La medicina en las guerras napoleonicas
-
- Sargento Primero
- Mensajes: 489
- Registrado: 13 Jul 2006, 00:15
La medicina en las guerras napoleonicas
En ese aspecto las guerra napoleónicas suponieron un relativo avance:
Coñac, magulladuras y bravuconería
Cómo operaban los cirujanos en las guerras napoleónicas
El estampido de los cañones y el traqueteo de la artillería ahogaban los gritos de los heridos. El hedor de la carne quemada se mezclaba con el olor acre de la pólvora mientras el cirujano comenzaba a cortar tranquilamente el fémur del capitán.
En la batalla de Borodino, en 1812, el barón Dominique Jean Larrey amputó más de 200 extremidades en 24 horas. A fin de aliviar el espantoso dolor de sus pacientes, Larrey les daba un trago de coñac y un trozo de tela para morder. A continuación empleaba la técnica de los «tres cortes», colocaba una tira de piel sobre la herida y suturaba. Todas las heridas se desinfectaban con un preparado a base de malvavisco y se vendaban con compresas de vino.
La operación duraba sólo unos minutos, a menos que el cirujano tuviera que escarbar en la herida para extraer astillas de hueso o fragmentos de bala. Los médicos prusianos y rusos no eran tan meticulosos; se limitaban a serrar el hueso y estirar la piel para cubrir la herida, que, como consecuencia de ello, rara vez cicatrizaba adecuadamente.
Las reacciones a una amputación eran imprevisibles. Algunos heridos morían de conmoción, muchos se desmayaban y otros mostraban un aguante extraordinario: algunos marineros regresaban a la batalla inmediatamente después de que les cubrieran el muñón con brea. Durante la Guerra de la Independencia española, a un oficial al servicio del duque de Wellington le fue amputado un brazo sin que llegase siquiera a pestañear; cuando hubo concluido la operación, el oficial exclamó: “¡Devuélvame ese brazo! Tiene un anillo que me regaló mi mujer”.
Un destino más terrible que la muerte
Pese a la presencia de cirujanos, la eutanasia era bastante frecuente. Todos los soldados sabían lo que les esperaba cuando caían en manos del cirujano, y por eso muchos pedían a sus compañeros que pusieran fin a sus sufrimientos. Los cirujanos castrenses eran habitualmente los menos aventajados de la profesión porque su trabajo resultaba peligroso y estaba mal pagado.
El duque de Wellington, comandante de las tropas británicas contra Napoleón, tardó en reconocer la labor de sus cirujanos en los hospitales de campaña y se negó a permitir el uso de ambulancias. Los heridos eran retirados en camilla por los músicos del regimiento o abandonados a su suerte hasta que terminase la batalla. Transportados en pesados carromatos, los heridos sentían el crujir de sus huesos rotos con cada bache del terreno.
Entretanto, el ejército de Napoleón utilizaba ligeras ambulancias tiradas por caballos y atendidas por equipos médicos. Estas ambulancias, diseñadas por Larrey, tenían colchones de pelo de caballo que se deslizaban sobre unas guías. Las paredes del carro estaban parcialmente acolchadas y tenían unos bolsillos para contener medicinas. Si las circunstancias lo permitían, se colocaba el colchón en el suelo y se realizaba la operación sobre la marcha.
Los soldados de las guerras napoleónicas fueron más afortunados que sus antecesores. Hasta entonces el soldado raso había sido prescindible. Cuando caía herido, era abandonado a merced de los habitantes del lugar. Al terminar el combate, los saqueadores recorrían el campo de batalla y degollaban sin el menor escrúpulo a los soldados heridos para arrebatarles lo que llevaban en los bolsillos.
Por 1ª vez se ocupaba del soldado en el campo de batalla gracias a la aparición de las ambulancias voladoras.Dibujo de las mismas
Coñac, magulladuras y bravuconería
Cómo operaban los cirujanos en las guerras napoleónicas
El estampido de los cañones y el traqueteo de la artillería ahogaban los gritos de los heridos. El hedor de la carne quemada se mezclaba con el olor acre de la pólvora mientras el cirujano comenzaba a cortar tranquilamente el fémur del capitán.
En la batalla de Borodino, en 1812, el barón Dominique Jean Larrey amputó más de 200 extremidades en 24 horas. A fin de aliviar el espantoso dolor de sus pacientes, Larrey les daba un trago de coñac y un trozo de tela para morder. A continuación empleaba la técnica de los «tres cortes», colocaba una tira de piel sobre la herida y suturaba. Todas las heridas se desinfectaban con un preparado a base de malvavisco y se vendaban con compresas de vino.
La operación duraba sólo unos minutos, a menos que el cirujano tuviera que escarbar en la herida para extraer astillas de hueso o fragmentos de bala. Los médicos prusianos y rusos no eran tan meticulosos; se limitaban a serrar el hueso y estirar la piel para cubrir la herida, que, como consecuencia de ello, rara vez cicatrizaba adecuadamente.
