30 de enero
Las tropas del general Caravaca habían observado como la artillería japonesa enmudecía poco antes, al parecer incapaz de responder al fuego de artillería español. Había empezado de forma gradual, al principio el fuego de respuesta se fue espaciando más y más, hasta que primero los cañones de 100mm, seguidos a continuación por los obuses de 155mm y los cañones de 75mm enmudecieron totalmente. Sin duda se habían quedado sin municiones, y el general español quería aprovecharse de ello antes de que recibiesen más. Por ello no dudo en pasar al ataque iniciando un intenso bombardeo de las posiciones enemigas, mientras la infantería trataba de flanquearles por el norte.
A media mañana regresaron las unidades de exploradores enviadas al norte, y el general Riuto supo que tropas españolas habían capturado los 3 últimos convoyes de suministros que esperaba. Sin municiones de artillería, con escasez en la munición de fusil, y con el peligro de ser cercado, envío dos regimientos de caballería a Aurora con la esperanza de recuperar sus suministros o al menos despejar el camino a posteriores envíos. No tenía más remedio que establecerse en defensiva.
Mientras tanto en el valle la situación de la infantería ejército japonesa era catastrófica, todo el ejército español estaba tratando de flanquearles por el norte para rodearles. La situación era tan angustiosa que pese a la férrea disciplina nipona, varias de las unidades empezaron a perder cohesión. Cerca de Diadi, el regimiento 121 agotó sus municiones, y aislado como estaba, su comandante el coronel Shindou, no dudo en ordenar calar bayonetas y cargar directamente sobre las líneas españolas.
Allí los soldados españoles se arrojaron al suelo, y siguiendo las órdenes de sus sargentos, y gracias a una estricta disciplina de fuego repelieron el ataque. Fue una matanza. Las ametralladoras segaron las vidas de los japoneses sin problemas, acabando con más de 2.000 hombres en pocos minutos. Este sería la primera de las cargas a la bayoneta que se darían durante los dos días siguientes.
Ese mismo día en Aurora, los 200 hombres del capitán Franco, reforzados por 500 milicianos reclutados en la zona, y armados con material japonés capturado, estaban en graves problemas. Acosados desde el norte por algunas tropas reunidas apresuradamente entre las escoltas de los convoyes y tropas de guarnición de las poblaciones cercanas, se vieron forzados a atrincherarse. Atacado desde el sur por la caballería y desde el norte por estas tropas, tan solo las defensas construidas en los últimos días le permitieron aguantar.
Además, al anochecer la caballería que le atacaba desde el sur se vio obligada a retirarse para acudir en ayuda de las fuerzas de infantería que estaban siendo cercadas en el valle de Magat. Allí la infantería española, debidamente apoyada por la artillería que tan solo cesaba su fuego para dejar enfriar los tubos de sus cañones, continuaba presionando el frente japonés.
31 de enero
Tras días de incertidumbre, el general Mitsuomi por fin recibió noticias desde el sur. Casi prefería no haberlo hecho, los informes sobre la apurada situación del III Cuerpo de Ejército le sobresaltaron, los mensajeros de este ejército habían cabalgado 60km hasta Tamauini, donde se encontraron con los ingenieros que estaban preparando la red de comunicaciones de campaña. Una tarea ingente en la que debían levantar líneas telegráficas entre puerto Irene y el frente (1). Allí pudieron entregar sus mensajes que serían transmitidos por heliógrafo hasta Tugueogarao, lugar donde ya pudieron transmitir por cable.
Enterado de la angustiosa situación del III CdE, Mitsuomi ordeno al II CdE del general Kongo correr en su auxilio desde sus posiciones al norte de Ilagan. Posiblemente la ambición de Riuto le había jugado una mala pasada. Solo así se explicaba que se hubiese empeñado tanto en el combate cuando sus órdenes eran avanzar hasta encontrar resistencia. Si esto era así, no había más remedio que hacer hincapié en que Kongo debía socorrer al III CdE, pero en ninguna manera empeñarse en romper la línea española antes de la llegada del resto del ejército.
En Ilagan el general Kongo se vio forzado a preparar a su ejército para una marcha para la que aun no estaban preparados. No hubo más remedio que acelerar la movilización, y recoger los enseres de forma apresurada, dejando atrás aquello que no pudieron desmontar en dos horas. Poco después se ponían en marcha. Estaba dispuesto a recorrer la distancia que mediaba entre Ilagan y Santiago a marchas forzadas.
