose las órdenes oportunas para ello.

Es interesante recordar los esfuerzos del Almirantazgo británico por mantener las costas españolas vigiladas con importantes escuadras. A primeros de marzo de 1738 se encontraban en el Mediterráneo, con base en Gibraltar y Mahón el navío de 50 cañones Gloucester, seis fragatas y una goleta (7), escuadra al mando del capitán George Clinton desde abril del año de 1737.

En abril del año de 1739 se hacen los preparativos para reforzar esta escuadra enviando al contralmirante Nicholas Haddock con nueve navíos y dos buques menores (8). Haddock llegó a Gibraltar en el mes de junio del mismo año y, según sus instrucciones, en Gibraltar dejaría cinco o seis de sus navíos y enviaría el resto de la escuadra a la isla de Menorca.

Sir Chaloner Ogle tomó a su cargo los navíos Augusta, Pembroke y Jersey y zarpó de Gibraltar. Al llegar al cabo de San Vicente abrió las órdenes, por las cuales debía patrullar esas aguas en espera de los buques españoles, los cuales no eran otros que los navíos de azogues y su escolta al mando del jefe de escuadra don José Alfonso Pizarro.

El Lord Canciller Hardwicke tenía sospechas de que los buques españoles podían no entrar en Cádiz y dirigirse a La Coruña. En Spithead se encontraba la escuadra del vicealmirante Edward Vernon, alistada para ser enviada al Caribe, compuesta por los navíos Burford y Worcester, de 70 cañones, Princess Louisa y Strafford, de 60, y Norwich, de 50. Hardwicke decide enviar esta escuadra al cabo Finisterre para capturar los buques españoles, si éstos deciden entrar en La Coruña. Según las instrucciones dadas a Vernon en julio de 1739 no cabe duda de las verdaderas intenciones británicas: <<cometer toda suerte de actos de hostilidad contra los españoles, y procurar apresar, hundir, quemar o destruir de otro modo todos los navíos o barcos, tanto de guerra como de comercio, y otros barcos que vos encontréis>>.

Los buques de Chaloner Ogle soportaron varias borrascas durante su patrulla en aguas de San Vicente, rompiendo los mástiles y causando otras averías, por lo que a mediados de julio de 1739 tuvo que regresar a Gibraltar. Regresó a finales de julio a las aguas del cabo de San Vicente, encontrándose que allí se hallaban otros buques de la escuadra de Haddock, los navíos Ipswich, Edimburgh y Dragon.

La posibilidad cierta de que los navíos españoles alistados en El Ferrol zarparan de su base para dar protección a los navíos de Pizarro, obligó al Almirantazgo a enviar otros tres navíos de 70 cañones, Lenox, Elizabeth y Kent, y la fragata de 40 cañones Pearl, que se incorporaron a los buques de Vernon.

Estos buques llegan al cabo Ortegal a primeros de agosto del año de 1739 al mando del capitán Coville Mayne, que izaba su insignia en el Lenox. Mientras los tres navíos permanecen en la costa gallega, la fragata Pearl es enviada a patrullar entre Lisboa y Oporto, y el resto de los cinco navíos de Vernon llegan a la isla de Madeira a finales de agosto en espera de la llegada de los buques de azogues.

Cuatro días después de su llegada a Madeira, recibe la noticia de que los buques españoles al mando de Pizarro habían entrado en Santander. También recibe Mayne órdenes para regresar a puerto británico. Después de reponer agua, víveres esta escuadra volvió a zarpar para patrullar en aguas gallegas.


Los buques de Pizarro habían entrado en Santander el día doce de agosto. Tras su llegada a Veracruz en marzo de 1738, los navíos de azogues descargaron el mercurio y los géneros que transportaban, quedando en puerto, mientras los tres navíos de la escolta al mando del jefe de escuadra Pizarro realizaron varios viajes a La Habana y a Portobelo para proteger el tráfico mercante español en el Caribe.

En diciembre del año de 1738 entran en Veracruz. Comenzó el alistamiento de los buques y embarque de los caudales para su regreso a la Península. El día dos de febrero del año de 1739 zarpan de Veracruz los cinco buques de guerra, siendo sorprendidos a las diez de la mañana por un temporal con viento norte. Pizarro decide regresar al puerto de partida, pero en la madrugada naufragan en la boca del puerto los navíos Lanfranco e Incendio, a pesar del apoyo prestado por la fragata Esperanza. Sólo el navío África entró en Veracruz, mientras los otros dos, el Guipúzcoa y el León, se dieron por perdidos, hasta que entraron en La Habana un mes más tarde (9).

Después de este desastre, al comandante del navío África se le ordena incorporarse a la escuadra de don Blas de Lezo en Cartagena de Indias. El jefe de escuadra Pizarro tenía sus buques listos para zarpar de La Habana a mediados de abril. A su escuadra se incorporó el navío de 60 cañones Castilla, recién botado en el astillero habanero y puesto al mando del capitán don Isidro de Anteyo. También se incorporó la fragata de dos baterías y 50 cañones Esperanza. Con estas nuevas fuerzas, zarpan de La Habana el día veintidós de junio los navíos Guipúzcoa, Castilla, León y Esperanza.

En la corte española se seguía con preocupación la suerte que corrían los azogues, dados los preparativos navales británicos para capturarlos. Don José de la Quintana, que había sustituido al marqués de Torrenueva en el ministerio de Marina e Indias, toma varias medidas. La primera fue enviar dos avisos para advertir a Pizarro del peligro. Otra fue ordenar el alistamiento del mayor número de buques de guerra en El Ferrol y en Cádiz, pero el Almirantazgo español era de opinión contraria a Quintana.

La escuadra de Rodrigo de Torres en Ferrol estaba en inferioridad numérica y su salida no sólo causaría su derrota, sino que los azogues serían entonces presa más fácil. Prevaleció la consideración del Almirantazgo, que preveía zarpar si se daban las circunstancias de asestar un duro golpe al enemigo o para cubrir la llegada de Pizarro si fuese necesario (10). Los buques de aviso enviados por Quintana recalan en las islas Terceras, pero encuentran a los buques de Pizarro cerca de las islas Canarias. Advertido del peligro, consigue burlar la vigilancia bajando a Santander desde las costas del sur de Irlanda, una ruta totalmente desusada que a los británicos les dejó a dos velas.

