Desde el inicio del conflicto el día anterior, la situación en la frontera de Ecuador con Colombia había sido bastante diferente de lo sucedido en la Guajira. Durante el día 5, los ejércitos de ambos países habían ultimado sus despliegues terrestres a lo largo de la frontera común y se habían producido pequeñas escaramuzas.
Mientras, en el mar, la escuadra ecuatoriana operaba al noroeste de Esmeraldas protegiendo sus aguas y costas, a la vez que aguardaba ordenes para llevar a cabo acciones más ofensivas. A su vez los escasos buques colombianos, reforzados por una FFL enviada a toda prisa desde el Caribe, aguardaban cerca de la base naval ARC “Málaga”.
En el aire se habían visto salidas esporádicas de los aviones de combate de ambas fuerzas aéreas para realizar ataques sobre objetivos enemigos puntuales cerca de la frontera, pero más parecía un tanteo de las fuerzas y reacciones del enemigo que unos ataques organizados y de cierta entidad.
La FAC disponía en la base avanzada “Vigilante”, al sur de Cali, de 4 Mirage 5COAM y media docena de AT-27 Tucanos, mientra que en la Base Aérea de Tres Esquinas, dos AC-47 Fantasma y otra media docena de A-29 SuperTucano, era el contingente de la FAC que apoyaba a las tropas en la frontera con Ecuador, además de numerosos helicópteros de ataque Rapaz y Arpía en otras bases avanzadas a los que había que sumar los helicópteros del Ejército.
La FAE por su parte, contaba con 3 Kfir CE y 3 Mirage F-1 que se habían trasladado a la Base Aérea Mariscal Sucre en Quito, y 4 A-37 y 3 Strikmasters que operaban desde Lago Agrio. Un reducido puñado de helicópteros Lama, Gazelle y SuperPuma prestaban también apoyo a las tropas terrestres a lo largo de toda la frontera.
El Ejército colombiano había desplegado a buena parte de la 3ª División de Infantería en el departamento de Nariño, comenzando por un batallón de infantería, otro de montaña y uno de artillería de la 3ª Brigada de infantería entre la costa y la zona montañosa más al interior hasta llegar a los volcanes Cumbay – Chiles. Más allá, la 23ª Brigada de Infantería mantenía un frente de batalla mucho más pequeño, centrado en la estratégica ciudad de Ipiales, que junto con algunos kilómetros hacia el este y el oeste de la misma, veía el despliegue de un Grupo de Caballería, un batallón de infantería y uno contrainsurgencia, pero que había adoptado un rol más convencional en esta situación. Conectando con la 23ª Brigada, y extendiéndose hacia el este y hasta el límite del departamento, el 29ª Brigada desplegaba 2 batallones de infantería y uno de infantería de montaña. Por su parte, la 8ª Brigada de Infantería, con un batallón de infantería y otro de montaña, ejercía de reserva, mientras que su batallón de artillería y la mitad de su batallón de ingenieros, se encontraban reforzando a la 23ª Brigada en Ipiales.
En las zonas de responsabilidad más al interior del país que las brigadas habían dejado para marchar al sur, la lucha contra la insurgencia y el terrorismo, recaía sobre dos batallones contrainsurgencia y uno de policía militar, de las brigadas 3ª y 29ª, además de dos brigadas móviles del Ejército y la Ponal, que habían redoblado sus esfuerzos mientras durase el conflicto para lidiar con las ahora más agresivas acciones de las FARC principalmente, aunque el despliegue hacia el sur de esos importantes contingentes militares tuvo un efecto negativo para esa organización y las bandas de criminales y contrabandistas que operaban en aquella zona, ya que sus actividades se vieron seriamente perjudicadas por el despliegue de numerosas unidades de combate a uno y otro lado de la frontera.
Algo similar pasó en las zonas de responsabilidad de la 6ª División de Infantería colombiana, la cual ocupó posiciones al sur del departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador. Las 12ª y 27ª Brigadas de infantería desplegaron un total de 6 batallones de infantería, contrainsurgencia y de selva, apoyados por otros dos batallones de infantería de una Brigada Móvil para vigilar toda su área de responsabilidad en la frontera.