Las reacciones a una amputación eran imprevisibles. Algunos heridos morían de conmoción, muchos se desmayaban y otros mostraban un aguante extraordinario: algunos marineros regresaban a la batalla inmediatamente después de que les cubrieran el muñón con brea. Durante la Guerra de la Independencia española, a un oficial al servicio del duque de Wellington le fue amputado un brazo sin que llegase siquiera a pestañear; cuando hubo concluido la operación, el oficial exclamó: “¡Devuélvame ese brazo! Tiene un anillo que me regaló mi mujer”.
Un destino más terrible que la muerte
Pese a la presencia de cirujanos, la eutanasia era bastante frecuente. Todos los soldados sabían lo que les esperaba cuando caían en manos del cirujano, y por eso muchos pedían a sus compañeros que pusieran fin a sus sufrimientos. Los cirujanos castrenses eran habitualmente los menos aventajados de la profesión porque su trabajo resultaba peligroso y estaba mal pagado.
El duque de Wellington, comandante de las tropas británicas contra Napoleón, tardó en reconocer la labor de sus cirujanos en los hospitales de campaña y se negó a permitir el uso de ambulancias. Los heridos eran retirados en camilla por los músicos del regimiento o abandonados a su suerte hasta que terminase la batalla. Transportados en pesados carromatos, los heridos sentían el crujir de sus huesos rotos con cada bache del terreno.
Entretanto, el ejército de Napoleón utilizaba ligeras ambulancias tiradas por caballos y atendidas por equipos médicos. Estas ambulancias, diseñadas por Larrey, tenían colchones de pelo de caballo que se deslizaban sobre unas guías. Las paredes del carro estaban parcialmente acolchadas y tenían unos bolsillos para contener medicinas. Si las circunstancias lo permitían, se colocaba el colchón en el suelo y se realizaba la operación sobre la marcha.
Los soldados de las guerras napoleónicas fueron más afortunados que sus antecesores. Hasta entonces el soldado raso había sido prescindible. Cuando caía herido, era abandonado a merced de los habitantes del lugar. Al terminar el combate, los saqueadores recorrían el campo de batalla y degollaban sin el menor escrúpulo a los soldados heridos para arrebatarles lo que llevaban en los bolsillos.
Por 1ª vez se ocupaba del soldado en el campo de batalla gracias a la aparición de las ambulancias voladoras.Dibujo de las mismas
-
- Sargento Primero
- Mensajes: 489
- Registrado: 13 Jul 2006, 00:15
Aunque las condiciones no dejaban de ser infrahumanas al menos el herido no se quedaba tendido en el campo de batalla con un disparo en el vientre,por ejemplo,y dependiente de lo que tardaba en terminar la batalla y del resultado de la misma.
Antes se hablaba de la figura de el barón Dominique Jean Larrey.Se le puede considerar como el padre de la medicina militar moderna y su labor en el frente fue reconocido tanto por los suyos(fue amigo del mismo Napoleón y a su muerte le dejo una parte de su fortuna en el testamento)como por sus enemigos(despues de Waterloo tanto Blucher como Wellington le quisieron conocer).Aquí dejo una biografía del mismo,es un poco ladrillo asi que la abrevié un poco,centrándome en su carrera militar y en su legado médico.
Dominique Jean Larrey nació en Beaudéan, cerca de Bagnères de Bigorre (Hautes Pyrenées) el 8 de julio de 1766. Su padre era zapatero. Su abuelo fue barbero-cirujano en Tarbes y su tío Alexis fue cirujano en Toulouse.Al finalizar sus estudios escribió una tesis sobre la cirugía de las caries óseas La carie des os, recibiendo la “médaille de vermeil aux armes” de la ciudad de Toulouse. Ese mismo año ingresó en la logia masónica de los “Écossais fidèles”.
Larrey tuvo una corta experiencia profesional como cirujano naval en la fragata La Vigilante, en las costas de Terranova. La misión era proteger la flota pesquera francesa, pero Larrey no llegó a acostumbrarse a la vida en el mar y después de seis meses renunció al cargo y a la marina. No obstante, le sirvió para tomar contacto con la higiene, el escorbuto, el mal de mar y otros temas relacionados. Cuando regresó de la expedición fue felicitado por su trabajo y por sus dotes de organización, altruismo, puntualidad y disciplina.
Para subsistir daba cursos de anatomía y obstetricia en la École pratique. Durante la Revolución francesa Larrey se mantuvo muy activo y participó en las manifestaciones populares. Ejerció entonces como cirujano jefe del distrito de Saint André des Arts. Una vez se calmaron los acontecimientos pasó al Hôtel des Invalides, convirtiéndose en cirujano asistente de Raphael Sabatier, otro destacado cirujano.