Los buques del almirante Haddock compensaron en parte su fracaso con la captura de pequeñas naves mercantes y dos buques de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Dos buques de esta Compañía comercial habían zarpado de La Guaira a finales de julio del año de 1739, el navío San José y la fragata Santiago, alias Santiaguillo, y su destino era el puerto de Pasajes. Aunque eran buques mercantes, estaban armados con 52 y 16 cañones, de pequeño calibre, siendo la costumbre que algunos de ellos iban desmontados para dejar más sitio a todo tipo de géneros que llevaban.

El día veintitrés de septiembre de ese año es capturado el primero llevando en ese momento 213 tripulantes. Pocos días después, el día tres de octubre, es capturada la fragata (11). El valor de las dos capturas ascendía a varios miles de libras, unos dos millones de pesos, cifra considerable, que, para desgracia de los británicos, estaban asegurados en Londres, perdiendo el importe la compañía aseguradora al ser capturados los dos buques en tiempos de paz.

¿Eran realmente viables los planes del ministro Quintana?. En la primavera de 1739 se encontraban en el departamento de El Ferrol cuatro navíos alistados, formando escuadra al mando del teniente general don Rodrigo de Torres, el San Felipe, de 80 cañones, y los de 70 cañones Santa Ana, Reina y Príncipe (12). Desarmados, se encontraban los navíos San Carlos, Princesa y Galicia.

En Cádiz es donde se concentraban mayor número de unidades. Tres navíos, Hércules, Constante y América, habían sido armados el año anterior, enviados a Cartagena y puestos al mando del teniente general Bena Masserano. Otros siete navíos comenzaron su alistamiento, aunque dificultades de todo tipo impedirían su puesta a punto antes de la llegada de los azogues de Pizarro.

Primeros objetivos británicos.

Habiendo fallado en este primer objetivo de capturar a los buques españoles que regresaban de América, la escuadra de Edward Vernon retomó sus planes iniciales y puso rumbo al Caribe, llegando a Port Royal, Jamaica, el día veintiséis de octubre del año de 1739. Unida su escuadra a los buques del comodoro Brown, formó una más potente de nueve navíos, seis fragatas y otros buques menores (13), sin contar las unidades con base en otras estaciones navales.

Aunque la guerra no había comenzado oficialmente, el Almirantazgo británico discutía los planes a seguir. En una guerra por el control del comercio americano, el escenario sería principalmente el Caribe. Para destruir o hacerse con el control de América, Gran Bretaña debía hacerse con el istmo de Panamá dividiendo en dos la América española. Para ello se organizaron dos líneas de ataque, una en el Caribe, con la escuadra de Vernon, y otra en el Pacífico, donde se enviaría una escuadra al mando de George Anson.

Sobre el papel, y con la superioridad militar y naval británica, parece un objetivo viable, pero los miembros del Almirantazgo se plantearon cual sería el primer objetivo. Sin duda, el más importante era La Habana. Los almirantes John Norris y Charles Wager, después de varios estudios, llegaron a la conclusión de que era imposible atacar la plaza por mar. Según sus informaciones, disponía La Habana de 152 cañones en sus fortificaciones, defendidas por mil trescientos soldados, cinco mil hombres de las milicias, otros quinientos hombres de caballería y armas suficientes para diez mil hombres. Se estimó que eran necesarios de ocho a diez mil soldados para realizar un desembarco con posibilidades de éxito.

Descartada La Habana, Norris y Wager pusieron sus miras en Cartagena de Indias y Portobelo, llaves del comercio indiano y bases de las Flotas de Tierra Firme. No olvidaban que el francés Pointís se apoderó de Cartagena de Indias en 1697 con sólo tres mil hombres. Los dos almirantes propusieron enviar el mismo número de soldados, pero el Consejo no estaban de acuerdo, prefiriendo atacar La Habana. El caso es que el tiempo pasaba y no llegaban a un acuerdo. La decisión del Duque de Newcastle, ministro británico de exteriores, llegó el día cinco de diciembre, según la cual, una expedición sería enviada a Jamaica y un consejo de oficiales tomaría allí la decisión oportuna sobre los objetivo a seguir. Mientras éstas y otras deliberaciones continuaban, en aguas caribeñas los buques británicos comenzaron a dar los primeros picotazos.



En el mes de agosto del año de 1739, antes de la llegada de Vernon, el comodoro Brown zarpó con su escuadra para recabar toda la información posible sobre las fuerzas y movimientos españoles, cruzando entre los cabos de Corrientes y San Antonio para más tarde dirigir su patrulla entre cabo Santa María y La Habana, mientras destacó a dos buques al canal de Bahama y a una goleta al norte de Jamaica. También dispuso que se uniera a su escuadra lo antes posible el navío Windsor, que se encontraba patrullando en aguas de La Española.

Almirante Edward Vernon (1687-1757).

Consiguió averiguar que los buques de guerra españoles estaban dispersos; tres se encontraban en Cartagena de Indias, dos en Portobelo y otros dos en Santo Domingo. La escuadra de Pizarro había partido hacia Europa, por lo tanto, los galeones españoles concentraron toda su atención. Debían encontrarse en Portobelo o Cartagena de Indias y Brown sabía que debían tomar rumbo a La Habana para después regresar a Cádiz. Por esta razón concentró su escuadra en aguas cubanas como ya se ha relatado anteriormente. A finales del mes de octubre, al tener noticias de la llegada de Edward Vernon dejó en aguas cercanas a La Habana a los navíos Windsor y Falmouth y partió a Port Royal. Cuando llegó a primeros del mes noviembre, Vernon se encontraba esperándole impacientemente.

Al igual que el comodoro Brown, Vernon tampoco perdió la oportunidad, durante su travesía al Caribe, de descubrir todo lo relacionado con las defensas españolas. Además de las ya conocidas instrucciones dadas a Vernon, recibió otras del Almirantazgo. Al llegar a Jamaica debía recabar información sobre la situación de los galeones españoles, defender el comercio británico y enviar buques a Carolina del Sur o Georgia si se tenían sospechar de ser atacadas. Al poco de llegar ordena zarpar de Port Royal al navío Worcester para realizar un crucero sobre Cabo Tiburón, y a la fragata Blandford en la costa norte de Santo Domingo. Ambos cruceros tenían la comisión de proteger el tráfico y la espera de un convoy británico que debía llegar de la metrópoli con pertrechos para la escuadra de Jamaica.

