Zp quiere meter a la GC en Afganistan
- Ouroboros
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En labores de adistramiento de la Policía Nacional afgana, están desde carabineros italianos, policías ingleses de diversas oragnizaciones, como policías alemanes tanto federales como de las Ländespolizei, practicamente se pueden encontrar funcionarios de la seguridad europeos y de América del Norte en estas funciones.
ronecho, se te nota mucho resquemor o envidia, además de muchísimo desconocimiento, ¿te han denunciado alguna vez los compañeros por infracción a la Ley 1/92 o al Reglamento de Tráfico?, bueno ,ya pasó ,ya pasó, cura,cura, cura rana si no se cura hoy se curará mañana.............en fin.-
ronecho, se te nota mucho resquemor o envidia, además de muchísimo desconocimiento, ¿te han denunciado alguna vez los compañeros por infracción a la Ley 1/92 o al Reglamento de Tráfico?, bueno ,ya pasó ,ya pasó, cura,cura, cura rana si no se cura hoy se curará mañana.............en fin.-
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La Guardia Civil lleva dos meses sin poder empezar su misión en Afganistán
El Gobierno ha retrasado la orden hasta febrero. Los agentes han perdido la oportunidad de formar a los policías afganos en la zona controlada por España
CRUZ MORCILLO | MADRID
MIKEL AYESTARAN Guardias civiles, de servicio en Herat en una imagen de archivo
Treinta y cuatro guardias civiles, oficiales y suboficiales, cabos y guardias tienen la mochila preparada desde noviembre para viajar a Afganistán en un operativo diseñado para formar policías, pero aún no saben cuándo viajarán al país para el que fueron seleccionados, según confirmaron a ABC fuentes del Ministerio del Interior.
La misión, cuyo primer anuncio sin perfilar salió de boca del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, el pasado marzo, tiene como fin entrenar Cuerpos policiales que garanticen la estabilidad en los territorios arrebatados a los talibanes y se encuadra en un objetivo europeo de gendarmería en el que estaba previsto que participaran varios países como Francia, Italia Portugal, Holanda y Rumanía.
La previsión era que el contingente de guardias civiles estuviera desplegado antes de finales de año, pero a este paso los agentes tendrán que buscar a los alumnos en otros territorios, dado que por el tiempo transcurrido se ha perdido la oportunidad de llevar a cabo la formación policial en la zona de Qala-i-Naw, donde está asentada la mayor base militar española, según las fuentes consultadas.
En la Dirección General de la Guardia Civil existe malestar porque el envío de estos agentes se vendiera como «prioritario» y después de varios meses no hayan recibido ninguna explicación sobre el retraso. El responsable del grupo se desplazó en su momento a Afganistán para diseñar el contingente, aunque hasta la fecha no se han podido cumplir los compromisos verbales adquiridos.
Ya en agosto comenzó el proceso de selección de agentes de todas las escalas y el entonces director adjunto operativo del Instituto Armado, el teniente general José Manuel García Varela, se trasladó a la capital afgana para preparar la misión. Desde entonces ha habido tiempo para que Varela pase a la reserva sin que los miembros del contingente se hayan movido de sus destinos en España.
18 agentes en el país
La ministra de Defensa, Carme Chacón, adelantó el pasado día 18 en el Congreso que pretendía incluir a esos agentes formadores de policías en la misma autorización parlamentaria que el Gobierno pedirá en febrero y que incluye 511 soldados. «Es una misión policial no militar, así que no se entiende que tenga que ir amparada por el mismo paraguas, cuando esa posibilidad nunca se ha barajado», señalan las fuentes consultadas. De hecho, en la actualidad hay 18 agentes destinados allí, en funciones de policía militar y aduanera, básicamente, en teoría sin ningún beneplácito del Congreso.
http://www.abc.es/20100106/nacional-nac ... 00106.html
El Gobierno ha retrasado la orden hasta febrero. Los agentes han perdido la oportunidad de formar a los policías afganos en la zona controlada por España
CRUZ MORCILLO | MADRID
MIKEL AYESTARAN Guardias civiles, de servicio en Herat en una imagen de archivo
Treinta y cuatro guardias civiles, oficiales y suboficiales, cabos y guardias tienen la mochila preparada desde noviembre para viajar a Afganistán en un operativo diseñado para formar policías, pero aún no saben cuándo viajarán al país para el que fueron seleccionados, según confirmaron a ABC fuentes del Ministerio del Interior.
La misión, cuyo primer anuncio sin perfilar salió de boca del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, el pasado marzo, tiene como fin entrenar Cuerpos policiales que garanticen la estabilidad en los territorios arrebatados a los talibanes y se encuadra en un objetivo europeo de gendarmería en el que estaba previsto que participaran varios países como Francia, Italia Portugal, Holanda y Rumanía.
