Ucronia España vs EE.UU., Duelo de aguilas

La Historia Militar española desde la antiguedad hasta hoy. Los Tercios, la Conquista, la Armada Invencible, las guerras coloniales y de Africa.
Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

MONTAÑAS MANPARANG, Filipinas, 30 de enero al 4 de febrero
30 de enero

Las tropas del general Caravaca habían observado como la artillería japonesa enmudecía poco antes, al parecer incapaz de responder al fuego de artillería español. Había empezado de forma gradual, al principio el fuego de respuesta se fue espaciando más y más, hasta que primero los cañones de 100mm, seguidos a continuación por los obuses de 155mm y los cañones de 75mm enmudecieron totalmente. Sin duda se habían quedado sin municiones, y el general español quería aprovecharse de ello antes de que recibiesen más. Por ello no dudo en pasar al ataque iniciando un intenso bombardeo de las posiciones enemigas, mientras la infantería trataba de flanquearles por el norte.

A media mañana regresaron las unidades de exploradores enviadas al norte, y el general Riuto supo que tropas españolas habían capturado los 3 últimos convoyes de suministros que esperaba. Sin municiones de artillería, con escasez en la munición de fusil, y con el peligro de ser cercado, envío dos regimientos de caballería a Aurora con la esperanza de recuperar sus suministros o al menos despejar el camino a posteriores envíos. No tenía más remedio que establecerse en defensiva.

Mientras tanto en el valle la situación de la infantería ejército japonesa era catastrófica, todo el ejército español estaba tratando de flanquearles por el norte para rodearles. La situación era tan angustiosa que pese a la férrea disciplina nipona, varias de las unidades empezaron a perder cohesión. Cerca de Diadi, el regimiento 121 agotó sus municiones, y aislado como estaba, su comandante el coronel Shindou, no dudo en ordenar calar bayonetas y cargar directamente sobre las líneas españolas.

Allí los soldados españoles se arrojaron al suelo, y siguiendo las órdenes de sus sargentos, y gracias a una estricta disciplina de fuego repelieron el ataque. Fue una matanza. Las ametralladoras segaron las vidas de los japoneses sin problemas, acabando con más de 2.000 hombres en pocos minutos. Este sería la primera de las cargas a la bayoneta que se darían durante los dos días siguientes.

Ese mismo día en Aurora, los 200 hombres del capitán Franco, reforzados por 500 milicianos reclutados en la zona, y armados con material japonés capturado, estaban en graves problemas. Acosados desde el norte por algunas tropas reunidas apresuradamente entre las escoltas de los convoyes y tropas de guarnición de las poblaciones cercanas, se vieron forzados a atrincherarse. Atacado desde el sur por la caballería y desde el norte por estas tropas, tan solo las defensas construidas en los últimos días le permitieron aguantar.

Además, al anochecer la caballería que le atacaba desde el sur se vio obligada a retirarse para acudir en ayuda de las fuerzas de infantería que estaban siendo cercadas en el valle de Magat. Allí la infantería española, debidamente apoyada por la artillería que tan solo cesaba su fuego para dejar enfriar los tubos de sus cañones, continuaba presionando el frente japonés.

31 de enero

Tras días de incertidumbre, el general Mitsuomi por fin recibió noticias desde el sur. Casi prefería no haberlo hecho, los informes sobre la apurada situación del III Cuerpo de Ejército le sobresaltaron, los mensajeros de este ejército habían cabalgado 60km hasta Tamauini, donde se encontraron con los ingenieros que estaban preparando la red de comunicaciones de campaña. Una tarea ingente en la que debían levantar líneas telegráficas entre puerto Irene y el frente (1). Allí pudieron entregar sus mensajes que serían transmitidos por heliógrafo hasta Tugueogarao, lugar donde ya pudieron transmitir por cable.

Enterado de la angustiosa situación del III CdE, Mitsuomi ordeno al II CdE del general Kongo correr en su auxilio desde sus posiciones al norte de Ilagan. Posiblemente la ambición de Riuto le había jugado una mala pasada. Solo así se explicaba que se hubiese empeñado tanto en el combate cuando sus órdenes eran avanzar hasta encontrar resistencia. Si esto era así, no había más remedio que hacer hincapié en que Kongo debía socorrer al III CdE, pero en ninguna manera empeñarse en romper la línea española antes de la llegada del resto del ejército.

En Ilagan el general Kongo se vio forzado a preparar a su ejército para una marcha para la que aun no estaban preparados. No hubo más remedio que acelerar la movilización, y recoger los enseres de forma apresurada, dejando atrás aquello que no pudieron desmontar en dos horas. Poco después se ponían en marcha. Estaba dispuesto a recorrer la distancia que mediaba entre Ilagan y Santiago a marchas forzadas.

2 de febrero

El 2 de enero el ataque español duraba ya 3 días, y los soldados estaban utilizando una táctica de avance y fuego que tanta ventaja les daba en la densa vegetación. Así los soldados avanzaban siempre disparando, protegiéndose unos a otros y cambiando de posición sus ametralladoras constantemente para acercarlas a los japoneses, cuya resistencia fue menguando conforme agotaban sus municiones. La falta de ametralladoras en el ejército japonés estaba suponiendo una gran desventaja, aunque en esa situación tal vez hubiese sido contraproducente y acelerado el fin de las municiones. Aun mayor era el daño que causaba la artillería española situada en las alturas que rodeaban el valle, y que tan solo esperaban el menor atisbo del enemigo para bombardearlo y destrozar sus formaciones.

