El almirante Yoshikawa descansaba en su camarote en la hora previa a acostarse, repasando las últimas jornadas en las que su 3ª flota apoyo la conquista de la isla española de Masbate, en las Bisayas centrales, cuando una gran explosión le saco de sus pensamientos. Rápidamente acudió a la carrera al puente, donde se reunió con el resto de su Estado Mayor que le informo de los hechos acaecidos en los últimos minutos cuando una explosión de origen desconocido había sacudido al crucero acorazado Yakumo que ya presentaba una evidente escora.
No tardaron en acudir varios destructores en ayuda del anterior, pues había embarcado cientos de toneladas de agua perdiendo su sistema de propulsión y con él, la energía eléctrica.
-¿Alguna señal de submarinos enemigos? –Quiso saber Yoshikawa.
-Negativo, nuestros destructores están realizando un rápido barrido por la zona pero no parece haber indicios de ellos.
-Prosigan la búsqueda. ¿Cuál es el destructor que está tratando de tender cables al Yakumo?
-El Kaede, comandado por el Tte de navío Kurosawa. –Respondió una vez más el capitán Nori que fue interrumpido por una fuerte explosión cuando el Yakumo se sacudió de nuevo, siendo seguida por una tercera explosión del destructor Katsura que se encontraba a varios cientos de metros realizando una búsqueda de minas.
-El Kaede hace señales, almirante. –Dijo el capitán de navio Tadakashi quien leyó en voz alta. –¡Alerta, minas! ¡Alerta, minas! ¡Alerta, minas! Localizada mina frente al Yakumo, no pudo evitarse el impacto y la explosión. Kaede dañado, podemos continuar navegando, recogemos náufragos antes de alejarnos.

-Que todos los buques extremen las precauciones. –Ordeno de inmediato Yoshikawa mientras contemplaba como los reflectores de sus buques iluminaban las operaciones de rescate mientras caía la noche. Frente a él el crucero acorazado Yakumo se hundía con rapidez, mientras el Katsura había desaparecido ya bajo las aguas. ¿Cómo habían logrado los españoles tender ese campo de minas? Esa zona había sido limpiada tan solo 3 días atrás durante las operaciones previas a la conquista de Masbate.
A medianoche por fin pudieron salir de la zona de peligro para dirigirse a puerto. Desgraciadamente el Kaede acabaría por sucumbir a sus daños y se hundiría antes del amanecer, habiendo salvado a toda la tripulación del Yakumo a excepción de 57 hombres, casi todos fogoneros que se llevaron la peor parte de la primera explosión.
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El 20 de marzo el acorazado costero Asashi sorprendería al crucero minador Montañés, atacándolo sin piedad. El buque reconvertido trato de huir por velocidad defendiéndose con increíble arrojo, pero finalmente y ante la imposibilidad de huir, su comandante, el Tte de navío Unceta, ante el peligro que suponía el incendió desatado a bordo y los explosivos de las minas, ordenó arriar la bandera y abandonar el buque que explosionaría menos de 20 minutos después. Unceta y sus hombres contemplaron la escena desde la cubierta del Asashi, saludando militarmente mientras su buque desaparecía bajo las aguas.
Durante un año habían operado en secreto desde puertos en Guahán, Filipinas, Siam y China, realizando 5 operaciones de tendido de minas en aguas de Formosa, Japón, y las propias Filipinas, cobrándose un alto precio entre sus enemigos que perdieron dos grandes buques, dos destructores, y al menos catorce mercantes, obligando a los japoneses a realizar constantes operaciones de desminado en sus costas y puertos. Un suboficial japones se acerco a Unceta y le tendió una taza de té, comunicándole en un precario español que el comandante japones le esperaba en su camarote y asegurando que sus hombres serían bien tratados.
Unceta sabía que era probable que así fuere, al menos el trato dado a los prisioneros rusos diez años atrás fue relativamente bueno, se dijo mientras se encaminaba a la reunión.