GRUMO escribió:Conforme al estilo de citas, que se hace en este foro para argumentar puntos de vista, me permito señalar lo siguiente
"La erogación voluntaria de los pobaldos de la Sierra central del país permitió vestir y aprovisionar al Ejército de La Breña, que pese a la derrota injusta (sic) de Huamachuco siguió peleando sin acatar el Tratado de Ancón, tomandolo como hecho consumado no así al gobierno firmante impuesto por Chile"
Fuente: Andres A. Caceres , 1976, p 98
Ahora una perla de nuestra Historia
El gobierno iglesista compró de la comisaría del Ejército Chileno 893 camisas de paño y 178 pantalones para vestir al Ejército que combatió a las tropas de Caceres. Solo vistiendo el uniforme de los invasores chilenos se podía combatir a Caceres en territorio peruano"
Fuente: Archivo general de la nación H-4-248
Sobre la
bandera civilizadora que menciona Molinari
"En septiembre salió de Arica la famosa expedición Lynch compuesta por tres mil hombres, con el propósito de apoderarse de todos los puertos y bienes de la costa norte. esta expedición cometió abusos inauditos, impuso fuertes cupos a los hacendados norteños, destruyó maquinarias propiedades y casas
(...)
Luego de las batallas de San Juan y Miraflores, la población limeña esperó temerosa la ocupación de Lima, pero la intervención del Jefe de la Escuadra Extranjera Almirante Du Petit Thours evitó los desmanes y destrozos. Los extranjeros formaron la guardia Urbana para proteger Lima
(...) Los chilenos hicieron su entrada en Lima el 17 de Enero . No obstante todas las precauciones ,s e apoderaron de los archivos de gobierno (...) Tambien fueron ocupados los locales del Congreso, la Biblioteca Nacional y otras instituciones publicas donde se apoderaron de todo lo util que ahí se encontró
Fuentes : El Ejército en la republica: Siglo XIX pag 90-155
Mariategui, Francisco javier "Anotaciones a la Historia del
peru de Don Mariano felipe Paz Soldan, en "Dos
controversias Historicas", 1925.,Lima
Gracias
Estimado Grumo, en las Guerras suceden cosas como esas, tanto en la del Pacifico, como en cualquier otra.
Me sorprende que cites solo "atrocidades" chilenas y te olvidas de las que hicieron los peruanos.....pero yo no y te las recuerdo.
“The New York Times”, correspondiente al 3 de enero de 1880 "Al haberse recibido la noticia de la pérdida de Pisagua, se hizo propagar un infundido rumor por Lima y el Callao de que soldados chilenos habían abusado de mujeres peruanas. Este rumor se propagó como el fuego, y finalmente las calles de Lima se llenaron de una turba de mujeres peruanas, y con la clase más baja de ambos sexos. Un gran número de mujeres chilenas reside aquí en Lima, muchas de ellas casadas con extranjeros, mientras que otras viven por su cuenta. Alguien lanzó el grito de "¡Muerte a las chilenas!", y todos corrieron hacia donde la mayoría de las últimas vivían. Un numero aproximado de 20 o 30 fueron apresadas brutalmente por la furiosa turba vociferante, desnudadas de su ropa, tomadas del pelo para ser arrastradas por las calles, y apedreadas hasta quedar en una infame forma de sufrimiento y terror. Dos o tres de ellas fueron asaltadas, golpeadas, cortadas, y brutalizadas, y dejadas sin vida en la calle sin que nada les cubriera sus cuerpos desnudos. Después de entregar a un número de 60 mujeres chilenas a los guardias de la Alcaldía, la chusma corrió al Hotel de Iquique, donde unas chilenas respetables vivían. Ahí se repitieron las mismas, o peores escenas, ahora la turba estaba enfurecida con el alcohol y eran animadas por un gran número de Guardias Nacionales, los cuales iban entre el populacho, y los cuales también se notaba que estaban bajo la influencia de intoxicantes."