Muchos de los mandos japoneses, ante la falta de municiones de sus hombres, tuvieron que recurrir a asaltos frontales a la bayoneta sobre las compañías españolas. Si tenían la esperanza de sobrepasar a los atacantes con su numero, las ametralladoras pronto les devolvieron a la realidad.

Imagen
Soldados muertos en una de las muchas cargas de esos días, no lograrían evitar el cerco

Esa noche en Aurora, los exploradores del II Cuerpo de ejército se encontraron el paso bloqueado por las fuerzas del capitán Franco, quien pese a no tener ordenes estaba dispuesto a defender la localidad hasta el fin.

3 de febrero

A última hora de la mañana la caballería española logro romper las líneas japonesas y se dirigió directamente sobre la artillería japonesa. El comandante Cabrerizo observo desde un árbol a los artilleros que esperaban disciplinadamente cerca de las piezas de artillería, y deseoso de tomar las piezas intactas ordenó cargar directamente sobre ellas. Poco después los soldados japoneses eran sorprendidos por la carga de caballería que salió de la espesura a poca distancia de ellos. Sin embargo los soldados reaccionaron con eficacia y pese al ataque al que eran sometidos se enfrentaron con decisión a sus enemigos, empelando sus fusiles Arisaka con acierto. Decenas de jinetes fueron derribados, sin embargo la ferocidad de la carga supero a los defensores que echaron a correr perseguidos por los jinetes. Poco después muchas de las unidades de apoyo huían en desbandada, alrededor de 50 cañones habían quedado en poder español (2).

En Santiago el general Riuoto supo que su ejército había sido derrotado. La mayor parte de la infantería estaba rodeada en el valle de Mager, la artillería capturada, y las unidades de apoyo huían en desbandada. Tras ordenar salir a todo su estado mayor a excepción de su asistente, cogió una hoja de papel de arroz y un pincel, preparo la tinta y escribió un breve poema. A continuación cogió su pistola Nambu tipo A, y sin dudarlo se la apoyo en la sien y disparo. Su cuerpo cayó muerto junto a su escritorio.

Esa noche, agotadas todas las municiones, la infantería japonesa empezó a moverse hacia el norte, siempre presionada por las tropas españolas, aunque conforme caía la noche estas se detuvieron para evitar sorpresas nocturnas. Gracias a ello los soldados japoneses pudieron concentrarse al pie de las colinas que cerraban el valle. El ataque llegaría con el amanecer. Los 25.000 infantes japoneses se lanzaron sobre la línea española que respondió disparando sus ametralladoras sobre ellos.

Las bajas aumentaron por momentos. Cientos de japoneses cayeron frente a las trincheras, sin embargo en el centro del despliegue español, al oeste de Bagabag, había un hueco. Tan solo una pequeña brecha de 500 metros por la que cientos de japoneses lograron colarse para escapar del cerco. Advertidos de esto los hombres cercados, poco después era todo el ejército el que trataba de aprovechar esa brecha para atacar.

-Sigo pensando que deberíamos haber cerrado esa brecha, mi general. –Dijo el capitán Pita da Veiga.

-Si lo hubiésemos hecho los japoneses habrían asaltado nuestras posiciones, Da Veiga. Simplemente su número es demasiado elevado. No, nuestro deber es conservar las fuerzas para las batallas que están por venir. Dejemos que escapen por lo que creen que es su salvación. Eso los ha desviado de nuestras trincheras, y mantiene a salvo a nuestros hombres...

Pero no se preocupe, la huida no les saldrá gratis. Mientras huyen, los acribillaremos con nuestros disparos desde los flancos, y luego, cuando se crean casi a salvo, los barreremos con la artillería y con su caballería, capitán Da Veiga.

-A la orden de Vuecencia, mi general. –Fue la única respuesta que Álvaro fue capaz de articular.


Como dijera el general Caravaca, miles de japoneses cayeron durante su huida. Acribillados desde los flancos y atacados por la retaguardia, corrieron hacia el norte, rumbo a su salvación. Cuando el II CdE hizo contacto con ellos dos días después, tan solo restaban 14.000 soldados con vida.

  1. Las fuerzas españolas habían desmontado la red original antes de abandonar la zona.
  2. Las piezas fueron llevadas a retaguardia por si existía la posibilidad de fabricar munición para ellas. La llegada por caminos de montaña de los convoyes capturados por Franco una semana después, fueron una inesperada y grata sorpresa.


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Mensaje por El Templario »

Iglesia de San Michan, Dublin, anochecer del 4 de agosto de 1914

Éamon De Valera se detuvo bajo el arco de la puerta de la vieja iglesia, tragó saliba, cerro los ojos y apretó los puños, lanzó un suspiro y armándose de valor cruzó las jambas de roble. Tardó unos segundo en que sus ojos se acostumbrasen a la tenue luz de las velas que apenas alumbraban el templo, con las pequeñas llamas creando un reflejo palpitante sobre sus viejas paredes. La iglesia parecía desierta a aquellas horas, en una paz sólo rota por el sonido de sus pasos sobre el empedrado del suelo. Su mirada se posó sobre la sombra oscura de los confesionarios, situados a la derecha de la nave, y lentamente se encamino hacia el primero de ellos, deteniéndose a un metro escaso. Un ligero ruido, similar al roce de dos piezas de tela, le confirmaron que había alguien más allí. Antes de arrodillarse junto a uno de los laterales, volvió a observar la iglesia de un lado a otro.

