Philippeville
Los cañones de El Mouader habían callado unos instantes tras efectuar 9 disparos. La mala suerte había querido que una de las salvas españolas dañase el telemetro que dirigía el fuego de la batería, anulando totalmente su dirección de tiro. Instantes después el capitán Laussac se encaramaba al parapeto de las piezas para dirigir el fuego desde allí, a pie firme y pese al bombardeo al que al posición era sometida.
El puerto en cambio era un verdadero infierno. Bombardeado por las baterías de tiro rápido de los cruceros acorazados Princesa de Asturias y Cataluña, las explosiones se sucedían con rapidez destrozando los buques surtos en el puerto y las infraestructuras portuarias. En algunos lugares podían observarse los primeros incendios, y la propia ciudad estaba sufriendo algunos daños cuando los cañones disparaban demasiado largo.
Por su parte en los buques españoles tan solo habían sido alcanzados en 3 ocasiones por los cañones de 190mm, cuyos proyectiles al límite de su alcance fueron rechazados por la coraza del Cataluña. Peor suerte sufrió el Princesa de Asturias, alcanzado por un proyectil de 240mm que atravesó su coraza causando pocos daños.
A las 12:25, tras 40 minutos de bombardeo en el que los buques realizaron tres pasadas, los buques españoles abandonaron la zona con rumbo Norte.
Bujia
El Pelayo estaba librando un duro duelo con la batería del centro, equipada con 4 piezas de 240mm que ya habían logrado alcanzar en dos ocasiones al buque español. Los daños sin embargo eran escasos, y el Pelayo continuaba su particular duelo mientras el Cardenal Cisneros hacía otro tanto con la batería del Hospital y bombardeaba el puerto.
El vapor Saint Jean II, alcanzado por al menos 8 impactos se hundía irremediablemente amarrado al muelle. Alcanzado cuando se encontraba a media carga, la entrada de 400tm de agua lo estaba desequilibrando con rapidez y amenazaba con volcar. Su tripulación incapaz de achicar el agua por encontrarse las calderas apagadas no tuvo más remedio que huir. Junto al Saint Paul otras muchas embarcaciones, principalmente veleros y pequeños vapores de cabotaje ardían o se hundían con rapidez.
Poco después, tras disparar 240 proyectiles sobre el puerto, los buques españoles se retiraron tal y como habían llegado.
Argel
Argel era junto a Oran, y Ceuta una de las ciudades mejor defendidas del norte de África, por lo que el almirante Marín y Sociats había decidido no entablar duelo directo con sus defensas y contentarse con bombardear el puerto desde la distancia. Confiaba para ello en los 4 poderosos cañones de 305mm que constituían la artillería principal de su buque insignia.
Con la tranquilidad de no ser objeto del ataque del acorazado español, los artilleros franceses dispararon con saña sobre el acorazado alcanzándolo en varias ocasiones. Con todo el acorazado era un hueso duro de roer y no parecía acusar los daños. Tan solo en alguna ocasión, tras ser alcanzado cambiaba su objetivo brevemente para disparar un par de salvas sobre las baterías francesas.

En el puerto las grandes explosiones que provocaban los proyectiles de casi 400kg destruían edificios enteros, causando estragos que se extendían por toda la ciudad. En el puerto la grua pesada fue alcanzada y se derrumbó sobre unos almacenes, causando un incendio al destruir una lámpara. Pronto la humareda empezó a cubrir el puerto dificultando la puntería del acorazado.
Lamentándose por no poder completar la destrucción del puerto, pero decidido a evitar en la medida de lo posible daños entre la población civil, Marín y Sociats ordenó la retirada.
Con la desaparición de la escuadra atacante los bomberos por fin pudieron actuar y acudir al puerto a combatir las llamas.
Remolcador Utrech, suroeste de Cerdeña.
El capitán Lenoir contemplaba con un nudo en el estómago la llegada del crucero que minutos atras había divisado, siendo alcanzado tras una corta carrera. Su lento remolcador de 293tm no había tenido ninguna posibilidad. Una hora atrás había divisado los buques enemigos navegando rumbo al este, virando de inmediato para tratar de huir. Sabía que sus posibilidades eran pocas, pero tal vez los buques españoles tuviesen otras órdenes y no quisiesen perder el tiempo en su pequeño remolcador.
No hubo suerte, uno de los cruceros se separó del grueso y se abalanzo sobre él a gran velocidad. Poco después los primeros proyectiles de advertencia caían cerca de él, obligándolo a detener su marcha. Desaparecía así su única oportunidad de escapar.
Ahora el Utrech partiría rumbo a España con una tripulación de presa, mientras Lenoir y sus hombres pasaban a residir en el crucero que los había capturado.
20mn al oeste de Malta
La reacción francesa a los ataques a sus plazas norteafricanas no se había hecho esperar, y una poderosa escuadra encabezada por el moderno acorazado Coubert, y reunida alrededor de parte del 2º Escuadron de batalla, se dirigía hacia la costa argelina. Junto a estos acorazados viajaban también los modernos cruceros acorazados Edgard Quinet, y Waldeck-Rosseau, y 9 destructores. En suma, una poderosa escuadra dispuesta a demostrar de una vez por todas quien mandaba en el mediterráneo.