Los británicos conseguían en sus patrullas y visitas a puertos españoles, aprovechando el estado de paz, mucha y valiosa información. Los españoles también tenían la necesidad de conocer las fuerzas e intenciones de los británicos. Hubo muchos intentos de introducir espías, el más conocido es el caso de Moncada.

Por orden del capitán general de Cuba don Juan Francisco Güemes y Horcaditas, el gobernador de Santiago de Cuba don Francisco Cagigal de la Vega, se puso manos a la obra, pues disponía del hombre adecuado, don Miguel Moncada Sandoval. Al mando de una balandra cargada de azúcar debía aparentemente ir a Santo Domingo, pero con pretextos falsos entró en Port Royal, Jamaica, el día quince de agosto del año de 1738. Debía averiguar el número de navíos que había en puerto, su porte, estado, mientras su embarcación era reparada.

Regresó a Cuba en septiembre con valiosa información, no sólo de Jamaica, sino de los movimientos de escuadras en Europa. Regresó en otras dos ocasiones a Jamaica, una en el mes diciembre del año de 1738 y la última en el mes de agosto del año de 1739. Estando en esta última misión, llega a la isla la noticia del rompimiento de guerra y Moncada es detenido, además los británicos comenzaron a sospechar sobre sus actividades, pero es liberado después de cuatro meses y medio con otros treinta prisioneros.

La Guaira. 1739

Habiendo fracasado Vernon en la captura de los buques de azogue de Pizarro, la escuadra de Vernon puso rumbo al Caribe. Llegó a Antigua (islas Leeward) a primeros del mes de octubre, donde encontró a las fragatas Anglesea, Lowestoft y Saltash, ordenando al comandante de la primera, el capitán Reddish, que pusiera rumbo a Jamaica.

Después se dirigió a St. Kitts. Desde allí destacó al capitán Thomas Waterhouse al mando de los navíos Princess Louisa, Strafford y Norwich para atacar el comercio español entre los puertos de La Guaira y Puerto Cabello. En el puerto de La Guaira pudo ver Waterhose que se encontraban varios mercantes y pequeñas naves en la bahía, en total diecisiete embarcaciones. Sin dudarlo, se preparó para atacar el puerto y destruir los barcos. Arbolando bandera española entraron los buques británicos siendo recibidos por el fuego de los cañones españoles. Después de tres horas de disparos por ambas partes, Waterhouse decide retirarse sin conseguir capturar las embarcaciones españolas y con graves daños en sus buques, poniendo rumbo a Jamaica.

Para justificar su fracaso, el capitán británico manifestó que carecía de pilotos que conocieran esas aguas, que la pérdida de vidas no compensaba la captura de unas pequeñas embarcaciones y que sus navíos eran necesarios para futuras operaciones más importantes. Sin embargo, autores como Edward Cust dan por hecho la captura de dieciséis naves españolas (14).

Lo cierto es que el gobernador de la provincia el brigadier don Gabriel José de Zuloaga tenía las fortalezas en buen estado de defensa, mientras el capitán Francisco Saucedo, comandante de la fortaleza, movilizó sus tropas con diligencia y consiguió rechazar a los navíos británicos (15). No podemos olvidar que el ataque se produjo el día veintidós de octubre, cuando la guerra no había comenzado todavía, aumentando así el mérito de los defensores.

La Habana. 1739

Al mismo tiempo que Waterhouse atacaba La Guaira, el comodoro Brown hacía lo propio contra La Habana. Mientras recababa información, tanteó las defensas españolas. Su bloqueo obtuvo algún resultado, capturando varias balandras y goletas cargadas de añil y sal y la fragata mercante Bizarra. Además de bombardear el castillo de Cojimar, efectuaron varios desembarcos, pero el gobernador don Juan Francisco Güemes de Horcaditas envió tropas a todos los puntos donde se presumía un asalto, capturando a varios soldados británicos, los cuales dieron importante información sobre el número y composición de la escuadra británica. Para posibles operaciones futuras, los buques de Brown reconocieron los fondeaderos de Barucano, Jaruco y Bahía Honda.

Portobelo. 1739

Incluso antes de la llegada de Brown a Jamaica desde su crucero por aguas cubanas, comenzaron las conferencias para determinar los objetivos. El gobernador de Jamaica, Edward Trelawny, era de la opinión que se debía atacar Cartagena de Indias, pero Vernon desestimó esta opción hasta no contar con un contingente de tropas más numeroso. Cuando llegó Brown, el almirante Vernon ya había tomado la decisión de atacar Portobelo. Hizo los preparativos para la expedición, embarcó doscientos cuarenta soldados al mando del capitán Newton que habían sido cedidos por Trelawny y zarpó de Port Royal el día quince de noviembre con seis navíos, Hampton Court, Burford, Worcester, Princess Louisa, Strafford y Norwich, y dos mil setecientos treinta y cinco hombres, mientras destacó a la fragata Sheerness a Cartagena para informar de los movimientos españoles, especialmente si se enviaban refuerzos. Ordenó que les siguieran, en cuanto estuvieran listos, los navíos Windson, Diamond y la fragata Anglesea. Finalmente estos buques no participaron en la campaña al llegar a Portobelo cuando ya habían finalizado las operaciones.



La tarde del día veinte de noviembre se presentó la escuadra británica ante Portobelo. Navegando en línea de fila entraron en la bahía y comenzó el bombardeo a corta distancia del castillo de Hierro, también llamado San Felipe, que era el que se encontraba a la entrada del puerto recibiendo los buques un fuego intenso desde el fuerte, hasta que los defensores cedieron ante los disparos que les hacían desde las cofas, momento en que desde los botes desembarcaron las tropas al mando del teniente Broderick y tomaron el fuerte.

Los vientos contrarios impidieron a Vernon adentrarse al interior de la bahía donde se encontraban otros dos fuertes, Gloria y San Jerónimo. Al día siguiente se dispuso Vernon al ataque. Poco antes, el gobernador don Francisco Javier Martínez de la Vega Retez, pidió la capitulación, rindiendo la plaza a los británicos, que consiguieron un botín de diez mil pesos, 40 cañones de bronce, dos de campaña, cuatro morteros y 18 pedreros (16). Las bajas británicas fueron de tres muertos y seis heridos (17). Según los términos de la capitulación, la ciudad no sería saqueada ni molestada la población, demostrando con ello que la propaganda española se equivocaba al mostrar a los británicos como piratas y saqueadores.