-"Buenas tardes señor De Valera, no se preocupe, estamos solos". - La voz que salía del interior del confesionario, pese a su tono pausado y cordial, le sobresaltó.

La persona que se ocultaba en el interior, continuó hablando. -"Ante todo confío que sepa disculparme por la manera tan heterodoxa de abordarle esta mañana, pero espero que entienda que para hablar con un miembro tan destacado de la causa irlandesa hay que tomar ciertas precauciones, por el bien de todos. Reconozco que la persona que le entregó mi nota no es precisamente un miembro del cuerpo diplomático, ni por aspecto ni por maneras, pero es alguien fiel, discreto y con la apariencia lo suficientemente vulgar como para no llamar la atención".

Mientras escuchaba, y pese a dirigirse a él en un correcto inglés, De Valera intentaba reconocer el acento, vagamente familiar, de aquel individuo, aunque ya albergaba ciertas sospechas. - "No le negaré que el encuentro de esta mañana me... digamos sorprendió, pero entiendo la manera de actuar de su hombre, ahora, si no le importa, vayamos al grano, ¿quién es usted y que quiere de mí?".

- "Veo que usted también prefiere que no nos andemos con rodeos, muy bien, cuanto más breve sea este encuentro, más seguro será para ambos. De momento, señor De Valera, permita que me reserve mi identidad, pero puedo decirle que represento a un importante grupo que observa con mucho interés el desarrollo de su movimiento, y evidentemente con simpatía".

- "Que nos vean con simpatía siempre es de agradecer, pero con ello, ni antes ni menos en estos tiempos, la causa irlandesa obtiene nada concreto, las buenas palabras no ganan batallas".

- "En eso tiene usted toda la razón, por eso estoy en condiciones de asegurarle que mis representados están dispuestos a algo más que a mirar con simpatía su causa...".

- "Ha conseguido captar mi atención y mi interés, continúe por favor, le escucho".

- "Como le decía, señor De Valera, el grupo del que le hablo estaría dispuesto a colaborar, material y financieramente, con su movimiento...".

- "Aunque entiendo que de una manera no totalmente desinteresada, ¿me equivoco?".

Una leve risa, que al irlandés le pareció cualquier cosa menos tranquilizadora, sonó desde el interior del confesionario.

- "Vamos, vamos, señor De Valera, veamos esto como un negocio sumamente ventajoso para ustedes... unos grandes favores a cambio de una pequeña contrapartida...".

- "Escuche amigo, puedo asegurarle que no es la primera vez que alguien se dirige a nosotros con ofertas parecidas a la suya. No somos un grupo de insurrectos analfabetos y fanáticos con turbantes en la cabeza, ni granjeros idealistas con apego a su holanda natal. Sabemos perfectamente la tormenta que se avecina en Europa, y no pensamos servir de carne de cañón para los intereses de nadie. La lucha que nos importa es la lucha por una Irlanda libre, las partidas de ajedrez entre imperios es algo que está muy lejos de nuestro movimiento, y más si la sangre irlandesa ha de brotar por esos intereses bastardos y ajenos a nosotros".

De Valera hizo una breve pausa, recuperando el aliento después de la vehemente respuesta, mientras su misterioso interlocutor mantuvo el silencio antes de responder.

- "Comprendo perfectamente su punto de vista, y puedo asegurarle que mis representados no están pidiendo por su colaboración que ustedes se sacrifiquen, por causa alguna. Como ya le dije... están dispuestos a grandes favores a cambio de pequeñas contrapartidas. Como muestra de buena voluntad, permítame que le haga entrega de este pequeño detalle...".

Las pesadas cortinas de terciopelo burdeos del confesionario se entreabrieron ligeramente, dejando paso a un pequeño maletín de cuero.

- "Ábralo, por favor, señor De Valera".

Con curiosidad, el irlandés accedió a la petición, y su rostro no pudo disimular la sorpresa al comprobar que en su interior se encontraban, perfectamente empaquetados, varios miles de dólares americanos.

- "Son exactamente 5.000 dólares, señor De Valera... considérelo como un anticipo de ulteriores donaciones...".

- "Bien, hábleme con más detalle de esos favores y de las contraprestaciones por nuestra parte". Acertó a responder, sin poder apartar las vista de los billetes.

- "Me agrada comprobar que de nuevo he captado su interés... bien, escúcheme atentamente...".