"¿Qué hacían las autoridades mientras estas escenas del infierno estaban en progreso, se preguntaran?. Nada. Al final, cuando el Capitán de uno de los puestos llegó a la conclusión que las demostraciones iban creciendo en magnitud, y cuando vio que el populacho comenzó a saquear tiendas, ordenó a una compañía de tropas para que despejara las calles. Esta fuerza, bajo ordenes del Sub-Prefecto, hizo una carga con bayoneta sobre el populacho, el cual estaba ahora congregado en la plaza de la Calle de Constitución. Esta carga fue efectiva en despejar a la chusma de mujeres, las cuales al fugarse, soltaron sus presas, las que consistían en una docena de mujeres chilenas aterrorizadas y completamente desnudas. Estas fueron conducidas a las autoridades y puestas en un Cuartel, con una fuerte guardia para protegerlas de la violencia. En total, unas 100 mujeres chilenas estaban en manos del populacho, y si no hubiese sido por los soldados, aunque fueron muy tardíos en prestar ayuda, muchas más hubiesen encontrado una muerte bárbara. La porción masculina del populacho no tomó una parte activa en estos desórdenes, pero ellos animaban la turba, mirando pasivamente sin intentar parar estos actos. Un número de mujeres chilenas tomó refugio en un barco extranjero, mientras que otras se apegaban a sus esposos en las puertas de sus casas, siendo esposas de extranjeros y por lo tanto con la misma protección de sus esposos y sus respectivos Gobiernos."
"Muy poco se ha escrito de este desgraciado incidente en los diarios peruanos, y cuando, fue notificado, fue hecho en forma suave como una advertencia a las autoridades para que sacaran a los chilenos por motivo de seguridad pública. Al parecer los peruanos no quieren aprender que la esposa de un extranjero tiene la misma nacionalidad de éste, y, por lo tanto, no pueden y deben ser clasificadas como las nacionales del país contra el cual el Perú esta en guerra.”Mayor J. Arturo Olid A "Crónicas de Guerra"
"Cerca de la estación de Chorrillos, una banda de negras despedazó a una muchacha chilena. La infeliz fue arrastrada con su hijo, pero el conductor de una máquina que pasaba, alcanzó a arrebatarlo de aquellas furias".
"En la calle Tigre, una poblada semejante asaltó la casa en que vivía otra mujer chilena. La sacaban ya a la calle más muerta que viva, cuando dos oficiales de la Reserva, hermanos los dos, se interpusieron valientemente, escudándola con sus cuerpos. Uno corrió con ella al interior, en tanto que el otro cerraba la puerta; mas, pagó con su vida su heroica acción. Una bala atravesó los maderos de la puerta y el pecho del generoso joven. La turba siguió su tarea, empeñada en derribar la puerta; pero un italiano, corriéndose por los techos vecinos, disparó al aire varios tiros y en seguida gritó: -¡Los chilenos! - Todos volaron".Boletin de la Guerra del Pacifico
"La casita junto a la cual yacía el cadáver de Ramírez, estaba convertida en un hacinamiento confuso de muertos y heridos. Dentro de ella y en su alrededor no había menos de ochenta cadáveres y un número casi igual de heridos".
"Entre los heridos que no podían moverse se encontraban los de las cantineras del 2º, que no se habían separado en un momento de las filas de su regimiento y que presentaron durante todo el combate los más útiles servicios. Ellas arrastraban hacia la casita a los heridos en medio de la granizada de las balas enemigas, registraban las cartucheras de los muertos para proveer de municiones a los vivos, y se multiplicaban por todas partes para vendar a la ligera a los heridos".
"Al asaltar los peruanos en tropel la casita momentos después de la retirada de los nuestros, remataban a palos a los heridos..."
"El enemigo, sea por un rasgo de cobarde ferocidad, sea por temor de que nuestras tropas pudiesen ocupar nuevamente aquel lugar, cuya posesión les costaba tan caro, prendieron fuego a la casita sin preocuparse de los heridos que quedaban adentro, y antes por el contrario acumulando junto a ella los cadáveres que se encontraban a mano".
sobreviviente chileno de la batalla, don Antonio Urmeneta
"Efectuada la retirada de la división los enemigos se entregaron a satisfacer todos sus instintos criminales y salvajes: recorrieron el campo de batalla en busca de botín, matando bárbaramente y de un modo demasiado cruel a los heridos chilenos, dejándolos completamente desnudos y en posición vergonzosa".
