Tras despachar con el General Coca y Luque, y el ya Almirante Flórez, el Presidente Weyler, despachaba con el Minsitro de Presidencia, del Prado Palacio.
Aquejado de unas fiebres, Weyler había depositado la mayoría de los asuntos civiles en manos de su Ministro, e incluso éste le había representado ante el Rey Alfonso XIII en uno de sus habituales despachos.
Del Prado Palacio intuía en la debilidad de Don Valeriano, como la extraña decisión de nombrar al General Marina como Comandante en Jefe de Melilla

Weyler y Del Prado discutieron acerca de las operaciones en torno a la costa del Ampurdán, donde la superioridad naval francesa ponía en riesgo la viabilidad de los planes defensivos. Weyler confesaba que el uso de medios navales por parte francesa le había sorprendido, de igual modo que su falta de uso por parte británica.
Del Prado, poco ducho en asuntos militares, aprovechó la ocasión para resumirle el encuentro entre el Minsitro Besteiro y representantes de varios sindicatos de la Marina Mercante. Los sindicatos estaban preocupados por el aumento de días en el mar de los marineros movilizados como tripulaciones de presa; pero sobre todo, el aumento del riesgo, ante la cada vez mayor audacia de la guerra al tráfico de la Entente.
De todos modos, los sindicatos, a la cabeza CNT, gracias al entendimiento con Peiró y Seguí, mantendrían a sus afiliados de la rama mercante en plena disposición. Solo buscaban un cierto reconocimiento cuando ello fuera posible de sus misiones por cuenta de la Corona; accediendo Besteiro a sufragar con fondos la emisión de pasquines de propaganda de los sindicatos.

En realidad, Del Prado Palacio buscaba el consejo del Presidente Weyler en torno a lso últimos acontecimientos en el Rif. De sus despachos con el General Díaz, entendía que los italianos habían desembarcado en el Muluya sin oposición, y que se encontraban a las puertas de Zelouán, donde los informes constataban una escasa presencia de rifeños armados. Sin ningún tipo de duda, los italianos habían abierto al tráfico la carretera entre el Muluya y el interior del Protectorado. Según Díaz, si caía Zelouán, la revuelta rifeña podía darse por finiquitada, si antes las cabilas no se hacían con Nador.
Finalmente Díaz le había comentado que los antiguos suboficiales y oficiales españoles de origen melillense o ceutí que se habían unido a la revuelta, todo y contar con la confianza de Abd el Krim, habían logrado pocos progresos en convertir las bandosidades en unidades militares, si se exceptuaba los artilleros.

Weyler, tomaba notas, pero agotado, rogaba a Del Prado Palacio posponer la reunión hasta el día siguiente, a la que se unirían Coca y Luque, Flórez y Bermudez de Castro, Ministro de Estado.
Se despidió Weyler de Del Prado, solicitandole que le advirtiera a Bustamante que solo podría atenderle brevemente.
Del Prado, amigo, creo que sería buena idea que se rodeara de algunos oficiales del Ejército y la Marina de Guerra, y conozca de las cosas de mi profesión.
Bustamante pudo ver la preocupación del cariacontecido Del Prado Palacio
Del Prado, ¿son malas las noticias del frente?
No son buenas, no...
Una cosa es que no sean buenas, y otra que sean malas... entonces ¿que le preocupa?
Don Valeriano tiene las fiebres... solo podrá recibierle por poco tiempo....