______________________

Al cabo de 20 minutos, Éamon De Valera abandonó San Michan, la oscuridad de la noche ya cubría la ciudad, apenas disimulada por la luz de unas cercanas farolas de gas. Todavía nervioso, se alejó a paso rápido de la vieja iglesia, pero a unos cientos de metros se detuvo de nuevo para tomar aliento y calmarse un poco. De manera disimulada, abrio el maletín u volvió a contemplar los dólares empaquetados. No sabía si había obrado bien o se había metido de cabeza en una encerrona, pero la realidad es que allí estaba él, con un maletín cargado de billetes y con una nueva cita con aquel misterioso personaje del confesionario. Aunque había algo que había descubierto. No tenía dudas que aquel hombre era español, y pese a haberle entregado moneda americana, aquello
le daba mucho en qué pensar. Las puertas del infierno se estaban abriendo en Europa, así que tal vez no estaría de más ponerle una vela a Dios y otra al Diablo, aunque en este caso el diablo fuese de nuevo español (1).

______________________

Después de escuchar el sonido de las puertas de la iglesia cerrarse tras De Valera, José Barbosa esperó unos minutos más antes de abandonar el confesionario y dirigirse a la sacristía, dejando sobre la mesa de escritorio un sobre con 100 libras. Entreabrió la pequeña puerta que daba al jardín trasero de San Michan, y observo con cuidado hasta cerciorarse que nadie le vería salir. Buscando las sombras, alejándose de zonas más concurridas, se dirigió hacia las callejas que le llevarían de regreso al puerto. No había sido tarea fácil, pero finalmente aquel irlandés cabezota había entrado en razón y había aceptado el acuerdo. Aún quedaban unos días para su nueva cita, y esperaba que no hubiese ningún cambio de parecer por parte de De Valera o su grupo, pero ya pensaría en ello más tarde, ahora sólo deseaba llegar de nuevo al Aurora, fumar un buen habano, beber un buen brandy y descansar. Se lo había ganado.

(1) Fruto de la "Leyenda Negra", los ingleses calificaban a Felipe II como "el demonio del mediodía".
Última edición por El Templario el 25 Oct 2013, 21:45, editado 2 veces en total.


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Mensaje por El Templario »

Gaspacher escribió: En Santiago el general Riuoto supo que su ejército había sido derrotado. La mayor parte de la infantería estaba rodeada en el valle de Mager, la artillería capturada, y las unidades de apoyo huían en desbandada. Tras ordenar salir a todo su estado mayor a excepción de su asistente, cogió una hoja de papel de arroz y un pincel, preparo la tinta y escribió un breve poema. A continuación cogió su pistola Nambu tipo A, y sin dudarlo se la apoyo en la sien y disparo. Su cuerpo cayó muerto junto a su escritorio.


Lo del poema es sin duda un magnífico detalle, muy acorde con la idiosincrasia japonesa, pero creo que hubiese sido un toque más honorable abrirse en canal con su viejo sable samurai y sólo mas tarde haber recibido el misericordioso tiro de gracia por parte de algún ayudante. Pero vamos, lo digo por acrecentar la épica en medio del desastre. De cualquier manera, enhorabuena Gaspacher.


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Mensaje por Gaspacher »

Pensé en hacerlo, pero en 1915 aun estaba muy reciente la supresión de la casta Samurai durante la restauración Meiji, cuando portar espadas samurái fue prohibido. De hecho los ejércitos japoneses abandonaron las espadas samurái para adoptar las espadas y sables occidentales. No sería hasta el despertar del imperialismo nipon tras la guerra sino-japonesa, y ruso-japonesa, y su participación en la WW1, cuando se recuperaron los valores y armas samurái.

http://ocw.mit.edu/ans7870/21f/21f.027/ ... _448_l.jpg


PD Mañana, si todo va bien, acabare la parte de Franco...


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Mensaje por ñugares »

Jejeje aparecio Franquito :green:

enhorabuena Gaspacher lo as bordado , a los Japos le van a costar mucho mas de lo esperado desalojarnos de Filipinas .

magnifico reingreso en la historia :thumbs: Templario

un saludo .


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Mensaje por huarlot »

Buenas noches

Sino he contado mal 11.000 bajas japonesas, aunque habría que sumar a lo largo de los días las enfermedades tropicales, la malnutrición etc.. Que sufrirán los japoneses por falta de suministros no?

Y sigue así tendremos que enviar un cable a Japón pidiendo más soldados :green:

Pd: Igual tienen que llamar a la expedición de Egipto para que vuelva :green:

Un saludo


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Mensaje por brenan »

A los Japos de Egipto les puede pillar una inundación sorpresa por la voladura de la presa de Asuan que ya habia concluido la primera fase de recrecido de la presa baja en esos tiempos :devil:
Dejadlos que vayan a Egipto y terminaran nadando en el mediterraneo :green:


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Mensaje por El Templario »

En algún punto entre el Lough Bray Lower y el Lough Bray Upper, Montañas Wicklow, 32 kilómetros al sur del puerto de Dublín, madrugada del 8 al 9 de agosto de 1914

Éamon De Valera observaba con detalle cómo sus hombres, alumbrados con antorchas y alguna lámpara de aceite, descargaban las cajas de los camiones y con sumo cuidado las transbordaban hasta los pequeños carros de granjero, tirados por robustos percherones, que los patriotas irlandeses habían llevado hasta el lugar de la cita. A grandes zancadas y con una sonrisa alegrando su rostro, Liam Devlin se acercaba hacía él, dando alegres palmadas.

- "Todo es tal como te dijo ese hombre, 500 fusiles Krag-Jørgensen(1) como recién salidos de fábrica con su correspondiente munición, sin duda un verdadero regalo llovido del cielo".