"Aumentó más todavía el crimen de estos bárbaros; no contentos con las atrocidades cometidas con los heridos que estaban en el campo, prendieron fuego al cuarto donde estaba la Cruz Roja donde se encontraba herido el bravo comandante Don Eleuterio Ramírez y un número considerable también de los heridos. Estos tuvieron que padecer bajo las llamas en medio de las risotadas y burlas de la soldadesca chola y cuica que presenciaba ese salvajismo".
"...Entre los prisioneros chilenos que cayeron en poder de las tripas del general Buendía,
le tocó a la cantinera Susana Montenegro con quien estos pícaros cometieron toda clase de infamias y excesos que la pluma se resiste a describir".
"Después de todo la asesinaron martirizándola como a Caupolicán con la diferencia que a aquél fue con un palo y a ésta con las bayonetas".
Mayor Arturo Olid A., "Crónicas de Guerra",
Muerto el jefe (Ramírez), los peruanos se envalentonaron y repasaron a los heridos, asesinando también a las cantineras, a quienes, después de muertas, afrentaron sus despojos, cortándoles a raíz, los senos y las orejas".
"Los salvajes de África no hubieran procedido en igual forma. No contentos con estos ultrajes, acarrearon ramas secas y rodearon el rancho con leña y troncos, prendiéndoles fuego en seguida. Esto hicieron aquellos hombres que, según parece, se honraban con cargar el uniforme militar, a vista y paciencia de sus jefes y oficiales que miraban esos actos de barbarie".
ministro chileno Rafael Sotomayor escribió desde Pisagua a la Comandancia en Jefe del Ejército, el 28 de enero de 1880:
"Hasta hoy nuestras hostilidades se han distinguido por una lenidad tal vez excesiva. Hemos tratado al enemigo como lo exigen las leyes de la civilización y la humanidad, procurando de ese modo atenuar en lo posible los males de la guerra. Hemos sido humanos con los prisioneros y generosos con los vencidos".
"Así, pues, si es cierto que va a hacernos la guerra cobarde e irregular de montoneros y encrucijadas donde nuestros soldados pueden perecer indefensos, será necesario notificarle que estamos dispuestos a reprimir esos excesos con la mayor severidad posible; que el paisano a quien se sorprenda con las armas en la mano será inmediatamente pasado por las armas y que igual suerte correrán los individuos enrolados en cuerpos irregulares no sometidos en todo a la disciplina militar".
El italiano F. Santini escribió al respecto:
"Pero no es menos cierto que los peruanos en Tarapacá se mancharon con la misma barbarie, tanto que los más terribles de los soldados chilenos eran justamente los que combatieron en aquella batalla y ardían de deseos de venganza".
EXPEDICION LYNCH
eL ciudadano peruano Antero de Aspíllaga escribe a su hermano y que es publicada por Heraclio Bonilla en "Un Siglo a la Deriva":
"Todo (en) Chiclayo ha sido vergonzoso, no por los chilenos, sino ¡pásmese!,
por los robos de los mismos hijos de Chiclayo, la plebe más imbécil y degradada. No sólo formaban cola tras de los chilenos cuando incendiaban y sacaban muebles y artículos del país como arroz, maíz y luego los del pueblo chiclayano barrían y recogían con todo, sino que se han ocupado en denunciar, ¡ellos mismos! al Sr. Lynch y a los jefes, quienes eran los hijos del país que tenían fortuna; en fin todos los trapos sucios de la casa los mostraron".
ministro británico en Chile, F. J. Pakenham, escribía a Londres en diciembre de 1879:
"Aunque se han hecho muchas declaraciones en la prensa peruana acerca del presunto maltrato de prisioneros y otros por las tropas chilenas, creo que son infundados de hecho y que tienen existencia solamente en la imaginación de escritores excitados e irresponsables".
teniente chileno Rafael Torreblanca había escrito, a penas terminó la batalla de Dolores, el 19 de noviembre de 1879, cómo los soldados peruanos se arrojaban al suelo aterrados con esas historias de terror, gritando:
"¡No me mate taita! ¡A mí me han traído amarrado para hacerme soldado!".