Según este relato, tomado de fuentes británicas, la captura de Portobelo viene a demostrar la osadía, valentía y caballerosidad de Vernon y sus hombres, y la cobardía de los españoles. ¿Realmente ocurrió así?.

Para contar la verdad de lo ocurrido hay que empezar por el estado de defensa de la plaza. Siendo la ciudad de vital importancia para el comercio indiano, en tiempos de Felipe II se levantaron las tres fortalezas. Por desidia e ineptitud de muchos de los gobernadores que tuvo fue ocupada en varias ocasiones en el siglo anterior, Morgan en el año de 1668 y Pointis en el año de 1697. En el año de 1739 la situación no era mejor. El gobernador de la plaza, don Bernardo Gutiérrez Bocanegra, se encontraba en Panamá respondiendo en juicio a unos delitos cometidos, siendo el gobernador interino don Francisco J. de la Vega Retez, un anciano inepto que no había adoptado ninguna medida de defensa a pesar de las muchas pruebas y avisos sobre el posible ataque británico.

Las tres fortalezas contaban con un buen número de cañones, aunque la mayoría estaban desmontados de sus cureñas. El castillo Todofierro (así llamado por los españoles) contaba con 32 cañones, pero sólo nueve estaban montados. Dos de ellos se desmontaron al primer disparo, otros tres quedaron fuera de servicio con la primera andanada británica a la una del mediodía. De los dos buques guardacostas que se encontraban en la plaza se desmontó la artillería y la metieron en los fuertes. Don Juan Francisco Garganta, teniente de navío y comandante de los guardacostas, entró en este primer castillo con noventa marineros y cincuenta y cuatro soldados de infantería de Marina para manejar los pocos cañones.

Con estos pocos medios duró el combate hasta las cuatro y media. El castillo estaba casi arrasado y sólo quedaban once hombres de los guardacostas, pues muchos habían caído y otros desertado. Con el desembarco británico, los once soldados dispararon matando a cuatro e hiriendo a otros tres atacantes. Ya no hubo combate relevante pues faltaban fusiles y la pólvora.

Desde el castillo de Gloria se estuvo disparando a la escuadra británica, pero se encontraba fuera de su alcance, gastando pólvora inútilmente ante las risas del enemigo. Esa noche hubo un consejo donde la mayoría de los ciudadanos de Portobelo optó por combatir hasta el extremo, pero el pusilánime gobernador, por iniciativa propia, izó una bandera blanca para entregar la plaza. Otros siguieron su cobardía como el capitán don Sebastián Vázquez Meléndez, que huyó al monte con sus hombres. Los 600 defensores del castillo hubieran hecho pagar cara la osadía de Vernon a poco que se lo hubiera propuesto el gobernador. El castillo de San Jerónimo no hizo disparo alguno al tener todos sus cañones desmontados (18).

El gobernador, después de la rendición, huyó al monte, abandonado a su suerte a la ciudad. Los hombres de Vernon demolieron los castillos hasta sus cimientos y saquearon la ciudad durante varias semanas en busca de un botín que nunca encontraron, lanzando al mar los cañones de hierro y destruyendo lo que no era de valor para ellos. Los diez mil pesos que se llevaron pertenecían a las pagas de la guarnición. Pero Vernon tuvo mucho cuidado en no molestar a la población civil y ordenó que sus haciendas fueran respetadas. Sabía, o eso creía, que los británicos ganarían la guerra y sustituirían a los españoles en el comercio del lugar.

En el mes marzo del año de 1740 llegó a Inglaterra el capitán Rentone en la fragata Triumph, que era la española Triunfo capturada, con las noticias de la toma de Portobelo (19). La noticia de la victoria de Vernon hizo correr ríos de tinta y la alegría y alborozo duró varios meses. En honor a esta victoria todavía hoy existe una calle en Londres que la recuerda, Portobello Road. Se hicieron medallas conmemorativas. Vernon fue recibido como un héroe a su llegada a la metrópoli y en una cena en su honor dada por el rey Jorge II se tocó por primera vez el actual himno nacional británico.

Se acuñaron unas medallas para conmemorar la victoria. En el anverso de éstas estaba la efigie de Vernon y la leyenda “VERNON SEMPER VIRET”, y en el reverso ponía “PORTO BELO SEX. SOLUM NAVIBUS ESPUGNATE. NOV. 22-1739”. Pero no fue ésta la única medalla, se hicieron muchas más, de muchos tipos, quizás la más conocida sea la que dice “Tomó Portobelo con sólo seis barcos”.


¿Merecía tanto júbilo la victoria conseguida?. El botín obtenido no merecía el gasto de tanto armamento. Además de la artillería capturada, de dos buques guardacostas y una balandra, sólo obtuvieron unos miles de pesos, puesto que el resto del dinero que había en la plaza había sido puesto a buen recaudo. Este éxito se volvió en contra de los británicos.

Vernon y la mayoría de los comandantes menospreciaron las defensas, el valor y la capacidad española para sobreponerse. Basta como ejemplo, que el general Oglethorpe, comandante de las tropas coloniales en Norteamérica, propuso tomar La Habana con sólo dos batallones. Los españoles, ante la humillante entrega de Portobelo, clamaron venganza contra los británicos.

El Almirantazgo británico y Vernon sabían que en Portobelo se había celebrado la feria en el año de 1738. Como en todas las ferias, desde Perú se enviaban los caudales a Panama con la escolta de la Armada del Mar del Sur, y de allí a Portobelo. Estos caudales, unos doce millones de pesos, no fueron llevados a Portobelo a causa de las tensiones con el gobierno británico y el temor a ser capturados en un ataque. Varios meses después, esos caudales regresarían a Perú. Si realmente éste era el objetivo primordial de los británicos, fracasaron en su objetivo. Incluso Vernon tuvo la tentación de repetir lo que había realizado Henry Morgan, atacar Panamá (20). Las dificultades eran ahora mayores, no existía el efecto sorpresa y cabía la posibilidad de que la plata hubiera sido devuelta a Perú, como así era. No hubo una ocupación posterior de la plaza por la que se obtuviera algún resultado económico, no hubo avance hacia el interior para cortar las comunicaciones españolas con América del sur. El resultado fue la destrucción de tres castillos y captura de material de guerra, nada más.