- "Santa Madre de Dios".- pensó para sí De Valera. - "¿Y dices que están como nuevos?". - comentó ya en voz alta.

- "Al parecer tu misterioso amigo te dijo la verdad Éamon, los fusiles son buenos, y el dinero también, lo hemos comprobado". - Devlin le dio una amistosa palmada en el hombro al llegar a su altura.

En la boca de De Valera se dibujó una mueca que pretendía ser una sonrisa, mientras su rostro giraba hacia los dos hombres que observaban la escena a unos 30 metros de distancia.

- "Vamos Éamon, hasta ahora todo lo que ese hombre te prometió lo está cumpliendo... si hasta tenemos un nuevo maletín con otros 5.000 dólares".

- "Lo sé, Liam, disculpa, debería estar contento, pero no puedo evitar sentir como si un escalofrío helado me recorriera la columna vertebral..."

- "Es normal amigo, los acontecimientos parecen precipitarse... Gran Bretaña está en guerra con Alemania, ya nadie sabe lo que puede pasar mañana, todo el mundo parece volverse loco, pero dentro de todo lo malo, miremos por nosotros mismos, hoy somos mucho más fuertes que ayer".

- "Eso lo sé, amigo mío, lo que me preocupa es el precio que deberemos pagar por ello".

- "Vamos Éamon, hasta el momento sólo nos han pedido una pequeña ayuda a cambio del dinero y las armas, y han prometido más. Yo estoy dispuesto a asumir el riesgo, lo sabes".

- "Lo sé, amigo mío, lo sé". - respondió De Valera dando un cordial abrazo a Devlin. - "En fin, vayamos a hablar con el diablo, no le hagamos esperar...".

Ambos se dirigieron hacia las dos figuras que, al observar cómo se acercaban los irlandeses, se separaron, retrocediendo discretamente el más alto de los dos, como pretendiendo dejar una mayor intimidad para el resto.

José Barbosa asintió al ver a su compañero retroceder unos pasos, y el mismo se adelantó hacia De Valera y Devlin.

- "Buenas noches caballeros". - saludó en su perfecto inglés. - "Espero que todo esté conforme lo acordado hasta ahora". - dijo Barbosa con una sonrisa en sus labios. Una sonrisa que a Devlin le provocó un escalofrío helado, como si acabase de ver los colmillos de un lobo. Ahora comenzaba a entender un poco mejor la apresión de su amigo Éamon.

- "Todo parece correcto, se lo agradezco". - respondió con cierta tensión De Valera, pese a intentar darle un tono cortés y distendido a sus palabras.

- "Bien, bien, espero que esto sirva para que poco a poco podamos confiar más el uno en el otro, señor De Valera". - Pese al tono conciliador de sus palabras, a la luz de las antorchas, la sonrisa de Barbosa se antojaba de nuevo siniestra para los dos irlandeses.

El gallego percibió la tensión en el rostro de sus dos contertulios, por lo que decidió relajar aún más el ambiente, sacando una petaca del bolsillo de su chaquetón y tendiéndola hacia ellos. - "Señores, brindemos por el éxito de nuestro acuerdo".

Un poco más calmados, los irlandeses brindaron con el misterioso personaje. Devlin, que había notado el esfuerzo del hombre por distendir la situación, sacó de su bolsillo unos finos cigarros con los que terminar de rebajar la tensión. Los tres fumaron en silencio durante unos instantes, dejando escapar pequeñas volutas de humo que ascendían hasta desaparecer en aquel cielo estrellado de verano.

Recuperado el ánimo, De Valera se dirigió a Barbosa. - "Este es Liam Devlin, un hombre de mi más absoluta confianza, un verdadero patriota irlandés, y dispuesto a todo por su país".

Barbosa miró con interés al hombre, aunque desde que habían llegado al lugar del encuentro no había dejado de observarlo. Sin duda que era un tipo duro, alguien que no se echaría atrás a las primeras de cambio. Clavo sus ojos en el irlandés, y este, tras un ligero parpadeo inicial, sostuvo su mirada con resolución. Si, era el hombre que buscaba.

- "Bienvenido a nuestro pequeño negocio, señor Devlin". Barbosa tendió la mano hacia el irlandés, que, sin dudar, estrechó con fuerza la del español. - "Espero que, si Dios quiere, sea un negocio prospero para todos." - respondió Liam mientras observaba de reojo cómo De Valera asentía con la cabeza.

- "En ese caso, señor Devlin, permita que le ponga en antecedentes...".

Alejado de los tres hombres que ahora conversaban, apenas perceptible bajo la tenue luz de las antorchas que iluminaban el final del trasvase de cajas de los camiones a los carros, el compañero de Barbosa observaba la escena mientras apuraba su enésimo cigarrillo. Unos minutos más tarde, el trío de conspiradores se separaba con un intercambio de apretones de manos. Tras un agudo silbido del más joven de los contertulios del gallego, los carros con los fusiles y la munición comenzaron a avanzar, perdiéndose entre la espesura del bosque hasta que, al cabo de unos instantes, no quedaba rastro de los irlandeses. Barbosa se acercó a él, con una sonrisa de satisfacción.

- "Bueno, creo que nos hemos ganado la confianza de De Valera, y sin duda hemos encontrado al hombre que nos hace falta. Ese Devlin tiene madera".