Por parte ecuatoriana, desde la costa, al norte de la provincia de Esmeralda, pasando por la de Carchi, y hasta unos 50 km al sureste de Tulcan, ya en la provincia de Sucumbios, la 1ª División de Infantería ejercía el control de la frontera, y de oeste a este, el despliegue era el siguiente: un batallón de Infantería de Marina, a su derecha un Grupo de Fuerzas Especiales de la 9ª Brigada de FFEE y más allá, un Grupo de Caballería, y dos Batallones de Infantería (el que defendía la zona de Tulcan reforzado con una compañía de Fuerzas Especiales) que conformaban la 13ª Brigada de Infantería, eran las fuerzas sobre la frontera, apoyados por potentes unidades de artillería con obuses y morteros pesados, tanto de la 13ª Brigada como de la 11ª Brigada de Caballería Blindada, que también había sumado algunos tanques ligeros AMX-13 y blindados de transporte de tropas de un Grupo de Caballería al despliegue, en forma de fuerzas de reserva de la 1ª División.
En contacto con la 1ª División, y extendiéndose hacia el este, hasta el límite de la frontera con Colombia, la 4ª División de Selva era la responsable de la defensa en ese área, donde se desplegaba la 17ª Brigada de Selva, con 3 Batallones de Selva, reforzados por otro Batallón de Selva adicional de la 19ª Brigada de Selva. Como reserva de la 4ª División actuaba un Grupo de Fuerzas Especiales, de la 9ª Brigada.
Como reservas estratégicas, el resto de la 11ª Brigada de Caballería Blindada y el último batallón (menos una compañía) de la 9ª Brigada, aguardaban más al sur listos para intervenir si era necesario.
En total, 18 batallones de maniobra colombianos se enfrentaban a 11 batallones de maniobra ecuatorianos en la zona fronteriza. Numéricamente, las fuerzas colombianas eran superiores, y poseían una elevada capacidad de despliegue aeromóvil mediante sus helicópteros, pero por contra, los ecuatorianos tenían un mayor número de piezas de artillería pesada y una mejor cobertura de defensa aérea, con diversos tipos de sistemas MANPADS y cañones AAA, además de sistemas 9k33 OSA (SA-8 Gecko) de la Fuerza Aérea, dos de los cuales estaban desplegados en las inmediaciones de Tulcan, protegiendo a la artillería, el aeropuerto, el paso fronterizo del puente internacional Rumichaca, la ciudad en si, y las fuerzas terrestres desplegadas a su alrededor.
La falta de cobertura del radar ecuatoriano de Lago Agrio era un problema para la Fuerza Aérea ecuatoriana, pero los radares de los SA-8 y los Skyguard que dirigían a los cañones dobles de 35 mm Oerlikon, ayudaban a vigilar algunas zonas importantes, aunque varios de estos sistemas de defensa aérea estaban también desplegados más al interior, protegiendo blancos estratégicos.
Las primeras bajas y las acciones terrestres más importantes hasta el momento habían tenido lugar cerca de los dos pasos oficiales en la frontera de ambos países.
Temprano en la mañana de día 5, cerca del puente internacional San Miguel, pequeños grupos de comandos de selva IWIAS ecuatorianos cruzaron la frontera, y procedieron al sembrado de minas y a la colocación de trampas cerca de los caminos transitados por las tropas colombianas. Dos de estos grupos fueron descubiertos y tuvieron que retirarse combatiendo. Al atardecer, cuando el sol comenzaba a desaparecer, una pequeña incursión de tropas colombianas en respuesta a la llevada a cabo por los ecuatorianos, y que pretendía llegar a disparar morteros sobre la Base Aérea de Lago Agrio fue rechazada tras avanzar poco más de un kilómetro tras un fuerte tiroteo entre ambas partes.
De más importancia fueron los importantes bombardeos artilleros que los obuses y lanzacohetes ecuatorianos dirigieron contra el aeropuerto y helipuerto de San Luis,al noroeste de Ipiales, y sobre las instalaciones militares que el Grupo de Caballería Mecanizado “Gral. José María Cabal” tenía en la propia ciudad. Algunos de dichos proyectiles se habían desviado de su objetivo y habían acabado afectando a zonas civiles, produciendo algunas bajas. Para el mando militar colombiano era una situación peligrosa y habían ordenado un ataque aéreo y fuego de contrabatería, pero la defensa aérea ecuatoriana abortó el intento de ataque aéreo por parte de los Tucano de la FAC y se produjo una escaramuza aérea entre los Mirage 5 colombianos que intentaban un ataque a alta cota y los Mirage F1 ecuatorianos que proporcionaban cobertura aérea, sin que ninguno de los dos lograse derribar a algún aparato enemigo dado lo fugaz del encuentro, y sin que los aviones de la FAC pudieran haber atacado las posiciones de artillería que tenían localizadas.