A los veintiocho años ya gozaba de mucha fama. En 1794 presentó su programa de ambulancias móviles que fue adoptado por el consejo de sanidad. La autoridad y el dinamismo del joven general Bonaparte le sedujeron. En 1795 regresó a la nueva escuela de Val de Grâce bajo la dirección de Costa. Enseñó anatomía y medicina operatoria.
Entre los años 1796 y 1797 Larrey participó en la campaña de Italia. Su servicio de ambulancias tuvo un gran éxito. Entre 1798 y 1801 estuvo en la campaña de Egipto junto con Desgenettes. En El cairo fundó una escuela de cirugía y allí se interesó también por la elefantiasis, la disentería, el tracoma, la peste, la lepra, etc. Logró que los soldados heridos fueran embarcados los primeros. Su prestigio fue en aumento y Bonaparte lo nombró, a su regreso, cirujano jefe de la Garde des Consuls y del Hospital de la Garde.
Con la reorganización de los estudios médicos, Larrey tuvo que defender su tesis de doctorado en 1803 sobre el tema de las amputaciones. Un año más tarde fue promovido a officier de la Légion d'Honneur y también a Inspector general del servicio de sanidad.
Después de la batalla de Trafalgar estuvo en las campañas de Austria y Rusia. Regresó a París en 1807 a su puesto de cirujano jefe del Hospital de la Garde. Al año siguiente partió como cirujano jefe de la Armada Murât hacia España; llegó el 8 de marzo de 1808. A pesar de que Napoleón tuvo que marchar por los problemas que estaban teniendo en Viena, Larrey permaneció en España haciendo frente a miles de personas infectadas por el tifus, centenares de heridos, etc. Después de la “horrible et inexpiable guerre d'espagne”, harto de las faltas de comportamiento y abusos cometidos por militares en ausencia de Napoleón, regresó a París el 4 de abril de 1809. Tras un breve periodo de tiempo marchó como cirujano jefe a la segunda campaña contra Austria. Allí el emperador lo nombró Baron y le concedió una renta anual de 5.000 francos. Entre 1810 y 1812 retomó sus actividades en París, en el Hospital de la Garde, y comenzó a escribir sus memorias.
Finalmente todavía tuvo que partir como cirujano jefe de la Grand Armée a la que, sin duda, sería la más dura de las campañas: la de Rusia. Como médico jefe iba también Desgenettes. Juntos organizaron en Alemania los hospitales de evacuación. Reunió en Berlín a todos sus cirujanos, les dio instrucciones y los repartió en seis divisiones de ambulancias volantes.
Tras la derrota de Waterloo fue hecho prisionero por los prusianos y condenado a morir fusilado. Gracias a la intervención de un médico alemán que le reconoció por haber asistido a sus lecciones y del propio Blucher ya que Jean Lerry había salvado la vida de su hijo en una campaña anterior en Austria donde había sido hecho prisionero y se encontraba herido.También se dice que durante esta batalla el Duque de Wellington quedó sorprendido por la visión de una ambulancia francesa en proximidad directa con la vanguardia del ejército británico. Cuando el general fue informado que el cirujano que atendía a los heridos en la ambulancia era Larrey en persona, el duque de Wellington, conocedor de su fama, se quitó el bicornio y le saludó con esta expresión, “yo saludo el honor y la lealtad de tal doctor”. Acto seguido, ordenó redirigir la línea de fuego para salvaguardar al cirujano y su ambulancia
Después de Waterloo, Larrey estuvo en Bruselas en la inspección de hospitales y heridos. Regresó a Paris el 15 de septiembre de 1815 siendo acogido por su familia cuando la capital estaba ocupada por los coalicionistas victoriosos. Con la segunda Restauración perdió sus puestos, títulos y rentas, pero evitó la cárcel. No obstante, en reconocimiento de sus servicios a los soldados de todos los países, recuperó su pensión en 1818, tras 28 años de servicios, 40 batallas y 200 combates. Más tarde, en 1831, el ministro de la guerra lo nombró inspector y cirujano jefe en el Hôtel des Invalides.
En 1838 se jubiló a la edad de 72 años. Terminada su carrera continuó redactando sus memorias en 5 volúmenes. El 14 de diciembre de 1840 se dejó ver en el acto de regreso de las cenizas de Napoleón, el hombre que le hizo entrar en la historia. En 1842 solicitó un permiso para visitar junto con su hijo los hospitales de Argelia. El 5 de julio de 1842 regresó a Francia muy fatigado. A su llegada a Toulon se le declaró una neumonía. Contra la opinión de su familia quiso regresar a París, ya que su esposa se encontraba muy grave. El 24 de julio llegó a Lyon en una situación desesperada y fallecía al día siguiente, tres días después de que lo hiciera su esposa en París. No se permitió que se le enterrara en los Invalides, tal como era su deseo, y su funeral se efectuó en el cementerio Pére Lachaise. El 15 de diciembre de 1992 la Sociedad Francesa de Historia de la Medicina hizo efectivo el deseo de Larrey y sus restos fueron trasladados a los Invalides. Su corazón y sus vísceras están en la Iglesia Val-de-Grâce, actual museo militar.