- "Confío en que tengas razón..."

- "Me parece notar un cierto tono de escepticismo en tus palabras..."

- "Conversar alegremente sobre lo divino y lo humano en un claro del bosque, a la luz e las estrellas, es una cosa, pero estar dispuesto a matar, a asesinar a centenares de personas es otra muy diferente".

- "Esos hombres son patriotas, luchan por un ideal".

- "¿Y qué? yo lucho por mi propia patria, yo mismo, y por mi ideal, el dinero. Y te aseguro que no traicionaría a ninguno de los dos. Confío más en alguien que se ama a sí mismo que en estos idealistas que sueñan con su Arcadia feliz".

- "Tu cinismo me provoca arcadas...".

- "Vosotros los católicos siempre habéis sido de estómago débil... por eso no termino de confiar en la entereza de ese dichoso irlandés... ¿Devlin?".

- "Quisling, eres un auténtico bastardo...".

-"Vamos Barbosa, no te hagas la doncella ofendida conmigo... si estás aquí ahora mismo es por que eres tan hijo de puta como yo, y por eso te han encomendado este sucio trabajo, porque nadie con honor lo haría. Pero hasta los más santurrones necesitan de alguien que limpie su mierda y la haga desaparecer, y ese alguien somos nosotros".

- "Algún día te mataré, Vidkun".- El gallego pugnaba por contener su odio, rojo de ira.

- "Antes o después todos estaremos muertos José".

(1) Se trata de parte del material obtenido por España tras la guerra contra los EEUU y que, como pasa con los dólares, es utilizado ahora para desviar la atención sobre los verdaderos proveedores de los irlandeses.


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Mensaje por Gaspacher »

Entiendo que se refiere a Vidkun Quisling... sin embargo este era un oficial del ejército noruego y por lo tanto difícilmente podría estar allí. Lejos quedaban los recortes y las reducciones del ejército en la década de los 20 que dejaron a Quisling en la calle...

huarlot escribió:Sino he contado mal 11.000 bajas japonesas


Ha contado Vd mal, muy mal de hecho

11.000 son las bajas correspondientes a ese ultimo asalto a la bayoneta para huir del cerco que les amenazaba. 11.000 de un total de 25.000 infantes supervivientes a 4 días de combate en el valle (acosados por 3 lados), y los asaltos anteriores para romper la línea española. Además habría que sumar las bajas producidas entre los artilleros y las unidades de apoyo...

Baste recordar que el III CdE tenía unos 80.000 hombres...

Las bajas totales se conocerán en otro post, cuando Kongo llegue a la zona y pueda reunir a los supervivientes...


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Mensaje por El Templario »

Es cierto que el señorito Quisling no decidió abandonar el ejército noruego hasta unos años después, pero por aquel entonces ya demostraba sus deseos de acción -molesto con la neutralidad noruega- y su amor por el dinero y las mujeres de vida alegre. Pero es lo bueno de las ucronias, que podemos hacer ciertos cambios en la historia para hacer más interesante un relato: barcos que no existen, ofensivas imaginarias, oficiales destinados en las antípodas... Pero que no se preocupe el Supremo Hacedor, que Barbosa no liquidará al noruego, y esté podrá servir de títere para el tercer reich cuando llegue el momento... en realidad lo mismo daba que el personaje se llame Quisling o Gilberto Rebruno, se trata de un simple guiño que me he tomado la libertad de incluir en la ucronia precisamente por tratarse de eso, una ucronia.


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Mensaje por Gaspacher »

AURORA, 3 de febrero.

Las explosiones de la artillería destrozaban las casas de adobe sin problemas. En las ruinas de la iglesia, el capitán Franco se sujetaba el costado izquierdo, en el que horas antes una bala japonesa le había herido, afortunadamente sin afectar ningún órgano vital. La lucha de su pequeña unidad se había extendido a lo largo de los últimos dos días, logrando repeler a la caballería llegada desde el sur, y a la amalgama de unidades que llegaron desde el norte, sin demasiados problemas.

Ahora en cambio se enfrentaban a todo un ejército japonés. Tropas de infantería, caballería, y artillería, dispuestas a destrozar de una vez por todas a su fuerza de 174 soldados y 340 milicianos reclutados en las cercanías en los últimos días. Horas atrás habían logrado rechazar el primer ataque de la infantería, quedando los cuerpos de muchos japoneses tendidos entre los arrozales que tanto habían limitado sus movimientos facilitando el trabajo de los defensores.

Fracasado el primer ataque el general Kongo, ordeno a la artillería que entrara en liza, para lo que perdió un tiempo vital, pues la artillería viajaba en la parte más alejada de su convoy de marcha. Para Franco había sido una suerte que no ordenase a parte de su infantería y caballería rodear su posición y avanzar hacia el sur en ayuda del III CdE, pues por los informes capturados sabía que eso podría haber salvado la situación. En cambio se obceco en destruir a la pequeña fuerza que se interponía en su camino, lanzando un aluvión de fuego sobre el pueblo.

En él los soldados españoles se encogieron en sus trincheras tratando de escapar del aluvión de fuego al que eran sometidos. El propio Franco se refugió en los sótanos de la iglesia junto a otros 14 hombres. Sin duda su fin estaba cerca, pero durante esas preciosas horas un batallón de infantería estaba paralizando el avance de todo un ejército. Si, él formaba un núcleo de resistencia (1).