Por su parte, el fuego de contrabatería efectuado por los veteranos obuses M-101 colombianos quedaba corto ante el mayor alcance de los obuses de 155 mm M-114, M-198, AMX Mk F3 y de los lanzacohetes BM-21 que había desplegado el Ejército ecuatoriano, así que solo el bombardeo artillero del aeropuerto de Tulcan equilibró en parte la balanza.

Artillería ecuatoriana en acción.
Para el General de la 3ª División, aquella era una situación insostenible y preparó planes de contingencia para solucionar el problema...
Por parte ecuatoriana, los dirigentes políticos, en respuesta a los acuerdos con sus aliados venezolanos, apremiaban los mandos militares a emprender acciones más contundentes para retener al mayor numero de soldados colombianos posibles, y si era posible, vengar la afrenta de las incursiones en su territorio que habían disparado aquel conflicto.
6 de marzo. Ipiales. Colombia.
El General Mario Montoya, comandante del Ejército colombiano todavía estaba conmocionado. A sus 58 años, la muerte había estado cerca, muy cerca de llegarle aquella misma mañana.
Hacía dos horas que había aterrizado en la ciudad de Ipiales, como parte de una ronda de visitas a los Teatros de Operaciones que iniciase el día anterior en el norte, cerca de la Guajira, pero donde tan solo llegó a Santa Marta, lo que le valió algunos reproches de la prensa y de otros estamentos militares, por lo que aquel día, tenía previsto visitar la fronteriza ciudad de Ipiales en el Teatro de Operaciones Sur, una ciudad a escasísima distancia de territorio ecuatoriano para disipar cualquier duda.
Iba con la idea de arengar y motivar a sus hombres, con sus palabras, pero también con su presencia, a la vez que estudiaba las operaciones y opciones que los mandos militares de la zona estaban preparando. Llegó en helicóptero poco antes de que amaneciera, y tras un intercambio de opiniones con los mandos militares, se dirigió a ver a sus tropas, incluso a aquellas que estaban en primera linea. Él y su comitiva se acercaron hasta las inmediaciones del puente internacional Rumichaca para observar tanto a sus soldados como a las posiciones ecuatorianas al otro lado del puente y del rio Carchi, y entonces se desató el infierno...
La artillería enemiga comenzó a bombardear la zona, y tuvieron que refugiarse en unas instalaciones civiles próximas que tenían un subterraneo y que ya estaban siendo usadas por sus fuerzas como centro de mando y almacén. Pero no fueron aquellos proyectiles los que estuvieron a punto de costarle la vida, sino la muy arriesgada acción de un reducido grupo de comandos ecuatorianos, que aprovechando la confusión del bombardeo, habían logrado infiltrarse hasta allí, y que habían intentado entrar en aquel edificio. Cogidos por sorpresa, la seguridad del general tuvo bajas y hubo de replegarse hasta el subterraneo donde varios mandos y soldados aguardaban el fin del bombardeo, y allí establecieron una última linea de defensa. El General Montoya pensó que si el enemigo había traído consigo explosivos potentes, podían achicharrarlos en aquella ratonera, pero no fue así, y tras un rápido contraataque de soldados provenientes del exterior y avisados por sus mandos desde el subterraneo, lograron acabar con la incursión enemiga, matando a todos ellos menos a dos, los cuales estaban siendo interrogados en aquellos momento.
Tras aquel incidente, el General se retiró del lugar y se trasladó a un descampado a las afueras de Ipiales, donde aguardaba a un helicóptero que lo sacara de allí para regresar a su puesto de mando en Bogotá. Minutos más tarde, mientras el helicóptero descendía y se posaba, un Teniente Coronel llegaba en vehículo y se dirigió hacia el pequeño grupo de altos mandos que aguardaban junto al General Montoya.
-¿Ya tienen algo? - preguntó Montoya al oficial que se había llevado a los prisioneros y que era el que acababa de llegar.
-Mi General, hemos tenido suerte. No era un intento de asesinato como nos temíamos. Su objetivo era capturarle a usted vivo para que respondiera por las incursiones que realizamos el sábado y domingo pasado en Ecuador.
-Hijoeputas...pues no lo han conseguido... - dijo malhumorado, y mirando al General al mando de la 3ª División le dijo – en cuanto salga de aquí me voy a poner en contacto con el Presidente Uribe para comunicarle mi apoyo al plan que me ha presentado, así que vaya realizando cuanto antes los preparativos...¿cuando podría ponerse en marcha?
