LA OFENSIVA EN EL NORTE, epilogoEl día 5 de diciembre la situación en el frente se había calmado lo suficiente para que los generales de ambos bandos pudiesen hacer un repaso de los eventos del día anterior. Para el general Villalba todos los objetivos se habían cumplido sin mayores problemas. El enemigo había sido rechazado al norte durante unos días y se le había asestado un golpe que si bien no era decisivo si les había de recordar que España aun siendo un animal herido aún no había caído. Las bajas eso sí, eran simplemente desmedidas. La mayor parte de ellas correspondían a la ofensiva en el sector atlántico, por supuesto, pero aun así habían sufrido más de 20.000 bajas mortales y que el número de prisioneros superase esa cifra no era un consuelo. Al menos ahora su situación se veía favorecida por la llegada de la escuadra a Gibraltar, donde el dominio del estrecho parecía haber quedado totalmente asegurado para España durante un tiempo al menos.
En cuanto a los vehículos blindados había una de cal y otra de arena. Los vehículos a cadenas, los oso, habían cumplido con creces con todas las expectativas y habían sido decisivos tanto al romper las líneas enemigas como en ulteriores avances. Su fiabilidad sino perfecta si había sido lo suficientemente elevada como para asegurar el avance pese a las averías que sus propias tripulaciones subsanaron en el lugar. Los vehículos a ruedas en cambio se habían visto gravemente perjudicados al avanzar sobre terreno irregular, por lo que habría que estudiar si era posible mejorar su tracción 4x4 o en caso contrario tendrían que ser destinados a tareas secundarias y se paralizaría su producción. Como fuere la primera enseñanza sobre estos blindados era que debían agruparse en unidades de entre 15 y 30 vehículos para asegurar la potencia necesaria para cumplir su misión, y la segunda que sería necesario añadir equipos de mantenimiento a estas unidades.
El premio de la ofensiva resultarían ser los prisioneros y las armas capturadas, los primeros serían enviados de inmediato a los campos de prisioneros de la meseta
(1) castellana, donde serían puestos bajo la vigilancia de la Guardia Civil, y las armas serían integradas en la estructura del ejército a no mucho tardar, especialmente las ametralladoras Lewis y los morteros.
Para el general French el ataque español era claramente la respuesta al intento de socavar su frente con minadores, habiéndose lanzado a un ataque fulgurante que había sorprendido a sus defensas dejándolas sin tiempo a reaccionar. El golpe había sido brutal y si hubiesen perseverado tal vez habrían logrado romper las líneas de forma definitiva. La victoria estratégica había sido por lo tanto total, pero el ejército español en cambio no parecía capaz de asumir los sacrificios que imponía la guerra moderna, y sus generales parecieron contentarse con arañar un poco la superficie de las defensas británicas. Esto era claramente un error cuando podrían haber destruido aquel ejército que ahora empezaba a recibir refuerzos llegados desde el norte. En unos días sin duda podría pasar a la ofensiva y recuperar el terreno perdido, eso si el enemigo no se retiraba antes como había hecho ya en algunos de los sectores más expuestos.
El general Foch no tardó en darse cuenta que el ataque español había sido una respuesta al intento británico de minar sus defensas, al que reaccionaron activando sus propias minas. El ataque en su sector era por lo tanto circunstancial, y tan solo activaron el resto de las minas porque estas hubiesen sido descubiertas al detonar las del resto del frente. Quisieron por lo tanto extender los daños todo lo posible arriesgando lo mínimo imprescindible. Les había funcionado sin duda. Lo peor empero es que la escuadra que daba soporte a sus operaciones había decidido abandonar aquellas aguas, pues ahora que la flota española al completo se había reunido en el estrecho podría caer sobre ella en cuestión de días y destruirla por completo. Por lo que sabía la MN se había visto obligada a ordenar reagrupar sus dispersas fuerzas llamando a las divisiones que mantenía frente al Adriático y los Dardanelos, su posición en el mediterráneo central y oriental quedaba por lo tanto en entredicho.
- Se esperaba que en una zona tan amplia y despejada como la meseta, cualquier fuga fuera prontamente detectada y suprimida.
A todo hombre tarde o temprano le llega la muerte ¿Y cómo puede morir mejor un hombre que afrontando temibles opciones, defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?" T. M.