-Mi capitán, el bombardeo ha cesado. –Dijo de pronto el cabo Murrieta, el bombardeo había durado tanto que se había acostumbrado a él y no se dio cuenta del repentino silencio.

-A las armas, rápido. Emplazad las ametralladoras a ambos lados del camino. –Ordeno Franco saliendo al exterior para repeler el ataque japonés que ya llegaba.

Avanzando entre los escombros junto a decenas de hombres que salían de otros refugios, mientras cargaban las pesadas ametralladoras y sus municiones, no tardaron en situar dos ametralladoras controlando el camino que atravesaba el pueblo. Las bajas entre los atacantes, limitadas por el estrecho camino fueron brutales, y las primeras ráfagas los derribaron como a bolos. Fue casi como disparar a blancos de prácticas de tiro. Una vez centrada la puntería los tiradores se limitaron a apretar el gatillo y dejar que las balas hicieran el resto. Los japoneses cayeron acribillados, las balas atravesaban los cuerpos de los que avanzaban en vanguardia para clavarse en los que veían detrás, derribándolos a su vez. Pronto el tramo del camino hasta la curva quedo despejado, con 700 hombres caídos en él.

Mejor fueron las cosas a ambos lados del camino. Los japoneses avanzaban en un frente más amplio y aunque su velocidad de movimientos quedaba limitada por el agua de los arrozales que les llegaba a las rodillas, eran un blanco más difícil. Los numerosos tiradores españoles tuvieron que elegir blancos individuales, y dispararon sus máuser y Mondragón sobre ellos, abatiendo a muchos atacantes. Sin embargo su número era demasiado elevado, y también ellos empezaron a disparar mientras avanzaban. Pronto los primeros soldados españoles cayeron en sus trincheras.

El avance del 45 regimiento había sido detenido, sin embargo Kongo no estaba dispuesto a dejar pasar su oportunidad. Dos nuevos regimientos se sumaron al ataque, sumando otros 9.000 hombres a la fuerza inicial. Esta vez la masa de tropas debería superar de una vez por todas a los defensores.

En Aurora el capitán Franco corría de un lado a otro animando a los defensores y dirigiendo el fuego de las ametralladoras allá donde fuera más necesario. Decenas de defensores habían caído ya, sin embargo seguía dispuesto a resistir hasta el final.

-Murrieta, la ametralladora 32 a la derecha, acaba con aquellos japoneses. –Ordenó Franco al divisar una sección que se aproximaba peligrosamente a las casas del pueblo. Sin duda los defensores de esa sección habían caído, por lo que busco a otro de sus suboficiales.

-¡Tino, coge uno de cada dos hombres de tu sección y envíalos al sector 5, rápido!

Mientras el sargento Tino obedecía sus órdenes, pudo disponer de unos segundos para contemplar todo el campo de batalla. Era cuestión de minutos que los japoneses les desbordasen… tal vez debería izar bandera blanca, pensó. No tuvo tiempo, una bala impacto en su estómago desgarrándolo. Cayó al suelo entre horribles dolores.

El sargento Tino corrió a agacharse junto a su jefe. Aun vivía y abrió los ojos para ordenar débilmente.

-Continúen haciendo fuego. Que no se acerquen… Sargento, acérqueme al parapeto y deme un fusil.

Poco después estaba en el parapeto, sujetándose el estómago con una mano, y cargando y disparando con la otra. No había rendición posible. El momento de debilidad había pasado. Franco moriría al ser alcanzado por una bala en la cabeza.

No pudo ver cómo tras otros 10 minutos de lucha, los japoneses entraban en la población con la bayoneta calada y acababan con los defensores.

Tino despertó esa noche en un pueblo en ruinas (2), en el que tan solo merodeaban algunos japoneses comprobando los cadáveres y buscando heridos. Con cuidado recogió un equipo, víveres, agua, una pistola, su fusil, y municiones, busco el diario de campaña de su unidad, y se internó en los arrozales arrastrándose. Una semana después, tras una dura marcha por la selva, llegaría a las líneas españolas.

Franco sería condecorado a título póstumo con 2 cruces laureadas. La primera a propuesta de su comandante por los hechos acaecidos durante el desembarco en Gonzaga. La segunda por la captura de Aurora y su posterior defensa, interrumpiendo los suministros japoneses.

El sargento Agustino “Tino” Sancho, sería recompensado con la medalla militar individual y un ascenso a teniente por méritos de guerra. Acabaría la guerra como capitán laureado…


  1. Diarios de campaña, publicados años después de su muerte.
  2. Cayo inconsciente a causa de un culatazo, aunque logro apuñalar a su atacante acabando con él al mismo tiempo, eso le libro de ser lanceado después y le salvo la vida.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.
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Mensaje por Apónez »

¿Ahorrándole problemas a Mola en un futuro? :twisted:


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Llanero
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Mensaje por Llanero »

Hola a todos !!
(Desde el smartphone). (Lo odio)

A Mola y a Sanjurjo también !!!

Muy buenos post Gaspacher y Templario
La descripción de los detalles y sentimientos en ellos, me hace adentrarme todavía más en el relato. En el encuentro entre De Valera y Barbosa en la iglesia, casi llegué a percibir el olor de las velas.
Excelente. Mi enhorabuena a ambos.