Luego, agrega:
"Esta es la cantinela eterna de todos estos pobres diablos. Persuadidos de que somos unas fieras resisten hasta el último extremo... A este infeliz, le estuve trayendo detrás de mí hasta que se concluyó la pelotera y a cada soldado que veía acercarse le repetía la misma historia... Creo que hasta ahora no se ha entregado un solo prisionero sin repetir ¡no me mate taita! ¡me han traído amarrado!".
Coronel sueco Wilhelm Ekdahl, "Historia Militar de la Guerra del Pacífico":
"La responsabilidad de los excesos que por ambos lados se cometieron cae sin duda alguna sobre el que eligió la población para el campo de batalla, es decir, el comandante peruano".
Mito de la intervención
de Petit Thouars para "salvar" Lima. 1880-1882
El origen del mito estaría ligado especialmente a un relato del italiano Cavaino, aparecido en su obra "Historia de la Guerrra de América", Según informa allí tras la reunión en que Baquedano decide la toma de Lima, los representantes de países neutrales exigieron que no se dañara la ciudad como la garantía de derechos de los extranjeros allí residentes, amenazando con bombardear la flota chilena. Sin embargo, a la hora de verificar el origen de cuento, el mismo autor agrega estarse basando en rumores que corrían por Lima, ¡seis meses después de ser tomada por los chilenos!:
"...
quizás no existirá documento alguno oficial, que refiera genuinamente estas negociaciones; pero era voz pública en Lima, cuando nosotros estuvimos allí en julio de 1881, y nos fue confirmado por personas que podía saberlo... Como es natural, sin garantizar semejante noticia, nosotros la referimos como es, como una simple voz corrida en el público, del cual recogimos sin titubear, por los muchos visos de verdad que nos pareció descubrir en ella, porque se halla admirablemente de acuerdo con las muy significativas palabras, con las cuales el ministro de Italia en Lima concluía la nota oficial en la que informaba a su gobierno de tales hechos; y que dice así: "Resulta de esta sucinta relación, que la salvación de esta capital se debe únicamente a la intervención del cuerpo diplomático"."
El saqueo de Lma por los mismos peruanos
"Crónica de Guerra" Arturo Olid
"La noche del 15 al 16 pasó para Lima como una de esas horribles pesadillas de persecución y muerte que forja la locura".
"A las pesadumbres del alma venía a agregarse el aguijón de las necesidades materiales. El ejército no había comido y la población tampoco".
"El comercio había cerrado sus puertas y cualquier nada costaba un ojo de la cara. La mañana del segundo día fue viernes de pasión. Hasta la luz del cielo parecía tener el tinte siniestro de un próximo cataclismo".
"Millares de soldados dispersos recorrían las calles, tratando de reunirse para una tercera batalla, al toque de las campanas de la Catedral, esas guitarras de todas las zambras guerreras de Lima. Los conocedores de la plebe comenzaron a mirar esos grupos como malas nubes y peores vientos. Como sucede siempre, una chispa produjo el incendio..."
"La tropa, acosada por el hambre, quería comer en las chinganas y se forzaron algunas puertas. Ocurrió en esto que un asiático se negó a recibir en pago uno de los billetes llamados incas. El celador con quien altercaba trató de llevarse la mercadería, unas pobres golosinas y el asiático defendiéndolas, dio muerte al celador".
"La muerte atrajo gente, el populacho pidió venganza y aprovechándose se lanzó sobre las tiendas chinas de las vecindades. Algo calmó los ánimos la llegada del alcalde Torrico con la noticia de que el ejército chileno ocuparía en paz la ciudad al día siguiente".