El almirante Vernon, como político y miembro del Parlamento, jugó sus cartas muy hábilmente. Conocía la debilidad de Portobelo pues los factores de la Compañía del Mar del Sur ya le habían informado y por eso fue a atacar la plaza, sabiendo que era una empresa fácil y de poco riesgo, convirtiendo la captura de esta ciudad, importante sin duda y conocida en todo el mundo, en una gloriosa victoria. Partidario de la guerra y enemigo acérrimo de Robert Walpole, quiso demostrar a la opinión pública que la guerra estaba justificada y que era fácil ganarla, pero no sólo eso, sino que él era el nuevo héroe de la nación, llegando a ser considerado como un nuevo Drake. Su arrogancia le saldría muy cara en Cartagena de Indias.

A finales de diciembre del año de 1739 zarpa la escuadra de Portobelo para regresar a Port Royal, dejando al Diamond de patrulla en la costa de Cartagena de Indias. Durante la travesía, la escuadra sufre las inclemencias del mal tiempo y se dispersa, llegando finalmente a puerto jamaicano sin pérdidas.
Cartagena de Indias. 13-20 de marzo de 1740

Su siguiente objetivo era Cartagena de Indias. Habían llegado a Jamaica varios buques de guerra, entre ellos varios brulotes y bombardas, muy aptos para este tipo de ataque. El almirante británico tenía la necesidad de conocer las defensas con que contaba Cartagena de Indias y en que situación se encontraban.

Antes de zarpar rumbo a Portobelo había ideado una treta. A finales de octubre del año de 1739 envió a su primer teniente Percival en el buque Fraternity con dos caballeros españoles a bordo, factores de la Compañía de Mar del Sur. Debían enviar dos cartas, una al gobernador de la plaza don Pedro Hidalgo y otra a don Blas de Lezo. Este pretexto serviría para introducir al teniente británico en Cartagena de Indias, pero el gobernador prohibió la entrada del buque en el puerto y no se pudo llevar a cabo la operación.

Para la seguridad del comercio dejó en Jamaica, al mando del comodoro Brown, a los buques Hampton Court, Burford, Worcester, Diamond y Torrington. El navío Burford había llegado muy dañado por el anterior temporal y se dieron órdenes para su reparación inmediata con el propósito de unirse a Vernon lo antes posible.

A primeros de marzo del año de 1740 zarpa de Port Royal con seis navíos, dos brulotes, tres bombardas y un paquebote. Cuando el día trece de marzo se presentó a la vista de Cartagena de Indias, envió varios botes para sondear el paso de la escuadra y varios hombres del Greenwich, capitán Charles Windham, desembarcan en la costa para observar las defensas, mientras la escuadra fondea al oeste de la plaza, en Playa Grande.

Cinco días después ordena a las bombardas abrir fuego sobre la ciudad. Con ello pretendía provocar a don Blas de Lezo a un enfrentamiento abierto en el mar haciendo salir a sus cinco navíos (21). Los cañones de las fortalezas no alcanzaban a la escuadra enemiga, mandando Lezo desembarcar algunos cañones de su escuadra para formar baterías con las que alcanzaron a los buques británicos. Después de tres días de bombardeo, durante los cuales 350 bombas cayeron en la ciudad, Vernon se retira (22). Los daños habían sido considerables, destruyendo en parte el colegio de los jesuitas, la catedral y otros edificios.

En opinión del propio Vernon había conseguido su objetivo, que no era otro que el de tantear las defensas de la plaza, considerando también que no tenía una fuerza adecuada para un ataque frontal a Cartagena de Indias. El día veintiuno de marzo tomó rumbo al istmo de Panamá con la mayoría de sus buques, dejando a los navíos Windsor Castle y Greenwich, ambos al mando del capitán Charles Widham, patrullando la costa cercana a Cartagena de Indias.

Estos dos buques debían interceptar, por las noticias que tenía Vernon, la llegada a Cartagena de varios buques de guerra españoles. Sin duda debía tratarse de los navíos de la Armada de Barlovento San Juan Bautista, Bizarra y una goleta, los cuales se encontraban en La Habana cuando a primeros de marzo recibe su comandante don José Antonio de Herrera órdenes de don Blas de Lezo de unirse a su escuadra. Cerca de Portobelo fondeó Vernon para reparar los daños ocasionados en el bombardeo de Cartagena, reponerse de víveres y agua. El arrogante Vernon escribió al almirante Wager y llegó a decirle que hubiera tomado fácilmente Cartagena si hubiera contado con más buques de guerra y tres mil hombres de desembarco.
Castillo de San Lorenzo el Real de Chagre. 22-24 de marzo de 1740

Muy cerca de Portobelo se encontraba en la desembocadura del río Chagre la fortaleza de San Lorenzo. La importancia que tenía para los británicos no era otra que ser base de algún guardacostas y puerto de embarque de tesoros. Para destruir la fortaleza defendida por cuatro cañones y treinta soldados al mando del capitán de infantería don Juan Carlos Gutiérrez Cevallos, la escuadra de Vernon se presentó el día veintidós de marzo con cuatro navíos, Strafford, Norwich, Falmouth y Princess Louisa, tres buques bombarderos, Alderney, Terrible y Cumberland, armados con 8 cañones y al mando de los oficiales Scout, Allen y Thomas Broderick, los brulotes Success y Eleanor, ambos con 10 cañones y mandados por Daniel Hore y Robert Henley, y los transportes Goodly y Pompey (23).

Con este ataque Vernon parecía seguir los pasos del pirata Henry Morgan, que en el año de 1671 destruyó también la fortaleza para seguir el curso del río y llegar a Panamá. El mismo día de la llegada de la escuadra al río Chagra, aparece la fragata Diamond, al mando del capitán Knowles.

A las 15:00 comenzó el bombardeo por parte del Norwich, al mando del capitán Herbert, y las tres bombardas. Al mando del capitán Charles Knowles son enviados varios botes para tomar al abordaje un navío de 70 cañones y trescientos cincuenta hombres que estaba anclado al amparo de las baterías (24). Esa noche, el resto de los buques británicos se unieron al bombardeo.

Ante semejante castigo se rinde el capitán Cevallos el día veinticuatro del mes de marzo, realizando a partir de entonces las mismas acciones que el Portobelo. Destruyeron el castillo, embarcaron parte de la artillería, capturaron las dos balandras guardacostas y seis días después, la escuadra de Vernon se reúne de nuevo en Portobelo.

