El riesgo no es inminente, pero el Gobierno colombiano no puede descartar la eventualidad de una agresión en el mediano plazo, cuando Venezuela reciba el equipo militar que contrató con Rusia por un monto de US$5.000 millones. Esta es una de las conclusiones del Ministerio de Defensa en un informe remitido al Congreso de la República, en el cual deja ver que, de llegarse a una situación extrema por la aguda confrontación verbal con el gobierno del presidente Hugo Chávez, el país tendría varios puntos vulnerables pues carece de sólidos sistemas de defensa antiaérea.
A mediados de noviembre de 2009, en medio de las amenazas guerreristas del presidente Chávez, la plenaria de la Cámara aprobó una proposición citando a los ministros de Defensa, Comercio Exterior y Relaciones Exteriores a una sesión reservada para evaluar el tema. Dicha convocatoria debió realizarse el 1° de diciembre, pero a petición del Gobierno fue aplazada. Sin embargo, de los ministerios llegaron al Congreso las respuestas a los cuestionarios y en ellas queda claro que el panorama actual de distensión en las relaciones binacionales es preferible a las conclusiones de entonces.
El Espectador conoció los documentos enviados desde las tres carteras para satisfacer las inquietudes del Congreso y aunque se abstiene de revelar algunos de sus contenidos, atendiendo un comentario del ministro de Defensa, Gabriel Silva Luján, en el sentido de preservar la información “por sus implicaciones en la seguridad y defensa nacional”, afirma que hay algunas regiones del país donde es preciso reforzar las condiciones militares para evitar sorpresas y que las unidades operativas mayores del Ejército, aunque limitadas, tienen capacidad de generar disuasión creíble.
En esencia, el ministro Silva le responde al Congreso que constituye “una preocupación estratégica para la seguridad y la defensa de Colombia” la masiva compra de armas por parte de Venezuela, sobre todo por sus capacidades ofensivas y “muy poco defensivas”. Además, porque en su sentir, no sólo “la llamada revolución bolivariana contraría al sistema democrático colombiano”, sino porque desde marzo de 2006 el presidente Hugo Chávez sostiene “una postura bélica y agresiva contra la soberanía y la paz nacional”. Dicha posición crece cuando Chávez atraviesa por una compleja situación interna.
Respecto a la apreciación que se tiene sobre la verdadera potencia y capacidad de las Fuerzas Armadas de Venezuela para agredir a Colombia, el Ministerio de Defensa cree que hoy están en capacidad de conducir una operación ofensiva blindada para conquistar territorio, otra defensiva a lo largo de la frontera, e incluso de promover operaciones de contraguerrilla. De igual modo, podrían promover operaciones aerotransportadas, navales de guerra de superficie o submarina, fluviales con tropas de infantería o realizar acciones de combate aéreo y de defensa en este mismo escenario de confrontación.
Por supuesto, el país también cuenta con una capacidad disuasiva en su Ejército, Armada y Fuerza Aérea, cuyos detalles este diario se abstiene de publicar. Sin embargo, y es lo más importante del informe, a la pregunta de qué tan vulnerable es hoy la península de La Guajira, que en criterio de los expertos sería la zona de un eventual ataque, la respuesta del Ministerio de Defensa no es muy halagüeña. En pocas palabras, el ministro Silva Luján admite que lamentablemente las unidades de cobertura ubicadas actualmente en esa región “son muy limitadas en su capacidad antitanque”.
El informe expresa que la conformación topográfica de La Guajira y las características de su escasa vegetación ofrece amplias opciones de aproximación tanto para tropas como para unidades mecanizadas del vecino país. La única manera de hacerles frente sería con unidades propias de la misma naturaleza, y allí está la debilidad. Una desventaja a la que, según el Ministerio de Defensa, se agrega la de saber por inteligencia estratégica que, en caso de una agresión externa, el despliegue principal de fuerzas sería precisamente hacia la península de La Guajira.
Esta realidad no es nueva. Tal como lo revela un informe publicado por El Espectador en febrero de 2008, titulado “Jugando a la guerra”, desde los inicios de los años 90 forma parte de los teatros de guerra imaginarios que en el vecino país se han diseñado para preparar a sus fuerzas militares. En 1991, por ejemplo, el juego era que el entonces coronel Hugo Chávez, comandante del Batallón de Paracaidistas, recibía la orden de batalla de tomarse por asalto la base militar del Grupo de Caballería Rondón, del Ejército colombiano, en La Guajira, porque supuestamente Venezuela y Colombia estaban en guerra.
Hoy, en un escenario muy distinto y con unas relaciones entre las dos naciones muy afectadas desde hace varios años, la conclusión no puede ser otra que la que aporta el informe del Ministerio de Defensa: “La necesidad de capacidad antitanque propia en la región es una necesidad estratégica urgente y sentida”. Es decir, el punto de mayor vulnerabilidad en la actualidad en caso de una confrontación armada con Venezuela es La Guajira y hacia allá deben apuntar los esfuerzos por erradicar la amenaza.
Pero hay otros escenarios igualmente preocupantes. ¿Qué sucedería en el caso de un eventual ataque aéreo o bloqueo naval a puertos comerciales? La respuesta del Ministerio de Defensa es contundente: actualmente los puertos del Caribe “serían altamente vulnerables”. Y esta circunstancia obedece, según el informe, a que las unidades mayores de la Armada hoy están en proceso de modernización y sólo se dispone de patrulleras de mar y costa. El único puerto con amplia capacidad de disuasión en los actuales momentos es la ciudad de Cartagena.
En contraste, en Barranquilla, Santa Marta, Coveñas, Turbo o Puerto Bolívar, aunque existen unidades de reacción inmediata y estaciones de guardacostas, no hay capacidades contundentes de defensa antiaérea y, por consiguiente, de enfrentar una amenaza externa. Que no es una situación muy distinta a la del Litoral Pacífico. Es cierto que son puntos más distantes a la frontera con Venezuela, pero en términos claros, los puertos de Buenaventura y Tumaco, por las mismas razones, serían igualmente vulnerables. Tampoco se cuenta con defensa antiaérea.