Una cuchilla de afeitar
El 'santo-holguinismo' supone que para tener buenas relaciones con Venezuela hay que hacer mutis por el foro frente a su régimen criminal. El 'santo-holguinismo' quiere cambiar nuestro escudo: al cóndor que mira de frente y tiene las alas extendidas y una corona de laurel en el pico lo remplazará un avestruz con su rabo parado y la cabeza enterrada en la arena. Y en lugar de Libertad y Orden quieren que aparezca Resignación y Silencio.
Circula una bella edición colombiana de la Rebelión de la granja (Remasterizados-Booket), obra en la que el genio de George Orwell desmenuza las mentiras, los crímenes, el culto a la personalidad y las falsas realizaciones del régimen estalinista.
La Rebelión de la granja fue escrita en 1943, en plena guerra mundial. Inglaterra (Orwell era inglés) combatía, aliada al régimen comunista de la Unión Soviética, contra la Alemania nazi. Era de suponer que, en la meca de la libertad de pensamiento, la alianza con Stalin no afectaría para nada el libre examen. No fue así. Orwell denunció en una columna de prensa (1944) que "el servilismo de los llamados intelectuales hacia Rusia" estaba silenciando cualquier denuncia sobre sus crímenes. Indignado, Orwell envió este aviso a los periodistas ingleses de izquierda y a los intelectuales en general: "No vayan a creerse que por años y años pueden estar haciendo de serviles propagandistas del régimen soviético o de otro cualquiera y después pueden volver repentinamente a la honestidad intelectual. Eso es prostitución y nada más que prostitución".
El libro de Orwell casi no se pudo publicar porque no era conveniente 'molestar' al aliado con semejantes verdades. Igual piensa el 'santo-holguinismo'. Ellos se rasgan las vestiduras ante cualquier denuncia de la cooperación del régimen chavista con el terrorismo de las Farc. Eso, dicen, pone en peligro la relación de amistad colombo-venezolana. ¿Sí ven? Igual que la izquierda inglesa en los 40, que quiso imponer el silencio a los escritores y periodistas para "evitar poner en peligro la amistad anglo-rusa".
Pero el 'santo-holguinismo' da saltos cualitativos. Del silencio ante los desmanes pasó, primero, a la adulación servil ("nuevo mejor amigo") y, luego, a la exaltación descarada (el chavismo "es elemento de estabilidad en la región"). Pero, como la política tiene una lógica implacable, quien cohabita con Chávez terminará indefectiblemente enredado con las Farc. Y eso es lo que le está ocurriendo al régimen 'santo-holguinista'.
El atentado terrorista contra Fernando Londoño develó la compleja trama. Para mantener la amistad con el compadre Chávez hay que hacerle caricias a su ahijada Farc. Primero se declaró que las Farc eran de buena familia; se les retiró el insultante apodo 'terrorista' y se las bautizó con el aristocrático apellido 'Insurgente'. Después se proclamó que la mayor ansia de los colombianos es que el secretariado se convierta en bancada parlamentaria y que los comandantes de los frentes sean secretarios de gobierno.
Luego se procedió a declarar enemigos de la patria a los enemigos de Chávez y, por ende, a los enemigos de las Farc. Esa es la explicación de por qué Gobierno y revista Semana cierran filas para defender el buen nombre de las Farc contra los insolentes que las sindican de querer matar al periodista Fernando Londoño. Y por eso "toman como hipótesis de trabajo" seria la afirmación chavista de que no hubo atentado sino una piñata que hizo explotar el expresidente Uribe. ¡Ah!, y que no hubo esquirla que atravesara el pulmón de Londoño, sino que él, masoquista, se autoenterró una cuchilla de afeitar.
Nota. El 'Sinchi' es personaje de Pantaleón y las visitadoras, no de La tía Julia.
http://www.eltiempo.com/opinion/columni ... 11908621-4