MADRID, PALACIO DEL CONGRESO y SENADO, 8 DE ABRIL DE 1916.La noticia del abandono de Burdeos cayó como una losa sobre los diputados. Todas las noticias que recibían los Diputados hablaban de una retirada general en el Frente de Francia.
Desconocedores de los planes del Estado Mayor, la mayoría de sus Señorías creía que el Frente había sido roto, y que más que una retirada se estaba produciendo una desbandada. Varios Diputados liberales y conservadores electos por circunscripciones fronterizas abogaban por solicitar un Armisticio con la Entente, antes que ver sus circunscripciones ocupadas por las fuerzas franco británicas.
Contando con que la noticia no era conocida del gran publico, muchos Diputados solicitaron a sus chóferes y cocheros que prepararan sus vehículos para abandonar Madrid.
Mientras tanto en el Senado se producían hechos similares, pero la presencia de varios Senadores Vitalicios, en su gran mayoría militares de prestigio, lograban atemperar los ánimos de Sus Señorías.
MADRID 9 DE ABRIL DE 1916Las noticias corrían ya por Madrid como la pólvora. Se sumaba el saber que eran tropas del I Cuerpo de Ejército las que soportaban el envite enemigo, y empezaban a conocerse las numerosas bajas.
Al tener el I C.E. su base en Madrid, eran muchos los que tenían familiares y amigos en las unidades que soportaban la mayor presión enemiga. Poco a poco se iban formando corrillos de madrileños que buscaban intercambiar noticias, o compartir las escasas listas de bajas que se daban a conocer en los matutinos. A medida que pasaban las horas, los corrillos crecían, hasta convertirse en verdaderas concentraciones, y empezaban a bajarse persianas de comercios y cerrarse oficinas.
Algunos grupos de madrileños se dirigían hacia los edificios públicos en busca de noticias, la mayoría de las veces por conocer a alguien que trabajaba en la Administración. Al tiempo otros se dirigían a las sedes de los Partidos Polítiocs; y prionto se pordujeron los primeros brotes de violencia, consecuencia de la ignorancia del verdadero alcance de los acontecimientos.
A mediodía, Madrid, al igual que otras poblaciones, se encontraba paralizada. Los bulos corrían de manera frenética, y en algunos casos se llegaba a hablar de cientos de miles de caidos, y algunos palafraneros y ujieres del Congreso informaban de la marcha de varios Diputados el día anterior. Sin ninguna autoridad que pusiera freno a tales bulos, éstos crecían hasta convertirse por repetición en la única verdad.
Ni la Alcaldía ni el Gobierno Civil tomaban decisiones respecto al Orden Público, limitandose las Fuerzas Policiales a proteger algunos edificios, aunque prontamente superadas por el gentío. El Alcalde de Madrid, Joaquín Ruíz Jimenez, llamó en diversas ocasiones al Ministerio de Gobernación y a la Presidencia del Consejo, obteniendo como única respuesta el mantener la calma, y declarar ilegales las concentraciones de más de doce personas. Sin fuerzas sufcientes paar proteger los edificios públicos, y ante la pasividad gubernamental, Ruíz Jimenez se veía desbordado.
Con las autoridades civiles desapercidas, el Gobernador Militar de Madrid, se dirigió al Gobierno Civil, tomando en su persona las obligaciones de aquél.
A media tarde, tropas de la I Región Militar se hacían cargo del Orden Público en Madrid, protegiendo edificios públicos y de servicios, bancos y oficinas, y establecimientos de productos de primera necesidad. Al mismo tiempo, protegían los accesos al Congreso de Diputados y el Senado, a petición del Presidente del Senado, Don Manuel García Prieto.
Las tropas, en lugar de disolver las declaradas ilegales concentraciones, las escoltaban, y sin darse cuenta el gentío, las alejaban de las zonas sensibles de la capital.
MADRID y OTRAS CAPITALES, 10 DE ABRIL DE 1916Sin uso de la fuerza, la calma había regresado a Madrid. No había duda, el gentío no mostraba enemistad hacia un Ejército supuestamente derrotado. Su enemistad por los sucesos del Sur de Francia se giraban contra un Gobierno Romanones,del que en su época de oposición, todos recuerdaban como obstaculizador del esfuerzo de Guerra, elevando el sentimiento popular favorable a los Ejércitos.
