Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
- flanker33
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
6 de marzo. Frontera entre Ecuador y Colombia.
Desde el inicio del conflicto el día anterior, la situación en la frontera de Ecuador con Colombia había sido bastante diferente de lo sucedido en la Guajira. Durante el día 5, los ejércitos de ambos países habían ultimado sus despliegues terrestres a lo largo de la frontera común y se habían producido pequeñas escaramuzas.
Mientras, en el mar, la escuadra ecuatoriana operaba al noroeste de Esmeraldas protegiendo sus aguas y costas, a la vez que aguardaba ordenes para llevar a cabo acciones más ofensivas. A su vez los escasos buques colombianos, reforzados por una FFL enviada a toda prisa desde el Caribe, aguardaban cerca de la base naval ARC “Málaga”.
En el aire se habían visto salidas esporádicas de los aviones de combate de ambas fuerzas aéreas para realizar ataques sobre objetivos enemigos puntuales cerca de la frontera, pero más parecía un tanteo de las fuerzas y reacciones del enemigo que unos ataques organizados y de cierta entidad.
La FAC disponía en la base avanzada “Vigilante”, al sur de Cali, de 4 Mirage 5COAM y media docena de AT-27 Tucanos, mientra que en la Base Aérea de Tres Esquinas, dos AC-47 Fantasma y otra media docena de A-29 SuperTucano, era el contingente de la FAC que apoyaba a las tropas en la frontera con Ecuador, además de numerosos helicópteros de ataque Rapaz y Arpía en otras bases avanzadas a los que había que sumar los helicópteros del Ejército.
La FAE por su parte, contaba con 3 Kfir CE y 3 Mirage F-1 que se habían trasladado a la Base Aérea Mariscal Sucre en Quito, y 4 A-37 y 3 Strikmasters que operaban desde Lago Agrio. Un reducido puñado de helicópteros Lama, Gazelle y SuperPuma prestaban también apoyo a las tropas terrestres a lo largo de toda la frontera.
El Ejército colombiano había desplegado a buena parte de la 3ª División de Infantería en el departamento de Nariño, comenzando por un batallón de infantería, otro de montaña y uno de artillería de la 3ª Brigada de infantería entre la costa y la zona montañosa más al interior hasta llegar a los volcanes Cumbay – Chiles. Más allá, la 23ª Brigada de Infantería mantenía un frente de batalla mucho más pequeño, centrado en la estratégica ciudad de Ipiales, que junto con algunos kilómetros hacia el este y el oeste de la misma, veía el despliegue de un Grupo de Caballería, un batallón de infantería y uno contrainsurgencia, pero que había adoptado un rol más convencional en esta situación. Conectando con la 23ª Brigada, y extendiéndose hacia el este y hasta el límite del departamento, el 29ª Brigada desplegaba 2 batallones de infantería y uno de infantería de montaña. Por su parte, la 8ª Brigada de Infantería, con un batallón de infantería y otro de montaña, ejercía de reserva, mientras que su batallón de artillería y la mitad de su batallón de ingenieros, se encontraban reforzando a la 23ª Brigada en Ipiales.
En las zonas de responsabilidad más al interior del país que las brigadas habían dejado para marchar al sur, la lucha contra la insurgencia y el terrorismo, recaía sobre dos batallones contrainsurgencia y uno de policía militar, de las brigadas 3ª y 29ª, además de dos brigadas móviles del Ejército y la Ponal, que habían redoblado sus esfuerzos mientras durase el conflicto para lidiar con las ahora más agresivas acciones de las FARC principalmente, aunque el despliegue hacia el sur de esos importantes contingentes militares tuvo un efecto negativo para esa organización y las bandas de criminales y contrabandistas que operaban en aquella zona, ya que sus actividades se vieron seriamente perjudicadas por el despliegue de numerosas unidades de combate a uno y otro lado de la frontera.
Algo similar pasó en las zonas de responsabilidad de la 6ª División de Infantería colombiana, la cual ocupó posiciones al sur del departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador. Las 12ª y 27ª Brigadas de infantería desplegaron un total de 6 batallones de infantería, contrainsurgencia y de selva, apoyados por otros dos batallones de infantería de una Brigada Móvil para vigilar toda su área de responsabilidad en la frontera.
Por parte ecuatoriana, desde la costa, al norte de la provincia de Esmeralda, pasando por la de Carchi, y hasta unos 50 km al sureste de Tulcan, ya en la provincia de Sucumbios, la 1ª División de Infantería ejercía el control de la frontera, y de oeste a este, el despliegue era el siguiente: un batallón de Infantería de Marina, a su derecha un Grupo de Fuerzas Especiales de la 9ª Brigada de FFEE y más allá, un Grupo de Caballería, y dos Batallones de Infantería (el que defendía la zona de Tulcan reforzado con una compañía de Fuerzas Especiales) que conformaban la 13ª Brigada de Infantería, eran las fuerzas sobre la frontera, apoyados por potentes unidades de artillería con obuses y morteros pesados, tanto de la 13ª Brigada como de la 11ª Brigada de Caballería Blindada, que también había sumado algunos tanques ligeros AMX-13 y blindados de transporte de tropas de un Grupo de Caballería al despliegue, en forma de fuerzas de reserva de la 1ª División.
En contacto con la 1ª División, y extendiéndose hacia el este, hasta el límite de la frontera con Colombia, la 4ª División de Selva era la responsable de la defensa en ese área, donde se desplegaba la 17ª Brigada de Selva, con 3 Batallones de Selva, reforzados por otro Batallón de Selva adicional de la 19ª Brigada de Selva. Como reserva de la 4ª División actuaba un Grupo de Fuerzas Especiales, de la 9ª Brigada.
Como reservas estratégicas, el resto de la 11ª Brigada de Caballería Blindada y el último batallón (menos una compañía) de la 9ª Brigada, aguardaban más al sur listos para intervenir si era necesario.
En total, 18 batallones de maniobra colombianos se enfrentaban a 11 batallones de maniobra ecuatorianos en la zona fronteriza. Numéricamente, las fuerzas colombianas eran superiores, y poseían una elevada capacidad de despliegue aeromóvil mediante sus helicópteros, pero por contra, los ecuatorianos tenían un mayor número de piezas de artillería pesada y una mejor cobertura de defensa aérea, con diversos tipos de sistemas MANPADS y cañones AAA, además de sistemas 9k33 OSA (SA-8 Gecko) de la Fuerza Aérea, dos de los cuales estaban desplegados en las inmediaciones de Tulcan, protegiendo a la artillería, el aeropuerto, el paso fronterizo del puente internacional Rumichaca, la ciudad en si, y las fuerzas terrestres desplegadas a su alrededor.
La falta de cobertura del radar ecuatoriano de Lago Agrio era un problema para la Fuerza Aérea ecuatoriana, pero los radares de los SA-8 y los Skyguard que dirigían a los cañones dobles de 35 mm Oerlikon, ayudaban a vigilar algunas zonas importantes, aunque varios de estos sistemas de defensa aérea estaban también desplegados más al interior, protegiendo blancos estratégicos.
Las primeras bajas y las acciones terrestres más importantes hasta el momento habían tenido lugar cerca de los dos pasos oficiales en la frontera de ambos países.
Temprano en la mañana de día 5, cerca del puente internacional San Miguel, pequeños grupos de comandos de selva IWIAS ecuatorianos cruzaron la frontera, y procedieron al sembrado de minas y a la colocación de trampas cerca de los caminos transitados por las tropas colombianas. Dos de estos grupos fueron descubiertos y tuvieron que retirarse combatiendo. Al atardecer, cuando el sol comenzaba a desaparecer, una pequeña incursión de tropas colombianas en respuesta a la llevada a cabo por los ecuatorianos, y que pretendía llegar a disparar morteros sobre la Base Aérea de Lago Agrio fue rechazada tras avanzar poco más de un kilómetro tras un fuerte tiroteo entre ambas partes.
De más importancia fueron los importantes bombardeos artilleros que los obuses y lanzacohetes ecuatorianos dirigieron contra el aeropuerto y helipuerto de San Luis,al noroeste de Ipiales, y sobre las instalaciones militares que el Grupo de Caballería Mecanizado “Gral. José María Cabal” tenía en la propia ciudad. Algunos de dichos proyectiles se habían desviado de su objetivo y habían acabado afectando a zonas civiles, produciendo algunas bajas. Para el mando militar colombiano era una situación peligrosa y habían ordenado un ataque aéreo y fuego de contrabatería, pero la defensa aérea ecuatoriana abortó el intento de ataque aéreo por parte de los Tucano de la FAC y se produjo una escaramuza aérea entre los Mirage 5 colombianos que intentaban un ataque a alta cota y los Mirage F1 ecuatorianos que proporcionaban cobertura aérea, sin que ninguno de los dos lograse derribar a algún aparato enemigo dado lo fugaz del encuentro, y sin que los aviones de la FAC pudieran haber atacado las posiciones de artillería que tenían localizadas.
Por su parte, el fuego de contrabatería efectuado por los veteranos obuses M-101 colombianos quedaba corto ante el mayor alcance de los obuses de 155 mm M-114, M-198, AMX Mk F3 y de los lanzacohetes BM-21 que había desplegado el Ejército ecuatoriano, así que solo el bombardeo artillero del aeropuerto de Tulcan equilibró en parte la balanza.
Artillería ecuatoriana en acción.
Para el General de la 3ª División, aquella era una situación insostenible y preparó planes de contingencia para solucionar el problema...
Por parte ecuatoriana, los dirigentes políticos, en respuesta a los acuerdos con sus aliados venezolanos, apremiaban los mandos militares a emprender acciones más contundentes para retener al mayor numero de soldados colombianos posibles, y si era posible, vengar la afrenta de las incursiones en su territorio que habían disparado aquel conflicto.
6 de marzo. Ipiales. Colombia.
El General Mario Montoya, comandante del Ejército colombiano todavía estaba conmocionado. A sus 58 años, la muerte había estado cerca, muy cerca de llegarle aquella misma mañana.
Hacía dos horas que había aterrizado en la ciudad de Ipiales, como parte de una ronda de visitas a los Teatros de Operaciones que iniciase el día anterior en el norte, cerca de la Guajira, pero donde tan solo llegó a Santa Marta, lo que le valió algunos reproches de la prensa y de otros estamentos militares, por lo que aquel día, tenía previsto visitar la fronteriza ciudad de Ipiales en el Teatro de Operaciones Sur, una ciudad a escasísima distancia de territorio ecuatoriano para disipar cualquier duda.
Iba con la idea de arengar y motivar a sus hombres, con sus palabras, pero también con su presencia, a la vez que estudiaba las operaciones y opciones que los mandos militares de la zona estaban preparando. Llegó en helicóptero poco antes de que amaneciera, y tras un intercambio de opiniones con los mandos militares, se dirigió a ver a sus tropas, incluso a aquellas que estaban en primera linea. Él y su comitiva se acercaron hasta las inmediaciones del puente internacional Rumichaca para observar tanto a sus soldados como a las posiciones ecuatorianas al otro lado del puente y del rio Carchi, y entonces se desató el infierno...
La artillería enemiga comenzó a bombardear la zona, y tuvieron que refugiarse en unas instalaciones civiles próximas que tenían un subterraneo y que ya estaban siendo usadas por sus fuerzas como centro de mando y almacén. Pero no fueron aquellos proyectiles los que estuvieron a punto de costarle la vida, sino la muy arriesgada acción de un reducido grupo de comandos ecuatorianos, que aprovechando la confusión del bombardeo, habían logrado infiltrarse hasta allí, y que habían intentado entrar en aquel edificio. Cogidos por sorpresa, la seguridad del general tuvo bajas y hubo de replegarse hasta el subterraneo donde varios mandos y soldados aguardaban el fin del bombardeo, y allí establecieron una última linea de defensa. El General Montoya pensó que si el enemigo había traído consigo explosivos potentes, podían achicharrarlos en aquella ratonera, pero no fue así, y tras un rápido contraataque de soldados provenientes del exterior y avisados por sus mandos desde el subterraneo, lograron acabar con la incursión enemiga, matando a todos ellos menos a dos, los cuales estaban siendo interrogados en aquellos momento.
Tras aquel incidente, el General se retiró del lugar y se trasladó a un descampado a las afueras de Ipiales, donde aguardaba a un helicóptero que lo sacara de allí para regresar a su puesto de mando en Bogotá. Minutos más tarde, mientras el helicóptero descendía y se posaba, un Teniente Coronel llegaba en vehículo y se dirigió hacia el pequeño grupo de altos mandos que aguardaban junto al General Montoya.
-¿Ya tienen algo? - preguntó Montoya al oficial que se había llevado a los prisioneros y que era el que acababa de llegar.
-Mi General, hemos tenido suerte. No era un intento de asesinato como nos temíamos. Su objetivo era capturarle a usted vivo para que respondiera por las incursiones que realizamos el sábado y domingo pasado en Ecuador.
-Hijoeputas...pues no lo han conseguido... - dijo malhumorado, y mirando al General al mando de la 3ª División le dijo – en cuanto salga de aquí me voy a poner en contacto con el Presidente Uribe para comunicarle mi apoyo al plan que me ha presentado, así que vaya realizando cuanto antes los preparativos...¿cuando podría ponerse en marcha?
-Dos horas – respondió su interlocutor con convicción – la mayoría de desplazamientos y preparativos han sido realizados ya o están a punto de concluirse.
-Muy bien – dijo Montoya algo impresionado por la efectividad del General – en cuanto tenga la autorización le llamaré.
Y saludándose militarmente, ambos hombres se despidieron sin mediar más palabras. El helicóptero se elevó, y los hombres que se quedaban en tierra se alejaron sujetándose la gorra y resistiendo el vendaval que originaban las palas del rotor.
6 de marzo. Al sur de Tulcan. Ecuador.
“Aries 5” era el indicativo del helicóptero Gazelle que pilotaba el capitán Hurtado por los cielos del norte de Ecuador aquel día.
Como uno de los escasos helicópteros operativos en el Ejército ecuatoriano, su trabajo se había multiplicado con el inicio de las incursiones colombianas primero, y con el estallido del conflicto después. El día anterior había ido de allá para acá, volando cerca de la frontera en misión de reconocimiento para detectar cualquier intento de infiltración enemiga en territorio patrio, o para detectar movimientos de tropas importantes al otro lado de la frontera...y había sido agotador. Sin duda había sido el día que más horas de vuelo había realizado en una sola jornada, en toda su carrera militar. Y aquel día que estaba llegando a su ecuador, no parecía que fuera a ser muy diferente.
Tras salir de su base avanzada al noroeste de Ibarra, armado con lanzacohetes de 70 mm, había mantenido rumbo norte hasta que llegó una comunicación por radio.
-“Aries 5”, “Aries 5”, tenemos informes de actividad enemiga cerca de Tufiño. Acérquese a ver que ocurre y reportese inmediatamente – le ordenaron desde el mando de la 1ª División.
-Recibido. “Aries 5” cumpliendo ordenes. Y tras cerrar la comunicación, miró a su copiloto y le dijo – vamos allá Enrique.
Se desviaron algunos grados hacia su izquierda para dirigirse hacia el pequeño pueblo de Tufiño, pero mucho antes de llegar ya pudieron ver algunas columnas de humo que se destacaban incluso en aquel húmedo y brumoso mediodía. Ganó algo de altura para poder ver mejor y desde más distancia. El sargento copiloto observaba la información que a través de su sistema de visión H-MOSP recibía en la pantalla que tenía enfrente suyo.
-Parece que los colombianos están intentando cruzar el Játiva por dos puntos...uno al oeste del pueblo, y el otro parece en el mismo pueblo.
-De acuerdo ¿ves posibles objetivos para los cohetes?
-Tenemos que acercarnos más, la visibilidad no es muy buena.
-Bien, busca blancos, yo voy a inform...
Pero una nueva comunicación radiofónica le interrumpió.
-“Aries 5”, “Aries 5”, aborten aproximación a Tufiño, tenemos otra misión de mayor prioridad.