-Dos horas – respondió su interlocutor con convicción – la mayoría de desplazamientos y preparativos han sido realizados ya o están a punto de concluirse.
-Muy bien – dijo Montoya algo impresionado por la efectividad del General – en cuanto tenga la autorización le llamaré.
Y saludándose militarmente, ambos hombres se despidieron sin mediar más palabras. El helicóptero se elevó, y los hombres que se quedaban en tierra se alejaron sujetándose la gorra y resistiendo el vendaval que originaban las palas del rotor.
6 de marzo. Al sur de Tulcan. Ecuador.
“Aries 5” era el indicativo del helicóptero Gazelle que pilotaba el capitán Hurtado por los cielos del norte de Ecuador aquel día.
Como uno de los escasos helicópteros operativos en el Ejército ecuatoriano, su trabajo se había multiplicado con el inicio de las incursiones colombianas primero, y con el estallido del conflicto después. El día anterior había ido de allá para acá, volando cerca de la frontera en misión de reconocimiento para detectar cualquier intento de infiltración enemiga en territorio patrio, o para detectar movimientos de tropas importantes al otro lado de la frontera...y había sido agotador. Sin duda había sido el día que más horas de vuelo había realizado en una sola jornada, en toda su carrera militar. Y aquel día que estaba llegando a su ecuador, no parecía que fuera a ser muy diferente.
Tras salir de su base avanzada al noroeste de Ibarra, armado con lanzacohetes de 70 mm, había mantenido rumbo norte hasta que llegó una comunicación por radio.
-“Aries 5”, “Aries 5”, tenemos informes de actividad enemiga cerca de Tufiño. Acérquese a ver que ocurre y reportese inmediatamente – le ordenaron desde el mando de la 1ª División.
-Recibido. “Aries 5” cumpliendo ordenes. Y tras cerrar la comunicación, miró a su copiloto y le dijo – vamos allá Enrique.
Se desviaron algunos grados hacia su izquierda para dirigirse hacia el pequeño pueblo de Tufiño, pero mucho antes de llegar ya pudieron ver algunas columnas de humo que se destacaban incluso en aquel húmedo y brumoso mediodía. Ganó algo de altura para poder ver mejor y desde más distancia. El sargento copiloto observaba la información que a través de su sistema de visión H-MOSP recibía en la pantalla que tenía enfrente suyo.
-Parece que los colombianos están intentando cruzar el Játiva por dos puntos...uno al oeste del pueblo, y el otro parece en el mismo pueblo.
-De acuerdo ¿ves posibles objetivos para los cohetes?
-Tenemos que acercarnos más, la visibilidad no es muy buena.
-Bien, busca blancos, yo voy a inform...
Pero una nueva comunicación radiofónica le interrumpió.
-“Aries 5”, “Aries 5”, aborten aproximación a Tufiño, tenemos otra misión de mayor prioridad.
-Recibido. Comunico que se observan combates alrededor del pueblo. No puedo precisar más.
-Recibido. Ahora debe dirigirse al puente Rumichaca, el enemigo ha comenzado un ataque para intentar cruzar a nuestro país con contingentes importantes. Informen de las tropas enemigas más allá del puente y ataquen objetivos enemigos.
-De acuerdo, recibido. Nos dirigimos hacia allá.
“Carajo, esta mañana va a ser muy movida” pensó el Capitán Hurtado mientras movía la palanca y el colector para girar el aparato y llegar lo antes posible a su nuevo objetivo.

"Aries 5" volando hacia su nuevo destino
...mientras tanto en tierra, cerca de Tufiño...
El Coronel Marcos Ariza, comandante de la 8ª Brigada de Infantería observaba con sus prismáticos como el helicóptero enemigo que se aproximaba al pueblo de Tufiño, giraba y se dirigía hacia el este. “Mejor que se aleje” pensó para si.
Desde su elevada posición podía ver toda la extensión del ataque que había ordenado. El primer objetivo era establecer una cabeza de puente al otro lado del río Játiva, en suelo ecuatoriano, a la altura del pueblo de Tufiño, y para llevarlo a cabo, la idea era sencilla. El 5º Batallón de Infantería de Montaña “Gr. Urbano Castellanos Castillo”, realizaría un cruce por tres puntos, uno al oeste de Tufiño, otro al este y uno más sobre el mismo pueblo, a través del pequeño puente que separaba Colombia de Ecuador. Para los dos asaltos a las afueras del pueblo, sendas secciones de infantería se habían apostado en la oscuridad de la noche en las cercanías de sus puntos de cruce. El río Játiva a su paso por ese sector de la frontera, aunque no muy profundo, esculpía un agreste cañón de difícil paso de un lado a otro. La misión para aquellos soldados no era sencilla, y por desgracia, para la sección que intentaba el cruce por el flanco derecho, fue descubierta y sorprendida a la mitad de cruce del cañón, y a pesar de que él mismo había ordenado el uso de morteros con explosivos y humo para ocultar y apoyar el intento de sus hombres, el asalto fue rechazado con graves perdidas en vidas.
