Las cosas por su nombre
La ex ministra de Defensa, Azucena Berrutti, se manifestó en contra de tener tras las rejas a veteranos militares y policías acusados de haber violado los derechos humanos durante la lucha contra la sedición. Le respondieron con pedradas. Desde la propia izquierda se le cuestionó, se le recriminó su postura pública y se le recordó que quienes han detenido, torturado y desaparecido personas no merecen trato privilegiado alguno. Deben pagar por lo que hicieron.
No sé quién tiene la razón. Ni siquiera sé si alguno de ellos la tiene. Quizá eso sea incluso lo que menos deba importarnos a estas alturas del partido.
Lo que cuesta entender es que la izquierda uruguaya, que no admite el olvido ni el perdón para los que de un lado cometieron excesos que sólo merecen la condena más absoluta, sea la misma que idolatra y entroniza a quienes en la otra vereda también violaron las normas, pusieron en riesgo las instituciones y segaron vidas.
¿Hasta cuándo la izquierda uruguaya va a seguir observando las cosas con esta dualidad?
Matar está mal. Es un delito. ¿Importa si el que mata es de izquierda, de derecha, de Nacional o de Peñarol? Detener o secuestrar a una persona porque piensa diferente es reprobable. ¿Interesa acaso lo que el detenido piense? Violar los derechos humanos merece la mayor condena. ¿Acaso hay humanos cuyos derechos valen más que los del resto?
Pero la izquierda uruguaya razona diferente. Si el dictador es Juan María Bordaberry, merece ser juzgado, procesado y detenido. Y toda su descendencia debe cargar con su cruz. Si el dictador es Fidel Castro, la falta de elecciones persigue un fin superior y más alto, que es la defensa de la Revolución. La falta de libertades se explica en la persecución del Imperio. Los presos políticos no merecen solidaridad alguna.
Si alguien quiere hablar de la dictadura de Cuba, es un mandadero de EE.UU. Un fascista. Pero de la dictadura uruguaya, que a Dios gracias ya terminó hace rato, se puede seguir hablando hasta el fin de los días. Incluso hay dirigentes de izquierda, abogados y fiscales que sólo parecen poder ocuparse de ese tema. Y la izquierda los aplaude.
Venezuela apoya a la guerrilla de las FARC. Y la izquierda uruguaya calla. Pero si EE.UU. apoya a una contra- revolución, la misma izquierda uruguaya pone el grito en el cielo.
¿Y respecto de ETA? ¿Acaso puede uno olvidarse de Tabaré Vázquez, Danilo Astori y Líber Seregni manifestando personalmente su solidaridad con los etarras internados en el Hospital Filtro que resistían su extradición a España? ¿Acaso no concuerda eso con las recientes (y vergonzosas) declaraciones del ministro Luis Rosadilla, que sostuvo que "ETA muchas veces comete actos terroristas, pero obviamente no siempre". ¿Cuándo ETA no hace terrorismo, señor ministro?
¿Por qué, me pregunto, le cuesta tanto a la izquierda uruguaya condenar lo que ya a ninguna izquierda del mundo le cuesta repudiar?
¿Por qué se insiste en defender lo que ya nadie defiende? ¿Por qué hay tanto temor a llamar a las cosas por su nombre?
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El País Digital