LA KATANA
Colgada del cinto de los guerreros armados, las espadas samuráis definían la esencia de los hombres que tan orgullosamente las llevaban. A partir de simples vara de acero los Kaji, maestros armeros del antiguo Japón,
Y creaban soberbias espadas, que eran también emblemas de valor, autoridad fuerza. Tanto si eran una larga y curvada katana, una hoja tachi, o una corta daga, esas espadas japonesas se convirtieron en la leyenda en el "alma viviente del samurai".
El mortal borde de la katana, colgaba siempre con el filo hacia arriba del cinturón del guerrero. Un arma tan espléndidamente forjada requería doblar repetidamente el metal caliente, lo que daba como resultado más de cuatro millones de capas de acero.
Desde el siglo XII, cuando los samuráis estaban al servicio de los señores de los clanes, no existía en Japón tesoro más grande que esas espléndidamente forjadas espadas. Ninguna acumulación de plata u oro, ninguna parcela de tierra, podía compararse en valor con esas hojas. Las espadas de maestros como Go Yoshihiro, Masamune y Yoshimitsu, se hallan entre las más espléndidas jamás elaboradas.
En forjas situadas en el centro de Japón -una región en minas de hierro-, los armeros refinaron el arte que en el siglo XII el emperador Go Tiba decretó digno de príncipes. El kaji y sus ayudantes empezaban su trabajo con una limpieza ritual de cuerpo y mente. Vestían de blanco, se adherían a dietas estrictas, y prescindían de los placeres mundanos que podían distraerles de sus letales obras maestras. Tras colgar tiras de papel de arroz por toda la forja para ahuyentar los malos espíritus, los fabricantes de espadas iniciaban lo que podían ser dos años de trabajo agotador trabajo para una sola espada.
Tras colocar barras de metal en crudo en un horno de carbón -un artesano aconsejaba calentar el hierro hasta que se vuelve "del color de la luna a punto de ponerse en su viaje en una noche de junio o julio"-, el herrero extraía martillando, las impurezas del hierro. Luego golpeaba la barra hasta dejarla plana y la doblaba y la martillaba de nuevo de nuevo, sumergiendo el resplandeciente metal en agua entre los fieros golpes. Empezando con diez kilos de metal, un herrero producía una hoja de un solo kilo a kilo y medio, extrayendo del hierro varios millones de finas capas de acero. El kaji prestaba mucha atención al filo de la espada y el hamon, o textura, la línea ondulada desde el tang (extremo de la empuñadura) a la punta. Las variaciones en el hamon realzaban la belleza y la fuerza de la espada. Tras conseguir el grado adecuado de dureza, flexibilidad y filo -así como una hermosa textura-, el herrero daba a la hora un baño final y luego a menuda grababa su firma en ella.
Tras proporcionar a la pulida hoja una tsuba, o guarda, así como una empuñadura, una vaina y otros accesorios, el herrero presentaba su creación al samurai, que podía darle un nombre, como si la espada tuviera vida propia.
Aca un articulito para que vean algunas cosas...