Escribió unas Mémoires de chirurgie militaire en cuatro volúmenes que se editaron entre 1812 y 1817. De 1821 es la obra Recueil de mémoires de chirurgie y, entre 1829 y 1836 publicó Clinique chirurgicale, resumen de casi cuarenta años de ejercicio de la cirugía militar. De su estancia en Egipto redactó una memoria sobre los problemas oftálmicos endémicos de la zona. También escribió alguna cosa sobre la fiebre amarilla (1822), el cólera (1831) y otros textos menores relativos a la cirugía urológica y a la clínica médica.
El uso de mosquetes y artillería producía heridas y lesiones complicadas. Larrey era partidario de amputar las extremidades muy dañadas, pero, a ser posible, en las cuartro horas siguientes y no en los diez o veinte días después, que era lo habitual. La amputación temprana resultaba más sencilla, menos dolorosa, se perdía menos sangre y se infectaba menos. Utilizó el procedimiento de Le Dran, que consistía en efectuar la amputación realizando un cono de base externa y vértice interno, con el área de corte a tres niveles (piel, músculo y hueso). Redujo así la mortalidad que entonces era muy alta. En las heridas de la cabeza recomendaba la realización de trepanaciones si los fragmentos óseos iban más allá de la tabla interna o habían lesionado la duramadre.
En el terreno de la cirugía vascular hizo observaciones interesantes: describió la patogenia de los aneurismas luéticos y los mecanismos de hemostasia espontaneos en las lesiones arteriales. Observó que en la sección completa de un vaso, la hemostasia sucedía rápidamente por la retracción de los muñones y no por la formación de coágulos, cuando la sección era parcial. Notó la formación de circulación colateral en la rodilla en la oclusión o ligadura de la poplítea. Describió también las fístulas arteriovenosas post-traumáticas.
Fue muy hábil en la desarticulación del hombro, operación que en esa época se consideraba muy peligrosa. Es la que se conoce como "amputación de Larrey", método de desarticulación del hombro por una incisión que se extiende desde el acromion a lo largo del brazo en una longitud de 10 centímetros y desde ese punto alrededor del brazo hasta el centro de la axila.
Larrey contribuyó de forma extraordinaria a la organización de la cirugía militar. Ya hemos dicho que, desde el principio, en la campaña del Rhin, en 1792, comprendió la necesidad de mejorar el transporte de los heridos, problema que resolvió creando su ambulancia móvil. Consistía en un coche ligero de dos o cuatro ruedas con un tiro de dos caballos cuya movilidad y manejo fácil permitía utilizarlas en el mismo campo de combate. La primera “ambulance volante” se compuso de doce vehículos al que se adscribió un servicio de quince cirujanos. Esto ayudó a mejorar las tasas de éxito de la cirugía de guerra. Las intervenciones podían realizarse en el campo de batalla y no en hospitales en malas condiciones con enfermos hacinados.
Percy, por su lado, había creado un cuerpo de auxiliares sanitarios encargado de recoger a los heridos y prodigarles los primeros auxilios. Larrey se ganó el respeto de todo el mundo por su extraordinario valor, por su humanismo, por el desvelo hacia los enfermos de su ejército y de los ejércitos enemigos. Los soldados le llegaron a valorar tanto como al propio Napoleón. Era el salvador de sus vidas. También intervino en temas de abastecimiento de víveres y de material sanitario, e impuso medidas higiénicas.
Sus méritos le fueron reconocidos en vida. Napoleón, que murió veintiún años antes que él en su destierro en Santa Elena, le legó cien mil francos y en su testamento decía que era el hombre más virtuoso que había conocido. En 1806 presidió la Société de médecine de Paris, la institución más vieja de la que fue miembro desde su fundación en 1796. Fue miembro de la Academia de Medicina desde 1820. En varias ocasiones se le bloqueó el ingreso en la de Ciencias, que por fin logró en 1829 sustituyendo a Pelletan.
Como ya dije antes además dejo un legado en forma de literatura,procemientos y descripciones médicas de suma importancia.Espero que os sea interesante el tema...y que ya no haya sido tocado!!
Imagen de la batalla de Borodino en donde se aprecia en el medio una carreta transportando heridos
http://img287.enlaceno.us/img287/3210 ... 002gn6.jpg
Antes se hablaba de la figura de el barón Dominique Jean Larrey.Se le puede considerar como el padre de la medicina militar moderna y su labor en el frente fue reconocido tanto por los suyos(fue amigo del mismo Napoleón y a su muerte le dejo una parte de su fortuna en el testamento)como por sus enemigos(despues de Waterloo tanto Blucher como Wellington le quisieron conocer).Aquí dejo una biografía del mismo,es un poco ladrillo asi que la abrevié un poco,centrándome en su carrera militar y en su legado médico.