Cordiales saludos,


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Mensaje por huarlot »

a contado Vd mal, muy mal de hecho

11.000 son las bajas correspondientes a ese ultimo asalto a la bayoneta para huir del cerco que les amenazaba. 11.000 de un total de 25.000 infantes supervivientes a 4 días de combate en el valle (acosados por 3 lados), y los asaltos anteriores para romper la línea española. Además habría que sumar las bajas producidas entre los artilleros y las unidades de apoyo...

Baste recordar que el III CdE tenía unos 80.000 hombres...

Las bajas totales se conocerán en otro post, cuando Kongo llegue a la zona y pueda reunir a los supervivientes...


Pues si he contado pesimamente :asombro3:


Gaspacher
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Mensaje por Gaspacher »

MONTAÑAS MAMPARANG, 5 de febrero, Epilogo a la Primera batalla de Mamparang

El II CdE nipón, bajo el mando del general Kongo, por fin había alcanzado las montañas Mamparang, en el mismo lugar en el que días antes viera su fin el III CdE. Las colinas sin duda eran obstáculo de entidad, el primero en la conquista de la isla, y suponían un bocado muy apetecible, sin duda eran como el takifugu, un bocado apetecible, exquisito, y letal. Tan letal que había acabado constando la vida al general Riuto y a gran parte de su III CdE.

Por supuesto, él no estaba dispuesto a caer en el mismo error. Desde el fin de la guerra ruso japonesa cuando se hizo evidente que el siguiente enemigo en la zona sería el decadente Imperio Español, había estudiado a fondo a ese pueblo y su historia. En ellos encontró un pueblo ingobernable, que se desintegraba por sus propias contradicciones internas, pero al mismo tiempo unos hombres honorables, con soldados dispuestos a dar su vida en nombre de su patria y su rey, cuando no por su propio honor.

Dos días atrás en Aurora había visto una gran muestra de ese valor. Aun recordaba la impresión que le causaron los defensores del pueblo, muertos sin excepción mientras defendían las ruinas del lugar. Sobre todo ese capitán al que encontró cubierto de heridas, y con un disparo en la frente que permanecía aferrado a su fusil en un pozo de tirador. Al verlo no pudo dejar de recordar las historias que había leído sobre los defensores de Canosa en la guerras de Italia, cuando el Imperio Español empezaba a despuntar, o los defensores de Castelnuovo, entre otros muchos asombrosos actos de armas a lo largo de varios siglos.

Con un enemigo tenaz y decidido frente a ellos, y con experimentados mandos militares al frente surgidos de la anterior guerra en 1898, la conquista de Filipinas se antojaba un objetivo difícil que tan solo podrían llevar a buen puerto si lograban imponer su ritmo, al mismo tiempo que evitaban caer en nuevas celadas como la anterior. El III CdE había dejado de existir al caer en una trampa y ser cercado. De sus 80.000 hombres iniciales, casi 20.000 habían muerto, y 30.000 estaban heridos en los hospitales de campaña montados en Santiago. Tal era la saturación de esos hospitales que las enfermedades empezaban a hacer mella en los heridos, causando nuevas muertes. Por esa razón su primera medida había sido evacuar a todos los heridos que fuese posible, y solicitar al general Mitsuomi que instalase un segundo hospital en Ilagan.

Por su parte su ejército empezaba a tomar las medidas a las posiciones españolas. Había enviado pequeñas partidas de caballería para reconocer las posiciones, manteniendo el grueso de su ejército a resguardo, al mismo tiempo que acumulaba suministros y municiones. Incluso había enviado exploradores hacia el mar, atravesando las montañas de Sierra Madre, por si era posible establecer un puerto de apoyo en alguna bahía de la zona y acortar así su ruta de suministros, pero en el fondo no creía que fuese posible. Era pues necesario asegurar su ruta de suministros y las comunicaciones con Gonzaga. Solo cuando lo hubiese logrado pasaría al ataque.

Frente a Kongo, el general Caravaca continuaba imprimiendo un duro trabajo a sus hombres con el fin de rehacer su línea defensiva. Durante el día los hombres adecentaban las trincheras y descansaban lo que podían, pues era por la noche cuando realizaban la mayor parte del trabajo. Entonces podían actuar con mayor libertad, y salían a construir trincheras y refugios, o reforzar los que ya existían. Todo cuanto fuese necesario para mejorar las condiciones de vida y defensivas necesarias para los 18.000 hombres que le restaban de su fuerza inicial. En solo 10 días había sufrido 7.000 bajas, incluyendo casi 2.000 muertos. Cierto que el enemigo había sufrido bajas muchísimo mayores, tanto a causa de sus ataques frontales los primeros días en los que tal vez habían muerto 3 japoneses por cada español, como por el cerco posterior y los asaltos a la bayoneta cuando agotaron sus municiones. Sin duda ese fue el hecho determinante que permitió su victoria, agotadas las municiones los japoneses enfrentaron las ametralladoras mediante asaltos frontales… el resto era historia, y la gran mayoría de las bajas niponas correspondía a ese periodo.

Dudaba que circunstancias similares volvieran a repetirse, ahora tocaba aguantar.


A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.

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