-Recibido. Comunico que se observan combates alrededor del pueblo. No puedo precisar más.
-Recibido. Ahora debe dirigirse al puente Rumichaca, el enemigo ha comenzado un ataque para intentar cruzar a nuestro país con contingentes importantes. Informen de las tropas enemigas más allá del puente y ataquen objetivos enemigos.
-De acuerdo, recibido. Nos dirigimos hacia allá.
“Carajo, esta mañana va a ser muy movida” pensó el Capitán Hurtado mientras movía la palanca y el colector para girar el aparato y llegar lo antes posible a su nuevo objetivo.
"Aries 5" volando hacia su nuevo destino
...mientras tanto en tierra, cerca de Tufiño...
El Coronel Marcos Ariza, comandante de la 8ª Brigada de Infantería observaba con sus prismáticos como el helicóptero enemigo que se aproximaba al pueblo de Tufiño, giraba y se dirigía hacia el este. “Mejor que se aleje” pensó para si.
Desde su elevada posición podía ver toda la extensión del ataque que había ordenado. El primer objetivo era establecer una cabeza de puente al otro lado del río Játiva, en suelo ecuatoriano, a la altura del pueblo de Tufiño, y para llevarlo a cabo, la idea era sencilla. El 5º Batallón de Infantería de Montaña “Gr. Urbano Castellanos Castillo”, realizaría un cruce por tres puntos, uno al oeste de Tufiño, otro al este y uno más sobre el mismo pueblo, a través del pequeño puente que separaba Colombia de Ecuador. Para los dos asaltos a las afueras del pueblo, sendas secciones de infantería se habían apostado en la oscuridad de la noche en las cercanías de sus puntos de cruce. El río Játiva a su paso por ese sector de la frontera, aunque no muy profundo, esculpía un agreste cañón de difícil paso de un lado a otro. La misión para aquellos soldados no era sencilla, y por desgracia, para la sección que intentaba el cruce por el flanco derecho, fue descubierta y sorprendida a la mitad de cruce del cañón, y a pesar de que él mismo había ordenado el uso de morteros con explosivos y humo para ocultar y apoyar el intento de sus hombres, el asalto fue rechazado con graves perdidas en vidas.
Pero por suerte para el Coronel, el intento de la sección del flanco izquierdo de su ataque había corrido mejor suerte. Con el cruce de tan solo los tres mejores hombres de la sección, en silencio, lentamente, y aprovechándose de la bruma matinal que envolvía gran parte del río, lograron llegar a lo alto de la otra orilla, y dar cuenta de una patrulla sin delatar su posición. Inmediatamente, el resto de la sección comenzó a cruzar todo lo rápido que pudieron, pero cuando estaban llegando los primeros soldados a reunirse con sus tres valerosos compañeros que los esperaban, llegaron un grupo de soldados ecuatorianos y comenzó un tiroteo. Los soldados colombianos lograron pese a todo, terminar el ascenso de la pared sur del cañón para llegar a suelo ecuatoriano y ayudar al resto de la sección. La patrulla ecuatoriana, de apenas 10 hombres, no era lo suficientemente numerosa para contener a los casi 40 soldados colombianos que ahora habían establecido un punto firme para luchar, y tuvieron que retirarse al comenzar a avanzar los colombianos hacia el oeste, hacia Tufiño.
En el mismo pueblo, estaba teniendo lugar la intento principal del Batallón por poder adentrarse en territorio enemigo. El puente que unía a ambos países en aquella zona tenía una longitud de 5 metros y apenas la anchura para que cupiera un vehículo todoterreno, pero el Coronel Ariza pensaba que era el paso clave y el punto central de la ofensiva, así que había dedicado dos compañías enteras del batallón, junto con varios vehículos Humvee artillados con ametralladoras pesadas y el respaldo de los morteros de la compañía de armas pesadas, para intentar su cruce por allí. En reserva quedaba el 22º Batallón de Infantería “Batalla de Ayacucho” por si había que reforzar el ataque o para explotarlo en caso de que tuviera éxito, e ingenieros de la Brigada por si era necesario reparar el puente o crear un paso nuevo.
Desde donde el Coronel observaba podía distinguir claramente como un Humvee ardía por los cuatro costados justo al otro lado del puente, en suelo ecuatoriano, y otro vehículo más del mismo tipo había corrido igual suerte antes de llegar a él, en territorio colombiano. También se podían ver varios cuerpos sin vida de sus hombres alrededor y sobre el mismo puente.
Pero al menos otros dos Humvee,s se encontraban ya dentro del pueblo, apoyados por media compañía, mientras que la segunda compañía llegaba de retaguardia y comenzaba a cruzar el puente que estaba siendo hostigado con fuego indirecto de artillería y de francotiradores emboscados.
Ariza se esforzaba en detectar movimientos de tropas enemigas que pudieran contraatacar a sus hombres, pero excepto unos pocos soldados que regresaban tras rechazar el asalto colombiano en el oeste, no podía ver nada más. Del otro lado, veía a la sección que había logrado cruzar, avanzar hacia el pueblo lenta, pero decididamente. Los defensores ecuatorianos estaban pasando un mal rato, bajo el fuego de una batería de morteros y otra de artillería, y atacados por dos lados por fuerzas superiores. Ariza no creía que tuvieran muchas opciones.
-Coronel, allí arriba – le dijo su oficial de operaciones señalando al cielo, hacia el sur.
-Por la dirección que llega, parece aviación enemiga - dijo con gesto serio.
-Quizás solo sea una misión de reconocimiento – añadió otro oficial presente.
Pero entonces el pequeño punto oscuro comenzó a hacerse más grande rápidamente. Estaba iniciando un picado y pronto una carga de pequeños objetos se desprendió del aparato. El Coronel pudo identificar aquellas aletas tan características de los Kfir antes de ordenar...
-¡Cúbranse todos!
Las bombas lanzadas por el caza de la FAE cayeron en suelo colombiano, al otro lado del puente y causaron bajas entre las tropas de retaguardia del 5º Batallón, pero lo suficientemente alejadas de Ariza y su Estado Mayor como para preocuparse por su seguridad.
-¿Y nuestros cazas Coronel?
-No se si aparecerán. Aquí todavía estamos bajo la cobertura de los malditos misiles antiaéreos SA-8 enemigos que hay alrededor de Tulcan.
-Pero entonces ¿los aviones que nos iban a prestar apoyo aéreo cercano?
-No se preocupe Capitán – respondió el Teniente Coronel encargado de las operaciones en el Estado Mayor de la Brigada al Capitán que había lanzado la pregunta - nuestro pájaros volarán muy bajo para que no sean detectados.
Y como si hubieran oído que hablaban de ellos, una escuadrilla con 4 AT-27 Tucanos confirmaban por radio su llegada en 3 minutos. Ariza ordenó que la infantería marcase posiciones enemigas con humo de colores para ser atacadas por los aviones de la FAC, que iban cargados de cohetes y bombas de 113 kg. Los aviones, al cabo de un par de minutos, pasaron sobre la cabeza del Coronel y se elevaron un poco para tener una mejor perspectiva antes de proceder a atacar los objetivos señalados.
Al poco, varias explosiones sacudieron las inmediaciones de donde se elevaban columnas de humo naranja, a la vez que los aviones colombianos se preparaban para dar otra pasada. Entonces, una fina columna de humo salió hacia el cielo a gran velocidad, buscando a uno de los Tucano, y explotando muy cerca de él. El avión tuvo que abortar el ataque y e intentar regresar a su base con humo saliendo de su morro. El resto, soltaron apresuradamente la carga bélica que todavía llevaban, y salieron a toda velocidad de la zona. La última andanada apenas tuvo repercusión en los defensores ante la falta de precisión con la que había sido lanzada, pero una de las bombas cayó muy cerca del oficial ecuatoriano a cargo de la defensa de aquel sector y lo hirió de gravedad.
El Coronel Ariza llamó a su oficial de comunicaciones.
-Quiero hablar con el Teniente Coronel Pinto.
-A la orden.
Y tras unos segundos, el comandante del 5º Batallón estaba al otro lado del aparato.
-¿Como está la situación Lima 6?
-Tenemos una solida cabeza de puente a este lado, y no parece que el enemigo pueda contraatacar.
-De acuerdo, pero necesito que los desaloje ya. Tenemos que conseguir vencer la resistencia y ampliar la cabeza de puente. En estos momentos le está llegando ayuda por el este ¿me comprende? - dijo refiriéndose a la sección que avanzaba por el flanco izquierdo del ataque.
-Afirmativo. Creo que es cuestión de minutos que la defensa enemiga se desmorone o comience a retirarse. Su fuego de artillería es lo que nos está retrasando más en estos momentos.
-Pues deben hacerse con el control de la zona lo antes posible para comenzar a dispersarse y que el Lima 7 pueda avanzar sobre el objetivo.
-Recibido Alfa 2. Cuente con nosotros.
-Suerte entonces. Alfa 2 corto.
El Coronel volvió a otear el campo de batalla con sus prismáticos. El pueblo y sus alrededores era ahora un hormiguero de hombres, vehículos, explosiones, trazadoras y humo, pero Ariza tuvo la impresión que sus hombres estaban cerca de conseguir la victoria.
-Ordene a Lima 7 que se ponga en marcha. Hemos de aprovechar el momento en que la defensa caiga y avanzar lo más rápido posible – dijo sabiendo que el 22º Batallón todavía tardaría varios minutos en llegar a la altura de sus compañeros del 5º Batallón.
Y tras 15 minutos más de lucha, la situación vino a dar la razón al Coronel. Los defensores ecuatorianos, superados en número y con un ya importante número de bajas, entre ellas la de su comandante, que había supuesto una cierta desorganización en aquellos momentos cruciales, no tuvieron más remedio que retirarse hacia el este y el sureste y tratar de establecer contacto con otras fuerzas ecuatorianas.
Ariza dio un último vistazo con sus prismáticos para ver como sus hombres avanzaban y establecían un perímetro defensivos más amplio alrededor de Tufiño, mientras los vehículos y soldados del 22º Batallón comenzaban a cruzar el puente sobre el Játiva, antes de subirse el mismo a su Humvee y dirigirse hacia allí para evaluar y dirigir la ofensiva desde el frente.
De momento había cumplido la primera parte de su misión, quizás con más bajas de las previstas, pero ahora no había tiempo para lamentarse. El avance debía continuar.
Desde el inicio del conflicto el día anterior, la situación en la frontera de Ecuador con Colombia había sido bastante diferente de lo sucedido en la Guajira. Durante el día 5, los ejércitos de ambos países habían ultimado sus despliegues terrestres a lo largo de la frontera común y se habían producido pequeñas escaramuzas.
Mientras, en el mar, la escuadra ecuatoriana operaba al noroeste de Esmeraldas protegiendo sus aguas y costas, a la vez que aguardaba ordenes para llevar a cabo acciones más ofensivas. A su vez los escasos buques colombianos, reforzados por una FFL enviada a toda prisa desde el Caribe, aguardaban cerca de la base naval ARC “Málaga”.
En el aire se habían visto salidas esporádicas de los aviones de combate de ambas fuerzas aéreas para realizar ataques sobre objetivos enemigos puntuales cerca de la frontera, pero más parecía un tanteo de las fuerzas y reacciones del enemigo que unos ataques organizados y de cierta entidad.
La FAC disponía en la base avanzada “Vigilante”, al sur de Cali, de 4 Mirage 5COAM y media docena de AT-27 Tucanos, mientra que en la Base Aérea de Tres Esquinas, dos AC-47 Fantasma y otra media docena de A-29 SuperTucano, era el contingente de la FAC que apoyaba a las tropas en la frontera con Ecuador, además de numerosos helicópteros de ataque Rapaz y Arpía en otras bases avanzadas a los que había que sumar los helicópteros del Ejército.
La FAE por su parte, contaba con 3 Kfir CE y 3 Mirage F-1 que se habían trasladado a la Base Aérea Mariscal Sucre en Quito, y 4 A-37 y 3 Strikmasters que operaban desde Lago Agrio. Un reducido puñado de helicópteros Lama, Gazelle y SuperPuma prestaban también apoyo a las tropas terrestres a lo largo de toda la frontera.
El Ejército colombiano había desplegado a buena parte de la 3ª División de Infantería en el departamento de Nariño, comenzando por un batallón de infantería, otro de montaña y uno de artillería de la 3ª Brigada de infantería entre la costa y la zona montañosa más al interior hasta llegar a los volcanes Cumbay – Chiles. Más allá, la 23ª Brigada de Infantería mantenía un frente de batalla mucho más pequeño, centrado en la estratégica ciudad de Ipiales, que junto con algunos kilómetros hacia el este y el oeste de la misma, veía el despliegue de un Grupo de Caballería, un batallón de infantería y uno contrainsurgencia, pero que había adoptado un rol más convencional en esta situación. Conectando con la 23ª Brigada, y extendiéndose hacia el este y hasta el límite del departamento, el 29ª Brigada desplegaba 2 batallones de infantería y uno de infantería de montaña. Por su parte, la 8ª Brigada de Infantería, con un batallón de infantería y otro de montaña, ejercía de reserva, mientras que su batallón de artillería y la mitad de su batallón de ingenieros, se encontraban reforzando a la 23ª Brigada en Ipiales.
En las zonas de responsabilidad más al interior del país que las brigadas habían dejado para marchar al sur, la lucha contra la insurgencia y el terrorismo, recaía sobre dos batallones contrainsurgencia y uno de policía militar, de las brigadas 3ª y 29ª, además de dos brigadas móviles del Ejército y la Ponal, que habían redoblado sus esfuerzos mientras durase el conflicto para lidiar con las ahora más agresivas acciones de las FARC principalmente, aunque el despliegue hacia el sur de esos importantes contingentes militares tuvo un efecto negativo para esa organización y las bandas de criminales y contrabandistas que operaban en aquella zona, ya que sus actividades se vieron seriamente perjudicadas por el despliegue de numerosas unidades de combate a uno y otro lado de la frontera.
Algo similar pasó en las zonas de responsabilidad de la 6ª División de Infantería colombiana, la cual ocupó posiciones al sur del departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador. Las 12ª y 27ª Brigadas de infantería desplegaron un total de 6 batallones de infantería, contrainsurgencia y de selva, apoyados por otros dos batallones de infantería de una Brigada Móvil para vigilar toda su área de responsabilidad en la frontera.
Por parte ecuatoriana, desde la costa, al norte de la provincia de Esmeralda, pasando por la de Carchi, y hasta unos 50 km al sureste de Tulcan, ya en la provincia de Sucumbios, la 1ª División de Infantería ejercía el control de la frontera, y de oeste a este, el despliegue era el siguiente: un batallón de Infantería de Marina, a su derecha un Grupo de Fuerzas Especiales de la 9ª Brigada de FFEE y más allá, un Grupo de Caballería, y dos Batallones de Infantería (el que defendía la zona de Tulcan reforzado con una compañía de Fuerzas Especiales) que conformaban la 13ª Brigada de Infantería, eran las fuerzas sobre la frontera, apoyados por potentes unidades de artillería con obuses y morteros pesados, tanto de la 13ª Brigada como de la 11ª Brigada de Caballería Blindada, que también había sumado algunos tanques ligeros AMX-13 y blindados de transporte de tropas de un Grupo de Caballería al despliegue, en forma de fuerzas de reserva de la 1ª División.
En contacto con la 1ª División, y extendiéndose hacia el este, hasta el límite de la frontera con Colombia, la 4ª División de Selva era la responsable de la defensa en ese área, donde se desplegaba la 17ª Brigada de Selva, con 3 Batallones de Selva, reforzados por otro Batallón de Selva adicional de la 19ª Brigada de Selva. Como reserva de la 4ª División actuaba un Grupo de Fuerzas Especiales, de la 9ª Brigada.
Como reservas estratégicas, el resto de la 11ª Brigada de Caballería Blindada y el último batallón (menos una compañía) de la 9ª Brigada, aguardaban más al sur listos para intervenir si era necesario.