Dominique Jean Larrey nació en Beaudéan, cerca de Bagnères de Bigorre (Hautes Pyrenées) el 8 de julio de 1766. Su padre era zapatero. Su abuelo fue barbero-cirujano en Tarbes y su tío Alexis fue cirujano en Toulouse.Al finalizar sus estudios escribió una tesis sobre la cirugía de las caries óseas La carie des os, recibiendo la “médaille de vermeil aux armes” de la ciudad de Toulouse. Ese mismo año ingresó en la logia masónica de los “Écossais fidèles”.
Larrey tuvo una corta experiencia profesional como cirujano naval en la fragata La Vigilante, en las costas de Terranova. La misión era proteger la flota pesquera francesa, pero Larrey no llegó a acostumbrarse a la vida en el mar y después de seis meses renunció al cargo y a la marina. No obstante, le sirvió para tomar contacto con la higiene, el escorbuto, el mal de mar y otros temas relacionados. Cuando regresó de la expedición fue felicitado por su trabajo y por sus dotes de organización, altruismo, puntualidad y disciplina.
Para subsistir daba cursos de anatomía y obstetricia en la École pratique. Durante la Revolución francesa Larrey se mantuvo muy activo y participó en las manifestaciones populares. Ejerció entonces como cirujano jefe del distrito de Saint André des Arts. Una vez se calmaron los acontecimientos pasó al Hôtel des Invalides, convirtiéndose en cirujano asistente de Raphael Sabatier, otro destacado cirujano.
A los veintiocho años ya gozaba de mucha fama. En 1794 presentó su programa de ambulancias móviles que fue adoptado por el consejo de sanidad. La autoridad y el dinamismo del joven general Bonaparte le sedujeron. En 1795 regresó a la nueva escuela de Val de Grâce bajo la dirección de Costa. Enseñó anatomía y medicina operatoria.
Entre los años 1796 y 1797 Larrey participó en la campaña de Italia. Su servicio de ambulancias tuvo un gran éxito. Entre 1798 y 1801 estuvo en la campaña de Egipto junto con Desgenettes. En El cairo fundó una escuela de cirugía y allí se interesó también por la elefantiasis, la disentería, el tracoma, la peste, la lepra, etc. Logró que los soldados heridos fueran embarcados los primeros. Su prestigio fue en aumento y Bonaparte lo nombró, a su regreso, cirujano jefe de la Garde des Consuls y del Hospital de la Garde.
Con la reorganización de los estudios médicos, Larrey tuvo que defender su tesis de doctorado en 1803 sobre el tema de las amputaciones. Un año más tarde fue promovido a officier de la Légion d'Honneur y también a Inspector general del servicio de sanidad.
Después de la batalla de Trafalgar estuvo en las campañas de Austria y Rusia. Regresó a París en 1807 a su puesto de cirujano jefe del Hospital de la Garde. Al año siguiente partió como cirujano jefe de la Armada Murât hacia España; llegó el 8 de marzo de 1808. A pesar de que Napoleón tuvo que marchar por los problemas que estaban teniendo en Viena, Larrey permaneció en España haciendo frente a miles de personas infectadas por el tifus, centenares de heridos, etc. Después de la “horrible et inexpiable guerre d'espagne”, harto de las faltas de comportamiento y abusos cometidos por militares en ausencia de Napoleón, regresó a París el 4 de abril de 1809. Tras un breve periodo de tiempo marchó como cirujano jefe a la segunda campaña contra Austria. Allí el emperador lo nombró Baron y le concedió una renta anual de 5.000 francos. Entre 1810 y 1812 retomó sus actividades en París, en el Hospital de la Garde, y comenzó a escribir sus memorias.
Finalmente todavía tuvo que partir como cirujano jefe de la Grand Armée a la que, sin duda, sería la más dura de las campañas: la de Rusia. Como médico jefe iba también Desgenettes. Juntos organizaron en Alemania los hospitales de evacuación. Reunió en Berlín a todos sus cirujanos, les dio instrucciones y los repartió en seis divisiones de ambulancias volantes.