Al día siguiente, uno del mes de abril, se une a la escuadra el Burford, que había estado reparándose en Jamaica. Cuatro días después ordena a Henry Barnsley que tome el mando de una de las balandras españolas capturadas y zarpe de Portobelo rumbo a Inglaterra, llevando a bordo a Joshua Thomas, contramaestre del Strafford, encargado de entregar pliegos a la corte relatando la captura de la fortaleza de San Lorenzo, continuando con su política de promoción personal, pero esta vez no ocurrió lo mismo que en Portobelo.

Aunque de cara al pueblo británico se mostró la captura de este castillo como otra gran hazaña de Vernon, lo políticos más allegados a él, entre los que se encontraban Newcastle, Pulteney y otros, comenzaron a dudar de su buen criterio. Así se lo hizo saber en una carta el Duque de Newcastle, manifestando la opinión del rey Jorge II que estaba malgastando material y hombres en objetivos poco importantes por su nulo resultado en el desarrollo de la guerra.


Otra medalla donde se muestra a Vernon tras la toma de Chagre y en el reverso los seis barcos en la toma de Portobelo.

Estando la escuadra británica en la costa entre Portobelo y Cartagena, recibe el vicealmirante Vernon noticias de la salida de El Ferrol de dos navíos españoles cargados con tropas, estando además a bordo el nuevo gobernador de Nueva Granada don Sebastián de Eslava, encontrándose en ese momento en San Juan de Puerto Rico (25). Suponiendo Vernon que los dos navíos tenían como destino el puerto de Santa Marta antes de dirigirse a Cartagena de Indias, ordena el día veintiuno de abril al capitán Berkley que asuma el mando de los navíos Windsor Castle, Greenwich y Burford y se dirija a barlovento de Santa Marta para interceptarlos, mientras el resto de la escuadra se dirige a Jamaica para abastecerse.

Como ya es sabido, los navíos españoles consiguen entrar en Cartagena de Indias, burlando la vigilancia británica. Eran los navíos Galicia y San Carlos, a las órdenes de los capitanes de fragata don Juan Jordán y dos Félix Celdrán, salidos de El Ferrol la mañana del día dieciocho de octubre del año de 1739. El día dieciséis de diciembre de ese año entran en San Juan de Puerto Rico para realizar una escala, desembarcando parte de los setecientos soldados que llevaban a bordo, llegando a Cartagena de Indias el día veintiuno de abril del año de 1740.

Su travesía estuvo llena de calamidades, tormentas y enfermedades que causaron la muerte a ciento cincuenta y cuatro hombres, setenta de los cuales se habían dejado en Puerto Rico. El nuevo virrey de Nueva Granada, el teniente general don Sebastián de Eslava, recibió su nombramiento por Real orden del día dos de septiembre del año de 1739. Junto a don Blas de Lezo se convertiría en uno de los personajes claves de la guerra de las Indias.
Cartagena de Indias. 3 de mayo de 1740

Casi dos meses después del primer ataque a Cartagena de Indias, la escuadra británica, reforzada en buques y hombres, regresa para realizar un nuevo intento. En esta ocasión contaba Vernon con trece buques de guerra y una bombarda.

Apostando sus navíos en lugares estratégicos, el general Lezo consigue de nuevo ahuyentar a los británicos con su fuego. Si las intenciones de Vernon en estos dos ataques a Cartagena de Indias no eran las de asestar un duro golpe a los españoles, lo único que consiguió fue ponerlos sobre aviso.

Llegada de refuerzos

Los temores y recelos de Vernon respecto a que España enviara refuerzos a las Indias parecieron confirmarse cuando a (finales de mayo) recibe una carta del embajador británico en Lisboa, Lord Tyrawley, fechada el día veintiuno de abril del año de 1740, informándole de la salida de Cádiz de nueve navíos y tres fragatas al mando del teniente general Pintado, creyendo que su destino era el Caribe.

Pocos días después, recibe otra carta del Duque de Newcastle, fechada el día dieciocho de abril, donde le confirma no sólo la salida de la escuadra española de Cádiz el día diecinueve de marzo, sino que también había zarpado otra escuadra de El Ferrol. Le dice en esa carta que debe defender Jamaica y que una escuadra de diez navíos al mando de Nicholas Haddock zarparía del Mediterráneo en cuanto se confirmase que el destino de la escuadra española era el Caribe. También le informa de los preparativos realizados hasta el momento para el envío de una fuerte escuadra y ejército de ocho mil hombres al mando del general Lord Cathcart, estando previsto que llegase como muy tarde en el mes de septiembre.

Con grandes esfuerzos se había alistado una escuadra en Cádiz, zarpando en marzo del año de 1740 al mando del teniente general don Manuel López Pintado. Estaba compuesta por los navíos San Antonio, San Luis, Fuerte, Andalucía, Real Familia, Nueva España, Asia y San Isidro, las fragatas Galga y Griega y los paquebotes Júpiter y Marte. Su salida se hizo coincidir con otra al mando de Torres desde El Ferrol para despistar a los británicos. Ambas escuadras entraron en la base gallega a finales de marzo.

En el departamento ferrolano se realizan preparativos para embarcar tropas y poner en estado operativo todas las unidades, siendo asignado el teniente general don Rodrigo de Torres comandante de esta escuadra, mientras el general Pintado regresa a Cádiz para hacerse cargo del departamento como su nuevo capitán general.

Las escuadras británicas habían fracasado de nuevo, una vez más, en interceptar los movimientos de buques españoles, primero en Cádiz donde a la escuadra de Haddock se le pasó desapercibida la salida de Pintado, al igual que a varios buques de la escuadra de Norris, que se encontraban en aguas gallegas.

En el mes de abril del año de 1740 tuvieron los británicos el primer éxito en capturar un navío de línea de la Real Armada. Mientras se realizaban los aprestos necesarios para la salida de la escuadra de Torres, algunas unidades realizaban salidas para patrullar la costa, proteger el tráfico y adiestrar a las tripulaciones. En una de estas salidas, los navíos de 70 cañones Princesa y Príncipe se encontraban dando caza a una fragata enemiga (26).