En total, 18 batallones de maniobra colombianos se enfrentaban a 11 batallones de maniobra ecuatorianos en la zona fronteriza. Numéricamente, las fuerzas colombianas eran superiores, y poseían una elevada capacidad de despliegue aeromóvil mediante sus helicópteros, pero por contra, los ecuatorianos tenían un mayor número de piezas de artillería pesada y una mejor cobertura de defensa aérea, con diversos tipos de sistemas MANPADS y cañones AAA, además de sistemas 9k33 OSA (SA-8 Gecko) de la Fuerza Aérea, dos de los cuales estaban desplegados en las inmediaciones de Tulcan, protegiendo a la artillería, el aeropuerto, el paso fronterizo del puente internacional Rumichaca, la ciudad en si, y las fuerzas terrestres desplegadas a su alrededor.
La falta de cobertura del radar ecuatoriano de Lago Agrio era un problema para la Fuerza Aérea ecuatoriana, pero los radares de los SA-8 y los Skyguard que dirigían a los cañones dobles de 35 mm Oerlikon, ayudaban a vigilar algunas zonas importantes, aunque varios de estos sistemas de defensa aérea estaban también desplegados más al interior, protegiendo blancos estratégicos.
Las primeras bajas y las acciones terrestres más importantes hasta el momento habían tenido lugar cerca de los dos pasos oficiales en la frontera de ambos países.
Temprano en la mañana de día 5, cerca del puente internacional San Miguel, pequeños grupos de comandos de selva IWIAS ecuatorianos cruzaron la frontera, y procedieron al sembrado de minas y a la colocación de trampas cerca de los caminos transitados por las tropas colombianas. Dos de estos grupos fueron descubiertos y tuvieron que retirarse combatiendo. Al atardecer, cuando el sol comenzaba a desaparecer, una pequeña incursión de tropas colombianas en respuesta a la llevada a cabo por los ecuatorianos, y que pretendía llegar a disparar morteros sobre la Base Aérea de Lago Agrio fue rechazada tras avanzar poco más de un kilómetro tras un fuerte tiroteo entre ambas partes.
De más importancia fueron los importantes bombardeos artilleros que los obuses y lanzacohetes ecuatorianos dirigieron contra el aeropuerto y helipuerto de San Luis,al noroeste de Ipiales, y sobre las instalaciones militares que el Grupo de Caballería Mecanizado “Gral. José María Cabal” tenía en la propia ciudad. Algunos de dichos proyectiles se habían desviado de su objetivo y habían acabado afectando a zonas civiles, produciendo algunas bajas. Para el mando militar colombiano era una situación peligrosa y habían ordenado un ataque aéreo y fuego de contrabatería, pero la defensa aérea ecuatoriana abortó el intento de ataque aéreo por parte de los Tucano de la FAC y se produjo una escaramuza aérea entre los Mirage 5 colombianos que intentaban un ataque a alta cota y los Mirage F1 ecuatorianos que proporcionaban cobertura aérea, sin que ninguno de los dos lograse derribar a algún aparato enemigo dado lo fugaz del encuentro, y sin que los aviones de la FAC pudieran haber atacado las posiciones de artillería que tenían localizadas.
Por su parte, el fuego de contrabatería efectuado por los veteranos obuses M-101 colombianos quedaba corto ante el mayor alcance de los obuses de 155 mm M-114, M-198, AMX Mk F3 y de los lanzacohetes BM-21 que había desplegado el Ejército ecuatoriano, así que solo el bombardeo artillero del aeropuerto de Tulcan equilibró en parte la balanza.
Artillería ecuatoriana en acción.
Para el General de la 3ª División, aquella era una situación insostenible y preparó planes de contingencia para solucionar el problema...
Por parte ecuatoriana, los dirigentes políticos, en respuesta a los acuerdos con sus aliados venezolanos, apremiaban los mandos militares a emprender acciones más contundentes para retener al mayor numero de soldados colombianos posibles, y si era posible, vengar la afrenta de las incursiones en su territorio que habían disparado aquel conflicto.
6 de marzo. Ipiales. Colombia.
El General Mario Montoya, comandante del Ejército colombiano todavía estaba conmocionado. A sus 58 años, la muerte había estado cerca, muy cerca de llegarle aquella misma mañana.
Hacía dos horas que había aterrizado en la ciudad de Ipiales, como parte de una ronda de visitas a los Teatros de Operaciones que iniciase el día anterior en el norte, cerca de la Guajira, pero donde tan solo llegó a Santa Marta, lo que le valió algunos reproches de la prensa y de otros estamentos militares, por lo que aquel día, tenía previsto visitar la fronteriza ciudad de Ipiales en el Teatro de Operaciones Sur, una ciudad a escasísima distancia de territorio ecuatoriano para disipar cualquier duda.
Iba con la idea de arengar y motivar a sus hombres, con sus palabras, pero también con su presencia, a la vez que estudiaba las operaciones y opciones que los mandos militares de la zona estaban preparando. Llegó en helicóptero poco antes de que amaneciera, y tras un intercambio de opiniones con los mandos militares, se dirigió a ver a sus tropas, incluso a aquellas que estaban en primera linea. Él y su comitiva se acercaron hasta las inmediaciones del puente internacional Rumichaca para observar tanto a sus soldados como a las posiciones ecuatorianas al otro lado del puente y del rio Carchi, y entonces se desató el infierno...
La artillería enemiga comenzó a bombardear la zona, y tuvieron que refugiarse en unas instalaciones civiles próximas que tenían un subterraneo y que ya estaban siendo usadas por sus fuerzas como centro de mando y almacén. Pero no fueron aquellos proyectiles los que estuvieron a punto de costarle la vida, sino la muy arriesgada acción de un reducido grupo de comandos ecuatorianos, que aprovechando la confusión del bombardeo, habían logrado infiltrarse hasta allí, y que habían intentado entrar en aquel edificio. Cogidos por sorpresa, la seguridad del general tuvo bajas y hubo de replegarse hasta el subterraneo donde varios mandos y soldados aguardaban el fin del bombardeo, y allí establecieron una última linea de defensa. El General Montoya pensó que si el enemigo había traído consigo explosivos potentes, podían achicharrarlos en aquella ratonera, pero no fue así, y tras un rápido contraataque de soldados provenientes del exterior y avisados por sus mandos desde el subterraneo, lograron acabar con la incursión enemiga, matando a todos ellos menos a dos, los cuales estaban siendo interrogados en aquellos momento.
Tras aquel incidente, el General se retiró del lugar y se trasladó a un descampado a las afueras de Ipiales, donde aguardaba a un helicóptero que lo sacara de allí para regresar a su puesto de mando en Bogotá. Minutos más tarde, mientras el helicóptero descendía y se posaba, un Teniente Coronel llegaba en vehículo y se dirigió hacia el pequeño grupo de altos mandos que aguardaban junto al General Montoya.
-¿Ya tienen algo? - preguntó Montoya al oficial que se había llevado a los prisioneros y que era el que acababa de llegar.
-Mi General, hemos tenido suerte. No era un intento de asesinato como nos temíamos. Su objetivo era capturarle a usted vivo para que respondiera por las incursiones que realizamos el sábado y domingo pasado en Ecuador.
-Hijoeputas...pues no lo han conseguido... - dijo malhumorado, y mirando al General al mando de la 3ª División le dijo – en cuanto salga de aquí me voy a poner en contacto con el Presidente Uribe para comunicarle mi apoyo al plan que me ha presentado, así que vaya realizando cuanto antes los preparativos...¿cuando podría ponerse en marcha?
-Dos horas – respondió su interlocutor con convicción – la mayoría de desplazamientos y preparativos han sido realizados ya o están a punto de concluirse.
-Muy bien – dijo Montoya algo impresionado por la efectividad del General – en cuanto tenga la autorización le llamaré.
Y saludándose militarmente, ambos hombres se despidieron sin mediar más palabras. El helicóptero se elevó, y los hombres que se quedaban en tierra se alejaron sujetándose la gorra y resistiendo el vendaval que originaban las palas del rotor.
6 de marzo. Al sur de Tulcan. Ecuador.
“Aries 5” era el indicativo del helicóptero Gazelle que pilotaba el capitán Hurtado por los cielos del norte de Ecuador aquel día.
Como uno de los escasos helicópteros operativos en el Ejército ecuatoriano, su trabajo se había multiplicado con el inicio de las incursiones colombianas primero, y con el estallido del conflicto después. El día anterior había ido de allá para acá, volando cerca de la frontera en misión de reconocimiento para detectar cualquier intento de infiltración enemiga en territorio patrio, o para detectar movimientos de tropas importantes al otro lado de la frontera...y había sido agotador. Sin duda había sido el día que más horas de vuelo había realizado en una sola jornada, en toda su carrera militar. Y aquel día que estaba llegando a su ecuador, no parecía que fuera a ser muy diferente.
Tras salir de su base avanzada al noroeste de Ibarra, armado con lanzacohetes de 70 mm, había mantenido rumbo norte hasta que llegó una comunicación por radio.
-“Aries 5”, “Aries 5”, tenemos informes de actividad enemiga cerca de Tufiño. Acérquese a ver que ocurre y reportese inmediatamente – le ordenaron desde el mando de la 1ª División.
-Recibido. “Aries 5” cumpliendo ordenes. Y tras cerrar la comunicación, miró a su copiloto y le dijo – vamos allá Enrique.
Se desviaron algunos grados hacia su izquierda para dirigirse hacia el pequeño pueblo de Tufiño, pero mucho antes de llegar ya pudieron ver algunas columnas de humo que se destacaban incluso en aquel húmedo y brumoso mediodía. Ganó algo de altura para poder ver mejor y desde más distancia. El sargento copiloto observaba la información que a través de su sistema de visión H-MOSP recibía en la pantalla que tenía enfrente suyo.
-Parece que los colombianos están intentando cruzar el Játiva por dos puntos...uno al oeste del pueblo, y el otro parece en el mismo pueblo.
-De acuerdo ¿ves posibles objetivos para los cohetes?
-Tenemos que acercarnos más, la visibilidad no es muy buena.
-Bien, busca blancos, yo voy a inform...
Pero una nueva comunicación radiofónica le interrumpió.
-“Aries 5”, “Aries 5”, aborten aproximación a Tufiño, tenemos otra misión de mayor prioridad.
-Recibido. Comunico que se observan combates alrededor del pueblo. No puedo precisar más.
-Recibido. Ahora debe dirigirse al puente Rumichaca, el enemigo ha comenzado un ataque para intentar cruzar a nuestro país con contingentes importantes. Informen de las tropas enemigas más allá del puente y ataquen objetivos enemigos.
-De acuerdo, recibido. Nos dirigimos hacia allá.
“Carajo, esta mañana va a ser muy movida” pensó el Capitán Hurtado mientras movía la palanca y el colector para girar el aparato y llegar lo antes posible a su nuevo objetivo.
"Aries 5" volando hacia su nuevo destino
...mientras tanto en tierra, cerca de Tufiño...
El Coronel Marcos Ariza, comandante de la 8ª Brigada de Infantería observaba con sus prismáticos como el helicóptero enemigo que se aproximaba al pueblo de Tufiño, giraba y se dirigía hacia el este. “Mejor que se aleje” pensó para si.
Desde su elevada posición podía ver toda la extensión del ataque que había ordenado. El primer objetivo era establecer una cabeza de puente al otro lado del río Játiva, en suelo ecuatoriano, a la altura del pueblo de Tufiño, y para llevarlo a cabo, la idea era sencilla. El 5º Batallón de Infantería de Montaña “Gr. Urbano Castellanos Castillo”, realizaría un cruce por tres puntos, uno al oeste de Tufiño, otro al este y uno más sobre el mismo pueblo, a través del pequeño puente que separaba Colombia de Ecuador. Para los dos asaltos a las afueras del pueblo, sendas secciones de infantería se habían apostado en la oscuridad de la noche en las cercanías de sus puntos de cruce. El río Játiva a su paso por ese sector de la frontera, aunque no muy profundo, esculpía un agreste cañón de difícil paso de un lado a otro. La misión para aquellos soldados no era sencilla, y por desgracia, para la sección que intentaba el cruce por el flanco derecho, fue descubierta y sorprendida a la mitad de cruce del cañón, y a pesar de que él mismo había ordenado el uso de morteros con explosivos y humo para ocultar y apoyar el intento de sus hombres, el asalto fue rechazado con graves perdidas en vidas.
Pero por suerte para el Coronel, el intento de la sección del flanco izquierdo de su ataque había corrido mejor suerte. Con el cruce de tan solo los tres mejores hombres de la sección, en silencio, lentamente, y aprovechándose de la bruma matinal que envolvía gran parte del río, lograron llegar a lo alto de la otra orilla, y dar cuenta de una patrulla sin delatar su posición. Inmediatamente, el resto de la sección comenzó a cruzar todo lo rápido que pudieron, pero cuando estaban llegando los primeros soldados a reunirse con sus tres valerosos compañeros que los esperaban, llegaron un grupo de soldados ecuatorianos y comenzó un tiroteo. Los soldados colombianos lograron pese a todo, terminar el ascenso de la pared sur del cañón para llegar a suelo ecuatoriano y ayudar al resto de la sección. La patrulla ecuatoriana, de apenas 10 hombres, no era lo suficientemente numerosa para contener a los casi 40 soldados colombianos que ahora habían establecido un punto firme para luchar, y tuvieron que retirarse al comenzar a avanzar los colombianos hacia el oeste, hacia Tufiño.
En el mismo pueblo, estaba teniendo lugar la intento principal del Batallón por poder adentrarse en territorio enemigo. El puente que unía a ambos países en aquella zona tenía una longitud de 5 metros y apenas la anchura para que cupiera un vehículo todoterreno, pero el Coronel Ariza pensaba que era el paso clave y el punto central de la ofensiva, así que había dedicado dos compañías enteras del batallón, junto con varios vehículos Humvee artillados con ametralladoras pesadas y el respaldo de los morteros de la compañía de armas pesadas, para intentar su cruce por allí. En reserva quedaba el 22º Batallón de Infantería “Batalla de Ayacucho” por si había que reforzar el ataque o para explotarlo en caso de que tuviera éxito, e ingenieros de la Brigada por si era necesario reparar el puente o crear un paso nuevo.
Desde donde el Coronel observaba podía distinguir claramente como un Humvee ardía por los cuatro costados justo al otro lado del puente, en suelo ecuatoriano, y otro vehículo más del mismo tipo había corrido igual suerte antes de llegar a él, en territorio colombiano. También se podían ver varios cuerpos sin vida de sus hombres alrededor y sobre el mismo puente.
Pero al menos otros dos Humvee,s se encontraban ya dentro del pueblo, apoyados por media compañía, mientras que la segunda compañía llegaba de retaguardia y comenzaba a cruzar el puente que estaba siendo hostigado con fuego indirecto de artillería y de francotiradores emboscados.
Ariza se esforzaba en detectar movimientos de tropas enemigas que pudieran contraatacar a sus hombres, pero excepto unos pocos soldados que regresaban tras rechazar el asalto colombiano en el oeste, no podía ver nada más. Del otro lado, veía a la sección que había logrado cruzar, avanzar hacia el pueblo lenta, pero decididamente. Los defensores ecuatorianos estaban pasando un mal rato, bajo el fuego de una batería de morteros y otra de artillería, y atacados por dos lados por fuerzas superiores. Ariza no creía que tuvieran muchas opciones.
-Coronel, allí arriba – le dijo su oficial de operaciones señalando al cielo, hacia el sur.
-Por la dirección que llega, parece aviación enemiga - dijo con gesto serio.
-Quizás solo sea una misión de reconocimiento – añadió otro oficial presente.
Pero entonces el pequeño punto oscuro comenzó a hacerse más grande rápidamente. Estaba iniciando un picado y pronto una carga de pequeños objetos se desprendió del aparato. El Coronel pudo identificar aquellas aletas tan características de los Kfir antes de ordenar...
-¡Cúbranse todos!