"Se invitó a los jefes de la Guardia Urbana para una reunión en palacio a las cuatro de la tarde, a fin de asegurar la tranquilidad del vecindario. Todo parecía aquietarse cuando un inesperado suceso vino a desbaratar el orden relativo que habían logrado introducir en aquel caos. Lima no había secado el pozo de sus amarguras. Como a las cuatro entró en la plaza de Lima el prefecto del Callao, comandante Astete, a la cabeza de mil quinientos a dos mil soldados, declarando que no se entregaba y salía al campo en busca de los nuestros".
"El populacho tornó a fermentar en torno a este alboroto. El coronel Suárez, que gozaba de justo y gran prestigio por su valor y sus servicios, corrió a impedir esa locura, ya que no criminal intentona que habría acarreado la ruina de la capital. No sin grandes esfuerzos logró Suárez reducir a Astete a la razón del patriotismo".
"Pero la situación se agravó mucho, tanto porque hubo de postergarse para las ocho de la noche la reunión acordada, perdiéndose un tiempo precioso, cuando porque los licenciados de Astete allegaron nuevos y más perturbadores elementos al desorden".
"Cuando Suárez volvió al palacio, como a las seis de la tarde, ya todo estaba perdido. Quiso imponer a la tropa que lo invadía, pero no fue obedecido y tuvo que retirarse para no quedar en sus manos".
"A los jefes de la Guardia Urbana fuéles imposible salir de sus casas. Los soldados, confundidos con la hez del populacho, trajinaban las calles, disparando sus armas".
"Bien pronto volvieron al tema del día: los chinos. Sus tiendas fueron asaltadas, robadas y quemadas, muriendo entre las ruinas de muchos de sus infelices propietarios. De las propiedades de los asiáticos, las turbas quisieron pasar a los lujosos almacenes del centro. Pero la guardia urbana los contuvo a balazos".
"Al amanecer, las bombas acudieron a apagar los incendios; el populacho hizo fuego sobre los salvadores y éstos tuvieron que abandonar el material, arrastrando los cuerpos de cinco o seis compañeros heridos. Un carro fue incendiado triunfalmente. Días más tarde, Lima vio pasar el fúnebre cortejo de tres bomberos".
corresponsal Salvador Soto, Chilean Times:
"La entrada de nuestro ejército vencedor por las calles de Lima se efectuó en el mayor orden y con toda solemnidad y decoro. Mientras la marcha, tanto las tropas vencedoras como el pueblo vencido que nos contemplaba, guardaban el más profundo silencio. Aquel acto fue el más solemne y grandioso que haya presenciado jamás".
ODIO PERUANO DESPUES DE LA GUERRA
Manuel González Prada, discurso para la apertura del Encuentro de Estudiantes de Lima del Teatro Politeama, en 1888
¡Ojalá cada una de mis palabras se convierta en trueno que repercuta en el corazón de todos los peruanos y despierte los dos sentimientos capaces de regenerarnos y salvarnos: el Amor a la patria y el Odio a Chile! Coloquemos nuestra mano sobre el pecho, y el corazón nos dirá si debemos aborrecerle. Si el odio injusto pierde a los individuos, el odio justo salva siempre a las naciones. Por el odio a Prusia, hoy Francia es poderosa, como nunca. Cuando el París vencido se agita, Berlín vencedor se pone de pie".
"Todos los días, a cada momento, admiramos las proezas de los hombres que triunfaron en las llanuras de Marathon o se hicieron matar en los desfiladeros de las Termópilas; y bien, "la grandeza moral de los antiguos helenos consistía en el amor constante a sus amigos y en el odio inmutable a sus enemigos"... No fomentemos, pues, en nosotros mismos los sentimientos anodinos del guardador de serrallos, sino las pasiones formidables del hombre nacido para engendrar a los futuros vengadores. No diga el mundo que el recuerdo de la injuria se borró de nuestra memoria antes que desapareciera de nuestras espaldas la roncha levantada por el látigo chileno".
"Verdad, hoy nada podemos, somos impotentes; pero aticemos el rencor, revolvámonos en nuestro despecho como la fiera se revuelca en las espinas; y, si no tenemos garras para desgarrar ni dientes para morder, ¡que siquiera los mal apagados rugidos de nuestra cólera viril vayan de cuando en cuando a turbar el sueño del orgulloso vencedor!"
SALUDOS