Pero por suerte para el Coronel, el intento de la sección del flanco izquierdo de su ataque había corrido mejor suerte. Con el cruce de tan solo los tres mejores hombres de la sección, en silencio, lentamente, y aprovechándose de la bruma matinal que envolvía gran parte del río, lograron llegar a lo alto de la otra orilla, y dar cuenta de una patrulla sin delatar su posición. Inmediatamente, el resto de la sección comenzó a cruzar todo lo rápido que pudieron, pero cuando estaban llegando los primeros soldados a reunirse con sus tres valerosos compañeros que los esperaban, llegaron un grupo de soldados ecuatorianos y comenzó un tiroteo. Los soldados colombianos lograron pese a todo, terminar el ascenso de la pared sur del cañón para llegar a suelo ecuatoriano y ayudar al resto de la sección. La patrulla ecuatoriana, de apenas 10 hombres, no era lo suficientemente numerosa para contener a los casi 40 soldados colombianos que ahora habían establecido un punto firme para luchar, y tuvieron que retirarse al comenzar a avanzar los colombianos hacia el oeste, hacia Tufiño.
En el mismo pueblo, estaba teniendo lugar la intento principal del Batallón por poder adentrarse en territorio enemigo. El puente que unía a ambos países en aquella zona tenía una longitud de 5 metros y apenas la anchura para que cupiera un vehículo todoterreno, pero el Coronel Ariza pensaba que era el paso clave y el punto central de la ofensiva, así que había dedicado dos compañías enteras del batallón, junto con varios vehículos Humvee artillados con ametralladoras pesadas y el respaldo de los morteros de la compañía de armas pesadas, para intentar su cruce por allí. En reserva quedaba el 22º Batallón de Infantería “Batalla de Ayacucho” por si había que reforzar el ataque o para explotarlo en caso de que tuviera éxito, e ingenieros de la Brigada por si era necesario reparar el puente o crear un paso nuevo.
Desde donde el Coronel observaba podía distinguir claramente como un Humvee ardía por los cuatro costados justo al otro lado del puente, en suelo ecuatoriano, y otro vehículo más del mismo tipo había corrido igual suerte antes de llegar a él, en territorio colombiano. También se podían ver varios cuerpos sin vida de sus hombres alrededor y sobre el mismo puente.
Pero al menos otros dos Humvee,s se encontraban ya dentro del pueblo, apoyados por media compañía, mientras que la segunda compañía llegaba de retaguardia y comenzaba a cruzar el puente que estaba siendo hostigado con fuego indirecto de artillería y de francotiradores emboscados.
Ariza se esforzaba en detectar movimientos de tropas enemigas que pudieran contraatacar a sus hombres, pero excepto unos pocos soldados que regresaban tras rechazar el asalto colombiano en el oeste, no podía ver nada más. Del otro lado, veía a la sección que había logrado cruzar, avanzar hacia el pueblo lenta, pero decididamente. Los defensores ecuatorianos estaban pasando un mal rato, bajo el fuego de una batería de morteros y otra de artillería, y atacados por dos lados por fuerzas superiores. Ariza no creía que tuvieran muchas opciones.
-Coronel, allí arriba – le dijo su oficial de operaciones señalando al cielo, hacia el sur.
-Por la dirección que llega, parece aviación enemiga - dijo con gesto serio.
-Quizás solo sea una misión de reconocimiento – añadió otro oficial presente.
Pero entonces el pequeño punto oscuro comenzó a hacerse más grande rápidamente. Estaba iniciando un picado y pronto una carga de pequeños objetos se desprendió del aparato. El Coronel pudo identificar aquellas aletas tan características de los Kfir antes de ordenar...
-¡Cúbranse todos!
Las bombas lanzadas por el caza de la FAE cayeron en suelo colombiano, al otro lado del puente y causaron bajas entre las tropas de retaguardia del 5º Batallón, pero lo suficientemente alejadas de Ariza y su Estado Mayor como para preocuparse por su seguridad.