Las bombas lanzadas por el caza de la FAE cayeron en suelo colombiano, al otro lado del puente y causaron bajas entre las tropas de retaguardia del 5º Batallón, pero lo suficientemente alejadas de Ariza y su Estado Mayor como para preocuparse por su seguridad.
-¿Y nuestros cazas Coronel?
-No se si aparecerán. Aquí todavía estamos bajo la cobertura de los malditos misiles antiaéreos SA-8 enemigos que hay alrededor de Tulcan.
-Pero entonces ¿los aviones que nos iban a prestar apoyo aéreo cercano?
-No se preocupe Capitán – respondió el Teniente Coronel encargado de las operaciones en el Estado Mayor de la Brigada al Capitán que había lanzado la pregunta - nuestro pájaros volarán muy bajo para que no sean detectados.
Y como si hubieran oído que hablaban de ellos, una escuadrilla con 4 AT-27 Tucanos confirmaban por radio su llegada en 3 minutos. Ariza ordenó que la infantería marcase posiciones enemigas con humo de colores para ser atacadas por los aviones de la FAC, que iban cargados de cohetes y bombas de 113 kg. Los aviones, al cabo de un par de minutos, pasaron sobre la cabeza del Coronel y se elevaron un poco para tener una mejor perspectiva antes de proceder a atacar los objetivos señalados.
Al poco, varias explosiones sacudieron las inmediaciones de donde se elevaban columnas de humo naranja, a la vez que los aviones colombianos se preparaban para dar otra pasada. Entonces, una fina columna de humo salió hacia el cielo a gran velocidad, buscando a uno de los Tucano, y explotando muy cerca de él. El avión tuvo que abortar el ataque y e intentar regresar a su base con humo saliendo de su morro. El resto, soltaron apresuradamente la carga bélica que todavía llevaban, y salieron a toda velocidad de la zona. La última andanada apenas tuvo repercusión en los defensores ante la falta de precisión con la que había sido lanzada, pero una de las bombas cayó muy cerca del oficial ecuatoriano a cargo de la defensa de aquel sector y lo hirió de gravedad.
El Coronel Ariza llamó a su oficial de comunicaciones.
-Quiero hablar con el Teniente Coronel Pinto.
-A la orden.
Y tras unos segundos, el comandante del 5º Batallón estaba al otro lado del aparato.
-¿Como está la situación Lima 6?
-Tenemos una solida cabeza de puente a este lado, y no parece que el enemigo pueda contraatacar.
-De acuerdo, pero necesito que los desaloje ya. Tenemos que conseguir vencer la resistencia y ampliar la cabeza de puente. En estos momentos le está llegando ayuda por el este ¿me comprende? - dijo refiriéndose a la sección que avanzaba por el flanco izquierdo del ataque.
-Afirmativo. Creo que es cuestión de minutos que la defensa enemiga se desmorone o comience a retirarse. Su fuego de artillería es lo que nos está retrasando más en estos momentos.
-Pues deben hacerse con el control de la zona lo antes posible para comenzar a dispersarse y que el Lima 7 pueda avanzar sobre el objetivo.
-Recibido Alfa 2. Cuente con nosotros.
-Suerte entonces. Alfa 2 corto.
El Coronel volvió a otear el campo de batalla con sus prismáticos. El pueblo y sus alrededores era ahora un hormiguero de hombres, vehículos, explosiones, trazadoras y humo, pero Ariza tuvo la impresión que sus hombres estaban cerca de conseguir la victoria.
-Ordene a Lima 7 que se ponga en marcha. Hemos de aprovechar el momento en que la defensa caiga y avanzar lo más rápido posible – dijo sabiendo que el 22º Batallón todavía tardaría varios minutos en llegar a la altura de sus compañeros del 5º Batallón.
Y tras 15 minutos más de lucha, la situación vino a dar la razón al Coronel. Los defensores ecuatorianos, superados en número y con un ya importante número de bajas, entre ellas la de su comandante, que había supuesto una cierta desorganización en aquellos momentos cruciales, no tuvieron más remedio que retirarse hacia el este y el sureste y tratar de establecer contacto con otras fuerzas ecuatorianas.
Ariza dio un último vistazo con sus prismáticos para ver como sus hombres avanzaban y establecían un perímetro defensivos más amplio alrededor de Tufiño, mientras los vehículos y soldados del 22º Batallón comenzaban a cruzar el puente sobre el Játiva, antes de subirse el mismo a su Humvee y dirigirse hacia allí para evaluar y dirigir la ofensiva desde el frente.
De momento había cumplido la primera parte de su misión, quizás con más bajas de las previstas, pero ahora no había tiempo para lamentarse. El avance debía continuar.
Última edición por flanker33 el 10 Jun 2013, 18:57, editado 1 vez en total.
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Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
...minutos antes sobre Tulcan...
Siete minutos después de recibir las ordenes de dirigirse al puente Rumichaca, “Aries 5”, el Gazelle del Capitán Hurtado se encontraba ya cerca de él, y podía distinguir claramente los signos de combate alrededor del propio puente. Y no eran tan solo las columnas de humo producidas por el fuego en edificaciones o vehículos en llamas, de explosiones de obuses y morteros, proyectiles fumígenos lanzados por la artillería o trazadoras cruzando la frontera hacia uno y otro lado, sino también el propio movimiento de soldados colombianos tratando de avanzar hacia suelo ecuatoriano y los soldados ecuatorianos defendiéndose y cambiando de posiciones. Aquello era lo más parecido a una gran batalla que había visto Hurtado en toda su vida.
-Capitán, en aquella colina veo dos ametralladoras pesadas. Parecen un buen objetivo para alguno de nuestros cohetes.
-Buena vista...vamos a por ellos.
...mientras tanto en tierra...
Parapetados tras un muro, a escasos metros del puente internacional Rumichaca y de algunos otros edificios menores ahora en poder de soldados colombianos, y junto a otros miembros de su compañía, dos soldados del 39º Batallón de Infantería “Galo Molina” luchaban por rechazar a las tropas colombianas que habían lanzado un ataque hacía ya un buen rato. En aquel momento observaban como parte de la colina que tenían enfrente, al otro lado del río y de la frontera, desaparecía bajo una espesa humareda.
-¡Jodanse cabrones! Bien hecho amigo, vuelva cuando quiera por acá y deles duro – gritaba el sargento Méndez al helicóptero que acababa de soltar una andanada de cohetes sobre la colina desde donde los estaban regando de plomo desde hacía ya rato - ¿Viste que bueno Cléber? Jodieron a esos mamones de la puta colina...oye tu ¿que mierda estas haciendo “pelado”? - le gritó al advertir que el soldado Cléber Delgado estaba acurrucado tras uno de los muros derruidos de una habitación del edificio de inmigración donde se encontraban.
-¡Mi Sargento, nos están haciendo puré! ¡Me van a volar los huevos si me sigo asomando ahí fuera...!
-Dejate de jodiendas y comienza a disparar de una vez o el que te va a volar los huevos voy a ser yo...no sabía que eras un cobarde soldado.
-¡No lo soy! – protestó Cléber – pero ahora ya mis brazos no me responden, sargento.
Mendez conocía al soldado Delgado desde que comenzara la instrucción. Era “poca cosa”, pequeño, debilucho, y muy joven, desde el principio había sido el objetivo de las burlas de sus compañeros, en especial de los veteranos, pero él había demostrado una voluntad ferrea y había logrado terminar la instrucción por encima de todas las dificultades. Pero allí, acurrucado, con el casco que a todas luces le quedaba grande , tapándole parte de la cara y que apenas le dejaba ver, y su fusil HK33 que parecía enorme en sus manos, daba incluso un poco de lástima. Pero no había tiempo para aquellos pensamientos, el enemigo estaba avanzando y algunos ya se encontraban a tan solo 50 metros de allí. Era cierto que las balas y las explosiones los habían perseguido desde que habían llegado a esa posición, y que dos de sus compañeros habían resultado heridos y otro más muerto, pero ahora solo quedaban ellos dos allí, en aquella parte del edificio, y aunque había más soldados ecuatorianos en zonas contiguas de ese mismo edificio, no eran demasiados como para permitirse que uno solo de ellos dejara de disparar y defender su posición. Su vida podía depender de ello.
El Sargento se incorporó por encima del muro y disparó tres veces antes de volver a agacharse.
-¿Ves soldado? Es así de fácil, así que no me jodas y ponte a tirar ahora mismo.
-No puedo...no puedo...
-Carajo que no – y se arrastró hacia él y le golpeó con la mano en el casco – ¿que mierda te pasa Cléber? Has estado luchando hasta hace un momento ¿que te ha pasado muchacho?
El soldado desvió la mirada hacia el suelo. El Sargento se estaba cabreando por momentos hasta que vio que la mirada del joven soldado se dirigía hacia la sangre del cabo Tenorio, el compañero que había muerto hacía unos minutos tras recibir un impacto de metralla en la cara, y que había estado junto a Cléber al caer. “Mierda, es eso. Se ha derrumbado al ver la muerte tan de cerca”.
Volvió a levantarse para disparar una corta ráfaga hacia un grupo de soldados colombianos que avanzaban por el puente, alcanzando a uno de ellos.
-Ok Cléber, vas a hacer lo siguiente...
Pero no pudo terminar la frase. Media docena de explosiones de mortero de gran calibre como las que habían acabado con la vida del cabo, resonaron realmente cerca. Una impactó en el propio edificio, detrás de ellos, e hizo que parte de lo que aún quedaba de tejado se derrumbara.
-¡Soldado, mirame! ¡Haz lo que yo haga! ¿De acuerdo? - Cléber asintió con la cabeza con poca convicción.
El Sargento levantó el fusil por encima del parapeto y disparó un par de tiros sin poder apuntar, y luego volvió a protegerlo tras el muro. Miró a Cléber incitándole a imitarlo.
Al muchacho le temblaban los brazos pero aún así logró levantaros por encima del muro e imitó a su Sargento.
-Bien muchacho, bien. Ahora otra vez – y Méndez volvió a repetir la operación, mientras las balas silbaban sobre sus cabezas. El joven soldado lo volvió a hacer y parecía que iba ganando confianza en si mismo de nuevo.
-Muy bien, ya sabía yo que lo que decían tus compañeros en la instrucción no era verdad. Eres un tío que los tiene bien puestos ¿verdad? - dijo tratando de espolear al soldado.
-Si – dijo a media voz.
-¿Si?
-...¡Si mi Sargento!
-¡Eso es! Ahora vamos a asomarnos por encima del muro y vamos a mandar a alguno de esos colombianos a tomar por cul* ¿si?
-¡Si, mi Sargento! - repitió Cléber.
Al unisono, los dos soldados sacaron un tercio de su cuerpo fuera del parapeto y comenzaron a disparar varios proyectiles. Luego se volvieron a cobijar tras el muro, mientras oían como varios disparos de respuesta chocaban contra la pared que los protegía.
-Veo que te acuerdas de como se hace, pues vamos a darles duro hasta que vuelvan por donde han venido.
-A la orden – dijo ya con algo más de control el soldado Delgado.
Estuvieron como cinco minutos más disparando y protegiéndose, cuando notaron que de nuevo el fuego enemigo arreciaba desde una de las colinas al otro lado del río. Habían vuelto a colocar alguna ametralladora en aquella posición elevada.
Todavía no habían llegado refuerzos y los soldados que habían transportado a los heridos a retaguardia, no habían regresado. Y para empeorar la situación, comenzaban a quedarse justos de munición.
-Ahorra balas muchacho. A ver si aparecen de una puta vez los que se largaron a la retaguardia.
-Si mi Sargento.
Aunque Cléber había recuperado el dominio, la verdad es que hubiera preferido ser uno de aquellos que habían marchado con los heridos y estar ahora lejos de allí, aunque sabía que por su físico no era el más adecuado para llevar los pesados cuerpos de sus compañeros.
De pronto comenzaron a ver que el humo los envolvía y poco después se oyeron gritos de rabia desde el bando colombiano. Méndez asomó la cabeza y la volvió a agachar alarmado por lo poco que pudo ver entre el humo, pero entre lo que vio, una estela de un cohete que impactó unos 7 u 8 metros a su izquierda, contra alguna parte de aquel edificio que defendía algún compañero de armas.
-¡Están avanzando hacia aquí!...¡dispara! – le ordenó a su compañero de fatigas mientras el cogía una granada de mano y le quitaba el seguro.
Cuando Cléber disparó, el Sargento dio un rápido vistazo y lanzó la granada.
-¡Abajo! - y tras escuchar la deflagración de su granada, se giró hacia su compañero - Vamos a repetirlo ¿de acuerdo? - Cléber asintió, y cuando Méndez tenía otra granada preparada, ambos hombres volvieron a ejecutar el mismo movimiento.
Pero esta vez, un proyectil acertó en el casco del joven soldado, arrancándoselo de la cabeza y tumbándolo hacia atrás, pero por fortuna para él, sin más consecuencias físicas. Cléber se quedó blanco del susto durante un instante, en el que el Sargento Méndez al verlo, temió que se hundiera de nuevo justo en aquella crítica situación. Pero fue todo lo contrario, al menudo soldado se le cruzó algún cable en la cabeza y se levantó y descargó lo que quedaba en su cargador contra dos soldados colombianos que se acercaban peligrosamente a su posición. Cuando terminó las balas, ambos enemigos yacían en el suelo malheridos.
Méndez agarró a Cléber por el uniforme y tiró hacia abajo de él.
-Muy bien, pero tampoco es necesario hacerte matar ahora...vamos a lanzar más granadas...¡ahora!
Las dos granadas siguieron una trayectoria parabólica y explotaron a diez o quince metros de su posición. El Sargento levantó un poco la cabeza por encima del muro y vio como varios soldados colombianos volvían a sus posiciones de partida a refugiarse en los edificios, o tras vehículos u otros tipos de parapetos improvisados que habían buscado en aquel lado del puente. El asalto había sido rechazado.
-¡Váyanse a la verga, maricones! - gritó Méndez descargando adrenalina al insultar a sus enemigos. - ¡A este paso no van llegar a ningún sitio mamones!
Cléber lo miró exhausto pero sonriente, y el Sargento le devolvió una mirada de confianza.
Lo malo para ellos es que casi se habían quedado sin municiones, tan solo un cargador tenía cada uno de ellos, y las granadas de mano también habían sufrido un brusco descenso en su arsenal particular. Y cuando Méndez estaba tratando de resolver ese problema, Cléber puso cara de extrañeza, y es que si bien ahora parecía que había menos ruido de armas y explosiones en aquella zona, en unos pocos metros a su alrededor que era a lo que se circunscribía sus interés, oyó como hacia su izquierda, el ruido no solo no había disminuido sino que ahora parecía estar más cerca.
Echó un rápido vistazo por encima del muro, pero desde aquella posición no podía ver nada, el propio edificio le bloqueaba la visión en aquella dirección.
Cuando se lo estaba comentando al Sargento, ambos hombres se pusieron en guardia, un ruido procedente de detrás de ellos se acercaba. Ambos apuntaron con sus fusiles y estuvieron a punto de coser a tiros al soldado Espinoza que regresaba por fin.
-Mierda, estuvimos a punto de freírte...podrías haber avisado.
-Lo siento mi Sargento, pero voy con prisa. Tengo instrucciones del Capitán.
-¿Que pasa ahora?
-Tenemos que replegarnos hacia la retaguardia, hacia el interior.
-¿Que? ¿Por que? Acabamos de rechazar otro asalto enemigo. Si nos dan munición y algunos hombre más podemos aguantar.
-Mi Sargento, ustedes desde aquí no lo ven, pero el antiguo edificio de aduanas ha caído, y el enemigo está cruzando el puente natural por allí.
-Mierda – dijo Méndez mientras se arrastraba hacia atrás abandonando su posición – vosotros quedaos aquí, ahora vuelvo.
-No mi Sargento, tenemos que irnos ya...