El Princesa, al mando del capitán de fragata don Pablo Agustín de Aguirre, quedó en solitario al haber roto parte de la arboladura. Cuando se encontraba a la altura del cabo Prior (Ortegal), a unas treinta leguas del cabo Finisterre, fue avistado por los navíos británicos Oxford, Kent y Lennox, los tres armados con 70 cañones. Los tres buques británicos consiguen rendir al comandante Aguirre, no sin antes haber combatido durante varias horas, haber perdido muchos hombres y no tener posibilidad alguna de escapar al haber sido desarbolado.

Los británicos estaban ahora decididos a destruir de una vez por todas a la escuadra española. Para ello hicieron zarpar una escuadra de más de veinte navíos al mando del almirante Norris para destruir a la escuadra de Torres en El Ferrol, tomarían después las islas Canarias, cortando de una vez por todas las comunicaciones atlánticas.

Otra escuadra al mando de Chaloner Ogle debía zarpar rumbo al Caribe con las tropas de Cathcart, que unidas después a la de Norris pondrían sitio a La Habana. Una tercera escuadra, la de Anson, entraría en el Pacífico y ocuparía Panamá (27). Estos planes pondrían en el mar unos 50 navíos y cientos de buques de transporte. El peligro era inmenso y significaría, de tener éxito, el fin de la América española.

El día once de julio del año de 1740 se ordena a la escuadra de Torres zarpar de El Ferrol, realizando la salida de puerto el día treinta y uno de ese mes con tanto sigilo, que los británicos no tienen noticias de ello hasta el día veintisiete de agosto. La escuadra española estaba compuesta por once navíos, San Felipe, Santa Ana, Reina, Príncipe, Nueva España, San Luis, San Antonio, Fuerte, Andalucía, Real Familia y Castilla, además de los buques menores Pingüe, Isabela y Hermoso, y dos mil doscientos soldados. La escuadra tomó rumbo a Veracruz, embarcaron caudales y llegaron con ellos a La Habana a primeros del mes de septiembre. Poco después puso Torres rumbo a San Juan de Puerto Rico para dejar pertrechos y caudales y después a Cartagena de Indias para abastecer a la escuadra de don Blas de Lezo.

La salida de la escuadra española de El Ferrol cambió todos los planes británicos. El convoy de tropas destinado al Caribe y que, en un principio, llevaría la escolta de sólo seis navíos, se incrementó considerablemente. El día seis de noviembre zarpa de Portsmouth la escuadra puesta al mando del contralmirante Chaloner Ogle, compuesta esta vez por más de veinte navíos, numerosas fragatas y buques menores y casi doscientos buques de transporte. El día once de noviembre sufre esta escuadra las inclemencias de un temporal, obligando al navío Buckingham a regresar a Spithead, mientras el Superb y el Prince of Orange tienen que entrar en Lisboa escoltados por el navío Cumberland.

Habíamos dejado a la escuadra de Vernon de vuelta en Jamaica después de su segundo ataque a Cartagena de Indias. Durante los siguientes meses los buques británicos estuvieron dedicados a proteger su tráfico y acosar a los buques españoles. Un nuevo aviso se recibe en Jamaica sobre la salida de Cádiz del nuevo virrey de Nueva España en dos buques holandeses y un aviso español.

Zarpan a mediados del mes junio de Port Royal el Worcester y el Falmouth para interceptarlo, consiguiendo capturar al buque español, pero no a los dos holandeses que consiguen escapar, estando embarcado en uno de ellos el virrey. También a mediados de junio zarpan de Port Royal los navíos Burford, Hampton Court, Windson Castle, Strafford, Greenwich, el brulote Success y un transporte, con la misión de interceptar en la costa de Tierra Firme la escuadra española que suponía había zarpado ya de El Ferrol.

Dejó de patrullar en estas aguas al Hampton Court hasta primeros del mes de julio, habiendo regresado Vernon a Jamaica el primero de julio. La primera semana de julio zarpa de Port Royal el Greenwich para llevar a Inglaterra al comodoro Brown. Escoltando un convoy de pertrechos entran en Port Royal el día quince de septiembre los navíos Defiance y Tilbury. Sin noticias sobre la llegada de los ansiados refuerzos, Vernon vuelve a zarpar el día quince de octubre con el Burford, Hampton Court, Windsor Castle, Princess Louisa, Worcester, Defiance y Tilbury, la bombarda Alderney y los brulotes Success y Eleanor, para cruzar la costa de la isla de Santo Domingo.

Pocos días después se entera que la escuadra al mando de Rodrigo de Torres había entrado en San Juan de Puerto Rico sobre el día veinte de septiembre y había zarpado rumbo a Cartagena de Indias en los primeros días de octubre. A pesar de que ya no podía interceptarla continuó su crucero por aquellas aguas, encontrándose a finales de octubre con ocho mercantes escoltados por la goleta Wolf, convoy que llegaba de las colonias norteamericanas con tropas al mando del coronel Gooch. Dejando de crucero en esas aguas al navío Windsor, regresa Vernon a Jamaica con el convoy. En la travesía a Port Royal captura al bergantín español Tilbury.

A finales de diciembre del año de 1740 llega la escuadra de Chaloner Ogle a la isla Dominica. Allí fallece por enfermedad el general Lord Cathcart, sensible pérdida que tendría graves consecuencias para las operaciones futuras al ser sustituido por el brigadier general Thomas Wentworth. En la primera semana de enero del año de 1741 la escuadra británica llega a San Cristóbal, punto de encuentro en caso de separación, zarpando rumbo a Jamaica al día siguiente, ocho de enero.

Edward Vernon se hace cargo de toda la escuadra, izando su insignia en el navío Princess Carolina, llevándose al capitán Watson, pasando a mandar el Burford el capitán Thomas Griffith (28). Al vicealmirante británico no sólo le preocupaba la presencia de la escuadra de Torres de Cartagena de Indias, sino la escuadra francesa que al mando del marqués D’Antín se encontraba en Port Louis.

Vernon no podía permitir que las dos escuadras se reunieran, formando un conjunto de cuarenta navíos, por lo que se propuso averiguar las razones de la presencia francesa en el Caribe. Mientras esto ocurría la escuadra española sufre cerca de Puerto Rico una tormenta que hace naufragar al navío Andalucía, mientras que el Fuerte tiene que entrar en La Habana, permaneciendo por un tiempo en el arsenal para ser reparado.

El día veintiuno de enero se celebra un consejo de guerra donde se decide que la escuadra zarpe al completo para averiguar los movimientos e intenciones de los franceses. Después de reparar los daños de la travesía del Atlántico la escuadra se divide en tres divisiones, quedando lista para finales de enero.