Tras la derrota de Waterloo fue hecho prisionero por los prusianos y condenado a morir fusilado. Gracias a la intervención de un médico alemán que le reconoció por haber asistido a sus lecciones y del propio Blucher ya que Jean Lerry había salvado la vida de su hijo en una campaña anterior en Austria donde había sido hecho prisionero y se encontraba herido.También se dice que durante esta batalla el Duque de Wellington quedó sorprendido por la visión de una ambulancia francesa en proximidad directa con la vanguardia del ejército británico. Cuando el general fue informado que el cirujano que atendía a los heridos en la ambulancia era Larrey en persona, el duque de Wellington, conocedor de su fama, se quitó el bicornio y le saludó con esta expresión, “yo saludo el honor y la lealtad de tal doctor”. Acto seguido, ordenó redirigir la línea de fuego para salvaguardar al cirujano y su ambulancia
Después de Waterloo, Larrey estuvo en Bruselas en la inspección de hospitales y heridos. Regresó a Paris el 15 de septiembre de 1815 siendo acogido por su familia cuando la capital estaba ocupada por los coalicionistas victoriosos. Con la segunda Restauración perdió sus puestos, títulos y rentas, pero evitó la cárcel. No obstante, en reconocimiento de sus servicios a los soldados de todos los países, recuperó su pensión en 1818, tras 28 años de servicios, 40 batallas y 200 combates. Más tarde, en 1831, el ministro de la guerra lo nombró inspector y cirujano jefe en el Hôtel des Invalides.
En 1838 se jubiló a la edad de 72 años. Terminada su carrera continuó redactando sus memorias en 5 volúmenes. El 14 de diciembre de 1840 se dejó ver en el acto de regreso de las cenizas de Napoleón, el hombre que le hizo entrar en la historia. En 1842 solicitó un permiso para visitar junto con su hijo los hospitales de Argelia. El 5 de julio de 1842 regresó a Francia muy fatigado. A su llegada a Toulon se le declaró una neumonía. Contra la opinión de su familia quiso regresar a París, ya que su esposa se encontraba muy grave. El 24 de julio llegó a Lyon en una situación desesperada y fallecía al día siguiente, tres días después de que lo hiciera su esposa en París. No se permitió que se le enterrara en los Invalides, tal como era su deseo, y su funeral se efectuó en el cementerio Pére Lachaise. El 15 de diciembre de 1992 la Sociedad Francesa de Historia de la Medicina hizo efectivo el deseo de Larrey y sus restos fueron trasladados a los Invalides. Su corazón y sus vísceras están en la Iglesia Val-de-Grâce, actual museo militar.
Escribió unas Mémoires de chirurgie militaire en cuatro volúmenes que se editaron entre 1812 y 1817. De 1821 es la obra Recueil de mémoires de chirurgie y, entre 1829 y 1836 publicó Clinique chirurgicale, resumen de casi cuarenta años de ejercicio de la cirugía militar. De su estancia en Egipto redactó una memoria sobre los problemas oftálmicos endémicos de la zona. También escribió alguna cosa sobre la fiebre amarilla (1822), el cólera (1831) y otros textos menores relativos a la cirugía urológica y a la clínica médica.
El uso de mosquetes y artillería producía heridas y lesiones complicadas. Larrey era partidario de amputar las extremidades muy dañadas, pero, a ser posible, en las cuartro horas siguientes y no en los diez o veinte días después, que era lo habitual. La amputación temprana resultaba más sencilla, menos dolorosa, se perdía menos sangre y se infectaba menos. Utilizó el procedimiento de Le Dran, que consistía en efectuar la amputación realizando un cono de base externa y vértice interno, con el área de corte a tres niveles (piel, músculo y hueso). Redujo así la mortalidad que entonces era muy alta. En las heridas de la cabeza recomendaba la realización de trepanaciones si los fragmentos óseos iban más allá de la tabla interna o habían lesionado la duramadre.
En el terreno de la cirugía vascular hizo observaciones interesantes: describió la patogenia de los aneurismas luéticos y los mecanismos de hemostasia espontaneos en las lesiones arteriales. Observó que en la sección completa de un vaso, la hemostasia sucedía rápidamente por la retracción de los muñones y no por la formación de coágulos, cuando la sección era parcial. Notó la formación de circulación colateral en la rodilla en la oclusión o ligadura de la poplítea. Describió también las fístulas arteriovenosas post-traumáticas.
Fue muy hábil en la desarticulación del hombro, operación que en esa época se consideraba muy peligrosa. Es la que se conoce como "amputación de Larrey", método de desarticulación del hombro por una incisión que se extiende desde el acromion a lo largo del brazo en una longitud de 10 centímetros y desde ese punto alrededor del brazo hasta el centro de la axila.
Larrey contribuyó de forma extraordinaria a la organización de la cirugía militar. Ya hemos dicho que, desde el principio, en la campaña del Rhin, en 1792, comprendió la necesidad de mejorar el transporte de los heridos, problema que resolvió creando su ambulancia móvil. Consistía en un coche ligero de dos o cuatro ruedas con un tiro de dos caballos cuya movilidad y manejo fácil permitía utilizarlas en el mismo campo de combate. La primera “ambulance volante” se compuso de doce vehículos al que se adscribió un servicio de quince cirujanos. Esto ayudó a mejorar las tasas de éxito de la cirugía de guerra. Las intervenciones podían realizarse en el campo de batalla y no en hospitales en malas condiciones con enfermos hacinados.