-¿Y nuestros cazas Coronel?
-No se si aparecerán. Aquí todavía estamos bajo la cobertura de los malditos misiles antiaéreos SA-8 enemigos que hay alrededor de Tulcan.
-Pero entonces ¿los aviones que nos iban a prestar apoyo aéreo cercano?
-No se preocupe Capitán – respondió el Teniente Coronel encargado de las operaciones en el Estado Mayor de la Brigada al Capitán que había lanzado la pregunta - nuestro pájaros volarán muy bajo para que no sean detectados.
Y como si hubieran oído que hablaban de ellos, una escuadrilla con 4 AT-27 Tucanos confirmaban por radio su llegada en 3 minutos. Ariza ordenó que la infantería marcase posiciones enemigas con humo de colores para ser atacadas por los aviones de la FAC, que iban cargados de cohetes y bombas de 113 kg. Los aviones, al cabo de un par de minutos, pasaron sobre la cabeza del Coronel y se elevaron un poco para tener una mejor perspectiva antes de proceder a atacar los objetivos señalados.
Al poco, varias explosiones sacudieron las inmediaciones de donde se elevaban columnas de humo naranja, a la vez que los aviones colombianos se preparaban para dar otra pasada. Entonces, una fina columna de humo salió hacia el cielo a gran velocidad, buscando a uno de los Tucano, y explotando muy cerca de él. El avión tuvo que abortar el ataque y e intentar regresar a su base con humo saliendo de su morro. El resto, soltaron apresuradamente la carga bélica que todavía llevaban, y salieron a toda velocidad de la zona. La última andanada apenas tuvo repercusión en los defensores ante la falta de precisión con la que había sido lanzada, pero una de las bombas cayó muy cerca del oficial ecuatoriano a cargo de la defensa de aquel sector y lo hirió de gravedad.
El Coronel Ariza llamó a su oficial de comunicaciones.
-Quiero hablar con el Teniente Coronel Pinto.
-A la orden.
Y tras unos segundos, el comandante del 5º Batallón estaba al otro lado del aparato.
-¿Como está la situación Lima 6?
-Tenemos una solida cabeza de puente a este lado, y no parece que el enemigo pueda contraatacar.
-De acuerdo, pero necesito que los desaloje ya. Tenemos que conseguir vencer la resistencia y ampliar la cabeza de puente. En estos momentos le está llegando ayuda por el este ¿me comprende? - dijo refiriéndose a la sección que avanzaba por el flanco izquierdo del ataque.
-Afirmativo. Creo que es cuestión de minutos que la defensa enemiga se desmorone o comience a retirarse. Su fuego de artillería es lo que nos está retrasando más en estos momentos.
-Pues deben hacerse con el control de la zona lo antes posible para comenzar a dispersarse y que el Lima 7 pueda avanzar sobre el objetivo.
-Recibido Alfa 2. Cuente con nosotros.
-Suerte entonces. Alfa 2 corto.
El Coronel volvió a otear el campo de batalla con sus prismáticos. El pueblo y sus alrededores era ahora un hormiguero de hombres, vehículos, explosiones, trazadoras y humo, pero Ariza tuvo la impresión que sus hombres estaban cerca de conseguir la victoria.
-Ordene a Lima 7 que se ponga en marcha. Hemos de aprovechar el momento en que la defensa caiga y avanzar lo más rápido posible – dijo sabiendo que el 22º Batallón todavía tardaría varios minutos en llegar a la altura de sus compañeros del 5º Batallón.
Y tras 15 minutos más de lucha, la situación vino a dar la razón al Coronel. Los defensores ecuatorianos, superados en número y con un ya importante número de bajas, entre ellas la de su comandante, que había supuesto una cierta desorganización en aquellos momentos cruciales, no tuvieron más remedio que retirarse hacia el este y el sureste y tratar de establecer contacto con otras fuerzas ecuatorianas.
Ariza dio un último vistazo con sus prismáticos para ver como sus hombres avanzaban y establecían un perímetro defensivos más amplio alrededor de Tufiño, mientras los vehículos y soldados del 22º Batallón comenzaban a cruzar el puente sobre el Játiva, antes de subirse el mismo a su Humvee y dirigirse hacia allí para evaluar y dirigir la ofensiva desde el frente.
De momento había cumplido la primera parte de su misión, quizás con más bajas de las previstas, pero ahora no había tiempo para lamentarse. El avance debía continuar.