La previsión era que el contingente de guardias civiles estuviera desplegado antes de finales de año, pero a este paso los agentes tendrán que buscar a los alumnos en otros territorios, dado que por el tiempo transcurrido se ha perdido la oportunidad de llevar a cabo la formación policial en la zona de Qala-i-Naw, donde está asentada la mayor base militar española, según las fuentes consultadas.
En la Dirección General de la Guardia Civil existe malestar porque el envío de estos agentes se vendiera como «prioritario» y después de varios meses no hayan recibido ninguna explicación sobre el retraso. El responsable del grupo se desplazó en su momento a Afganistán para diseñar el contingente, aunque hasta la fecha no se han podido cumplir los compromisos verbales adquiridos.
Ya en agosto comenzó el proceso de selección de agentes de todas las escalas y el entonces director adjunto operativo del Instituto Armado, el teniente general José Manuel García Varela, se trasladó a la capital afgana para preparar la misión. Desde entonces ha habido tiempo para que Varela pase a la reserva sin que los miembros del contingente se hayan movido de sus destinos en España.
18 agentes en el país
La ministra de Defensa, Carme Chacón, adelantó el pasado día 18 en el Congreso que pretendía incluir a esos agentes formadores de policías en la misma autorización parlamentaria que el Gobierno pedirá en febrero y que incluye 511 soldados. «Es una misión policial no militar, así que no se entiende que tenga que ir amparada por el mismo paraguas, cuando esa posibilidad nunca se ha barajado», señalan las fuentes consultadas. De hecho, en la actualidad hay 18 agentes destinados allí, en funciones de policía militar y aduanera, básicamente, en teoría sin ningún beneplácito del Congreso.
http://www.abc.es/20100106/nacional-nac ... 00106.html
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- General de Brigada
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Una historia de guerra.
En septiembre de 2010 el escritor y académico Pérez Reverte publicó en el semanario XLSemanal un artículo dedicado a la Guardia Civil que tenía destacados en Afganistán a algunos de sus miembros. Cinco de ellos escribieron una página emotiva, que el escritor relata en su artículo "Una historia de guerra" y que, ante mi sorpresa, es bastante desconocido . Aquí remito el brillante y emotivo artículo por si, como merece, no es conocido por los usuarios del Foro.
Una historia de guerra
XLSemanal - 13/9/2010
Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece moral, no debe creerse. Y alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas en la vida, la moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la protagonizan, y de quienes la cuentan. Ésta de hoy es una historia de guerra, y quiero contársela a ustedes tal como algunos amigos míos me han pedido que lo haga. La moralidad la aportan ellos. Yo me limito a ponerle letras, puntos y comas.
Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a sargento, perdidos en el pudridero del mundo, formando a la policía afgana. Cinco guardias de veintidós llegados hace cinco meses y medio, desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo, en una guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace cuatro días. Los cinco de Mazar Sharif, como el resto, eran gente acuchillada, porque lo da el oficio. Sabían desde el principio que a la Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno. Y menos en Afganistán. Si lo que iban a hacer allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros habrían ido en vez de ellos. Aun así, lo hicieron lo mejor que podían. Que era mucho. Atrincherados en una base con americanos, franceses, holandeses y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes de territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin romanticismo imperial ninguno. Sólo frío, calor, insolaciones, sueño, enfermedades, soledad. Peligro. Los únicos cinco españoles de la base, de la provincia y de todo el norte de Afganistán.
Ellos y sus compañeros habían llegado a la misión tarde y mal, aunque ésa es otra historia. Que la cuenten quienes deben contarla. Aun así, con la resignada disciplina casi suicida que caracteriza al guardia civil, se pusieron al tajo. Como era de esperar, no encontraron la mesa puesta. Quien estuvo por esos mundos con militares norteamericanos, holandeses y franceses, sabe de qué van las cosas. Sobre todo con los norteamericanos, que tienen a Dios sentado en el hombro como los piratas llevan el loro. Para hacerse un hueco entre sus aliados, distantes y despectivos al principio, no hubo otra que la vieja receta de Picolandia: aprender rápido, trabajar más que nadie, no quejarse nunca y ser voluntarios para todo. Y por supuesto, tragar mierda hasta reventar. Y así, a base de orgullo y de constancia, poco a poco, los cinco hombres perdidos en Mazar Sharif se hicieron respetar.
Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao. De la pérdida de dos guardias civiles de aquellos veintidós que llegaron hace medio año, y de su intérprete. Y pensaron que el mejor homenaje que podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea en la base fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta. Eso no se hace allí nunca, aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses sufrieron numerosas bajas, y también caen holandeses y polacos. Así que el jefe de los guardias civiles, el comandante Rafael, fue a pedir permiso al jefe norteamericano. Accedió éste, aunque extrañado por la petición. Saliendo del despacho, el guardia civil se encontró con el jefe del contingente francés, quien dijo que a él y a sus hombres les parecía bien lo de la bandera. En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James, que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles, y con el que más de una vez hubo broncas. Preguntó James si los muertos de Qualinao eran guardias civiles como ellos, y luego se fue sin más comentarios.
A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida, los cinco guardias se dirigieron a donde estaba la bandera. Formaron en silencio, solos en la explanada, cinco españoles en el cul* del mundo: Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña, apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin decir palabra formaron junto a ellos. Luego llegaron el mayor James, el teniente Williams y veinte marines norteamericanos. Y también los polacos y los holandeses. Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la empresa de seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de presencia. Todos se cuadraron en silencio alrededor de los cinco españoles, que para ese momento apretaban los dientes, firmes y con un nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la bandera. Una historia de guerra nunca es moral, como dije antes. Si lo parece, no debemos creerla. Pero a veces resulta cierta. Entonces alienta la virtud y mejora a los hombres. Por eso la he contado hoy.
Saludos
Una historia de guerra
XLSemanal - 13/9/2010
Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece moral, no debe creerse. Y alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas en la vida, la moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la protagonizan, y de quienes la cuentan. Ésta de hoy es una historia de guerra, y quiero contársela a ustedes tal como algunos amigos míos me han pedido que lo haga. La moralidad la aportan ellos. Yo me limito a ponerle letras, puntos y comas.
Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a sargento, perdidos en el pudridero del mundo, formando a la policía afgana. Cinco guardias de veintidós llegados hace cinco meses y medio, desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo, en una guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace cuatro días. Los cinco de Mazar Sharif, como el resto, eran gente acuchillada, porque lo da el oficio. Sabían desde el principio que a la Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno. Y menos en Afganistán. Si lo que iban a hacer allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros habrían ido en vez de ellos. Aun así, lo hicieron lo mejor que podían. Que era mucho. Atrincherados en una base con americanos, franceses, holandeses y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes de territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin romanticismo imperial ninguno. Sólo frío, calor, insolaciones, sueño, enfermedades, soledad. Peligro. Los únicos cinco españoles de la base, de la provincia y de todo el norte de Afganistán.
Ellos y sus compañeros habían llegado a la misión tarde y mal, aunque ésa es otra historia. Que la cuenten quienes deben contarla. Aun así, con la resignada disciplina casi suicida que caracteriza al guardia civil, se pusieron al tajo. Como era de esperar, no encontraron la mesa puesta. Quien estuvo por esos mundos con militares norteamericanos, holandeses y franceses, sabe de qué van las cosas. Sobre todo con los norteamericanos, que tienen a Dios sentado en el hombro como los piratas llevan el loro. Para hacerse un hueco entre sus aliados, distantes y despectivos al principio, no hubo otra que la vieja receta de Picolandia: aprender rápido, trabajar más que nadie, no quejarse nunca y ser voluntarios para todo. Y por supuesto, tragar mierda hasta reventar. Y así, a base de orgullo y de constancia, poco a poco, los cinco hombres perdidos en Mazar Sharif se hicieron respetar.
Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao. De la pérdida de dos guardias civiles de aquellos veintidós que llegaron hace medio año, y de su intérprete. Y pensaron que el mejor homenaje que podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea en la base fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta. Eso no se hace allí nunca, aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses sufrieron numerosas bajas, y también caen holandeses y polacos. Así que el jefe de los guardias civiles, el comandante Rafael, fue a pedir permiso al jefe norteamericano. Accedió éste, aunque extrañado por la petición. Saliendo del despacho, el guardia civil se encontró con el jefe del contingente francés, quien dijo que a él y a sus hombres les parecía bien lo de la bandera. En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James, que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles, y con el que más de una vez hubo broncas. Preguntó James si los muertos de Qualinao eran guardias civiles como ellos, y luego se fue sin más comentarios.
A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida, los cinco guardias se dirigieron a donde estaba la bandera. Formaron en silencio, solos en la explanada, cinco españoles en el cul* del mundo: Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña, apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin decir palabra formaron junto a ellos. Luego llegaron el mayor James, el teniente Williams y veinte marines norteamericanos. Y también los polacos y los holandeses. Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la empresa de seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de presencia. Todos se cuadraron en silencio alrededor de los cinco españoles, que para ese momento apretaban los dientes, firmes y con un nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la bandera. Una historia de guerra nunca es moral, como dije antes. Si lo parece, no debemos creerla. Pero a veces resulta cierta. Entonces alienta la virtud y mejora a los hombres. Por eso la he contado hoy.
Saludos
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