En otras ciudades, fuerzas de las milicias provinciales y de Orden Público, a las ordenes de los respectivos Gobernadores Militares, protegían edificios de al administración y servicios públicos. El pueblo les lleva bebidas y alimentos. La Guardia Civil, de acuerdo con el Decreto del Gobierno contra las concentraciones, disuelve en Barcelona, Alicante y Sevilla a anarquistas, derrotistas y otras fuerzas consideradas antipatrióticas, sociedades masónicas, organizaciones separatistas, ateneos ácratas y republicanos, a excepción de los seguidores de Peiró y Segui; y clubs liberales de conocida aliadofilia; pero incumpliendo las ordenes de disolver todas las concentraciones, al no hacerlo con la de los considerados patriotas.
Con la situación calma en Madrid, el Gobierno a última hora de la tarde, y reunido en Consejo de Ministros de Urgencia, ordena a los diversos Gobernadores Militares que devuelvan a las tropas a los cuarteles, y que entreguen el mando de la Guardia Civil a los reespectivos Gobernadores Civiles.
En Santander, el Gobernador Militar, responde que dado el Estado de Guerra solo cumplirá las ordenes del Capitán General de los Ejércitos, Su Majestad Alfonso XIII.
MADRID y OTRAS LOCALIDADES, 11 DE ABRIL DE 1916La iniciativa del Gobernador Militar de Santander es seguida por otros Gobernadores Militares, incluido los de Valencia y Málaga. El Alcalde de La Coruña, del Partido Conservador solicita al Gobernador Militar que sean las tropas quienes ejerzan las funciones de Orden Público, ante la imposibilidad de las policiales de hacerse cargo del Orden Público ante las ingentes concentraciones populares. En el Ferrol, la marinería patrulla de forma conjunta con la Guardia Civil la ciudad e instalaciones industriales. En varias localidades se produce similar petición, llegando en Pamplona a solicitarse al Requeté que colabore con la Guardia Civil; y en Vitoria los Miñones se ponen a las ordenes del Gobernador Militar.
MADRID, 12 DE ABRIL DE 1916En un nuevo Consejo de Ministros de Urgencia, el Conde de Romanones ordena al Minsitro de Guerra, Agustín de Luque y Coca, que las fuerzas del Ejército de Reserva se dirijan a Madrid y otras localidades para devolver a las milicias y otras fuerzas a los cuarteles, contando con la lealtad del Ejército de Campaña frente a los Voluntarios y Fuerzas de Reserva. Luque y Coca se niega a dar dicha orden, poniendo su cargo a disposición del Presidente del Consejo.
En Madrid, y otras localidades, se va conociendo de forma oficiosa, gracias a oficiales y jefes, que la retirada se debe a un plan elaborado por anterioridad, sin intervención del Gobierno, y que la situación podrá reconducirse en un futuro próximo.
Por la tarde, el Rey Alfonso XIII, ordena que todas las fuerzas desplegadas en las ciudades que no tengan un cometido estrictamente militar vuelvan a sus acuartelamientos, en la confianza que la ciudadanía sabrá estar a la altura de las circustancias, oficializando los rumores existentes acerca de un Plan preestablecido en Francia, y asumiendo Él toda la responsabiliadad de los sucesos militares, y solicitando a los ciudadanos que vuelvan a sus quehaceres.
Todos los Gobernadores Militares cumplen de inmediato la orden, y la ciudadanía, confiando en la palabra del Rey, vuelve a sus trabajos.
Esa misma tarde el Conde de Romanones se reune con el General Díaz, afeandole que exista una conjura para derribar el Gobierno, con la participación del Rey. El General Díaz le niega cualquier conjura, aunque evidencia que las noticias del Sur de Francia y el saberse que muchos Diputados preparaban su salida de Madrid, no beneficiaban en nada a un Gobierno que no supo tomar las riendas de la situación desde el primer momento.
CONTINUARÁ