Percy, por su lado, había creado un cuerpo de auxiliares sanitarios encargado de recoger a los heridos y prodigarles los primeros auxilios. Larrey se ganó el respeto de todo el mundo por su extraordinario valor, por su humanismo, por el desvelo hacia los enfermos de su ejército y de los ejércitos enemigos. Los soldados le llegaron a valorar tanto como al propio Napoleón. Era el salvador de sus vidas. También intervino en temas de abastecimiento de víveres y de material sanitario, e impuso medidas higiénicas.
Sus méritos le fueron reconocidos en vida. Napoleón, que murió veintiún años antes que él en su destierro en Santa Elena, le legó cien mil francos y en su testamento decía que era el hombre más virtuoso que había conocido. En 1806 presidió la Société de médecine de Paris, la institución más vieja de la que fue miembro desde su fundación en 1796. Fue miembro de la Academia de Medicina desde 1820. En varias ocasiones se le bloqueó el ingreso en la de Ciencias, que por fin logró en 1829 sustituyendo a Pelletan.
Como ya dije antes además dejo un legado en forma de literatura,procemientos y descripciones médicas de suma importancia.Espero que os sea interesante el tema...y que ya no haya sido tocado!!
Imagen de la batalla de Borodino en donde se aprecia en el medio una carreta transportando heridos
http://img287.enlaceno.us/img287/3210 ... 002gn6.jpg
- Loïc
- General de División
- Mensajes: 7137
- Registrado: 13 Mar 2003, 02:45
- Ubicación: Riom AUVERGNE Bourbonnais FRANCE
Cirujanos habia pocos en el Ejército Napoleonico :
alcanzaban un efectivo impresionante de 489 en 1801 teniendo en cuenta que habia 400 000 soldados
de todas maneras las enfermedades causaban mucho mas fallecimientos entre los soldados que las balas de los campos de batalla
muy privilegiada la Guardia Imperial desde 1806 habia recibido el apoyo de 500 Enfermeros Militares dentro de 5 companias de Obreros Militares de Administracion, 3 años después el resto del Ejército a su vez puede contar con 10 Companias de Enfermeros Militares.
alcanzaban un efectivo impresionante de 489 en 1801 teniendo en cuenta que habia 400 000 soldados
de todas maneras las enfermedades causaban mucho mas fallecimientos entre los soldados que las balas de los campos de batalla
muy privilegiada la Guardia Imperial desde 1806 habia recibido el apoyo de 500 Enfermeros Militares dentro de 5 companias de Obreros Militares de Administracion, 3 años después el resto del Ejército a su vez puede contar con 10 Companias de Enfermeros Militares.
"A Moi Auvergne"
Ohé Partisanos Obreros y Campesinos es la alarma - Esta noche el enemigo conocerà el precio de la sangre y de las lagrimas
Ohé Partisanos Obreros y Campesinos es la alarma - Esta noche el enemigo conocerà el precio de la sangre y de las lagrimas
- Von Staufenberg
- Cabo
- Mensajes: 142
- Registrado: 26 Ago 2009, 12:52
- Ubicación: Alava
-
- Suboficial Primero
- Mensajes: 674
- Registrado: 27 Sep 2009, 20:05
Dada la muy limitada cantidad de tropas griegas que acompañaron a alejandro hasta la india y que se enfrentaron a ejercitos mucho mas grandes decenas de veces, probablemente sufriendo heridas multiples en cada batalla y en climas muy adversos y muchos de los cuales sobrevivieron. Me imagino que la calidad de los medicos al servicio de alejandro debio ser muy superior a la de los medicos napoleonicos, que aparentemente eran pesimos herbolarios, ni siquiera haciendo uso extenso del opio ara el dolor, el aloe, romero, etc para prevenir las heridas infectadas y promover la cicatrizacion y decenas de hierbas que los griegos usaron para la disenteria, que mato a miles en las guerras napoleonicas y hasta la pgm.
- Xent Anset
- Subteniente
- Mensajes: 802
- Registrado: 03 Mar 2010, 02:12
- Ubicación: Cuba
No siempre pudo el Ejército Napoleónico contar con el mejor auxilio de médicos. Durante la Capaña de Egipto, cuando Napoleón intentó salir del cerco británico incursionando en el desierto del Sinaí y de ahí al Medio Oriente (parte del Imperio Otomano entonces), se desató una mortal epidemia de peste bubónica que diezmó sus tropas. Esta epidemia le hizo mucho más daño a los franceses que las armas turcas. Hubo un momento en que casi se desmoralizaron los franceses y cada vez que un compañero caía enfermo, los demás se negaban a auxiliarlo. Por ello, el propio General Bonaparte, para dar el ejemplo, cargó a un soldado francés enfermo terminal sin mostrar temor a contagiarse y lo acostó en su propio lecho. Luego de eso les dijo a todos los soldados: "Ya han visto que yo no he temido al contagio y he auxiliado a un camarada enfermo. De ahora en adelante, el que se niegue a auxiliar a un camarada, lo hago fusilar".