2 de febrero
El 2 de enero el ataque español duraba ya 3 días, y los soldados estaban utilizando una táctica de avance y fuego que tanta ventaja les daba en la densa vegetación. Así los soldados avanzaban siempre disparando, protegiéndose unos a otros y cambiando de posición sus ametralladoras constantemente para acercarlas a los japoneses, cuya resistencia fue menguando conforme agotaban sus municiones. La falta de ametralladoras en el ejército japonés estaba suponiendo una gran desventaja, aunque en esa situación tal vez hubiese sido contraproducente y acelerado el fin de las municiones. Aun mayor era el daño que causaba la artillería española situada en las alturas que rodeaban el valle, y que tan solo esperaban el menor atisbo del enemigo para bombardearlo y destrozar sus formaciones.
Muchos de los mandos japoneses, ante la falta de municiones de sus hombres, tuvieron que recurrir a asaltos frontales a la bayoneta sobre las compañías españolas. Si tenían la esperanza de sobrepasar a los atacantes con su numero, las ametralladoras pronto les devolvieron a la realidad.
Soldados muertos en una de las muchas cargas de esos días, no lograrían evitar el cerco
Esa noche en Aurora, los exploradores del II Cuerpo de ejército se encontraron el paso bloqueado por las fuerzas del capitán Franco, quien pese a no tener ordenes estaba dispuesto a defender la localidad hasta el fin.
3 de febrero
A última hora de la mañana la caballería española logro romper las líneas japonesas y se dirigió directamente sobre la artillería japonesa. El comandante Cabrerizo observo desde un árbol a los artilleros que esperaban disciplinadamente cerca de las piezas de artillería, y deseoso de tomar las piezas intactas ordenó cargar directamente sobre ellas. Poco después los soldados japoneses eran sorprendidos por la carga de caballería que salió de la espesura a poca distancia de ellos. Sin embargo los soldados reaccionaron con eficacia y pese al ataque al que eran sometidos se enfrentaron con decisión a sus enemigos, empelando sus fusiles Arisaka con acierto. Decenas de jinetes fueron derribados, sin embargo la ferocidad de la carga supero a los defensores que echaron a correr perseguidos por los jinetes. Poco después muchas de las unidades de apoyo huían en desbandada, alrededor de 50 cañones habían quedado en poder español (2).
En Santiago el general Riuoto supo que su ejército había sido derrotado. La mayor parte de la infantería estaba rodeada en el valle de Mager, la artillería capturada, y las unidades de apoyo huían en desbandada. Tras ordenar salir a todo su estado mayor a excepción de su asistente, cogió una hoja de papel de arroz y un pincel, preparo la tinta y escribió un breve poema. A continuación cogió su pistola Nambu tipo A, y sin dudarlo se la apoyo en la sien y disparo. Su cuerpo cayó muerto junto a su escritorio.
Esa noche, agotadas todas las municiones, la infantería japonesa empezó a moverse hacia el norte, siempre presionada por las tropas españolas, aunque conforme caía la noche estas se detuvieron para evitar sorpresas nocturnas. Gracias a ello los soldados japoneses pudieron concentrarse al pie de las colinas que cerraban el valle. El ataque llegaría con el amanecer. Los 25.000 infantes japoneses se lanzaron sobre la línea española que respondió disparando sus ametralladoras sobre ellos.
Las bajas aumentaron por momentos. Cientos de japoneses cayeron frente a las trincheras, sin embargo en el centro del despliegue español, al oeste de Bagabag, había un hueco. Tan solo una pequeña brecha de 500 metros por la que cientos de japoneses lograron colarse para escapar del cerco. Advertidos de esto los hombres cercados, poco después era todo el ejército el que trataba de aprovechar esa brecha para atacar.
-Sigo pensando que deberíamos haber cerrado esa brecha, mi general. –Dijo el capitán Pita da Veiga.
-Si lo hubiésemos hecho los japoneses habrían asaltado nuestras posiciones, Da Veiga. Simplemente su número es demasiado elevado. No, nuestro deber es conservar las fuerzas para las batallas que están por venir. Dejemos que escapen por lo que creen que es su salvación. Eso los ha desviado de nuestras trincheras, y mantiene a salvo a nuestros hombres...
Pero no se preocupe, la huida no les saldrá gratis. Mientras huyen, los acribillaremos con nuestros disparos desde los flancos, y luego, cuando se crean casi a salvo, los barreremos con la artillería y con su caballería, capitán Da Veiga.
-A la orden de Vuecencia, mi general. –Fue la única respuesta que Álvaro fue capaz de articular.
Como dijera el general Caravaca, miles de japoneses cayeron durante su huida. Acribillados desde los flancos y atacados por la retaguardia, corrieron hacia el norte, rumbo a su salvación. Cuando el II CdE hizo contacto con ellos dos días después, tan solo restaban 14.000 soldados con vida.
- Las fuerzas españolas habían desmontado la red original antes de abandonar la zona.
- Las piezas fueron llevadas a retaguardia por si existía la posibilidad de fabricar munición para ellas. La llegada por caminos de montaña de los convoyes capturados por Franco una semana después, fueron una inesperada y grata sorpresa.