La primera división, al mando de Ogle, zarpa el primero de febrero con diez navíos, dos fragatas y cuatro menores, seguidos dos días más tarde por la división del vicealmirante Lestock con nueve navíos, una fragata y cuatro menores. Otros dos días después sale la tercera al mando de Vernon con once navíos, tres fragatas y ocho menores.

Los vientos contrarios obligan a fondear a la escuadra, recibiendo el navío Augusta daños de consideración por lo que tiene que entrar en Port Royal por orden de Vernon. A los pocos días regresa la goleta Wolf, al mando de William Danbridge, donde en Port Louis había descubierto a la escuadra francesa. Los británicos deciden poner ese rumbo. A finales de febrero sólo descubren anclados buques mercantes franceses. El gobernador francés les comunica que la escuadra francesa había zarpado rumbo a Europa. Vernon vio la oportunidad que había estado esperando, y ordena dos días después de su llegada a Port Louis poner rumbo a Cartagena de Indias, después de obtener permiso de los franceses para abastecerse de víveres y agua.

Para comprender la actitud francesa, es necesario conocer las razones del envío de esas escuadras y su retirada. Tras la caída de Portobelo la situación respecto a la neutralidad francesa cambia, no podía permitir que España perdiera esta guerra. En el mayor de los secretos zarpa una escuadra de Brest el día dos de septiembre del año de 1740, compuesta por dieciocho navíos al mando del teniente general Antoine-Francois d’Antín y otra había salido ya el día veinticinco de agosto desde Tolón con doce navíos al mando de Rochalart (29).

El punto de reunión se fijó en Santo Domingo, quedando en el Caribe veinte navíos, pues seis debían regresar a Brest y cuatro a Tolón (30). La escuadra de d’Antín llegó a la isla Martinica en el mes de octubre del año de 1740 desembarcando tropas y pertrechos, tras lo cual se dirige a Port Louis, en la isla de Santo Domingo. En el mes de diciembre se unen las dos escuadras francesas. En enero de 1741 zarpan las escuadras rumbo a Francia.

Los planes aliados eran los siguientes: la escuadra de Torres debía atacar a Vernon en igualdad o inferioridad del británico. Con la llegada de las escuadras francesas, eran ellos, Torres, D’Antín, Lezo, quien debían tomar las decisiones más adecuadas a cada momento, pero en resumen, debían derrotar a Vernon y atacar Jamaica antes de que llegaran las escuadras de refuerzo británicas.

En diciembre del año de 1740, reunidas las escuadras de Torres y Lezo en Cartagena de Indias, se reciben órdenes desde Fointanebleau, donde el embajador español en París le comunica a Torres que las escuadras española y francesa deben colaborar en derrotar a Vernon (31). El virrey Eslava convoca una Junta en el Cabildo de Cartagena los días doce y trece de diciembre a la que asisten Torres y Lezo. Se determinó reunirse en Santa Marta para decidir allí cual serían las futuras operaciones contra la escuadra británica, que se mantiene en aguas de Jamaica.

La llegada a Jamaica de la escuadra de Chaloner Ogle cambia la situación. La escuadra francesa había recibido órdenes de Paris de regresar a Europa. Francia no iba a exponer el sacrificio de tantos años en una batalla, pero el problema que tenía era justificar esa retirada ante la corte española. Para ello propone nuevos planes encaminados a distraer tropas y navíos británicos de las Indias, atacando Escocia, Mahón y la escuadra de Haddock en el Mediterráneo.

A los consejeros de Felipe V no les convence estas propuestas. Si se atacaba a Escocia, Holanda y Austria entrarían en conflicto, y para atacar a Mahón y a la escuadra de Haddock bastarían las escuadras que se estaban armando en Europa (32), por lo que no había necesidad de retirar buques del Caribe. La orden se retirar las escuadras francesas era del día siete de octubre, por supuesto sin el conocimiento del gobierno español, y antes de partir la escuadra de Ogle, aunque los franceses ya sabían que se iba a producir.

España vuelve a encontrarse sola. La escuadra de Lezo regresa a Cartagena de Indias, a la que se incorpora el navío San Felipe, de la escuadra de Torres, mientras que éste zarpa rumbo a La Habana, a cuyo puerto llega el día veintiséis de enero del año de 1741 escoltando a los galeones, temiendo que La Habana fuese atacada por Vernon.

Los franceses dejan siete navíos en el Caribe al mando del jefe de escuadra conde de Roquefueil. Era la oportunidad que Vernon estaba esperando. Lejos de Cartagena de Indias las escuadras de Torres y d’Antín, los británicos podían apoderarse de esta plaza, fundamental para sus aspiraciones. No voy a relatar ahora la ya conocida gesta de la defensa española de Cartagena de Indias, de la que existen muchos artículos


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Roy
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Mensaje por Roy »

Por favor, vuelvo a repetir a los nuevos (que además hay unas reglas muy bonitas que hay que leer), que cuando se publique información ajena, se ponga la fuente, en este caso Todo a Babor: Todo a Babor - La Guerra de la Oreja de Jenkins. Combates en el Caribe, a no ser que seas Santiago Gómez.

Por cierto, que tampoco hace falta que os extendais tanto en este hilo xD


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BLASITO DE LEZO
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Mensaje por BLASITO DE LEZO »

Roy escribió:Por favor, vuelvo a repetir a los nuevos (que además hay unas reglas muy bonitas que hay que leer), que cuando se publique información ajena, se ponga la fuente, en este caso Todo a Babor: Todo a Babor - La Guerra de la Oreja de Jenkins. Combates en el Caribe, a no ser que seas Santiago Gómez.

Por cierto, que tampoco hace falta que os extendais tanto en este hilo xD

Mil perdones, a la hora de copiar y pegar creía que lo había hecho hasta el nombre del autor de todo lo expuesto. He de confesar que soy incapaz de escribir todo y lo bien que lo hace el autor original. Desde luego mi amor propio me prohibe apropiarme de algo de lo que no soy autor. No volverá a ocurrir. Y efectivamente, el texto era super extenso, se ha lucido Santiago Gómez con los datos que aporta.


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Mensaje por diego9393 »

yo tengo dos favoritas, el sitio de allesia y la batalla entre romanos y cartagineses en el puerto de cartago donde gano roma


veni, vidi, vici; (fui, vi, venci)
imperio romano

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