Pero Méndez no lo escucho. Moviéndose con agilidad entre los restos del destrozado edificio, llegó a la parte trasera del mismo desde donde podía ver como el hermoso edificio de las antiguas aduanas, ahora no era más que un montón de escombros humeantes, y desde donde el enemigo avanzaba hacía ellos. Lo comprendió al instante, con aquel flanco expuesto, la defensa de aquel edificio y de todas las inmediaciones del puente internacional se había complicado muchísimo. Otro asalto decidido y no podrían frenarlo.
El Sargento iba a regresar a su posición para volver a la retaguardia con sus dos hombres, pero comenzó a oír silbar proyectiles de mortero sobre cu cabeza. Se agacho y buscó refugio, pero no fue necesario. Eran proyectiles de los morteros ecuatorianos que estaban levantando una cortina de humo para facilitar el repliegue de sus tropas hacia el sur, colina arriba, hacia la retaguardia.
-Mi Sargento, ¡nos quedan dos minutos antes de que la artillería barra esta zona, tenemos que salir ya!
-Está bien, está bien, vayámonos cagando leches ahora mismo.
Al comenzar a correr, vieron como desde otras partes de aquel edificio y de otros lugares desde donde otros soldados ecuatorianos estaban luchando, comenzaron a seguirlos buscando refugio. De un modo u otro sabían que debían retirarse de allí.
Pero no fue un camino de rosas, las explosiones de los morterazos y las ráfagas de ametralladoras los perseguían pese a la densa cortina de humo que los protegía de la vista de los enemigos, y causaron algunas bajas.
Cuando finalmente llegaron a sus nuevas posiciones, comenzaron a escuchar un rosario de poderosas explosiones entorno a la cabeza del puente, tanto en el lado ecuatoriano como en el colombiano.
Aquello duró como quince minutos antes de que parara, y tras ello, una espesa humareda cubría toda la zona, y los oídos de los soldados estaban atronados pese a la distancia. No les hubiera gustado estar allí abajo, desde luego.
45 minutos después...
En las inmediaciones de la comisaría de la Policía Nacional, al norte de la ciudad de Tulcan, el Teniente Sebastían Corral y sus hombres aguardaban instrucciones.
Al Teniente le gustaba estar informado, o mejor dicho, tenía que estar informado para poder cumplir bien con su trabajo, aunque no siempre era fácil metido dentro de aquella caja de metal con 6 ruedas que era el blindado “Cascavel” en el que se encontraba.
Ya fuera a través de la emisora de su vehículo, solicitando información al mando del Batallón o en última instancia, preguntando a todo aquel que veía pasar cerca de su blindado, se pudo hacer una idea de conjunto de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Desde el oeste, y avanzando por la carretera que se dirigía desde Tufiño a Tulcan, un batallón de infantería enemigo avanzaba lenta pero firmemente. Los defensores, en inferioridad numérica estaban tratando de ralentizar el paso de la columna colombiana con disparos de morteros, lanzagrandas, fuego de ametralladora y en definitiva todo lo que sirviese para que el enemigo tuviera que resguardarse cada poco tiempo, a la vez que trataban de causar bajas. Pero el batallón colombiano había desplegado patrullas de infantería hacia el interior, y avanzaban paralelas a la carretera y a la columna principal, por lo que los soldados ecuatorianos debían también hacerles frente y no podían atacar la columna por el flanco. Al final era una situación, en la que sino había variaciones, solo sería una cuestión de tiempo que el enemigo llegara a Tulcan por el oeste. Pero eso no era todo, desde hacía ya varios minutos, comenzaban a llegar alarmantes noticias que desde un sector al este del aeropuerto “Teniente Coronel Luis A. Mantilla” en Tulcan, y tras ocupar la población de Urbina, otro contingente de soldados colombianos, posiblemente otro batallón, avanzaban hacia la ciudad. El teniente sabía que aquella zona, pese a lo abrupto del terreno, había quedado reducida de efectivos para defenderla al haber enviado refuerzos a la lucha en el paso fronterizo de Rumichaca...y allí tampoco las cosas pintaban demasiado bien para las fuerzas del Ejército ecuatoriano.
Tras la toma del pequeño puente natural por los soldados colombianos, la defensa se había vuelto insostenible, lo que forzó el repliegue de las posiciones avanzadas ecuatorianas y el posterior bombardeo artillero de la zona. Desde entonces la situación había evolucionado con rapidez. Muchos soldados enemigos había caído en el cruce del puente, pero una vez tomado y reforzado con la ayuda de blindados, la defensa de todo el área de Tulcan se tornaba tremendamente peligrosa, y era en esa tesitura en la que el mando de la 1ª División se había visto forzado a ordenar un repliegue de las fuerzas que defendían el puesto fronterizo hacia posiciones más cercanas a la ciudad, donde pudieran enlazar con las tropas que defendían los accesos al aeropuerto y con las reservas.
En aquel caso, las reservas no eran demasiadas por el momento. La compañía de comandos que reforzaba al Batallón “Galo Molina” se había dividido. Una mitad se encontraba con las tropas que habían defendido el puente Rumichaca, y la otra había sido enviada a apoyar a los defensores que se enfrentaban a la nueva amenaza enemiga que avanzaba desde el este. Así pues, tan solo el Escuadrón de Caballería Mecanizada proveniente del Grupo de Caballería Yaguachi, y que había sido asignado al “Galo Molina”, formaba la última reserva inmediata que quedaba en la zona, aunque el Teniente Corral no tenía muchas dudas sobre que el mando habría llamado al resto de las reservas de la 1ª División para que acudiesen a la lucha.
El Escuadrón de Caballería estaba formado por 4 vehículos de reconocimiento “Jararaca”, 6 blindados de combate “Cascavel” y otros 6 vehículos blindados de transporte “Urutu”, más algunos Humvees con ametralladoras y otros vehículos con CSR de 106 mm, y era la unidad más móvil y con más potencia de fuego a las que podían echar mano los defensores de Tulcan, por lo tanto la llamada no se hizo esperar demasiado.
-Atención “Diamante”, atención “Diamante”, aquí “Guerrero azul”.
-Adelante “Guerrero azul” - respondió Corral por la emisora.
-El enemigo avanza desde Rumichaca por la carretera con vehículos blindados en cabeza. Nuestras fuerzas corren el riesgo de ser superadas por esos vehículos. Deben enfrentarse a ellos y ganar tiempo para concluir el repliegue de las fuerzas de infantería.
-Recibido, nos ponemos en marcha – respondió excitado ante la proximidad del combate.
El Teniente explicó brevemente las novedades a sus hombres, y el Escuadrón se puso en marcha. Conforme avanzaban, soldados ecuatorianos, camiones y toda suerte de vehículos, se desplazaban hacia el norte de Tulcan, ocupando buena parte de la carretera, por lo que el avance de unos pocos kilómetros resulto algo lento. Finalmente, los últimos soldados, los que cubrían el repliegue, informaron a Corral que los blindados enemigos les pisaban los talones. El Teniente había visto unos centenares de metros más atrás una pequeña hacienda agrícola con edificaciones a ambos lados de la carretera, con posiciones desde las que podría disparar sobre la carretera y tener algo de protección, solo esperaba que los habitantes de aquella hacienda se hubieran marchado antes.
Así que acompañó a la retaguardia de la infantería, y pudo ver como a escasos metros de su vehículo, un jeep Storm armado con un cañón sin retroceso, lanzaba un proyectil y segundos después una explosión a lo lejos al impactar.
Miró por su visor hacia donde se había producido la deflagración y aumentó la imagen, un Humvee colombiano que iba en vanguardia ardía por los cuatro costados. Pero la contestación enemiga no tardó en llegar y rápidamente respondían con sus propios proyectiles.
-¡Desplegaos, buscad protección! ¡Rápido! - aulló por la radio el Teniente.
Pero no fue lo suficientemente rápido para algunos. Un “Jararaca” situado a su derecha y algo más cerca del enemigo, recibió el impacto directo de un ATGM que provocó su total destrucción, mientras por la escotilla del vehículo salía un tripulante ardiendo.
“Mierda, mierda, mierda” pensó Corral.
-Vamos Edison, llevanos detrás de esa casa de una vez.
-Ya casi estamos mi Teniente -respondió el conductor.
Algunas granadas lanzadas con toda seguridad por los “Cascavel” colombianos lograron destruir un “Urutu” y dañar a un Humvee, antes de que los vehículos del escuadrón estuviesen a resguardo, y comenzasen a devolver el fuego con precisión.
Corral eligió un blanco y se lo pasó al artillero sentado a su derecha.
-El Humvee con el lanzamisiles, ¿lo ves Jorge?
-Si, lo tengo – mientras pensaba por que el Teniente no prefería atacar a un “Cascavel” enemigo que también se acercaba.
-Pues dispara.
El retroceso del cañón de 90 mm sacudió el blindado mientras un proyectil de alto explosivo volaba hacia su objetivo. Este era un pequeño y móvil Humvee, que mediante rápidos giros y acelerones, había logrado mantenerse a salvo de momento del fuego enemigo, y el proyectil lanzado por Corral
siguió el mismo camino, solo que esta vez la explosión fue lo suficientemente cercana y poderosa como para desviar al vehículo de su trayectoria y hacerlo chocar contra un montículo en la cuneta de la carretera, dejándolo inutilizado por el momento.
Ahora, los blindados ecuatorianos parcialmente cubiertos tras los muros de aquellas casas y naves agrícolas, llevaban ventaja, por lo que las fuerzas colombianas comenzaron a lanzar humo delante de sus posiciones, a la vez que grupos de soldados avanzaban a pie por los flancos de la carretera a toda la velocidad que podían. La infantería ecuatoriana que llevaban los “Urutu,s” supervivientes, se desplegó para repeler ese avance de soldados enemigos a la mayor distancia posible. Por su parte, los blindados colombianos debían seguir avanzando por la carretera, ya que lo abrupto y quebrado del terreno no permitía el movimiento de vehículos de ruedas en muchos puntos y en los lugares donde era posible, el avance debía ser con mucha lentitud. Y lo que ahora apremiaba el mando de la 3ª División colombiana era un avance enérgico y rápido para superar las defensas ecuatorianas y desarbolar las fuerzas enemigas, consiguiendo una importante reducción en el número de bajas entre sus fuerzas.
Pero una cosa era la teoría y otra la práctica. En aquella carretera no había margen para grandes y ágiles maniobras de caballería. Los blindados eran vulnerables a las armas enemigas, por lo que el recurso de un asalto frontal tampoco entusiasmaba a los oficiales del Grupo de Caballería “Cabal”, pero no había muchas más opciones.
Al final llamaron a la artillería, y con ayuda de la infantería y sus propios cañones y ametralladoras, los blindados se lanzaron a una carga clásica de caballería.
El Teniente Corral se encogió al retumbar el primer impacto de esquirlas de los obuses colombianos en el blindaje de su “Cascavel”. Luego le siguió otro, y otro más. Pero él no se había quedado quieto y había llamado a su vez a los morteros para contener a la infantería enemiga que intentaba desbordar sus flancos. Cuando ya estaba comenzando a sudar, vio aparecer tras la cortina de humo al primero de los vehículos enemigos, un “Urutu” que escupía fuego con su ametralladora de 12,7.
-Lo tengo a tiro mi Teniente – anunció el artillero.
-Dejalo Jorge, vamos a por algo más interesante. Que se encarguen otros de ese.
Efectivamente no tardaron mucho en lloverle los proyectiles de las ametralladoras pesadas al blindado colombiano, incluso un RPG-7 lanzado con demasiada prontitud se dirigió hacia él sin resultado positivo. Pero ahora salían dos vehículos más de la cortina de humo que se iba disipando, otro “Urutu” y un “Cascavel”.
-El de la derecha. Dispárale – dijo refiriéndose al EE-9 enemigo.
-A la orden...¡Fuego! - gritó al apretar el disparador.
Pero antes de que el proyectil del blindado del Teniente Corral llegase a su objetivo, otra granada de 90 mm había hecho blanco en él, y la suya solo certificó el final de la vida de aquel blindado, y con casi seguridad, de toda su tripulación.
Corral seguía los acontecimientos, y pudo ver como el primer “Urutú” se encontraba ahora detenido aunque no dejaba de disparar. Las tres ruedas de un lado las tenía reventadas y el vehículo estaba fuertemente inclinado hacia ese lado.
Pero el combate continuaba y el Teniente ya estaba buscando otro blanco cuando un grito estremecedor prevaleció sobre toda la “chachara” que se oía por la emisora.
-¿Que ha pasado? ¿Que ha pasado? Repórtense – ordenó el teniente.
-Veo a “Diamante 5” en llamas...no sale nadie. ¡Carajos, se deben haber quemado!
“Mierda, el “Cascavel” de Juan Pedro” pensó con rabia.
-¡A por ellos! ¡No dejen de disparar! No pueden avanzar más.
Los blindados colombianos cubrían ahora su avance con los restos de sus propios compañeros, de otros vehículos y con la ayuda de algunos proyectiles fumígenos lanzados por los morteros colombianos.
-Jorge, el CSR tras los restos de aquel camión.
-...¿donde?
-Delante del “Urutú”que está pegado al margen derecho de la carretera ¿lo ves?
-Ah, si, lo veo. Voy a por él.
Pero un proycetil lanzado por un “Cascavel” colombiano impactó en la esquina de la pared que protegía a Corral y su tripulación, haciendo caer cascotes en los elementos de puntería del blindado.
-Mierda, mi Teniente no veo nada.
-Espera, espera, voy a salir a ver. Edison, marcha atrás. Cobertura total.
-Recibido mi Teniente.
Una vez que el “Cascavel” se encontraba a salvo tras los muros de la casa, Corral salió por la escotilla y como pudo, quitó todo lo que estorbaba a los equipos de visión de su vehículo. Fuera el sonido de la lucha era mucho más impresionante que dentro del blindado, y cuando un obús explotó a sus espaldas, todo su cuerpo se encogió en un acto reflejo. Rápidamente volvió a la relativa seguridad del interior del “Cascavel” y cuando se encontraban otra vez en posición de disparo, alguien gritó por la radio.
-¡Helicópteros enemigos a nuestra izquierda!
-...¿que? ¿donde? ¡No los veo!... - respondió el Teniente tras una apresurada mirada por sus periscopios ahora limpios. Pero inmediatamente después de haber dicho eso, vio la amenaza. Oscuros helicópteros colombianos con lanzacohetes colgando bajo sus pequeñas alas.- Ya los veo, están también a nuestra espalda...cuento tres. Salid y coged las ametralladoras, no les demos un blanco fácil. Lanzad humo también.
Pero la situación ahora era tremendamente peligrosa para el Escuadrón de caballería ecuatoriano. Bajo fuego artillero, con infantería luchando cerca de sus flancos, con un ataque frontal de blindados, y ahora con helicópteros artillados sobre ellos, no tenían muchas posibilidades de mantener por más tiempo la posición.
Los Arpia colombianos comenzaron a disparar con sus ametralladoras y cohetes sobre los blindados y la infantería ecuatoriana, mientras el Teniente Corral hacia una llamada desesperada de ayuda.
-¡“Guerrero Azul”! ¡“Guerrero Azul”! ¡Aquí “Diamante”! ¡Necesitamos ayuda urgente! Estamos bajo un fuerte ataque enemigo. Tenemos helicópteros de ataque enemigos sobre nosotros, fuego de artillería y un asalto combinado de infantería y blindados. ¡Solicito refuerzos inmediatos y armas antiaéreas...!
Esta vez el mismo oyó la explosión. Otro “Cascavel” de su Escuadrón, situado frente a él, al otro lado de la carretera, saltó por los aires al recibir el impacto de dos cohetes de 70 mm que se abrieron paso entre el delgado blindaje del vehículo y mataron a sus tripulante en el acto.
“Nos van a masacrar aquí”...
-¡Retirada! ¡Salid de aquí! ¡Rápido! ¡Nosotros os cubriremos! - y a la vez que decía aquellas palabras, tomaba conciencia de su significado...de su sentencia de muerte.
Ahora era tanto el humo y la confusión, que el ataque terrestre colombiano parecía haberse ralentizado, lo que aprovecharon las fuerzas ecuatorianas para comenzar el repliegue, pero los Arpía, con sus sofisticados sistemas de visión no tenían mayor inconveniente en seguir machacando a los defensores en su retirada.
El Teniente Corral, fuera del blindado y con la ametralladora empuñada, buscaba desesperadamente con la vista a los helicópteros enemigos. Dos estaban persiguiendo a sus tropas, pero otro todavía andaba por allí, en busca de más presas. “De una forma u otra estamos muertos” pensaba para si mismo. Por fin el aparato colombiano lo localizó. Corral vio como giraba para alinear el aparato con su blindado, en un ataque de oeste a este, casi en paralelo con la carretera. Empuño con fuerza la ametralladora y comenzó a disparar, mientras sentía la sacudida de otro proyectil que abandonaba el cañón de su “Cascavel” en busca de algún blanco, pero él manutuvo apretado el gatillo mientras quedaron balas en la caja de alimentación de la ametralladora, pero al acabarse esta, el Arpia seguía intacto. Se encontraba todavía a demasiada distancia y en movimiento, por lo que los proyectiles del Teniente no tuvieron ningún efecto.
-Adelante Edison. Salgamos de aquí, pon este trasto en movimiento – ordenó sin demasiadas esperanzas. Al moverse, daba un blanco más difícil al helicóptero, pero también sería una presa más fácil de las armas enemigas en tierra al perder su cobertura. De todas formas, el piloto colombiano no parecía demasiado preocupado por la maniobra de su objetivo, y se limitaba a seguirlo con el morro de su aparato, convencido de que de un momento a otro tendría un buen tiro. El helicóptero se disponía a terminar con su vida y la de su tripulación...Corral tenía los ojos fijos en aquella oscura figura que los llevaría a la muerte...
Pero de repente, y como si de un milagro se tratara, el piloto enemigo desvió el morro de su aparato y lo enfiló hacia el norte, hacia territorio colombiano, a la vez que se pegaba al suelo y ganaba velocidad. Atónito todavía por aquel comportamiento, una explosión en el aire lo sacó de aquél trance. A lo lejos, donde los dos Arpia estaban persiguiendo al resto del Escuadrón, uno de aquellos endemoniados aparatos caía envuelto en llamas al suelo. Ahí estaba su milagro. Por fin, alguno de aquellos SAM móviles SA-8 se había fijado en los helicópteros colombianos y estaban haciendo bien su trabajo.
De repente, todo el fatalismo se esfumó, y unas enormes ganas de seguir vivo se apoderaron de él.
-¡Vamos, vamos, a toda velocidad, sacanos de aquí, hacia Tulcan!
-A la orden – y el conductor no tuvo que hacerse rogar para poner el vehículo a toda la velocidad que el motor le permitía y el estado de la vía posibilitaba.
El Teniente Corral se introdujo de nuevo en el blindado y giró la torreta para hacer frente a la lluvia de proyectiles que les buscaban. Primero impactaron algunas balas del calibre .50 contra lo torre, pero el blindaje resistió, pero luego, un proyectil de 90 mm explosionó muy cerca de su rueda trasera izquierda, destrozándola por completo y sacudiendo el vehículo que dio un bandazo y estuvo a punto de salirse de la carretera por un terraplén. Pero Edison, un hábil conductor, logró hacerse con el “Cascavel”, y como pudo, seguir marchando hacia Tulcan.
El Teniente ya estaba a punto de designar un objetivo para su artillero, aunque disparar a aquella velocidad y en medio de aquel carajal en que se había convertido la carretera, era desperdiciar munición seguro, pero aún así estaba dispuesto a hacerlo, cuando comenzaron a caer proyectiles de grueso calibre sobre las posiciones colombianas. Primero unos pocos, luego más, y poco después, los blindados y tropas enemigas desaparecían por completo entre aquellas explosiones.
Respiró aliviado mientras seguían alejándose. Al pasar cerca de los restos del Arpia que ardía en el suelo a unos cientos de metros a su izquierda, y de otro “Urutu” más destruido, pensó en todo el miedo que había pasado, pero sentía un tremendo alivio por seguir con vida, y la verdad es que le importaba una mierda haber ordenado una retirada sin autorización. Estaba seguro que si se hubieran quedado, ahora estarían todos muertos. Creía que había salvado a mucho de sus hombres, y cubierto la retirada de bastantes más, así que aquello era suficiente para él, aceptaría la consecuencia de sus actos.
Al llegar a las nuevas posiciones de las fuerzas ecuatorianas, al norte de la ciudad, sus hombres lo recibieron como a un héroe por quedarse a cubrirles las espaldas contra los blindados enemigos mientras se retiraban, pero la alegría no duró mucho.
Pronto llegaron ordenes de seguir con la retirada. Los ataques colombianos desde el este y el oeste estaban convergiendo en la ciudad, y todos aquellos que estuvieran al norte de la misma, corrían el riesgo de verse copados por el enemigo, así que el mando ecuatoriano, ordenó otro repliegue hacia el sur. Se iba a defender la mitad sur de la ciudad, con los restos de las tropas que quedaban, más parte de la infantería del Grupo de Caballería Blindada 32º, mientras que el resto del Grupo, incluido los tanques ligeros AMX-13, debían defender la parte meridional del aeropuerto. Y a esa unidad era a la que el resto del Escuadrón del Teniente Sebastían Corral se unirían.
El sol se estaba ocultando bajo el horizonte y comenzaba a oscurecer.
Siete minutos después de recibir las ordenes de dirigirse al puente Rumichaca, “Aries 5”, el Gazelle del Capitán Hurtado se encontraba ya cerca de él, y podía distinguir claramente los signos de combate alrededor del propio puente. Y no eran tan solo las columnas de humo producidas por el fuego en edificaciones o vehículos en llamas, de explosiones de obuses y morteros, proyectiles fumígenos lanzados por la artillería o trazadoras cruzando la frontera hacia uno y otro lado, sino también el propio movimiento de soldados colombianos tratando de avanzar hacia suelo ecuatoriano y los soldados ecuatorianos defendiéndose y cambiando de posiciones. Aquello era lo más parecido a una gran batalla que había visto Hurtado en toda su vida.
-Capitán, en aquella colina veo dos ametralladoras pesadas. Parecen un buen objetivo para alguno de nuestros cohetes.
-Buena vista...vamos a por ellos.
...mientras tanto en tierra...
Parapetados tras un muro, a escasos metros del puente internacional Rumichaca y de algunos otros edificios menores ahora en poder de soldados colombianos, y junto a otros miembros de su compañía, dos soldados del 39º Batallón de Infantería “Galo Molina” luchaban por rechazar a las tropas colombianas que habían lanzado un ataque hacía ya un buen rato. En aquel momento observaban como parte de la colina que tenían enfrente, al otro lado del río y de la frontera, desaparecía bajo una espesa humareda.
-¡Jodanse cabrones! Bien hecho amigo, vuelva cuando quiera por acá y deles duro – gritaba el sargento Méndez al helicóptero que acababa de soltar una andanada de cohetes sobre la colina desde donde los estaban regando de plomo desde hacía ya rato - ¿Viste que bueno Cléber? Jodieron a esos mamones de la puta colina...oye tu ¿que mierda estas haciendo “pelado”? - le gritó al advertir que el soldado Cléber Delgado estaba acurrucado tras uno de los muros derruidos de una habitación del edificio de inmigración donde se encontraban.
-¡Mi Sargento, nos están haciendo puré! ¡Me van a volar los huevos si me sigo asomando ahí fuera...!
-Dejate de jodiendas y comienza a disparar de una vez o el que te va a volar los huevos voy a ser yo...no sabía que eras un cobarde soldado.
-¡No lo soy! – protestó Cléber – pero ahora ya mis brazos no me responden, sargento.
Mendez conocía al soldado Delgado desde que comenzara la instrucción. Era “poca cosa”, pequeño, debilucho, y muy joven, desde el principio había sido el objetivo de las burlas de sus compañeros, en especial de los veteranos, pero él había demostrado una voluntad ferrea y había logrado terminar la instrucción por encima de todas las dificultades. Pero allí, acurrucado, con el casco que a todas luces le quedaba grande , tapándole parte de la cara y que apenas le dejaba ver, y su fusil HK33 que parecía enorme en sus manos, daba incluso un poco de lástima. Pero no había tiempo para aquellos pensamientos, el enemigo estaba avanzando y algunos ya se encontraban a tan solo 50 metros de allí. Era cierto que las balas y las explosiones los habían perseguido desde que habían llegado a esa posición, y que dos de sus compañeros habían resultado heridos y otro más muerto, pero ahora solo quedaban ellos dos allí, en aquella parte del edificio, y aunque había más soldados ecuatorianos en zonas contiguas de ese mismo edificio, no eran demasiados como para permitirse que uno solo de ellos dejara de disparar y defender su posición. Su vida podía depender de ello.
El Sargento se incorporó por encima del muro y disparó tres veces antes de volver a agacharse.
-¿Ves soldado? Es así de fácil, así que no me jodas y ponte a tirar ahora mismo.
-No puedo...no puedo...
-Carajo que no – y se arrastró hacia él y le golpeó con la mano en el casco – ¿que mierda te pasa Cléber? Has estado luchando hasta hace un momento ¿que te ha pasado muchacho?
El soldado desvió la mirada hacia el suelo. El Sargento se estaba cabreando por momentos hasta que vio que la mirada del joven soldado se dirigía hacia la sangre del cabo Tenorio, el compañero que había muerto hacía unos minutos tras recibir un impacto de metralla en la cara, y que había estado junto a Cléber al caer. “Mierda, es eso. Se ha derrumbado al ver la muerte tan de cerca”.
Volvió a levantarse para disparar una corta ráfaga hacia un grupo de soldados colombianos que avanzaban por el puente, alcanzando a uno de ellos.
-Ok Cléber, vas a hacer lo siguiente...
Pero no pudo terminar la frase. Media docena de explosiones de mortero de gran calibre como las que habían acabado con la vida del cabo, resonaron realmente cerca. Una impactó en el propio edificio, detrás de ellos, e hizo que parte de lo que aún quedaba de tejado se derrumbara.
-¡Soldado, mirame! ¡Haz lo que yo haga! ¿De acuerdo? - Cléber asintió con la cabeza con poca convicción.
El Sargento levantó el fusil por encima del parapeto y disparó un par de tiros sin poder apuntar, y luego volvió a protegerlo tras el muro. Miró a Cléber incitándole a imitarlo.
Al muchacho le temblaban los brazos pero aún así logró levantaros por encima del muro e imitó a su Sargento.
-Bien muchacho, bien. Ahora otra vez – y Méndez volvió a repetir la operación, mientras las balas silbaban sobre sus cabezas. El joven soldado lo volvió a hacer y parecía que iba ganando confianza en si mismo de nuevo.
-Muy bien, ya sabía yo que lo que decían tus compañeros en la instrucción no era verdad. Eres un tío que los tiene bien puestos ¿verdad? - dijo tratando de espolear al soldado.
-Si – dijo a media voz.
-¿Si?
-...¡Si mi Sargento!
-¡Eso es! Ahora vamos a asomarnos por encima del muro y vamos a mandar a alguno de esos colombianos a tomar por cul* ¿si?
-¡Si, mi Sargento! - repitió Cléber.
Al unisono, los dos soldados sacaron un tercio de su cuerpo fuera del parapeto y comenzaron a disparar varios proyectiles. Luego se volvieron a cobijar tras el muro, mientras oían como varios disparos de respuesta chocaban contra la pared que los protegía.
-Veo que te acuerdas de como se hace, pues vamos a darles duro hasta que vuelvan por donde han venido.
-A la orden – dijo ya con algo más de control el soldado Delgado.
Estuvieron como cinco minutos más disparando y protegiéndose, cuando notaron que de nuevo el fuego enemigo arreciaba desde una de las colinas al otro lado del río. Habían vuelto a colocar alguna ametralladora en aquella posición elevada.
Todavía no habían llegado refuerzos y los soldados que habían transportado a los heridos a retaguardia, no habían regresado. Y para empeorar la situación, comenzaban a quedarse justos de munición.
-Ahorra balas muchacho. A ver si aparecen de una puta vez los que se largaron a la retaguardia.
-Si mi Sargento.
Aunque Cléber había recuperado el dominio, la verdad es que hubiera preferido ser uno de aquellos que habían marchado con los heridos y estar ahora lejos de allí, aunque sabía que por su físico no era el más adecuado para llevar los pesados cuerpos de sus compañeros.
De pronto comenzaron a ver que el humo los envolvía y poco después se oyeron gritos de rabia desde el bando colombiano. Méndez asomó la cabeza y la volvió a agachar alarmado por lo poco que pudo ver entre el humo, pero entre lo que vio, una estela de un cohete que impactó unos 7 u 8 metros a su izquierda, contra alguna parte de aquel edificio que defendía algún compañero de armas.
-¡Están avanzando hacia aquí!...¡dispara! – le ordenó a su compañero de fatigas mientras el cogía una granada de mano y le quitaba el seguro.
Cuando Cléber disparó, el Sargento dio un rápido vistazo y lanzó la granada.
-¡Abajo! - y tras escuchar la deflagración de su granada, se giró hacia su compañero - Vamos a repetirlo ¿de acuerdo? - Cléber asintió, y cuando Méndez tenía otra granada preparada, ambos hombres volvieron a ejecutar el mismo movimiento.
Pero esta vez, un proyectil acertó en el casco del joven soldado, arrancándoselo de la cabeza y tumbándolo hacia atrás, pero por fortuna para él, sin más consecuencias físicas. Cléber se quedó blanco del susto durante un instante, en el que el Sargento Méndez al verlo, temió que se hundiera de nuevo justo en aquella crítica situación. Pero fue todo lo contrario, al menudo soldado se le cruzó algún cable en la cabeza y se levantó y descargó lo que quedaba en su cargador contra dos soldados colombianos que se acercaban peligrosamente a su posición. Cuando terminó las balas, ambos enemigos yacían en el suelo malheridos.
Méndez agarró a Cléber por el uniforme y tiró hacia abajo de él.
-Muy bien, pero tampoco es necesario hacerte matar ahora...vamos a lanzar más granadas...¡ahora!
Las dos granadas siguieron una trayectoria parabólica y explotaron a diez o quince metros de su posición. El Sargento levantó un poco la cabeza por encima del muro y vio como varios soldados colombianos volvían a sus posiciones de partida a refugiarse en los edificios, o tras vehículos u otros tipos de parapetos improvisados que habían buscado en aquel lado del puente. El asalto había sido rechazado.
-¡Váyanse a la verga, maricones! - gritó Méndez descargando adrenalina al insultar a sus enemigos. - ¡A este paso no van llegar a ningún sitio mamones!
Cléber lo miró exhausto pero sonriente, y el Sargento le devolvió una mirada de confianza.
Lo malo para ellos es que casi se habían quedado sin municiones, tan solo un cargador tenía cada uno de ellos, y las granadas de mano también habían sufrido un brusco descenso en su arsenal particular. Y cuando Méndez estaba tratando de resolver ese problema, Cléber puso cara de extrañeza, y es que si bien ahora parecía que había menos ruido de armas y explosiones en aquella zona, en unos pocos metros a su alrededor que era a lo que se circunscribía sus interés, oyó como hacia su izquierda, el ruido no solo no había disminuido sino que ahora parecía estar más cerca.
Echó un rápido vistazo por encima del muro, pero desde aquella posición no podía ver nada, el propio edificio le bloqueaba la visión en aquella dirección.
Cuando se lo estaba comentando al Sargento, ambos hombres se pusieron en guardia, un ruido procedente de detrás de ellos se acercaba. Ambos apuntaron con sus fusiles y estuvieron a punto de coser a tiros al soldado Espinoza que regresaba por fin.
-Mierda, estuvimos a punto de freírte...podrías haber avisado.
-Lo siento mi Sargento, pero voy con prisa. Tengo instrucciones del Capitán.
-¿Que pasa ahora?
-Tenemos que replegarnos hacia la retaguardia, hacia el interior.
-¿Que? ¿Por que? Acabamos de rechazar otro asalto enemigo. Si nos dan munición y algunos hombre más podemos aguantar.
-Mi Sargento, ustedes desde aquí no lo ven, pero el antiguo edificio de aduanas ha caído, y el enemigo está cruzando el puente natural por allí.
-Mierda – dijo Méndez mientras se arrastraba hacia atrás abandonando su posición – vosotros quedaos aquí, ahora vuelvo.
-No mi Sargento, tenemos que irnos ya...
Pero Méndez no lo escucho. Moviéndose con agilidad entre los restos del destrozado edificio, llegó a la parte trasera del mismo desde donde podía ver como el hermoso edificio de las antiguas aduanas, ahora no era más que un montón de escombros humeantes, y desde donde el enemigo avanzaba hacía ellos. Lo comprendió al instante, con aquel flanco expuesto, la defensa de aquel edificio y de todas las inmediaciones del puente internacional se había complicado muchísimo. Otro asalto decidido y no podrían frenarlo.
El Sargento iba a regresar a su posición para volver a la retaguardia con sus dos hombres, pero comenzó a oír silbar proyectiles de mortero sobre cu cabeza. Se agacho y buscó refugio, pero no fue necesario. Eran proyectiles de los morteros ecuatorianos que estaban levantando una cortina de humo para facilitar el repliegue de sus tropas hacia el sur, colina arriba, hacia la retaguardia.
-Mi Sargento, ¡nos quedan dos minutos antes de que la artillería barra esta zona, tenemos que salir ya!
-Está bien, está bien, vayámonos cagando leches ahora mismo.
Al comenzar a correr, vieron como desde otras partes de aquel edificio y de otros lugares desde donde otros soldados ecuatorianos estaban luchando, comenzaron a seguirlos buscando refugio. De un modo u otro sabían que debían retirarse de allí.
Pero no fue un camino de rosas, las explosiones de los morterazos y las ráfagas de ametralladoras los perseguían pese a la densa cortina de humo que los protegía de la vista de los enemigos, y causaron algunas bajas.
Cuando finalmente llegaron a sus nuevas posiciones, comenzaron a escuchar un rosario de poderosas explosiones entorno a la cabeza del puente, tanto en el lado ecuatoriano como en el colombiano.
Aquello duró como quince minutos antes de que parara, y tras ello, una espesa humareda cubría toda la zona, y los oídos de los soldados estaban atronados pese a la distancia. No les hubiera gustado estar allí abajo, desde luego.
45 minutos después...
En las inmediaciones de la comisaría de la Policía Nacional, al norte de la ciudad de Tulcan, el Teniente Sebastían Corral y sus hombres aguardaban instrucciones.
Al Teniente le gustaba estar informado, o mejor dicho, tenía que estar informado para poder cumplir bien con su trabajo, aunque no siempre era fácil metido dentro de aquella caja de metal con 6 ruedas que era el blindado “Cascavel” en el que se encontraba.
Ya fuera a través de la emisora de su vehículo, solicitando información al mando del Batallón o en última instancia, preguntando a todo aquel que veía pasar cerca de su blindado, se pudo hacer una idea de conjunto de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Desde el oeste, y avanzando por la carretera que se dirigía desde Tufiño a Tulcan, un batallón de infantería enemigo avanzaba lenta pero firmemente. Los defensores, en inferioridad numérica estaban tratando de ralentizar el paso de la columna colombiana con disparos de morteros, lanzagrandas, fuego de ametralladora y en definitiva todo lo que sirviese para que el enemigo tuviera que resguardarse cada poco tiempo, a la vez que trataban de causar bajas. Pero el batallón colombiano había desplegado patrullas de infantería hacia el interior, y avanzaban paralelas a la carretera y a la columna principal, por lo que los soldados ecuatorianos debían también hacerles frente y no podían atacar la columna por el flanco. Al final era una situación, en la que sino había variaciones, solo sería una cuestión de tiempo que el enemigo llegara a Tulcan por el oeste. Pero eso no era todo, desde hacía ya varios minutos, comenzaban a llegar alarmantes noticias que desde un sector al este del aeropuerto “Teniente Coronel Luis A. Mantilla” en Tulcan, y tras ocupar la población de Urbina, otro contingente de soldados colombianos, posiblemente otro batallón, avanzaban hacia la ciudad. El teniente sabía que aquella zona, pese a lo abrupto del terreno, había quedado reducida de efectivos para defenderla al haber enviado refuerzos a la lucha en el paso fronterizo de Rumichaca...y allí tampoco las cosas pintaban demasiado bien para las fuerzas del Ejército ecuatoriano.
Tras la toma del pequeño puente natural por los soldados colombianos, la defensa se había vuelto insostenible, lo que forzó el repliegue de las posiciones avanzadas ecuatorianas y el posterior bombardeo artillero de la zona. Desde entonces la situación había evolucionado con rapidez. Muchos soldados enemigos había caído en el cruce del puente, pero una vez tomado y reforzado con la ayuda de blindados, la defensa de todo el área de Tulcan se tornaba tremendamente peligrosa, y era en esa tesitura en la que el mando de la 1ª División se había visto forzado a ordenar un repliegue de las fuerzas que defendían el puesto fronterizo hacia posiciones más cercanas a la ciudad, donde pudieran enlazar con las tropas que defendían los accesos al aeropuerto y con las reservas.
En aquel caso, las reservas no eran demasiadas por el momento. La compañía de comandos que reforzaba al Batallón “Galo Molina” se había dividido. Una mitad se encontraba con las tropas que habían defendido el puente Rumichaca, y la otra había sido enviada a apoyar a los defensores que se enfrentaban a la nueva amenaza enemiga que avanzaba desde el este. Así pues, tan solo el Escuadrón de Caballería Mecanizada proveniente del Grupo de Caballería Yaguachi, y que había sido asignado al “Galo Molina”, formaba la última reserva inmediata que quedaba en la zona, aunque el Teniente Corral no tenía muchas dudas sobre que el mando habría llamado al resto de las reservas de la 1ª División para que acudiesen a la lucha.
El Escuadrón de Caballería estaba formado por 4 vehículos de reconocimiento “Jararaca”, 6 blindados de combate “Cascavel” y otros 6 vehículos blindados de transporte “Urutu”, más algunos Humvees con ametralladoras y otros vehículos con CSR de 106 mm, y era la unidad más móvil y con más potencia de fuego a las que podían echar mano los defensores de Tulcan, por lo tanto la llamada no se hizo esperar demasiado.
-Atención “Diamante”, atención “Diamante”, aquí “Guerrero azul”.
-Adelante “Guerrero azul” - respondió Corral por la emisora.
-El enemigo avanza desde Rumichaca por la carretera con vehículos blindados en cabeza. Nuestras fuerzas corren el riesgo de ser superadas por esos vehículos. Deben enfrentarse a ellos y ganar tiempo para concluir el repliegue de las fuerzas de infantería.
-Recibido, nos ponemos en marcha – respondió excitado ante la proximidad del combate.
El Teniente explicó brevemente las novedades a sus hombres, y el Escuadrón se puso en marcha. Conforme avanzaban, soldados ecuatorianos, camiones y toda suerte de vehículos, se desplazaban hacia el norte de Tulcan, ocupando buena parte de la carretera, por lo que el avance de unos pocos kilómetros resulto algo lento. Finalmente, los últimos soldados, los que cubrían el repliegue, informaron a Corral que los blindados enemigos les pisaban los talones. El Teniente había visto unos centenares de metros más atrás una pequeña hacienda agrícola con edificaciones a ambos lados de la carretera, con posiciones desde las que podría disparar sobre la carretera y tener algo de protección, solo esperaba que los habitantes de aquella hacienda se hubieran marchado antes.
Así que acompañó a la retaguardia de la infantería, y pudo ver como a escasos metros de su vehículo, un jeep Storm armado con un cañón sin retroceso, lanzaba un proyectil y segundos después una explosión a lo lejos al impactar.
Miró por su visor hacia donde se había producido la deflagración y aumentó la imagen, un Humvee colombiano que iba en vanguardia ardía por los cuatro costados. Pero la contestación enemiga no tardó en llegar y rápidamente respondían con sus propios proyectiles.
-¡Desplegaos, buscad protección! ¡Rápido! - aulló por la radio el Teniente.
Pero no fue lo suficientemente rápido para algunos. Un “Jararaca” situado a su derecha y algo más cerca del enemigo, recibió el impacto directo de un ATGM que provocó su total destrucción, mientras por la escotilla del vehículo salía un tripulante ardiendo.
“Mierda, mierda, mierda” pensó Corral.
-Vamos Edison, llevanos detrás de esa casa de una vez.
-Ya casi estamos mi Teniente -respondió el conductor.
Algunas granadas lanzadas con toda seguridad por los “Cascavel” colombianos lograron destruir un “Urutu” y dañar a un Humvee, antes de que los vehículos del escuadrón estuviesen a resguardo, y comenzasen a devolver el fuego con precisión.
Corral eligió un blanco y se lo pasó al artillero sentado a su derecha.
-El Humvee con el lanzamisiles, ¿lo ves Jorge?
-Si, lo tengo – mientras pensaba por que el Teniente no prefería atacar a un “Cascavel” enemigo que también se acercaba.
-Pues dispara.
El retroceso del cañón de 90 mm sacudió el blindado mientras un proyectil de alto explosivo volaba hacia su objetivo. Este era un pequeño y móvil Humvee, que mediante rápidos giros y acelerones, había logrado mantenerse a salvo de momento del fuego enemigo, y el proyectil lanzado por Corral
siguió el mismo camino, solo que esta vez la explosión fue lo suficientemente cercana y poderosa como para desviar al vehículo de su trayectoria y hacerlo chocar contra un montículo en la cuneta de la carretera, dejándolo inutilizado por el momento.
Ahora, los blindados ecuatorianos parcialmente cubiertos tras los muros de aquellas casas y naves agrícolas, llevaban ventaja, por lo que las fuerzas colombianas comenzaron a lanzar humo delante de sus posiciones, a la vez que grupos de soldados avanzaban a pie por los flancos de la carretera a toda la velocidad que podían. La infantería ecuatoriana que llevaban los “Urutu,s” supervivientes, se desplegó para repeler ese avance de soldados enemigos a la mayor distancia posible. Por su parte, los blindados colombianos debían seguir avanzando por la carretera, ya que lo abrupto y quebrado del terreno no permitía el movimiento de vehículos de ruedas en muchos puntos y en los lugares donde era posible, el avance debía ser con mucha lentitud. Y lo que ahora apremiaba el mando de la 3ª División colombiana era un avance enérgico y rápido para superar las defensas ecuatorianas y desarbolar las fuerzas enemigas, consiguiendo una importante reducción en el número de bajas entre sus fuerzas.
Pero una cosa era la teoría y otra la práctica. En aquella carretera no había margen para grandes y ágiles maniobras de caballería. Los blindados eran vulnerables a las armas enemigas, por lo que el recurso de un asalto frontal tampoco entusiasmaba a los oficiales del Grupo de Caballería “Cabal”, pero no había muchas más opciones.
Al final llamaron a la artillería, y con ayuda de la infantería y sus propios cañones y ametralladoras, los blindados se lanzaron a una carga clásica de caballería.
El Teniente Corral se encogió al retumbar el primer impacto de esquirlas de los obuses colombianos en el blindaje de su “Cascavel”. Luego le siguió otro, y otro más. Pero él no se había quedado quieto y había llamado a su vez a los morteros para contener a la infantería enemiga que intentaba desbordar sus flancos. Cuando ya estaba comenzando a sudar, vio aparecer tras la cortina de humo al primero de los vehículos enemigos, un “Urutu” que escupía fuego con su ametralladora de 12,7.
-Lo tengo a tiro mi Teniente – anunció el artillero.
-Dejalo Jorge, vamos a por algo más interesante. Que se encarguen otros de ese.
Efectivamente no tardaron mucho en lloverle los proyectiles de las ametralladoras pesadas al blindado colombiano, incluso un RPG-7 lanzado con demasiada prontitud se dirigió hacia él sin resultado positivo. Pero ahora salían dos vehículos más de la cortina de humo que se iba disipando, otro “Urutu” y un “Cascavel”.
-El de la derecha. Dispárale – dijo refiriéndose al EE-9 enemigo.
-A la orden...¡Fuego! - gritó al apretar el disparador.
Pero antes de que el proyectil del blindado del Teniente Corral llegase a su objetivo, otra granada de 90 mm había hecho blanco en él, y la suya solo certificó el final de la vida de aquel blindado, y con casi seguridad, de toda su tripulación.
Corral seguía los acontecimientos, y pudo ver como el primer “Urutú” se encontraba ahora detenido aunque no dejaba de disparar. Las tres ruedas de un lado las tenía reventadas y el vehículo estaba fuertemente inclinado hacia ese lado.
Pero el combate continuaba y el Teniente ya estaba buscando otro blanco cuando un grito estremecedor prevaleció sobre toda la “chachara” que se oía por la emisora.
-¿Que ha pasado? ¿Que ha pasado? Repórtense – ordenó el teniente.
-Veo a “Diamante 5” en llamas...no sale nadie. ¡Carajos, se deben haber quemado!
“Mierda, el “Cascavel” de Juan Pedro” pensó con rabia.
-¡A por ellos! ¡No dejen de disparar! No pueden avanzar más.
Los blindados colombianos cubrían ahora su avance con los restos de sus propios compañeros, de otros vehículos y con la ayuda de algunos proyectiles fumígenos lanzados por los morteros colombianos.
-Jorge, el CSR tras los restos de aquel camión.
-...¿donde?
-Delante del “Urutú”que está pegado al margen derecho de la carretera ¿lo ves?
-Ah, si, lo veo. Voy a por él.
Pero un proycetil lanzado por un “Cascavel” colombiano impactó en la esquina de la pared que protegía a Corral y su tripulación, haciendo caer cascotes en los elementos de puntería del blindado.
-Mierda, mi Teniente no veo nada.
-Espera, espera, voy a salir a ver. Edison, marcha atrás. Cobertura total.
-Recibido mi Teniente.
Una vez que el “Cascavel” se encontraba a salvo tras los muros de la casa, Corral salió por la escotilla y como pudo, quitó todo lo que estorbaba a los equipos de visión de su vehículo. Fuera el sonido de la lucha era mucho más impresionante que dentro del blindado, y cuando un obús explotó a sus espaldas, todo su cuerpo se encogió en un acto reflejo. Rápidamente volvió a la relativa seguridad del interior del “Cascavel” y cuando se encontraban otra vez en posición de disparo, alguien gritó por la radio.
-¡Helicópteros enemigos a nuestra izquierda!
-...¿que? ¿donde? ¡No los veo!... - respondió el Teniente tras una apresurada mirada por sus periscopios ahora limpios. Pero inmediatamente después de haber dicho eso, vio la amenaza. Oscuros helicópteros colombianos con lanzacohetes colgando bajo sus pequeñas alas.- Ya los veo, están también a nuestra espalda...cuento tres. Salid y coged las ametralladoras, no les demos un blanco fácil. Lanzad humo también.
Pero la situación ahora era tremendamente peligrosa para el Escuadrón de caballería ecuatoriano. Bajo fuego artillero, con infantería luchando cerca de sus flancos, con un ataque frontal de blindados, y ahora con helicópteros artillados sobre ellos, no tenían muchas posibilidades de mantener por más tiempo la posición.
Los Arpia colombianos comenzaron a disparar con sus ametralladoras y cohetes sobre los blindados y la infantería ecuatoriana, mientras el Teniente Corral hacia una llamada desesperada de ayuda.
-¡“Guerrero Azul”! ¡“Guerrero Azul”! ¡Aquí “Diamante”! ¡Necesitamos ayuda urgente! Estamos bajo un fuerte ataque enemigo. Tenemos helicópteros de ataque enemigos sobre nosotros, fuego de artillería y un asalto combinado de infantería y blindados. ¡Solicito refuerzos inmediatos y armas antiaéreas...!
Esta vez el mismo oyó la explosión. Otro “Cascavel” de su Escuadrón, situado frente a él, al otro lado de la carretera, saltó por los aires al recibir el impacto de dos cohetes de 70 mm que se abrieron paso entre el delgado blindaje del vehículo y mataron a sus tripulante en el acto.
“Nos van a masacrar aquí”...
-¡Retirada! ¡Salid de aquí! ¡Rápido! ¡Nosotros os cubriremos! - y a la vez que decía aquellas palabras, tomaba conciencia de su significado...de su sentencia de muerte.
Ahora era tanto el humo y la confusión, que el ataque terrestre colombiano parecía haberse ralentizado, lo que aprovecharon las fuerzas ecuatorianas para comenzar el repliegue, pero los Arpía, con sus sofisticados sistemas de visión no tenían mayor inconveniente en seguir machacando a los defensores en su retirada.
El Teniente Corral, fuera del blindado y con la ametralladora empuñada, buscaba desesperadamente con la vista a los helicópteros enemigos. Dos estaban persiguiendo a sus tropas, pero otro todavía andaba por allí, en busca de más presas. “De una forma u otra estamos muertos” pensaba para si mismo. Por fin el aparato colombiano lo localizó. Corral vio como giraba para alinear el aparato con su blindado, en un ataque de oeste a este, casi en paralelo con la carretera. Empuño con fuerza la ametralladora y comenzó a disparar, mientras sentía la sacudida de otro proyectil que abandonaba el cañón de su “Cascavel” en busca de algún blanco, pero él manutuvo apretado el gatillo mientras quedaron balas en la caja de alimentación de la ametralladora, pero al acabarse esta, el Arpia seguía intacto. Se encontraba todavía a demasiada distancia y en movimiento, por lo que los proyectiles del Teniente no tuvieron ningún efecto.
-Adelante Edison. Salgamos de aquí, pon este trasto en movimiento – ordenó sin demasiadas esperanzas. Al moverse, daba un blanco más difícil al helicóptero, pero también sería una presa más fácil de las armas enemigas en tierra al perder su cobertura. De todas formas, el piloto colombiano no parecía demasiado preocupado por la maniobra de su objetivo, y se limitaba a seguirlo con el morro de su aparato, convencido de que de un momento a otro tendría un buen tiro. El helicóptero se disponía a terminar con su vida y la de su tripulación...Corral tenía los ojos fijos en aquella oscura figura que los llevaría a la muerte...
Pero de repente, y como si de un milagro se tratara, el piloto enemigo desvió el morro de su aparato y lo enfiló hacia el norte, hacia territorio colombiano, a la vez que se pegaba al suelo y ganaba velocidad. Atónito todavía por aquel comportamiento, una explosión en el aire lo sacó de aquél trance. A lo lejos, donde los dos Arpia estaban persiguiendo al resto del Escuadrón, uno de aquellos endemoniados aparatos caía envuelto en llamas al suelo. Ahí estaba su milagro. Por fin, alguno de aquellos SAM móviles SA-8 se había fijado en los helicópteros colombianos y estaban haciendo bien su trabajo.
De repente, todo el fatalismo se esfumó, y unas enormes ganas de seguir vivo se apoderaron de él.
-¡Vamos, vamos, a toda velocidad, sacanos de aquí, hacia Tulcan!
-A la orden – y el conductor no tuvo que hacerse rogar para poner el vehículo a toda la velocidad que el motor le permitía y el estado de la vía posibilitaba.
El Teniente Corral se introdujo de nuevo en el blindado y giró la torreta para hacer frente a la lluvia de proyectiles que les buscaban. Primero impactaron algunas balas del calibre .50 contra lo torre, pero el blindaje resistió, pero luego, un proyectil de 90 mm explosionó muy cerca de su rueda trasera izquierda, destrozándola por completo y sacudiendo el vehículo que dio un bandazo y estuvo a punto de salirse de la carretera por un terraplén. Pero Edison, un hábil conductor, logró hacerse con el “Cascavel”, y como pudo, seguir marchando hacia Tulcan.
El Teniente ya estaba a punto de designar un objetivo para su artillero, aunque disparar a aquella velocidad y en medio de aquel carajal en que se había convertido la carretera, era desperdiciar munición seguro, pero aún así estaba dispuesto a hacerlo, cuando comenzaron a caer proyectiles de grueso calibre sobre las posiciones colombianas. Primero unos pocos, luego más, y poco después, los blindados y tropas enemigas desaparecían por completo entre aquellas explosiones.
Respiró aliviado mientras seguían alejándose. Al pasar cerca de los restos del Arpia que ardía en el suelo a unos cientos de metros a su izquierda, y de otro “Urutu” más destruido, pensó en todo el miedo que había pasado, pero sentía un tremendo alivio por seguir con vida, y la verdad es que le importaba una mierda haber ordenado una retirada sin autorización. Estaba seguro que si se hubieran quedado, ahora estarían todos muertos. Creía que había salvado a mucho de sus hombres, y cubierto la retirada de bastantes más, así que aquello era suficiente para él, aceptaría la consecuencia de sus actos.
Al llegar a las nuevas posiciones de las fuerzas ecuatorianas, al norte de la ciudad, sus hombres lo recibieron como a un héroe por quedarse a cubrirles las espaldas contra los blindados enemigos mientras se retiraban, pero la alegría no duró mucho.
Pronto llegaron ordenes de seguir con la retirada. Los ataques colombianos desde el este y el oeste estaban convergiendo en la ciudad, y todos aquellos que estuvieran al norte de la misma, corrían el riesgo de verse copados por el enemigo, así que el mando ecuatoriano, ordenó otro repliegue hacia el sur. Se iba a defender la mitad sur de la ciudad, con los restos de las tropas que quedaban, más parte de la infantería del Grupo de Caballería Blindada 32º, mientras que el resto del Grupo, incluido los tanques ligeros AMX-13, debían defender la parte meridional del aeropuerto. Y a esa unidad era a la que el resto del Escuadrón del Teniente Sebastían Corral se unirían.
El sol se estaba ocultando bajo el horizonte y comenzaba a oscurecer.
"Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor" - José Luís Sampedro
- Yehuda Steimbrener
- Sargento Segundo
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- Registrado: 13 Oct 2011, 00:07
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
MARAVILLOSO las tropas colombianas sorprendieron a las fuerzas ecuatorianas, esta victoria incial de las fuerzas de Colombia deberia darle un poco mas de animo y subirles la moral ante las perdidas sufridas frente a los venezolanos, a ver que respuesta da la FAE
Saludos
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- Subteniente
- Mensajes: 872
- Registrado: 22 Ene 2013, 03:49
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Magnifico esto es lo mas real que se puede hacer con algo imaginario, perece que se estuviera relatando hechos históricos.
Claro que ahora si estoy preocupado , ¿como diablos vamos a desalojar a los colombianos?
Claro que ahora si estoy preocupado , ¿como diablos vamos a desalojar a los colombianos?
- Peace Maker
- Coronel
- Mensajes: 2805
- Registrado: 20 Ago 2012, 17:41
- Ubicación: Caracas
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Las fuerzas Ecuatorianas cometieron un error táctico al no atacar primero y consolidar posiciones dentro de territorio Colombiano, cosa que la fuerza Militares de Colombia si hicieron, ahora el peso de la ofensiva la tiene el ejército Colombiano y los Ecuatorianos claramente a la defensiva. (Por ahora)
Muy bueno, lo único malo, es que me quedo con ganas de leer más:
A esperar con ancias una nueva entrega
Saludos
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La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.
Aristóteles
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- Subteniente
- Mensajes: 872
- Registrado: 22 Ene 2013, 03:49
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Una foto de Tulcan para que se den una ideal del campo de batalla
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- Cabo Primero
- Mensajes: 189
- Registrado: 31 Ene 2012, 04:06
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Flanker tome en cuenta que las FFAA de colombia en el conflicto con las FARC han tenido suerte de que no tengan bazucas, las FFAA del ecuador en el conflicto del cenepa las supo utilizar muy bien con algunos derribos no pretendo general problemas con mi comentario
Saludos
Saludos
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- Subteniente
- Mensajes: 872
- Registrado: 22 Ene 2013, 03:49
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
El relato es imparcial y apegado a la realidad, si leen bien verán que las defensas antiaéreas ecuatorianas sacaron huyendo a los Tucanos y derribaron un helicoptero Arpía pero no se puede esperar mas , hasta el mejor sistema antiaereo solo logra una efectividad máxima del 30% en situaciones reales , eso significa que de 100 misiones de bombardeo por lo menos 70 logran su objetivo, la superioridad aérea en realidad depende de los cazas y en el 2008 estábamos muy mal
- CONDOR ANDINO
- Teniente
- Mensajes: 922
- Registrado: 11 Ene 2009, 04:22
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Creo que jose2020 se refiere a los misiles portatiles antaereos tipo Igla a travez de los cuales nuestros soldados lograron derribar varios helicopteros peruanos durante la guerra contra el Peru en 1995.
AVIADORES DEL BRAVO ECUADOR.
SOBRE SELVAS, VOLCANES Y MARES.
NO HAY ALAS QUE VUELEN MEJOR !
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- Peace Maker
- Coronel
- Mensajes: 2805
- Registrado: 20 Ago 2012, 17:41
- Ubicación: Caracas
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Una de las cosas que más me gusta del relato, es que nos hace entender que la guerra podría ser muy diferente a lo que nosotros esperamos que sea.
Y si bien podemos especular y realizar suposiciones basadas en los equipo, adiestramiento y personal con que cuenta cada bando. La guerra en si misma va adquiriendo su propia dinámica, y esa dinámica puede generar resultados que no nos gusten.
Saludos
Y si bien podemos especular y realizar suposiciones basadas en los equipo, adiestramiento y personal con que cuenta cada bando. La guerra en si misma va adquiriendo su propia dinámica, y esa dinámica puede generar resultados que no nos gusten.
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Aristóteles
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- GUARIPETE
- General de División
- Mensajes: 6567
- Registrado: 03 Dic 2006, 02:37
- Ubicación: La Fuente, Estado Nueva Esparta( un hijo er diablo)
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Si Bien en tierra las Tropas Colombianas tienen las de ganar es en el Mar donde bien Podría el Ecuador y su armada darle su buen sustico a la armada Colombiana, mi pregunta en que estado se encontraban los Subs ecuatorianos para 2008? ( creo que inoperativos pero podría estar equivocado) pero una operación de la armada a modo de bajarle la presión en Tulcan, un ataque a el puerto de Buenaventura y negarle esa zona del pacifico a las menguadas Fuerzas navales que Colombia tradicionalmente opera en ese océano.
Buen relato Flanker gracias por la dosis
Buen relato Flanker gracias por la dosis
"Con el puño cerrado no se puede dar un apretón de manos"
- efossil
- Cabo Primero
- Mensajes: 182
- Registrado: 18 Mar 2009, 20:49
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Es un excelente relato, aunque leerlo de una sola tanda con comentarios incluidos me llevo hasta varias horas de la madrugada.
Pues, aunque eta bastante bueno creo que Colombia pudo haber hecho más daños, pero los Kfir al dañar el puente como que compensa algo la falta de contundencia que pensaba que tendría Colombia, las tropas de Venezuela me sorprende que hayan podido casi impunemente hacer saltos paracaidistas y el asalto heli-transportado, a los Kfir lo tienen de aquí para allá pero que aparecía un Super-Tucano hubiera al menos cazado un helicóptero, pero puede pasar ( más me sorprende debido que al menos los aviones de transporte llegando hubieran alertado si o si y al menos un reconocimiento de los ST u otras aeronaves de ala fija hubiera aparecido, pero cabe dentro de las posibilidades).
Ahora sobre Ecuador, al estar en defensiva y sabiendo que ya hay combates y eso al meno creería que las defensas hubieran sido un poco más duras, al menos para zonas donde podrían pasar vehículos, al menos más armas un poco más pesadas.
Pues, aunque eta bastante bueno creo que Colombia pudo haber hecho más daños, pero los Kfir al dañar el puente como que compensa algo la falta de contundencia que pensaba que tendría Colombia, las tropas de Venezuela me sorprende que hayan podido casi impunemente hacer saltos paracaidistas y el asalto heli-transportado, a los Kfir lo tienen de aquí para allá pero que aparecía un Super-Tucano hubiera al menos cazado un helicóptero, pero puede pasar ( más me sorprende debido que al menos los aviones de transporte llegando hubieran alertado si o si y al menos un reconocimiento de los ST u otras aeronaves de ala fija hubiera aparecido, pero cabe dentro de las posibilidades).
Ahora sobre Ecuador, al estar en defensiva y sabiendo que ya hay combates y eso al meno creería que las defensas hubieran sido un poco más duras, al menos para zonas donde podrían pasar vehículos, al menos más armas un poco más pesadas.
-
- General de Brigada
- Mensajes: 4220
- Registrado: 14 Feb 2009, 18:20
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Felicitaciones , excelente relato ,me uno al grupo de lectores de esta excelente aventura , sencillamente buenisima ,ahora tenemos que pensar como desalojar a los combatientes colombianos,jajajajaja ????? por otro lado , me uno al comentario de efossil en lo que respecta al taetro de operaciones entre Ecuador y Colombia , como sugerencia tambien quisiera acotar lo siguiente , el relato se mantiene muy pegado a la realidad , las tropas colombianas estan saturando los principales puntos fronterizos tgracias a su enorme organico , pero sabiendo de la capacidad helitransportada que tiene Colombia y sabiendo que las ffaa ecuatorianas tienen un numero no indiferente para nuestro contexto de sistemas AA portatiles , mas alla de los SA8 Y otros , esos Arpias y tucanos deberian tener aun mas problemas en realizar ese tipo de operaciones ,gracias y esperamos anciosos la continuacion .
PD : ojo algun guionista de hollywood, estupendo relato
PD : ojo algun guionista de hollywood, estupendo relato
."Non c'è niente di più pericoloso di un grande pensiero in un piccolo cervello".
- Andrés Eduardo González
- General
- Mensajes: 30772
- Registrado: 05 Jul 2007, 17:33
- Ubicación: Bogotá (Colombia)
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
Muy buen relato, sin embargo, quiero acotar algo: no sé si es licencia literaria, lo cual no discutiré, pero eso de enviar helos y AT-27 a Ecuador pues no me pareció lo más realista posible, ¿por qué?, porque sabemos bien y de hace rato que ellos tienen sistemas AA, así que no seríamos tan "brutos" de mandar aeronaves a un ambiente tan saturado de defensas AA de baja cota. Otra cosa, me gustaria saber, ¿cuál es el alcance efectivo de los Gekko?, Las Griffin y las Paveway II pueden ser lanzadas desde 12 Km a 15 Km del blanco con total precisión, así que no me cuadra eso de AT-27 y A-29B mandándose en picada con bombas tontas.
Sólo es mi humilde opinión y si me gustaría que me sacasen de la duda de los Gekko, gracias.
Sólo es mi humilde opinión y si me gustaría que me sacasen de la duda de los Gekko, gracias.
"En momentos de crisis, el pueblo clama a Dios y pide ayuda al soldado. En tiempos de paz, Dios es olvidado y el soldado despreciado».
-
- Subteniente
- Mensajes: 872
- Registrado: 22 Ene 2013, 03:49
Relato: 2008. La Llamarada del Fénix
GUARIPETE escribió:Si Bien en tierra las Tropas Colombianas tienen las de ganar es en el Mar donde bien Podría el Ecuador y su armada darle su buen sustico a la armada Colombiana, mi pregunta en que estado se encontraban los Subs ecuatorianos para 2008?
en Marzo del 2008 la Armada ecuatoriana contaba con una fragata , tres corbetas y 1 submarino , el submarino Huancavilca se mantuvo operativo hasta el 2011
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