Además, como faltaban caballos con que transportar a los enfermos, Napoleón hizo requisar los de todos los oficiales y para dar el ejemplo, entregó también el suyo propio para esta tarea. También donó su tienda de campaña para curar a los enfermos y él dormía al raso como todos los doldados.
Era por estos gestos que los soldados franceses idolatraban a Napoleón.
Además, como faltaban caballos con que transportar a los enfermos, Napoleón hizo requisar los de todos los oficiales y para dar el ejemplo, entregó también el suyo propio para esta tarea. También donó su tienda de campaña para curar a los enfermos y él dormía al raso como todos los doldados.
Era por estos gestos que los soldados franceses idolatraban a Napoleón.
- Loïc
- General de División
- Mensajes: 7137
- Registrado: 13 Mar 2003, 02:45
- Ubicación: Riom AUVERGNE Bourbonnais FRANCE
el "wurst" la intervencion rapida de la epoca
Para mejorar la movilidad del Servicio de Sanidad, habia sido introducido en 1799 el "wurst" aparentemente copiado sobre un modelo que existia para la Artilleria Bavara, sur arcòn contenia material sanitario y farmacia y podia transportar hasta 10 hombres a horcajadas directamente sobre el campo de batalla
fue utilizado de manera anecdotica porque monopolizaba 4 caballos y que se preferia reservarlos al Tren de Artilleria considerado como mucho mas util, aqui es un modelo mas pequeño con sòlo 2 caballos
fue utilizado de manera anecdotica porque monopolizaba 4 caballos y que se preferia reservarlos al Tren de Artilleria considerado como mucho mas util, aqui es un modelo mas pequeño con sòlo 2 caballos
"A Moi Auvergne"
Ohé Partisanos Obreros y Campesinos es la alarma - Esta noche el enemigo conocerà el precio de la sangre y de las lagrimas
Ohé Partisanos Obreros y Campesinos es la alarma - Esta noche el enemigo conocerà el precio de la sangre y de las lagrimas
- Xent Anset
- Subteniente
- Mensajes: 802
- Registrado: 03 Mar 2010, 02:12
- Ubicación: Cuba
Otra campaña en que no creo que los franceses hayan contado con muy buena asistencia médica fue la Campaña de Haití cuando el general Leclerc desembarcó con sus tropas para intentar vencer la insurrección de Louverture. Si bien en un inicio tuvo éxitos militares y logró derrotar en combate a los generales haitianos Dessalines y Cristhope e incluso capturar con vida al propio general Louverture y enviarlo a Francia, no tardó en hacer mella en los franceses la mortal epidemia de fiebre amarilla que los hizo sucumbir a millares y pronto hasta el propio general Leclerc terminó sucumbiendo a ella, lo que al final facilitó la victoria de Dessalines. Me imagino que durante esa campaña la suerte de los franceses enfemos debe haber sido atroz y que el que se enfermara en la selva, ¿qué posibilidades de auxilio tendría allí? Para los que quedaran con vida era avanzar o morir ellos también y el que sintiese fiebre... ya podía irse despidiendo allí mismo de la vida.
- Xent Anset
- Subteniente
- Mensajes: 802
- Registrado: 03 Mar 2010, 02:12
- Ubicación: Cuba
rio-campo escribió:Uno de los motivos del alto numero de bajas en las campañas napoleonicas fue la deficiente atención a los heridos, un pago aberrante a quienes dieron su vida por la patria.
Amigo, no puedes generalizar al decir las cosas. Precisamente en este subforo "Medicina en las Guerras Napoleónicas" se está resaltando (lee los mensajes de más arriba) que en comparación con los demás ejércitos de la época el francés era el que mejor atención médica daba a sus heridos. En comparación con eso, la asistencia que ingleses o rusos daban a los suyos era prácticamente nula, en su caso si podría aplicarse lo que dices. Los casos que yo mencioné sobre mala atención de los franceses fueron especiales: cuando la expedición a Egipto los franceses no tenía aún apenas experiencia combativa, era una de las primeras campañas aparte de haber ocurrido todo en un país desértico y no habia a donde mandar a los heridos o enfermos, aparte de que el ejército francés tenía muy pocos recursos y no habían aún organizado la Sanidad Militar; precisamente son estos descalabros los que estimulan dicho desarrollo. El otro caso que mencioné también fue especial, pues en Haití tampoco podían contar con ayuda alguna, allí no habían hospitales de sangre y la población civil debía odiar a los franceses, así que tampoco podían esperar mucha ayuda de ellos (todo lo contrario diría yo).
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado